Rainbow Candies (Harry Styles y Cadie Grey)

Mis piernas hacen un esfuerzo sobrehumano y dan pelea un poco más. Un escozor recorre a mi estómago y mil puntadas destruyen mi abdomen. Estoy agotada, no puedo seguir corriendo, y sin embargo, no me detengo porque Harry va a mi lado a buen ritmo, sin sudor ni jadeos, como si correr fuera lo más sencillo para él.
Voltea un poco su cabeza y me mira, enarcando las cejas. Escucho su respiración y pienso que en realidad sí está cansado, pero que tiene voluntad y le entra suficiente oxígeno a sus pulmones como para continuar. En cambio yo, despeinada, sudorosa, nerviosa hasta el límite por acabar con esto y con mi cuerpo flaqueando entre seguir o irme de bruces al suelo, luzco totalmente desaliñada a su lado.
Otra vez me ha dado de bofetadas, y lo peor es que ya no me quejo. Me gusta verlo y a su perfección.
—Te ves cansada, ¿quieres que nos detengamos? —me pregunta rápido, para no perder la respiración. Niego con la cabeza y miro al suelo, mis zapatos se comen la tierra y todo se pone de colores. Después, esos colores toman forma y con brazos y piernas me agarran las piernas, se vuelven de color negro y finalmente, me botan y me doy de lleno en el rostro.
Las rodillas me duelen y sé que se han raspado, siento la sangre gotear. Pero la más perjudicada es mi cabeza, que retumba y late como mi corazón, sin mencionar que arde y siento como si la aplastaran.
—¡Cadie! —me grita Harry. No veo nada, sigo con la cara contra el suelo, pero oigo sus pasos acercarse a mí. Me da vuelta y me deja mirando al cielo, entre la luz del sol y el mareo, distingo su cabello y me parece más rizado de lo normal.
—¿Te golpeaste muy fuerte? —ni siquiera puedo asentir, hasta eso me mata. Guardo silencio y cierro los ojos, esperando que entienda que no estoy en condiciones de hacer nada.
Pasa sus brazos por debajo de mí, al igual que la primera vez que estampó mi rostro contra ese pastel, y me eleva en el aire. Me siento segura en sus brazos, me aferró a él y dejo que me lleve hasta un lugar con sombra.
—¿Qué ha pasado? —pregunta el entrenador.
—Se ha caído y se dio muy fuerte en la cabeza —le responde Harry.
—Llévala a la enfermería —otra vez no, odio ese lugar. He pasado más tiempo en esa pequeña sala con olor a medicamentos que en las salas de clases.
Con los ojos cerrados durante todo el camino, no los abro hasta que Harry me lo indica. No estamos en la enfermería, sino en el baño. Y por lo que veo, el de hombres.
—No te preocupes, no te llevaré allí. Sé lo que necesitas —abre el grifo y un chorro de agua sale. Moja su mano y la pone sobre mi frente, está helada y amortigua el dolor. Y hace todo eso, aun teniéndome en brazos.
Hace amago de ponerme en el suelo, pero me abrazo a él y eso parece conmoverlo, porque tiembla y me sostiene con más fuerza que antes. Apoyo mi cabeza en su cuello, que está caliente por el ejercicio.
—¿Qué comiste esta mañana? —me pregunta preocupado, su voz parece estar a punto de quebrarse.
—Un caramelo naranja —le digo.
—¿Naranja? Eso ya es avance, pero ¿qué más? —me quedo en silencio. Él me aparta de su lado y ahora sí me deja en el suelo, con la mirada severa—.Cadie…
Antes de que comience con el sermón, los chicos de la clase entran al baño como corderos, gritando y en manada. Pero se detienen al vernos, demasiado juntos, solos y acalorados. Aunque no estemos rojos por lo que ellos creen, noto como me sonrojo aún más, mis orejas arden y bajo la mirada para no ver la burla en sus rostros.
—¡Styles, otra vez haciendo de las tuyas! —grita un chico y todos le siguen el juego. Harry los mira con seriedad y me da miedo, es el rostro que utiliza con el resto de las personas normalmente y no estoy acostumbrada a verlo tan enfadado.
—Márchense —masculla.
—¡No nos iremos, es el baño de hombres ¿no? Que se vaya ella! —volvió a decir el mismo chico, tenía el cabello castaño y ojos marrones, si no me equivoco, es Liam Payne.
Sin embargo, antes de reconocerlo, Harry avanza dos pasos hacia el frente y todos se corren a los costados. Agarra a Liam del cuello de la camiseta y lo estampa contra la pared, haciendo que se golpee en la cabeza. Liam hace una mueca de dolor, pero sin ocultar la diversión que tiene con esto.
—Vamos, Styles, sigue así. Con esa actitud, esta chica terminara como Amelia, o peor aún, como… —y cuando estaba por terminar, Harry lo golpea en el rostro y lo deja inconsciente.
Los chicos se convierten en monos. Gritan, celebran, exclaman, piden más pelea, pero Liam ya está en otro lado y no es capaz de colocarse de pie.
Harry me agarra de un brazo y me saca de allí, demasiado rápido y me vuelvo a marear.
Me siento como una inútil cuando Harry vuelve a cargar conmigo. Soy un cero a la izquierda, inservible. Sólo causo problemas.
—Te suspenderán —le digo en medio de la huida por los pasillos.
—Sólo me estarían dando vacaciones, no lo harán —me dice con seguridad, y su sonrisa me convence. No sé por qué pienso que golpear a Liam no está mal. Porque vaya que lo está, y sin embargo, no me importa. Tal vez, Harry si me esté cambiando.
—¿Quién quedó peor que Amelia? —inquiero de pronto.
Harry se detiene y me baja, me obliga a caminar hasta detrás de la escuela, donde no hay maestros o inspectores, pero sí un olor fétido a comida podrida y una gran cerca de dos metros de alto para que nadie escape.
—Nadie, no te preocupes.
—Creí que yo era Nadie —me mira y sus ojos parecen ponerse más verdes de lo que son. Se abalanza contra mí con velocidad, no soy capaz de reaccionar antes de pensar en lo que está haciendo. Afirma mi rostro entre sus manos, y lo acerca al suyo. Pero se detiene.
Nos deja a escasos centímetros el uno del otro, puedo sentir su aliento chocar contra mis labios, pero en vez de besarme, choca su frente contra la mía y cierra los ojos, aparta un poco el rostro y termina por rodearme con sus brazos.
—Tú no eres Nadie —me susurra al oído—. Tú eres Única.
No lo escucho, su voz me es lejana. Sólo puedo pensar en que estuvimos a punto de besarnos y en lo desenfrenado que bombeó mi corazón, la sangre casi se agolpeó contra mi cerebro para obligarle a romper con la distancia.
Paso mis brazos sobre sus hombros y lo abrazo también. Acarició su cabello y me siento desgraciada. Todos ven a Harry como una escoria humana que no se va con facilidad, y seguramente yo estoy en ese círculo, ya que me junto con él y estamos juntos la mayor parte del día. Y a pesar de eso, él sigue preocupándose por mí, me defiende y me prepara el desayuno.
¿Y qué hago yo?
Nada, absolutamente nada para recompensárselo. Aún no llego a vomitar lo poco que como por voluntad propia, si lo llego a devolver, es porque mi estómago no lo soporta. Y si lo hiciera, me suicidaría en este preciso momento por desperdiciar la comida que Harry me prepara.
Así que tomo una decisión definitiva. Tengo que cambiar. Ya no quiero ser la mala, ni la buena, ni la fuerte ni la débil. Quiero ser Cadie, quiero que Harry me conozca por quién soy en realidad y no por como me muestro.
Y el primer paso para eso es comenzar a admitir mis errores, como que la anorexia me puede matar, que creí que esto era culpa de mis padres cuando en realidad sólo era mía, que me estaba convirtiendo en una estúpida, que no había besado a Harry, y la peor de todas, que había dejado de ser yo desde hace mucho tiempo, y pensaba solucionarlo a partir de ahora.
Comería, haría un esfuerzo por comprender a mis padres, estudiaría y sería la mejor alumna para sentirme orgullosa de mí misma y sería transparente.
Aunque, como tenía que comenzar con una cosa a la vez, partiría con la que tenía más cercana: Harry.
—Harry, ¿cuáles son las vocales? —le pregunto. Pongo cara de convaleciente y él me observa extrañado, seguramente pensando que de verdad estoy mal.
—De acuerdo, Cadie, este es el límite… —lo interrumpo y vuelvo a decir.
—Las vocales, sólo dilas —él resopla, confundido, pero accede.
—A, e, i, o, u… —y cuando llega la U, lo tiro del cuello y junto mis labios con los suyos, que quedan moldeados para el beso gracias a esa letra.
Están agrietados, pero para mí son suaves. Cierro los ojos cuando siento sus manos en mi cintura, su respiración se agita al mismo tiempo en que sonríe debajo del beso.
Ignoramos el olor, el sol abrasador, algunas risas de personas que tal vez nos ven, ignoramos todo.
Cuando nos separamos, vuelve a juntar nuestras frentes y me dice:
—Casi te beso yo, me gusta que hayas tomado la iniciativa —enredo mis dedos en sus rizos y le dedico una sonrisa sincera, la primera desde hace tiempo.
—Entonces tendrás que acostumbrarte, porque así es como soy.
—Genial, si eres así sacando sólo un poco de tu verdadero yo, ya quiero ver lo que sucederá cuando seas tú completamente —ambos reímos, él por sus palabras y yo porque no sabe en que lío se está metiendo conmigo y la Cadie real.