Rainbow Candies (Harry Styles y Cadie Grey)

Hace frío, pero no como ese frío que congela la piel. Sino que siento que por dentro estoy fría, como apagada.
Cada vez es peor despertar. Sé que me he desmayado otra vez y me golpeo mentalmente por eso. Abro con lentitud los ojos y me demoro unos minutos en acostumbrarme a la luz. Estoy de vuelta en la enfermería.
No intento sentarme, ya que sé de antemano que no podré a menos que haga muchos esfuerzos, y estoy muy cansada para eso.
Aún puedo recordar el bramido de Zayn, se oía asustado aunque eso no me importa, él es un idiota al igual que los demás, sus palabras lo revelaron.
Pero cuando muevo la cabeza hacia un costado, me encuentro con su mirada a la misma altura que la mía, y unos metros más allá por al lado de la pared, los ojos de mi madre me fulminan.
Eso me hace reaccionar. Mi madre ha venido al colegio por mí, llamé su atención. Eso quería decir que esto estaba funcionando.
—Mamá… —susurro. Quería que me escuchara, que corriera a mi lado con los ojos llorosos y que me dijera que lo sentía, que debió prestarme más atención y que me apoyaría para salir de esto. Pero no lo hace, aparta la mirada tan pronto como se encuentra con la mía y en ese momento la puerta se abre y la enfermera la llama para hablar a solas. Salen de la habitación y me quedo con Zayn, que también parece ignorarme.
Indago en mi memoria a pesar de la emoción que me causa ver a mi madre allí, todavía no comprendo que hacía Zayn en los baños de chicas y cómo fue que supo que yo estaba allí.
—Zayn —le llamo.
Sin embargo, él si me presta atención. Esta sentado en un banco pequeño al lado de la camilla y lo corre hasta quedar más cerca de mí, eso me pone nerviosa, no quiero que nadie esté a mi lado a menos que sea mi madre.
—¿Te encuentras bien? —me pregunta y su voz suena arrepentida.
Siempre he odiado esa clase de preguntas con respuestas obvias, y que al final resultan ser una mentira. Lo que más odio es que yo las respondo a pesar de todo.
—Estoy bien —finjo una sonrisa y él parece creerla. Zayn me sonríe de vuelta y lo único que deseo hacer con eso es golpearlo en la mandíbula.
—Oye, de verdad lo siento por todo lo que te dije en el baño, supongo que entré en pánico y…
—No te preocupes, ya lo olvidé —le interrumpo. Otra mentira más, sus palabras resuenan en mi cabeza una y otra vez, como un disco rayado que emite la misma canción todos los días, a cada minuto y segundo del día.
—No lo decía en serio, lamento haberte tratado así —decido que ya no quiero escucharlo más. Su voz es sincera y por la expresión de su mirada también parece que es verdad, pero de todas formas prefiero no creerle. Debe existir un malo en cada historia y Zayn ya ha postulado por el papel sin saberlo, y para su fortuna, lo ganó.
Oigo el murmullo de su arrepentimiento, los cuantos “lo siento” que repite sin parar y las disculpas que promete, pero no le presto mucha atención. Creí que Zayn podría salvarme de Harry cuando se pusiera pesado, pero ahora sabía que no, que Zayn era peor cuando se ponía en esa actitud sobreprotectora.
Entonces la duda vuelve a mi cabeza.
—¿Cómo supiste que estaba en el baño? —inquiero de pronto, seguramente interrumpiendo el discurso que daba.
—¿Qué? ¡Ah, eso! Te seguí, le dije al profesor si podía ir a ver como estabas y él me dio permiso.
—¿Estabas en la misma clase? —eso parece ofenderlo. Tal vez si estaba allí, pero no me di cuenta o no me importó.
Y noto como parte de la rabia vuelve a rostro y a su voz.
—Tenemos todas las clases de historia juntos —crispa los labios y me mira enfebrecido, esperando a que dijera que “yo ya lo sabía y que sólo bromeaba”. Pero verlo así me gusta, se siente bien enojar a los demás y por más estúpido que suene, hace que recobre fuerzas el sólo hecho de molestarle.
—No me había percatado —digo las palabras mágicas. Se pone de pie y deambula por la pequeña habitación de la enfermería.
Y descubro por qué se siente bien hacerle mal a los demás: Porque ellos me lo hacen a mí, así que les devuelvo el golpe de la misma manera, con indiferencia.
Y como comprendo que esto hará enojar mucho más a Zayn por el odio que siente, por lo que le pregunto:
—¿Puedes llamar a Harry? Quiero verlo.
Pareciera que algo hace explosión dentro de su cabeza. Bufa por lo bajo y se despide con una excusa pobre sobre que tiene que entregar un informe para la siguiente clase.
Cuando me quedo sola, sonrío de verdad, como lo hice esta mañana al ver el pastel de fresas. No sabía que hacer ese tipo de daño podría ser tan satisfactorio, aunque debí haberlo deducido, ya que si herirme a mí misma es lo correcto, lo mismo sucedería con los demás.
La mayoría de las chicas pensaría que son celos los que hicieron que Zayn se marchara, pero tengo claro que este no es el caso, que es el odio que siente por Harry y por mí –a partir del momento en que me encontró en el baño- lo que le hace enfurecer.
Y concluyo que debo disfrutarlo mientras dure. Y eso hace que de alguna manera me sienta más viva que nunca.
Mientras me dejo embargar por esta nueva sensación, mi madre entra sin la enfermera. Se queda de pie al lado de la puerta, sin acercarse como me gustaría que lo hiciera.
—Mamá… Hola —tiene los ojos cristalizados, está a punto de llorar. Sin embargo, no sucede lo que yo esperaba.
Imaginé que este momento sería dramático, que ambas nos pondríamos a llorar y que prometeríamos encontrar una solución. Pero verla así sólo alimenta a ese germen que nació hace unos minutos al enojar a Zayn. Es maldad pura, porque me gusta verla sufrir de esa forma por mí.
—Cadie, cariño… ¿Por qué hiciste eso? —me pregunta con la voz dolida, casi no le sale. Se toca la garganta varias veces, cuando uno está a punto de llorar siempre duele en esa zona.
—Lo hice por ti y por papá, eso es lo que querían, ¿no?
Solloza con intensidad, y me asombro al descubrir que eso no me produce nada. No siento pena ni aflicción, mucho menos arrepentimiento. Temo estar volviéndome un mueble sin sentimientos, o un esqueleto andante sin alma.
Y todo es extraño, nunca pensé que terminaría de esta manera, volviéndome una desagradecida y no la víctima. Pero no me molesta, al menos siento que tengo poder sobre las personas.
Miro el techo, no quiero verla llorar después de anhelar eso por tanto tiempo.
—Mamá… —repito. Ella se calma por unos segundos y me presta atención. Cuando estoy segura de que no se pondrá a llorar al mirarme a la cara, le digo—. ¿Podrías llamar a Harry?
Eso no se lo esperaba, al igual que Zayn. Ya no quiero la compasión de nadie ni la atención ni la preocupación de ninguna persona, y debo aclarárselo primero a Harry, para que deje de tratarme como si fuera una enferma inválida que no puede hacer nada por si misma.
No quiero seguir así, quiero cambiar. Quiero que las personas hagan lo que más les duela. Creo que esa es la forma de hacerme sentir mejor.
—¿Quién es Harry? —me pregunta mi madre.
—Un amigo, sólo dile al chico que estuvo aquí hace un momento que traiga a Harry.
Ella asiente algo consternada. No intenta abrazarme o consolarme y se lo agradezco, de lo contrario mi nueva actitud se vendría abajo.
No oigo más palabras desde el pasillo, cuento los segundos y termino aburriéndome de esperar. Pasan alrededor de diez minutos y la puerta se abre nuevamente. Pero no es Harry, sino la enfermera que viene con otra mujer alta y estirada, usa un traje verde de dos piezas y su cabello es rubio y liso, y lo lleva amarrado en una coleta baja.
—Cadie, ella es la psicóloga de la escuela, está aquí para hablar contigo y ayudarte —me dice la enfermera.
—Yo no quiero ayuda —le respondo de inmediato.
—Tú crees que haces lo correcto, pero eso hay que discutirlo —me dijo la psicóloga.
Yo no estaba loca, sino enferma. No tenía caso mentirme más, estaba enferma, era una maldita enferma y no quería medicina.
—¿Y cómo sabe usted lo que es correcto o no?
—¿Te has puesto a pensar que tus acciones dañan a tus seres queridos?
—Sí, pero ¿ellos se han puesto a pensar si sus acciones me dañan a mí? No lo creo —no parece alterada ni sorprendida, una mujer con experiencia en su trabajo. Tiene un semblante sereno y luce joven, pero su voz no me agrada. Trata de culparme y hacer que sienta escarmiento.
No puedo desear nada más que Harry llegue e interrumpa todo.
Pero no lo hace.
Así que me veo obligada en aguantar una charla de media hora con la psicóloga sobre lo que está bien y lo que está mal, que esto me perjudica a mí y que mi salud se verá en grandes problemas. Sólo estoy de acuerdo con una cosa, que no quiero morir. Tengo claro que esto es peligroso y que si no como, podría morir. Pero tampoco es fácil dejarlo cuando se inicia, además, es atrayente este poder que tengo sobre las personas.
Odio que se preocupen por mí, pero a la vez me fascina verlos tan histéricos. Y esa es una nueva faceta para mí, la chica tímida que le gusta pasar desapercibida.
Mi madre me retira por este día, me dice que no irá a trabajar y que me cuidara por la tarde. Debe sentirse culpable, nunca ha faltado a ni una clase de ballet.
Al pasar por la oficina –caminamos muy lento porque me cuesta hacer cualquier tipo de fuerza- veo que Harry está sentado en el suelo, apoyado en la pared esperando algo con su mochila al lado. Aún lleva las gafas y la gorra puesta.
Al verme, se pone de pie rápidamente y me afirma del brazo con cuidado. Cuanta diferencia a cómo lo hizo Zayn.
—¿Qué sucedió? ¿Estás bien? —me doy cuenta que sus preguntas estúpidas no me molestan, al menos él las hace porque de verdad quiere saber.
—Me desmayé en el baño y llamaron a mi madre para que me retirara.
Se queda mirándome unos segundos y de la nada me abraza. Pareciera que toda la maldad que tenía planeada hacer se esfumara, pero recobro la consciencia en cuanto me suelta.
—¿Y tú por qué estás aquí?
—El profesor me descubrió y me envió a dirección, creo que sumaré otro castigo a mi historial.
Ríe por lo bajo y juega con los botones de su chaqueta.
—Eres un chico malo —le digo.
—Sí, sólo espero no corromperte.
Sonrío de medio lado, él no sabe todas las cosas que pasaron por mi cabeza mientras estuve acostada en la camilla.
Mi madre me llama y me dice que ya nos podemos ir, ya ha firmado el libro de asistencia y avisó que me retiraron este día.
Le dedicó una última mirada a Harry antes de irme, y le digo:
—No necesito que nadie me corrompa, yo también puedo ser mala. Y la peor de las personas.
Pero su reacción no es la que esperaba, creí que reiría y que bromearía, pero en vez de eso su mirada se oscurece y todo rastro de alegría se borra de su rostro.