Rainbow Candies (Harry Styles y Cadie Grey)

Camino al lado de Harry por el pasillo. Nos evitan y miran al pasar como si fuéramos una especie de mafia a la cual temer, cuando en realidad somos un chico rizado y una chica patética.
—Te esperaré fuera de tu clase de Historia, y por favor… no salgas con Malik —miro al suelo y suspiro cansada. Así ha sido desde hace una semana, desde que decidí convertirme en su amiga para descifrar el misterio detrás de su enemistad con Zayn. Hasta ahora no llevo mucha ventaja, pero estoy obteniendo su confianza de a poco y eso siempre sirve.
—Como digas —me deja a la entrada de la clase y se despide con un empujón de hombro. Es el único gesto en el cual tenemos contacto, he notado que detesta tocarme o mirarme más de un minuto, y tal vez se daba a mi apariencia.
Sé que estoy enferma, no soy estúpida. No soy como esas chicas que se miran al espejo y que se ven con muchos kilos más de los que no tienen. Y eso es lo peor, que desearía estarlo realmente para no darme cuenta del daño que me provoco. Todas las mañanas tengo que enfrentarme al espejo y observar mi esqueleto, ahora puedo contar algunas costillas y rodear mi muñeca con mis dedos. Pero me repito que lo hago para ser mejor, y eso es lo que me mantiene de pie durante el día.
Veo como Harry se va en dirección contraria, sé que no va a clases porque detesta ser el centro de prejuicios de sus compañeros y porque odia a la mayoría de los maestros. Harry se esconde en los baños o da una vuelta por el colegio en lo que duran las clases. En las únicas que él está presente es en las que comparte conmigo.
Las piernas me flaquean, me afirmó del umbral de la puerta para no caer y me mantengo así hasta que estoy segura que no caeré. Los mareos son más frecuentes a medida que pasa el tiempo, en algún momento tendré que para con esto porque yo no quiero morir, sólo llegar hasta cierto punto.
—¿Te sientes bien? —me pregunta un chico rubio y de profundos ojos azules. Está a mi lado y me sujeta del brazo con preocupación, quiero apartarlo para que deje de tocarme, pero me encuentro demasiado débil como para hacer esa acción.
—Sí —contesto e ignoro las palabras del chico. Me dirijo hasta mi asiento y pienso que tal vez Harry me esté pegando su apatía con las personas, hace algunos meses pude haberme quedado a conversar con ese chico, pero ahora quiero que todos desaparezcan.
El maestro entra al salón y me siento en el último puesto. Vacilo mientras él habla y los ojos se me cierran de a poco. Tengo demasiada hambre y no puedo contener las ganas. Así que busco en mi mochila todos los caramelos verdes que tenga y me los echo en la boca tan rápido como pueda para que el maestro no me vea.
Se desasen sobre mi lengua y el sabor a manzana que desprenden los colorantes es delicioso. Sólo me queda esperar a que suene el timbre para ir a desayunar con Harry.
Sólo pienso en comida, veo comida en todos lados. Alucino con probar algo, con llenar mi estómago y hacer que deje reclamar y de gritarme que soy una inútil.
—Cadie, ¿cuándo comenzó la Segunda Guerra Mundial? —me pregunta el profesor, pero no lo recuerdo. Hago memoria y trato de iluminar las fechas. 1939, esa es la respuesta.
Sin embargo, cuando abro la boca para responder, algunos caramelos caen de ésta y rebotan contra el suelo. Todos ríen, todos se burlan de mí y eso hace que me avergüence, que me sienta diminuta e insignificante.
—Cadie, no se puede comer en clases —me regaña el maestro.
—Se nota a millas que está enferma —dice una chica lo suficientemente alto como para que todos la escuchen.
No lo soporto más y salgo corriendo de allí. Mis piernas se exigen más de lo normal y corro hasta quedar agotada. He dejado mis cosas y mi mochila en la sala de historia y salido sin el permiso del profesor. Seguro estoy en problemas. Pero a mis padres no les importara, porque mamá tiene una nueva alumna que es toda una promesa para ganar el próximo concurso de baile que será en unos cuantos meses y papá está fuera de la ciudad fotografiando modelos en Londres.
No hay tiempo para mí.
¿Por qué lo sigo intentando? Sé de antemano que nunca lo lograré, lo máximo que consigo es darle lástima las personas que me rodean. Detesto ser tan perseverante y decidida, si no tuviera voluntad hace tiempo que habría abandonado toda esta locura del ayuno.
—Nadie, ¿cierto? —escucho de pronto. Es Amelia, la “amiga” de Harry. Él me advirtió que no me acercara a ella, pero también me dijo que no me acercara a nadie de esta escuela porque eran todos unos idiotas. Y en eso tiene razón, pero al diablo con sus advertencias, puedo hacer lo que se me dé la gana.
—En realidad, me llamo Cadie.
—Lindo nombre. Normalmente Harry nunca me dice el nombre de sus amigos —sin sus seguidoras se ve agradable y mucho más sociable. Lleva el uniforme de deportes y recién me doy cuenta que he llegado al patio de la escuela donde otra clase está corriendo y haciendo deportes.
—¿Qué haces aquí, Cadie?
—He escapado de mi clase de historia.
—¿Estabas con Harry?
—No —niego con la cabeza, no quiero contarle el verdadero motivo, aunque sé que cuando el timbre suene la mitad de la escuela lo sabrá.
—¿Son muy amigos? —me pregunta. Ella es más alta que yo y me mira desde arriba con un gesto alarmado, con miedo de que esta chica insignificante le haga competencia.
—No, no te preocupes —le respondo.
—No me preocupo por él, sino por ti —siento una punzada en mis costillas, el hambre y la carrera hasta acá me han debilitado.
—Últimamente todos lo hacen —le digo con indiferencia. Quiero sentarme, quiero beber agua, comer, dormir, tirarme de un quinto piso, descansar, cerrar los ojos, retroceder el tiempo, comer caramelos verdes, rojos, naranjas, de todos los colores. Quiero hacer tantas cosas que no puedo porque mi cuerpo está cayendo otra vez, soy consiente de que me desmayo y que Amelia grita asustada, escucho como llama al entrenador para que venga a asistirme y como, horrorizado, descubre mi huesudo cuerpo sobre el césped.
(…)
Cuando abro los ojos, no estoy ni en el patio de la escuela ni en la enfermería. Sino que en mi casa.
Las paredes pálidas y pasteles de mi habitación estallan como reflectores sobre mis ojos. Me siento en mi cama y quito las mantas que han colocado sobre mí, miro confundida todas las cosas.
No, no estoy en mi casa ni en mi habitación porque mis paredes son rojas y no blancas ni crema, tampoco tengo un televisor con dvd ni libros sobre un escritorio. Mi puerta está al lado derecho y ésta lo está del lado izquierdo. En mi cuarto tampoco hay una silla donde Harry duerme hecho un ovillo.
Me acerco hasta él, pero antes de tocarle el hombro para despertarlo, la puerta se abre y una mujer de cabello negro entra.
—Oh, ya despertaste. Te traje algo de comer —me dice. Miro la bandeja que tiene en las manos, hay un vaso con jugo y unas galletas de chocolate—. Harry me dijo que seguro tenías hambre porque no desayunas —hago una mueca y contengo el aliento. ¿Harry le contó mis problemas alimenticios a esta mujer? —. Es agotador vivir tan lejos de la escuela y no alcanzar a desayunar, ¿verdad?
No, no se lo ha dicho.
—Disculpe, pero ¿dónde estoy?
—Harry me llamo para que los fuera a retirar, me dijo que tus padres no estaban en casa y que te habías desmayado. Y si eres amiga de Harry, entonces eres bienvenida en nuestra casa —se lo agradezco y me dice que tiene cosas que hacer, así que me deja sola para que descanse un poco más y para que comer en paz.
Pero no lo hago. Ahora que estoy lucida me doy cuenta del error que cometí al coma todos esos caramelos, sobrecargué a mi estómago y eso me hizo mal.
Tomo la bandeja y voy al baño, vierto el jugo en el lavamanos y abro el grifo para que el color se vaya.
—Mamá se disgustará si sabe que rechazaste lo que ella preparó para ti.
Ya no me sorprendo al escuchar la voz de Harry, sino que volteó frustrada y le dedico una mirada cansada.
—Entonces no se lo digas, nunca le pedí comida.
—¡No te das cuenta de que ya no puedes más! ¡No tienes más que piel y huesos! —me grita. Ruge como un león y se abalanza contra mí, afirmándome de los hombros y zamarreándome hasta que la cabeza me da vueltas.
Y de la nada me doy cuenta de lo que en verdad me está diciendo, me miro en el espejo que hay en el baño y tiemblo al verme normal, como la Cadie de hace algunos meses. Me asusto porque eso significa que fui muy lejos esta vez y que ahora en realidad estoy enferma, ahora me veo como esas chicas estúpidas que piensan que están gordas. Soy una de ellas.
Así que me quiebro.
Las palabras de Harry son como un puñetazo en mi pecho y me quiebra por completo, me hace añicos y pedazos de mí quedan esparcidos por todo el baño.
Estallo en lágrimas y caigo de rodillas, cubro mi rostro con las manos y grito hasta que la garganta se me seca.
—De acuerdo, así luces patética —comenta Harry.
Me levanto y voy contra él. Lo golpeó en el pecho, un puño tras otro, pero noto que no se inmuta. Soy muy débil como para producir algún tipo de daño o rasguño.
Harry afirma mis brazos y me detiene.
—Cálmate, yo estoy aquí para que dejes de dar lástima —susurra.
Y de pronto, me abraza. Su tacto es cálido y reconfortante, es seguro y protector. Todo lo que estuve buscando en este tiempo.
—¿Me ayudarás? —le pregunto en un hilo de voz.
—La pregunta es ¿me dejarás ayudarte? —asiento repetidas veces contra su pecho y me aferro a él con el rostro empapado en lágrimas.
—Bien, entonces lo primero que harás será dejar de llorar, comerte las galletas que hizo mamá y hacerme caso en todo de aquí en adelante, ¿de acuerdo?
Asiento otra vez, separándome de él. Pero Harry no deja que me aparte de su lado, me retiene unos segundos más contra sus brazos.
—Cuando te sientas mal otra vez, no dudes en acudir a mí —me dice—. Si vuelven a molestarte en la clase de historia o en alguna otra, dímelo de inmediato y golpearé a quien se haya burlado de ti. Pero por sobre todo, si vuelves a sentir hambre y algo no te permite comer… —ejerce más fuerza y me pega a él hasta que puedo sentir los latidos de su corazón. Aparta un mechón de cabello que cae sobre mi frente y coloca su barbilla en su lugar—… ven hasta mí y te daré un abrazo, y así no tendrás que pasar por esto sola, porque yo te ayudaré en todo lo que necesites.
Y con eso me doy cuenta de que los demás juzgan mal a Harry por sus acciones del pasado, pero no por las del presente ni por las que hará en el futuro.