Rainbow Candies (Harry Styles y Cadie Grey)

Me siento frente a Harry y le sonrío. Mi primera sonrisa en un mes.
Él también lo hace mientras toma un tenedor y me lo entrega.
—Hoy tenemos en el menú un delicioso pastel de fresas —dice con un ánimo y entusiasmo en la voz que nunca le había escuchado.
Y reparo en que dijo fresas. Mis favoritas.
Y sigo sonriendo a pesar de ser una mentirosa. No sirve prometer algo o aceptar ayuda si se cruzan los dedos. Este germen ya está instalado en mi cabeza y sería difícil de extinguir.
—Las fresas son mis favoritas —le digo a Harry. Él levanta la mirada de su plato y algo se estremece en mi estómago. Y es extraño, porque siento que no es hambre sino otra cosa.
—Lo sé —lo miro sorprendida. No hay forma de que él lo sepa, nadie aparte de mi familia sabe mi fruta favorita, ¿por qué Harry lo sabría?
—Estás espiándome —susurré más como una afirmación que como pregunta. Harry se dobló de la risa, sus ojos se achicaron y sus labios se ensancharon, parecía un gato sonriente.
—Es broma, no tenía idea de que te gustaran las fresas. Pero mi mamá te mandó un pastel, y creo que sería una falta de educación no recibirlo —y tiene la razón, así que nos acomodamos y comenzamos a comer mientras escuchamos el murmullo de los estudiantes fuera del salón de cocina.
Aunque yo dudo y como más lento que Harry, quien parece tragar todo lo que esté sobre la mesa. Me quedo mirando el tenedor con el pedazo de bizcocho encima, lo examino como si tuviera veneno en la crema y el merengue, y al final cierro los ojos y lo meto en mi boca antes de arrepentirme y botarlo a la basura.
—Muy bien, Cadie. Te comiste el pastel entero —me felicita Harry. Pero sus palabras duelen, yo no me comí el pastel por completo, sólo fue un trozo. Aunque él lo hace ver como que soy una glotona y muerta de hambre.
Siento la bilis en mi garganta, pero mantengo mi boca cerrada para que Harry no sospeche nada. Le sonrío todo el tiempo y eso parece complacerlo, ya que él también lo hace.
Tal vez oculta algo igual que yo, tal vez sabe que después de estas semanas nos estamos haciendo amigos y que en algún momento descubriré su secreto.
Porque al menos ya sé de qué se trata. Sé que Amelia está involucrada, ella me lo contó.
Me dijo que no me acercara a Harry, que él no era una buena persona. Yo le pregunté que por qué decía eso, entonces Amelia me contestó que por la culpa de Harry ella había cambiado y que era demasiado tarde para volver a ser lo de antes.
También me dijo que Zayn la odiaba a ella, los odiaba a ambos y con verdaderos motivos.
Así que sus palabras sólo lograron dejarme más intrigada de lo que ya estaba.
—El timbre está por sonar, ordenemos antes de que la maestra nos regañe otra vez —asiento y nos ponemos de pie. Yo limpio la mesa y Harry lava los platos, siempre la misma rutina.
Una vez le pregunté que cuál era la razón por la que no me dejaba lavar a mí, y su respuesta fue que temía que vomitara en cuanta me acercara al lavaplatos. A veces era muy realista, cruel, pero realista al fin y al cabo y se lo agradecía, él no mentía en ese aspecto. Si tenía algo que decirme, no se lo callaba, simplemente lo decía sin pudor.
—Cadie, tengo una duda —me dice de pronto.
—Suéltalo —el hormigueo en mi estómago aún no desaparece, la intensidad de su mirada es agobiadora y un nerviosismo que no siento desde la primera vez que besé a alguien se apodera de mí.
—¿Tus pecas son reales? —no recuerdo que nadie me haya hecho esa pregunta antes, por lo que no sé cómo reaccionar. Ladeó la cabeza, con los ojos entrecerrados y le dedicó una mirada confundida.
—¿Tus rizos son naturales? —él se ríe y se acerca hasta quedar a centímetros de mi rostro. Con un dedo toca mis mejillas y luego mi nariz.
—Es que nunca antes había visto a una persona con pecas, no sé si las dibujas o las maquillas —la que se ríe ahora soy yo.
—No ocupo maquillaje —le interrumpo.
—Ya lo sé, no lo necesitas.
Ignoro sus últimas palabras, nunca me han gustado los elogios ni las críticas positivas, hacen que uno se sienta conforme consigo mismo cuando deberíamos exigirnos más cada día para ser mejores que el día anterior.
—Entonces son reales —determina. Asiento con la cabeza y no digo ni una palabra más hasta que el timbre suena y nos vamos a clases.
—Te acompañaré esta clase, no necesito estudiar historia —me dice cuando me deja en la puerta de mi salón. A Harry le toca a esta hora historia y a mí literatura, lo castigarán otra vez si se vuelve a saltar una clase y se cola en otra. Pero no lo menciono y dejo que me acompañe hasta el puesto que está al final de la fila.
Saca una gorra de su mochila y esconde todo su cabello al colocársela, también saca unas gafas de un estuche que tiene escondido en un bolsillo y se las pone. Ya no parece el temible e indiferente Harry que camina por los pasillos como si fuera una pasarela, sino que un simple chico tímido e introvertido.
—Me agrada más ese look, te ves más… común —le digo cuando el profesor nos saluda y nos permite sentarnos.
—Creo que comenzaré a utilizar más gorras desde el día de hoy —murmura en medio de una sonrisa.
—Y gafas —añado.
—No, eso no. Debo ocupar las gafas de todas maneras, así que no será necesario ponerlo en la lista —lo miro dudosa. No sabía que tenía problemas a la vista.
—¿Y por qué no las ocupas si deberías hacerlo?
Harry refunfuña y hace una mueca, es la primera vez que no lo veo seguro de algo y eso hace que me agrade más. Parece un ser humano común y corriente y no un chico perfecto que inconscientemente le da bofetadas con su perfección a mi autoestima.
—Hacen que me vea como un perdedor.
—Pues lo que acabas de decir es de un perdedor, no puedo creer que pongas tu apariencia antes que tu salud, podrías quedar con peores problemas si no usas tus gafas —y cuando él me mira de esa forma que hace que mi piel se funda de vergüenza, me doy cuenta de lo hipócrita que soy.
—Te haré caso cuando apliques tu propio consejo, de momento creo que no tienes derecho de criticarme —bajo la mirada y escondo mi rostro entre mis brazos, apoyados en la mesa.
Ya no quiero escucharlo, cometí un error al decirle eso. Ahora no me dejará tranquila en toda la clase.
—Cadie, no te duermas. Si me infiltré a esta clase fue para pasar tiempo contigo —no quiero escuchar su amabilidad. Me lastima, siento que soy una falsa porque él me ayuda y yo vomito a escondidas por las noches antes de irme a dormir.
De repente, siento la sangre fría y lenta, como si me inyectaran plomo en las venas. La bilis en mi garganta vuelve a subir y creo que esta vez no resistiré demasiado.
—Profesor, ¿puedo ir al baño? —exclamo cuando alzo la mano e interrumpo al maestro en plena clase sobre quién sabe que cosas que traten de literatura.
—¿Te sientes mal? —me pregunta Harry, pero hago como no lo escucho con el chirrido que hago con mi silla al ponerme de pie en cuanto veo que el maestro asiente en silencio.
Casi salgo corriendo de allí, pero sé que en verdad corro cuando en menos de cinco segundos atravieso los pasillos y me encierro en un cubículo del baño de chicas.
Me siento en el suelo y levanto la tapa del baño. La bilis me sube de inmediato y vomito.
Hago mucho ruido, lo sé, pero no puedo evitar crear un alboroto.
A penas acabo, la debilidad vuelve a mi cuerpo. Ya no me quedan fuerzas si quiera para colocarme de pie, así que me quedo allí echada contra las baldosas y me limpio la boca con papel higiénico.
De repente, escucho un golpe y la puerta choca contra mi espalda, haciendo que caiga al suelo. Levanto la vista y me encuentro aún más mareada de lo que puedo imaginar, por lo que vuelvo a mirar al suelo y me dejo llevar por una mano fuerte que me arrastra por el piso.
—Harry, déjame —susurro.
—No soy Harry —entonces hago un esfuerzo sobrehumano y miro a quien me arrastró.
Es Zayn.
—Vete —le digo. Él no me hace caso y de un tirón de brazo, me pone de pie. Pero sigo mareada y tambaleo de vez en cuando.
—No puedo creer que seas ese tipo de chica —su voz es rencorosa y tóxica, me quema los oídos.
—Vete —repito.
—Harry ya te pudrió la cabeza, ¿Qué te dijo? ¿Qué no eras lo suficientemente buena para estar con él? ¿Acaso tan desesperada estás por él que le haces caso?
—¡Vete! —le grito con todas mis fuerzas y caigo y las cosas se tornan negras y el baño desaparece y Zayn ruge de espanto y todo da vueltas y un dolor ardiente fulmina mis brazos y mi pecho y… y…