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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Página 3 de 18. • 1, 2, 3, 4 ... 10 ... 18
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Perdon por no pasarme antes pero mi computadora hizo catapuf y dejo de andar!cuando la arreglen voy a poder subir mis noves mientras tanto leo tu increible novela que es lo mas!Siguela pronto
Sunny
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
taescaab escribió:ella quiere que sea cierto porque asi el estaria vivo para venia y mordisquear su cuello jaja
SIGUELA
jajajaja y ira mordisquear su cuello muchoo
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Luciana. escribió:Perdon por no pasarme antes pero mi computadora hizo catapuf y dejo de andar!cuando la arreglen voy a poder subir mis noves mientras tanto leo tu increible novela que es lo mas!Siguela pronto
No hay problema, que bueno que te guste!!! :lol!:
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
5
Nick estaba fuera, en la oscuridad de la noche.
Llovía, y el viento le enredaba el pelo húmedo. Las olas rompían con fuerza en las rocas, justo debajo de la casa. Su casa. O al menos, la que había sido su casa una vez. Ahora había alguien dentro. Él sentía y saboreaba su presencia de la misma manera que percibía la lluvia. Era una mujer.
Cuando había decidido volver no estaba seguro de en qué estado la encontraría. La última vez que la había visto, estaba casi en ruinas. Sin embargo, ahora estaba completamente restaurada, pintada... Alguien se había tomado grandes molestias en rehabilitarla. Aquel lugar parecía casi nuevo.
Había dos coches frente a la puerta, en el camino de gravilla. Los dos eran de una marca extranjera, y caros. En aquel momento, el dinero vivía en aquella casa. Una mujer rica y joven. Él olió aquello en el viento, también.
Había un hombre. Mayor, robusto, fuerte, al contrario que la mujer, que llevaba la debilidad en ella. Joe no olió sexo en el aire, así que supuso que la relación era platónica.
Tenía que admitir que sentía curiosidad. Estaba ansioso por ver lo que habían hecho dentro de la casa. Además, no podía marcharse. Desde que había tenido su último encuentro con el hombre quemado, había encontrado
todas sus guaridas vigiladas. Aquel hombre conocía sus secretos,
inexplicablemente. Así que Nick había tenido que volver allí, después de
un siglo, para encontrar seguridad y paz, hasta que pudiera pensar qué
haría.
Era evidente que había estado alejado de aquella casa durante demasiado tiempo. Sin embargo, no tenía importancia.
Rodeó la casa y encontró el sauce en la parte de atrás, enorme, grandioso. Dios, cómo pasaba el tiempo. Él mismo había plantado aquel árbol hacía más de cien años.
Con facilidad trepó por el tronco y por las ramas y bajó al balcón de la habitación principal. En
aquellos ventanales había cortinas blanquísimas, finas, lo
suficientemente finas como para poder ver a través de ellas lo que
ocurría en el dormitorio.
La mujer estaba dormida en su cama con dosel. Tenía el pelo del color de la canela, exuberante y largo, extendido por la
almohada. Su piel era blanca, pálida, y el cuello largo y esbelto. Joe
se lamió los colmillos y sintió que se le despertaba el deseo. No tenía
costumbre de probar sangre de inocentes. Él mataba, sí. Podría vivir de
sangre fría, guardada en
bolsas de plástico, como hacían algunos. Pero él no le llamaba a
aquello vivir. Así que mataba, pero sólo a aquellos individuos que
realmente se lo merecían. En otras ocasiones, pagaba para que sus deseos fueran satisfechos. Había mujeres discretas, especializadas en casos como aquellos. Si se les pagaba lo suficiente, eran perfectas.
Sin embargo, aquella mujer no era así... Pero se sintió arrastrado hacia ella. La deseaba.
Estaba tan cerca de las ventanas que su aliento, aunque frío, formaba vaho en el cristal. Lo limpió y siguió mirándola, deseando que se quitara la sábana para poder verla por completo. Quería saber con seguridad si su cuerpo estaba cubierto por algo más.
Casi antes de que aquel pensamiento se completara, la mujer levantó la mano hasta la parte superior de la sábana y se la
bajó. Estaba completamente desnuda, tal y como él había supuesto. Y,
por un momento, todo lo que pudo hacer fue beberse su belleza. Tenía los
pechos pequeños, y los pezones de color rosa. Estaba muy delgada,
tanto que se le notaban las costillas bajo la piel.
Paseó la mirada por su cuerpo y sus ojos se fijaron en sus pechos. Pensó en cómo sería saborearlos, y al instante, los pezones de la
mujer se endurecieron. Nicholas se quedó asombrado y frunció el ceño.
¿Era posible que ella percibiera sus pensamientos, de alguna forma?
Sabía que podía ejercer control mental sobre un mortal de voluntad
débil, pero al menos debería estar intentándolo. ..
Observó su cara, y se preguntó qué ocurriría si pensaba en
que sus piernas blancas se separaban para él... Ella las separó. Nick se
estremeció de deseo y de hambre, y también de miedo. De repente,
entendió las sensaciones que estaba experimentando.
Aquella mujer era uno de ellos. Era uno de los elegidos.
Nick se apartó del
ventanal y volvió a bajar por el sauce hasta el suelo. Durante unos
momentos se quedó allí, mirando a su alrededor y después hacia el mar,
como si allí pudiera encontrar respuestas. Si hubiera tenido algún otro
lugar en el mundo para
irse, se hubiera marchado alegremente. Pero el sol saldría pronto, y
aquel lugar era el único refugio que tenía. Podría crear otros, pero eso
le llevaría tiempo. No. Por el momento, no podía hacer otra cosa que
quedarse allí.
Sin embargo, evitaría por todos los medios encontrarse con la
mujer. Nunca había experimentado aquel tipo de conexión mental con un
mortal. Nunca. Ni siquiera lo había experimentado con los de su propia
especie. ¿Qué demonios significaba aquello?
Caminó hacia el acantilado y miró hacia abajo, unos metros más abajo. Había un saliente en la
roca, camuflado por matorrales que él mismo había plantado hacía mucho
tiempo. Esperaba que el pasadizo no se hubiera derrumbado. Y esperaba
que la estancia escondida bajo la vieja casa no se hubiera convertido en polvo después de tanto tiempo.
--------------~~-----------
Estaba soñando con Nick de nuevo.
Él estaba de pie al lado de la cama, mirándola. No dijo nada, ni la tocó.
Ella
se quedó mirándolo e intentó hablar, pero se dio cuenta de que no
podía, así que siguió mirándolo. Era extraño que conociera tan bien su
rostro, pensó. Era anguloso y cruel. Tenía una mandíbula aguda y la nariz aguileña, y la mirada tan profunda que parecía que provenía directamente desde su alma.
El quería verla y ella quería complacerlo. Levantó una mano y apartó la sábana y la manta sin ningún pudor, y se quedó allí, completamente desnuda, mientras sus ojos oscuros e intensos le quemaban la piel.
«Acaríciame», pensó. «Por el amor de Dios, acaríciame».
Entonces parpadeó, y él ya se había marchado. _______ se despertó y se incorporó de repente. Las mantas estaban en el suelo, y sentía el cuerpo vivo. Pero estaba sola.
Dios, aquellos sueños estaban tomando vida propia. Quizá tuviera que pensar en someterse a algún tipo de terapia. Aquella vez, el sueño había sido completamente real.
Se
levantó y se puso el camisón, una prenda de satén color marfil, y
caminó hacia el balcón. Abrió las puertas y salió, inhalando
profundamente la brisa que provenía del mar. Era deliciosa.
Entonces se quedó petrificada.
Había un hombre al lado del acantilado, sacudido por el viento igual que ella, mirando hacia el mar. Ella no podía verle la cara, pero tenía la sensación de que había algo familiar en él. La caída de su pelo. Su postura. Algo.
Sintió como si un puño se le cerrara alrededor del estómago cuando las nubes se abrieron y la luz de la luna le iluminó el rostro.
«Nick...».
Y, como si él lo hubiera oído, se volvió hacia ella y la miró.
—No
puede ser —________ cerró los ojos y respiró hondo mientras notaba cómo
su corazón le golpeaba alocadamente el pecho—. No puede ser.
Abrió los ojos de nuevo.
Los acantilados, el mar, el cielo y nada más. No había nadie más allí.
Nick estaba fuera, en la oscuridad de la noche.
Llovía, y el viento le enredaba el pelo húmedo. Las olas rompían con fuerza en las rocas, justo debajo de la casa. Su casa. O al menos, la que había sido su casa una vez. Ahora había alguien dentro. Él sentía y saboreaba su presencia de la misma manera que percibía la lluvia. Era una mujer.
Cuando había decidido volver no estaba seguro de en qué estado la encontraría. La última vez que la había visto, estaba casi en ruinas. Sin embargo, ahora estaba completamente restaurada, pintada... Alguien se había tomado grandes molestias en rehabilitarla. Aquel lugar parecía casi nuevo.
Había dos coches frente a la puerta, en el camino de gravilla. Los dos eran de una marca extranjera, y caros. En aquel momento, el dinero vivía en aquella casa. Una mujer rica y joven. Él olió aquello en el viento, también.
Había un hombre. Mayor, robusto, fuerte, al contrario que la mujer, que llevaba la debilidad en ella. Joe no olió sexo en el aire, así que supuso que la relación era platónica.
Tenía que admitir que sentía curiosidad. Estaba ansioso por ver lo que habían hecho dentro de la casa. Además, no podía marcharse. Desde que había tenido su último encuentro con el hombre quemado, había encontrado
todas sus guaridas vigiladas. Aquel hombre conocía sus secretos,
inexplicablemente. Así que Nick había tenido que volver allí, después de
un siglo, para encontrar seguridad y paz, hasta que pudiera pensar qué
haría.
Era evidente que había estado alejado de aquella casa durante demasiado tiempo. Sin embargo, no tenía importancia.
Rodeó la casa y encontró el sauce en la parte de atrás, enorme, grandioso. Dios, cómo pasaba el tiempo. Él mismo había plantado aquel árbol hacía más de cien años.
Con facilidad trepó por el tronco y por las ramas y bajó al balcón de la habitación principal. En
aquellos ventanales había cortinas blanquísimas, finas, lo
suficientemente finas como para poder ver a través de ellas lo que
ocurría en el dormitorio.
La mujer estaba dormida en su cama con dosel. Tenía el pelo del color de la canela, exuberante y largo, extendido por la
almohada. Su piel era blanca, pálida, y el cuello largo y esbelto. Joe
se lamió los colmillos y sintió que se le despertaba el deseo. No tenía
costumbre de probar sangre de inocentes. Él mataba, sí. Podría vivir de
sangre fría, guardada en
bolsas de plástico, como hacían algunos. Pero él no le llamaba a
aquello vivir. Así que mataba, pero sólo a aquellos individuos que
realmente se lo merecían. En otras ocasiones, pagaba para que sus deseos fueran satisfechos. Había mujeres discretas, especializadas en casos como aquellos. Si se les pagaba lo suficiente, eran perfectas.
Sin embargo, aquella mujer no era así... Pero se sintió arrastrado hacia ella. La deseaba.
Estaba tan cerca de las ventanas que su aliento, aunque frío, formaba vaho en el cristal. Lo limpió y siguió mirándola, deseando que se quitara la sábana para poder verla por completo. Quería saber con seguridad si su cuerpo estaba cubierto por algo más.
Casi antes de que aquel pensamiento se completara, la mujer levantó la mano hasta la parte superior de la sábana y se la
bajó. Estaba completamente desnuda, tal y como él había supuesto. Y,
por un momento, todo lo que pudo hacer fue beberse su belleza. Tenía los
pechos pequeños, y los pezones de color rosa. Estaba muy delgada,
tanto que se le notaban las costillas bajo la piel.
Paseó la mirada por su cuerpo y sus ojos se fijaron en sus pechos. Pensó en cómo sería saborearlos, y al instante, los pezones de la
mujer se endurecieron. Nicholas se quedó asombrado y frunció el ceño.
¿Era posible que ella percibiera sus pensamientos, de alguna forma?
Sabía que podía ejercer control mental sobre un mortal de voluntad
débil, pero al menos debería estar intentándolo. ..
Observó su cara, y se preguntó qué ocurriría si pensaba en
que sus piernas blancas se separaban para él... Ella las separó. Nick se
estremeció de deseo y de hambre, y también de miedo. De repente,
entendió las sensaciones que estaba experimentando.
Aquella mujer era uno de ellos. Era uno de los elegidos.
Nick se apartó del
ventanal y volvió a bajar por el sauce hasta el suelo. Durante unos
momentos se quedó allí, mirando a su alrededor y después hacia el mar,
como si allí pudiera encontrar respuestas. Si hubiera tenido algún otro
lugar en el mundo para
irse, se hubiera marchado alegremente. Pero el sol saldría pronto, y
aquel lugar era el único refugio que tenía. Podría crear otros, pero eso
le llevaría tiempo. No. Por el momento, no podía hacer otra cosa que
quedarse allí.
Sin embargo, evitaría por todos los medios encontrarse con la
mujer. Nunca había experimentado aquel tipo de conexión mental con un
mortal. Nunca. Ni siquiera lo había experimentado con los de su propia
especie. ¿Qué demonios significaba aquello?
Caminó hacia el acantilado y miró hacia abajo, unos metros más abajo. Había un saliente en la
roca, camuflado por matorrales que él mismo había plantado hacía mucho
tiempo. Esperaba que el pasadizo no se hubiera derrumbado. Y esperaba
que la estancia escondida bajo la vieja casa no se hubiera convertido en polvo después de tanto tiempo.
--------------~~-----------
Estaba soñando con Nick de nuevo.
Él estaba de pie al lado de la cama, mirándola. No dijo nada, ni la tocó.
Ella
se quedó mirándolo e intentó hablar, pero se dio cuenta de que no
podía, así que siguió mirándolo. Era extraño que conociera tan bien su
rostro, pensó. Era anguloso y cruel. Tenía una mandíbula aguda y la nariz aguileña, y la mirada tan profunda que parecía que provenía directamente desde su alma.
El quería verla y ella quería complacerlo. Levantó una mano y apartó la sábana y la manta sin ningún pudor, y se quedó allí, completamente desnuda, mientras sus ojos oscuros e intensos le quemaban la piel.
«Acaríciame», pensó. «Por el amor de Dios, acaríciame».
Entonces parpadeó, y él ya se había marchado. _______ se despertó y se incorporó de repente. Las mantas estaban en el suelo, y sentía el cuerpo vivo. Pero estaba sola.
Dios, aquellos sueños estaban tomando vida propia. Quizá tuviera que pensar en someterse a algún tipo de terapia. Aquella vez, el sueño había sido completamente real.
Se
levantó y se puso el camisón, una prenda de satén color marfil, y
caminó hacia el balcón. Abrió las puertas y salió, inhalando
profundamente la brisa que provenía del mar. Era deliciosa.
Entonces se quedó petrificada.
Había un hombre al lado del acantilado, sacudido por el viento igual que ella, mirando hacia el mar. Ella no podía verle la cara, pero tenía la sensación de que había algo familiar en él. La caída de su pelo. Su postura. Algo.
Sintió como si un puño se le cerrara alrededor del estómago cuando las nubes se abrieron y la luz de la luna le iluminó el rostro.
«Nick...».
Y, como si él lo hubiera oído, se volvió hacia ella y la miró.
—No
puede ser —________ cerró los ojos y respiró hondo mientras notaba cómo
su corazón le golpeaba alocadamente el pecho—. No puede ser.
Abrió los ojos de nuevo.
Los acantilados, el mar, el cielo y nada más. No había nadie más allí.
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
6
Demi estaba en su oficina, frente al ordenador, cuando la puerta se abrió y entró Stormy. Llevaba una bolsa marrón en la mano.
— ¡Hora del descanso! —dijo—. He traído calorías e hidratos de carbono.
Demi suspiró y se levantó. Aquella era su antigua habitación, que había sido transformada en despacho. Había estanterías llenas de carpetas y de archivadores, y mesas llenas de ordenadores. Muchos ordenadores.
Stormy abrió la bolsa, repleta de donuts con todo tipo de relleno, y Demi fue a la cocina a servir dos tazas de café recién hecho.
—¿Alguna vez te has preguntado lo inútil que debo de ser para continuar en la misma ciudad, en la misma casa, en el mismo camino, después de tanto tiempo?
-No.
Demi sonrió al oír el sonido de la
palabra, porque le llegó amortiguado por el donut. Se sentó junto a su
amiga, le alargó su taza de café y tomó uno de los bollos.
—¿Te importaría darme una respuesta un poco más elaborada, por favor?
Stormy tragó y se lamió los labios.
—¿Quién no estaría en esta casa? Demonios, Demi, tu madre te la cedió. Habrías estado loca si no la hubieras aceptado. Y por lo demás, ahora diriges dos negocios, y debo añadir que los dos dan beneficios.
—No muchos —farfulló Demetria. Suspiró y mojó su donut en el café. Le dio un bocado y cuando tragó, le soltó a su amiga uno de los dos bombazos.
—El diseño de páginas web me está empezando a resultar muy aburrido, Stormy. Para ser sincera, estoy pensando en dejarlo.
Stormy parpadeó.
—¿Dejarlo? —Stormy dejó la taza sobre la mesa y se puso de pie—. ¿Por qué? Con eso es con lo que ganas la mayor parte de tus ingresos.
—Sí, pero nunca fue el trabajo de mi vida. Me refiero a que me gusta, y soy buena en ello, pero no es el trabajo de mis sueños. Nunca lo ha sido.
—Pero yo creía que tu otro trabajo satisfacía a la fisgona que llevas dentro, Dems. ¿No lo ha conseguido?
—No. Lo único que ha conseguido ha sido acrecentar mi curiosidad.
Demi se había adentrado en el mundo de las investigaciones sobre crímenes en Internet casi por casualidad. Uno de sus clientes de páginas web le había pedido consejo sobre la
mejor forma de enfrentarse con un tipo que lo había acosado por
Internet un año atrás. Desde entonces, había ayudado a descubrir a otra
media docena de ellos, supuestamente anónimos e imposibles de
localizar debido a sus alias en la Red. Incluso había colaborado con la policía en el desmantelamiento de varias redes de estafadores, que publicaban en
Internet todo tipo de patrañas sobre fenómenos paranormales y caza de
fantasmas, y después se dedicaban a asustar y a engañar a gente que
pensaba que necesitaba ayuda para defenderse de amenazas sobrenaturales y
contrataba sus servicios. Todo aquello le había dado a Demi la oportunidad de estar en contacto con su policía favorito de vez en cuando.
—¿Qué te parecería que te dijera que estoy pensando en empezar otro negocio?
Stormy la miró cautelosamente.
—¿El tercero?
—Voy a dejar de hacer páginas web, así que, en realidad, sólo sería un segundo negocio. Y, de hecho, sería dedicarme más a fondo a otro que ya había empezado.
—¿Qué has pensado?
Demi se limpió el azúcar de los dedos en los vaqueros y fue hacia su escritorio. Abrió un cajón, sacó una hoja de papel y se la tendió a Stormy.
—Mira esto y dime qué te parece.
Storm lo tomó y lo leyó en alto.
—Demetria Lovato, Investigadora Privada con Licencia... ¿Desde cuándo?
—Me ha llegado hoy. Envié la solicitud hace meses.
—Demet...
—Mira, lo sé. Parece una locura, pero si lo piensas, lo hemos estado haciendo hasta ahora. Sólo que en el ciberespacio, en vez de hacerlo en la vida real.
—Pero en el ciberespacio no te disparan —dijo Storm, poniendo los ojos en blanco y mirando al techo—. ¿Quién más lo sabe?
Demi se encogió de hombros.
—Demetria Lovato, ¿quién más lo sabe?
Demi bajó los ojos.
—Bueno... Joe lo sabe.
—Joe. Joe Malone. Me lo imaginaba. Probablemente, incluso te ha animado, ¿verdad?
—Bueno, él... me ha ayudado con el proceso de solicitud. Fue una de mis referencias.
—Ya.
—Mira, soy buena en esto. Y Lou ya tiene unos cuantos casos que encargarme.
—Demonios. No sé por qué no te lanzas sobre él y terminas con todo esto, Demi.
—Es
mi intención, pero tengo que esperar a tenerlo acorralado —Stormy abrió
unos ojos como platos y Demi sonrió encantada—. Pero una cosa no
tiene nada que ver con la otra. Si estuviera haciendo esto sólo para acercarme a Joe, me habría hecho policía. Habría sido mucho más fácil.
—Sí, claro. ¿No se supone que ese vejestorio se va a jubilar dentro de muy poco tiempo?
Alguien carraspeó detrás de ellas...
Y las dos se dieron la vuelta y vieron al vejestorio en la puerta. Demi no supo cuánto tiempo había estado allí, y si había oído la conversación.
—¿Estoy interrumpiendo algo?
—Eh... no. Entra, Joe —dijo Demi—. ¿Es que has olido los donuts?
Él no sonrió ni le devolvió la broma como hacía normalmente.
—Es... algo un poco delicado.
Demi caminó hasta él con el ceño fruncido. Él no la esperó, sino que se dio la vuelta y se dirigió al porche de la casa. Cuando ella estuvo a su lado, Joe cerró la puerta tras ellos, y le dijo:
—Te invito a un café. Podemos hablar allí. ¿Te parece bien?
—Parece muy grave.
—Sí. Necesito tu ayuda en un asunto. Es algo que te interesará, Demi, o nunca te lo habría pedido.
—¿Por qué no?
—¿Por qué no qué?
—¿Por qué nunca me lo habrías pedido?
Él tomó aire y después suspiró.
—Porque eres novata en esto, y tenía la intención de darte algo más sencillo para empezar.
—Tienes mucha fe en mí, ¿eh, Joe?
—Eres una cría.
—Tengo veinticinco años.
—Como ya he dicho...
—Cállate, Joe —dijo Demi, mientras abría la puerta del coche y se
sentaba en el asiento del copiloto.
Joe condujo hasta una cafetería y pidió dos cafés para llevar. Cuando los
tuvieron, se dirigieron al aparcamiento más cercano y él apagó el motor
y se volvió hacia Demi.
—Mira, Joe, si querías llevarme a un aparcamiento, quizá hubiera sido mejor que hubieras elegido un lugar más discreto.
Él se ruborizó.
—Sí, claro.
—Este es el sitio al que venía toda la gente del instituto. ¿Lo sabías?
Él evitó mirarla a los ojos.
—Pues claro que lo sabía.
—Mmm. Así que has estado aquí.
—Sí.
Dándoles luces a los crios que deberían tener más sentido común e irse a
casa con sus padres. Y ahora, ¿quieres hablar de algo serio o quieres
jugar, Demi?
Ella quería jugar con él. En aquel mismo momento. Pero era evidente que él se irritaba cuando ella coqueteaba con él, aunque sólo fuera un poco.
—Está bien. Adelante —le dijo. Se apoyó en el respaldo de su asiento y le dio un sorbo al café.
—De acuerdo. Tengo una amiga. Una buena amiga. Se llama Lydia Jordán. Dirige Haven House.
Demi intentó controlar el ataque de celos y asimilar aquella información.
—¿La casa de acogida para chicas?
Él asintió.
—Pero yo creía que la llevaban un par de ex prostitutas.
De nuevo, él asintió.
Ella arqueó las cejas y lo miró fijamente.
—¿Esa amiga tuya es prostituta?
—Lo era.
—¿Y cómo demonios es posible que tú la conozcas tan bien? —le preguntó, sin importarle cómo sonora su tono de voz. Él sonrió.
—Demonios, Demi, si no fuera tan mayor como para ser tu padre, diría que estás celosa.
—Tú
no eres tan mayor como para ser mi padre — replicó ella. Técnicamente,
sí lo era, pero Demi no estaba dispuesta a admitirlo.
Él suspiró y sacudió la cabeza.
—Conocí a Lydia la primera vez que la arresté por ejercer la prostitución. Yo era un novato, y ella no tendría más de dieciocho años. Debo de haberla metido en el calabozo una docena de veces durante varios años, hasta que se salió de la profesión. No conocía a Kimbra tan bien como a ella, pero sé que ellas dos se hicieron amigas en las calles y se ayudaron a empezar una vida nueva.
—¿Esa es la socia? ¿La otra mitad del dúo dinámico?
Él asintió.
—Consiguieron trabajos legales, estudiaron, y una vez que estuvieron juntas para cuidar la una de la otra, decidieron ayudar a otras chicas como ellas. Creo que las dos pasaron una temporada en Haven House antes de que empezaran a dirigirla. De todas formas, eso ya no importa.
— Por supuesto que importa. ¿Hasta qué punto eres amigo de esta Lydia, Joe?
Él
le lanzó una mirada que Demi había visto muy pocas veces. Una mirada de
enfado, que le indicaba claramente que estaba traspasando la línea y que tenía que dar marcha atrás.
Ella suspiró y miró hacia otro lado.
—Kimbra Sykes está muerta. La han asesinado. Y Lydia ha llegado a la conclusión, no sé de qué manera, de que hay fuerzas sobrenaturales involucradas.
Demi estaba en su oficina, frente al ordenador, cuando la puerta se abrió y entró Stormy. Llevaba una bolsa marrón en la mano.
— ¡Hora del descanso! —dijo—. He traído calorías e hidratos de carbono.
Demi suspiró y se levantó. Aquella era su antigua habitación, que había sido transformada en despacho. Había estanterías llenas de carpetas y de archivadores, y mesas llenas de ordenadores. Muchos ordenadores.
Stormy abrió la bolsa, repleta de donuts con todo tipo de relleno, y Demi fue a la cocina a servir dos tazas de café recién hecho.
—¿Alguna vez te has preguntado lo inútil que debo de ser para continuar en la misma ciudad, en la misma casa, en el mismo camino, después de tanto tiempo?
-No.
Demi sonrió al oír el sonido de la
palabra, porque le llegó amortiguado por el donut. Se sentó junto a su
amiga, le alargó su taza de café y tomó uno de los bollos.
—¿Te importaría darme una respuesta un poco más elaborada, por favor?
Stormy tragó y se lamió los labios.
—¿Quién no estaría en esta casa? Demonios, Demi, tu madre te la cedió. Habrías estado loca si no la hubieras aceptado. Y por lo demás, ahora diriges dos negocios, y debo añadir que los dos dan beneficios.
—No muchos —farfulló Demetria. Suspiró y mojó su donut en el café. Le dio un bocado y cuando tragó, le soltó a su amiga uno de los dos bombazos.
—El diseño de páginas web me está empezando a resultar muy aburrido, Stormy. Para ser sincera, estoy pensando en dejarlo.
Stormy parpadeó.
—¿Dejarlo? —Stormy dejó la taza sobre la mesa y se puso de pie—. ¿Por qué? Con eso es con lo que ganas la mayor parte de tus ingresos.
—Sí, pero nunca fue el trabajo de mi vida. Me refiero a que me gusta, y soy buena en ello, pero no es el trabajo de mis sueños. Nunca lo ha sido.
—Pero yo creía que tu otro trabajo satisfacía a la fisgona que llevas dentro, Dems. ¿No lo ha conseguido?
—No. Lo único que ha conseguido ha sido acrecentar mi curiosidad.
Demi se había adentrado en el mundo de las investigaciones sobre crímenes en Internet casi por casualidad. Uno de sus clientes de páginas web le había pedido consejo sobre la
mejor forma de enfrentarse con un tipo que lo había acosado por
Internet un año atrás. Desde entonces, había ayudado a descubrir a otra
media docena de ellos, supuestamente anónimos e imposibles de
localizar debido a sus alias en la Red. Incluso había colaborado con la policía en el desmantelamiento de varias redes de estafadores, que publicaban en
Internet todo tipo de patrañas sobre fenómenos paranormales y caza de
fantasmas, y después se dedicaban a asustar y a engañar a gente que
pensaba que necesitaba ayuda para defenderse de amenazas sobrenaturales y
contrataba sus servicios. Todo aquello le había dado a Demi la oportunidad de estar en contacto con su policía favorito de vez en cuando.
—¿Qué te parecería que te dijera que estoy pensando en empezar otro negocio?
Stormy la miró cautelosamente.
—¿El tercero?
—Voy a dejar de hacer páginas web, así que, en realidad, sólo sería un segundo negocio. Y, de hecho, sería dedicarme más a fondo a otro que ya había empezado.
—¿Qué has pensado?
Demi se limpió el azúcar de los dedos en los vaqueros y fue hacia su escritorio. Abrió un cajón, sacó una hoja de papel y se la tendió a Stormy.
—Mira esto y dime qué te parece.
Storm lo tomó y lo leyó en alto.
—Demetria Lovato, Investigadora Privada con Licencia... ¿Desde cuándo?
—Me ha llegado hoy. Envié la solicitud hace meses.
—Demet...
—Mira, lo sé. Parece una locura, pero si lo piensas, lo hemos estado haciendo hasta ahora. Sólo que en el ciberespacio, en vez de hacerlo en la vida real.
—Pero en el ciberespacio no te disparan —dijo Storm, poniendo los ojos en blanco y mirando al techo—. ¿Quién más lo sabe?
Demi se encogió de hombros.
—Demetria Lovato, ¿quién más lo sabe?
Demi bajó los ojos.
—Bueno... Joe lo sabe.
—Joe. Joe Malone. Me lo imaginaba. Probablemente, incluso te ha animado, ¿verdad?
—Bueno, él... me ha ayudado con el proceso de solicitud. Fue una de mis referencias.
—Ya.
—Mira, soy buena en esto. Y Lou ya tiene unos cuantos casos que encargarme.
—Demonios. No sé por qué no te lanzas sobre él y terminas con todo esto, Demi.
—Es
mi intención, pero tengo que esperar a tenerlo acorralado —Stormy abrió
unos ojos como platos y Demi sonrió encantada—. Pero una cosa no
tiene nada que ver con la otra. Si estuviera haciendo esto sólo para acercarme a Joe, me habría hecho policía. Habría sido mucho más fácil.
—Sí, claro. ¿No se supone que ese vejestorio se va a jubilar dentro de muy poco tiempo?
Alguien carraspeó detrás de ellas...
Y las dos se dieron la vuelta y vieron al vejestorio en la puerta. Demi no supo cuánto tiempo había estado allí, y si había oído la conversación.
—¿Estoy interrumpiendo algo?
—Eh... no. Entra, Joe —dijo Demi—. ¿Es que has olido los donuts?
Él no sonrió ni le devolvió la broma como hacía normalmente.
—Es... algo un poco delicado.
Demi caminó hasta él con el ceño fruncido. Él no la esperó, sino que se dio la vuelta y se dirigió al porche de la casa. Cuando ella estuvo a su lado, Joe cerró la puerta tras ellos, y le dijo:
—Te invito a un café. Podemos hablar allí. ¿Te parece bien?
—Parece muy grave.
—Sí. Necesito tu ayuda en un asunto. Es algo que te interesará, Demi, o nunca te lo habría pedido.
—¿Por qué no?
—¿Por qué no qué?
—¿Por qué nunca me lo habrías pedido?
Él tomó aire y después suspiró.
—Porque eres novata en esto, y tenía la intención de darte algo más sencillo para empezar.
—Tienes mucha fe en mí, ¿eh, Joe?
—Eres una cría.
—Tengo veinticinco años.
—Como ya he dicho...
—Cállate, Joe —dijo Demi, mientras abría la puerta del coche y se
sentaba en el asiento del copiloto.
Joe condujo hasta una cafetería y pidió dos cafés para llevar. Cuando los
tuvieron, se dirigieron al aparcamiento más cercano y él apagó el motor
y se volvió hacia Demi.
—Mira, Joe, si querías llevarme a un aparcamiento, quizá hubiera sido mejor que hubieras elegido un lugar más discreto.
Él se ruborizó.
—Sí, claro.
—Este es el sitio al que venía toda la gente del instituto. ¿Lo sabías?
Él evitó mirarla a los ojos.
—Pues claro que lo sabía.
—Mmm. Así que has estado aquí.
—Sí.
Dándoles luces a los crios que deberían tener más sentido común e irse a
casa con sus padres. Y ahora, ¿quieres hablar de algo serio o quieres
jugar, Demi?
Ella quería jugar con él. En aquel mismo momento. Pero era evidente que él se irritaba cuando ella coqueteaba con él, aunque sólo fuera un poco.
—Está bien. Adelante —le dijo. Se apoyó en el respaldo de su asiento y le dio un sorbo al café.
—De acuerdo. Tengo una amiga. Una buena amiga. Se llama Lydia Jordán. Dirige Haven House.
Demi intentó controlar el ataque de celos y asimilar aquella información.
—¿La casa de acogida para chicas?
Él asintió.
—Pero yo creía que la llevaban un par de ex prostitutas.
De nuevo, él asintió.
Ella arqueó las cejas y lo miró fijamente.
—¿Esa amiga tuya es prostituta?
—Lo era.
—¿Y cómo demonios es posible que tú la conozcas tan bien? —le preguntó, sin importarle cómo sonora su tono de voz. Él sonrió.
—Demonios, Demi, si no fuera tan mayor como para ser tu padre, diría que estás celosa.
—Tú
no eres tan mayor como para ser mi padre — replicó ella. Técnicamente,
sí lo era, pero Demi no estaba dispuesta a admitirlo.
Él suspiró y sacudió la cabeza.
—Conocí a Lydia la primera vez que la arresté por ejercer la prostitución. Yo era un novato, y ella no tendría más de dieciocho años. Debo de haberla metido en el calabozo una docena de veces durante varios años, hasta que se salió de la profesión. No conocía a Kimbra tan bien como a ella, pero sé que ellas dos se hicieron amigas en las calles y se ayudaron a empezar una vida nueva.
—¿Esa es la socia? ¿La otra mitad del dúo dinámico?
Él asintió.
—Consiguieron trabajos legales, estudiaron, y una vez que estuvieron juntas para cuidar la una de la otra, decidieron ayudar a otras chicas como ellas. Creo que las dos pasaron una temporada en Haven House antes de que empezaran a dirigirla. De todas formas, eso ya no importa.
— Por supuesto que importa. ¿Hasta qué punto eres amigo de esta Lydia, Joe?
Él
le lanzó una mirada que Demi había visto muy pocas veces. Una mirada de
enfado, que le indicaba claramente que estaba traspasando la línea y que tenía que dar marcha atrás.
Ella suspiró y miró hacia otro lado.
—Kimbra Sykes está muerta. La han asesinado. Y Lydia ha llegado a la conclusión, no sé de qué manera, de que hay fuerzas sobrenaturales involucradas.
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
oh :affraid: ____________ es una elegida, como Nick y esa conexion siginifica que el debe convertirla , ohhhhh
Demi en que problemas te meteras???
SIGUELA
Demi en que problemas te meteras???
SIGUELA
Taescaab
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Demi no parecía muy impresionada.
—¿Tomó muchas drogas cuando era joven?
—No creo que esto tenga nada que ver. Es muy supersticiosa.
Demi tuvo ganas de preguntarle por qué demonios pensaba que a ella debía
importarle lo supersticiosa que fuera una ex prostituta. Había empezado a
odiar a aquella mujer instantáneamente.
—¿Y por qué piensas que puedo hacer algo para ayudarla?
Él le puso una mano sobre el hombro. —Demi, ¿he hecho algo para que te enfades conmigo?
—No —respondió ella, sin mirarlo.
— Entonces, ¿por qué te has quedado arrugada como una pasa en
el asiento? —le preguntó, y al ver que no respondía, dejó escapar un
suspiro—. Sólo pensaba que... bueno, tú sabes muchas cosas de éstas.
¿Te acuerdas de aquella- mujer que pensaba que su casa estaba
encantada, y que contrató a aquel cazafantasmas por Internet?
—¿Y resultó que el que estaba encantando la casa era él mismo? Sí, me acuerdo.
—Tú supiste lo que pasaba enseguida, y fuiste capaz de convencer a la
mujer, porque sabías mucho de aquel asunto. Le explicaste que un
fantasma de verdad nunca se comportaría como el que ella creía que tenía
en casa, ¿te acuerdas? ¡La tenías comiendo de tu mano!
Ella se encogió de hombros, animada por su halago.
—Y también conoces este otro asunto. Tú, con tu mente escéptica, siempre tienes que llegar a la
verdad de las cosas que no te parecen coherentes. Siempre aprendes todo
lo que puedes sobre el tema y después consigues resolver el caso.
Ella se encogió de hombros.
—No es que no crea en
los fenómenos paranormales, pero sé que el noventa y cinco por ciento
de los fantasmas, gnomos, videntes y médiums son estafadores. Creo en aquello que soy capaz de ver con mis ojos, no en lo que me dice la gente. E, incluso cuando lo veo con mis propios ojos, no me creo mucho de lo que dice el gobierno, u otra figura de la autoridad. Si eso significa que soy escéptica, es que lo soy.
—Sí.
Ella se encogió de hombros.
—Todavía no entiendo qué es lo que quieres que haga... por tu amiga.
—Quiero que la convenzas de que a su mejor amiga no la asesinó un vampiro.
Demi levantó la cabeza muy lentamente y lo miró a los ojos para descubrir una mirada burlona. Sin embargo, él no le estaba tomando el pelo.
—¿Un vampiro?
— Sí. ¿Es la chifladura más grande que has oído nunca?
Ella asintió débilmente, pero su mente había vuelto a aquel edificio que se incendió cinco años atrás, con los soldados, la
luz del fuego. Demonios. Siempre había sabido que volvería a toparse
con aquello. Sabía cosas que no debería saber. Cosas que nadie debería
saber.
—¿Cuándo puedo conocer a la tal Lydia?
—Entonces, ¿estás dispuesta a hacerlo? —le preguntó Joe.
Ella lo miró a los ojos y tragó saliva.
—¿Por
ti? Claro, Joe. Sabes que no puedo decirte que no. Sin embargo, me
gustaría que te acercaras a pedirme algo más divertido, alguna vez.
Él se rió con cierta inseguridad, le dio un golpecito en un hombro y apartó la mirada. Después arrancó el coche y la llevó a casa.
—¿Tomó muchas drogas cuando era joven?
—No creo que esto tenga nada que ver. Es muy supersticiosa.
Demi tuvo ganas de preguntarle por qué demonios pensaba que a ella debía
importarle lo supersticiosa que fuera una ex prostituta. Había empezado a
odiar a aquella mujer instantáneamente.
—¿Y por qué piensas que puedo hacer algo para ayudarla?
Él le puso una mano sobre el hombro. —Demi, ¿he hecho algo para que te enfades conmigo?
—No —respondió ella, sin mirarlo.
— Entonces, ¿por qué te has quedado arrugada como una pasa en
el asiento? —le preguntó, y al ver que no respondía, dejó escapar un
suspiro—. Sólo pensaba que... bueno, tú sabes muchas cosas de éstas.
¿Te acuerdas de aquella- mujer que pensaba que su casa estaba
encantada, y que contrató a aquel cazafantasmas por Internet?
—¿Y resultó que el que estaba encantando la casa era él mismo? Sí, me acuerdo.
—Tú supiste lo que pasaba enseguida, y fuiste capaz de convencer a la
mujer, porque sabías mucho de aquel asunto. Le explicaste que un
fantasma de verdad nunca se comportaría como el que ella creía que tenía
en casa, ¿te acuerdas? ¡La tenías comiendo de tu mano!
Ella se encogió de hombros, animada por su halago.
—Y también conoces este otro asunto. Tú, con tu mente escéptica, siempre tienes que llegar a la
verdad de las cosas que no te parecen coherentes. Siempre aprendes todo
lo que puedes sobre el tema y después consigues resolver el caso.
Ella se encogió de hombros.
—No es que no crea en
los fenómenos paranormales, pero sé que el noventa y cinco por ciento
de los fantasmas, gnomos, videntes y médiums son estafadores. Creo en aquello que soy capaz de ver con mis ojos, no en lo que me dice la gente. E, incluso cuando lo veo con mis propios ojos, no me creo mucho de lo que dice el gobierno, u otra figura de la autoridad. Si eso significa que soy escéptica, es que lo soy.
—Sí.
Ella se encogió de hombros.
—Todavía no entiendo qué es lo que quieres que haga... por tu amiga.
—Quiero que la convenzas de que a su mejor amiga no la asesinó un vampiro.
Demi levantó la cabeza muy lentamente y lo miró a los ojos para descubrir una mirada burlona. Sin embargo, él no le estaba tomando el pelo.
—¿Un vampiro?
— Sí. ¿Es la chifladura más grande que has oído nunca?
Ella asintió débilmente, pero su mente había vuelto a aquel edificio que se incendió cinco años atrás, con los soldados, la
luz del fuego. Demonios. Siempre había sabido que volvería a toparse
con aquello. Sabía cosas que no debería saber. Cosas que nadie debería
saber.
—¿Cuándo puedo conocer a la tal Lydia?
—Entonces, ¿estás dispuesta a hacerlo? —le preguntó Joe.
Ella lo miró a los ojos y tragó saliva.
—¿Por
ti? Claro, Joe. Sabes que no puedo decirte que no. Sin embargo, me
gustaría que te acercaras a pedirme algo más divertido, alguna vez.
Él se rió con cierta inseguridad, le dio un golpecito en un hombro y apartó la mirada. Después arrancó el coche y la llevó a casa.
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
7
Nick se despertó en la oscuridad de su tumba y miró a su alrededor, observándolo todo.
Realmente
no era una tumba. No exactamente, aunque sólo harían falta un par de
cuerpos corrompiéndose para que lo fuera. Era una estancia de cemento
sin ventanas ni ventilación. Sólo había en ella una linterna de queroseno sobre una pequeña mesa y un ataúd.
Aunque le resultaba ridículo dormir siguiendo aquel cliché, tenía sus ventajas. La primera era que desanimaría a cualquiera que encontrara el lugar a seguir investigando, a no ser que fuera un cazavampiros. En segundo lugar, los ataúdes estaban hechos para durar mucho, y aquel se conservaba a la perfección; el forro de seda y el relleno no se habían estropeado por la humedad, y resultaban confortables. Y la tercera ventaja era que bajo el féretro había un segundo túnel. Nunca había tenido que utilizar la trampilla que se abría en el fondo del ataúd, pero estaba bien saber que podía hacerlo cuando lo necesitara.
Aquel lugar era seguro, pero sólo era una última opción, nada más. Se había visto obligado a retirarse allí para pensar en lo que haría.
Tenía que averiguar quiénes eran aquellos cazadores de vampiros y saber de dónde sacaban la información. Tenía que detenerlos.
Alisándose las arrugas de la ropa, observó la
escalera de caracol que conducía al techo. Allí había una trampilla
que era invisible desde el piso de arriba. Pero cuando había intentando
abrirla aguijoneado por la curiosidad de ver a la
mujer que ocupaba su casa, había encontrado una barrera de madera.
Parecía que habían puesto nuevos tablones de madera sobre el viejo
suelo de su despacho. Él podría haberlo destrozado sin apenas esfuerzo,
pero lo último que quería era anunciarse de aquella manera.
Ya era bastante inconveniente que ella lo hubiera visto aquella primera noche, justo antes del amanecer. Lo había mirado directamente y había susurrado su nombre. Él la había oído con claridad a pesar de la distancia. Sus sentidos estaban agudizados por siglos de inmortalidad y, pensó también, por alimentarse de sangre. La sangre viva era el poder para los de su raza.
Ella había dicho su nombre, y él lo había oído. Aquella llamada había despertado un intenso deseo en él. Pero aquello no tenía sentido; ni siquiera conocía a aquella mujer. Aunque, aparentemente, ella sí lo conocía a él.
Se preguntó cómo era posible. No lo entendía. ¿Habría visto su nombre en algún papel que había encontrado en la casa? No. Cuando él vivía allí usaba un nombre falso.
Y aunque hubiera leído su nombre en algún lugar, aquello no explicaba por qué había establecido la conexión entre él y aquel hombre al que había visto a lo lejos, en un acantilado, en plena noche.
Lo había reconocido, aunque fuera inexplicable Ella era uno de los
elegidos, aquel reducido número de mortales que llevaban el raro
antígeno Belladonna en la
sangre. Era el mismo antígeno que llevaban los vampiros. Eran los
únicos mortales que podían ser transformados con éxito, y atraían a los
vampiros como las moscas a la
miel. Muchos de ellos sentían que era un honor proteger a los elegidos.
Para Nick, aquello era una estupidez. Dejarse atraer por los mortales y
preocuparse por ellos sólo hacía que los vampiros se debilitaran. Se
decía que era prácticamente imposible que los vampiros les hicieran
daño, a menos que estuvieran locos o enloquecidos de pasión. De la lujuria de la sangre, quizá.
Él sabía que tenía que averiguarlo todo sobre aquello y sobre la mujer que había en su casa. A pesar del hecho de que ya sentía la legendaria atracción entre su raza y la de ella, tendría que controlarse. Lo que necesitaba era información.
Probablemente, ella no sabría nada del antígeno que la
hacía diferente del resto de los mortales. Ni siquiera él sabía mucho,
excepto que se establecía una fuerte conexión, y que los vampiros
podían incluso olerlo.
¡Él mismo lo estaba percibiendo en aquel momento! Oyó pasos en el suelo que había sobre su cabeza y miró hacia arriba, escuchando con atención. Era ella. La sintió. La mujer caminó y se detuvo justo donde debía de estar la chimenea.
Incapaz de resistirse, Nick se puso exactamente bajo ella y levantó los brazos sobre la cabeza para poner las palmas de la mano contra el techo. Cerró los ojos y abrió la mente.
_______ se agachó un poco para encender la chimenea de gas. Las llamas saltaron a la
vida y se quedó un momento admirándolas. Entonces, de repente, sintió
que se le encogía el estómago y que se le aceleraba el corazón. Se
estremeció.
Apoyó los brazos en la embocadura e intentó controlar la respiración.
—¿Qué demonios ha sido eso? —susurró.
Se quedó inmóvil y se dio la vuelta muy lentamente.
—¿Quién está ahí?
Nadie respondió. La casa estaba vacía, en silencio. David se había marchado a Los Ángeles unas horas antes, pero sin embargo, __________ notaba que no estaba sola.
Se
dijo que no eran más que imaginaciones y se obligó a sí misma a
sentarse ante el escritorio. Encendió el ordenador y abrió el
documento. Trabajaba mucho mejor por la noche que por el día. No era de extrañar, dado el tema del guión.
La escena que escribió la sintió en cada célula de su cuerpo. La había vivido al leerla en las memorias, y la revivió al transferirla al ordenador, excepto que en aquella ocasión la narró desde el punto de vista de la mujer, la víctima de Nicke.
La mujer había visto al extraño observarla en la oscuridad de la noche. Había algo peligroso en él, pero sin embargo, también ejercía en ella una atracción irresistible. Él la arrastró, la habló, la tentó a deleitarse en pensamientos impuros sin que ella pudiera remediarlo.
Cuando fue a verla, aquella noche, ella estaba dormida en su cama. Su boca sobre ella fue lo que la despertó, aunque no estuviera realmente despierta. Una voz en su mente le decía que aquello sólo era un sueño en
el que era incapaz de resistirse a él. Ella respondió de buen grado,
incluso ansiosamente a sus caricias, a sus órdenes. Aquello no era real,
y por la mañana sólo lo recordaría como un sueño culpable, y nada más.
Mientras escribía aquella escena, __________ se transformó en la mujer mentalmente. Sintió cada caricia que describía, su lengua invadiéndola, la humedad fría de su boca mientras recorría su mandíbula y su cuello y seguía descendiendo. Jadeó cuando él cerró los labios sobre su pecho, sin quitarle el camisón.
Por un momento, sintió el impulso de apartarlo de ella, sintió la vergüenza y la culpabilidad... Sin embargo, aquello no era más que un sueño.
El placer la recorrió por oleadas cuando él la chupó y le pinchó ligeramente el pezón con en colmillo. Siguió en la cama, paralizada en su estado de sueño, mientras Nick le quitaba el camisón habilidosamente y le acariciaba todo el cuerpo, jugueteando en lugares en
los que nunca otro hombre había jugado. Él invadió todos sus lugares
secretos. Y ella disfrutó. Quería más. Entonces, él dirigió sus dedos en la húmeda suavidad de entre sus piernas, y su pulgar encontró la
parte más sensible. Lo presionó y lo acarició mientras sus dedos
entraban y salían de ella, una y otra vez. Ella abrió las piernas y él
siguió engañándola sin piedad mientras su cuerpo entero se retorcía en sus manos. Él separó los labios y le besó la garganta, y suavemente, mordió. Sus colmillos se hundieron en el cuello, y el orgasmo se extendió por ella.
______ dejó escapar un grito y sintió que el cuerpo entero le temblaba. Se llevó la
mano al cuello, jurándose a sí misma que notaba una boca que se estaba
alimentando de ella. El corazón le latía con fuerza y estaba húmeda,
aunque nadie la había tocado. Tomó aire y se puso en
pie tambaleándose, alejándose del ordenador. Dios, aquello había sido
real. Había sentido los colmillos mordiéndola. Había sentido su boca,
sus manos, sus dedos...
—Dios, ¿qué ocurre? ¿Qué me está pasando?
Miró
el reloj y se dio cuenta de que el tiempo había pasado rápidamente. Al
acercarse de nuevo al ordenador, se dio cuenta de que había escrito
doce páginas de erotismo oscuro, imposible de llevar a la pantalla. Las revisó una y otra vez, pero finalmente las seleccionó con el ratón y le dio a la tecla de borrar. En su lugar, escribió instrucciones para que los actores y el director construyeran la escena.
Tienen una intensa relación sexual sin penetración. El se alimenta de ella. Ella lo recuerda como un sueño la mañana del día siguiente.
Cuando terminó, guardó los cambios y apagó el ordenador. No podía hacer otra cosa que preguntarse qué era lo que la había poseído aquella noche. Estaba húmeda, y tenía la piel ardiente y los pechos firmes y sensibles. El pulso se le había acelerado.
Subiría
las escaleras y se daría un buen baño fresco antes de acostarse. Debía
de estar más frustrada sexualmente de lo que había pensado.
Nick se despertó en la oscuridad de su tumba y miró a su alrededor, observándolo todo.
Realmente
no era una tumba. No exactamente, aunque sólo harían falta un par de
cuerpos corrompiéndose para que lo fuera. Era una estancia de cemento
sin ventanas ni ventilación. Sólo había en ella una linterna de queroseno sobre una pequeña mesa y un ataúd.
Aunque le resultaba ridículo dormir siguiendo aquel cliché, tenía sus ventajas. La primera era que desanimaría a cualquiera que encontrara el lugar a seguir investigando, a no ser que fuera un cazavampiros. En segundo lugar, los ataúdes estaban hechos para durar mucho, y aquel se conservaba a la perfección; el forro de seda y el relleno no se habían estropeado por la humedad, y resultaban confortables. Y la tercera ventaja era que bajo el féretro había un segundo túnel. Nunca había tenido que utilizar la trampilla que se abría en el fondo del ataúd, pero estaba bien saber que podía hacerlo cuando lo necesitara.
Aquel lugar era seguro, pero sólo era una última opción, nada más. Se había visto obligado a retirarse allí para pensar en lo que haría.
Tenía que averiguar quiénes eran aquellos cazadores de vampiros y saber de dónde sacaban la información. Tenía que detenerlos.
Alisándose las arrugas de la ropa, observó la
escalera de caracol que conducía al techo. Allí había una trampilla
que era invisible desde el piso de arriba. Pero cuando había intentando
abrirla aguijoneado por la curiosidad de ver a la
mujer que ocupaba su casa, había encontrado una barrera de madera.
Parecía que habían puesto nuevos tablones de madera sobre el viejo
suelo de su despacho. Él podría haberlo destrozado sin apenas esfuerzo,
pero lo último que quería era anunciarse de aquella manera.
Ya era bastante inconveniente que ella lo hubiera visto aquella primera noche, justo antes del amanecer. Lo había mirado directamente y había susurrado su nombre. Él la había oído con claridad a pesar de la distancia. Sus sentidos estaban agudizados por siglos de inmortalidad y, pensó también, por alimentarse de sangre. La sangre viva era el poder para los de su raza.
Ella había dicho su nombre, y él lo había oído. Aquella llamada había despertado un intenso deseo en él. Pero aquello no tenía sentido; ni siquiera conocía a aquella mujer. Aunque, aparentemente, ella sí lo conocía a él.
Se preguntó cómo era posible. No lo entendía. ¿Habría visto su nombre en algún papel que había encontrado en la casa? No. Cuando él vivía allí usaba un nombre falso.
Y aunque hubiera leído su nombre en algún lugar, aquello no explicaba por qué había establecido la conexión entre él y aquel hombre al que había visto a lo lejos, en un acantilado, en plena noche.
Lo había reconocido, aunque fuera inexplicable Ella era uno de los
elegidos, aquel reducido número de mortales que llevaban el raro
antígeno Belladonna en la
sangre. Era el mismo antígeno que llevaban los vampiros. Eran los
únicos mortales que podían ser transformados con éxito, y atraían a los
vampiros como las moscas a la
miel. Muchos de ellos sentían que era un honor proteger a los elegidos.
Para Nick, aquello era una estupidez. Dejarse atraer por los mortales y
preocuparse por ellos sólo hacía que los vampiros se debilitaran. Se
decía que era prácticamente imposible que los vampiros les hicieran
daño, a menos que estuvieran locos o enloquecidos de pasión. De la lujuria de la sangre, quizá.
Él sabía que tenía que averiguarlo todo sobre aquello y sobre la mujer que había en su casa. A pesar del hecho de que ya sentía la legendaria atracción entre su raza y la de ella, tendría que controlarse. Lo que necesitaba era información.
Probablemente, ella no sabría nada del antígeno que la
hacía diferente del resto de los mortales. Ni siquiera él sabía mucho,
excepto que se establecía una fuerte conexión, y que los vampiros
podían incluso olerlo.
¡Él mismo lo estaba percibiendo en aquel momento! Oyó pasos en el suelo que había sobre su cabeza y miró hacia arriba, escuchando con atención. Era ella. La sintió. La mujer caminó y se detuvo justo donde debía de estar la chimenea.
Incapaz de resistirse, Nick se puso exactamente bajo ella y levantó los brazos sobre la cabeza para poner las palmas de la mano contra el techo. Cerró los ojos y abrió la mente.
_______ se agachó un poco para encender la chimenea de gas. Las llamas saltaron a la
vida y se quedó un momento admirándolas. Entonces, de repente, sintió
que se le encogía el estómago y que se le aceleraba el corazón. Se
estremeció.
Apoyó los brazos en la embocadura e intentó controlar la respiración.
—¿Qué demonios ha sido eso? —susurró.
Se quedó inmóvil y se dio la vuelta muy lentamente.
—¿Quién está ahí?
Nadie respondió. La casa estaba vacía, en silencio. David se había marchado a Los Ángeles unas horas antes, pero sin embargo, __________ notaba que no estaba sola.
Se
dijo que no eran más que imaginaciones y se obligó a sí misma a
sentarse ante el escritorio. Encendió el ordenador y abrió el
documento. Trabajaba mucho mejor por la noche que por el día. No era de extrañar, dado el tema del guión.
La escena que escribió la sintió en cada célula de su cuerpo. La había vivido al leerla en las memorias, y la revivió al transferirla al ordenador, excepto que en aquella ocasión la narró desde el punto de vista de la mujer, la víctima de Nicke.
La mujer había visto al extraño observarla en la oscuridad de la noche. Había algo peligroso en él, pero sin embargo, también ejercía en ella una atracción irresistible. Él la arrastró, la habló, la tentó a deleitarse en pensamientos impuros sin que ella pudiera remediarlo.
Cuando fue a verla, aquella noche, ella estaba dormida en su cama. Su boca sobre ella fue lo que la despertó, aunque no estuviera realmente despierta. Una voz en su mente le decía que aquello sólo era un sueño en
el que era incapaz de resistirse a él. Ella respondió de buen grado,
incluso ansiosamente a sus caricias, a sus órdenes. Aquello no era real,
y por la mañana sólo lo recordaría como un sueño culpable, y nada más.
Mientras escribía aquella escena, __________ se transformó en la mujer mentalmente. Sintió cada caricia que describía, su lengua invadiéndola, la humedad fría de su boca mientras recorría su mandíbula y su cuello y seguía descendiendo. Jadeó cuando él cerró los labios sobre su pecho, sin quitarle el camisón.
Por un momento, sintió el impulso de apartarlo de ella, sintió la vergüenza y la culpabilidad... Sin embargo, aquello no era más que un sueño.
El placer la recorrió por oleadas cuando él la chupó y le pinchó ligeramente el pezón con en colmillo. Siguió en la cama, paralizada en su estado de sueño, mientras Nick le quitaba el camisón habilidosamente y le acariciaba todo el cuerpo, jugueteando en lugares en
los que nunca otro hombre había jugado. Él invadió todos sus lugares
secretos. Y ella disfrutó. Quería más. Entonces, él dirigió sus dedos en la húmeda suavidad de entre sus piernas, y su pulgar encontró la
parte más sensible. Lo presionó y lo acarició mientras sus dedos
entraban y salían de ella, una y otra vez. Ella abrió las piernas y él
siguió engañándola sin piedad mientras su cuerpo entero se retorcía en sus manos. Él separó los labios y le besó la garganta, y suavemente, mordió. Sus colmillos se hundieron en el cuello, y el orgasmo se extendió por ella.
______ dejó escapar un grito y sintió que el cuerpo entero le temblaba. Se llevó la
mano al cuello, jurándose a sí misma que notaba una boca que se estaba
alimentando de ella. El corazón le latía con fuerza y estaba húmeda,
aunque nadie la había tocado. Tomó aire y se puso en
pie tambaleándose, alejándose del ordenador. Dios, aquello había sido
real. Había sentido los colmillos mordiéndola. Había sentido su boca,
sus manos, sus dedos...
—Dios, ¿qué ocurre? ¿Qué me está pasando?
Miró
el reloj y se dio cuenta de que el tiempo había pasado rápidamente. Al
acercarse de nuevo al ordenador, se dio cuenta de que había escrito
doce páginas de erotismo oscuro, imposible de llevar a la pantalla. Las revisó una y otra vez, pero finalmente las seleccionó con el ratón y le dio a la tecla de borrar. En su lugar, escribió instrucciones para que los actores y el director construyeran la escena.
Tienen una intensa relación sexual sin penetración. El se alimenta de ella. Ella lo recuerda como un sueño la mañana del día siguiente.
Cuando terminó, guardó los cambios y apagó el ordenador. No podía hacer otra cosa que preguntarse qué era lo que la había poseído aquella noche. Estaba húmeda, y tenía la piel ardiente y los pechos firmes y sensibles. El pulso se le había acelerado.
Subiría
las escaleras y se daría un buen baño fresco antes de acostarse. Debía
de estar más frustrada sexualmente de lo que había pensado.
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
12 paginas, jaja eso es como para morirse de un ataque jajja de verdad derepente me pierdo entre la realidad y lo que no lo es pero me encanta esa confusion
SIGUELA
SIGUELA
Taescaab
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
:bounce: MEEE ENCANTA SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA :lol!:
oli JB
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
taescaab escribió:12 paginas, jaja eso es como para morirse de un ataque jajja de verdad derepente me pierdo entre la realidad y lo que no lo es pero me encanta esa confusion
SIGUELA
SII TAMBIEN ME ENCANTO ESTA CONFUSION !!
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
oli JB escribió: :bounce: MEEE ENCANTA SIGUELAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA :lol!:
AQUI ESTA TU CAP.
ESPERO QUE TE GUSTE!!!!
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Nick se había movido cuando ella se había movido, apretando las manos en el techo de su escondite, y se había quedado bajo el lugar donde ella se había sentado, con la mente abierta.
Lo
que había encontrado allí había hecho que se quedara totalmente
inmóvil. Ella se estaba imaginando a sí misma. Y como se veía claramente
en su sueño, él también podía verla. En su mente, no estaba tan pálida ni tan delgada como él la conocía en
realidad. Estaba más sana. Tenía el pelo igual, pelirrojo y espeso. Y
los ojos, que él no había visto nunca, eran dos esmeraldas brillantes.
Se vio claramente de pie al lado de su cama, observándola. Atisbo su propio rostro, y aunque se movía y se escondía entre la
niebla de su imaginación, cuando ella se concentró, aquella neblina
desapareció y Nick se vio con precisión. Hacía mucho tiempo que no se
miraba en un espejo y
aquello fue exactamente como si lo estuviera haciendo. Se le había
olvidado lo sombría que era su cara. Lo profundos que eran sus ojos. Lo
ancha que era su boca.
Entonces, la mujer se estremeció y él volvió a fijar su atención en ella y a sumergirse en su visión. Se vio a sí mismo desnudarla, y se oyó decirle que aquello sólo era un sueño y que no tenía la
culpa de lo que estaba sucediendo. Le pidió que doblegara su voluntad y
que se entregara, y ella se dejó desnudar, incapaz de resistirse.
El
asistió a aquella escena hipnotizado, atrapado, incapaz de apartar su
mente mientras el fantasma de Nick tocaba y acariciaba todo el cuerpo de
aquella mujer. Y cuando se vio clavar los dientes en su delicado cuello, por un momento saboreó su sangre en la boca y notó la liberación de aquella mujer mientras gritaba su nombre.
Entonces, la fantasía se hizo añicos. La mujer se puso de pie de un salto, y él se quedó allí abajo, sin ver nada más, temblando.
Se apoyó en
el muro de cemento y luchó por recuperar el aliento. ¿Qué estaba
haciendo aquella mujer? ¿Cómo era posible que conociera su rostro y su
voz, y mucho menos los poderes que él poseía? ¿Cómo podía saber quién y
qué era él?
Se sentía excitado y hambriento. Muy hambriento. Sabía
muy poco acerca de aquellos mortales elegidos y de su conexión con los
vampiros. Sin embargo, se había dado cuenta de que era mucho más
poderosa de lo que había imaginado.
Tenía que averiguar más cosas.
Y tenía que alimentarse, pero no podía hacerlo de ella. Dios, si la fantasía había sido tan poderosa, ¿cómo sería la realidad? Podría matarla. Si la acariciaba, perdería el control y tomaría todo lo que ella le ofrecía. Su cuerpo, su sangre y su vida.
Lo
que había encontrado allí había hecho que se quedara totalmente
inmóvil. Ella se estaba imaginando a sí misma. Y como se veía claramente
en su sueño, él también podía verla. En su mente, no estaba tan pálida ni tan delgada como él la conocía en
realidad. Estaba más sana. Tenía el pelo igual, pelirrojo y espeso. Y
los ojos, que él no había visto nunca, eran dos esmeraldas brillantes.
Se vio claramente de pie al lado de su cama, observándola. Atisbo su propio rostro, y aunque se movía y se escondía entre la
niebla de su imaginación, cuando ella se concentró, aquella neblina
desapareció y Nick se vio con precisión. Hacía mucho tiempo que no se
miraba en un espejo y
aquello fue exactamente como si lo estuviera haciendo. Se le había
olvidado lo sombría que era su cara. Lo profundos que eran sus ojos. Lo
ancha que era su boca.
Entonces, la mujer se estremeció y él volvió a fijar su atención en ella y a sumergirse en su visión. Se vio a sí mismo desnudarla, y se oyó decirle que aquello sólo era un sueño y que no tenía la
culpa de lo que estaba sucediendo. Le pidió que doblegara su voluntad y
que se entregara, y ella se dejó desnudar, incapaz de resistirse.
El
asistió a aquella escena hipnotizado, atrapado, incapaz de apartar su
mente mientras el fantasma de Nick tocaba y acariciaba todo el cuerpo de
aquella mujer. Y cuando se vio clavar los dientes en su delicado cuello, por un momento saboreó su sangre en la boca y notó la liberación de aquella mujer mientras gritaba su nombre.
Entonces, la fantasía se hizo añicos. La mujer se puso de pie de un salto, y él se quedó allí abajo, sin ver nada más, temblando.
Se apoyó en
el muro de cemento y luchó por recuperar el aliento. ¿Qué estaba
haciendo aquella mujer? ¿Cómo era posible que conociera su rostro y su
voz, y mucho menos los poderes que él poseía? ¿Cómo podía saber quién y
qué era él?
Se sentía excitado y hambriento. Muy hambriento. Sabía
muy poco acerca de aquellos mortales elegidos y de su conexión con los
vampiros. Sin embargo, se había dado cuenta de que era mucho más
poderosa de lo que había imaginado.
Tenía que averiguar más cosas.
Y tenía que alimentarse, pero no podía hacerlo de ella. Dios, si la fantasía había sido tan poderosa, ¿cómo sería la realidad? Podría matarla. Si la acariciaba, perdería el control y tomaría todo lo que ella le ofrecía. Su cuerpo, su sangre y su vida.
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Se deshizo de las imágenes de aquella mujer y caminó hacia la salida del habitáculo. Después, se encaminó hacia la ciudad.
A alimentarse.
________ llenó la bañera de agua fría y se sumergió en ella, intentando quitarse de la mente aquellas imágenes de Nick. Aunque había soñado muchas veces con él, despierta y dormida, sabía que en aquella ocasión había sido algo más que un sueño. Lo había sentido. Había sentido sus manos en la piel, su respiración en el cuello, sus dientes atravesándole la carne, su boca succionando.
Había sido real. Y había sido increíble.
Suspirando, se hundió más en el agua, cerró los ojos e intentó pensar en otra cosa.
La ceremonia de los premios. El vestido que todavía tenía que elegir. El tiempo que tendría que pasar en
Los Ángeles. El menor tiempo posible. Allí estaba ocurriendo algo, y
tenía que explorarlo completamente antes de poder entenderlo.
No iba a ir a ningún sitio hasta que lo entendiera.
Qué demonios. Bien podía empezar en aquel mismo momento.
Cerró los ojos y visualizó la escena que acababa de borrar de su ordenador. Encogió las rodillas hasta que sobresalieron del agua, deslizó la mano entre los muslos y empezó a acariciarse, pensando que era la mano de Joe la que lo hacía. Se estremeció y susurró su nombre.
— Nick...
Podía viajar muy rápidamente cuando la necesidad lo asediaba, como aquella noche. En menos de una hora estaba en Bangor, caminando por las calles, vigilante.
La
encontró con facilidad. Ella no necesitaba trabajar, no con lo
generosamente que él le pagaba para que estuviera disponible. Y aquella noche no tenía tiempo de buscar una víctima que se mereciera morir. Aquella noche necesitaba sentir algo gratificante con rapidez.
Ella abrió la puerta y sonrió.
—Hacía mucho tiempo.
Él asintió, entró y cerró la puerta.
—Ven aquí.
Ella se acercó a él, le puso las manos en el pecho y dejó caer la cabeza hacia atrás. Nick no titubeó. La mordió. Ella jadeó, se quedó rígida, pero al instante se relajó y se derritió contra él. Su sangre se deslizó por la lengua del vampiro, llenándolo y dándole calor. La vida le recorrió las venas, y sintió que el deseo sexual se despertaba, y deslizó sus manos hasta las caderas de la mujer para pegarla a su cuerpo. Dios, ansiaba aquello. Su sangre le entraba en la boca con cada latido de su pulso, pero de repente, empezaron a hacerse más lentos.
Él se sintió alarmado y levantó la cabeza, lamiéndose los labios. La cabeza de la mujer rubia se cayó hacia un lado, y él se dio cuenta de que estaba muy pálida. Dios, ¿la habría matado?
—¿Belinda? Vamos, despierta —la sacudió suavemente y le dio unos golpecitos en la mejilla.
Sus párpados temblaron, pero no abrió los ojos. Él la tomó en brazos y la llevó al sofá. Después la tapó con una manta.
Ella se despertó, sonriendo débilmente.
—Demonios, me haces bien —susurró.
—¿Cómo te encuentras?
Inhalando lentamente, ella se fue recuperando.
—Mareada.
Muy mareada. Esto nunca me había pasado antes —sus palabras sonaban
ligeramente desfiguradas, como si estuviera borracha. Él había tomado
demasiado.
—Lo siento —le dijo—. Ha sido culpa mía. Yo... no volverá a ocurrir.
Ella sonrió de nuevo.
—A mí me gusta, pero me gustaría que además hicieras el amor conmigo. ¿Por qué no quieres?
—Eso no es parte del trato —dijo él, suspirando—. Estarás bien. Duerme, ¿de acuerdo? Tienes que descansar.
—Lo que tú digas, cariño. Tú eres el jefe —cerró los ojos y se durmió al instante.
Nick se puso de pie y dejó diez mil dólares sobre la mesa. Dinero extra para Belinda. Antes vendía su cuerpo, pero un día, cuando él la había encontrado, había empezado a venderle su sangre y ganaba mucho más. Era su prostituta personal. Él había tomado la
determinación de no acercarse demasiado a ella, de no tocarla más de
lo necesario. Y sólo se alimentaba de ella algunas veces al año. Tenía
más mujeres como aquella por todo el país, y en Europa. Las mantenía en lujosos apartamentos y les pagaba generosamente. Ellas nunca se quejaban.
Las había encontrado en la calle, en
el arroyo. Y cuando se sacaba a alguien de aquella pobreza, nadie tenía
ninguna queja, sólo gratitud y lealtad. Uno no podía confiar en alguien que hubiera nacido rico. Al menos, ésa era su opinión.
Aquella mujer, la de su casa de Maine, había nacido rica. Podía olerlo. No confiaba en ella.
Una
vez que hubo saciado su hambre, pensó que lo más seguro era volver
allí. Mirar con más atención a aquella mortal que sabía tanto sobre él.
Tenía que empezar la tarea de conocer todos sus secretos.
A alimentarse.
________ llenó la bañera de agua fría y se sumergió en ella, intentando quitarse de la mente aquellas imágenes de Nick. Aunque había soñado muchas veces con él, despierta y dormida, sabía que en aquella ocasión había sido algo más que un sueño. Lo había sentido. Había sentido sus manos en la piel, su respiración en el cuello, sus dientes atravesándole la carne, su boca succionando.
Había sido real. Y había sido increíble.
Suspirando, se hundió más en el agua, cerró los ojos e intentó pensar en otra cosa.
La ceremonia de los premios. El vestido que todavía tenía que elegir. El tiempo que tendría que pasar en
Los Ángeles. El menor tiempo posible. Allí estaba ocurriendo algo, y
tenía que explorarlo completamente antes de poder entenderlo.
No iba a ir a ningún sitio hasta que lo entendiera.
Qué demonios. Bien podía empezar en aquel mismo momento.
Cerró los ojos y visualizó la escena que acababa de borrar de su ordenador. Encogió las rodillas hasta que sobresalieron del agua, deslizó la mano entre los muslos y empezó a acariciarse, pensando que era la mano de Joe la que lo hacía. Se estremeció y susurró su nombre.
— Nick...
Podía viajar muy rápidamente cuando la necesidad lo asediaba, como aquella noche. En menos de una hora estaba en Bangor, caminando por las calles, vigilante.
La
encontró con facilidad. Ella no necesitaba trabajar, no con lo
generosamente que él le pagaba para que estuviera disponible. Y aquella noche no tenía tiempo de buscar una víctima que se mereciera morir. Aquella noche necesitaba sentir algo gratificante con rapidez.
Ella abrió la puerta y sonrió.
—Hacía mucho tiempo.
Él asintió, entró y cerró la puerta.
—Ven aquí.
Ella se acercó a él, le puso las manos en el pecho y dejó caer la cabeza hacia atrás. Nick no titubeó. La mordió. Ella jadeó, se quedó rígida, pero al instante se relajó y se derritió contra él. Su sangre se deslizó por la lengua del vampiro, llenándolo y dándole calor. La vida le recorrió las venas, y sintió que el deseo sexual se despertaba, y deslizó sus manos hasta las caderas de la mujer para pegarla a su cuerpo. Dios, ansiaba aquello. Su sangre le entraba en la boca con cada latido de su pulso, pero de repente, empezaron a hacerse más lentos.
Él se sintió alarmado y levantó la cabeza, lamiéndose los labios. La cabeza de la mujer rubia se cayó hacia un lado, y él se dio cuenta de que estaba muy pálida. Dios, ¿la habría matado?
—¿Belinda? Vamos, despierta —la sacudió suavemente y le dio unos golpecitos en la mejilla.
Sus párpados temblaron, pero no abrió los ojos. Él la tomó en brazos y la llevó al sofá. Después la tapó con una manta.
Ella se despertó, sonriendo débilmente.
—Demonios, me haces bien —susurró.
—¿Cómo te encuentras?
Inhalando lentamente, ella se fue recuperando.
—Mareada.
Muy mareada. Esto nunca me había pasado antes —sus palabras sonaban
ligeramente desfiguradas, como si estuviera borracha. Él había tomado
demasiado.
—Lo siento —le dijo—. Ha sido culpa mía. Yo... no volverá a ocurrir.
Ella sonrió de nuevo.
—A mí me gusta, pero me gustaría que además hicieras el amor conmigo. ¿Por qué no quieres?
—Eso no es parte del trato —dijo él, suspirando—. Estarás bien. Duerme, ¿de acuerdo? Tienes que descansar.
—Lo que tú digas, cariño. Tú eres el jefe —cerró los ojos y se durmió al instante.
Nick se puso de pie y dejó diez mil dólares sobre la mesa. Dinero extra para Belinda. Antes vendía su cuerpo, pero un día, cuando él la había encontrado, había empezado a venderle su sangre y ganaba mucho más. Era su prostituta personal. Él había tomado la
determinación de no acercarse demasiado a ella, de no tocarla más de
lo necesario. Y sólo se alimentaba de ella algunas veces al año. Tenía
más mujeres como aquella por todo el país, y en Europa. Las mantenía en lujosos apartamentos y les pagaba generosamente. Ellas nunca se quejaban.
Las había encontrado en la calle, en
el arroyo. Y cuando se sacaba a alguien de aquella pobreza, nadie tenía
ninguna queja, sólo gratitud y lealtad. Uno no podía confiar en alguien que hubiera nacido rico. Al menos, ésa era su opinión.
Aquella mujer, la de su casa de Maine, había nacido rica. Podía olerlo. No confiaba en ella.
Una
vez que hubo saciado su hambre, pensó que lo más seguro era volver
allí. Mirar con más atención a aquella mortal que sabía tanto sobre él.
Tenía que empezar la tarea de conocer todos sus secretos.
*Stephanie*
Re: SOMBRAS EN LA NOCHE(Nick y Tu)
Me encanto!!!Me encanto!!!!
Enserio!
Amo la nove y ame el cap ,en el especial la ultima parte:
Tenía que empezar la tarea de conocer todos sus secretos.
Dios!Seguila pronto!
Enserio!
Amo la nove y ame el cap ,en el especial la ultima parte:
Tenía que empezar la tarea de conocer todos sus secretos.
Dios!Seguila pronto!
Sunny
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