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Pasion en la Isla (Joe y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Capitulo 6
Once días más tarde el Margarita entró en las aguas del puerto español de Cádiz. El tiempo estaba caluroso y soleado otra vez, tras una semana de chubascos. Desde la pelea, ________ sólo le dirigió la palabra a Jon cuando fue imprescindible y lo mismo hizo el capitán. En esos momentos, el único contacto entre ellos consistía en que Joe poseyera el cuerpo de ________ al menos una vez, en ocasiones dos o tres veces por día. A la muchacha cada vez, le resultaba más fácil tenderse inmóvil como una estatua de piedra debajo del hombre, mientras él le hacía lo peor. Se volvió una cuestión de honor para ________ no sentir nada... y procurar que Joe lo supiera.
A medida que la resistencia de la joven aumentaba, el ánimo del capitán empeoraba. Hasta Nick se movía cerca de él como si fuese una bomba viviente a punto de estallar. Petersham
cuidaba de mantenerse lejos del camarote cuando el capitán estaba allí y le decía a ________ con franqueza que no tenía el menor deseo de estar presente cuando ocurriera la explosión.
Ella se negaba a dejarse intimidar y admitía que su táctica, aunque peligrosa, daba resultado. La actitud de la muchacha era tan irritante para el capitán como una mosca para un caballo. De tan exasperado que estaba, no podía ocultar el hecho de que ya tenía a _______ metida bajo la piel. La noche anterior, cuando inició lo que _________ denominaba el asalto ritual, se irritó tanto que no pudo menos que revelarle cuánto le molestaba su falta de respuesta. Joe la arrojó al camastro y _______ permaneció inerte, sin resistir, como una muñeca de trapo, mientras él la desnudaba. Por fin, ahogando un juramento,
Joe se interrumpió con su manaza en la cintura de los calzones de ________ y la miró, ceñudo. _________ apretó los dientes y su única respuesta fue una mirada.
—Está bien, perra —exclamó entre dientes, con ferocidad—. Cierra los ojos y piensa en Inglaterra. ¿Acaso crees que me importa lo que sientas? :(
Tras eso, descendió sobre el cuerpo rígido y lo poseyó con brutalidad. ________ no hizo movimiento ni emitió sonido alguno que pudiese ayudar o impedir: yacía como un cadáver, con una sensación interior de triunfo, pues tal vez el hombre ganase alguna batalla, pero ella estaba ganando la guerra.
Las manos y la boca de Joe eran bruscas adrede y le dejaron hematomas que, al día siguiente, aún eran evidentes. Cuando terminó, rodó a un costado, maldiciendo. Instantes después se levantó del camastro, se vistió y salió a zancadas del camarote sin proferir palabra. Desde entonces, ________ no lo había visto y al recordarlo sonrió: lo hacía sufrir y esa convicción le iluminó el día.
El espectáculo desusado de la tierra por la ventanilla atrajo a ________ de modo irresistible y decidió poner fin al exilio auto impuesto. A fin de cuentas, la única que sufría con el confinamiento era ella. Como dijo Joe en numerosas ocasiones, por lo que a él le importaba, ________ podría quedarse en el camarote hasta el día del juicio final. Lo único que interesaba al capitán era tener disponible el cuerpo de la joven. "¡Animal!", pensó ______ con amargura, y se apresuró a apartarlo de sus pensamientos. Estaba decidida a disfrutar del día.
Se vistió de prisa, tan harta de las cuatro paredes del camarote del capitán que le dieron ganas de gritar. Teniendo en cuenta el calor, le pareció lo mejor un vestido sencillo de lino color melocotón, que se fundía con el color de su piel y daba la impresión, a primera vista, de que estaba desnuda. Un gran sombrero de paja sujeto bajo la barbilla le protegía el rostro del sol y completaba el atuendo. Abrió la puerta del camarote y salió a cubierta.
La aparición de ________ no produjo el menor tropiezo en la fluidez con que se manejaba el barco. A decir verdad, nadie le dirigió siquiera una mirada. Los marineros estaban atareados arriando las velas, para que el Margarita pudiese echar el ancla sin contratiempos. Desde la jarcia, donde los hombres se atareaban como monos vocingleros, flotaban hasta los oídos de la muchacha canciones picarescas y palabrotas joviales.
Joe no estaba en el alcázar. _______ lo buscó alrededor, pues opinaba que era preferible tener al enemigo a la vista pero, al parecer, no estaba en el buque. Sus ojos volvieron a pasearse cuando oyó la voz profunda del capitán muy arriba. Miró hacia lo alto y, cuando al fin lo divisó, casi se le detuvo el corazón antes de retomar sus latidos a doble velocidad.
Estaba en la jarcia con sus hombres, cerca de la punta del mástil principal, y trepaba más alto aún ante la mirada de _______, para soltar la cuerda que amarraba la gavia a la verga. Por fin, tras varios intentos fallidos lo logró y la lona cayó aleteando como una gran mariposa blanca. Joe lanzó un grito triunfal y empezó a bajar del mástil con las piernas apretadas en torno de la madera tersa, colocando las manos una debajo de otra. Lucía una sonrisa que ________ sintió deseos de borrar de un bofetón. ¡Era peligroso subir tan alto! ¡Podría haber dejado esa tarea a sus hombres! ________ estaba demasiado conmocionada para preguntarse por qué la perturbaba tanto la idea de que Jon se cayera: sólo sabía que así era.
—Michaelson, tú y Finch revisad esa lona en busca de desgarrones —vociferó el capitán, mientras la vela seguía cayendo sobre cubierta.[/
-¡Diablos, capitán, no somos sastres! —replicó uno de los hombres, en tono amistoso.
—¡Si yo lo digo, lo seréis! —replicó Joe, todavía riendo—. ¡Manos a la obra!
Refunfuñando, aunque de buen ánimo, los hombres obedecieron, cosa que a _______ le extrañó, teniendo en cuenta el humor del capitán los últimos días. Pero hasta el mismo Joe parecía más alegre. En los últimos tiempos, estaba tan entretenido como una sepultura.
Entonces, la letra de una de las canciones comenzó a cobrar sentido para ________: Joe había dicho que cuando el Margarita llegara a puerto habría muchas mujeres dispuestas a calentarle la cama y al parecer la tripulación coincidía con él. _______ apartó de su mente las canciones obscenas y entrecerró los ojos. ¡Si el capitán Jonas prefería dormir con prostitutas, se sentiría agradecida, pues eso la relevaría del penoso deber! Se apretó contra la pared debajo del alcázar, ansiosa por no ser vista. ¡Esa bestia arrogante interpretaría su presencia en cubierta como una señal de que se ablandaba!
—¡Eh!, capitán!
_________ se detuvo al pie del mástil, el cuello torcido para mirar a Joe, que todavía trabajaba en las alturas.
—¿Qué hay?
—Se trata de los prisioneros, capitán. ¿Quiere que me ocupe de los rescates mientras estoy en el puerto, encargando las provisiones?
—¡Si, demonios! ¡Cuanto antes nos deshagamos de esos apestosos, mejor!
Esa afirmación insensible impresionó a _______. Permaneció allí, mordiéndose el labio, sin que nadie la viese, y se dijo que debería regocijarse. Pronto quedaría libre y podría reanudar su vida a partir del momento en que fue interrumpida con tanta rudeza, ir a fiestas y bailes, conocer a jóvenes apuestos.
Se propuso regresar a Portugal. Allí nadie sabría lo sucedido... y su buen nombre estaría a salvo. Hasta podría casarse... Entonces, el Margarita y todo lo que había sucedido a bordo sólo serian un mal sueño.
—¡Nick! —vociferó Joe después de un rato de silencio. El segundo oficial ya había girado y se acercaba a la baranda: abajo, un bote esperaba para llevarlo al muelle. Al oír la llamada de Joe se volvió.
—¿Sí, capitán?
—Eh... arregla sólo los rescates de la vieja y del matrimonio. Tengo pensado quedarme con la muchacha por un tiempo.
Lo dijo en tono indiferente, aunque tuvo que repetirlo gritando para que Nick lo oyese bien.
—¿Está seguro, capitán? —preguntó Nick, preocupado, cuando entendió con claridad.
—Maldición, no discutas cada vez que doy una orden. Limítate a obedecer.
—Pero, capitán...
—Considérala mi parte del botín. ¿Esto facilitará que tu alma puritana lo acepte?
Joe parecía muy irritado y Nick se aclaró la voz, nervioso, recordando el temperamento del capitán en los últimos días.
—Sí, señor —dijo Nick con tono vivaz, meneando la cabeza mientras se alejaba.
Por un instante fugaz, ________ tuvo conciencia de una punzada de deleite: Joe quería conservarla...! Ella se encargaría de tenerlo a rienda corta. Sí quería tenerla con él hasta que se cansara y luego la haría a un lado como un pantalón gastado, cuando encontrara a otra que la reemplazara. ¡Ni siquiera tendría exclusividad mientras estaba con él, si había entendido bien lo que planeaba para la noche! ¿Acaso era eso lo que _______, la hija de un conde, quería de la vida? ¿Ser el recipiente transitorio de la lujuria de un pirata? ¡Nunca! ¡Prefería tirarse por la borda antes que someterse a una vida tan degradante! Su orgullo se rebelaba ante semejante cuadro. "¡No lo aceptaré, no!", se dijo. "¡Me escaparé!"
_______ miró hacia donde la rompiente golpeaba la línea curva de la playa, a unos cientos de metros. Siempre fue una buena nadadora, cosa insólita en una mujer, pero insistió en aprender y, como siempre, se salió con la suya. Por una vez, su voluntarismo la pondría en buen camino. Estaba segura de que podría nadar hasta la costa. Si bien era cierto que nunca había nadado una distancia tan larga, tampoco había tenido nunca tan buenos motivos. Estaba convencida de que lo lograría. ¡La sola idea de contrariar al capitán Joseph Jonas le daría las fuerzas necesarias!
Con los ojos chispeantes de triunfo, _______ se deslizó en el camarote. Joe no tenía que saber que ella había oído lo que le dijera a Nick. Tenía que pensar que ella aún creía que sería liberada cuando tocaran puerto. Esa noche bajaría a la costa despreocupado, ignorante de que la prisionera sabía nadar... ________ sonrió.
¡Pronto descubriría que ella no era tan fácil de domesticar!
Una hora después de que oscureciera, Joe regresó al camarote. _______, con un casto atuendo de bata azul sobre un camisón a juego, ya estaba acurrucada en el camastro, con un libro en las manos. Dirigió una mirada altanera al hombre que entraba, pero no dijo nada. Tampoco él. ________ mantuvo la vista en el libro, mientras por dentro se regocijaba. Joe bajaría al muelle! En lugar de desnudarla y atacarla como solía hacer en cuanto entraba, estaba aprestando con cuidado los elementos de afeitarse.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Chicas me falta parte del capi es que me mandan a dormir
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
si subes la parte que falta del cap!!
& 1 o 2 caps mas por tus buenas lectoras :risa:
siguela!
& 1 o 2 caps mas por tus buenas lectoras :risa:
siguela!
☎ Jimena Horan ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Siguelaaa! :D
les peedire un favor! pasense por mis noves! :D
claro si quieren :risa:
Lecciones Privadas (Nick & Tu)
https://onlywn.activoforo.com/t11001-lecciones-privadas-nick-tu
La amante del Griego
https://onlywn.activoforo.com/t11004-la-amante-del-griego-joe-tu
Boda Griega
https://onlywn.activoforo.com/t11005-boda-griega-kevin-tu
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Lecciones Privadas (Nick & Tu)
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☎ Jimena Horan ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
soy latosa lose pero es que quiero cap!! :P
pronto Y MUCHOS!
:risa:
pronto Y MUCHOS!
:risa:
☎ Jimena Horan ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Capitulo 6 (Parte 2)
Con malicioso placer, la muchacha lo observó librarse el rostro de los rastrojos de barba. Poco después, se limpió los restos de jabón y se puso un pantalón de buen paño gris que no avergonzaría a un dandy de la Corte. Después se puso una camisa de lino blanco limpia y sana con un pequeño frunce en el frente y en los puños.
A continuación se miró en el espejo del guardarropa y se anudó con cuidado una corbata de seda blanca en el cuello. Por último, se puso una levita de terciopelo negro. ________ admitió que tenía todo el aspecto de un caballero y, por cierto, era muy apuesto. Si lo hubiese conocido con ese atuendo, en una fiesta o en un baile, sin duda habría ejercido sus encantos para atraerlo. Pero, como repetía Martha con frecuencia, "el apuesto es lo que hace". De acuerdo con eso, Joe tendría el aspecto del príncipe sapo!
—¿Sales? —preguntó al fin ________, en tono helado. Si no le demostrara la menor curiosidad, despertaría sospechas.
—¡Me honra! —resopló Joe, volviéndose a mirarla con exagerada admiración—. ¡Su señoría se digna hablarme, al fin! Bien, para tu información, voy a visitar a una vieja amiga —dijo, poniendo el énfasis en el femenino—. Esta noche estoy encaprichado con un postre más vivaz de lo que tú eres últimamente. Tendrías que estar agradecida, pues hoy tu descanso será tan apacible como el de una virgen.
—Estoy agradecida —le aseguró _______, apartando con firmeza cualquier rastro de celos— Me gustaría que te decidieras a cambiarme de una vez. Y no te preocupes por herir mi sensibilidad. Creo que sobreviviré al golpe.
Se justificaba que ________ estuviese orgullosa del tono indiferente con que se expresó. Si Joe tuviese la menor sospecha de lo que planeaba, eso ayudaría a engañarlo.
—Estoy pensándolo seriamente —respondió Joe, con frialdad.
________ tuvo que contener una exclamación de "¡mentiroso!". Sabía que no era cierto. ¡Ese pérfido pensaba tenerla a ella como plato principal, mientras tomaba a cualquier otra mujer que se le ocurriese al mismo tiempo! "No será por mucho tiempo", se prometió la muchacha, a punto de sonreír. Por fortuna, se contuvo a tiempo.
Joe giró otra vez hacia el espejo para alisar el cabello rebelde con el cepillo con mango de oro de ________, que en la enorme manaza parecía ridículamente pequeño. ________ lo contempló, con el triunfo brillando en los ojos: a ese sujeto arrogante no le pasó siquiera por la imaginación la idea de que ella pudiese escapar. Se apresuró a bajar los ojos, temerosa de que Joe leyese en ellos el entusiasmo creciente que la animaba.
Mientras él terminaba de acicalarse, _______ mantuvo un silencio pétreo, negándose a mirarlo o a responderle cuando él le deseó las buenas noches, en tono burlón.
_______ necesitó de todas sus fuerzas para quedarse donde estaba cuando Joe cerró la puerta tras de sí. Tenía que darle tiempo de abandonar el barco... Tal vez esa fuese la única oportunidad y tenía que aprovecharla al máximo.
Por fin, el chapoteo de los remos le indicó que Joe estaba en camino. Saltó de la cama y corrió hacia la ventana: así era, él estaba alejándose. La muchacha vio la luz que se balanceaba sobre el agua mientras Joe remaba hacia la costa.
Soltó la cortina y corrió hacia los baúles de Joe. "Cálmate", se dijo, al ver que casi tropezaba con la pata de una silla. "Hay mucho tiempo." Si le había dicho la verdad sobre su punto de destino, lo más probable era que estuviese ausente toda la noche. Los dedos de la joven volaron buscando en el baúl un equipo adecuado para nadar.
Instantes después, se irguió con su presa en la mano: un pantalón y una camisa que tendrían que servir a su propósito. Por cierto, serian más apropiados para nadar que su propio vestido largo. La tela del vestido pronto quedaría empapada y el peso la arrastraría hacia abajo.
Además, la ropa de Joe le sería útil cuando hubiese llegado a la costa. Fingiría ser un muchacho hasta asegurarse de que estaba en buenas manos. Algo que este viaje le había enseñado en carne propia era que una dama joven se enfrentaba a cada paso con el peligro.
Se vistió de prisa, agradeciendo a Dios la holgura de la ropa, que no dejaba adivinar en absoluto la forma de su cuerpo. Salvo el cabello, podría pasar con facilidad por un chico harapiento.
Tendría que hacer algo con el pelo. Con rapidez lo peinó en dos largas trenzas que sujetó en la coronilla. "Con una de las gorras de Joe calzada en la cabeza, pasaré por un rapaz", pensó, mirándose en el espejo con severidad. De todos modos, estaba oscuro y se mantendría lo más lejos posible de la luz.
Tomó los zapatos más bajos del guardarropa y ató juntos los cordones para llevarlos colgados del cuello. No podría nadar con zapatos puestos pero, por otro lado, no podría caminar descalza, pues la pequeñez de sus pies la delataría de inmediato.
Por último, retiró las sábanas de la cama, las ató a lo largo y tiró del nudo con todas sus fuerzas para probarlo. Como sin duda Joe habría dejado a algunos hombres de guardia, tendría que salir por la ventana v bajar por las sábanas para no hacer ruido al zambullirse. Si tenía mucho cuidado y un poco de buena suerte, no la echarían de menos hasta la mañana siguiente, cuando regresara Joe; para entonces, ella estaría a salvo, en manos de las autoridades. Cuando les contara la historia, lo arrestarían y lo colgarían... Bueno, tal vez no contara toda la historia hasta que el Margarita zarpara, pues no quería tener ningún muerto sobre su conciencia. Apagó la vela.
Era más fácil hablar de salir por la ventana que hacerlo, y aunque ________ era menuda, la ventana era más pequeña aún. Resopló v jadeó hasta que, al fin, cuando empezaba a pensar que había quedado atrapada para siempre, salló como la última aceituna del frasco. Por fortuna, había salido con los pies primero y se mantuvo aferrada a la cuerda; de lo contrario, habría caído de cabeza al agua con gran ruido de salpicaduras que alertarían a todos los barcos que había en el puerto. En cambio, salvo unas pocas maldiciones no muy femeninas, ________ se las ingenió para bajar por el costado del Margarita en relativo silencio. Contuvo un poco el aliento cuando los dedos de los pies tocaron las olas, pues el agua estaba más fría de lo que esperaba. "Bueno, nadie te prometió que la huida sería una diversión", se dijo, apretando los dientes a medida que su cuerpo se introducía en el agua helada. "Un poco de frío nunca mató a nadie... todavía", agregó su cerebro, traicionero. _______ descartó la idea en silencio.
"De cualquier modo, nadar hasta la costa me calentará", reflexionó, chapoteando un poco para orientarse. ¡Si, por accidente, nadaba hacia mar abierto, sería terrible! El agua estaba oscura pues aún no había salido la luna, pero por fortuna la costa estaba más oscura todavía y se veía como una línea de tinta negra salpicada de alfileres de luz. Aspiró una buena bocanada de aire y comentó a nadar hacia esas lucecitas, usando el casco del Margarita para darse impulso. Nadó con firmeza, un brazo tras otro, como le enseñaron. El único problema fue el sombrero, que se alejó flotando en cuanto la cabeza de ________ tocó el agua y cada vez que se lo volvía a encasquetar sucedía lo mismo. Por fin se lo quitó, conteniendo las ganas de arrojar ese molesto objeto tan lejos como pudiese. Lo sujetó entre los dientes como un perro con un hueso, pues al llegar a la costa lo necesitaría. Tenía un sabor asqueroso, como si lo hubiesen mojado con ron. ¡Y quizá, considerando las inclinaciones de Joe, eso había sucedido!
A ________ le pareció que había nadado horas y que la costa seguía tan lejos como siempre. Miró atrás, al Margarita, para cerciorarse de que iba en la dirección correcta: sí, el barco estaba a su espalda, empezaba a felicitarse por su sentido de la orientación cuando quedó espantada por lo que veía. En la prisa por regresar al Margarita, casi se hundió. ¡Ahí, en el costado del barco, estaba la cuerda hecha con sábanas, colgando como una reveladora serpiente blanca! "¡Maldito sea!", murmuró, usando sin advertirlo uno de los juramentos preferidos de Joe. Si ella podía ver la cuerda con toda claridad desde donde estaba, a medio camino de la costa, debía de ser apenas un poco menos visible desde la ciudad. ¡Tendría que haberla quitado! "Demasiado tarde", se dijo, mientras se alejaba de la costa con renovado vigor. Ahora estaba segura de que notarían su ausencia la primera vez que cualquier miembro de la tripulación mirase hacia el buque.
Bueno, no había más remedio que nadar con la mayor fuerza posible v rogar que los marineros estuviesen tan embebidos en la diversión que no se les ocurriese mirar hacia el barco. _______ se impulsó sin descanso, nadando hasta sentir que los brazos se le saldrían de las articulaciones. El aliento le ardía en la garganta y los dientes le castañeteaban de frío, pero seguía. Cuando ya desesperaba de lograrlo, su pie chocó contra algo sólido. Con un grito mudo de triunfo, supo que lo había conseguido. Dejó de nadar y se detuvo. El fondo barroso le pareció la más fina de las alfombras bajo los pies. Sonriendo, feliz, se rodeó con los brazos el cuerpo también tembloroso y helado, y fue vadeando hacia la orilla.
El olor la alcanzó antes de que tocara tierra seca. Era dulzón y pútrido, una mezcla de partes iguales de pescado podrido, basura y desperdicios humanos, que le provocó náuseas. Nunca en la vida había olido algo así.
Mientras chapaleaba por la arena mojada debajo de un tambaleante muelle de madera, se le hizo evidente que había ido a parar a la zona más dudosa de la ciudad. Se puso los zapatos y se encasquetó la gorra de Joe. Elinstinto le indicó que no debía demorarse.
A paso vivo se encaminó hacia lo que suponía el centro de la ciudad. Junto a ella paseaban hombres y mujeres de aspecto siniestro. _______ se aisló todo lo que pudo del ambiente que la rodeaba, aliviada de que las personas que pasaban estuviesen concentradas en sus propios y dudosos asuntos para echarle algo más que una mirada indiferente. Sin duda le convenía encontrar a las autoridades lo más rápido posible, pues vagar sin rumbo por esa ciudad dejada de la mano de Dios era correr el riesgo de que la asesinaran.
El callejón por el que caminaba se convirtió en una calle más ancha, iluminada a ambos lados por antorchas encendidas. Los borrachos reían estrepitosamente y se tambaleaban de un establecimiento a otro, llevando de la cintura a mujeres desaliñadas. _______ comenzó a retroceder por donde había llegado y luego se detuvo: si quería llegar a estar a salvo, necesitaba orientación, y vestida como estaba no tendría dificultad en preguntar.
Hasta donde era capaz de discernir, todos los establecimientos abiertos eran salones de uno u otro tipo. Una construcción de adobe un poco más tranquila que las otras tenía un cartel en el frente que proclamaba "Red Dog", en inglés. Le pareció la elección lógica, pues ella no sabía casi una palabra de español. Sin embargo, cierto instinto latente de auto conservación la hizo dudar.
Tenía que hacer algo. No podía seguir vagando por las calles, de noche, en la esperanza de que apareciera algún policía. En primer lugar, era peligroso. en segundo lugar, Joe la buscaría en cuanto descubriese que había desaparecido. Entretanto, tendría que estar en un lugar seguro. De todos modos, ¿qué peligro podía correr vestida de muchacho, incluso en un salón? Se miró: no se veía un atisbo de su verdadero sexo. Lo único que tenía que recordar era bajar la voz, así nadie sospecharía que era una mujer.
Con malicioso placer, la muchacha lo observó librarse el rostro de los rastrojos de barba. Poco después, se limpió los restos de jabón y se puso un pantalón de buen paño gris que no avergonzaría a un dandy de la Corte. Después se puso una camisa de lino blanco limpia y sana con un pequeño frunce en el frente y en los puños.
A continuación se miró en el espejo del guardarropa y se anudó con cuidado una corbata de seda blanca en el cuello. Por último, se puso una levita de terciopelo negro. ________ admitió que tenía todo el aspecto de un caballero y, por cierto, era muy apuesto. Si lo hubiese conocido con ese atuendo, en una fiesta o en un baile, sin duda habría ejercido sus encantos para atraerlo. Pero, como repetía Martha con frecuencia, "el apuesto es lo que hace". De acuerdo con eso, Joe tendría el aspecto del príncipe sapo!
—¿Sales? —preguntó al fin ________, en tono helado. Si no le demostrara la menor curiosidad, despertaría sospechas.
—¡Me honra! —resopló Joe, volviéndose a mirarla con exagerada admiración—. ¡Su señoría se digna hablarme, al fin! Bien, para tu información, voy a visitar a una vieja amiga —dijo, poniendo el énfasis en el femenino—. Esta noche estoy encaprichado con un postre más vivaz de lo que tú eres últimamente. Tendrías que estar agradecida, pues hoy tu descanso será tan apacible como el de una virgen.
—Estoy agradecida —le aseguró _______, apartando con firmeza cualquier rastro de celos— Me gustaría que te decidieras a cambiarme de una vez. Y no te preocupes por herir mi sensibilidad. Creo que sobreviviré al golpe.
Se justificaba que ________ estuviese orgullosa del tono indiferente con que se expresó. Si Joe tuviese la menor sospecha de lo que planeaba, eso ayudaría a engañarlo.
—Estoy pensándolo seriamente —respondió Joe, con frialdad.
________ tuvo que contener una exclamación de "¡mentiroso!". Sabía que no era cierto. ¡Ese pérfido pensaba tenerla a ella como plato principal, mientras tomaba a cualquier otra mujer que se le ocurriese al mismo tiempo! "No será por mucho tiempo", se prometió la muchacha, a punto de sonreír. Por fortuna, se contuvo a tiempo.
Joe giró otra vez hacia el espejo para alisar el cabello rebelde con el cepillo con mango de oro de ________, que en la enorme manaza parecía ridículamente pequeño. ________ lo contempló, con el triunfo brillando en los ojos: a ese sujeto arrogante no le pasó siquiera por la imaginación la idea de que ella pudiese escapar. Se apresuró a bajar los ojos, temerosa de que Joe leyese en ellos el entusiasmo creciente que la animaba.
Mientras él terminaba de acicalarse, _______ mantuvo un silencio pétreo, negándose a mirarlo o a responderle cuando él le deseó las buenas noches, en tono burlón.
_______ necesitó de todas sus fuerzas para quedarse donde estaba cuando Joe cerró la puerta tras de sí. Tenía que darle tiempo de abandonar el barco... Tal vez esa fuese la única oportunidad y tenía que aprovecharla al máximo.
Por fin, el chapoteo de los remos le indicó que Joe estaba en camino. Saltó de la cama y corrió hacia la ventana: así era, él estaba alejándose. La muchacha vio la luz que se balanceaba sobre el agua mientras Joe remaba hacia la costa.
Soltó la cortina y corrió hacia los baúles de Joe. "Cálmate", se dijo, al ver que casi tropezaba con la pata de una silla. "Hay mucho tiempo." Si le había dicho la verdad sobre su punto de destino, lo más probable era que estuviese ausente toda la noche. Los dedos de la joven volaron buscando en el baúl un equipo adecuado para nadar.
Instantes después, se irguió con su presa en la mano: un pantalón y una camisa que tendrían que servir a su propósito. Por cierto, serian más apropiados para nadar que su propio vestido largo. La tela del vestido pronto quedaría empapada y el peso la arrastraría hacia abajo.
Además, la ropa de Joe le sería útil cuando hubiese llegado a la costa. Fingiría ser un muchacho hasta asegurarse de que estaba en buenas manos. Algo que este viaje le había enseñado en carne propia era que una dama joven se enfrentaba a cada paso con el peligro.
Se vistió de prisa, agradeciendo a Dios la holgura de la ropa, que no dejaba adivinar en absoluto la forma de su cuerpo. Salvo el cabello, podría pasar con facilidad por un chico harapiento.
Tendría que hacer algo con el pelo. Con rapidez lo peinó en dos largas trenzas que sujetó en la coronilla. "Con una de las gorras de Joe calzada en la cabeza, pasaré por un rapaz", pensó, mirándose en el espejo con severidad. De todos modos, estaba oscuro y se mantendría lo más lejos posible de la luz.
Tomó los zapatos más bajos del guardarropa y ató juntos los cordones para llevarlos colgados del cuello. No podría nadar con zapatos puestos pero, por otro lado, no podría caminar descalza, pues la pequeñez de sus pies la delataría de inmediato.
Por último, retiró las sábanas de la cama, las ató a lo largo y tiró del nudo con todas sus fuerzas para probarlo. Como sin duda Joe habría dejado a algunos hombres de guardia, tendría que salir por la ventana v bajar por las sábanas para no hacer ruido al zambullirse. Si tenía mucho cuidado y un poco de buena suerte, no la echarían de menos hasta la mañana siguiente, cuando regresara Joe; para entonces, ella estaría a salvo, en manos de las autoridades. Cuando les contara la historia, lo arrestarían y lo colgarían... Bueno, tal vez no contara toda la historia hasta que el Margarita zarpara, pues no quería tener ningún muerto sobre su conciencia. Apagó la vela.
Era más fácil hablar de salir por la ventana que hacerlo, y aunque ________ era menuda, la ventana era más pequeña aún. Resopló v jadeó hasta que, al fin, cuando empezaba a pensar que había quedado atrapada para siempre, salló como la última aceituna del frasco. Por fortuna, había salido con los pies primero y se mantuvo aferrada a la cuerda; de lo contrario, habría caído de cabeza al agua con gran ruido de salpicaduras que alertarían a todos los barcos que había en el puerto. En cambio, salvo unas pocas maldiciones no muy femeninas, ________ se las ingenió para bajar por el costado del Margarita en relativo silencio. Contuvo un poco el aliento cuando los dedos de los pies tocaron las olas, pues el agua estaba más fría de lo que esperaba. "Bueno, nadie te prometió que la huida sería una diversión", se dijo, apretando los dientes a medida que su cuerpo se introducía en el agua helada. "Un poco de frío nunca mató a nadie... todavía", agregó su cerebro, traicionero. _______ descartó la idea en silencio.
"De cualquier modo, nadar hasta la costa me calentará", reflexionó, chapoteando un poco para orientarse. ¡Si, por accidente, nadaba hacia mar abierto, sería terrible! El agua estaba oscura pues aún no había salido la luna, pero por fortuna la costa estaba más oscura todavía y se veía como una línea de tinta negra salpicada de alfileres de luz. Aspiró una buena bocanada de aire y comentó a nadar hacia esas lucecitas, usando el casco del Margarita para darse impulso. Nadó con firmeza, un brazo tras otro, como le enseñaron. El único problema fue el sombrero, que se alejó flotando en cuanto la cabeza de ________ tocó el agua y cada vez que se lo volvía a encasquetar sucedía lo mismo. Por fin se lo quitó, conteniendo las ganas de arrojar ese molesto objeto tan lejos como pudiese. Lo sujetó entre los dientes como un perro con un hueso, pues al llegar a la costa lo necesitaría. Tenía un sabor asqueroso, como si lo hubiesen mojado con ron. ¡Y quizá, considerando las inclinaciones de Joe, eso había sucedido!
A ________ le pareció que había nadado horas y que la costa seguía tan lejos como siempre. Miró atrás, al Margarita, para cerciorarse de que iba en la dirección correcta: sí, el barco estaba a su espalda, empezaba a felicitarse por su sentido de la orientación cuando quedó espantada por lo que veía. En la prisa por regresar al Margarita, casi se hundió. ¡Ahí, en el costado del barco, estaba la cuerda hecha con sábanas, colgando como una reveladora serpiente blanca! "¡Maldito sea!", murmuró, usando sin advertirlo uno de los juramentos preferidos de Joe. Si ella podía ver la cuerda con toda claridad desde donde estaba, a medio camino de la costa, debía de ser apenas un poco menos visible desde la ciudad. ¡Tendría que haberla quitado! "Demasiado tarde", se dijo, mientras se alejaba de la costa con renovado vigor. Ahora estaba segura de que notarían su ausencia la primera vez que cualquier miembro de la tripulación mirase hacia el buque.
Bueno, no había más remedio que nadar con la mayor fuerza posible v rogar que los marineros estuviesen tan embebidos en la diversión que no se les ocurriese mirar hacia el barco. _______ se impulsó sin descanso, nadando hasta sentir que los brazos se le saldrían de las articulaciones. El aliento le ardía en la garganta y los dientes le castañeteaban de frío, pero seguía. Cuando ya desesperaba de lograrlo, su pie chocó contra algo sólido. Con un grito mudo de triunfo, supo que lo había conseguido. Dejó de nadar y se detuvo. El fondo barroso le pareció la más fina de las alfombras bajo los pies. Sonriendo, feliz, se rodeó con los brazos el cuerpo también tembloroso y helado, y fue vadeando hacia la orilla.
El olor la alcanzó antes de que tocara tierra seca. Era dulzón y pútrido, una mezcla de partes iguales de pescado podrido, basura y desperdicios humanos, que le provocó náuseas. Nunca en la vida había olido algo así.
Mientras chapaleaba por la arena mojada debajo de un tambaleante muelle de madera, se le hizo evidente que había ido a parar a la zona más dudosa de la ciudad. Se puso los zapatos y se encasquetó la gorra de Joe. Elinstinto le indicó que no debía demorarse.
A paso vivo se encaminó hacia lo que suponía el centro de la ciudad. Junto a ella paseaban hombres y mujeres de aspecto siniestro. _______ se aisló todo lo que pudo del ambiente que la rodeaba, aliviada de que las personas que pasaban estuviesen concentradas en sus propios y dudosos asuntos para echarle algo más que una mirada indiferente. Sin duda le convenía encontrar a las autoridades lo más rápido posible, pues vagar sin rumbo por esa ciudad dejada de la mano de Dios era correr el riesgo de que la asesinaran.
El callejón por el que caminaba se convirtió en una calle más ancha, iluminada a ambos lados por antorchas encendidas. Los borrachos reían estrepitosamente y se tambaleaban de un establecimiento a otro, llevando de la cintura a mujeres desaliñadas. _______ comenzó a retroceder por donde había llegado y luego se detuvo: si quería llegar a estar a salvo, necesitaba orientación, y vestida como estaba no tendría dificultad en preguntar.
Hasta donde era capaz de discernir, todos los establecimientos abiertos eran salones de uno u otro tipo. Una construcción de adobe un poco más tranquila que las otras tenía un cartel en el frente que proclamaba "Red Dog", en inglés. Le pareció la elección lógica, pues ella no sabía casi una palabra de español. Sin embargo, cierto instinto latente de auto conservación la hizo dudar.
Tenía que hacer algo. No podía seguir vagando por las calles, de noche, en la esperanza de que apareciera algún policía. En primer lugar, era peligroso. en segundo lugar, Joe la buscaría en cuanto descubriese que había desaparecido. Entretanto, tendría que estar en un lugar seguro. De todos modos, ¿qué peligro podía correr vestida de muchacho, incluso en un salón? Se miró: no se veía un atisbo de su verdadero sexo. Lo único que tenía que recordar era bajar la voz, así nadie sospecharía que era una mujer.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Aspiró una gran bocanada de aire, se bajó sobre la frente la gorra de Joe, todavía húmeda, y entró con audacia por la puerta de vaivén. ¡Los corazones débiles nunca lograban nada!
Pero comenzó a moverse con mucha más cautela cuando estuvo dentro. Los hombres que bebían sentados ante las mesas redondas eran ordinarios, sucios, con más apariencia de piratas que la misma tripulación del Margarita. Por cierto, las voces roncas y el lenguaje obsceno indicaba que no eran caballeros. Y las mujeres que les servían cerveza y whisky y que de vez en cuando se dejaban dar un pellizco o un abrazo, ¡sin duda no eran damas! "Sería más preciso llamarlas rameras", pensó ________, despectiva, conteniendo apenas el rubor al ver que un inminente seductor tironeaba del corpiño de una mujer de atavío chillón y le dejaba los abundantes pechos al descubierto. La mujer lanzó unas risitas y apoyó con audacia esos montes temblorosos sobre la cara del tenorio, mientras los otros hombres la animaban con gritos lujuriosos.
"¡Animales!", pensó ________, estremeciéndose al tiempo que se dirigía a la barra. Al parecer, todos los hombres eran bestias sucias y desagradables: era algo innato. Empezaba a pensar que jamás se casaría, ni siquiera cuando volviese a su hogar. Tenía la sospecha de que hasta el individuo de apariencia más caballeresca tendría en común al menos una parte de esa brutalidad innata.
________ se detuvo junto al bar y volvió a bajarse la gorra sobre los ojos, cuidando en lo posible de no llamar la atención. Necesitaba tiempo para orientarse antes de preguntar nada a
nadie. Le pareció que más conveniente sería preguntarle al que atendía la barra. Era un sujeto alto, corpulento, de cabello rojo que comenzaba a encanecer y un delantal de carnicero generosamente salpicado de manchas. Aunque no parecía me- nos rufianesco que cualquiera de los presentes en el salón, tenía una ventaja: estaba completamente sobrio.
—¿Señor?
"¿Cómo se dirige una a un tabernero? ¡Oh, Dios!", se lamentó, "¡tendría que haber pensado en eso!". No puedo imaginarme a ninguno de estos pillos empleando un trato cortés. No debía preocuparse, pues su "¿señor?" no había producido la menor respuesta.
—¡Eh, usted! —intentó otra vez, con voz gruñona. Esta vez obtuvo resultados. El cantinero se dio la vuelta con lentitud, como si no diese crédito a sus oídos.
—¿A mí me hablas, muchacho? —vociferó, en tono hostil. ________ parpadeó, asustada, hasta que se recuperó.
—Si.
Intentó conferir a su voz la seguridad propia de un mucha-chito, cuando el hombre se acercó hacia ella. A medida que se aproximaba, tragó saliva: no esperaba algo tan imponente. De cerca, el sujeto tenía la misma apariencia de un mono rojo lampiño.
A su vez, el cantinero la inspeccionaba y demoraba la mira- da en la piel blanca y suave y en los enormes ojos azules bajo la gorra demasiado grande.
—¡Caramba, tenemos un lindo muchachito aquí! —exclamó, para el salón en general.
Los hombres dejaron de beber para observar a ________, que palideció bajo el escrutinio de tantos ojos hostiles.
—¡Álzalo para que podamos verlo! —gritó un hombre que estaba en el extremo opuesto del bar.
—¡Eh, Mac, no sabía que te gustaban los muchachos! El compañero dio un codazo en las costillas al que había hablado primero y ensayó una amplia sonrisa:
—¿Qué pasa, acaso Bella te apartó de las mujeres? Una mujer pelirroja muy bien dotada, que sin duda era la maligna Bella, se dio la vuelta y dio al segundo hombre un pellizco juguetón en la mejilla.
—Yo te volveré hacia las mujeres, cariño. ¡Basta con que digas una palabra! —rió.
En el transcurso de esta escena, _______ comprendió que había cometido un error grave al entrar en ese preciso salón. Lo mejor que podría hacer era irse tan sigilosamente como había entrado. Llegó hasta la puerta sin inconvenientes y esperaba salir mientras la atención de todos se concentraba en Mac y sus compañeros; por desgracia el tabernero la vio escabullirse y la detuvo apoyando una mano carnosa en su hombro, en el mismo instante en que ya creía estar a salvo.
—¡No tan rápido, muchacho! —refunfuñó el hombre—. ¡No me has dicho qué era lo que querías!
________ lo miró con cierta desesperación.
—Yo... eh... quería saber si habría algún sitio donde pudiera encontrar una cama para pasar la noche.
Se enorgulleció de su inventiva: era evidente que al hablar de su verdadero objetivo no encontraría eco entre esos malhechores, pues a juzgar por su pinta, todos estaban fuera de la ley.
—¿Necesitas un lugar para dormir? —preguntó el gigante, pensativo—. Bueno, sospecho que Bella querrá compartir la cama. ¡Siempre le gustaron los tipos con cara de críos!
Semejante afirmación trajo como resultado gritos y maullidos. Una mujer de pelo oscuro, una nativa a juzgar por su aspecto, w acercó contoneándose a _______ para verla más de cerca.
—¡No, es demasiado pequeño! —sentenció, tras una cuidadosa inspección—. ¡Échalo!
Los hombres estallaron en carcajadas. ______, con las orejas en llamas por las bromas groseras, trató de librarse de la mano del
cantinero mientras María captaba la atención general, pero fue inútil: la mano del hombre estaba como pegada con cola a su hombro.
—Vamos, muchacho, no hay motivos para darse prisa. ¡Tú siéntate aquí y podrás ver la diversión!
Así diciendo, el hombrón aferró la camisa de Joe del cuello y alzó a _______ para sentarla sobre el mostrador del bar. Para su gran horror, la joven oyó que la tela cedía con un fuerte desgarrón. ¡Oh, no! Quizá no fuese tan malo, tal vez no se viera nada...
—Lo lamento por la camisa, muchacho —dijo el tabernero, mirándola, y al hacerlo sus ojos se agrandaron—. ¡Diablos, miren esto por favor!
La voz resonante atrajo la atención de todos los presentes en el salón y ________ siguió la dirección de los ojos. "¡Por Dios!", pensó, aterrada, "¡estoy perdida!" ¡El pecho de la joven estaba expuesto en toda su gloria, rosado y blanco! Se apresuró a cubrirse con la tela, pero al lanzar una mirada alrededor comprendió que ya era demasiado tarde para remediar nada. Todos los hombres presentes en el salón la miraban con avidez. :affraid:
—¡Maldición! —gritó una voz desde el fondo del salón—. Es una chica!
—¡Es una chica! ¡Una chica!
Todos los borrachos del salón se sumaron al coro.
—¡Big Jim, muéstranos otra vez esas te/tas! —lo instó uno y el coro hizo eco—: ¡Muéstranos esas te/tas! ¡Muéstranos esas te/tas!
El tabernero, al que llamaron Big Jim, atrapó a _______ por la cintura con un brazo enorme. Con la mano libre, le arrebató la gorra y las trenzas, que se habían soltado cuando nadó hasta la costa, cayeron. Los dedos carnosos se entrelazaron en el cabello húmedo separando los mechones de modo que cubrieron los hombros de la muchacha y se rizaron en torno de la cintura. _______, asustada como nunca en su vida, hizo desesperados intentos por liberarse, pero el brazo de hierro del hombrón la sujetó sin piedad y los dedos se le clavaron en la cintura.
—¡Hombre, muéstranos esas te/tas! —lo urgió uno desde el extremo opuesto del salón.
Big Jim atrapó las manos de _______ y las sujetó a los costados. La camisa, sin nada que la sostuviera, cayó como un pájaro muerto. ________ sintió que todo su cuerpo enrojecía de pudor bajo las miradas de todos los varones presentes en el salón posadas sobre su
pecho desnudo. ¡Oh, Dios!, ¿qué le pasaría? ¿Acaso la violarían todos ellos? De súbito, _______ lamentó de todo corazón no estar otra vez segura en el Margarita. ¿Segura? ¡Sí!
Aunque Joe reclamara su cuerpo, en realidad nunca le había hecho daño. ¡Por cierto, era preferible que la usara él y no que la forzara toda una banda!
—¡Eh, Jim, pásala aquí! ¡Hacía años que no veía a una beldad así!
—¡No, dámela a mí! ¡Me bastará con unos segundos para tenderla sobre ese lindo trascrito y que me entregue todo lo que tiene!
Las bromas continuaron, tornándose cada vez más lascivas. Al parecer, nadie dudaba del destino de ________. La única duda era quién sería el primero.
—¡Yo la vi primero!
—¡Ni hablar! ¡Yo la vi primero!
—¡Eres un maldito mentiroso! ¡Fui yo! Green, ¿recuerdas que te dije que miraras a ese chico?
_______ empezó a marearse: ¡no era posible que eso estuviera sucediendo. ¡Esos animales la destrozarían! Tenía que hacer algo para salvarse. Pelear con un hombre del tamaño de Big Jim era como ganar una mandíbula rota y no parecía tener el menor escrúpulo en golpear a una mujer. Tal vez pudiese engañarlo...
Pero comenzó a moverse con mucha más cautela cuando estuvo dentro. Los hombres que bebían sentados ante las mesas redondas eran ordinarios, sucios, con más apariencia de piratas que la misma tripulación del Margarita. Por cierto, las voces roncas y el lenguaje obsceno indicaba que no eran caballeros. Y las mujeres que les servían cerveza y whisky y que de vez en cuando se dejaban dar un pellizco o un abrazo, ¡sin duda no eran damas! "Sería más preciso llamarlas rameras", pensó ________, despectiva, conteniendo apenas el rubor al ver que un inminente seductor tironeaba del corpiño de una mujer de atavío chillón y le dejaba los abundantes pechos al descubierto. La mujer lanzó unas risitas y apoyó con audacia esos montes temblorosos sobre la cara del tenorio, mientras los otros hombres la animaban con gritos lujuriosos.
"¡Animales!", pensó ________, estremeciéndose al tiempo que se dirigía a la barra. Al parecer, todos los hombres eran bestias sucias y desagradables: era algo innato. Empezaba a pensar que jamás se casaría, ni siquiera cuando volviese a su hogar. Tenía la sospecha de que hasta el individuo de apariencia más caballeresca tendría en común al menos una parte de esa brutalidad innata.
________ se detuvo junto al bar y volvió a bajarse la gorra sobre los ojos, cuidando en lo posible de no llamar la atención. Necesitaba tiempo para orientarse antes de preguntar nada a
nadie. Le pareció que más conveniente sería preguntarle al que atendía la barra. Era un sujeto alto, corpulento, de cabello rojo que comenzaba a encanecer y un delantal de carnicero generosamente salpicado de manchas. Aunque no parecía me- nos rufianesco que cualquiera de los presentes en el salón, tenía una ventaja: estaba completamente sobrio.
—¿Señor?
"¿Cómo se dirige una a un tabernero? ¡Oh, Dios!", se lamentó, "¡tendría que haber pensado en eso!". No puedo imaginarme a ninguno de estos pillos empleando un trato cortés. No debía preocuparse, pues su "¿señor?" no había producido la menor respuesta.
—¡Eh, usted! —intentó otra vez, con voz gruñona. Esta vez obtuvo resultados. El cantinero se dio la vuelta con lentitud, como si no diese crédito a sus oídos.
—¿A mí me hablas, muchacho? —vociferó, en tono hostil. ________ parpadeó, asustada, hasta que se recuperó.
—Si.
Intentó conferir a su voz la seguridad propia de un mucha-chito, cuando el hombre se acercó hacia ella. A medida que se aproximaba, tragó saliva: no esperaba algo tan imponente. De cerca, el sujeto tenía la misma apariencia de un mono rojo lampiño.
A su vez, el cantinero la inspeccionaba y demoraba la mira- da en la piel blanca y suave y en los enormes ojos azules bajo la gorra demasiado grande.
—¡Caramba, tenemos un lindo muchachito aquí! —exclamó, para el salón en general.
Los hombres dejaron de beber para observar a ________, que palideció bajo el escrutinio de tantos ojos hostiles.
—¡Álzalo para que podamos verlo! —gritó un hombre que estaba en el extremo opuesto del bar.
—¡Eh, Mac, no sabía que te gustaban los muchachos! El compañero dio un codazo en las costillas al que había hablado primero y ensayó una amplia sonrisa:
—¿Qué pasa, acaso Bella te apartó de las mujeres? Una mujer pelirroja muy bien dotada, que sin duda era la maligna Bella, se dio la vuelta y dio al segundo hombre un pellizco juguetón en la mejilla.
—Yo te volveré hacia las mujeres, cariño. ¡Basta con que digas una palabra! —rió.
En el transcurso de esta escena, _______ comprendió que había cometido un error grave al entrar en ese preciso salón. Lo mejor que podría hacer era irse tan sigilosamente como había entrado. Llegó hasta la puerta sin inconvenientes y esperaba salir mientras la atención de todos se concentraba en Mac y sus compañeros; por desgracia el tabernero la vio escabullirse y la detuvo apoyando una mano carnosa en su hombro, en el mismo instante en que ya creía estar a salvo.
—¡No tan rápido, muchacho! —refunfuñó el hombre—. ¡No me has dicho qué era lo que querías!
________ lo miró con cierta desesperación.
—Yo... eh... quería saber si habría algún sitio donde pudiera encontrar una cama para pasar la noche.
Se enorgulleció de su inventiva: era evidente que al hablar de su verdadero objetivo no encontraría eco entre esos malhechores, pues a juzgar por su pinta, todos estaban fuera de la ley.
—¿Necesitas un lugar para dormir? —preguntó el gigante, pensativo—. Bueno, sospecho que Bella querrá compartir la cama. ¡Siempre le gustaron los tipos con cara de críos!
Semejante afirmación trajo como resultado gritos y maullidos. Una mujer de pelo oscuro, una nativa a juzgar por su aspecto, w acercó contoneándose a _______ para verla más de cerca.
—¡No, es demasiado pequeño! —sentenció, tras una cuidadosa inspección—. ¡Échalo!
Los hombres estallaron en carcajadas. ______, con las orejas en llamas por las bromas groseras, trató de librarse de la mano del
cantinero mientras María captaba la atención general, pero fue inútil: la mano del hombre estaba como pegada con cola a su hombro.
—Vamos, muchacho, no hay motivos para darse prisa. ¡Tú siéntate aquí y podrás ver la diversión!
Así diciendo, el hombrón aferró la camisa de Joe del cuello y alzó a _______ para sentarla sobre el mostrador del bar. Para su gran horror, la joven oyó que la tela cedía con un fuerte desgarrón. ¡Oh, no! Quizá no fuese tan malo, tal vez no se viera nada...
—Lo lamento por la camisa, muchacho —dijo el tabernero, mirándola, y al hacerlo sus ojos se agrandaron—. ¡Diablos, miren esto por favor!
La voz resonante atrajo la atención de todos los presentes en el salón y ________ siguió la dirección de los ojos. "¡Por Dios!", pensó, aterrada, "¡estoy perdida!" ¡El pecho de la joven estaba expuesto en toda su gloria, rosado y blanco! Se apresuró a cubrirse con la tela, pero al lanzar una mirada alrededor comprendió que ya era demasiado tarde para remediar nada. Todos los hombres presentes en el salón la miraban con avidez. :affraid:
—¡Maldición! —gritó una voz desde el fondo del salón—. Es una chica!
—¡Es una chica! ¡Una chica!
Todos los borrachos del salón se sumaron al coro.
—¡Big Jim, muéstranos otra vez esas te/tas! —lo instó uno y el coro hizo eco—: ¡Muéstranos esas te/tas! ¡Muéstranos esas te/tas!
El tabernero, al que llamaron Big Jim, atrapó a _______ por la cintura con un brazo enorme. Con la mano libre, le arrebató la gorra y las trenzas, que se habían soltado cuando nadó hasta la costa, cayeron. Los dedos carnosos se entrelazaron en el cabello húmedo separando los mechones de modo que cubrieron los hombros de la muchacha y se rizaron en torno de la cintura. _______, asustada como nunca en su vida, hizo desesperados intentos por liberarse, pero el brazo de hierro del hombrón la sujetó sin piedad y los dedos se le clavaron en la cintura.
—¡Hombre, muéstranos esas te/tas! —lo urgió uno desde el extremo opuesto del salón.
Big Jim atrapó las manos de _______ y las sujetó a los costados. La camisa, sin nada que la sostuviera, cayó como un pájaro muerto. ________ sintió que todo su cuerpo enrojecía de pudor bajo las miradas de todos los varones presentes en el salón posadas sobre su
pecho desnudo. ¡Oh, Dios!, ¿qué le pasaría? ¿Acaso la violarían todos ellos? De súbito, _______ lamentó de todo corazón no estar otra vez segura en el Margarita. ¿Segura? ¡Sí!
Aunque Joe reclamara su cuerpo, en realidad nunca le había hecho daño. ¡Por cierto, era preferible que la usara él y no que la forzara toda una banda!
—¡Eh, Jim, pásala aquí! ¡Hacía años que no veía a una beldad así!
—¡No, dámela a mí! ¡Me bastará con unos segundos para tenderla sobre ese lindo trascrito y que me entregue todo lo que tiene!
Las bromas continuaron, tornándose cada vez más lascivas. Al parecer, nadie dudaba del destino de ________. La única duda era quién sería el primero.
—¡Yo la vi primero!
—¡Ni hablar! ¡Yo la vi primero!
—¡Eres un maldito mentiroso! ¡Fui yo! Green, ¿recuerdas que te dije que miraras a ese chico?
_______ empezó a marearse: ¡no era posible que eso estuviera sucediendo. ¡Esos animales la destrozarían! Tenía que hacer algo para salvarse. Pelear con un hombre del tamaño de Big Jim era como ganar una mandíbula rota y no parecía tener el menor escrúpulo en golpear a una mujer. Tal vez pudiese engañarlo...
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
—Big Jim —murmuró al hombre cuyos brazos enormes la tenían prisionera como si fuese una niñita indefensa—. ¿Te gustaría ganar dinero? Mi padre es rico y te pagaría bien. Déjame ir...
—Odio a las mujeres —dijo Big Jim, sin alterarse—. En especial a las mentirosas. ¿Sabes qué le sucedió a la última mujer que me mintió? Le partí el cuello con estas manos.
Flexionó los dedos que mantenían sujetos los brazos de _______ a la cintura y ella tembló al sentir ese pecho inmenso apretado contra su espalda. Sin la menor duda, tenía fuerza suficiente para hacerlo. Pero no podía rendirse...
—No miento, Big Jim —murmuró—. Mi padre...
—Aunque no mientas, chica, tu padre no está aquí, ¿verdad?- Atribulada, _______ negó con la cabeza y Big Jim adoptó una expresión triste.
—Eso pensé. Entonces, no tenemos de qué hablar, ¿no es cierto?
—Big Jim —insistió ________, desesperada, pero la hicieron callar con un resoplido impaciente.
—De todos modos, ¿qué es lo que te asusta tanto? Estos muchachos no te harán ningún daño. Sólo quieren divertirse un poco esta noche y mañana te dejarán libre para ocuparte de tus propios asuntos sin ningún problema. Claro, quedarás un poco inflamada, aunque eso no les importa a las chicas como tú.
_______ sintió deseos de gritar, de llorar y reír al mismo tiempo. ¡Ese sujeto pensaba que ella era del mismo tipo que las mujeres que trabajaban para él! "¡Oh, Dios!", pensó, "¡esto es como salir de la sartén para caer en el fuego... como una venganza! No se los facilitaré. Lucharé..." Los dos que discutían con más fervor quién la había visto primero se levantaron de un salto y sacaron los cuchillos, pero antes de que pudieran atacarse, el puño robusto de Big Jim se estrelló con fuerza en la barra, junto a _______, haciéndola sobresaltarse.
—¡Esperen! —bramó—. ¡Aquí no habrá ningún derramamiento de sangre! ¡Yo digo que cada hombre que quiera a la chica tendrá que apostar por ella!
—¡Sí, sí! ¡Apostaremos por ella!
La sugerencia fue acogida con entusiasmo y aceptada por todos; ________ se sintió tan asustada como indignada. ¿Apostar? ¡En nombre del Cielo, o debería decir del Infierno! ¿Qué quería decir eso? Instantes después lo supo.
—¿Quién tiene unos dados? ¡Muy bien, el que logra más puntos tiene el primer turno, el que sigue, el segundo y así! ¿Os parece bien?
Bulliciosamente, todos expresaron su acuerdo.
—Cuando haya empate, se tira otra vez, ¿De acuerdo?
—¡De acuerdo!
Los hombres se reunieron alrededor de una mesa redonda grande, en el centro del salón. Uno sacó un par de dados del bolsillo. Otro, miró por encima del hombro a ______ y los ojos le brillaron de lujuria.
—¡El premio! —vociferó, de pronto. _______ palideció.
—¡Sí, ponedla en medio de la mesa, así veremos por qué estamos apostando!
Dos de los sujetos cruzaron la habitación para arrebatarle a _______ a Big Jim, que la soltó sin pronunciar palabra. ________ pateó y arañó, frenética de terror, mientras la cargaban hacia donde estaban los demás hombres, reunidos en apretado círculo alrededor de la mesa.
E1 hombre que la llevaba por debajo de los brazos aprovechó la situación para apretarle el pecho desnudo, causándole dolor. ¡Oh, Dios, era imposible que eso estuviera sucediéndole! Le mordió la mano con todas sus fuerzas. El hombre maldijo y casi la dejó caer. El que la llevaba de los pies se burló del dolor del compañero. ________ trató de patearlo, pero la sujetaba de los tobillos y no pudo soltarse. Cuando al fin la dejaron en el suelo, el hombre al que había mordido echó el brazo atrás y la abofeteó con tal fuerza que ella se tambaleó. Otro la atrapó, riendo, y la acarició con lujuria. _______ le pateó la espinilla y el sujeto aulló, apretándose el sitio lastimado. Antes de que pudiese responderle, alguien sujetó a _______ por detrás y la alzó.
—¡Aten a esa perra! —gruñó el hombre mordido. Los compañeros no necesitaron más. Sin que _______ supiera lo que ocurría, la alzaron sobre el centro de la mesa y le ataron las manos a la espalda. Intentó patearlos pero lo único que logró fue que le amarraran también los tobillos. Para mayor seguridad, pasaron la cuerda alrededor de su cintura v la aseguraron a un gancho para carne que colgaba del techo. ________ quedó completamente inmovilizada, indefensa y sin poder hacer nada. Lo único que podía hacer era expresar su terror y su furia con la lengua.
—¡Cerdos inmundos, responderéis por esto! —gritó, con voz temblorosa—. ¡Si no me soltáis...!
Las palabras se ahogaron de golpe cuando le taparon la boca con un trapo sucio. _______ hizo arcadas y escupió, pero no pudo librarse de la mordaza. ¡Por Dios, estaba sofocándose! Aunque eso era preferible al destino que esos animales planeaban para ella. A través de una niebla de vergüenza y horror sintió que le desgarraban la camisa por completo.
Se le aflojaron las rodillas al contemplar al círculo de hombres que la miraban con lascivia. ¡No podía desmayarse, pues en tal caso quedaría por entero a merced de esos sujetos! Comenzó a respirar hondo por la nariz y, tras un momento, sintió que le volvían las fuerzas. El que había sufrido la mordedura le pellizcó los pezones y _______ se crispó de dolor y de miedo.
—¡Eh, Billy, eso no es justo! Tienes que esperar tu turno, como todos —protestó uno.
El llamado Billy bajó las manos, a desgana. _______ hizo todo lo posible por proteger su cuerpo de las miradas ávidas, pero fue inútil. Estaba obligada a permanecer de pie, amordazada y atada, en el centro de la mesa, rodeada de hombres babeantes que se regalaban la vista con avidez en sus pechos descubiertos. Juntó sus últimas reservas de voluntad y enderezó la espalda, mirándolos con ferocidad.
—Diablos, ¿qué esperamos? ¡Empecemos de una buena vez! —dijo Billy, impaciente.
Uno de los hombres tomó los dados, los agitó con intensa concentración y los hizo rodar sobre la mesa. Cayeron a los pies de _______ que, con gran esfuerzo, los golpeó con los pies y los arrojó al suelo.
—¡Dios, era un diez! —se quejó el que había lanzado los dados, al tiempo que Billy saltaba encima de la mesa, junto a _______.
La hizo esperar, echando atrás el brazo con lentitud; cuan- do el golpe cayó, le echó la cabeza hacia atrás. _______ la enderezó despacio, sintiendo que se le llenaban los ojos de lágrimas y la mandíbula le palpitaba con una extraña sensación quemante: temió que se la hubiese roto.
—¡Perra, si vuelves a intentarlo te daré con mi cuchillo! —gruñó—. ¡Con la nariz cortada, no serás tan altiva!
________ tuvo el suficiente sentido común para comprender que hablaba en serio. Era el tipo de individuo que disfruta causándole dolor a los demás, en particular a las mujeres. Lo hacía sentir bien.
A los pies de ________, se renovó el juego. Esta vez lo ignoró y se concentró en la lámpara sucia de humo que colgaba del techo.
-¡Oh, Dios, por favor, ayúdame! —rogó, desesperada.
Una lágrima de impotencia le resbaló por la mejilla. La mandíbula le dolía mucho, estaba terriblemente avergonzada por su desnudez y por el ramalazo de terror mortal que le provocaban esos hombres repulsivos. ¿Acaso no tenía modo de escapar de esos animales? ¡Recibiría gustosa al mismo diablo si podía librarla!
—Caballeros, ¿es un juego abierto?
Al oír esa voz aterciopelada que marcaba las palabras, ________ se dio la vuelta, incrédula. Joe! "¡Gracias, Dios!", pensó con fervor, sin importarle lo incongruente que resultaba ver a Joe como un salvador. Encontró la mirada de él con gozoso alivio, pero Joe le devolvió una mirada de advertencia y luego la ignoró, acercándose al grupo de hombres. De pronto, _______ comprendió que su rescate no era tan seguro como imaginaba: Joe estaba solo, armado con una pistola, y del otro lado había cuando menos una docena de hombres armados hasta los dientes. No obstante, la sola presencia de Joe la hacía sentirse mucho mejor y estaba convencida de que no podía sufrir ningún daño si él estaba allí para impedirlo.
Como un hombre, todos giraron para mirar a Joe, que se acercaba.
—¿Quién diablos eres?—preguntó Billy, suspicaz, uniendo las cejas espesas en un gesto amenazador.
—Me llamo Joe Jonas. Soy capitán del Margarita, que está anclado en la bahía. Big Jim me conoce, ¿no es cierto, Jim?
Aunque el tono de Joe era despreocupado, no apartó la mirada de los ojos de Billy.
—Odio a las mujeres —dijo Big Jim, sin alterarse—. En especial a las mentirosas. ¿Sabes qué le sucedió a la última mujer que me mintió? Le partí el cuello con estas manos.
Flexionó los dedos que mantenían sujetos los brazos de _______ a la cintura y ella tembló al sentir ese pecho inmenso apretado contra su espalda. Sin la menor duda, tenía fuerza suficiente para hacerlo. Pero no podía rendirse...
—No miento, Big Jim —murmuró—. Mi padre...
—Aunque no mientas, chica, tu padre no está aquí, ¿verdad?- Atribulada, _______ negó con la cabeza y Big Jim adoptó una expresión triste.
—Eso pensé. Entonces, no tenemos de qué hablar, ¿no es cierto?
—Big Jim —insistió ________, desesperada, pero la hicieron callar con un resoplido impaciente.
—De todos modos, ¿qué es lo que te asusta tanto? Estos muchachos no te harán ningún daño. Sólo quieren divertirse un poco esta noche y mañana te dejarán libre para ocuparte de tus propios asuntos sin ningún problema. Claro, quedarás un poco inflamada, aunque eso no les importa a las chicas como tú.
_______ sintió deseos de gritar, de llorar y reír al mismo tiempo. ¡Ese sujeto pensaba que ella era del mismo tipo que las mujeres que trabajaban para él! "¡Oh, Dios!", pensó, "¡esto es como salir de la sartén para caer en el fuego... como una venganza! No se los facilitaré. Lucharé..." Los dos que discutían con más fervor quién la había visto primero se levantaron de un salto y sacaron los cuchillos, pero antes de que pudieran atacarse, el puño robusto de Big Jim se estrelló con fuerza en la barra, junto a _______, haciéndola sobresaltarse.
—¡Esperen! —bramó—. ¡Aquí no habrá ningún derramamiento de sangre! ¡Yo digo que cada hombre que quiera a la chica tendrá que apostar por ella!
—¡Sí, sí! ¡Apostaremos por ella!
La sugerencia fue acogida con entusiasmo y aceptada por todos; ________ se sintió tan asustada como indignada. ¿Apostar? ¡En nombre del Cielo, o debería decir del Infierno! ¿Qué quería decir eso? Instantes después lo supo.
—¿Quién tiene unos dados? ¡Muy bien, el que logra más puntos tiene el primer turno, el que sigue, el segundo y así! ¿Os parece bien?
Bulliciosamente, todos expresaron su acuerdo.
—Cuando haya empate, se tira otra vez, ¿De acuerdo?
—¡De acuerdo!
Los hombres se reunieron alrededor de una mesa redonda grande, en el centro del salón. Uno sacó un par de dados del bolsillo. Otro, miró por encima del hombro a ______ y los ojos le brillaron de lujuria.
—¡El premio! —vociferó, de pronto. _______ palideció.
—¡Sí, ponedla en medio de la mesa, así veremos por qué estamos apostando!
Dos de los sujetos cruzaron la habitación para arrebatarle a _______ a Big Jim, que la soltó sin pronunciar palabra. ________ pateó y arañó, frenética de terror, mientras la cargaban hacia donde estaban los demás hombres, reunidos en apretado círculo alrededor de la mesa.
E1 hombre que la llevaba por debajo de los brazos aprovechó la situación para apretarle el pecho desnudo, causándole dolor. ¡Oh, Dios, era imposible que eso estuviera sucediéndole! Le mordió la mano con todas sus fuerzas. El hombre maldijo y casi la dejó caer. El que la llevaba de los pies se burló del dolor del compañero. ________ trató de patearlo, pero la sujetaba de los tobillos y no pudo soltarse. Cuando al fin la dejaron en el suelo, el hombre al que había mordido echó el brazo atrás y la abofeteó con tal fuerza que ella se tambaleó. Otro la atrapó, riendo, y la acarició con lujuria. _______ le pateó la espinilla y el sujeto aulló, apretándose el sitio lastimado. Antes de que pudiese responderle, alguien sujetó a _______ por detrás y la alzó.
—¡Aten a esa perra! —gruñó el hombre mordido. Los compañeros no necesitaron más. Sin que _______ supiera lo que ocurría, la alzaron sobre el centro de la mesa y le ataron las manos a la espalda. Intentó patearlos pero lo único que logró fue que le amarraran también los tobillos. Para mayor seguridad, pasaron la cuerda alrededor de su cintura v la aseguraron a un gancho para carne que colgaba del techo. ________ quedó completamente inmovilizada, indefensa y sin poder hacer nada. Lo único que podía hacer era expresar su terror y su furia con la lengua.
—¡Cerdos inmundos, responderéis por esto! —gritó, con voz temblorosa—. ¡Si no me soltáis...!
Las palabras se ahogaron de golpe cuando le taparon la boca con un trapo sucio. _______ hizo arcadas y escupió, pero no pudo librarse de la mordaza. ¡Por Dios, estaba sofocándose! Aunque eso era preferible al destino que esos animales planeaban para ella. A través de una niebla de vergüenza y horror sintió que le desgarraban la camisa por completo.
Se le aflojaron las rodillas al contemplar al círculo de hombres que la miraban con lascivia. ¡No podía desmayarse, pues en tal caso quedaría por entero a merced de esos sujetos! Comenzó a respirar hondo por la nariz y, tras un momento, sintió que le volvían las fuerzas. El que había sufrido la mordedura le pellizcó los pezones y _______ se crispó de dolor y de miedo.
—¡Eh, Billy, eso no es justo! Tienes que esperar tu turno, como todos —protestó uno.
El llamado Billy bajó las manos, a desgana. _______ hizo todo lo posible por proteger su cuerpo de las miradas ávidas, pero fue inútil. Estaba obligada a permanecer de pie, amordazada y atada, en el centro de la mesa, rodeada de hombres babeantes que se regalaban la vista con avidez en sus pechos descubiertos. Juntó sus últimas reservas de voluntad y enderezó la espalda, mirándolos con ferocidad.
—Diablos, ¿qué esperamos? ¡Empecemos de una buena vez! —dijo Billy, impaciente.
Uno de los hombres tomó los dados, los agitó con intensa concentración y los hizo rodar sobre la mesa. Cayeron a los pies de _______ que, con gran esfuerzo, los golpeó con los pies y los arrojó al suelo.
—¡Dios, era un diez! —se quejó el que había lanzado los dados, al tiempo que Billy saltaba encima de la mesa, junto a _______.
La hizo esperar, echando atrás el brazo con lentitud; cuan- do el golpe cayó, le echó la cabeza hacia atrás. _______ la enderezó despacio, sintiendo que se le llenaban los ojos de lágrimas y la mandíbula le palpitaba con una extraña sensación quemante: temió que se la hubiese roto.
—¡Perra, si vuelves a intentarlo te daré con mi cuchillo! —gruñó—. ¡Con la nariz cortada, no serás tan altiva!
________ tuvo el suficiente sentido común para comprender que hablaba en serio. Era el tipo de individuo que disfruta causándole dolor a los demás, en particular a las mujeres. Lo hacía sentir bien.
A los pies de ________, se renovó el juego. Esta vez lo ignoró y se concentró en la lámpara sucia de humo que colgaba del techo.
-¡Oh, Dios, por favor, ayúdame! —rogó, desesperada.
Una lágrima de impotencia le resbaló por la mejilla. La mandíbula le dolía mucho, estaba terriblemente avergonzada por su desnudez y por el ramalazo de terror mortal que le provocaban esos hombres repulsivos. ¿Acaso no tenía modo de escapar de esos animales? ¡Recibiría gustosa al mismo diablo si podía librarla!
—Caballeros, ¿es un juego abierto?
Al oír esa voz aterciopelada que marcaba las palabras, ________ se dio la vuelta, incrédula. Joe! "¡Gracias, Dios!", pensó con fervor, sin importarle lo incongruente que resultaba ver a Joe como un salvador. Encontró la mirada de él con gozoso alivio, pero Joe le devolvió una mirada de advertencia y luego la ignoró, acercándose al grupo de hombres. De pronto, _______ comprendió que su rescate no era tan seguro como imaginaba: Joe estaba solo, armado con una pistola, y del otro lado había cuando menos una docena de hombres armados hasta los dientes. No obstante, la sola presencia de Joe la hacía sentirse mucho mejor y estaba convencida de que no podía sufrir ningún daño si él estaba allí para impedirlo.
Como un hombre, todos giraron para mirar a Joe, que se acercaba.
—¿Quién diablos eres?—preguntó Billy, suspicaz, uniendo las cejas espesas en un gesto amenazador.
—Me llamo Joe Jonas. Soy capitán del Margarita, que está anclado en la bahía. Big Jim me conoce, ¿no es cierto, Jim?
Aunque el tono de Joe era despreocupado, no apartó la mirada de los ojos de Billy.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
—Sí —admitió el cantinero, frunciendo el entrecejo—. Ya no vienes seguido por aquí, capitán. ¿Qué te trae esta noche?
—Iba a visitar a cierta dama cuando oí el barullo y me picó la curiosidad. Ahora que veo la causa... por cierto, vale la pena todo este alboroto. ¿Acaso pertenece a alguno de estos caballeros en particular?
_______ miró de reojo a Joe, que la contemplaba con indisimulada lujuria, recorriéndola con mirada insolente y demorándose en los rosados picos que parecían apuntarle, trémulos, al ritmo de la respiración agitada. La mirada de Joe se posó un instante en la mandíbula hinchada y se apartó, pero el súbito brillo de sus ojos tranquilizó a _______. ¡Ya lo conocía lo suficiente para saber que significaban amenaza de peligro para alguien!
—¡Es por la chica que jugamos! —explicó una voz, en tono jovial.
—Ah, ya veo. Bien, ¿puedo participar? La voz era muy serena y _______ sabía, por experiencia, que esa engañosa calma enmascaraba un furor tremendo.
—No creo —dijo Billy, dubitativo—. Tú no estabas aquí cuando ella entró. No me parece justo que tengas tu turno.
Los otros asintieron, solemnes.
—¿Y si compro el turno a alguno de vosotros? —propuso Joe—. Digamos que doscientos dólares para el que me venda su lugar. ¡Con doscientos dólares podría comprarse un prostíbulo entero!
—¡Trescientos y te doy mi turno! —dijo uno que no había hablado antes.
—Doscientos cincuenta..
—¡Hecho!
El dinero pasó de manos y el juego se reanudó. Los tres primeros sacaron tres, cinco y dos, respectivamente. A juzgar por sus maldiciones, era obvio que se consideraban fuera de juego. Las jugadas se sucedieron. Billy sacó once, que resultó el límite a superar. Por fin le tocó a Joe y _______ contuvo la respiración. ¿Qué harían si el capitán no ganaba? No se atrevía ni a pensarlo.
Joe tomó los dados, los sacudió y los dejó caer, como al descuido. Aterrizaron a los pies de _______, quien tuvo que esforzarse para verlos: eran... un cinco en uno y un seis en el otro. ¡Once!:cheers:
—Tiremos otra vez —refunfuñó Billy.
Arrojó los dados y sacó un nueve. Joe tiro. Los observadores murmuraron: el juego resultaba más emocionante de lo que pensaban. ¡Otro nueve!:cheers:
—¡Tira otra vez! —dijo Billy, entre dientes.
—Esto podría continuar toda la noche —repuso Joe, con ligereza—. Y yo preferiría seguir con cosas más agradables. ¿Por qué no dejamos que la dama elija a su compañero?
—¡Sí, que la chica elija!
Los que habían perdido la oportunidad ansiaban prolongar la diversión y Billy no tuvo más remedio que aceptar.
Uno de los hombres se trepó a la mesa junto a _______ y le quitó la mordaza mugrienta; la joven se crispó violentamente. Estaba pasándose la lengua por los labios resecos cuando la mano del sujeto se deslizó con familiaridad por sus nalgas, la acarició y le dio un pellizco lascivo. La muchacha lanzó un grito ahogado y Joe giró, con los ojos despidiendo chispas asesinas.
—Y bien, chica, ¿a cuál de estos dos varones prefieres? Te aseguro que los dos están calientes por ti. —La voz de Big Jim hizo que Joe recuperase el sentido.
_______ miró primero a Joe, acariciando con la mirada el rostro delgado y apuesto, tenso de furia contenida, se deslizó por los hombros anchos y el pecho fuerte, que con el atuendo formal le resultaba poco familiar. Cuando los ojos de ambos se encontraron, tuvo que reprimir una sonrisa amarga: ¡cuán seguro estaba de ella! Se le veía en los ojos. Bueno, tenía sus motivos: por mucho que _______ deseara elegir al otro para fastidiarlo, no se atrevería.
No era momento para jueguitos infantiles de venganza. Joe arriesgaba la vida para salvarla y de pronto ________ tuvo conciencia del deseo de que esos brazos fuertes la abrazaran. Por endemoniado que fuese, en ese momento para ella representaba la salvación. Era su única seguridad en ese mundo inseguro.
Casi no miró a Billy, que tendió los brazos como para bajarla. _______ se estremeció. La luz de la lámpara caía sobre la mano tendida y vio la marca del mordisco que formaba un círculo lívido alrededor del pulgar. Los ojos de Joe fueron de la herida hacia la mandíbula lastimada de ________ y le subieron a las mejillas manchas purpúreas de enfado.
—¡Elige, chica!
_______ tragó saliva.
—Lo elijo a él —dijo con claridad, señalando con la cabeza a Joe.
Los hombres lanzaron bramidos de aprobación, palmearon al afortunado en la espalda e hicieron bromas obscenas a costa de Billy. Joe respondió a tono y algunas de sus afirmaciones hicieron sonrojar a _______, pero sus manos fueron cuidadosas al cortar con su cuchillo las ataduras. Ante la dulzura de ese contacto, _______ sintió una abrumadora ola de ternura hacia él. Como consecuencia de su capricho, podrían haberlo matado. _______ sabía que si Joe hubiese perdido habría tenido que luchar a muerte para protegerla y se le hizo un nudo en la garganta. Cuando tuvo los brazos y las piernas libres, le tendió los brazos sin hablar. Joe se acercó, la tomó de la cintura y la depositó en el suelo con la misma facilidad que si fuese ligera como una flor. Con gesto rápido, se quitó la chaqueta y se la puso sobre los hombros para cubrirle los pechos. El brazo en la cintura la guiaba con gentileza hacia la puerta.
—¡Detente, capitán! —gritó Billy, mirando a ambos con evidente hostilidad—. ¿A dónde vas?
—Amigo mío, si tú no lo sabes, debo apenarme por las mujeres de esta ciudad, pues tienen unos compañeros bastante ignorantes —respondió Joe con languidez, volviendo el rostro hacia el hombre.
Los observadores aprobaron y el rostro de Billy se llenó de manchas rojizas.
—No puedes llevarte a la chica, capitán —dijo Big Jim en un aparte, desde detrás de la barra.
—¡No, la chica se queda! —gritó otro.
—¿Cómo es eso? —preguntó Joe, con voz engañosamente fría. Como al descuido, empujó a _______ detrás de él; sintió que se le aceleraba el corazón.
—La gané en juego limpio, ¿no es así?
—Eso es cierto —admitió uno—. ¡Pero no esperaste a oír las reglas del juego! ¡No la has ganado del todo! Sólo la tienes por un rato. Luego pasará a Billy, después a Joel, después a Harper y así. ¡Sólo jugábamos por el primer turno!, ¿entiendes?
________ vio cómo se tensaban los músculos de la espalda de Joe bajo la camisa fina y lo miró, expectante. Desde donde estaba, sólo podía adivinar la apariencia granítica de su mandíbula mientras enfrentaba a los otros hombres agrupados. Dos de ellos se interponían, bloqueando la salida. De manera instintiva, la mano de ________ se apoyó en el antebrazo de Joe. El hombre no respondió, pero los otros presentes lo vieron y les divirtió.
—Sin duda la chica está caliente contigo, capitán. ¿Por qué no la posees aquí mismo? ¡Todos queremos mirar!
—Esa es muy buena idea, capitán —dijo Billy—. Así estaremos seguros de que no escaparás con algo que, por derecho, nos pertenece a todos. Si lo que quieres es intimidad, estoy seguro de que Big Jim te hará lugar gustoso detrás de la barra.
Big Jim asintió. Los demás empezaron a tocar los cuchillos, sonriendo abiertamente a Joe. Este los observó largo rato y _______ sintió bajo la mano que los músculos se tensaban como los de un tigre a punto de saltar. Sin embargo, el capitán se encogió de hombros y dijo con indiferencia:
—Con una pollita así, podría acostarme en el barro y creería estar entre sábanas de seda.
Los hombres rieron con disimulo. Joe giró y alzó a _______ en brazos. De espaldas al salón, los hombros anchos ocultaban a la muchacha de la vista de los otros. Se inclinó para besuquearle el cuello y le murmuró en el oído:
—Cuando te avise, corre a la mayor velocidad posible. Hay un cuartelillo de policía a unos ochocientos metros al oeste. Diles quién eres y qué sucedió. Estarás a salvo y te enviarán con tu padre.
Los ojos de _______ se agrandaron de asombro. ¿Por qué la ayudaba a alejarse de él... salvo que pensara que ya no estaría cerca para gozarla?
—¿Y qué pasará contigo? —preguntó la joven, con voz trémula.
—Iba a visitar a cierta dama cuando oí el barullo y me picó la curiosidad. Ahora que veo la causa... por cierto, vale la pena todo este alboroto. ¿Acaso pertenece a alguno de estos caballeros en particular?
_______ miró de reojo a Joe, que la contemplaba con indisimulada lujuria, recorriéndola con mirada insolente y demorándose en los rosados picos que parecían apuntarle, trémulos, al ritmo de la respiración agitada. La mirada de Joe se posó un instante en la mandíbula hinchada y se apartó, pero el súbito brillo de sus ojos tranquilizó a _______. ¡Ya lo conocía lo suficiente para saber que significaban amenaza de peligro para alguien!
—¡Es por la chica que jugamos! —explicó una voz, en tono jovial.
—Ah, ya veo. Bien, ¿puedo participar? La voz era muy serena y _______ sabía, por experiencia, que esa engañosa calma enmascaraba un furor tremendo.
—No creo —dijo Billy, dubitativo—. Tú no estabas aquí cuando ella entró. No me parece justo que tengas tu turno.
Los otros asintieron, solemnes.
—¿Y si compro el turno a alguno de vosotros? —propuso Joe—. Digamos que doscientos dólares para el que me venda su lugar. ¡Con doscientos dólares podría comprarse un prostíbulo entero!
—¡Trescientos y te doy mi turno! —dijo uno que no había hablado antes.
—Doscientos cincuenta..
—¡Hecho!
El dinero pasó de manos y el juego se reanudó. Los tres primeros sacaron tres, cinco y dos, respectivamente. A juzgar por sus maldiciones, era obvio que se consideraban fuera de juego. Las jugadas se sucedieron. Billy sacó once, que resultó el límite a superar. Por fin le tocó a Joe y _______ contuvo la respiración. ¿Qué harían si el capitán no ganaba? No se atrevía ni a pensarlo.
Joe tomó los dados, los sacudió y los dejó caer, como al descuido. Aterrizaron a los pies de _______, quien tuvo que esforzarse para verlos: eran... un cinco en uno y un seis en el otro. ¡Once!:cheers:
—Tiremos otra vez —refunfuñó Billy.
Arrojó los dados y sacó un nueve. Joe tiro. Los observadores murmuraron: el juego resultaba más emocionante de lo que pensaban. ¡Otro nueve!:cheers:
—¡Tira otra vez! —dijo Billy, entre dientes.
—Esto podría continuar toda la noche —repuso Joe, con ligereza—. Y yo preferiría seguir con cosas más agradables. ¿Por qué no dejamos que la dama elija a su compañero?
—¡Sí, que la chica elija!
Los que habían perdido la oportunidad ansiaban prolongar la diversión y Billy no tuvo más remedio que aceptar.
Uno de los hombres se trepó a la mesa junto a _______ y le quitó la mordaza mugrienta; la joven se crispó violentamente. Estaba pasándose la lengua por los labios resecos cuando la mano del sujeto se deslizó con familiaridad por sus nalgas, la acarició y le dio un pellizco lascivo. La muchacha lanzó un grito ahogado y Joe giró, con los ojos despidiendo chispas asesinas.
—Y bien, chica, ¿a cuál de estos dos varones prefieres? Te aseguro que los dos están calientes por ti. —La voz de Big Jim hizo que Joe recuperase el sentido.
_______ miró primero a Joe, acariciando con la mirada el rostro delgado y apuesto, tenso de furia contenida, se deslizó por los hombros anchos y el pecho fuerte, que con el atuendo formal le resultaba poco familiar. Cuando los ojos de ambos se encontraron, tuvo que reprimir una sonrisa amarga: ¡cuán seguro estaba de ella! Se le veía en los ojos. Bueno, tenía sus motivos: por mucho que _______ deseara elegir al otro para fastidiarlo, no se atrevería.
No era momento para jueguitos infantiles de venganza. Joe arriesgaba la vida para salvarla y de pronto ________ tuvo conciencia del deseo de que esos brazos fuertes la abrazaran. Por endemoniado que fuese, en ese momento para ella representaba la salvación. Era su única seguridad en ese mundo inseguro.
Casi no miró a Billy, que tendió los brazos como para bajarla. _______ se estremeció. La luz de la lámpara caía sobre la mano tendida y vio la marca del mordisco que formaba un círculo lívido alrededor del pulgar. Los ojos de Joe fueron de la herida hacia la mandíbula lastimada de ________ y le subieron a las mejillas manchas purpúreas de enfado.
—¡Elige, chica!
_______ tragó saliva.
—Lo elijo a él —dijo con claridad, señalando con la cabeza a Joe.
Los hombres lanzaron bramidos de aprobación, palmearon al afortunado en la espalda e hicieron bromas obscenas a costa de Billy. Joe respondió a tono y algunas de sus afirmaciones hicieron sonrojar a _______, pero sus manos fueron cuidadosas al cortar con su cuchillo las ataduras. Ante la dulzura de ese contacto, _______ sintió una abrumadora ola de ternura hacia él. Como consecuencia de su capricho, podrían haberlo matado. _______ sabía que si Joe hubiese perdido habría tenido que luchar a muerte para protegerla y se le hizo un nudo en la garganta. Cuando tuvo los brazos y las piernas libres, le tendió los brazos sin hablar. Joe se acercó, la tomó de la cintura y la depositó en el suelo con la misma facilidad que si fuese ligera como una flor. Con gesto rápido, se quitó la chaqueta y se la puso sobre los hombros para cubrirle los pechos. El brazo en la cintura la guiaba con gentileza hacia la puerta.
—¡Detente, capitán! —gritó Billy, mirando a ambos con evidente hostilidad—. ¿A dónde vas?
—Amigo mío, si tú no lo sabes, debo apenarme por las mujeres de esta ciudad, pues tienen unos compañeros bastante ignorantes —respondió Joe con languidez, volviendo el rostro hacia el hombre.
Los observadores aprobaron y el rostro de Billy se llenó de manchas rojizas.
—No puedes llevarte a la chica, capitán —dijo Big Jim en un aparte, desde detrás de la barra.
—¡No, la chica se queda! —gritó otro.
—¿Cómo es eso? —preguntó Joe, con voz engañosamente fría. Como al descuido, empujó a _______ detrás de él; sintió que se le aceleraba el corazón.
—La gané en juego limpio, ¿no es así?
—Eso es cierto —admitió uno—. ¡Pero no esperaste a oír las reglas del juego! ¡No la has ganado del todo! Sólo la tienes por un rato. Luego pasará a Billy, después a Joel, después a Harper y así. ¡Sólo jugábamos por el primer turno!, ¿entiendes?
________ vio cómo se tensaban los músculos de la espalda de Joe bajo la camisa fina y lo miró, expectante. Desde donde estaba, sólo podía adivinar la apariencia granítica de su mandíbula mientras enfrentaba a los otros hombres agrupados. Dos de ellos se interponían, bloqueando la salida. De manera instintiva, la mano de ________ se apoyó en el antebrazo de Joe. El hombre no respondió, pero los otros presentes lo vieron y les divirtió.
—Sin duda la chica está caliente contigo, capitán. ¿Por qué no la posees aquí mismo? ¡Todos queremos mirar!
—Esa es muy buena idea, capitán —dijo Billy—. Así estaremos seguros de que no escaparás con algo que, por derecho, nos pertenece a todos. Si lo que quieres es intimidad, estoy seguro de que Big Jim te hará lugar gustoso detrás de la barra.
Big Jim asintió. Los demás empezaron a tocar los cuchillos, sonriendo abiertamente a Joe. Este los observó largo rato y _______ sintió bajo la mano que los músculos se tensaban como los de un tigre a punto de saltar. Sin embargo, el capitán se encogió de hombros y dijo con indiferencia:
—Con una pollita así, podría acostarme en el barro y creería estar entre sábanas de seda.
Los hombres rieron con disimulo. Joe giró y alzó a _______ en brazos. De espaldas al salón, los hombros anchos ocultaban a la muchacha de la vista de los otros. Se inclinó para besuquearle el cuello y le murmuró en el oído:
—Cuando te avise, corre a la mayor velocidad posible. Hay un cuartelillo de policía a unos ochocientos metros al oeste. Diles quién eres y qué sucedió. Estarás a salvo y te enviarán con tu padre.
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