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Mensaje por jb_fanvanu Lun 23 Abr 2012, 12:44 am

Ahh me cago en ese viejo culiado!! :@ por culpa de él Joe odia a ___ !!!

SIGUELAA!!!
jb_fanvanu
jb_fanvanu


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Mensaje por andreita Lun 23 Abr 2012, 12:17 pm

ayy no la raayis debe decirle
todo loq ue paso
ajoe
el no teiene porque odiarla
andreita
andreita


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Mensaje por jb_fanvanu Mar 24 Abr 2012, 12:19 am

siguelaaa
jb_fanvanu
jb_fanvanu


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Mensaje por andreita Mar 24 Abr 2012, 3:00 pm

:(
andreita
andreita


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Mensaje por ☎ Jimena Horan ♥ Miér 25 Abr 2012, 4:28 pm

Que hara joe ?
plis siguela no puede seguir pensando que fue la rayis quien le hizo eso porfaa tienes que seguirla!
☎ Jimena Horan ♥
☎ Jimena Horan ♥


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Pasion en la Isla (Joe y tu) - Página 11 Empty Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)

Mensaje por andreita Jue 26 Abr 2012, 1:06 pm

NO ME GUSTA ESE JOE :(
andreita
andreita


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Mensaje por jb_fanvanu Vie 27 Abr 2012, 11:25 pm

siguelaa!!
jb_fanvanu
jb_fanvanu


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Mensaje por tianijonas Sáb 28 Abr 2012, 8:51 am

NUEVAA LECTOORAA :study:

SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
SIGUELA
tianijonas
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Pasion en la Isla (Joe y tu) - Página 11 Empty Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)

Mensaje por andreita Sáb 28 Abr 2012, 4:53 pm

:(
andreita
andreita


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Pasion en la Isla (Joe y tu) - Página 11 Empty Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)

Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 30 Abr 2012, 2:04 am

Pasion en la Isla (Joe y tu) - Página 11 8653d4695f42a5ae1aec8b4

Capitulo 15

El camarote de Joe a bordo del Margarita no había cambiado. A Martha y a _______ las empujaron sin ceremonias dentro y cerraron la puerta. Se oyó el ruido de una llave que giraba en la cerradura. El camarote estaba oscuro como boca de lobo y helado; por lo menos _______ estaba familiarizada con él. Aterida, pero aliviada de la presencia demoníaca de Jon, cruzó hacia la mesa y encendió la vela. A la luz de la vela vio que Martha temblaba y se rodeaba el cuerpo regordete con los brazos. Tenía violáceos los pies descalzos por haber andado sobre la nieve hasta el coche cerrado que los aguardaba a cierta distancia, en la calle. ________ supuso que el hecho de que Joe se la llevara podía atribuirse al niño que crecía en su seno. Los brazos masculinos que la rodeaban le resultaron dolorosamente familiares... con una inmensa diferencia: la abrazaba como si la odiara. _______ estaba más convencida que nunca de que se había vuelto loco.

Se oía el entrechocar de los dientes de Martha, y exhalando un gritito, ________ corrió a abrazar a su nana. La anciana la rodeó con los brazos y la estrechó con fuerza.

—Oh, señorita _______—murmuró, con voz quebrada—. ¿Crees que tiene intenciones de hacernos daño?

—No lo creo, Martha —respondió ________, aunque no estaba demasiado segura. Mientras hablaba, se dio la vuelta, quitó las mantas de la cama, envolvió a Martha en una de ellas y se abrigó con la otra—. Si quisiera lastimarnos, sin duda ya lo habría hecho —repuso ________, tanto para convencerse a sí misma como a Martha. Se arrodilló ante la estufa de carbón, metió un puñado de astillas de leña, encendió una cerilla y prendió fuego. Poco después las brazas comenzaron a arder y ________ se apoyó sobre los talones, muy contenta consigo misma

Cuando se dio la vuelta, Martha tenía los ojos cerrados y la cabeza caída hacia atrás. El rostro de la anciana estaba pálido. _________ temió que la experiencia que acababa de soportar hubiese sido más aterradora para la anciana que para ella misma, pues Martha no conocía a Joe. Quizás había sufrido un ataque. Con esfuerzo, se puso de pie, pesada por el embarazo de siete meses y se acercó a ella.

—Martha, ¿por qué no te acuestas? —preguntó con dulzura—. La cama es bastante cómoda, te lo aseguro.

________ sonrió al hablar, con la esperanza de disipar el miedo que parecía colmar el aire. Martha abrió los ojos y contempló la cama como si hubiese sido una víbora ponzoñosa.

—¿Es ahí donde... te trajo después de que...? ¡Pobrecita, querida mía, debes de haber estado mortalmente asustada! Nunca comprendí...

Las palabras de Martha se perdieron y contempló a _______ con amorosa compasión. ________ le sonrió.

—Sí, es ahí donde... —repitió, bromeando, con la esperanza de reanimar a Martha al recurrir a un tono ligero—. Pero admito que, en aquel entonces, sentí más curiosidad que miedo. Me preguntaba cómo sería, ¿sabes? Además, entonces Joe era... diferente.

Mientras hablaba, se mordió el labio inferior y se le nublaron los ojos. Martha le aferró la mano.

-Señorita ______, ¿se habrá vuelto loco? —musitó la mujer. ______ cerró los ojos. Eso era lo que temía, aunque admitirlo ante Martha sólo serviría para asustarla más aún. Retribuyó el apretón de la mano y tiró de ella, juguetona.

—Vamos —dijo, evitando una respuesta directa—. Vayamos las dos a la cama. Por mi parte, estoy congelada y no ganaremos nada quedándonos sentadas y afligiéndonos.

Obediente, Martha se levantó y siguió a ________ hasta el camastro. La muchacha le indicó que se metiera entre las sábanas y ella hizo lo mismo. Se acurrucaron una con otra y, poco a poco, el calor de sus cuerpos fue templándolas hasta que, al fin, Martha se durmió. Al oír los suaves ronquidos de la anciana, _______ esbozó una sonrisa torcida: Martha siempre había sido capaz de dormir en cualquier situación. Supuso que se podría atribuir a los robustos ancestros escoceses, aunque Martha, sin duda, lo atribuiría a su conciencia limpia.


Por más que lo intentó, _______ no pudo dejar de pensar en Joe. Después de la orden de "Avanzad", no le había dirigido la palabra... ni cuando le quitó con rudeza las ligaduras durante el largo viaje hacia la costa. Era evidente que había ido a reparar el supuesto daño
que le había hecho ________, pues toda su actitud así lo indicaba. Pero, ¿qué podría ser? ¡Por cierto, no estaría furioso por el modo en que se desarrolló el matrimonio! No, estaba demasiado colérico para mantener una ofensa por algo tan poco importante para él. ¿Qué le habría hecho? Hizo esfuerzos desesperados para recordar cualquier ofensa que pudiese haberle infligido; no se le ocurrió ninguna. Sencillamente, había enloquecido. Era la única explicación.


________ se estremeció y se envolvió más en las mantas. La perspectiva de estar indefensa, en manos de un loco, era enervante. ¿Qué le habría sucedido para dejar su cerebro en ese estado? ¿Recuperaría la cordura? Quizás el padre se las ingeniaría para rescatarlas antes de que les sucediera algo irreparable. Así lo esperaba. Rogó para que así fuese. El recuerdo de los ojos de Joe, brillantes como los fuegos del infierno, la hizo sudar de miedo.


_______ comprendió que, a cada segundo, la posibilidad de que las rescataran se hacía más remota. Por encima de su cabeza oía el aletear de las velas del Margarita, que eran izadas en sus mástiles. El súbito balanceo del barco hacia abajo le indicó que avanzaba hacia alta mar. Cuando se hubieran alejado de la costa, podrían dirigirse a cualquier lado. Podrían pasar semanas, incluso meses, hasta que una parada de rescate los alcanzara. ¡Dios querido! Los ojos de ________ se dilataron de horror: ¡esta vez no habría rescate! El hombre que la había raptado era su marido a los ojos de la ley y estaba por completo sujeta a los deseos de ese hombre. Le pertenecía como una esclava y quien se interpusiese entre ellos estaría en infracción. La idea dejó a ________ tan perpleja que sólo atinó a dejar la vista perdida en el espacio. Le palpitó con fuerza el corazón al comprender que Joe la tenía atrapada. ¡Y lo más irónico era que ella misma había tejido la telaraña!

A pesar del miedo, ________ se durmió; la despertó bruscamente el ruido de la llave en la cerradura. Cuando la puerta se abrió y Joe irrumpió en el cuarto, los ojos de la joven se dilataron de miedo. Por instinto, subió las mantas hasta el cuello. Los ojos de Joe se posaron en ella y, al percibir su actitud, adoptó una expresión burlona y regresó junto a la persona que lo había acompañado hasta el camarote.

—Quiero bañarme —dijo con brusquedad al que estaba junto a la puerta.

La respuesta fue ininteligible, pero indudablemente afirmativa. Joe giró para enfrentar a _________.

—Que salga de aquí —gruñó, señalando a Martha, que se despertaba aturdida—. ¡Ya!

—¿P-por qué? —tartamudeó ________, aferrándose a la anciana de manera instintiva.

Martha se sentó, con el cabello gris erizado alrededor de la cabeza y rodeó a su pupila con un brazo protector.

—No te aflijas, mi amor. ¡Nadie me apartará de ti! No cabía duda de que era un desafío. Martha, dispuesta a pelear como una leona para defender a su único cachorro, lanzó a Joe una mirada feroz. Él le devolvió la mirada y sus cejas negras se unieron sobre la nariz en gesto amenazador. El resto de la expresión estaba oculto tras una barba de aspecto siniestro. ______ se estremeció y el brazo de Martha se apretó más alrededor de sus hombros.

—He dicho que saliera —repitió Joe con voz neutra, aun- que con un matiz de amenaza subyacente—. Salvo que quiera ver cómo me baño. Usted decide.

Indiferente, se encogió de hombros y se volvió para abrir la puerta a Petersham que luchaba para entrar la bañera de porcelana que ________ había usado en épocas más dichosas. Al ver al viejo amigo, ______ se sintió reanimada; ¡al parecer, no estaba por completo a merced de Joe!

—¡Oh, Petersham! —exclamó—. ¿Cómo está usted?

Al percibir la alegría en la voz de _______, Joe entornó los ojos y Petersham, a su vez, la miró con expresión pétrea.

—Muy bien, señora —respondió con voz gélida.

________ se dejó caer otra vez sobre las almohadas. ¡Buen Dios, Petersham también la odiaba! ¿Qué era lo que había hecho? ¿Nadie se lo diría? ¿O quizá suponían que ella ya lo sabía?

Los labios de Joe esbozaron una pálida sonrisa satisfecha. ________ lo miró fijamente. La luz asesina ya no se veía en su mirada y, salvo por esa barba desagradable y las ropas mugrientas, tenía una apariencia normal. ¿Estaba loco? ¿O estaba sucediendo algo que ella no entendía?

Mientras Petersham llenaba la bañera, Joe empezó a desabotonarse la camisa sin apartar la vista de Martha. Cuando la anciana comprendió que no tendría la menor inhibición en hacer tal como había dicho, sus mejillas se sonrojaron. ________ vio la consternación de la niñera y la empujó suavemente hacia los pies del camastro.

—Está bien, Martha —dijo con voz suave—. Puedes retirarte. No me hará ningún daño.

Joe no la contradijo y siguió desnudándose con gestos perezosos. Martha se precipitó fuera del camastro al ver que el pirata sacaba la camisa de la cinturilla de los pantalones y luego se volvió hacia ________.

—Cierra los ojos, mi amor—dijo la mujer, con tono vehemente—. No es correcto que lo veas así.

Joe esbozó una sonrisa carente de humor. Se quitó la camisa y la tiró al suelo.

—Es mi esposo, Martha —le dijo _______, con calma. Martha moduló un "¡Oh!" silencioso y se llevó la mano a la boca al ver que Joe se desabotonaba los pantalones. Según todas las señales, estaba preparado para desnudarse del todo, sin importarle quién lo mirase.

—Está bien, Martha —repitió ________, ya algo fastidiada. Martha, lanzando una última mirada horrorizada a Joe, se escabulló de! camarote. Petersham terminó su tarea y salió detrás de Martha sin mirar a _______; ella lo siguió con la mirada, perpleja, y luego desvió la vista hacia Joe, que estaba sacándose los pantalones.

Ahora, el vello oscuro que le cubría el cuerpo estaba opaco y apelmazado; ________ contuvo el aliento al ver los huesos bajo la carne morena. Antes había sido un animal bien esculpido, de músculos poderosos, y ahora parecía el sobreviviente de una hambruna. Lo único que quedaba intacto era su masculinidad, que se erguía victoriosa desde la mata negra. Su flagrante plenitud parecía obscena en medio de esa carne devastada y _______ se apresuró a desviar la mirada.

—Es un poco tarde para ese recato de doncella, ¿no crees, esposa? —comentó Joe, sardónico.

La entonación de la última palabra la convirtió en un insulto. _______ se crispó ante el odio que aún ardía como llamas en la voz del marido

—¡No me llames así! —protestó, sin pensarlo. Joe saltó hacia ella, mostrando los dientes, y ______ se encogió contra las almohadas. Las manos del hombre apretaron con crueldad los huesos frágiles de sus hombros y _______ jadeó de dolor y de miedo. Los labios de Joe se abrieron en una sonrisa salvaje y la alzó hasta que las caras de ambos quedaron al mismo nivel.

—¿Sabes que esta noche has estado muy cerca de ser estrangulada? —le preguntó con tono coloquial y el rostro a unos siete centímetros del de ella. El resplandor de locura estaba otra vez en esos ojos y _______ negó con la cabeza, asustada. Haría cualquier cosa con tal de calmarlo—. Muy cerca. De hecho, hoy no estarías viva si no fuese por mi hijo. De modo que no intentes decirme qué debo hacer y qué no. Podría llegar a la conclusión de que ni siquiera por el niño vale la pena que soporte tus actitudes de perra.

Apartó las manos como si de pronto el contacto le resultara desagradable. ________ se dejó caer sobre la cama y siguió con la vista cada uno de los movimientos, con la respiración superficial y agitada. Cuando él le dio la espalda y se encaminó con aire rígido hasta el baño caliente, ________ lanzó un grito de horror.

—¡Tu espalda! —exclamó—. ¿Qué te ha ocurrido?

Joe giró con brusquedad y el brillo de sus ojos era tan intenso que pareció quemar a ________.

—No finjas conmigo, ramera —refunfuñó—. He descubierto que, en lo que a ti se refiere, tengo muy poca paciencia. No haría falta mucho para convencerme de que te demuestre cuan doloroso puede ser un latigazo.

________ lo contempló atónita, pues aunque parecía loco hablaba con la convicción de quien sabe que su actitud está justificada. Y Petersham también la había tratado con desdén. La conjetura se confirmó en la mente de la joven: los dos la culpaban por algo que ella ignoraba.

—Joe, veo que estás furioso conmigo —dijo con voz suave, sin apartar la mirada de los ardientes ojos grises, y pensaba agregar: "¿Me dirías el porqué?", cuando la interrumpió un bramido colérico.

—¿Furioso? ¡Furioso! ¡Perra, sería capaz de cortarte en pedacitos con un cuchillo sin filo, y tal vez lo haga si no cierras esa maldita boca!

Tenía los puños apretados, como si le costara gran trabajo contenerse de pegarle. La tensa amenaza que reflejaba su rostro hizo que _________ se encogiera y guardara silencio. Joe se relajó poco a poco, hasta que por fin se dio la vuelta y se encaminó a la bañera. Se metió dentro v se deslizó con agilidad en el agua humeante. Cuando el líquido caliente le tocó la espalda en carne viva, hizo una mueca de dolor. Desde la cama, _______ veía las llagas que supuraban: al parecer, le habían dado latigazos no una vez sino muchas. Se preguntó,
febril, dónde habría estado. ¿Qué le habría sucedido?


—Joe, ¿no me dirás qué te ha sucedido? —se aventuró, luego de unos minutos.

Joe giró la cabeza con brusquedad y fijó en la esposa la mirada de sus ojos quemantes. La barba negra erizada le daba la apariencia de un temible desconocido.

—Tienes una voz muy suave —respondió él, marcando cada palabra—. Suave y atrapante. Estaba en un tris de convencerme de que tú también eras así. Pero me has demostrado otra cosa, ¿no es cierto, esposa? Me has demostrado que, bajo ese exterior que distrae, late un corazón de pedernal y una mente egoísta y mezquina. ¿Acaso crees que puedes hacerme caer dos veces en la misma trampa? Te aconsejo que no lo intentes. Nada me daría mayor placer que matarte y, si me tientas, tal vez no sea capaz de contenerme ni siquiera hasta que nazca el niño.

________ lo miró con la boca abierta, mareada por la impresión. El veneno en el tono del hombre era inconfundible y desde sus ojos la contemplaba el odio más puro. Pensó en protestar, indignada, pero se contuvo pues no cabía duda de que ese hombre estaba resuelto a despreciarla. Por otra parte, no tenía modo de defenderse si no sabía de qué se la acusaba. Pero si no podía proclamar su inocencia con palabras, sí podía hacerlo con hechos. Sacó las piernas de la cama y, con esfuerzo, se puso de pie. Elvientre hinchado se destacó bajo el camisón rosado y las trenzas se balanceaban rítmicamente contra su pecho mientras avanzaba hacia él. Joe la observó, cauteloso, con los ojos entornados. Su mirada se dirigió primero a las facciones delicadas y luego se sintió atraída por el vientre abultado como por un imán.
♫ Laura Jonas ♥
♫ Laura Jonas ♥


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Pasion en la Isla (Joe y tu) - Página 11 Empty Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)

Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 30 Abr 2012, 2:11 am

—¡Dios! —musitó Joe, cerrando los ojos como si no soportara mirarlo.

Aunque _______ se ruborizó, convencida de que la maternidad inminente la hacía repulsiva a los ojos del esposo, no se dejó amilanar. Siguió adelante sin vacilar, hasta que sus muslos rozaron el borde fresco de porcelana de la bañera. La boca de Joe se apretó en una mueca sombría, pero no abrió los ojos. ________ contempló el cabello negro, bastante crecido, con expresión sumisa.

Por fin, Joe abrió los ojos y le lanzó una mirada amenazadora.

—¿Qué estás haciendo, perra? —rechinó.

Al oír el insulto, los ojos de ________ echaron chispas, pero se mordió la lengua y no dijo nada, mientras se inclinaba para recoger el jabón y el paño de lavar. Sus dedos acababan de rozar el pecho de Joe cuando las manos de él atraparon las suyas y las apretaron con crueldad por las muñecas.

—Te he preguntado qué estabas haciendo —gruñó, asaeteándola con los ojos como una bestia salvaje.

—Necesitas lavarte el cabello —respondió _______ con frialdad, disimulando el temor bajo una superficie serena.

Apostaba todo a la idea de que él no le haría daño mientras llevara al hijo de ambos en sus entrañas. Si se equivocaba, las consecuencias serían desastrosas. Si acertaba... bueno, el contacto había sido la clave para liberar de una vez las emociones más tiernas del esposo y quizá lo fuera nuevamente

—¿Acaso te propones lavármelo? —preguntó él en voz muy suave, pero con acento de mofa—. ¿De verdad crees que puedes tocarme con esas pequeñas manos blancas y borrar todo lo que me has hecho? Bien, esposa, la treta no resultará, de modo que más valdrá que no te molestes. He descubierto la verdad acerca de la violencia y no creo que pueda olvidarla.

—No quiero que olvides, Joe —repuso la joven con tono sereno, al tiempo que se soltaba las manos.

Humedeció el trapo y lo exprimió sobre la cabeza oscura. El agua se derramó sobre la cabeza de Joe y él no se movió. ______ repitió la maniobra; después se inclinó, recogió más agua en el hueco de las manos y le empapó toda la cabeza. Al ver que no protestaba, enjabonó los gruesos cabellos y hundió los dedos entre los mechones hasta el fondo. El pelo y el cuero cabelludo estaban tiesos de mugre y ________ tendría que haber sentido asco, pero no fue así. Masajeó con los dedos el cuero cabelludo y con delicadeza fue aflojando la suciedad.
Al principio Joe se puso tenso; después comenzó a relajarse.



—Diablos, ¿por qué no? —lo oyó musitar ________, más para sí mismo que para ella—. Ya te conozco, perra y no te resultará tan fácil derrotarme por segunda vez.

Prudente, _______ continuó como si él no hubiese hablado. Poco después levantó el cubo de agua caliente que Petersham había dejado y lo volcó en un chorro firme sobre la cabeza de Joe. La espuma sucia se aclaró y Joe giró para mirarla. Cualesquiera fuesen las palabras que
pensaba decir se congelaron en sus labios y entornó los ojos con gesto feroz, mirando el gran cubo de madera que todavía contenía agua y que _______ sostenía en las manos.


—¡Deja eso! —rugió, apretando los dientes. _______ se asustó y soltó el cubo, que cayó al suelo con fuerte estrépito, derramando agua sobre su camisón. Estaba mojada hasta la cintura. Perpleja, lo miraba con ojos dilatados, sin comprender, y se apretaba la garganta con una mano. Joe se levantó maldiciendo, salió de la bañera y tomó la toalla para secarse. No dejó de insultar a _________, que retrocedió, asustada. ¿Qué había hecho esta vez para enfurecerlo así? No podía entenderlo y sus ojos azules le suplicaban que se lo explicara. Joe enfrentó esos ojos con su propia mirada salvaje.

—¿De modo que quieres seducirme otra vez, perra? —dijo, entre dientes—. Piensas ablandarme con tu estado, ¿no es cierto? ¿Quizás esperas librarte del castigo que te espera después de que nazca el niño? ¡Antes prefiero verte en el infierno! Pensarlo, planearlo, fue lo único que me mantuvo vivo y no te me escaparás. ¡Conmigo desperdicias tus pequeñas tretas!

Mientras ________ intentaba encontrarle algún sentido a la diatriba, Joe se puso ropa limpia y salió como un torbellino. Cerró la puerta de un golpe y dejó a la esposa mirando fijamente la pared. Por violento que fuese el rechazo hacia ella, por intenso que fuese el odio, el amor de _______ hacia él permanecía intacto.

Joe no regresó al camarote en todo el día. Entró Martha y la obligó a acostarse; Petersham, con aire rígido, les llevó la comida del mediodía. Joe no apareció. Impaciente, ________ apartó a Martha y sus insistentes cuidados, y sintió deseos de gritar cuando Petersham hizo
oídos sordos a sus preguntas. Para entender qué motivaba el salvaje resentimiento de Joe, tenía que saber qué le había sucedido y por qué la culpaba. Además del mismo Joe, que sin duda reaccionaría a sus preguntas con insultos, Petersham era el único al que podía recurrir.


Oscureció y el buque se aquietó poco a poco. _______ aguardó con nerviosa expectativa que Joe fuera a acostarse y ya era casi medianoche cuando por fin enfrentó la verdad: no iría. "Debe de despreciarme realmente si ni siquiera soporta compartir conmigo el camarote", pensó, afligida. Las lágrimas le resbalaron por las mejillas mientras apagaba la vela y se metía en el camastro. Se sintió sola y perdida bajo las mantas. Los sollozos le desgarraban la garganta v, para no perturbar los suaves ronquidos de Martha, ahogó el llanto contra la almohada. "Mañana encontraré algunas respuestas a mis preguntas", se consoló. "Si no es de Joe o de Petersham, será de la tripulación. Estoy segura de que alguien me lo dirá."

El clima la derrotó. A la mañana siguiente, cuando despertó, vio que nevaba copiosamente. Desde la ventana notó que se formaban carámbanos en el saledizo de madera. El mar estaba gris y agitado, y aunque no veía el cielo, estaba segura de que tenía el mismo aspecto. El sentido común y la falta de ropa abrigada la confinó con Martha a la pequeña zona que rodeaba la estufa de carbón. Tendría que reservar las preguntas que quería formular para el primero que entrase en el camarote.

Petersham llegó un rato después, con la comida del mediodía. ________ respondió a la breve llamada en la puerta y en lugar de recibir la bandeja de manos del asistente, le aferró el brazo y lo hizo entrar. Luego cerró la puerta y se apoyó en ella de modo que el hombre tuviera que empujarla si quería salir. Como conocía a Petersham, sabía que el respeto innato hacia una mujer en su delicado estado le impediría usar la fuerza física. A menos que, como Joe, hubiese sufrido un cambio profundo.

Petersham dejó la bandeja sobre la mesa y, con gran dignidad, se acercó a la puerta. _______ cruzó los brazos sobre el pecho v le sonrió, con expresión decidida. Envuelta en la gruesa manta y con las trenzas colgando a la espalda, parecía un jefe indio. Petersham se detuvo a menos de un metro, sin saber qué hacer.

—Si me disculpa, señora —dijo con aire rígido, sin mirarla a los ojos. El rostro tenso expresaba desaprobación.

—Petersham, quiero saber qué le ha ocurrido a Joe —dijo ________ con suavidad—. Y no me moveré hasta que me lo diga.


—Eso tendrá que preguntárselo al capitán, señora. —Aun- que el tono de Petersham sonó muy formal, la expresión de sus ojos era dura y despectiva—. No me corresponde mencionar los asuntos personales del señor.

________ probó una táctica diferente.

—Petersham, soy la esposa. Tengo derecho a saber qué le pasa.

—Según tengo entendido, al capitán no le pasa nada, señora Jonas.- El acento puesto en el tratamiento era irónico v el temperamento de _______, azuzado primero por la hostilidad irracional de Joe y ahora por Petersham, se encendió. Los ojos azules chispearon y la boca se crispó. Se apartó de la puerta y avanzó hacia Petersham. Él retrocedió, sin saber qué hacer. Martha se levantó de un salto y corrió junto a _______, aferrándose de su brazo.

—¡Señorita _______, no se olvide del niño! —le advirtió la mujer, con voz aguda por la alarma.

_______ vio un llamita en los ojos de Petersham cuando se dirigieron hacia su vientre y de pronto supo cómo haría para lograr que le dijera lo que quería saber.

—¡Oh, Martha! —jadeó, aferrándose el vientre y doblándose casi por la cintura.

Martha se puso pálida y la preocupación de Petersham fue casi idéntica. _________ gimió y la nodriza, furiosa, le espetó al asistente:

—¡Mire lo que ha hecho, rizón del infierno! —lo reconvino—. ¡Alteró a la señorita _______, con lo poco que falta para que nazca el pequeño! ¡Con esas actitudes crueles hará que el niño nazca antes de tiempo y le estaría bien merecido al bribón del capitán!


—No quise... —titubeó Petersham, inclinándose sobre ________. Ella levantó la vista y lo miró, sin dejar de gemir.

—Petersham, ¿qué le ha ocurrido a Joe? —preguntó con voz ronca, fingiendo dolor.

El rostro de Petersham se puso tenso, pero cuando ________ exhaló otro quejido lastimero, a regañadientes se dio por vencido.

—Usted conoce la respuesta, señorita _______ —dijo con seguridad. Al oír que se le escapaba el tratamiento familiar, la joven disimuló una sonrisa de triunfo—. Pero si le divierte oírme contar lo que ya sabe, lo haré. El amo Joe fue hecho prisionero, bajo condena a la horca. La ejecución se habría cumplido esta mañana si el señor Nick no se hubiese enterado de lo que sucedía. Lo rescatamos, cosa que sin duda usted debe de lamentar. Cualquier mujer que ordenara dar latigazos y hambrear al esposo merece que le suceda lo peor, algo en lo que todos estamos de acuerdo. De nosotros no obtendrá ninguna ayuda, señora Jonas.

Otra vez el tono de Petersham expresaba disgusto. ________ se enderezó, olvidado ya el supuesto dolor, ante la impresión provocada por las revelaciones del asistente.


—¿Que yo... hice dar latigazos y matar de hambre a Joe? —repitió, incrédula, mirando fijo a Petersham como si creyese que él también había enloquecido—. ¿En prisión? ¡Ni si- quiera sabía que estaba en prisión! ¡Escapó el día que los sol- dados tomaron Las Palmas! ¿Cómo podía saber que lo capturaron otra vez? Le aseguro que no lo sabía, Petersham. ¡No lo sabía! ¡Tiene que creerme!

—No es a mí a quien tiene que convencer, señora Jonas —otra vez resonó el acento de odio en esas palabras—, sino al amo Joe. Si me permite un consejo, no intente esa mentira con él. Es demasiado astuto para creerla.

—¡No es una mentira! —gimió ________, yendo tras el asistente que con gran dignidad se dirigía a la puerta.

Martha la detuvo, sin advertir que el malestar de la muchacha sólo era fingido. Cuando _______ logró soltarse de sus manos, Petersham ya se había ido.


—¿Qué haré, Martha? —lloró ________, volviendo la mirada herida hacia la nodriza, que emitió sonidos comprensivos hada su pupila.


Los bracos rollizos de la mujer rodearon los hombros de ________, que se dejó llevar a la cama y arropar bajo las mantas. Mientras Martha le acercaba la bandeja con la comida y la acomodaba sobre su regazo, ________ pensaba sin parar. Tenía que encontrar el modo de convencer a Joe de que era por completo inocente. Pero, ¿cómo lo lograría si el capitán ni siquiera se le acercaba? La respuesta era obvia y dolorosa: ella tendría que acercarse a él
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 30 Abr 2012, 2:17 am

El Margarita quedó atrapado en una tormenta que aulló todo el día. El barco era arrojado de un lado a otro como un juguete en manos de un gigante caprichoso y Martha sufrió un violento mal de mar. _______, que tenía el estómago acostumbrado a los caprichos del mar desde el viaje anterior, hizo todo lo posible para que la niñera estuviese cómoda, pero el único tratamiento para ese mal era el clima v la cooperación del mar. Por fin, persuadió a Martha de que se acostara en el camastro, donde la anciana se acurrucó en posición fetal hasta que cesó de gemir y se durmió.

________, ovillada en una silla delante de la estufa, guardó silencio mientras los ronquidos suaves de Martha llegaban a sus oídos. Esa era la oportunidad que estaba esperando. En tanto
Martha estuviese despierta, no tenía modo de salir del camarote, pues la nodriza era capaz de atarla a la cama antes que permitirle aventurarse con semejante tormenta. Sin embargo, en lo que a _________ concernía, hablar con Joe era perentorio y desechó la gravedad de la tormenta con un encogimiento de hombros.


Una vez adoptada la decisión, _________ se puso de pie y se escurrió sin vacilar hacia la puerta, echando una mirada inquieta por encima del hombro hacia Martha, que dormía olvidada de todo.

Se puso una manta sobre la cabeza para protegerse un poco del viento e intentó salir. La fuerza del viento casi le arrancó la puerta de la mano, pero se aferró a ella con desesperación, pues un portazo despertaría a Martha. Le dolieron los músculos del brazo mientras luchaba para cerrarla sin ruido. Por fin lo logró y apoyó la espalda en la puerta, suspirando para recuperar el aliento.

Bajo sus pies, las tablas de cubierta estaban heladas. _______ curvó los dedos de los pies para protegerse del frío y sus ojos se dilataron al mirar alrededor: todo lo que alcanzaba la vista era gris y blanco. El cielo y el mar tenían el color del plomo y el firmamento estaba tan bajo que parecía aplastar al navío; las aguas se elevaban como desafiando a los cielos, con olas amenazadoras coronadas de blanco. Finos gránulos de nieve y hielo mezclados con el rocío salado le punzaban la cara y las manos como miles de aguijones de abejas minúsculas. El viento aullaba como si le indignara que algo tan insignificante como el Margarita tuviese la audacia de desafiarlo. Por un instante, ________ pensó en abandonar la misión y volver adentro, donde estaba cálido, seco y seguro, pero luego cuadró los hombros en gesto resuelto y subió en línea oblicua hacia el alcázar. Aunque estaba muy cerca, tuvo que sujetarse de la barandilla para subir cada peldaño. Si quería hablar con Joe, no tenía más remedio que enfrentar la tormenta.

Se sujetó la manta con una mano e inclinándose para contrarrestar la fuerza del viento subió con esfuerzo escaleras arriba. Los peldaños estaban resbaladizos por el hielo y sus pies ateridos hacían que le costara moverse. En dos ocasiones cayó de rodillas sobre el estrecho tramo de escalera y las dos veces se enderezó y siguió adelante, mientras el barco se alzaba contra ella como un espíritu malévolo. En el ascenso se le clavaban astillas en las
manos, pero no advertía el dolor. Sólo un pensamiento ocupaba su mente: Debía informar a Joe que no tenía nada que ver con el hecho de que hubiese estado prisionero ni con su posterior tormento. Sólo después de decirlo podría abrigar la esperanza de que la amara.


Por fin llegó al alcázar. Se aferró al delgado pasamanos de madera y miró alrededor, sin poder creerlo: no había nadie. El timón estaba amarrado con tiras de cuero crudo para mantener el curso del buque. _________ giró para examinar el resto del barco: las cubiertas estaban desoladas. No había un solo hombre a la vista. Se le ocurrió un pensamiento terrible y su corazón empezó a palpitar, errático: ¿habrían sido todos barridos sobre la borda?


¿Acaso Martha y ella serían las únicas sobrevivientes del barco? ¡Dios querido!, ¿qué habría sucedido?

—Joe! —gritó, en un paroxismo de terror—. Joe, Joe!

—¡Mierda! —La colérica respuesta la hizo girar hacia el viento. ________ levantó la vista, todavía asustada, sin ver de dónde salía la voz, pero al mismo tiempo comprendió que un ser celestial no emplearía semejante lenguaje. Se le agrandaron los ojos y se le secó la boca al ver a los hombres colgados como sombras grises de la obencadura, recogiendo las cuerdas que sujetaban las lonas de las velas. Uno de los hombres interrumpió la tarea v bajó a cubierta a un ritmo feroz. El rostro y la silueta estaban oscurecidos por la nieve que revoloteaba, pero _________ supo, con inexplicable certeza, que era Joe.

Un rugido sordo resonó en sus oídos cuando Joe llegó a la cubierta. Apenas logró detectar el miedo que bailoteaba en los ojos de él mientras corría hacia el alcázar. Sacudió la cabeza para librarse del ruido, se aferró con fuerza al pasamanos y sintió que
sonreía trémula al ver cómo Joe se veía obligado a zigzaguear para atravesar la cubierta, al mismo ritmo que el balanceo del barco. Cuando llegó a la base de la escala, el rugido pareció acrecentarse y _______ miró, pensativa, por encima del hombro.


Lo que vio le paralizó el corazón: hacia ella se precipitaba como un demonio una ola gigantesca, oscura y aterradora como la muerte. Se llevó la mano libre a la cara, en un esfuerzo absurdo por protegerse, pero a la vez; sabía que jamás llegaría a tiempo a lugar seguro.

De súbito se vio arrojada sobre la cubierta, y un cuerpo pesado cayó sobre ella. Unos brazos duros la rodearon y la sujetaron apretadamente contra el barandal.

—¡Contén la respiración! —le gritó una voz en el oído. Sin pensar, ________ obedeció. En cuanto cerró la boca, toneladas de agua helada se abalanzaron sobre ella, amenazando aplastarla, apartarla de los brazos fuertes que la sostenían como pegada a la cubierta. Percibió la fuerza del agua que la arrastraba, como si quisiera chuparla hacia las profundidades. Sola, no habría resistido esa fuerza; con Joe, en cambio, tenía una posibilidad.

En unos segundos, todo había terminado. El Margarita corcoveó un instante y luego se enderezó, lanzando un diluvio, como un perro empapado. ______ sintió que la alzaban y que los brazos que la habían mantenido a salvo la sacudían tanto que creyó que se le caerían los dientes.

—¡Eres una maldita estúpida! —vociferó Joe, demasiado enfurecido para advertir que el viento arrastraba sus gritos o que _______ casi no podía oírlo por el bramido de la tormenta—. ¡Has estado a punto de matarte!

—Tenía que hablar contigo... —trató de explicar _______, encogiéndose en el rudo abrazo.

Con una sensación de frustración, comprendió que ninguno de los dos podía oír al otro. Pero tenía que intentarlo.

—¡Tienes que escucharme! —chilló, sacudiéndole el brazo. Joe le lanzó una mortífera mirada de soslayo y sus manos pasaron de los hombros a la base del cuello de ________.


—¡Cállate, o te estrangulo en este mismo instante! —aulló, apretando las manos en torno del cuello esbelto.

________ se liberó de un tirón y los ojos se le dilataron al sentir un dolor que le apuñalaba el vientre. Gritó y se dobló en dos.

—¡Qué diablos...!

________ cayó de rodillas sobre el alcázar, rodeándose el vientre con los brazos. Otro dolor la acuchilló. ¡Oh, Dios, perdería al niño! Joe se inclinó sobre ella y, al adivinar lo que pasaba, la alzó y la apretó contra sí mientras luchaba por llegar a la escalera. El viento arremolinado se llevó las maldiciones que salían de su boca como una catarata. ________ contempló el rostro delgado y se le nublaron los ojos cuando el dolor le atravesó el vientre con intensidad cada vez mayor. Gimió, esforzándose por retener al niño en su interior, apretando con las dos manos el bulto. Al mirar a Joe a los ojos vio el pánico reflejado en ellos. "¡El también está asustado!", pensó, con vaga sorpresa. Luego, el asalto del dolor barrió todo pensamiento. Gritó, hasta que una bienaventurada negrura descendió sobre ella como una cortina. Al sentirla inerte en los brazos, Joe maldijo con furia y bajó los peldaños de dos en dos, llevándola al refugio del camarote.
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 30 Abr 2012, 3:07 am

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Capitulo 16

Sólo los diestros cuidados de Martha impidieron que _______ perdiera al niño. E! bramido frenético de Joe la hizo saltar de la cama y, olvidando su propio malestar, Martha envolvió las piernas de _______ en paños fríos y también envolvió con ellos el vientre palpitante, con la esperanza de detener la hemorragia antes de que fuese demasiado tarde. Joe merodeaba, impotente, hasta que Martha se volvió hacia él como una gallina encrespada y lo hizo salir del camarote. "Hay cosas" dijo, "que no son para que las vea un caballero." Las miradas que le echó expresaban que no estaba segura de que perteneciera a esa categoría, pero aun así insistió en que se marchara. Joe supo que no podía hacer nada para ayudar a ________ y al hijo de ambos, excepto ocuparse de que la fuerza de la tormenta no hundiese el Margarita y lo reconoció con una humildad que le hizo subir varios puntos en la consideración de Martha. A modo de acuerdo de compromiso, envió a Petersham para que ayudase a la mujer en lo que
necesitara. Cuando pasó el peligro inminente, Martha disfrutó empleando al asistente como mensajero. Como autoridad en la habitación de la enferma, la niñera estaba en su elementa


_______ no recuperó por completo el sentido hasta dos días después. La tormenta había pasado y el hijo seguía habitando su útero. No obstante, estaba debilitada por la hemorragia y Martha insistió en que guardara cama hasta que naciera el niño. Joe añadió su propia orden a la de Martha y _______ estaba demasiado asustada por lo que había estado a punto de pasar como para desobedecerles. Lo que dijo Joe en tono gruñón la complació más de lo que hubiese creído posible, pues significaba que se preocupaba por ella. Si bien se mostraba cauteloso y desconfiado, a juicio de ________ ya no la odiaba. Con cierta timidez se lo comentó a Martha, quien coincidió con ella.

—El capitán Jonas estaba loco de preocupación por ti —le confirmó, alegre—. Es de los que sufren con el parto de la mujer. Ese tonto del asistente me contó que la madre del capitán murió al dar a luz y supongo que por eso no es de extrañar. ¿Sabes una cosa, señorita _______? Creo que te has confundido con este hombre. No es tan temible como yo había imaginado y, a fin de cuentas, podría ser un buen marido para ti.

En labios de Martha, eso representaba un elogio que hizo sonreír a _______. Con que el propio Joe pensara que podría ser un buen marido, estaría contenta. La consumía e! amor por él y a duras penas podía contenerse de decírselo. No obstante, una cautela instintiva la impulsaba a guardar silencio, pues no quería que se alejara aún más de ella. Para _______, el tiempo era su aliado... y también el hijo que llevaba en el vientre. Sin duda, después del nacimiento Joe dejaría de estar en guardia ante la madre, pues comprendería que el niño lo ligaba a ella para siempre.

Joe seguía durmiendo fuera del camarote y, aunque con renuencia, _______ admitió que tal vez eso fuese lo correcto. Pero la visitaba casi todas las tardes. Si bien su acritud era rígida y formal, su presencia la deleitaba y le sonreía con calidez cada vez que aparecía.

Un día, unas dos semanas más tarde, Martha tuvo el tacto de ausentarse durante la visita de Joe. ________ aprovechó la oportunidad: lo tomó de la mano y lo hizo sentar en el borde del camastro, junto a ella. Joe se lo permitió, pero la observó con expresión desconfiada y ella percibió las líneas de tensión dibujadas a los costados de la boca.

Con tanta sencillez y convicción como pudo, le dijo que no había tenido intervención alguna en lo ocurrido en prisión.

—Ni siquiera sabía que habían vuelto a capturarte —le dijo con sinceridad, sin entender por qué el rostro de Joe empezaba a ponerse tieso. Sin dejarla terminar, él se puso de pie con brusquedad, soltó la mano y la miró, ceñudo—. Joe! —exclamó ________, al ver que pensaba retirarse.

El dolor de que no le creyera la hirió como un cuchillo. Joe giró otra vez la vista hacia ella, vacilante, y la única señal de emoción fue un músculo que se contraía en su mejilla. —No importa —le dijo, cortante, al ver la evidente agitación de la muchacha—. Ya es algo del pasado y lo olvidaremos. Eres mi esposa y no importa cómo llegamos a esto o lo que sucedió después. No volveremos a discutir este tema.

Tras este breve pronunciamiento, salió a zancadas de la habitación. _______ lo llamó, frenética, resuelta a discutirlo hasta que quedara aclarado, pero Jon no respondió ni se volvió. La joven se dejó caer sobre las almohadas con un suspiro desanimado. Bajo una apariencia cortés, Joe desconfiaba de su esposa, como siempre, y quizá llevara años convencerlo de que no había sucedido lo que él pensaba. Las lágrimas comenzaron a rodar por las mejillas de ________ y desbordaron, hasta que su rostro quedó empapado. Cuando Martha
volvió al camarote, ________ lloraba sin disimulo. Horrorizada, Martha le arrojó los brazos al cuello y luego la instó a que se secara los ojos y bebiese una buena taza de reconfortante té. Después le indicó que debía dormir; para su propia sorpresa, _______ obedeció. Desde ese momento, Martha procuró quedarse en el camarote cada vez que Joe estaba presente. Y, para gran rabia de ________, él parecía casi aliviado por la presencia de la nodriza. A su pesar, por falta de oportunidades, ________ dejó el tema de lado por un tiempo. Pero cuando naciera el niño... Las palabras resonaban en la mente de la muchacha como un coro griego.


"Cuando nazca el pequeño", se prometió, "no le resultará tan fácil eludir la discusión que quiero mantener. Lo fastidiaré sin cesar hasta que, por puro cansancio, terminará por
creerme." Esos pensamientos provocaban una sonrisa secreta que le formaba hoyuelos en las mejillas. Como sabía por experiencia, había maneras de hacer que la escuchara y le creyese, y no tendría escrúpulos en usarlas... cuando naciera el niño.


________ se alegró al comprobar que Petersham no era tan obstinado. Poco a poco, con avances infinitesimales, la relación con el hombrecillo volvió al punto en que se encontraba antes de que los soldados irrumpieron en Las Palmas. La cuidaba casi con el mismo celo maternal que Martha: la regañaba cuando no comía o si se sentía triste. Le decía, con severidad, que el bienestar del hijo tendría que ser su principal preocupación y procuraba animarla.

Martha observaba con incertidumbre esa extraña camaradería. En su mundo, era más que incorrecto que un hombre entrara en el dormitorio de una mujer que no era su esposa y mucho peor sentarse a conversar con ella durante horas. Pero si el capitán no veía nada malo en ello, Martha no tenia argumentos para oponerse. Además, sabía muy bien que el hombre era inofensivo y que levantaba el ánimo a su pupila. Aunque a desgana, llegó a la conclusión de que tendría que tolerar e! constante ir v venir del asistente, por el bien de _______, si bien eso no significaba que tuviese que gustarle ese hombre... y sin duda no le agradaba.

________ percibió los celos crecientes de Martha hacia Petersham, aunque los fragmentos de información que él le transmitía eran demasiado interesantes para desanimar su presencia casi constante. Por Petersham supo que se dirigían a Carolina del Sur, a raíz de un inexplicable y repentino capricho del capitán.

Cuando el amo Joe aún estaba en prisión, supieron que el viejo señor Jonas había muerto, dejando Woodham y todo el resto de sus posesiones a su hijo. Cuando Petersham se lo comunicó, el rostro del capitán fue digno de verse durante unos minutos; después ordenó, cortante, que el Margarita enfilara hacia el este. Citando a Joe, Petersham dijo que era hora de regresar al hogar.

Nick fue a visitarla una sola vez, sin demasiado entusiasmo, y ________ dedujo que temía la cólera de Joe. "No tiene motivos para temerla", pensó _______, desanimada. Lejos de evidenciar celos cuando le informó de la visita de Nick, Joe sólo demostró una fría indiferencia.

Petersham encontró un paño de lana de buena calidad en la bodega y Martha la usó para hacerse un vestido decente. ________, en cambio, al estar en la cama, se conformaba con usar otra vez los camisones de Joe para ver si su cuerpo menudo envuelto en esas prendas blancas demasiado grandes traía algunos recuerdos, pero Joe no lo demostraba ni con un parpadeo. ________ no tuvo otra alternativa que llegar a la conclusión de que el único interés que el capitán tenía en ella era como madre de su hijo. Aunque, si en una ocasión sus sentimientos por ella habían revivido, era posible que volvieran a aflorar.

El Margarita avistó Nova Scotia unas tres semanas después de hacerse a la vela. Desde ese momento, mientras Joe navegaba a lo largo de la costa de Norteamérica hacia su destino, en ningún momento se alejaron de tierra firme. En los meses de invierno, el océano era imprevisible, y por el bien de todos los que iban a bordo, el capitán prefirió un trayecto más prolongado pero también más seguro. A __________, confinada en la cama, no se le permitió levantarse ni para echar un vistazo a tierra. Aunque Jon se ofreció para llevarla en
brazos a cubierta si quería, Martha lo prohibió con firmeza. Y pese a que _______ se enfurruñó, la niñera se mantuvo en sus trece.


A medida que el Margarita navegaba rumbo sur, el tiempo era cada vez más templado. Según los cálculos de _______ y de Martha, el niño nacería el 3 de marzo. Joe les dijo que en la tercera semana de febrero echarían el ancla en Charleston y, como de costumbre, su cálculo dio en el blanco.

Cuando el Margarita ingresó en la bahía de Charleston, _______ insistió en subir a cubierta. Declaró que quería ver su nuevo hogar y que lo haría aunque fuera arrastrándose. Por una vez, Joe desoyó las objeciones de Martha, envolvió a _______ en una manta y la alzó. A
pesar del agregado del niño, la cargó sin dificultades y _________ disfrutó para sus adentros de la sensación de los músculos fuertes contra su propia piel. "Pronto estaré en condiciones de utilizar mis encantos femeninos para convencerlo de que soy inocente", pensó. "Hasta ese
momento, tendré que resignarme a que me alce a disgusto."


Esbozó una leve sonrisa mientras Joe la llevaba al sol. Al ver la expresión de complacencia felina en el rostro de la joven, Joe entornó los ojos, suspicaz; ________, reanimada por sus planes para el futuro, recompensó la desconfianza del esposo con una ancha sonrisa de felicidad. El paso firme del hombre vaciló y la miró con la expresión aturdida de quien fijó demasiado tiempo la vista en el sol.

________ le devolvió la mirada con cándido interés. En las seis semanas en el mar, Joe había recuperado el peso perdido y se lo veía tan corpulento y fuerte como siempre. Los brazos que la sostenían estaban acordonados de músculos y ________ disfrutó de esa fuerza segura. El rostro recobró el saludable bronceado y la barba afeitada revelaba la firmeza de la barbilla. Las facciones de áspero tallado seguían siendo muy atrayentes. Contemplando esa boca dura, _______ sintió un agradable cosquilleo que comenzaba en la base de la espalda y ascendía. Ansiaba tocarla con la propia... El deseo debió de reflejarse en su rostro, pues sintió que la respiración de Joe se aceleraba. Con una mezcla de triunfo y anhelo, comprendió que el esposo también la deseaba. El fuego que chisporroteaba en los ojos del capitán no era de cólera ni desconfianza, sino de pasión desnuda.

—Disculpe, capitán, ¿ocurre algo malo? —preguntó Martha con tono afligido, devolviéndolos a la realidad con una sacudida.


________ vio que un débil sonrojo asomaba a los pómulos de Joe y sintió que lo mismo sucedía en su propio rostro. Joe la alzó como si sólo se hubiera detenido para sujetarla mejor y respondió a Martha con ácido humor, por encima del hombro:

—Su señorita aumentó mucho de peso desde la última vez que la llevé en brazos —refunfuñó—. Pero haré todo lo posible para no dejarla caer. Después de los problemas que nos ha causado, sería una pena perderla ahora.

Mientras hablaba, miró con expresión significativa las chispeantes aguas azules de la bahía. ________ protestó en broma, segura de que sólo un huracán haría que la dejase caer; por su parte, Martha dirigió al capitán una mirada ceñuda por su tontería. En brazos de Joe hacia el alcázar, _________ se sintió aturdida de felicidad, gozando de las ásperas bromas. Ese día se parecía al Joe de Las Palmas más que en cualquier otra ocasión desde que volviera a secuestrarla.

Como tenía la cabeza apoyada en el hombro de Joe, no percibió que la boca de él se tensaba de pronto, ni que los ojos se ensombrecían mientras ella se acurrucaba en sus brazos como una gatita confiada. No pronunció palabra, pero tampoco _______ tenía ganas de hablar. Dejándose sostener, apoyada contra los músculos del pecho fuerte del marido, observó con interés la ciudad que sería su patria.

Charleston era un activo puerto de mar, una ciudad bulliciosa del sur que dependía de la proximidad del mar. En el puerto estaban anclados buques de todo el mundo, que anclaban para negociar especias, ron o textiles a cambio de la exportación más provechosa de Charleston: el algodón.
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Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 30 Abr 2012, 3:09 am

_________ inspiró una profunda bocanada de ese aire fresco y disfrutó de la sensación del sol, que brillaba cálido incluso a finales de febrero. Joe había nacido y pasado su infancia en esa ciudad. Pese a la amargura de los recuerdos, .Charleston era su patria y _______ estaba resuelta a adoptarla también como tal. Cuando Joe se encaminó de regreso al camarote, la joven protestó: podría haberse quedado todo el día contemplando la actividad en el puerto. El esposo insistió y ella cedió de buena gana. Como había dicho Joe, Charleston permanecería allí mucho tiempo y no desaparecería mientras ella descansaba.

En tanto _______ hacia una siesta, Joe bajó a la costa; cuando ella despertó, aún no había regresado. Para su gran sorpresa, se había hecho acompañar por Martha, dejándola al cuidado de Petersham. Ya estaba oscuro cuando volvieron al barco.

Primero entró Martha, con los brazos cargados de paquetes. Joe iba detrás, igualmente cargado. _______, sentada en el camastro, adoptó una expresión atónita y su mirada voló hacia el rostro de Joe. Las miradas de ambos se encontraron y él esbozó una lenta sonrisa.

—No podía hacer bajar a mi esposa del barco envuelta en una manta —explicó con sencillez, dejando caer los bultos sobre la cama. Muda de sorpresa, _________ pasó la vista de los paquetes al marido y otra vez a los bultos. Joe continuó—: Y pensar en mi hijo desnudo me desagrada aún más. Creo que aquí encontrarás todo lo que ambos necesitáis.

Señaló los paquetes con un gesto y _______ se precipitó a abrirlos, ante la mirada resplandeciente de Martha. Había tres vestidos de tamaño adecuado para una mujer encinta, uno de un encantador amarillo, otro verde claro y el tercero color melocotón. En otra caja había enaguas y ropa interior diseñadas para mujeres embarazadas. ________ levantó unos calzones que tenían la parte del vientre elástica y se estiraban a medida que el embarazo crecía y miró a Jon con expresión interrogante.

—Tú no has elegido éste —lo acusó, divertida ante la idea. Joe rió entre dientes.

—Debo reconocer que no —dijo—. Tampoco elegí semejante cantidad de cosas para recién nacidos que, me aseguraron, son imprescindibles para criar a un hijo de manera apropiada. Martha lo hizo. A ella tienes que agradecérselo.

—El capitán me dijo que comprara todo lo que me parecía que os haría falta a los dos —dijo Martha, a la defensiva—. Y pagó las cuentas. Eso es más de lo que harían algunos caballeros.

—Yo no estoy domesticado—murmuró Joe con tono satírico, en respuesta al elogio inesperado de Martha.

_______ sonrió a los dos. Tiró del brazo de Martha para poder estamparle un cariñoso beso en la mejilla; luego, sin pensarlo, tendió los brazos a Joe. El rubor se reveló bajo la piel atezada y, por un instante, pareció vacilar hasta que el rostro expectante de Martha lo
forzó a inclinarse, algo rígido, hacia _______, que le rodeó tiernamente el cuello con los brazos y le depositó un beso suave en la boca. Al contacto con los labios de la esposa, los de Joe se abrieron y las manos hicieron gestos convulsivos, como si quisiera aplastarla contra él, a pesar de su vientre hinchado. Un discreto carraspeo de Martha le ayudó a recobrar el sentido. Joe se apartó con la respiración agitada y ________ le dirigió una sonrisa trémula. Antes de retirarse, la mirada de Joe se demoró largo rato en el rostro de la muchacha.


—Perdón, señoras... —dijo con cierta precipitación y giró sobre sus talones.

_________ le clavó la vista con expresión cálida, admirando los movimientos enérgicos del cuerpo alto mientras salía del camarote. Martha tuvo que hablarle dos veces antes de que pudiera apartar la mirada embelesada de la puerta. Y si bien los ojos de la nodriza reflejaban comprensión al observar cómo su pupila desplegaba los diminutos atuendos infantiles con amor, se abstuvo de comentar lo que había visto. Era claro como el agua que la señorita ______ estaba loca por el capitán. Martha sonrió, contenta, mientras la ayudaba a empaquetar
otra vez las cosas del pequeño.


Cuando ________ estuvo ataviada con el vestido amarillo y el cabello peinado con recato, como correspondía a una joven matrona, y las nuevas prendas de ella y del pequeño guardadas en los baúles, ya era media mañana. Joe había estado paseándose impaciente por cubierta durante una hora y cada tanto asomaba la cabeza por la puerta para preguntar por qué diablos demoraban tanto. ________ le sonrió, pero Martha fue menos tolerante. Lo echó sin ambages del camarote diciendo que el arreglo de una dama era un asunto complicado y que un verdadero caballero lo sabía y adaptaba a ello sus horarios. Jon apretó los dientes, pero comprendió que era preferible no discutir, y como era un guerrero curtido por mil batallas sabía reconocer la derrota. Se retiró de mala gana y dejó a Martha al mando del campo.

Por fin ________ estuvo lista. Llamaron a Joe para que la llevara al bote que los esperaba y dos marineros se ocuparon del equipaje. Estos abrieron la boca al ver la montaña de baúles y paquetes, pero asintieron con valentía en respuesta a las indicaciones de Joe acerca de cómo tenían que llevarlos a la casa. Jon alzó a ________ con un brazo en sus hombros y otro detrás de las rodillas. Ella se sujetó de su cuello, le sonrió y apoyó la cabeza en su hombro. El aroma a cabellos recién lavados de ________ penetró la nariz del capitán, que cerró los ojos. Sólo los movimientos impacientes de Martha le impidieron detenerse para posar los labios en esa cabellera fragante.

Cuando ________ vio cómo pretendían que pasara de la cubierta del Margarita al pequeño bote que se balanceaba allá abajo, en el agua, se resistió. De ningún modo pensaba sentarse en esa especie de cabestrillo quejón había inventado para que la bajaran por el costado del
buque. Si caía, iría a parar a la China. Si no había otro método, prefería arriesgarse a bajar por la escala y Martha la apoyó con vehemencia, pues a ella tampoco le inspiraba confianza el artefacto.


Joe halagó, instó y ordenó, pero ________ se negó. Finalmente el capitán perdió la paciencia y la metió en e! cabestrillo, aunque en consideración a su estado la trató con la mayor gentileza posible. ______, al ver que no tenía alternativa, dejó que la atara, cerró los ojos y se aferró con fuerza a las cuerdas mientras pendía sobre el costado del barco. Por medio de una polea la bajaron con todo cuidado y un marinero la sostuvo al llegar abajo; cuando la operación acabó, _______ estaba pálida. Siempre había tenido un miedo irracional a las alturas.

En cuanto ella estuvo a salvo en el bote, la operación prosiguió con rapidez. Martha fue bajada del mismo modo y gritó mientras se hallaba suspendida encima de las aguas azules de la bahía. No la sostuvieron con tanto cuidado como a _______, y cuando llegó a estar cómodamente sentada tenía las faldas empapadas. Al tiempo que Joe bajaba la escala y saltaba a bordo con agilidad, la anciana murmuró sus quejas. Por fortuna, el agua estaba lisa como el satén y el trayecto hasta la orilla transcurrió sin dificultades.

Joe había alquilado un coche abierto, indicando al cochero que los esperara en el muelle. Pensaba llevar a ________ a Woodham, mientras Martha los seguía en otro coche, con el equipaje. El viaje no llevaría más de una hora y pronto estarían en casa. Nadie tendría que volver a moverse si no lo deseaba.

En parte, esto dulcificó a Martha. Con aire de dignidad ofendida, aceptó esperar el equipaje y vigilar que lo transportaran con seguridad. Para sus adentros, Joe bendijo al padre por no haberle impuesto una nodriza, mientras se metía en el coche junto a _______ e indicaba al cochero que arrancara.

_________ apoyó la cabeza contra el respaldo tapizado v se dedicó a absorber con avidez lo que veía alrededor. Mientras avanzaban por las calles empedradas, pasaron por varias avenidas donde había pequeñas tiendas con carteles de madera colgados en el frente, donde se anunciaban desde sombrererías hasta sacamuelas. ________ pensó que después de que naciera el niño pasaría muchas tardes agradables conociendo las tiendas del lugar. Joe le tomó la mano mientras viajaban hacia la zona residencial y ______ se volvió para mirarlo, sorprendida. En los últimos tiempos no había hecho muchas demostraciones de afecto.

—Ayer te compré algo más —dijo sin soltarle la mano izquierda, mientras sacaba un pequeño estuche del bolsillo de la chaqueta.

Inmediatamente le quitó del dedo la sortija de bodas. La sostuvo un instante en el puño cerrado, abrió la mano y la dejó caer por el costado del coche. Al ver que el pequeño aro de oro quedaba atrás, en la calzada, _______ contuvo una exclamación y se volvió hacia él, indignada. Joe le entregó el estuche.

—Ábrelo —le ordenó con brusquedad.

_________ aceptó la cajita y Joe, al ver que vacilaba, la abrió con el pulgar. Ante el brillo de las joyas que contenía, ________ parpadeó, fascinada. Había dos sortijas: un diamante solitario flanqueado por dos zafiros pequeños y una alianza lisa, de bodas. Levantó la vista hacia el marido, con expresión interrogante.

—Mi esposa usará mis sortijas —explicó él con tono sardónico; como ________ seguía mirándolo fijamente, frunció el ceño, impaciente—: Póntelos.

Como no daba señales de obedecer, Joe le tomó la mano izquierda y le puso las sortijas en los dedos laxos. El gesto sorprendió a ______ y sintió que se le formaba un nudo de lágrimas en la garganta mientras los largos dedos bronceados se deslizaban sobre los suyos, delgados y blancos. Fue casi como si se casaran otra vez, sin los sentimientos retorcidos que habían convertido en una burla la ceremonia verdadera; los ojos que ________ dirigió hacia Joe reflejaron lo que sentía.

—Joe, yo... —empezó a decir, pero algo en el rostro del esposo la hizo contener la confesión que estaba a punto de hacer. Prefirió emplear la ocasión para insistir en su total inocencia—:

En realidad, yo ignoraba por completo que estuvieses preso. Por cierto, jamás habría hecho que te diesen latigazos o que te mataran de hambre. Por favor, créeme.

Joe entrecerró los ojos.

—Creo que ya te he dicho que ése es un tema concluido. No es necesario que hagas ridículos esfuerzos para apaciguarme. Para bien o para mal, he aceptado que estamos casados, y por lo tanto no tienes que temer que ejerza ninguna venganza sobre ti por tus actos. Estás a salvo.

El tono acre de las últimas palabras hirió a _______, quien respiró hondo para contener las lágrimas. "No tengo que llorar, no tengo que llorar", pensó, deseosa de contener las lágrimas que parecían fluir a la menor provocación en esas últimas semanas de preñez.

—¡Cristo! Intentarías cualquier cosa, ¿no? —musitó Joe con tono feroz, apartando la vista del brillo sospechoso de los ojos de ________.

—Por supuesto —replicó ________ airada, sintiendo que el desprecio de Joe le hacía erguir la espalda a modo de desafío. Levantó la barbilla y agregó—: Estar casada es aburrido. ¡Tengo que hacer algo para divertirme!

—¡Perra! — maldijo Joe, por lo bajo.

_________ esbozó una sonrisa satisfecha. "Podemos ser dos los malvados", pensó. "¡Si Joe imagina que estoy dispuesta a servirle de felpudo, está muy equivocado!" Se decidió a devolverle golpe por golpe.
♫ Laura Jonas ♥
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Pasion en la Isla (Joe y tu) - Página 11 Empty Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)

Mensaje por ♫ Laura Jonas ♥ Lun 30 Abr 2012, 3:11 am

El resto del viaje pasó en silencio total. Sólo se oía el firme resonar de los cascos del caballo sobre la tierra del camino. Finalmente, Joe despertó del sombrío ensueño en que estaba sumido para indicarle al conductor un sendero.

—Ya hemos llegado —dijo a _______, lacónico.

_________ se enderezó, dispuesta a pasar por alto lo ocurrido entre ellos y ansiosa por conocer el nuevo hogar. El prado se extendía entre dos filas de altas encinas. A cada lado había verdes campos ondulados. A la distancia, ________ distinguió la vaga silueta de una casa de ladrillos de dos plantas. Era hermosa, una imponente mansión con columnas blancas custodiando la entrada. A lo largo de toda la casa se extendía una galería y en lo alto de la puerta de roble se abría un abanico de vidrios de colores. Unos escalones bajos conducían al porche. A ambos lados de la escalera se alzaban sendos árboles de magnolia con sus blancos capullos.

El coche frenó en un sendero circular, delante de la casa. Joe hizo amago de saltar del coche, pero se detuvo al ver que una mujer salía al borde del porche y se quedaba mirándolo. Joe le devolvió la mirada con expresión dura y se apeó del coche con calma forzada.


—Buenos días, Isobelle —dijo, en voz monocorde.

La mirada de _________ fue de la espalda ancha del marido hasta la elegante mujer que estaba en el porche. Era muy hermosa, de cabellos negros y ojos chispeantes; su figura voluptuosa se destacaba con el vestido de seda escotado. Pero unas líneas finas surcaban su cutis y la boca roja tenía una expresión petulante. ________ vio que era mayor, bastante mayor que el mismo Joe. En su mente surgió el atisbo de una sospecha acerca de quién podía ser.

—Joe —saludó la mujer, en respuesta.

Los ojos atrevidos recorrieron el cuerpo alto de Joe de un modo que disgustó a ________ y se dilataron apreciativos al detenerse en el rostro. ________ se mordió el labio.

—Has cambiado, querido mío.

—Tú también, Isobelle —respondió Joe con voz tensa.

Por fin recordó la presencia de ________ y se volvió para ayudarla a bajar del coche, alzándola con cuidado. ________ le lanzó una mirada venenosa y la ira que bullía en sus ojos hizo sonreír al hombre.

—¿A quién tenemos aquí? —Isobelle entrecerró los ojos mientras examinaba la silueta redonda de ________, quien le devolvió el escrutinio con expresión altiva. La irritaba mucho la actitud posesiva de la mujer con su marido.

—Esta es mi esposa —dijo Joe con frialdad, cargando a ________ sin esfuerzo. Cuando faltaban dos peldaños para llegar a lo alto, se detuvo—. ________, ésta es Isobelle, mi madrastra.

Las sospechas de _________ se confirmaron. De modo que ésa era la mujer que Joe habla adorado en la adolescencia, la que lo había desilusionado de un modo tan cruel al traicionar al padre... Contra su voluntad, _______ murmuró una cortesía a la que la otra mujer no se dignó responder.

—¿Con que asaltando cunas, Joe? —preguntó Isobelle con tono provocativo—. ¿O fue una cuestión de obligaciones?Pasion en la Isla (Joe y tu) - Página 11 987434

La perversidad de la mujer provocó que la boca de Joe se pusiera tensa y _______ sintió que sus propias mejillas se ruborizaban. Le gustara o no, la última insinuación había estado demasiado cerca de la verdad, pero prefería dejarse hervir en aceite antes que permitir que la madrastra de Joe percibiera su incomodidad.

Compuso una sonrisa cortés y la mantuvo con firmeza mientras Joe seguía subiendo los escalones del porche. Isobelle entró tras ellos en el vestíbulo.

—Cuando un hombre encuentra algo tan encantador como ________, hace todo lo posible para hacerla suya de inmediato. ¿O acaso ha pasado tanto tiempo que ya lo olvidaste, Isobelle?

Aunque Joe respondió como al descuido, fue obvio que aguijoneó a la mujer, quien de pronto se sonrojó. Estaba a punto de replicar, pero al ver que Petersham se acercaba corriendo al vestíbulo desde el fondo de la casa, se mordió la lengua.

—Ah, Petersham —dijo Joe, imperturbable—. Creía que te habías perdido. Veo que mis... eh... mis instrucciones no se obedecieron.

—Lo siento, capitán, pero ella insistió en quedarse. Dijo que quería conocer a la novia.

Petersham miró a _________ con aire de disculparse y ella le sonrió.

—Claro que quería conocer a tu esposa, Joe —intervino Isobelle con fingida alegría—. Al fin y al cabo, supongo que es mi nuera. Tengo que presentársela a mis amigos. Cuando esta mañana se presentó Petersham con esa ridícula historia de que querías la casa para tu familia, pensé que tenía que verlo con mis propios ojos. Es difícil imaginarte como padre de familia. Pasion en la Isla (Joe y tu) - Página 11 987434

—Bien, ahora que ya has visto que de verdad soy un padre de familia, te ruego que me disculpes. Mi esposa no se siente muy bien y necesita descansar. Petersham, ¿está preparada la habitación?

—La suite del amo, capitán.

Joe se encaminó hacia las escaleras, pero Isobelle, lo sujetó del brazo. _______ le lanzó una mirada helada; la mujer la ignoró y dedicó a Joe una sonrisa radiante; la muchacha sintió un súbito deseo de arañar ese rostro maquillado con esmero.

—Pondré casa en la ciudad, Joe. Tienes que ir a visitarme después de instalar a tu esposa. Podremos recordar... los viejos tiempos.Pasion en la Isla (Joe y tu) - Página 11 987434 Pasion en la Isla (Joe y tu) - Página 11 880909

—Tal vez lo haga, Isobelle. Supongo que te habrás llevado a los esclavos de la propiedad.

—Eran míos. —Isobelle se encogió de hombros y su mano de uñas escarlatas acarició la manga de Joe. ________ rechinó los dientes ante lo íntimo del gesto—. Tu padre me los regaló poco antes de morir. Tienes la suerte de quedarte con la casa, ya que al fin y al cabo nunca has vuelto al hogar.

—No, nunca, ¿verdad? —respondió Joe con tono frió y se volvió.

_________ apretó los brazos alrededor del cuello del esposo que empezó a subir las escaleras. Petersham los seguía.

—Puedes usar el coche que está fuera para regresar a la ciudad —dijo Joe a Isobelle por encima del hombro.

—Eres muy amable, querido Joe —ronroneó la mujer—. No te olvides de ir a visitarme. Sé... cuan solitario... puede sentirse un hombre cuando su esposa está en estado interesante.

Ante tan flagrante insinuación, ________ ahogó una exclamación. Mientras Isobelle se marchaba, Joe tensó la mandíbula y miró de soslayo a la muchacha indignada que llevaba en brazos.

—No irás a verla —le ordenó _______ en voz baja, pues no quería que Petersham la oyese, aunque no pudo contenerse.

—Esposa, ¿acaso estás dándome órdenes? —De súbito la mirada de Joe se tornó glacial y _______ asintió, echando chispas por los ojos azules ante la audacia de Isobelle—. No lo hagas — dijo Joe con suavidad, en un tono matizado de crueldad—. Re- cuerda que corres el riesgo de sufrir. No tienes derecho a cuestionar mis actos, ahora ni nunca.

________ lo miró fijamente, sintiendo que las palabras del esposo la herían como un cuchillo y levantó la barbilla en gesto desafiante.

—No me atrevería a cuestionar tus actos, esposo. —_______ acentuó la última palabra, imitando el tono que Joe usaba para decir "esposa"—. Por otra parte, tú no debes poner los míos en tela de juicio. Recuerda que la salsa que es buena para el ganso es buena para la gansa.

—En tu lugar, yo no apostaría mi vida por ello —respondió Joe, sombrío—. Podrías perder.

Petersham pasó junto a él para abrir la puerta de la suite principal, impidiendo así la discusión. _______ echó al marido una mirada resentida, mientras él la depositaba con cuidado en el centro de la enorme cama con baldaquín y le dirigía una mirada pétrea e implacable mientras se enderezaba.

—Confío en que estés cómoda aquí —dijo con tono distante y _________ comprendió que esas palabras estaban dirigidas más a Petersham que a ella misma.

—Sin duda —respondió la joven con la misma frialdad, decidida a no dejarse vencer en ese juego de indiferencia cortés.

Al oírla, en los ojos de Joe brilló una chispa v empezó a contraérsele el músculo de la mejilla. Sin darle tiempo a responder con una ira muy próxima al punto de ebullición, Petersham habló desde donde estaba, junto a la ventana.

—Capitán, ha llegado esa mujer. Marcha, con el resto de las cosas. ¿Quiere que me ocupe de todo?

—Yo lo haré. De cualquier modo, tengo que volver a la ciudad y las traeré a mi regreso. Tú quédate con la señorita _______ hasta que Martha suba y luego puedes ir a ver qué quedó de los establos. Si recuerdo bien lo que dijo mi padre, no es mucho.

—¿Nos quedaremos un tiempo, capitán? —preguntó Petersham, con calma.

—Un tiempo —contestó Joe, cortante, y salió a zancadas, sin echar otra mirada a la esposa.


________ se mordió con tanta fuerza el labio para no llamarlo que lo hizo sangrar. Joe había dicho que tenía que volver a la ciudad... ¡para ver a esa mujer, sin duda! Era un hombre lascivo y _______ sabía a ciencia cierta que hacía meses que no estaba con una mujer. "Si se va con esa mujer, jamás se lo perdonaré", pensó, enfadada. Pero dentro de ella, una vocecilla burlona le dijo que quizá nunca lo sabría: ¿quién se lo dina?

Durante los diez días siguientes, las sospechas carcomieron a ________ como un cáncer. Joe casi no estaba en la casa y, cuando estaba, se lo veía distante y preocupado. ________ no podía estar segura de que estuviese viendo a Isobelle o a cualquier otra mujer, aunque era muy probable, como admitió para sus adentros. A fin de cuentas, ¿qué podía impedírselo? Si bien _______ era la esposa, no lo ligaban a ella los lazos habituales del amor, ni siquiera de la culpa. "Hará exactamente lo que se le dé la gana", pensó, acongojada, "¡y si a mí no me agrada, no tendré más remedio que aguantarlo!"

Lo único que impedía que se convenciera por completo de la infidelidad de Joe era el constante ir y venir de esclavos en la propiedad. Era posible que en verdad estuviese ocupado, encargándose de las semillas, el fertilizante y los trabajadores necesarios para que Woodham volviera a ser una plantación de algodón rentable. Eso fue lo que Petersham le había contado acerca de los planes de Joe. El capitán pensaba plantar otra vez, cosa que al asistente le costaba comprender, pero cuando el amo Joe hacia algo lo hacía a fondo. "¡No me sorprendería si el verano que viene tuviésemos una cosecha récord!", aseguraba Petersham.

Por cierto, a ________ no le interesaba para nada el algodón. Estaba malhumorada y cansada y, para ser sincera, admitía que echaba de menos a Joe. Anhelaba el nacimiento del hijo como un prisionero anhela la libertad. "Cuando mi cuerpo vuelva a ser el
de antes", se prometió, "no tendré escrúpulos en usarlo para lograr lo que quiero: el amor de mi esposo."


Por el momento, Martha fue designada ama de llaves y cada vez se sentía más hostigada. Como no estaba habituada a tratar con esclavos, les tenía una gran desconfianza y se negaba a permitir que alguno de ellos se acercara a la señorita ________. Estaba segura de que
planeaban una rebelión y, si les daba la oportunidad, le cortarían el cuello a la chica. La constante inquietud que provocaba ese comportamiento no ayudaba mucho a mantener la serenidad de _______. Cuando estuviese otra vez en condiciones, si tenía que lidiar con la organización doméstica, ése sería otro problema a enfrentar.


Hasta el 1" de marzo, el tiempo se mantuvo cálido y soleado. Luego, una llovizna suave rompió la monotonía y el suave gorgoteo contra las ventanas cerradas adormecía a ______ como una canción de cuna. Todo el día sintió un extraño letargo y el peso que llevaba le
parecía mayor que de costumbre. Supuso que eso sería normal, pues a partir de ese día el niño nacería en cualquier momento.
♫ Laura Jonas ♥
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