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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Pasion en la Isla (Joe y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Agg este Joe! cuando se va a dar cuenta q __ es inocente!! :caliente: LPM!!
SIGUELAAAA!! amee los capss
SIGUELAAAA!! amee los capss
jb_fanvanu
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Bueno bueno chicas!!
Si me dejan 4 capis les subo el proximo capi :D
Si me dejan 4 capis les subo el proximo capi :D
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Bueno comenzare a editarles el capi
Y les digo de antemano que ODIARAN ESTE CAPI
Y les digo de antemano que ODIARAN ESTE CAPI
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Hellooooooooo! Ya volví :3
Me puse al dia... Este malparido de Joe D: como puede desconfiar de la rayis? Esque acaso no se da cuenta que fue el imbécil del papa que quería separarlos! Que clase de amor le tiene?!?!
Y como que no me va a gustar el Capi? D: esque Joe la viola? u.u
Sube! Antes de que me toque ir a dormir... :3
Xoxo!
Me puse al dia... Este malparido de Joe D: como puede desconfiar de la rayis? Esque acaso no se da cuenta que fue el imbécil del papa que quería separarlos! Que clase de amor le tiene?!?!
Y como que no me va a gustar el Capi? D: esque Joe la viola? u.u
Sube! Antes de que me toque ir a dormir... :3
Xoxo!
Invitado
Invitado
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Capitulo 18
Joe estaba perdido. Lo supo desde el momento en que vio a _______ desaparecer hacia la galería con ese cachorro fanfarrón. Unos celos feroces y primitivos le desgarraron las entrañas. Sintió deseos de matar, aunque sabía bien que toda esa actuación no tenía otro
propósito. Bien, _______ había tenido éxito: aun contra su propia voluntad, Joe fue tras ella y a duras penas se contuvo de hacerle una escena. Lo que lo frenó fue imaginar la luz de triunfo que brillaría en los ojos de ella. Durante meses, ________ había intentado arrancarle el corazón y esa noche, reconoció con furiosa cólera, eso fue precisa- mente lo que logró. ¡Que Dios lo ayudara, pues todavía amaba a esa perra! Y que Dios lo ayudase si ella lo descubría alguna vez.
La boca de Joe, retorcida sobre la de ______, fue deliberadamente brutal; la lengua violó esa boca sin detenerse un instante a pensar en el placer o siquiera en la comodidad de la mujer. La sensación de la suave boca que se abría bajo la suya, de los brazos que le rodeaban el cuello, de la lengua pequeña que le acariciaba los labios y los dientes fue la chispa que encendió al mismo tiempo la pasión ávida y la rabia creciente de Joe. ¡A decir verdad,
_______ respondía al beso que sólo tenía la intención de ofenderla!
"Cree que por fin ganó la batalla", pensó, enfurecido. La velada terminaba tal como ella había planeado: con él haciéndole el amor. La poseería porque ya no podía evitarlo. Sin embargo, la señora no lograría todo de acuerdo con sus deseos. Joe sonrió con expresión salvaje, su mano se cerró sobre el escote del extravagante vestido de baile y tiró con todas sus fuerzas hacia abajo.
La tela tenue se desgarró con sonido satisfactorio. ______ exhaló un gemido contra la boca de Joe y le puso las manos sobre el pecho, en un intento de apartarlo. El permitió que lo alejara un poco, pues quería que le viese la cara... sabía que sería una mezcla temible de odio, pasión y cólera. La lánguida satisfacción se borró de los ojos de ________ cuando lo contemplaron. Joe sabía que debía de tener la expresión de locura que reflejaba lo que sentía. Al fin y al cabo, ________ había logrado volverlo loco.
Le sostuvo la mirada mientras hundía la mano con fuerza brutal en la parte delantera de la enagua. Los dedos se cerraron sobre el pecho, pellizcando el suave pico con crueldad. ________ gritó y trató de soltarse, pero el brazo de Joe la apretó y la mantuvo clavada sobre sus rodillas.
—¿Qué pasa, esposa? —se burló, cruel, al mismo tiempo que tiraba de la enagua y los pechos redondos se liberaban de su encierro.
El escote de la enagua le sujetó los bracos a la cintura y ________ ya no tuvo forma de apartarlo cuando inclinó la cabeza para succionarle el pecho. La boca se hincó feroz sobre el tierno pezón, arrasándola, lastimándola.
—No, Joe —gimió ella, indefensa.
La violencia de la actitud de Joe borró toda idea erótica de la cabeza de la muchacha.
—¿No es esto lo que querías?
Estaba enfadado... furiosa y salvajemente enfadado. ________ se estremeció de pánico. Era evidente que pensaba castigarla por el modo en que se había comportado esa noche. Ya la boca de Joe succionando con crueldad la fuente de alimentación del pequeño Adam era un castigo. Sintió que la leche comenzaba a fluir y se sonrojó, dolorida. Lo que él le hacía era humillante.
Joe saboreó el líquido dulce y tibio que irrumpía en su boca y su rostro adoptó una mueca canallesca. Su airado deseo se encendió como un fuego infernal, y aunque sabía que tenía
que poseerla en ese mismo instante, una extraña vergüenza lo acometió al comprender que estaba abusando de la madre de su propio hijo. Esa perra lo merecía, lo había buscado y nada le impediría dárselo. Hundió los dedos en la cintura y la sentó en el asiento acolchado. Los ojos que lo miraban con fijeza estaban desorbitados y asustados.
—Joe, por favor —le rogó con voz débil.
Todavía tenía las manos apretadas por la enagua y el peso sobre su cuerpo le impedía todo movimiento. Además, era el esposo. Tenía derecho a poseerla cuando y donde quisiera.
-¿Por favor qué? ¿No era esto lo que querías? —inquirió, cruel, con el rostro a escasos centímetros del de la mujer.
A la luz vacilante del farolillo parecía inhumano, diabólico. _______ tembló bajo su cuerpo y él, al percibir que le temía, torció la boca en una mueca.
—¡No... así no...! —gritó ________, cerrando los ojos para no ver esa máscara sádica en que se había convertido el rostro del esposo.
—Pintonees, ¿cómo?
—¡Yo... yo quería que me amaras! —murmuró _______, con acento desesperado.
Las suaves palabras provocaron un brillo demoniaco en los ojos de Joe.
—Lejos de mí desilusionar a una dama —se burló, arrodillándose entre las piernas abiertas de ________. Cayó de rodillas sobre la falda dorada del vestido de baile y contemplaba lascivo los montes trémulos de puntas rosadas de los pechos desnudos. Su peso sobre la
tela del vestido inmovilizaba las piernas de ________, a quien también le dolían los brazos en la parte en que la enagua se ceñía sobre ellos.
Joe llevó la mano a los botones de los pantalones y empezó a desabrocharlos de uno en uno, con movimientos casi perezosos. Los ojos de _______ se dilataron de horror. ¡Era imposible que pensara poseerla en el coche! Pero al parecer, así era. El miembro erguido saltó obsceno hacia ella, de entre las finas ropas de noche. _______ no podía apartar la mirada. Joe lanzó una horrenda carcajada y con brusquedad le levantó la falda hasta la cintura. Los calzones bordeados de encaje aún se interponían entre Joe y su objetivo, y los desgarró hasta dejarlos colgando en tiras de la cintura de la mujer. Por más que fuese el esposo, _______ comenzó a debatirse, a patearlo frenética y a tratar de escabullirse sobre el asiento. Él la dominó con facilidad y aparentemente disfrutó de la lucha inútil. Mientras la arrastraba otra vez a su lugar, los dientes lanzaron un resplandor feroz. Oprimió las nalgas de _______ con tanta fuerza que le hizo daño.
La sujetó así, con el trasero alzado hacia él, arrodillado entre las piernas agitadas, contemplando victorioso la pudorosa desnudez que se debatía. Bajo la deliberada crudeza de esa mirada, a _______ se le cortó el aliento; sacudió la cabeza de un lado a otro, indefensa, contra el respaldo aterciopelado del asiento.
—¡Joe, por favor, no! —rogó, desesperada. Sabía que si la poseía de ese modo, con rabia y odio, algo entre ellos se rompería para siempre. Cuando imaginaba a Joe haciéndole el amor, pensaba en el Joe risueño y tierno de Las Palmas, no en este desconocido brutal, duro, que parecía dispuesto a hacerle daño y humillarla.
—¿Por qué diablos no? —La voz era cruel, las manos le apretaban espantosamente las nalgas—. Eres mi esposa, gracias a tu propia acción reprobable. Me perteneces. Y si bien admito que es más caro mantener a una esposa que pagar a una ramera de vez en cuando,
tengo intenciones de hacer valer mi dinero. Ahora mismo.
Tras semejante discurso, la atrajo hacia sí, atravesándola con su pasión en actitud brutal. El grito de dolor de ________ le provocó un placer casi canallesco. Quería hacerle daño, procuraba herirla. La poseyó como un animal, de rodillas ante ella, penetrándola con salvajismo una y otra vez. Los quejidos de dolor de _______ lo azuzaban como latigazos. Los ojos se le velaron de pasión, el aliento se hizo trabajoso. ________ tenía los ojos cerrados con fuerza y las lágrimas brotaban bajo sus párpados. Ya lo había acusado antes de violación.
¡Por Dios! ¡Ahora sabría qué significaba esa palabra!
Cuando su semen brotó desde lo más profundo y se derramó caliente, Joe exhaló un gemido ronco. Durante unos minutos permaneció incrustado en la suave tibieza, luego abrió los ojos y contempló sin expresión el rostro empapado en lágrimas. Con aire despectivo, observó de arriba abajo el cuerpo semidesnudo; después se liberó, se levantó y le dio la espalda mientras se acomodaba la ropa. ________ quedó tendida donde la había dejado, sin intentar cubrirse. Entre el susto y la desesperación, se sumió en un estado de apatía total ante cualquier otra cosa que él quisiera hacerle. Joe se dio la vuelta e hizo una mueca enfadada al ver que ________ no se había movido.
—¿Esperas más? —se burló con acento desagradable. El coche se balanceó al pasar por un bache y tuvo que sujetarse con una mano—. Tendría mucho gusto en complacerte, pero casi hemos llegado a casa. A menos que quieras que el cochero me sustituya, te sugiero que te cubras.
________ no se movió. Con una furiosa maldición, Joe se agachó, la aferró por el brazo y tiró de ella hasta sentarla. ______ se apartó, con los ojos azules desbordantes de lágrimas. La cara de Joe se contrajo en una expresión amenazadora.
—¡He dicho que te cubrieras! —masculló entre dientes. _______ hizo débiles intentos por obedecerle, pero le temblaban tanto las manos que no podía arreglarse la ropa. Joe la observaba con los labios apretados en una línea recta, mientras ella procuraba acomodar sobre los hombros los tirantes de la enagua desgarrada, ocultando los pechos plenos de la vista de Joe. Estiró la falda sobre las piernas, pero nada podía hacer con el corpiño roto, que se abría exhibiendo sus carnes a través de la seda de la enagua.
Joe maldijo en voz baja cuando el coche se detuvo. _______ aferró la parte delantera del vestido con ambas manos y se dio la vuelta de modo de quedar de espaldas a la portezuela. Joe se apresuró a quitarse la chaqueta y la puso sobre los hombros de la
mujer, para luego inclinarse y apagar el farolillo. En el mismo instante en que el interior del coche quedó a oscuras, se abrió la puerta y apareció el rostro impasible del cochero, esperando que se apearan.
Joe saltó al suelo con agilidad y se volvió para tender los brazos a ________, quien se sometió, rígida, a que la ayudara a bajar; pero cuando las manos de Joe soltaron su cintura, se sintió repentinamente mareada y se tambaleó. Las rodillas ya no la sostenían. Joe ahogó una maldición al percibir la debilidad de la mujer y le apretó la cintura con las manos. Sin poder evitarlo, _______ cerró los ojos y se apoyó pesadamente contra él. Estaba segura de que
iba a desmayarse.
Con una inspiración, Joe deslizó una mano alrededor de los hombros de ________, otra debajo de las rodillas y la alzó como si fuese una niña pequeña. La cabeza de ella se balanceaba de debilidad sobre su hombro y tenía un aspecto fantasmal bajo la luz de la luna. El cochero los miraba con la boca abierta y Joe le dirigió una mirada ceñuda.
—Guarda el coche y atiende los caballos —ordenó; se encaminó a zancadas furiosas hacia los peldaños de entrada y entró en la casa.
El vestíbulo estaba desierto, pues los criados se habían acostado más temprano, dejando un par de velas encendidas en una mesa, al pie de la escalera, para que el amo y la señora de la casa tuvieran luz cuando volviesen a la madrugada. Como tenía las manos ocupadas, Joe no pudo aprovechar la luz para iluminar el camino por las escaleras. Maldiciendo en voz baja, se inclinó para apagar las velas y subió la escalera en la más densa oscuridad, que
sólo aliviaba en parte la luz plateada de la luna que se filtraba por la vidriera en forma de abanico de la parte de arriba de la puerta.
Ágil y de vista aguzada por los años transcurridos en el mar, se las arregló para pasar las curvas de la escalera sin demasiada dificultad. _________ yacía floja entre sus brazos mientras cruzaban el pasillo del piso alto, sin sujetarse siquiera con los brazos del cuello del
esposo. Se sentía enferma, sucia, execrable.
Joe se detuvo ante la puerta del dormitorio de ______ y aflojó un poco el brazo que la sostenía para girar el picaporte. Ella sintió que se caía e instintivamente se sujetó de sus hombros en el mismo instante en que la puerta se abría.
El brillo cálido de un candelabro de muchos brazos iluminaba el cuarto destinado a ser compartido por el amo de Woodham y su esposa. La enorme cama de cuatro postes con dosel, con las mantas apartadas que invitaban a acostarse, se erguía en el centro. En la chimenea ardía un pequeño fuego frente al cual, acurrucada en una silla, dormitaba Martha apaciblemente.
—Ya puedes bajarme —murmuró _________, tensa, sin mirarlo, alerta ante la silueta de la niñera dormida—. Me siento mucho mejor.
—Se nota —replicó el hombre en tono un tanto punzante, con los ojos grises ardientes de rabia y algo más que brotó en ellos mientras contemplaba el rostro pálido de la esposa—. Estás pálida como la muerte. ¿Qué diablos te sucede? ¿Te he hecho daño?
La última pregunta fue pronunciada con esfuerzo. La expresión ansiosa de sus ojos indicó a _______ que él temía haberle dañado los tejidos no recuperados del todo tras el nacimiento de Adam.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
—¡Si, me has hecho daño! —No por hablar en susurros la respuesta fue menos feroz—. ¡Sospecho que ésa era, precisamente, tu intención!
—Señorita _______, ¿es usted? —Martha se sentó, parpadeando adormilada y mirando en torno de la habitación.
—Sí, Martha, soy yo.
_______ se alegró por la presencia de Martha. Cuanto antes se marchara Joe, más contenta estaría. Le susurró con fiereza:
—Bájame.
—Ya te he dicho antes que no acepto órdenes de ti —le refunfuñó Joe al oído, pero el brazo que pasaba bajo las rodillas se aflojó y _______ posó los pies en el suelo. El otro brazo rodeó con firmeza su cintura y ________ para sus adentros se alegró de ese apoyo. La cabeza le daba vueltas y temía caerse si él la soltaba,
—Es tarde, tesoro y yo estaba... —empezó Martha con tono de reproche, distinguiendo apenas la silueta de ________ en la sombra, más allá de la luz del fuego. La mujer se interrumpió y se le dilataron los ojos al ver a Joe de pie detrás de su pupila, rodeando con un brazo su cintura en gesto posesivo. Los ojos perspicaces de la nodriza pasaron del brazo de Joe al cabello revuelto de ________ y a sus ojos enormes, algo desenfocados, a la boca inflamada. ¡Era evidente que la señorita _________ no necesitaría de sus servicios esa noche! Por la apariencia de esos dos, lo que querían era estar solos—. Bien, es evidente que esta noche no me necesitarás, tesoro, por lo tanto me voy a mi cama. No te preocupes por el señorito Adam: si se despierta, yo lo atenderé. ¡A ese caballerito le hará bien, por una vez, un chupete con azúcar!
Les dirigió una sonrisa beatífica; las pulcras trenzas grises se balancearon al compás de su paso mientras se encaminaba a la puerta.
—Martha... —llamó _________, jadeante, otra vez asustada ante la perspectiva de quedarse a solas con el esposo. El brazo de Joe se apretó como un grillete alrededor de su cintura y los dedos se hundieron en su carne provocándole dolor, mientras Martha la miraba interrogante, por encima del hombro.
—¿Sí, señorita _________?
—Déjala ir. ¿Acaso quieres que te vea así? —siseó Joe al oído de ________ al tiempo que Martha hablaba.
_________ recordó el vestido desgarrado, las señales inconfundibles de la posesión de Joe que aún manchaban su propio cuerpo y tragó saliva.
—Buenas noches, Martha —pronunciaron con dificul- tad sus labios resecos.
Martha le sonrió.
—También para ti, tesoro. —Guiñó el ojo y, al salir de la habitación, cerró la puerta con mucha suavidad.
Joe no la soltó de inmediato. Cada uno de los nervios de ________ percibía el cuerpo fuerte a sus espaldas, el corazón que latía rítmicamente contra su oído, el aliento que le agitaba el pelo. Se puso tensa y trató de apartarse, pero Joe no aflojó los brazos.
—Ahora puedes soltarme. Estamos solos. No es necesario que continúes con tu enternecedor despliegue de preocupación. Las palabras desbordaban sarcasmo.
—¿Puedes tenerte en pie? —Joe habló con voz áspera, sin hacer caso de la provocación.
—Por supuesto —respondió ________, con helada dignidad. El brazo duro contra su cintura se retiró lentamente. Sin ese apoyo férreo, las rodillas se le aflojaron, pero se esforzó por mantenerse erguida. Lo único que quería en ese momento era librarse del hombre lo antes posible—. Buenas noches —agregó, subrayando las palabras. Dio unos pasos hacia la cama y se dio la vuelta para enfrentarlo. Con aire indiferente, se apoyó contra uno de los postes de la cama, sintiendo sobre ella los ojos de Joe. Él no hizo ademán de marcharse—. Ahora quiero que te vayas, si no te molesta. Estoy cansada.
A pesar de sí misma, un leve temblor le agitó la voz y lanzó a Joe una mirada de soslayo, con la esperanza de que él no lo hubiese percibido.
—Desnúdate —dijo Joe casi con indiferencia y dio un paso hacia la luz. Hundió las manos en los bolsillos del pantalón gris y se balanceó sobre los talones atrás y adelante, observándola con los ojos entornados. _________ lo miró con la boca abierta, incrédula, y luego la cerró con resolución.
—Ya has tenido tu diversión de esta noche —pronunció, marcando las palabras, los nudillos blancos en la mano que todavía aferraba la chaqueta de Joe. Trató de apartarse de la cama, pero tuvo que volver a apoyarse, pues sin él se habría caído.
—No busco diversión, como tú dices —respondió él con tono inexpresivo, sin apartar la vista del rostro atormentado—. Quiero cerciorarme de que estás bien. ¿Puedes desvestirte sola o quieres que te ayude?
________ le lanzó una mirada furiosa. De pie, erguido, parecía invencible, tan frío y sereno como si los sucesos de la noche no lo hubiesen afectado. Tal vez así era. "Yo soy la herida y humillada", recordó. "¡Quizá Joe sólo sienta alivio!"
—Es un poco tarde para que te preocupes por mí, ¿no crees? —le espetó con tono venenoso—. ¡A fin de cuentas, si no estoy bien es por tu culpa!
—________, desnúdate —repinó él con brusquedad. Se dirigió hacia el fuego y se sentó en la silla que Martha había desocupado. _______ le echó una mirada de soslayo, luego se quitó de un tirón la chaqueta de los hombros en un súbito impulso de rabia y se la arrojó.
El marido la atrapó sin dificultad. __________ apretó los puños, impotente, y se apoyó pesadamente contra el poste de la cama. Ese módico despliegue de cólera la había dejado agotada. Sentía mareos, ¡pero, después de la forma en que la había tratado, prefería morir antes que permitir que la desnudara!
¡Gracias al cielo, ya no la observaba! Había sacado un fino cigarro del bolsillo de la chaqueta y se inclinaba hacia el fuego para encenderlo con una brasa. Había adquirido el hábito de fumar desde el regreso a Woodham y a ella no le agradaba demasiado, pues reforzaba la sensación de que era un desconocido.
________ inhaló una gran bocanada de aire y trató de desabrocharse los ganchos que sujetaban el vestido en la espalda. Joe estaba despatarrado en la silla, las piernas largas extendidas delante, mientras contemplaba abstraído la danza de las llamas y fumaba.
El humo se elevaba por encima de su cabeza, con un olor muy intenso. Al flotar hacia ________ la rodeó, la sofocó y su estómago dio un salto amenazador. Se tapó la boca con la mano pero ya era tarde: vomitó allí mismo.
Cuando el espasmo pasó, ________ advirtió la presencia de Joe a su lado. El hombre se inclinó, la tomó por los antebrazos y la alzó con delicadeza, pues ella había caído de rodillas. Al mirar su rostro abatido esbozó una leve sonrisa y, si ________ hubiese tenido
fuerzas suficientes, habría borrado de una bofetada esa mueca de superioridad.
—¡Ha sido tu maldito cigarro! —se ahogó, a la defensiva, mientras él la sentaba en el borde de la cama y le enjugaba el rostro con una toalla húmeda.
—No lo creo —respondió Joe, arrodillándose para quitarle los zapatos diminutos. _______ se sentía demasiado débil para sentarse erguida y se dejó caer sobre el colchón, con los pies colgando por el borde de la cama. Joe continuó—: ¿Cuánto has bebido?
—¡No estoy borracha! —protestó ella, indignada. ¡Cómo se atrevía a insinuar semejante cosa!—: Sólo bebí ponche.
—Ponche de champán —aclaró Joe, sin alterarse—. Te vi beberlo, pero nunca imaginé que...
—¡Oh, cállate! —exclamó _______, dando curso libre a la indignación—. ¡Nadie se emborracha con ponche!
—Tú te las has arreglado bastante bien para conseguirlo, querida mía.
El tono risueño enfureció a _________. ¡Después de todo lo que le había hecho esa noche, aún tenía la audacia de reírse de ella! Con enorme esfuerzo se sentó otra vez, trazó con la mano un amplio arco y la estampó, sonora, en la mejilla dura de Joe. Lo miró, desafiante, y vio que se llevaba la mano a la mejilla con expresión incrédula. Todavía estaba arrodillado a sus pies y tenía los ojos desorbitados casi en el mismo nivel que los de ella.
—¡Te lo merecías! —exclamó _______ con tono decidido y se dejó caer otra vez sobre la cama.
—Merecido o no, te aconsejo que no lo repitas —remarcó Joe, luego de una pausa—. La próxima vez podrías recibir una respuesta similar.
—¡Fanfarronadas! —murmuró ella, resentida. Cerró los ojos con fuerza pues tenía la sensación de que el cielo raso giraba sobre su cabeza. Los abrió otra vez y vio a Joe encima. Parpadeó y el rostro del esposo se acercó, se enfocó.
—¡Vete! —siseó y fue recompensada con una sonrisa desganada.
—En unos minutos —prometió él, serio, mientras la hacía acostar boca abajo, girándola con suavidad por los hombros.
__________ sintió cómo le desabrochaba con habilidad los ganchos de la espalda del vestido, tiraba de él para quitárselo, lo arrojaba a un lado y luego empezaba a forcejear con los cordones del corsé. Al parecer, se habían anudado y _______ lo oyó murmurar "¡Maldición!", mientras intentaba desatarlos. Por fin lo logró, aflojó el corsé con destreza y se lo quitó.
—Me siento mal —gimió de pronto, al sentir que el estó- mago se contraía otra vez.
—Ya lo sé.
La voz de Joe era tranquilizadora, sus manos se demoraron acariciadoras un instante en los muslos y después le bajaron por las piernas.
—Cuando estés desnuda te traeré algo que te hará sentir mejor.
—¿Estricnina, por ejemplo?
La pregunta era una provocación y Joe no le hizo caso. La acostó de espaldas, pero ________ estaba demasiado débil para pensar siquiera en resistirse. Permaneció tendida y lánguida sobre la cama, con los ojos cerrados, mientras él le quitaba las enaguas. Sólo le quedaba puesta la camisa casi transparente y los calzones desgarrados. Joe le quitó la camisa por la cabeza con un movimiento veloz, desató la cinta que sujetaba la cinturilla de los calzones con sumo cuidado y los bajó por las piernas. _______ sintió las manos tibias que desabrocharon primero el collar, luego los pendientes y, por último, el adorno del cabello. Comenzaba a adormilarse, inquieta, cuando sintió algo fresco y húmedo en el vientre y en la parte interna de los muslos.
—¿Qué estás haciendo? —exclamó, abriendo de pronto los ojos.
Joe siguió limpiándole el cuerpo con un paño húmedo, con un aire de intimidad que le provocó un intenso sonrojo.
—Necesitas un baño —dijo él, echándole una mirada fugaz, casi tierna. Le pasó una vez más el paño entre las piernas y luego lo dejó. _________ quedó tendida en la cama, desnuda, los pies colgando por el borde, mientras él giraba y cruzaba la habitación hasta el guardarropas.
—¿A dónde vas? —preguntó _______ sin poder contenerse, con una extraña sensación de desnudez.
Joe le lanzó una mirada severa por encima del hombro, atareado entre las pilas de ropa interior.
—Supongo que quieres ponerte un camisón para dormir.
—Ah —murmuró ________ y asintió. el enfado anterior empezaba a desvanecerse, junto con el recuerdo de lo que lo había provocado. Y también se desvanecía la sensación de vértigo—: Me has hecho daño —lo acusó, recordando vagamente el dolor intenso, penetrante, que Joe había causado.
—Señorita _______, ¿es usted? —Martha se sentó, parpadeando adormilada y mirando en torno de la habitación.
—Sí, Martha, soy yo.
_______ se alegró por la presencia de Martha. Cuanto antes se marchara Joe, más contenta estaría. Le susurró con fiereza:
—Bájame.
—Ya te he dicho antes que no acepto órdenes de ti —le refunfuñó Joe al oído, pero el brazo que pasaba bajo las rodillas se aflojó y _______ posó los pies en el suelo. El otro brazo rodeó con firmeza su cintura y ________ para sus adentros se alegró de ese apoyo. La cabeza le daba vueltas y temía caerse si él la soltaba,
—Es tarde, tesoro y yo estaba... —empezó Martha con tono de reproche, distinguiendo apenas la silueta de ________ en la sombra, más allá de la luz del fuego. La mujer se interrumpió y se le dilataron los ojos al ver a Joe de pie detrás de su pupila, rodeando con un brazo su cintura en gesto posesivo. Los ojos perspicaces de la nodriza pasaron del brazo de Joe al cabello revuelto de ________ y a sus ojos enormes, algo desenfocados, a la boca inflamada. ¡Era evidente que la señorita _________ no necesitaría de sus servicios esa noche! Por la apariencia de esos dos, lo que querían era estar solos—. Bien, es evidente que esta noche no me necesitarás, tesoro, por lo tanto me voy a mi cama. No te preocupes por el señorito Adam: si se despierta, yo lo atenderé. ¡A ese caballerito le hará bien, por una vez, un chupete con azúcar!
Les dirigió una sonrisa beatífica; las pulcras trenzas grises se balancearon al compás de su paso mientras se encaminaba a la puerta.
—Martha... —llamó _________, jadeante, otra vez asustada ante la perspectiva de quedarse a solas con el esposo. El brazo de Joe se apretó como un grillete alrededor de su cintura y los dedos se hundieron en su carne provocándole dolor, mientras Martha la miraba interrogante, por encima del hombro.
—¿Sí, señorita _________?
—Déjala ir. ¿Acaso quieres que te vea así? —siseó Joe al oído de ________ al tiempo que Martha hablaba.
_________ recordó el vestido desgarrado, las señales inconfundibles de la posesión de Joe que aún manchaban su propio cuerpo y tragó saliva.
—Buenas noches, Martha —pronunciaron con dificul- tad sus labios resecos.
Martha le sonrió.
—También para ti, tesoro. —Guiñó el ojo y, al salir de la habitación, cerró la puerta con mucha suavidad.
Joe no la soltó de inmediato. Cada uno de los nervios de ________ percibía el cuerpo fuerte a sus espaldas, el corazón que latía rítmicamente contra su oído, el aliento que le agitaba el pelo. Se puso tensa y trató de apartarse, pero Joe no aflojó los brazos.
—Ahora puedes soltarme. Estamos solos. No es necesario que continúes con tu enternecedor despliegue de preocupación. Las palabras desbordaban sarcasmo.
—¿Puedes tenerte en pie? —Joe habló con voz áspera, sin hacer caso de la provocación.
—Por supuesto —respondió ________, con helada dignidad. El brazo duro contra su cintura se retiró lentamente. Sin ese apoyo férreo, las rodillas se le aflojaron, pero se esforzó por mantenerse erguida. Lo único que quería en ese momento era librarse del hombre lo antes posible—. Buenas noches —agregó, subrayando las palabras. Dio unos pasos hacia la cama y se dio la vuelta para enfrentarlo. Con aire indiferente, se apoyó contra uno de los postes de la cama, sintiendo sobre ella los ojos de Joe. Él no hizo ademán de marcharse—. Ahora quiero que te vayas, si no te molesta. Estoy cansada.
A pesar de sí misma, un leve temblor le agitó la voz y lanzó a Joe una mirada de soslayo, con la esperanza de que él no lo hubiese percibido.
—Desnúdate —dijo Joe casi con indiferencia y dio un paso hacia la luz. Hundió las manos en los bolsillos del pantalón gris y se balanceó sobre los talones atrás y adelante, observándola con los ojos entornados. _________ lo miró con la boca abierta, incrédula, y luego la cerró con resolución.
—Ya has tenido tu diversión de esta noche —pronunció, marcando las palabras, los nudillos blancos en la mano que todavía aferraba la chaqueta de Joe. Trató de apartarse de la cama, pero tuvo que volver a apoyarse, pues sin él se habría caído.
—No busco diversión, como tú dices —respondió él con tono inexpresivo, sin apartar la vista del rostro atormentado—. Quiero cerciorarme de que estás bien. ¿Puedes desvestirte sola o quieres que te ayude?
________ le lanzó una mirada furiosa. De pie, erguido, parecía invencible, tan frío y sereno como si los sucesos de la noche no lo hubiesen afectado. Tal vez así era. "Yo soy la herida y humillada", recordó. "¡Quizá Joe sólo sienta alivio!"
—Es un poco tarde para que te preocupes por mí, ¿no crees? —le espetó con tono venenoso—. ¡A fin de cuentas, si no estoy bien es por tu culpa!
—________, desnúdate —repinó él con brusquedad. Se dirigió hacia el fuego y se sentó en la silla que Martha había desocupado. _______ le echó una mirada de soslayo, luego se quitó de un tirón la chaqueta de los hombros en un súbito impulso de rabia y se la arrojó.
El marido la atrapó sin dificultad. __________ apretó los puños, impotente, y se apoyó pesadamente contra el poste de la cama. Ese módico despliegue de cólera la había dejado agotada. Sentía mareos, ¡pero, después de la forma en que la había tratado, prefería morir antes que permitir que la desnudara!
¡Gracias al cielo, ya no la observaba! Había sacado un fino cigarro del bolsillo de la chaqueta y se inclinaba hacia el fuego para encenderlo con una brasa. Había adquirido el hábito de fumar desde el regreso a Woodham y a ella no le agradaba demasiado, pues reforzaba la sensación de que era un desconocido.
________ inhaló una gran bocanada de aire y trató de desabrocharse los ganchos que sujetaban el vestido en la espalda. Joe estaba despatarrado en la silla, las piernas largas extendidas delante, mientras contemplaba abstraído la danza de las llamas y fumaba.
El humo se elevaba por encima de su cabeza, con un olor muy intenso. Al flotar hacia ________ la rodeó, la sofocó y su estómago dio un salto amenazador. Se tapó la boca con la mano pero ya era tarde: vomitó allí mismo.
Cuando el espasmo pasó, ________ advirtió la presencia de Joe a su lado. El hombre se inclinó, la tomó por los antebrazos y la alzó con delicadeza, pues ella había caído de rodillas. Al mirar su rostro abatido esbozó una leve sonrisa y, si ________ hubiese tenido
fuerzas suficientes, habría borrado de una bofetada esa mueca de superioridad.
—¡Ha sido tu maldito cigarro! —se ahogó, a la defensiva, mientras él la sentaba en el borde de la cama y le enjugaba el rostro con una toalla húmeda.
—No lo creo —respondió Joe, arrodillándose para quitarle los zapatos diminutos. _______ se sentía demasiado débil para sentarse erguida y se dejó caer sobre el colchón, con los pies colgando por el borde de la cama. Joe continuó—: ¿Cuánto has bebido?
—¡No estoy borracha! —protestó ella, indignada. ¡Cómo se atrevía a insinuar semejante cosa!—: Sólo bebí ponche.
—Ponche de champán —aclaró Joe, sin alterarse—. Te vi beberlo, pero nunca imaginé que...
—¡Oh, cállate! —exclamó _______, dando curso libre a la indignación—. ¡Nadie se emborracha con ponche!
—Tú te las has arreglado bastante bien para conseguirlo, querida mía.
El tono risueño enfureció a _________. ¡Después de todo lo que le había hecho esa noche, aún tenía la audacia de reírse de ella! Con enorme esfuerzo se sentó otra vez, trazó con la mano un amplio arco y la estampó, sonora, en la mejilla dura de Joe. Lo miró, desafiante, y vio que se llevaba la mano a la mejilla con expresión incrédula. Todavía estaba arrodillado a sus pies y tenía los ojos desorbitados casi en el mismo nivel que los de ella.
—¡Te lo merecías! —exclamó _______ con tono decidido y se dejó caer otra vez sobre la cama.
—Merecido o no, te aconsejo que no lo repitas —remarcó Joe, luego de una pausa—. La próxima vez podrías recibir una respuesta similar.
—¡Fanfarronadas! —murmuró ella, resentida. Cerró los ojos con fuerza pues tenía la sensación de que el cielo raso giraba sobre su cabeza. Los abrió otra vez y vio a Joe encima. Parpadeó y el rostro del esposo se acercó, se enfocó.
—¡Vete! —siseó y fue recompensada con una sonrisa desganada.
—En unos minutos —prometió él, serio, mientras la hacía acostar boca abajo, girándola con suavidad por los hombros.
__________ sintió cómo le desabrochaba con habilidad los ganchos de la espalda del vestido, tiraba de él para quitárselo, lo arrojaba a un lado y luego empezaba a forcejear con los cordones del corsé. Al parecer, se habían anudado y _______ lo oyó murmurar "¡Maldición!", mientras intentaba desatarlos. Por fin lo logró, aflojó el corsé con destreza y se lo quitó.
—Me siento mal —gimió de pronto, al sentir que el estó- mago se contraía otra vez.
—Ya lo sé.
La voz de Joe era tranquilizadora, sus manos se demoraron acariciadoras un instante en los muslos y después le bajaron por las piernas.
—Cuando estés desnuda te traeré algo que te hará sentir mejor.
—¿Estricnina, por ejemplo?
La pregunta era una provocación y Joe no le hizo caso. La acostó de espaldas, pero ________ estaba demasiado débil para pensar siquiera en resistirse. Permaneció tendida y lánguida sobre la cama, con los ojos cerrados, mientras él le quitaba las enaguas. Sólo le quedaba puesta la camisa casi transparente y los calzones desgarrados. Joe le quitó la camisa por la cabeza con un movimiento veloz, desató la cinta que sujetaba la cinturilla de los calzones con sumo cuidado y los bajó por las piernas. _______ sintió las manos tibias que desabrocharon primero el collar, luego los pendientes y, por último, el adorno del cabello. Comenzaba a adormilarse, inquieta, cuando sintió algo fresco y húmedo en el vientre y en la parte interna de los muslos.
—¿Qué estás haciendo? —exclamó, abriendo de pronto los ojos.
Joe siguió limpiándole el cuerpo con un paño húmedo, con un aire de intimidad que le provocó un intenso sonrojo.
—Necesitas un baño —dijo él, echándole una mirada fugaz, casi tierna. Le pasó una vez más el paño entre las piernas y luego lo dejó. _________ quedó tendida en la cama, desnuda, los pies colgando por el borde, mientras él giraba y cruzaba la habitación hasta el guardarropas.
—¿A dónde vas? —preguntó _______ sin poder contenerse, con una extraña sensación de desnudez.
Joe le lanzó una mirada severa por encima del hombro, atareado entre las pilas de ropa interior.
—Supongo que quieres ponerte un camisón para dormir.
—Ah —murmuró ________ y asintió. el enfado anterior empezaba a desvanecerse, junto con el recuerdo de lo que lo había provocado. Y también se desvanecía la sensación de vértigo—: Me has hecho daño —lo acusó, recordando vagamente el dolor intenso, penetrante, que Joe había causado.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
—Tú me lo has devuelto —le recordó Joe, tocando apenas con los dedos la mejilla que ________ había abofeteado—. Estamos a mano.
A ______, que a cada minuto se sentía más mareada, le pareció un argumento razonable. Se sometió con docilidad cuando él la incorporó y se apoyó pesadamente contra el duro pecho del esposo y dejó que le pasara el camisón por la cabeza. El olor varonil, almizclado, resultó extrañamente agradable. _________ sepultó la cara contra la seda fresca de la camisa, mientras Joe le acomodaba la prenda de dormir.
—A la cama, muchacha tentadora —lo oyó musitar con voz ronca. La alzó y la depositó rápidamente sobre el blando colchón, pero esta vez, en la posición apropiada para dormir,
con la cabeza hacia la cabecera. Los ojos azules parpadearon cuando él la arropó cuidadosamente con las mantas bajo la barbilla.
—Me duele la cabeza —dijo, como si él tuviese la culpa. Joe le sonrió y de pronto su expresión se tornó encantadora.
—Yo lo solucionaré —le prometió, pasando el dedo por la nariz pequeña y recta de ________—. Tendría que hacerte embriagar más a menudo, chica: te vuelves irresistible.
Antes de que ________ pudiese hacer algo más que dirigirle una mirada ceñuda, Joe desapareció, aunque regresó enseguida con un botellón de coñac lleno de cierta mezcla de aspecto inquietante.
—Bebe esto. —Se sentó en el borde de la cama y le alcanzó una copa servida.
_________ se incorporó sobre los codos y hasta ese leve movimiento hizo que le diera vueltas la cabeza.
—¿Qué es eso? —preguntó con desconfianza.
—Pelo de perro con un agregado, mi amor. Bébelo. La sostuvo erguida con el brazo en la espalda y le acercó la copa a los labios y ________ no tuvo más remedio que tragar. Era repugnante y le provocó náuseas. Cuando el estómago se aquietó y ella se recostó otra vez sobre las almohadas, tuvo que reconocer que, en efecto, se sentía mejor. Le pareció flotar, ingrávida, con la mente revoloteando en libertad. El colchón crujió y saltó hacia arriba cuando Joe se levantó con agilidad.
-No me dejes —murmuró ________, casi sin poder abrir los ojos y aterrándole la mano—. Por favor.
—No lo haré.
—Martha se sentiría tan decepcionada...
Las palabras fueron perdiéndose y las largas pestañas cayeron sobre las mejillas pálidas. Joe hizo una mueca: pese a sus firmes propósitos, esa chica era capaz de hacerlo girar alrededor de uno de sus dedos con absurda facilidad. Caminó hasta la chimenea y se quedó contemplando las llamas, meditando amargamente en la locura de los hombres enceguecidos de amor.
El estallido de un ascua despertó a ________ unas dos horas más tarde. El cuarto estaba oscuro, poblado de sombras misteriosas. ________ parpadeó, adormilada, y se irguió sobre un codo para escudriñar la habitación. El olor tenue del humo de un cigarro flotaba en el aire, recordándole al esposo. No tenía muy claros los sucesos de la noche, pero se acordaba vagamente de Joe desvistiéndola con delicadeza, la voz ronca que la llamaba "mi amor". Su amor. La boca de _______ se abrió en una sonrisa.
Le llamó la atención el destello anaranjado brillante de la punta de un cigarro. Lo miró fijo, casi sin poder divisar la sombra larga y delgada que se estiraba en la silla, delante del fuego.
-¿Joe? —susurró, aunque sabía que no podía ser otro.
El cigarro voló hacia el fuego, la silueta oscura se puso de pie y se dirigió a la cama. ________ se dejó caer otra vez hacia atrás, complacida. Era realmente Joe.
—¿Cómo te sientes? —preguntó el esposo, con suavidad, inclinándose sobre ella con el rostro en las sombras.
—Sola. —________ suspiró: ya no sentía necesidad de ocultar su amor por él, pues Joe había admitido el de él por ella. Su amor. Su amor. Las palabras cantaban como una bienaventuranza en la cabeza de la joven.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Joe luego de una larga pausa, con tono cauteloso.
_______ deseaba verle la expresión, pero reinaba la oscuridad. "¡Ah, bueno!", pensó. "Habrá un mañana... todos nuestros mañanas... para hablar de amor." Lo que quería en ese momento
eran pruebas tangibles.
—También tengo frío —murmuró con recato, al tiempo que sacaba la mano de debajo de las mantas y tanteaba el muslo del esposo—. ¿No me darías calor?
—¡Por Dios, _______, todavía estás borracha! —protestó él. _______ sonrió en la oscuridad. Sí, estaba borracha. Ebria de! embriagador néctar de su amor. Subió más la mano y sus dedos recorrieron, provocativos, el bulto duro de los pantalones. Joe comenzó a retroceder, pero se detuvo. En el fondo de su garganta resonó un gemido ronco y posó la mano sobre la de ella, apretando los dedos contra sí.
—Te deseo. —La voz de Joe sonó estrangulada. Los dedos de ________ se apretaron contra el suave terciopelo, masajeando, provocando. Palpó un botón duro y redondo y lo desabrochó. Luego, otro. Los pequeños dedos fríos se deslizaron en el interior para acariciar la carne con delicadeza—. ¡Ah, mi Dios! —gimió Joe y se acomodó junto a ella en la cama.
La rodeó con los brazos y la estrechó a todo lo largo de su propio cuerpo duro. Se interponían las gruesas mantas y Joe las apartó con el pie, impaciente, al tiempo que apretaba la boca contra la de ella con ardiente anhelo. ________ le rodeó el cuello con los brazos y devolvió el beso con total abandono, sollozando palabras amorosas contra la boca de Joe, sintiendo los estremecimientos que sacudían los miembros de músculos marcados cuando se apretó contra ella.
A través de la seda fina del camisón, los dedos de Joe ardieron sobre los pechos, los muslos, el vientre de la mujer. ________ se contorsionaba bajo las caricias, embelesada por el contacto; llevó las manos al cuello de la camisa para quitársela. Los botones saltaron, permitiéndole tocar el pecho velludo y musculoso. Apartó los labios de la boca de Joe y fue depositando besos audaces sobre su cuerpo, mientras él jadeaba como si estuviera muriéndose.
De pronto Joe se sentó y _______ sintió deseos de gritar al escapársele esa carne tibia.
—¿Querido? —lo interrogó, en voz. ronca.
Se acercó por detrás hasta el borde de la cama, de rodillas, y le rodeó la cintura con los brazos suaves.
—Tengo que quitarme las malditas botas —dijo Joe entre dientes, dando tirones al calzado ofensor.
________ rió con suavidad, emitiendo un sonido seductor. Apretó con fuerza los pechos contra los músculos duros de la espalda de Joe; él gimió y una de sus manos interrumpió lo que estaba haciendo para hacerle girar la cabeza y estamparle un beso breve pero ardiente. Después, dejó caer una bota tras otra al suelo, se levantó y se quitó la ropa con manos trémulas. ________ permaneció donde estaba, de rodillas en el borde de la cama, y lo contempló con audacia. A la luz vacilante la carne parecía dorada, bronceada y dura como la de un salvaje, ________ admiró los músculos protuberantes de los brazos y los muslos a través de los párpados entornados, deleitándose con la fuerza del esposo. Cuando por fin estuvo desnudo, ella le dedicó una mirada larga y anhelante que le hizo contener el aliento. Cada poro del cuerpo de ________ percibía la masculinidad y la pasión del hombre.
—Atrevida —murmuró Joe, acercándose a ella y quitándole el camisón por la cabeza de un solo movimiento. Quedó tan desnuda como él. Dejando de lado toda inhibición, _______ se apretó contra él, gozando del contacto áspero del vello contra sus pechos suaves, del calor y de la dureza del esposo. Éste la llevó más atrás, le separó los muslos con la rodilla y ambos se echaron sobre el colchón blando.
Cuando la poseyó, ________ sintió un éxtasis palpitante como una quemazón. Se arqueó contra él, frotando su suavidad contra tanta fuerza, sollozando su deseo contra la boca masculina. Joe jadeaba y el corazón le palpitaba con tanta fuerza que sonaba como un tambor que alguien golpeara entre los dos. La llevó al borde del éxtasis una y otra vez.. Cuando por fin se quedó quieto, con la boca tibia apoyada contra la curva del cuello de _________ y le acarició el cabello con ternura, ella sintió la impresión de haber muerto e ido al paraíso. Maravillada, le tocó con los dedos la boca y, sin tiempo de contarle su felicidad, se quedó dormida.
Joe también durmió, aunque no tan profundamente como ella. Se despertó en el instante mismo en que el sol asomaba por el horizonte y el primer rayo sesgaba la habitación; rodeaba apretadamente con los brazos el cuerpo desnudo de la esposa. Deslizó la mano con pereza sobre la piel sedosa y, como ella no reaccionó, se apoyó en un codo para contemplar ese adorable rostro dormido.
Los ojos se posaron con ternura en las pestañas oscuras que formaban una media luna sobre las mejillas de delicado rubor, la nariz pequeña, la curva encantadora de esa boca seductora y sonrosada. Admiró la curva perfecta del mentón, la maravilla de los pechos, que estaban como fundidos en fresas y crema. Todavía tenía las mantas enredadas en los pies y, la esbeltez de la cintura, la redondez de las caderas y las piernas largas y flexibles quedaban expuestas. Recordó la in- creíble dicha que le había brindado esa noche y se maravilló de la profundidad de su propia pasión. Nunca en su vida había experimentado algo semejante.
Un rayo de sol tocó un rizo de _________ y lo hizo renacer a la vida. Joe levantó el mechón y tanteó su textura sedosa con los dedos, lo llevó a la nariz para aspirar la dulce fragancia, lo apretó contra los labios con aire reverente. De pronto, se paralizó. ¡Estaba comportándose como un tonto hechizado! El amor devorador que sintiera por ella la noche anterior lo había enceguecido a todo lo que no fuera la belleza de ________ y su propio deseo. A la luz del día, la cordura recuperada llegaba en el momento preciso.
Agradeció a Dios que ________ estuviese dormida cuando él despertó. De lo contrario, le habría confesado su amor y, en caso necesario, le habría implorado de rodillas que le correspondiese. ¡Dios, cuánto hubiese disfrutado ________ con eso! De ese modo, su venganza habría sido completa.
Joe se levantó de prisa y recogió la ropa de donde la había dejado caer. Tenía el entrecejo fruncido. Antes de enfrentar nuevamente a _______, necesitaba tiempo para pensar. No podían seguir asi. Al menos, él no podía. Sin molestarse en ponerse algo más que los pantalones, salió de la habitación sin hacer ruido.
El día estaba avanzado cuando _________ despertó y el sol lucía alto en el cielo. Se estiró, soñolienta, echando de menos la tibieza que la había rodeado toda la noche. Parpadeó y apretó la cara con amor contra el hueco de la almohada, del lado de Joe. Él ya debía
de estar en los campos. ¡Tenía que suponer que ella era una perezosa! "Y qué desvergonzada", pensó, sonrojándose al recordar su propio atrevimiento de la noche anterior.
Joe la amaba. La idea resonó con la pureza de un clarín entre los demás recuerdos confusos de la noche pasada. Recordando el modo en que le había hecho el amor, ¿acaso podía dudarlo? Cuando otros recuerdos menos agradables comenzaron a irrumpir, poco a poco el entrecejo de ________ se ensombreció. La noche anterior la había poseído más de una vez.
La primera había sido en el coche, de regreso del baile. Repugnante en todos sus detalles, la violación brutal de Joe se repitió en la mente de _______. Dios, si la amaba, ¿cómo había podido hacerle algo así? ¿En realidad había dicho que la amaba o ella sólo lo había imaginado por lo mucho que deseaba oírlo? Se concentró, esforzándose en recordar. Un intenso rubor le cubrió el rostro hasta las raíces del pelo, al rememorar todo lo ocurrido la noche anterior.
"¡Por Dios!", se reprochó, "¡actué como una perra en celo, casi le rogué que me hiciera el amor!" Recordó cómo lo había tocado, besado todo el cuerpo y quiso morirse.
No la amaba. ¡Era imposible, por la forma brutal en que la había poseído en el coche! ¡Se había mezclado el champán con el anhelo desesperado de escuchar esas palabras! ¡Dios, como debía de estar riéndose de ella! ¡Cuánto la despreciaría! O peor aún, quizá ni le
importara. Tal vez para Joe las noches como ésa eran tan corrientes que no pensaría dos veces en el comportamiento de la esposa.
Una discreta llamada a la puerta interrumpió sus torturantes pensamientos. Aspiró una honda bocanada de aire, con intención de serenarse.
—¿Sí?
—Ya es hora de que te levantes, señorita ________ —la regañó Martha de buen humor mientras abría la puerta—. El amo Joe me pidió que te dejara dormir, pero ya es suficiente. ¡El señorito Adam está armando tal alboroto que cualquiera diría que lo matamos de hambre!
—¿Has visto a Joe esta mañana? —preguntó ________ con toda la frialdad de que fue capaz.
—Sí, y él también parecía alborotado. ¡Debes de haberle revuelto la sangre anoche!
A ______, que a cada minuto se sentía más mareada, le pareció un argumento razonable. Se sometió con docilidad cuando él la incorporó y se apoyó pesadamente contra el duro pecho del esposo y dejó que le pasara el camisón por la cabeza. El olor varonil, almizclado, resultó extrañamente agradable. _________ sepultó la cara contra la seda fresca de la camisa, mientras Joe le acomodaba la prenda de dormir.
—A la cama, muchacha tentadora —lo oyó musitar con voz ronca. La alzó y la depositó rápidamente sobre el blando colchón, pero esta vez, en la posición apropiada para dormir,
con la cabeza hacia la cabecera. Los ojos azules parpadearon cuando él la arropó cuidadosamente con las mantas bajo la barbilla.
—Me duele la cabeza —dijo, como si él tuviese la culpa. Joe le sonrió y de pronto su expresión se tornó encantadora.
—Yo lo solucionaré —le prometió, pasando el dedo por la nariz pequeña y recta de ________—. Tendría que hacerte embriagar más a menudo, chica: te vuelves irresistible.
Antes de que ________ pudiese hacer algo más que dirigirle una mirada ceñuda, Joe desapareció, aunque regresó enseguida con un botellón de coñac lleno de cierta mezcla de aspecto inquietante.
—Bebe esto. —Se sentó en el borde de la cama y le alcanzó una copa servida.
_________ se incorporó sobre los codos y hasta ese leve movimiento hizo que le diera vueltas la cabeza.
—¿Qué es eso? —preguntó con desconfianza.
—Pelo de perro con un agregado, mi amor. Bébelo. La sostuvo erguida con el brazo en la espalda y le acercó la copa a los labios y ________ no tuvo más remedio que tragar. Era repugnante y le provocó náuseas. Cuando el estómago se aquietó y ella se recostó otra vez sobre las almohadas, tuvo que reconocer que, en efecto, se sentía mejor. Le pareció flotar, ingrávida, con la mente revoloteando en libertad. El colchón crujió y saltó hacia arriba cuando Joe se levantó con agilidad.
-No me dejes —murmuró ________, casi sin poder abrir los ojos y aterrándole la mano—. Por favor.
—No lo haré.
—Martha se sentiría tan decepcionada...
Las palabras fueron perdiéndose y las largas pestañas cayeron sobre las mejillas pálidas. Joe hizo una mueca: pese a sus firmes propósitos, esa chica era capaz de hacerlo girar alrededor de uno de sus dedos con absurda facilidad. Caminó hasta la chimenea y se quedó contemplando las llamas, meditando amargamente en la locura de los hombres enceguecidos de amor.
El estallido de un ascua despertó a ________ unas dos horas más tarde. El cuarto estaba oscuro, poblado de sombras misteriosas. ________ parpadeó, adormilada, y se irguió sobre un codo para escudriñar la habitación. El olor tenue del humo de un cigarro flotaba en el aire, recordándole al esposo. No tenía muy claros los sucesos de la noche, pero se acordaba vagamente de Joe desvistiéndola con delicadeza, la voz ronca que la llamaba "mi amor". Su amor. La boca de _______ se abrió en una sonrisa.
Le llamó la atención el destello anaranjado brillante de la punta de un cigarro. Lo miró fijo, casi sin poder divisar la sombra larga y delgada que se estiraba en la silla, delante del fuego.
-¿Joe? —susurró, aunque sabía que no podía ser otro.
El cigarro voló hacia el fuego, la silueta oscura se puso de pie y se dirigió a la cama. ________ se dejó caer otra vez hacia atrás, complacida. Era realmente Joe.
—¿Cómo te sientes? —preguntó el esposo, con suavidad, inclinándose sobre ella con el rostro en las sombras.
—Sola. —________ suspiró: ya no sentía necesidad de ocultar su amor por él, pues Joe había admitido el de él por ella. Su amor. Su amor. Las palabras cantaban como una bienaventuranza en la cabeza de la joven.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó Joe luego de una larga pausa, con tono cauteloso.
_______ deseaba verle la expresión, pero reinaba la oscuridad. "¡Ah, bueno!", pensó. "Habrá un mañana... todos nuestros mañanas... para hablar de amor." Lo que quería en ese momento
eran pruebas tangibles.
—También tengo frío —murmuró con recato, al tiempo que sacaba la mano de debajo de las mantas y tanteaba el muslo del esposo—. ¿No me darías calor?
—¡Por Dios, _______, todavía estás borracha! —protestó él. _______ sonrió en la oscuridad. Sí, estaba borracha. Ebria de! embriagador néctar de su amor. Subió más la mano y sus dedos recorrieron, provocativos, el bulto duro de los pantalones. Joe comenzó a retroceder, pero se detuvo. En el fondo de su garganta resonó un gemido ronco y posó la mano sobre la de ella, apretando los dedos contra sí.
—Te deseo. —La voz de Joe sonó estrangulada. Los dedos de ________ se apretaron contra el suave terciopelo, masajeando, provocando. Palpó un botón duro y redondo y lo desabrochó. Luego, otro. Los pequeños dedos fríos se deslizaron en el interior para acariciar la carne con delicadeza—. ¡Ah, mi Dios! —gimió Joe y se acomodó junto a ella en la cama.
La rodeó con los brazos y la estrechó a todo lo largo de su propio cuerpo duro. Se interponían las gruesas mantas y Joe las apartó con el pie, impaciente, al tiempo que apretaba la boca contra la de ella con ardiente anhelo. ________ le rodeó el cuello con los brazos y devolvió el beso con total abandono, sollozando palabras amorosas contra la boca de Joe, sintiendo los estremecimientos que sacudían los miembros de músculos marcados cuando se apretó contra ella.
A través de la seda fina del camisón, los dedos de Joe ardieron sobre los pechos, los muslos, el vientre de la mujer. ________ se contorsionaba bajo las caricias, embelesada por el contacto; llevó las manos al cuello de la camisa para quitársela. Los botones saltaron, permitiéndole tocar el pecho velludo y musculoso. Apartó los labios de la boca de Joe y fue depositando besos audaces sobre su cuerpo, mientras él jadeaba como si estuviera muriéndose.
De pronto Joe se sentó y _______ sintió deseos de gritar al escapársele esa carne tibia.
—¿Querido? —lo interrogó, en voz. ronca.
Se acercó por detrás hasta el borde de la cama, de rodillas, y le rodeó la cintura con los brazos suaves.
—Tengo que quitarme las malditas botas —dijo Joe entre dientes, dando tirones al calzado ofensor.
________ rió con suavidad, emitiendo un sonido seductor. Apretó con fuerza los pechos contra los músculos duros de la espalda de Joe; él gimió y una de sus manos interrumpió lo que estaba haciendo para hacerle girar la cabeza y estamparle un beso breve pero ardiente. Después, dejó caer una bota tras otra al suelo, se levantó y se quitó la ropa con manos trémulas. ________ permaneció donde estaba, de rodillas en el borde de la cama, y lo contempló con audacia. A la luz vacilante la carne parecía dorada, bronceada y dura como la de un salvaje, ________ admiró los músculos protuberantes de los brazos y los muslos a través de los párpados entornados, deleitándose con la fuerza del esposo. Cuando por fin estuvo desnudo, ella le dedicó una mirada larga y anhelante que le hizo contener el aliento. Cada poro del cuerpo de ________ percibía la masculinidad y la pasión del hombre.
—Atrevida —murmuró Joe, acercándose a ella y quitándole el camisón por la cabeza de un solo movimiento. Quedó tan desnuda como él. Dejando de lado toda inhibición, _______ se apretó contra él, gozando del contacto áspero del vello contra sus pechos suaves, del calor y de la dureza del esposo. Éste la llevó más atrás, le separó los muslos con la rodilla y ambos se echaron sobre el colchón blando.
Cuando la poseyó, ________ sintió un éxtasis palpitante como una quemazón. Se arqueó contra él, frotando su suavidad contra tanta fuerza, sollozando su deseo contra la boca masculina. Joe jadeaba y el corazón le palpitaba con tanta fuerza que sonaba como un tambor que alguien golpeara entre los dos. La llevó al borde del éxtasis una y otra vez.. Cuando por fin se quedó quieto, con la boca tibia apoyada contra la curva del cuello de _________ y le acarició el cabello con ternura, ella sintió la impresión de haber muerto e ido al paraíso. Maravillada, le tocó con los dedos la boca y, sin tiempo de contarle su felicidad, se quedó dormida.
Joe también durmió, aunque no tan profundamente como ella. Se despertó en el instante mismo en que el sol asomaba por el horizonte y el primer rayo sesgaba la habitación; rodeaba apretadamente con los brazos el cuerpo desnudo de la esposa. Deslizó la mano con pereza sobre la piel sedosa y, como ella no reaccionó, se apoyó en un codo para contemplar ese adorable rostro dormido.
Los ojos se posaron con ternura en las pestañas oscuras que formaban una media luna sobre las mejillas de delicado rubor, la nariz pequeña, la curva encantadora de esa boca seductora y sonrosada. Admiró la curva perfecta del mentón, la maravilla de los pechos, que estaban como fundidos en fresas y crema. Todavía tenía las mantas enredadas en los pies y, la esbeltez de la cintura, la redondez de las caderas y las piernas largas y flexibles quedaban expuestas. Recordó la in- creíble dicha que le había brindado esa noche y se maravilló de la profundidad de su propia pasión. Nunca en su vida había experimentado algo semejante.
Un rayo de sol tocó un rizo de _________ y lo hizo renacer a la vida. Joe levantó el mechón y tanteó su textura sedosa con los dedos, lo llevó a la nariz para aspirar la dulce fragancia, lo apretó contra los labios con aire reverente. De pronto, se paralizó. ¡Estaba comportándose como un tonto hechizado! El amor devorador que sintiera por ella la noche anterior lo había enceguecido a todo lo que no fuera la belleza de ________ y su propio deseo. A la luz del día, la cordura recuperada llegaba en el momento preciso.
Agradeció a Dios que ________ estuviese dormida cuando él despertó. De lo contrario, le habría confesado su amor y, en caso necesario, le habría implorado de rodillas que le correspondiese. ¡Dios, cuánto hubiese disfrutado ________ con eso! De ese modo, su venganza habría sido completa.
Joe se levantó de prisa y recogió la ropa de donde la había dejado caer. Tenía el entrecejo fruncido. Antes de enfrentar nuevamente a _______, necesitaba tiempo para pensar. No podían seguir asi. Al menos, él no podía. Sin molestarse en ponerse algo más que los pantalones, salió de la habitación sin hacer ruido.
El día estaba avanzado cuando _________ despertó y el sol lucía alto en el cielo. Se estiró, soñolienta, echando de menos la tibieza que la había rodeado toda la noche. Parpadeó y apretó la cara con amor contra el hueco de la almohada, del lado de Joe. Él ya debía
de estar en los campos. ¡Tenía que suponer que ella era una perezosa! "Y qué desvergonzada", pensó, sonrojándose al recordar su propio atrevimiento de la noche anterior.
Joe la amaba. La idea resonó con la pureza de un clarín entre los demás recuerdos confusos de la noche pasada. Recordando el modo en que le había hecho el amor, ¿acaso podía dudarlo? Cuando otros recuerdos menos agradables comenzaron a irrumpir, poco a poco el entrecejo de ________ se ensombreció. La noche anterior la había poseído más de una vez.
La primera había sido en el coche, de regreso del baile. Repugnante en todos sus detalles, la violación brutal de Joe se repitió en la mente de _______. Dios, si la amaba, ¿cómo había podido hacerle algo así? ¿En realidad había dicho que la amaba o ella sólo lo había imaginado por lo mucho que deseaba oírlo? Se concentró, esforzándose en recordar. Un intenso rubor le cubrió el rostro hasta las raíces del pelo, al rememorar todo lo ocurrido la noche anterior.
"¡Por Dios!", se reprochó, "¡actué como una perra en celo, casi le rogué que me hiciera el amor!" Recordó cómo lo había tocado, besado todo el cuerpo y quiso morirse.
No la amaba. ¡Era imposible, por la forma brutal en que la había poseído en el coche! ¡Se había mezclado el champán con el anhelo desesperado de escuchar esas palabras! ¡Dios, como debía de estar riéndose de ella! ¡Cuánto la despreciaría! O peor aún, quizá ni le
importara. Tal vez para Joe las noches como ésa eran tan corrientes que no pensaría dos veces en el comportamiento de la esposa.
Una discreta llamada a la puerta interrumpió sus torturantes pensamientos. Aspiró una honda bocanada de aire, con intención de serenarse.
—¿Sí?
—Ya es hora de que te levantes, señorita ________ —la regañó Martha de buen humor mientras abría la puerta—. El amo Joe me pidió que te dejara dormir, pero ya es suficiente. ¡El señorito Adam está armando tal alboroto que cualquiera diría que lo matamos de hambre!
—¿Has visto a Joe esta mañana? —preguntó ________ con toda la frialdad de que fue capaz.
—Sí, y él también parecía alborotado. ¡Debes de haberle revuelto la sangre anoche!
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Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
A pesar de sí misma, _________ sintió que se ruborizaba. ¡Sin duda le había revuelto la sangre, como decía Martha! Sintió que la humillación le subía a la garganta como bilis y las risitas divertidas de Martha la empeoraron.
—¿Ha ido a los campos?
Necesitaba saber cuánto tiempo tenía a fin de prepararse para el siguiente encuentro con él. Los ojos de Martha se abrieron, sorprendidos.
—No, tesoro, dijo que iba a Atlanta, por negocios. Advirtió que estaría fuera más o menos una semana. ¡Y no te ha dicho nada...!
Martha parecía preocupada, como si empezara a sospechar que algo no andaba del todo bien. _________ tragó saliva e hizo lo que pudo por esbozar una sonrisa radiante.
—Ah, sí, claro que me lo había dicho. Lo que sucede es que por un momento lo olvidé —mintió—. ¿Has dicho que Adam tiene hambre? Tráelo, por favor, y veremos qué puedo hacer al respecto.
________ pasó el resto del día como aletargada. Sonrió, jugó con Adam, dio todas las respuestas que correspondía, pero un solo pensamiento ocupaba su mente: a Joe le importaba tan poco de ella y de lo sucedido entre ellos la noche anterior, que había sido capaz de irse a Atlanta por una semana sin decirle una palabra, ¡sin siquiera despedirse! ¡Dios querido, cómo dolía! Nunca en la vida se había sentido tan abandonada.
Luego, esa tarde, mientras jugaba con Adam en el rosedal, oyó que un coche rodaba por el sendero. "¿Y ahora, qué?", pensó, abatida, y se preparó para una sesión de cotilleo con alguna vecina entremetida. Era muy probable que le formularan preguntas hirientes y, al comprenderlo, se ruborizó. La noche pasada había sido un desastre desde todos los puntos de vista.
—Tiene una visita, señorita —se acercó a informarle Petersham, con cierto tono de desaprobación. ________, intrigada por ese tono, lo miró.
—¿Quién es?
—Un caballero, señorita. No quiso dar su nombre. _________ supuso que a eso se debía la desaprobación de Petersham.
Deseó fervorosamente que no fuera Paúl Harrison, que se presentaba para disculparse por su conducta de la noche anterior o, aún peor, para proseguir con la relación. _______ llevó a Adam con ella y siguió a Petersham al interior de la casa, arreglándose el cabello mientras él señalaba el recibidor.
—Lo hice pasar allí, señorita _______. Si me necesita, no tiene más que llamarme.
¿Acaso imaginaba que el hombre la atacaría en su propia casa? Impaciente, _______ lo miró ceñuda y empujó la puerta del recibidor. Un caballero de cabellos plateados, vestido con pulcritud, estaba de espaldas a ella. Cuando _______ abrió la puerta, el hombre se volvió lentamente y _______ lo reconoció en cuanto se movió. Un grito de alegría brotó de su garganta y estuvo a punto de atravesar el recibidor, corriendo, para abrazarlo.
—¡Papá! ¡Oh, papá, me siento tan feliz de que estés aquí!
—¿Ha ido a los campos?
Necesitaba saber cuánto tiempo tenía a fin de prepararse para el siguiente encuentro con él. Los ojos de Martha se abrieron, sorprendidos.
—No, tesoro, dijo que iba a Atlanta, por negocios. Advirtió que estaría fuera más o menos una semana. ¡Y no te ha dicho nada...!
Martha parecía preocupada, como si empezara a sospechar que algo no andaba del todo bien. _________ tragó saliva e hizo lo que pudo por esbozar una sonrisa radiante.
—Ah, sí, claro que me lo había dicho. Lo que sucede es que por un momento lo olvidé —mintió—. ¿Has dicho que Adam tiene hambre? Tráelo, por favor, y veremos qué puedo hacer al respecto.
________ pasó el resto del día como aletargada. Sonrió, jugó con Adam, dio todas las respuestas que correspondía, pero un solo pensamiento ocupaba su mente: a Joe le importaba tan poco de ella y de lo sucedido entre ellos la noche anterior, que había sido capaz de irse a Atlanta por una semana sin decirle una palabra, ¡sin siquiera despedirse! ¡Dios querido, cómo dolía! Nunca en la vida se había sentido tan abandonada.
Luego, esa tarde, mientras jugaba con Adam en el rosedal, oyó que un coche rodaba por el sendero. "¿Y ahora, qué?", pensó, abatida, y se preparó para una sesión de cotilleo con alguna vecina entremetida. Era muy probable que le formularan preguntas hirientes y, al comprenderlo, se ruborizó. La noche pasada había sido un desastre desde todos los puntos de vista.
—Tiene una visita, señorita —se acercó a informarle Petersham, con cierto tono de desaprobación. ________, intrigada por ese tono, lo miró.
—¿Quién es?
—Un caballero, señorita. No quiso dar su nombre. _________ supuso que a eso se debía la desaprobación de Petersham.
Deseó fervorosamente que no fuera Paúl Harrison, que se presentaba para disculparse por su conducta de la noche anterior o, aún peor, para proseguir con la relación. _______ llevó a Adam con ella y siguió a Petersham al interior de la casa, arreglándose el cabello mientras él señalaba el recibidor.
—Lo hice pasar allí, señorita _______. Si me necesita, no tiene más que llamarme.
¿Acaso imaginaba que el hombre la atacaría en su propia casa? Impaciente, _______ lo miró ceñuda y empujó la puerta del recibidor. Un caballero de cabellos plateados, vestido con pulcritud, estaba de espaldas a ella. Cuando _______ abrió la puerta, el hombre se volvió lentamente y _______ lo reconoció en cuanto se movió. Un grito de alegría brotó de su garganta y estuvo a punto de atravesar el recibidor, corriendo, para abrazarlo.
—¡Papá! ¡Oh, papá, me siento tan feliz de que estés aquí!
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Listo chicas!!
Por eso les dije que este capi no les iba a gustar
Ay!! Como me entran ganas de reventarle la cabeza a Joe!!!
Comenten!!
Y si me llegan a la pagina 16 les subo capi
Bye bye!!
Por eso les dije que este capi no les iba a gustar
Ay!! Como me entran ganas de reventarle la cabeza a Joe!!!
Comenten!!
Y si me llegan a la pagina 16 les subo capi
Bye bye!!
♫ Laura Jonas ♥
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