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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Pasion en la Isla (Joe y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
—Disculpa, capitán —dijo Nick junto a la puerta del camarote, con voz gélida—. Me gustaría mirar los mapas contigo. —Lanzó una ardiente mirada de soslayo a ________, que tenía el rostro sonrosado y seguía en el regazo de Joe—. Si tienes tiempo —agregó.
Mientras Joe la bajaba a regañadientes, ________ miró ceñuda a Nick v al volverse hizo caso omiso de él. En realidad, si no tenía cuidado, Jon se enteraría de la persecución del joven, pues en eso se había convertido, ¡y entonces sí que la situación se tornaría crítica! "Mi capitán pirata tiene un carácter feroz y un fuerte sentido de posesión en lo que a mí se refiere", pensó. Ya miraba a Nick con suspicacia.
Los dos hombres conversaron un rato, dibujaron líneas sobre las cartas de navegación y midieron la distancia hacia varios puntos; como la conversación era bastante ininteligible, pronto _______ dejó de prestar atención. Recorrió uno de los estantes de la biblioteca, eligió un libro y se instaló en el hueco debajo de la ventana, a leer. El libro era demasiado aburrido y llegó un momento en que lo dejó de lado y prefirió entretenerse contemplando el mar que cambiaba constantemente. No advirtió que el sol de la tarde convertía su cabellera en una aureola en torno del rostro, ni que su perfil vuelto tenía la pureza de un camafeo perfecto. De vez, en cuando los dos hombres se regalaban la mirada con ese cuadro encantador. Joe abiertamente y Nick cada vez que creía que el capitán no lo miraba. La conversación se hizo cada vez mas inconexa hasta que, al fin, cesó del todo. Esto atrajo la atención de ______ y, al volverse, vio que los dos hombres la contemplaban con avidez. Sonrió con calidez a Joe e ignoró a Nick mientras se ponía de pie y se estiraba un poco.
—¿Queréis que me vaya?
Quizá tuvieran algo que hablar sin su presencia.
—De ninguna manera —dijeron los dos al mismo tiempo. Joe dirigió a Nick una mirada filosa.:lol!:
_______ la sorprendió y se acercó de prisa a Joe, le apoyó la mano en el hombro y le sonrió.
—Es hora de que descanses.
Se lo dijo en tono acariciante, en parte para que lo escuchara Nick y en parte porque no pudo evitarlo. Joe se distrajo, que era lo que ella pretendía. Le cubrió la mano con la suya y la apretó contra los músculos duros del hombro. ________ sintió que una oleada de excitación le penetraba por las yemas de los dedos. Nick los observó, resentido, y de pronto se puso de pie, con expresión tensa.
—Podemos terminar con esto en otro momento, capitán —dijo, con aire rígido.
Joe le dirigió una mirada airada mientras el joven salía a zancadas del camarote.
Para sorpresa e inquietud de ______, cuando quedaron solos, Joe no dijo nada. Un pesado silencio flotaba en el aire cuando Joe se acercó con dificultad hasta el camastro y empezó a desnudarse. Tenía la frente crispada en un ceño profundo y los labios apretados en una mueca mientras daba tirones para quitarse los pantalones. Cuando se apoyó en la cama, ______ ya no pudo soportar el ominoso silencio. Fue a sentarse junto al hombre, le colocó una almohada debajo de la cabeza para que se viera obligado a acostarse y lo arropó con las
mantas. La mirada de Joe la siguió con expresión pensativa. Si bien sabía que era una estupidez, esa mirada oscura la hacía sentir culpable.
—________.
Cuando iba a volverse, Joe la aferró de la muñeca.
—¿Nick estuvo.. molestándote... mientras yo estaba en cama? Aunque _______ sabía que Joe debía de percibir el sobresalto nervioso del pulso bajo la mano, no pudo impedirlo.
"¡Maldito sea Nick!", pensó, "¡por ponerme en semejante situación!" Si bien no quería mentir, tampoco quería provocar problemas entre Joe y uno de sus más antiguos amigos.
—No —respondió en tono frió, sin mirarlo en los ojos—. ¿Por qué lo preguntas?
—Te mira como una gaviota a un pez y eso no me gusta. Si se portó como un fastidioso, dímelo. Yo lo refrenaré en menos de lo que lleva decirlo.
Haciendo un esfuerzo, __________ le sonrió con la esperanza de alegrarle e! ánimo.
—Si yo fuese presumida, dina que estás celoso, capitán —lo provocó.
Los ojos de Joe sostuvieron unos instantes la mirada de _______, como golpeado por la broma. Replicó con voz ronca:
—Y si lo estuviera, ¿tendría motivos?
Los ojos de Joe ardían como brasas y ________ no pudo contener un ligero temblor de triunfo. Si estaba celoso —y al parecer, así era— ya debía de estar enamorándose de ella.
Joe vio la chispa fugaz en los ojos de __________ y frunció el entrecejo, apretándole la muñeca hasta hacerle daño.
—Pregunté si tenía motivos para estar celoso.
La voz del pirata fue dura.
________ le dirigió una sonrisa, con los ojos chispeantes, traviesos.
—Tendría que dejar que te coderas en tu propia salsa —dijo, pensativa—. Creo que te haría bien.
El semblante de Joe se ensombreció. La miró de soslayo y le apretó la muñeca con tanta fuerza que la hizo encogerse.
—No juegues conmigo, gata mía —le advirtió, con expresión amenazadora—. No te gustarían las consecuencias. Te preguntaré una vez más: ¿tengo motivos para estar celoso?
Si la inquietud que reflejaban los ojos de Joe no la hubiese hecho tan feliz, ________ se habría enfadado. Apretó los labios, bajó la mirada como si temiera la reacción del capitán ante lo que tenía que decirle y se inclinó para susurrarle al oído:
—No, pero creo que de todos modos lo estás.
Vio que bajo la piel comenzaba a extenderse un tono rojo, a medida que Joe absorbía el significado de sus palabras. ________ se irguió y él le lanzó una mirada que era, al mismo tiempo, cautelosa y un poco sumisa. ________ se mantuvo a la expectativa, pero Joe aún no estaba preparado para reconocer ningún sentimiento de ternura hacia ella.
—Lo que tengo, lo conservo —fue todo lo que dijo.
En realidad, a _________ no le importaba: quizá llevara un poco de tiempo, pero llegaría el momento en que la amaría y se lo diría. Estaba segura. Entretanto, podía esperar.
El día siguiente fue caluroso y sofocante, con ese clima pesado que presagia tormenta. Sólo la ingenuidad de ________ era capaz de divertir al capitán. El ansiaba volver a hacerse cargo del barco y le preocupaba que Nick no estuviese preparando bien todo para el mal tiempo que se avecinaba. Con sumo tacto, _______ trató de que desistiera; como no resultó, le dijo francamente que todavía no estaba lo bastante recuperado para ir a cubierta. Las heridas estaban cicatrizando bien, pero aún se cansaba con facilidad y no había recuperado del todo el apetito. ________ lo regañó por dejar casi intacta la porción de cerdo salado ese mediodía. Joe la miró enfurruñado, como un crio, y la joven no pudo menos que sonreír.
Todavía sonreía cuando llamó a Petersham para que se llevara los restos de la comida; después se sentó junto a Joe, sobre la cama.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó, recorriéndolo con la mirada, con aires de propietaria.
Desde que lo hirieran había perdido peso, pero no lo bastante para estropear las líneas espléndidas del cuerpo. La delgadez no hacía más que acentuar la fuerza de los músculos marcados.
—Como un niño quejumbroso —respondió, posando la mirada en la curva turgente de los pechos de ________ .
La joven no se inmutó bajo el examen de esa mirada que la acaloraba. "Acostarme con él cada vez que lo desea no me lleva a ningún lado", reflexionó. "Tal vez ya sea hora de intentar una nueva táctica. ¿Qué pasaría si tuviese que pasarse un tiempo sin mí? Quizá su afecto florecería de pronto."
Joe, impertérrito por la indiferencia de la muchacha, estiró un dedo para seguir el recorrido de su mirada. _______ le dio una palmada en la mano, pero lo único que logró fue que la arrastrara sobre su regazo, tendida en parte sobre el cuerpo de Joe, en parte en la cama. La boca del capitán se abatió hambrienta sobre la de _______, quien devolvió un instante el abrazo y después le dio un ligero mordisco en la lengua. Joe lanzó un grito y saltó hacia atrás, llevándose la mano al miembro lastimado.
—Es una pena que no tengas tanta hambre de comida como de mí —dijo la joven, con ligereza—. Si así fuese, recobrarías antes las fuerzas.
—Tengo fuerzas suficientes para domar a una zorra —refunfuñó él, tendiendo la mano hacia ella.
_______ hizo todo lo posible para eludirlo, pero sus propios deseos la entorpecieron. A la larga, se rindió a la fuerza superior de los brazos de Joe y le retribuyó los besos con calidez. Cuando la mano del capitán hurgó en su espalda en busca de los broches del vestido, la joven la alejó con firmeza.
—No —dijo.
Joe abrió los ojos y la miró. —¿Por qué no?
—Porque no quiero —respondió, altanera, levantando la nariz—. Prefiero... prefiero hablar.
—¡Hablar! —gruñó Joe, rodando de espaldas con expresión dolorida.:lol!:
—Sí, hablar.
_______ estaba resuelta a no rendirse otra vez a él, apoyándose en la teoría de que la abstinencia fomentaba la ternura del corazón.
—Adelante —suspiró Joe, y cruzó las manos bajo la cabeza.
________ se incorporó hasta quedar apoyada contra el pecho de él, la barbilla en las manos para poder mirarlo, las piernas entre las suyas para no provocar dolor en el muslo herido. Los ojos de Joe se encendieron al ver el método de conversación que proponía _________, pero cuando intentó besarla otra vez ella le sacó la lengua.
Mientras Joe la bajaba a regañadientes, ________ miró ceñuda a Nick v al volverse hizo caso omiso de él. En realidad, si no tenía cuidado, Jon se enteraría de la persecución del joven, pues en eso se había convertido, ¡y entonces sí que la situación se tornaría crítica! "Mi capitán pirata tiene un carácter feroz y un fuerte sentido de posesión en lo que a mí se refiere", pensó. Ya miraba a Nick con suspicacia.
Los dos hombres conversaron un rato, dibujaron líneas sobre las cartas de navegación y midieron la distancia hacia varios puntos; como la conversación era bastante ininteligible, pronto _______ dejó de prestar atención. Recorrió uno de los estantes de la biblioteca, eligió un libro y se instaló en el hueco debajo de la ventana, a leer. El libro era demasiado aburrido y llegó un momento en que lo dejó de lado y prefirió entretenerse contemplando el mar que cambiaba constantemente. No advirtió que el sol de la tarde convertía su cabellera en una aureola en torno del rostro, ni que su perfil vuelto tenía la pureza de un camafeo perfecto. De vez, en cuando los dos hombres se regalaban la mirada con ese cuadro encantador. Joe abiertamente y Nick cada vez que creía que el capitán no lo miraba. La conversación se hizo cada vez mas inconexa hasta que, al fin, cesó del todo. Esto atrajo la atención de ______ y, al volverse, vio que los dos hombres la contemplaban con avidez. Sonrió con calidez a Joe e ignoró a Nick mientras se ponía de pie y se estiraba un poco.
—¿Queréis que me vaya?
Quizá tuvieran algo que hablar sin su presencia.
—De ninguna manera —dijeron los dos al mismo tiempo. Joe dirigió a Nick una mirada filosa.:lol!:
_______ la sorprendió y se acercó de prisa a Joe, le apoyó la mano en el hombro y le sonrió.
—Es hora de que descanses.
Se lo dijo en tono acariciante, en parte para que lo escuchara Nick y en parte porque no pudo evitarlo. Joe se distrajo, que era lo que ella pretendía. Le cubrió la mano con la suya y la apretó contra los músculos duros del hombro. ________ sintió que una oleada de excitación le penetraba por las yemas de los dedos. Nick los observó, resentido, y de pronto se puso de pie, con expresión tensa.
—Podemos terminar con esto en otro momento, capitán —dijo, con aire rígido.
Joe le dirigió una mirada airada mientras el joven salía a zancadas del camarote.
Para sorpresa e inquietud de ______, cuando quedaron solos, Joe no dijo nada. Un pesado silencio flotaba en el aire cuando Joe se acercó con dificultad hasta el camastro y empezó a desnudarse. Tenía la frente crispada en un ceño profundo y los labios apretados en una mueca mientras daba tirones para quitarse los pantalones. Cuando se apoyó en la cama, ______ ya no pudo soportar el ominoso silencio. Fue a sentarse junto al hombre, le colocó una almohada debajo de la cabeza para que se viera obligado a acostarse y lo arropó con las
mantas. La mirada de Joe la siguió con expresión pensativa. Si bien sabía que era una estupidez, esa mirada oscura la hacía sentir culpable.
—________.
Cuando iba a volverse, Joe la aferró de la muñeca.
—¿Nick estuvo.. molestándote... mientras yo estaba en cama? Aunque _______ sabía que Joe debía de percibir el sobresalto nervioso del pulso bajo la mano, no pudo impedirlo.
"¡Maldito sea Nick!", pensó, "¡por ponerme en semejante situación!" Si bien no quería mentir, tampoco quería provocar problemas entre Joe y uno de sus más antiguos amigos.
—No —respondió en tono frió, sin mirarlo en los ojos—. ¿Por qué lo preguntas?
—Te mira como una gaviota a un pez y eso no me gusta. Si se portó como un fastidioso, dímelo. Yo lo refrenaré en menos de lo que lleva decirlo.
Haciendo un esfuerzo, __________ le sonrió con la esperanza de alegrarle e! ánimo.
—Si yo fuese presumida, dina que estás celoso, capitán —lo provocó.
Los ojos de Joe sostuvieron unos instantes la mirada de _______, como golpeado por la broma. Replicó con voz ronca:
—Y si lo estuviera, ¿tendría motivos?
Los ojos de Joe ardían como brasas y ________ no pudo contener un ligero temblor de triunfo. Si estaba celoso —y al parecer, así era— ya debía de estar enamorándose de ella.
Joe vio la chispa fugaz en los ojos de __________ y frunció el entrecejo, apretándole la muñeca hasta hacerle daño.
—Pregunté si tenía motivos para estar celoso.
La voz del pirata fue dura.
________ le dirigió una sonrisa, con los ojos chispeantes, traviesos.
—Tendría que dejar que te coderas en tu propia salsa —dijo, pensativa—. Creo que te haría bien.
El semblante de Joe se ensombreció. La miró de soslayo y le apretó la muñeca con tanta fuerza que la hizo encogerse.
—No juegues conmigo, gata mía —le advirtió, con expresión amenazadora—. No te gustarían las consecuencias. Te preguntaré una vez más: ¿tengo motivos para estar celoso?
Si la inquietud que reflejaban los ojos de Joe no la hubiese hecho tan feliz, ________ se habría enfadado. Apretó los labios, bajó la mirada como si temiera la reacción del capitán ante lo que tenía que decirle y se inclinó para susurrarle al oído:
—No, pero creo que de todos modos lo estás.
Vio que bajo la piel comenzaba a extenderse un tono rojo, a medida que Joe absorbía el significado de sus palabras. ________ se irguió y él le lanzó una mirada que era, al mismo tiempo, cautelosa y un poco sumisa. ________ se mantuvo a la expectativa, pero Joe aún no estaba preparado para reconocer ningún sentimiento de ternura hacia ella.
—Lo que tengo, lo conservo —fue todo lo que dijo.
En realidad, a _________ no le importaba: quizá llevara un poco de tiempo, pero llegaría el momento en que la amaría y se lo diría. Estaba segura. Entretanto, podía esperar.
El día siguiente fue caluroso y sofocante, con ese clima pesado que presagia tormenta. Sólo la ingenuidad de ________ era capaz de divertir al capitán. El ansiaba volver a hacerse cargo del barco y le preocupaba que Nick no estuviese preparando bien todo para el mal tiempo que se avecinaba. Con sumo tacto, _______ trató de que desistiera; como no resultó, le dijo francamente que todavía no estaba lo bastante recuperado para ir a cubierta. Las heridas estaban cicatrizando bien, pero aún se cansaba con facilidad y no había recuperado del todo el apetito. ________ lo regañó por dejar casi intacta la porción de cerdo salado ese mediodía. Joe la miró enfurruñado, como un crio, y la joven no pudo menos que sonreír.
Todavía sonreía cuando llamó a Petersham para que se llevara los restos de la comida; después se sentó junto a Joe, sobre la cama.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó, recorriéndolo con la mirada, con aires de propietaria.
Desde que lo hirieran había perdido peso, pero no lo bastante para estropear las líneas espléndidas del cuerpo. La delgadez no hacía más que acentuar la fuerza de los músculos marcados.
—Como un niño quejumbroso —respondió, posando la mirada en la curva turgente de los pechos de ________ .
La joven no se inmutó bajo el examen de esa mirada que la acaloraba. "Acostarme con él cada vez que lo desea no me lleva a ningún lado", reflexionó. "Tal vez ya sea hora de intentar una nueva táctica. ¿Qué pasaría si tuviese que pasarse un tiempo sin mí? Quizá su afecto florecería de pronto."
Joe, impertérrito por la indiferencia de la muchacha, estiró un dedo para seguir el recorrido de su mirada. _______ le dio una palmada en la mano, pero lo único que logró fue que la arrastrara sobre su regazo, tendida en parte sobre el cuerpo de Joe, en parte en la cama. La boca del capitán se abatió hambrienta sobre la de _______, quien devolvió un instante el abrazo y después le dio un ligero mordisco en la lengua. Joe lanzó un grito y saltó hacia atrás, llevándose la mano al miembro lastimado.
—Es una pena que no tengas tanta hambre de comida como de mí —dijo la joven, con ligereza—. Si así fuese, recobrarías antes las fuerzas.
—Tengo fuerzas suficientes para domar a una zorra —refunfuñó él, tendiendo la mano hacia ella.
_______ hizo todo lo posible para eludirlo, pero sus propios deseos la entorpecieron. A la larga, se rindió a la fuerza superior de los brazos de Joe y le retribuyó los besos con calidez. Cuando la mano del capitán hurgó en su espalda en busca de los broches del vestido, la joven la alejó con firmeza.
—No —dijo.
Joe abrió los ojos y la miró. —¿Por qué no?
—Porque no quiero —respondió, altanera, levantando la nariz—. Prefiero... prefiero hablar.
—¡Hablar! —gruñó Joe, rodando de espaldas con expresión dolorida.:lol!:
—Sí, hablar.
_______ estaba resuelta a no rendirse otra vez a él, apoyándose en la teoría de que la abstinencia fomentaba la ternura del corazón.
—Adelante —suspiró Joe, y cruzó las manos bajo la cabeza.
________ se incorporó hasta quedar apoyada contra el pecho de él, la barbilla en las manos para poder mirarlo, las piernas entre las suyas para no provocar dolor en el muslo herido. Los ojos de Joe se encendieron al ver el método de conversación que proponía _________, pero cuando intentó besarla otra vez ella le sacó la lengua.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
—¿Alguna vez te enamoraste? —comenzó ________, cuando al fin se acomodaron.
—¡Oh, Dios! —musitó el capitán, cerrando los ojos como si algo le doliera—. ¡Ella quiere hablar de ello y yo quiero hacerlo! :lol!: —Muchas veces. —Esbozó una sonrisa endemoniada y se dejó llevar por el espíritu de la conversación—. Y en cada ocasión duró media hora.
—Muy divertido —dijo _______, con acritud—. Quiero decir enamorado de verdad.
—Cuando tenía dieciséis años me enamoré perdidamente de mi madrastra —respondió él con ligereza, fijando los ojos en el techo.
—¿En serio? —preguntó _______, suspicaz.
—Sí, en serio —dijo Joe—. Cuando se casó con mi padre, tenía veinte años y era una bella joven de cabello negro y todo en su lugar. En aquel entonces pensaba que era lo más encantador que había en el mundo.
—¿Qué sucedió? —preguntó ________ con cierta rigidez, sin poder controlar los celos.
Era ridículo odiar a una mujer que no conocía y por algo ocurrido casi veinte años atrás.
—Estaba tan enamorado que la seguía a todas partes. No olvides que era sólo un chico y la adoraba como a una diosa. Y creo que ella ni advertía que yo estaba vivo. No recuerdo que me mirase jamás, por no hablar de sonreírme. La puse en un pedestal y nunca se me ocurrió tocarla, siquiera, pues me habría parecido un sacrilegio. Sea como fuere, una tarde de agosto la seguí a casa de la modista. Iba a casa de la modista dos veces por semana v, por lo general, yo me quedaba fuera hasta que salía. Esa vez, sin ningún motivo en particular, se me ocurrió volver y la vi salir por una puerta trasera. Como era natural, eso me intrigó y la seguí. Caminó hasta una casita alejada de la calle y entró. No supe qué pensar. En mi inocencia, supuse que visitaría a otra modista o quizás a una sombrerera. Poco después la curiosidad se sobrepuso a mi sentido de la propiedad y me acerqué a la casa para espiar por la ventana. Mi querida madrastra estaba desnuda como el día en que nació, en el suelo de la biblioteca, gimiendo como una perra en celo, mientras un hombre que yo no conocía cabalgaba entre sus muslos.
—¿Se lo contaste a tu padre? —dijo _______, más fascinada que horrorizada.
—Por cierto que no. De todos modos, no me habría creído.
Estaba enamorado de ella y creía que era el ser más perfecto de la tierra. —¿Y qué hiciste?
—Junté mis escasas ropas y me fui esa misma noche. Después de eso, no podía quedarme. El recuerdo de lo que había visto me daba ganas de vomitar. Si me hubiese quedado, tal vez la habría matado.
Aunque la voz de Joe parecía indiferente, _________ detectó que una nota áspera de desilusión vibraba en ella. Como gesto de consuelo, apoyó la mano en la mejilla barbuda. Joe puso la boca en el hueco de la palma y luego le dirigió una sonrisa forzada.
—Ahórrate la compasión, dulce. Aunque en aquel momento no lo pensé, ahora sé que esa ramera me hizo un favor. Nunca volví a ser joven ni ingenuo.
—Y... ¿y te enamoraste pronto de otra persona?
La voz de _______ era muy dulce y un tanto cargada de añoranza, y Jon le dirigió una mirada brillante.
—No del mismo modo. Mis otros amores fueron de una clase que no puedo contarte, pues eres muy joven. —Estaba bromeando y ________ le guiñó el ojo, contenta al ver que la tensión había desaparecido del rostro del capitán—. Te preguntaría a u si alguna vez te enamoraste —bromeó—, pero eres casi una niña. No has tenido tiempo.
—¡Claro que sí! —protestó _________, indignada. Pero al ver la mirada perspicaz que Joe le dirigió, se apresuró a corregir—: Bueno, tuve muchos pretendientes.
—Me imagino —respondió el pirata con tono seco, deslizando la mirada por ese rostro y ese cuerpo—. ¿Y. te llevaban flores y te besaban la mano?
—Por supuesto —respondió ________, con dignidad.
—Eso es lo único que hacían —murmuró Joe, por lo bajo.
—¿Cómo lo sabes?
________ lo miró con coquetería desde debajo de las pestañas, con la esperanza de provocar otro arranque de celos, pero al ver que él se limitaba a sonreír, se sintió burlada.
—Gata mía, fue evidente para mí la primera vez que te besé. Nunca te había tocado un hombre.
—Eso es lo que tú crees —resopló _______, picada.
—Es un hecho —dijo Joe, pellizcándole la punta de la nariz—. Me acosté con muchas mujeres y sé cuando tienen experiencia. Tú no tenías ni un poquitín.
A _______ le ardieron las orejas de vergüenza y lo miró con expresión de reproche.
—Lo dices como si fuese sólo una de una larga fila.
A pesar de la intención de _________ de hablar con naturalidad, su voz sonó tensa.
Joe la miró con los ojos entrecerrados: parecía herida y no era eso lo que él quería.
—¿Celosa? —se burló, para distraerla.
—En absoluto —respondió _______, con frialdad—. Nunca estaría celosa por ti.
—Me alegro. Odio a las mujeres celosas —dijo Joe, alegre, y cuando los ojos de ella lo miraron furibundos, le sonrió y rodó junto con ella—. Basta de conversación —protestó, acostándola en el colchón blando—. Estoy hambriento, y no de comida.
Cuando _______ salió del camarote unas dos horas más tarde,
Joe dormía apaciblemente.
"Caramba con mi plan de ganar el corazón del capitán negándole mi cuerpo", pensó, fastidiada. No tuvo que obligarla. Sus caricias sensuales la hicieron arder; luego, hacer el amor fue para ______ como nadar con la corriente. "Oh, bien", pensó, encogiéndose de hombros. "Al menos, disfruté perdiendo."
El sol se hundía tras el horizonte y el brillante globo naranja sólo se veía en el borde dorado del mar. Alrededor, se amontonaban hebras rosadas y lavanda como si fuese un molinillo, v el crepúsculo tenía una belleza que cortaba el aliento. ________ se acercó a la baranda para ver mejor. Salvo por el oficial de guardia, la cubierta estaba desierta y sólo quebraban el silencio el crujir de los maderos y el aletear de las velas. _______ permaneció apoyada apenas en la baranda bebiendo la profunda paz del momento, sin pensar en nada, ni siquiera en Joe.
—Veo que te monta bien —se mofó una voz tensa, a sus espaldas. ______ lanzó un hondo suspiro, pues supo quién era antes de darse la vuelta: ¡Nick, por supuesto! En realidad, quería que superase esa idea ridícula de que estaba enamorado de ella, pues estaba resultando demasiado cansador. —Buenas noches, Nick —dijo con tono frió, sin hacer caso de la burla.
—Buenas noches, Nick —repitió el joven, imitando el tono altivo—. Apuesto a que no es así como saludas a Joe.
—Pero tú no eres Joe —precisó ella, con un matiz cortante en la voz. Se recogió la falda y quiso pasar a su lado, pero él la detuvo apoyándole una mano en el brazo. Cathy miró la mano, como exigiendo en silencio que la soltara—. Déjame ir, Nick —le ordenó con severidad, abrigando la esperanza de no tener que pedir ayuda.
Después del interrogatorio de Joe, no haría falta mucho para volver a despertar sus sospechas. Y si _______ necesitaba hacer cierto escándalo para escapar de este tonto, sin duda Joe se enteraría.
—Todavía no. —Habló en voz baja y la miró con mal disimulado deseo—. Quiero disculparme por el modo en que me comporté últimamente. Yo... no puedo evitarlo. Eres muy hermosa y te amo. La sola idea de que estés en brazos de él me vuelve loco.
—Acepto tus disculpas, Nick —dijo ________, pues le pareció prudente pasar por alto la última frase del joven y le palmeó el brazo—. Ahora tengo que irme. Está oscureciendo.
—¡Por Dios!, no quieres escucharme, ¿verdad? —explotó Nick—. ¡Bueno, tal vez quieras oír esto!
Antes de que ________ adivinara sus intenciones, la rodeó con los brazos y la apretó contra él. Ella se debatió, pero el joven era muy fuerte. No tan grande ni musculoso como Joe, pero sí fibroso, y estaba resuelto a besarla. Se quedó inerte entre los brazos del hombre, con la esperanza de que su falta de respuesta lo convenciera de que la persecución era en vano.
"¡Espera!", pensó _______, furiosa y mantuvo los dientes apretados ante la insistencia de la lengua del joven. "Cuando me sueltes, te daré una bofetada que te dejaré ciego, pedazo de estúpido!"
Abrió los ojos, sorprendida y disgustada, al sentir que los labios y las manos de Nick le suplicaban, y cuando miró por encima de su hombro, se agrandaron todavía más. A menos de un metro estaba Joe, apoyado en una muleta improvisada. Bajo la mirada horrorizada de la muchacha, la sangre se precipitó al rostro delgado y a los ojos, furiosos y sombríos, que la miraban con expresión asesina. :affraid:
—¡Oh, Dios! —musitó el capitán, cerrando los ojos como si algo le doliera—. ¡Ella quiere hablar de ello y yo quiero hacerlo! :lol!: —Muchas veces. —Esbozó una sonrisa endemoniada y se dejó llevar por el espíritu de la conversación—. Y en cada ocasión duró media hora.
—Muy divertido —dijo _______, con acritud—. Quiero decir enamorado de verdad.
—Cuando tenía dieciséis años me enamoré perdidamente de mi madrastra —respondió él con ligereza, fijando los ojos en el techo.
—¿En serio? —preguntó _______, suspicaz.
—Sí, en serio —dijo Joe—. Cuando se casó con mi padre, tenía veinte años y era una bella joven de cabello negro y todo en su lugar. En aquel entonces pensaba que era lo más encantador que había en el mundo.
—¿Qué sucedió? —preguntó ________ con cierta rigidez, sin poder controlar los celos.
Era ridículo odiar a una mujer que no conocía y por algo ocurrido casi veinte años atrás.
—Estaba tan enamorado que la seguía a todas partes. No olvides que era sólo un chico y la adoraba como a una diosa. Y creo que ella ni advertía que yo estaba vivo. No recuerdo que me mirase jamás, por no hablar de sonreírme. La puse en un pedestal y nunca se me ocurrió tocarla, siquiera, pues me habría parecido un sacrilegio. Sea como fuere, una tarde de agosto la seguí a casa de la modista. Iba a casa de la modista dos veces por semana v, por lo general, yo me quedaba fuera hasta que salía. Esa vez, sin ningún motivo en particular, se me ocurrió volver y la vi salir por una puerta trasera. Como era natural, eso me intrigó y la seguí. Caminó hasta una casita alejada de la calle y entró. No supe qué pensar. En mi inocencia, supuse que visitaría a otra modista o quizás a una sombrerera. Poco después la curiosidad se sobrepuso a mi sentido de la propiedad y me acerqué a la casa para espiar por la ventana. Mi querida madrastra estaba desnuda como el día en que nació, en el suelo de la biblioteca, gimiendo como una perra en celo, mientras un hombre que yo no conocía cabalgaba entre sus muslos.
—¿Se lo contaste a tu padre? —dijo _______, más fascinada que horrorizada.
—Por cierto que no. De todos modos, no me habría creído.
Estaba enamorado de ella y creía que era el ser más perfecto de la tierra. —¿Y qué hiciste?
—Junté mis escasas ropas y me fui esa misma noche. Después de eso, no podía quedarme. El recuerdo de lo que había visto me daba ganas de vomitar. Si me hubiese quedado, tal vez la habría matado.
Aunque la voz de Joe parecía indiferente, _________ detectó que una nota áspera de desilusión vibraba en ella. Como gesto de consuelo, apoyó la mano en la mejilla barbuda. Joe puso la boca en el hueco de la palma y luego le dirigió una sonrisa forzada.
—Ahórrate la compasión, dulce. Aunque en aquel momento no lo pensé, ahora sé que esa ramera me hizo un favor. Nunca volví a ser joven ni ingenuo.
—Y... ¿y te enamoraste pronto de otra persona?
La voz de _______ era muy dulce y un tanto cargada de añoranza, y Jon le dirigió una mirada brillante.
—No del mismo modo. Mis otros amores fueron de una clase que no puedo contarte, pues eres muy joven. —Estaba bromeando y ________ le guiñó el ojo, contenta al ver que la tensión había desaparecido del rostro del capitán—. Te preguntaría a u si alguna vez te enamoraste —bromeó—, pero eres casi una niña. No has tenido tiempo.
—¡Claro que sí! —protestó _________, indignada. Pero al ver la mirada perspicaz que Joe le dirigió, se apresuró a corregir—: Bueno, tuve muchos pretendientes.
—Me imagino —respondió el pirata con tono seco, deslizando la mirada por ese rostro y ese cuerpo—. ¿Y. te llevaban flores y te besaban la mano?
—Por supuesto —respondió ________, con dignidad.
—Eso es lo único que hacían —murmuró Joe, por lo bajo.
—¿Cómo lo sabes?
________ lo miró con coquetería desde debajo de las pestañas, con la esperanza de provocar otro arranque de celos, pero al ver que él se limitaba a sonreír, se sintió burlada.
—Gata mía, fue evidente para mí la primera vez que te besé. Nunca te había tocado un hombre.
—Eso es lo que tú crees —resopló _______, picada.
—Es un hecho —dijo Joe, pellizcándole la punta de la nariz—. Me acosté con muchas mujeres y sé cuando tienen experiencia. Tú no tenías ni un poquitín.
A _______ le ardieron las orejas de vergüenza y lo miró con expresión de reproche.
—Lo dices como si fuese sólo una de una larga fila.
A pesar de la intención de _________ de hablar con naturalidad, su voz sonó tensa.
Joe la miró con los ojos entrecerrados: parecía herida y no era eso lo que él quería.
—¿Celosa? —se burló, para distraerla.
—En absoluto —respondió _______, con frialdad—. Nunca estaría celosa por ti.
—Me alegro. Odio a las mujeres celosas —dijo Joe, alegre, y cuando los ojos de ella lo miraron furibundos, le sonrió y rodó junto con ella—. Basta de conversación —protestó, acostándola en el colchón blando—. Estoy hambriento, y no de comida.
Cuando _______ salió del camarote unas dos horas más tarde,
Joe dormía apaciblemente.
"Caramba con mi plan de ganar el corazón del capitán negándole mi cuerpo", pensó, fastidiada. No tuvo que obligarla. Sus caricias sensuales la hicieron arder; luego, hacer el amor fue para ______ como nadar con la corriente. "Oh, bien", pensó, encogiéndose de hombros. "Al menos, disfruté perdiendo."
El sol se hundía tras el horizonte y el brillante globo naranja sólo se veía en el borde dorado del mar. Alrededor, se amontonaban hebras rosadas y lavanda como si fuese un molinillo, v el crepúsculo tenía una belleza que cortaba el aliento. ________ se acercó a la baranda para ver mejor. Salvo por el oficial de guardia, la cubierta estaba desierta y sólo quebraban el silencio el crujir de los maderos y el aletear de las velas. _______ permaneció apoyada apenas en la baranda bebiendo la profunda paz del momento, sin pensar en nada, ni siquiera en Joe.
—Veo que te monta bien —se mofó una voz tensa, a sus espaldas. ______ lanzó un hondo suspiro, pues supo quién era antes de darse la vuelta: ¡Nick, por supuesto! En realidad, quería que superase esa idea ridícula de que estaba enamorado de ella, pues estaba resultando demasiado cansador. —Buenas noches, Nick —dijo con tono frió, sin hacer caso de la burla.
—Buenas noches, Nick —repitió el joven, imitando el tono altivo—. Apuesto a que no es así como saludas a Joe.
—Pero tú no eres Joe —precisó ella, con un matiz cortante en la voz. Se recogió la falda y quiso pasar a su lado, pero él la detuvo apoyándole una mano en el brazo. Cathy miró la mano, como exigiendo en silencio que la soltara—. Déjame ir, Nick —le ordenó con severidad, abrigando la esperanza de no tener que pedir ayuda.
Después del interrogatorio de Joe, no haría falta mucho para volver a despertar sus sospechas. Y si _______ necesitaba hacer cierto escándalo para escapar de este tonto, sin duda Joe se enteraría.
—Todavía no. —Habló en voz baja y la miró con mal disimulado deseo—. Quiero disculparme por el modo en que me comporté últimamente. Yo... no puedo evitarlo. Eres muy hermosa y te amo. La sola idea de que estés en brazos de él me vuelve loco.
—Acepto tus disculpas, Nick —dijo ________, pues le pareció prudente pasar por alto la última frase del joven y le palmeó el brazo—. Ahora tengo que irme. Está oscureciendo.
—¡Por Dios!, no quieres escucharme, ¿verdad? —explotó Nick—. ¡Bueno, tal vez quieras oír esto!
Antes de que ________ adivinara sus intenciones, la rodeó con los brazos y la apretó contra él. Ella se debatió, pero el joven era muy fuerte. No tan grande ni musculoso como Joe, pero sí fibroso, y estaba resuelto a besarla. Se quedó inerte entre los brazos del hombre, con la esperanza de que su falta de respuesta lo convenciera de que la persecución era en vano.
"¡Espera!", pensó _______, furiosa y mantuvo los dientes apretados ante la insistencia de la lengua del joven. "Cuando me sueltes, te daré una bofetada que te dejaré ciego, pedazo de estúpido!"
Abrió los ojos, sorprendida y disgustada, al sentir que los labios y las manos de Nick le suplicaban, y cuando miró por encima de su hombro, se agrandaron todavía más. A menos de un metro estaba Joe, apoyado en una muleta improvisada. Bajo la mirada horrorizada de la muchacha, la sangre se precipitó al rostro delgado y a los ojos, furiosos y sombríos, que la miraban con expresión asesina. :affraid:
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
SE ARMO EL QUILOMBO!!!!!!!!!!! :affraid: :pale:
Y aqui se queda el capi de hoy XDDDDDDDD
Soy SUPER MALA!!!!!!!! :twisted:
HUAHAAHUAHAUAHAHAH!!!!!
Bueno aqui chicas disfruten el capi!!!
Y espero ver comments, y por cierto #UnbrokenForJonas otra vez te digo BIENVENIDA!!!
Bye bye chicas!!
A por cierto Greg Garbo se casa el sabado
Dios estos tipos crecen rapido, y yo estoy igual :lol!:
Si y que tambn Joe tiene una novia, y disk tenian desde diciembre saliendo . Esa no me lac reo hasta que se demuestre lo contrario
Bueno ahora si chicas Bye Bye sueñen con los Jonas 1313!!! :twisted:
Y aqui se queda el capi de hoy XDDDDDDDD
Soy SUPER MALA!!!!!!!! :twisted:
HUAHAAHUAHAUAHAHAH!!!!!
Bueno aqui chicas disfruten el capi!!!
Y espero ver comments, y por cierto #UnbrokenForJonas otra vez te digo BIENVENIDA!!!
Bye bye chicas!!
A por cierto Greg Garbo se casa el sabado
Dios estos tipos crecen rapido, y yo estoy igual :lol!:
Si y que tambn Joe tiene una novia, y disk tenian desde diciembre saliendo . Esa no me lac reo hasta que se demuestre lo contrario
Bueno ahora si chicas Bye Bye sueñen con los Jonas 1313!!! :twisted:
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Por culpa de Nick ahora __ va a tener quilombo con joe!! ¬¬ Lo mejor q estaban los 2 sin peleas ni nada y viene este y caga todo! :@
Siguelaa!!
Siguelaa!!
jb_fanvanu
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Omj! Como la dejas así nó quieres que duerma !
Porque no lo podré hacer asta que subas otro cap!! :risa:
Pliss siguelaaa!
Ya quiero saber que pasara !
Porque no lo podré hacer asta que subas otro cap!! :risa:
Pliss siguelaaa!
Ya quiero saber que pasara !
☎ Jimena Horan ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
OMJ LAU
NICK ESTA MUERTO???
JOE SE VA A MOELSTRA MUCHOOO
SIGUEEE
YO TAMPOCO CREOQ UE SEA LA NOVIA
NICK ESTA MUERTO???
JOE SE VA A MOELSTRA MUCHOOO
SIGUEEE
YO TAMPOCO CREOQ UE SEA LA NOVIA
andreita
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Chicas hola!!
Aqui les dejo una maraton porque hoy se casa Garbo :(
Bueno disfrutenlo :D
Aqui les dejo una maraton porque hoy se casa Garbo :(
Bueno disfrutenlo :D
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Capitulo 10
Joe sintió que crecía dentro de él una furia hirviente que amenazaba con hacerlo estallar.
"¡La perra traidora!", pensó. Comenzaba a creer que era diferente, dulce, inocente... y hasta pensó que se interesaba por él. "¡Tonto!", se reprochó, enfurecido. Tendría que haber sabido que, en el fondo, todas las mujeres eran iguales. Como un imbécil enamorado, había dejado que un rostro encantador y una carne suave lo llevaran de la nariz. Lo que le encolerizaba era que, cada vez que esa perra de dos caras le murmuraba palabras cariñosas, pensaba en encontrarse con otro hombre a escondidas. "Pero eso se acabó", se prometió a sí mismo. "La destrozaré con mis propias manos." En cuanto a Nick... Joe esbozó una sonrisa salvaje: ¡eso sí que lo disfrutaría!
A la larga, los desesperados empujones de _______ en los hombros de Nick surtieron efecto. El la soltó de mala gana y empezó a hablar, contemplando su rostro pálido con expresión apasionada. Pero lo que vio en ese rostro lo hizo girar, "¡Oh, Dios, Joe!" Parecía más furioso de lo que nunca lo había visto: el rostro sombrío enrojecido, un músculo se retorcía convulsivo en la mejilla. Sus ojos grises lo contemplaban como heraldos helados de la muerte. Nick sintió que su propio rostro perdía el color y agradeció a Dios que el capitán aún no hubiese recuperado del todo las fuerzas. '
Los tres permanecieron congelados en su sitio largo rato, como en una escena de una obra dramática. Por fin _______ recobró el uso de sus miembros y corrió hacia Joe, lo aferró por el brazo y lo sacudió. —Querido, no es lo que aparenta —le dijo, ansiosa. La quietud fija de ese rostro y la expresión horrible de los ojos la asustaron más que cualquier grito que hubiese podido lanzar—. Joe, tienes que creerme, puedo explicártelo...!
Joe miró a _________ con los ojos ardientes como dos brasas en un horno del infierno. Cuando lo llamó querido, con esa vocecilla insidiosa, sintió como si le hubiese clavado un puñal en las entrañas. El dolor fue tan intenso que casi lo dobló.
—¡Perra mentirosa! —exclamó por lo bajo. El brazo al que ________ se aferraba se balanceó con violencia y la hizo tambalear y caer sobre las tablas duras de cubierta. La fuerza del golpe la hizo gritar. De manera automática, Nick corrió a ayudarla y se topó con Joe, que le obstruía el paso.
—¡No la toques, maldito canalla! —dijo Joe, entre dientes.
La voz era de hielo y las manos le temblaban, ansiosas de cerrarse en torno del cuello de Nick. El joven retrocedió. En circunstancias normales no podía enfrentar a Joe, pero el estado
debilitado del capitán le daba una oportunidad. O tal vez no: se sabía que la furia daba una fuerza increíble hasta a los seres más débiles y Joe, hasta apoyado en una muleta, parecía capaz de hacerlo pedazos. ________ lo necesitaba... y Nick no se atrevía a pensar en lo que le haría cuando acabara con él.
Joe resolvió el dilema. Comenzó a avanzar hacia Nick, amenazador, y en sus ojos se reflejaba resolución suficiente para hacerlo retroceder. Si alguna vez la muerte se asomó a los ojos de un hombre, estaba en los de Joe en ese momento.
Con intenciones mortíferas, Joe sacó el cuchillo largo de la vaina que llevaba a la cintura. Los dedos acariciaron la hoja afilada. Nick estaba acorralado contra la baranda y no podía
seguir más allá. Miró alrededor, desesperado, buscando un arma, pero no había nada. Sintió que le subía el terror a la garganta, como bilis.
_______ vio lo que estaba sucediendo y se puso de pie con un grito inarticulado de terror. Corrió frenética hacia Joe y aferró el brazo que sostenía el cuchillo con una fuerza que no cedía.
—Joe, no puedes hacerlo! —gritó—. ¡Nick no hizo nada! ¡No puedes matarlo! ¡Fui yo! ¡Te digo que fui yo!
Lo único que se le ocurrió para salvar la vida de Nick fue una mentira. ¡Un beso no era motivo para matar a un hombre! Sabía que Joe lo entendería si le daba tiempo para que superara la furia. Pero entretanto tenía que impedirle hacer algo que lamentaría siempre.
Las palabras de _______ lograron atraer la atención de Joe. La miró, posando la mirada primero en sus redondeces y después en los labios temblorosos. Esa boca suave, sólo una hora atrás lo volvía loco... Ahora lo volvía loco, pero de otra manera. Los ojos ardieron y estiró una mano para aferrarle el pelo. _______ jadeó cuando de pronto le tiró la cabeza atrás y por un instante pensó que le quebraría el cuello. Joe la sujetó con crueldad con sus manazas, haciéndole daño adrede al hundirle los dedos en el cuero cabelludo. Los dedos retorcieron las hebras sedosas moviendo la cabeza hacia atrás, de modo que quedó apretada contra el hombro del capitán, con el rostro vuelto hacia él. ______ no forcejeó pues, pese a la cólera de Joe, no creía que en realidad la lastimara. Pero si en ese momento se resistía, Joe perdería todo control.
La línea recta de la boca se cerró sobre la de _______ y la forzó a abrir los labios, lastimándola. La besó como si quisiera herirla, insultarla, imprimir en la mente de la joven su posesión total. _______ se estremeció bajo el asalto, pero en lugar de intentar apartarse le devolvió la dulzura plena de su boca. Cuando Joe la soltó, una porción minúscula de la ira había perecido en sus ojos.
—¡Esto es mío! —le ladró a Nick, que contemplaba la escena en helado silencio.
La afirmación de Joe, brusca como un proyectil, sobresaltó a _______. El capitán la hizo girar de modo que quedara con la espalda contra su propio pecho, de cara hacia Nick. El brazo que le rodeaba la cintura aferraba con fuerza el cuchillo, con la hoja afilada hacia fuera; cuando el segundo oficial captó la amenaza, palideció.
—Esto es mío —repitió Joe, con gesto salvaje—. Si intentas tocarla otra vez, te mataré al instante. ¿Entendido?
Nick miró a Joe y asintió sin hablar. Se sentía como el condenado al que le condonan la pena a último momento. Los ojos de Joe lo escrutaron, todavía chispeantes de furia y luego se posaron en la muchacha temblorosa a la que sujetaba con brutalidad. La empujó con tanta rudeza que la hizo chocar contra la baranda. —Vuelve al camarote, ramera —refunfuñó.
Como ______ no hizo ademán de obedecerle, levantó la mano como para pegarle. Ella le lanzó una mirada colérica, pero Nick habló sin darle tiempo a que dijera nada:
—Ella mintió —dijo, como si le arrancaran las palabras—. _______ no hizo nada. Yo la besé, y aunque trató de soltarse, no la dejé. Es completamente inocente, como tú sabrías si no fueses tan estúpido. Es demasiado buena para ti: la tratas como a una prostituta y ella te llama "querido".
La mirada de Joe volvió hacia Nick; _______ permaneció de pie, con los labios trémulos. Ese último despliegue de violencia la había asustado y enfadado al mismo tiempo. No podía creer que la tratara con semejante brutalidad y menos aún después de... Se tapó la boca con mano temblorosa, se dio la vuelta y caminó con dignidad de regreso al camarote. Sentía la mirada dura de Joe en la espalda.
Mientras la atención de Joe estaba concentrada en la figura de _______ que se alejaba, Nick aprovechó la oportunidad para escabullirse hacia abajo. Cuando Joe se volvió otra vez hacia la baranda, descubrió que estaba solo. Se quedó contemplando unos minutos el mar que oscurecía y, al fin, fue cojeando tras de _______.
—¿Es verdad? —preguntó, apoyándose contra la puerta cerrada del camarote.
_______ estaba de pie en el rincón más alejado, los ojos de color zafiro enormes en el rostro pálido, rodeándose con los brazos para contener los temblores del cuerpo.
—¿Es verdad? —repitió él, con voz áspera—. ¿Te obligó?
—Puedes creer lo que quieras —respondió _______ con frialdad—. Me da igual.
Los ojos grises de Joe, como idénticas astillas de cristal, parecían clavarse en el cuerpo trémulo de la muchacha. ________ le devolvió una mirada igualmente helada y colérica. ¡Si después de la devoción que derramó sobre él la trataba como a una ramera, no merecía ninguna explicación!
—Te he hecho una pregunta.
La voz de Joe retumbó, amenazadora como un volcán a punto de entrar en erupción.
—Te aconsejo que respondas.
_______ le lanzó una mirada fulminante: —No te tengo miedo —declaró, con desdén.
—Por Dios, bien harías en tenerlo —le espetó Joe, al tiempo que se abalanzaba desde la puerta.
Valiente, _______ no se movió; lo esperó con un gesto desafiante de la barbilla y los ojos relampagueantes. No pudo evitar encogerse instintivamente cuando el hombre se abatió sobre ella con ímpetu salvaje, pero no emitió un solo sonido. Las manos enormes de! capitán se cerraron sobre su cuello y oprimieron la carne suave lo suficiente para hacerle sentir su fuerza y, con los pulgares, le empujó la barbilla hasta que el rostro quedó levantado hacia él.
—Podría romperte el cuello en menos de un segundo —gruñó Joe, apretando un poco las manos.
—¿Y por qué no lo haces? —lo desafió _________, sintiendo que la ira sobrepasaba el temor.
—Lo haré —prometió él con aire torvo— si no respondes a mis preguntas. ¿Nick ha dicho la verdad? ¿Te besó contra tu voluntad?
—Estás celoso otra vez, ¿no es cierto? —aventuró ________, deseosa de lastimarlo—. Estás tan celoso que enloqueces. Bien, como ya te he dicho, no tienes ningún derecho sobre mí: puedo hacer lo que me plazca.
Los ojos de Joe se ensombrecieron de furia.
—________ —le advirtió en voz muy suave—, en esta ocasión te aconsejo que pongas freno a esa lengua afilada que tienes. Me propongo obtener una respuesta. ¿Te obligó?
—¿Y qué hay si digo que sí? —lo desafió—. ¿Acaso me creerías? Allá en cubierta estabas dispuesto a pensar lo peor de mí.
—Te creeré —musitó Joe, luego de una larga pausa—. Sólo Dios sabe por qué, pero te creeré.
—De acuerdo, entonces: sí, me obligó. ¿Estás satisfecho?
El tono de _______ era retador y burlón.
Joe contempló el rostro de expresión rebelde y sintió la esbelta fragilidad del cuello blanco que tenia entre las manos. Podía matarla con tanta facilidad... Apretó las manos hasta que vio que la sangre se precipitaba en la cara pálida y las aflojó otra vez. Ella afirmaba que Nick la había obligado.
—¿Es cierto? —exigió, dirigiéndole una mirada quemante. ________ le devolvió la mirada, furiosa.
—He dicho que sí. Pensé que me creerías.
—Está bien, está bien, te creo.
Joe sintió que el dolor mortal que había sentido en el vientre se esfumaba. Lentamente, le soltó el cuello y dejó caer las manos a los lados del cuerpo.
_________ dirigió una mirada furibunda a la espalda de Joe, que se encaminaba cojeando hacia el camastro. La muleta estaba donde la había dejado caer, junto a la puerta del camarote; se detuvo para levantarla y apoyarla contra la pared, al lado de la cama. Luego se sentó pesadamente en el colchón, de espaldas a _______, la pierna rígida, extendida hacia delante. Con aire distraído, comenzó a masajearse la pierna herida y al contemplarlo _______ se ablandó un poquitín. A fin de cuentas, lo que quería era que el capitán se enamorase de ella y los celos eran un saludable síntoma de amor. O quizá no. Tal vez fuera igualmente posesivo con todo aquello sobre lo que reclamaba derechos.
—¿Te duele mucho la pierna? —le preguntó, casi sin querer. Los anchos hombros se encogieron.
—Viviré —refunfuñó, lanzándole una mirada de soslayo por encima del hombro. Luego, como en un impulso, añadió con rigidez—: ¿Te había tocado antes?
La hostilidad de _______ se renovó.
—Si lo que quieres saber es si me acosté con él, ¿por qué no me lo preguntas directamente?
—¿Lo has hecho? —gruñó, volviendo la vista hacia ella como si la odiara.
_______ creyó ver en los ojos grises señales de dolor que nada tenían que ver con la pierna herida. "Está dolido", pensó, angustiada. La violencia era provocada por el sufrimiento intenso. Al comprenderlo y al recordar lo que le había contado de la madrastra, la ira de ________ se disipó. Corrió hacia él haciendo crujir las faldas y se arrodilló a sus pies, tomando la mano morena entre las suyas; Joe se lo permitió pero le lanzó una mirada cautelosa.
—Joe, jamás he estado con otro hombre —empezó, bus- cando con la mirada el semblante escéptico—. Recordarás que no me entregué a ti por mi propia voluntad. Fue necesario que me forzaras, ¿no es cierto?
Él se limitó a asentir con un gesto, lo que dio a _______ la medida de su dolor.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
—¿Por qué crees que sería más fácil para cualquier otro? —le preguntó, seria—. No soy una ramera, capaz de caer en la cama con cualquier hombre que me desee. Me educaron en el respeto a cierto código moral. Y si bien tú te apoderaste de mi inocencia, mis principios no han cambiado.
Lo miró fijamente a los ojos y Joe empezó a sentirse mejor. Lo que decía la muchacha era cierto: nació y se educó como una dama y era virgen cuando él la poseyó. Era poco probable que tan pronto hubiese desarrollado tretas de ramera. Le oprimió las manos y la boca dura se curvó en una sonrisa un tanto torcida. _______ le sonrió, con mirada cálida y resplandeciente. A pesar de sus defectos, o tal vez debido a ellos, su amor por él permaneció intacto.
—Creo que te debo otra vez una disculpa —suspiró Joe, llevando una a una las manos de ________ a los labios—. Pero no tendrías que haberme mentido. ¿Te he hecho daño, dulce?
—No —respondió ________—. No mucho. Pero me has dado un susto mortal.
—Ahora sí que no te creo —murmuró Joe, alisando el cabello que él mismo había desordenado sobre la frente—. Me gruñías como una tigresa acorralada. No estabas asustada en lo más mínimo.
—No creí que fueras a hacerme daño. _______ bajó los ojos con recato. —¿Estaba equivocada?
Joe rió y una luz burlona barrió las últimas trazas de sospecha de su mirada.
—Nunca lo sabrás, gatita, ¿verdad? ¡Y basta de tonterías, quiero mi cena!
—Sí, mi amo. De inmediato, mi amo —bromeó _______ a su vez, haciendo una reverencia como un culi chino.
Joe la recompensó con una palmada en el trasero y ella fue a pedir a Petersham que sirviera la cena.
Hasta que terminaron de comer no volvieron a tocar el tema. Petersham retiró los platos, y cuando quedaron nuevamente solos, Joe la convenció de que jugaran al ajedrez. Risueña, lo acusó de que sólo quería jugar con ella porque lo hacía muy mal. Cuando la mano de ________ revoloteaba indecisa entre dos peones, Joe aludió otra vez al tema.
—¿Alguna vez Nick te había molestado? —Habló con voz indiferente, concentrado en el tablero.
—Nunca antes me besó, si eso es lo que quieres saber —respondió ________, moviendo un peón al azar.
—Pero, ¿te molestó de alguna otra manera? —insistió Joe, levantando la vista y fijándola en el rostro de la muchacha.
________ se mordió el labio, pues no deseaba provocar dificultades entre los dos hombres, pero comprendió que había llegado la hora de la verdad.
—Nick cree que está enamorado de mí.
Joe fijó en ella los ojos oscurecidos; ________ contuvo el aliento y se preparó para otro estallido.
—Y tú... ¿tú crees que estás enamorada de él? Aunque la pregunta parecía indiferente, _______ sabía que no era así.
—¿Qué crees tú? —repuso a la ligera, aunque por dentro se regocijó.
Por el tono de esa última pregunta, dedujo que no faltaba mucho para quejón se enamorara de ella... y lo confesara. Por el momento, decidió ocultar el júbilo que sentía. Lo último que deseaba era quejón creyera que trataba de manipularlo. De todos modos, él no confiaba en las mujeres y, si imaginaba que ella le tendía una red, sin duda huiría en dirección opuesta.
Joe parpadeó y volvió a concentrarse en el juego. Con toda facilidad le dio jaque al rey v luego respondió:
—Me encargaré de que no te moleste otra vez —fue todo lo que dijo, pero para ________significaba toda una promesa.
Joe cumplió su palabra. Se pegó a ________ como una sombra grande y coja hasta que el Margarita entró en la bahía de Las Palmas. Mantuvo a Nick atareado en el castillo de proa, en el otro extremo del barco. La mañana siguiente a la pelea, Joe retomó el comando del barco, sin hacer caso de las preocupaciones de _______. Cuando pasó la tormenta, el capitán ya casi había vuelto a la normalidad. Todavía cojeaba un poco, pero podía caminar sin ayuda de la muleta. Una vez, que el clima mejoró lo suficiente para que saliera otra vez a cubierta, permaneció en todo momento en el alcázar, a la vista de Joe. Si por alguna razón las tareas llevaban al capitán a otro sitio, daba a Petersham instrucciones
precisas de que actuara como guardaespaldas de _______. A ella le divertían tanto como la conmovían esas precauciones tan complicadas para su propia seguridad. Era evidente que el capitán cuidaba bien de sus posesiones.
Cuando al fin el Margarita llegó a su destino, corría el primero de agosto. Para entonces, ________ estaba tan harta de barcos y del mar, que habría aceptado gustosa el infierno mismo, con tal de que no se balanceara. Además, Las Palmas era una belleza. La pequeña isla, engastada como una esmeralda perfecta en el océano azul, la fascinó. Las palmas de coco que le dieron nombre estaban por doquier, meciéndose en la brisa con suave música.
La arena blanca, resplandeciente, formaba una playa en forma de media luna perfecta hasta la línea de árboles y enormes pájaros exóticos esparcían manchas de color revoloteando entre el follaje espeso. Flotaba en el aire el perfume sensual de las flores.
La casa de Joe estaba enclavada sobre un pequeño acantilado que daba a la playa, a unos cuatrocientos metros del grupo de construcciones con techo de paja que constituían la ciudad. A ________ le encantó en cuanto la vio. Era un edificio bajo, largo e irregular, construido con ladrillos fabricados con conchillas que atrapaban el sol y lanzaban miles de destellos, como diamantes diminutos. En el interior, las habitaciones eran grandes y aireadas, blanqueadas para garantizar frescura y con pocos muebles. Enormes ventanales con vista al mar en el frente y al jardín de colores vivaces en el fondo hacían que el interior fuese tan luminoso como el exterior. Había dos sirvientes nativos, el ama de llaves. Juta, y su esposo, Kimo. Mostraban un respeto casi cómico hacia la nueva "mam", y aseguraron tanto a _______ como a Joe, en su inglés defectuoso, que la cuidarían con esmero. Joe, muy a sus anchas, le mostró toda la casa y los campos que la rodeaban; aunque tenía un aire despreocupado, ________ sabía que estaba ansioso de que a ella le gustase. La joven le sonrió y le dijo que todo era, sencillamente, hermoso. Jon también sonrió, la alzó y le estampó un beso sonoro en la dulce boca. La exuberante ternura del hombre la hizo sentir como una novia en vez de una amante y ella disfrutó con esa sensación.
En la isla moraban unos doscientos europeos v, al enterarse de que todos ellos vivían de la piratería, _______ se escandalizó. Algunos hombres tenían esposas o amantes europeas, aunque la mayoría se conformaba con relaciones casuales con las nativas. Mirando de soslayo a Joe, ________ se preguntó si ésa sería su costumbre cuando estaba en la isla, pero no dijo nada. Petersham le había comentado que ella era la única mujer que había llevado a la casa y con eso se contentó. Al fin y al cabo, el capitán tenia treinta y cuatro años y sin duda era lujurioso: no podía esperar que viviera como un monje. Decidida, hizo a un lado la leve punzada de celos.
________ se asombró cuando Joe le señaló a un hombre de cabellos blancos y aspecto de abuelo, al que identificó como Red Jack.Jack el Rojo, llamado así porque se decía que tenía las manos manchadas con la sangre de sus víctimas. La muchacha observó al hombre con horror v cuando se volvió hacia Joe con los ojos desorbitados y de expresión dudosa, él estalló en carcajadas.
—Deberías verlo en el mar —dijo Joe, riendo.
Después de ver el cambio que se operó en Joe estando en Las Palmas, ______ no podía creerlo. En cuanto se alejó del Margarita el pesado manto de autoridad cayó de sus hombros una capa y daba la impresión de ser muchos años más joven, casi un muchacho. Reía mucho y se inclinaba hacia atrás para divertir y complacer a _______. Bajo este nuevo aspecto, la joven lo amó más aún y comenzaba a temer que él pudiese leer el secreto en sus ojos. Como estaba resuelta a no confesarle que lo amaba hasta comprobar que él sentía lo mismo, sufría el temor constante de descubrirse. Joe medró al calor del amor de _______ y Petersham le contó a ella, en privado, que el capitán parecía otro hombre.
La playa tan blanca y el mar chispeante invitaban a la exploración, y _______ pasó la primera mañana en Las Palmas acostada con Joe sobre la arena y chapoteando en la bahía. Para nadar, Joe sólo usaba unos pantalones cortos que dejaban al desnudo el torso fuerte y las piernas largas y musculosas. La larga cicatriz irregular brillaba roja a la luz del sol y las de las otras heridas parecían medallas al valor sobre su pecho. Cediendo a un impulso, _________ apoyaba los labios sobre esos recuerdos de dolor y Joe contenía el aliento. Pasaban el resto del día en la enorme cama de bronce.
________ se alegró al descubrir que era mejor nadadora. Joe estaba relacionado con el agua desde hacía años y nadaba en un estilo burdo que lo llevaba a donde quería ir, pero ella había tomado lecciones que le proporcionaron un estilo pulido que el capitán no era capaz de igualar. Al principio, la habilidad de _______ le fastidió, pero luego se enorgulleció y pronto aprendió a no apostar nada que no quisiera perder al resultado de una carrera con ella por la bahía.
Una tarde calurosa, más o menos un mes después de que el Margarita atracase, Joe estaba tendido de costado sobre la arena, apoyado en el codo y contemplaba el rostro de _________, que dormía. Estaba a unos treinta centímetros de él, acostada de espaldas, con los ojos cerrados, y lanzaba unos suaves ronquidos. Joe rió y admiró las medias lunas oscuras de las pestañas que se apoyaban en las mejillas. La noche anterior habían hecho el amor largo tiempo, de manera apasionada, hasta que el sol de la mañana pintó largas flechas encarnadas en el cielo oscuro. Era evidente que había sido demasiado para la chica, que se quedó dormida en cuanto se tendió en la arena.
La piel blanca había adquirido el matiz dorado de un melocotón maduro y el sol tropical convirtió el cabello tumultuoso en una masa gloriosa y brillante. La silueta, que se delineaba claramente debajo del vestido de muselina blanca hasta la rodilla que usaba para nadar, había madurado en esos meses transcurridos desde que la conoció: los pechos adorables estaban más plenos, la cintura y los muslos más largos y flexibles. Ahora era más mujer que muchacha y, al contemplarla, Joe sintió que se le aceleraba e! corazón. Era tan exquisita que, en ocasiones, no podía creer que fuese real.
Y más importante aún que la belleza exterior era su calidez y su dulzura. La ternura de ________ era como un bálsamo que calmara las aguas tormentosas de sus tratos anteriores con el llamado "bello sexo". "Es una en un millón", pensó. "Una mujer para proteger de todos los interesados. Es mía y pienso conservarla." Los pensamientos de Joe se detuvieron en Nick y se le ensombrecieron los ojos al recordar aquel momento en el Margarita en que encontró a ________ en sus brazos. "¡Dios, en ese momento sentí deseos de matar", se dijo, "y los comentarios posteriores de _______, aunque me volvieron loco, dieron en el blanco.
Lo miró fijamente a los ojos y Joe empezó a sentirse mejor. Lo que decía la muchacha era cierto: nació y se educó como una dama y era virgen cuando él la poseyó. Era poco probable que tan pronto hubiese desarrollado tretas de ramera. Le oprimió las manos y la boca dura se curvó en una sonrisa un tanto torcida. _______ le sonrió, con mirada cálida y resplandeciente. A pesar de sus defectos, o tal vez debido a ellos, su amor por él permaneció intacto.
—Creo que te debo otra vez una disculpa —suspiró Joe, llevando una a una las manos de ________ a los labios—. Pero no tendrías que haberme mentido. ¿Te he hecho daño, dulce?
—No —respondió ________—. No mucho. Pero me has dado un susto mortal.
—Ahora sí que no te creo —murmuró Joe, alisando el cabello que él mismo había desordenado sobre la frente—. Me gruñías como una tigresa acorralada. No estabas asustada en lo más mínimo.
—No creí que fueras a hacerme daño. _______ bajó los ojos con recato. —¿Estaba equivocada?
Joe rió y una luz burlona barrió las últimas trazas de sospecha de su mirada.
—Nunca lo sabrás, gatita, ¿verdad? ¡Y basta de tonterías, quiero mi cena!
—Sí, mi amo. De inmediato, mi amo —bromeó _______ a su vez, haciendo una reverencia como un culi chino.
Joe la recompensó con una palmada en el trasero y ella fue a pedir a Petersham que sirviera la cena.
Hasta que terminaron de comer no volvieron a tocar el tema. Petersham retiró los platos, y cuando quedaron nuevamente solos, Joe la convenció de que jugaran al ajedrez. Risueña, lo acusó de que sólo quería jugar con ella porque lo hacía muy mal. Cuando la mano de ________ revoloteaba indecisa entre dos peones, Joe aludió otra vez al tema.
—¿Alguna vez Nick te había molestado? —Habló con voz indiferente, concentrado en el tablero.
—Nunca antes me besó, si eso es lo que quieres saber —respondió ________, moviendo un peón al azar.
—Pero, ¿te molestó de alguna otra manera? —insistió Joe, levantando la vista y fijándola en el rostro de la muchacha.
________ se mordió el labio, pues no deseaba provocar dificultades entre los dos hombres, pero comprendió que había llegado la hora de la verdad.
—Nick cree que está enamorado de mí.
Joe fijó en ella los ojos oscurecidos; ________ contuvo el aliento y se preparó para otro estallido.
—Y tú... ¿tú crees que estás enamorada de él? Aunque la pregunta parecía indiferente, _______ sabía que no era así.
—¿Qué crees tú? —repuso a la ligera, aunque por dentro se regocijó.
Por el tono de esa última pregunta, dedujo que no faltaba mucho para quejón se enamorara de ella... y lo confesara. Por el momento, decidió ocultar el júbilo que sentía. Lo último que deseaba era quejón creyera que trataba de manipularlo. De todos modos, él no confiaba en las mujeres y, si imaginaba que ella le tendía una red, sin duda huiría en dirección opuesta.
Joe parpadeó y volvió a concentrarse en el juego. Con toda facilidad le dio jaque al rey v luego respondió:
—Me encargaré de que no te moleste otra vez —fue todo lo que dijo, pero para ________significaba toda una promesa.
Joe cumplió su palabra. Se pegó a ________ como una sombra grande y coja hasta que el Margarita entró en la bahía de Las Palmas. Mantuvo a Nick atareado en el castillo de proa, en el otro extremo del barco. La mañana siguiente a la pelea, Joe retomó el comando del barco, sin hacer caso de las preocupaciones de _______. Cuando pasó la tormenta, el capitán ya casi había vuelto a la normalidad. Todavía cojeaba un poco, pero podía caminar sin ayuda de la muleta. Una vez, que el clima mejoró lo suficiente para que saliera otra vez a cubierta, permaneció en todo momento en el alcázar, a la vista de Joe. Si por alguna razón las tareas llevaban al capitán a otro sitio, daba a Petersham instrucciones
precisas de que actuara como guardaespaldas de _______. A ella le divertían tanto como la conmovían esas precauciones tan complicadas para su propia seguridad. Era evidente que el capitán cuidaba bien de sus posesiones.
Cuando al fin el Margarita llegó a su destino, corría el primero de agosto. Para entonces, ________ estaba tan harta de barcos y del mar, que habría aceptado gustosa el infierno mismo, con tal de que no se balanceara. Además, Las Palmas era una belleza. La pequeña isla, engastada como una esmeralda perfecta en el océano azul, la fascinó. Las palmas de coco que le dieron nombre estaban por doquier, meciéndose en la brisa con suave música.
La arena blanca, resplandeciente, formaba una playa en forma de media luna perfecta hasta la línea de árboles y enormes pájaros exóticos esparcían manchas de color revoloteando entre el follaje espeso. Flotaba en el aire el perfume sensual de las flores.
La casa de Joe estaba enclavada sobre un pequeño acantilado que daba a la playa, a unos cuatrocientos metros del grupo de construcciones con techo de paja que constituían la ciudad. A ________ le encantó en cuanto la vio. Era un edificio bajo, largo e irregular, construido con ladrillos fabricados con conchillas que atrapaban el sol y lanzaban miles de destellos, como diamantes diminutos. En el interior, las habitaciones eran grandes y aireadas, blanqueadas para garantizar frescura y con pocos muebles. Enormes ventanales con vista al mar en el frente y al jardín de colores vivaces en el fondo hacían que el interior fuese tan luminoso como el exterior. Había dos sirvientes nativos, el ama de llaves. Juta, y su esposo, Kimo. Mostraban un respeto casi cómico hacia la nueva "mam", y aseguraron tanto a _______ como a Joe, en su inglés defectuoso, que la cuidarían con esmero. Joe, muy a sus anchas, le mostró toda la casa y los campos que la rodeaban; aunque tenía un aire despreocupado, ________ sabía que estaba ansioso de que a ella le gustase. La joven le sonrió y le dijo que todo era, sencillamente, hermoso. Jon también sonrió, la alzó y le estampó un beso sonoro en la dulce boca. La exuberante ternura del hombre la hizo sentir como una novia en vez de una amante y ella disfrutó con esa sensación.
En la isla moraban unos doscientos europeos v, al enterarse de que todos ellos vivían de la piratería, _______ se escandalizó. Algunos hombres tenían esposas o amantes europeas, aunque la mayoría se conformaba con relaciones casuales con las nativas. Mirando de soslayo a Joe, ________ se preguntó si ésa sería su costumbre cuando estaba en la isla, pero no dijo nada. Petersham le había comentado que ella era la única mujer que había llevado a la casa y con eso se contentó. Al fin y al cabo, el capitán tenia treinta y cuatro años y sin duda era lujurioso: no podía esperar que viviera como un monje. Decidida, hizo a un lado la leve punzada de celos.
________ se asombró cuando Joe le señaló a un hombre de cabellos blancos y aspecto de abuelo, al que identificó como Red Jack.Jack el Rojo, llamado así porque se decía que tenía las manos manchadas con la sangre de sus víctimas. La muchacha observó al hombre con horror v cuando se volvió hacia Joe con los ojos desorbitados y de expresión dudosa, él estalló en carcajadas.
—Deberías verlo en el mar —dijo Joe, riendo.
Después de ver el cambio que se operó en Joe estando en Las Palmas, ______ no podía creerlo. En cuanto se alejó del Margarita el pesado manto de autoridad cayó de sus hombros una capa y daba la impresión de ser muchos años más joven, casi un muchacho. Reía mucho y se inclinaba hacia atrás para divertir y complacer a _______. Bajo este nuevo aspecto, la joven lo amó más aún y comenzaba a temer que él pudiese leer el secreto en sus ojos. Como estaba resuelta a no confesarle que lo amaba hasta comprobar que él sentía lo mismo, sufría el temor constante de descubrirse. Joe medró al calor del amor de _______ y Petersham le contó a ella, en privado, que el capitán parecía otro hombre.
La playa tan blanca y el mar chispeante invitaban a la exploración, y _______ pasó la primera mañana en Las Palmas acostada con Joe sobre la arena y chapoteando en la bahía. Para nadar, Joe sólo usaba unos pantalones cortos que dejaban al desnudo el torso fuerte y las piernas largas y musculosas. La larga cicatriz irregular brillaba roja a la luz del sol y las de las otras heridas parecían medallas al valor sobre su pecho. Cediendo a un impulso, _________ apoyaba los labios sobre esos recuerdos de dolor y Joe contenía el aliento. Pasaban el resto del día en la enorme cama de bronce.
________ se alegró al descubrir que era mejor nadadora. Joe estaba relacionado con el agua desde hacía años y nadaba en un estilo burdo que lo llevaba a donde quería ir, pero ella había tomado lecciones que le proporcionaron un estilo pulido que el capitán no era capaz de igualar. Al principio, la habilidad de _______ le fastidió, pero luego se enorgulleció y pronto aprendió a no apostar nada que no quisiera perder al resultado de una carrera con ella por la bahía.
Una tarde calurosa, más o menos un mes después de que el Margarita atracase, Joe estaba tendido de costado sobre la arena, apoyado en el codo y contemplaba el rostro de _________, que dormía. Estaba a unos treinta centímetros de él, acostada de espaldas, con los ojos cerrados, y lanzaba unos suaves ronquidos. Joe rió y admiró las medias lunas oscuras de las pestañas que se apoyaban en las mejillas. La noche anterior habían hecho el amor largo tiempo, de manera apasionada, hasta que el sol de la mañana pintó largas flechas encarnadas en el cielo oscuro. Era evidente que había sido demasiado para la chica, que se quedó dormida en cuanto se tendió en la arena.
La piel blanca había adquirido el matiz dorado de un melocotón maduro y el sol tropical convirtió el cabello tumultuoso en una masa gloriosa y brillante. La silueta, que se delineaba claramente debajo del vestido de muselina blanca hasta la rodilla que usaba para nadar, había madurado en esos meses transcurridos desde que la conoció: los pechos adorables estaban más plenos, la cintura y los muslos más largos y flexibles. Ahora era más mujer que muchacha y, al contemplarla, Joe sintió que se le aceleraba e! corazón. Era tan exquisita que, en ocasiones, no podía creer que fuese real.
Y más importante aún que la belleza exterior era su calidez y su dulzura. La ternura de ________ era como un bálsamo que calmara las aguas tormentosas de sus tratos anteriores con el llamado "bello sexo". "Es una en un millón", pensó. "Una mujer para proteger de todos los interesados. Es mía y pienso conservarla." Los pensamientos de Joe se detuvieron en Nick y se le ensombrecieron los ojos al recordar aquel momento en el Margarita en que encontró a ________ en sus brazos. "¡Dios, en ese momento sentí deseos de matar", se dijo, "y los comentarios posteriores de _______, aunque me volvieron loco, dieron en el blanco.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
La verdad pura y simple es que estaba celoso." Hasta el recuerdo de esa escena bastaba para que un demonio horroroso asomara a su cabeza. Joe no recordaba haber estado celoso de ninguna otra mujer con la que se hubiese acostado y sólo se le ocurría una explicación: los celos eran un producto del amor. Jugó con la idea de que tal vez se hubiese enamorado de esa pequeña arpía de cabellos dorados, pero la desechó por absurda. Hacía mucho ya que manos expertas lo habían vacunado contra semejante locura. Y aunque no cabía duda de que era bonita y más tierna que la mayoría de las jovencitas, no tenía nada que lo hiciera abandonar las duras lecciones que le diera la vida. ¿O sí?
Olfateó y palmeó alrededor, como un oso que quiere carne pero huele una trampa. ¿Era posible que el ceñudo feroz de posesión hacia ella túnese sus raíces en una emoción más profunda? Joe se apresuró a desechar esta idea, pero luego volvió a ella, aunque a regañadientes. Si era sincero consigo mismo, tenía que admitirlo: estaba locamente enamorado de una chica de diecisiete años y la más ligera de sus sonrisas era capaz de acelerarle los latidos del corazón.
Joe se volvió de espaldas, miró sin ver el cielo cerúleo y sopesó las facetas de esta situación sin precedentes para él. Desde el primer momento en que posó la vista en la pequeña bruja con apariencia de dorada gata salvaje, con el cabello resplandeciente cayendo en casca-
da sobre el cuerpo semidesnudo y los relampagueantes ojos color zafiro, se había metido en aguas profundas. La deseó y poseyó lo que deseaba. Y como se decía, eso debía de ser todo. Pero después, cuando ________ lo desafió con un valor que le asombró, el deseo se hizo más hondo y se mezcló con admiración. Esa no era la joven tímida y asustada que perdía su poco seso ante un pirata temible. Más bien, había hallado a una mujer de fuego y pasión, que aprendió pronto a igualarlo, beso a beso y golpe a golpe.
La mente de Joe siguió divagando y recordó otros hechos significativos. ¡Cuánto se angustió aquella noche, en Cádiz, cuando supo que ________ había huido a la ciudad! Casi se volvió loco pensando en los peligros que la acechaban en esa ciudad corrupta. Y más tarde, cuando entró en el Red Dog y la vio, los ojos agrandados de miedo y humillación y los adorables pechos expuestos, la ira explotó ante sus ojos como una bomba roja. Quiso matar a todos en ese instante, pero se reprimió hasta que ella estuvo a salvo. Sin embargo, se había prometido a sí mismo que el hombre que se había atrevido a desnudarla moriría... y cumplió la promesa. La única bala que disparó se incrustó en el cerebro del canalla.
Debía de amarla incluso desde aquel momento, aunque no lo sabía:cheers: . La cuestión era si ella le correspondía. Sabía que estaba encariñada con él y en ocasiones, cuando al hacer el amor ________ se excitaba hasta echarse a temblar, experimentaba algo más que cariño. No obstante, Joe había complacido a muchas mujeres y sabía cuan poco significaba en realidad esa apasionada adoración. El orgullo le impedía declararle que la amaba sin antes asegurarse de lo que ella sentía por él. Si ________ no lo amaba, confesarle sus sentimientos sería como entregarle un látigo para que lo blandiera sobre él. "Será mejor seducirla, que se enamore de mi" , decidió Joe, seguro de su propia habilidad para lograrlo. Y hasta podría casarse con ella...
Ante semejante idea, la flamante ternura de Joe se derrumbó. Siempre había afirmado que el matrimonio era para tontos y falderos. ¡No existía una mujer sobre la tierra que valiese lo suficiente para sacrificarle la libertad! Pero, ¿de qué otra manera podía conservar a _______ junto a él? Estaría muy contento si pudiese mantenerla a su lado como estaba, deshonrada, ya que de todos modos, el matrimonio sería una deshonra para él. Apretó los labios al imaginar a _______ deshonrada. De todos modos, ¿qué sería el matrimonio sino la promesa de protegerla, de proveer su bienestar, y la promesa de ella de ser sólo para él? "Si ______ quiere", admitió, "me casaré con ella." Al menos así estaría seguro de que nunca lo abandonaría.
Al imaginar a _______ como su esposa, Joe frunció un poco el entrecejo. Aunque parecía muy contenta en Las Palmas, estaba habituada a un estilo de vida muy diferente. Era una dama de alcurnia, hija de un conde, y tenía derecho a una posición en los círculos más altos de la sociedad. Hasta entonces, había tomado de todos los cuidados y los lujos. Si el destino no la hubiese arrojado a los brazos de Joe, podría haberse casado con quien se le antojara. Hasta la realeza hubiese estado al alcance de una muchacha tan bella y de tan elevado linaje.
"Pero ahora es mía", pensó Joe a la defensiva, "y yo cuido lo que es mío." Tenía bastante riqueza para mantenerla con lujo y, si eso la hacía feliz, Joe estaba dispuesto a abandonar su actual estilo de vida. Inglaterra estaba cerrada para él, porque había atacado muchos buques de esa bandera, pero podía llevarla consigo a Carolina del Sur. A pesar de todo lo sucedido allí, seguía siendo su patria, y aunque ________ no estaba acostumbrada, a Joe le parecía que sería suficiente. Si lo amaba...
Una salpicadura de agua fría en el torso recalentado por el sol lo sacó bruscamente del ensueño. El objeto de sus reflexiones estaba ahí, a sus pies, riendo con los ojos iluminados y el cabello dorado rizándose en torno del cuerpo esbelto. Ahuecaba las manos y ante sus propios ojos le echó más agua en el pecho.
—Ya te enseñaré a arrojarme agua —protestó Joe, fingiendo enfado y, saltando sobre sus pies, trató de atraparla.
__________ lo eludió con facilidad y corrió, ligera y veloz! como una gacela ¡oven, mientras la risa provocativa flotaba tras ella que corría hacia el mar.
—Mejor será que corras, zorrita —la amenazó, y siguió a paso más tranquilo para juguetear con ella entre las olas.
Esa noche Joe estaba muy callado y ________ se descubrió a si misma lanzándole miradas ansiosas cada tanto. ¿Acaso estaba enfadado por algo? Cuando posaba en la joven los ojos grises, estos adquirían una expresión pensativa y distraída. Bebió varias copas de vino con la cena, pero casi no tocó la comida y a _______ la preocupó la posibilidad de que estuviese enfermo. O quizá le dolía la pierna y no quería decirlo.
Por último, _______ ya no pudo contenerse.
—Joe, ¿te sientes bien? —le preguntó, ansiosa. Joe levantó la vista, pero tenía la mirada perdida y le llevó un minuto enfocarla en ________.
—¿Qué? Sí, claro que me siento bien. ¿Por qué? —¿Te hace daño la pierna? —insistió la joven, intrigada por la falta de atención.
En los últimos tiempos, Joe prestaba atención a cada una las palabras de _______. ¿Qué le pasaría? ¿Estaría cansándose de ella?
—Mi pierna está bien. ¿Por qué, de pronto, te preocupa tanto mi salud?
Los ojos soñadores, el tono despreocupado, parecían estar a muchos kilómetros de allí.
—Pintonees, ¿qué te pasa? —estalló ella.
Aunque la respuesta fuese desagradable, tenía que saberlo.
—No me pasa nada, al menos por lo que sé. ¿Tendría que sucederme algo? —preguntó, sin mucho interés.
—Estás muy callado, ¿estas enfadado conmigo por algo? Aunque _______ no quiso parecer tan abyecta, no pudo evitarlo. No soportaba la idea de que Joe estuviese pensando en un modo de decirle con suavidad que ya no la quería.
El rió y de pronto los ojos grises se suavizaron al posarse en _________.
—Sólo pensaba, mi amor.
—¿En qué? —preguntó la muchacha, suspicaz.
—Ya lo descubrirás. Algún día. "Se hace el misterioso", pensó _________, fastidiada.
El enfado de ________ lo hizo reír. Se levantó y se apartó de la mesa.
—Juta, hemos terminado —dijo al ama de llaves. Después se acercó a la silla de _______ y la apartó con gesto galante. ________ miró primero a Joe y luego, con sospecha, el botellón de vino medio vacío sobre la mesa. ¿Estaría borracho? No lo parecía, aunque tal vez fuese un buen bebedor. Había oído decir que algunos hombres lo eran.
Ante la insistencia de Joe, ________ se levantó, sonrió a Juta que despejaba la mesa y dejó que Joe la llevara al gran salón. Los enormes ventanales estaban abiertos y los finos mosquiteros aleteaban en la suave brisa. La única iluminación provenía de un par de candelabros adosados a la pared.
—¿Vienes a caminar conmigo? —propuso Joe, haciendo un gesto hacia las ventanas. _________ aceptó, todavía un poco intrigada, mientras lo seguía al lozano jardín. La luna era un disco pálido que flotaba por encima de las palmeras y el jardín se estremecía con el coro de los insectos. El dulce perfume de las flores de hibisco flotaba en el aire. _______ inspiró profundamente la penetrante fragancia.
—Esto es hermoso —murmuró, más para sí misma que para Joe.
Él le pasó un brazo por la cintura y la acercó, sujetándola mientras paseaban alejándose de la casa.
—Muy hermoso —admitió con voz ronca, pero mirando a _______
—Está muy galante esta noche, capitán —bromeó la joven—. ¿Acaso tratas de suavizar alguna mala noticia que tienes que darme?
—De hecho, tengo algo que decirte —respondió Joe, en el mismo tono—. Tú decidirás si es malo o bueno.
Vaciló y _______ le lanzó una rápida mirada de soslayo. ¿Le diría lo que había estado preocupándolo toda la tarde?
—¿Y? —lo instó, impaciente.
—Tengo que irme por unos días —dijo, al fin. Algo en el tono de Joe inquietó a ________.
—¿Irte? ¿A dónde?
—A otra isla cercana: Tenerife. Esta tarde me dijeron que ahí hay un hombre interesado en comprar la carga del Margarita. Aunque yo pensaba venderla en Cádiz, las circunstancias me lo impidieron.
La miró de costado, pero ________ siguió caminando lentamente y no advirtió Si él seguía con ella o no. ¿Estaría pensando en no llevarla consigo?
—¿Podría acompañarte? —preguntó con voz débil, sin mirarlo. Tocó con el pie el borde de un pequeño acantilado que daba a la playa y se detuvo, sin siquiera advertirlo.
Joe sacudió la cabeza.
—Esta vez no, gatita. Tenerife es un lugar peligroso y yo estaré ocupado. No tendré tiempo de cuidarte. Prefiero dejarte aquí, donde sé que estarás sana y salva.
Se irguió detrás de ella y la rodeó con los brazos en gesto posesivo, apretándola contra su pecho. ________ miró sin ver el reflejo de la luna en el agua que bullía sobre el mar, más abajo. En sus oídos resonaba el suave rugido de las olas.
—¿Me echarás de menos? —preguntó Joe con tono ronco, acariciando con la boca la curva suave del cuello de _______.
—Sabes que sí —murmuró ella, dejando de lado el orgullo. Se dio la vuelta para rodearle el cuello con los brazos. Joe contempló ese rostro pequeño y admiró el resplandor traslúcido de la piel a la luz plateada de la luna. Las chispas de luna que se reflejaban en el pelo y los labios de la muchacha la volvían tan hermosa que quitaba el aliento.
_________ se puso de puntillas para posar su boca en la del capitán. Al mismo tiempo, Joe bajó la cabeza v sus labios se encontraron en una explosión apasionada que los hizo estremecerse. Las manos grandes del hombre se movieron por el cuerpo de la muchacha, lentamente al principio, luego con ansiedad creciente. Cuando los dedos temblorosos se deslizaron dentro de su corpiño para ahuecarse sobre sus pechos, _______ gimió. Antes de que supiera lo que ocurría, estaba desnuda bajo la luz de la luna y la mirada oscura de Joe la recorría con avidez sensual. Con dedos inseguros, lo ayudó a desabotonarse la camisa; después él, con un gemido casi animal, la hizo tenderse sobre la hierba alta, al pie del acantilado. El suelo estaba fresco y le cosquilleaba la piel desnuda de la espalda, pero _______ casi no lo sintió al tenderle los brazos a Joe. Cuando al fin se echó junto a ella, también estaba desnudo. Los cuerpos se acoplaron, salvajes, sin detenerse en preliminares, sólo conscientes de una necesidad tan intensa que atrapó a los dos en sus llamas.
Olfateó y palmeó alrededor, como un oso que quiere carne pero huele una trampa. ¿Era posible que el ceñudo feroz de posesión hacia ella túnese sus raíces en una emoción más profunda? Joe se apresuró a desechar esta idea, pero luego volvió a ella, aunque a regañadientes. Si era sincero consigo mismo, tenía que admitirlo: estaba locamente enamorado de una chica de diecisiete años y la más ligera de sus sonrisas era capaz de acelerarle los latidos del corazón.
Joe se volvió de espaldas, miró sin ver el cielo cerúleo y sopesó las facetas de esta situación sin precedentes para él. Desde el primer momento en que posó la vista en la pequeña bruja con apariencia de dorada gata salvaje, con el cabello resplandeciente cayendo en casca-
da sobre el cuerpo semidesnudo y los relampagueantes ojos color zafiro, se había metido en aguas profundas. La deseó y poseyó lo que deseaba. Y como se decía, eso debía de ser todo. Pero después, cuando ________ lo desafió con un valor que le asombró, el deseo se hizo más hondo y se mezcló con admiración. Esa no era la joven tímida y asustada que perdía su poco seso ante un pirata temible. Más bien, había hallado a una mujer de fuego y pasión, que aprendió pronto a igualarlo, beso a beso y golpe a golpe.
La mente de Joe siguió divagando y recordó otros hechos significativos. ¡Cuánto se angustió aquella noche, en Cádiz, cuando supo que ________ había huido a la ciudad! Casi se volvió loco pensando en los peligros que la acechaban en esa ciudad corrupta. Y más tarde, cuando entró en el Red Dog y la vio, los ojos agrandados de miedo y humillación y los adorables pechos expuestos, la ira explotó ante sus ojos como una bomba roja. Quiso matar a todos en ese instante, pero se reprimió hasta que ella estuvo a salvo. Sin embargo, se había prometido a sí mismo que el hombre que se había atrevido a desnudarla moriría... y cumplió la promesa. La única bala que disparó se incrustó en el cerebro del canalla.
Debía de amarla incluso desde aquel momento, aunque no lo sabía:cheers: . La cuestión era si ella le correspondía. Sabía que estaba encariñada con él y en ocasiones, cuando al hacer el amor ________ se excitaba hasta echarse a temblar, experimentaba algo más que cariño. No obstante, Joe había complacido a muchas mujeres y sabía cuan poco significaba en realidad esa apasionada adoración. El orgullo le impedía declararle que la amaba sin antes asegurarse de lo que ella sentía por él. Si ________ no lo amaba, confesarle sus sentimientos sería como entregarle un látigo para que lo blandiera sobre él. "Será mejor seducirla, que se enamore de mi" , decidió Joe, seguro de su propia habilidad para lograrlo. Y hasta podría casarse con ella...
Ante semejante idea, la flamante ternura de Joe se derrumbó. Siempre había afirmado que el matrimonio era para tontos y falderos. ¡No existía una mujer sobre la tierra que valiese lo suficiente para sacrificarle la libertad! Pero, ¿de qué otra manera podía conservar a _______ junto a él? Estaría muy contento si pudiese mantenerla a su lado como estaba, deshonrada, ya que de todos modos, el matrimonio sería una deshonra para él. Apretó los labios al imaginar a _______ deshonrada. De todos modos, ¿qué sería el matrimonio sino la promesa de protegerla, de proveer su bienestar, y la promesa de ella de ser sólo para él? "Si ______ quiere", admitió, "me casaré con ella." Al menos así estaría seguro de que nunca lo abandonaría.
Al imaginar a _______ como su esposa, Joe frunció un poco el entrecejo. Aunque parecía muy contenta en Las Palmas, estaba habituada a un estilo de vida muy diferente. Era una dama de alcurnia, hija de un conde, y tenía derecho a una posición en los círculos más altos de la sociedad. Hasta entonces, había tomado de todos los cuidados y los lujos. Si el destino no la hubiese arrojado a los brazos de Joe, podría haberse casado con quien se le antojara. Hasta la realeza hubiese estado al alcance de una muchacha tan bella y de tan elevado linaje.
"Pero ahora es mía", pensó Joe a la defensiva, "y yo cuido lo que es mío." Tenía bastante riqueza para mantenerla con lujo y, si eso la hacía feliz, Joe estaba dispuesto a abandonar su actual estilo de vida. Inglaterra estaba cerrada para él, porque había atacado muchos buques de esa bandera, pero podía llevarla consigo a Carolina del Sur. A pesar de todo lo sucedido allí, seguía siendo su patria, y aunque ________ no estaba acostumbrada, a Joe le parecía que sería suficiente. Si lo amaba...
Una salpicadura de agua fría en el torso recalentado por el sol lo sacó bruscamente del ensueño. El objeto de sus reflexiones estaba ahí, a sus pies, riendo con los ojos iluminados y el cabello dorado rizándose en torno del cuerpo esbelto. Ahuecaba las manos y ante sus propios ojos le echó más agua en el pecho.
—Ya te enseñaré a arrojarme agua —protestó Joe, fingiendo enfado y, saltando sobre sus pies, trató de atraparla.
__________ lo eludió con facilidad y corrió, ligera y veloz! como una gacela ¡oven, mientras la risa provocativa flotaba tras ella que corría hacia el mar.
—Mejor será que corras, zorrita —la amenazó, y siguió a paso más tranquilo para juguetear con ella entre las olas.
Esa noche Joe estaba muy callado y ________ se descubrió a si misma lanzándole miradas ansiosas cada tanto. ¿Acaso estaba enfadado por algo? Cuando posaba en la joven los ojos grises, estos adquirían una expresión pensativa y distraída. Bebió varias copas de vino con la cena, pero casi no tocó la comida y a _______ la preocupó la posibilidad de que estuviese enfermo. O quizá le dolía la pierna y no quería decirlo.
Por último, _______ ya no pudo contenerse.
—Joe, ¿te sientes bien? —le preguntó, ansiosa. Joe levantó la vista, pero tenía la mirada perdida y le llevó un minuto enfocarla en ________.
—¿Qué? Sí, claro que me siento bien. ¿Por qué? —¿Te hace daño la pierna? —insistió la joven, intrigada por la falta de atención.
En los últimos tiempos, Joe prestaba atención a cada una las palabras de _______. ¿Qué le pasaría? ¿Estaría cansándose de ella?
—Mi pierna está bien. ¿Por qué, de pronto, te preocupa tanto mi salud?
Los ojos soñadores, el tono despreocupado, parecían estar a muchos kilómetros de allí.
—Pintonees, ¿qué te pasa? —estalló ella.
Aunque la respuesta fuese desagradable, tenía que saberlo.
—No me pasa nada, al menos por lo que sé. ¿Tendría que sucederme algo? —preguntó, sin mucho interés.
—Estás muy callado, ¿estas enfadado conmigo por algo? Aunque _______ no quiso parecer tan abyecta, no pudo evitarlo. No soportaba la idea de que Joe estuviese pensando en un modo de decirle con suavidad que ya no la quería.
El rió y de pronto los ojos grises se suavizaron al posarse en _________.
—Sólo pensaba, mi amor.
—¿En qué? —preguntó la muchacha, suspicaz.
—Ya lo descubrirás. Algún día. "Se hace el misterioso", pensó _________, fastidiada.
El enfado de ________ lo hizo reír. Se levantó y se apartó de la mesa.
—Juta, hemos terminado —dijo al ama de llaves. Después se acercó a la silla de _______ y la apartó con gesto galante. ________ miró primero a Joe y luego, con sospecha, el botellón de vino medio vacío sobre la mesa. ¿Estaría borracho? No lo parecía, aunque tal vez fuese un buen bebedor. Había oído decir que algunos hombres lo eran.
Ante la insistencia de Joe, ________ se levantó, sonrió a Juta que despejaba la mesa y dejó que Joe la llevara al gran salón. Los enormes ventanales estaban abiertos y los finos mosquiteros aleteaban en la suave brisa. La única iluminación provenía de un par de candelabros adosados a la pared.
—¿Vienes a caminar conmigo? —propuso Joe, haciendo un gesto hacia las ventanas. _________ aceptó, todavía un poco intrigada, mientras lo seguía al lozano jardín. La luna era un disco pálido que flotaba por encima de las palmeras y el jardín se estremecía con el coro de los insectos. El dulce perfume de las flores de hibisco flotaba en el aire. _______ inspiró profundamente la penetrante fragancia.
—Esto es hermoso —murmuró, más para sí misma que para Joe.
Él le pasó un brazo por la cintura y la acercó, sujetándola mientras paseaban alejándose de la casa.
—Muy hermoso —admitió con voz ronca, pero mirando a _______
—Está muy galante esta noche, capitán —bromeó la joven—. ¿Acaso tratas de suavizar alguna mala noticia que tienes que darme?
—De hecho, tengo algo que decirte —respondió Joe, en el mismo tono—. Tú decidirás si es malo o bueno.
Vaciló y _______ le lanzó una rápida mirada de soslayo. ¿Le diría lo que había estado preocupándolo toda la tarde?
—¿Y? —lo instó, impaciente.
—Tengo que irme por unos días —dijo, al fin. Algo en el tono de Joe inquietó a ________.
—¿Irte? ¿A dónde?
—A otra isla cercana: Tenerife. Esta tarde me dijeron que ahí hay un hombre interesado en comprar la carga del Margarita. Aunque yo pensaba venderla en Cádiz, las circunstancias me lo impidieron.
La miró de costado, pero ________ siguió caminando lentamente y no advirtió Si él seguía con ella o no. ¿Estaría pensando en no llevarla consigo?
—¿Podría acompañarte? —preguntó con voz débil, sin mirarlo. Tocó con el pie el borde de un pequeño acantilado que daba a la playa y se detuvo, sin siquiera advertirlo.
Joe sacudió la cabeza.
—Esta vez no, gatita. Tenerife es un lugar peligroso y yo estaré ocupado. No tendré tiempo de cuidarte. Prefiero dejarte aquí, donde sé que estarás sana y salva.
Se irguió detrás de ella y la rodeó con los brazos en gesto posesivo, apretándola contra su pecho. ________ miró sin ver el reflejo de la luna en el agua que bullía sobre el mar, más abajo. En sus oídos resonaba el suave rugido de las olas.
—¿Me echarás de menos? —preguntó Joe con tono ronco, acariciando con la boca la curva suave del cuello de _______.
—Sabes que sí —murmuró ella, dejando de lado el orgullo. Se dio la vuelta para rodearle el cuello con los brazos. Joe contempló ese rostro pequeño y admiró el resplandor traslúcido de la piel a la luz plateada de la luna. Las chispas de luna que se reflejaban en el pelo y los labios de la muchacha la volvían tan hermosa que quitaba el aliento.
_________ se puso de puntillas para posar su boca en la del capitán. Al mismo tiempo, Joe bajó la cabeza v sus labios se encontraron en una explosión apasionada que los hizo estremecerse. Las manos grandes del hombre se movieron por el cuerpo de la muchacha, lentamente al principio, luego con ansiedad creciente. Cuando los dedos temblorosos se deslizaron dentro de su corpiño para ahuecarse sobre sus pechos, _______ gimió. Antes de que supiera lo que ocurría, estaba desnuda bajo la luz de la luna y la mirada oscura de Joe la recorría con avidez sensual. Con dedos inseguros, lo ayudó a desabotonarse la camisa; después él, con un gemido casi animal, la hizo tenderse sobre la hierba alta, al pie del acantilado. El suelo estaba fresco y le cosquilleaba la piel desnuda de la espalda, pero _______ casi no lo sintió al tenderle los brazos a Joe. Cuando al fin se echó junto a ella, también estaba desnudo. Los cuerpos se acoplaron, salvajes, sin detenerse en preliminares, sólo conscientes de una necesidad tan intensa que atrapó a los dos en sus llamas.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
lau no lo creo
los dos se aman
spon muy tonticos al no decir loq ue sienten
los dos se aman
spon muy tonticos al no decir loq ue sienten
andreita
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
Capitulo 11
Ya era la tercera mañana consecutiva que _______ se mareaba.
Doblada sobre la taza de noche de porcelana, la sacudían violentas náuseas. Cuando por fin el estómago exhausto se aquietó, volvió a la cama temblando v se recostó encima de las frescas sábanas de hilo. ¿Qué le sucedería? ¿Habría contraído una enfermedad tropical exótica? Si esa mañana ocurría como las dos anteriores, pronto estaría en perfectas condiciones, lista para seguir con sus actividades como si nada hubiese pasado. Fuera de aquellos días en que sufrió de mal de mar, nunca en su vida había estado enferma y esos vómitos intermitentes comenzaban a preocuparla.
—Le traigo el café, señora.
El rostro moreno y alegre de Juta asomó por la puerta y la muchacha le sonrió, sin fuerzas. Era en vano esperar que Juta o Kimo llamaran a la puerta, pues consideraban la casa como propia y alimentaban a Joe y a _________ como a huéspedes de honor. _______ no podía acostumbrarse a que entrasen sin llamar, pero Joe se encogió de hombros y le dijo que no se podía hacer nada. Se había limitado a prohibir a los criados que entraran en el pequeño cuarto que ________ usaba de vestidor o en el gran dormitorio que compartían. Al parecer, a criterio de Juta, si no estaba Joe esa prohibición quedaba anulada.
—¿Está bien, señora? —preguntó Juta, con la preocupación reflejada en los aterciopelados ojos oscuros.
_________ se incorporó para beber el café, todavía un poco trémula.
—Estoy bien, Juta. Sólo que en estos últimos días tengo un poco de náuseas. No creo que sea nada de cuidado. —Nada de qué preocuparse —estuvo de acuerdo Juta, mientras se daba la vuelta para irse—. Un hijo no es para preocuparse. El capitán estará contento pues eso demuestra que es hombre fuerte.
Juta salió de la habitación con aire majestuoso y _______ dejó la delicada taza de porcelana sobre la bandeja, con mano poco firme. "¡Un hijo! ¡No puede ser!", pensó. Le habían sucedido tantas cosas en los últimos tres meses, que había perdido por completo la continuidad de sus menstruaciones. "La última fue, veamos, una semana antes de zarpar con el Anna Creer", recordó. Maravillada, posó la mano sobre el vientre, todavía firme y plano bajo el fino camisón. Juta tenía razón: según todas las señales, iba a tener un hijo.
Las emociones de _______ se fundieron rápidamente en un vértigo salvaje de felicidad, preocupación y temor. Amaba al hijo de Joe tanto como lo amaba a él. Ya sentía en sus brazos el anhelo de tener al hijo, de derramar en él amor y cariño. ¿Qué seria, un niño de cabello negro y cutis aceitunado... o una pequeña de ojos grises? ¿Joe estaría contento? ¿Llegaría a amarla como madre de su hijo o se alejaría de ella a medida que se pusiera gorda y pesada, en busca de mujeres de formas más seductoras? ¿Y si ahora que no estaba en condiciones de complacerlo la enviaba de regreso con el padre? De pronto, ______ comprendió que no le importaba si no veía más a su padre o a Martha.
En el presente, Joe era su vida y se quedaría junto a él mientras la quisiera... y si lograba lo que se proponía, la querría para siempre.
La frente de la joven se crispó y se acarició el vientre con gesto protector. Según las normas sociales, el niño seria un bastardo... a menos que ella buscara una solución. Si existía algún modo de lograrlo, el hijo de _______ tendría derecho al apellido del padre y estaría en condiciones de llevar la cabeza alta cuando llegase a la edad viril... o a ser una mujer. En ese mismo instante decidió emplear todos los medios a su alcance para convencer a Joe de que se casara con ella: la amara o no, tenía un deber hacia el hijo que aún no había nacido y _______ no creía que dejara de cumplirla
Al pensar en el ambiente que rodeaba a Joe, se mordió el labio. ¿Acaso quería como padre de su hijo, como esposo... a un pirata? ¿A un bandido ladrón y asesino, al que si atrapaban sin duda colgarían? De todos modos, le gustara o no, era el padre de su hijo. Y ________ lo amaba. Se casaría con él y correría el riesgo. Se levantó con presteza de la gran cama de bronce y empezó a vestirse. Tendría que ocuparse de conseguir un nuevo vestuario, pues pocas de sus ropas eran apropiadas para el calor tropical. Y al imaginar cómo se le abultaría el vientre en los meses siguientes, sonrió: de todos modos necesitaría un nuevo vestuario.
Una vez vestida, salió de la casa y bajó hasta la pequeña construcción donde se alojaba Petersham. Después del incidente con Nick, Joe había decidido no correr riesgos: ordenó a ________ que no se alejara tanto como para que no se la viera desde la casa sin la compañía de Petersham. Mientras estuviese protegida, los hombres que habitaban la villa mantendrían la distancia, pero si algunos personajes poco escrupulosos se cruzaban con ella a solas, podrían suponer que estaba disponible. _______ obedeció las órdenes de Joe, más por necesidad de compañía que por su propia seguridad. Sin Joe, los días eran largos y aburridos; al menos, con Petersham podía conversar.
El asistente estaba sentado en una silla, delante de la cabaña de techo de paja, tallando un trozo de madera. Al ver que ________ se acercaba, le sonrió; sus ojos apagados se entrecerraron ante la encantadora imagen de la muchacha con el pelo dorado
recogido en lo alto de la cabeza para estar más fresca y el sencillo vestido blanco que acentuaba su dulce figura juvenil. "El amo Joe es un hombre afortunado", pensó Petersham, "pero no es consciente de ello."
—Se le ha hecho tarde, señorita —le dijo, sonriente—. Pensé que había decidido dormir todo el día.
—Sólo una parte —respondió ________, le guiñó el ojo y esperó que entrara a guardar la madera que estaba tallando.
—¿A dónde irá esta mañana, señorita? —preguntó el asistente, sacudiéndose las manos mientras se reunía con ella en el jardín—. ¿Le gustaría dar otra cabalgata en uno de los ponies?
—Oh, no, no puedo, Petersham, gracias —exclamó ________, sin pensar.
Si bien no quería correr riesgos en lo que se refería al niño, en ese momento no deseaba contarle a Petersham cuál era la situación. Por otra parte, quería que Joe lo supiera antes.
—No puede, ¿eh? —dijo Petersham, perspicaz, mirándola con los ojos entornados. Entretenida con los espléndidos papagayos, tan abundantes allí como los gorriones en Inglaterra, no prestó atención a las palabras ni al tono. Cuando lo escuchó, Petersham decía;
—¿Qué le parece la playa?
Sonriente, ________ aceptó. Cruzaron el jardín y bajaron por el sendero del acantilado hacia la arena blanca. ________ encontró un pequeño saliente de roca y se sentó a la sombra, apoyando la espalda contra la piedra y contempló, muy cómoda, cómo rompían las olas. Petersham se sentó a su lado con expresión pensativa: no era propio de la señorita _______ sentarse cuando podía estar haciendo algo.
_______ se sacó las sandalias de cuero que le había hecho Joe con uno de sus propios chaquetones viejos y hundió los dedos de los pies en la arena tibia. Petersham la observó, pero no dijo nada pues comenzaba a germinar una sospecha en su mente.
—¿Cómo era Joe de pequeño? —preguntó ______ rompiendo el silencio, mientras contemplaba el mar.
—Según recuerdo, más o menos tan malhumorado y cabeza dura como ahora —rió Petersham.
_________ lo miró con aire de reproche.
—Hablo en serio —insistió, al tiempo que Petersham reía.
—Yo también, señorita.
________ le lanzó una mirada severa y Petersham continuó:
—Bueno, recuerdo que era un niño corpulento, señorita: al nacer pesó unos cuatro kilos y medio. El señor Jonas se puso tan contento al tener un varón, que todos creímos que tiraría la casa por la ventana. Convidó ron de Jamaica como si fuera agua... hasta
a los mozos de cuadra; en aquel entonces, yo era un mozo de cuadra. Entonces murió la señorita Virginia, la madre del amo Joe, una dama de verdad. Durante un tiempo, pareció que el señor Jonas también moriría de pena o de tanto beber. Pero no fue así, aunque
hubiese sido mejor para el amo Joe, pues tras la muerte de la señorita Virginia el señor Hale se convirtió en otro hombre. Se volvió amargo, ¿entiende?, y más tarde comprendimos que culpaba al amo Joe por la muerte de la esposa. Llevó a varias mujeres para que cuidasen al amo Joe, pero ninguna duró demasiado y el niño pasaba de mano en mano entre los criados. El padre casi no lo miraba. Era un pequeño muy tranquilo y serio, señorita.
—Pobrecillo —dijo ________ con suavidad, imaginando a Jon como un niño no querido, sin amor, e instó a Petersham—: Siga, por favor.
—Bueno, de algún modo el amo Joe creció por sí mismo, no sé si me entiende. Tenía diez años cuando comenzó a merodear por los establos, pues en ningún otro lado era bien recibido. Como la mayoría de los niños, cubrió su cuota de problemas... nada serio, sólo travesuras, aunque el señor Jonas no lo consideraba así. Las únicas ocasiones en las que parecía notar la presencia del amo Joe era cuando lo regañaba por alguna fechoría cometida. Pero llegó el día en que el amo Joe fue lo bastante grande para devolver los golpes y las palizas terminaron. Desde entonces las cosas mejoraron, pues el señor Jonas conoció a una muchacha bonita con la que quería casarse. El señor Jonas veía por los ojos de esa muchacha y al amo Joe también le caía bien. La seguía a todas partes como un cachorro al dueño, aunque ella no le prestaba la menor atención. Creo que lo consideraba un fastidio. De joven, el amo Joe era más bien alto y delgado, no apuesto como ahora. —Petersham se interrumpió para mirar a _________—. Tiene que tener paciencia con él, señorita, pues no tuvo a nadie que lo amara siendo niño y sufrió por ello.
Lo dijo con gran fervor y _______ parpadeó para evitar las lágrimas que se le agolpaban en los ojos: "Amaré a Joe y a nuestro hijo el doble, para compensar por lo que le faltó de niño".
—¿Y fue entonces cuando se marchó? —preguntó ________ con voz queda.
Petersham le dirigió una mirada suspicaz.
—¿El amo Joe le contó eso? ________ asintió sin hablar y el asistente sacudió la cabeza.
—Creí que nunca se lo contaría a nadie. Y, lo sé porque después lo encontré arrancándose las uñas de los pies, y cuando lo amenacé con hacer que el padre llamara a un médico para él, me contó lo que había sucedido. Yo le dije que no lo tomara tan a pecho,
pero creo que no me hizo caso: a la mañana siguiente se había ido. Durante un par de días el señor Jonas no se preocupó demasiado, pero al cabo de una semana los amigos del pueblo empezaron a preguntar por el amo Joe y el patrón me envió a buscarlo y llevarlo de regreso.
Lo encontré contratado para trabajar como marinero a bordo de un bergantín, el Merciful. El amo Joe estaba resuelto a hacerse a la mar y aseguró que no pensaba regresar jamás a Woodham. Al ver que no podía hacerlo desistir, fui con él. Comprendo por qué no regreso: aunque el Merciful no era gran cosa, resultó mejor que lo que tenía en el hogar.
—¿El señor Jonas era rico?
—Aunque tenía cierta fortuna, en lo concerniente al amo Joe era un tanto tacaño. ¡Si hasta los mozos de cuadra tenían mejores ropas que el señorito Joe y en ocasiones también comían mejor! El señor Jonas gastaba el dinero en naipes y en mujeres. Según las últimas
noticias que recibí, hasta dejó que la propiedad se arruinara.
—¿Regresó Joe alguna vez? —preguntó ________, con el corazón oprimido de compasión.
De niña había nadado en la abundancia, tanto de cosas materiales como de amor, y Joe, tan poco... le habría gustado que él estuviese ahí, en ese momento, en ese instante, para compensarlo por todo lo que había sufrido.
♫ Laura Jonas ♥
Re: Pasion en la Isla (Joe y tu)
—Nunca —respondió Petersham, lacónico—. Y no creo que lo haga jamás. Le gusta la vida aquí, le resulta satisfactoria. Y a mí también.
________ guardó silencio un rato, pensando en lo que le había contado Petersham. La ayudaba a comprender mucho respecto de Joe: la desconfianza hacia las mujeres, la dureza,
la posesividad feroz. Como tuvo tan poco, estaba resuelto a tomar cuanto podía y a conservarlo.
—Y... ¿y cómo fue que se convirtió en pirata? —preguntó por fin _______.
Petersham reanudó el relato:
—Trabajando en el Merciful, Joe ahorró lo suficiente para asociarse con otro individuo en una embarcación pequeña, un lugre. Navegamos por la costa de Norteamérica, llevando cualquier carga que consiguiéramos. En ese viaje, el amo Joe era el capitán; nuestra carga consistía en cañones. Al parecer, unos pira- tas se enteraron de lo que llevábamos, pues nos atacaron. Como es natural, perdimos, porque no estábamos entrenados para pelear y el lugre sólo tenía un cañón. Mataban a todo el que se negara a unirse a ellos, y como ni el amo Joe ni yo somos tontos, firmamos donde nos indicaron y nos dedicamos a la piratería. El amo Joe tenía buenas condiciones para hacerlo y le gustó, de modo que nos quedamos. No había motivos para no hacerlo. Es una buena vida y ahora tenemos más de lo que nunca tuvimos.
Durante unos minutos ________ digirió la información en silencio y luego dirigió a Petersham una sonrisa soñadora.
—Gracias por contármelo —dijo con suavidad. Petersham asintió en silencio y de pronto se sintió avergonzado de su propia locuacidad. Permanecieron en silencio, contemplando las olas. Por fin fue Petersham el que quebró el silencia
—Señorita ________, ¿tiene algo que informarle al amo Joe?
La inesperada pregunta sorprendió a _________. Lanzó al asistente una mirada rápida y sintió que el rubor comenzaba a subir por su cuello hacia el rostro.
—¿A q-qué se refiere? —tartamudeó. Petersham rió entre dientes.
—Señorita, a mi no puede ocultármelo pues he visto muchas mujeres encintas. Tienen una expresión... como la suya.
________ sintió que se sonrojaba más aún. La idea de tener un hijo de Joe todavía era novedosa para ella y, aunque la hacía feliz, al mismo tiempo sentía un gran pudor. Un niño era algo muy íntimo y, además, una evidencia indiscutible del modo en que Joe la usaba.
—Yo -yo —tartamudeó, y luego, con más serenidad—: Claro, Petersham, tiene razón.
—Lo sabía —dijo el hombre, complacido—. El amo Joe estará contento como un perro con dos colas. Será lo mejor del mundo para él.
—¿Por qué lo dice? —preguntó ________, con gran curiosidad. La vergüenza comenzaba a disiparse. A fin de cuentas, era lo más natural del mundo tener un hijo... salvo por el detalle de que no estaba casada con ese hombre. Le gustara o no, ahí estaba la diferencia.
—Siempre necesitó a alguien a quien querer... y que lo quisiera. Ahora tiene al niño... y a usted.
—Petersham, ¿por qué se le ocurre que nos quiere? —De súbito, la voz de _______ se tornó pesarosa.
—Señorita _______, lo que siente por usted es evidente y aunque el amo Joe no lo sepa todavía, la necesita. Usted le hace bien. El último mes, estuvo más feliz de lo que lo vi jamás.
Cuando sepa lo del niño, dará un salto hasta el cielo. Y se portará bien con usted, ya verá.
—Espero que tenga razón, Petersham —suspiró ________, ya sin reservas.
—La tengo, señorita, puede quedarse tranquila.
_________ le sonrió, pues sentía que había encontrado un aliado firme y el hombre le devolvió la sonrisa. Nuevamente permanecieron en silencio, contemplando pensativos el mar. Instantes después, _______ se protegió los ojos con la mano, los entrecerró y miró hacia el horizonte.
—Petersham, ¿eso es un barco? —preguntó, emocionada. El asistente miró hacia donde ella señalaba.
—Creo que sí, señorita.
—¿Le parece que será el Margarita?
La perspectiva de darle la nueva a Joe comenzaba a poner nerviosa a ________.
—Es posible, señorita. En la casa hay un anteojo de larga vista. Espere aquí, que iré a buscarlo y entonces estaremos seguros.
—Oh, ¿lo haría, Petersham? Si fuese Joe, me gustaría saberlo de antemano. Tengo... tengo cosas que hacer.
—Quiere arreglarse, ¿no es cierto, señorita? —rió Petersham—. Bueno, así son las mujeres, que Dios las ampare. Usted quédese aquí sentada y yo iré a mirar.
—Gracias, Petersham —dijo ________, ruborizada por la perspicacia del asistente.
Se reclinó contra la roca, mientras Petersham caminaba de regreso por la arena. Con el ánimo que le brindaron las palabras del hombre, ________ casi estaba ansiosa de contarle todo a Joe, aunque no podía evitar preguntarse cómo reaccionaría. ¿Qué diría? Y más importante aún, ¿qué diría ella misma? ¿Cómo se le decía a un hombre que una esperaba un hijo suyo? ¡En particular cuando ese hombre no era el marido y tal vez no recibiera con agrado la novedad!
—¡Señorita ________, señorita ________! —exclamó Petersham; a sus espaldas—. ¡Señorita _________!
Algo indefinido en el tono de Petersham la alarmó. Se levantó de un salto, se sacudió la arena del vestido y se calzó las sandalias. —¿Qué pasa, Petersham? —preguntó.
—No es el Margarita, señorita —jadeó, al tiempo que se acercaba a ella—. Allá hay unos ocho buques que se dirigen hacia aquí a toda velocidad. Estaban demasiado lejos para distinguir qué bandera llevan, pero representan problemas, ¡pues los cañones apuntan hacia la isla!
_______ lo miró, atónita.
—¿Qué podemos hacer?
Petersham la aferró del brazo y la apartó de la playa.
—Para empezar, podemos salir de la playa, pues si comienzan a disparar, aquí somos un blanco fácil, señorita.
_________ corrió a trompicones por la arena blanda y subió con torpeza el acantilado, con Petersham pisándole los talones. Ansiaba con toda el alma ver a Joe: él la cuidaría, mantendría a todos a salvo. Si de verdad atacaban la isla, tal vez nunca volvería a verlo. Joe regresaría y la encontraría muerta o desaparecida... y nunca sabría del niño. De pronto, eso fue lo que más le dolió.
Como si los ruegos de _________ lo hubiesen convocado, Joe se paseaba ansioso por la habitación del frente en el mismo momento en que Petersham y ella irrumpían en la casa. Estaba empapado y furioso. _______ lanzó un grito de alegría y corrió a sus brazos,
que se cerraron alrededor de ella, apretándola contra el duro cuerpo masculino como si nunca fuese a soltarla, al mismo tiempo que vociferaba maldiciones.
—Joe! ¡Oh, Joe!
—¿Dónde diablos estabas? —gritó él, con la boca sobre su cabellera, meciéndola como si fuese una niña pequeña—. ¡Estaba a punto de volverme loco! ¿Acaso no has visto esos barcos?
—¡Oh, claro que los vi! ¡Me alegra tanto que estés aquí!
—Capitán, ¿cómo ha llegado hasta aquí? Por lo que veo, han rodeado toda la maldita isla... con perdón de la señorita.
—Salvo el extremo sudeste, pues deben de suponer que los arrecifes no permiten pasar. El Margarita está rondando por ahí, más o menos a un kilómetro y medio. Yo llegué a nado. La apertura no tiene el ancho suficiente para que pase ninguno de los esquifes del Margarita, pero creo que un bote pequeño podría pasar. —Oh, Joe, ¿crees que nos atacarán? ¿Por qué?
Echó la cabeza atrás para contemplar el rostro bronceado y, de repente, los dientes de Joe relampaguearon en una sonrisa salvaje.
—Porque somos piratas, mi amor, ¿lo has olvidado? De vez en cuando nos atacan. Ese es uno de los aspectos menos agradables de este negocio
—Amo Joe, ¿presentaremos batalla?
—¡Demonios, por supuesto... tenemos que hacerlo! Ahora no hay modo de salir de esta maldita isla salvo por los arrecifes y no hay muchos que puedan pasar por ahí. No habrá tiempo.
Joe miró a ________, que lo contemplaba ansiosa, le depositó un beso breve y rudo en la boca temblorosa y la apartó, para decir en tono tenso y autoritario:
—Petersham, quiero que lleves a la señorita ________ al lugar de donde yo vengo y que esperes. Si es necesario, acudiré personalmente o enviaré a alguien para haceros pasar entre los arrecifes. El Margarita tiene órdenes de no moverse sin vosotros, de modo que no tenéis por qué preocuparos.
—Joe, si tú vienes con nosotros podremos irnos todos —pro-testó ________, temblando—. Es imposible que pelees contra tantos barcos, pues si lo intentas será una masacre.
—¿Desde cuándo eres experta en temas militares, mi amor? —bromeó él, tratando de emplear un tono ligero—. Tú limítate a hacer lo que te digo y verás que todo saldrá bien.
—Joe Jonas, no me trates como si fuera una niña tonta! —protestó _________, mirándolo enfadada—. Si estuvieses realmente convencido de que todo saldrá bien, no tendrías al Margarita esperándome mar afuera... ¡por no hablar de pasar a nado entre los arrecifes de coral! Bien, no pienso ir, ¿me oyes? ¡Me quedaré contigo!
—_________, no seas infantil —la regañó el capitán con tono de hartazgo—. Lo mejor que puedes hacer es no molestar. ¡Por Dios!, ¿cómo crees que podré pelear si tengo que preocuparme constantemente de dónde estás y qué está sucediéndote? Y no hay tiempo para discutir. Ve con Petersham, que te cuidará hasta que yo pueda hacerlo.
—Tiene razón, señorita. Lo único que lograría seria entorpecerlo —apoyó Petersham, con calma.
________ guardó silencio un rato, pensando en lo que le había contado Petersham. La ayudaba a comprender mucho respecto de Joe: la desconfianza hacia las mujeres, la dureza,
la posesividad feroz. Como tuvo tan poco, estaba resuelto a tomar cuanto podía y a conservarlo.
—Y... ¿y cómo fue que se convirtió en pirata? —preguntó por fin _______.
Petersham reanudó el relato:
—Trabajando en el Merciful, Joe ahorró lo suficiente para asociarse con otro individuo en una embarcación pequeña, un lugre. Navegamos por la costa de Norteamérica, llevando cualquier carga que consiguiéramos. En ese viaje, el amo Joe era el capitán; nuestra carga consistía en cañones. Al parecer, unos pira- tas se enteraron de lo que llevábamos, pues nos atacaron. Como es natural, perdimos, porque no estábamos entrenados para pelear y el lugre sólo tenía un cañón. Mataban a todo el que se negara a unirse a ellos, y como ni el amo Joe ni yo somos tontos, firmamos donde nos indicaron y nos dedicamos a la piratería. El amo Joe tenía buenas condiciones para hacerlo y le gustó, de modo que nos quedamos. No había motivos para no hacerlo. Es una buena vida y ahora tenemos más de lo que nunca tuvimos.
Durante unos minutos ________ digirió la información en silencio y luego dirigió a Petersham una sonrisa soñadora.
—Gracias por contármelo —dijo con suavidad. Petersham asintió en silencio y de pronto se sintió avergonzado de su propia locuacidad. Permanecieron en silencio, contemplando las olas. Por fin fue Petersham el que quebró el silencia
—Señorita ________, ¿tiene algo que informarle al amo Joe?
La inesperada pregunta sorprendió a _________. Lanzó al asistente una mirada rápida y sintió que el rubor comenzaba a subir por su cuello hacia el rostro.
—¿A q-qué se refiere? —tartamudeó. Petersham rió entre dientes.
—Señorita, a mi no puede ocultármelo pues he visto muchas mujeres encintas. Tienen una expresión... como la suya.
________ sintió que se sonrojaba más aún. La idea de tener un hijo de Joe todavía era novedosa para ella y, aunque la hacía feliz, al mismo tiempo sentía un gran pudor. Un niño era algo muy íntimo y, además, una evidencia indiscutible del modo en que Joe la usaba.
—Yo -yo —tartamudeó, y luego, con más serenidad—: Claro, Petersham, tiene razón.
—Lo sabía —dijo el hombre, complacido—. El amo Joe estará contento como un perro con dos colas. Será lo mejor del mundo para él.
—¿Por qué lo dice? —preguntó ________, con gran curiosidad. La vergüenza comenzaba a disiparse. A fin de cuentas, era lo más natural del mundo tener un hijo... salvo por el detalle de que no estaba casada con ese hombre. Le gustara o no, ahí estaba la diferencia.
—Siempre necesitó a alguien a quien querer... y que lo quisiera. Ahora tiene al niño... y a usted.
—Petersham, ¿por qué se le ocurre que nos quiere? —De súbito, la voz de _______ se tornó pesarosa.
—Señorita _______, lo que siente por usted es evidente y aunque el amo Joe no lo sepa todavía, la necesita. Usted le hace bien. El último mes, estuvo más feliz de lo que lo vi jamás.
Cuando sepa lo del niño, dará un salto hasta el cielo. Y se portará bien con usted, ya verá.
—Espero que tenga razón, Petersham —suspiró ________, ya sin reservas.
—La tengo, señorita, puede quedarse tranquila.
_________ le sonrió, pues sentía que había encontrado un aliado firme y el hombre le devolvió la sonrisa. Nuevamente permanecieron en silencio, contemplando pensativos el mar. Instantes después, _______ se protegió los ojos con la mano, los entrecerró y miró hacia el horizonte.
—Petersham, ¿eso es un barco? —preguntó, emocionada. El asistente miró hacia donde ella señalaba.
—Creo que sí, señorita.
—¿Le parece que será el Margarita?
La perspectiva de darle la nueva a Joe comenzaba a poner nerviosa a ________.
—Es posible, señorita. En la casa hay un anteojo de larga vista. Espere aquí, que iré a buscarlo y entonces estaremos seguros.
—Oh, ¿lo haría, Petersham? Si fuese Joe, me gustaría saberlo de antemano. Tengo... tengo cosas que hacer.
—Quiere arreglarse, ¿no es cierto, señorita? —rió Petersham—. Bueno, así son las mujeres, que Dios las ampare. Usted quédese aquí sentada y yo iré a mirar.
—Gracias, Petersham —dijo ________, ruborizada por la perspicacia del asistente.
Se reclinó contra la roca, mientras Petersham caminaba de regreso por la arena. Con el ánimo que le brindaron las palabras del hombre, ________ casi estaba ansiosa de contarle todo a Joe, aunque no podía evitar preguntarse cómo reaccionaría. ¿Qué diría? Y más importante aún, ¿qué diría ella misma? ¿Cómo se le decía a un hombre que una esperaba un hijo suyo? ¡En particular cuando ese hombre no era el marido y tal vez no recibiera con agrado la novedad!
—¡Señorita ________, señorita ________! —exclamó Petersham; a sus espaldas—. ¡Señorita _________!
Algo indefinido en el tono de Petersham la alarmó. Se levantó de un salto, se sacudió la arena del vestido y se calzó las sandalias. —¿Qué pasa, Petersham? —preguntó.
—No es el Margarita, señorita —jadeó, al tiempo que se acercaba a ella—. Allá hay unos ocho buques que se dirigen hacia aquí a toda velocidad. Estaban demasiado lejos para distinguir qué bandera llevan, pero representan problemas, ¡pues los cañones apuntan hacia la isla!
_______ lo miró, atónita.
—¿Qué podemos hacer?
Petersham la aferró del brazo y la apartó de la playa.
—Para empezar, podemos salir de la playa, pues si comienzan a disparar, aquí somos un blanco fácil, señorita.
_________ corrió a trompicones por la arena blanda y subió con torpeza el acantilado, con Petersham pisándole los talones. Ansiaba con toda el alma ver a Joe: él la cuidaría, mantendría a todos a salvo. Si de verdad atacaban la isla, tal vez nunca volvería a verlo. Joe regresaría y la encontraría muerta o desaparecida... y nunca sabría del niño. De pronto, eso fue lo que más le dolió.
Como si los ruegos de _________ lo hubiesen convocado, Joe se paseaba ansioso por la habitación del frente en el mismo momento en que Petersham y ella irrumpían en la casa. Estaba empapado y furioso. _______ lanzó un grito de alegría y corrió a sus brazos,
que se cerraron alrededor de ella, apretándola contra el duro cuerpo masculino como si nunca fuese a soltarla, al mismo tiempo que vociferaba maldiciones.
—Joe! ¡Oh, Joe!
—¿Dónde diablos estabas? —gritó él, con la boca sobre su cabellera, meciéndola como si fuese una niña pequeña—. ¡Estaba a punto de volverme loco! ¿Acaso no has visto esos barcos?
—¡Oh, claro que los vi! ¡Me alegra tanto que estés aquí!
—Capitán, ¿cómo ha llegado hasta aquí? Por lo que veo, han rodeado toda la maldita isla... con perdón de la señorita.
—Salvo el extremo sudeste, pues deben de suponer que los arrecifes no permiten pasar. El Margarita está rondando por ahí, más o menos a un kilómetro y medio. Yo llegué a nado. La apertura no tiene el ancho suficiente para que pase ninguno de los esquifes del Margarita, pero creo que un bote pequeño podría pasar. —Oh, Joe, ¿crees que nos atacarán? ¿Por qué?
Echó la cabeza atrás para contemplar el rostro bronceado y, de repente, los dientes de Joe relampaguearon en una sonrisa salvaje.
—Porque somos piratas, mi amor, ¿lo has olvidado? De vez en cuando nos atacan. Ese es uno de los aspectos menos agradables de este negocio
—Amo Joe, ¿presentaremos batalla?
—¡Demonios, por supuesto... tenemos que hacerlo! Ahora no hay modo de salir de esta maldita isla salvo por los arrecifes y no hay muchos que puedan pasar por ahí. No habrá tiempo.
Joe miró a ________, que lo contemplaba ansiosa, le depositó un beso breve y rudo en la boca temblorosa y la apartó, para decir en tono tenso y autoritario:
—Petersham, quiero que lleves a la señorita ________ al lugar de donde yo vengo y que esperes. Si es necesario, acudiré personalmente o enviaré a alguien para haceros pasar entre los arrecifes. El Margarita tiene órdenes de no moverse sin vosotros, de modo que no tenéis por qué preocuparos.
—Joe, si tú vienes con nosotros podremos irnos todos —pro-testó ________, temblando—. Es imposible que pelees contra tantos barcos, pues si lo intentas será una masacre.
—¿Desde cuándo eres experta en temas militares, mi amor? —bromeó él, tratando de emplear un tono ligero—. Tú limítate a hacer lo que te digo y verás que todo saldrá bien.
—Joe Jonas, no me trates como si fuera una niña tonta! —protestó _________, mirándolo enfadada—. Si estuvieses realmente convencido de que todo saldrá bien, no tendrías al Margarita esperándome mar afuera... ¡por no hablar de pasar a nado entre los arrecifes de coral! Bien, no pienso ir, ¿me oyes? ¡Me quedaré contigo!
—_________, no seas infantil —la regañó el capitán con tono de hartazgo—. Lo mejor que puedes hacer es no molestar. ¡Por Dios!, ¿cómo crees que podré pelear si tengo que preocuparme constantemente de dónde estás y qué está sucediéndote? Y no hay tiempo para discutir. Ve con Petersham, que te cuidará hasta que yo pueda hacerlo.
—Tiene razón, señorita. Lo único que lograría seria entorpecerlo —apoyó Petersham, con calma.
♫ Laura Jonas ♥
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