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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 6 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
Capitulo 34!
Para Nicholas el mundo quedó reducido a esas palabras que reso naban en sus oídos. «Sé dónde podemos encontrar a Gaspard.»
La sujetó por los hombros.
—¿Dónde está?
—No estoy segura..., pero he descubierto a alguien que lo sabe.
—¿Cómo? ¿Dónde?
—En el muelle. Mientras Robert ayudaba a Molly a subir al co che, he visto a un hombre entrar en un bar. Aunque no lo he tocado, he percibido con mucha intensidad que tiene un vínculo con Gaspard.
Nicholas la apretó con más fuerza sin darse cuenta. Dios santo, si Robert la había dejado entrar en ese antro en pos de ese hombre se lo haría pagar muy caro.
—No habrás intentado hablar con él, ¿verdad?
—No. Nos hemos marchado inmediatamente. —Le posó las manos sobre los antebrazos—. Pero sigue allí, Nicholas, lo percibo. Es un hombre corpulento y calvo que va vestido de marinero. Cojeaba ostensiblemente y llevaba un arete de oro en la oreja derecha. —A continuación le indicó el emplazamiento del edificio.
—Lo encontraré —declaró Nicholas.
Le soltó los hombros y apartó las manos de ella de sus antebrazos. Durante un rato permanecieron mirándose. A él le pareció vis lumbrar en sus ojos un destello de la _____ afectuosa y efusiva que creía haber conocido, y luchó contra el torrente de sentimien tos que lo inundó. Maldición, esos ojos grandes y marrones con matices dorados lo desarmaban. Pero luego fue como si un velo descendiese entre ambos, y su férrea determinación desterró cual quier rastro de cariño.
Pero esa expresión que había brillado por una fracción de se gundo en los ojos de su esposa... Diablos, de no ser porque él era consciente de la realidad, habría jurado que ella lo quería. ¿Por qué estaba ayudándolo? Sin duda no era porque se lo hubiese prometi do. Nicholas había averiguado del modo más doloroso posible que ella no cumplía sus promesas.
Bueno, tal vez sí que ella lo quisiera un poquito. Pero no lo sufi ciente para que encontraran la manera de compartir la vida.
Y él no debía olvidarse de eso.
—Debo irme —dijo, retrocediendo un paso.
—Lo sé, Nicholas... Ten cuidado.
El ligero tono de súplica en su voz hizo que a Nicholas se le formara un nudo en la garganta que lo dejó sin habla. Se despidió con un movimiento de cabeza y salió de la habitación.
_____ lo observó marcharse y se quedó mirando la puerta por la que acababa de salir. Sabía que Nicholas no tardaría en encontrar las respuestas que buscaba. Rezó por que no le ocurriese nada malo. Y por que algún día pudiera perdonarla.
Nicholas entró en la ruinosa taberna del barrio ribereño y esperó a que los ojos se le adaptaran a la penumbra del interior. Su mirada recorrió a la media docena de clientes del local y se detuvo en un hom bre sentado solo en un rincón, con las anchas espaldas encorvadas de forma protectora en torno a su copa. Era calvo, y Nicholas vislum bró un destello dorado en su oreja derecha. Era la única persona que encajaba con la descripción que le había hecho _____.
Nicholas se acercó a la mesa y se sentó enfrente del hombre. El ma rinero lo miró con fijeza achicando los ojos castaño oscuro.
—¿Quién diablos eres tú?
Por toda respuesta, Nicholas colocó el puño sobre la mesa, entre los dos. Al abrir la mano reveló un saquito de cuero.
—Aquí hay cincuenta libras de oro. Tienes información que me interesa. Si me la das, el dinero será tuvo.
El hombre echó una ojeada a la bolsita, y una sonrisa desagrada ble se dibujó en su huesudo rostro, dejando al descubierto varios dientes podridos. Con un movimiento rápido de la muñeca, se sacó de la manga una navaja de aspecto letal. Se inclinó hacia adelante y dijo:
—Tal vez me quede con las monedas y también con la infor mación.
—Puedes intentarlo —respondió Nicholas en tono amenazador—, pero no te lo recomiendo.
El marinero soltó una risotada estruendosa.
—¿Ah, sí? ¿Y por qué?
—Porque hay una pistola apuntándote a la barriga por debajo de la mesa.
Observó al marinero bajar la mirada hacia la otra mano de Nicholas, que estaba oculta bajo la mesa.
La duda asomó a los ojos del marinero, pero rápidamente la di simuló con una actitud burlona.
—¿Esperas que me crea que un encopetado como tú se atrevería a pegarme un tiro delante de un montón de gente? Te colgarían.
—Al contrario, el magistrado sin duda me recompensaría por li brar a la ciudad de un rufián como tú. Además, no me costaría mu cho comprar el silencio de tus supuestos testigos. —Se reclinó en la silla y retiró la mano de debajo de la mesa durante un rato para que su compañero pudiese ver su pistola—. Puedes salir de aquí conver tido en un hombre rico o con los pies por delante. Tú decides.
El marinero lo estudió durante unos segundos. Nicholas le sostu vo la mirada, empuñando la pistola con firmeza, pero convencido de que la avaricia acabaría por imponerse.
Un brillo codicioso apareció en los ojos vidriosos del marinero.
—Prefiero ser rico. Más rico de lo que me harían cincuenta libras.
—Si considero que tu información lo vale, te daré cincuenta más.
—¿Y si no?
Una sonrisa glacial se desplegó en los labios de Nicholas.
—Entonces dejarás de resultarme útil. Y no creo que te recupe res del agujero que te haré en la panza.
El miedo asomó a la mirada del marinero, pero rápidamente lo disimuló encogiéndose de hombros.
—¿Qué quieres saber?
—Conoces a un francés llamado Gaspard. Quiero saber dónde puedo encontrarlo. —Agitó deliberadamente el saquito lleno de mo nedas—. Dímelo y el dinero será tuyo.
El marinero tomó un gran trago de whisky y luego se enjugó la boca con el dorso de una de sus manazas.
—¿Bertrand Gaspard?
Nicholas pugnó por conservar la calma. Bertrand Gaspard. Por fin oía el nombre completo del hombre que buscaba.
—¿Dónde está?
El marinero volvió a encogerse de hombros.
—Estuvo un tiempo aquí en Londres, pero luego regresó preci pitadamente a su tierra, en Francia.
—¿Dónde vive?
—En un pueblo cerca de Calais.
Nicholas se inclinó hacia adelante.
—¿Qué pueblo?
El marinero lo ojeó con aprensión.
—No recuerdo el nombre exacto. Es como si fuera el nombre de un tío.
Nicholas reflexionó por unos instantes.
—¿Marck?
El marinero abrió mucho los ojos, en señal de reconocimiento.
—Eso es —respondió.
—¿Por qué estaba en Londres?
—Dijo que se traía un negocio entre manos. Buscaba a alguien. No sé a quién. Se jactaba todo el rato de que iba a conseguir mucho dinero. —Miró a Nicholas achicando los ojos—. Es todo lo que sé. He cumplido con mi parte del trato. Ahora suelta la pasta.
Nicholas depositó dos bolsitas sobre la rayada mesa y se guardó la pistola en el bolsillo. El marinero abrió los saquitos para verificar su contenido, y Nicholas aprovechó su distracción para escabullirse por la puerta.
Resguardándose en las sombras, avanzó a paso rápido por el la berinto de callejuelas hasta el coche que lo esperaba. Una euforia amarga se apoderó de él.
Bertrand Gaspard.
Ahora sabía cómo se llamaba su enemigo. Y dónde vivía.
Sabía dónde encontrar las respuestas que buscaba. Y esperaba con toda su alma que esas respuestas lo llevasen hasta William.
«Voy a por ti, desgraciado».
Cuando Nicholas entró en su casa, encontró a _____ caminando impaciente de un lado a otro del vestíbulo. La joven se detuvo nada más verlo y lo miró de arriba abajo como para cerciorarse de que se guía entero.
—Estoy bien —dijo Nicholas, entregándole su sombrero a Carters. Ella exhaló un suspiro de alivio. Dirigió la vista al mayordomo y luego la posó de nuevo en su marido.
—¿Podemos hablar en privado?
Nicholas titubeó. Dios sabía que no quería estar a solas con ella, pero desde luego no podía relatarle su encuentro con el marinero allí en el vestíbulo. Indicándole con un movimiento de la cabeza que lo siguiese, echó a andar por el pasillo hacia su estudio parti cular. Una vez dentro cerró la puerta, y el silencio los rodeó de in-mediato.
Ella estaba de pie en el centro de la habitación, con las manos en lazadas y los ojos clavados en él. Un montón de recuerdos se arre molinaron en la mente de Nicholas. _____ sonriéndole. _____ con los brazos abiertos, para él. Alzando la cara para besarlo. Acos tada debajo de él, trémula de deseo. Dormida entre sus brazos. Intentó ahuyentar esas imágenes, pero volvían a asaltarlo, a de sarmarlo con su implacable nitidez. Bajó la vista a la alfombra que se extendía bajo sus pies. Habían hecho el amor justo en el punto donde ella se encontraba ahora, la noche que él le había enseñado a bailar el vals y le había mostrado dónde había colgado el retrato que ella le había dibujado.
Se obligó a mirar ese espacio, ahora vacío, en la pared revestida de madera, delante de su escritorio. Había retirado el bosquejo porque no soportaba verlo, pues le hacía revivir mil recuerdos cada vez que entraba en el estudio.
Cuando devolvió su atención a _____, advirtió que tenía la mi rada fija en el hueco que había dejado su esbozo en la pared. Le pareció percibir un destello de dolor en sus ojos, pero se esforzó por no dejarse enternecer. Ella había hecho su elección. Y no lo había escogido a él.
—¿Querías hablar conmigo en privado? —preguntó.
Ella apartó la vista de la pared y la posó en él, con una expresión tan serena que lo sacó de quicio.
—¿Qué ha ocurrido en el muelle? —preguntó _____.
—Ah, ¿es que no lo sabes? —dijo él arqueando una ceja.
Ella palideció al oír esta pregunta sarcástica, y negó con la cabeza.
—Percibo que has encontrado las respuestas que buscabas, pero eso es todo.
Con la esperanza de que una copa aliviaría la tensión que le aga rrotaba los hombros, Nicholas se acercó a la mesita donde estaban los frascos de licor. Después de tomar un buen trago de brandy, le co municó la información que le había dado el marinero.
Ella escuchó con atención, con el entrecejo fruncido debido a la concentración.
—Supongo que ahora estarás planeando viajar a Francia —dijo cuando él hubo terminado.
—Así es. De hecho, si me disculpas, debo pedirle a Kingsbury que haga mi maleta.
—¿Partirás pronto?
—De inmediato. El viaje a Dover me llevará al menos cinco ho ras. Quiero embarcar en el buque que zarpará con la marea alta de la mañana.
Se quedó quieto, incapaz de apartar la vista de ella, consciente de que no podría marcharse sin antes decirle algo.
—_____. —Tosió para aclararse la garganta—. Te estoy muy agradecido por ayudarme a encontrar a Gaspard. Siempre estaré en deuda contigo. Gracias.
—De nada. —_____ contempló su hermoso y adusto rostro, y el corazón se le rompió en mil pedazos. Dios, cuánto lo amaba—. Yo... haría cualquier cosa por ti.
Estas palabras se le escaparon casi sin darse cuenta, pero ella se encogió al ver que el atisbo de expresión cariñosa en el semblante de Nicholas cedía el paso a la frialdad.
—¿Cualquier cosa? —Él soltó una carcajada desprovista de hu mor—. Si no fuera una mentira tan descarada, tal vez me resultaría divertido. —Se acercó a la puerta y la abrió. Vaciló, intentando de cidir si añadir algo más, pero al cabo de unos segundos salió al pasi llo y cerró la puerta tras sí.
_____ respiró profundamente y se llevó las manos al estóma go, que tenía revuelto. Estaba claro que su marido pensaba que ya no tenía más asuntos que tratar con ella.
Alzó la barbilla con determinación.
Estaba claro que su marido no sabía toda la verdad.
Nicholas salió a grandes zancadas de la casa, felicitándose en su fue ro interno por marcharse tan deprisa. Les había garabateado unas notas a su madre y a Jackson, informándoles de que unos asuntos re clamaban su atención en Francia. Le remordía la conciencia por el modo en que había dejado a _____, pero no tenía elección. Si se hubiese quedado en el estudio con ella un segundo más, habría di-cho o hecho algo de lo que se habría arrepentido, como postrarse de rodillas y suplicarle que lo amara.
Soltó un gruñido de impaciencia y se obligó a desechar esos pen samientos. Tenía que concentrarse en el asunto que traía entre ma nos: viajar a Francia, encontrar a Gaspard y con un poco de suerte, también a William. Tenía que dejar de pensar en _____.
El criado le abrió la portezuela del carruaje. Nicholas puso un pie dentro y se quedó helado.
_____, ataviada con su traje de viaje azul verdoso, estaba sen tada dentro del coche.
—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó él.
Ella enarcó las cejas.
—Estaba esperándote.
—Si quieres hablar conmigo tendrás que esperar a que vuelva. Tengo que irme ahora mismo.
—Lo sé. Y cuanto antes te acomodes en el asiento, antes nos pondremos en marcha.
—¿«Nos»? —Una risotada de incredulidad escapó de sus la bios—. «Nosotros» no vamos a ninguna parte.
Ella lo miró con gesto desafiante.
—Lamento discrepar. «Nosotros» vamos a Francia.
La ira se adueñó de él. Con un gesto seco de la cabeza despidió al criado. Después se inclinó hacia el interior del carruaje y dijo con una voz tensa pero controlada:
—El único sitio al que tú vas a ir es a la casa. Ahora mismo.
—¿De verdad crees que es lo más conveniente?
—Sí.
Ella asintió con la cabeza, pensativa.
—Me parece una terrible pérdida de tiempo. Piénsalo: si me obligas a salir del coche te retrasarás más aún descargando mi equi paje. Y entonces yo tendré que agenciarme otro medio de transpor te hacia Dover.
Nicholas apretó los labios hasta que quedaron reducidos a una lí nea muy fina.
—No harás nada por el estilo.
La determinación relampagueó en los ojos de _____.
—Claro que lo haré.
—Y un cuerno. Te lo prohíbo.
—Iré de todas maneras.
—_____ —dijo Nicholas, conteniendo a duras penas una palabrota—, tú no vas...
—¿Cómo está tu francés?
Nicholas se quedó desconcertado.
—¿Mi francés?
—Según Caroline, entiendes el idioma, pero no lo hablas de for ma inteligible.
Aunque mentalmente dedicó a su hermana un par de lindezas, no podía negar que esas palabras eran ciertas. Su francés era lamentable.
—Y ahora me dirás que tú lo hablas con fluidez, ¿no? —comen tó con sarcasmo.
Ella le dirigió una sonrisa radiante.
—Oui. Naturellement.
—¿Y quién te enseñó?
—Mi madre, que, aunque era inglesa, estudió el idioma como todas las damitas de Inglaterra. —Su sonrisa se desvaneció, y una ex presión a la vez implorante y decidida asomó a sus ojos—. Por favor, entiéndelo. No puedo dejar que te marches solo. Prometí ayudarte y eso es lo que haré. Si rehúsas llevarme contigo, me veré obligada a viajar a Calais por mi cuenta.
Por el ángulo de su barbilla y la determinación de su mirada, Nicholas concluyó que ella cumpliría su amenaza a menos que él la ata ra a una silla. Y aunque lo hiciese, no le cabía la menor duda de que Robert, Jackson, Caroline o incluso su propia madre la desatarían. Maldición, seguro que la familia entera la acompañaría a Francia.
Consciente de su derrota, aunque no le gustaba un pelo, subió al carruaje. Sin esperar al criado, cerró de un portazo y le indicó al cochero que se pusiera en camino.
Para Nicholas el mundo quedó reducido a esas palabras que reso naban en sus oídos. «Sé dónde podemos encontrar a Gaspard.»
La sujetó por los hombros.
—¿Dónde está?
—No estoy segura..., pero he descubierto a alguien que lo sabe.
—¿Cómo? ¿Dónde?
—En el muelle. Mientras Robert ayudaba a Molly a subir al co che, he visto a un hombre entrar en un bar. Aunque no lo he tocado, he percibido con mucha intensidad que tiene un vínculo con Gaspard.
Nicholas la apretó con más fuerza sin darse cuenta. Dios santo, si Robert la había dejado entrar en ese antro en pos de ese hombre se lo haría pagar muy caro.
—No habrás intentado hablar con él, ¿verdad?
—No. Nos hemos marchado inmediatamente. —Le posó las manos sobre los antebrazos—. Pero sigue allí, Nicholas, lo percibo. Es un hombre corpulento y calvo que va vestido de marinero. Cojeaba ostensiblemente y llevaba un arete de oro en la oreja derecha. —A continuación le indicó el emplazamiento del edificio.
—Lo encontraré —declaró Nicholas.
Le soltó los hombros y apartó las manos de ella de sus antebrazos. Durante un rato permanecieron mirándose. A él le pareció vis lumbrar en sus ojos un destello de la _____ afectuosa y efusiva que creía haber conocido, y luchó contra el torrente de sentimien tos que lo inundó. Maldición, esos ojos grandes y marrones con matices dorados lo desarmaban. Pero luego fue como si un velo descendiese entre ambos, y su férrea determinación desterró cual quier rastro de cariño.
Pero esa expresión que había brillado por una fracción de se gundo en los ojos de su esposa... Diablos, de no ser porque él era consciente de la realidad, habría jurado que ella lo quería. ¿Por qué estaba ayudándolo? Sin duda no era porque se lo hubiese prometi do. Nicholas había averiguado del modo más doloroso posible que ella no cumplía sus promesas.
Bueno, tal vez sí que ella lo quisiera un poquito. Pero no lo sufi ciente para que encontraran la manera de compartir la vida.
Y él no debía olvidarse de eso.
—Debo irme —dijo, retrocediendo un paso.
—Lo sé, Nicholas... Ten cuidado.
El ligero tono de súplica en su voz hizo que a Nicholas se le formara un nudo en la garganta que lo dejó sin habla. Se despidió con un movimiento de cabeza y salió de la habitación.
_____ lo observó marcharse y se quedó mirando la puerta por la que acababa de salir. Sabía que Nicholas no tardaría en encontrar las respuestas que buscaba. Rezó por que no le ocurriese nada malo. Y por que algún día pudiera perdonarla.
Nicholas entró en la ruinosa taberna del barrio ribereño y esperó a que los ojos se le adaptaran a la penumbra del interior. Su mirada recorrió a la media docena de clientes del local y se detuvo en un hom bre sentado solo en un rincón, con las anchas espaldas encorvadas de forma protectora en torno a su copa. Era calvo, y Nicholas vislum bró un destello dorado en su oreja derecha. Era la única persona que encajaba con la descripción que le había hecho _____.
Nicholas se acercó a la mesa y se sentó enfrente del hombre. El ma rinero lo miró con fijeza achicando los ojos castaño oscuro.
—¿Quién diablos eres tú?
Por toda respuesta, Nicholas colocó el puño sobre la mesa, entre los dos. Al abrir la mano reveló un saquito de cuero.
—Aquí hay cincuenta libras de oro. Tienes información que me interesa. Si me la das, el dinero será tuvo.
El hombre echó una ojeada a la bolsita, y una sonrisa desagrada ble se dibujó en su huesudo rostro, dejando al descubierto varios dientes podridos. Con un movimiento rápido de la muñeca, se sacó de la manga una navaja de aspecto letal. Se inclinó hacia adelante y dijo:
—Tal vez me quede con las monedas y también con la infor mación.
—Puedes intentarlo —respondió Nicholas en tono amenazador—, pero no te lo recomiendo.
El marinero soltó una risotada estruendosa.
—¿Ah, sí? ¿Y por qué?
—Porque hay una pistola apuntándote a la barriga por debajo de la mesa.
Observó al marinero bajar la mirada hacia la otra mano de Nicholas, que estaba oculta bajo la mesa.
La duda asomó a los ojos del marinero, pero rápidamente la di simuló con una actitud burlona.
—¿Esperas que me crea que un encopetado como tú se atrevería a pegarme un tiro delante de un montón de gente? Te colgarían.
—Al contrario, el magistrado sin duda me recompensaría por li brar a la ciudad de un rufián como tú. Además, no me costaría mu cho comprar el silencio de tus supuestos testigos. —Se reclinó en la silla y retiró la mano de debajo de la mesa durante un rato para que su compañero pudiese ver su pistola—. Puedes salir de aquí conver tido en un hombre rico o con los pies por delante. Tú decides.
El marinero lo estudió durante unos segundos. Nicholas le sostu vo la mirada, empuñando la pistola con firmeza, pero convencido de que la avaricia acabaría por imponerse.
Un brillo codicioso apareció en los ojos vidriosos del marinero.
—Prefiero ser rico. Más rico de lo que me harían cincuenta libras.
—Si considero que tu información lo vale, te daré cincuenta más.
—¿Y si no?
Una sonrisa glacial se desplegó en los labios de Nicholas.
—Entonces dejarás de resultarme útil. Y no creo que te recupe res del agujero que te haré en la panza.
El miedo asomó a la mirada del marinero, pero rápidamente lo disimuló encogiéndose de hombros.
—¿Qué quieres saber?
—Conoces a un francés llamado Gaspard. Quiero saber dónde puedo encontrarlo. —Agitó deliberadamente el saquito lleno de mo nedas—. Dímelo y el dinero será tuyo.
El marinero tomó un gran trago de whisky y luego se enjugó la boca con el dorso de una de sus manazas.
—¿Bertrand Gaspard?
Nicholas pugnó por conservar la calma. Bertrand Gaspard. Por fin oía el nombre completo del hombre que buscaba.
—¿Dónde está?
El marinero volvió a encogerse de hombros.
—Estuvo un tiempo aquí en Londres, pero luego regresó preci pitadamente a su tierra, en Francia.
—¿Dónde vive?
—En un pueblo cerca de Calais.
Nicholas se inclinó hacia adelante.
—¿Qué pueblo?
El marinero lo ojeó con aprensión.
—No recuerdo el nombre exacto. Es como si fuera el nombre de un tío.
Nicholas reflexionó por unos instantes.
—¿Marck?
El marinero abrió mucho los ojos, en señal de reconocimiento.
—Eso es —respondió.
—¿Por qué estaba en Londres?
—Dijo que se traía un negocio entre manos. Buscaba a alguien. No sé a quién. Se jactaba todo el rato de que iba a conseguir mucho dinero. —Miró a Nicholas achicando los ojos—. Es todo lo que sé. He cumplido con mi parte del trato. Ahora suelta la pasta.
Nicholas depositó dos bolsitas sobre la rayada mesa y se guardó la pistola en el bolsillo. El marinero abrió los saquitos para verificar su contenido, y Nicholas aprovechó su distracción para escabullirse por la puerta.
Resguardándose en las sombras, avanzó a paso rápido por el la berinto de callejuelas hasta el coche que lo esperaba. Una euforia amarga se apoderó de él.
Bertrand Gaspard.
Ahora sabía cómo se llamaba su enemigo. Y dónde vivía.
Sabía dónde encontrar las respuestas que buscaba. Y esperaba con toda su alma que esas respuestas lo llevasen hasta William.
«Voy a por ti, desgraciado».
Cuando Nicholas entró en su casa, encontró a _____ caminando impaciente de un lado a otro del vestíbulo. La joven se detuvo nada más verlo y lo miró de arriba abajo como para cerciorarse de que se guía entero.
—Estoy bien —dijo Nicholas, entregándole su sombrero a Carters. Ella exhaló un suspiro de alivio. Dirigió la vista al mayordomo y luego la posó de nuevo en su marido.
—¿Podemos hablar en privado?
Nicholas titubeó. Dios sabía que no quería estar a solas con ella, pero desde luego no podía relatarle su encuentro con el marinero allí en el vestíbulo. Indicándole con un movimiento de la cabeza que lo siguiese, echó a andar por el pasillo hacia su estudio parti cular. Una vez dentro cerró la puerta, y el silencio los rodeó de in-mediato.
Ella estaba de pie en el centro de la habitación, con las manos en lazadas y los ojos clavados en él. Un montón de recuerdos se arre molinaron en la mente de Nicholas. _____ sonriéndole. _____ con los brazos abiertos, para él. Alzando la cara para besarlo. Acos tada debajo de él, trémula de deseo. Dormida entre sus brazos. Intentó ahuyentar esas imágenes, pero volvían a asaltarlo, a de sarmarlo con su implacable nitidez. Bajó la vista a la alfombra que se extendía bajo sus pies. Habían hecho el amor justo en el punto donde ella se encontraba ahora, la noche que él le había enseñado a bailar el vals y le había mostrado dónde había colgado el retrato que ella le había dibujado.
Se obligó a mirar ese espacio, ahora vacío, en la pared revestida de madera, delante de su escritorio. Había retirado el bosquejo porque no soportaba verlo, pues le hacía revivir mil recuerdos cada vez que entraba en el estudio.
Cuando devolvió su atención a _____, advirtió que tenía la mi rada fija en el hueco que había dejado su esbozo en la pared. Le pareció percibir un destello de dolor en sus ojos, pero se esforzó por no dejarse enternecer. Ella había hecho su elección. Y no lo había escogido a él.
—¿Querías hablar conmigo en privado? —preguntó.
Ella apartó la vista de la pared y la posó en él, con una expresión tan serena que lo sacó de quicio.
—¿Qué ha ocurrido en el muelle? —preguntó _____.
—Ah, ¿es que no lo sabes? —dijo él arqueando una ceja.
Ella palideció al oír esta pregunta sarcástica, y negó con la cabeza.
—Percibo que has encontrado las respuestas que buscabas, pero eso es todo.
Con la esperanza de que una copa aliviaría la tensión que le aga rrotaba los hombros, Nicholas se acercó a la mesita donde estaban los frascos de licor. Después de tomar un buen trago de brandy, le co municó la información que le había dado el marinero.
Ella escuchó con atención, con el entrecejo fruncido debido a la concentración.
—Supongo que ahora estarás planeando viajar a Francia —dijo cuando él hubo terminado.
—Así es. De hecho, si me disculpas, debo pedirle a Kingsbury que haga mi maleta.
—¿Partirás pronto?
—De inmediato. El viaje a Dover me llevará al menos cinco ho ras. Quiero embarcar en el buque que zarpará con la marea alta de la mañana.
Se quedó quieto, incapaz de apartar la vista de ella, consciente de que no podría marcharse sin antes decirle algo.
—_____. —Tosió para aclararse la garganta—. Te estoy muy agradecido por ayudarme a encontrar a Gaspard. Siempre estaré en deuda contigo. Gracias.
—De nada. —_____ contempló su hermoso y adusto rostro, y el corazón se le rompió en mil pedazos. Dios, cuánto lo amaba—. Yo... haría cualquier cosa por ti.
Estas palabras se le escaparon casi sin darse cuenta, pero ella se encogió al ver que el atisbo de expresión cariñosa en el semblante de Nicholas cedía el paso a la frialdad.
—¿Cualquier cosa? —Él soltó una carcajada desprovista de hu mor—. Si no fuera una mentira tan descarada, tal vez me resultaría divertido. —Se acercó a la puerta y la abrió. Vaciló, intentando de cidir si añadir algo más, pero al cabo de unos segundos salió al pasi llo y cerró la puerta tras sí.
_____ respiró profundamente y se llevó las manos al estóma go, que tenía revuelto. Estaba claro que su marido pensaba que ya no tenía más asuntos que tratar con ella.
Alzó la barbilla con determinación.
Estaba claro que su marido no sabía toda la verdad.
Nicholas salió a grandes zancadas de la casa, felicitándose en su fue ro interno por marcharse tan deprisa. Les había garabateado unas notas a su madre y a Jackson, informándoles de que unos asuntos re clamaban su atención en Francia. Le remordía la conciencia por el modo en que había dejado a _____, pero no tenía elección. Si se hubiese quedado en el estudio con ella un segundo más, habría di-cho o hecho algo de lo que se habría arrepentido, como postrarse de rodillas y suplicarle que lo amara.
Soltó un gruñido de impaciencia y se obligó a desechar esos pen samientos. Tenía que concentrarse en el asunto que traía entre ma nos: viajar a Francia, encontrar a Gaspard y con un poco de suerte, también a William. Tenía que dejar de pensar en _____.
El criado le abrió la portezuela del carruaje. Nicholas puso un pie dentro y se quedó helado.
_____, ataviada con su traje de viaje azul verdoso, estaba sen tada dentro del coche.
—¿Qué demonios haces aquí? —preguntó él.
Ella enarcó las cejas.
—Estaba esperándote.
—Si quieres hablar conmigo tendrás que esperar a que vuelva. Tengo que irme ahora mismo.
—Lo sé. Y cuanto antes te acomodes en el asiento, antes nos pondremos en marcha.
—¿«Nos»? —Una risotada de incredulidad escapó de sus la bios—. «Nosotros» no vamos a ninguna parte.
Ella lo miró con gesto desafiante.
—Lamento discrepar. «Nosotros» vamos a Francia.
La ira se adueñó de él. Con un gesto seco de la cabeza despidió al criado. Después se inclinó hacia el interior del carruaje y dijo con una voz tensa pero controlada:
—El único sitio al que tú vas a ir es a la casa. Ahora mismo.
—¿De verdad crees que es lo más conveniente?
—Sí.
Ella asintió con la cabeza, pensativa.
—Me parece una terrible pérdida de tiempo. Piénsalo: si me obligas a salir del coche te retrasarás más aún descargando mi equi paje. Y entonces yo tendré que agenciarme otro medio de transpor te hacia Dover.
Nicholas apretó los labios hasta que quedaron reducidos a una lí nea muy fina.
—No harás nada por el estilo.
La determinación relampagueó en los ojos de _____.
—Claro que lo haré.
—Y un cuerno. Te lo prohíbo.
—Iré de todas maneras.
—_____ —dijo Nicholas, conteniendo a duras penas una palabrota—, tú no vas...
—¿Cómo está tu francés?
Nicholas se quedó desconcertado.
—¿Mi francés?
—Según Caroline, entiendes el idioma, pero no lo hablas de for ma inteligible.
Aunque mentalmente dedicó a su hermana un par de lindezas, no podía negar que esas palabras eran ciertas. Su francés era lamentable.
—Y ahora me dirás que tú lo hablas con fluidez, ¿no? —comen tó con sarcasmo.
Ella le dirigió una sonrisa radiante.
—Oui. Naturellement.
—¿Y quién te enseñó?
—Mi madre, que, aunque era inglesa, estudió el idioma como todas las damitas de Inglaterra. —Su sonrisa se desvaneció, y una ex presión a la vez implorante y decidida asomó a sus ojos—. Por favor, entiéndelo. No puedo dejar que te marches solo. Prometí ayudarte y eso es lo que haré. Si rehúsas llevarme contigo, me veré obligada a viajar a Calais por mi cuenta.
Por el ángulo de su barbilla y la determinación de su mirada, Nicholas concluyó que ella cumpliría su amenaza a menos que él la ata ra a una silla. Y aunque lo hiciese, no le cabía la menor duda de que Robert, Jackson, Caroline o incluso su propia madre la desatarían. Maldición, seguro que la familia entera la acompañaría a Francia.
Consciente de su derrota, aunque no le gustaba un pelo, subió al carruaje. Sin esperar al criado, cerró de un portazo y le indicó al cochero que se pusiera en camino.
.Lu' Anne Lovegood.
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
Capitulo 35!
Era imposible hacer caso omiso de esa maldita mujer.
No habría podido dejar de fijarse en ella aunque estuviesen en una gigantesca sala de baile, pero la estrechez del carruaje lo perturbaba enormemente.
Todos sus sentidos estaban pendientes de ella. Cada vez que respiraba, el suave aroma a lilas inundaba su olfato.
Desesperado, cerró los ojos con la esperanza de poder dormir, pero fue en vano.
En cambio, imágenes de ella se arremolinaban en su mente. Imágenes que nada en el mundo podría borrar.
¿Qué necesitaría para erradicarla de su cerebro, de su corazón, de su alma?
Abrió ligeramente un ojo. Ella estaba sentada frente a él, leyendo un libro con aire tranquilo, cosa que le dolió. Saltaba a la vista que él era el único que estaba sufriendo.
Cerró el párpado y reprimió un gruñido.
Por todos los diablos, estaba resuelto a sufrir en silencio.
Aunque muriese en el intento.
El viaje en coche la había dejado baldada.
_____ bajó del carruaje en Dover y estiró los músculos entumecidos. Había soportado una tortura atroz. Cinco horas fingiendo leer un libro cuyo título ni siquiera recordaba. Y Nicholas sentado enfrente, durmiendo todo el tiempo.
Con gusto habría conciliado el sueño ella también, pero apenas podía estarse quieta, así que cerrar los ojos resultaba impensable. Pasó todo el viaje mirando el libro, mientras su corazón intentaba desesperadamente convencer a su mente de que aceptara la oferta que Nicholas le había hecho hacía unas semanas: llevar adelante su vida conyugal buscando la manera de que ella no quedase embarazada.
Pero por más que su corazón se lo rogaba, su mente se negaba a escucharlo. “Bastaría con un pequeño descuido – y no sería raro que yo cometiese un descuido cuando Nicholas me tomara entre sus brazos – para que me quedara encinta. Y sé muy bien cuál sería el destino de la criatura” pensó.
Un escalofrío bajó por su espalda. Por mucho que le doliese su decisión, no podía exponer a Nicholas al sufrimiento que le causaría la muerte de su hija.
Nicholas se quedó mirando al posadero.
— Perdone, ¿cómo dice?
— Sólo queda una habitación, excelencia – repitió el anciano.
Nicholas tuvo que contener el impulso de golpear las paredes con los puños. Maldición, ¿qué otra cosa podía salir mal? Pero se apresuró a desechar ese pensamiento. Más Valía no hacerse esa pregunta.
Y no tenía sentido desahogar sus frustraciones en el posadero. No era culpa suya que el hostal estuviese completo. Después de indicarle al criado que llevase el equipaje a la habitación disponible, él y _____ siguieron al posadero escaleras arriba.
La habitación era pequeña pero alegre, y prácticamente todo el espacio estaba ocupado por una cama de aspecto confortable con un cobertor primorosamente bordado.
— Hay agua fresca en la jarra, excelencia – señalo el hospedero —. ¿Necesitaréis alguna cosa más?
Nicholas desvió su atención de la cama y de la miríada de pensamientos que le inspiraba.
— Nada más, gracias.
El posadero se marchó y cerró la puerta a su espalda. Nicholas observó a _____, que jugueteaba con los lazos de su sombrero. Ella lo miró y esbozó una sonrisa vacilante.
— Esto resulta .... un tanto violento – dijo.
Él se acercó, sin despegar los ojos de ella.
— ¿Violento? ¿Por qué? Somos marido y mujer.
Las mejillas de _____ se tiñeron de carmesí.
— No puedo acostarme en la misma cama que tú.
— Ya lo has dicho antes. Pero, por desgracia, sólo hay una cama, y nosotros somos dos.
— Dormiré en el suelo – dijo ella, intentando parecer segura de sí misma, pero el ligero temblor de su voz delataba su nerviosismo.
Bien. No estaba tan serena como quería aparentar. Él acababa de pasar cinco horas angustiosas, de modo que la idea de que quizás ella también estuviese angustiada lo animaba considerablemente.
Avanzó otro paso hacia ella. Los ojos de _____ reflejaron cierta sorpresa, pero se mantuvo firme. Un paso más, y él detectó su respiración agitada. Dos zancadas más lo colocaron justo enfrente de ella. Sus ojos color ámbar parpadearon con aprensión, pero él, muy a su pesar, tuvo que admirar en su fuero interno la valentía que demostraba al no retroceder ante él. Pero deseaba hacerle perder la calma, maldita sea. Del mismo modo que ella le había hecho perder la suya.
— No es necesario que duermas en el suelo, _____ – susurró, bajando la vista hacia su boca.
— Me temo que sí.
— ¿Lo dices porque no confías en mí y crees que intentaré seducirte?
— Confío en ti – musitó ella —. En quien no confío es en mí misma.
El dolor en su voz hizo que él la mirase con más intensidad. Escrutó su rostro, el brillo de vulnerabilidad en sus ojos, el deseo que oscurecía sus iris dorados, y se le cortó la respiración. Intuía que ella intentaba ocultarlo desesperadamente, pero su mirada la delataba: ella lo deseaba. Irradiaba deseo, como el sol irradia calor; una señal para él.
Nicholas levantó la mano para tocarla, pero los dedos se le crisparon y resistió el fuerte impulso. Los ojos de _____ le decían que podía seducirla, pero él no soportaría la aflicción de dejarla marchar de nuevo, de oírle decir de nuevo que planeaba abandonarlo. Aunque la deseaba con toda su alma, su traición todavía le dolía demasiado.
Le dio la espalda, se acercó a la ventana y se llevó las manos a la cara. Se le ocurrió que las visiones de _____ eran una espada de doble filo. Por un lado, lo habían ayudado a seguir el rastro de Gaspard, quien a su vez, con un poco de suerte, lo conduciría hasta William.
Pero las premoniciones de _____ le habían arrebatado su matrimonio, su esposa, la esperanza en un futuro feliz. La posibilidad de tener hijos. No le habían dejado más que rabia, dolor, resentimiento y una pena tan profunda que no sabía si algún día se recuperaría.
La oyó cruzar la habitación y se volvió. Se quedó petrificado al ver que ella se encontraba a un palmo de él. _____ se sobresaltó también al tomar conciencia de su súbita cercanía. Nicholas no tenía más que alargar la mano para tocarla ......, dar un paso al frente para estrecharla entre sus brazos. El cerebro le ordenó que se alejara, pero sus pies permanecieron inmóviles, como si alguien le hubiese clavado los zapatos al suelo.
Nicholas veía con claridad cada una de las pecas doradas de su nariz, las pestañas negras como el carbón que le rodeaban los bellos ojos......, ojos que no quería mirar, pues ya lo habían engañado demasiadas veces. Bajó la mirada hacia su boca y de inmediato le vino a la memoria la sensación de sus suaves labios contra los suyos, entreabiertos para recibir su lengua. Se sintió lleno de deseo y apretó los puños, obligándolos a quedarse quietos a sus costados. Maldición, tenía que salir de esa habitación.
— Duerme tú en la cama – dijo, rodeándola para dirigirse a la puerta —, que yo bajaré a tomar una copa. Ya encontraré algún otro sitio donde dormir.
Ella se estremeció y luego lo miró fijamente.
— No es necesario que me restriegues por las narices tus .... planes nocturnos.
Él se detuvo, con una mano en el pomo de la puerta.
— ¿Cómo dices?
— Naturalmente, no espero que practiques la abstinencia durante el resto de nuestro matrimonio, pero agradecería algo de discreción por tu parte.
Una emoción que Nicholas no acertó a distinguir centelleaba en los ojos de ella. Nicholas se inclinó haciendo una reverencia exagerada.
— Entiendo. Tu generosidad al mostrarte dispuesta a compartirme me abruma y, si se presenta la ocasión, procuraré ser discreto. Sin embargo, mi plan nocturno para hoy consiste en dormir en ese sillón. – Señaló con la cabeza una butaca que había en un rincón —. Pero primero quiero un brandy. – O dos. Tampoco quería descartar la posibilidad de tomarse tres.
Salió de la habitación, cerró la puerta tras sí y respiró hondo.
Maldición, sospechaba que probablemente le haría falta una botella entera.
El buque atracó en Calais al atardecer, y Nicholas y _____ fueron los primeros en desembarcar. Él se dispuso a conseguir un medio de transporte que los llevase a Marck, y de inmediato descubrió lo valiosa que era _____ como compañera de viaje. Ella entabló una conversación en francés impecable con el dueño de los establos, y diez minutos después tenían a su disposición una elegante calesa tirada por dos caballos zainos. Sólo Dios sabía qué habrían obtenido si él hubiera tenido que encargarse de buscar un medio de transporte.
Agradecido e irritado a la vez, Nicholas se acomodó en el asiento de piel. Antes de que pudiese extender el brazo para ayudar a _____ el dueño de las cuadras la aupó a su asiento. Nicholas notó el brillo de admiración en los ojos del hombre y lo fulminó con la mirada. Maldita sea, tenía que aprender a decir en francés “Deja de mirar a mi esposa, desgraciado”. Impertérrito, el hombre se limitó a sonreír y se alejó tranquilamente.
Nicholas tomó las riendas, puso la calesa en movimiento y centró su pensamiento en la misión que tenía por delante. Tardarían aproximadamente una hora en llegar a Marck. Si todo iba bien, encontraría a Gaspard y al fin obtendría las respuestas a las preguntas que lo atormentaban, sobre las cartas de chantaje e incluso tal vez sobre el paradero de William.
El carruaje sufrió una sacudida a causa de un bache, y el hombro de Nicholas chocó con el de _____. Al mirarla de reojo, se percató de que estaba pálida y tenía las manos crispadas. De ninguna de las maneras permitiría que lo acompañase cuando fuese al encuentro de Gaspard. El hombre era peligroso. Sospechaba que a _____ no le gustaría su decisión, pero ....
Ella lo agarró del brazo.
— Nicholas...
Al volverse, éste vio auténtico miedo en sus ojos.
— ¿Qué sucede?
— Debemos darnos prisa.
Una sensación de alarma le recorrió la espalda al oír su tono.
— ¿Por qué?
Ella se apretó las sienes con los dedos y sacudió la cabeza.
— No estoy segura. No lo tengo claro. Pero él está cerca. Y sé que debemos apresurarnos. – Se puso blanca como la cera —. Por favor. Es cuestión de vida o muerte.
Nicholas agitó las riendas y los caballos se lanzaron al galope.
_____ se aferró a su asiento mientras la calesa avanzaba como un relámpago por el camino. Imágenes fugaces desfilaban por su mente, difusas, oscuras y amenazadoras.
— Cuando lleguemos al pueblo, te dejaré en un hostal – le dijo Nicholas, con el rostro tenso de concentración mientras conducía a toda velocidad.
Ella abrió la boca, pero antes de que pudiera protestar él tiró de las riendas. Los caballos se detuvieron ante una bifurcación del camino. Los dos ramales estaban bordeados de árboles. Parecían idénticos.
— Maldición. – Nicholas se mesó los cabellos —. ¿Hacia dónde debemos ir?
_____ miró alternadamente a uno y otro camino, pero no percibió nada.
— Ayúdame a bajar – dijo.
Él la contempló unos instantes y luego saltó al suelo para ayudarla. En cuanto los pies de la joven se posaron entierra, ella echó a correr hacia la bifurcación. Tras respirar profundamente se arrodilló, cerró los ojos y puso las manos en el suelo.
Varias imágenes destellaron en su cabeza, y se esforzó por relajarse para intentar conseguir una visión nítida. Tardó varios minutos, pero cuando por fin lo consiguió el espejismo era de una claridad meridiana.
Y devastadora.
Se vio a sí misma, sangrando, perdiendo el conocimiento.
Muriéndose.
Dios santo, ¿qué debía hacer? Si le contase a Nicholas lo que acababa de ver no la dejaría ir con él. Insistiría en llevarla al pueblo, lo que supondría un retraso que lo haría llegar demasiado tarde.
Sabía que alguien iba a morir.
Pero también sabía que si lo acompañaba probablemente no regresaría con vida.
Abrió los ojos, se puso de pie y se volvió hacia él.
— Tenemos que tomar el camino de la izquierda.
Era imposible hacer caso omiso de esa maldita mujer.
No habría podido dejar de fijarse en ella aunque estuviesen en una gigantesca sala de baile, pero la estrechez del carruaje lo perturbaba enormemente.
Todos sus sentidos estaban pendientes de ella. Cada vez que respiraba, el suave aroma a lilas inundaba su olfato.
Desesperado, cerró los ojos con la esperanza de poder dormir, pero fue en vano.
En cambio, imágenes de ella se arremolinaban en su mente. Imágenes que nada en el mundo podría borrar.
¿Qué necesitaría para erradicarla de su cerebro, de su corazón, de su alma?
Abrió ligeramente un ojo. Ella estaba sentada frente a él, leyendo un libro con aire tranquilo, cosa que le dolió. Saltaba a la vista que él era el único que estaba sufriendo.
Cerró el párpado y reprimió un gruñido.
Por todos los diablos, estaba resuelto a sufrir en silencio.
Aunque muriese en el intento.
El viaje en coche la había dejado baldada.
_____ bajó del carruaje en Dover y estiró los músculos entumecidos. Había soportado una tortura atroz. Cinco horas fingiendo leer un libro cuyo título ni siquiera recordaba. Y Nicholas sentado enfrente, durmiendo todo el tiempo.
Con gusto habría conciliado el sueño ella también, pero apenas podía estarse quieta, así que cerrar los ojos resultaba impensable. Pasó todo el viaje mirando el libro, mientras su corazón intentaba desesperadamente convencer a su mente de que aceptara la oferta que Nicholas le había hecho hacía unas semanas: llevar adelante su vida conyugal buscando la manera de que ella no quedase embarazada.
Pero por más que su corazón se lo rogaba, su mente se negaba a escucharlo. “Bastaría con un pequeño descuido – y no sería raro que yo cometiese un descuido cuando Nicholas me tomara entre sus brazos – para que me quedara encinta. Y sé muy bien cuál sería el destino de la criatura” pensó.
Un escalofrío bajó por su espalda. Por mucho que le doliese su decisión, no podía exponer a Nicholas al sufrimiento que le causaría la muerte de su hija.
Nicholas se quedó mirando al posadero.
— Perdone, ¿cómo dice?
— Sólo queda una habitación, excelencia – repitió el anciano.
Nicholas tuvo que contener el impulso de golpear las paredes con los puños. Maldición, ¿qué otra cosa podía salir mal? Pero se apresuró a desechar ese pensamiento. Más Valía no hacerse esa pregunta.
Y no tenía sentido desahogar sus frustraciones en el posadero. No era culpa suya que el hostal estuviese completo. Después de indicarle al criado que llevase el equipaje a la habitación disponible, él y _____ siguieron al posadero escaleras arriba.
La habitación era pequeña pero alegre, y prácticamente todo el espacio estaba ocupado por una cama de aspecto confortable con un cobertor primorosamente bordado.
— Hay agua fresca en la jarra, excelencia – señalo el hospedero —. ¿Necesitaréis alguna cosa más?
Nicholas desvió su atención de la cama y de la miríada de pensamientos que le inspiraba.
— Nada más, gracias.
El posadero se marchó y cerró la puerta a su espalda. Nicholas observó a _____, que jugueteaba con los lazos de su sombrero. Ella lo miró y esbozó una sonrisa vacilante.
— Esto resulta .... un tanto violento – dijo.
Él se acercó, sin despegar los ojos de ella.
— ¿Violento? ¿Por qué? Somos marido y mujer.
Las mejillas de _____ se tiñeron de carmesí.
— No puedo acostarme en la misma cama que tú.
— Ya lo has dicho antes. Pero, por desgracia, sólo hay una cama, y nosotros somos dos.
— Dormiré en el suelo – dijo ella, intentando parecer segura de sí misma, pero el ligero temblor de su voz delataba su nerviosismo.
Bien. No estaba tan serena como quería aparentar. Él acababa de pasar cinco horas angustiosas, de modo que la idea de que quizás ella también estuviese angustiada lo animaba considerablemente.
Avanzó otro paso hacia ella. Los ojos de _____ reflejaron cierta sorpresa, pero se mantuvo firme. Un paso más, y él detectó su respiración agitada. Dos zancadas más lo colocaron justo enfrente de ella. Sus ojos color ámbar parpadearon con aprensión, pero él, muy a su pesar, tuvo que admirar en su fuero interno la valentía que demostraba al no retroceder ante él. Pero deseaba hacerle perder la calma, maldita sea. Del mismo modo que ella le había hecho perder la suya.
— No es necesario que duermas en el suelo, _____ – susurró, bajando la vista hacia su boca.
— Me temo que sí.
— ¿Lo dices porque no confías en mí y crees que intentaré seducirte?
— Confío en ti – musitó ella —. En quien no confío es en mí misma.
El dolor en su voz hizo que él la mirase con más intensidad. Escrutó su rostro, el brillo de vulnerabilidad en sus ojos, el deseo que oscurecía sus iris dorados, y se le cortó la respiración. Intuía que ella intentaba ocultarlo desesperadamente, pero su mirada la delataba: ella lo deseaba. Irradiaba deseo, como el sol irradia calor; una señal para él.
Nicholas levantó la mano para tocarla, pero los dedos se le crisparon y resistió el fuerte impulso. Los ojos de _____ le decían que podía seducirla, pero él no soportaría la aflicción de dejarla marchar de nuevo, de oírle decir de nuevo que planeaba abandonarlo. Aunque la deseaba con toda su alma, su traición todavía le dolía demasiado.
Le dio la espalda, se acercó a la ventana y se llevó las manos a la cara. Se le ocurrió que las visiones de _____ eran una espada de doble filo. Por un lado, lo habían ayudado a seguir el rastro de Gaspard, quien a su vez, con un poco de suerte, lo conduciría hasta William.
Pero las premoniciones de _____ le habían arrebatado su matrimonio, su esposa, la esperanza en un futuro feliz. La posibilidad de tener hijos. No le habían dejado más que rabia, dolor, resentimiento y una pena tan profunda que no sabía si algún día se recuperaría.
La oyó cruzar la habitación y se volvió. Se quedó petrificado al ver que ella se encontraba a un palmo de él. _____ se sobresaltó también al tomar conciencia de su súbita cercanía. Nicholas no tenía más que alargar la mano para tocarla ......, dar un paso al frente para estrecharla entre sus brazos. El cerebro le ordenó que se alejara, pero sus pies permanecieron inmóviles, como si alguien le hubiese clavado los zapatos al suelo.
Nicholas veía con claridad cada una de las pecas doradas de su nariz, las pestañas negras como el carbón que le rodeaban los bellos ojos......, ojos que no quería mirar, pues ya lo habían engañado demasiadas veces. Bajó la mirada hacia su boca y de inmediato le vino a la memoria la sensación de sus suaves labios contra los suyos, entreabiertos para recibir su lengua. Se sintió lleno de deseo y apretó los puños, obligándolos a quedarse quietos a sus costados. Maldición, tenía que salir de esa habitación.
— Duerme tú en la cama – dijo, rodeándola para dirigirse a la puerta —, que yo bajaré a tomar una copa. Ya encontraré algún otro sitio donde dormir.
Ella se estremeció y luego lo miró fijamente.
— No es necesario que me restriegues por las narices tus .... planes nocturnos.
Él se detuvo, con una mano en el pomo de la puerta.
— ¿Cómo dices?
— Naturalmente, no espero que practiques la abstinencia durante el resto de nuestro matrimonio, pero agradecería algo de discreción por tu parte.
Una emoción que Nicholas no acertó a distinguir centelleaba en los ojos de ella. Nicholas se inclinó haciendo una reverencia exagerada.
— Entiendo. Tu generosidad al mostrarte dispuesta a compartirme me abruma y, si se presenta la ocasión, procuraré ser discreto. Sin embargo, mi plan nocturno para hoy consiste en dormir en ese sillón. – Señaló con la cabeza una butaca que había en un rincón —. Pero primero quiero un brandy. – O dos. Tampoco quería descartar la posibilidad de tomarse tres.
Salió de la habitación, cerró la puerta tras sí y respiró hondo.
Maldición, sospechaba que probablemente le haría falta una botella entera.
El buque atracó en Calais al atardecer, y Nicholas y _____ fueron los primeros en desembarcar. Él se dispuso a conseguir un medio de transporte que los llevase a Marck, y de inmediato descubrió lo valiosa que era _____ como compañera de viaje. Ella entabló una conversación en francés impecable con el dueño de los establos, y diez minutos después tenían a su disposición una elegante calesa tirada por dos caballos zainos. Sólo Dios sabía qué habrían obtenido si él hubiera tenido que encargarse de buscar un medio de transporte.
Agradecido e irritado a la vez, Nicholas se acomodó en el asiento de piel. Antes de que pudiese extender el brazo para ayudar a _____ el dueño de las cuadras la aupó a su asiento. Nicholas notó el brillo de admiración en los ojos del hombre y lo fulminó con la mirada. Maldita sea, tenía que aprender a decir en francés “Deja de mirar a mi esposa, desgraciado”. Impertérrito, el hombre se limitó a sonreír y se alejó tranquilamente.
Nicholas tomó las riendas, puso la calesa en movimiento y centró su pensamiento en la misión que tenía por delante. Tardarían aproximadamente una hora en llegar a Marck. Si todo iba bien, encontraría a Gaspard y al fin obtendría las respuestas a las preguntas que lo atormentaban, sobre las cartas de chantaje e incluso tal vez sobre el paradero de William.
El carruaje sufrió una sacudida a causa de un bache, y el hombro de Nicholas chocó con el de _____. Al mirarla de reojo, se percató de que estaba pálida y tenía las manos crispadas. De ninguna de las maneras permitiría que lo acompañase cuando fuese al encuentro de Gaspard. El hombre era peligroso. Sospechaba que a _____ no le gustaría su decisión, pero ....
Ella lo agarró del brazo.
— Nicholas...
Al volverse, éste vio auténtico miedo en sus ojos.
— ¿Qué sucede?
— Debemos darnos prisa.
Una sensación de alarma le recorrió la espalda al oír su tono.
— ¿Por qué?
Ella se apretó las sienes con los dedos y sacudió la cabeza.
— No estoy segura. No lo tengo claro. Pero él está cerca. Y sé que debemos apresurarnos. – Se puso blanca como la cera —. Por favor. Es cuestión de vida o muerte.
Nicholas agitó las riendas y los caballos se lanzaron al galope.
_____ se aferró a su asiento mientras la calesa avanzaba como un relámpago por el camino. Imágenes fugaces desfilaban por su mente, difusas, oscuras y amenazadoras.
— Cuando lleguemos al pueblo, te dejaré en un hostal – le dijo Nicholas, con el rostro tenso de concentración mientras conducía a toda velocidad.
Ella abrió la boca, pero antes de que pudiera protestar él tiró de las riendas. Los caballos se detuvieron ante una bifurcación del camino. Los dos ramales estaban bordeados de árboles. Parecían idénticos.
— Maldición. – Nicholas se mesó los cabellos —. ¿Hacia dónde debemos ir?
_____ miró alternadamente a uno y otro camino, pero no percibió nada.
— Ayúdame a bajar – dijo.
Él la contempló unos instantes y luego saltó al suelo para ayudarla. En cuanto los pies de la joven se posaron entierra, ella echó a correr hacia la bifurcación. Tras respirar profundamente se arrodilló, cerró los ojos y puso las manos en el suelo.
Varias imágenes destellaron en su cabeza, y se esforzó por relajarse para intentar conseguir una visión nítida. Tardó varios minutos, pero cuando por fin lo consiguió el espejismo era de una claridad meridiana.
Y devastadora.
Se vio a sí misma, sangrando, perdiendo el conocimiento.
Muriéndose.
Dios santo, ¿qué debía hacer? Si le contase a Nicholas lo que acababa de ver no la dejaría ir con él. Insistiría en llevarla al pueblo, lo que supondría un retraso que lo haría llegar demasiado tarde.
Sabía que alguien iba a morir.
Pero también sabía que si lo acompañaba probablemente no regresaría con vida.
Abrió los ojos, se puso de pie y se volvió hacia él.
— Tenemos que tomar el camino de la izquierda.
.Lu' Anne Lovegood.
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
Capitulo 36!
Nicholas cubrió de una zancada la distancia que los separaba y la agarró por los hombros.
— ¿Qué ocurre?
— Nada. Yo ..........
La sacudió con fuerza.
— No me mientas. Estás cadavérica. Algo te ha asustado. ¿Qué has visto?
— Debemos tomar el camino de la izquierda. Entonces lo encontraremos.
— No pienso llevarte .......
— Si no nos ponemos en camino ahora mismo, llegaremos demasiado tarde. – Se soltó de sus manos y corrió hacia el carruaje —. Por favor, date prisa.
Él le dio alcance y la aferró por el hombro.
— ¿Demasiado tarde para qué?
_____ luchó contra el pánico que amenazaba con apoderarse de ella.
— Alguien va a morir. No sé quién. Sólo sé que estamos perdiendo tiempo, un tiempo que no tenemos. – Al comprender que debía ofrecerle alguna garantía de su propia seguridad, añadió — : Yo me quedaré en el coche o me esconderé en el bosque. Haré lo que consideres más conveniente, pero debemos irnos ahora.
Nicholas no se lo pensó un segundo más. Rápidamente la ayudó a subir y saltó al pescante. Con un tironcito de las riendas puso en movimiento el vehículo y enfiló el camino de la izquierda.
Un cuarto de hora después., _____ agarró a Nicholas por el brazo y señaló:
— Mira.
Él detuvo la calesa. A lo lejos, una columna de humo gris se elevaba sobre los árboles.
— Parece que sale de una chimenea.
_____ cerró los ojos.
— Sí. Una chimenea de piedra. Es una casita de campo. – Abrió los párpados y lo miró a los ojos —. Ahí vive Gaspard, Nicholas. Está allí.
La expresión de Nicholas se endureció. Sin una palabra, saltó del vehículo. Cuando ella hizo ademán de seguirlo, él la inmovilizó con una mirada gélida.
— No te muevas.
Tomó las riendas y tirando de ellas condujo a los caballos y a la calesa fuera de la calzada y se adentró en el bosque. Los colocó de tal manera que estuviesen ocultos, pero de cara al camino.
Se acercó al costado del coche y levantó la vista hacia _____.
— Permanecerás escondida aquí. Si no he vuelto dentro de una hora, quiero que lleves la calesa hasta el pueblo y te alojes en un hostal. Te encontraré.
El miedo se apoderó de ella.
— ¿Te has vuelto loco? No pienso dejarte .......
— Has dicho que harías lo que yo te pidiera.
— Ese hombre es peligroso.
Un brillo acerado asomó a los ojos de Nicholas.
— Yo también.
— Va armado.
— Yo también.
El miedo la hizo sudar y debió de reflejarse en su semblante, pues él le tendió la mano. Sin dudarlo, ella la aferró entre las suyas y rezó.
Él le dio un apretón.
— Estaré bien, _____.
El terror que le atenazaba la garganta le impidió responder, así que se limitó a asentir con la cabeza. Nicholas retiró la mano y se alejó corriendo entre los árboles hacia la columna de humo.
Ella se apretó las manos para conservar el calor que la piel de Nicholas le había dejado y lo observó hasta que desapareció.
“Estaré bien, _____”
— Por supuesto que estarás bien – susurró ella —. Yo me ocuparé de ello.
En cuanto él se hubo perdido de vista, _____ bajó de la calesa. No contaba con ninguna arma, pero tal vez .......
Se estiró y recogió su bolsa de medicinas del asiento. La abrió y extrajo un saquito que se guardó en el bolsillo. Si lograba acercarse lo suficiente a Gaspard para arrojarle ese preparado de pimienta a los ojos, lo dejaría ciego temporalmente. No era gran cosa, pero no permitiría que eso la detuviese. Si no se ponía en acción en ese preciso instante alguien moriría.
Respiró hondo y con determinación, agarró con fuerza su bolsa de medicinas y echó a andar por donde Nicholas se había ido. Su vestido resultaba muy engorroso a la hora de caminar por el suelo irregular. Un rama espinosa se le enredó en el pelo, y vio las estrellas cuando se soltó de un tirón. Tropezó en dos ocasiones y la segunda vez se despellejó las palmas de las manos al caer sobre el sendero pedregoso. Sintió tal escozor que le asomaron lágrimas a los ojos, pero sin esperar un segundo se puso en pie y continuó la marcha.
Agotada y sin aliento, avistó por fin la casita, a lo lejos. Se le puso la carne de gallina. Dejando a un lado su temor, siguió adelante ocultándose tras los árboles y en las sombras que proyectaba la luz del crepúsculo, y centró todos sus pensamientos y energías en ayudar a Nicholas.
“¿Dónde estás?” – se preguntó —. Dios santo, ¿dónde estás?”
Y entonces oyó gritar a una mujer.
Nicholas oyó gritar a una mujer.
Con el corazón latiéndole con fuerza, se acercó sigilosamente a la cabaña ruinosa hasta ponerse en cuclillas junto delante de una ventana. Una voz profunda y apagada, obviamente masculina, llegó a sus oídos. Se irguió con cuidado y echó un vistazo sobre el alféizar.
Observó horrorizado cómo el hombre que buscaba levantaba la mano y golpeaba en la cara a una niña. El chillido de una mujer resonó en la cabaña. La niña se hizo un ovillo en el suelo. El cabello le tapaba el rostro, de modo que Nicholas no alcanzó a ver si estaba herida o no. Gaspard apartó a ala niña con el pie como si fuera basura y se acercó a la mujer.
Nicholas vio que estaba atada a una silla. Tenía la cara cubierta de moratones y el negro cabello enmarañado. Forcejeaba y sollozaba intentando soltarse.
— ¡Hijo de perra! – gritó Nicholas — ¡No le pongas la mano encima!
Gaspard se giró hacia la ventana y Nicholas se agachó rápidamente. Con la espalda contra la pared, se esforzó por respirar regularmente, controlar su rabia y concentrarse. Debía sacar a la mujer y a la niña de esa casa. No tenía intención de matar a Gaspard, al menos no sin antes interrogarlo, pero debía detenerlo. Sacó la pistola del bolsillo y se aseguró de que estuviese lista para disparar. “Un tiro – se dijo —. Tengo un solo tiro para detener a ese desgraciado. No puedo fallar.”
Tendría más oportunidades de alcanzarlo su le disparaba a través de la ventana. Por el momento nadie lo había visto, y tenía a Gaspard a tiro. Decidido, se puso de pie y miró por la ventana. Gaspard estaba tapándole la boca a la mujer con un trapo. Nicholas sostuvo la pistola con pulso firme, esperando a que el cabrón se apartara de ella.
En ese momento, la puerta principal se abrió de golpe. Gaspard se volvió bruscamente.
A Nicholas le temblaron las piernas, y su corazón dejó de latir por unos instantes.
_____ estaba en el umbral.
_____ miró a la mujer atada y a la niña acurrucada junto a la veja mesa de madera. La mujer aún estaba viva, pero la niña .... _____ se quedó sin aliento. No alcanzaba a verle la cara, pero percibió el suave movimiento de sus hombros. Respiraba.
Se debatió entre el terror y el alivio. No había llegado demasiado tarde. Seguían con vida.
Pero ¿durante cuánto tiempo?
— ¿Quién demonios es usted? – le preguntó Gaspard en un francés gutural, y cruzó la habitación en dos zancadas furiosas. Cerró de un portazo, echó el cerrojo y la agarró por los brazos. Sus dedos se le clavaron en la carne y ella no pudo evitar soltar un gemido de dolor.
Lo miró a los ojos y un escalofrío le recorrió la espalda. Su expresión era terriblemente amenazadora. Intentó llevarse las manos al bolsillo para extraer el saquito de hierbas, pero él la apretó con tanta fuerza que _____ creyó que se le romperían los huesos de los brazos. Nicholas estaba cerca, en algún lugar. Tenía que ganar tiempo para evitar que ese demente matara a la mujer u a la niña. Y a ella.
— Contésteme – gruño él. La zarandeó tan violentamente que le castañetearon los dientes y la bolsa de medicamentos se le cayó de la mano — ¿Quién es usted?
_____ tragó saliva y se esforzó para aparentar tranquilidad. Tenía que ganar tiempo como fuera. Al menos la atención de Gaspard estaba puesta en ella y no en la mujer y la niña. “Date prisa, Nicholas”, pensó.
— Me llamo _____.
Los ojos de Gaspard quedaron reducidos a rendijas.
— ¿Qué hace aquí?
— Yo ...........
Su voz se extinguió mientras una serie de imágenes desfilaba por su mente. Dirigió la vista a la mujer atada, que le imploraba ayuda con la mirada. Se volvió de nuevo hacia Gaspard.
— Es tu hermana – le dijo en tono acusador.
Él soltó una risotada desagradable.
— ¿Y a usted qué le importa? – Le soltó un brazo y se llevó la mano a la espalda. Cuando la volvió a mostrar, empuñaba una pistola. Apartó a _____ de un empujón y ella estuvo a punto de caer al suelo —. Arrímese a la pared – le ordenó él.
Ella se enderezó y retrocedió despacio, con los ojos clavados en el arma. Dios santo, estaba demasiado lejos de él para arrojarle las hierbas.
— Mi hermana estaba a punto de sufrir una muerte prematura, _____. Su inoportuna aparición acaba de condenarla a usted a correr la misma suerte.
Le apuntó al corazón con la pistola.
Al otro lado de la ventana, Nicholas luchaba contra el pánico que empezaba a apoderarse de él. _____ se encontraba justo delante de la ventana, vuelta de espaldas. Gaspard estaba a unos cuatro metros de ella, apuntándola con la pistola. A menos que _____ se apartara, Nicholas no tenía la menor oportunidad de alcanzar al hombre con un disparo sin herirla. Había visto al francés echar el cerrojo a la puerta, y ésa era la única ventana.
Ella tenía que moverse. Nicholas tenía que conseguir que se apartar, pero ¿cómo?
Nicholas cubrió de una zancada la distancia que los separaba y la agarró por los hombros.
— ¿Qué ocurre?
— Nada. Yo ..........
La sacudió con fuerza.
— No me mientas. Estás cadavérica. Algo te ha asustado. ¿Qué has visto?
— Debemos tomar el camino de la izquierda. Entonces lo encontraremos.
— No pienso llevarte .......
— Si no nos ponemos en camino ahora mismo, llegaremos demasiado tarde. – Se soltó de sus manos y corrió hacia el carruaje —. Por favor, date prisa.
Él le dio alcance y la aferró por el hombro.
— ¿Demasiado tarde para qué?
_____ luchó contra el pánico que amenazaba con apoderarse de ella.
— Alguien va a morir. No sé quién. Sólo sé que estamos perdiendo tiempo, un tiempo que no tenemos. – Al comprender que debía ofrecerle alguna garantía de su propia seguridad, añadió — : Yo me quedaré en el coche o me esconderé en el bosque. Haré lo que consideres más conveniente, pero debemos irnos ahora.
Nicholas no se lo pensó un segundo más. Rápidamente la ayudó a subir y saltó al pescante. Con un tironcito de las riendas puso en movimiento el vehículo y enfiló el camino de la izquierda.
Un cuarto de hora después., _____ agarró a Nicholas por el brazo y señaló:
— Mira.
Él detuvo la calesa. A lo lejos, una columna de humo gris se elevaba sobre los árboles.
— Parece que sale de una chimenea.
_____ cerró los ojos.
— Sí. Una chimenea de piedra. Es una casita de campo. – Abrió los párpados y lo miró a los ojos —. Ahí vive Gaspard, Nicholas. Está allí.
La expresión de Nicholas se endureció. Sin una palabra, saltó del vehículo. Cuando ella hizo ademán de seguirlo, él la inmovilizó con una mirada gélida.
— No te muevas.
Tomó las riendas y tirando de ellas condujo a los caballos y a la calesa fuera de la calzada y se adentró en el bosque. Los colocó de tal manera que estuviesen ocultos, pero de cara al camino.
Se acercó al costado del coche y levantó la vista hacia _____.
— Permanecerás escondida aquí. Si no he vuelto dentro de una hora, quiero que lleves la calesa hasta el pueblo y te alojes en un hostal. Te encontraré.
El miedo se apoderó de ella.
— ¿Te has vuelto loco? No pienso dejarte .......
— Has dicho que harías lo que yo te pidiera.
— Ese hombre es peligroso.
Un brillo acerado asomó a los ojos de Nicholas.
— Yo también.
— Va armado.
— Yo también.
El miedo la hizo sudar y debió de reflejarse en su semblante, pues él le tendió la mano. Sin dudarlo, ella la aferró entre las suyas y rezó.
Él le dio un apretón.
— Estaré bien, _____.
El terror que le atenazaba la garganta le impidió responder, así que se limitó a asentir con la cabeza. Nicholas retiró la mano y se alejó corriendo entre los árboles hacia la columna de humo.
Ella se apretó las manos para conservar el calor que la piel de Nicholas le había dejado y lo observó hasta que desapareció.
“Estaré bien, _____”
— Por supuesto que estarás bien – susurró ella —. Yo me ocuparé de ello.
En cuanto él se hubo perdido de vista, _____ bajó de la calesa. No contaba con ninguna arma, pero tal vez .......
Se estiró y recogió su bolsa de medicinas del asiento. La abrió y extrajo un saquito que se guardó en el bolsillo. Si lograba acercarse lo suficiente a Gaspard para arrojarle ese preparado de pimienta a los ojos, lo dejaría ciego temporalmente. No era gran cosa, pero no permitiría que eso la detuviese. Si no se ponía en acción en ese preciso instante alguien moriría.
Respiró hondo y con determinación, agarró con fuerza su bolsa de medicinas y echó a andar por donde Nicholas se había ido. Su vestido resultaba muy engorroso a la hora de caminar por el suelo irregular. Un rama espinosa se le enredó en el pelo, y vio las estrellas cuando se soltó de un tirón. Tropezó en dos ocasiones y la segunda vez se despellejó las palmas de las manos al caer sobre el sendero pedregoso. Sintió tal escozor que le asomaron lágrimas a los ojos, pero sin esperar un segundo se puso en pie y continuó la marcha.
Agotada y sin aliento, avistó por fin la casita, a lo lejos. Se le puso la carne de gallina. Dejando a un lado su temor, siguió adelante ocultándose tras los árboles y en las sombras que proyectaba la luz del crepúsculo, y centró todos sus pensamientos y energías en ayudar a Nicholas.
“¿Dónde estás?” – se preguntó —. Dios santo, ¿dónde estás?”
Y entonces oyó gritar a una mujer.
Nicholas oyó gritar a una mujer.
Con el corazón latiéndole con fuerza, se acercó sigilosamente a la cabaña ruinosa hasta ponerse en cuclillas junto delante de una ventana. Una voz profunda y apagada, obviamente masculina, llegó a sus oídos. Se irguió con cuidado y echó un vistazo sobre el alféizar.
Observó horrorizado cómo el hombre que buscaba levantaba la mano y golpeaba en la cara a una niña. El chillido de una mujer resonó en la cabaña. La niña se hizo un ovillo en el suelo. El cabello le tapaba el rostro, de modo que Nicholas no alcanzó a ver si estaba herida o no. Gaspard apartó a ala niña con el pie como si fuera basura y se acercó a la mujer.
Nicholas vio que estaba atada a una silla. Tenía la cara cubierta de moratones y el negro cabello enmarañado. Forcejeaba y sollozaba intentando soltarse.
— ¡Hijo de perra! – gritó Nicholas — ¡No le pongas la mano encima!
Gaspard se giró hacia la ventana y Nicholas se agachó rápidamente. Con la espalda contra la pared, se esforzó por respirar regularmente, controlar su rabia y concentrarse. Debía sacar a la mujer y a la niña de esa casa. No tenía intención de matar a Gaspard, al menos no sin antes interrogarlo, pero debía detenerlo. Sacó la pistola del bolsillo y se aseguró de que estuviese lista para disparar. “Un tiro – se dijo —. Tengo un solo tiro para detener a ese desgraciado. No puedo fallar.”
Tendría más oportunidades de alcanzarlo su le disparaba a través de la ventana. Por el momento nadie lo había visto, y tenía a Gaspard a tiro. Decidido, se puso de pie y miró por la ventana. Gaspard estaba tapándole la boca a la mujer con un trapo. Nicholas sostuvo la pistola con pulso firme, esperando a que el cabrón se apartara de ella.
En ese momento, la puerta principal se abrió de golpe. Gaspard se volvió bruscamente.
A Nicholas le temblaron las piernas, y su corazón dejó de latir por unos instantes.
_____ estaba en el umbral.
_____ miró a la mujer atada y a la niña acurrucada junto a la veja mesa de madera. La mujer aún estaba viva, pero la niña .... _____ se quedó sin aliento. No alcanzaba a verle la cara, pero percibió el suave movimiento de sus hombros. Respiraba.
Se debatió entre el terror y el alivio. No había llegado demasiado tarde. Seguían con vida.
Pero ¿durante cuánto tiempo?
— ¿Quién demonios es usted? – le preguntó Gaspard en un francés gutural, y cruzó la habitación en dos zancadas furiosas. Cerró de un portazo, echó el cerrojo y la agarró por los brazos. Sus dedos se le clavaron en la carne y ella no pudo evitar soltar un gemido de dolor.
Lo miró a los ojos y un escalofrío le recorrió la espalda. Su expresión era terriblemente amenazadora. Intentó llevarse las manos al bolsillo para extraer el saquito de hierbas, pero él la apretó con tanta fuerza que _____ creyó que se le romperían los huesos de los brazos. Nicholas estaba cerca, en algún lugar. Tenía que ganar tiempo para evitar que ese demente matara a la mujer u a la niña. Y a ella.
— Contésteme – gruño él. La zarandeó tan violentamente que le castañetearon los dientes y la bolsa de medicamentos se le cayó de la mano — ¿Quién es usted?
_____ tragó saliva y se esforzó para aparentar tranquilidad. Tenía que ganar tiempo como fuera. Al menos la atención de Gaspard estaba puesta en ella y no en la mujer y la niña. “Date prisa, Nicholas”, pensó.
— Me llamo _____.
Los ojos de Gaspard quedaron reducidos a rendijas.
— ¿Qué hace aquí?
— Yo ...........
Su voz se extinguió mientras una serie de imágenes desfilaba por su mente. Dirigió la vista a la mujer atada, que le imploraba ayuda con la mirada. Se volvió de nuevo hacia Gaspard.
— Es tu hermana – le dijo en tono acusador.
Él soltó una risotada desagradable.
— ¿Y a usted qué le importa? – Le soltó un brazo y se llevó la mano a la espalda. Cuando la volvió a mostrar, empuñaba una pistola. Apartó a _____ de un empujón y ella estuvo a punto de caer al suelo —. Arrímese a la pared – le ordenó él.
Ella se enderezó y retrocedió despacio, con los ojos clavados en el arma. Dios santo, estaba demasiado lejos de él para arrojarle las hierbas.
— Mi hermana estaba a punto de sufrir una muerte prematura, _____. Su inoportuna aparición acaba de condenarla a usted a correr la misma suerte.
Le apuntó al corazón con la pistola.
Al otro lado de la ventana, Nicholas luchaba contra el pánico que empezaba a apoderarse de él. _____ se encontraba justo delante de la ventana, vuelta de espaldas. Gaspard estaba a unos cuatro metros de ella, apuntándola con la pistola. A menos que _____ se apartara, Nicholas no tenía la menor oportunidad de alcanzar al hombre con un disparo sin herirla. Había visto al francés echar el cerrojo a la puerta, y ésa era la única ventana.
Ella tenía que moverse. Nicholas tenía que conseguir que se apartar, pero ¿cómo?
.Lu' Anne Lovegood.
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
Capitulo 37!
_____ tenía que distraer a Gaspard,. Y tenía que hacerlo rápido.
— Lo sé todo sobre William – dijo, aliviada de que su voz sonase tranquila.
Gaspard se quedó totalmente inmóvil.
— ¿Quién?
— William. El inglés al que compraste armas el año pasado.
La mujer emitió un quejido amortiguado por la mordaza. Gaspard la fulminó con la mirada.
— Silencio, putain. – Centró de nuevo su atención en _____ —. No sé de qué está hablando.
Ella arqueó las cejas.
— Claro que lo sabes. Os vieron en el muelle. – Sacudió la cabeza y chasqueó la lengua —. Actuaste como un vil aficionado. Fue un trabajo de contrabando muy poco profesional.
— Taisez—vous! ¡Cieere la maldita boca! Fue un trabajo perfecto, excepto porque ese bâtard anglais me traiciono. – Escupió en el piso de madera —. Pero tendrá exactamente lo que merece. Morirá. Lentamente.
Sus palabras le helaron la sangre a _____.
— Tú sabes dónde está.
— Oui – respondió él con una expresión que anunciaba peligro —. Supuestamente estaba muerto, pero un amigo lo vio hace unas semanas, a unos pocos kilómetros de aquí. Entonces supe que Claudine andaba por los alrededores. Y supe que, una vez que la tuviese prisionera, él vendría a buscarla. Y, en efecto, vino.
— ¿Dónde está William?
Una sonrisa siniestra le torció los labios.
— Lo bastante cerca para oírla gritar. Quiero que se pregunte qué estoy haciéndole a esta pute. Disfrutaré enseñándole su cuerpo sin vida ...... antes de matarlo a él.
La mujer soltó otro quejido y Gaspard se volvió bruscamente hacia ella.
— ¡Cállate!
Varias escenas se arremolinaron en la mente de _____, sucediéndose con tanta rapidez que apenas pudo asimilarlas. William. Atado y amordazado. Pugnando por soltarse. Dios santo, tenía que seguir tirándole de la lengua a Gaspard. Una imagen apareció ante sus ojos.
— Claudine ...... es la esposa de William.
El rostro carnoso de Gaspard enrojeció de repente.
— No es más que una pute traicionera. Mientras los cerdos ingleses mataban a nuestros compatriotas, amigos y vecinos, a nuestro propio hermano, ella estaba rescatando al bâtard anglais, abriéndose de piernas para él. Tardé más de un año en dar con ella, pero ahora que la he encontrado lo pagará muy caro. Y él también.
_____ miró a Claudine, a quién las lágrimas le resbalaban por las mejillas.
— William estaba herido – dijo _____ —. Ella lo cuidó mientras se recuperaba y se enamoraron.
— El amor. – Gaspard escupió de nuevo en el suelo y luego echó una mirada cargada de odio a su hermana y dirigiéndose a ella, prosiguió —: Has olvidado lo que nos hicieron a nosotros, lo que le hicieron a nuestra familia. Los cabrones ingleses nos lo robaron todo. Y ese hijo de perra mató a Julien. – Su voz se elevó prácticamente hasta convertirse en un grito —. Nuestro hermano murió en la batalla en la que resultó herido tu cerdo inglés. Nos traicionaste a todos al salvarlo y casarte con él. ¿Cuántas de las vidas de nuestros compatriotas sacrificaste para tener a ese desgraciado entre las piernas?
Sus labios se torcieron en una sonrisa sardónica mientras miraba de arriba abajo a la mujer atada.
— Al enterarme de lo que habías hecho – continuó —, de que nos habías traicionado, salí en su busca. Pero cuando di con él, me hizo creer que, gracias a ti, simpatizaba con nuestra causa. Como un idiota, le di la oportunidad de demostrarlo. – Achicó los ojos —. Me vendió armas inglesas. Probé media docena de ellas y comprobé que estaban en buen estado. ¡No podía esperar a matar cerdos ingleses con sus propias pistolas! Pero me había mentido. Cuando mis hombres utilizaron las demás fueron masacrados. Por tu culpa. ¡Tu culpa!
Se volvió de nuevo hacia _____, con un brillo de demencia en los ojos.
— El regimiento del maldito William mató a Julien. Después el tal William deshonró a mi hermana y la convirtió en una traidora. – Su voz se tornó inexpresiva —. Ella tiene las manos manchadas de sangre de mis compatriotas. La sangre de mi hermano. Y me encargaré de que pague por ello. Es mi deber.
Bajó la vista hacia la pistola que empuñaba, y _____ intuyó de inmediato que casi había llegado su hora. Desesperada por distraerlo, abrió la boca para hablar, pero se interrumpió al percibir un sonido en su cabeza.
Un sonido apremiante. Palabras.
Con el entrecejo fruncido, intentó concentrarse. De pronto, la voz de Nicholas resonó en su cerebro. Apártate de la ventana.
Era como si él se encontrase a su lado y le hubieses hablado en voz alta.
Apártate de la ventana. Apártate de la ventana.
Dio un pequeño paso a un lado y Gaspard clavó la mirada en ella.
— No te muevas o disparo.
Dios santo, ¿qué iba a hacer ella ahora? Claramente Nicholas estaba a su espalda, ante la ventana, y necesitaba que ella se apartara para tener a Gaspard a tiro. Pero si se movía, éste la mataría. Obviamente planeaba matarla de todas maneras, pero ella no quería impulsarlo a realizar la tarea antes de los previsto.
Sólo podía hacer una cosa.
Justo cuando se le ocurría la posibilidad, la voz de Nicholas retumbó en su cerebro.
¡Tírate al suelo!
_____ se dejó caer como una piedra.
El vidrio se hizo añicos tras ella, y el estampido ensordecedor de una pistola atronó el aire.
Nicholas echó un vistazo a través de la ventana rota. Gaspard estaba de rodillas, con el rostro contraído de dolor, apretándose el estómago con las manos. La sangre de color rojo brillante le manaba entre los dedos, empapándole la camisa. Su pistola se encontraba en el suelo, detrás de él.
_____. ¿Estaba herida? En cuanto le pasó por la cabeza esta espantosa posibilidad, ella se puso en pie de un salto y se acercó a él. Su paso era vacilante, pero estaba bien.
Estaba bien.
El alivio que sintió Nicholas casi convirtió sus rodillas en gelatina.
— Abre la puerta – le ordenó en voz baja.
Ella hizo lo que le pedía de inmediato. Él entró en la casa y, protegiendo a _____ con su cuerpo, recogió la pistola de Gaspard. Acto seguido se volvió hacia ella.
— ¿Estás herida?
La joven lo observó con inquietud de arriba abajo.
— No. ¿Y tú? ¿Te encuentras bien?
En realidad, no. Había estado a punto de perder todo lo que le importaba. Pero no era el momento de hablar de eso.
— Estoy bien – respondió. Apartó la vista del rostro lívido de su mujer y la posó en Gspard, que luchaba por levantarse —. Quédate detrás de mí – le susurró a _____.
Con la pistola de Gaspard, apuntó a éste en el pecho.
— No te muevas – le ordenó. Una ojeada le bastó para comprobar que la herida que el francés tenía en el estómago era mortal.
Sin embargo, Gaspard logró ponerse en pie y se apoyó con todo su peso en la mesa. Contempló a Nicholas un momento y luego soltó una carcajada jadeante.
— Por fin nos conocemos, monsieur le Duc. Tiene gracia, n’est—ce pas? Tu hermano mató al mío. Tantos hermanos. Tdos muertos.
Conteniendo la ira que hervía en su interior, Nicholas empuño con más firmeza la pistola.
— Tantos muertos – convino con fría serenidad —, y tú serás el siguiente.
Los ojos de Gaspard relampaguearon con malevolencia.
— Tal vez. Pero al menos sé que habré librado al mundo del cabrón de tu hermano.
— Te he oído a través de la ventana. Has dicho que está vivo.
— Pero no lo estará cuando lo encuentres ....., si es que lo encuentras.
— Lo encontraré en cuanto acabe contigo. ¿Por qué mataste a mi alguacil?
La sangre chorreaba entre los dedos de Gaspard, que hizo una mueca de dolor.
— Otro cerdo inglés. Iba por ahí haciendo preguntas sobre mí. Cuando quiso reunirse contigo supe que había averiguado algo. Lo seguí. No podía correr el riesgo de que te revelara lo que había descubierto, especialmente si se trataba de mi escondite o del hecho de que yo estaba enviándote cartas. Lo habría estropeado todo. – Respiró trabajosamente —. Pero el cerdo se negó a decirme nada, así que le pegué un tiro en la cabeza.
Detrás de él, _____ soltó una exclamación de horror.
— ¿Por qué tardaste un año en empezar a hacerme chantaje? – preguntó Nicholas.
— Fui herido en Waterloo, debido a las armas defectuosas que nos proporcionó tu hermano. Tardé meses en restablecerme. No supe hasta hace poco que el marido de la pute venía de una familia tan adinerada. – Entornó los ojos —. Pero tenía que andarme con cuidado ....... permanecer oculto. Justo cuando me disponía a mandarte la siguiente carta, me enteré de que el bâtard anglais estaba vivo y se había dejado ver en esta parte de Francia. Volví a casa para encontrarlo.
Una imagen de William acudió a la mente de Nicholas, como si lo hubiese visto la noche anterior. Conversaba apresuradamente con Gaspard, embancando cajas llenas de armas en un buque. No estaba traicionando su país, sino arriesgando la vida en pro de la causa inglesa, entregándole a ese demente armas defectuosas. Apretó con fuerza la culata de la pistola.
— Nunca volverás a hacerle daño a nadie, Gaspard. Yo ......
Un quejido interrumpió sus palabras. Al mirar al fondo de la habitación, vio que la niña se rebullía y se ponía a cuatro patas.
Nicholas percibió un movimiento con el rabillo del ojo y se volvió rápidamente hacia Gaspard. Un cuchillo relucía en la mano del francés, cuyos ojos, llenos de odio, estaban clavados en la niña.
— Así que sigues viva ¿eh? – bramó —. Ningún hijo de ese bâtard anglais vivirá para contarlo.
Nicholas oyó un grito ahogado a su espalda. En un abrir y cerrar de ojos, Gaspard tomó impulso con el brazo y arrojó el cuchillo. Era imposible que Nicholas alcanzase a la niña a tiempo de salvarla. Apretó el gatillo y Gaspard se encogió y cayó al suelo.
Nicholas se volvió hacia la niña y se quedó petrificado.
_____ yacía boca abajo, con el cuchillo hundido en la espalda.
_____ tenía que distraer a Gaspard,. Y tenía que hacerlo rápido.
— Lo sé todo sobre William – dijo, aliviada de que su voz sonase tranquila.
Gaspard se quedó totalmente inmóvil.
— ¿Quién?
— William. El inglés al que compraste armas el año pasado.
La mujer emitió un quejido amortiguado por la mordaza. Gaspard la fulminó con la mirada.
— Silencio, putain. – Centró de nuevo su atención en _____ —. No sé de qué está hablando.
Ella arqueó las cejas.
— Claro que lo sabes. Os vieron en el muelle. – Sacudió la cabeza y chasqueó la lengua —. Actuaste como un vil aficionado. Fue un trabajo de contrabando muy poco profesional.
— Taisez—vous! ¡Cieere la maldita boca! Fue un trabajo perfecto, excepto porque ese bâtard anglais me traiciono. – Escupió en el piso de madera —. Pero tendrá exactamente lo que merece. Morirá. Lentamente.
Sus palabras le helaron la sangre a _____.
— Tú sabes dónde está.
— Oui – respondió él con una expresión que anunciaba peligro —. Supuestamente estaba muerto, pero un amigo lo vio hace unas semanas, a unos pocos kilómetros de aquí. Entonces supe que Claudine andaba por los alrededores. Y supe que, una vez que la tuviese prisionera, él vendría a buscarla. Y, en efecto, vino.
— ¿Dónde está William?
Una sonrisa siniestra le torció los labios.
— Lo bastante cerca para oírla gritar. Quiero que se pregunte qué estoy haciéndole a esta pute. Disfrutaré enseñándole su cuerpo sin vida ...... antes de matarlo a él.
La mujer soltó otro quejido y Gaspard se volvió bruscamente hacia ella.
— ¡Cállate!
Varias escenas se arremolinaron en la mente de _____, sucediéndose con tanta rapidez que apenas pudo asimilarlas. William. Atado y amordazado. Pugnando por soltarse. Dios santo, tenía que seguir tirándole de la lengua a Gaspard. Una imagen apareció ante sus ojos.
— Claudine ...... es la esposa de William.
El rostro carnoso de Gaspard enrojeció de repente.
— No es más que una pute traicionera. Mientras los cerdos ingleses mataban a nuestros compatriotas, amigos y vecinos, a nuestro propio hermano, ella estaba rescatando al bâtard anglais, abriéndose de piernas para él. Tardé más de un año en dar con ella, pero ahora que la he encontrado lo pagará muy caro. Y él también.
_____ miró a Claudine, a quién las lágrimas le resbalaban por las mejillas.
— William estaba herido – dijo _____ —. Ella lo cuidó mientras se recuperaba y se enamoraron.
— El amor. – Gaspard escupió de nuevo en el suelo y luego echó una mirada cargada de odio a su hermana y dirigiéndose a ella, prosiguió —: Has olvidado lo que nos hicieron a nosotros, lo que le hicieron a nuestra familia. Los cabrones ingleses nos lo robaron todo. Y ese hijo de perra mató a Julien. – Su voz se elevó prácticamente hasta convertirse en un grito —. Nuestro hermano murió en la batalla en la que resultó herido tu cerdo inglés. Nos traicionaste a todos al salvarlo y casarte con él. ¿Cuántas de las vidas de nuestros compatriotas sacrificaste para tener a ese desgraciado entre las piernas?
Sus labios se torcieron en una sonrisa sardónica mientras miraba de arriba abajo a la mujer atada.
— Al enterarme de lo que habías hecho – continuó —, de que nos habías traicionado, salí en su busca. Pero cuando di con él, me hizo creer que, gracias a ti, simpatizaba con nuestra causa. Como un idiota, le di la oportunidad de demostrarlo. – Achicó los ojos —. Me vendió armas inglesas. Probé media docena de ellas y comprobé que estaban en buen estado. ¡No podía esperar a matar cerdos ingleses con sus propias pistolas! Pero me había mentido. Cuando mis hombres utilizaron las demás fueron masacrados. Por tu culpa. ¡Tu culpa!
Se volvió de nuevo hacia _____, con un brillo de demencia en los ojos.
— El regimiento del maldito William mató a Julien. Después el tal William deshonró a mi hermana y la convirtió en una traidora. – Su voz se tornó inexpresiva —. Ella tiene las manos manchadas de sangre de mis compatriotas. La sangre de mi hermano. Y me encargaré de que pague por ello. Es mi deber.
Bajó la vista hacia la pistola que empuñaba, y _____ intuyó de inmediato que casi había llegado su hora. Desesperada por distraerlo, abrió la boca para hablar, pero se interrumpió al percibir un sonido en su cabeza.
Un sonido apremiante. Palabras.
Con el entrecejo fruncido, intentó concentrarse. De pronto, la voz de Nicholas resonó en su cerebro. Apártate de la ventana.
Era como si él se encontrase a su lado y le hubieses hablado en voz alta.
Apártate de la ventana. Apártate de la ventana.
Dio un pequeño paso a un lado y Gaspard clavó la mirada en ella.
— No te muevas o disparo.
Dios santo, ¿qué iba a hacer ella ahora? Claramente Nicholas estaba a su espalda, ante la ventana, y necesitaba que ella se apartara para tener a Gaspard a tiro. Pero si se movía, éste la mataría. Obviamente planeaba matarla de todas maneras, pero ella no quería impulsarlo a realizar la tarea antes de los previsto.
Sólo podía hacer una cosa.
Justo cuando se le ocurría la posibilidad, la voz de Nicholas retumbó en su cerebro.
¡Tírate al suelo!
_____ se dejó caer como una piedra.
El vidrio se hizo añicos tras ella, y el estampido ensordecedor de una pistola atronó el aire.
Nicholas echó un vistazo a través de la ventana rota. Gaspard estaba de rodillas, con el rostro contraído de dolor, apretándose el estómago con las manos. La sangre de color rojo brillante le manaba entre los dedos, empapándole la camisa. Su pistola se encontraba en el suelo, detrás de él.
_____. ¿Estaba herida? En cuanto le pasó por la cabeza esta espantosa posibilidad, ella se puso en pie de un salto y se acercó a él. Su paso era vacilante, pero estaba bien.
Estaba bien.
El alivio que sintió Nicholas casi convirtió sus rodillas en gelatina.
— Abre la puerta – le ordenó en voz baja.
Ella hizo lo que le pedía de inmediato. Él entró en la casa y, protegiendo a _____ con su cuerpo, recogió la pistola de Gaspard. Acto seguido se volvió hacia ella.
— ¿Estás herida?
La joven lo observó con inquietud de arriba abajo.
— No. ¿Y tú? ¿Te encuentras bien?
En realidad, no. Había estado a punto de perder todo lo que le importaba. Pero no era el momento de hablar de eso.
— Estoy bien – respondió. Apartó la vista del rostro lívido de su mujer y la posó en Gspard, que luchaba por levantarse —. Quédate detrás de mí – le susurró a _____.
Con la pistola de Gaspard, apuntó a éste en el pecho.
— No te muevas – le ordenó. Una ojeada le bastó para comprobar que la herida que el francés tenía en el estómago era mortal.
Sin embargo, Gaspard logró ponerse en pie y se apoyó con todo su peso en la mesa. Contempló a Nicholas un momento y luego soltó una carcajada jadeante.
— Por fin nos conocemos, monsieur le Duc. Tiene gracia, n’est—ce pas? Tu hermano mató al mío. Tantos hermanos. Tdos muertos.
Conteniendo la ira que hervía en su interior, Nicholas empuño con más firmeza la pistola.
— Tantos muertos – convino con fría serenidad —, y tú serás el siguiente.
Los ojos de Gaspard relampaguearon con malevolencia.
— Tal vez. Pero al menos sé que habré librado al mundo del cabrón de tu hermano.
— Te he oído a través de la ventana. Has dicho que está vivo.
— Pero no lo estará cuando lo encuentres ....., si es que lo encuentras.
— Lo encontraré en cuanto acabe contigo. ¿Por qué mataste a mi alguacil?
La sangre chorreaba entre los dedos de Gaspard, que hizo una mueca de dolor.
— Otro cerdo inglés. Iba por ahí haciendo preguntas sobre mí. Cuando quiso reunirse contigo supe que había averiguado algo. Lo seguí. No podía correr el riesgo de que te revelara lo que había descubierto, especialmente si se trataba de mi escondite o del hecho de que yo estaba enviándote cartas. Lo habría estropeado todo. – Respiró trabajosamente —. Pero el cerdo se negó a decirme nada, así que le pegué un tiro en la cabeza.
Detrás de él, _____ soltó una exclamación de horror.
— ¿Por qué tardaste un año en empezar a hacerme chantaje? – preguntó Nicholas.
— Fui herido en Waterloo, debido a las armas defectuosas que nos proporcionó tu hermano. Tardé meses en restablecerme. No supe hasta hace poco que el marido de la pute venía de una familia tan adinerada. – Entornó los ojos —. Pero tenía que andarme con cuidado ....... permanecer oculto. Justo cuando me disponía a mandarte la siguiente carta, me enteré de que el bâtard anglais estaba vivo y se había dejado ver en esta parte de Francia. Volví a casa para encontrarlo.
Una imagen de William acudió a la mente de Nicholas, como si lo hubiese visto la noche anterior. Conversaba apresuradamente con Gaspard, embancando cajas llenas de armas en un buque. No estaba traicionando su país, sino arriesgando la vida en pro de la causa inglesa, entregándole a ese demente armas defectuosas. Apretó con fuerza la culata de la pistola.
— Nunca volverás a hacerle daño a nadie, Gaspard. Yo ......
Un quejido interrumpió sus palabras. Al mirar al fondo de la habitación, vio que la niña se rebullía y se ponía a cuatro patas.
Nicholas percibió un movimiento con el rabillo del ojo y se volvió rápidamente hacia Gaspard. Un cuchillo relucía en la mano del francés, cuyos ojos, llenos de odio, estaban clavados en la niña.
— Así que sigues viva ¿eh? – bramó —. Ningún hijo de ese bâtard anglais vivirá para contarlo.
Nicholas oyó un grito ahogado a su espalda. En un abrir y cerrar de ojos, Gaspard tomó impulso con el brazo y arrojó el cuchillo. Era imposible que Nicholas alcanzase a la niña a tiempo de salvarla. Apretó el gatillo y Gaspard se encogió y cayó al suelo.
Nicholas se volvió hacia la niña y se quedó petrificado.
_____ yacía boca abajo, con el cuchillo hundido en la espalda.
.Lu' Anne Lovegood.
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
Capitulo 38!
Un dolor lacerante recorrió el cuerpo de la joven con tal intensidad que le provocó náuseas. Un líquido tibio resbaló por la clavícula y percibió el olor metálico de la sangre. Empezó a sentirse mareada.
“La niña – pensó — ¿Estará bien? ¿Habré reaccionado a tiempo?”
— ¡_____!
La voz de Nicholas sonaba muy lejana. Un instante después sintió que unos brazos fuertes la levantaban en vilo. Abrió los párpados haciendo un gran esfuerzo y vio el rostro de su marido, cuyos ojos grises reflejaban un gran temor.
— Dios santo, _____ – dijo con voz ronca.
Ella tenía que preguntárselo, necesitaba saberlo, pero su lengua era como un trozo de cuero grueso. Tragó saliva y con mucho trabajo logró decir.
— La niña.
— Está viva – aseguró Nicholas, apartándole un mechón de la frente —. La has salvado.
La invadió un gran alivio. La niña estaba bien, gracias a Dios, y Nicholas estaba sano y salvo. Eso era todo lo que le importaba.
Lo miró, desconcertada por su aspecto tan abatido. Debería estar contento: la niña seguía viva.
Y sin embargo, aunque el alivio le aportó cierta paz, a _____ la embargó el arrepentimiento. Pero ya era demasiado tarde . El mareo y el dolor aumentaron, recordándole lo preciosa que es la vida ....., sobre todo cuando está a punto de llegar a su fin y no quedaba tiempo para enmendar los errores. Y su error más grande había sido negarse a darle la vida a su hija ......, la hija de Nicholas. Podrían haber aprovechado al máximo el breve tiempo de que disponían para compartirlo en familia, y ella podría haberlo ayudado a superar la pena. De un modo u otro.
Anhelaba decirle, explicarle, hacerle saber cuánto lo lamentaba, lo mucho que lo quería, pero la lengua le pesaba demasiado para moverla y apenas era capaz de mantener los ojos abiertos.
Quería dormir. Estaba tan cansada ..... El dolor la atenazaba, dejándola sin respiración. Todo le dolía tanto ..... Los párpados se le cerraron y la oscuridad la envolvió.
Nicholas vio que sus ojos se cerraban, y el pánico se adueño de él.
— ¡_____!
Ella permanecía exánime en sus brazos, pálida como la cera.
Tenía que sacarle ese cuchillo como fuera. Ella tenía que sobrevivir. Pero él necesitaba ayuda.
Con un esfuerzo hercúleo, se sobrepuso al terror que sentía ante la posibilidad de perderla y la tendió con todo cuidado boca abajo. Le costaba alejarse de su lado, pero no tenía elección. Cruzó la habitación en dirección a Claudine. La niña acababa de quitarle el trapo de la boca. Mientras hablaban agitadamente entre sí en francés. Nicholas se extrajo la navaja de la bota y cortó las cuerdas con que Gaspard la había atado.
En cuanto tuvo los brazos libres, la mujer estrechó a la criatura contra su pecho.
— Josette, ma petite. Gracias a Dios que estás bien. – Con la niña abrazada a su cuello, Claudine alzó la vista hacia Nicholas —. ¿Está malherida la señora?
— Está viva, pero necesitamos un médico inmediatamente.
Claudine sacudió la cabeza.
— El pueblo queda lejos, pero yo soy buena enfermera. – Se puso de pie y se frotó los brazos entumecidos —. Debemos darnos prisa en ayudarla, para liberar después a William.
— Dios mío, ¿dónde está?
— Encerrado en una leñera que hay en la parte posterior de la propiedad. Sé que está vivo y puede esperar un poco más. Pero su esposa no puede esperar ni un segundo. – Señalando con la cabeza un cubo metálico que estaba cerca de la chimenea, añadió —: Necesitamos agua. Hay un arroyo justo detrás de la casa. ¡Vaya a por agua! Rapidement!
Nicholas recogió el cubo, salió a toda prisa y regresó poco después con el agua. Cuando entró en la cabaña. Claudine estaba acomodando a Josette en un camastro situado en un rincón, al fondo.
Nicholas se acercó a _____ y se puso de rodillas, esforzándose en no dejarse arrastrar por la desesperación. Si ella no se recuperaba ...........
Se negó a considerar esa posibilidad.
Claudine se colocó junto a él y examinó rápidamente a _____. A continuación lo miró a los ojos, muy seria.
— La herida es grave y ha perdido mucha sangre. Cuando extraigamos el cuchillo perderá más.
— No puede morir. – Tal vez si lo decía con convicción, si lo pensaba con convicción, su deseo se haría realidad.
— Espero que no. Pero debemos proceder deprisa. Necesitamos vendas. Quítele la enagua y córtela a tiras. ¡Rápido!
Pugnando por concentrarse en lo que estaba haciendo, Nicholas siguió las concisas instrucciones de Claudine. La mirada se le desviaba hacia el cuchillo hundido en el hombro de _____, y se le revolvió el estómago con una mezcla de miedo y dolorosa impotencia.
— Ahora voy a sacarle el cuchillo – anunció Claudine —. Prepárese para aplicar presión a la herida con las vendas.
Nicholas asintió con la cabeza, con la vista fija en el hombro de _____. En cuanto Claudine extrajo la hoja del arma, él se enfrascó en la difícil tarea de restañar el derrame de sangre. Se concentró en la labor, sin permitir demorarse en el hecho de que la sangre empapaba las vendas casi al instante.
“No morirá”, pensó con fría determinación. Aplicó una venda tras otra al hombro de _____, apretando al máximo para contener la hemorragia hasta que los brazos le temblaban a causa del esfuerzo.
Al fin, después de quince minutos que a él le parecieron horas, el flujo de sangre quedó reducido a un goteo. Nicholas ayudó a Claudine a lavar la herida y a envolver el hombro de _____ con vendas limpias.
— ¿Cuánto tardará en volver en sí?
— No lo sé, monsieur. Sólo puedo rogarle a Dios que eso ocurra.
— Se pondrá bien. Tiene que ponerse bien. – Su voz bajó hasta convertirse en un susurro —. No puedo vivir sin ella.
— Hemos hecho por ella todo lo que estaba en nuestra mano – dijo Claudine —. Ahora debo liberar a William. – Corrió hacia la chimenea y de la tosca repisa de madera tomó una llave —. Bertrand mantenía la llave a la vista para provocarme.
— ¿Debo .....?
— No, monsieur. Usted quédese aquí con su esposa. Le pido que vigile también a Josette. Está dormida.
— Por supuesto.
Ella salió corriendo de la cabaña. Nicholas echó una ojeada a Josette: yacía de costado, con el pulgar en la boquita. Se estremeció al pensar en los horrores que habría presenciado la criatura. Esperaba que con el tiempo pudiera olvidarlos.
Pero sabía que él no los olvidaría.
Se volvió de nuevo hacia _____ y le acarició cariñosamente el rostro y el cabello. Tenía la cara lívida, los labios blancuzcos, los rizos enmarañados y el vestido manchado con su propia sangre. Él habría dado su alma a cambio de verla abrir los ojos.
Nicholas perdió la noción del tiempo. Cada minuto que ella pasaba sumida en la inconsciencia le parecía una eternidad. No tenía idea de cuánto rato había transcurrido cuando de pronto oyó voces. La puerta se abrió y él se puso de pie.
Un hombre entró en la cabaña; un hombre que al momento le resultó extrañamente familiar, pero no del todo. Su rostro presentaba huellas de sufrimiento y cojeaba al andar. Pero los ojos ....., esos ojos grises, tan parecidos a los suyos..... Eran inconfundibles, incluso desde el otro lado de la habitación.
Se miraron atónitos durante un rato interminable, mientras Nicholas pugnaba por recobrar el aliento, por comprender el milagro viviente que tenía ante sí. Aunque había deseado, creído desesperadamente que William estaba vivo, en su mente lógica había pervivido un asomo de duda, que le decía que en realidad no era posible. Pero lo era.
Mudo de emoción, cruzó la habitación hasta detenerse a unos palmos del recién llegado. A Nicholas el corazón le latía tan fuerte que se preguntó si William alcanzaba a oírlo.
Vio que las lágrimas y un montón de preguntas asomaban a los ojos de su hermano.
— Nicholas – susurró éste.
Un sollozo brotó de la garganta de Nicholas. Asintiendo con la cabeza, extendió los brazos y pronunció una sola palabra:
— Hermano.
Un dolor lacerante recorrió el cuerpo de la joven con tal intensidad que le provocó náuseas. Un líquido tibio resbaló por la clavícula y percibió el olor metálico de la sangre. Empezó a sentirse mareada.
“La niña – pensó — ¿Estará bien? ¿Habré reaccionado a tiempo?”
— ¡_____!
La voz de Nicholas sonaba muy lejana. Un instante después sintió que unos brazos fuertes la levantaban en vilo. Abrió los párpados haciendo un gran esfuerzo y vio el rostro de su marido, cuyos ojos grises reflejaban un gran temor.
— Dios santo, _____ – dijo con voz ronca.
Ella tenía que preguntárselo, necesitaba saberlo, pero su lengua era como un trozo de cuero grueso. Tragó saliva y con mucho trabajo logró decir.
— La niña.
— Está viva – aseguró Nicholas, apartándole un mechón de la frente —. La has salvado.
La invadió un gran alivio. La niña estaba bien, gracias a Dios, y Nicholas estaba sano y salvo. Eso era todo lo que le importaba.
Lo miró, desconcertada por su aspecto tan abatido. Debería estar contento: la niña seguía viva.
Y sin embargo, aunque el alivio le aportó cierta paz, a _____ la embargó el arrepentimiento. Pero ya era demasiado tarde . El mareo y el dolor aumentaron, recordándole lo preciosa que es la vida ....., sobre todo cuando está a punto de llegar a su fin y no quedaba tiempo para enmendar los errores. Y su error más grande había sido negarse a darle la vida a su hija ......, la hija de Nicholas. Podrían haber aprovechado al máximo el breve tiempo de que disponían para compartirlo en familia, y ella podría haberlo ayudado a superar la pena. De un modo u otro.
Anhelaba decirle, explicarle, hacerle saber cuánto lo lamentaba, lo mucho que lo quería, pero la lengua le pesaba demasiado para moverla y apenas era capaz de mantener los ojos abiertos.
Quería dormir. Estaba tan cansada ..... El dolor la atenazaba, dejándola sin respiración. Todo le dolía tanto ..... Los párpados se le cerraron y la oscuridad la envolvió.
Nicholas vio que sus ojos se cerraban, y el pánico se adueño de él.
— ¡_____!
Ella permanecía exánime en sus brazos, pálida como la cera.
Tenía que sacarle ese cuchillo como fuera. Ella tenía que sobrevivir. Pero él necesitaba ayuda.
Con un esfuerzo hercúleo, se sobrepuso al terror que sentía ante la posibilidad de perderla y la tendió con todo cuidado boca abajo. Le costaba alejarse de su lado, pero no tenía elección. Cruzó la habitación en dirección a Claudine. La niña acababa de quitarle el trapo de la boca. Mientras hablaban agitadamente entre sí en francés. Nicholas se extrajo la navaja de la bota y cortó las cuerdas con que Gaspard la había atado.
En cuanto tuvo los brazos libres, la mujer estrechó a la criatura contra su pecho.
— Josette, ma petite. Gracias a Dios que estás bien. – Con la niña abrazada a su cuello, Claudine alzó la vista hacia Nicholas —. ¿Está malherida la señora?
— Está viva, pero necesitamos un médico inmediatamente.
Claudine sacudió la cabeza.
— El pueblo queda lejos, pero yo soy buena enfermera. – Se puso de pie y se frotó los brazos entumecidos —. Debemos darnos prisa en ayudarla, para liberar después a William.
— Dios mío, ¿dónde está?
— Encerrado en una leñera que hay en la parte posterior de la propiedad. Sé que está vivo y puede esperar un poco más. Pero su esposa no puede esperar ni un segundo. – Señalando con la cabeza un cubo metálico que estaba cerca de la chimenea, añadió —: Necesitamos agua. Hay un arroyo justo detrás de la casa. ¡Vaya a por agua! Rapidement!
Nicholas recogió el cubo, salió a toda prisa y regresó poco después con el agua. Cuando entró en la cabaña. Claudine estaba acomodando a Josette en un camastro situado en un rincón, al fondo.
Nicholas se acercó a _____ y se puso de rodillas, esforzándose en no dejarse arrastrar por la desesperación. Si ella no se recuperaba ...........
Se negó a considerar esa posibilidad.
Claudine se colocó junto a él y examinó rápidamente a _____. A continuación lo miró a los ojos, muy seria.
— La herida es grave y ha perdido mucha sangre. Cuando extraigamos el cuchillo perderá más.
— No puede morir. – Tal vez si lo decía con convicción, si lo pensaba con convicción, su deseo se haría realidad.
— Espero que no. Pero debemos proceder deprisa. Necesitamos vendas. Quítele la enagua y córtela a tiras. ¡Rápido!
Pugnando por concentrarse en lo que estaba haciendo, Nicholas siguió las concisas instrucciones de Claudine. La mirada se le desviaba hacia el cuchillo hundido en el hombro de _____, y se le revolvió el estómago con una mezcla de miedo y dolorosa impotencia.
— Ahora voy a sacarle el cuchillo – anunció Claudine —. Prepárese para aplicar presión a la herida con las vendas.
Nicholas asintió con la cabeza, con la vista fija en el hombro de _____. En cuanto Claudine extrajo la hoja del arma, él se enfrascó en la difícil tarea de restañar el derrame de sangre. Se concentró en la labor, sin permitir demorarse en el hecho de que la sangre empapaba las vendas casi al instante.
“No morirá”, pensó con fría determinación. Aplicó una venda tras otra al hombro de _____, apretando al máximo para contener la hemorragia hasta que los brazos le temblaban a causa del esfuerzo.
Al fin, después de quince minutos que a él le parecieron horas, el flujo de sangre quedó reducido a un goteo. Nicholas ayudó a Claudine a lavar la herida y a envolver el hombro de _____ con vendas limpias.
— ¿Cuánto tardará en volver en sí?
— No lo sé, monsieur. Sólo puedo rogarle a Dios que eso ocurra.
— Se pondrá bien. Tiene que ponerse bien. – Su voz bajó hasta convertirse en un susurro —. No puedo vivir sin ella.
— Hemos hecho por ella todo lo que estaba en nuestra mano – dijo Claudine —. Ahora debo liberar a William. – Corrió hacia la chimenea y de la tosca repisa de madera tomó una llave —. Bertrand mantenía la llave a la vista para provocarme.
— ¿Debo .....?
— No, monsieur. Usted quédese aquí con su esposa. Le pido que vigile también a Josette. Está dormida.
— Por supuesto.
Ella salió corriendo de la cabaña. Nicholas echó una ojeada a Josette: yacía de costado, con el pulgar en la boquita. Se estremeció al pensar en los horrores que habría presenciado la criatura. Esperaba que con el tiempo pudiera olvidarlos.
Pero sabía que él no los olvidaría.
Se volvió de nuevo hacia _____ y le acarició cariñosamente el rostro y el cabello. Tenía la cara lívida, los labios blancuzcos, los rizos enmarañados y el vestido manchado con su propia sangre. Él habría dado su alma a cambio de verla abrir los ojos.
Nicholas perdió la noción del tiempo. Cada minuto que ella pasaba sumida en la inconsciencia le parecía una eternidad. No tenía idea de cuánto rato había transcurrido cuando de pronto oyó voces. La puerta se abrió y él se puso de pie.
Un hombre entró en la cabaña; un hombre que al momento le resultó extrañamente familiar, pero no del todo. Su rostro presentaba huellas de sufrimiento y cojeaba al andar. Pero los ojos ....., esos ojos grises, tan parecidos a los suyos..... Eran inconfundibles, incluso desde el otro lado de la habitación.
Se miraron atónitos durante un rato interminable, mientras Nicholas pugnaba por recobrar el aliento, por comprender el milagro viviente que tenía ante sí. Aunque había deseado, creído desesperadamente que William estaba vivo, en su mente lógica había pervivido un asomo de duda, que le decía que en realidad no era posible. Pero lo era.
Mudo de emoción, cruzó la habitación hasta detenerse a unos palmos del recién llegado. A Nicholas el corazón le latía tan fuerte que se preguntó si William alcanzaba a oírlo.
Vio que las lágrimas y un montón de preguntas asomaban a los ojos de su hermano.
— Nicholas – susurró éste.
Un sollozo brotó de la garganta de Nicholas. Asintiendo con la cabeza, extendió los brazos y pronunció una sola palabra:
— Hermano.
.Lu' Anne Lovegood.
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
Capitulo 39!
Nicholas arrodillado junto al catre, no despegaba la vista del rostro de _____. Maldición, permanecía tan inquietantemente inmóvil, tan pálida ....
William se había marchado hacía una hora en busca de un médico y del magistrado. ¿Cuándo demonios regresaría? Echó un vistazo al otro lado de la habitación, donde Claudine dormitaba, con Josette entre sus brazos. Estaban agotadas, pero en buen estado. Ojalá hubiese podido decir lo mismo de _____ ......
Le tocó la mejilla con una mano temblorosa. Tenía la piel suave como la seda. Era tan bella .... y valiente. No cabía la menor duda de que le había salvado la vida a Josette.
Dios, la amaba. Con toda su alma. No podía ni quería ya evitarlo. Quería amarla, decírselo, demostrárselo cada día durante el resto de su vida.
— Es lo único que importa – susurró, acariciándole la cara —. Lo que ocurrió entre nosotros antes .... Ya no tiene importancia. Me da igual por qué te casaste conmigo. Me da igual que quisieras ser duquesa, me da igual tener o no tener hijos. Sólo me importas tú. Si lo deseas, adoptaremos niños, tantos como quieras. Docenas de niños .......
La voz se le quebró y tragó saliva, paseando la mirada por el rostro de su mujer.
— Eres tan hermosa – prosiguió trabajosamente debido al nudo que tenía en la garganta —. Dios, te quiero, te quise desde el momento en que te vi salir de los arbustos dando traspiés. Te llevo en el corazón, en el alma. De hecho, eres mi alma. – El corazón le latía con tanta fuerza que el pecho le dolía —. Por favor, abre los ojos. – Agachó la cabeza y colocó su frente contra la de ella —. No me dejes, _____. Por favor, cariño. Por favor. Ni siquiera puedo imaginar lo que sería estar sin ti. No me dejes.
_____ oyó su voz desde muy lejos, como si se encontrara dentro de una cueva. “No me dejes......”
Nicholas. Ese nombre inundó su mente. Luchó por abrir los ojos, pero alguien le había cosido pesados sacos de arena a los párpados. La enorme debilidad que la embargaba contrastaba enormemente con el dolor agudo de su hombro.
Pero tenía que decírselo. Tenía que hacerle saber su arrepentimiento expresarle cuánto lo quería y explicarle que le había dicho todo aquello para protegerlo. Confesarle que la mera idea de abandonarlo le había hecho añicos el corazón. Quería que él lo supiese, pero, Dios santo, no tenía fuerzas para hablar. Su cuerpo, atormentado por el dolor, buscaba la inconsciencia, dejar de sentir.
Haciendo acopio de energía, abrió los párpados a duras penas. Vio el rostro compungido de Nicholas encima de ella, y la sombría expresión de sus ojos le partió el alma. Sus miradas se encontraron y a él se le cortó la respiración.
— ¡_____, estás despierta! – La tomó de la mano y se la llevó a los labios —. Gracias a Dios.
Ella intentó hacer que sus labios resecos articularan las palabras, pero le sobrevino un mareo y la imagen de Nicholas se tornó borrosa y ondulante. Los párpados se le cerraban, no obstante luchó por mantenerlos abiertos, fijos en el rostro de su marido, pues temía que una vez que se le cerraran del todo ya nunca volvería a verlo.
Reuniendo todas sus fuerzas, logró pronunciar la palabra que más ansiaba decir.
— Nicholas.
Aunque su voz apenas era audible, él la entendió y le apretó con suavidad la mano.
— Estoy aquí, cariño. Todo irá bien. Descansa – susurró, y sus dulces palabras la envolvieron como una manta tibia y aterciopelada.
Tenía tantas cosas que decirle ...... Pero estaba agotada, maltrecha. Una punzada le provocó un espasmo, y acto seguido su mareo se agudizó. Pugnó por mantenerse despierta y lúcida, pero su visión periférica comenzaba a ennegrecerse. Un dolor intenso le recorrió todo el cuerpo. Los párpados cada vez le pesaban más, y se dio cuenta de que no podría decírselo todo. Pero había al menos una cosa que él debía saber.
Con la vista fija en él, intentó sonreír, aunque no supo si lo había conseguido o no.
— Te ...... quiero – musitó.
Los ojos se le cerraron. Oyó que él repetía su nombre una y otra vez, suplicante, pero la debilidad y el dolor la estaban venciendo.
Se alejó flotando hacia un lugar donde el dolor no existía.
Nicholas estaba sentado en los escalones que conducían a la entrada de la cabaña, sintiéndose vacío y desgarrado por dentro.
Con la cabeza entre las manos, intentaba no pensar en lo peor, pero era imposible. Se sumió en la desolación.
— Por favor, Dios mío – susurró —, no me digas que la he matado al traerla aquí.
El médico llevaba casi una hora con ella, y cada minuto que pasaba aumentaba un poco más la angustia que sofocaba a Nicholas.
El magistrado había llegado con varios hombres que se habían llevado el cuerpo de Gaspard. Nicholas, William y Claudine habían respondido a sus preguntas. Sirviéndose de ésta como intérprete, Nicholas había explicado que Gaspard le enviaba cartas amenazadoras y que él había contratado a un alguacil de Bow Street pata que lo localizara. Dejó que el magistrado creyese que el alguacil le había indicado el paradero de Gaspard. Cuando el magistrado se hubo marchado, William se dirigió al pueblo a comprar provisiones.
Y _____ aún no había vuelto en sí.
Maldición, si ese médico no salía de ahí pronto él irrumpiría en la cabaña, lo agarraría por el cuello y le obligaría a decir que _____ estaba bien.
La puerta de la casita se abrió y Nicholas se puso en pie de un salto. El doctor y Claudine aparecieron en el umbral.
— ¿Cómo está? – preguntó Nicholas, ansioso, mirando alternativamente a uno y a otro. Sabía que ellos notarían el terror que no podía disimular.
— Descansado – contestó el médico en inglés con un fuerte acento francés.
Nicholas estuvo a punto de desplomarse.
— ¿No se va a ..... morir?
— Al contrario, pronostico que su esposa se recobrará por completo, aunque está débil y la herida le duele mucho ahora. Le he cambiado el vendaje y le he administrado una dosis de láudano.
_____ iba a recobrarse por completo. No iba a morir. Nicholas apoyó la mano en la pared para mantenerse en pie.
— ¿Se ha despertado?
— Sí. Ha preguntado por usted y le he asegurado que estaba aquí fuera. Le he recomendado que se mueva lo menos posible, al menos durante una semana; pero en cuanto tenga ánimos podrá emprender el viaje de regreso a Inglaterra. – El doctor se quitó los quevedos y se los limpió con la manga —. Es una joven excepcional. De naturaleza muy robusta.
Nicholas por poco se echa a reír, cosa que creía que nunca volvería a hacer.
— Sí, en efecto, mi esposa es de lo más robusta. – “Gracias a Dios”, pensó.
— Puede verla ahora – le indicó el médico.
Nicholas no vaciló ni un instante.
Entró en la cabaña y cruzó la habitación, con una flojera incontrolable en las piernas. _____ yacía en la estrecha cama, en un rincón, bien arropada por las mantas.
Se arrodilló a su lado, estudiándole el rostro con ansia. Aunque estaba pálida, su piel ya no tenía aspecto ceroso. Su pecho subía y bajaba al compás de su respiración regular. Él extendió el brazo para apartarle de la frente uno de sus rizos color castaño rojizo. Una mezcla de alivio y cariño lo acometió con tanta fuerza que se quedó sin aliento.
_____, la maravillosa e impredecible _____, se pondría bien. Había dicho que lo quería, y aunque esa declaración sólo hubiera sido fruto de su delirio, Nicholas estaba convencido de que significaba que había buenas perspectivas de sacar adelante su relación. El conseguiría granjearse su amor, de un modo u otro. Por obra de algún milagro, ahora tenían una segunda oportunidad y, costar lo que costase, haría todo cuanto estuviese en su manos para convencerla de que olvidase el pasado y permaneciese a su lado. La quería demasiado y no estaba dispuesto a imaginarse una vida sin ella. _____ le pertenecía, y él dedicaría el resto de su existencia a demostrárselo.
Bajó la cabeza para apoyar la frente sobre las mantas y susurró las dos únicas palabras que pudo pronunciar.
— Te amo.
Esa noche, Nicholas, sentado a la mesa de madera, intentaba calentarse las manos sujetando una taza de té. El fuego que ardía en la chimenea bañaba el interior de la cabaña de una suave claridad.
_____ aún no había despertado, pero su respiración se mantenía regular y no mostraba señales de fiebre. Josette dormía en el camastro del otro rincón, con William y Claudine arrodillados junto a ella, hablando entre sí en voz baja.
Mientras tomaba un sorbo de té, Nicholas observó a Claudine. Era una mujer menuda, muy bonita, de cabello lustroso de un negro azabache y grandes ojos color avellana. Daba la impresión de ser una persona competente y discreta. Nicholas reparó en que tenía callos en las manos y trajinaba por la casa con la agilidad de una mujer acostumbrada a las labores domésticas. Evidentemente no era una dama adinerada ni de alcurnia.
Vio a su hermano acariciar con delicadez la magulladura que Claudine tenía en la mejilla; William tenía los labios tan apretados que habían quedado reducidos a una delgada línea. Claudine le atrapó la mano y le plantó un beso amoroso en la palma. El brillo de amor de sus ojos era inconfundible.
William ayudó a Claudine a tumbarse junto a Josette y, cuando vio que estaba cómoda, él fue a sentarse a la mesa frente a Nicholas.
Éste miró a su hermano, Fijándose en su cojera pronunciada y los cambios que había sufrido su aspecto. Tenía la cara más delgado, y una arrugas profundas le enmarcaban la boca y le surcaban la frente. No vio en ese hombre tan serio el menor rastro del muchacho travieso que había conocido, y se le encogió el corazón al pensar en todas las vicisitudes que sin duda había padecido. Nicholas tenía tanto que decir, tantas preguntas que hacer, que no sabía por dónde empezar. Carraspeó y dijo al fin:
— Josette se te parece mucho.
— Sí, es verdad.
— ¿Cuántos años tiene?
— Dos. – William lo miró directamente a los ojos —. Tu mujer le ha salvado la vida. Siempre estaré en deuda con ella por eso.
— Y tu mujer ha contribuido a salvarle la vida a _____. Siempre estaré en deudo con ella por eso. – Nicholas se inclinó sobre la mesa para apretarle los antebrazos y se sintió gratificado al ver que su hermano correspondía a su gesto —. No puedo creer que esté sentado aquí delante de ti, hablando contigo. No puedo creer que estés vivo. Dios mío, madre, Robert y Caroline se pondrán .......
— ¿Cómo están?
— Bien. Se llevarán una enorme sorpresa ..... y se pondrán eufóricos cuando te vean. – Respiró hondo —. Oí a Gaspard hablar con _____ y yo mismo hablé con él, así que ya sé más o menos lo que ocurrió, pero ¿por qué nos has hecho creer todo este tiempo que estabas muerto?
— No me quedaba otro remedio. No podía arriesgarme a que Gaspard encontrase a Claudine y a Josette. Ponerme en contacto contigo, dar señales de vida, habría entrañado un riesgo para mí y para ellas. Y también habría significado ponerte en peligro a ti y a la familia.
— Unos soldados de tu regimiento declararon haberte visto caer en la batalla.
— Y es verdad que caí. Una bala alcanzó a mi caballo y los dos nos vinimos abajo, pero, a diferencia de muchos otros, mi montura no me aplastó bajo su peso. Después de la batalla de Waterloo reinaba una gran confusión, con Jackson de soldados muertos y heridos desperdigados por doquier. Logré liberarme y deslicé mi reloj bajo el cadáver de un soldado muerto, un soldado que sabía que nadie identificaría.
Dio un apretón a los brazos de Nicholas y luego se reclinó en la silla.
— Volví a casa con Claudine y Josette – prosiguió —. Sabía que Gaspard estaría buscándolas para vengarse de mi traición ..., si es que había sobrevivido. Tuvimos que ocultarnos mientras yo averiguaba si estaba vivo o no. Pronto descubrí que lo estaba
— ¿Cómo conociste a Claudine?
— Me salvó la vida dos años atrás. Me habían clavado una bayoneta en la pierna. Lo siguiente que recuerdo es que cuando recobré el sentido tenía ante mí los ojos más bondadosos y amables que jamás hubiese visto. Ella me explicó que me había encontrado en el bosque, a unos tres kilómetros del escenario de la batalla. Supongo que me arrastré hasta allí, aunque no recuerdo haberlo hecho. Ella me cuidó hasta que me recuperé.
— ¿Por qué ayudó a un soldado británico?
— Me contó que su hermano menor acababa de morir en la guerra y que, aunque yo era inglés, no quería que nadie más sufriera la pérdida de un ser amado ni quería que mi muerte pesara sobre su conciencia. Decidió hacer lo posible por ayudarme a restablecerme, y luego dejarme marchar. – Enlazó las manos sobre la mesa y continuó —: No teníamos la menor intención de enamorarnos, pero ocurrió. Después de dos semanas yo estaba lo bastante repuesto para reincorporarme a mi regimiento, pero no fui capaz de dejarla. Se negaba a casarse conmigo, pues temía que tener una esposa francesa me pondría en peligro, pero yo me empeciné. Viajamos hasta un pueblo que quedaba a varias horas de camino y nos casamos allí.
Después de eso, me establecí en otra localidad, con un nombre, falso. Quería alejarla de Gaspard, cuyo odio enfermizo a los británicos se había convertido en una manía peligrosa después de la muerte de Julien. La necesidad de mantener a Claudine a salvo se volvió aún más crucial para mí cuando supe que estaba embarazada. – Miró durante unos segundos a su mujer e hija, que dormían plácidamente —. Gaspard encontró la iglesia donde nos casamos y salió en mi busca. Quería matarme, y después localizar a Claudine y acabar con ella también. Logré convencerlo de que había abrazado la causa francesa, pues, después de todo, mi esposa lo era. ¿Cómo iba a ser fiel a Inglaterra? Para probarle mi lealtad, le prometí conseguir armas para él y para sus hombres.
— Y eso es lo que estabas haciendo aquella noche en el muelle – dijo Nicholas —. Pero las armas eran defectuosas.
— Sí, salvo las que había colocado encima de todo en cada caja, por si se le ocurría probarlas, cosa que hizo. – Se pasó las manos por la cara —. Cuando te vi allí me entró el pánico. No podía explicarte la situación, ni dejar que Gaspard te viese; nuestra vida estaba en juego.
— Quiero que sepas cuánto me arrepiento del modo en que me comporté ese día, William. Te taché de traidor y renegué de ti como hermano...
— No podías saberlo, Nicholas.
— Habría debido de confiar en ti, saber que tú nunca traicionarías a tu patria.
— Creíste lo que yo quise que creyeras. Podría haberte revelado qué estaba ocurriendo en realidad, pero no quise arriesgarme a que alguien me oyese o te interrogase después. Yo habría dicho cualquier cosa, te juro que cualquier cosa, con tal de proteger a Claudine y a Josette, aunque ello significara fingir ante mi hermano que yo era un traidor.
Nicholas posó la vista en _____. Sí él podía entender que el amor llegase a ser tan profundo.
— Siento que por mi culpa tú, madre, Robert y Caroline pasarais este último año de luto – murmuró William —, pero mientras no me ocupase de Gaspard no podía arriesgarme a regresar con la familia. Al matarlo me has liberado.
Nicholas se estremeció.
— Ese hijo de perra casi acaba con mi mujer – declaró —. Lo mataría de nuevo si pudiera.
— Tu esposa es muy valiente. ¿Lleváis mucho tiempo casados?
— No, pero ella me ha cambiado la vida por completo. – Levantó los ojos hacia William y ambos intercambiaron una mirada de comprensión —. Lo entiendes, ¿verdad?
— Perfectamente. Claudine ha cambiado la mía.
Guardaron silencio durante unos segundos, y entonces Nicholas dijo:
— La noche que conocí a _____ me dijo que estabas vivo. Pero no la creí.
William frunció el entrecejo.
— ¿Cómo demonios sabía que estaba vivo?
Nicholas contempló el catre junto al fuego en el que yacía la mujer que le había robado el corazón y el alma. No tenía intención de restarle mérito a todo lo que _____ había hecho por él y su familia manteniendo en secreto su don de clarividencia ...... Porque eso es lo que era: un don. Se volvió de nuevo hacia William y le contó lo verdaderamente extraordinaria que era su esposa.
Cuando hubo terminado., William sencillamente se quedó mirándolo.
— Eso es increíble.
Una vez más, la mirada de Nicholas se desvió hacia _____.
— Sí, William, la has descrito perfectamente. Mi mujer es increíble.
Y en cuanto ella volviese en sí, él se dedicaría a convencerla de que lo era. Y de que su sitio estaba junto a él.
Nicholas arrodillado junto al catre, no despegaba la vista del rostro de _____. Maldición, permanecía tan inquietantemente inmóvil, tan pálida ....
William se había marchado hacía una hora en busca de un médico y del magistrado. ¿Cuándo demonios regresaría? Echó un vistazo al otro lado de la habitación, donde Claudine dormitaba, con Josette entre sus brazos. Estaban agotadas, pero en buen estado. Ojalá hubiese podido decir lo mismo de _____ ......
Le tocó la mejilla con una mano temblorosa. Tenía la piel suave como la seda. Era tan bella .... y valiente. No cabía la menor duda de que le había salvado la vida a Josette.
Dios, la amaba. Con toda su alma. No podía ni quería ya evitarlo. Quería amarla, decírselo, demostrárselo cada día durante el resto de su vida.
— Es lo único que importa – susurró, acariciándole la cara —. Lo que ocurrió entre nosotros antes .... Ya no tiene importancia. Me da igual por qué te casaste conmigo. Me da igual que quisieras ser duquesa, me da igual tener o no tener hijos. Sólo me importas tú. Si lo deseas, adoptaremos niños, tantos como quieras. Docenas de niños .......
La voz se le quebró y tragó saliva, paseando la mirada por el rostro de su mujer.
— Eres tan hermosa – prosiguió trabajosamente debido al nudo que tenía en la garganta —. Dios, te quiero, te quise desde el momento en que te vi salir de los arbustos dando traspiés. Te llevo en el corazón, en el alma. De hecho, eres mi alma. – El corazón le latía con tanta fuerza que el pecho le dolía —. Por favor, abre los ojos. – Agachó la cabeza y colocó su frente contra la de ella —. No me dejes, _____. Por favor, cariño. Por favor. Ni siquiera puedo imaginar lo que sería estar sin ti. No me dejes.
_____ oyó su voz desde muy lejos, como si se encontrara dentro de una cueva. “No me dejes......”
Nicholas. Ese nombre inundó su mente. Luchó por abrir los ojos, pero alguien le había cosido pesados sacos de arena a los párpados. La enorme debilidad que la embargaba contrastaba enormemente con el dolor agudo de su hombro.
Pero tenía que decírselo. Tenía que hacerle saber su arrepentimiento expresarle cuánto lo quería y explicarle que le había dicho todo aquello para protegerlo. Confesarle que la mera idea de abandonarlo le había hecho añicos el corazón. Quería que él lo supiese, pero, Dios santo, no tenía fuerzas para hablar. Su cuerpo, atormentado por el dolor, buscaba la inconsciencia, dejar de sentir.
Haciendo acopio de energía, abrió los párpados a duras penas. Vio el rostro compungido de Nicholas encima de ella, y la sombría expresión de sus ojos le partió el alma. Sus miradas se encontraron y a él se le cortó la respiración.
— ¡_____, estás despierta! – La tomó de la mano y se la llevó a los labios —. Gracias a Dios.
Ella intentó hacer que sus labios resecos articularan las palabras, pero le sobrevino un mareo y la imagen de Nicholas se tornó borrosa y ondulante. Los párpados se le cerraban, no obstante luchó por mantenerlos abiertos, fijos en el rostro de su marido, pues temía que una vez que se le cerraran del todo ya nunca volvería a verlo.
Reuniendo todas sus fuerzas, logró pronunciar la palabra que más ansiaba decir.
— Nicholas.
Aunque su voz apenas era audible, él la entendió y le apretó con suavidad la mano.
— Estoy aquí, cariño. Todo irá bien. Descansa – susurró, y sus dulces palabras la envolvieron como una manta tibia y aterciopelada.
Tenía tantas cosas que decirle ...... Pero estaba agotada, maltrecha. Una punzada le provocó un espasmo, y acto seguido su mareo se agudizó. Pugnó por mantenerse despierta y lúcida, pero su visión periférica comenzaba a ennegrecerse. Un dolor intenso le recorrió todo el cuerpo. Los párpados cada vez le pesaban más, y se dio cuenta de que no podría decírselo todo. Pero había al menos una cosa que él debía saber.
Con la vista fija en él, intentó sonreír, aunque no supo si lo había conseguido o no.
— Te ...... quiero – musitó.
Los ojos se le cerraron. Oyó que él repetía su nombre una y otra vez, suplicante, pero la debilidad y el dolor la estaban venciendo.
Se alejó flotando hacia un lugar donde el dolor no existía.
Nicholas estaba sentado en los escalones que conducían a la entrada de la cabaña, sintiéndose vacío y desgarrado por dentro.
Con la cabeza entre las manos, intentaba no pensar en lo peor, pero era imposible. Se sumió en la desolación.
— Por favor, Dios mío – susurró —, no me digas que la he matado al traerla aquí.
El médico llevaba casi una hora con ella, y cada minuto que pasaba aumentaba un poco más la angustia que sofocaba a Nicholas.
El magistrado había llegado con varios hombres que se habían llevado el cuerpo de Gaspard. Nicholas, William y Claudine habían respondido a sus preguntas. Sirviéndose de ésta como intérprete, Nicholas había explicado que Gaspard le enviaba cartas amenazadoras y que él había contratado a un alguacil de Bow Street pata que lo localizara. Dejó que el magistrado creyese que el alguacil le había indicado el paradero de Gaspard. Cuando el magistrado se hubo marchado, William se dirigió al pueblo a comprar provisiones.
Y _____ aún no había vuelto en sí.
Maldición, si ese médico no salía de ahí pronto él irrumpiría en la cabaña, lo agarraría por el cuello y le obligaría a decir que _____ estaba bien.
La puerta de la casita se abrió y Nicholas se puso en pie de un salto. El doctor y Claudine aparecieron en el umbral.
— ¿Cómo está? – preguntó Nicholas, ansioso, mirando alternativamente a uno y a otro. Sabía que ellos notarían el terror que no podía disimular.
— Descansado – contestó el médico en inglés con un fuerte acento francés.
Nicholas estuvo a punto de desplomarse.
— ¿No se va a ..... morir?
— Al contrario, pronostico que su esposa se recobrará por completo, aunque está débil y la herida le duele mucho ahora. Le he cambiado el vendaje y le he administrado una dosis de láudano.
_____ iba a recobrarse por completo. No iba a morir. Nicholas apoyó la mano en la pared para mantenerse en pie.
— ¿Se ha despertado?
— Sí. Ha preguntado por usted y le he asegurado que estaba aquí fuera. Le he recomendado que se mueva lo menos posible, al menos durante una semana; pero en cuanto tenga ánimos podrá emprender el viaje de regreso a Inglaterra. – El doctor se quitó los quevedos y se los limpió con la manga —. Es una joven excepcional. De naturaleza muy robusta.
Nicholas por poco se echa a reír, cosa que creía que nunca volvería a hacer.
— Sí, en efecto, mi esposa es de lo más robusta. – “Gracias a Dios”, pensó.
— Puede verla ahora – le indicó el médico.
Nicholas no vaciló ni un instante.
Entró en la cabaña y cruzó la habitación, con una flojera incontrolable en las piernas. _____ yacía en la estrecha cama, en un rincón, bien arropada por las mantas.
Se arrodilló a su lado, estudiándole el rostro con ansia. Aunque estaba pálida, su piel ya no tenía aspecto ceroso. Su pecho subía y bajaba al compás de su respiración regular. Él extendió el brazo para apartarle de la frente uno de sus rizos color castaño rojizo. Una mezcla de alivio y cariño lo acometió con tanta fuerza que se quedó sin aliento.
_____, la maravillosa e impredecible _____, se pondría bien. Había dicho que lo quería, y aunque esa declaración sólo hubiera sido fruto de su delirio, Nicholas estaba convencido de que significaba que había buenas perspectivas de sacar adelante su relación. El conseguiría granjearse su amor, de un modo u otro. Por obra de algún milagro, ahora tenían una segunda oportunidad y, costar lo que costase, haría todo cuanto estuviese en su manos para convencerla de que olvidase el pasado y permaneciese a su lado. La quería demasiado y no estaba dispuesto a imaginarse una vida sin ella. _____ le pertenecía, y él dedicaría el resto de su existencia a demostrárselo.
Bajó la cabeza para apoyar la frente sobre las mantas y susurró las dos únicas palabras que pudo pronunciar.
— Te amo.
Esa noche, Nicholas, sentado a la mesa de madera, intentaba calentarse las manos sujetando una taza de té. El fuego que ardía en la chimenea bañaba el interior de la cabaña de una suave claridad.
_____ aún no había despertado, pero su respiración se mantenía regular y no mostraba señales de fiebre. Josette dormía en el camastro del otro rincón, con William y Claudine arrodillados junto a ella, hablando entre sí en voz baja.
Mientras tomaba un sorbo de té, Nicholas observó a Claudine. Era una mujer menuda, muy bonita, de cabello lustroso de un negro azabache y grandes ojos color avellana. Daba la impresión de ser una persona competente y discreta. Nicholas reparó en que tenía callos en las manos y trajinaba por la casa con la agilidad de una mujer acostumbrada a las labores domésticas. Evidentemente no era una dama adinerada ni de alcurnia.
Vio a su hermano acariciar con delicadez la magulladura que Claudine tenía en la mejilla; William tenía los labios tan apretados que habían quedado reducidos a una delgada línea. Claudine le atrapó la mano y le plantó un beso amoroso en la palma. El brillo de amor de sus ojos era inconfundible.
William ayudó a Claudine a tumbarse junto a Josette y, cuando vio que estaba cómoda, él fue a sentarse a la mesa frente a Nicholas.
Éste miró a su hermano, Fijándose en su cojera pronunciada y los cambios que había sufrido su aspecto. Tenía la cara más delgado, y una arrugas profundas le enmarcaban la boca y le surcaban la frente. No vio en ese hombre tan serio el menor rastro del muchacho travieso que había conocido, y se le encogió el corazón al pensar en todas las vicisitudes que sin duda había padecido. Nicholas tenía tanto que decir, tantas preguntas que hacer, que no sabía por dónde empezar. Carraspeó y dijo al fin:
— Josette se te parece mucho.
— Sí, es verdad.
— ¿Cuántos años tiene?
— Dos. – William lo miró directamente a los ojos —. Tu mujer le ha salvado la vida. Siempre estaré en deuda con ella por eso.
— Y tu mujer ha contribuido a salvarle la vida a _____. Siempre estaré en deudo con ella por eso. – Nicholas se inclinó sobre la mesa para apretarle los antebrazos y se sintió gratificado al ver que su hermano correspondía a su gesto —. No puedo creer que esté sentado aquí delante de ti, hablando contigo. No puedo creer que estés vivo. Dios mío, madre, Robert y Caroline se pondrán .......
— ¿Cómo están?
— Bien. Se llevarán una enorme sorpresa ..... y se pondrán eufóricos cuando te vean. – Respiró hondo —. Oí a Gaspard hablar con _____ y yo mismo hablé con él, así que ya sé más o menos lo que ocurrió, pero ¿por qué nos has hecho creer todo este tiempo que estabas muerto?
— No me quedaba otro remedio. No podía arriesgarme a que Gaspard encontrase a Claudine y a Josette. Ponerme en contacto contigo, dar señales de vida, habría entrañado un riesgo para mí y para ellas. Y también habría significado ponerte en peligro a ti y a la familia.
— Unos soldados de tu regimiento declararon haberte visto caer en la batalla.
— Y es verdad que caí. Una bala alcanzó a mi caballo y los dos nos vinimos abajo, pero, a diferencia de muchos otros, mi montura no me aplastó bajo su peso. Después de la batalla de Waterloo reinaba una gran confusión, con Jackson de soldados muertos y heridos desperdigados por doquier. Logré liberarme y deslicé mi reloj bajo el cadáver de un soldado muerto, un soldado que sabía que nadie identificaría.
Dio un apretón a los brazos de Nicholas y luego se reclinó en la silla.
— Volví a casa con Claudine y Josette – prosiguió —. Sabía que Gaspard estaría buscándolas para vengarse de mi traición ..., si es que había sobrevivido. Tuvimos que ocultarnos mientras yo averiguaba si estaba vivo o no. Pronto descubrí que lo estaba
— ¿Cómo conociste a Claudine?
— Me salvó la vida dos años atrás. Me habían clavado una bayoneta en la pierna. Lo siguiente que recuerdo es que cuando recobré el sentido tenía ante mí los ojos más bondadosos y amables que jamás hubiese visto. Ella me explicó que me había encontrado en el bosque, a unos tres kilómetros del escenario de la batalla. Supongo que me arrastré hasta allí, aunque no recuerdo haberlo hecho. Ella me cuidó hasta que me recuperé.
— ¿Por qué ayudó a un soldado británico?
— Me contó que su hermano menor acababa de morir en la guerra y que, aunque yo era inglés, no quería que nadie más sufriera la pérdida de un ser amado ni quería que mi muerte pesara sobre su conciencia. Decidió hacer lo posible por ayudarme a restablecerme, y luego dejarme marchar. – Enlazó las manos sobre la mesa y continuó —: No teníamos la menor intención de enamorarnos, pero ocurrió. Después de dos semanas yo estaba lo bastante repuesto para reincorporarme a mi regimiento, pero no fui capaz de dejarla. Se negaba a casarse conmigo, pues temía que tener una esposa francesa me pondría en peligro, pero yo me empeciné. Viajamos hasta un pueblo que quedaba a varias horas de camino y nos casamos allí.
Después de eso, me establecí en otra localidad, con un nombre, falso. Quería alejarla de Gaspard, cuyo odio enfermizo a los británicos se había convertido en una manía peligrosa después de la muerte de Julien. La necesidad de mantener a Claudine a salvo se volvió aún más crucial para mí cuando supe que estaba embarazada. – Miró durante unos segundos a su mujer e hija, que dormían plácidamente —. Gaspard encontró la iglesia donde nos casamos y salió en mi busca. Quería matarme, y después localizar a Claudine y acabar con ella también. Logré convencerlo de que había abrazado la causa francesa, pues, después de todo, mi esposa lo era. ¿Cómo iba a ser fiel a Inglaterra? Para probarle mi lealtad, le prometí conseguir armas para él y para sus hombres.
— Y eso es lo que estabas haciendo aquella noche en el muelle – dijo Nicholas —. Pero las armas eran defectuosas.
— Sí, salvo las que había colocado encima de todo en cada caja, por si se le ocurría probarlas, cosa que hizo. – Se pasó las manos por la cara —. Cuando te vi allí me entró el pánico. No podía explicarte la situación, ni dejar que Gaspard te viese; nuestra vida estaba en juego.
— Quiero que sepas cuánto me arrepiento del modo en que me comporté ese día, William. Te taché de traidor y renegué de ti como hermano...
— No podías saberlo, Nicholas.
— Habría debido de confiar en ti, saber que tú nunca traicionarías a tu patria.
— Creíste lo que yo quise que creyeras. Podría haberte revelado qué estaba ocurriendo en realidad, pero no quise arriesgarme a que alguien me oyese o te interrogase después. Yo habría dicho cualquier cosa, te juro que cualquier cosa, con tal de proteger a Claudine y a Josette, aunque ello significara fingir ante mi hermano que yo era un traidor.
Nicholas posó la vista en _____. Sí él podía entender que el amor llegase a ser tan profundo.
— Siento que por mi culpa tú, madre, Robert y Caroline pasarais este último año de luto – murmuró William —, pero mientras no me ocupase de Gaspard no podía arriesgarme a regresar con la familia. Al matarlo me has liberado.
Nicholas se estremeció.
— Ese hijo de perra casi acaba con mi mujer – declaró —. Lo mataría de nuevo si pudiera.
— Tu esposa es muy valiente. ¿Lleváis mucho tiempo casados?
— No, pero ella me ha cambiado la vida por completo. – Levantó los ojos hacia William y ambos intercambiaron una mirada de comprensión —. Lo entiendes, ¿verdad?
— Perfectamente. Claudine ha cambiado la mía.
Guardaron silencio durante unos segundos, y entonces Nicholas dijo:
— La noche que conocí a _____ me dijo que estabas vivo. Pero no la creí.
William frunció el entrecejo.
— ¿Cómo demonios sabía que estaba vivo?
Nicholas contempló el catre junto al fuego en el que yacía la mujer que le había robado el corazón y el alma. No tenía intención de restarle mérito a todo lo que _____ había hecho por él y su familia manteniendo en secreto su don de clarividencia ...... Porque eso es lo que era: un don. Se volvió de nuevo hacia William y le contó lo verdaderamente extraordinaria que era su esposa.
Cuando hubo terminado., William sencillamente se quedó mirándolo.
— Eso es increíble.
Una vez más, la mirada de Nicholas se desvió hacia _____.
— Sí, William, la has descrito perfectamente. Mi mujer es increíble.
Y en cuanto ella volviese en sí, él se dedicaría a convencerla de que lo era. Y de que su sitio estaba junto a él.
.Lu' Anne Lovegood.
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
Capitulo 40!
_____ despertó poco a poco, tomando conciencia de su entorno gradualmente. Sentía una molestias sorda y constante en el hombro, pero eso representaba una gran mejoría respecto al terrible dolor que le abrasaba al principio esa zona. Aspiró a fondo y un delicioso aroma a sabroso guiso inundó sus fosas nasales. De inmediato experimentó un hambre canina.
Abrió los ojos. Unos tenues rayos de sol se colaban en la habitación, iluminando las vigas del techo. Los pájaros trinaban débilmente a lo lejos.
— _____.
Se volvió lentamente en dirección a la voz e hizo un gesto de dolor al notar un tirón en el hombro. Nicholas estaba sentado a su lado, con los codos apoyados en las rodillas y las manos colgando entrelazadas entre las piernas separadas.
No se había afeitado en los últimos días y su barba incipiente le confería el aspecto de un ángel moreno. Su cabello, echado desordenadamente hacia atrás, daba la impresión de que se lo había atusado con los dedos una docena de veces. Ofrecía un aspecto descuidado y cansado, pero al mismo tiempo increíblemente fuerte y sólido.
Y parecía muy preocupado. Con la esperanza de borrar su expresión inquieta, ella esbozó una pequeña sonrisa.
— Nicholas.
Él exhaló un enorme suspiro y cerró los ojos durante un segundo. Teniendo una mano visiblemente temblorosa, le acarició la mejilla con suavidad.
— ¿Cómo te sientes?
_____ reflexionó unos instantes.
— Me duele el hombro. Tengo mucha sed, y ese olor delicioso, sea de lo que fuere, hace que sienta un vacío en el estómago.
Las tensas facciones de Nicholas se relajaron.
— Te traeré algo de comer y de beber, y luego te daré algo de láudano contra el dolor. – Se puso de pie y ella lo siguió con la mirada mientras cruzaba la habitación para verter agua de una jarra metálica en una gruesa taza.
Regreso a su lado y con suma delicadeza la ayudó a incorporarse, colocándole varias almohadas detrás de la espalda. Dios santo, resultaba tan agradable tocarla, aunque sólo fuese para cuidar de ella ...
A continuación, le llevó la taza a los labios. Ella la vació tres veces antes de que la sequedad de su garganta desapareciera.
— ¿Quieres más? – le preguntó Nicholas.
— No, gracias.
— ¿Te apetece un poco de caldo? Claudine lo ha preparado esta mañana.
Aunque ansiaba satisfacer su apetito, ella contestó:
— Más tarde. Primero tengo que hablar contigo. – “Tengo tantas cosas que decirte ...., tantas esperanzas......”, pensó.
— Claro.
Nicholas se sentó en una silla de respaldo recto y ella se preguntó si él habría pasado toda la noche en un asiento tan duro. Sospechaba que sí, pues tenía el aspecto de no haber dormido.
— ¿Cómo está la niña? – preguntó, ansiosa.
— Está bien, _____. Se llama Josette. Está fuera, con Claudine y William.
— ¿William? Entonces, tu hermano está ...
— Está aquí. Vivo. Sano y salvo.
— ¿Y cómo .......?
— Me imagino que tienes muchas preguntas que hacerme, y te contaré todo lo que no sepas, pero primero hay algo que debo decirte.
La Tomó de la mano y la sujetó entre las suyas. Tenía una expresión tan severa, tan intensa, que a _____ se le encogió el corazón de aprensión.
— He tomado una decisión, _____.
— ¿Una decisión?
Nicholas la miró a los ojos y luego sacudió la cabeza.
— Maldición, he esperado tanto a que te recuperases el conocimiento para hablar contigo, pero ahora que ha llegado el momento no encuentro las palabras.
A _____ se le hizo un nudo en la garganta. Sabía muy bien lo difícil que resultaba decirle a alguien que uno no quería seguir casado con él.
Nicholas le soltó las manos y se agachó. Cuando se enderezó, sujetaba un bote abollado.
— Te he traído algo – dijo en voz baja. Introdujo la mano en el bote y sacó una fresa grande, madura y jugosa.
Confundida, ella observó cómo sujetaba la fresa por el rabo.
— ¿Te acuerdas de nuestro viaje a Londres, cuando estábamos recién casados? – preguntó Nicholas, escrutándole los ojos.
_____ asintió con la cabeza, en silencio.
— Me contaste la historia del origen de las fresas, sobre una pareja que era inmensamente feliz hasta que discutieron. La mujer se alejó de su marido y no se detuvo hasta que vio las fresas rojas y apetitosas. Cuando se las comió, recuperó su deseo por él y regresó a su lado. – Le acercó la fresa a los labios —. Quiero que tú vuelvas a mi lado.
A _____ el corazón le latía con fuerza en el pecho. Aturdida, mordió la fruta, y su dulzor le envolvió la lengua de inmediato. Cuando terminó de comerse la fresa, Nicholas depositó el bote en el suelo.
La tomó de nuevo de la mano y le dio un beso caluroso y ferviente en la palma.
— Dios, _____, cuando creí que ibas a morir todo murió dentro de mí. En ese momento me di cuenta de que nada, absolutamente nada me importaba más que tenerte conmigo.
“No puedo dejarte ir – dijo, ella notó su cálido aliento en las yemas de los dedos —, no puedo permitiré que regreses a América. Si te vas, te seguiré hasta allí. No consentiré que nuestro matrimonio sea declarado nulo. Me da igual si no tenemos hijos. Si quieres, podemos adoptar niños, docenas de ellos, si así lo deseas, pero no concebirás el hijo de otro hombre. Y yo no buscaré consuelo en brazos de otra mujer. Si no quieres compartir el lecho conmigo, aceptaré tu decisión. Lo único que me importa es que te quedes conmigo, ¿entiendes?
Ella no habría podido articular una sola palabra con sus labios completamente secos ni aunque le fuera la vida en ello, así que asintió con la cabeza.
— Bien. No quiero oír hablar más sobre disolver nuestro matrimonio. – Clavó en ella una mirada acalorada, intensa y muy seria —. Te quiero – susurró —, con toda el alma. Y quiero estar contigo en las condiciones que sean. Mi corazón te pertenece y siempre te pertenecerá.
Ella lo contempló en silencio, pues lo que acababa de oír la había dejado sin habla. Él la amaba. A pesar de todo, quería que ella siguiese siendo su esposa. Dios santo, estaba dispuesto a renunciar a tanto: un matrimonio de verdad, hijos ..... Por ella. Porque la quería. Las lágrimas asomaron a sus ojos. Comprendía muy bien ese amor tan profundo, esa disposición a renunciar a todo por el ser amado.
Lo comprendía porque era exactamente lo mismo que sentía por él.
— Nicholas – dijo con voz temblorosa —. Quiero que sepas que yo jamás tendría un hijo con otro hombre. Por favor, créeme. No deseaba por nada del mundo romper nuestro matrimonio, pero no podía pedirte que continuaras considerándome tu esposa cuando yo ya no podía compartir tu lecho.
Él se quedó inmóvil.
— ¿Me mentiste?
Ella se estremeció al oír su tono, pero siguió adelante:
— Sí, te mentí. Quería que fueras libre para disfrutar de un matrimonio como el que mereces, con una mujer que pudiese darte hijos. Lo que te dije sobre mi deseo de anular el matrimonio y tener un hijo con otro, sobre mi ambición de ser duquesa, todo eso era mentira. Pero te ruego que entiendas que yo habría dicho absolutamente cualquier cosa para convencerte.
Nicholas tragó saliva compulsivamente antes de decir:
— Esas palabras son prácticamente idénticas a las que William me dijo anoche cuando me habló de proteger a Claudine. –Respiró hondo —. Me estás diciendo que inventaste todo eso para que yo siguiese con mi vida. Sin ti.
— Así es.
— Me mentiste.
Ella asintió con la cabeza.
— Es la única vez que lo he hecho, y te juro por lo que más quieras que jamás lo volveré a hacer.
Durante unos segundos él pareció sentirse aturdido, y luego, poco a poco, una sonrisa se desplegó en su rostro. Una sonrisa arrebatadora que a _____ le cortó la respiración.
— Me mentiste – dijo él otra vez.
— Pareces ....... alegrarte de ello.
— Cariño, dadas las circunstancias, estoy extasiado.
A _____ la invadió un alivio tan intenso que le debilitó todo el cuerpo.
— Hay una cosa más que debo decirte.
Sin duda su semblante estaba tan serio como su tono de voz, porque el destello de buen humor desapareció de los ojos de Nicholas.
— Te escucho – dijo él.
— Cuando creí que iba a morirme y que nunca volvería a verte o a tocarte, sentí un gran pesar. Me arrepentí de haber renunciado a ti, y a nuestra hija. – Alzó la mano y le acarició la barbilla sin afeitar —. No quiero volver a arrepentirme – susurró —. Quiero que formemos un matrimonio de verdad. Quiero tener el bebé, con independencia de las dificultades que tengamos que afrontar juntos.
Nicholas la miró con fijeza.
— _____, ¿estás segura?
Ella asintió con la cabeza y tragó saliva no sin esfuerzo.
— La vida es demasiado breve, demasiado valiosa. Hay una niña preciosa en nuestro futuro, una niña a quien no quiero negar el derecho a existir, aunque su existencia sea muy corta. Tengo fuerzas para soportarlo, porque te quiero y tú me quieres a mí. – Aspiró profundamente y estudió su expresión severa —. ¿Quieres tú lo mismo, Nicholas? ¿Quieres tener esa hija conmigo, aunque sepas que la perderemos? ¿Aunque seas consciente del dolor que nos provocará?
Él le tomó la mano y se la apretó con fuerza.
— Siempre he querido tenerla, aun sabiendo que podríamos perderla. Y te juro por mi alma que haré todo lo posible por evitar que eso ocurra.
— Pero ¿y si ocurre de todas maneras?
— Entonces daré gracias a Dios por el tiempo que haya podido pasar con ella, por los días preciosos durante los cuales hayamos podido disfrutar de su amor.
Cielo santo, a _____ la aterraba contarle los demás detalles de su visión, decirle que en aquellas imágenes lo había visto desesperarse y expresar su sentimiento de culpa. Pero ella tenía que saber la verdad.
— Nicholas ¿y si su muerte fuera el resultado de una acción de uno de los dos?
Él le frotó el dorso de las manos con los pulgares, sin apartar los ojos de los de ella.
— Lo superaremos. Juntos. Siempre. – Se inclinó hacia delante y le rozó los labios con los suyos, en un beso tierno y agridulce —. Nuestro amor es tan fuerte que podremos superar cualquier cosa.
Esta declaración, hecha en voz baja, le encogió el corazón a _____, y sus ojos se arrasaron en lágrimas. Rezó por que Nicholas no se arrepintiese de haber pronunciado esas palabras cuando ella le contase el resto de la visión. Y tenía que decírselo; no sería justo que le ocultase el terrible sufrimiento que le deparaba el destino.
— Nicholas, en la visión aparecías muy abatido. Sentí tu desesperación, tu impotencia, tu culpabilidad. Te oí decir: “Por favor, Dios mío, no me digas que la he matado al traerla aquí” y: “No puedo vivir sin ella.”
Él la miró, desconcertado, con el entrecejo fruncido.
— Pero si son las mismas palabras que pronuncié ayer, cuando pensaba que te morías.
Antes de que ella pudiese contestar, oyeron voces procedentes del exterior.
— William, Claudine y Josette han vuelto – dijo él —. Están deseando conocerte.
Cruzó la habitación y abrió la puerta. La mujer que estaba atada a una silla la última vez que _____ la había visto entró del brazo de un hombre que era innegablemente hermano de Nicholas. _____ sonrió. Sin embargo, antes de que abriera la boca para saludar, la niña apareció en el umbral.
_____ se fijó en la criatura de cabello color ébano y ojos grises.
Y todo su mundo dio un giro de ciento ochenta grados.
_____ despertó poco a poco, tomando conciencia de su entorno gradualmente. Sentía una molestias sorda y constante en el hombro, pero eso representaba una gran mejoría respecto al terrible dolor que le abrasaba al principio esa zona. Aspiró a fondo y un delicioso aroma a sabroso guiso inundó sus fosas nasales. De inmediato experimentó un hambre canina.
Abrió los ojos. Unos tenues rayos de sol se colaban en la habitación, iluminando las vigas del techo. Los pájaros trinaban débilmente a lo lejos.
— _____.
Se volvió lentamente en dirección a la voz e hizo un gesto de dolor al notar un tirón en el hombro. Nicholas estaba sentado a su lado, con los codos apoyados en las rodillas y las manos colgando entrelazadas entre las piernas separadas.
No se había afeitado en los últimos días y su barba incipiente le confería el aspecto de un ángel moreno. Su cabello, echado desordenadamente hacia atrás, daba la impresión de que se lo había atusado con los dedos una docena de veces. Ofrecía un aspecto descuidado y cansado, pero al mismo tiempo increíblemente fuerte y sólido.
Y parecía muy preocupado. Con la esperanza de borrar su expresión inquieta, ella esbozó una pequeña sonrisa.
— Nicholas.
Él exhaló un enorme suspiro y cerró los ojos durante un segundo. Teniendo una mano visiblemente temblorosa, le acarició la mejilla con suavidad.
— ¿Cómo te sientes?
_____ reflexionó unos instantes.
— Me duele el hombro. Tengo mucha sed, y ese olor delicioso, sea de lo que fuere, hace que sienta un vacío en el estómago.
Las tensas facciones de Nicholas se relajaron.
— Te traeré algo de comer y de beber, y luego te daré algo de láudano contra el dolor. – Se puso de pie y ella lo siguió con la mirada mientras cruzaba la habitación para verter agua de una jarra metálica en una gruesa taza.
Regreso a su lado y con suma delicadeza la ayudó a incorporarse, colocándole varias almohadas detrás de la espalda. Dios santo, resultaba tan agradable tocarla, aunque sólo fuese para cuidar de ella ...
A continuación, le llevó la taza a los labios. Ella la vació tres veces antes de que la sequedad de su garganta desapareciera.
— ¿Quieres más? – le preguntó Nicholas.
— No, gracias.
— ¿Te apetece un poco de caldo? Claudine lo ha preparado esta mañana.
Aunque ansiaba satisfacer su apetito, ella contestó:
— Más tarde. Primero tengo que hablar contigo. – “Tengo tantas cosas que decirte ...., tantas esperanzas......”, pensó.
— Claro.
Nicholas se sentó en una silla de respaldo recto y ella se preguntó si él habría pasado toda la noche en un asiento tan duro. Sospechaba que sí, pues tenía el aspecto de no haber dormido.
— ¿Cómo está la niña? – preguntó, ansiosa.
— Está bien, _____. Se llama Josette. Está fuera, con Claudine y William.
— ¿William? Entonces, tu hermano está ...
— Está aquí. Vivo. Sano y salvo.
— ¿Y cómo .......?
— Me imagino que tienes muchas preguntas que hacerme, y te contaré todo lo que no sepas, pero primero hay algo que debo decirte.
La Tomó de la mano y la sujetó entre las suyas. Tenía una expresión tan severa, tan intensa, que a _____ se le encogió el corazón de aprensión.
— He tomado una decisión, _____.
— ¿Una decisión?
Nicholas la miró a los ojos y luego sacudió la cabeza.
— Maldición, he esperado tanto a que te recuperases el conocimiento para hablar contigo, pero ahora que ha llegado el momento no encuentro las palabras.
A _____ se le hizo un nudo en la garganta. Sabía muy bien lo difícil que resultaba decirle a alguien que uno no quería seguir casado con él.
Nicholas le soltó las manos y se agachó. Cuando se enderezó, sujetaba un bote abollado.
— Te he traído algo – dijo en voz baja. Introdujo la mano en el bote y sacó una fresa grande, madura y jugosa.
Confundida, ella observó cómo sujetaba la fresa por el rabo.
— ¿Te acuerdas de nuestro viaje a Londres, cuando estábamos recién casados? – preguntó Nicholas, escrutándole los ojos.
_____ asintió con la cabeza, en silencio.
— Me contaste la historia del origen de las fresas, sobre una pareja que era inmensamente feliz hasta que discutieron. La mujer se alejó de su marido y no se detuvo hasta que vio las fresas rojas y apetitosas. Cuando se las comió, recuperó su deseo por él y regresó a su lado. – Le acercó la fresa a los labios —. Quiero que tú vuelvas a mi lado.
A _____ el corazón le latía con fuerza en el pecho. Aturdida, mordió la fruta, y su dulzor le envolvió la lengua de inmediato. Cuando terminó de comerse la fresa, Nicholas depositó el bote en el suelo.
La tomó de nuevo de la mano y le dio un beso caluroso y ferviente en la palma.
— Dios, _____, cuando creí que ibas a morir todo murió dentro de mí. En ese momento me di cuenta de que nada, absolutamente nada me importaba más que tenerte conmigo.
“No puedo dejarte ir – dijo, ella notó su cálido aliento en las yemas de los dedos —, no puedo permitiré que regreses a América. Si te vas, te seguiré hasta allí. No consentiré que nuestro matrimonio sea declarado nulo. Me da igual si no tenemos hijos. Si quieres, podemos adoptar niños, docenas de ellos, si así lo deseas, pero no concebirás el hijo de otro hombre. Y yo no buscaré consuelo en brazos de otra mujer. Si no quieres compartir el lecho conmigo, aceptaré tu decisión. Lo único que me importa es que te quedes conmigo, ¿entiendes?
Ella no habría podido articular una sola palabra con sus labios completamente secos ni aunque le fuera la vida en ello, así que asintió con la cabeza.
— Bien. No quiero oír hablar más sobre disolver nuestro matrimonio. – Clavó en ella una mirada acalorada, intensa y muy seria —. Te quiero – susurró —, con toda el alma. Y quiero estar contigo en las condiciones que sean. Mi corazón te pertenece y siempre te pertenecerá.
Ella lo contempló en silencio, pues lo que acababa de oír la había dejado sin habla. Él la amaba. A pesar de todo, quería que ella siguiese siendo su esposa. Dios santo, estaba dispuesto a renunciar a tanto: un matrimonio de verdad, hijos ..... Por ella. Porque la quería. Las lágrimas asomaron a sus ojos. Comprendía muy bien ese amor tan profundo, esa disposición a renunciar a todo por el ser amado.
Lo comprendía porque era exactamente lo mismo que sentía por él.
— Nicholas – dijo con voz temblorosa —. Quiero que sepas que yo jamás tendría un hijo con otro hombre. Por favor, créeme. No deseaba por nada del mundo romper nuestro matrimonio, pero no podía pedirte que continuaras considerándome tu esposa cuando yo ya no podía compartir tu lecho.
Él se quedó inmóvil.
— ¿Me mentiste?
Ella se estremeció al oír su tono, pero siguió adelante:
— Sí, te mentí. Quería que fueras libre para disfrutar de un matrimonio como el que mereces, con una mujer que pudiese darte hijos. Lo que te dije sobre mi deseo de anular el matrimonio y tener un hijo con otro, sobre mi ambición de ser duquesa, todo eso era mentira. Pero te ruego que entiendas que yo habría dicho absolutamente cualquier cosa para convencerte.
Nicholas tragó saliva compulsivamente antes de decir:
— Esas palabras son prácticamente idénticas a las que William me dijo anoche cuando me habló de proteger a Claudine. –Respiró hondo —. Me estás diciendo que inventaste todo eso para que yo siguiese con mi vida. Sin ti.
— Así es.
— Me mentiste.
Ella asintió con la cabeza.
— Es la única vez que lo he hecho, y te juro por lo que más quieras que jamás lo volveré a hacer.
Durante unos segundos él pareció sentirse aturdido, y luego, poco a poco, una sonrisa se desplegó en su rostro. Una sonrisa arrebatadora que a _____ le cortó la respiración.
— Me mentiste – dijo él otra vez.
— Pareces ....... alegrarte de ello.
— Cariño, dadas las circunstancias, estoy extasiado.
A _____ la invadió un alivio tan intenso que le debilitó todo el cuerpo.
— Hay una cosa más que debo decirte.
Sin duda su semblante estaba tan serio como su tono de voz, porque el destello de buen humor desapareció de los ojos de Nicholas.
— Te escucho – dijo él.
— Cuando creí que iba a morirme y que nunca volvería a verte o a tocarte, sentí un gran pesar. Me arrepentí de haber renunciado a ti, y a nuestra hija. – Alzó la mano y le acarició la barbilla sin afeitar —. No quiero volver a arrepentirme – susurró —. Quiero que formemos un matrimonio de verdad. Quiero tener el bebé, con independencia de las dificultades que tengamos que afrontar juntos.
Nicholas la miró con fijeza.
— _____, ¿estás segura?
Ella asintió con la cabeza y tragó saliva no sin esfuerzo.
— La vida es demasiado breve, demasiado valiosa. Hay una niña preciosa en nuestro futuro, una niña a quien no quiero negar el derecho a existir, aunque su existencia sea muy corta. Tengo fuerzas para soportarlo, porque te quiero y tú me quieres a mí. – Aspiró profundamente y estudió su expresión severa —. ¿Quieres tú lo mismo, Nicholas? ¿Quieres tener esa hija conmigo, aunque sepas que la perderemos? ¿Aunque seas consciente del dolor que nos provocará?
Él le tomó la mano y se la apretó con fuerza.
— Siempre he querido tenerla, aun sabiendo que podríamos perderla. Y te juro por mi alma que haré todo lo posible por evitar que eso ocurra.
— Pero ¿y si ocurre de todas maneras?
— Entonces daré gracias a Dios por el tiempo que haya podido pasar con ella, por los días preciosos durante los cuales hayamos podido disfrutar de su amor.
Cielo santo, a _____ la aterraba contarle los demás detalles de su visión, decirle que en aquellas imágenes lo había visto desesperarse y expresar su sentimiento de culpa. Pero ella tenía que saber la verdad.
— Nicholas ¿y si su muerte fuera el resultado de una acción de uno de los dos?
Él le frotó el dorso de las manos con los pulgares, sin apartar los ojos de los de ella.
— Lo superaremos. Juntos. Siempre. – Se inclinó hacia delante y le rozó los labios con los suyos, en un beso tierno y agridulce —. Nuestro amor es tan fuerte que podremos superar cualquier cosa.
Esta declaración, hecha en voz baja, le encogió el corazón a _____, y sus ojos se arrasaron en lágrimas. Rezó por que Nicholas no se arrepintiese de haber pronunciado esas palabras cuando ella le contase el resto de la visión. Y tenía que decírselo; no sería justo que le ocultase el terrible sufrimiento que le deparaba el destino.
— Nicholas, en la visión aparecías muy abatido. Sentí tu desesperación, tu impotencia, tu culpabilidad. Te oí decir: “Por favor, Dios mío, no me digas que la he matado al traerla aquí” y: “No puedo vivir sin ella.”
Él la miró, desconcertado, con el entrecejo fruncido.
— Pero si son las mismas palabras que pronuncié ayer, cuando pensaba que te morías.
Antes de que ella pudiese contestar, oyeron voces procedentes del exterior.
— William, Claudine y Josette han vuelto – dijo él —. Están deseando conocerte.
Cruzó la habitación y abrió la puerta. La mujer que estaba atada a una silla la última vez que _____ la había visto entró del brazo de un hombre que era innegablemente hermano de Nicholas. _____ sonrió. Sin embargo, antes de que abriera la boca para saludar, la niña apareció en el umbral.
_____ se fijó en la criatura de cabello color ébano y ojos grises.
Y todo su mundo dio un giro de ciento ochenta grados.
.Lu' Anne Lovegood.
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
Capitulo 41!
Sólo habían pasado dos días desde que Nicholas se había marchado a Francia, y Robert ya sabía que le sería por completo imposible ocuparse de toda la correspondencia de su hermano. Se sentó frente al macizo escritorio de ébano de Nicholas y soltó un quejido al ver el creciente montón de cartas que se apilaban en el centro. Intentar superar sin contratiempos esa época que Nicholas y _____ estaban pasando en el continente iba a resultar una tarea de enormes proporciones.
Alguien llamó a la puerta.
— Adelante – dijo Robert, agradecido por la distracción.
Jackson entró en el estudio.
— ¿Querías hablar conmigo? – preguntó.
— Sí. Hay algo que necesito decirte.
Jackson tomó asiento en la butaca situada enfrente de Robert.
— Te escucho.
— Se trata de Caroline, y no me andaré con rodeos. Mi hermana está enamorada de ti. – Robert se reclinó contra el respaldo y observó a Jackson entrecerrando los ojos —. Me gustaría saber cuáles son tus planes al respecto.
Jackson se quedó muy quieto.
— ¿Caroline te ha dicho que ..... le gusto?
— No, no me lo ha dicho directamente, pero no ha sido capaz de negarlo cuando se lo he preguntado a bocajarro. Cielo santo, Jackson hasta un ciego se daría cuenta de que te quiere. Creo que serías un marido admirable para mi hermana, siempre y cuando, claro está, le profeses algo de afecto.
Jackson se dio unos golpecitos en la barbilla con los dedos, meditando acerca de esas palabras.
— ¿Y si no me apeteciera casarme en estos momentos? – preguntó al final.
— En ese caso, estoy seguro de que Nicholas tomará en consideración a otros pretendientes. – Agitó la mano sobre las cartas que recubrían el escritorio —. Enterrada en esta pila monstruosa hay una nota enviada por Charles Blankenship, en la que da a entender que tiene intención de declararse a Caroline. – Se puso de pie y posó la mano sobre el hombro de Jackson —. Piénsalo Bien, amigo mío – le dijo y, acto seguido, salió de la habitación.
En cuanto se quedó solo. Jackson comenzó a pasearse de un lado a otro del estudio, pasándose los dedos por el pelo. ¡Caroline estaba enamorada de él! Este pensamiento hizo que se detuviese en seco. Recordó cómo la joven se había derretido en sus brazos, buscando sus labios con ansia, y el pulso se le aceleró. Una fina capa de sudor apareció en su frente. ¡Por todos los diablos!
¡No estaba preparado para el matrimonio! Convertirse en un hombre casado, por el amor de Dios ....... Comprometerse de por vida. “Ni hablar. Yo no”. Caroline era adorable, pero había muchas mujeres adorables en el mundo. “Aunque ninguna me hace sentir lo que ella.”
Intentó acallar esas fastidiosas vocecitas interiores que amenazaban con arrebatarle su sagrada soltería, pero no logró expulsarlas de su cabeza. “Caroline me daría unos hijos fuertes y apuestos, y unas hijas hermosas como su madre.”
¿Hijos? Un momento, estaba perdiendo el juicio.
Se acercó a toda prisa a las licoreras, se sirvió una cantidad generosa de brandy y se lo bebió de un trago. Al instante se sintió mejor.
Caroline no estaba realmente enamorada de él, sólo se había encaprichado. Y él se sentía atraído por ella sólo porque era muy distinta de las demás mujeres que conocía. Vaya, lo único que le hacía falta era salir de esa condenada casa y encontrar alguna fémina con la que retozar alegremente. Dejó su copa vacía sobre el escritorio y se encaminó a la puerta.
Justo cuando se dirigía al vestíbulo, oyó que Carters hablaba con alguien.
— Lo siento mucho, lord Blankenship, pero su excelencia está ausente en estos momentos – aseveró el mayordomo con voz monocorde y profunda.
Jackson se detuvo de golpe. Blankenship. Debía de haber venido para pedir la mano de Caroline. Y Robert había dicho que Nicholas tendría en cuenta las ofertas de los pretendientes ....
— Vaya, ¿está seguro? – preguntó lord Blankenship —. Mandé una nota hace varios días en la que le anunciaba mi visita de esta tarde. Sin duda estará esperando mi llegada ......
— Un imprevisto ha obligado al señor duque a ausentarse.
— Yo me ocupo de esto, Carters – intervino Jackson, acercándose a la puerta —. Su excelencia me dejó recado para que se lo transmitiese a lord Blankenship.
Carters hizo una reverencia y dejó a los dos hombres a solas. Jackson se volvió hacia lord Blankenship y le dedicó una sonrisa helada.
— Blankenship
— Es un placer verle, Eddington.
Diez minutos después lord Blankenship ya no opinaba que era un placer ver a Jackson. Restañándose la sangre de la nariz con el pañuelo, lord Blankenship salió del salón dando grandes zancadas. Vio a Caroline en el vestíbulo y pasó junto a ella como un a exhalación sin decirle una palabra. En lugar de esperar a que Carters le abriera la puerta, la abrió él mismo de un tirón, salió y cerró de un portazo.
— ¡Cielo santo! – exclamó Caroline, mirando a Jackson con los ojos desorbitados —. ¿Qué demonios le ocurre a Charles?
— ¡Charles! ¿Lo llamas Charles?
— Sí, claro. ¿Se encuentra bien? Me ha parecido que le sangraba la nariz. – Se asomó a la ventana y vio alejarse el elegante carruaje de lord Blankenship.
— En efecto, le sangraba la nariz – confirmó Jackson con una sonrisa de satisfacción.
— ¿Qué ha pasado?
— Me temo que se ha producido un ligero choque. – Tomó a Caroline del brazo y la condujo por el pasillo, casi arrastrándola.
Ella tuvo que correr para no quedarse atrás.
— ¿Qué clase de choque? ¿Adónde me llevas?
Jackson, lejos de contestar, siguió andando con determinación, sin aflojar el paso hasta que se encontraron en la intimidad del estudio de Nicholas.
— ¡Dios santo, Jackson! – resopló ella cuando por fin se detuvieron. Con los azules ojos echando chispas, se soltó bruscamente de su mano — ¿Qué mosca te ha picado? Me llevas de un lado a otro como un trapo y ......
Sus palabras de indignación se interrumpieron cuando la boca de Jackson la hizo callar con un beso.
Caroline se abandonó en sus brazos, con las rodillas temblorosas, y su enfado se disipó instantáneamente mientras la invadía una oleada de calor. Deslizó las manos por el amplio pecho y los hombros de Jackson y enredó los dedos en su pelo. No sabía por qué él la estaba besando, pero mientras lo hiciera no le importaba la razón.
— Caroline – susurró Jackson en un tono quejumbroso varios minutos más tarde —. Mírame.
Aferrándose a sus hombros para no caerse, abrió los ojos con esfuerzo y lo miró, embobada.
— ¿Por qué me has besado? – preguntó luego con voz trémula.
— Porque me apetecía.
Ella achicó los ojos con repentina suspicacia.
— Te estás comportando de un modo muy extraño. ¿Qué le ha ocurrido a Charles? Has mencionado algo sobre un choque .......
— Sí, se ha producido un choque de lo más desafortunado entre su cara y mi puño.
— ¿Le has pegado un puñetazo a Charles?
Él asintió con la cabeza.
— ¿Qué demonios te impulsó a hacer una cosa así? – preguntó ella, estupefacta.
— El hijo de perra ha salido bien librado – contestó Jackson en un tono amenazador —. Tendría que haberlo retado a duelo.
— ¿Retado a duelo? Pero ¿qué es lo que ha hecho?
— Ha mentido como un bellaco. Ha negado rotundamente haberte besado. En suma, te ha llamado mentirosa. Y, por si fuera poco, ha tenido la desfachatez de interrumpirme mientras yo defendía tu honor y me ha dicho que non era asunto de mi incumbencia.
Caroline tragó saliva.
— De hecho, no es de tu incumbencia.
— Y un cuerno. – Prácticamente le salía humo de las orejas —. No sólo te besó y luego mintió al respecto, sino que ha tenido la osadía de venir hoy a pedir tu mano. Sí, desde luego que habría debido retarlo en duelo. Debió pensarlo dos veces antes de intentar declararse a la dama de otro hombre.
— ¿Charles quería pedir mi mano? – preguntó ella con un hilillo de voz. Luego frunció el entrecejo —. ¿A qué te refieres con eso de que debió pensarlo dos veces antes de declararse a la dama de otro hombre? Yo no soy la dama de nadie.
— Eres mi dama. Creo que siempre lo has sido ...... pero yo estaba demasiado ciego para darme cuenta. – Para gran sorpresa de Caroline, Jackson hincó una rodilla en el suelo y le tomó las manos —. Cásate conmigo, Caroline.
Ella se quedó sin habla. “Dios mío, está borracho”, pensó.
O ....... estaba gastándoles una broma pesada. Se soltó bruscamente y le volvió la espalda. Un sollozo escapó de sus labios.
— ¿Cómo puedes bromear sobre algo así?
Él se puso en pie y la sujetó por los hombros. Le hizo dar la vuelta y la abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su cabello.
— Caroline, cariño, no se trata de una broma. – Le levantó la barbilla con los dedos hasta que sus ojos llorosos lo miraron —. Le he pegado un puñetazo en la nariz a Blankenship porque se atrevió a tocarte. Imaginarte con él o con cualquier otro hombre, me resulta imposible. Simplemente no puedo permitirlo. Te quiero para mí solo. – La contempló fijamente con una expresión solemne —. Te amo, Caroline. Quiero que seas mi esposa. Di que te casarás conmigo.
Ella estudió su rostro serio y apuesto. De no se porque él la sostenía en sus brazos, se habría desplomado como un saco.
— Me casaré contigo – dijo en voz baja.
— Gracias a Dios.
Agachó la cabeza para besarla, pero ella echó la cabeza hacia atrás.
— Eh ...... Jackson .......
Él le besó el cuello.
— ¿Sí?
— Ahora que has pedido mi mano y he aceptado, no irás a desdecirte, ¿verdad?
— Nunca – aseguró él con la boca pegada a su cuello. De pronto se quedó inmóvil. Alzó la cabeza y la miró con perplejidad —. ¿Por qué lo preguntas?
Ella se mordió el labio inferior.
— Pues ......
— ¿Pues qué?
Ella aspiró a fondo y luego soltó rápidamente:
— Charles Blankenship nunca me ha besado.
Jackson se quedó mirándola durante un buen rato.
— ¿Nunca te ha besado?
Ella negó con la cabeza.
— No.
— ¿O sea que tú ...?
— Me lo inventé. Para ponerte celoso. – Alzó la vista hacia él. Aguardando su reacción. “Por favor, Dios, no hagas que me arrepienta – rezó en su fuero interno —. Le he contado la verdad. No quería que hubieses una mentira entre nosotros.”
Él arrugó el ceño.
— Pues dio resultado.
— ¿En serio? ¿Te pusiste celoso?
— Quería matar al pobre desgraciado. Ahora supongo que lo dejaré vivir ...... siempre y cuando no vuelva a acercarse a ti.
— Después del puñetazo en la nariz, estoy segura de que no lo hará. – Le posó las palmas sobre el pecho —. ¿Estás enfadado?
Jackson la atrajo hacía sí y le tomó la cara entre las manos.
— ¿Enfadado? En absoluto. Has aceptado mi proposición. Y ahora, si dejas de parlotear durante un rato, podré besarte y seré un hombre muy feliz.
— No diré una palabra más.
— Excelente. Pero antes de que dejes de hablar, podrías decirme que me quieres.
— Te quiero – musitó, poniéndose de puntillas y apretándose contra él.
Jackson emitió un quejido.
— Espero que no me inflijas un noviazgo demasiado largo.
Exhalando un suspiro de satisfacción, Caroline le echó los brazos al cuello.
— En absoluto. Por si no lo habías notado, mi familia es aficionada a las bodas precipitadas.
Sólo habían pasado dos días desde que Nicholas se había marchado a Francia, y Robert ya sabía que le sería por completo imposible ocuparse de toda la correspondencia de su hermano. Se sentó frente al macizo escritorio de ébano de Nicholas y soltó un quejido al ver el creciente montón de cartas que se apilaban en el centro. Intentar superar sin contratiempos esa época que Nicholas y _____ estaban pasando en el continente iba a resultar una tarea de enormes proporciones.
Alguien llamó a la puerta.
— Adelante – dijo Robert, agradecido por la distracción.
Jackson entró en el estudio.
— ¿Querías hablar conmigo? – preguntó.
— Sí. Hay algo que necesito decirte.
Jackson tomó asiento en la butaca situada enfrente de Robert.
— Te escucho.
— Se trata de Caroline, y no me andaré con rodeos. Mi hermana está enamorada de ti. – Robert se reclinó contra el respaldo y observó a Jackson entrecerrando los ojos —. Me gustaría saber cuáles son tus planes al respecto.
Jackson se quedó muy quieto.
— ¿Caroline te ha dicho que ..... le gusto?
— No, no me lo ha dicho directamente, pero no ha sido capaz de negarlo cuando se lo he preguntado a bocajarro. Cielo santo, Jackson hasta un ciego se daría cuenta de que te quiere. Creo que serías un marido admirable para mi hermana, siempre y cuando, claro está, le profeses algo de afecto.
Jackson se dio unos golpecitos en la barbilla con los dedos, meditando acerca de esas palabras.
— ¿Y si no me apeteciera casarme en estos momentos? – preguntó al final.
— En ese caso, estoy seguro de que Nicholas tomará en consideración a otros pretendientes. – Agitó la mano sobre las cartas que recubrían el escritorio —. Enterrada en esta pila monstruosa hay una nota enviada por Charles Blankenship, en la que da a entender que tiene intención de declararse a Caroline. – Se puso de pie y posó la mano sobre el hombro de Jackson —. Piénsalo Bien, amigo mío – le dijo y, acto seguido, salió de la habitación.
En cuanto se quedó solo. Jackson comenzó a pasearse de un lado a otro del estudio, pasándose los dedos por el pelo. ¡Caroline estaba enamorada de él! Este pensamiento hizo que se detuviese en seco. Recordó cómo la joven se había derretido en sus brazos, buscando sus labios con ansia, y el pulso se le aceleró. Una fina capa de sudor apareció en su frente. ¡Por todos los diablos!
¡No estaba preparado para el matrimonio! Convertirse en un hombre casado, por el amor de Dios ....... Comprometerse de por vida. “Ni hablar. Yo no”. Caroline era adorable, pero había muchas mujeres adorables en el mundo. “Aunque ninguna me hace sentir lo que ella.”
Intentó acallar esas fastidiosas vocecitas interiores que amenazaban con arrebatarle su sagrada soltería, pero no logró expulsarlas de su cabeza. “Caroline me daría unos hijos fuertes y apuestos, y unas hijas hermosas como su madre.”
¿Hijos? Un momento, estaba perdiendo el juicio.
Se acercó a toda prisa a las licoreras, se sirvió una cantidad generosa de brandy y se lo bebió de un trago. Al instante se sintió mejor.
Caroline no estaba realmente enamorada de él, sólo se había encaprichado. Y él se sentía atraído por ella sólo porque era muy distinta de las demás mujeres que conocía. Vaya, lo único que le hacía falta era salir de esa condenada casa y encontrar alguna fémina con la que retozar alegremente. Dejó su copa vacía sobre el escritorio y se encaminó a la puerta.
Justo cuando se dirigía al vestíbulo, oyó que Carters hablaba con alguien.
— Lo siento mucho, lord Blankenship, pero su excelencia está ausente en estos momentos – aseveró el mayordomo con voz monocorde y profunda.
Jackson se detuvo de golpe. Blankenship. Debía de haber venido para pedir la mano de Caroline. Y Robert había dicho que Nicholas tendría en cuenta las ofertas de los pretendientes ....
— Vaya, ¿está seguro? – preguntó lord Blankenship —. Mandé una nota hace varios días en la que le anunciaba mi visita de esta tarde. Sin duda estará esperando mi llegada ......
— Un imprevisto ha obligado al señor duque a ausentarse.
— Yo me ocupo de esto, Carters – intervino Jackson, acercándose a la puerta —. Su excelencia me dejó recado para que se lo transmitiese a lord Blankenship.
Carters hizo una reverencia y dejó a los dos hombres a solas. Jackson se volvió hacia lord Blankenship y le dedicó una sonrisa helada.
— Blankenship
— Es un placer verle, Eddington.
Diez minutos después lord Blankenship ya no opinaba que era un placer ver a Jackson. Restañándose la sangre de la nariz con el pañuelo, lord Blankenship salió del salón dando grandes zancadas. Vio a Caroline en el vestíbulo y pasó junto a ella como un a exhalación sin decirle una palabra. En lugar de esperar a que Carters le abriera la puerta, la abrió él mismo de un tirón, salió y cerró de un portazo.
— ¡Cielo santo! – exclamó Caroline, mirando a Jackson con los ojos desorbitados —. ¿Qué demonios le ocurre a Charles?
— ¡Charles! ¿Lo llamas Charles?
— Sí, claro. ¿Se encuentra bien? Me ha parecido que le sangraba la nariz. – Se asomó a la ventana y vio alejarse el elegante carruaje de lord Blankenship.
— En efecto, le sangraba la nariz – confirmó Jackson con una sonrisa de satisfacción.
— ¿Qué ha pasado?
— Me temo que se ha producido un ligero choque. – Tomó a Caroline del brazo y la condujo por el pasillo, casi arrastrándola.
Ella tuvo que correr para no quedarse atrás.
— ¿Qué clase de choque? ¿Adónde me llevas?
Jackson, lejos de contestar, siguió andando con determinación, sin aflojar el paso hasta que se encontraron en la intimidad del estudio de Nicholas.
— ¡Dios santo, Jackson! – resopló ella cuando por fin se detuvieron. Con los azules ojos echando chispas, se soltó bruscamente de su mano — ¿Qué mosca te ha picado? Me llevas de un lado a otro como un trapo y ......
Sus palabras de indignación se interrumpieron cuando la boca de Jackson la hizo callar con un beso.
Caroline se abandonó en sus brazos, con las rodillas temblorosas, y su enfado se disipó instantáneamente mientras la invadía una oleada de calor. Deslizó las manos por el amplio pecho y los hombros de Jackson y enredó los dedos en su pelo. No sabía por qué él la estaba besando, pero mientras lo hiciera no le importaba la razón.
— Caroline – susurró Jackson en un tono quejumbroso varios minutos más tarde —. Mírame.
Aferrándose a sus hombros para no caerse, abrió los ojos con esfuerzo y lo miró, embobada.
— ¿Por qué me has besado? – preguntó luego con voz trémula.
— Porque me apetecía.
Ella achicó los ojos con repentina suspicacia.
— Te estás comportando de un modo muy extraño. ¿Qué le ha ocurrido a Charles? Has mencionado algo sobre un choque .......
— Sí, se ha producido un choque de lo más desafortunado entre su cara y mi puño.
— ¿Le has pegado un puñetazo a Charles?
Él asintió con la cabeza.
— ¿Qué demonios te impulsó a hacer una cosa así? – preguntó ella, estupefacta.
— El hijo de perra ha salido bien librado – contestó Jackson en un tono amenazador —. Tendría que haberlo retado a duelo.
— ¿Retado a duelo? Pero ¿qué es lo que ha hecho?
— Ha mentido como un bellaco. Ha negado rotundamente haberte besado. En suma, te ha llamado mentirosa. Y, por si fuera poco, ha tenido la desfachatez de interrumpirme mientras yo defendía tu honor y me ha dicho que non era asunto de mi incumbencia.
Caroline tragó saliva.
— De hecho, no es de tu incumbencia.
— Y un cuerno. – Prácticamente le salía humo de las orejas —. No sólo te besó y luego mintió al respecto, sino que ha tenido la osadía de venir hoy a pedir tu mano. Sí, desde luego que habría debido retarlo en duelo. Debió pensarlo dos veces antes de intentar declararse a la dama de otro hombre.
— ¿Charles quería pedir mi mano? – preguntó ella con un hilillo de voz. Luego frunció el entrecejo —. ¿A qué te refieres con eso de que debió pensarlo dos veces antes de declararse a la dama de otro hombre? Yo no soy la dama de nadie.
— Eres mi dama. Creo que siempre lo has sido ...... pero yo estaba demasiado ciego para darme cuenta. – Para gran sorpresa de Caroline, Jackson hincó una rodilla en el suelo y le tomó las manos —. Cásate conmigo, Caroline.
Ella se quedó sin habla. “Dios mío, está borracho”, pensó.
O ....... estaba gastándoles una broma pesada. Se soltó bruscamente y le volvió la espalda. Un sollozo escapó de sus labios.
— ¿Cómo puedes bromear sobre algo así?
Él se puso en pie y la sujetó por los hombros. Le hizo dar la vuelta y la abrazó con fuerza, hundiendo el rostro en su cabello.
— Caroline, cariño, no se trata de una broma. – Le levantó la barbilla con los dedos hasta que sus ojos llorosos lo miraron —. Le he pegado un puñetazo en la nariz a Blankenship porque se atrevió a tocarte. Imaginarte con él o con cualquier otro hombre, me resulta imposible. Simplemente no puedo permitirlo. Te quiero para mí solo. – La contempló fijamente con una expresión solemne —. Te amo, Caroline. Quiero que seas mi esposa. Di que te casarás conmigo.
Ella estudió su rostro serio y apuesto. De no se porque él la sostenía en sus brazos, se habría desplomado como un saco.
— Me casaré contigo – dijo en voz baja.
— Gracias a Dios.
Agachó la cabeza para besarla, pero ella echó la cabeza hacia atrás.
— Eh ...... Jackson .......
Él le besó el cuello.
— ¿Sí?
— Ahora que has pedido mi mano y he aceptado, no irás a desdecirte, ¿verdad?
— Nunca – aseguró él con la boca pegada a su cuello. De pronto se quedó inmóvil. Alzó la cabeza y la miró con perplejidad —. ¿Por qué lo preguntas?
Ella se mordió el labio inferior.
— Pues ......
— ¿Pues qué?
Ella aspiró a fondo y luego soltó rápidamente:
— Charles Blankenship nunca me ha besado.
Jackson se quedó mirándola durante un buen rato.
— ¿Nunca te ha besado?
Ella negó con la cabeza.
— No.
— ¿O sea que tú ...?
— Me lo inventé. Para ponerte celoso. – Alzó la vista hacia él. Aguardando su reacción. “Por favor, Dios, no hagas que me arrepienta – rezó en su fuero interno —. Le he contado la verdad. No quería que hubieses una mentira entre nosotros.”
Él arrugó el ceño.
— Pues dio resultado.
— ¿En serio? ¿Te pusiste celoso?
— Quería matar al pobre desgraciado. Ahora supongo que lo dejaré vivir ...... siempre y cuando no vuelva a acercarse a ti.
— Después del puñetazo en la nariz, estoy segura de que no lo hará. – Le posó las palmas sobre el pecho —. ¿Estás enfadado?
Jackson la atrajo hacía sí y le tomó la cara entre las manos.
— ¿Enfadado? En absoluto. Has aceptado mi proposición. Y ahora, si dejas de parlotear durante un rato, podré besarte y seré un hombre muy feliz.
— No diré una palabra más.
— Excelente. Pero antes de que dejes de hablar, podrías decirme que me quieres.
— Te quiero – musitó, poniéndose de puntillas y apretándose contra él.
Jackson emitió un quejido.
— Espero que no me inflijas un noviazgo demasiado largo.
Exhalando un suspiro de satisfacción, Caroline le echó los brazos al cuello.
— En absoluto. Por si no lo habías notado, mi familia es aficionada a las bodas precipitadas.
.Lu' Anne Lovegood.
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
Capitulo 42!!
_____ contempló a la niña. Intentó respirar, pero era como si la habitación se hubieses quedado sin aire. Su mente registró de inmediato el cabello negro, los ojos grises y la edad de la criatura, y entonces la reconoció.
Era la niña que aparecía en su visión.
Lo comprendió todo tan de repente que se sintió mareada. Claudine era la madre de la niña, lo que significaba que William ....., William era el padre, y no Nicholas.
La criatura en peligro era esa niña, Josette. No la hija de _____. Y ella la había salvado. “Las palabras que Nicholas pronunciaba en mi visión, su abatimiento ..... – pensó se debía a que creía que me había perdido a mí.”
William y Claudine le sonrieron, y, tirando suavemente de la mano de la niña, se acercaron a _____.
— Nos alegramos mucho de que hayas despertado – dijo William —. Tenemos tantas cosas de que hablar y, lo que es más importante, queremos agradecerte que hayas salvador la vida de nuestra hija Josette.
Aturdida, _____ tendió la mano. Josette la estrechó tímidamente con sus deditos. Al instante, _____ se sintió llena de dicha. Esa criatura no irradiaba más que alegría. Nada de peligro ni de muerte. La amenaza había pasado. El alivio que la invadió la dejó muy débil.
Nicholas se arrodilló junto a la cama.
— ¿Estás bien, _____? Estás muy pálida.
Ella apartó la vista de la pequeña y lo miró a él. Con gran esfuerzo, logró hacer una inspiración entrecortada y se humedeció los labios resecos. Extendió los brazos y lo tomó de las manos.
— Nicholas, Josette es ..... es la niña de mi visión.
Durante unos instantes él se limitó a mirarla.
— ¿O sea que la niña que viste morir ....? – preguntó por fin en voz baja.
— Era Josette. Pero no ha muerto. La salvamos. Y era la hija de William, no la nuestra – dijo con los ojos llorosos —. No la nuestra.
— ¿No era nuestra hija? – repitió él con expresión confundida. Pero entonces frunció el entrecejo y bajó más aún el tono —. ¿Quieres decir que Josette corre peligro?
— No. El peligro ha pasado. Josette está bien.
— Ella está bien, pero ¿corre peligro nuestro hijo?
— En absoluto.
Nicholas cerró los párpados un momento y luego se acercó las manos de _____ a los labios.
— Dios mío. – Tragó saliva de manera audible —. ¿Significa eso lo que creo que significa?
— Significa que somos libres. Libres para amarnos y concebir hijos sin que esa amenaza horrible penda sobre nuestras cabezas.
— _____ ..... – Se inclinó hacia delante y la besó con ávida ternura.
Ella le apretó la mano, y un torrente de imágenes acudió a su mente. Intentó ahuyentarlas, temerosa de ver algo malo, algo que estropease ese momento. Pero el cuadro que cobró forma en su mente la dejó sin aliento.
Con claridad cristalina se vio a sí misma y a Nicholas juntos en un prado cubierto de flores silvestres, declarándose su amor mutuo con la mirada. Él le tendía la mano. Te quiero, _____.
La imagen se difuminó, dejando tras de sí una estela de bienestar que maravilló a _____.
Nicholas se inclinó hacia delante en la silla y estudió su rostro.
— ¿Qué has visto?
— A ti y a mí .... Era una visión de amor. Y de felicidad.
— Felicidad.
— Sí. – Una sonrisa jubilosa le brotó del corazón —. Es una palabra que usamos en América para referirnos a la dicha celestial.
Él se llevó las manos de ella a los labios.
— También es una palabra que usamos en Inglaterra para decir “tú y yo amándonos para el resto de nuestra vida.”
Ella lo miró a los ojos y supo de inmediato que tenía razón.
_____ contempló a la niña. Intentó respirar, pero era como si la habitación se hubieses quedado sin aire. Su mente registró de inmediato el cabello negro, los ojos grises y la edad de la criatura, y entonces la reconoció.
Era la niña que aparecía en su visión.
Lo comprendió todo tan de repente que se sintió mareada. Claudine era la madre de la niña, lo que significaba que William ....., William era el padre, y no Nicholas.
La criatura en peligro era esa niña, Josette. No la hija de _____. Y ella la había salvado. “Las palabras que Nicholas pronunciaba en mi visión, su abatimiento ..... – pensó se debía a que creía que me había perdido a mí.”
William y Claudine le sonrieron, y, tirando suavemente de la mano de la niña, se acercaron a _____.
— Nos alegramos mucho de que hayas despertado – dijo William —. Tenemos tantas cosas de que hablar y, lo que es más importante, queremos agradecerte que hayas salvador la vida de nuestra hija Josette.
Aturdida, _____ tendió la mano. Josette la estrechó tímidamente con sus deditos. Al instante, _____ se sintió llena de dicha. Esa criatura no irradiaba más que alegría. Nada de peligro ni de muerte. La amenaza había pasado. El alivio que la invadió la dejó muy débil.
Nicholas se arrodilló junto a la cama.
— ¿Estás bien, _____? Estás muy pálida.
Ella apartó la vista de la pequeña y lo miró a él. Con gran esfuerzo, logró hacer una inspiración entrecortada y se humedeció los labios resecos. Extendió los brazos y lo tomó de las manos.
— Nicholas, Josette es ..... es la niña de mi visión.
Durante unos instantes él se limitó a mirarla.
— ¿O sea que la niña que viste morir ....? – preguntó por fin en voz baja.
— Era Josette. Pero no ha muerto. La salvamos. Y era la hija de William, no la nuestra – dijo con los ojos llorosos —. No la nuestra.
— ¿No era nuestra hija? – repitió él con expresión confundida. Pero entonces frunció el entrecejo y bajó más aún el tono —. ¿Quieres decir que Josette corre peligro?
— No. El peligro ha pasado. Josette está bien.
— Ella está bien, pero ¿corre peligro nuestro hijo?
— En absoluto.
Nicholas cerró los párpados un momento y luego se acercó las manos de _____ a los labios.
— Dios mío. – Tragó saliva de manera audible —. ¿Significa eso lo que creo que significa?
— Significa que somos libres. Libres para amarnos y concebir hijos sin que esa amenaza horrible penda sobre nuestras cabezas.
— _____ ..... – Se inclinó hacia delante y la besó con ávida ternura.
Ella le apretó la mano, y un torrente de imágenes acudió a su mente. Intentó ahuyentarlas, temerosa de ver algo malo, algo que estropease ese momento. Pero el cuadro que cobró forma en su mente la dejó sin aliento.
Con claridad cristalina se vio a sí misma y a Nicholas juntos en un prado cubierto de flores silvestres, declarándose su amor mutuo con la mirada. Él le tendía la mano. Te quiero, _____.
La imagen se difuminó, dejando tras de sí una estela de bienestar que maravilló a _____.
Nicholas se inclinó hacia delante en la silla y estudió su rostro.
— ¿Qué has visto?
— A ti y a mí .... Era una visión de amor. Y de felicidad.
— Felicidad.
— Sí. – Una sonrisa jubilosa le brotó del corazón —. Es una palabra que usamos en América para referirnos a la dicha celestial.
Él se llevó las manos de ella a los labios.
— También es una palabra que usamos en Inglaterra para decir “tú y yo amándonos para el resto de nuestra vida.”
Ella lo miró a los ojos y supo de inmediato que tenía razón.
.Lu' Anne Lovegood.
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
EPILOGO!!
Nicholas iba y venía por el salón, pasándose los dedos por el cabello. El médico llevaba más de una hora con _____. ¿Cuánto rato necesitaba para quitarle el vendaje del hombro y determinar si la herida se había cerrado del todo? Habían vuelto a casa hacía un mes. Sin duda era tiempo más que suficiente para que se curase por completo.
Unas risas lo arrancaron de su ensimismamiento. Se acercó a la ventana: toda la familia, menos Caroline y Jackson, que estaban de viaje de novios en Brighton, estaba sentada en torno a la mesa redonda de la terraza. Su madre miraba con una sonrisa radiante a William, que hacía saltar sobre sus rodillas a una Josette muy divertida. Claudine y lady Penbroke conversaban animadamente, mientras Robert intentaba sacar de su taza de té la punta de la boa que esta última llevaba al cuello. Debajo de la mesa, Diantre y sus numerosos hermanos jugaban con el cachorrito blanco que Nicholas había adquirido hacía poco. Tuvo que recorrer casi toda Inglaterra en busca de un perro idéntico al bosquejo de Parche que _____ había dibujado, pero al final lo consiguió.
_____ se había echado a reír y a llorar a la vez cuando él le había depositado el peludo animalito en los brazos. El brillo de gozo en los ojos de su esposa lo había conmovido ..... y le había tocado esa fibra a la que sólo ella tenía acceso.
Alguien llamó a la puerta.
— Adelante – dijo, apartando su mirada de la ventana.
_____ entró en el salón, y él fue a su encuentro rápidamente.
— ¿Cómo te encuentras?
— El médico ha dicho que estoy bien – respondió con una sonrisa.
Un enorme suspiro de alivio salió de sus pulmones.
— Gracias Dios. – La atrajo hacia sí y le dio un beso en la frente. Al apartarse ligeramente se percató de que ella sostenía una carta en la mano —. ¿Es de Caroline?
— No, es de mi amiga de Estados Unidos, Alberta.
— ¿La joven a la que advertiste que no se casara?
— Sí. Por desgracia, mis premoniciones se cumplieron. – Fijó en él una mirada triste —. David le fue infiel. Murió en un duelo a manos del marido de su amante.
— Cuánto lo siento, _____.
— Yo también. En su carta Alberta me suplica que la perdone, y lo haré con gusto, además de enviarle una invitación para que nos visite.
El sonido de risa atrajo su atención, y los dos se acercaron a la ventana. Nicholas vio que _____ sonreía cuando Robert, al reparar en ellos desde la terraza, los saludó con la mano. Ella le devolvió el saludo y luego se quedó quieta, mirando alternadamente la carta que sostenía y el rostro alegre de Nicholas.
— Oh, no – dijo Nicholas —. ¿Qué estás viendo ahora?
Ella titubeó y una sonrisa jugueteó en sus labios.
— Sólo estaba pensando que le escribiré a Alberta hoy mismo. Creo que un viaje a Inglaterra es justo lo que necesita. Y, bueno, tal vez a Robert también le parezca buena idea.
Nicholas captó de inmediato la intención de sus palabras y se le escapó una sonrisa.
— Entiendo. ¿Debo poner a mi querido hermano sobre aviso?
— Oh, no creo que eso sirva para nada – dijo ella, y aparecieron sus hoyuelos a cada lado de la boca. Se guardó la carta en el bolsillo y luego respiró hondo —. No te he contado todo lo que ha dicho él médico, Nicholas.
La sonrisa se borró al instante de la cara de su marido.
— Pero si has dicho que estás bien ......
— Y lo estoy. Soy de naturaleza robusta, ¿recuerdas? Puedo volver a mis actividades normales, pero me ha advertido que no realice tareas demasiado pesadas, dado mi estado delicado.
— ¿Delicado?
Ella asintió con la cabeza, con un destello de alegría en los ojos.
— Sí, es una palabra que usamos en América para decir: “Voy a tener un hijo.”
El corazón de Nicholas dejó de latir un momento, y luego comenzó a palpitar aceleradamente. Iba a tener un hijo. El hijo de los dos. Cerró los ojos, absorbiendo la dicha, saboreando el milagro.
— Dame la mano – susurró ella.
Nicholas se la tendió. Ella la tomó entre las suyas y se la puso contra su vientre, apretándola con suavidad sobre el vestido.
— ¿Ves algo? – preguntó él, mirándola atentamente.
Una sonrisa iluminó su bello rostro.
— Mmmm… Al parecer estás haciendo planes que tienen que ver contigo, conmigo y con ese sofá frente a la chimenea.
Él soltó una carcajada.
— Eres una mujer difícil de sorprender, amor mío.
De pronto, ella abrió mucho los ojos y la diversión de Nicholas se desvaneció al momento.
— Y ahora ¿qué ves?
— Veo un bebé...... Un hermoso varón – dijo ella, maravillada —. Va a ser como tú......, con tu cabello negro, tu barbilla enérgica y tu noble porte.
— Te equivocas – replicó Nicholas en voz baja. La miró a los ojos, unos ojos que irradiaban amor, cariño y bondad, y el corazón le brincó en el pecho —. Va a ser como tú....., como su madre: una visión. Una visión de amor.
Nicholas iba y venía por el salón, pasándose los dedos por el cabello. El médico llevaba más de una hora con _____. ¿Cuánto rato necesitaba para quitarle el vendaje del hombro y determinar si la herida se había cerrado del todo? Habían vuelto a casa hacía un mes. Sin duda era tiempo más que suficiente para que se curase por completo.
Unas risas lo arrancaron de su ensimismamiento. Se acercó a la ventana: toda la familia, menos Caroline y Jackson, que estaban de viaje de novios en Brighton, estaba sentada en torno a la mesa redonda de la terraza. Su madre miraba con una sonrisa radiante a William, que hacía saltar sobre sus rodillas a una Josette muy divertida. Claudine y lady Penbroke conversaban animadamente, mientras Robert intentaba sacar de su taza de té la punta de la boa que esta última llevaba al cuello. Debajo de la mesa, Diantre y sus numerosos hermanos jugaban con el cachorrito blanco que Nicholas había adquirido hacía poco. Tuvo que recorrer casi toda Inglaterra en busca de un perro idéntico al bosquejo de Parche que _____ había dibujado, pero al final lo consiguió.
_____ se había echado a reír y a llorar a la vez cuando él le había depositado el peludo animalito en los brazos. El brillo de gozo en los ojos de su esposa lo había conmovido ..... y le había tocado esa fibra a la que sólo ella tenía acceso.
Alguien llamó a la puerta.
— Adelante – dijo, apartando su mirada de la ventana.
_____ entró en el salón, y él fue a su encuentro rápidamente.
— ¿Cómo te encuentras?
— El médico ha dicho que estoy bien – respondió con una sonrisa.
Un enorme suspiro de alivio salió de sus pulmones.
— Gracias Dios. – La atrajo hacia sí y le dio un beso en la frente. Al apartarse ligeramente se percató de que ella sostenía una carta en la mano —. ¿Es de Caroline?
— No, es de mi amiga de Estados Unidos, Alberta.
— ¿La joven a la que advertiste que no se casara?
— Sí. Por desgracia, mis premoniciones se cumplieron. – Fijó en él una mirada triste —. David le fue infiel. Murió en un duelo a manos del marido de su amante.
— Cuánto lo siento, _____.
— Yo también. En su carta Alberta me suplica que la perdone, y lo haré con gusto, además de enviarle una invitación para que nos visite.
El sonido de risa atrajo su atención, y los dos se acercaron a la ventana. Nicholas vio que _____ sonreía cuando Robert, al reparar en ellos desde la terraza, los saludó con la mano. Ella le devolvió el saludo y luego se quedó quieta, mirando alternadamente la carta que sostenía y el rostro alegre de Nicholas.
— Oh, no – dijo Nicholas —. ¿Qué estás viendo ahora?
Ella titubeó y una sonrisa jugueteó en sus labios.
— Sólo estaba pensando que le escribiré a Alberta hoy mismo. Creo que un viaje a Inglaterra es justo lo que necesita. Y, bueno, tal vez a Robert también le parezca buena idea.
Nicholas captó de inmediato la intención de sus palabras y se le escapó una sonrisa.
— Entiendo. ¿Debo poner a mi querido hermano sobre aviso?
— Oh, no creo que eso sirva para nada – dijo ella, y aparecieron sus hoyuelos a cada lado de la boca. Se guardó la carta en el bolsillo y luego respiró hondo —. No te he contado todo lo que ha dicho él médico, Nicholas.
La sonrisa se borró al instante de la cara de su marido.
— Pero si has dicho que estás bien ......
— Y lo estoy. Soy de naturaleza robusta, ¿recuerdas? Puedo volver a mis actividades normales, pero me ha advertido que no realice tareas demasiado pesadas, dado mi estado delicado.
— ¿Delicado?
Ella asintió con la cabeza, con un destello de alegría en los ojos.
— Sí, es una palabra que usamos en América para decir: “Voy a tener un hijo.”
El corazón de Nicholas dejó de latir un momento, y luego comenzó a palpitar aceleradamente. Iba a tener un hijo. El hijo de los dos. Cerró los ojos, absorbiendo la dicha, saboreando el milagro.
— Dame la mano – susurró ella.
Nicholas se la tendió. Ella la tomó entre las suyas y se la puso contra su vientre, apretándola con suavidad sobre el vestido.
— ¿Ves algo? – preguntó él, mirándola atentamente.
Una sonrisa iluminó su bello rostro.
— Mmmm… Al parecer estás haciendo planes que tienen que ver contigo, conmigo y con ese sofá frente a la chimenea.
Él soltó una carcajada.
— Eres una mujer difícil de sorprender, amor mío.
De pronto, ella abrió mucho los ojos y la diversión de Nicholas se desvaneció al momento.
— Y ahora ¿qué ves?
— Veo un bebé...... Un hermoso varón – dijo ella, maravillada —. Va a ser como tú......, con tu cabello negro, tu barbilla enérgica y tu noble porte.
— Te equivocas – replicó Nicholas en voz baja. La miró a los ojos, unos ojos que irradiaban amor, cariño y bondad, y el corazón le brincó en el pecho —. Va a ser como tú....., como su madre: una visión. Una visión de amor.
FIN
.Lu' Anne Lovegood.
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
Disfruten del final de la novela. Sorry por no haber subido capitulo antes pero es que no encontraba el archivo! ^^! Thanks por el apoyo & todos los comentarios! Ustedes son lo maximo! XOXO♥
.Lu' Anne Lovegood.
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
no lo puedo kreer
ke novela mas hermosa!!
llore, rei, me enoje, wow
me encanto la podria leer mil veces mass!!
me encantoo!!!1
mariely_jonas
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
un millon de emociones ha atravesado mi coraxzon gracias a esta daptacion!!!!!!!!!!!
gracias por subirla, la amo!!!!
escribiria mas pero estoy demasiado emocionada para expresarlo
gracias por subirla, la amo!!!!
escribiria mas pero estoy demasiado emocionada para expresarlo
Nick_is_infatuation
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
ya se acabo!! no me lo puedo creer!!! bueno como fueron muchos capitulos empezare desde el principio!! me encanto como Nicholas se preocupa por ella y como se dio cuenta de que la amaba, casi aviento mi compu cuando ella le dijo esas horrible cosas y el le creyo :( y luego como sufrian los dos awww.... y no podia ni respirar leyendo cuando encontraban a gaspar y William, ya casi se nos iba la rayis!!! y Caroline y Jackson awww ternura! ame esa parte, cuando golpea al que penso que la habia besado y se dicen que se aman!! tambien me encanto cuando descubren que su vision era por la hija de william pero ya todo iba a estar bien!! y el final... awww ame el final!! hahaha asi que a Robert ya le va a llegar el amor eh? haha y ahh un mini Nick!! hermoso.... bueno resumido todo esto significa que ame tu novela de principio a fin! estuvo supermega fantastica!! bueno despues de dejarte mi biblia haha solo me hace falta decirte que muchisisimas gracias por compartir esta maravillosa historia con nosotras!! :D
DanieladeJonas
Re: ● Una Boda Imprevista● «NickJ&Tu» «Terminada!»
Ahhh acabo de terminar de leerla & solo te puedo decir una cosa.......ME ENCATO!!!...o mejor dicho ME FASCINO!!!! aww la ame como no tienes idea
Vanee LovatoD'Jonas
Página 6 de 7. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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