Princesa del Rock (Niall Horan&Kathia Rose)

–Puta madre, es la última vez que pisamos el colegio –murmuró Sasha, triste.

–Imaginé que este momento iba a ser glorioso –añadí, haciendo una mueca–. Alice Cooper tocando School’s Out parado en el techo del colegio, lloviendo cerveza, fuegos artificiales, alcohol, un tornado destruyendo el instituto... –fantaseé–. No así.

Había terminado el último periodo, y estábamos exentas de Gimnasia para poder desalojar nuestros casilleros. Ambas llevábamos tres cajas con todas las cosas de nuestros casilleros a los autos.

–Bueno, estúpido instituto –suspiré, saliendo–. Hasta nunca. Las reinas se van.

–Lo extrañaré –dijo la rubia, con la cabeza gacha.

–Créelo o no, yo también –le di la razón.

Finalmente, no íbamos a reunirnos con Nicholson y Patrick para hacer la tarea de Contabilidad. Ellos la harían por su parte. Nosotras se la daríamos a la contadora de papá para que la hiciera por nosotras.

–En dos días, vamos a estar en Londres –bufó. Solté un quejido.

–¡WIJIII, LONDRES! –exclamé, agudo, hablando con sarcástica emoción–. Lluvia, frío, gris, aburrido, reyes y reinas, príncipes y princesas...

–Y mejores amigas rulosas, junto a padrinos también rulosos... –añadió.

–También –murmuré, subiendo las cajas al BMW–. Bueno, fea, la próxima vez que te vea, vamos a estar por subir a un avión que nos va a llevar del otro lado del charco –dije, intentando ser optimista.

–No te sale –se burló.

–Nope. Pero hay que poner buen- ¡LA BUENA ONDA A LA MIERDA, QUIERO QUEDARME! –grité, cruzándome de brazos y haciendo capricho. Sasha estalló en carcajadas.

Nos abrazamos y nos subimos a nuestros autos. Manejé en silencio hasta el pent-house, pensando cómo diablos haría para meter toda mi ropa en las maletas.

Llegué antes de darme cuenta, y entré. Papá estaba en el sillón del living, mirando televisión. Me sonrió y lo imité. Tiré mi mochila y, después de haber afanado una manzana de la heladera, fui a mi cuarto. Saqué de debajo de mi cama mi maleta turquesa, la dejé sobre el acolchado negro y empecé a tirar ropa sobre ella (previamente habiendo corrido los doseles negros).

Diez minutos después, tenía la valija armada. Otra con zapatos. Mis guitarras y los amplis. Una maleta pequeña con maquillaje, mi cepillo de dientes, esmaltes, peine, cepillo, jabón, champú, acondicionador, cargadores y varios CDs. Y mi bolso de mano, una mochila con la laptop, un mp3 turquesa, mis auriculares favoritos y mi e-book con 50 libros nuevos cargados.

Ese día, me acosté a dormir temprano, sin siquiera cenar. No tenía ánimos.

Me desperté alrededor de las cuatro de la mañana, desorientada y hambrienta. Intenté dormir, pero diez minutos después, sonó mi teléfono, indicando que tenía que despertarme. Malditos vuelos.

Salté de la cama, totalmente despejada ya, pero aún muerta de hambre. Rápidamente, tomé la ropa que había dejado afuera anoche, una calza blanca y negra con dibujitos, una musculosa negra, una campera violeta por si hacía frío, un par de Converse negras, la gorra de The Who, mis Ray-Ban clásicos favoritos, una chalina negra para usar de bufanda, los aros de estrella que había usado ayer, un colgante circular que decía “Cool story, bro. Tell it again”, una pulsera de plástico negra que decía “more” en blanco y un anillo doble. (así)

Me vestí rapidísimo y fui a la cocina, donde mamá ya estaba cocinando, con cara de no haber dormido nada. Oh, venga, la cara de siempre.

–Vieja, ¿el pasaporte? –pregunté, sosteniendo mi gastada mochila de los Guns en una mano y agarrando una tostada con Nutella con la otra.

–Ten –dijo, tirándome un librito amarillo chillón. Oh, yeah, amo las fundas de mis documentos.

–Graaaaaacias –le di un beso en la mejilla, dejándola toda sucia de Nutella.

–¡Kathia Rose! –exclamó, escandalizada, limpiándose con un repasador.

–Te amo, mami –dije, con una risotada, tirando el pasaporte a la mochila, colgándome a la espalda y sentándome a la mesa–. ¿Papá? –cambié de tema, rápidamente.

–Durmiendo. Lo conoces –murmuró, levantando las cejas y sirviéndome café. Solté una estruendosa carcajada.

Media hora después, escondida debajo de la gorra, los anteojos y la chalina, llegué al aeropuerto. Papá aparcó, abrió el maletero y, él también escondido bajo innumerables capas de ropa, me ayudó a bajar todo y llevarlo hasta donde tendría que abordar. Allí estaban Sasha, Izzy y media millonada de bolsos blancos y negros a juego.

–Bueno, mierda, es inminente –murmuró, cuando me saludó. Vestía un pantalón largo, holgado y desprolijo (poco propio de ella), color verde musgo con dibujitos de algo, una musculosa blanca, Converse verde fuertes y sobre sus hombros había un buzo gris. Estaba medio camuflada bajo una chalina verde musgo y sus Ray-Ban favoritos. Arrastraba un bolso verde flúo, con el estampado simulando ser un reproductor de música. Usaba sus aros Chanel dorados, el búho en el cuello, una pulsera dorada y ese anillo que le había dejado su mamá, verde y dorado. (así)

Nos quedamos allí un rato más, con las cabezas pegadas, hablando en un francés superrápido para que nadie nos entendiera, cuando llamaron a nuestro vuelo. Como teníamos pasajes en clase Business, éramos las primeras en abordar. Nos despedimos de nuestras familias y subimos al avión, mientras ellos pagaban el exceso de equipaje y todo eso. Además de mi mochila de los Guns, decidí llevar conmigo a Scarlett, mi guitarra favorita.

Éramos ocho en clase Business: Sasha, yo, cinco chicos y Scarlett, que tenía su propio asiento delante de Sasha y de mí. Los chicos estaban en el otro extremo de las filas de asientos, hablando entusiasmados entre ellos.

Nos recostamos con movimientos casi sincronizados y encendimos los televisorcitos frente nuestro. Encontramos Toy Story para ver, pero no teníamos ganas de usar los auriculares, así que nos limitamos a verla.

Tomé el celular, para apagarlo, y vi que tenía una mención de Agus en twitter. “@kat_rose te espero en unas horas ;)”. Lo retwitteé. A la mierda si papá no quería que los Gunners se enteraran ya. Al menos, uno de los Rose se iba a juntar con uno de los Hudson, les gustara o no.

–Vamos a ver si Londres es una ciudad realmente digna de princesas –dije, mirando a Sasha, quien soltó una carcajada. Los chicos voltearon, extrañados. Uno era rubio, el resto tenía el cabello entre negro y castaño claro.

–¿Primera vez que van a Londres? –preguntó uno, de rulos. Sonreí, al pensar en mi mejor amiga con sus rizos.

–Después de quince años –aclaré, acomodándome un mechón de pelo.

–Usualmente, son los de Londres los que nos visitan a nosotras –explicó Sasha, sacándome la gorra para molestarme. Mi cabello platinado se desparramó. Nos sacamos las dos los anteojos–. Soy Sasha –se presentó.

–Y yo Kathia.

–Soy Harry –dijo, evidentemente esperando que lo reconociéramos. Le sonreímos sin saber qué más decir.

–Yo soy Niall –se entrometió el rubio–. Ellos son Louis –señaló a uno de impresionantes ojos azules y cabello castaño claro–, Zayn –señaló a uno morocho, increíblemente sexy– y Liam –éste era el que más adulto parecía, con cabello castaño y algunos rizos y ojos marrón profundo.

–Un gusto –sonreí, y me volteé para buscar mi mochila, dando por finalizada la conversación. Pero Sasha y los muchachos no pensaban lo mismo, evidentemente.

–Rose –me llamó mi amiga, zarandeándome para que le prestara atención, mientras los chicos se cambiaban de asiento y se acercaban.

–¿Qué, Stradlin? –pregunté, volviendo mi atención a ella. Pero lo que fuera que me fuera a decir, quedó interrumpido por una exclamación de Niall.

–¡GUITARRA!

–NO TOQUES A SCARLETT –advertí, parándome, lista para tomar a mi bebé a la primera.

–No te preocupes, solo me emocioné, porque ALGUIEN –miró amenazante al tal Liam– no me quiso dejar traerla aquí con nosotros.

–Era para que no fastidiaras, leprachaun –se excusó, encogiéndose de hombros y restándole importancia. Solté una risa.

–A nosotras no nos va a molestar una guitarrita –rió Sasha, mirándome significativamente. Vivir con los gritos de papá superaban eso. Sonreímos juntas.

–¿Hace cuánto tocas la guitarra? –me preguntó el chico. Suspiré, tratando de recordar.

–¿Para los seis, el tío no te regaló una? –inquirió mi amiga, refiriéndose a Slash.

–Sí, a Scarlett. –Miré la funda negra toda escrita con tinta indeleble plateada con amor–. No, a los dos mi viejo me regaló a Lola –recordé a mi primer guitarra eléctrica, que estaba siendo transportada en la bodega ahora mismo.

–¡Desde los dos años! –murmuró Zayn, sorprendido.

–Nem... –le quité importancia–. Mi padre no es normal.

–Ya lo creo que no –se burló Sasha.

–EU, el tuyo tampoco zafa –exclamé, riendo. Los muchachos quedaron un poco sorprendidos. Nos miramos y sonreímos. No íbamos a decirles que éramos hijas de miembros originales de los Guns n Roses.

Poco a poco, desviamos la conversación de nosotras, y comenzamos a hablar de cosas triviales, como nuestros lugares de nacimiento y demás. El rubio era irlandés, los otros cuatro, británicos. Sasha era francesa (se había mudado a USA hacía tres o cuatro años) y yo... bueno... estadounidense. A medias. Mamá era argentina.

–Amaría conocer Argentina –suspiró Niall.

–Es un lugar hermoso –asentí, recordando esos inviernos (que allá eran verano), junto a la familia de mami.

–Tenemos que ir –asintió Liam, pensativo.

–Niall, anda, toma a Scarlett y toca –dije, luego de un rato de ver las miradas que le daba a la guitarra. Me exasperaba.

–¿En serio? –Su rostro se iluminó.

–Anda, antes que se arrepienta –se burló Sasha. Le saqué la lengua.

–Tiene razón, tomala ya –insistí, cerrando los ojos y mirando para otro lado.

Iba a ser un viaje entretenido, sin lugar a dudas.

–Kathia, arriba.

–Sasha, es domingo –me quejé, dando media vuelta y seguí durmiendo. Escuché cinco risas masculinas, acompañadas por el bufido de la Stradlin.

–Bueno, entonces bajemos sin más –dijo, calmándose–. Niall, toma a Scarlett –añadió. Todo lo de antes de dormir volvió a mi mente y me sentí totalmente espabilada.

–NO TOCAN A SCARLETT, MIERDAS –grité, levantándome.

–Tenía que ser Kathia –se burló la que se hacía llamar mi “mejor amiga”.

–No, soy una paloma, idiota –me quejé. Los chicos miraron a Louis y estallaron en carcajadas. Tanto Sasha como yo los miramos raro, pero hicieron un gesto con la mano, quitándole importancia.

–De nada por despertarte –rió–. Ya llegamos.

–¿Ya cruzamos el charco? –pregunté, sorprendida por la rapidez en que el vuelo había pasado.

–Dormiste como una hija de puta –explicó Sasha, alcanzándome todas las cosas que había desparramado por el vuelo.

–Solo las tres últimas horas –me excusó el rubio, Niall, sonriendo.

–Eso –dije, señalando al chico y mirando mal a mi amiga. Luego, dirigí mi mirada al irlandés y le sonreí ampliamente.

–Bueno, chicas, fue encantador conocerlas –dijo Liam, sonriendo–. Espero que nos encontremos Londres.

–¿Tienen twitter? –pregunté, sacando mi móvil de la mochila, pensando en que sería buena idea invitarlos a las fiestas en la mansión Hudson.

–Sí –respondió Harry, medio sorprendido por la pregunta.

–Díganmelo –pedí.

–@Harry_Styles, @zaynmalik, @Louis_Tomlinson, @NiallOfficial y @Real_Liam_Payne –respondió el rubio. Fruncí el ceño.

–¿De dónde me suenan sus nombres y por qué @Harry_Styles es cuenta verificada? –pregunté, viendo la pantalla del BlackBerry.

–Digamos que nos conocen por ahí –rió Zayn. Rápidamente, los otros lo imitaron.

–Bueno, Styles, te sigo solo a ti porque el resto lo olvidé. Luego, en casa de Agus los sigo al resto.

–Vale. ¿Cómo apareces? Así te seguimos.

–@kat_rose –respondí–. Y Sashi es @SStradlin [n/a: dentro de no mucho voy a crear en usuario de Kathy, donde van a leer las novedades de los caps y esas cosas complementarias, pero que se entiende perfectamente sin eso, igual :3 y capaz escenas perdidas y todo :D].

–¿Rose y Stradlin? –inquirió el de rizos extrañado, viendo mi mochila. Supuse que pensaba que éramos Gunners obsesionadas. Esa era la parte buena de que los Guns fueran caracterizados por mantener sus vidas privadas bastante en privado, al menos en los últimos 20 años.

La azafata dio la orden de bajar del avión, y así lo hicimos. Sasha, preocupada por su cara de dormida. Los chicos se burlaban los unos de otros de esa cara. Me reí de ellos.

Verán, fui bendecida con la dicha de nunca tener cara de sueño, así estuviera recién despierta o hiciera mucho que no dormía.

Afuera, en el aeropuerto, había muchas adolescentes locas, gritando. Supuse que eran por las celebridades que volaron con nosotras. Pero no. También había, aunque en menor medida, chicos evidentemente Gunners (a juzgar por cómo vestían), esperando ver a los tíos Slash, Duff o Steven buscándonos.

Bajamos del avión y las chiquillas comenzaron a gritar, desesperadas. Sasha y yo cruzamos una miradita y nos acercamos. Los Gunners nos siguieron con la vista, esperando que pasáramos la barrera de gritonas para acercarse a nosotras.

–A VER, PETES, ABRAN PASO –exclamó una voz conocida–. ABRAN PASO A LA HIJA DE SLASH, PUTOS –volvió a gritar Agus–. ¡MUÉVANSE!

Harry nos miró confundido. ¿Por qué la hija de Slash estaba allí?, debió pensar. Pero nosotras reímos, divertidas, viendo a Agus, con su metro sesenta y cinco, abrirse paso a los gritos, patadas y piñas entre adolescentes hormonales.

Finalmente, llegó a la valla de contención que evitaba que las chicas se tiraran sobre nuestros compañeros de vuelo y se escabulló por debajo, para acercarse a nosotras (que esperábamos nuestras valijas), corriendo y gritando.

–¡ROSE, STRADLIN!

Al llegar cerca nuestro, saltó. Aterrizó sobre nosotras, haciendo que las tres perdiéramos el equilibrio, para diversión de los chicos. Louis, Liam y Zayn nos tendieron su mano para que pudiéramos levantarnos, aunque Agus la rechazó.

–KATHIA ROSE, SASHA STRADLIN, COMO SE LES OCURRA NO LLAMARME LA PRÓXIMA VEZ ANTES DE VENIR, ME LAS COMO CRUDAS –gritó. Estallamos en carcajadas y la abrazamos.

–Te extrañamos, Hudson –rió Sasha, asfixiándola en un abrazo.

–¿Rose, Stradlin, Hudson? –preguntó Harry, pero fue ignorado, porque en ese momento apareció...

–¡TÍO SLASH! –chillé, al reconocer sus inconfundibles rizos. Los Gunners comenzaron a gritar, mientras las chicas miraban la escena sorprendidas. Era gracioso ver cómo habían cambiado de lugares en un dos por tres.

–¿Cómo está mi ahijada favorita? –preguntó, mientras me estrechaba en un abrazo. Era raro, ya que no soy muy fanática de los abrazos, entonces era la tercera o cuarta vez en mis diecinueve años de vida que lo abrazaba. Pero se sentía bien tenerlo cerca de nuevo.

Sasha llegó a mi lado, saludó al tío efusivamente, me señaló la monstruosa cantidad de maletas turquesa y bufé. Como pude, y con ayuda de Agus, porque el tío ayudaba a Sashi con las suyas blancas y negras, tomé todos los bolsos y nos dirigimos a la limo en que el tío había venido a buscarnos.

Cuando estábamos por salir, busqué con la mirada a los chicos, para saludarlos, pero ya no estaban.

Poniéndonos al día con las novedades de nuestra tercer “rocketera” (mezcla de rockera y mosquetera), no tardamos en llegar a la mansión Hudson, en un importante e imponente barrio privado de Londres.

–Esta vez, viviremos solas –explicó Agus, emocionada, mientras la limo traspasaba el portón de hierro forjado y comenzaba a desplazarse por un camino de piedras.

–¿Eh? –preguntó Sasha, sorprendida.

–Remodelamos el viejo granero –explicó el tío, tirando una colilla de cigarro por la ventana.

–Ahora será nuestra guarida secreta –bromeó Agus, señalando el conocido granero y refiriéndose a una antigua broma. Hacía más de diez años que no venía a Inglaterra. Pero los recuerdos de las tardes en ese granero no se olvidarían nunca.

–Lo único que les pido –intervino el tío Slash, mirándome especialmente a mí– es que no se emborrachen demasiado y causen problemas legales o judiciales.

Okay, indirecta captada. Solía pasarme con la bebida con una regularidad ciertamente molesta.

–Recuerden que Agus todavía no puede beber legalmente –añadió–. Con tal de no causar demasiados problemas, hagan lo que quieran: llenen la piscina de vodka y hagan una orgía, con tal de que la historia no pase el portón de hierro forjado.

–Tío, nos estás dando ideas, basta –se quejó Sasha, suprimiendo una carcajada, que yo solté en su lugar, seguida de Agus y mi padrino. No era del todo mala idea.

–El próximo año, son libres de hacer lo que quieran, pero no queremos problemas judiciales, ¿sí? –dijo, bajando algunos bolsos del maletero de la limo y llevándolos al granero. Lo imitamos y en un par de minutos, todas las valijas estaban allí.

Agus se fue a llamar a Gina y a sus hermanos, hijos de Duff McKagan, porque ella se instalaría con nosotras y ellos vivirían en la casa principal, con su padre, madre y el resto de los Guns originales. Gi era la cuarta de las Tres Rocketeras.

Mientras tanto, yo entré a twitter para seguir a los chicos del avión. Twitteé algo como “Londres... nice” y miré mis actividades y seguidores recientes.

Tenía más de veinte seguidores nuevos, entre ellos, los chicos. Les di follow back. Y aunque no solía hacerlo, miré mis menciones.

Niall Horan @NiallOfficial
@kat_rose fue un gusto viajar con ustedes, y gracias por prestarme a Scarlett! Xx

Me caía realmente bien el rubio. Era simpático, tocaba ben la guitarra y sabía cómo tratar una electroacústica ajena.

Kathia Rose ~@kat_rose
@NiallOfficial, el gusto fue nuestro ;) nos estamos viendo! Xx