Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)

pobre jemina :(
me encanto
seguila!!!

Capítulo 13

Jemima Jones no tiene un buen día. Anoche el nubarrón la siguió hasta casa, llenándole los ojos de lágrimas, borrando las ilusiones de su corazón.

Bajó penosamente por High Street, consciente de que la gente la miraba y sin importarle si era por su gordura o porque lloraba. Nadie se atrevió a preguntarle qué es lo que le pasaba, y Jemima nunca se había sentido tan sola en toda su vida.

Volvió a casa, a un piso vacío, se tumbó en la cama y lloró, y cuando se le agotaron las lágrimas permaneció allí mirando el techo, preguntándose por qué nunca parecía ocurrirle nada bueno.

Sé que estoy gorda, pensó, pero no soy mala persona. Me gustan los animales, los niños y soy amable con la gente, ¿por qué nunca se enamora nadie de mí, por qué Nick no ve más allá de mis kilos y se enamora de mí como persona?

Porque Jemima sabe que Nick es buena persona. Se le da mejor que a la mayoría juzgar los libros por su cubierta. Sabe que la gente la juzga a ella inmediatamente por su aspecto, y sabe que hacen lo mismo con Nick.

Cuando las mujeres solteras de una edad adecuada conocen a Nick, una de dos: o lo desean al instante, o, si sospechan que es la clase de hombre imposible de conseguir, escogen la segunda opción y lo odian por ser arrogante, vanidoso, por darse ínfulas.

Pero nosotros sabemos que no es verdad porque hemos empezado a conocer un poco a Nick, y Jemima sabe que no es verdad porque ha mirado a través de sus hoyuelos y sus ojos miel (porque cuando lo describió a sus compañeras de piso se equivocó) y ha visto que Nick, como ella, no es mala persona.

Nick también encuentra tiempo para la gente. Hasta para Jemima. Tiene la misma sonrisa irresistible y es igual de encantador con todo el que conoce, independientemente del aspecto que tenga. De hecho, solo se siente incómodo cuando conoce a una mujer que le gusta, porque entonces no sabe muy bien cómo comportarse.

Pongamos por caso anoche. Nick se equivocó al pensar que tendría que salir con Sam (la morena) un par de veces para acostarse con ella. Era algo seguro, Sam lo dejó clarísimo. Demasiado. Y su actitud agresiva, que se hizo cada vez más patente a medida que avanzaba la noche, de pronto empezó a disuadir a Nick. Seguía gustándole, pero ¿valía la pena molestarse? ¿Quería realmente pasar por todo el proceso de despertar al lado de una desconocida que podía obsesionarse con él? Nick se aburrió y se despidió de Sam, aunque no sin un largo y lento beso de buenas noches, porque, seamos realistas, no tiene tanto del nuevo hombre. En todo caso, aún no.

Y estuvo acertadísimo al no irse a casa con Sam, porque es exactamente la clase de chica que se obsesiona. Es la clase de chica que se acuesta con frecuencia con hombres la misma noche que los conoce y luego se pregunta por qué no la llaman después. Pero ella no se rinde. Los llama una y otra vez. Les ofrece entradas para conciertos, invitaciones a cenar, fiestas.

Al principio ellos se sienten halagados, después de todo, ¿qué hombre no se sentiría así si lo persigue una chica tan despampanante como Sam? Pero luego se aburren. ¿Dónde está el reto? ¿Dónde la emoción de la persecución? E inevitablemente empiezan a poner excusas. Sam hace lo mismo de siempre. Les grita por teléfono, los llama cabrones, como a todos los cabrones que ha conocido. Termina diciéndoles que había creído que eran diferentes, como si, de alguna manera, el sentimiento de culpabilidad fuera a hacerlos volver a su lado, y finalmente cuelga con violencia.
Después sale y repite el guión con otro hombre.

Nick es lo bastante perspicaz para darse cuenta de la clase de mujer que es Sam. Obsesivas y peligrosas es como las describe a sus amigos, y todos admiten reconocerlas con un gruñido.

Sin embargo, como Nick es un buen tío que se hace pasar por cabrón, suaviza el golpe pidiéndole el número de teléfono después de besarla y prometerle que llamará. Tal vez no era exactamente lo que debía hacer, porque Sam escribe su número particular, su número del trabajo y el de su móvil. En este preciso instante Sam está haciendo lo que han hecho miles de mujeres en su lugar: vigilando el teléfono del trabajo, deseando con toda el alma que la llame. De vez en cuando lo descuelga para comprobar si sigue funcionando, y lleva todo el día cerca, abalanzándose sobre él si se atreve a sonar...

Pero Nick no la llama, entre otras cosas porque en estos momentos tener novia no es exactamente una prioridad para él.

Así, aunque le gusta Geraldine, sabe que en estos momentos ella nunca le daría una oportunidad, y con franqueza, ya le está bien. Le basta con que dé color a sus jornadas laborales. Se contenta con no ir más lejos.

Está demasiado ocupado con su carrera para pensar en mujeres. Por supuesto, si apareciera una poco complicada que estuviera dispuesta a adaptarse a su vida y a verlo solo de vez en cuando, por ejemplo, cuando no está trabajando, ni haciendo deporte ni viendo a sus amigos, sería estupendo. Pero Nick aún no ha conocido a esa mujer.

De modo que Jemima tiene un mal día, y Nick está entrevistando a una mujer del barrio cuyo hijo de trece años acaba de apuñalar a un profesor. Normalmente, como subjefe de información, no debería escribir él mismo los artículos, pero no deja de ser el Kilburn Herald y todo el mundo tiene que arrimar el hombro.

Jemima se ha pasado el día esperando ver a Nick, y cada vez que oye pasos acercarse se vuelve, pero parece ser que Nick no está en la oficina. Jemima se ha pasado el día haciendo llamadas. Ha descubierto la manera más rápida de secar el esmalte de uñas (sumergir las uñas en un bol de agua helada), la mejor manera de conservar una lechuga fresca (ponerla en remojo en un bol de agua helada, añadir una rodaja de limón y meterla en la nevera) y la mejor manera de guardar comida enlatada (comprar estantes de plástico por 5,99 libras). Está aburrida. Aburrida, gorda e infeliz. No es una buena combinación, y en eso todos estamos de acuerdo.

De modo que supone un gran alivio cuando el teléfono la distrae con una llamada interna.
—Soy yo —dice Geraldine, lo que en realidad es absurdo, porque sabe perfectamente que en mi teléfono aparece el número de su extensión. —¿Quieres que quedemos en la cantina para tomar una taza de té?

Cualquier cosa con tal de romper la monotonía de este trabajo y el dolor de que Nick no me quiera. Por supuesto que quiero una taza de té, solo para alejarme de este escritorio, de esa maldita oficina.

—¿Has adelgazado? —es lo primero que me dice Geraldine cuando me acerco a ella, de pie junto a la máquina expendedora, llenando de agua hirviendo dos tazas de plástico con una bolsa de té dentro.

Por primera vez en el día me animo. No lo sé, no me he pesado estas últimas semanas, ni siquiera he pensado en ello, aunque parezca un milagro. Debe de ser porque he empezado a divertirme. He descubierto internet, y en Geraldine y Nick he encontrado por fin a dos personas que parecen amigos de verdad. No me había fijado en que tal vez he adelgazado hasta que lo ha dicho Geraldine, pero ahora que lo pienso, no he comido tanto últimamente y es posible que la ropa me vaya menos apretada.
—Tienes la cara más delgada —dice Geraldine, cogiendo las tazas y llevándolas a la mesa.

Jemima podría besar a Geraldine, porque tiene razón, ha adelgazado. Hace semanas que no piensa en su peso, y en cuanto deja de pensar en él, de preocuparse por él, de sentirse culpable por sus atracones, empieza a perder kilos.

Hasta ayer por la noche, porque si estás tumbada en la cama, sintiéndote gorda y desgraciada, es inevitable que a continuación te des un atracón, y anoche, cuando se hubo recobrado, Jemima pidió una pizza por teléfono. Le trajeron una pizza grande, aunque la palabra «enorme» tal vez la describiera mejor, junto con pan con mantequilla y ajo, y una ensalada de col, zanahoria y mayonesa. Abrió la puerta y fingió que había un montón de amigos en casa. Solo para asegurarse de que le creían pidió cuatro latas de Coca-Cola light.

Pero hoy es otro día, y, aunque es posible que haya engordado un kilo después del atracón de anoche —y sí, es bastante probable que anoche engordara uno o dos kilos, —en general ha adelgazado.

Nos sentamos y Geraldine suspira, pasándose una mano por el pelo.
—¿Va todo bien? —pregunto, aunque salta a la vista que no.
—Se trata de Dimitri —dice Geraldine. —Últimamente me saca de quicio. Me siento un poco rara.

Ah, no. Sé exactamente lo que eso significa. Es la historia de su vida. Significa que Dimitri se ha enamorado perdidamente de ella, lo que a su vez significa que ella se está enfriando rápidamente, y el pobre Dimitri pronto averiguará que no es la mujer de sus sueños después de todo.
—¿Rara en qué sentido?
—No lo sé. —Geraldine suspira. —Siempre está allí.
—Pero ¿no es lo que se supone que tienen que hacer los novios? —Por el amor de Dios, Geraldine. —¿No es eso lo que quieren todas las mujeres?
—Supongo que sí. —Geraldine se encoge de hombros —Pero todo me está abrumando.

Solo por si os interesa, esto es lo que ocurrirá a continuación. Cuanto más se eche atrás Geraldine, más se enamorará Dimitri de ella. Probablemente terminará con una proposición de matrimonio, que ella rechazará, porque para cuando llegue la proposición estará desesperada por perderlo de vista. Sin embargo, se quedará el anillo. Siempre lo hace.
—Tal vez deberías esperar a ver qué pasa.
—Tal vez debería empezar a salir con otros hombres.

¡No! ¡Dios mío, no! Eso significa que podría salir con Nick, y yo no lo soportaría. Ya es bastante duro verlo con una desconocida despampanante, duro pero soportable, pero si Nick y Geraldine empezaran a salir juntos me moriría. Averígualo ahora, averigua qué piensa.

ahhhhh me encanto
hay que geraldine no salga con nick:evil:
seguila!!!

Capítulo 14

—¿Con quién?
—Con nadie en particular —responde Geraldine. —Pero si comenzara a salir de nuevo con mis amigas estoy segura de que pronto conocería a alguien. —Geraldine tiene la seguridad en sí misma de las personas con un físico excepcional, porque ¿quién puede estar tan seguro? Otras mujeres prolongan relaciones desgraciadas, horribles, destructivas, porque la alternativa (estar solas) es demasiado horrible para considerarla siguiera.

Geraldine, sin embargo, nunca comprendería eso, por supuesto. Ella siempre ha avanzado hacia delante y hacia arriba, y de vez en cuando de lado.
—¿Qué me dices de Nick? —pregunto con tanta despreocupación que hasta a mí me suena falso. —Le gustas.
—¿Nick? ¿Nick? Lo dices en broma, ¿no?

Por supuesto que no bromeo, Geraldine. ¿No ves cómo me pongo cuando él está cerca? ¿No ves el efecto que produce en mí? ¿Cómo voy a estar bromeando cuando creo que es el ejemplar de hombre más perfecto que ha pisado el planeta?
—No. ¿Por qué?
—Bueno, pues porque Nick es Nick. Es muy guapo, pero ¿qué es? El subjefe de información del Kilburn Herald. Y no es exactamente la clase de tío que vaya a sitios, ¿no? ¿Qué va a conseguir en la vida? Se convertirá en jefe de información y luego en director, y eso es todo. Se quedará siempre en un periodicucho.
—Se casará con una chica guapa del barrio que quiera ser esposa y madre, y si tienen suerte vivirán en West Hampstead y tendrán 2 a 4 niños y un Volkswagen.
—¿Nick? —repite ella entre risas, sacudiendo la cabeza. —No lo creo.

Gracias, Dios. Gracias por estar de mi parte. Me importa un comino lo que piense Geraldine de Nick como persona, y de todos modos, en mi opinión está equivocada. No creo que se quede aquí siempre, considero que es demasiado bueno para esto. Pero en estos momentos eso no importa. Lo único que importa es que Geraldine y Nick nunca estarán juntos. Siempre serán Geraldine y Nick, y de pronto siento un alivio tan grande que podría echarme a llorar.
—Bueno —añade Geraldine con un suspiro, —basta de hablar de mí. ¿Qué tal te va la vida?

Me lo pregunta con regularidad, y yo hago lo mismo de siempre, vuelvo a dirigir la conversación hacia ella, porque ¿qué voy a decirle? ¿Le cuento tal vez mi ida a la librería y la convierto en una aventura exagerada en la que me tropiezo con hombres guapos a cada paso? ¿Le digo a Geraldine que anoche vi a Nick con una chica? ¿Me río para disimular mi dolor y pregunto a Geraldine si sabe algo de ella? ¿O tal vez le cuento que pedí una pizza enorme y me pasé toda la noche llorando? No, creo que no.

De modo que revuelvo el té unos segundos y levanto la mirada.
—Pero ¿qué vas a hacer con Dimitri?

Es hora de regresar a casa, pero cuando estoy a punto de irme me acuerdo de que no he sacado del bolso los libros que compré ayer. Ahora sería el momento idóneo para probar internet.

Me agacho y saco la Guía de internet para idiotas, estupendo. Ha llegado el momento de explorar, y volviéndome de nuevo hacia la pantalla, hago doble clic sobre el icono de la izquierda, que me conducirá a internet. Mientras el ordenador se conecta hojeo la pequeña guía.

Es increíble. Me entero de sitios web, de galerías de arte por internet a las que puedes enviar tus cuadros y descargar los de otros. Me entero de sitios de medicina alternativa en los que puedes comparar las experiencias de otros al probar curas no reconocidas por la medicina tradicional. Leo sobre sitios de agencias inmobiliarias en los que chicos trajeados han enviado fotos de propiedades que tratan de vender. Leo sobre sitios de museos, de música, de contactos.

Leo sobre grupos de noticias, tablones de anuncios para cada hobby, interés u obsesión imaginable. Sitios donde la gente envía un mensaje, una pregunta, un pensamiento, y le responden montones de personas que comparten su mismo parecer.

Y luego leo sobre el Tarot, un sitio en el que pueden adivinarte el futuro, y aquí es cuando dejo de leer y empiezo a hacer clic. Quiero que me adivinen el futuro. Quiero saber si encontraré mi verdadero amor. Quiero saber si Nick es el hombre de mi vida. Pero no os preocupéis, prometo no creérmelo al pie de la letra. O al menos lo intentaré.

En la pantalla aparece la página con una selección de barajas del Tarot y hago clic en la ventana correspondiente a Gente Gato, sencillamente porque siempre ha querido ser gato, y de pronto aparecen otras tres ventanas preguntándome mi nombre, mi sexo y mi edad.

Las relleno y aparece otra ventana, esta vez preguntándome qué quiero saber. Un rápido vistazo a la oficina me con firma que estoy a salvo, que no hay nadie alrededor que vea que estoy haciendo, de modo que allá voy...
«¿Se enamorará de mí Nick Williams?», tecleo antes de hacer clic en «[/b]RESULTADO».

En la parte superior de la pantalla aparecen tres cartas, y debajo de ellas, la interpretación. La carta número uno representa el pasado. Es el Rey de Bastos (al revés). «Severidad. Austeridad. Ideas algo excesivas y exageradas, persona dogmática, deliberada.»

La carta número dos representa el presente. Es la Emperatriz (al revés). «Vacilación. Inacción. Falta de interés. Falta de concentración. Indecisión. Lentitud en hacer progresos. Ansiedad. Derroche de recursos. Pérdida de bienes materiales. Infertilidad. Infidelidad. Vanidad.»

¡Qué sarta de tonterías! ¿Infidelidad? Qué más quisiera yo. ¿Vanidad? ¡Por favor!
Sigo leyendo de todos modos la última carta, el Caballero de Bastos, que representa mi futuro. «Partida. Viaje a lo desconocido. Cambio. Vuelo. Ausencia. Cambio de domicilio.»

Lo dicho, es una sarta de tonterías, pero no quiero irme a casa aún. Tal vez vuelva al Café LA, al menos sé cómo encontrarlo. A ver quién hay hoy.

Suizie 24
=".."= Gato
Honey
Candy
Explorador
AquíXti
Lisa Seductora
Ricky
Tim@ London
Joe (Santa Mónica)

¿Por quién empiezo? ¿Debería chatear con Tim@ London, a quien ya conozco, o arriesgarme y empezar a chatear con alguien que no conozco? Por suerte la decisión enseguida deja de estar en mis manos, porque el ordenador de pronto hace tres [/i]bips[/i] y aparece una ventana con «Joe (Santa Mónica» escrito en lo alto.
«Hola, Honey»
«Hola», tecleo. Esto es mucho más emocionante. «¿Tienes tiempo para chatear?»
«Claro.»
«¿Y dónde estás, Honey?»
«En Londres», y luego pienso, espera, es americano, puede que sea un poco corto, y, por si acaso, añado: «Inglaterra»
«¿En serio? ¡Acabo de estar allí!»
«¿Sí? ¿Dónde?»
«En Londres. Me hospedé en el hotel Park Lane Viaje de negocios.»

Eso ya es otra cosa.
«¿Qué clase de negocios?»
«Soy tu típico californiano que se pasa el día en la playa y se gana la vida haciendo lo que más le gusta. Tengo un gimnasio.»
«Entonces debes de estar asquerosamente en forma.» Oh, Dios, vuelvo a sentirme inadecuada, pero internet. Quiero decir que este tío no tiene por qué averiguar nunca qué aspecto tengo.
«CF. Asquerosamente. Me gusta. ¿Y tú?»

Dios. Esta pregunta tenía que salir tarde o temprano.
«Estoy bastante en forma, pero trabajo demasiado para hacer todo el ejercicio que me gustaría.»
«¿A qué te dedicas?»
«Soy...» Me interrumpo. ¿Por qué ser una aburrida periodista cuando podría ser cualquier cosa en el mundo? «Soy presentadora de televisión.» Ya está. Glamouroso, y da a entender que, si estoy en la televisión, probablemente sea bastante despampanante.

«Debes de ser despampanante. Pareces un 0:)»
«¿Qué es un 0:)?»
«¡Un ángel! A diferencia de mí, que me considero más bien un }:). Significa un demonio»
«CF. No soy ningún ángel, pero no me va tan mal»
«¿Eres nueva en esto?»
«Sí. ¿Tanto se nota? Debes de pasar mucho tiempo aquí para darte cuenta de ello. No estarás tan en forma si te pasas el día conectado a internet (s)»
«¡Ja! En realidad el ordenador está en la oficina y solo juego con él cuando me siento ante mi escritorio, ¡Me distrae del trabajo!»
«¿Qué hora es allí?»
«Las diez de la mañana. Llevo dos horas en la oficina. Antes he ido a correr y esta tarde iré a patinar»
«Me encanta patinar.» Cuidado, Jemima, no te entusiasmes demasiado.
«Sí. Es un gran deporte. Haces ejercicio y al mismo tiempo te relacionas con gente.»
«Debes de conocer a un montón de chicas californianas guapísimas si estás patinando todo el tiempo. ¿Qué estás haciendo aquí tratando de ligar con mujeres solteras?»
«¿Quién ha dicho que estoy tratando de ligar con mujeres solteras?»
«Uy. Perdona. ¿No es así?»
«Tal vez solo con esta mujer soltera. Porque lo eres, ¿no? Me refiero a soltera.»
«Sí.»
«¿Y cómo es eso? Pareces demasiado fantástica para estar sola.»

Si supieras, pienso, y de pronto decido tomar prestada la vida de Geraldine por un rato.
«Acabo de salir de una relación larga», tecleo.
«Quería casarse conmigo, pero no era el…………….»
«¿Cómo sabes que no lo era?»

Continuaraaaaa!

que bueno que geraldine
no va a salir con nick
ese es joe?
me encanto el cap
seguila!!!!

¡Nueva Lectora! :D
Estoy obsesionada con la nove, ¡Me encanta!
La trama es muy original, no se parece a nada que haya leído antes. Y me divierte todo aquello del boom del Internet. Espero puedas seguirla pronto (:

¡SIGUELAAAAAAA!

Bienvenida Dayi :D
por esooo... subo dos caps!

Acá el primero:


Capítulo 15

«Buena pregunta. Supongo que, ingenua como soy, creo que cuando conozca a la persona indicada lo sabré.»
«No me parece que eso signifique ser ingenuo. Yo pienso igual que tú y sigo esperando que me alcance el rayo. Pero pobre tío. Debe de estar destrozado. Y afortunado de mí (m).»
«Ya lo creo.»
«¿Y en qué clase de programa trabajas?» Piensa, Jemima, piensa.
«Es una especie de versión británica de Entertainment Tonight.»
«¿En serio? ¿Eres la Leeza Gibbons de la televisión británica?»
«No.» Aun en este mundo de fantasía sé que eso sería pasarse. «Soy reportera.»
«Eso sigue siendo fantástico.»
«¿Y tú? ¿Cómo te metiste en el mundo de los gimnasios?»
«Acabé la universidad, estudié empresariales, no sabía qué hacer y me vine a vivir a LA. Casi nadie de LA ha nacido aquí, todos somos de otra parte.»
«¿Querías meterte en el cine?» Recuerdo lo que dijo Geraldine de la gente que vive en Los Ángeles.
«CF. Ni hablar. Demasiada presión. Solo quería encontrar algo que me gustara hacer y que diera mucho dinero. Empecé a ir cada día a un gimnasio destartalado y el dueño me dijo que estaba en venta. Logré reunir el dinero, lo compré y desde entonces no he mirado atrás.»
«Debes de ganar mucho dinero.»
«Digamos que estoy en una situación *muy* holgada»
«¿En qué clase de casa vives?» Bueno, antes de que vayamos más lejos creo que debo aclarar que no soy una caza-fortunas. Solo me parece increíble estar hablando con este hombre nada menos que de Los Ángeles, un lugar en el que nunca he estado y donde siempre he soñado con ir, y quiero saberlo todo sobre su vida. Quiero saber si vive realmente en un mundo de arena dorada, palmeras y coches descapotables con rock and roll a todo volumen.

«¡En una bonita casal ¿En qué clase de casa vives tú?»
«En una casa no tan bonita. Iba a comprar algo el año pasado», Dios, perdóname por ponerme otra vez en el lugar de Geraldine, «pero al final no se concretó la venta, de modo que ahora estoy de alquiler hasta que vuelva a encontrar algo bonito. Vivo con dos chicas.»
«¿Hay sitio para un tío?»
«Me temo que no.»
«¿Y cuántos años tienes, Honey?»
«Tengo veintisiete, y debo decirte que Honey no es mi verdadero nombre. Mi verdadero nombre es JJ.»
«Me gusta JJ, y que tengas veintisiete me gusta aún más. Yo tengo treinta y tres.»
«¿Y cómo es que sigues soltero, Joe, o también tienes otro nombre (s)?»
«No, Joe es mi verdadero nombre. De hecho seríamos los dobles JJ, esas también son mis iniciales. :) Salgo con muchas chicas, pero, como he dicho, aún no he encontrado a la mujer adecuada.»
«¿Qué clase de mujer serla la adecuada?»
«Ojalá lo supiera. Sigo confiando en que lo sabré cuando la conozca.»
«¡Sé qué quieres decir!»[/b] Solo que, naturalmente no es verdad.
«Maldita sea, está sonando el teléfono. Escucha, tengo que irme, pero me ha encantado hablar contigo, JJ. ¿Podemos volver a hablar?»

Llamadme hortera, pero se me para el corazón.
«Me encantaría. ¿Qué tal mañana?»
«¿A la misma hora?»
«Perfecto.»
«Bien. Yo traeré el sol, tú trae las sonrisas. Cuídate.»
«Adiós.» Me echo hacia atrás en la silla y apago el ordenador, y, por disparatado que suene, estoy emocionada y mi sonrisa tarda un montón de tiempo en borrarse de mis labios.

Y el cap más emocionante... hasta ahora! Es una muestra, chiquitita de lo que viene :)


Capítulo 16

Nick ha tenido una semana horrible. La verdad, no desearíamos a nadie su trabajo. En primer lugar, entrevistó a una mujer que tenía la desgracia de que su hijo fuese un granuja de trece años adicto al crack, y le costó sonsacarle la educación que había recibido.

La pobre mujer empezó respondiendo sucintamente las preguntas de Nick con un sí o un no, increíblemente intimidada por ese periodista alto, guapo y bien hablado. En realidad no habría importado que Nick hubiera sido bajo, gordo y calvo, porque se habría sentido intimidada de todos modos; odia a todos los periodistas.

Al final, sin embargo, el encanto de Nick pudo más y este se fue con una historia. Podría haber vuelto a la oficina, pero por suerte prefirió enviar la entrevista directamente a la redacción desde un teléfono público. Por suerte, porque habría vuelto en el preciso instante en que Jemima Jones preguntaba a su ordenador si él se enamoraría de ella.

El resto de la semana ha estado fuera trabajando en otros tres reportajes, no ha visto prácticamente a nadie, no ha tenido tiempo para charlar, no ha hecho nada más que trabajar sin levantar la cabeza.

Pero el miércoles por la noche fue una especie de premio. Volvió a casa más temprano de lo habitual y se encontró con que sus dos compañeros habían salido, de modo que tenía la casa para él solo. Podía quitarse los zapatos, leer el suplemento de medios de comunicación del Guardian que guardaba desde el lunes y el último número del FHM, ver las noticias, y, en general, relajarse.

Se instaló cómodamente en el sofá con la televisión encendida como ruido de fondo, en algún concurso de última hora de la tarde que nunca se le ocurriría mirar, y hojeó el Guardian.

En la parte superior de la página 16 un anuncio atrajo su atención, y, lo que tal vez sea aún más importante, estimuló su imaginación.


¡Aquí está!, pensó Nick, emocionado. Mi gran oportunidad. Un reportero especializado en noticias y política. Este empleo lleva mi nombre escrito. No dudó porque, después de todo, Nick no es de los que piensan sino de los que actúan. Cogió el bolígrafo y garabateó el primer borrador de una carta.

Una fotografía, pensó, ¿dónde puedo conseguir una fotografía decente? Nick solo tiene fotografías decentes, pero con gafas de sol y gorra de béisbol difícilmente da la imagen que le conviene proyectar, y, como todos sabemos, es esencial tener una imagen televisiva.

Sacó de debajo de la cama una caja y pasó por la criba cientos de fotografías. Al final encontró una que era perfecta, una foto que había robado del archivo de imágenes, en la que aparecía trajeado al lado de una celebridad local.

A la mierda la celebridad, Nick. Se trata de tu carrera. De modo que fue a buscar las tijeras del cajón de la cocina, cortó la fotografía limpiamente por la mitad y la celebridad cayó flotando sobre la mugrienta moqueta gris.

Terminó la carta, adjuntó su currículo y metió la fotografía en el sobre. Ahora solo tenía que esperar.


Es curioso cómo ha disminuido mi apetito últimamente. Es la hora de comer y no me apetece pedir un enorme plato de comida. Me basta con esta ensalada, una ensalada como es debido, y estoy totalmente satisfecha sentada en la cantina enfrascada en una revista.

La he comprado esta mañana. No es la habitual revista ilustrada de moda, sino una en cuya cubierta he leído algo sobre citas por internet. Me intrigó, de modo que la compré y ahora estoy averiguando todo sobre los cafés de internet.

Ni siquiera sabía que existían estos lugares. Este café, Cyborg, está en el West End. En la foto se ven superficies metálicas y ordenadores a lo largo de las paredes y gente guapa sentada a las mesas del centro, bebiendo cappuccinos y comiendo rollos de ciabatta rellenos de tomates secados al sol, mozzarella y albahaca fresca.

Al parecer, hacer contactos por internet se ha puesto de moda, bueno, desde que apareció internet. Según este artículo, y hay que decir que no me lo creo a pie juntillas porque sé que no puedes creerte todo lo que lees, gente de todas partes del mundo se está conociendo y enamorando. Y no solo eso, Cyborg se ha convertido en el lugar de moda, un lugar donde ver y dejarse ver, un lugar donde, si no eres lo bastante afortunado para encontrar tu alma gemela por internet, puedes sorprenderla mirándote por encima de su ordenador.
—Eso parece interesante —dice Nick Williams, deteniéndose a mi lado mientras pone la bandeja frente a mí en la mesa. He oído hablar de él.

Se me acelera el pulso y siento un ligero calor en el cuello. Sin duda esta es la oportunidad perfecta, pero ¿cómo puedo preguntarle si quiere ir, cómo puedo hacer que la voz me salga natural cuando me estoy ahogando por dentro?
—Deberíamos ir una noche —dice Nick, llevándose a la boca un trozo de fibroso roast beef. —Los tres. Nos reiríamos.
—Me encantaría —borboteo. —Quiero decir que parece realmente interesante. Me encantaría saber más —añado con un tono más frío ahora, porque debo mantener a raya mi excitación.
—Averigüemos cuándo está libre Geraldine. Tengo por delante una semana bastante tranquila, así que podría ir cualquier día.
—¿Por qué se está tomando mi nombre en vano? —Geraldine se sienta con un plato de lechuga, tomates y pepino sin aliñar.
—Nick decía que deberíamos ir a este lugar. —Señalo el artículo. —Parece divertido. —Pero estoy pensando, ¿por qué Geraldine también, por el amor de Dios? ¿Por qué no solo tú y yo, Nick? No es que no quiera que venga Geraldine, pero me muero por estar una noche solo con Nick. Me muero.
—Sí —repite Nick. —De hecho, esta noche no hago nada. ¿Y tú? —Me mira y sacudo la cabeza. Por supuesto que no tengo planes para esta noche. Él mira a Geraldine, que sacude la cabeza y hace una mueca.
—Lo siento, chicos, no contéis conmigo.
—Pero ¿por qué? —pregunta Nick.
—¿Un café de ordenadores? Creo que no. Estará lleno de obsesos de la informática y hombres raros de pelo grasiento.
—En eso te equivocas. —Las palabras me salen de la boca antes de que pueda detenerlas, porque lo último que quiero es convencerla de que venga, pero mi boca parece tener vida propia y le tiendo la revista. —Mira la gente de la foto. Todos son guapísimos.
—Hummm. —Geraldine tiene que conceder que son, de hecho, más guapos que la media. —Seguramente son modelos que han llevado para ocultar a los obsesos.
—Vamos, Geraldine —digo, fingiendo de nuevo que lo que más deseo en este mundo es que se apunte. —Tú solo ven.
—No —dice Geraldine, cogiendo con los dedos una rodaja de pepino y mordisqueándola. —Tengo que lavarme el pelo.
—Dios, eres patética —dice Nick, pero no suena desagradable, no puede remediarlo, es evidente que quiere que venga. —Da igual que haya obsesos de la informática porque nosotros estaremos allí.
—No. —Ella se niega a ceder y se me escapa sin querer un suspiro de alivio.
—Bueno, pues nosotros iremos de todos modos, ¿verdad, Jemima? —dice Nick, y yo sonrío radiante mientras asiento.

¡SIIIIIIII!
Jajajajaja, me emocioné demasiado con el final :D
Gracias por poner los dos caps :')
S I G U E L A A A A A A A ! Está buenísima!

ahhhhh como la dejas ahi ahhhhhh
ahhhhhh nick va ir con ella
ellos dos solos solos ahhhhhhh
que bueno que gemina no quiso ir
ahhhhhhh y con el que estaba chateando era joe como dijo JJ
ahhhhh decime porfis
me encantaron los caps
seguila!!!!

SIGUELAAAAAAAAA!
Me estoy muriendo por leer D:

No mueran chicas


Capítulo 17

Están sentados comiendo y hablando sobre el trabajo, y Nick siente que el anuncio que lleva en el bolsillo le quema de tal modo que se muere por decírselo a alguien. Tiene previsto enviar hoy la solicitud, pero no se fía de sí mismo, quiere que alguien más la lea antes de echarla al buzón que hay junto a la parada de autobús.

Quiere decírselo a Jemima y Geraldine, quiere saber lo que piensan, si tiene alguna posibilidad, si se lo imaginan en la televisión, pero no está totalmente seguro de si puede fiarse de Geraldine.

Jemima, le consta, no diría una palabra, y sospecha que Geraldine no repetiría nada intencionadamente, pero podría escapársele sin querer, y no quiere arriesgarse a que por el Kilburn Herald corra la voz de que está buscando otro empleo.
Además, no es que sea asunto nuestro, pero, Nick, ¿no es mal karma hablar de un trabajo antes de conseguirlo?

De modo que guarda silencio. Jemima también guarda silencio, demasiado ocupada soñando con esta noche, y Geraldine parlotea sin parar sobre Dimitri, el que era su novio, aunque aún no ha logrado decírselo.
Terminan de comer y se dirigen al ascensor. Por favor, no te olvides de que hemos quedado esta noche, ruega Jemima.
—Bueno, ¿vamos directamente después del trabajo? —Nick me está mirando.
Maldita sea. Prometí a ese tal Joe que chatearía con él esta tarde. Supongo que podría conectarme en Cyborg y hacerlo desde allí, pero Nick estaría conmigo y no me gustaría que mirara por encima de mi hombro. Tengo que escoger entre Nick o Joe. Como si tuviera alguna duda.
—De acuerdo —respondo.
—Estupendo —dice, sonriendo con afecto, porque aunque sospecho que preferiría ir con Geraldine, jamás tendría e mal gusto de desdecirse, no cuando ya hemos quedado.

Más tarde Geraldine me envía un mensaje:
«Cuidado, podrían correr rumores sobre tú y Nick...»
«¿Qué quieres decir?», respondo, sin saber exactamente a qué se refiere y rezando para que corran, porque tal vez si la gente cree que pasa algo podría pasar alguna cosa en realidad.
«¡Ya sabes cómo es la gente de aquí, si os ven marcharos juntos podrían precipitarse a sacar conclusiones!» Geraldine sabe que eso jamás ocurriría conmigo. Sí, el Kilburn Herald bulle de cotilleos, y a todo aquel a quien se ha visto alguna vez con un colega del sexo opuesto se le ha atribuido inmediatamente una aventura. Pero nadie en su sano juicio pensaría que yo tengo una aventura con Nick Williams. Tal vez en mis sueños, pero eso es todo.

«¡Oh, vamos!», escribo, haciéndole el juego a Geraldine. «No es mi tipo.»
«¿Con todos esos hoyuelos, por no hablar de su precioso pelo que siempre le cae exactamente en el sitio adecuado? ¿Hablas en serio?»

No está siempre en el sitio adecuado, además, ¿qué pasa si se le cae? Es precioso. Bruja.
«Totalmente», tecleo. «Solo somos amigos.»
«Bueno, pues entonces disfruta de una velada amistosa y no hagas nada que yo no hiciera...»

A las seis estoy tan emocionada que creo que voy a reventar. He ido al lavabo y me he maquillado, aunque la verdad es que no se nota, y estoy sentada ante mi escritorio tratando de contener el impulso de dar saltos por la oficina.

Perdona, ¿Joe qué?

Y entonces veo a Nick acercarse, y tan pronto como lo veo en el otro extremo de la estancia sé que va a anular la cita. ¿Cómo lo sé? Va en mangas de camisa, arremangado, y parece tenso y preocupado. Mierda.
—¿Estás preparado? —pregunto nerviosa, sabiendo perfectamente que está a punto de decirme que no viene.
—Lo siento mucho, Jemima —dice, y para ser justos parece sincero. —Me acaban de dar un artículo para editar. Voy a quedarme aquí hasta tardísimo.
—No te preocupes. —Una alegría falsa anima mi voz. —Podemos ir otro día. Tengo mucho que hacer en casa. —Como ver la televisión. Leer. Escuchar música.
—Lo siento.
Empiezo a compadecerlo porque parece realmente que no quiera quedarse aquí.
—No te preocupes —repito. —Iremos otro día.
—Mira —dice, y estoy convencida de que advierte la decepción en mi mirada. —No vives lejos de mi casa. Si termino lo bastante pronto podríamos quedar más tarde para tomar algo.
—¡Estupendo! —exclamo sin darme tiempo para disimular mi entusiasmo, y mentalmente me doy patadas por debajo del escritorio por no mostrarme un poco más fría.
—Bien. ¿Cuál es tú número de teléfono?
Se lo escribo, y soy tan idiota que mientras lo hago trato de no sonreír. Sin éxito.
—Te llamaré en cuanto termine —dice Nick, que cada vez parece más desolado ante la perspectiva de tener que trabajar hasta tarde. —¿Te vas ya?
—Dentro de un rato. Antes debo solucionar unas cuantas cosas.

¡Va a telefonearme! ¡Quiere que vayamos a tomar algo! ¡Tengo una cita con Nick Williams! ¡No tenía por qué pedírmelo, pero quiere verme! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí! ¡Sí!

Sin embargo, antes de irme a casa, antes de permitirme abandonarme a la emoción que se ha apoderado de todo mi ser, he de chatear con Joe, y antes de hacerlo tengo que jugar a mi juego, ¿os acordáis?

Si me conecto a internet en cuarenta y cinco segundos, Nick Williams se enamorará de mí. Por favor, por favor, conéctate en cuarenta y cinco segundos.

Observo el pequeño reloj del extremo derecho de la pantalla. 33. 34. 35. 36. Sigo sin conectarme. No puedo soportar mirar. Cierro los ojos con fuerza, rezando para que cuando los abra esté conectada. Los abro. 42. 43. Conectada. Uf. Gracias, Dios.

«Creía que no ibas a aparecer :(», leo en la esquina tan pronto como entro en el Café LA.
«Lo siento. Estoy trabajando en una gran historia.»
«¿Puedes enviarme un vídeo? Me encantaría verte en acción.»
«Lo intentaré.» Seguro. «Pero en estos momentos estoy un poco liada.»
«¿Has tenido un buen día, JJ?»
«Magnífico.» Al menos ahora estoy diciendo la verdad.
«:) ¡Eso es tan inglés! Yo acabo de volver de una clase de gimnasia que no me apetecía nada. Anoche me acosté tarde.»
«¿Te has levantado resacoso?»
«No. Aquí en California nadie bebe. Nunca. ¿Tú bebes?»
«No.»
«¿Y fumas?»
«No.» Perdonadme si peco, pero una pequeña mentira piadosa no hace daño a nadie.
«¡Estupendo! Yo tampoco. No soporto el tabaco, lo odio.»
«Háblame de tus amigos», pregunto para cambiar de tema, y ¿soy yo o parece un poco aburrido? No, debo de ser yo, quiero decir que es un auténtico tío bueno de Hollywood, por el amor de Dios, ¿qué hay de aburrido en eso? «¿Qué haces cuando sales?»
«Pasar el rato, supongo. Tengo amigos de todas las profesiones y condiciones sociales, y aquí hay toda clase de diversiones.»
«Me sorprendes. Imaginaba que todos tus amigos eran culturistas.»
«CF. No. Conozco a toda clase de personas a través del gimnasio. Viene un montón de gente famosa y he hecho amistad con algunas.»
«Nombres, nombres, dame nombres.»
«Está bien (s), pero no me lo tengas en cuenta. Conozco a Demi y a Bruce bastante bien, y a muchos del reparto de ER. Pero muchos de mis amigos solo trabajan detrás de las cámaras. ¿Y tú?»

Piensa en Geraldine, en Sophie y en Lisa. Piensa en todo menos en tu vida.
«Salgo mucho a cenar, normalmente a lugares elegantes, y de vez en cuando a clubes nocturnos, pero no tan a menudo. Lo hacía cuando era más joven.»
«Estoy tratando de hacerme una idea de cómo eres. ¿Qué llevas en este momento? (No me refiero a la ropa interior (m), sino a tu estilo :)»

Mierda. Miro lo que llevo. Unos gigantescos pantalones elásticos negros y una enorme blusa naranja.
«Una camisa Armani», tecleo. «Chaqueta entallada, falda corta y zapatos color crema. Tengo que ir elegante para cuando salgo ante las cámaras.»
«Hummm. Pareces mi tipo. Yo llevo mis Levi's más viejos, un polo Ralph Lauren azul gastado y zapatillas de deporte. Guardo un traje en el despacho para cuando tengo reuniones, pero la mayor parte del tiempo visto informal.»

que mal que nick cancelara la cita
pero van a tomar algo
me encanto
seguila!!!!

No me gusta que Jemima sea tan falsa con Joe :/
Aunque me da un poco de risa porque ella como que trata siempre de parecer elegante e interesante porque cree que Joe lo es, pero resulta que Joe es de los más sencillo. No tiene porque aparentar con él.
Espero que ella y Nick realmente puedan salir esa noche (yn).
SIGUELAAAA PRONTOOOO :D

No se ilusionen mucho con Joe, en serio... ups, les estoy adelantando mucho xD pero de verdad, verán que no todo lo que brilla es oro pero para que se den cuenta de eso ahora es que falta D:


Capítulo 18

«¿Y cómo es Los Ángeles?»
«Me encanta. Me encanta el clima, los edificios, la gente. No se parece a ningún otro lugar de Estados Unidos. ¿Has estado alguna vez aquí?»

No, nunca he estado en ninguna parte en realidad. Cuando era niña y mis padres todavía estaban juntos, fuimos un par de veces a un camping de Francia. Recuerdo la arena suave, las palmeras de Niza, el agua del mar caliente, pero cuando crecí y mi madre tuvo que salir adelante ella sola, se acabaron las vacaciones en el extranjero, y el camping francés se convirtió en hoteles en Dorset, Gales, Brighton. Lo que daría por ir a un lugar como Los Ángeles.
«No, pero me encantaría.»
«Deberías venir. Apuesto a que te encantaría.»
«¿Me estás invitando? (m)»
«Claro. Podrías quedarte en mi casa.»

Caray, eso es un poco rápido, piensa Jemima, pero es tan ingenua que no sabe que en Los Ángeles la gente tiene la costumbre de tenderte la mano de la amistad antes de retirarla tan pronto como tratas de aferrarte a ella.
«Pero si casi no nos conocemos», tecleo, preguntándome si Joe estará un poco loco, porque ¿quién en su sano juicio invitaría a un desconocido?
«Nos conoceremos enseguida (m)»
«CF. » Estoy cogiéndole el truco.»
«¿Cuándo tienes pensado tomarte tus próximas vacaciones?»
«Aún no he pensado en ello. Pero pronto.»
«¡No vayas a ninguna parte sin hablar antes conmigo! ¿Qué vas a hacer esta noche?»
Al menos puedo decirle la verdad.
«Voy a ir a tomar algo.»
«¿Con una amiga o un amigo.»
«Un amigo.»
«:(»
«¿Por qué :(?»
«Tengo celos.» Sé que es ridículo, pero leer estas palabras hace que de pronto me sienta bien. Es una tontería, lo sé, porque nunca me ha visto, pero jamás le había dado motivos de celos a nadie. ¡Celos de mí! ¡De Jemima Jones! ¡Saliendo con otro hombre! Es asombroso. Algo nuevo, nuevo y asombroso.

«No te preocupes, solo es un amigo.»
«Dime que es gordo y tiene cuarenta años.»
«Está bien. Es gordo y tiene cuarenta años.»
«(m) Estupendo. Solo recuerda al pobrecito Joe sentado en California pensando en ti. ¿Podemos chatear mañana?»
«No sé si podré. Creo que voy a salir.»
«De acuerdo. Te enviaré un mail entonces. ¿Qué te parece?»
«Perfecto. Lo espero.»
«¿Me contestarás?»
«Prometido.»
«Bueno, JJ. Cuídate y un fuerte abrazo.»
«Lo mismo digo. Adiós.»

Recojo mis cosas y mientras me preparo para marchar trato de imaginarme a Joe en California, lo que no es fácil, porque nunca he estado allí, aunque lo he visto en las películas. Me pregunto si será realmente un dios californiano, rubio y de ojos azules, o si ha estado haciendo lo mismo que yo, reinventarse por internet.
Sea como sea, es hora de irse a casa y esperar un par de horas, confío, a ver en persona al amor de mi vida.

—Hoy he tenido un buen día. —Sabe Dios por qué me molesto en decirlo, pero necesito hablar con alguien, de modo que en lugar de pararme en el umbral del cuarto de Sophie, que es lo que suelo hacer antes de desaparecer en mi habitación, entro y me siento en su cama, lo que sé que debe de parecerles un poco raro.
—Me alegro —dicen, primero Sophie y a continuación Lisa.
Advierto que las dos están desconcertadas, ya que nunca me han oído dar voluntariamente ninguna clase de información, y jamás, en todo el tiempo que llevamos viviendo juntas, he entrado y me he sentado en la cama.
—¿Por qué? —pregunta Sophie, que finalmente, tiene la consideración de ser educada.
—Por ningún motivo en particular, solo un buen día. Y... —Hago una pausa para crear un efecto dramático. —Esta noche tengo una cita.
—¿Una cita? —dicen a coro las dos, mirándome con expresión de asombro. —¿Con quién?
—¡Con el hombre más guapo del mundo! —respondo con tono soñador, sorprendentemente parecido al de ellas. —Con Nick Williams.
—Ah —dice Sophie.
—Nick —dice Lisa. Y sé que las dos simultáneamente se imaginan a un obseso de la informática/gordo/feo/aburrido con el pelo grasiento.
—¿Adonde vais a ir? —quiere saber Lisa.
—No lo sé. Solo a tomar algo.
—¡Bueno, eso es genial! ¡Bien hecho! —Sophie se muestra algo condescendiente.
—¿A qué hora va a venir? —dice Lisa.
—Me llamará cuando termine de trabajar. Sigue en la oficina.
—Estupendo —dice Lisa. —Estaremos aquí un rato más. Esta noche vamos a ir a un nuevo club, de modo que no saldremos hasta más tarde. Tal vez podríamos conocerlo.

Mierda, no. No si puedo evitarlo.
—Tal vez.
—De todos modos —dice Sophie, toda sonrisas, —¿existe alguna posibilidad de que nos traigas una taza de té, Mimey?
—No. —Rotundamente no, mis días de esclava, acabo de decidir, han terminado. —Esta noche no. Tengo que arreglarme.

Veo a Sophie y Lisa mirarse, y por la expresión de sus caras sospecho que acaban de darse cuenta de que podría estar a punto de producirse un cambio en el delicado equilibrio de nuestra convivencia.
Pero a Jemima no le preocupa, ¿por qué iba a preocuparle? Tiene cosas más importantes en que pensar. Nick Williams, para empezar. Entra despacio en su habitación y no permite que le incomoden ni un segundo los susurros que le llegan de Sophie y Lisa.

Abre de par en par las puertas de su armario y busca desesperadamente algo nuevo que ponerse. Algo excitante, algo favorecedor, algo que la haga parecer delgada o al menos lo bastante delgada para que cierto señor Williams se le insinúe.

Sin embargo, no es fácil esconder las carnes de alguien tan voluminoso como Jemima, que acaba optando por un jersey negro largo y unos pantalones negros.

Recuesta la cabeza en la bañera mientras las burbujas se elevan hacia el techo y se queda ensimismada en sus habituales fantasías. Esta vez se imagina tomando una copa con Nick en un pequeño bar de West Hampstead.

Jemima estará en plena forma, lo bastante ocurrente y aguda para hacer que a Nick se le salten las lágrimas de la risa.
—Nunca me había dado cuenta de lo graciosa que eres —dirá el, mirándola de una forma distinta, porque ni siquiera Jemima es lo bastante estúpida para creer que va a enamorarse de ella por su belleza.

Pero tal vez si es lo bastante graciosa, lo bastante encantadora, puede que él mire detenidamente el color verde esmeralda de sus ojos, la redondez de sus labios carnosos o el suave balanceo de su melena castaña desvaída pero siempre brillante.

Al final de la velada la acompañará hasta la puerta de su casa y la mirará muy serio, luego sacudirá la cabeza, apartando de sí la descabellada idea de que podría sentirse atraído hacia ella. Pero la idea no lo abandonará, e inclinará la cabeza y le dará un delicado beso en los labios.

—Lo siento —dirá. —No sé qué me ha pasado. —Pero entonces se perderá en los ojos de Jemima y volverá a besarla. Ya es suficiente por esta noche, después de eso será inevitable que vivan felices comiendo perdices.


A las nueve menos diez suena el teléfono.
—¿Jemima? Soy Nick —Por supuesto. ¿Quién más podía ser?