Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)

Todo estaba perfecto hasta que Joe dijo aquello...no me gusto para nada :( ... Pot fabor sigurlaprontooo!! Me encanta esta nove :love:

Jazz te extrañé ;(
acá les dejo su capi!!


Capítulo 47

—Pero cualquiera podría ir por allí ligando con mujeres, diciendo que es productor de cine.
—Sí. Eso es exactamente lo que ocurre.
—¿Quieres decir que ese tipo podría haber sido barrendero?
—En este caso es poco probable porque te ha dado una tarjeta con el nombre de una famosa productora, de modo que podrías comprobarlo. Pero he oído contar muchas historias de tipos con tarjetas impresas, y cualquiera podría presentarse como productor o director de cine independiente.
—Vaya, es extraordinario.

Joe se echa a reír.
—Supongo que no vas a investigarlo.

Ahora me toca a mí reír.
—Ni de coña.
—Me encanta cómo hablas —dice él. —Ya sé que he oído tu voz por teléfono, pero es totalmente distinto estar aquí contigo, verte, observar cómo mueves las manos.
—Gracias. —De pronto me siento incómoda y no puedo dejar de pensar que se ha equivocado. No debería estar conmigo, debería estar con una de esas modelos o actrices guapas. Con cualquiera menos la aburrida Jemima Jones del Kilburn Herald.
—Entonces ¿no te han puesto objeciones a que te tomes unos días de vacaciones? —pregunta, trasladando la conversación a un terreno más neutral y cómodo.
—Ninguna, y cuando vuelva van a ascenderme.
—¿A ascenderte? ¿Cómo pueden ascenderte?

¡Mierda! He estado en un tris de delatarme. Recuerda, Jemima, que ahora eres JJ, presentadora de televisión.
—Intervendré más en el programa.
—Puedo imaginarte en la televisión. Tal vez deberías hablar con alguna gente de aquí, ese acento británico los volvería locos.
—Tal vez —digo sintiendo una agradable sensación de bienestar, disfrutando ya del hecho de que Joe esté pensando en la posibilidad de que me quede, que ya le gusto lo bastante para creer que lo nuestro podría tener futuro.


Sé que probablemente pensaréis que estoy loca, pero creedme, si estuvierais aquí, si estuvierais sentados frente a esta versión terrenal de un dios, habríais pensado lo mismo.


¿Lo habríamos hecho, Jemima? ¿En serio? Bueno, tal vez Jemima Jones tenga razón, porque es muy fácil dejarse deslumbrar por el físico de la gente, y sí, está en lo cierto, Joe es la viva imagen del hombre perfecto. Pero, seamos francos, apenas se conocen, y aunque se gustan físicamente, lo cual, como sabemos, es un buen comienzo, el físico —y Jemima, más que nadie, debería recordarlo— no lo es todo.


Terminamos nuestro café en Starbucks —a propósito, está buenísimo— y volvemos a subirnos al coche para ir a su casa, y ¡qué casa! Joe vive en una maravillosa casa con vista a la playa. Una casa moderna tipo cubo con unas habitaciones enormes, unos suelos de madera que se extienden hasta donde alcanza la vista y unas cristaleras que se abren a una gran terraza de suelo entarimado.
—Lo compré porque el espacio me recuerda a un loft —dice Joe mientras me quedo en el centro de esta habitación que tiene diez veces el tamaño de mi piso, anonadada por la belleza de la luz, el ruido del mar, el frescor y el brillo típicamente californianos que lo envuelve todo.

Me enseña la casa, incluida la cocina moderna de acero inoxidable y madera de haya, me señala los modernos y enormes lienzos de las paredes, me hace sentar en el enorme sofá tapizado de lino blanco y tan mullido que prácticamente me engulle.
—He pensado que podríamos cenar algo en casa esta noche —dice Joe. —He supuesto que estarías demasiado cansada para salir.

Asiento y respondo que me parece estupendo, y Joe lleva mis cosas a la habitación de invitados y me enseña el cuarto de baño.
—Estaré en la cocina cuando estés lista —dice mientras cierra la puerta.

Exhalo un suspiro de alivio. Todo es perfecto. No solo perfecto, sino que él no ha dado por sentado que vamos a compartir habitación, y aunque espero, oh, Dios, cómo lo espero, que seamos algo más que meros amigos, aún no estoy preparada para eso.

De modo que extiendo los brazos mientras me tumbo sobre la colcha de damasco blanco y miro el ventilador del techo. La luz del atardecer se filtra por las persianas de listones de madera, y, no puedo evitarlo, sigo teniendo en los labios una enorme sonrisa de satisfacción. Al cabo de un rato me levanto para ir al baño en suite y paso por delante de un viejo espejo dorado que hay en la pared. Sé que probablemente pensaréis que estoy obsesionada con los espejos, y que mi vanidad quizá os dé náuseas, pero no es eso. Lo que ocurre es que si hubierais tenido el aspecto que yo tenía y hubierais perdido los kilos que yo perdí necesitaríais algo que os diera seguridad en vosotros mismos. También necesitaríais comprobar continuamente que seguís allí, que seguís siendo vosotros.

De modo que me acerco al espejo y me miro, y veo cómo se dibuja una gran sonrisa en mis labios.
—Lo he logrado —digo muy bajito y, sí, de acuerdo, con cierta euforia. —Ya lo creo que lo has logrado, JJ.

estoy super ansiosa por sdaber que pasara!!! pero entre mas pienso en joe no me puedo olvidar de Nick!!!

Un capi para ustedes, mis lectoras ansiosas :)


Capítulo 48

Llaman brevemente a la puerta del cuarto de baño y tardo unos segundos en oírlo, sumergida como estoy en el agua.
—¿Jemima?

Me siento en la bañera, sobresaltada, y busco frenética una toalla antes de recordar que he cerrado la puerta con pestillo.
—¿Sí?
—Solo quería saber si estabas bien. ¿Necesitas algo?
—No, estoy bien. Gracias.
—De nada. Voy a empezar a preparar la cena.
—¿Joe? —Digo al oír sus pasos retroceder hasta la puerta de la habitación. —Solo una cosa.
—Dime.
—¿Te importa si hago una llamada a Inglaterra?
—Por supuesto que no. No hay ningún problema. Hay un teléfono en tu habitación, al lado de la cama. ¿Sabes el prefijo que tienes que marcar?
—No te preocupes, tengo todas las instrucciones en mi tarjeta AT & T. —Una vez más Geraldine acudió en mi auxilio, insistiendo en que pidiera esa tarjeta para que mis partes sobre mis progresos me salieran más baratos.
—Muy bien. Hasta ahora.

Salgo del cuarto de baño envuelta en un albornoz blanco, suave y esponjoso, que Joe ha tenido el detalle de colgar detrás de la puerta, y con una toalla también blanca, suave y esponjosa, enrollada alrededor de mi pelo mojado, y busco en el bolso hasta encontrar un pequeño folleto con instrucciones de AT & T. Las leo, me siento en la cama y descuelgo.

Marco 1 800 225 5288. «Bienvenido a AT & T. Para realizar una llamada, por favor, pulse 1.» Sigo las instrucciones y espero conteniendo la respiración a que empiece a sonar el teléfono.
—¿Diga? —dice una voz somnolienta.
—¿Geraldine?
—¡Oh, Dios mío, eres tú! Espera, deja que me despierte.
—¿Qué hora es allí?
—Las dos de la mañana.
—Oh, lo lamento muchísimo, no he calculado... Oye, ¿por qué no te llamo mañana...?
—¿Estás loca? —me interrumpe Geraldine. —Llevo todo el día pensando en ti y, mierda, solo estaba durmiendo. Quiero saberlo todo. ¿Cómo es él, cómo va todo, es guapo?

Me río y bajo la voz.
—Geraldine, no lo creerías.
—Oh, quieres decir que es horrible, que no se parece nada a la foto, que es bajo, gordo y calvo.
—Para nada. Es, y lo digo totalmente en serio, el hombre más guapo que he visto nunca.
—¿Me tomas el pelo?
—Te lo juro. Es un millón de veces más perfecto que en la foto. No puedo apartar los ojos de él.
—¿Y qué le has parecido tú? ¿Eras lo que esperaba?
—Eso es lo asombroso. Ha dicho que la foto que le envié tampoco me hacía justicia. Bueno, no quiero parecer engreída, pero creo que le gusto, en serio.
—Jemima, eso no es ser engreída, sino sincera. Es fantástico. ¿Ya habéis decidido cómo vais a llamar a vuestros hijos?

Me río.
—Aún no, pero espera al final de esta noche.
—¿Qué vais a hacer esta noche? Deja que adivine: te va a llevar a un lugar superelegante como Spago, o ese otro local, Eclipse, y vais a cenar con Tom Cruise y Nicole Kidman.
—Me parece que no. No, vamos a quedarnos en casa y está preparándome la cena.
—¡También cocina! Jemima, hagas lo hagas, no lo dejes escapar.
—No pienso hacerlo si puedo evitarlo, pero cada vez que lo miro me pregunto qué está haciendo con alguien como yo.
—No seas ridícula, Jemima. Es muy afortunado de tenerte.
—Tal vez —digo, aunque en realidad no lo pienso.
—Entonces ¿crees que esta noche va a ser la de la gran seducción?
—Dios, no había pensado en ello. Es casi como si fuera demasiado perfecto para imaginarme tocándolo siquiera, y no digamos acostarme con él.
—Suena demasiado bonito para ser verdad.
—Creo que probablemente lo es.

Geraldine contiene un bostezo.
—Perdona, Jemima, me estoy quedando dormida.
—Tranquila, te dejo volver a la cama. Gracias por despertarte.
—De nada, querida. Me encanta saber que todo va bien. Llámame dentro de unos días para contarme qué ha pasado.
—Lo haré. Cuídate.
—Sí. —Geraldine vuelve a bostezar. —Lo mismo digo.

Cuelgo, pongo la maleta encima de la cama y empiezo a vaciarla, sintiéndome, por alguna extraña razón, mucho más segura ahora que he hablado con Geraldine, ahora que cuento con su aprobación.


Joe, con mucho sigilo, cuelga el teléfono de la cocina con cuidado de no golpear el auricular para que no le oigan. Retrocede y una sonrisa perfecta se dibuja poco a poco en su cara. Sí, se dice. Sí.


¿Qué me pongo? ¿Qué debería ponerme? He sacado toda la ropa y la he colgado en el armario, y ahora estoy teniendo una crisis importante de vestuario. No quiero parecer demasiado sexy, pero tampoco quiero que crea que no he hecho ningún esfuerzo. Necesito a Geraldine, no al teléfono sino aquí, en esta habitación, fumando un cigarrillo bajo en nicotina y eligiendo el atuendo perfecto, aunque no necesito que me anime a gastar más dinero del que ya he gastado.

Estoy totalmente perdida. Me pruebo un escueto vestido negro y, aunque me quedo un rato maravillándome del modo en que se ciñe a mi vientre liso y mi cintura de avispa, sé que es demasiado elegante, de modo que me lo quito y vuelvo a colgarlo con cuidado. Me pruebo unos pantalones de seda color crema y una camiseta blanca, y me queda perfecto, pero luego pienso, ¿y si trata de seducirme? Los pantalones no son lo que se dice sexy.

Al final me decido por una camiseta blanca y una falda corta acampanada de ante marrón. Ante. Lo sé, lo sé, debo de estar loca trayendo una prenda de ante a Los Ángeles, con el calor que hace, pero es mi adquisición más reciente y me encanta, me encanta la sensualidad del ante suave. Me miro en el espejo y sí, es perfecto. Me pongo unos vistosos pendientes de plata y unas playeras blancas. Informal, sexy, perfecta. Tal vez, por osmosis, se me ha pegado algo del estilo de Geraldine después de todo.

—¡Caramba! —exclama Joe cuando por fin salgo, tras pasar lo que me han parecido horas perfeccionando mi maquillaje y secándome el pelo hasta convertirlo en una melena dorada y brillante.
—¿Te gusta? —Doy una pequeña vuelta y Joe sonríe mientras me ofrece una copa de champán.
—Estás increíble, de verdad. Me encanta la falda.

La acaricia con delicadeza y sonríe admirado mientras, debo reconocerlo, se me hace un pequeño nudo en el estómago. Bebo con calma un sorbo de champán como si fuera la clase de chica que bebe champán cada noche, una chica, de hecho, muy parecida a Geraldine.
—Ven a la cocina y dame conversación mientras termino —dice Joe, y mientras lo sigo no puedo evitar fijarme en que las luces de pronto están mucho más bajas que cuando hemos llegado, y que en la enorme chimenea de piedra ahora arde un fuego, lo que, aunque fuera debe de hacer veinte grados, da un aire acogedor a la habitación.

Paso junto a la mesa de comedor, de hierro forjado y cristal, y veo que Joe ya ha puesto la mesa, con flores frescas en el centro y dos velas altas a cada lado esperando a ser encendidas.

Aun ingenua como soy, hasta yo me doy cuenta de que Joe se ha propuesto tener un idilio y, como para confirmarlo, enciende el equipo de música con el mando a distancia y de cada rincón de la habitación surgen unas suaves y sensuales notas de música soul.
—Altavoces cuadrafónicos —explica al verme mirar alrededor, tratando de averiguar de dónde sale exactamente la música. —Me han costado una fortuna, pero merece la pena por el efecto.

Seguro, pienso, pero por supuesto no lo digo, y no puedo por menos que preguntarme, mientras entramos en la cocina, cuántas veces ha hecho esto antes. Pero tan pronto como me asalta el pensamiento trato de apartarlo de mi mente, porque, al fin y al cabo lo que cuenta es el presente, que yo estoy aquí, y él está haciendo esto para mí.
—¿Qué tal el champán? —pregunta.
—Delicioso. —Bebo otro sorbo antes de darme cuenta de que tengo la copa vacía. Maldita sea. Deben de ser los nervios, es evidente que me lo he bebido sin saborearlo siquiera.
—Toma —dice él, riendo, al tiempo que rellena mi copa. —Yo no suelo beber, pero hoy es una ocasión especial. —Vuelve a reír, y lo observo por encima del borde de mi copa de chan pan, sin poder creer aún lo increíblemente guapo que es.

OMJ!!!

Joe es un chismoso :P

en serio si pasara algo??

Gracias por los caps :D
Aün no decido si Joe me cae bien, sobre todo porque la espió mientras hablaba con Geraldine :O Pero una cosa es segura: ¡Quiero saber de Nick! Jajajajaja, SIGUELAAAAAA :love:

Ay mai mía :O
¡QUE COTILLO QUE ES JOE! A escuchado todo, pero todo todo eh, me hace eso a mi y le ladro palabras incompresibles hasta que me canse y le diga 'no me hagas caso hahaha' Ejem, que me encanta y quiero el siguiente ya!
Un beeesito<3

Chicas, me van a disculpar por unos días!
Mi compu se murió y no sabría decirles cuando la tenga nuevamente!
Sean pacientes y no abandonen la historia...

Las quiero <3

Agh :'( No abandonaré la historia, pero realmente espero que se puedan solucionar pronto los problemas con la pc.
Muero por seguir leyendo :love:

Extraño mucho leer esta nove :'(
¡POR FAVOR SIGUELAAAAA!

Ya tengo compu :D y aquí un capítulo!!

Capítulo 49

¿El efecto? Jemima tiene toda la razón. Joe está muy acostumbrado a crear efectos, y es muy versado en crear escenas de seducción. Jemima tal vez crea que es un cocinero magnífico, que está haciendo todo eso por ella, pero Joe lo ha hecho muchas veces. ¿Y qué está cocinando? Ha empezado con queso de cabra, perfectamente colocado en una rebanada redonda de pan con avellanas que ha tostado ligeramente, calentado en el horno y rociado con aceite de avellana y un poco de zumo de limón, todo sobre un lecho de rúcula. Como plato principal está preparando pechugas de pollo marinadas en romero y ajo, que servirá con calabacitas y distintas verduras frescas, y de postre ha preparado una exótica ensalada de fruta acompañada de un helado bajo en calorías. Tal vez no sea el menú más arriesgado, pero recordad que este hombre está obsesionado con controlar las calorías, y la verdad es que es milagroso que haya dado una oportunidad al queso de cabra.

Joe no es un cocinero deslumbrante, pero tiene seis recetas maravillosas que utiliza una y otra vez. Anota con cuidado qué ha servido a quién, solo por si comete el terrible error de ofrecer queso de cabra dos veces seguidas. Por suerte, no ha tenido que preocuparse por eso con Jemima.

Hay que reconocer que hace tiempo que no se desvivía tanto por nadie. Más adelante descubriremos las razones, pero por el momento veamos si está consiguiendo el efecto deseado...
—¿Sabes lo que no puedo creer? —dice Joe, cortando zanahorias y calabacín a la juliana.
—¿Hummm? —Cada vez me siento más mareada, el champán combinado con el efecto del jet-lag está teniendo en mí un efecto devastador, pero parece que me resulta imposible dejar de beber; lo que sea con tal de calmar los nervios.
—No puedo creer que alguien como tú no tenga novio.
—Pues... —Me balanceo ligeramente en mi taburete. —Yo no puedo creer que alguien como tú no tenga novia.

Joe sonríe.
—¿Por qué será que sabía que ibas a decir eso?
—¿El destino? —digo con sarcasmo, arrepintiéndome al instante; no quería ser sarcástica, solo me ha salido. Porque ¿qué se supone que tenía que decir? Pero Joe, gracias a Dios, no parece haberlo notado.
—¡Sí! —exclama entusiasmado. —¡El destino! Creo firmemente en el destino, ¿y tú?

Está bien, podemos hablar de ello. Es algo que compartimos. Eso está bien. Tal vez descubramos que tenemos mil cosas más en común, quizá haya una base sobre la que construir algo distinto y especial. Dios mío, eso espero.
—Por supuesto que sí —digo. —Creo en el destino, pero también creo en que podemos controlarlo, y no estoy segura de en cuál de las dos cosas creo más. Me parece que ante todo creo que la vida es como un árbol y que podemos escoger entre varias ramas. Creo que aquí entra lo de controlar nuestro destino. Si escogemos una rama determinada, entonces nuestra vida irá en una dirección y en adelante el destino nos arrojará cosas.

Joe asiente con aire de entendido.
—Entonces —aventura tras una pausa, —¿crees que esto es el destino? —Deja la copa y me mira muy intensamente.
—Creo sin duda que nos hemos conocido por algo. —Dios, ¿podéis creer la serenidad con que hablo? —Y estoy segura de que cada persona entra en tu vida porque tiene algo que enseñarte.
—¿Y qué lecciones crees que podrías aprender de mí? —¿Una ceja ligeramente enarcada, una nota de coquetería en la voz?
—¿Qué tal si te lo digo mañana por la mañana? —Así se hace, Jemima, por fin has bebido suficiente champán para tener la suficiente seguridad en ti misma para coquetear.
—¿Qué tal si te doy la primera lección ahora? —Joe empieza a acercarse a mí y yo soy tan estúpida que me levanto presa de pánico.
—Primero comamos —digo animadamente. —Estoy segura de que estaré en mucha mejor disposición de aprender cuando haya comido algo. Me muero de hambre. Hummm, esto parece delicioso. No sabía que también cocinaras, te lo tenías muy callado. Bueno, ¿ya está preparada la cena? —Cállate, Jemima, estás haciendo el ridículo. Me callo.

Joe se acerca riendo y me alborota el pelo.
—Eres graciosa, JJ, ¿lo sabías?
—Me lo han dicho... alguna vez. —¿Qué? ¿Se cree que todas las rubias son tontas? Resisto el impulso de añadir algo aún más sarcástico, pero supongo que no puedo recriminárselo. Quiero decir que apenas me conoce, y es normal que se precipite a sacar conclusiones, que no sepa cómo soy en realidad, si soy graciosa o no.
—Bueno, la comida está lista —anuncia. —¿Por qué no enciendes las velas mientras la llevo?

Hago solícita lo que me pide, y cuando Joe entra con los dos platos, pulsa con el codo un interruptor que hay junto a la puerta y deja la habitación a oscuras salvo por las dos velas que hay sobre la mesa y la parpadeante luz de la chimenea.
—Así está mejor —dice sentándose.
—Mucho mejor —coincido. —Ahora casi no te veo —agrego. Es una broma, esta noche no hay forma de contener los sarcasmos, y agradezco una vez más mi buena estrella porque, siendo Joe (a) americano, y (b) californiano, el sarcasmo le es tan ajeno como las bragas de Marks & Sparks.
—Oh, lamento si te he decepcionado —dice él en tono herido.
—No, Joe —lo tranquilizo, atreviéndome a poner una mano sobre la suya. —Era una broma. El humor inglés, ya sabes. Perdona.
—Ya —dice él, tratando de reír pero sin conseguirlo. No importa, un hombre tan guapo es incapaz de creer por mucho rato que alguien no se interese por él, y casi al instante vuelve a ser el mismo.

Hablamos de cosas triviales durante la ensalada de queso de cabra. Empezamos a reírnos juntos en el intervalo entre el primer plato y el segundo, y para cuando llega el pollo comenzamos a relajarnos, y no puedo hablar por Joe, pero yo empiezo definitivamente a tener la sensación de que podría haber algo entre nosotros.
—¿Y qué buscas en una relación? —me atrevo a preguntar por fin, ligeramente envalentonada por todo el champán que he bebido.
—¿Qué busco? Busco a una mujer que sea sincera, sensible, femenina. Una mujer que no esté necesariamente interesada en tener una carrera, que sea una gran esposa y madre. —Llegado a ese punto se detiene y me mira a los ojos, y su mirada me parece, no sé cómo decirlo, tan penetrante que al cabo de unos segundos que me parecen horas empiezo a sentirme realmente incómoda y desvío la mirada. —Quiero a una mujer que me haga reír —añade, —que sepa disfrutar de la vida, que sea íntegra y profunda. Quiero a una mujer...

Oh, Dios, ¿cuán larga va a ser esta lista? Esperaba un par de puntos, no un monólogo de una hora sobre sus expectativas. Basta, Jemima, no seas tan negativa.

—... Que sea consciente de sí misma —continúa, —que esté abierta a amar y ser amada. Y necesito a una mujer que sea despampanante, que se cuide, que no beba ni se drogue, que esté delgada, sana y en forma.

¿Es extraño o estoy siendo poco comprensiva? ¿Cómo es que ha empezado diciendo lo que quiere y ha acabado diciéndome lo que necesita? ¿Hay alguna diferencia? Tal vez sí, tal vez no. Comoquiera que sea, en este momento estoy demasiado ocupada tratando de no quedarme dormida para preocuparme más de ello, estoy taaaan cansada y, por emocionante que sea la situación, por guapo que sea él, no creo que consiga mantener los ojos abiertos por mucho más tiempo.

Joe termina su letanía y por fin se da cuenta, gracias a Dios, de que se me cierran los párpados.

Síguela, te echaba de menos :$