Conectarse
Últimos temas
miembros del staff
Beta readers
|
|
|
|
Equipo de Baneo
|
|
Equipo de Ayuda
|
|
Equipo de Limpieza
|
|
|
|
Equipo de Eventos
|
|
|
Equipo de Tutoriales
|
|
Equipo de Diseño
|
|
créditos.
Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
O W N :: Archivos :: Canceladas
Página 2 de 13. • Comparte
Página 2 de 13. • 1, 2, 3, ... 11, 12, 13
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
ahhhhhhh como la dejas ahi que va a pasar
seguila!!!!
seguila!!!!
Let's Go
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
Capítulo 07
Adicción a las drogas; adicción a la comida; adicción al alcohol; adicción al tabaco. Lo curioso es que nunca se habla de la adicción a internet.
Sin embargo, la adicción a internet es el azote de los noventa. En todo el mundo hay hombres y mujeres que se van a la cama solos y se acurrucan sintiéndose desgraciados mientras sus parejas se encierran en sus estudios y, tac, tac, tac, teclean hasta la mañana siguiente.
Internet es un mundo aparte donde la gente puede ser lo que quiera. Mientras leéis estas palabras se están desintegrando matrimonios por falta de comunicación gracias a una pequeña pantalla enclavada en un rincón de la casa.
Por supuesto, Jemima Jones no sabe nada de todo eso. Jemima Jones no tiene por qué preocuparse por una pareja cabreada o un matrimonio desgraciado, ni siquiera por tener otra adicción que añadir a la lista.
Lo único que sabe en esos momentos, mientras vuelve a casa del trabajo, es que internet parece divertido, y que con solo pulsar unas pocas teclas puede averiguar todo lo que le haga falta sobre cómo limpiar plata o eliminar el olor a orina de gato de una cortina.
Más emocionante aún resulta el hecho de que la información que recibe puede venir de cualquier parte del mundo.
Camina pensando en internet, tan profundamente ensimismada que antes de darse cuenta está frente a su puerta, y ¿sabéis una cosa?: por el camino se ha olvidado por completo de comprarse chocolatinas.
Así me gusta, Jemima, bien hecho. Hoy es el primer día del régimen que va a funcionar de verdad. Esta vez voy a intentarlo en serio. ¡Se acabó el chocolate!
Subo la escalera y mientras abro con cierta desconfianza la puerta, me llegan risas procedentes de la habitación de Sophie. Lisa está tumbada en la cama, abrazada a su almohada.
—Estoy enamorada —dice entre suspiros cuando entro.
Oh, cállate, pienso, pero no lo digo.
—Deja que adivine. Ha entrado un tío nuevo a trabajar y es increíblemente guapo y quiere casarse contigo.
—No seas tonta. Es el tío que conocimos la semana pasada, el nuevo cliente. Ha invitado a Lisa a salir. —Sophie está tratando de parecer contenta, pero se le nota en la cara que tiene celos. No me creo lo de que las rubias son tontas, o al menos no me lo creía hasta que conocí a Sophie, pero sé que ella está convencida de que las rubias tienen que ser más divertidas, y me resulta increíble que ese tío se haya inclinado por Lisa.
—Se llama Nick Hanson, tiene treinta y tres años, es soltero y me encanta. —Lisa suspira, soñadora. —Lisa Hanson. ¿Qué tal suena? Señora de Nick Hanson, la señora Lisa Hanson.
—Creo que tal vez te estás adelantando un poco a los acontecimientos. —No soy amarga, os lo prometo, es que lo he visto muchas veces y sé exactamente lo que ocurrirá. Al final de su primera cita Lisa volverá a casa y se pasará la tarde dibujando vestidos de boda y haciendo listas de invitados —¿Y cuándo vais a salir?
—Mañana por la noche. Dios mío, me encanta, es el hombre más divino que he conocido en años.
Por suerte es Hanson y no Williams.
Me siento en la cama, algo que normalmente no hago, pero anoche no vi a Sophie y Lisa, y ayer pasó algo. Tengo algo de lo que hablar. O tal vez debería decir alguien.
Ayer fui a ese curso, el de internet.
—Estupendo —dice Lisa.
—¿En serio? —dice Sophie. —Es curioso, hace un momento estaba leyendo sobre internet en una de mis revistas. ¿Sabes que hay un montón de gente que se cita a través de la red?
No, no lo sabía, y con franqueza, no me importa, pero al menos Sophie está mostrando un vago interés, de modo que la animo a seguir.
—¿Y qué decía el artículo? —pregunto.
—Parece asombroso, la verdad. Vas a esas páginas de citas y hay fotos de gente soltera, y podéis escribiros, enviaros emails a través del ordenador. Se conoce a gente de todas partes del mundo. Hasta ha habido bodas a raíz de eso.
Lisa se sienta y mira a Sophie.
—Sí, pero no se te ocurriría hacerlo, ¿no?
—No lo sé —responde Sophie. —Quiero decir que no creo que fuera capaz de aprender a utilizarlo, pero suena emocionante. Podrías escoger a un americano guapísimo y viviríais felices comiendo perdices en su mansión de Dallas.
—A mí me parece un poco triste —dice Lisa. —Bueno, ¿has aprendido a conocer a gente por internet? —pregunta Sophie volviéndose hacia mí.
–La verdad es que no, no era esa clase de curso, pero es increíblemente interesante, puedes encontrar prácticamente toda clase de información. Y después fui a tomar algo, por eso no volví a casa anoche.
Estoy desesperada por hablar con alguien, quien sea, de Nick Williams.
¿Estás segura de que no puedes guardártelo más tiempo para ti, Jemima? Adelante entonces, cuéntalo todo.
—¿Con quién?
Advierto que he atraído su atención, quieren saberlo y no me extraña. Quiero decir que no ocurre todos los días que hable de mi vida social, quizá porque no tengo exactamente lo que llamaríais una vida social, y se dan cuenta de que ha pasado algo.
—Con Geraldine. —Hago una pausa. —Y con Nick.
—¿Quién es Nick? ¿No es Nick Hanson, cierto?
—Para nada.
Naturalmente, no lo saben, porque hasta ahora mi enamoramiento ha sido un secreto, pero tengo que decírselo a alguien, y es mucho mejor decírselo a Sophie y Lisa, que nunca lo conocerán, que confiárselo, pongamos, a Geraldine.
—Es el subjefe de información del Killburn.
—¿¿¿Y????
—Y... —¿Debería decirlo? ¿Debería mantenerlo en secreto? Oh, al demonio. —Creo que es absolutamente maravilloso. —Ya está. Respiro hondo. Ya lo he dicho. Ya no me puedo volver atrás.
Sophie y Lisa se quedan mudas de asombro. Nunca les he hablado antes de hombres, y mientras las observo veo que se les nubla la vista al imaginar cómo es Nick, y veo también que están totalmente equivocadas.
Jemima Jones tiene razón, están totalmente equivocadas.
Lisa cree que probablemente no llega al metro setenta, tiene el pelo castaño y graso, lleva gafas de culo de botella y viste trajes marrones que no le sientan bien. Cree que es de los que siguen viviendo en casa de sus padres y lo que entienden por una noche emocionante probablemente sea ir al cine a ver una película subtitulada.
Sophie imagina que mide metro sesenta y cinco de estatura y poco menos de metro y medio de ancho. Da por supuesto que es obeso, increíblemente aburrido y está obsesionado con los ordenadores. Sospecha que lo que entiende por una noche emocionante es beber pintas de cerveza en un pub con sus amigos, que están tan obsesionados con los ordenadores como él.
Si supieran.
Porque Nick Williams es la clase de hombre del que Sophie y Lisa se enamorarían locamente. Poco se imaginan ellas, o incluso Geraldine, que Nick tiene por delante un porvenir dorado. Que su puesto en el Kilburn Herald no es sino un escalón para llegar al embriagador mundo de los presentadores de televisión. Que empezará como reportero de noticias y en un espacio increíblemente corto de tiempo pasará a ser presentador, gracias a sus hoyuelos y su dentadura blanquísima. Que en un futuro no muy lejano cada mujer del país, incluidas Sophie y Lisa, se acostará soñando con conocer a Nicholas Williams, porque para entonces será, naturalmente, Nicholas, con un aire de gravedad unido a su belleza irresistible y a su vulnerabilidad de niño.
Adicción a las drogas; adicción a la comida; adicción al alcohol; adicción al tabaco. Lo curioso es que nunca se habla de la adicción a internet.
Sin embargo, la adicción a internet es el azote de los noventa. En todo el mundo hay hombres y mujeres que se van a la cama solos y se acurrucan sintiéndose desgraciados mientras sus parejas se encierran en sus estudios y, tac, tac, tac, teclean hasta la mañana siguiente.
Internet es un mundo aparte donde la gente puede ser lo que quiera. Mientras leéis estas palabras se están desintegrando matrimonios por falta de comunicación gracias a una pequeña pantalla enclavada en un rincón de la casa.
Por supuesto, Jemima Jones no sabe nada de todo eso. Jemima Jones no tiene por qué preocuparse por una pareja cabreada o un matrimonio desgraciado, ni siquiera por tener otra adicción que añadir a la lista.
Lo único que sabe en esos momentos, mientras vuelve a casa del trabajo, es que internet parece divertido, y que con solo pulsar unas pocas teclas puede averiguar todo lo que le haga falta sobre cómo limpiar plata o eliminar el olor a orina de gato de una cortina.
Más emocionante aún resulta el hecho de que la información que recibe puede venir de cualquier parte del mundo.
Camina pensando en internet, tan profundamente ensimismada que antes de darse cuenta está frente a su puerta, y ¿sabéis una cosa?: por el camino se ha olvidado por completo de comprarse chocolatinas.
Así me gusta, Jemima, bien hecho. Hoy es el primer día del régimen que va a funcionar de verdad. Esta vez voy a intentarlo en serio. ¡Se acabó el chocolate!
Subo la escalera y mientras abro con cierta desconfianza la puerta, me llegan risas procedentes de la habitación de Sophie. Lisa está tumbada en la cama, abrazada a su almohada.
—Estoy enamorada —dice entre suspiros cuando entro.
Oh, cállate, pienso, pero no lo digo.
—Deja que adivine. Ha entrado un tío nuevo a trabajar y es increíblemente guapo y quiere casarse contigo.
—No seas tonta. Es el tío que conocimos la semana pasada, el nuevo cliente. Ha invitado a Lisa a salir. —Sophie está tratando de parecer contenta, pero se le nota en la cara que tiene celos. No me creo lo de que las rubias son tontas, o al menos no me lo creía hasta que conocí a Sophie, pero sé que ella está convencida de que las rubias tienen que ser más divertidas, y me resulta increíble que ese tío se haya inclinado por Lisa.
—Se llama Nick Hanson, tiene treinta y tres años, es soltero y me encanta. —Lisa suspira, soñadora. —Lisa Hanson. ¿Qué tal suena? Señora de Nick Hanson, la señora Lisa Hanson.
—Creo que tal vez te estás adelantando un poco a los acontecimientos. —No soy amarga, os lo prometo, es que lo he visto muchas veces y sé exactamente lo que ocurrirá. Al final de su primera cita Lisa volverá a casa y se pasará la tarde dibujando vestidos de boda y haciendo listas de invitados —¿Y cuándo vais a salir?
—Mañana por la noche. Dios mío, me encanta, es el hombre más divino que he conocido en años.
Por suerte es Hanson y no Williams.
Me siento en la cama, algo que normalmente no hago, pero anoche no vi a Sophie y Lisa, y ayer pasó algo. Tengo algo de lo que hablar. O tal vez debería decir alguien.
Ayer fui a ese curso, el de internet.
—Estupendo —dice Lisa.
—¿En serio? —dice Sophie. —Es curioso, hace un momento estaba leyendo sobre internet en una de mis revistas. ¿Sabes que hay un montón de gente que se cita a través de la red?
No, no lo sabía, y con franqueza, no me importa, pero al menos Sophie está mostrando un vago interés, de modo que la animo a seguir.
—¿Y qué decía el artículo? —pregunto.
—Parece asombroso, la verdad. Vas a esas páginas de citas y hay fotos de gente soltera, y podéis escribiros, enviaros emails a través del ordenador. Se conoce a gente de todas partes del mundo. Hasta ha habido bodas a raíz de eso.
Lisa se sienta y mira a Sophie.
—Sí, pero no se te ocurriría hacerlo, ¿no?
—No lo sé —responde Sophie. —Quiero decir que no creo que fuera capaz de aprender a utilizarlo, pero suena emocionante. Podrías escoger a un americano guapísimo y viviríais felices comiendo perdices en su mansión de Dallas.
—A mí me parece un poco triste —dice Lisa. —Bueno, ¿has aprendido a conocer a gente por internet? —pregunta Sophie volviéndose hacia mí.
–La verdad es que no, no era esa clase de curso, pero es increíblemente interesante, puedes encontrar prácticamente toda clase de información. Y después fui a tomar algo, por eso no volví a casa anoche.
Estoy desesperada por hablar con alguien, quien sea, de Nick Williams.
¿Estás segura de que no puedes guardártelo más tiempo para ti, Jemima? Adelante entonces, cuéntalo todo.
—¿Con quién?
Advierto que he atraído su atención, quieren saberlo y no me extraña. Quiero decir que no ocurre todos los días que hable de mi vida social, quizá porque no tengo exactamente lo que llamaríais una vida social, y se dan cuenta de que ha pasado algo.
—Con Geraldine. —Hago una pausa. —Y con Nick.
—¿Quién es Nick? ¿No es Nick Hanson, cierto?
—Para nada.
Naturalmente, no lo saben, porque hasta ahora mi enamoramiento ha sido un secreto, pero tengo que decírselo a alguien, y es mucho mejor decírselo a Sophie y Lisa, que nunca lo conocerán, que confiárselo, pongamos, a Geraldine.
—Es el subjefe de información del Killburn.
—¿¿¿Y????
—Y... —¿Debería decirlo? ¿Debería mantenerlo en secreto? Oh, al demonio. —Creo que es absolutamente maravilloso. —Ya está. Respiro hondo. Ya lo he dicho. Ya no me puedo volver atrás.
Sophie y Lisa se quedan mudas de asombro. Nunca les he hablado antes de hombres, y mientras las observo veo que se les nubla la vista al imaginar cómo es Nick, y veo también que están totalmente equivocadas.
Jemima Jones tiene razón, están totalmente equivocadas.
Lisa cree que probablemente no llega al metro setenta, tiene el pelo castaño y graso, lleva gafas de culo de botella y viste trajes marrones que no le sientan bien. Cree que es de los que siguen viviendo en casa de sus padres y lo que entienden por una noche emocionante probablemente sea ir al cine a ver una película subtitulada.
Sophie imagina que mide metro sesenta y cinco de estatura y poco menos de metro y medio de ancho. Da por supuesto que es obeso, increíblemente aburrido y está obsesionado con los ordenadores. Sospecha que lo que entiende por una noche emocionante es beber pintas de cerveza en un pub con sus amigos, que están tan obsesionados con los ordenadores como él.
Si supieran.
Porque Nick Williams es la clase de hombre del que Sophie y Lisa se enamorarían locamente. Poco se imaginan ellas, o incluso Geraldine, que Nick tiene por delante un porvenir dorado. Que su puesto en el Kilburn Herald no es sino un escalón para llegar al embriagador mundo de los presentadores de televisión. Que empezará como reportero de noticias y en un espacio increíblemente corto de tiempo pasará a ser presentador, gracias a sus hoyuelos y su dentadura blanquísima. Que en un futuro no muy lejano cada mujer del país, incluidas Sophie y Lisa, se acostará soñando con conocer a Nicholas Williams, porque para entonces será, naturalmente, Nicholas, con un aire de gravedad unido a su belleza irresistible y a su vulnerabilidad de niño.
Invitado
Invitado
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
jajajajaja como se imaginan a nick
me encanto el cap
seguila!!!
me encanto el cap
seguila!!!
Let's Go
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
Aquí un nuevo capii :)
Capítulo 08
—Vamos, dinos, ¿cómo es?
Ahora me toca a mí suspirar.
—Es muy gracioso y me hace reír. Y es inteligente y encantador, y sabe tratar a las mujeres.
—Pero ¿cómo es físicamente?
—No sé cómo describirlo, la verdad. Mide metro ochenta y siete. —Sophie y Lisa se miran y contienen una sonrisa, y sé que creen que miento. ¿Y qué? Sigo: —Tiene el pelo castaño oscuro y unos ojos preciosos, pero no estoy segura de qué color son. ¿Verdes? —Seguro, piensa Lisa mirando de nuevo a Sophie, que está describiendo a algún modelo que ha visto en sus revistas. —Y cuando sonríe le salen unos asombrosos hoyuelos —concluyo sonriendo feliz solo de pensar en Nick Williams.
—¿Y le gustas? —pregunta Sophie suavemente, con condescendencia, porque no quiere herir mis sentimientos diciéndome que sabe que estoy mintiendo, de modo que me sigue la corriente. Qué boba.
—No —respondo cansinamente. —Quiero decir que le gusto, pero no le gusto. Le gusta Geraldine, pero a ella no le gusta él.
—Bueno, puede que la cosa vaya a más, que acabes gustándole —dice Sophie. —Cuando te conozca se dará cuenta de lo encantadora que eres. —Se interrumpe bruscamente, consciente de lo que acaba de decir. —No es que no se vaya a sentir atraído por ti de todos modos —tartamudea. —De cara eres muy guapa.
No puedo creer que Sophie no se dé cuenta de lo transparente que es. Sé exactamente qué piensa de mí. Piensa que soy enorme, inmensa, la chica más gorda que ha conocido nunca, y no me extraña. Cuando me miro en el espejo y miro más allá de mi cara, veo exactamente lo mismo.
—No —digo, porque ¿qué voy a decir? —Nunca le gustaré, pero puedo soñar.
—¿Y qué hay de Geraldine? —pregunta Lisa. —¿Cómo es que no le gusta si es tan guapo?
—Probablemente no sea lo bastante rico para ella —apunta Sophie, que ha salido con este comentario desagradable tan poco propio de ella porque está celosa de Geraldine. No la conoce, salvo por las pocas veces que ha venido a recogerme o me ha acompañado a casa. Nunca me ha hablado de ella, pero sé que ha visto el aire confiado de Geraldine, su BMW, y está muerta de envidia.
—Eso no es justo —digo. Aunque da la casualidad de que es cierto, me siento culpable por hablar de Geraldine, la única persona a la que podría llamar amiga, de modo que añado: —Geraldine es una persona encantadora cuando la conoces.
—Hummm —murmura Sophie. —De todos modos, nunca se sabe. Tal vez en este preciso momento él esté en el cuarto de su compañero de piso, hablándole de ti.
En este momento Nick Williams está viendo el telediario, sentado en su sofá de cuero negro y cromo, con los pies encima de la mesa de cristal que está cubierta de revistas, periódicos y un cenicero rebosante de colillas, un par de latas de Heineken vacías y paquetes de papel de fumar Rizla rotos. Está bebiendo una cerveza, pero no es Heineken, esas son de sus compañeros de piso, sino Budweiser Budvar, la original, y está estudiando el telediario.
Cuando empiezan las crónicas baja los pies de la mesa y se inclina hacia delante, con los codos sobre las rodillas y la botella de cerveza entre las piernas, pero tiene la mirada clavada en la pantalla del televisor, y mientras el reportero habla, Nick lo imita, una y otra vez, hasta que su voz casi no se distingue de la del reportero.
«Hasta finales del año pasado ese edificio abandonado y en ruinas en uno de los barrios más elegantes de Londres fue ignorado por el ayuntamiento y los residentes de esta calle arbolada», dice el reportero. Dice Nick. «Habla Jeremy Millston, de Las noticias de las seis», concluye el reportero mientras las cámaras vuelven a conectar con el estudio.
—Habla Nicholas Williams, de Las noticias de las seis —repite Nick levantándose para apagar el televisor. Perfecto. Todas las inflexiones en los lugares adecuados. Consulta su reloj y va a la cocina para coger otra cerveza, no ha quedado con sus compañeros de piso en el pub hasta dentro de media hora.
Se lleva la cerveza a su habitación, busca debajo de la cama y saca una gran caja llena de papeles. Oh, perdonad, querréis saber cómo es la habitación de Nick, ¿no? Bueno, para empezar no es lo que esperáis. Geraldine y Jemima tal vez hayan tenido razón al hablar del resto del piso, los calcetines sobre los radiadores y las revistas porno apiladas en la sala de estar, pero la habitación de Nick es su refugio, su santuario, y un rápido vistazo a ella os daría toda la información que necesitáis acerca de él.
Puede que sea un piso alquilado, pero a Nick y sus compañeros les han dado permiso para redecorarlo. Valga decir que ninguno ha hecho nada excepto Nick. El ha pintado las paredes de su cuarto de un gris verdoso oscuro. La persiana es azul, verde y granate, y el edredón y las fundas de las almohadas hacen juego.
En las paredes hay colgados comics originales, que colecciona. Varios de esos comics han aparecido en periódicos nacionales y todos son de carácter satírico. Antes de que preguntéis nada, Nick no tiene dinero para permitirse ese hobby, al menos por el momento, pero es cuidadoso con el poco dinero que gana; la mitad de los comics los ha comprado con sus ahorros, mientras que el resto se lo han regalado sus padres.
Hay un viejo sillón, que compró por veinte libras en la tienda de baratillo de esa misma calle. Está en un rincón de la habitación, frente a una vieja mesa de madera de cerezo francesa, una ganga de cincuenta libras, también de esa tienda. Encima de la mesa hay libros. Autobiografías, biografías, libros de cocina —a Nick le encanta cocinar, —libros de ficción y no ficción. Las últimas novedades y algunos viejos libros favoritos están en ese rincón de la habitación.
Junto a los libros hay un marco de plata con una foto de Nick sonriendo feliz con sus padres el día de la ceremonia de su graduación. Lleva orgulloso la túnica y el birrete, y un rápido vistazo a sus padres muestra a quién ha salido Nick.
Su madre es alta, delgada y soignée. Viste una estrecha falda color crema, una chaqueta azul marino y zapatos de tacón color crema con la punta azul marino. Lleva un sombrero de diseño, de esos que la mayoría de las mujeres sueña con tener. El padre de Nick tiene bastantes más años que su esposa. Es alto, bien parecido, con el pelo canoso y abundante. Los tres miran a la cámara con una sonrisa radiante y expresión franca. Parece una familia agradable. De hecho, es una familia encantadora.
El padre de Nick es un hombre de negocios rico, y su madre, ama de casa. Nick es hijo único y siempre lo han idolatrado, pero él ha insistido en abrirse camino en el mundo sin su ayuda. Al acabar la universidad rechazó la oferta de su padre de incorporarse al negocio familiar y comenzó a trabajar como reportero en prácticas en un periódico local, donde ganaba una miseria.
Alquiló una guarida mucho peor que esta y vivió con otros cinco chicos en situación semejante a la suya. Permitía a sus padres que le hicieran algún que otro regalo, como un bonito reloj por su cumpleaños, un par de gemelos o un traje, pero en general él corría con sus gastos.
Nick Williams quiere a sus padres y sus padres lo quieren a él. Son una familia normal, sana. Lo único anormal tal vez sea lo bien que se llevan. Porque los padres de Nick siempre lo han considerado un igual. Cuando era niño se paraban a escuchar lo que tenía que decirles. Jamás se mostraron condescendientes ni hicieron caso omiso de él, sino que lo escucharon y trataron como a un adulto. Su padre todavía le propone de vez en cuando que trabaje en el negocio de la familia, porque no entiende el mundo de los medios de comunicación, pero Nick casi ha llegado a donde quería, y sabe que está haciendo lo que debe.
Oh, Geraldine, si conocieras el pasado de Nick. Descubrirías que es, o al menos su familia lo es, lo bastante rico para tus gustos de nueva rica. Pero no puedes evitar juzgar por las apariencias y no ves más allá del destartalado Fiat Panda que conduce.
De nuevo en la habitación de Nick. En las esquinas de su cama ha puesto estantes de pino y los ha barnizado para quitar esa pátina naranja que los hace parecer baratos. El mismo los ha lijado para que tengan aspecto de viejos antes de aplicarles barniz con un algodón. Y en los estantes hay más libros, más fotografías. Altos montones de libros, que casi llegan hasta el techo, y fotografías de amigos, de ex novias, de amantes.
Mirad, en esa está Nick en la universidad con Suzie, la chica con la que salió prácticamente los tres años que estuvo allí. No es una belleza clásica, no tiene tipo de modelo, pero fijaos en lo encantadora que es, cómo le reluce la piel, qué blancos tiene los dientes, cómo le brilla la melena de un castaño caoba.
Y allí está Nick con Richard, su mejor amigo. Los dos de vacaciones, tal vez en Grecia, muy bronceados, con pantalón corto y camiseta, y gafas de sol, pasándose mutuamente un brazo por los hombros y sonriendo de oreja a oreja ante la cámara.
Capítulo 08
—Vamos, dinos, ¿cómo es?
Ahora me toca a mí suspirar.
—Es muy gracioso y me hace reír. Y es inteligente y encantador, y sabe tratar a las mujeres.
—Pero ¿cómo es físicamente?
—No sé cómo describirlo, la verdad. Mide metro ochenta y siete. —Sophie y Lisa se miran y contienen una sonrisa, y sé que creen que miento. ¿Y qué? Sigo: —Tiene el pelo castaño oscuro y unos ojos preciosos, pero no estoy segura de qué color son. ¿Verdes? —Seguro, piensa Lisa mirando de nuevo a Sophie, que está describiendo a algún modelo que ha visto en sus revistas. —Y cuando sonríe le salen unos asombrosos hoyuelos —concluyo sonriendo feliz solo de pensar en Nick Williams.
—¿Y le gustas? —pregunta Sophie suavemente, con condescendencia, porque no quiere herir mis sentimientos diciéndome que sabe que estoy mintiendo, de modo que me sigue la corriente. Qué boba.
—No —respondo cansinamente. —Quiero decir que le gusto, pero no le gusto. Le gusta Geraldine, pero a ella no le gusta él.
—Bueno, puede que la cosa vaya a más, que acabes gustándole —dice Sophie. —Cuando te conozca se dará cuenta de lo encantadora que eres. —Se interrumpe bruscamente, consciente de lo que acaba de decir. —No es que no se vaya a sentir atraído por ti de todos modos —tartamudea. —De cara eres muy guapa.
No puedo creer que Sophie no se dé cuenta de lo transparente que es. Sé exactamente qué piensa de mí. Piensa que soy enorme, inmensa, la chica más gorda que ha conocido nunca, y no me extraña. Cuando me miro en el espejo y miro más allá de mi cara, veo exactamente lo mismo.
—No —digo, porque ¿qué voy a decir? —Nunca le gustaré, pero puedo soñar.
—¿Y qué hay de Geraldine? —pregunta Lisa. —¿Cómo es que no le gusta si es tan guapo?
—Probablemente no sea lo bastante rico para ella —apunta Sophie, que ha salido con este comentario desagradable tan poco propio de ella porque está celosa de Geraldine. No la conoce, salvo por las pocas veces que ha venido a recogerme o me ha acompañado a casa. Nunca me ha hablado de ella, pero sé que ha visto el aire confiado de Geraldine, su BMW, y está muerta de envidia.
—Eso no es justo —digo. Aunque da la casualidad de que es cierto, me siento culpable por hablar de Geraldine, la única persona a la que podría llamar amiga, de modo que añado: —Geraldine es una persona encantadora cuando la conoces.
—Hummm —murmura Sophie. —De todos modos, nunca se sabe. Tal vez en este preciso momento él esté en el cuarto de su compañero de piso, hablándole de ti.
En este momento Nick Williams está viendo el telediario, sentado en su sofá de cuero negro y cromo, con los pies encima de la mesa de cristal que está cubierta de revistas, periódicos y un cenicero rebosante de colillas, un par de latas de Heineken vacías y paquetes de papel de fumar Rizla rotos. Está bebiendo una cerveza, pero no es Heineken, esas son de sus compañeros de piso, sino Budweiser Budvar, la original, y está estudiando el telediario.
Cuando empiezan las crónicas baja los pies de la mesa y se inclina hacia delante, con los codos sobre las rodillas y la botella de cerveza entre las piernas, pero tiene la mirada clavada en la pantalla del televisor, y mientras el reportero habla, Nick lo imita, una y otra vez, hasta que su voz casi no se distingue de la del reportero.
«Hasta finales del año pasado ese edificio abandonado y en ruinas en uno de los barrios más elegantes de Londres fue ignorado por el ayuntamiento y los residentes de esta calle arbolada», dice el reportero. Dice Nick. «Habla Jeremy Millston, de Las noticias de las seis», concluye el reportero mientras las cámaras vuelven a conectar con el estudio.
—Habla Nicholas Williams, de Las noticias de las seis —repite Nick levantándose para apagar el televisor. Perfecto. Todas las inflexiones en los lugares adecuados. Consulta su reloj y va a la cocina para coger otra cerveza, no ha quedado con sus compañeros de piso en el pub hasta dentro de media hora.
Se lleva la cerveza a su habitación, busca debajo de la cama y saca una gran caja llena de papeles. Oh, perdonad, querréis saber cómo es la habitación de Nick, ¿no? Bueno, para empezar no es lo que esperáis. Geraldine y Jemima tal vez hayan tenido razón al hablar del resto del piso, los calcetines sobre los radiadores y las revistas porno apiladas en la sala de estar, pero la habitación de Nick es su refugio, su santuario, y un rápido vistazo a ella os daría toda la información que necesitáis acerca de él.
Puede que sea un piso alquilado, pero a Nick y sus compañeros les han dado permiso para redecorarlo. Valga decir que ninguno ha hecho nada excepto Nick. El ha pintado las paredes de su cuarto de un gris verdoso oscuro. La persiana es azul, verde y granate, y el edredón y las fundas de las almohadas hacen juego.
En las paredes hay colgados comics originales, que colecciona. Varios de esos comics han aparecido en periódicos nacionales y todos son de carácter satírico. Antes de que preguntéis nada, Nick no tiene dinero para permitirse ese hobby, al menos por el momento, pero es cuidadoso con el poco dinero que gana; la mitad de los comics los ha comprado con sus ahorros, mientras que el resto se lo han regalado sus padres.
Hay un viejo sillón, que compró por veinte libras en la tienda de baratillo de esa misma calle. Está en un rincón de la habitación, frente a una vieja mesa de madera de cerezo francesa, una ganga de cincuenta libras, también de esa tienda. Encima de la mesa hay libros. Autobiografías, biografías, libros de cocina —a Nick le encanta cocinar, —libros de ficción y no ficción. Las últimas novedades y algunos viejos libros favoritos están en ese rincón de la habitación.
Junto a los libros hay un marco de plata con una foto de Nick sonriendo feliz con sus padres el día de la ceremonia de su graduación. Lleva orgulloso la túnica y el birrete, y un rápido vistazo a sus padres muestra a quién ha salido Nick.
Su madre es alta, delgada y soignée. Viste una estrecha falda color crema, una chaqueta azul marino y zapatos de tacón color crema con la punta azul marino. Lleva un sombrero de diseño, de esos que la mayoría de las mujeres sueña con tener. El padre de Nick tiene bastantes más años que su esposa. Es alto, bien parecido, con el pelo canoso y abundante. Los tres miran a la cámara con una sonrisa radiante y expresión franca. Parece una familia agradable. De hecho, es una familia encantadora.
El padre de Nick es un hombre de negocios rico, y su madre, ama de casa. Nick es hijo único y siempre lo han idolatrado, pero él ha insistido en abrirse camino en el mundo sin su ayuda. Al acabar la universidad rechazó la oferta de su padre de incorporarse al negocio familiar y comenzó a trabajar como reportero en prácticas en un periódico local, donde ganaba una miseria.
Alquiló una guarida mucho peor que esta y vivió con otros cinco chicos en situación semejante a la suya. Permitía a sus padres que le hicieran algún que otro regalo, como un bonito reloj por su cumpleaños, un par de gemelos o un traje, pero en general él corría con sus gastos.
Nick Williams quiere a sus padres y sus padres lo quieren a él. Son una familia normal, sana. Lo único anormal tal vez sea lo bien que se llevan. Porque los padres de Nick siempre lo han considerado un igual. Cuando era niño se paraban a escuchar lo que tenía que decirles. Jamás se mostraron condescendientes ni hicieron caso omiso de él, sino que lo escucharon y trataron como a un adulto. Su padre todavía le propone de vez en cuando que trabaje en el negocio de la familia, porque no entiende el mundo de los medios de comunicación, pero Nick casi ha llegado a donde quería, y sabe que está haciendo lo que debe.
Oh, Geraldine, si conocieras el pasado de Nick. Descubrirías que es, o al menos su familia lo es, lo bastante rico para tus gustos de nueva rica. Pero no puedes evitar juzgar por las apariencias y no ves más allá del destartalado Fiat Panda que conduce.
De nuevo en la habitación de Nick. En las esquinas de su cama ha puesto estantes de pino y los ha barnizado para quitar esa pátina naranja que los hace parecer baratos. El mismo los ha lijado para que tengan aspecto de viejos antes de aplicarles barniz con un algodón. Y en los estantes hay más libros, más fotografías. Altos montones de libros, que casi llegan hasta el techo, y fotografías de amigos, de ex novias, de amantes.
Mirad, en esa está Nick en la universidad con Suzie, la chica con la que salió prácticamente los tres años que estuvo allí. No es una belleza clásica, no tiene tipo de modelo, pero fijaos en lo encantadora que es, cómo le reluce la piel, qué blancos tiene los dientes, cómo le brilla la melena de un castaño caoba.
Y allí está Nick con Richard, su mejor amigo. Los dos de vacaciones, tal vez en Grecia, muy bronceados, con pantalón corto y camiseta, y gafas de sol, pasándose mutuamente un brazo por los hombros y sonriendo de oreja a oreja ante la cámara.
Invitado
Invitado
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
sophie no podia ser mas obia
me encanto el cap
seguila!!!!
me encanto el cap
seguila!!!!
Let's Go
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
Capítulo 09
Desde que era niño ha soñado con presentar el telediario. En la universidad, cuando estudiaba filología, se sentaba con Richard y le daba vueltas al modo de conseguirlo. Decidió que la principal ventaja a su favor (aparte de los hoyuelos y la dentadura blanquísima, de los que es consciente, aunque no piensa tan a menudo en ellos) sería contar con formación periodística. Sabía que podía haberse acogido a uno de los programas de prácticas para licenciados que todos los periódicos nacionales parecían dispuestos a ofrecer, pero también sabía, tras hablar con gente que había tomado ese camino, que la mayor parte del tiempo se les asignaban los peores trabajos.
Un periódico local donde tuviera la oportunidad de ascender rápidamente antes de pasar a la televisión regional era el primer escalón. Y de la televisión regional pasaría a las emisiones televisivas en cadena. Sería presentador de telediarios.
Hay que reconocer que, a sus veintinueve años, Nick no ha avanzado tan rápidamente en su carrera como había previsto, pero de todos modos está bien encaminado, y los cambios, sospecha con razón, no tardarán en producirse.
Naturalmente, cuando acudió a la entrevista con el director del Kilburn Herald no mencionó cuáles eran sus planes. Se sentó allí y dijo que tenía madera de periodista, que le encantaban los periódicos, que le encantaba el Kilburn Herald (porque se había ido a vivir a Kilburn con el único propósito de trabajar para el Kilburn Herald, donde, decidió, podría introducir cambios), que de hecho hacía años que soñaba con trabajar para ese periódico.
Añadió que estaba encantado de empezar como reportero subalterno, pero que algún día, no muy lejano, llegaría a jefe de información. El director, que era un hombre bastante estúpido y vanidoso, se sintió halagado por Nick Williams y se dejó conquistar por su sonrisa y sus hoyuelos.
Una mirada de reojo al espejo le confirma que tiene buen aspecto, claro que esta noche no importa, en el pub de abajo solo estarán sus amigos, pero nunca se sabe. Sencillamente, nunca se sabe.
Nuevo día
Es la hora de comer, pero Jemima está sentada ante su escritorio preguntándose cómo averiguar qué hacer con macetas de barro llenas de velas una vez que estas se han consumido. Podría telefonear a una cerería y preguntarlo. Sería más sencillo, por no hablar de más rápido, que conectarse a internet, pero el curso sigue fresco en su memoria y quiere probar con la red, averiguar si puede hacerlo ella sola.
Hace un doble clic sobre el icono de su ordenador, luego un clic en «CONECTAR», y a continuación oye el sonido del módem marcando. Y allí está, internet a sus pies.
¿Adónde debería ir primero? ¿Qué debería hacer? Trata de recordar lo que le enseñaron en el curso...
—¡Eh, no pierdes el tiempo!
Me vuelvo y, por supuesto, es Nick, en mangas de camisa, arremangado y con los hoyuelos listos.
—Quería ver si podía hacerlo sola —digo.
—Yo también quería intentarlo, pero no he tenido tiempo. ¿Te importa si me siento contigo?
¿Si me importa? ¿Si me importa? ¿Está loco? Removería cielo y tierra para que te sentaras conmigo, Nick. Daría el brazo derecho si con ello lograra que te sentaras conmigo.
—No. ¿Por qué no te acercas una silla?
Nick acerca una silla giratoria y se sienta a mi lado, y nunca pensé que diría esto, pero está casi demasiado cerca de mí para que me sienta cómoda, sin duda demasiado cerca para que respire con tranquilidad. Advierto que exhalo de forma brusca y entrecortada, pero Nick no nota nada. Ni siquiera nota cómo contengo sin querer la respiración cuando él pone la mano sobre el ratón y cliquea.
—¿Qué estás buscando? —me pregunta con la mirada fija en la pantalla.
—Nada en concreto —miento. —Solo estaba explorando.
—¿Está todo el mundo comiendo?
Miró los escritorios vacíos de alrededor, oigo sonar los teléfonos sin que nadie los responda, y me vuelvo de nuevo hacia él.
—Creo que sí, todo parece bastante muerto.
—Estupendo. —Me guiña un ojo. —Exploraremos los sitios de sexo.
Sonrío de oreja a oreja para ocultar mi incomodidad. No es que no quiera verlos, aunque nunca me atrevería a admitirlo, solo es que no quiero hacerlo con él, pero si eso lo retiene un rato aquí sentado, qué diablos.
—Acabo de escribir un artículo sobre chicos que descargaban pornografía de la red y la vendían en el Saint Ursula. Veamos a qué se debe tanto alboroto —dice Nick con naturalidad, aunque estoy segura de que solo es una excusa para ver de qué se trata. El Saint Ursula es el instituto del barrio con tan mala reputación que en las raras ocasiones en que paso por delante cuando los chicos están saliendo, cruzo la calle o, mejor aún, busco una ruta alternativa. No es tan terrible como las obras, pero casi.
Nick está concentrado en la pantalla y no puedo evitar sonreír. Debes de creerte que soy estúpida, Nick, pero me parece una excusa fantástica. Tengo que admitir que a mí no se me habría ocurrido.
—¿Cómo se buscan? —pregunto, siempre inocente.
—Yo qué sé. Probemos a ver.
Nick hace clic hasta que aparece en la pantalla una ventana en la que se lee «BUSCAR».
—Allá vamos. ¿Qué ponemos, «sexo» o «pornografía»?
—Prueba con «sexo» primero.
Nick se inclina sobre mí, sin darse cuenta de que al hacerlo me roza con el brazo derecho el pecho izquierdo, y pienso que he muerto y he ido al cielo. En su cara solo hay una expresión de intensa concentración mientras teclea la palabra «SEXO» y a continuación hace clic en «BUSCAR».
Durante unos segundos no pasa nada, y Nick me mira y sonríe.
—¿Te imaginas la cara que pondría el director si pasara ahora por aquí?
Le devuelvo la sonrisa. Sufriría cualquier humillación solo por el placer de sentir el brazo de Nick rozándome el pecho.
—Le diremos que estamos investigando algo —respondo con una sonrisa picara. Nick ríe.
—Probablemente también querría acercar una silla. Uno de mis amigos acaba de comprarse un ordenador y dice que todos sus amigos, hasta las chicas, han estado yendo a su casa y pidiéndole que les enseñe internet. Cada vez que les pregunta qué quieren ver, contestan que sexo. Así que ya ves, no somos tan anormales después de todo.
Querrás decir que tú no eres anormal, Nick, porque yo soy totalmente sincera. No estoy tan interesada en explorar los sitios de sexo, de hecho preferiría no hacerlo, pero no voy a pararme a pensar en la vergüenza en potencia que implica navegar por sitios así con el hombre de mis sueños, voy a quedarme sentada aquí y disfrutar de tu compañía.
De pronto la pantalla del ordenador cambia y aparece una lista de sitios, todos con nombres relacionados con sexo, cada uno apremiándote a hacer clic y averiguar qué tienen que ofrecer. No voy a ponerme colorada. Voy a mostrarme fría y serena. Mientras estoy allí sentada leyendo «oral», «anal», «mamadas», «sexo duro», voy a demostrarle a Nick que soy una mujer de mundo.
—Genial —dice Nick, mientras me esfuerzo por no ruborizarme— Vamos a «SEXO CALIENTE».
Jemima no se está concentrando, pero Jemima, hemos de advertirte que en unos segundos vas a desear que la tierra te trague.
Nick hace clic en «SEXO CALIENTE» y no pasa nada, la pantalla se pone totalmente negra. Menudo anticlímax.
—¿Crees que no funciona? —dice Nick, y se le nota en la cara que está decepcionado.
—Creo que probablemente tarda mucho. A veces pasa. ¡Mira! —Y, en efecto, en la pantalla han aparecido una serie de líneas. Observo a Nick con el rabillo del ojo mientras él mira la pantalla.
Desde que era niño ha soñado con presentar el telediario. En la universidad, cuando estudiaba filología, se sentaba con Richard y le daba vueltas al modo de conseguirlo. Decidió que la principal ventaja a su favor (aparte de los hoyuelos y la dentadura blanquísima, de los que es consciente, aunque no piensa tan a menudo en ellos) sería contar con formación periodística. Sabía que podía haberse acogido a uno de los programas de prácticas para licenciados que todos los periódicos nacionales parecían dispuestos a ofrecer, pero también sabía, tras hablar con gente que había tomado ese camino, que la mayor parte del tiempo se les asignaban los peores trabajos.
Un periódico local donde tuviera la oportunidad de ascender rápidamente antes de pasar a la televisión regional era el primer escalón. Y de la televisión regional pasaría a las emisiones televisivas en cadena. Sería presentador de telediarios.
Hay que reconocer que, a sus veintinueve años, Nick no ha avanzado tan rápidamente en su carrera como había previsto, pero de todos modos está bien encaminado, y los cambios, sospecha con razón, no tardarán en producirse.
Naturalmente, cuando acudió a la entrevista con el director del Kilburn Herald no mencionó cuáles eran sus planes. Se sentó allí y dijo que tenía madera de periodista, que le encantaban los periódicos, que le encantaba el Kilburn Herald (porque se había ido a vivir a Kilburn con el único propósito de trabajar para el Kilburn Herald, donde, decidió, podría introducir cambios), que de hecho hacía años que soñaba con trabajar para ese periódico.
Añadió que estaba encantado de empezar como reportero subalterno, pero que algún día, no muy lejano, llegaría a jefe de información. El director, que era un hombre bastante estúpido y vanidoso, se sintió halagado por Nick Williams y se dejó conquistar por su sonrisa y sus hoyuelos.
Una mirada de reojo al espejo le confirma que tiene buen aspecto, claro que esta noche no importa, en el pub de abajo solo estarán sus amigos, pero nunca se sabe. Sencillamente, nunca se sabe.
Nuevo día
Es la hora de comer, pero Jemima está sentada ante su escritorio preguntándose cómo averiguar qué hacer con macetas de barro llenas de velas una vez que estas se han consumido. Podría telefonear a una cerería y preguntarlo. Sería más sencillo, por no hablar de más rápido, que conectarse a internet, pero el curso sigue fresco en su memoria y quiere probar con la red, averiguar si puede hacerlo ella sola.
Hace un doble clic sobre el icono de su ordenador, luego un clic en «CONECTAR», y a continuación oye el sonido del módem marcando. Y allí está, internet a sus pies.
¿Adónde debería ir primero? ¿Qué debería hacer? Trata de recordar lo que le enseñaron en el curso...
—¡Eh, no pierdes el tiempo!
Me vuelvo y, por supuesto, es Nick, en mangas de camisa, arremangado y con los hoyuelos listos.
—Quería ver si podía hacerlo sola —digo.
—Yo también quería intentarlo, pero no he tenido tiempo. ¿Te importa si me siento contigo?
¿Si me importa? ¿Si me importa? ¿Está loco? Removería cielo y tierra para que te sentaras conmigo, Nick. Daría el brazo derecho si con ello lograra que te sentaras conmigo.
—No. ¿Por qué no te acercas una silla?
Nick acerca una silla giratoria y se sienta a mi lado, y nunca pensé que diría esto, pero está casi demasiado cerca de mí para que me sienta cómoda, sin duda demasiado cerca para que respire con tranquilidad. Advierto que exhalo de forma brusca y entrecortada, pero Nick no nota nada. Ni siquiera nota cómo contengo sin querer la respiración cuando él pone la mano sobre el ratón y cliquea.
—¿Qué estás buscando? —me pregunta con la mirada fija en la pantalla.
—Nada en concreto —miento. —Solo estaba explorando.
—¿Está todo el mundo comiendo?
Miró los escritorios vacíos de alrededor, oigo sonar los teléfonos sin que nadie los responda, y me vuelvo de nuevo hacia él.
—Creo que sí, todo parece bastante muerto.
—Estupendo. —Me guiña un ojo. —Exploraremos los sitios de sexo.
Sonrío de oreja a oreja para ocultar mi incomodidad. No es que no quiera verlos, aunque nunca me atrevería a admitirlo, solo es que no quiero hacerlo con él, pero si eso lo retiene un rato aquí sentado, qué diablos.
—Acabo de escribir un artículo sobre chicos que descargaban pornografía de la red y la vendían en el Saint Ursula. Veamos a qué se debe tanto alboroto —dice Nick con naturalidad, aunque estoy segura de que solo es una excusa para ver de qué se trata. El Saint Ursula es el instituto del barrio con tan mala reputación que en las raras ocasiones en que paso por delante cuando los chicos están saliendo, cruzo la calle o, mejor aún, busco una ruta alternativa. No es tan terrible como las obras, pero casi.
Nick está concentrado en la pantalla y no puedo evitar sonreír. Debes de creerte que soy estúpida, Nick, pero me parece una excusa fantástica. Tengo que admitir que a mí no se me habría ocurrido.
—¿Cómo se buscan? —pregunto, siempre inocente.
—Yo qué sé. Probemos a ver.
Nick hace clic hasta que aparece en la pantalla una ventana en la que se lee «BUSCAR».
—Allá vamos. ¿Qué ponemos, «sexo» o «pornografía»?
—Prueba con «sexo» primero.
Nick se inclina sobre mí, sin darse cuenta de que al hacerlo me roza con el brazo derecho el pecho izquierdo, y pienso que he muerto y he ido al cielo. En su cara solo hay una expresión de intensa concentración mientras teclea la palabra «SEXO» y a continuación hace clic en «BUSCAR».
Durante unos segundos no pasa nada, y Nick me mira y sonríe.
—¿Te imaginas la cara que pondría el director si pasara ahora por aquí?
Le devuelvo la sonrisa. Sufriría cualquier humillación solo por el placer de sentir el brazo de Nick rozándome el pecho.
—Le diremos que estamos investigando algo —respondo con una sonrisa picara. Nick ríe.
—Probablemente también querría acercar una silla. Uno de mis amigos acaba de comprarse un ordenador y dice que todos sus amigos, hasta las chicas, han estado yendo a su casa y pidiéndole que les enseñe internet. Cada vez que les pregunta qué quieren ver, contestan que sexo. Así que ya ves, no somos tan anormales después de todo.
Querrás decir que tú no eres anormal, Nick, porque yo soy totalmente sincera. No estoy tan interesada en explorar los sitios de sexo, de hecho preferiría no hacerlo, pero no voy a pararme a pensar en la vergüenza en potencia que implica navegar por sitios así con el hombre de mis sueños, voy a quedarme sentada aquí y disfrutar de tu compañía.
De pronto la pantalla del ordenador cambia y aparece una lista de sitios, todos con nombres relacionados con sexo, cada uno apremiándote a hacer clic y averiguar qué tienen que ofrecer. No voy a ponerme colorada. Voy a mostrarme fría y serena. Mientras estoy allí sentada leyendo «oral», «anal», «mamadas», «sexo duro», voy a demostrarle a Nick que soy una mujer de mundo.
—Genial —dice Nick, mientras me esfuerzo por no ruborizarme— Vamos a «SEXO CALIENTE».
Jemima no se está concentrando, pero Jemima, hemos de advertirte que en unos segundos vas a desear que la tierra te trague.
Nick hace clic en «SEXO CALIENTE» y no pasa nada, la pantalla se pone totalmente negra. Menudo anticlímax.
—¿Crees que no funciona? —dice Nick, y se le nota en la cara que está decepcionado.
—Creo que probablemente tarda mucho. A veces pasa. ¡Mira! —Y, en efecto, en la pantalla han aparecido una serie de líneas. Observo a Nick con el rabillo del ojo mientras él mira la pantalla.
Bienvenido al sitio más cachondo, picante y sexy de
internet.
Tenemos todo para satisfacer tus gustos. 10 gigabytes de archivos GIF para adultos. Videoclips pornos de Amsterdam para descargar. Sexo interactivo con las chicas más calientes. Pomo, sexo duro, oral, anal, lésbico, gay. Inscríbete. Solo por 29,95 dólares. Si eres un visitante haz clic aquí para ver el sitio especial para visitantes.
internet.
Tenemos todo para satisfacer tus gustos. 10 gigabytes de archivos GIF para adultos. Videoclips pornos de Amsterdam para descargar. Sexo interactivo con las chicas más calientes. Pomo, sexo duro, oral, anal, lésbico, gay. Inscríbete. Solo por 29,95 dólares. Si eres un visitante haz clic aquí para ver el sitio especial para visitantes.
Invitado
Invitado
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
ahhhhhhh como la dejas ahi ahhhhhhh
jajajajaja que es lo que estan haciendo
me encanto seguila!!!!
jajajajaja que es lo que estan haciendo
me encanto seguila!!!!
Let's Go
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
Jajaja ya lo leerás :D
Capítulo 10
—¡Lo hemos conseguido! ¡Lo hemos conseguido! —exclama Nick, eufórico, y hace clic en el sitio para los visitantes. —¡Hemos encontrado sexo en internet!
—Teniendo en cuenta que se trata de una investigación, no deberías emocionarte tanto —digo, y no puedo por menos que sonreír al ver su reacción.
—Ah, sí, perdona, lo había olvidado. Es una investigación, por supuesto.
La pantalla vuelve a ponerse negra y a continuación aparecen más palabras de bienvenida, al lado de las cuales hay tres pequeñas ventanas con un universo azul y verde rodeado por un círculo rojo.
Y no pasa nada más.
—Dios, qué pérdida de tiempo —dice Nick. —¿Dónde están las malditas fotos?
—A lo mejor tienes que cliquear uno de esos universos —aventuro.
Nick lo intenta, pero sigue sin pasar nada.
—Mierda, mierda y mierda. Mira, tengo que ir a mear, intentaremos solucionarlo cuando vuelva. No tardo nada.
Se va y cojo ociosa una revista que tengo al lado del ordenador mientras espero a que vuelva.
Dios mío, otra modelo nueva, ¿no es guapísima? Estudio su pelo rubio platino y sus cejas perfectas, y tomo mentalmente nota de incorporarla a mi colección cuando llegue a casa.
—¡Mierda! —grita Nick mientras lo oigo acercarse corriendo detrás de mí.
—¡Dios mío! —Levanto la mirada hacia la pantalla y me llevo una mano a la boca, y los dos, durante una fracción de segundo, parecemos paralizados de horror. Tan pronto como reaccionamos, miramos frenéticos alrededor y respiramos aliviados al comprobar que no hay nadie más en la oficina. Porque en la pantalla del ordenador, lo que era una pequeña ventana con un universo se ha convertido en una enorme foto en color de una mujer desnuda con las piernas abiertas y la lengua enroscada alrededor del pene de un hombre mientras otro la folla por detrás.
La foto es nítida, cada detalle brilla en la pantalla, y, una vez que se ha asegurado de que no hay nadie más que Jemima para verla, a Nick casi se le hace la boca agua. ¿Y Jemima? Bueno, teníais razón, Jemima se quiere morir.
Jemima nunca ha visto pornografía, al menos de la dura, y sentada al lado de Nick se ruboriza furiosamente. No te vuelvas, piensa, no me mires, Nick, no mires el aspecto que tengo.
—¿Qué estáis haciendo? —Geraldine se acerca a grandes zancadas a nosotros, tan impecable como siempre con un traje beige, grandes pendientes de oro y las omnipresentes gafas de sol en la cabeza.
—Investigar —suelto, sintiéndome cada vez más estúpida aun cuando empiezo a recuperar mi color.
—Mierda —susurra Nick, pero antes de que pueda deshacerse de la foto Geraldine está delante de la pantalla.
—¡Dios mío! —exclama, casi sin aliento. —¿De dónde ha salido eso?
—Sexo caliente —murmuro.
—¿Sexo qué?
—Sexo caliente —repite. —Hemos encontrado este sitio en internet.
—Será mejor que no digáis a nadie lo que estáis haciendo.
—¿De verdad? —dijo Nick. —Menos mal que nos lo adviertes.
Geraldine se coloca entre nosotros dos.
—Dejadme a mí —dice, y busca con la mano el ratón encima de la mesa. —¿Qué es esto? —añade haciendo clic en la Puerta Uno. —¿Qué hay detrás de la Puerta Uno?
Ninguno de los tres tiene que preguntárselo por mucho tiempo, porque la foto desaparece y empiezan a aparecer más líneas y otra foto. Esta vez un hombre con la cabeza echada hacia atrás, estático, mientras una chica semidesnuda, arrodillada frente a él, le hace una mamada.
—Dios —susurra Geraldine. —Esto es tronchante, es tan..., bueno, tan poco sexy.
Me río porque tiene toda la razón. No hay nada, absolutamente nada sexy en mirar una foto pornográfica en una pantalla de ordenador. Entonces Nick suelta una carcajada y los tres nos echamos a reír. Ese material es demasiado clínico para poner cachondo a nadie.
—Dios mío —jadea Geraldine, secándose las lágrimas procurando que no se le corra el rímel MAC. —¿Qué más podemos mirar?
—¿Cómo, más sexo? —Hasta Nick está sorprendido.
—No, idiota. Me refiero a si no hay otras páginas interesantes.
—No lo sé. No sé qué más mirar.
—Oh, Nick, por el amor de Dios. Dame, déjame a mí. —Geraldine se deshace del sexo y hace clic un par de veces hasta llegar por fin a «SITIOS POPULARES DE LA RED».
—Probablemente sea más sexo —gimo con el corazón en un puño, porque no creo que pueda resistir otra foto pornográfica a todo color en la pantalla del ordenador del trabajo.
—No, no lo es —dice Geraldine, —solo son sitios que tienen mucho éxito.
Y, en efecto, en la pantalla aparece una nueva lista de sitios.
—Esta parece estar bien —dice Geraldine, señalando un sitio llamado Café LA. Lee en voz alta: —«Café LA. El café virtual más cool de internet. Coge un cappuccino, lee los últimos artículos de las revistas norteamericanas y conoce a otras personas solteras que solo buscan a alguien especial».
—Café LA, allá vamos —dice Nick, y Geraldine hace clic en el sitio.
—Dios santo, esto tarda un montón —dice Geraldine mientras espera que se cargue el logo.
—Bueno, al menos no pagamos nosotros —apunto en el preciso instante en que el logo aparece en la pantalla.
—Hay que inscribirse, pero es gratis —explica Geraldine, haciendo clic en «INSCRIBIRSE». Y aparece una pequeña ventana en la que se lee: NOMBRE: KILBURN HERALD— Olvidaos de eso —agrega, —no vamos a comernos nada como el Kilburn Herald. ¿Cómo nos llamamos?
—¿Qué tal Los Tres Mosqueteros? —propone Nick, que empieza a estar verdaderamente excitado.
—No, es demasiado obvio.
—Solo estamos jugando; busquemos un nombre que suene adecuadamente sexy —digo, realmente intrigada por ver qué pasa. —Dejadme pensar. ¿Qué tal Honey?
—Genial —dice Geraldine, borrando «KILBURN HERALD» y tecleando «HONEY».
—Eh, eso no es justo —protesta Nick. —Si nos inscribimos como Honey no sabrán que hay un tío. ¿Cómo voy a ligar con mujeres?
—Calla —dice Geraldine, —ya es demasiado tarde. —Y lo es. Ya nos hemos inscrito en el Café LA, o mejor dicho, Honey se ha inscrito en el Café LA.
—¿Qué hacemos ahora? —pregunto, después de quedarnos un par de minutos mirando mudos el logo. —¿Por qué no hacemos clic en una de las ventanas del lateral?
—De acuerdo —dice Geraldine encogiéndose de hombros mientras hace clic en una foto de tres cabezas juntas.
«Quién está aquí», se lee, mientras en la pantalla aparece una ventana con una montón de nombres.
Suzie, 24
='..'= Gato
Scott Shearer
Honey
Ben el Invencible
Todd
Lisa Seductora :)
Ricky
Tim@ London
Joe (Santa Monica)
Geraldine lee los nombres en voz alta.
—Bueno, ¿qué diablos está haciendo Tim en el Café LA si vive en Londres? —dice.
—Lo mismo que nosotros, seguramente —responde Nick entre risas.
—Averigüémoslo. —Hace clic en su nombre e inmediatamente aparece en la pantalla otra ventana. Está dividida en dos. En lo alto de la parte superior se lee «Tim@ London» y abajo, en la mitad más pequeña, «Honey».
«Hola, colega londinense», teclea Geraldine, y las palabras aparecen en la pequeña ventana inferior. «¿Qué estás haciendo en el Café LA?» Pulsa «RETURN» y las palabras desaparecen y reaparecen en la ventana superior, listas para que Tim@ London las lea.
«Ligando con tías californianas seductoras, por supuesto. ¿Qué haces tú aquí?»
«Solo viendo de qué va esto. Estoy buscando tíos buenos californianos. ¿Alguna recomendación?»
«CF. Tendré que pensarlo.»
Geraldine se vuelve hacia Nick.
—¿Qué significa CF?
—No lo sé —responde él. —Pregúntaselo.
«¿Qué significa CF?»
Capítulo 10
—¡Lo hemos conseguido! ¡Lo hemos conseguido! —exclama Nick, eufórico, y hace clic en el sitio para los visitantes. —¡Hemos encontrado sexo en internet!
—Teniendo en cuenta que se trata de una investigación, no deberías emocionarte tanto —digo, y no puedo por menos que sonreír al ver su reacción.
—Ah, sí, perdona, lo había olvidado. Es una investigación, por supuesto.
La pantalla vuelve a ponerse negra y a continuación aparecen más palabras de bienvenida, al lado de las cuales hay tres pequeñas ventanas con un universo azul y verde rodeado por un círculo rojo.
Y no pasa nada más.
—Dios, qué pérdida de tiempo —dice Nick. —¿Dónde están las malditas fotos?
—A lo mejor tienes que cliquear uno de esos universos —aventuro.
Nick lo intenta, pero sigue sin pasar nada.
—Mierda, mierda y mierda. Mira, tengo que ir a mear, intentaremos solucionarlo cuando vuelva. No tardo nada.
Se va y cojo ociosa una revista que tengo al lado del ordenador mientras espero a que vuelva.
Dios mío, otra modelo nueva, ¿no es guapísima? Estudio su pelo rubio platino y sus cejas perfectas, y tomo mentalmente nota de incorporarla a mi colección cuando llegue a casa.
—¡Mierda! —grita Nick mientras lo oigo acercarse corriendo detrás de mí.
—¡Dios mío! —Levanto la mirada hacia la pantalla y me llevo una mano a la boca, y los dos, durante una fracción de segundo, parecemos paralizados de horror. Tan pronto como reaccionamos, miramos frenéticos alrededor y respiramos aliviados al comprobar que no hay nadie más en la oficina. Porque en la pantalla del ordenador, lo que era una pequeña ventana con un universo se ha convertido en una enorme foto en color de una mujer desnuda con las piernas abiertas y la lengua enroscada alrededor del pene de un hombre mientras otro la folla por detrás.
La foto es nítida, cada detalle brilla en la pantalla, y, una vez que se ha asegurado de que no hay nadie más que Jemima para verla, a Nick casi se le hace la boca agua. ¿Y Jemima? Bueno, teníais razón, Jemima se quiere morir.
Jemima nunca ha visto pornografía, al menos de la dura, y sentada al lado de Nick se ruboriza furiosamente. No te vuelvas, piensa, no me mires, Nick, no mires el aspecto que tengo.
—¿Qué estáis haciendo? —Geraldine se acerca a grandes zancadas a nosotros, tan impecable como siempre con un traje beige, grandes pendientes de oro y las omnipresentes gafas de sol en la cabeza.
—Investigar —suelto, sintiéndome cada vez más estúpida aun cuando empiezo a recuperar mi color.
—Mierda —susurra Nick, pero antes de que pueda deshacerse de la foto Geraldine está delante de la pantalla.
—¡Dios mío! —exclama, casi sin aliento. —¿De dónde ha salido eso?
—Sexo caliente —murmuro.
—¿Sexo qué?
—Sexo caliente —repite. —Hemos encontrado este sitio en internet.
—Será mejor que no digáis a nadie lo que estáis haciendo.
—¿De verdad? —dijo Nick. —Menos mal que nos lo adviertes.
Geraldine se coloca entre nosotros dos.
—Dejadme a mí —dice, y busca con la mano el ratón encima de la mesa. —¿Qué es esto? —añade haciendo clic en la Puerta Uno. —¿Qué hay detrás de la Puerta Uno?
Ninguno de los tres tiene que preguntárselo por mucho tiempo, porque la foto desaparece y empiezan a aparecer más líneas y otra foto. Esta vez un hombre con la cabeza echada hacia atrás, estático, mientras una chica semidesnuda, arrodillada frente a él, le hace una mamada.
—Dios —susurra Geraldine. —Esto es tronchante, es tan..., bueno, tan poco sexy.
Me río porque tiene toda la razón. No hay nada, absolutamente nada sexy en mirar una foto pornográfica en una pantalla de ordenador. Entonces Nick suelta una carcajada y los tres nos echamos a reír. Ese material es demasiado clínico para poner cachondo a nadie.
—Dios mío —jadea Geraldine, secándose las lágrimas procurando que no se le corra el rímel MAC. —¿Qué más podemos mirar?
—¿Cómo, más sexo? —Hasta Nick está sorprendido.
—No, idiota. Me refiero a si no hay otras páginas interesantes.
—No lo sé. No sé qué más mirar.
—Oh, Nick, por el amor de Dios. Dame, déjame a mí. —Geraldine se deshace del sexo y hace clic un par de veces hasta llegar por fin a «SITIOS POPULARES DE LA RED».
—Probablemente sea más sexo —gimo con el corazón en un puño, porque no creo que pueda resistir otra foto pornográfica a todo color en la pantalla del ordenador del trabajo.
—No, no lo es —dice Geraldine, —solo son sitios que tienen mucho éxito.
Y, en efecto, en la pantalla aparece una nueva lista de sitios.
—Esta parece estar bien —dice Geraldine, señalando un sitio llamado Café LA. Lee en voz alta: —«Café LA. El café virtual más cool de internet. Coge un cappuccino, lee los últimos artículos de las revistas norteamericanas y conoce a otras personas solteras que solo buscan a alguien especial».
—Café LA, allá vamos —dice Nick, y Geraldine hace clic en el sitio.
—Dios santo, esto tarda un montón —dice Geraldine mientras espera que se cargue el logo.
—Bueno, al menos no pagamos nosotros —apunto en el preciso instante en que el logo aparece en la pantalla.
Café LA.
El sitio más cool para los solteros empedernidos y los cappuccinos por los que has estado navegando toda tu vida.
El sitio más cool para los solteros empedernidos y los cappuccinos por los que has estado navegando toda tu vida.
—Hay que inscribirse, pero es gratis —explica Geraldine, haciendo clic en «INSCRIBIRSE». Y aparece una pequeña ventana en la que se lee: NOMBRE: KILBURN HERALD— Olvidaos de eso —agrega, —no vamos a comernos nada como el Kilburn Herald. ¿Cómo nos llamamos?
—¿Qué tal Los Tres Mosqueteros? —propone Nick, que empieza a estar verdaderamente excitado.
—No, es demasiado obvio.
—Solo estamos jugando; busquemos un nombre que suene adecuadamente sexy —digo, realmente intrigada por ver qué pasa. —Dejadme pensar. ¿Qué tal Honey?
—Genial —dice Geraldine, borrando «KILBURN HERALD» y tecleando «HONEY».
—Eh, eso no es justo —protesta Nick. —Si nos inscribimos como Honey no sabrán que hay un tío. ¿Cómo voy a ligar con mujeres?
—Calla —dice Geraldine, —ya es demasiado tarde. —Y lo es. Ya nos hemos inscrito en el Café LA, o mejor dicho, Honey se ha inscrito en el Café LA.
—¿Qué hacemos ahora? —pregunto, después de quedarnos un par de minutos mirando mudos el logo. —¿Por qué no hacemos clic en una de las ventanas del lateral?
—De acuerdo —dice Geraldine encogiéndose de hombros mientras hace clic en una foto de tres cabezas juntas.
«Quién está aquí», se lee, mientras en la pantalla aparece una ventana con una montón de nombres.
Suzie, 24
='..'= Gato
Scott Shearer
Honey
Ben el Invencible
Todd
Lisa Seductora :)
Ricky
Tim@ London
Joe (Santa Monica)
Geraldine lee los nombres en voz alta.
—Bueno, ¿qué diablos está haciendo Tim en el Café LA si vive en Londres? —dice.
—Lo mismo que nosotros, seguramente —responde Nick entre risas.
—Averigüémoslo. —Hace clic en su nombre e inmediatamente aparece en la pantalla otra ventana. Está dividida en dos. En lo alto de la parte superior se lee «Tim@ London» y abajo, en la mitad más pequeña, «Honey».
«Hola, colega londinense», teclea Geraldine, y las palabras aparecen en la pequeña ventana inferior. «¿Qué estás haciendo en el Café LA?» Pulsa «RETURN» y las palabras desaparecen y reaparecen en la ventana superior, listas para que Tim@ London las lea.
«Ligando con tías californianas seductoras, por supuesto. ¿Qué haces tú aquí?»
«Solo viendo de qué va esto. Estoy buscando tíos buenos californianos. ¿Alguna recomendación?»
«CF. Tendré que pensarlo.»
Geraldine se vuelve hacia Nick.
—¿Qué significa CF?
—No lo sé —responde él. —Pregúntaselo.
«¿Qué significa CF?»
Invitado
Invitado
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
jajajajajaja geraldine los descubrio
me encanto
seguila!!!!
me encanto
seguila!!!!
Let's Go
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
Jajaja sii xD sorry por no escribir en estos días pero ya volví :)
Capítulo 11
«Carcajada fuerte. ¿Eres nueva en esto entonces?»
«Es la primera vez. ¿Algún otro consejo?»
«Claro. :) significa contento. :( significa triste. ;) significa guiño, lo mismo que (g), (m) significa mueca burlona, (s) significa sonrisa, y RPSR significa rodar por el suelo de la risa.»
«Gracias», teclea Geraldine. «:)»
—Dios, esto es asombroso. —Estoy verdaderamente perpleja— Es todo un lenguaje. ¿Puedo probar?
Geraldine me pasa el ratón y muevo rápidamente las manos sobre el teclado.
«¿Ya has encontrado a tu tía californiana?»
«Sí, estaba chateando con ella hace un momento. Suzie. Es rubia, tiene veinticuatro años y un cuerpo duro, y es un bombón.»
«¿Cómo sabes que no miente?»
«Ha dicho que me enviará su foto por email.»
«Espero que no mienta.»
«Bueno, pronto lo sabremos (s). Entonces ¿eres de Londres?»
—Digamos que de West Hampstead —propone Geraldine. —Es lo que queda más cerca.
Sigo sus instrucciones y tecleo: «WEST HAMPSTEAD.»
«GUAUGUAUGUAU», teclea Tim@ London. «¡Yo estoy en Kilburn!!!»
Los tres nos echamos a reír.
«¡Hola, Honey! ¿Cuántos años tienes?», aparece de pronto en la pantalla de Todd, y abandono mi conversación con Tim@ London.
Tecleo «veintisiete», pero Geraldine me detiene cuando estoy a punto de pulsar «RETURN» para enviárselo.
—No pongas veintisiete —dice. —No tenemos por qué decirle la verdad. Pon diecinueve —así lo hago, pues me doy cuenta de que está en lo cierto. No tengo que decir la verdad en internet. Sobre nada.
«¡¡¡ Eres perfecta para mí !!!»
«¿Cuántos tienes tú?»
«Treinta y dos.»
«Un poco mayor para mí, ¿no te parece?»
«Ya sabes lo que dicen de los hombres maduros...»
«Sí, que ya no tienen edad para chatear con chicas de diecinueve.» Pulso «RETURN» y añado «:)» para darle a entender que estoy bromeando. No quiero que se enfade. Aún no.
«Eh, eso no es justo.»
«Perdona. Pero, dime, ¿qué dicen de los hombres maduros?»
«Cuanto más maduros, más sabios y experimentados son. En todos los sentidos (g).»
Geraldine suelta una carcajada.
—Sigue —pide Nick, —a ver si le haces decir guarradas.
«¿Ah, sí?», tecleo. «¿Por qué no me dices EXACTAMENTE qué se te da mejor?»
—No me lo creo. Esto es morboso —dice Nick. Pero sonríe.
«Está bien, Honey. ¿Quieres saber qué pasaría si salieras conmigo?»
«Estoy impaciente por oírlo, cariño.»
«En primer lugar no nos molestaríamos en ir a un restaurante. Querría tenerte solo para mí, de modo que cocinaría en casa una comida de gourmet y cenaríamos a la luz de las velas en mi terraza con vista a la piscina, con música de jazz sonando de fondo.»
Geraldine finge hacer arcadas.
«Sigue.»
«Después de cenar te llevaría a mi habitación y te daría un masaje. Te desabrocharía la blusa y echaría un poco de aceite de niños en la palma de mi mano. Calentaría el aceite frotándome las manos, te haría tumbarte en la cama, y te untaría de aceite la lisa y bronceada piel de la espalda.»
«¿Cómo sabes que está bronceada?»
«Chist. Estás estropeando la atmósfera. Después, cuando estuvieras totalmente relajada, deslizaría las manos y te bajaría la falda hasta frotarte las nalgas desnudas. Seguiría bajando, quitándote las bragas al hacerlo, y te deslizaría una mano entre las piernas, donde está caliente, oscuro y húmedo de deseo.»
—¡Dios, no me lo creo!
—¡Qué pervertido! —chilla Geraldine.
—Deja que termine —dice Nick.
«Luego te daría la vuelta y extendería despacio el aceite sobre tus pechos desnudos. Tus pezones ya estarían erectos, listos para que yo los cogiera entre los dedos y los frotara con suavidad.»
Geraldine y yo nos reímos, y por primera vez en mi vida dejo de sentirme intimidada en su presencia y empiezo a pensar que en realidad es muy simpática. Nick no dice nada. Está sonriendo, pero basta con mirarlo para saber que quiere saber más. Por desgracia, no lo hará.
Me quedó allí sentada, tapándome la cara con fingido horror.
—No puedo seguir —digo, —es demasiado horrible. —Y tecleo rápidamente: «Está bien, gracias por el masaje. Deberíamos repetirlo algún otro día. Adiós».
«Perdona. ¿Te he desanimado?» Pobre Todd, lo ha estropeado todo y apenas había empezado.
—Pasa de él —dice Geraldine. —Vamos a probar otro.
—Mi turno, mi turno —dice Nick cogiendo el ratón.
«Hola, Suzie», teclea. «Me llamo Nick. Estoy con dos amigas y ahora me toca a mí.»
«Ah, bien. ¿Cómo estás, Nick?»
«Bien, gracias. Pero la pregunta candente es: ¿qué estás haciendo con Tim@ London, que está claro que es un pringado porque vive en un barrio muy cutre, cuándo podrías estar conmigo?»
—¡Nick! —Me echo a reír. —¡Como si vivieras en un palacio!
—Chist —dice él. —¿Qué más da?
«¿Eres rico entonces, Nick?»
«Más que él, y también más guapo.» «CF» «: )»
«¿Cómo sabes cómo es él?»
«Hazme caso. Entiendo de estas cosas.»
«¿Y cómo eres tú?»
Geraldine gruñe volviéndose hacia mí.
—Dios mío, se ha lanzado. ¿Vamos a tomar un café?
Y lo hacen, bajan a la cantina y dejan a Nick frente al ordenador chateando animadamente con Suzie, la chica de sus sueños. Una chica tan distinta de Jemima como..., bueno, como una máquina de escribir de un ordenador conectado a internet.
Capítulo 11
«Carcajada fuerte. ¿Eres nueva en esto entonces?»
«Es la primera vez. ¿Algún otro consejo?»
«Claro. :) significa contento. :( significa triste. ;) significa guiño, lo mismo que (g), (m) significa mueca burlona, (s) significa sonrisa, y RPSR significa rodar por el suelo de la risa.»
«Gracias», teclea Geraldine. «:)»
—Dios, esto es asombroso. —Estoy verdaderamente perpleja— Es todo un lenguaje. ¿Puedo probar?
Geraldine me pasa el ratón y muevo rápidamente las manos sobre el teclado.
«¿Ya has encontrado a tu tía californiana?»
«Sí, estaba chateando con ella hace un momento. Suzie. Es rubia, tiene veinticuatro años y un cuerpo duro, y es un bombón.»
«¿Cómo sabes que no miente?»
«Ha dicho que me enviará su foto por email.»
«Espero que no mienta.»
«Bueno, pronto lo sabremos (s). Entonces ¿eres de Londres?»
—Digamos que de West Hampstead —propone Geraldine. —Es lo que queda más cerca.
Sigo sus instrucciones y tecleo: «WEST HAMPSTEAD.»
«GUAUGUAUGUAU», teclea Tim@ London. «¡Yo estoy en Kilburn!!!»
Los tres nos echamos a reír.
«¡Hola, Honey! ¿Cuántos años tienes?», aparece de pronto en la pantalla de Todd, y abandono mi conversación con Tim@ London.
Tecleo «veintisiete», pero Geraldine me detiene cuando estoy a punto de pulsar «RETURN» para enviárselo.
—No pongas veintisiete —dice. —No tenemos por qué decirle la verdad. Pon diecinueve —así lo hago, pues me doy cuenta de que está en lo cierto. No tengo que decir la verdad en internet. Sobre nada.
«¡¡¡ Eres perfecta para mí !!!»
«¿Cuántos tienes tú?»
«Treinta y dos.»
«Un poco mayor para mí, ¿no te parece?»
«Ya sabes lo que dicen de los hombres maduros...»
«Sí, que ya no tienen edad para chatear con chicas de diecinueve.» Pulso «RETURN» y añado «:)» para darle a entender que estoy bromeando. No quiero que se enfade. Aún no.
«Eh, eso no es justo.»
«Perdona. Pero, dime, ¿qué dicen de los hombres maduros?»
«Cuanto más maduros, más sabios y experimentados son. En todos los sentidos (g).»
Geraldine suelta una carcajada.
—Sigue —pide Nick, —a ver si le haces decir guarradas.
«¿Ah, sí?», tecleo. «¿Por qué no me dices EXACTAMENTE qué se te da mejor?»
—No me lo creo. Esto es morboso —dice Nick. Pero sonríe.
«Está bien, Honey. ¿Quieres saber qué pasaría si salieras conmigo?»
«Estoy impaciente por oírlo, cariño.»
«En primer lugar no nos molestaríamos en ir a un restaurante. Querría tenerte solo para mí, de modo que cocinaría en casa una comida de gourmet y cenaríamos a la luz de las velas en mi terraza con vista a la piscina, con música de jazz sonando de fondo.»
Geraldine finge hacer arcadas.
«Sigue.»
«Después de cenar te llevaría a mi habitación y te daría un masaje. Te desabrocharía la blusa y echaría un poco de aceite de niños en la palma de mi mano. Calentaría el aceite frotándome las manos, te haría tumbarte en la cama, y te untaría de aceite la lisa y bronceada piel de la espalda.»
«¿Cómo sabes que está bronceada?»
«Chist. Estás estropeando la atmósfera. Después, cuando estuvieras totalmente relajada, deslizaría las manos y te bajaría la falda hasta frotarte las nalgas desnudas. Seguiría bajando, quitándote las bragas al hacerlo, y te deslizaría una mano entre las piernas, donde está caliente, oscuro y húmedo de deseo.»
—¡Dios, no me lo creo!
—¡Qué pervertido! —chilla Geraldine.
—Deja que termine —dice Nick.
«Luego te daría la vuelta y extendería despacio el aceite sobre tus pechos desnudos. Tus pezones ya estarían erectos, listos para que yo los cogiera entre los dedos y los frotara con suavidad.»
Geraldine y yo nos reímos, y por primera vez en mi vida dejo de sentirme intimidada en su presencia y empiezo a pensar que en realidad es muy simpática. Nick no dice nada. Está sonriendo, pero basta con mirarlo para saber que quiere saber más. Por desgracia, no lo hará.
Me quedó allí sentada, tapándome la cara con fingido horror.
—No puedo seguir —digo, —es demasiado horrible. —Y tecleo rápidamente: «Está bien, gracias por el masaje. Deberíamos repetirlo algún otro día. Adiós».
«Perdona. ¿Te he desanimado?» Pobre Todd, lo ha estropeado todo y apenas había empezado.
—Pasa de él —dice Geraldine. —Vamos a probar otro.
—Mi turno, mi turno —dice Nick cogiendo el ratón.
«Hola, Suzie», teclea. «Me llamo Nick. Estoy con dos amigas y ahora me toca a mí.»
«Ah, bien. ¿Cómo estás, Nick?»
«Bien, gracias. Pero la pregunta candente es: ¿qué estás haciendo con Tim@ London, que está claro que es un pringado porque vive en un barrio muy cutre, cuándo podrías estar conmigo?»
—¡Nick! —Me echo a reír. —¡Como si vivieras en un palacio!
—Chist —dice él. —¿Qué más da?
«¿Eres rico entonces, Nick?»
«Más que él, y también más guapo.» «CF» «: )»
«¿Cómo sabes cómo es él?»
«Hazme caso. Entiendo de estas cosas.»
«¿Y cómo eres tú?»
Geraldine gruñe volviéndose hacia mí.
—Dios mío, se ha lanzado. ¿Vamos a tomar un café?
Y lo hacen, bajan a la cantina y dejan a Nick frente al ordenador chateando animadamente con Suzie, la chica de sus sueños. Una chica tan distinta de Jemima como..., bueno, como una máquina de escribir de un ordenador conectado a internet.
Invitado
Invitado
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
jajajajajaja todd es un pervertido jajajaja
y nick se quedo chateando
ya les gusto jajajajajaja
soy muy inpaciente lo se
pero caundo va a salir joe
me encanto
seguila!!!!
y nick se quedo chateando
ya les gusto jajajajajaja
soy muy inpaciente lo se
pero caundo va a salir joe
me encanto
seguila!!!!
Let's Go
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
Yo creo que para el próximo cáp... te adelanto alguito: a Joe lo conoce en el chat :D
Invitado
Invitado
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
Aún no viene Joe :| pero juro que falta poco!!
Capítulo 12
Han pasado dos semanas, y llamadme cobarde, pero no me he atrevido a volver a entrar en internet, aterrorizada de que me salga en la pantalla una foto pornográfica o de que algún americano loco empiece a hablarme.
Sin embargo, no consigo quitarme de la cabeza el maldito internet, y no puedo olvidar lo fantástico que es, el modo en que puedes comunicarte con quien quieras allá donde estés. Si os digo la verdad, creo que es genial. Todo. La red que abarca todo el mundo, los foros para chatear, las posibilidades.
No es que esté buscando a alguien, quiero decir que soy yo, por el amor de Dios, la mujer que nunca tiene novio, y aunque me consta que soy buena persona, no soy la más sociable de las criaturas. Ojalá lo fuera, ojalá a veces me pareciera más a mis compañeras de piso, pero por desgracia mi tamaño dicta mi vida social, y mi tamaño es algo que no puedo controlar. Sé qué estáis pensando: «Pues ponte a régimen», pero no es tan fácil, no logro contener las ansias cuando me asaltan, y por alguna razón vivir de internet me parece una opción más fácil que renunciar al chocolate.
Quiero decir que podría abrir ante mí toda una nueva vida, una nueva vida que no se preocupa por el físico, el peso, las extensiones de carnes.
O tal vez debería decir que no sabe, porque no soy estúpida, si le hubiera descrito a Todd con exactitud como soy, se habría largado de inmediato.
En realidad, en internet puedo ser quien me dé la gana. Al fin y al cabo, ¿quién iba a averiguarlo? Y ¿qué tiene de malo? Afrontémoslo, hasta ahora lo único divertido en mi vida ha sido fantasear primero sobre estar delgada y luego sobre Nick Williams, pero incluso esas fantasías han sido tan insulsas que apenas merece la pena repetirlas.
¿Nos interesan? De acuerdo, echemos un vistazo a las fantasías de Jemima. Cuando Jemima se va a la cama y cierra los ojos, esto es lo que ve: se ve a sí misma con gastroenteritis, una grave gota, no tan grave para suponer una amenaza seria pero lo bastante grave para perder un montón de kilos.
Se ve a sí misma de punta en blanco con trajes escuetos, chaquetas ceñidas, minifaldas que le rozan los muslos. Se ve a sí misma encontrándose con Nick Williams, que para entonces ha dejado el Kilburn Herald, al igual que ella, de hecho.
Se ve a sí misma acercándose a Nick en una fiesta multitudinaria y saludándolo fríamente sacudiendo con naturalidad su melena ahora rubia. Ve a una expresión de asombro en el rostro de Nick, que no tarda en convertirse en admiración, respeto, deseo. Ve a Nick acompañándola en coche a casa y subiendo a tomar un café. Ve a sus compañeras de piso matándose por coquetear con él, pero ve que Nick solo tiene ojos para ella.
Ve a Nick acercándose más a ella en el sofá, incapaz, ni por un momento, de apartar los ojos de su cara. Ve su boca en primer plano mientras se inclina hacia ella para besarla. Cuando se han besado y, por cierto, es un beso que la deja flotando, Nick la mira fijamente y dice: «Eres la mujer más guapa que he visto jamás. Te quiero y quiero pasar contigo el resto de mi vida».
Es ridículo, ¿no?, pero Jemima Jones nunca va más allá de ese primer beso y esa declaración de amor. De vez en cuando el beso tiene lugar en otra parte, a veces en la fiesta, otras en el coche o en la calle, pero las palabras de él siempre son las mismas, y, por lo que a ella respecta, representan el comienzo de un futuro feliz comiendo perdices.
De modo que creo que todos estamos de acuerdo ahora en que, en esta fase de su vida, Jemima Jones se merece un poco de diversión.
El primer paso en mi nueva vida es pasar por la librería al volver del trabajo. Mi vida está cambiando, y según parece hasta ahora está mejorando infinitamente.
¿Pruebas? Bueno, por lo que yo veo, esta semana han ocurrido siete cosas importantes que revelan un cambio. En primer lugar, fui a un curso para aprender lo básico sobre internet. Segundo, después del curso fui a tomar una copa, a tomar una copa de verdad, y no solo eso, sino que la copa duró toda la noche. Eso, por lo que a mí respecta, es el decisivo comienzo de una vida social. Tercero, no fue solo una copa, fue una copa con Geraldine y Nick Williams. Geraldine, a quien nunca, hasta esa copa, había tratado después del trabajo, y Nick, con quien fantaseo cada noche. Cuarto, ¡fui realmente capaz de relajarme en compañía de Nick! No fui la adolescente con la lengua trabada con quien él come de vez en cuando en la cantina. Fui casi, casi yo misma. Quinto, lo pasé bien. No, olvídalo, ¡lo pasé genial! Sexto, Nick se ha sentado hoy conmigo para navegar por internet, y sí, me he cortado mucho con el sexo, pero lo que es más importante, le he demostrado que tengo sentido del humor, o al menos espero haberlo hecho. Séptimo, hace dos semanas que no como chocolate.
¿Es sorprendente que Jemima Jones tenga la impresión de que su vida está tomando un giro positivo? No, porque no importa que haga dos semanas que se tomó esa copa con Nick Williams y Geraldine. No importa que no haya vuelto a ver como es debido a Nick desde su breve incursión por internet. No importa que ni Geraldine o Nick le hayan propuesto ir a tomar otra copa. Esa sola noche bastó para poner en marcha una cadena de acontecimientos. Se trata de un tema de causa y efecto, solo que Jemima aún no sabe cuál será el efecto global. Y nosotros tampoco.
Jemima sigue estando tan contenta, tan animada, tan emocionada con su nueva vida que decide darse el gusto de ir en taxi hasta Hampstead, Waterstone's.
Primero entro en el oscuro, fresco y silencioso interior de Waterstone's, donde me envuelve su atmósfera reverente y noto que me invade una sensación de calma. Tal vez el único gusto que me doy sean los libros, pero pocas veces me compro más de uno a la vez, y es aún más extraño que me aventure a entrar en una librería para hacerlo. Soy socia de un club de lectura que cada mes me envía un catálogo del que escojo un libro en rústica con descuento, pero no es tan chollo como parece. Además de escoger los títulos que quiero, me envían también un libro que no he pedido y supuestamente debo devolver antes de veintiocho días si no lo quiero. Huelga decir que nunca logro acordarme a tiempo, de modo que la mitad de los estantes de mi dormitorio crujen bajo el peso de libros que no quería y nunca leeré.
Hoy, sin embargo, voy a darme un gusto. He decidido que compraré por lo menos tres libros, y voy a mirar durante horas y empaparme del ambiente, disfrutar del anonimato, regocijarme del hecho de que nadie me está mirando o juzgando mis muslos que se rozan entre sí al andar, porque todo el mundo también está absorto en los libros.
Jemima está tan inmersa en el mundo de Anna, una chica de dieciocho años que está a punto de empezar a estudiar en una universidad, que no advierte que al otro lado del local, casi en dirección paralela a donde ella está, se encuentra Nick Williams. Nick también está inmerso en un libro, de cara a la estantería, leyendo las primeras páginas de un thriller, balanceándose sobre la parte anterior de las plantas de los pies.
Capítulo 12
Han pasado dos semanas, y llamadme cobarde, pero no me he atrevido a volver a entrar en internet, aterrorizada de que me salga en la pantalla una foto pornográfica o de que algún americano loco empiece a hablarme.
Sin embargo, no consigo quitarme de la cabeza el maldito internet, y no puedo olvidar lo fantástico que es, el modo en que puedes comunicarte con quien quieras allá donde estés. Si os digo la verdad, creo que es genial. Todo. La red que abarca todo el mundo, los foros para chatear, las posibilidades.
No es que esté buscando a alguien, quiero decir que soy yo, por el amor de Dios, la mujer que nunca tiene novio, y aunque me consta que soy buena persona, no soy la más sociable de las criaturas. Ojalá lo fuera, ojalá a veces me pareciera más a mis compañeras de piso, pero por desgracia mi tamaño dicta mi vida social, y mi tamaño es algo que no puedo controlar. Sé qué estáis pensando: «Pues ponte a régimen», pero no es tan fácil, no logro contener las ansias cuando me asaltan, y por alguna razón vivir de internet me parece una opción más fácil que renunciar al chocolate.
Quiero decir que podría abrir ante mí toda una nueva vida, una nueva vida que no se preocupa por el físico, el peso, las extensiones de carnes.
O tal vez debería decir que no sabe, porque no soy estúpida, si le hubiera descrito a Todd con exactitud como soy, se habría largado de inmediato.
En realidad, en internet puedo ser quien me dé la gana. Al fin y al cabo, ¿quién iba a averiguarlo? Y ¿qué tiene de malo? Afrontémoslo, hasta ahora lo único divertido en mi vida ha sido fantasear primero sobre estar delgada y luego sobre Nick Williams, pero incluso esas fantasías han sido tan insulsas que apenas merece la pena repetirlas.
¿Nos interesan? De acuerdo, echemos un vistazo a las fantasías de Jemima. Cuando Jemima se va a la cama y cierra los ojos, esto es lo que ve: se ve a sí misma con gastroenteritis, una grave gota, no tan grave para suponer una amenaza seria pero lo bastante grave para perder un montón de kilos.
Se ve a sí misma de punta en blanco con trajes escuetos, chaquetas ceñidas, minifaldas que le rozan los muslos. Se ve a sí misma encontrándose con Nick Williams, que para entonces ha dejado el Kilburn Herald, al igual que ella, de hecho.
Se ve a sí misma acercándose a Nick en una fiesta multitudinaria y saludándolo fríamente sacudiendo con naturalidad su melena ahora rubia. Ve a una expresión de asombro en el rostro de Nick, que no tarda en convertirse en admiración, respeto, deseo. Ve a Nick acompañándola en coche a casa y subiendo a tomar un café. Ve a sus compañeras de piso matándose por coquetear con él, pero ve que Nick solo tiene ojos para ella.
Ve a Nick acercándose más a ella en el sofá, incapaz, ni por un momento, de apartar los ojos de su cara. Ve su boca en primer plano mientras se inclina hacia ella para besarla. Cuando se han besado y, por cierto, es un beso que la deja flotando, Nick la mira fijamente y dice: «Eres la mujer más guapa que he visto jamás. Te quiero y quiero pasar contigo el resto de mi vida».
Es ridículo, ¿no?, pero Jemima Jones nunca va más allá de ese primer beso y esa declaración de amor. De vez en cuando el beso tiene lugar en otra parte, a veces en la fiesta, otras en el coche o en la calle, pero las palabras de él siempre son las mismas, y, por lo que a ella respecta, representan el comienzo de un futuro feliz comiendo perdices.
De modo que creo que todos estamos de acuerdo ahora en que, en esta fase de su vida, Jemima Jones se merece un poco de diversión.
El primer paso en mi nueva vida es pasar por la librería al volver del trabajo. Mi vida está cambiando, y según parece hasta ahora está mejorando infinitamente.
¿Pruebas? Bueno, por lo que yo veo, esta semana han ocurrido siete cosas importantes que revelan un cambio. En primer lugar, fui a un curso para aprender lo básico sobre internet. Segundo, después del curso fui a tomar una copa, a tomar una copa de verdad, y no solo eso, sino que la copa duró toda la noche. Eso, por lo que a mí respecta, es el decisivo comienzo de una vida social. Tercero, no fue solo una copa, fue una copa con Geraldine y Nick Williams. Geraldine, a quien nunca, hasta esa copa, había tratado después del trabajo, y Nick, con quien fantaseo cada noche. Cuarto, ¡fui realmente capaz de relajarme en compañía de Nick! No fui la adolescente con la lengua trabada con quien él come de vez en cuando en la cantina. Fui casi, casi yo misma. Quinto, lo pasé bien. No, olvídalo, ¡lo pasé genial! Sexto, Nick se ha sentado hoy conmigo para navegar por internet, y sí, me he cortado mucho con el sexo, pero lo que es más importante, le he demostrado que tengo sentido del humor, o al menos espero haberlo hecho. Séptimo, hace dos semanas que no como chocolate.
¿Es sorprendente que Jemima Jones tenga la impresión de que su vida está tomando un giro positivo? No, porque no importa que haga dos semanas que se tomó esa copa con Nick Williams y Geraldine. No importa que no haya vuelto a ver como es debido a Nick desde su breve incursión por internet. No importa que ni Geraldine o Nick le hayan propuesto ir a tomar otra copa. Esa sola noche bastó para poner en marcha una cadena de acontecimientos. Se trata de un tema de causa y efecto, solo que Jemima aún no sabe cuál será el efecto global. Y nosotros tampoco.
Jemima sigue estando tan contenta, tan animada, tan emocionada con su nueva vida que decide darse el gusto de ir en taxi hasta Hampstead, Waterstone's.
Primero entro en el oscuro, fresco y silencioso interior de Waterstone's, donde me envuelve su atmósfera reverente y noto que me invade una sensación de calma. Tal vez el único gusto que me doy sean los libros, pero pocas veces me compro más de uno a la vez, y es aún más extraño que me aventure a entrar en una librería para hacerlo. Soy socia de un club de lectura que cada mes me envía un catálogo del que escojo un libro en rústica con descuento, pero no es tan chollo como parece. Además de escoger los títulos que quiero, me envían también un libro que no he pedido y supuestamente debo devolver antes de veintiocho días si no lo quiero. Huelga decir que nunca logro acordarme a tiempo, de modo que la mitad de los estantes de mi dormitorio crujen bajo el peso de libros que no quería y nunca leeré.
Hoy, sin embargo, voy a darme un gusto. He decidido que compraré por lo menos tres libros, y voy a mirar durante horas y empaparme del ambiente, disfrutar del anonimato, regocijarme del hecho de que nadie me está mirando o juzgando mis muslos que se rozan entre sí al andar, porque todo el mundo también está absorto en los libros.
Jemima está tan inmersa en el mundo de Anna, una chica de dieciocho años que está a punto de empezar a estudiar en una universidad, que no advierte que al otro lado del local, casi en dirección paralela a donde ella está, se encuentra Nick Williams. Nick también está inmerso en un libro, de cara a la estantería, leyendo las primeras páginas de un thriller, balanceándose sobre la parte anterior de las plantas de los pies.
Invitado
Invitado
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
jajajajajaj oki espero el cap
no te preocupes
encerio su vida di un giro:D
me encanto
seguila!!!!
no te preocupes
encerio su vida di un giro:D
me encanto
seguila!!!!
Let's Go
Re: Los Patitos Feos También Besan (con Nick y Joe)
Capítulo 12
No obstante, antes de que empecemos a asumir que debe de ser el destino hay de señalar que, aunque a Nick le gusta Jemima, en realidad no le gusta, de modo que no es momento para precipitarse a sacar conclusiones.
Es bastante curioso, sin embargo, que los dos estén en Waterstone's exactamente a la misma hora. Nick, también hay que decirlo, va a Waterstone's una vez cada dos semanas, pero casi nunca aprovecha que la librería está abierta hasta las diez ni se le ocurre entrar en ella después del trabajo. Suele ir los sábados, de camino a alguna terraza donde ha quedado para tomar algo con un amigo.
Esta noche Nick no va a salir. Tampoco va a ver las noticias. Esta noche Nick no tiene nada que hacer y esa es la razón por la que está en el mismo lugar que Jemima Jones, a la misma hora. Y como Nick no se ha subido de un salto a un taxi, sino que ha ido en metro, acaba de llegar.
De modo que allí están, Jemima y Nick, dos compañeros de trabajo, dándose la espalda, ambos absortos en sus respectivos mundos de la universidad y de los arriesgados negocios de la City, ajenos a lo cerca que están el uno del otro.
Todo lo que hace falta para que Jemima se vuelva y vea a Nick es uno de esos golpes del destino, la decisión de comprar el libro, de añadirlo al primero, tal vez de volverse para buscar otro y, al hacerlo, fijarse en que tiene delante al hombre de sus sueños. Pero el destino a menudo es cruel, o posiblemente en este caso, comprensivo, porque, después de todo, ¿qué haría Jemima si viera a Nick?
De lo que podemos estar seguros es que se quedaría boquiabierta, que se le pararía el corazón al menos un segundo, seguramente dos o tres, y que no sabría qué hacer a continuación. Tal vez se acercaría con torpeza a saludar y se le notaría en la cara la alegría y el amor que siente. Tal vez le daría demasiada vergüenza acercarse, y se limitaría a dejar los libros y escabullirse con sigilo.
¿Y Nick? Nick se sorprendería gratamente al verla, como lo haría si se encontrara inesperadamente a cualquier otro colega. Podría sugerir ir a tomar un café porque, como ya sabemos, no tiene nada que hacer, pero eso sería todo.
Por suerte no hemos de preocuparnos de lo que haría cualquiera de los dos porque ninguno tiene ni la más remota idea de que el otro está allí. Jemima sigue leyendo mientras Nick cierra el libro con firmeza y lo lleva a la caja registradora. Dedica una sonrisa irresistible a la chica insulsa que hay detrás de la caja, que se derrite mientras coge el libro y lo mete en una bolsa de plástico. Por favor, vuelve, piensa, por favor, vuelve mañana, podríamos tener una conversación que podría llevarnos a tomar un café, que podría llevarnos a... cualquier cosa. Todo.
Nick se guarda el libro en el bolsillo y sale sin mirar una sola vez atrás. Jemima decide comprar el libro y luego busca otro. Se acerca a otra mesa y de pronto su mirada se posa en el libro perfecto: Guía de internet para idiotas.
—No sé muy bien adónde ir —piensa Jemima—, de modo que bajo despacio la colina mirando cada escaparate, todas las tiendas de famosas cadenas de ropa que hay a los lados de High Street, y aunque los escaparates están llenos de prendas de alta costura muy llamativas, ropa de la talla 36 que normalmente solo sirve para subrayar mis deficiencias, esta tarde no me importa. Y, de todos modos, una chica puede soñar, ¿no?
Por el otro lado de la calle pasea Nick Williams. También mira los escaparates, admirando las camisas, los trajes, deseando tener un poco más de dinero para comprárselos, pero sin desearlo con la misma pasión que Jemima, porque, después de todo, él es hombre, y los hombres no sienten el mismo entusiasmo por la ropa que las mujeres. ¿Alguien ha oído hablar de hombres adictos a las compras? Pues eso.
Nick se vuelve y se detiene a punto de cruzar la calle, y justo en la acera de enfrente está Jemima. Nick mira a su izquierda, Jemima mira a su izquierda. Nick empieza a cruzar mientras un gran camión avanza despacio y a continuación se detiene ruidosamente justo en mitad de la calzada, impidiendo ver nada, porque la calle se ha vuelto demasiado estrecha para que pase por culpa de los coches aparcados en doble fila de la gente que ha salido de compras a media tarde.
Pero Jemima no cruza, porque entonces se encontrarían en el centro. Ve un puesto de crepes a su derecha y en lugar de acercarse a Nick, de cuya presencia no es consciente, gira a la derecha y se encamina a la crepería.
De modo que una vez más no se han encontrado. Pero Jemima está portándose bien y decide no pedir la gruesa crepe goteando mantequilla y chorreando chocolate deshecho. Se dirige en su lugar a un café que, para su satisfacción, está casi vacío.
Se instala en una mesa esquinada junto a la cristalera y pide un cappuccino, luego saca el primer libro y se sumerge, cómodamente esta vez, en el mundo de Anna.
Nick, entretanto, se muere por beber algo. Pasa por delante de un escaparate y mira a través de la cristalera para ver como es. No, piensa, está demasiado vacío. Necesito más gente, más bullicio, y por supuesto, está mirando demasiado al fondo, mucho más allá de la mesa esquinada junto a la cristalera, la mesa a la que está sentada Jemima con la cabeza escondida detrás del libro, absorta en otro mundo.
Tan cerca y sin embargo tan lejos, Jemima. Ojalá pudiéramos decirte que Nick Williams está a unos pasos de ti, pero no nos corresponde a nosotros hacerlo, me temo. El destino tendrá que seguir su curso.
Y el destino, para variar, sonríe a Nick Williams. Cruza la calle y entra en un bar que es más su ambiente. Una gran cristalera de vidrio cilindrado que mira a la calle, una barra de madera de cerezo brillante que se extiende por el centro de la habitación, con camareros jóvenes y guapos que charlan ociosos junto a los vasos. Pequeñas mesas redondas de madera con las patas de hierro fundido y sillas también de hierro en las que hay sentada la gente más bien parecida de Hampstead, y, al fondo, un sofá y un par de sillones de cuero viejos y destartalados, y una enorme chimenea que, aunque todavía faltan meses para que arda un gran fuego, está encendida y proyecta un resplandor dorado sobre la gente sentada al fondo.
Nick abre de un empujón la puerta y se ve asaltado por el ruido, el calor, las conversaciones animadas. Sí, piensa, tomaré algo. Se acerca al camarero y pide una cerveza de botella, luego mira alrededor en busca de un sitio donde sentarse y se dirige al sofá del fondo.
Se siente ligeramente fuera de lugar con su traje azul oscuro, pero se deja caer en él, cuelga la chaqueta en el respaldo y exhala ruidosamente. Es un local agradable, piensa, mirando alrededor. Bebe un sorbo de cerveza y la deja en la mesa, luego saca el libro de su bolsillo y se recuesta con un codo en el brazo del sofá, la cara apoyada en una mano con la que se aparta el pelo de la frente mientras con la otra sostiene el libro.
Si entrara en ese momento un fotógrafo de Vogue, no podría resistirse al encanto de este pequeño cuadro vivo. Porque Nick llama la atención, con el tobillo derecho apoyado en la rodilla izquierda, las piernas largas, el cuerpo fornido, las facciones atractivas. Parece un montaje, demasiado bonito para ser cierto, demasiado perfecto para que alguna mujer se resista a sus encantos.
¿Podemos censurar a la morena alta y delgada sentada a unos metros por tomar la iniciativa? Está con dos amigas igual de despampanantes, todas vestidas a la última moda, con ropa que Jemima Jones solo puede soñar con llevar. Pantalones ajustados, botas de cuero blando de punta, diminutas camisetas ceñidas sobre pechos perfectos y respingones. Esta por tomar la iniciativa de abordar a Nick.
Jemima Jones hace mucho que ha terminado su cappuccino, pero se queda un rato leyendo en el pequeño café, solo que no está cómoda empotrada en esa silla diminuta y dura, y al cabo de un rato piensa que estaría mucho más a gusto en casa, tumbada en la cama.
Paga, sale del café y echa a andar colina abajo, sintiéndose ridículamente contenta sin motivo aparente. Pasa por delante del bar y mira a la gente guapa, pensando que un día será lo bastante delgada para unirse a ella. Entonces los ve. A Nick y a la morena alta, sentados en el sofá del fondo, y se queda paralizada y boquiabierta de horror. Nick y ella están congeniando como dos personas que no tienen nada en común aparte de la atracción mutua que sienten. Ella coquetea con él de forma escandalosa y Nick disfruta siendo objeto del coqueteo de una mujer despampanante. Ya sabe que no la invitará a salir, porque ha demostrado ser indescriptiblemente tonta, pero, cielos, le gusta.
Aunque se da cuenta de que tendría que quedar con ella un par de veces antes de llevársela a la cama, está seguro de que merecerá la pena, de modo que se quedan allí sentados, cada vez más juntos, tocándose cada vez más, ella apoyando una mano en su brazo mientras le habla, Nick inclinándose hacia ella para oírla mejor. Solo es cuestión de tiempo.
“¿Cómo es posible cambiar de estado de ánimo tan de repente? Quiero decir que me sentía tan bien, tan contenta, tan optimista, y de pronto me he quedado paralizada, luchando por contener una creciente oleada de náuseas. Es Nick, el amor de mi vida, y está con una mujer, y ella es guapa y delgada, y la odio, y a él le quiero, le quiero, le quiero. Y no puedo moverme pero tengo que hacerlo, porque no quiero que me vea, y mientras me vuelvo y me alejo de allí, la nube en la que he estado flotando las últimas dos semanas se desvanece y en su lugar aparece un gran nubarrón negro. Bajo despacio por High Street llamándome a mí misma patética, perdedora, pero no puedo evitarlo. No puedo evitar que dos grandes lágrimas se deslicen despacio por mis mejillas.”
No obstante, antes de que empecemos a asumir que debe de ser el destino hay de señalar que, aunque a Nick le gusta Jemima, en realidad no le gusta, de modo que no es momento para precipitarse a sacar conclusiones.
Es bastante curioso, sin embargo, que los dos estén en Waterstone's exactamente a la misma hora. Nick, también hay que decirlo, va a Waterstone's una vez cada dos semanas, pero casi nunca aprovecha que la librería está abierta hasta las diez ni se le ocurre entrar en ella después del trabajo. Suele ir los sábados, de camino a alguna terraza donde ha quedado para tomar algo con un amigo.
Esta noche Nick no va a salir. Tampoco va a ver las noticias. Esta noche Nick no tiene nada que hacer y esa es la razón por la que está en el mismo lugar que Jemima Jones, a la misma hora. Y como Nick no se ha subido de un salto a un taxi, sino que ha ido en metro, acaba de llegar.
De modo que allí están, Jemima y Nick, dos compañeros de trabajo, dándose la espalda, ambos absortos en sus respectivos mundos de la universidad y de los arriesgados negocios de la City, ajenos a lo cerca que están el uno del otro.
Todo lo que hace falta para que Jemima se vuelva y vea a Nick es uno de esos golpes del destino, la decisión de comprar el libro, de añadirlo al primero, tal vez de volverse para buscar otro y, al hacerlo, fijarse en que tiene delante al hombre de sus sueños. Pero el destino a menudo es cruel, o posiblemente en este caso, comprensivo, porque, después de todo, ¿qué haría Jemima si viera a Nick?
De lo que podemos estar seguros es que se quedaría boquiabierta, que se le pararía el corazón al menos un segundo, seguramente dos o tres, y que no sabría qué hacer a continuación. Tal vez se acercaría con torpeza a saludar y se le notaría en la cara la alegría y el amor que siente. Tal vez le daría demasiada vergüenza acercarse, y se limitaría a dejar los libros y escabullirse con sigilo.
¿Y Nick? Nick se sorprendería gratamente al verla, como lo haría si se encontrara inesperadamente a cualquier otro colega. Podría sugerir ir a tomar un café porque, como ya sabemos, no tiene nada que hacer, pero eso sería todo.
Por suerte no hemos de preocuparnos de lo que haría cualquiera de los dos porque ninguno tiene ni la más remota idea de que el otro está allí. Jemima sigue leyendo mientras Nick cierra el libro con firmeza y lo lleva a la caja registradora. Dedica una sonrisa irresistible a la chica insulsa que hay detrás de la caja, que se derrite mientras coge el libro y lo mete en una bolsa de plástico. Por favor, vuelve, piensa, por favor, vuelve mañana, podríamos tener una conversación que podría llevarnos a tomar un café, que podría llevarnos a... cualquier cosa. Todo.
Nick se guarda el libro en el bolsillo y sale sin mirar una sola vez atrás. Jemima decide comprar el libro y luego busca otro. Se acerca a otra mesa y de pronto su mirada se posa en el libro perfecto: Guía de internet para idiotas.
—No sé muy bien adónde ir —piensa Jemima—, de modo que bajo despacio la colina mirando cada escaparate, todas las tiendas de famosas cadenas de ropa que hay a los lados de High Street, y aunque los escaparates están llenos de prendas de alta costura muy llamativas, ropa de la talla 36 que normalmente solo sirve para subrayar mis deficiencias, esta tarde no me importa. Y, de todos modos, una chica puede soñar, ¿no?
Por el otro lado de la calle pasea Nick Williams. También mira los escaparates, admirando las camisas, los trajes, deseando tener un poco más de dinero para comprárselos, pero sin desearlo con la misma pasión que Jemima, porque, después de todo, él es hombre, y los hombres no sienten el mismo entusiasmo por la ropa que las mujeres. ¿Alguien ha oído hablar de hombres adictos a las compras? Pues eso.
Nick se vuelve y se detiene a punto de cruzar la calle, y justo en la acera de enfrente está Jemima. Nick mira a su izquierda, Jemima mira a su izquierda. Nick empieza a cruzar mientras un gran camión avanza despacio y a continuación se detiene ruidosamente justo en mitad de la calzada, impidiendo ver nada, porque la calle se ha vuelto demasiado estrecha para que pase por culpa de los coches aparcados en doble fila de la gente que ha salido de compras a media tarde.
Pero Jemima no cruza, porque entonces se encontrarían en el centro. Ve un puesto de crepes a su derecha y en lugar de acercarse a Nick, de cuya presencia no es consciente, gira a la derecha y se encamina a la crepería.
De modo que una vez más no se han encontrado. Pero Jemima está portándose bien y decide no pedir la gruesa crepe goteando mantequilla y chorreando chocolate deshecho. Se dirige en su lugar a un café que, para su satisfacción, está casi vacío.
Se instala en una mesa esquinada junto a la cristalera y pide un cappuccino, luego saca el primer libro y se sumerge, cómodamente esta vez, en el mundo de Anna.
Nick, entretanto, se muere por beber algo. Pasa por delante de un escaparate y mira a través de la cristalera para ver como es. No, piensa, está demasiado vacío. Necesito más gente, más bullicio, y por supuesto, está mirando demasiado al fondo, mucho más allá de la mesa esquinada junto a la cristalera, la mesa a la que está sentada Jemima con la cabeza escondida detrás del libro, absorta en otro mundo.
Tan cerca y sin embargo tan lejos, Jemima. Ojalá pudiéramos decirte que Nick Williams está a unos pasos de ti, pero no nos corresponde a nosotros hacerlo, me temo. El destino tendrá que seguir su curso.
Y el destino, para variar, sonríe a Nick Williams. Cruza la calle y entra en un bar que es más su ambiente. Una gran cristalera de vidrio cilindrado que mira a la calle, una barra de madera de cerezo brillante que se extiende por el centro de la habitación, con camareros jóvenes y guapos que charlan ociosos junto a los vasos. Pequeñas mesas redondas de madera con las patas de hierro fundido y sillas también de hierro en las que hay sentada la gente más bien parecida de Hampstead, y, al fondo, un sofá y un par de sillones de cuero viejos y destartalados, y una enorme chimenea que, aunque todavía faltan meses para que arda un gran fuego, está encendida y proyecta un resplandor dorado sobre la gente sentada al fondo.
Nick abre de un empujón la puerta y se ve asaltado por el ruido, el calor, las conversaciones animadas. Sí, piensa, tomaré algo. Se acerca al camarero y pide una cerveza de botella, luego mira alrededor en busca de un sitio donde sentarse y se dirige al sofá del fondo.
Se siente ligeramente fuera de lugar con su traje azul oscuro, pero se deja caer en él, cuelga la chaqueta en el respaldo y exhala ruidosamente. Es un local agradable, piensa, mirando alrededor. Bebe un sorbo de cerveza y la deja en la mesa, luego saca el libro de su bolsillo y se recuesta con un codo en el brazo del sofá, la cara apoyada en una mano con la que se aparta el pelo de la frente mientras con la otra sostiene el libro.
Si entrara en ese momento un fotógrafo de Vogue, no podría resistirse al encanto de este pequeño cuadro vivo. Porque Nick llama la atención, con el tobillo derecho apoyado en la rodilla izquierda, las piernas largas, el cuerpo fornido, las facciones atractivas. Parece un montaje, demasiado bonito para ser cierto, demasiado perfecto para que alguna mujer se resista a sus encantos.
¿Podemos censurar a la morena alta y delgada sentada a unos metros por tomar la iniciativa? Está con dos amigas igual de despampanantes, todas vestidas a la última moda, con ropa que Jemima Jones solo puede soñar con llevar. Pantalones ajustados, botas de cuero blando de punta, diminutas camisetas ceñidas sobre pechos perfectos y respingones. Esta por tomar la iniciativa de abordar a Nick.
Jemima Jones hace mucho que ha terminado su cappuccino, pero se queda un rato leyendo en el pequeño café, solo que no está cómoda empotrada en esa silla diminuta y dura, y al cabo de un rato piensa que estaría mucho más a gusto en casa, tumbada en la cama.
Paga, sale del café y echa a andar colina abajo, sintiéndose ridículamente contenta sin motivo aparente. Pasa por delante del bar y mira a la gente guapa, pensando que un día será lo bastante delgada para unirse a ella. Entonces los ve. A Nick y a la morena alta, sentados en el sofá del fondo, y se queda paralizada y boquiabierta de horror. Nick y ella están congeniando como dos personas que no tienen nada en común aparte de la atracción mutua que sienten. Ella coquetea con él de forma escandalosa y Nick disfruta siendo objeto del coqueteo de una mujer despampanante. Ya sabe que no la invitará a salir, porque ha demostrado ser indescriptiblemente tonta, pero, cielos, le gusta.
Aunque se da cuenta de que tendría que quedar con ella un par de veces antes de llevársela a la cama, está seguro de que merecerá la pena, de modo que se quedan allí sentados, cada vez más juntos, tocándose cada vez más, ella apoyando una mano en su brazo mientras le habla, Nick inclinándose hacia ella para oírla mejor. Solo es cuestión de tiempo.
“¿Cómo es posible cambiar de estado de ánimo tan de repente? Quiero decir que me sentía tan bien, tan contenta, tan optimista, y de pronto me he quedado paralizada, luchando por contener una creciente oleada de náuseas. Es Nick, el amor de mi vida, y está con una mujer, y ella es guapa y delgada, y la odio, y a él le quiero, le quiero, le quiero. Y no puedo moverme pero tengo que hacerlo, porque no quiero que me vea, y mientras me vuelvo y me alejo de allí, la nube en la que he estado flotando las últimas dos semanas se desvanece y en su lugar aparece un gran nubarrón negro. Bajo despacio por High Street llamándome a mí misma patética, perdedora, pero no puedo evitarlo. No puedo evitar que dos grandes lágrimas se deslicen despacio por mis mejillas.”
Invitado
Invitado
Página 2 de 13. • 1, 2, 3, ... 11, 12, 13
Temas similares
» Los Príncipes Azules También Destiñen NICK Y TU
» Ha veces Dios También se Equivoca. (Nick Jonas y tu)
» #E3Forever
» The Leyend Of The Headless Horseman ~Ziall Horalik~
» you hit a million let's have sex
» Ha veces Dios También se Equivoca. (Nick Jonas y tu)
» #E3Forever
» The Leyend Of The Headless Horseman ~Ziall Horalik~
» you hit a million let's have sex
O W N :: Archivos :: Canceladas
Página 2 de 13.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér 20 Nov 2024, 12:51 am por SweetLove22
» My dearest
Lun 11 Nov 2024, 7:37 pm por lovesick
» Sayonara, friday night
Lun 11 Nov 2024, 12:38 am por lovesick
» in the heart of the circle
Dom 10 Nov 2024, 7:56 pm por hange.
» air nation
Miér 06 Nov 2024, 10:08 am por hange.
» life is a box of chocolates
Mar 05 Nov 2024, 2:54 pm por 14th moon
» —Hot clown shit
Lun 04 Nov 2024, 9:10 pm por Jigsaw
» outoflove.
Lun 04 Nov 2024, 11:42 am por indigo.
» witches of own
Dom 03 Nov 2024, 9:16 pm por hange.