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"Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA)

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"Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA) Empty "Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA)

Mensaje por Natuu! Lun 16 Ene 2012, 2:07 pm

Hola chicas, aquí les traígo otra adaptación. A mi me ha encantado y espero que a ustedes igual.
Solo una aclaración, la novela no es tan hot, tiene algunos capitulos pero las escenas no son tan explicitas, por lo mismo la puse en este genero, es más bien romantica(:
Bueno les dejo la ficha y el argumento. Me gustaria mucho que comentaran, porque así es la unica forma que tengo para saber si les gusta.




Ficha:

Nombre: "Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú)
Autor: Analia Alvira
Adaptación: Si
Género: De todo un poco(:
Advertencias: Es algo corta y la aclaración que hice arriba.
Otras Páginas: No lose, ya que es una adaptación


Última edición por NaTaLy el Jue 16 Feb 2012, 7:01 pm, editado 1 vez
Natuu!
Natuu!


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"Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA) Empty Re: "Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA)

Mensaje por Natuu! Lun 16 Ene 2012, 2:09 pm

Te quiero solo para mí





_____ Bougnon es una joven argentina que vive en un colegio de monjas en la ciudad de Rosario. Acaba de quedar huérfana y convertirse en una muchacha millonaria. Su padre, un casanova de gran trayectoria y conocido por todos en el mundo de los negocios, le dejará la herencia a _____. Para ella, éste hombre, antes de su muerte ha redactado un testamento que ha quedado en manos de su abogado, a quien le ha pedido que buscara a un joven estadounidense de apellido Jonas.

Joseph Jonas es uno de los dueños de una empresa aérea y vive en Manhattan. Es rico, ordenado en su trabajo y libre en su vida. Hasta que todo se desmorona, cuando un día encuentra sobre su escritorio un sobre y una caja blanca que marcarán el destino de su vida: Proteger y cuidar a una niña que ha quedado huérfana y rodeada de una gran fortuna.

¿Será capaz, Joseph Jonas de convertirse en protector de una niña?...
¿Podrá evitar no enamorarse de su hermana…?
Natuu!
Natuu!


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"Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA) Empty Re: "Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA)

Mensaje por andreita Lun 16 Ene 2012, 2:25 pm

nueva lectora
natu siguiedo esta nove tambiençestoy
jijijiji
creoq ue soy un muy buena lectora
la nove
se ve super
sigulea
andreita
andreita


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"Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA) Empty Re: "Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA)

Mensaje por Nani Jonas Lun 16 Ene 2012, 3:26 pm

segunda lectora
siguela porfavor
Nani Jonas
Nani Jonas


http://misadatacionesnanijonas.blogspot.mx/

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"Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA) Empty Re: "Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA)

Mensaje por Natuu! Mar 17 Ene 2012, 10:07 am

Capítulo 1



Manhattan, EE. UU.


Joseph Jonas jamás pensó que aquella mañana del martes 13 de Abril, su vida cambiaría para siempre. Se había levantado, como lo hacía cada día, a las seis de la mañana, desayunando su caliente café hecho por su querida empleada Iris, mientras leía el New York Times. Luego se duchó y se arregló para partir hacia su trabajo. Una hora después, a las siete, con un traje negro oscuro, camisa blanca y una corbata haciendo tono, bajó las escaleras de su lujosa casa que tenía en Manhattan y se dirigió al portal de mármol.
Su auto Toyota lo estaba esperando. Su chofer, llamado Lucas, llevaba trabajando para él, bastante tiempo como para saber que no debía salir del coche para abrir y cerrarle la puerta a su jefe. Joseph no solo tenía esa casa allí en el barrio Harlem en Manhattan, sino también una en Nueva York y otra en Argentina, país éste último que lo hacía sentir como un miembro más de sus habitantes, sin saber la verdadera razón de ese sentimiento.
Se rumoreaba que era uno de los grandes ricos que habitaban en Estados Unidos, llegando a aparecer en prestigiosas revistas de economía que delataban su fortuna monetaria. Sin embargo, Joseph no perdía las costumbres: por más que fuese un empresario millonario, solía comportarse de manera sencilla, a tal punto que consideraba a su chofer Lucas, como un amigo.
Aquellas personas que trabajaban para Joseph Jonas, no eran sus esclavos y mucho menos sus sirvientes. Sus compañeros de trabajo eran eso: Compañeros y colegas.
─Buenos días, señor Jonas ─.Saludó, mientras encendía el motor del auto y su patrón ingresaba al interior del mismo.
─Buenos días, Lucas. Y ya te he dicho la semana pasada que me llames Joseph ─dijo simulando enfado (algo que no se daba bien en él), mientras se prendía los últimos botones de su saco y miraba por el vidrio izquierdo de la ventanilla de su auto─. No quiero que la gente me vea como un viejo cascarrabias.
─Puedo asegurarle señor, que usted es todo, menos un cascarrabias. Antes de conocerlo, jamás tuve un patrón tan bondadoso como usted.
─Gracias Lucas, me halagas ─le dijo sonriendo y se acomodó en su asiento contemplando con ojos pensativos la ciudad. Ojala sea una mañana positiva, pensó deseando que no se presentase ningún inconveniente.
Lucas se puso de camino entre el tráfico que a tempranas horas atestaba la ciudad, y después de charlar unos minutos con éste y preguntarle por su familia, Joseph sacó el teléfono celular de su bolsillo del saco y comenzó su jornada de trabajo. Lo primero que hizo fue llamar a su oficina. Tenía una reunión a primera hora en la Bolsa de Valores, pero antes necesitaba llamar a su ayudante persona, Beth, una mujer adulta que era tan adicta al trabajo como él. De seguro, que ya está sentada en el escritorio tecleando y llamando a todo el mundo, pensó con el celular en la oreja, esperando que atendieran su llamada.
Sin embargo, aquel día no había llegado aún. Joseph le dejó un mensaje en el contestador, porque Beth, no pudo atenderle la llamada, mientras el coche se dirigía al centro de la ciudad. Le ahorraba tiempo, y si existía un bien preciso para Jonas, era el tiempo, sobre todo, cuando se dirigía una empresa del tamaño de Jonas Sealead Air.
Posteriormente, llamó a algunas de las personas con las que estaba haciendo negocios y, tomando notas, puesto que tenía una memoria de mosquito, tranquilizó a uno, interrogó a otro y le dijo a un tercero que tomaría un vuelo a finales de la semana para resolver personalmente un problema que para su colega era grave, pero para Jonas era cuestión de algunos billetes.
El teléfono celular de Joseph, sonó antes de que comenzara a marcar de nuevo. Miró la pantalla. Era Beth.
─Buenos días, Beth.
─Buenos días, señor Jonas. He recibido su mensaje; No obstante, lo llamé porque pensé que sería necesario recordarle, que hoy es el cumpleaños de la señorita Vicky Gilbert.
Joseph cerró los ojos. ¡Maldición!, exclamó para sí. Se le había olvidado, que era el cumpleaños de su novia, pese a todas las pistas que había estado tirando Vicky, de un modo indirecto, como ser un anillo de diamantes; No obstante él le dejó en claro que no estaba entre sus planes, casarse con ella. Aún es temprano, y no quiero caer en las redes de las mujeres, se decía continuamente, y su novia, era una de esas redes que buscaban capturarlo para exprimirle la tarjeta de crédito.
─Si Beth, llama a la florería y…
─A una joyería. Ya lo he hecho ─lo interrumpió amablemente─ Ya reservé las flores para su señora y aún me falta por confirmar el anillo.
─Bien, muy bien Beth ─la felicitó, respirando con alivio─ En cuanto al anillo cancélalo. Prefiero…
─¿Un collar de perlas de Tiffany’s? Puede estar listo para el mediodía.
─¿Perlas? ─preguntó extrañado.
─Puede ser una excelente opción. La piel de la señorita Gilbert contrastaría a la perfección con las perlas ─. Respondió Beth, tan decididamente que él descubrió el sermón detrás de aquellas sencillas palabras. ¿No debería prestarle atención a este tipo de detalles?, se preguntó con el ceño fruncido. Sin embargo, él nunca lo hacía. Después de años, todas las mujeres hermosas resultaban siendo lo mismo─. También le hecho una reserva en Adour Alain Ducasse, a las nueve de la noche. ─Continuó explicando su ayudante─ La dirección se lo dejé sobre su escritorio. El lugar cuenta con un salón principal y con exclusiva privacidad, señor Jonas.
─Gracias Beth; Como siempre, eres muy amable ─le dijo sonriendo─. Pero, ¿Ya hizo todo eso en menos de una hora y antes de las nueve? ─preguntó consultando su reloj─. Me sorprende su velocidad. Te mereces un ascenso y un aumento.
─Muchas gracias Señor, pero todos los negocios, están abiertos para usted ─respondió Beth sin perder la compostura─. Por si acaso el restaurante no es de su gusto, puedo hacerle la reserva en otro más lujoso.
─No, no. El que me hayas elegido estará bien. Además es una cena de cumpleaños. Voy a cenar con Vicky y no con la reina de Inglaterra.
─Como usted diga señor Jonas. La gente de este restaurante me ha dicho que el presidente Abana ha estado cenando allí un par de veces ─. Beth hizo una pausa─. Estoy segura que cuando Vicky se entere, quedará absolutamente complacida.
Joseph sonrió de nuevo. El tono de su ayudante, ahora era bastante sarcástico. Todos conocían a su amada, y como muchos, Beth no aprobaba a la señorita Gilbert. A decir verdad, su madre tampoco. Solo había visto a Vicky por medio de fotos, no solo las que él le mostró, sino también en un par de revistas, en donde aparecía demasiado desnuda para su gusto, ejerciendo su profesión como modelo. Joseph aún recordaba la reprimenda de su madre, cuando le acercó una revista para mostrarle la novia que tenía:
─ ¿Le llamas mujer a esa muestra con una delgada y fina lencería, con tacones de aguja que te mira con ojos que solo aquellas que son catalogadas como mujerzuelas, pueden hacerlo? ¡Jamás la aceptare como nuera!
La boca de Joseph dibujo una mueca y luego continuó recordando:
─Las revistas de chimentos te relacionan con ella, ¿Por qué tú nunca las ha traído y presentado? ─le había preguntado su madre, después de aquella reprimenda─. Me gustaría conocerla, pese a su descaro de posar desnuda.
─Sé que no te agradará.
─Tienes razón. No parece una mujer como las que hay en Argentina, pero sería bueno que la trajeras a comer un día o que salgamos los tres a cenar; Ya sabes… Para que la gente no piense mal.

Joseph nunca había llevado a ninguna mujer a la casa de su madre, -quien al igual que él, vivía allí en Manhattan, ganándose la vida como abogada-; Y mucho menos a su casa particular. No pensaba hacerlo, por más que su madre se lo pidiese. Vicky no era su tipo de mujer, sino una simple novia con la que le gustaba pasar el tiempo y disfrutar.
Luego recordó, que unos días más tarde, Vicky apareció en un canal de televisión y su madre Rosa había comentado, llenándose de rubor:
─ ¡Ese atuendo que llevaba tu noviecita, o tu amante (¡No sé lo que significa para ti!) era indecoroso! ─exclamó bastante crispada, mientras Joseph hacía todo lo posible para no mirar hacia el techo con resignación. Algunas veces, creía que su madre pertenecía a la época pasada. Era tan perfecta, tan correcta… Pero eso no quitaba el amor hacia ella. Él la quería mucho, pero aquel día no estaba de humor para tratar el tema “Vicky” con su mamá. Joseph era un hombre grande, y existía ocasiones, en que le molestaba que Rosa lo tratara como a un niño─. ¡Joseph Adam, ya es hora de que sientes cabeza! Todas esas jóvenes con las que sales… no son jóvenes. Cualquier cosa, menos mujeres. Sé que el mundo ha cambiado pero…
─Te gustaría que buscara alguna chica agradable, de tu estilo, o sea, chapada a la antigua ─la interrumpió aquel día.
─A decir verdad, sí, eso es lo que quiero para ti.
─Y que me casara con ella.
─Por supuesto. Primer por civil y luego por iglesia, como la costumbre manda.
─Lo sé, pero ahora corren otros tiempos. Pero dime, ¿Te gustaría que tuviera una casa llena de niños, un perro, un auto de familia…?

─Sí, y sé que para ti puede parecer una broma, pero no quiero que te conviertas como esa gente que aparece en la tele, que tienen plata y mujeres que antes fueron prostitutas ─le había dicho su madre, tapándose la boca, al mencionar aquella palabrota. Pero Joseph, lo único que hizo fue abrazarla y asegurarle que algún día de su vida, haría todas esas cosas que su madre soñaba.
Pero todavía no. Aún tenía tiempo de sobra para disfrutar su soltería. No ahora, cuando la ciudad y el mundo, estaban llenos de “Vicky”. Y cuando, además, construir un gran imperio era lo más importante en la vida de Joseph.
─Si no le gusta ninguno de los restaurantes que le dejé en su escritorio, avíseme ─le dijo Beth, sacándolo de sus recuerdos─, puedo hacer una reserva en un sitio francés que hay en…
─No, no, está muy bien. Muchas gracias, Beth.
─De nada, señor Jonas. En cuanto a su agenda para hoy, después de la reunión en la Bolsa de Valores tiene otra reunión con…
─Lo sé.
─Y un almuerzo con el alcalde en…
─También lo sé Beth ─dijo él, con un toque de inquietud y diversión en la voz─. Que sea algo despistado y olvidadizo, no significa que ignore una reunión de negocios ─y pidió─: Por favor, dígame qué novedades hay.
─Ninguna. Espere… Sharon acaba de traerme algo del mostrador de recepción.
─ ¿Qué es?
─Un sobre acolchado y grande. Sharon me ha dicho que lo han traído a mano.
─Bien, ábralo ─le ordenó impaciente.
─Ya lo he hecho. Dentro hay una carta sellada y…
─Y hay una rosa en ella ─remató Joseph con un suspiro. Algunas mujeres eran tan tercas, no obstante él siempre dejaba bien en claro sus intenciones, o su falta de intenciones─. Hazme el favor y arrójala al tarro de basura.
─Disculpe señor, pero no hay ninguna rosa. De hecho, parece muy formal. El papel pesa, y no lleva remitente… pero dice “confidencial” y “privado” en español.
─ ¿Es español?
─Sí. El matasellos es de Argentina.
─Está bien ─dijo Joseph. ¿Quién habrá enviado una carta confidencial desde Argentina?, se preguntó. Él había hecho algunos negocios en Brasil, Uruguay y Colombia; Tenía amigos y familiares en Argentina, pero estaba muy seguro de que en esa semana, no llegaría nada de la tierra amada de su madre.
─Y hay algo más ─continuó Beth─. Una caja. Es pequeña y blanca. Parece de joyería. ¿Quiere que abra la carta y la caja, señor Jonas?
Beth llevaba mucho años con él, y Joseph le ocultaba muy pocas cosas, pero el instinto le dijo que tuviera cautela, y él había hecho su fortuna prestándole atención a su instinto. ¿Por qué iba a dejar de hacerlo en aquella ocasión?
─No, no te preocupes. Déjalo sobre mi escritorio. Ya lo miraré después.
Sin duda, debe ser un inteligente anuncio para atraer el turismo de calidad a la Argentina, y la caja, es casi seguro que tendrá un pequeño regalo para avivar el interés y hacer que con mi empresa aumente la excursión a mi país, pensó Joseph con descaro, mientras se despedía de Beth y colgaba el teléfono.
Algunas veces, tener dinero es toda una molestia, pensó sumamente molesto.


El día estuvo bien y por fin llegaba a su fin.
Las reuniones de trabajo tuvieron resultados muy satisfactorios, y Vicky lo llamó para agradecerle el ramo de flores y el collar de perlas, y para decirle que el siguiente fin de semana había sido invitados a una fiesta en una casa de Hartford.
Lucas lo dejó en la oficina unos minutos antes de las siete de la tarde, luego de haberlo llevado a todos los destinos que su patrón le ordenó. Todo el mundo se había marchado ya, incluso Beth. Aunque ya era tarde, Joseph tenía la costumbre de pasar por la oficina todos los días a última hora si estaba en la ciudad. Era una vieja costumbre, para asegurarse de que no había ocurrido nada que requiriera su atención inmediata.
Cuando llegó a su despacho, leyó una hoja de notas que le había dejado Beth, en donde se hallaba la dirección y el nombre del restaurante, escribió un par de comentarios en los márgenes de otra hoja y después alargo el brazo para tomar el teléfono y llamar a Vicky para decirle que llegaría un poco tarde. Entonces, su vista se fijó en el sobre y en la pequeña caja blanca que había junto a él. Con todos los eventos de aquel día, se le había olvidado por completo el misterioso paquete que enviaron para él.
Tomó la caja y se preguntó que contendría. Había recibido regalos de publicidad de lujo en otras ocasiones, desde agendas de cuero hasta lujosos cuadros. Lo más probable era que aquello fuera algún llavero y presente. La caja era demasiado pequeña como para contener un cuadro.

“Estimado señor Joseph Jonas:
Mi nombre es José Escobar. Soy uno de los socios de la oficina de José Escobar y Asociados…”


Joseph rasgó el sobre con un abrecartas y desplegó la única hoja que había dentro. El membrete decía José Escobar y Asociados, Santa Fe, y la carta estaba escrita en inglés y no en español, como sí lo estaba el sobre.
Un par de líneas después, Joseph se hundió en su sillón. La enorme habitación, de repente, le resultaba estrecha y sin aire. Todo aquello en lo que había creído mientras crecía era falso. El padre al que había venerado durante toda su vida no había existido nunca.
Él no era el hijo de un pobre chico hispano que había muerto como un héroe en una guerra desconocida y sanguinaria en una selva de Colombia. Según la carta que Joseph tenía entre las manos, era hijo de un argentino muy rico que había muerto en su cama, tan sólo unos meses antes.
Las palabras del abogado relataban una terrible historia. Treinta y un años antes, durante un viaje a Nueva York, Enrique Jonas había conocido a Rosa Miller y había tenido una fugaz aventura con ella. La había dejado embarazada y después había vuelto a la Argentina.
Nunca más se había puesto en contacto con ella.
Joseph era fruto de aquella unión.
Había más, cosas incluso más imposibles que aquella revelación, pero Joseph no podía preocuparse de ellas en aquel momento. Era demasiado. En vez de eso, releyó la parte de la carta que había convertido todo aquello en lo que él creía, todo lo que le había dicho su madre, en una mentira.
Recorrió con la mirada el último párrafo.

“Durante los meses finales de su vida, mi cliente se arrepintió de los errores de su juventud y quiso compensar a aquellos a los que había perjudicado. Y, de acuerdo con sus deseos, le adjunto un pequeño regalo para su madre. Por favor, entrégueselo de parte del señor Jonas”.

Joseph tomó la caja, pero no la abrió. Veinte minutos después, con la mandíbula rígida y con una expresión grave en el rostro, traspasaba el portal del piso de su madre de camino al ascensor. El portero comenzó a saludarlo, pero él no se detuvo.
─No me anuncia ─dijo.
Tenía la llave de la casa de su madre, pero no la utilizó. En vez de eso, llamó al timbre con tanta fuerza, que estuvo a punto de quitar el marco de la puerta. Vio cómo la tapadera de la mirilla se deslizaba hacia un lado, y después, la puerta se abrió de par en par.
─Joseph ─le dijo su madre alegremente. Su sonrisa se desvaneció─. ¿Joseph? ¿Qué ha ocurrido? ¿Te encuentras bien?
─No lo sé, mamá ─respondió él, con frialdad─. Dímelo tú.
Ingresó en la sala, cerró la puerta con el codo y le entregó el sobre a su madre. Después, observó cómo lo miraba, y oyó un brusco suspiro cuando ella se dio cuenta de dónde procedía aquel sobre. Rosa fijó los ojos en los de su hijo.
─Léelo ─le dijo él.
Rosa asintió. Estaba temblando. ¿Quién habrá escrito a mi hijo desde Argentina? ¿Quién habrá escrito algo que lo hiciera poner tan furioso? ¿Quién?, se preguntó, mientras su viejo secreto volvía desde el pasado para revelarse, con bronca, en aquel sobre escrito con tinta negra.
Rosa leyó la carta. Después miró a Joseph de nuevo, buscando con desesperación las palabras apropiadas, las que podrían atenuar la furia y el dolor que había en el rostro de su hijo.
─Joseph. Fue hace muchos años…
Jonas le entregó la cajita blanca.
─Te envió esto.
Rosa se quedó mirando fijamente la caja.
─No… No sé qué… Joseph, por favor, tienes que escucharme…
─ ¡Ábrela!
Ella lo hizo. Un diamante brillaba con frialdad engarzado en un anillo. Había una tarjeta. Para Rosa decía. Mi preciosa paloma. Rosa Miller miró a su hijo. Y se desmayó.













Bueno chicas, aquí les dejo el primera parte del capítulo numero uno. Comenten y diganme que les parece, después subire la segunda parte (:



Natuu!!


Última edición por NaTaLy el Sáb 21 Ene 2012, 2:10 pm, editado 3 veces
Natuu!
Natuu!


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"Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA) Empty Re: "Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA)

Mensaje por andreita Mar 17 Ene 2012, 10:17 am

se ve suepr
natuu
super super
cuando aparee la ryis??
jaja
siguela
andreita
andreita


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"Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA) Empty Re: "Te Quiero Solo Para Mí" (Joe&Tú) (TERMINADA)

Mensaje por Natuu! Jue 19 Ene 2012, 3:15 pm

Capítulo 1
(Segunda parte)



Cuando recuperó la consciencia, estaba tumbada en el sofá con un paño húmedo en la frente. Joseph estaba agachado a su lado, mientras una empleada de su madre no se movía de allí, atenta a cada movimiento de su patrona.
― ¿Estás bien? ―le preguntó él. Su tono de voz todavía era frio, pero al menos, tenía una expresión preocupada.
Ella asintió.
―Estoy bien ―dijo mientras se incorporaba lentamente.
―Entonces, ¿Qué explicaciones me das a todo esto? Es cierto… ―terminó por afirmar él, y apretó la mandíbula.
―Sí.
―Mi padre no era un soldado que murió combatiendo a las FARC.
―No.
―Y no pasó hambre, ni estuvo atado con cadenas a un árbol, durmiendo en la intemperie, y tampoco tuvo una muerte heroica.
―No ―repitió Rosa, con la voz temblorosa―. Eso jamás sucedió.
―Y ―continuó Joseph, duramente― no tuviste ninguna historia de amor tierna y romántica que se vio interrumpida por la guerrilla.
―Yo era joven. Muy joven y soñadora. Me había criado en un hogar muy estricto, y no sabía nada sobre el mundo. Sé que eso es difícil para ti, pero tienes que entenderlo, Joseph…
―No vengas con excusas―. La advirtió a punto de perder la compostura.
―Joseph…
― ¡No quiero ningún tipo de explicaciones, porque no me las creeré! ¡Demonios! Tendré sangre argentina en las venas, pero no seré hijo de ese viejo mujeriego.
―Hijo, por favor, intenta entenderlo. Conocí a tu padre…
―Llámalo Enrique. O Jonas. Pero no vuelvas a referirte a él como mi padre.
―Yo trabajaba en un colegio de abogados. Él entró a consultar un problema. Era guapo y encantador, y yo...
―Te acostaste con él ―interrumpió Joseph rauda y fríamente―, y él te dejó cuando supo que estabas embarazada.
― ¡No! ―Dijo Rosa, mientras se ponía en pie de un salto―. Él nunca lo supo.
― ¿Por qué? ¿Por qué no se lo dijiste? ―inquirió ofendido.
―No podía. Cuando supe que estaba embarazada de ti, Enrique ya se había ido.
―Y tú no tenías forma de ponerte en contacto con él ―dijo Joseph, con sarcasmo.
―No. Lo único que tenía para recordarlo era a ti, Joseph. Y siempre te quise con todo mi corazón. Yo me enamoré locamente de Enrique y siempre supe, que mientras te tuviera a ti, sería para mí, como estar al lado de tu padre.
― ¡Me mentiste! Mi vida entera ha sido una mentira. Todas esas tonterías de honrar la memoria de mi padre, el héroe, los aburridos actos…
― ¿Habrías querido saber la verdad?
Ella tenía parte de razón en aquello, pero Joseph no estaba de humor para reconocerlo.
―No tenías por qué adornarlo todo de la manera que lo hiciste.
―Lo amé y lo seguiré amando pese a todo lo que fue. Tal vez para ti, no fue un gran hombre, pero después de todo, es tu padre. Al principio, fue suficiente con dejarte creer que tu padre estaba muerto, pero las cosas cambiaron después. Tenías diecisiete años y comenzaste a salir con una pandilla peligrosa. Te metiste en muchos problemas ―contestó su madre, con un deje de ira en la voz―. Hice lo que tenía que hacer para evitar que fueras a la cárcel.
Joseph se quedó mirando a su madre fijamente. Parecía que había envejecido diez años en un momento.
―Hice lo que creí que sería mejor; Te crié sola; Nunca tuve a nadie que me sostuviera. Tú has sido durante toda esta vida, mi mayor sostén y estoy orgullosa de haber luchado por ti.
Y, en el fondo, Joseph sabía que aquello era verdad. Bien o mal, lo que ella había hecho lo había hecho por él. Cuando cumplió diecisiete años, no le importaba nada. Odiaba la escuela, odiaba a sus compañeros, el barrio en el que vivían, detestaba el negro futuro que se tragaba a todos aquellos a los que conocía.
Había robado un auto y se había ido a conducir por ahí. ¿Para qué? ¿Para impresionar a mis amigos? ¿Para impresionarme a mí mismo?, se preguntó intentando recordar. Nunca había conseguido entenderlo. Pero sí sabía que, después de que la policía lo atrapara, su madre había hecho todo lo posible para que no fuera a la cárcel.
Primero, había convencido al juez para que no lo enviara a un internado. Le había hablado de una joven pareja de enamorados, de un soldado que no era más que un niño, de su muerte en un país extranjero y del niño al que no había llegado a conocer.
Después había convencido a Joseph para que usara su inteligencia para sacar buenas notas y conseguir una beca para la universidad, en vez de usarla para meterse en problemas incluso peores.
―Si no quieres hacerlo por ti mismo, Joseph ―le había dicho―, al menos hazlo por la memoria de tu padre.
Y él lo había hecho. Cambió su forma de ser, en honor a su padre, para que, desde la estrella en que brillara, se sintiera orgulloso de su hijo.
Joseph se volvió hacia su madre y la miró de nuevo. La vio como debió haberla visto cuando Enrique Jonas la había conocido. Joven, ingenua, enamorada a primera vista de un hombre rico, con demasiado dinero y sin moral. El resto de la carta, decía más sobre aquella verdad.
Él casi había olvidado leer la otra parte de la carta.
― ¿Joseph? Deseo de todo corazón que me entiendas.
Él apretó suavemente la mano de su madre. Por el momento, aquello era lo máximo que podía acercarse a la aceptación.
―He hecho una tarta de jamón ―le dijo Rosa, con una sonrisa tímida en los labios―. Ésa que a ti tanto te gusta… A menos que estés ocupado esta noche, me gustaría que cenaras conmigo.
¿Ocupado? Se suponía que tenía que estar en casa de Vicky en media hora, pero a Joseph le parecía que ella, y el brillo que ofrecía la rica ciudad de New York, más la vida que se había construido, no valían nada. Su futuro imperio y el glamor estaban muy lejos de verdadera historia que acababa de conocer.
―No madre ―respondió―. No estoy ocupado. Nunca estoy ocupado para tu tarta de jamón. ¿Cómo negar un exquisito plato que como desde niño?
Sostuvo la mirada hasta que Rosa salió de la habitación. Después recogió la carta y se hundió en el sofá.
El segundo párrafo era casi tan horrible como el primero.
De acuerdo con el testamento de Enrique Jonas, su aventura con Rosa Miller no había sido la única que había terminado en embarazo.
Jonas había tenido otros dos hijos ilegítimos. Otros dos Jonas bastardos, pensó Joseph con frialdad. ¿En verdad serán los únicos o habrá más que jamás fueron reconocidos por él? No quiero hacerme cargo de sus errores a causa de una calentura, pensó lleno de fastidio. “Si quiere averiguar la identidad de esos hombres, decía la carta, el señor Jonas ha estipulado una condición”.
¿Una condición? Si ese desgraciado estuviera vivo, Joseph volaría a la Argentina y le diría dónde podía meterse aquella condición. Volvió a leer de nuevo la carta, e incluso lo hizo dos veces más. ¿Jonas había sido tutor de una niña argentina?, se preguntó. Al menos se hizo responsable de uno de sus hijos, pensó con bronca. Si Joseph deseaba conocer las identidades de los otros dos herederos, debía tomar aquel papel y convertirse en el protector de la niña. Los detalles se le proporcionarían si estaba interesado.
― ¿Interesado? ―dijo Joseph en voz alta, con una exhalación. ¡Claro!, pensó. ¡Si yo estoy libre y sin hacer nada, como para ponerme a cuidar una niña, la cual no me interesa! ¿Esto es una broma? Yo no voy a ser el protector de una mocosa que vive en Argentina. ¿No tiene madre? Ante cada nuevo pensamiento, Joseph comenzaba a perder la poca paciencia que le quedaba.
Tiró la carta a un lado. ¡Al demonio con el canalla que lo había engendrado, al que nunca le habían interesado él ni su madre! Y al diablo con averiguar los nombres de sus hermanastros. Porque eso eran: sus hermanastros. Las únicas personas que llevaban su misma sangre, aparte de su madre.
Joseph se quedó mirando la carta una vez más. No, se dijo. Estás haciendo mal las cosas. Esa niña no tiene la culpa de nada, pero si ese viejo estuviese vivo, me encargaría yo mismo de enterrarlo con un solo puñete. Después soltó una maldición, dobló la carta y se la metió al bolsillo.
En el proceso de levantar su imperio, había aprendido una cosa: Era poco inteligente tomar decisiones importantes, dominado por la ira, y una estupidez completa tomar decisiones sin conocer todos los hechos.
― ¡La tarta está lista, Joseph! ―lo llamó su madre desde la cocina.
Pero su hijo estaba concentrado pensando en qué hacer. No le quedaba otra cosa que llamar a aquel tal José Escobar. O quizá volara a Buenos Aires y de allí a Santa Fe y enfrentarse él en persona. Sí. Una reunión cara a cara será lo mejor, para saldar todas las dudas, pensó.
― ¿Joseph?
―Ya voy madre.
Desde luego que iría.
Aquel día había llegado.



Natuu!
Natuu!


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Mensaje por Zyan Malik Jue 19 Ene 2012, 6:56 pm

sigueeeee me ffacino
sigueeee
:D
Zyan Malik
Zyan Malik


https://onlywn.activoforo.com/t6810-you-are-my-monster-draco-tu

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Mensaje por andreita Vie 20 Ene 2012, 4:15 pm

me encantaaaaaaaaa
cuando parece ____?
andreita
andreita


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Mensaje por Natuu! Sáb 21 Ene 2012, 5:27 pm

Capítulo 2



Ciudad de Rosario, Argentina


Según lo que _____ había aprendido durante todos estos años que estaba en el colegio de Monjas “Las Hermanas Carmelitas”, es que se encontraba ubicada en un lugar alejado del centro de la gran ciudad, a poca distancia de la Costanera, pero tranquilamente el colegio podría haber estado situado cerca de los suburbios. Quienes dirigían el colegio, sólo llevaban a las chicas con buenas notas al teatro dos veces al año. Las que estaban en ese internado, no conocían lo que era pasar una tarde en una plaza o en la costanera, y mucho menos sabían cómo era un bar o un boliche bailable. Salvo por la salida al teatro, nada de lo que ocurriera en Rosario o en el mundo real tenía impacto en la vida de la escuela.
Los días comenzaban a las cinco de la mañana y terminaban a las ocho y media de la noche, cuando se apagaban las luces de los severos dormitorios. Ni siquiera las chicas mayores, como _____ que tenían sus propios cuartos, podían mantener las luces encendidas pasadas las nueve de la noche.
“Cuando una persona se acuesta tarde, de ella, nada bueno a los ojos del Señor, puede salir”, recordó las exactas palabras de la Madre Lujan. Aunque tampoco les dijo nunca cuál era la ventaja de acostarse tan temprano.
Desde el primer día que puso un pié en aquel colegio, _____ había entendido por qué las reglas eran tan rigurosas. Las chicas que se alojaban allí durante la semana venían de familias ricas y se esperaba que el hecho de vivir una vida estructurada, casi perfecta e incluso básica de lunes a viernes, pudiera mejorar su carácter. Apoyada en el alféizar de la ventana que había junto a su cama, _____ Azul Bougnon dejó escapar un profundo suspiro.
El problema era, que ella llevaba aquella existencia monótona y aburrida, los siete días a la semana. Salvo por aquellas dos salidas anuales al teatro, nunca había salido del colegio durante los veinte años que había pasado allí. Todas sus amigas lo habían hecho, menos ella.
¿Cómo pretendo ir a casa a pasar los fines de semana si no tengo casa?, se preguntaba cada vez que llegaba el viernes y veía a sus compañeras correr hacia los coches de sus papás y partir felices cada una hacia sus casas.
La melena de _____ de color castaño, larga y libre de su trenza, le cayó por la espalda cuando ella elevó la cabeza para mirar al cielo. En aquella noche tan clara, parecía que las estrellas brillaban más que nunca.
¿Qué ocurrirá cuando cumpla los veintiún años?, se preguntaba cada noche, acurrucada con el alféizar de la ventana. La expectativa de saber qué le iba a suceder al día siguiente de convertirse en mayor, la mantenía en vela y le daba fuerza para soportar cada nuevo día en aquel internado.
Con sólo pensar e imaginar que dentro de muy poco sería una persona que podría decidir por su propia cuenta, hizo que _____ comenzara a temblar de emoción.
Ya no tendría que apagar las luces a las nueve; Ya no tendría que asistir a más clases de cosas inútiles, como por ejemplo “cómo hacer arreglos florales para una cena”, o “cómo sentarse y comportarse ante un hombre”, entre otras cosas que casi siempre estaban interferidas con horas pasadas entre los archivos de expedientes polvorientos, estornudando, mientras intentaba poner en orden el despacho de la madre Lujan. Inmiscuirse en los registros del colegio, solía resultar muy entretenido para _____, porque de vez en cuando leía legajos que la dejaban muy asombrada sobre el comportamiento de antiguas alumnas.
―Si tuviéramos un ordenador ―le había dicho _____ después de un par de semanas de trabajo imposible―, y un escáner, podría transferir y guardar en una copia de seguridad sus expedientes en pocos días.
¡Qué tonta que había sido para proponer semejante idea a la madre superiora! La Madre Lujan había reaccionado de un modo tal, como si ella hubiera sugerido que invitara a cenar al demonio.
―Las Hermanas Carmelitas, no sienten la necesidad de tentaciones modernas, señorita Bougnon. Pero ya que estamos en este tema… Para empezar, ¿Cómo sabe usted esas cosas?
“Por haber leído revistas que llevaba a escondidas el repartidor del supermercado”, pensó para sí, pero no lo dijo. A decir verdad, así era como lo sabía. Pero si lo admitiera, causaría problemas tanto a él como a ella misma.
―Lo sé ―había sido su respuesta―. Además, no olvide que tengo tíos hermanos de mi mamá que usan computadoras.
De aquella confesión, obtuvo como castigo, que durante las dos semanas siguientes, la enviaran a su habitación justo después de cenar y permanecer allí encerrada en su dormitorio, como si tuviera seis años en vez de veintiuno.
_____ suspiró de nuevo y salió de sus reminiscencias. ¿Para qué seguir pensando en el pasado?, se preguntó. Aguanta una noche más y podrás regresar a la libertad que te han quitado a los seis, cuando papá y mamá murieron en un accidente en la ruta, se alentaba. Un tío abuelo muy anciano, al que ella no conocía, se había convertido en su tutor, y la había enviado a vivir a aquella escuela dirigida por Las Hermanas Carmelitas.
Al principio, ella estaba tan destrozada por el dolor, que no había preguntado nada. Se había adaptado, como cegada, a la tradición del colegio. Había visto cómo las chicas, cuando cumplían dieciocho años, se graduaban y se marchaban. Cinco años después le llegaba el turno a ella, que había esperado ansiosamente aquel día y había acudido a la Madre Superiora para agotar sus dudas:
― ¿Qué va a ocurrir? ―le había preguntado a la madre Lujan―. ¿Vendrá un coche a recogerme? ¿Vendrá mi tío? ¿Alguien? ¿Adónde iré?
―Sí, tu tío vendrá ese día―. Le había respondido la Madre―. Él te lo explicará todo. Por el momento, yo no puedo decirte nada, porque desconozco la decisión de tu familiar.
En realidad, la Madre Lujan, había mentido con aquella respuesta, porque ella sabía y conocía muy bien la situación de cada alumna, y de su familiar.
_____ se había quedado ilusionada al saber que vería a su tío abuelo otra vez. Seguramente, él iba a llevarla a su casa, viviera donde viviera. La mañana de su cumpleaños, casi temblaba de impaciencia mientras él caminaba, pensativamente, apoyado en su bastón, hacia una silla.
―Tío ―le había dicho _____―. Me alegro mucho de verlo―. No lo había saludado con un beso y mucho menos había corrido hasta abrazarlo fuertemente. El colegio le había enseñado que ese comportamiento era irrespetuoso.
El anciano agarró con ambas manos el puño del bastón y le dijo que el día en que cumpliera veintiún años heredaría una enorme fortuna. Después, le explicó los términos de aquella herencia, que incluía tener que permanecer en el colegio, hasta que cumpliera veintiún años.
Aquellas noticias la habían dejado desilusionada. ¿Veintiún años? La mayoría de edad en Argentina se alcanzaba a los dieciocho años. Su tío le dio la razón, pero también le dijo que el testamento había sido redactado cuando las leyes argentinas no siempre protegían a las mujeres. Aquella condición de que ella permaneciera en aquel convento escuela era un intento de sus padres de protegerla de pretendientes sin escrúpulos.
_____ replicó que las leyes habían cambiado. En aquel momento, sí ofrecían protección a las mujeres.
―Quizá sí ―había respondido su tío―. ¿Pero qué tiene que ver eso con los términos del testamento? Y le recalcó algo que quedaría para siempre en su memoria: ―Esos términos ―le dijo―. Son inalterables.
Era posible que la ley hubiera cambiado, pero el testamento, y la vida de _____, no.
No obstante, ella contaba con la opción de rechazar la herencia.
Sin embargo, _____ tenía el suficiente sentido común como para saber que no debía hacerlo. Incluso a los dieciocho años, encerrada en un lugar que no había cambiado desde los tiempos coloniales, entendía que la verdadera libertad radicaba en la seguridad económica, más que nada ella, que era mujer.
Así que se había tragado la decepción, le había pedido a su tío abuelo que intentara ayudarla en la posibilidad de cambiar el testamento, aunque él le dijo que no podía hacerlo; A _____ no le quedó otra opción que conformarse con pasar tres años más aprendiendo todo aquello referido al valor y la moral en el mundo real.
¿Qué otra alternativa tengo?, se preguntó una noche sumamente triste.
El tiempo había pasado lentamente. Entonces, hacía unos pocos meses, la Madre Lujan la había llamado a su despacho de nuevo.
Sin embargo, en aquella ocasión no era su tío quien la estaba esperando, sino un hombre de pelo blanco acompañado de una expresión formal. Era José Escobar, el abogado de su tío. Su tío abuelo había muerto, y el señor Escobar le dijo que ella había pasado a estar bajo la custodia de otro hombre, llamado Enrique Jonas, quien era además amigo del tío abuelo de _____. Lamentablemente, el señor Jonas estaba demasiado enfermo como para visitarla en persona.
¿Para eso vino?, se preguntó ese día. No ha venido a decirme nada bueno solo a traerme noticias de viejos que se enferman y se mueren, pero nunca han venido a sacarme de este infierno, había pensado _____, y había asentido amablemente.
Escobar le había dicho que el señor Jonas quería que ella tuviera la seguridad de que nada iba a cambiar. _____ continuaría viviendo en el convento hasta que cumpliera veintiún años…
―Y después tendrá dos meses para encontrar un marido argentino que fuera de la aprobación de su tutor. Después de esto, señorita _____, usted podrá reclamar su fortuna ―le había dicho el abogado.
_____ notó una terrible opresión en el pecho y sintió que las piernas se le aflojaban.
― ¿Cómo ha dicho? ¿Marido?
― ¿Nunca se lo explicó su tío?
―No. Dígame que esto es una broma. No es posible, ¡Yo no quiero un marido!
Escobar había sacado el testamento de su maletín. Cuando iba a empezar a leerlo, _____ se lo arrancó de las manos, y sin hacer caso de la protesta de ira de la Madre Lujan, lo había leído por sí misma.
Al comprobar que todo lo que había dicho el abogado era cierto, _____ había perdido la compostura. Discutió e incluso alzó la voz. Había dado un puñetazo en la mesa. Escobar se había encogido de hombros y le había dicho que él no podía hacer nada por cambiar la situación. Después de aquello La Madre Superiora la había enviado a su habitación dejándola sin cena.
Una vez allí, _____ había pensado en escaparse, pero no tenía nada de plata. Además, si se escapaba, estaría renunciando a su herencia, y ella sabía que aquello era su billete hacia la independencia y hacia la libertad que le habían robado.
Y ahora, recostada contra la ventana y mirando la luna, descubrió en aquel momento, que finalmente estaba a sólo unas horas de su vigésimo cumpleaños. Podría marcharse de aquel lugar. Sin embargo, José Escobar no se había puesto en contacto con ella hasta el momento.
Y quizá no lo hiciera. Con suerte, podría salir de allí y ser una mujer libre, sin tener que cumplir el requisito imposible de encontrar un marido argentino en dos meses.
El sonido de unos pasos que se acercaban por el pasillo, alertó a _____. Cerró la ventana, se metió en la cama y se tapó con la manta hasta la barbilla, antes de darse cuenta de que no había recitado sus oraciones.
En aquél momento, lo hizo. Le rezó a la virgen del Rosario, la santa que siempre la había ayudado en sus momentos más difíciles, y le pidió que sus esperanzas para el día siguiente se hicieran realidad.
Sabía que debía quedarse satisfecha con aquello, pero los genes de _____ eran cien por cien argentino. Su madre había sido una Bougnon, nacida y criada en el remoto litoral, rodeada de montes y de hombres que trabajaban como leñadores para La Forestal. No obstante, fue una mujer culta, que le permitiría años más tarde, partir hacia Estados Unidos.
Las monjas habían hecho todo lo posible, para que _____ se comportara de un modo perfecto y correcto, pero no lo habían conseguido. En la visita del abogado, ella olvidó todo lo aprendido.
Fue la parte Bougnon que había en _____ la que añadió un matiz terrenal a su plegaria.
¿Un marido argentino apropiado? ¡De ninguna manera! ¡Yo no me caso! No quiero casarme con nadie, y mucho menos con un hombre viejo y horrible, porque eso significaba las palabras del abogado, pensó removiéndose en la cama.
Y tenía razón, porque ni siquiera Dios podía pedirle tal sacrificio.



Joseph conocía la Argentina, pero jamás había estado en Rosario. No se mostraba entusiasmado; Tal vez por ello, fue que ni siquiera el maravilloso espectáculo de ver a la Argentina desde arriba de un avión, le llegó a causar sorpresa, y mucho menos ver a las olas rompiendo en alguna playa costera argentina que se percibían desde la ventanilla del avión al aproximarse al aeropuerto, pudo despertar su interés.
Lo único que le importaba y lo cual no lo dejó descansar tranquilo en todo el trayecto, era la cita que tenía con José Escobar, a las cuatro de aquella misma tarde.
Cuando llegó al hotel en Rosario, se duchó y se cambió de ropa. Después, fue directamente al despacho del abogado. La ira de Joseph se atenuó un poco al comprobar la edad del abogado. Uno no podía ser agresivo con alguien que podía ser su propio abuelo. Y peor aún, Escobar comenzó la conversación diciéndole que asumía que Joseph estuviera enfadado y que comprendía perfectamente la razón.
―Intenté convencerlo de que no hiciera esas exigencias ―le contó Escobar removiéndose en su sillón, y sacudió la cabeza―, pero me temo que su padre era un hombre muy obstinado.
―No era mi padre. No lo fue en el verdadero sentido de la palabra.
Escobar arqueó una ceja.
―Pues algunos dirían que lo fue precisamente en el verdadero sentido ―replicó el abogado, y levantó una mano antes de que Joseph pudiera hablar―. Déjeme que me asegure de que entiende lo que él le ha dejado. Una tercera parte de una considerable fortuna, y…
―No quiero su dinero. No lo necesito ahora que soy adulto; Tal vez veinticinco años atrás sí, pero ahora no.
―Y… ―continuó Escobar― información personal.
―Los nombres de mis hermanastros. Ésa es la razón por la que estoy aquí.
―Entonces, tengo que preguntarle, señor Jonas, si está dispuesto a aceptar los términos del testamento.
― ¿Me está preguntando si estoy dispuesto a hacer lo que le vino en gana a este hombre? La respuesta es no.
―Me temía que diría eso, señor. Bien. En ese caso, nuestra reunión ha terminado ―dijo Escobar, y comenzó a ponerse de pie―. Le deseo un buen viaje de vuelta a casa y…
―No he venido desde tan lejos para irme con las manos vacías, señor Escobar.
―Pero usted acaba de decir…
―Quiero esa información. Lo llevaré a juicio para conseguirla.
―El documento es inalterable. Lo sé porque yo mismo lo escribí.
― ¿Le suena el nombre de Rosa Miller?
―Claro. Es una magnifica abogada y de por cierto su madre.
―Es la mejor abogada de Manhattan, gracias a su enorme trabajo y su prestigioso grupo de colegas que tiene.
―Eso es lo que me han dicho. Lo felicito por tener una madre así.
―Ella me representará.
―Me parece muy bien.
―Y soy muy rico, como para que un abogado venga a negarme el derecho de saber el nombre de mis hermanastros.
Escobar se rió.
―Rico, y caprichoso. Su padre era así, y usted es tal cual a él.
― ¡Le he dicho…!
―Pasara años intentando salirse con la suya, señor, y no lo conseguirá. Nunca sabrá los nombres de sus hermanastros. Lo lamente, pero esto es lo que quería su… mi cliente.
Joseph le lanzó una mirada asesina a su contrincante, pero sabía que tenía razón. Era lo que le había dicho su madre durante la conversación de más de una hora que había mantenido por teléfono el día anterior.
Escobar se dio cuenta de que Joseph iba a claudicar.
― ¿Cree que sería muy difícil, señor Jonas, vigilar a esta chica durante dos meses? Es una niña, y ha pasado ocho años en un convento.
― ¿La conoce usted?
―Sí.
― ¿Y?
Escobar cruzó los dedos mentalmente.
―Y es lo que uno podría esperar ―respondió. Y, en realidad, no era del todo una mentira. La chica era precisamente lo que uno se encontraría si se esperaba un torbellino.
― ¿Y qué es exactamente lo que debería hacer si aceptara?
Escobar le entregó una copia traducida al inglés del documento. Joseph comenzó a leer la cláusula que él le indicó, y después de un minuto, alzó la vista.
―Esto es una locura.
―Me temo que no. El señor Jonas estaba perfectamente cuerdo cuando insistió en darle a usted esta responsabilidad.
― ¿Cuántos años tiene la chica?
―Ya ha cumplido veintiuno.
―Y se supone que yo tengo que… ―Joseph volvió a leer la cláusula―. “Mantenerla y protegerla, introducirla en la buena sociedad y presentarle hombres de buen carácter y buena situación económica” ―leyó. Después alzó la vista y le dijo al abogado: ―, y ocuparme de que se case con uno de esos hombres en dos meses… Por supuesto que esto es una locura. ¡No seré niñera de nadie, y menos de una hija, de la que ese viejo que desgraciadamente es mi padre, no se hizo cargo!
―Es el único modo en el que usted puede conseguir la información que desea, señor―. Dijo Escobar, y se puso de pie―. ¿Le parece bien que vayamos al convento a conocer a la chica?
Joseph lanzó el testamento de Enrique contra la puerta.
―Le diría adonde puede irse ―respondió con una mezcla de ira y tristeza―, pero sé que esto es obra de Enrique Jonas, y no suya. Adiós, señor Escobar.
―Adiós, señor Jonas.
Él ya estaba hablando con una habitación vacía, pero sabía que Joseph Jonas volvería. Enrique había tendido muy bien su trampa.
¿Qué hombre iba a resistirse a la seducción de descubrir su verdadera identidad y su lugar en el mundo?












Bienvenida Zyan Potter de Malfoy!(:
Natuu!
Natuu!


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Mensaje por andreita Dom 22 Ene 2012, 8:36 am

omj omj
ya se entararon del
otro
entonces ya se van a encontrarrrrr
si
siguela
andreita
andreita


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Mensaje por jb_fanvanu Lun 23 Ene 2012, 1:43 am

Ahh ya quiero q se conozczan!!! :bounce:

SIGUELAAA!!
jb_fanvanu
jb_fanvanu


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Mensaje por andreita Lun 23 Ene 2012, 11:51 am

capi
andreita
andreita


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Mensaje por Nani Jonas Mar 24 Ene 2012, 11:10 am

siguela porfavor
Nani Jonas
Nani Jonas


http://misadatacionesnanijonas.blogspot.mx/

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Mensaje por Natuu! Mar 24 Ene 2012, 12:28 pm

Capítulo 2
(Segunda parte)



Menos de tres horas después, los dos hombres estaban en el coche que había alquilado Joseph, aproximándose a las puertas de hierro de un edificio que parecía una fortaleza medieval.
―Me alegro de que haya cambiado de idea ―dijo Escobar, amablemente.
Por toda respuesta, Joseph soltó un gruñido mientras detenía el coche ante la puerta y tocaba el claxon.
―Su pupila se llama _____. _____ Azul Bougnon ―le informó el abogado y a continuación le explicó: ―Bougnon era el apellido de la madre de esta joven, que falleció en un accidente de tránsito.
― ¿Habla inglés?
―No lo sé.
Eso podría ser un problema, pero Joseph podía contratar a un traductor. Volvió a tocar el claxon.
― ¿Y entiende lo que va a ocurrir? ¿Lo acepta? Porque una chica estadounidense se reiría en su cara si le dijera que iba a ser la pupila de un extraño durante los dos meses que él tardara en encontrarle marido.
―La niña ha sido educada como una argentina, no como una estadounidense. Además, desde los seis años que permanece encerrada en este convento.
―Lo sé. Sólo quería decir que… bueno, no importa. Acepta esto, ¿verdad?
―Ya le he dicho que es precisamente lo que uno podría esperarse. La última vez que la vi, estaba ansiosa por salir de este lugar.
Joseph asintió. No le gustaba la trampa en la que había caído, pero al menos _____ Bougnon no sería un problema.
Un hombre mayor se acercó a las puertas, abrió la cerradura y se apartó. Joseph puso en marcha el motor y avanzó por el camino de entrada hasta que llegó junto al edificio. Frenó junto a una escalera que llevaba a una enorme puerta de hierro.
― ¿La niña ha vivido aquí desde los seis años? ―preguntó asombrado ante la construcción arquitectónica y antigua que se elevaba ante sus ojos.
―Así es. Es una escuela excelente ―respondió Escobar defensivamente.
Ambos bajaron del coche, y fueron conducidos por una monja hasta el despacho de la Madre Lujan. Era una habitación llena de pesados muebles de caoba, cuyas ventanas estaban cubiertas por cortinas oscuras.
El punto central de la estancia era un enorme escritorio. Tras él estaba sentada una mujer de labios delgados, con un hábito negro y un velo blanco.
―Madre Lujan ―dijo Escobar―, le presento a Joseph Jonas.
―Encantada, señor Jonas.
Joseph lo dudaba. Parecía que la sonrisa iba a hacer que se le rompiera la cara a aquella monja.
―_____ ―dijo con aspereza la Madre Lujan―. ¿Qué modales son esos? Ponte de pie y saluda a las visitas.
Joseph ni siquiera se había dado cuenta de que hubiera alguien más en la habitación hasta que la monja hubo ladrado aquella orden. En aquel momento, él vio que una figura se levantaba de una silla, en uno de los rincones del despacho.
Una niña obediente, pensó. Podría ser un punto positivo a favor de él, ya que no lidiaría con los típicos problemas de los jóvenes.
_____ Azul Bougnon, con la cabeza inclinada, era alta y delgada, perdida en los pliegues de un espantoso vestido marrón que le llegaba a los tobillos. Tenía una cara corriente, por lo poco que él podía ver. El pelo castaño estaba recogido en una trenza muy apretada.
Joseph notó que respiraba con más facilidad. ¿Qué dificultad puede ocasionarme vigilar a una chica así?, se preguntó. Sin embargo, era posible que conseguirle un marido apropiado fue más difícil, a menos que él pudiera encontrar la forma de hacer que pareciera un poco más atractiva. Por lo que veía, eso no iba a ser fácil, aunque su herencia podría ayudar. Había visto a herederas mucho peores de Nueva York conseguir maridos sin demasiada dificultad.
Lo único que tendría que hacer sería ponerse en contacto con algunas personas… ¡Demonios!, exclamó para sí, al recordar que en medio de su furia, se había olvidado de que conocía a un tipo de la embajada argentina. No lo conocía bien, sólo habían coincidido en un par de cenas benéficas, pero en Nueva York, aquélla era razón más que suficiente para llamarlo e invitarlo a tomar una copa, hablarle de _____ y conseguir que él la invitara a un par de fiestas.
Joseph notó que la tensión se mitigaba por completo. Volvería a casa aquella misma noche, le encontraría un apartamento a la chica, telefonearía a Aldo y pondría en marcha las cosas.
―Señorita Bougnon ―dijo agradablemente. El ratón no respondió. Ni siquiera alzó la vista. Joseph arqueó las cejas―. ¿Habla inglés?
―Me temo que muy poco ―respondió la Madre Lujan―. Pero no se preocupe, señor Jonas, _____ entiende lo que se espera de ella y cooperará. ¿Verdad, _____?
Un pequeño movimiento de cabeza. Aunque la monja lo desconociera, por suerte _____ entendía perfectamente el inglés como para seguir aquella conversación. Joseph carraspeó. Se sentía como un idiota.
―Supongo que tiene un lugar apropiado para que ella viva. ¿No es así, señor Jonas?
Aún no, pensó, ¿Pero para qué mencionarlo? Cuanto antes pusiera en marcha aquel ridículo plan, antes podría despedirse de _____ Bougnon y saludar a los dos extraños que eran sus hermanos.
― ¿Señor?
―Sí ―respondió con firmeza―. Por supuesto.
La Madre Lujan asintió y se levantó.
―En ese caso, puede llevársela.
― ¿Ahora?
―Sí. Hoy ha cumplido veintiún años. No tenemos servicios apropiados para una chica de esta edad.
―Ya entiendo ―dijo Joseph, y carraspeó―. Bien, entonces, señorita Bougnon… ¿Señor Escobar? ¿Nos vamos?
―Yo voy a quedarme a cenar ―se apresuró a responder el abogado―. La Madre Lujan y yo tenemos que hablar de algunas cosas. Tomaré un taxi para volver al centro de la ciudad.
La chica tomó su bolsa de viaje de cuero de detrás de su silla. Él se inclinó para ayudarla, y sus manos se rozaron. Entonces, ella se apartó de su mano como si se hubiera quemado.
Joseph sonrió amablemente.
―Lo siento.
La chica murmuró algo en español. La Madre Lujan protestó; Escobar se aturdió. ¿Por qué? ¿Por qué se habían sorprendido tanto los dos de que la muchacha se disculpara?, se preguntó. Porque eso había hecho: Disculparse. ¿Qué otra cosa habría podido hacer una niña obediente en semejante situación?
Escobar le estrechó la mano y le dijo algo a la chica. Lo mismo hizo la Madre Lujan. La chica no alzó la vista ni siquiera cuando la misma monja que había abierto la puerta los acompañó de nuevo a la salida y cerró tras ellos.

Joseph metió la bolsa de la muchacha en el maletero y le abrió la puerta. Ella entró y se puso el cinturón de seguridad, sin decir una palabra. Pobrecita. Seguramente está asustada.
Joseph esperó hasta que estaban recorriendo la estrecha calle que los alejaba del convento; Entonces, le dijo:
―Señorita Bougnon. Sé que esto debe de parecerle extraño…
No hubo respuesta. Ni siquiera el más ligero movimiento en dirección a él.
―Vamos a Buenos Aires. Allí tengo un hotel y una casa, y esta noche permaneceremos en mi hotel. En menos de una hora estaremos allí.
Silencio. Y Joseph sabía que no podía culparla.
―Mañana iremos a Estados Unidos. Le buscaré un apartamento para que se aloje durante los dos próximos meses, le buscaré compañía… señorita Bougnon, _____. No sé si habla inglés, o si lo entiende, pero…
―Hablo inglés perfectamente.
Vaya. _____ tuvo que agarrarse al abridor de la puerta, porque su nuevo protector hizo un movimiento brusco e involuntario con el volante. Su guardián recuperó el control lo suficientemente rápido como para que no cayeran por un precipicio, pero estuvieron cerca.
Quizá debiera haber sido más reservada al decirle que no era la idiota que, evidentemente, él pensaba que era.
― ¿De veras? ―preguntó el hombre, con recelo.
_____ se alisó la falda del vestido.
―El inglés es la lengua internacional.
Ella sentía que él la estaba mirando, aunque sabía que no podría verla claramente. _____ tampoco distinguía sus facciones. El sol se había puesto, y estaban en sombras. Pero, ¿Qué importa cómo es este hombre? Tengo que irme con él, aunque resulte ser un monstruo, de dijo así misma.
La Madre Lujan le había explicado los hechos: El Señor Joseph no quería tener nada que ver con ella. Se había visto forzado a convertirse en su tutor porque el otro Bougnon había muerto, y a menos que ella tuviera mucho cuidado, él no aceptaría el encargo, de modo que ella tendría que quedarse en la escuela de Las Hermanas Carmelitas mientras el abogado pensaba qué podían hacer después. ¿Y cuánto tiempo podría suponer eso?
_____ no tenía intención de hablar con el hombre hasta que estuvieran a una distancia segura del convento, pero la impaciencia la había vencido. Durante todo el tiempo, él se había dirigido a ella como si fuera una niña, y eso la había sacado de quicio.
―Además ―añadió―, mi madre era estadounidense. En casa hablábamos inglés y español, e incluso francés.
―Ya entiendo ―respondió Joseph Jonas, aunque ella sospechaba que no era cierto―. Bien. Eso facilitará las cosas…
―Hay una salido un poco más allá. Pare el coche para que podamos hablar ― ¿Qué haces?, se interrogó. ¡Eso es un error! Lo supo en cuanto hubo pronunciado aquellas palabras. Las chicas buenas y educadas en un convento no dan órdenes, recordó la lección de la Madre Superiora.
―Quiero decir… ―tomó aire y bajó la voz hasta que sólo fue un susurro―. Por favor. Todo esto ha sido un choque terrible… ¿No podríamos hablar unos minutos?
Él flexionó las manos sobre el volante. Después viró suavemente, se detuvo a un lado de la carretera y puso las luces de emergencia.
―Mire ―le dijo mientras se volvía hacia ella―. No sé qué está ocurriendo aquí, pero tiene razón. Yo tampoco quiero encontrarme en esta situación, pero hay una última voluntad, señorita Bougnon. Escobar dice que le explicó los términos y que usted los aceptó.
― ¡No es cierto! ¡Nadie me dio elección! ―Exclamó alzando la voz―. Eso es lo que estoy intentando…
Sus palabras se perdieron bajo el chirrido del engranaje de un enorme camión de mercancías que subía trabajosamente la autopista. La iluminación de sus luces delanteras llenó el coche.
Y Joseph pudo ver bien a _____ Bougnon por primera vez. Era guapa. No tenía el rostro huesudo, sino elegante. La nariz recta y los pómulos altos. La barbilla bien marcada. Los ojos del color del café, y la boca rosada y generosa, sin pintar. Y Joseph estuvo seguro de que aquella boca no conocía el sabor de un hombre.
―Conozco los términos del testamento de mis padres ―dijo _____―. ¿Realmente quiere usted que los cumpla? ¿Qué me case con un hombre al que no quiero?
Él la miró a los ojos. Tenía las mejillas sonrosadas, y los ojos llenos de lágrimas. Ella le puso una mano sobre el brazo y se inclinó había delante, con la boca temblorosa.
―Lo único que tiene que hacer es llevarme a Buenos Aires y prestarme algo de dinero para que pueda vivir durante los dos próximos meses. Después de ese tiempo, puede ponerse en contacto con José Escobar y decirle que ya estoy casada. Yo conseguiré mi herencia, le pagaré lo que le deba y nadie se enterará de nada.
―Señorita Bougnon… Ojalá pudiera hacer eso, pero Escobar me pedirá pruebas.
―Usted encontrará la forma. Sé que lo hará. Por favor ―susurró con la voz entrecortada―. Se lo suplico, ayúdeme.
Él quería hacerlo. ¿Qué hombre no querría? Quizá lo que ella había sugerido funcionara. Podría intentarlo…
No. no habría forma de engañar a José Escobar. Tenía que conseguir que lo entendiera.
― ¿Señor? ¿Me va a ayudar?
Joseph carraspeó.
―Ojalá pudiera, pero…
― ¿Cuánto le paga Escobar?
Joseph la miró con los ojos entrecerrados.
― ¿Cree que estoy haciendo esto por dinero?
― ¿Cuánto? ―repitió ella―. Dígamelo, y le pagaré el doble de esa cantidad.
En aquel instante, él se dio cuenta de que se habían burlado de él. Aquélla no era una chica obediente y recatada. Era una mujer. La Madre Lujan y José Escobar querían librarse de ella y no volver a saber nada más del asunto.
Su primer impulso fue darse la vuelta y llevar a _____ Bougnon de vuelta al convento. Les diría que, si querían encontrarle un marido a la chica, que lo hicieran ellos.
Y después, ¿Qué haría? ¿Volver a Estados Unidos? ¿Decirle a su madre que quería ir a los tribunales, aunque sabía que no tenía ni una sola posibilidad de ganar? ¿Pasarse el resto de la vida preguntándose si cada hombre que veía, con el más mínimo parecido a él, era su hermano?
― ¿No le parece suficiente? ―Preguntó _____, alzando la barbilla―. Le pagaré el triple, entonces…
―Le he dicho que no estoy haciendo esto por dinero.
― ¡No le creo! ¿Por qué iba a hacerlo, si no?
―A mí nadie me compra, señorita Bougnon ―le dijo él con frialdad―. Será mejor que se lo meta en la cabeza cuanto antes. Voy a hacer lo que tengo que hacer. Cuanto antes lo acepte, mejor. ¿Lo entiende?
Claro que lo entendía. La Madre Lujan y el abogado la habían puesto en manos de un monstruo. No parecía un monstruo, porque era joven y guapo, pero nadie había dicho nunca que los monstruos tuvieran que ser feos por fuera. Y esto, de algún mono, empeoraba las cosas.
Él tenía toda la vida por delante. Y ella, sin embargo, tenía por delante aquello que él quisiera imponerle.
Notó que se le llenaban los ojos de lágrimas de nuevo, y parpadeó para no llorar. No había vuelto a hacerlo desde que había perdido a sus padres. Una de las pocas cosas que había aprendido en la escuela era que las lágrimas eran una señal de debilidad. Sin embargo, no pudo evitar que le temblara la voz.
―Va a lamentar esto, señor Jonas.
Joseph ya lo lamentaba, pero no iba a darle la satisfacción de admitirlo. En vez de eso, le lanzó una mirada para indicarle que nada de lo que dijera o hiciera lo afectaría.
Grave error.
A ella se le habían soltado las horquillas, y el pelo le caía, suavemente ondulado, alrededor de la cara. Joseph se vio a sí mismo entrelazando los dedos en su cabello, enroscándose los mechones en el puño y atrayéndola hacia él, hasta poder sentir su boca suave en los labios.
Entonces, alejó aquello de la mente, arrancó el coche y se puso en marcha hacia Buenos Aires como si los persiguiera el demonio.









Natuu(:!
Natuu!
Natuu!


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