Crisoberilo y la Roca Oculta...el amor es la guerra{Lerman-Keynes}

A lo lejos divisé la gran catarata; podía oír el salvaje fluir chocando contra las rocas y desvaneciéndose en quién sabe dónde confín.

«Muéstrame a Rosalinda» Pedí desde mi fuero interno mientras aleteaba el peso de mis alas, deseando con todas mis fuerzas que Rose estuviera a salvo, a sabiendas que las probabilidades de que las cosas fueran así eran prácticamente nulas.
Mi mandíbula se tensó en cuanto vi en qué condiciones y en qué lugar se ayeaba. El último calabozo del castillo de Corifel estaba ocupado precisamente por ella: Rose. Se paseaba de un lado a otro, desesperada, y con las manos titubeantes en la cabeza sin saber qué hacer. Después con furia pateó las rejas y gritó hacia fuera cosas que para mí eran inaudibles, pero posibles de adivinar.
¿Pero como había pasado? Me constaba que Rosalinda y sus camaradas son fuertes y valerosas, capaces de luchar contra las fuerzas oscuras de mi madre y su hueste de dragones con tal de proteger o conseguir lo que quieren, eso solo podría significar que Myleshia tenía el crisoberilo en su poder, lista para destruir lo que tenía que destruir desde hace mucho tiempo. Definitivamente las cosas empeorarían en cualquier santiamén, solo era cuestión de que mi madre lo decidiera.

« ¿Y mi madre, donde esta?». Un mundo diferente, con edificaciones que no había visto más que una vez en mi vida, fue lo que se manifestó en el reflejo de la borrasca que caía en forma de cascada. No era de imaginarse que mi madre estuviera en la tierra de los torwuos humanos, haciendo o estando a punto de hacer de las suyas, de pulverizar a todo lo que se moviera, como era su costumbre, sin compasión. A continuación, una fuerte ola de viento rebasó con algunas personas que merodeaban indiferentes a lo que pasaba a su alrededor, por el puente principal del llamado Londres. Varios transportes se estrellaron unos con otros mientras la gente comenzaba a correr.

Quité las imágenes de mi cabeza y empuje el aire contra mis alas para darle un vuelo mucho más rápido.



AHÍ ESTABA EL GRAN CASTILLO DE CORIFEL, en brutas dimensiones, tenebroso y tan espectacular como siempre.

Azoté y caí rodando en la tierra, voltereta tras voltereta; puesto que me había transformado en humano antes de tiempo, a casi 5 metros de altitud al suelo. Buen golpe que me había dado seguramente. No obstante, sin siquiera esperar a que me doliera el brazo o alguna otra parte del cuerpo, me levante y avancé rápidamente por las altas veredas de hierba y los conjuntos de verde que se juntaban por doquier, estorbándome.
A cada paso que daba estaba más cerca de Corifel y por ende de Rosalinda. Pero la cosa no era nada fácil, estaba completamente seguro que la guardia iba ser certificadamente metódica a cualquier movimiento sospechoso incluso de ser yo, su antiguo príncipe.

No me equivoqué; cada uno de los pisos y torres estaban vigiladas por tres o más de esos que se movían de izquierda a derecha, firme y atenta. Primero sacaría a Rose de allí, y tan pronto como estuviera a salvo, iríamos a defender su tierra torwuo de Myleshia y su estúpido hueste.

Mi alma dependía de Rosalinda, sin ella ya no habría caso que existiera en un mundo dominado por la maldad de mi madre. Sin ella 5000 millones de años serian la maldita eternidad sufriendo no de dolor físico si no de un amor que no se pudo realizar.

Escondido en un pino de robusto tronco, observe atento el ajetreo de allá arriba; obstáculo 1 y 2 aproximándose.
De algo me habrán servido las ruines disciplinas de Kenny y Shana durante tantos años; solo debía imponer un poco mas de esfuerzo y lograría sin fianza mi plan.
Cerré los ojos y en mi mente pedí la percepción de aquel niño regordete que habíamos visto en el pueblo, con toda la fuerza concentrada en la sien. Mi tamaño disminuyo a la altura de un infante, mis pómulos se hincharon y el cabello rubio apareció. Recogí una piedra grande con mis pequeñas manos y la lancé con potencia directamente a la cabeza de uno de los guardias que impedían la entrada para después salir corriendo despavorido, o más bien divertido en sus narices.
— ¡Oye niño, no debes estar aquí, regresa! —perfecto, el individuo corría detrás de mí, justo como lo previsto. Me recargué a la vuelta del muro y en un dos por tres Calixto Atel estaba de vuelta—. Estúpido escuincle, en donde te metiste. — Y de repente el sujeto estaba allí, viéndome pasmado— ¡Su majestad! —Raudo, le propiné dos puñetazos en la cara hasta dejarlo inconsciente y poder amagarlo.

Obstáculo 2 a la vista.

— ¿Y bien, donde está el niño? —Pregunto el guardia dos, retándome. Sí, ahora era mi propia víctima, la misma de hace unos instantes. Le sonreí complacido, pues había sido sencilla la primera fase. Demasiado tarde, vi en la expresión de sus ojos. Sin darle tiempo a correr, lo incineré con solo una penetrante mirada de dragón, de esas que solía hacer para entretenerme de la desgracia ajena cuando era apenas un chiquillo. A continuación, sujete la cerradura e introduje las llaves apresuradamente entrando a las altitudes de las rejas.
Proseguí relajado ante los demás. Exactamente todo debía seguir siendo normal.

—Todo está bien afuera,… ya saben, solo son diferencias—le dije a cinco sujetos que aparecieron en grupo frente a mí. Asintieron, no obstante, uno de ellos me vio mal. Motivo suficiente para empezar a caminar más rápido hasta llegar a un lugar seguro. Siguientes obstáculos en fase 3.
— ¿Qué haces aquí? — Me interrumpió uno un tanto molesto, al parecer el jefe—. Deberías estar vigilando afuera imbécil— No había ningún testigo en los derredores.
— Te perdonare la vida— dije
— ¿De qué hablas? —levantó una ceja casi riéndose. Me transforme en mí mismo tomándolo por el cuello.
—Últimamente no he practicado la violencia, pero podría hacerlo de nuevo, al fin y al cabo tengo un talento nato y viene de sangre
—No puede hacer eso, la reina Myleshia lo descubrirá—pronuncio en medio de un ahogo
—La reina Myleshia no se va a enterar. Tú decides, me acompañas al calabozo de la prisionera o ardes en fuego ahora mismo… ¿si escuchaste verdad? — intensifique la fuerza en su garganta
—Está bien, está bien—Su rostro se estaba volviendo lila, mientras intentaba soltarse de mi agarre. —Tomaste la mejor decisión—Lo solté sin quitar la mirada amenazante de encima.
El jefe de la guardia se ajusto las ropas y me miro de refilón; en definitivo estaba nervioso y yo sí que había aprendido a manejar los poderes de mi familia, ya que de nuevo era un guardia con barba y ojos oscuros.
—Iremos a ver a los prisioneros—anunció para que otros dos nos permitieran ingresar a la zona de presos.


—SI SE ATREVEN A TOCAR A MIS AMIGOS, se arrepentirán, lo juro—oí su voz sollozando a unos cuantos metros.
— ¿Dónde están ellos? —pregunte en un susurro a la vez que caminábamos
—En el piso de abajo
— ¿Dónde exactamente?
—Tengo prohibido…
— ¡Dónde!
—Vuelta a la izquierda, derecho, otra vez a la izquierda, al fondo

—TODOS AFUERA. Déjenos solos—exigió el jefe autoritario
—Allí esta—apunto con el índice, una vez que convenció a los otros de salir en orden, apuesto a que conjeturando sobre nosotros.
Sí, mi Rosalinda se encontraba allí, cabizbaja y abrazando sus piernas con los brazos.
—Espera aquí—le ordené
Me acerque sigiloso a las rejas y le hable por su nombre. Ella levanto la vista, y furiosa, me grito que me largara, o si no me mataría en un abrir y cerrar de ojos.
—Rose, soy yo, Calixto—musite pasivo

HABÍA SOÑADO TANTO CON ESE MOMENTO en la oscuridad; que Calixto estuviera vivo y a mi lado como en los viejos tiempos, a pesar de los obstáculos, pero esta vez sus ojos eran de un poderoso negro y no de esa preciosa gama celeste que tanto me fascinaba… como creerle. Con el rostro húmedo de llanto, cuidadosa me arrime junto a él, dispuesta a azotarlo contra los barrotes. El hombre esbozó una sonrisa y entonces sus ocelos azules centellearon.

—Si…eres tú—Saque la mano para acariciarle la mejilla, cálida como siempre. Sus facciones fueron precisas en un segundo—. Gracias al cielo estas bien—con su dedo me limpio las lagrimas que resbalaban saladas.
—Hasta el fin del mundo te seguiría, Rose, no importaría con quien me tuviera que enfrentar.
—Te amo tanto, mi amor.
—Yo también, pero hay que sacarte de aquí lo más pronto posible. Dame la contraseña de esta puerta—le pidió a un sujeto de la guardia. Este, con su semblante frívolo menciono la clave sin más. Quien sabe cómo se las habrá arreglado Calixto para convencerlo de que nos ayudara. Cuando el metal se abrió me precipite a sus brazos.
—Hay que salir de aquí—me recordó. Di un asentimiento de cabeza y a pesar de sentir leves mareos continúe valerosa e idónea a cualquier idea.

— ¡ROSE! —El primero en percatarse de mi llegada fue mi mejor amigo, Skye Casper. Tenía rasguños y manchas de sangre en la cara, además de tierra en los brazos.
Absolutamente todos estuvieron de acuerdo al plan, a pesar de que se notaba que Skye no soportaba ni un poco la presencia de Calixto Atel, pues más obvio que unas gracias sarcásticas no pudieron haber sido mejores pruebas.

—Seremos señuelos—se prestó Destiny junto con la morena
—No, nosotros seremos el señuelo, rubia—Skye encaro infalible a el hada
—Las armas están en la bodega—recalco Atel con seguridad

Cada paso por los tramos fue interminable, pero al fin obtuvimos nuestro armamento con ayuda u obligación de aquel hombre de cicatriz en la ceja.



— ¡TRAS ELLOS! —exclamo el hombre en el instante que Calixto le dijo que ahí había terminado su labor como espía.
— ¡Corran!—grito también Destiny y Marie al otro lado— ¡Rápido, avancen! —flechas de nuestra parte fueron disparadas, causando la caída de varios de la guarnición.
—Así te quería ver maldito traidor. —un dragón se asemejo al cuerpo de Shana, al parecer, llegando como ráfaga al interior destruido, azotando sus enormes patas en el suelo. El oji azul me apresuro y sin conseguir suficiente velocidad de mis pies, me aventó al exterior. Una potente oleada de fuego salió disparada detrás de Calixto.
No obstante, a su larga vida sin muerte, el corazón se me acelero en cuanto vi que no salía de adentro. —Por favor sal—rogue en voz baja—Y de repente, surgió como ave de un hueco donde finalizaba el fuego contundente del hocico de la gemela Shana.