Pasiones encadenadas Adaptacion [Nick y tu]

Awwws voy a extrañar mucho la novela cuando termine!:/ me encariñe mucho con Line y Trudy! Es como en la otra novela, me encariñe tanto con Sigmund que cuando termino estaba triste!u.u Jaja pero no podría vivir sin saber que mas sucede!

Aish! Por que aun no llegamos a la pagina 11? Malvada pagina!-.-

Mmm... Ya no se que mas poner!:s Jaja mmmm y que haces o que te enseñan en tu carrera? Es muy difícil? Y en que escuela estudias?:)

Jaja si con este no paso de pagina me voy a cortar las venas con una galleta(? Jaja mis ideas todas tontas y locas! Es que me acabo de levantar! Por eso estoy así!xp ademas de que viene el Papa a mi ciudad y me confunde la gente a mi alrededor!xp jaja

Dios! Bueno, no me gusta hacer esto, pero tomando en cuenta que ya no tengo nada que decir... Siguela!:$ jaja

Y no pasa de pagina!-.-

Al fin!! Ujuuuuuu ahora si nos debes maratón! Jaja bien exigente yo!xp no pero es en serio!-.- ja ciao bella! xoxxo!<33'

jajajajajjaja sera que alguno de los planes de ____ saldra sin ningun inconveniente?? hajahahahahh mas de malas jajajjajaa

:D

Hola chicas!,que te les va?yo FELIZ ohshÿ primero llegaron a la pagina 11 wow hehe muchas gracias!,segundo ONE DIRECTION VIENE A MEXICO! &&' yo estoy que muero XD,es que lo amo :arre: ahora tengo que conseguir el dinero para ir a verlos,eso significa hablar con mi abuelo &&' rogarle por mi alma(? que se apiade de mi :sad: hahaha,bueno como les prometi,aqui les dejo el maraton,disfrutenlo :happy:

Maraton 1/6

_____ lo contempló en toda su magnificencia e in­tento pensar en lo guapo que era en vez de lamentarse por el plan fallido.
-Oh, está bien. Rebobina la cinta. Es una pena des­perdiciar a un hombre desnudo.
Él sonrió y se dio la vuelta para pulsar el botón de rebobinado.
Oh, cielos... Era la primera vez que le veía el tra­sero desnudo. Tal vez el incidente hubiera valido la pena, después de todo.
-¿Dónde dejaste anoche el magnetófono?
-Debajo de la cama. Se activaba con la voz.
-O con los gemidos.
Ella lo miró a los ojos y sintió cómo se aliviaba su decepción ante el fuego azul de su mirada. También la ayudó contemplar su erección, pero tenía que conven­cerse de que su plan había funcionado.
-Antes de que pulsaras el botón equivocado, ¿te estaba excitando lo que oías?
- Sí, de hecho, esa fue la causa de que tropezara - el rebobinado acabó y él pulsó el play-. ¿Cuántas ve­ces la has oído?
-Algunas.
-¿Entonces ya te has cansado?
-No -en realidad se excitaba más cada vez que la oía.
-Ya has visto cómo me afecta a mí... ¿Qué estabas haciendo tú en esa especie de harén?
Ella le brindó una sonrisa seductora.
-¿Qué crees que estaba haciendo? -él tragó sa­liva, sin responder-. Usa tu imaginación -le dijo con voz sensual-. La cinta me pone caliente, Nick.
-Entonces será mejor que la dejemos en marcha.
-Esto parecerá una orgía...
-¿Y eso importa?
-No -susurró ella-. No importa.
Él se acercó a la cama y le tendió el magnetófono.
-Un regalo... de tu esclavo -se arrodilló frente a ella y bajó la mirada.
¡Había aceptado el juego!, Pensó ella con regocijo y excitación. Sostuvo el magnetófono y, miró al hombre que producía esos sonidos. Y ese hombre estaba a sus Ordenes...
-Cuando te llame, ponte de pie y ven a mí, esclavo -aún no había elegido un título para ella. No podía ser «Alteza», ni «Madame».
-Así lo haré.
-Así lo haré, ama.
-Así lo haré, ama.
Al oírselo decir, la excitación le vibró en sus partes más íntimas. Nunca había tenido un esclavo de amor, y tenía el presentimiento de que le iba a encantar.
Se recostó entre los almohadones, y se ajustó el su­jetador para ofrecer todo el escote posible. Había te­nido suerte de encontrar el disfraz en la tienda. Los hinchados pantalones estaban descubiertos por la en­trepierna, pero la vaporosa tela cubriría ese detalle hasta que fuera el momento de utilizarlo. Y las esposas forradas de piel estaban colgadas en los cuatro postes de la cama.
Todavía no había decidido qué hacer cuando lo tu­viera esposado, pero ya se le ocurriría algo. Después de todo, no era impulsiva, sino espontánea.
-¡Entra! -le ordenó con su tono más autoritario.
-Si, ama -respondió Nick.
Tenía que ordenarle que volviera a bajar la mirada, pero antes quería que viera el disfraz y las esposas.
La cinta reproducía los sonidos del primer or­gasmo, y Nick la miraba como si estuviera deseando re­petir la grabación. Pero aquella noche le tocaba deci­dir a ella. Alargó un brazo y le señaló una de las esposas.
Él la miró asombrado y entonces descubrió que ha­bía cuatro.
-Tu mirada es muy presuntuosa, esclavo. Tendré que castigarte por eso. Ven aquí.
Él pareció dudar, mientras la cinta seguía llenando el harén de sensuales jadeos.
-Ahora -ordenó ella. Él se arrastró no muy con­vencido a su lado-.Túmbate de espaldas -de nuevo pareció dudar-. ¡Hazlo!
-Sí, ama -en sus ojos se mezclaba la pasión con el desafío. Lentamente obedeció, quedando su erec­ción enhiesta y erguida.
-Bien, ahora hay que esposarte.
Nick se puso rígido. El pobre estaba realmente asus­tado, pensó ella sonriendo a través del velo.
-Aunque seas mi esclavo, no te haré daño. Si quie­res que te suelte solo tendrás que pedirlo. Ahora dame tu mano derecha.
Él le tendió la mano, con la vista fija en la rejilla del dosel. Ella lo agarró por la muñeca y la rodeo con el cierre de velcro. Pronto lo tuvo tal y como se había imaginado, con las piernas y brazos extendidos. Ade­más, le puso una almohada bajo la cabeza para que no perdiera detalle.
Entonces se arrodilló entre sus piernas y contem­pló su glorioso miembro, con cuidado de no tocarlo.
-Ahora tienes que pagar por tu desobediencia y tu torpeza -dijo, al tiempo que se desabrochaba el su­jetador de lentejuelas.
Él se quedó con la vista fija en sus pechos y se le aceleró la respiración, mientras ella tiraba a un lado el sujetador y arqueaba la espalda. Entonces inició una lenta y sensual danza del vientre que pronto obtuvo excelentes resultados. Nick parecía desesperado, a juz­gar por su mandíbula tensa y sus músculos apretados.
-¿Recuerdas cuánto te gustó tocarme los pechos? -le preguntó ella masajeándose los senos.
-Sí -respondió con un hilo de voz.
-Si, ama.
-Esta noche solo puedes mirar -se humedeció un dedo y se lo pasó alrededor del pezón. Su entre­pierna estaba empapada, y se preguntó cuánto tiempo podría alargar aquella farsa antes de arrojarse sobre él.
-Mmm... qué agradable -susurró al tocar los pezones endurecidos. Un orgasmo amenazaba con ex­plotar en su interior-. Aunque sé algo que sería aún mejor. ¿Lo adivinas? -Nick soltó un gemido-. Pero me temo que no te concierne a ti -sin dejar de to­carse los pechos con la mano izquierda, separó las ro­dillas y exhibió la abertura de su sexo-. Solo a mí - deslizó los dedos entre los rizos mojados, al interior de su fuente de calor. Oh, sí... Cerró los ojos, mientras los gemidos de la cinta se hacían más fuertes.
Nick gritó y dio un tirón.
-¿No puedes aguantar las cadenas, esclavo?
Él tragó saliva y permaneció tumbado.
-Sí puedo, ama.
-Bien... -entre sus gemidos y los de la cinta, aquello era realmente una orgía. Le hubiera encantado prolongar la tortura, pero no podía esperar más. Es­taba demasiado cerca del orgasmo-. Estoy llegando, esclavo -se apretó el pezón y sus piernas empezaron a palpitar.Nick se retorció, pero no pidió que lo soltara ni apartó la mirada. Se limitó a observar y a temblar de deseo.
El orgasmo la sacudió con fuerza, nublándole la vista mientras sus dedos penetraban en su interior. Sorprendentemente, Nick consiguió aguantar y no coincidir con ella en otro orgasmo. Merecía una re­compensa por haber superado el suplicio.
Esperó que no le quedaran más pruebas por de­lante, aunque tenía que reconocer que lo había fasci­nado hasta la extenuación. Ninguna mujer había ac­tuado así para él, ni siquiera Giselle, la escultora.
Su erección era tan dura que se preguntó si alguna vez podría desinflarse. Tal vez fuera por el incienso, que lo hacía pensar en algún palacio oriental donde el aire estaba impregnado de sexualidad.
La grabación llegó a su fin. Ella había hecho coinci­dir su actuación con la duración de la cinta, dándole la oportunidad de escuchar un orgasmo en estéreo. Era sin duda la mejor amante que había tenido.
-Es impresionante cómo has resistido, esclavo - dijo ella tocándole el miembro.
-Gracias, ama -consiguió responder.
-Sabes que tenemos métodos para acabar con es­clavos como tú -le acarició los testículos, haciéndole emitir un grito ahogado-. ¿Te das cuenta de que po­dría acabar enseguida con tu desdicha? -le rodeó la erección con los dedos.
-Sí, ama -dijo tensando la mandíbula.
Se inclinó hacia delante y, con el velo le rozó la piel ardiente. Entonces agachó más la cabeza y se metió su sexo en la boca. Él pudo sentir la presión de los labios y de la lengua, pero el velo se lo ocultaba todo.
-No es... justo... ama.
Ella se retiró unos centímetros y su acalorada respi­ración avivó la piel húmeda que estaba lamiendo.
-¿Vas a llegar al orgasmo con esto, esclavo?
-Sí... ama -casi no podía respirar.
-Me gustas desnudo... Pero tal vez estés dema­siado desnudo -gateó sobre él y metió el brazo bajo la almohada, a la izquierda de su cabeza-. Voy a mon­tarte, esclavo -sacó la caja de preservativos-.Y a ca­balgar un poco.
-Puede que sea una cabalgada muy corta, ama.
-O puede que no -desenrollo el preservativo con compasiva rapidez. Pero él tenía que mantener los músculos apretados para no explotar.
-Eres... buena haciendo eso, ama.
-He practicado mucho... Con pepinos -se pasó la lengua por los labios y se rió-. Una chica puede practicar toda clase de técnicas con un pepino -se sentó a horcajadas sobre sus muslos-. Las chicas de­centes de Virtue no tienen vibradores... -se acarició el triángulo de vello púbico-. Pero los pepinos cre­cen en todas partes.
Él la observó a través de una neblina roja. Aquella mujer sabía cómo enloquecer a un hombre hasta de­jarlo ciego.
-¿Hay algo que quieras pedir, esclavo? -siguió in­troduciendo los dedos en el mismo sitio que él quería invadir-. Pareces un poco... ansioso.
-Sabes lo que quiero, ama.
-¿Y tú? ¿Sabes lo que yo quiero?
Fascinado por los movimientos de sus dedos, solo pudo negar con la cabeza.
-Quiero que me supliques.
-Por favor, ama -las palabras le salieron ásperas y estridentes por tener la garganta seca.
-¿Por favor qué? ¿Qué quieres que haga?
-Móntame... -tenía el cuerpo rígido y empa­pado de sudor-. Por favor, móntame, ama.
-Sí, quizá lo haga -apoyó las manos en su pecho y se balanceó sobre su erección. Él dio un tirón con los brazos y levantó las caderas, desesperado por intro­ducirse en ella-. No, no, no -lo reprendió-. Soy yo quien está al mando -él empezó a jadear-. Pobre­cito... Creo que debo librarte de tu suplicio -se de­tuvo sobre la punta de su miembro-. ¿Te gusta
Nick solo pudo gemir.
-Tomaré eso como un «sí». Muy bien, esclavo. Ya has sufrido bastante -volvió a apartarse de él.
-¡_____!
-Espera -susurró ella mientras le abría las espo­sas. Él estaba tan ocupado intentando contenerse que no se dio cuenta de lo que hacía-. Ya estás libre.
-¡No te muevas! -exclamó él agarrándola por el trasero.
-¡Suéltame!
-______, si sigues moviéndote voy a...
-Lo sé. ¡Y yo también! ¡Yo también, Nick!
Él la soltó y ella volvió a balancearse... hasta que todo acabó. Los dos explotaron al mismo tiempo en un orgasmo increíble.

2/6

Nick cerró los ojos y siguió empujando en su inte­rior, incapaz de salirse a pesar de que ya se había va­ciado.
-Muy bien, esclavo -le dijo ella rozándole los la­bios con los suyos.
-Ha sido un placer... ama -intentó mantenerla sujeta, pero estaba tan agotado que no tenía la fuerza suficiente, y ella se retiró.
-Descansa -le pasó una toallita caliente por el pecho, mientras él se dejaba llevar por la dulce co­rriente del sueño.
-Mmm.. Qué agradable -estaba tan relajado y sa­ciado que ni siquiera tuvo una erección cuando ella le pasó la toallita por su miembro flácido.
-Aquí tienes tu ropa -le dijo ella poniéndole algo sobre el pecho-. Cuando te vistas eres libre para irte. ¿Irse? ¿Quién demonios quería irse? Abrió los ojos, pero ella había salido de la cama.
-¿_____? -se sentó, a pesar de que no quería mo­verse- ______, no vuelvas a esconderte tras el biombo, ¿de acuerdo? ¿No podríamos estar abrazados durante un rato?
No hubo respuesta.
-_____ -apartó la cortina de la alcoba-. Vamos, sal de ahí. Esto es ridículo.
Apretó la ropa contra el pecho y rodeó la cama para llegar hasta el biombo. Hasta ese momento no se había dado cuenta de lo importante que era permane­cer abrazados tras un encuentro sexual.
Miró detrás del biombo, pero _____ no estaba allí. Demonios... Estaba físicamente saciado, pero emocio­nalmente frustrado. Se acercó a la puerta del baño y al oír un chapoteo volvió a llamarla.
-Estoy en la bañera -dijo ella.
En la bañera... Eso se presentaba interesante. In­tentó abrir la puerta, pero estaba cerrada por dentro.
-¿Estás enfadada conmigo?
-Claro que no -respondió divertida-. Has es­tado fantástico.
-Entonces, ¿por qué has cerrado?
-Estoy preservando el misterio. Algún día me lo agradecerás.
Nick pensó que tal vez tuviera razón. No podía es­tropearle su búsqueda de seguridad, pero no iba a salir del apartamento mientras ella estuviese en la bañera.
-De acuerdo, pero no me iré hasta que cierres la puerta tras de mí.
-Tienes razón. Dame cinco minutos.
Linc empleó el tiempo en vestirse y en preguntarse si debía ser él quien le sugiriera una próxima cita. Cuando se estaba atando los cordones ella le dijo a tra­vés de la puerta del baño que ya estaba lista.
-Buenas noches -se despidió, y agarró su abrigo de camino a la puerta.
-Buenas noches -respondió ella con una voz muy sexy, pero no le dijo nada de otra cita.
Él esperó unos momentos, hasta que fue incapaz de contener la pregunta.
-¿Estás libre mañana por la noche?
-Por desgracia no -durante unos segundos Nick terminó que ya hubiera encontrado a otro hombre-. Una de las empleadas de Babcock y Trimball se jubila, y van a ofrecerle una cena de despedida. Dice Taylor que lo más seguro es que acabe tarde. ¿Te parece bien el miércoles?
-¿A qué hora? -preguntó él sin dudarlo.
-¿A la misma hora?
-Aquí estaré.
-Bien -su voz expresaba satisfacción.
El sonido de su voz lo acompañó mientras salía del apartamento y bajaba en el ascensor. No sabía por qué, pero consideraba importante que ella lo estu­viese pasando tan bien como él.

3/6

____ esperó a que la puerta del apartamento se cerrara y entonces salió envuelta en su albornoz. Echaba de menos a Nick, pero no podía pedirle que volviera. Era su primer amante de la gran ciudad, y no podía dejar que los sentimientos interfirieran.
Las cosas iban según lo planeado. Primero compar­tía con él el sexo más increíble, y luego lo mandaba a casa, para no permitir que se acostumbrara a ella. Linc tenía demasiada experiencia, por lo que el único modo de mantener su interés era echarlo a tiempo. Además, ella había trabajado muy duro para conseguir un piso propio, y no quería compartirlo aún con na­die.
Apagó las velas y se apoyó en el alféizar de la ven­tana. Contempló a lo lejos los árboles de Central Park, muy cercanos al apartamento de Linc. Se lo imaginó llegando al edificio, saludando al portero, entrando en vestíbulo adornado con la pequeña estatua.­
Y luego se acostaría en su cama solitaria, mientras que ella haría lo mismo en la suya. En cierto modo era ridículo. Habían compartido un buen rato, y podía ser aún mejor si pasaban juntos toda la noche... Pero esa opción la ponía nerviosa. Y además, ella no estaba sola. Después de todo, estaba como siempre había querido.
Nick decidió que aceptaría la rutina que _____ ha­bía impuesto. Era lo mejor para los dos. De otro modo sería acercarse peligrosamente a una relación.
El esquema de los días siguientes resultó predeci­ble, pero no así las fantasías que ella le brindaba, siem­pre modificadas por algún fallo técnico. Las plumas de avestruz que usó para un striptease la hicieron estor­nudar. En otra ocasión tiró el biombo al suelo cuando intentó hacer una entrada en escena espectacular. Una noche compró aceite y resultó estar rancio. Por suerte a Nick se le ocurrió usar sirope de chocolate, de lo que se sintió muy, orgulloso. También a él le gustaba descu­brir su naturaleza impulsiva.
_____ lo excitaba como nadie, pero también lo ha­cía reír. Su recuerdo favorito era la muñeca inflable que habían utilizado para simular un trío. Había su­frido un pinchazo inoportuno que le hizo dar varias vueltas por la habitación antes de desinflarse.
Pero la muñeca fue lo más atrevido que le sugirió. Jamás le propuso algo peligroso ni compartir la cama con otra mujer de carne y hueso. No, la relación sexual con _____ no era peligrosa.
El único problema era que él no lo consideraba úni­camente sexo.
Otro signo preocupante era su negativa a hablar ______ de con Joe. Cuando tras dos semanas de aventura sexual Joefue a verlo un lunes a su oficina, parecía ansioso por sacar el tema.
-Estoy preocupado por ti, amigo -le dijo-. Ya sé que Taylor dijo que esto no era una trampa, pero se comporta como si lo fuera. Y en parte me siento res­ponsable.
Nick había sospechado desde el principio que Tay había hecho de Cupido. Pero, curiosamente, no lo mo­lestaba tanto como era de esperar.
-No es culpa tuya -le dijo a Joe-. Y no temas. No importa lo que Tay tenga pensado; ni Trudy ni yo queremos nada serio -por lo menos estaba seguro de que ____ no quería. Por su parte, empezaba a ver el matrimonio desde otro punto de vista.
Joe miró a Nick como si quisiera decir algo. En vez de eso miró por la ventana que había tras el escritorio. -Se acercan más nubes.
-Sí -confirmó Nick volviéndose para mirar-. Se­guramente vuelva a nevar esta noche.
-Tienes una buena vista de la Estatua de la Liber­tad.
-Tal vez debería girar la mesa para verla más a me­nudo... Bueno, será mejor que volvamos al trabajo, ¿no te parece? La Bolsa no espera a nadie.
-Antes quiero decirte algo.
-Puede que no quiera oírlo.
-Con esta mujer no te comportas igual que con las otras.
-Eso son imaginaciones tuyas.
-No lo creo, amigo. Odio decirlo, pero...
-Entonces no lo digas -le dio una palmadita en el hombro-. Estaré bien. _____ es una chica fantás­tica. Al final cada uno seguirá por nuestra cuenta y ya está.
Joe lo miró con la frente arrugada.
-Entiendo tu comportamiento, y te digo que pue­des buscarte problemas. Estás actuando igual que yo cuando conocí a Tay.
A Joe se le hizo un nudo en el estómago, pero con­siguió soltar una carcajada.
-Yo no. Estoy hecho a prueba de balas.
-Siempre has sido así, pero estos días hay algo ex­traño en tus ojos que...
-Te preocupas demasiado. Se ve que tus hormo­nas ya están preparadas para la paternidad -buscó cómo cambiar de tema-. A propósito, ¿habéis alqui­lado ya la limusina?
-Es curioso que lo preguntes -dijo Joe con una sonrisa-. Pensábamos alquilarla mañana por la no­che. Sale más barato.
-Bueno, espero que os divirtáis.
-Oh, desde luego -Joe se dirigió hacia la puerta-. ¿Seguro que estás bien?
-Completamente seguro.
-De acuerdo -se despidió con la mano y salió del despacho.
Al quedarse solo, Nick intentó convencerse de que su situación no era como la de su amigo. Joe siem­pre había tenido el matrimonio en mente, mientras que para él era algo irrealizable.
Un golpe en la puerta lo sacó de sus pensamien­tos. Miró a través de una rendija y vio a Michelle, la secretaria rubia y de pronunciadas curvas.
-Su madre está al teléfono. Insiste en que tiene que hablar con usted ahora mismo.
Nick se ajustó el chaleco, como si aquello le sirviera para ganar confianza.
-Claro. Gracias, Michelle.
-No hay de qué -respondió ella con una sonrisa, y se alejó.
Michelle era nueva en la oficina, y estaba claro que él le gustaba. Había pensando en invitarla a salir antes de que _____entrase en su vida. Desde entonces la idea no lo seducía en absoluto.
Se acercó al escritorio y agarró el teléfono inalám­brico.
-Hola, mamá.
-Empezaba a preguntarme si te creías demasiado importante como para hablar con tu madre.
-Lo siento -se extrañó de que la voz llegase tan clara desde París-. Ya sabes cómo es esto.
-Sí, ya lo sé. Cuando tu padre trabajaba así no ha­bía manera de hablar con él. Bueno... He venido a pa­sar unos días a Nueva York y a tu padre a mí nos gusta­ría cenar hoy contigo. Ya sabes, la reunión anual del clan.
Nick puso una mueca. Su madre siempre se refería a ellos tres como a un clan. Y las invitaciones siempre llegaban en el último minuto. Él siempre las había aceptado, fingiendo ser una familia y con la pobre es­peranza de que algún día volvieran a serlo de verdad.
-¿Te parece bien a las ocho? -le preguntó su ma­dre-. He reservado mesa en ese nuevo restaurante li­banés del Village. Seguro que lo conoces.
Sí lo conocía. Era un local frecuentado por celebri­dades, lo cual agradaba a su madre. Nick había que­dado esa noche con _____, pero no podía faltar a la cita familiar.
-¿Puedo llevar a alguien? -preguntó sin pensar. Se produjo un silencio lleno de asombro.
-¡Por supuesto! -respondió al fin su madre-. ¿A quién vas a llevar?
-Su nombre es ____ Baxter.
-Baxter, Baxter... ¿De los Baxter de Long lsland? Recuerdo que tu padre fue al colegio con...
-No, es de Virtue, un pueblo de Kansas.
-¿Kansas? -parecía que su madre no había oído jamás el nombre-. ¿Y qué hay allí?
-Pepinos -contestó él sin poder contener la risa-. En Kansas cultivan muchos pepinos.
-¿Y a eso se dedica su familia?
-No lo sé. Puedes preguntárselo a ella.
-Claro que se lo preguntaré. Es bueno conocer el origen de una persona. Bueno, tengo que darme prisa. Tengo una cita en Elizabeth Arden. Te veré a las ocho.
-Hasta luego -colgó y marcó el número de Bab­cock y Trimball. Nunca había llamado a esa oficina, aunque había pensado en ello más de cuarenta veces.
-Babcock y Trimball -respondió la secretaria-. ¿Con quiere hablar, por favor?
Tuvo que aclararse la garganta y convencerse de que no estaba nervioso. Con esa mujer había practi­cado escenas propias de una película pornográfica. Una simple cita para cenar no podía inquietarlo tanto. Pero así era... Temía que rechazara la invitación.
-Con ____ Baxter, por favor.

4/6


A ______ le encantó recibir una llamada. Desde que llegó a la oficina había realizado muchas, pero apenas había recibido alguna. Tal vez había empezado a hacerse su propia lista de clientes y le aumentarían el sueldo y...
-_____ Baxter -respondió con su tono más pro­fesional-. ¿En qué puedo ayudarlo?
-¿Quieres venir esta noche a cenar con mis pa­dres?
-¿Nick? -estuvo a punto de dejar caer el teléfono.
-Hola, ____. Seguro que te sorprende oír mi voz a esta hora.
-Eh... sí -más que sorprenderla, la excitaba.
-Mi madre acaba de llamarme. Quiere que vaya a cenar con ella y con mi padre. Es algo que hacemos una vez al año.
_____ tuvo problemas en concentrarse en sus pala­bras. Aquel tono masculino tan familiar y prometedor la hacía pensar en futuras encuentros sexuales.
-Nick... no te preocupes por nuestra cita de esta noche. Ve a cenar con tus padres Tal vez si no aca­bas muy tarde podemos...
-No me has oído bien. Me gustaría que tú también vinieras. Solo de pensar en tener a mis padres juntos y fingiendo que son un matrimonio estable me pongo a temblar. Tenerte conmigo será como un soplo de aire fresco. Pero entiendo que no te apetezca. Seguro que te parece algo demasiado aburrido.
-No seas tonto. Me encantaría ir -la compañía de Nick jamás podría resultarle aburrida, y además sentía curiosidad por conocer a sus padres-. ¿Qué debo po­nerme? -el recuerdo de los trajes que se había puesto para él le hizo juntar los muslos y apretar.
-Lo que te pusiste el sábado estará bien.
Ella se echó a reír, y decidió bromear un poco para ver si pensaban igual.
-Entonces debo suponer que el uniforme de criada no es muy, apropiado.
Se produjo un breve silencio al otro lado de la lí­nea.
-Nunca habíamos hablado de eso por teléfono, ¿verdad?
-No -deslizo una mano bajo la minifalda-. ¿Te gustaría hablar un poco más... y divertirnos un poco?
-No sé a qué te refieres -dijo él con voz ronca.
-Yo creo que sí lo sabes.
-_____, por Dios...
-Nadie puede ver lo que hago... Estoy, en un pe­queño departamento -los paneles divisorios le ofre­cían la intimidad necesaria.
-¿Pero y si entra alguien? -preguntó con la respi­ración agitada.
-Asumiré el riesgo. ¿Y tú?
-Acabó de cerrar la puerta de mi despacho. Ahora dime qué estás haciendo.
-He metido los dedos en el interior de las bragui­tas -susurró-. Las tengo empapadas, Nick -él soltó un suave gemido-.Ahora tú.
-Yo... yo... me he bajado la cremallera.
-¿Estás duro?
-Como una piedra. Lo estoy desde que oí tu voz.
-¿Tú también te excitaste? -introdujo dos dedos en su sexo.
-¿Tú... también?
-En cuanto oí tu voz sólo pude pensar en lo que deseaba acostarme contigo... ¿Quieres que lleguemos juntos al orgasmo?
-¿Vas a llegar _____?
-Sí -movió los dedos con rapidez-. Sí... ¿Y tú?
-Sí...
-¿Ahora?
-¡Sí! -respondió con un fuerte gemido.
______ agarró con fuerza el teléfono mientras empe­zaban las contracciones.
-Mmm... Yo también... Yo también -apretó los dientes para contener un grito de éxtasis.
-_____... -su respiración se entrecortó, y su voz sonaba tan cercana e íntima como un susurro al oído-. No hay nadie como tú, _____.
-Tú... -tragó saliva y tomó aire-. Tú también eres muy especial.
-La cena es a las ocho -parecía agotado, pero fe­liz-. Te recogeré con quince minutos de antelación.
-¿Por qué no antes?
Él soltó una carcajada amistosa.
-Porque entonces nunca saldremos para el restau­rante. Y gracias por esto.
-¿Por ir a cenar o por esto último? -preguntó ella con una sonrisa.
Él se rió de nuevo.
-Por las dos cosas. Hasta luego.

5/6

_____ no estaba segura de que pudieran pasar un rato juntos después de cenar, pero por si acaso le pre­paró a Nick otra sorpresa. Tay le había hablado de unos espejos en liquidación. Eran ligeros, con el marco de plástico, y tenían una forma ligeramente torcida. Ideales para lo que ____ tenía pensado.
En cuanto Nick llamó al timbre, agarró su pequeña mochila, se puso el abrigo que él había insistido en que se quedara, y, corrió a abrir la puerta.
-¿No vas a dejarme entrar? -le preguntó él, sor­prendido de verla lista para salir.
-Me dijiste que sería peligroso, así que es mejor no arriesgarse -le sonrió y se dirigió hacia el ascensor.
Nick tenía un aspecto magnífico, impecablemente ves­tido con traje y corbata bajo un costoso abrigo. Si se quedaban en el apartamento, le sería muy difícil no saltar sobre él.
-Sí, pero...
-Entra ya en el ascensor antes de que se cierre. Tardará mucho en subir de nuevo.
-Sí, ya lo sé. Me monto en él cada noche.
El modo en que la miraba, como si fuera un cre­moso helado que hubiera pedido de postre, la hizo es­tremecerse de excitación.
-Es verdad. Creo que solo has faltado aquel día en que tuve que cenar con los compañeros del trabajo y el viernes.
-Tendría que haber cancelado la cita del viernes -le dijo acercándose a ella.
-Oh, no. Si el director general te invita a un par­tido de hockey tienes que ir.
-Quiero besarte.
-No puedes -dijo ella, aunque deseaba que lo hi­ciera-. Me estropearás el maquillaje, y no estaré pre­sentable para conocer a tus padres -se preguntó el significado de aquella cena-. ¿Solo os reunís una vez al año?
-Así es -alzó una mano y le colocó un rizo tras la oreja-. Hoy, al teléfono has estado... salvaje.
-Sí -cerró los ojos al sentir el calor que su con­tacto le producía.
-Era tan extraño hablar contigo así y no poder... hacer nada.
-Lo sé -abrió los ojos y se deleitó con el fuego de su mirada.
-No tenemos por qué ir -deslizó una mano en el interior de su abrigo y le acarició el pecho-. Puedo llamar al restaurante y poner una excusa.
-Nick, esta ocasión es una vez al año. Tienes que ir -el tacto de su mano debilitaba su firmeza-. ¿Sueles ir acompañado a estas reuniones familiares?
Nick pareció un poco sobresaltado por la pregunta. Su mano se quedó inmóvil.
-No -dijo tras unos momentos de duda._____ sintió una sensación extraña en el estómago, y se aventuró a formular la siguiente pregunta lógica.
-¿Alguna vez lo has hecho?
-No, pero...
-Está bien -lo interrumpió ella-. No pasa nada. Solo preguntaba -no quería obligarlo a dar explica­ciones.
-Mi madre nunca me invitó a cenar cuando yo te­nía una cita -lo dijo a modo de excusa.
-Apuesto a que quieres sorprenderlos llevando a una chica de campo -dijo ella para aliviarlo. Le gus­taba la idea de ser la primera mujer que cenaba con sus padres.
-Sí... -la tensión de su rostro desapareció, y vol­vió a apretarle el pecho-. Pero tengo que advertirte una cosa: le conté a mi madre que tú cultivabas pepi­nos en Kansas.
_____ soltó una carcajada.
-¿Eso hiciste? Espero que no le describieras el uso que les dan a los pepinos las chicas de Virtue.
-Todavía no, pero no me resultaría extraño decirlo durante la cena. Me has corrompido.
-No ha sido tan duro.
-Ahora sí lo está -le agarró la mano y empezó a desabrocharse el abrigo-. ¿Quieres comprobarlo?
-Sí -una ola de deseo la recorrió, y pensó que tal vez podrían llegar un poco tarde.
-Dijiste que querías probar el sexo en un ascensor -se desató el cinturón del abrigo-. Este es el mo­mento.
-Pero no podemos besarnos...
-Intentaré no hacerlo -su voz sonaba áspera por el deseo-. Levántate la falda y...
-Antes hay que parar el ascensor para que na­die...
En ese momento el ascensor llegó a la planta baja y las puertas se abrieron. Una mujer anciana esperaba a entrar.
Nick soltó rápidamente a ____ y se cerró el abrigo.
-¡Hola! -saludó _____ mientras salía del ascen­sor-. Soy ______ Baxter, del 406. Este es Nick Jonas. Nick se adelantó y con un brazo impidió que las puertas se cerraran.
-Adelante, señora.
-Gracias, joven -dijo la anciana.
-¿Y usted quién es? -preguntó ______.
-Míllicent Hightower -respondió la mujer, un poco sorprendida por la pregunta-. Del 306. ¿Has di­cho que vives en el 406?
En aquel momento _____ se dio cuenta de que no tendría que haber mencionado el número de su apar­tamento. Miró a Nick, quien retiró el brazo de las puer­tas.
-Porque si es así -continuó la anciana-, tal vez puedas explicarme qué son esos ruidos tan extraños que oigo cada noche y... -las puertas del ascensor se cerraron.
_____ soltó una risita y se apresuraron a salir del edificio.
-No estoy acostumbrada a vivir en un bloque de apartamentos.
-Ya lo he notado.
-Pero es que estaba tan emocionada con mi nueva casa que no me percaté de que podían oírnos. ¿Tú pensaste en ello?
-Para serte sincero... me olvidé por completo.
-Yo también. Es la idea que tengo de una fantasía -su cuerpo aún estaba húmedo por lo que había pa­sado-. Hemos estado a punto de hacerlo en el ascen­sor.
-Sí... -sus ojos ardían con pasión.
-¿Cuánto dura el trayecto en taxi?
-No demasiado, por desgracia -le dijo con una sonrisa-. Y ahora, ¿quieres llamar tú a un taxi o me dejas hacerlo a mí?
Aquella pregunta la enterneció. Hasta entonces solo se había preocupado de la reacción sexual que Nick le provocaba, pero al notar la nota de vulnerabili­dad en su sugerencia, se dio cuenta de que lo que ha­bía entre ellos iba más allá del sexo. Le gustase o no, su corazón también estaba implicado. Muy implicado. Y no podía cambiarlo.
-Me encantaría que fueras tú quien lo llame - dijo, y al ver su sonrisa decidió que lo mejor sería ayu­darlo con esa reunión familiar. Por eso emplearía el tra­yecto en averiguar más cosas sobre sus padres, en vez de insinuarse a Nick.
En cuanto se subieron al taxi le preguntó cuáles eran sus nombres.
-Denisse y Nicholas, Nicholas III. Todo el mundo lo llama N C.
-¿Así que tú eresNicholas IV?
-Eso me temo.
-Nunca he conocido a nadie con números en su nombre. ¿Qué significa la C?
-Carlye.
-Entonces... ¿tú eres Nicholas Carlyle Jonas IV?
-Suena muy pomposo, ¿verdad? -dijo con una sonrisa.
-En absoluto. Me parece un nombre muy sexy.
-¿En serio? ¿No crees que es muy petulante y anti­cuado?
-No. El mío sí que es anticuado y aburrido. ____ Louise Baxter.
-No, para nada -le tomó la mano y le acarició la palma-.Tienes un nombre muy divertido y alegre. Igual que tú.
-Yo quiero ser sensual y sexy.
-También lo eres -susurró, pasándole la lengua por la mano.
-Para... -le pidió con voz ronca-. Me prometí a mí misma que solo hablaríamos de tus padres.
-No quiero hablar de mis padres -bajó la voz­.- Preferiría calentarte...
-Demasiado fácil -retiró la mano-. Desafíate a ti mismo y háblame de tus padres.
-Si insistes -soltó un suspiro-. Veamos. Papá re­cibió la fortuna familiar y la triplicó. Mamá gasta tanto como puede, pero le haría falta más de una vida para gastárselo todo. Que yo sepa, solo se ven una vez al año. Supongo que si no se divorcian es para evitar lu­chas legales que a buen seguro serían muy caras.
-Deben de quererte mucho para organizar esta cena contigo.
-No creo que lo hagan por mí.
-¿No? ¿Entonces por qué lo hacen?
-Por deber. Creen que con una cena al año se da la impresión de tener una familia.
-Pero tú tienes una familia -recalcó ella con sua­vidad-. No importa cómo estén ellos. Siguen casados y son tus padres. Los tres seguís manteniendo un vínculo. Si tanto odiaran su matrimonio se habrían di­vorciado sin importarles el dinero.
Nick mantuvo la mirada ausente durante varios se­gundos.
-Escucha -le dijo tomándole la cara entre las ma­nos-, no creas que hay algo que puede juntarlos de nuevo. Eso es imposible.
-Si de verdad crees eso -mantuvo la mirada fija en sus ojos-, ¿por qué tienes una foto de ellos en tu cómoda? -él la miró en silencio y tragó saliva-. Lo siento; no quiero entrometerme en lo que no es asunto mío -apartó la mirada, arrepentida.
Quería ali­viar su dolor, no presionar en la herida.
-Eh, no pasa nada -le sujetó la barbilla y le hizo girar la cabeza-. Supongo que yo lo he provocado al invitarte a cenar.
-Nick, yo no tengo por qué ir. Puedo volver en el taxi a mi apartamento.
Él negó con la cabeza y sonrió.
-Demasiado tarde -dijo al tiempo que el taxi se detenía junto al bordillo-. Vamos, quiero presentarte a mis padres.