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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
CHICAS NECESITO UN RE FAVOR , ESTO ENPESANDO UNA NOVELA ,NO ADAPTACION, Y NECECITO 5 PERSONAJES..... UNO ES LA _______ Y SON 1 CHICA Y 3 CHICOS MAS PUEDEN SER CUALQUIERA, SI ME AYUDAN CON ESO LES PONGO 3 CAPS SEGUIDOS...
1) _____________
2) (NOMBRE DE UNA CHICA)
3) (NOMBRE DE UN CHICO)
4) (NOMBRE DE UN CHICO)
5) (NOMBRE DE UN CHICO)
1) _____________
2) (NOMBRE DE UNA CHICA)
3) (NOMBRE DE UN CHICO)
4) (NOMBRE DE UN CHICO)
5) (NOMBRE DE UN CHICO)
sofiii1
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
mmm nombre de una chica
vanessa
chico: chad
chico: lucas
chico: james
jaja ps me los inente
no se si te gustan
bueno
queio esos 3 caps
vanessa
chico: chad
chico: lucas
chico: james
jaja ps me los inente
no se si te gustan
bueno
queio esos 3 caps
andreita
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
La rodeó con los brazos, atrayéndola casi bruscamente hacia sí. Le hundió una mano en el cabello, manteniéndole así la cabeza hacia atrás mientras se hundía en su boca.
«_______, _______, _______», repetía el ritmo del corazón de Joe, expandiendo su nombre hacia cada rincón de su cuerpo. Sus lenguas entrecruzadas dejaron de ser suficiente. Solo cuando ella le puso la mano en la barbilla y lo apartó suave pero firmemente fue capaz de detenerse.
_______ sonreía. Joe estaba a punto de pedir perdón, pero la disculpa se le murió en los labios cuando la escuchó reír.
—Lo siento, Joe, pero aún soy una novata. Me estaba ahogando. No podía respirar.
Y él tampoco. Su respiración se había vuelto agitada y todo su cuerpo seguía ardiendo. ¿Quién podría culparlo si la tomaba en brazos y se la llevaba a su cama, reteniéndola allí hasta que el infierno se congelara? ¿Sería posible que aquel beso tan increíble no la hubiera afectado a ella? Joe la miró, y se fijó en el tono sonrojado de sus mejillas, en su respiración agitada, y en la marcha furiosa de su pulso en el cuello.
Colocó un dedo en la palpitante base de su garganta y le contó los latidos mientras él mismo se calmaba lo suficiente como para poder hablar.
—¿Entiendes ahora lo que se siente al excitarse, _______? —le preguntó mirándola a los ojos muy serio.
—Sí —susurró ella con una sonrisa—. Lo siento en distintas partes del cuerpo. De hecho, lo noto Por todos lados. Es maravilloso.
—¿Entiendes ahora por qué no es una buena idea hacer esto entre amigos? —continuó Joe exhalando un suspiro.
—Creo que sé a qué te refieres —aseguró ella entiendo con la cabeza—. No podré volver a mirarte con los mismos ojos, sabiendo que puedes hacerme sentir de esta manera. Pero no es siempre así, ¿verdad?
—No —afirmó Joe negando con la cabeza—, tiene que haber química.
—Entonces, entre nosotros hay química, ¿no?
—Eso parece —susurró él.
—Joe...
—¿Sí, _______?
—¿Podemos besarnos un poco más?
Joe sacudió lentamente la cabeza. Tenía que detener aquella locura al instante. Ya habían cruzado una frontera invisible, pero tal vez aún estaban a tiempo de salvarse.
—Creo que no es una buena idea, si queremos conservar nuestra amistad.
Joe resistió la tentación de besar la línea de decepción que se dibujó en el rostro de _______. Ella había aprendido la lección. Ambos habían tenido que pagar un precio por ello, pero había aprendido la lección.
—_______... —musitó agarrándola del brazo cuando ella abría la puerta de la calle.
—¿Sí? —preguntó ella volviéndose con los ojos muy abiertos, como si esperara que él la tomara en sus brazos.
—No... no busques una boca para practicar —dijo Joe reteniendo sus impulsos—. Busca a alguien que te importe, o no busques a nadie.
Ella sonrió, provocando un renovado y agridulce deseo en el centro de su corazón.
—Gracias, Joe.
—Parece que tenemos la cara enrojada, como si nos hubieran besado bien besadas... —aseguró Lisa con los brazos en jarras en medio del sendero.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó _______ desorientada, limpiándose la boca con el dorso de la mano, convencida de que Joe le había dejado impresa la marca de sus labios.
—Hace un día precioso. Vine para ver si querías ir al parque, y entonces os pillé entrando de la mano en casa de Joe. Pensé que valdría la pena quedarse por aquí y esperar a ver qué pasaba. Y esto promete. Tienes muy buen color en las mejillas. ¿Has llevado a cabo tu experimento? Cuéntamelo todo. ¿Has sentido como si la tierra se moviera?
—Tal y como puedes comprobar por la tonalidad de mi rostro, mis niveles de adrenalina subieron de modo significativo.
—Traducción: la tierra se movió —aseguró Lisa palmoteando—. ¿Y qué me dices de Joe? ¿El también sintió el terremoto?
—Se le aceleró el pulso de forma significativa. También aumentó su temperatura corporal, bloqueándose además sus canales de respiración. Besarse debe ser una actividad muy peligrosa para 'as personas que tienen la tensión alta.
—A mí me suena a música celestial —bromeó Lisa—. ¿Y dijo algo?
—Me pidió que practicara con alguien por quien sintiera algo.
—¿Qué ciego está ese hombre —aseguró Lisa frunciendo el ceño—. ¿No se da cuenta de que eso es exactamente lo que estás haciendo?
—De todas maneras, ya no lo vamos a hacer más —dijo _______ dejándose caer de rodillas al lado de su amiga y arrancando briznas de hierba—. Joe dice que no quiere estropear nuestra amistad, y yo estoy de acuerdo.
—Los dos estropearéis mi amistad si no entráis en razón. Estáis hecho el uno para el otro. Os adoráis, y Joe es casi la única persona que puede seguir el curso de tus pensamientos. Además, cuando estáis juntos echáis chispas. ¿Qué más quieres?
—Amistad.
—Ser amantes no excluye ser amigos. De acuerdo. Daremos las lecciones por terminadas y pasaremos al plan «b».
—No sabía ni que hubiera un plan «a» —contestó _______ sujetándose las rodillas—. Todo se ha complicado demasiado. Joe ya ni siquiera me besa en la frente, y lo echo de menos. Creo que es verdad que lo amo, Lisa —concluyó mirando al cielo—. Y tengo que superarlo, porque él no está enamorado de mí, y porque si no lo supero pronto, nuestra amistad podría estropearse.
— Yo creo que hacéis muy buena pareja —comentó Lisa tras una pausa—. Pero aunque quisieras, ¿cómo podrías dejar de estar enamorada de Joe?
—Me mantendré alejada de él durante algún tiempo —replicó _______ al instante.
—Eso es lo peor que puedes hacer —afirmó su amiga negando enérgicamente con la cabeza—. Recuerda que la ausencia hace crecer los sentimientos. Si de verdad quieres olvidarte de él, tienes que pasar mucho tiempo a su lado.
—Eso tiene sentido, Lisa —aseguró _______ tras repasar mentalmente la última estadística sobre divorcios—. La realidad puede hacer que se nos caiga la venda de los ojos. La gente acaba saturada de la presencia del ser amado. Te refieres a eso, ¿verdad?
—Verdad —rumió Lisa sacando una barrita de chocolate del bolsillo y llevándosela a la boca—.Y es urgente. Si de verdad quieres acabar con esto, debes hacerlo antes de que te enamores más profundamente. Veamos... ¿qué excusa podemos encontrar para que te pases la vida en su casa?
Como si fuera consciente de su inminente participación en el complot, el gato de _______ se cruzó en aquel instante entre ellas.
—¡El gato! —exclamó Lisa señalándolo con el dedo—. Pídele que te lo cuide durante una temporada. Así podrás pasarte por ahí todo el tiempo para darle de comer y jugar con él mientras te olvidas de Joe.
—Pero no tiene mucho sentido, Lisa — reflexionó _______ tomando a su gato en brazos—. ¿Por que iba a pedirle que cuidara de él?
—¿Y que te parece contarle que tienes una visita alérgica? —sugirió su amiga con una sonrisa maliciosa—. A estas alturas, Joe ya sabe lo peligrosa que puede ser una alergia.
— Creo que podría arreglarlo —murmuró _______ acariciando a su mascota—. La tía Eleanor va a venir a visitarnos, así que sería solo media mentira.
—Estoy segura de que el plan funcionará a la perfección —aseguró Lisa con una gran sonrisa—. Te lo garantizo.
«_______, _______, _______», repetía el ritmo del corazón de Joe, expandiendo su nombre hacia cada rincón de su cuerpo. Sus lenguas entrecruzadas dejaron de ser suficiente. Solo cuando ella le puso la mano en la barbilla y lo apartó suave pero firmemente fue capaz de detenerse.
_______ sonreía. Joe estaba a punto de pedir perdón, pero la disculpa se le murió en los labios cuando la escuchó reír.
—Lo siento, Joe, pero aún soy una novata. Me estaba ahogando. No podía respirar.
Y él tampoco. Su respiración se había vuelto agitada y todo su cuerpo seguía ardiendo. ¿Quién podría culparlo si la tomaba en brazos y se la llevaba a su cama, reteniéndola allí hasta que el infierno se congelara? ¿Sería posible que aquel beso tan increíble no la hubiera afectado a ella? Joe la miró, y se fijó en el tono sonrojado de sus mejillas, en su respiración agitada, y en la marcha furiosa de su pulso en el cuello.
Colocó un dedo en la palpitante base de su garganta y le contó los latidos mientras él mismo se calmaba lo suficiente como para poder hablar.
—¿Entiendes ahora lo que se siente al excitarse, _______? —le preguntó mirándola a los ojos muy serio.
—Sí —susurró ella con una sonrisa—. Lo siento en distintas partes del cuerpo. De hecho, lo noto Por todos lados. Es maravilloso.
—¿Entiendes ahora por qué no es una buena idea hacer esto entre amigos? —continuó Joe exhalando un suspiro.
—Creo que sé a qué te refieres —aseguró ella entiendo con la cabeza—. No podré volver a mirarte con los mismos ojos, sabiendo que puedes hacerme sentir de esta manera. Pero no es siempre así, ¿verdad?
—No —afirmó Joe negando con la cabeza—, tiene que haber química.
—Entonces, entre nosotros hay química, ¿no?
—Eso parece —susurró él.
—Joe...
—¿Sí, _______?
—¿Podemos besarnos un poco más?
Joe sacudió lentamente la cabeza. Tenía que detener aquella locura al instante. Ya habían cruzado una frontera invisible, pero tal vez aún estaban a tiempo de salvarse.
—Creo que no es una buena idea, si queremos conservar nuestra amistad.
Joe resistió la tentación de besar la línea de decepción que se dibujó en el rostro de _______. Ella había aprendido la lección. Ambos habían tenido que pagar un precio por ello, pero había aprendido la lección.
—_______... —musitó agarrándola del brazo cuando ella abría la puerta de la calle.
—¿Sí? —preguntó ella volviéndose con los ojos muy abiertos, como si esperara que él la tomara en sus brazos.
—No... no busques una boca para practicar —dijo Joe reteniendo sus impulsos—. Busca a alguien que te importe, o no busques a nadie.
Ella sonrió, provocando un renovado y agridulce deseo en el centro de su corazón.
—Gracias, Joe.
—Parece que tenemos la cara enrojada, como si nos hubieran besado bien besadas... —aseguró Lisa con los brazos en jarras en medio del sendero.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó _______ desorientada, limpiándose la boca con el dorso de la mano, convencida de que Joe le había dejado impresa la marca de sus labios.
—Hace un día precioso. Vine para ver si querías ir al parque, y entonces os pillé entrando de la mano en casa de Joe. Pensé que valdría la pena quedarse por aquí y esperar a ver qué pasaba. Y esto promete. Tienes muy buen color en las mejillas. ¿Has llevado a cabo tu experimento? Cuéntamelo todo. ¿Has sentido como si la tierra se moviera?
—Tal y como puedes comprobar por la tonalidad de mi rostro, mis niveles de adrenalina subieron de modo significativo.
—Traducción: la tierra se movió —aseguró Lisa palmoteando—. ¿Y qué me dices de Joe? ¿El también sintió el terremoto?
—Se le aceleró el pulso de forma significativa. También aumentó su temperatura corporal, bloqueándose además sus canales de respiración. Besarse debe ser una actividad muy peligrosa para 'as personas que tienen la tensión alta.
—A mí me suena a música celestial —bromeó Lisa—. ¿Y dijo algo?
—Me pidió que practicara con alguien por quien sintiera algo.
—¿Qué ciego está ese hombre —aseguró Lisa frunciendo el ceño—. ¿No se da cuenta de que eso es exactamente lo que estás haciendo?
—De todas maneras, ya no lo vamos a hacer más —dijo _______ dejándose caer de rodillas al lado de su amiga y arrancando briznas de hierba—. Joe dice que no quiere estropear nuestra amistad, y yo estoy de acuerdo.
—Los dos estropearéis mi amistad si no entráis en razón. Estáis hecho el uno para el otro. Os adoráis, y Joe es casi la única persona que puede seguir el curso de tus pensamientos. Además, cuando estáis juntos echáis chispas. ¿Qué más quieres?
—Amistad.
—Ser amantes no excluye ser amigos. De acuerdo. Daremos las lecciones por terminadas y pasaremos al plan «b».
—No sabía ni que hubiera un plan «a» —contestó _______ sujetándose las rodillas—. Todo se ha complicado demasiado. Joe ya ni siquiera me besa en la frente, y lo echo de menos. Creo que es verdad que lo amo, Lisa —concluyó mirando al cielo—. Y tengo que superarlo, porque él no está enamorado de mí, y porque si no lo supero pronto, nuestra amistad podría estropearse.
— Yo creo que hacéis muy buena pareja —comentó Lisa tras una pausa—. Pero aunque quisieras, ¿cómo podrías dejar de estar enamorada de Joe?
—Me mantendré alejada de él durante algún tiempo —replicó _______ al instante.
—Eso es lo peor que puedes hacer —afirmó su amiga negando enérgicamente con la cabeza—. Recuerda que la ausencia hace crecer los sentimientos. Si de verdad quieres olvidarte de él, tienes que pasar mucho tiempo a su lado.
—Eso tiene sentido, Lisa —aseguró _______ tras repasar mentalmente la última estadística sobre divorcios—. La realidad puede hacer que se nos caiga la venda de los ojos. La gente acaba saturada de la presencia del ser amado. Te refieres a eso, ¿verdad?
—Verdad —rumió Lisa sacando una barrita de chocolate del bolsillo y llevándosela a la boca—.Y es urgente. Si de verdad quieres acabar con esto, debes hacerlo antes de que te enamores más profundamente. Veamos... ¿qué excusa podemos encontrar para que te pases la vida en su casa?
Como si fuera consciente de su inminente participación en el complot, el gato de _______ se cruzó en aquel instante entre ellas.
—¡El gato! —exclamó Lisa señalándolo con el dedo—. Pídele que te lo cuide durante una temporada. Así podrás pasarte por ahí todo el tiempo para darle de comer y jugar con él mientras te olvidas de Joe.
—Pero no tiene mucho sentido, Lisa — reflexionó _______ tomando a su gato en brazos—. ¿Por que iba a pedirle que cuidara de él?
—¿Y que te parece contarle que tienes una visita alérgica? —sugirió su amiga con una sonrisa maliciosa—. A estas alturas, Joe ya sabe lo peligrosa que puede ser una alergia.
— Creo que podría arreglarlo —murmuró _______ acariciando a su mascota—. La tía Eleanor va a venir a visitarnos, así que sería solo media mentira.
—Estoy segura de que el plan funcionará a la perfección —aseguró Lisa con una gran sonrisa—. Te lo garantizo.
sofiii1
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
Capítulo 5
CUATRO días más tarde, Joe se sintió con fuerzas suficientes para pasarse por casa de _______ después de regresar de su último vuelo. Tenía toda la intención de reestablecer la antigua y sólida amistad que habían compartido desde siempre.
_______ estaba en el jardín, con el ceño fruncido por la concentración mientras escribía en una libreta.
No se había dado cuenta de la llegada de Joe, y él se detuvo en la puerta para estudiarla. Verla de nuevo le produjo una sensación ya familiar en pecho, una sensación que se iba haciendo más y más fuerte. Joe todavía no le había puesto nombre. Era una mezcla de cariño e instinto de protección, una necesidad no solo de protegerla, sino también de hacerla feliz.
Joe abrió la portilla de la valla y avanzó hacia ella sobre la hierba. No tenía ninguna prisa en analizar sus sentimientos, pero cuando ella levantó la vista y lo recibió con una sonrisa de oreja y oreja, lanzándose con los brazos abiertos para abrazarlo, le pareció de pronto urgente saber qué le estaba pasando.
Joe le devolvió el abrazo, tratando de convencerse de que se trataba tan solo de un abrazo de amigo, como los que se habían dado cientos, miles de veces antes. Joe inclinó la cabeza para besarla en la frente, pero se lo pensó dos veces y no lo hizo. Mejor no correr riesgos. _______ levantó la vista para mirarlo, y él reconoció en sus ojos la desilusión. Estaba esperando su beso habitual, pero él no estaba preparado aún para dárselo.
Joe soltó una maldición para sus adentros cuando ella dio un paso atrás y se metió las manos en los bolsillos traseros. Tendría que encontrar la manera de hablarle de esa postura, porque a él le resultaba imposible mantener la vista apartada de ella cuando la ponía.
—¿Qué tal por Londres? —preguntó _______ mirándole fijamente la ropa.
Joe se puso derecho. Estaba más que acostumbrado a sentir las miradas de interés de las mujeres cuando iba de uniforme, pero _______ nunca antes se había mostrado impresionada.
Y ahora lo estaba, y por alguna extraña razón, aquello lo halagó más que todas las miradas de interés que había recibido de otras mujeres a lo largo de los años.
—Lluvioso y nublado —contestó—. No he visto mucho desde la ventana del hotel.
_______ estaba sonriendo, pero aquel gesto no iba dirigido a él, sino a alguien que estaba a sus espaldas. Joe se giró para verlo.
Su primera reacción fue la de golpear al hombre en la cara, pero se contuvo. Era el prototipo de hombre que: Joe se había imaginado como colaborador de _______ en el laboratorio, desde las gafas hasta los pantalones de pana, pasando por aquel maletín.
Y para colmo de males, aquel hombre tenía la audacia de tener labios.
— ¡William! —exclamó _______ apartando a Joe para aceptar el taco de papeles que llevaba aquel imbécil con labios—. Gracias por traérmelos. Me di cuenta de que los había olvidado en cuanto llegué a casa.
—Eso pensé —contestó el hombre tendiéndole la mano a Joe—. Soy William Rogers, uno de los ratones de laboratorio de _______.
Joe ni siquiera se esforzó en componer una sonrisa ante la broma. Sabía muy bien lo que Saab, hacía con sus ratones de laboratorio, porque él mismo había sido uno de ellos. _______ debería ponerlos juntos en una caja para que se pelearan. Joe le echó un vistazo a William. Sí, podría vencerlo. Fácilmente. Le pasó el brazo a _______ por el hombro con aire posesivo. Algo le ardía en la boca del estómago, y Joe lo etiquetó como instinto de protección. No permitiría que aquel hombre le hiciera daño a _______.
William miró a uno y luego a otro antes de que se le dibujara una sonrisa en los labios. No parecía incómodo en absoluto. Joe apartó el brazo del hombro de _______, maldiciéndose a sí mismo mentalmente. Estaba precipitándose en sus conclusiones, y además, él no tenía ningún derecho sobre _______. Eran amigos, amigos, y solo amigos.
_______ le dio un codazo suave, y Joe cayó en la cuenta de que William seguía tendiéndole la mano.
—Joe Jonas —dijo finalmente estrechándosela.
—Encantado de conocerte —contestó William con educación—. _______ me ha hablado mucho de ti.
Joe lo miró con desconfianza antes de posar los ojos sobre _______. ¿Qué le habría contado a William sobre él? Tal vez compartían las notas de la investigación. ¿Estarían en algún Jugar del maletín de William los apuntes sobre los besos que se había dado con _______?
Los paranoicos pensamientos de Joe, que incluían un plan para agarrar el maletín y salir corriendo, fueron interrumpidos por la llegada de una nueva invitada a aquella improvisada fiesta en el jardín.
— ¡William! ¡Qué alegría volverá verte! —gritó Lisa desde la portilla de la valla.
—¿Os conocéis? —preguntó _______ extrañada.
—Me ayudó a encontrar la salida del laboratorio el otro día —respondió Lisa con una sonrisa radiante mientras lo tomaba del brazo—. Me perdí en medio de todos aquellos pasillos, y él me mostró muy amablemente la salida.
William se había sonrojado. Abrió la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla al instante, y se alejó tras agitar la mano en señal de despedida.
—¿Verdad que es monísimo? —aseguró Lisa cuando William hubo desaparecido—. Está loco por mí, pero todavía no lo sabe... Tenemos que hablar de cosas de chicas, Joe —aseguró tomando a _______ del brazo y guiándola hacia la casa—. Hasta pronto.
—Adiós —contestó él tras la puerta cerrada.
Lisa podía quedarse con William. No podía imaginarse a dos personas más diferentes, pero al menos así se aseguraría de que aquel hombre se mantenía apartado de _______.
De su _______.
_______ siguió los pasos de su amiga, que subía decidida las escaleras hacia el dormitorio.
—¿Te has dado cuenta? —exclamó Lisa triunfante—. Joe tenía celos de William. Cuando he llegado, parecía que hubiera escrito la palabra «Mía» en tu frente.
—La verdad es que se ha mostrado muy posesivo —reconoció _______ sin saber muy bien cómo tomarse aquello.
—¿Le has comentado ya lo del gato?
—No —contestó ella sentándose en la silla del escritorio—. He estado pensando... ¿Y si Joe siente lo mismo por mí? Eso sería lo peor... Tiene que enamorarse de una persona de verdad.
—¿No te acuerdas que nos habías prometido a Joe y a mí no volver referirte a ti misma como si no fueras una persona de verdad?
_______ miró hacia otro lado. Muchas veces le fallaba la confianza en sí misma. La última vez que había expresado en voz alta sus sentimientos, Joe y Lisa le habían insistido en que ser diferente formaba parte de su individualidad, y que era tan de verdad como cualquier otra persona.
Y _______ sabía que tenían razón, pero muchas veces sus sentimientos la traicionaban. Y cuando pensaba en la posibilidad de tener una relación de verdad con Joe, lo primero que Je venía a la mente era lo difícil que resultaría para él. Ella ya le había causado suficientes problemas durante toda la vida. Pero Lisa había estado muy acertada: si Joe había comenzado a sentir algo más que amistad por ella, pasaría más tiempo con él para ayudar a que se rompiera aquel encanto.
—Necesito que me hagas un favor.
Joe la miró con desconfianza, sintiéndose un tanto incómodo. Tendría que haberlo imaginado. Primero las posturas, luego los besos... la imaginación de Joe estaba haciendo un gran trabajo recreando un sinfín de nuevos escenarios en su mente. Al menos había tenido el sentido común de no dejarla pasar a su casa. Aunque bien mirado, el umbral de la puerta también tenía muchas posibilidades...
—¿Qué tipo de favor? —preguntó con cautela, dirigiéndole una oración mental al dios de los amores platónicos.
—Necesito que te encargues de mi gato durante un par de semanas. Viene mi tía Eleanor, y es alérgica —aseguró _______ sin mirarlo directamente a los ojos.
—Sin problema —respondió Joe, suspirando aliviado—. Aunque ya sabes que no me gustan mucho los gatos...
—No tienes que preocuparte de la comida — continuó _______, haciendo caso omiso de su comentario—. Yo me pasaré todos los días para dársela, si a ti te parece bien.
Joe se dio la vuelta para entrar en la casa, haciéndole un gesto con el dedo para que lo siguiera. Entró en la cocina y sacó algo de un armarito.
—Toma la llave —dijo abriendo la mano—. Puedes entrar y salir cuando quieras.
Una chispa de electricidad saltó entre ellos cuando _______ recogió la llave de su palma.
—Es una cosa extraña, la electricidad, ¿verdad —dijo ella con una sonrisa—. La física es fascinante.
—Supongo que sí —murmuró Joe.
No pensaba que aquella chispa tuviera nada que ver con la física, sino con la química. La química que estaba claro que existía entre ellos.
Aquella noche, _______ apenas pudo dormir. Estaba acostumbrada al calor de su gato en la cama, y se despertó varias veces creyendo sentir su ronroneo.
En cuanto notó que había movimiento en la cocina de Joe, se digirió a su casa a toda prisa y llamó con los nudillos antes de meter la llave.
—Estoy en la cocina —dijo la voz de Joe.
_______ corrió hasta allí y se encontró con su gato jugando con algún enemigo invisible al lado de la puerta.
— ¡Cuánto te he echado de menos! —susurró rascándole la cabeza—. ¿Te has portado bien?
Joe compuso una mueca, y sin decir una palabra, dejó su taza sobre la mesa, se sacó la camiseta de los pantalones y se la subió, dejando al descubierto un estómago plano y un pecho musculoso ligeramente bronceado.
_______ se sintió de pronto muy débil y tuvo que apoyarse en la pared para no caerse. Joe era guapísimo. Pensó con ironía que debía haberlo visto medio desnudo cientos de veces, pero, ¿por qué aquella visión no le había golpeado en el estómago hasta entonces?
—No me he desnudado para que me comas con los ojos —aseguró Joe al darse cuenta de cómo lo estaba mirando—. Esto es lo que quiero que veas.
_______ se obligó a sí misma a desviar la mirada de aquella piel morena y delicadamente definida de músculos. No le resultó fácil, pero por fin consiguió ver con claridad dónde le estaba señalando Joe. Dos feas cicatrices rojas ocupaban la parte inferior de su pecho, y su procedencia le resultaba familiar.
—¿Eso te lo ha hecho mi gato? —preguntó _______ algo avergonzada.
—Esa bestia entró en mi habitación en algún momento de la noche y saltó encima de mí —aseguró Joe bajándose la camiseta, para disgusto de _______.
—Lo siento —se disculpó ella—. Tienes que desinfectarte el arañazo, Joe. Nunca se sabe qué porquería puede haber caído dentro de la herida —aseguró con firmeza mientras lo guiaba hacia el cuarto de baño de arriba.
— Siéntate en ese taburete —ordenó mientras abría el botiquín que estaba encima del armario del baño.
Después de abrirlo, se giró de nuevo hacia Joe y le agarró la parte inferior de la camiseta para quitársela.
Mientras la colocaba sobre el toallero, _______ recordó a sí misma con firmeza que no se la estaba quitando para echarle un vistazo a sus hombros y obtener así una visión más amplia de su cuerpo. Sencillamente, no había ninguna necesidad de manchar de desinfectante aquella camiseta tan limpia.
Pero cuando se dio la vuelta hacia él, no pude contenerse. Simplemente, se lo quedó mirando fijamente. Había apoyado la cabeza muchas veces contra aquel pecho. ¿Cómo podía haberlo tocado sin sentir lo que estaba sintiendo en aquel momento? Incapaz de contenerse, le colocó una mano sobre el hombro y la dejó allí, sintiendo su calor antes de retirarla acompañada de un profundo suspiro.
Más valía que el plan de Lisa diera resultado. Y pronto.
—Esto te va a escocer un poco —susurró tomando el bote de desinfectante sin atreverse a mirarlo a los ojos.
_______ empapó el algodón en el líquido y luego lo presionó suavemente contra la herida mientras posaba la otra mano sobre la calidez de su hombro. Joe tenía la piel tan suave como parecía, y ella se moría de ganas de recorrerla con las manos, de acariciarla en lugar de apretarla clínicamente.
—¿Escocer un poco? —musitó Joe con los dientes apretados—. Siento como si me estuvieras clavando una cerilla encendida.
_______ tragó saliva y apartó el algodón.
—¿Quieres saber por qué quema? —preguntó ella, encantada de tener una excusa para hablar de algo.
Joe asintió con la cabeza y ella se lanzó a una científica explicación.
Joe la escuchaba a medias. Tenía la atención puesta en los delicados mechones de cabello que le enmarcaban el rostro. Estaba deseando acariciarlos con las manos, cubrirle el cuello de besos, y cuando _______ lo miró con aquella mirada irresistible llena de inocencia y curiosidad, podría incluso...
—Gracias por la cura —gruñó entonces dándole la espalda bruscamente—. Creo que sobreviviré.
Joe esperó a que su cuerpo se calmara antes de darse la vuelta y demostrarle a _______ que no estaba enfadado. Pero antes la miró por encima del hombro, y se dio cuenta de que ella lo estaba observando, pero no con una mirada de preocupación por si él estuviera enfadado. Más bien le estaba mirando la espalda desnuda con unos ojos que en cualquier otra persona habrían significado deseo en estado puro.
Pero Joe no quería ni imaginarse qué podría significar aquella mirada viniendo de _______, así que agarró la camiseta y se la puso a toda prisa, maldiciendo entre dientes cuando escuchó un sonido parecido a un gemido de decepción.
Estaba claro que el dios de los amores platónicos no estaba aquel día de muy buen humor.
CUATRO días más tarde, Joe se sintió con fuerzas suficientes para pasarse por casa de _______ después de regresar de su último vuelo. Tenía toda la intención de reestablecer la antigua y sólida amistad que habían compartido desde siempre.
_______ estaba en el jardín, con el ceño fruncido por la concentración mientras escribía en una libreta.
No se había dado cuenta de la llegada de Joe, y él se detuvo en la puerta para estudiarla. Verla de nuevo le produjo una sensación ya familiar en pecho, una sensación que se iba haciendo más y más fuerte. Joe todavía no le había puesto nombre. Era una mezcla de cariño e instinto de protección, una necesidad no solo de protegerla, sino también de hacerla feliz.
Joe abrió la portilla de la valla y avanzó hacia ella sobre la hierba. No tenía ninguna prisa en analizar sus sentimientos, pero cuando ella levantó la vista y lo recibió con una sonrisa de oreja y oreja, lanzándose con los brazos abiertos para abrazarlo, le pareció de pronto urgente saber qué le estaba pasando.
Joe le devolvió el abrazo, tratando de convencerse de que se trataba tan solo de un abrazo de amigo, como los que se habían dado cientos, miles de veces antes. Joe inclinó la cabeza para besarla en la frente, pero se lo pensó dos veces y no lo hizo. Mejor no correr riesgos. _______ levantó la vista para mirarlo, y él reconoció en sus ojos la desilusión. Estaba esperando su beso habitual, pero él no estaba preparado aún para dárselo.
Joe soltó una maldición para sus adentros cuando ella dio un paso atrás y se metió las manos en los bolsillos traseros. Tendría que encontrar la manera de hablarle de esa postura, porque a él le resultaba imposible mantener la vista apartada de ella cuando la ponía.
—¿Qué tal por Londres? —preguntó _______ mirándole fijamente la ropa.
Joe se puso derecho. Estaba más que acostumbrado a sentir las miradas de interés de las mujeres cuando iba de uniforme, pero _______ nunca antes se había mostrado impresionada.
Y ahora lo estaba, y por alguna extraña razón, aquello lo halagó más que todas las miradas de interés que había recibido de otras mujeres a lo largo de los años.
—Lluvioso y nublado —contestó—. No he visto mucho desde la ventana del hotel.
_______ estaba sonriendo, pero aquel gesto no iba dirigido a él, sino a alguien que estaba a sus espaldas. Joe se giró para verlo.
Su primera reacción fue la de golpear al hombre en la cara, pero se contuvo. Era el prototipo de hombre que: Joe se había imaginado como colaborador de _______ en el laboratorio, desde las gafas hasta los pantalones de pana, pasando por aquel maletín.
Y para colmo de males, aquel hombre tenía la audacia de tener labios.
— ¡William! —exclamó _______ apartando a Joe para aceptar el taco de papeles que llevaba aquel imbécil con labios—. Gracias por traérmelos. Me di cuenta de que los había olvidado en cuanto llegué a casa.
—Eso pensé —contestó el hombre tendiéndole la mano a Joe—. Soy William Rogers, uno de los ratones de laboratorio de _______.
Joe ni siquiera se esforzó en componer una sonrisa ante la broma. Sabía muy bien lo que Saab, hacía con sus ratones de laboratorio, porque él mismo había sido uno de ellos. _______ debería ponerlos juntos en una caja para que se pelearan. Joe le echó un vistazo a William. Sí, podría vencerlo. Fácilmente. Le pasó el brazo a _______ por el hombro con aire posesivo. Algo le ardía en la boca del estómago, y Joe lo etiquetó como instinto de protección. No permitiría que aquel hombre le hiciera daño a _______.
William miró a uno y luego a otro antes de que se le dibujara una sonrisa en los labios. No parecía incómodo en absoluto. Joe apartó el brazo del hombro de _______, maldiciéndose a sí mismo mentalmente. Estaba precipitándose en sus conclusiones, y además, él no tenía ningún derecho sobre _______. Eran amigos, amigos, y solo amigos.
_______ le dio un codazo suave, y Joe cayó en la cuenta de que William seguía tendiéndole la mano.
—Joe Jonas —dijo finalmente estrechándosela.
—Encantado de conocerte —contestó William con educación—. _______ me ha hablado mucho de ti.
Joe lo miró con desconfianza antes de posar los ojos sobre _______. ¿Qué le habría contado a William sobre él? Tal vez compartían las notas de la investigación. ¿Estarían en algún Jugar del maletín de William los apuntes sobre los besos que se había dado con _______?
Los paranoicos pensamientos de Joe, que incluían un plan para agarrar el maletín y salir corriendo, fueron interrumpidos por la llegada de una nueva invitada a aquella improvisada fiesta en el jardín.
— ¡William! ¡Qué alegría volverá verte! —gritó Lisa desde la portilla de la valla.
—¿Os conocéis? —preguntó _______ extrañada.
—Me ayudó a encontrar la salida del laboratorio el otro día —respondió Lisa con una sonrisa radiante mientras lo tomaba del brazo—. Me perdí en medio de todos aquellos pasillos, y él me mostró muy amablemente la salida.
William se había sonrojado. Abrió la boca para decir algo, pero volvió a cerrarla al instante, y se alejó tras agitar la mano en señal de despedida.
—¿Verdad que es monísimo? —aseguró Lisa cuando William hubo desaparecido—. Está loco por mí, pero todavía no lo sabe... Tenemos que hablar de cosas de chicas, Joe —aseguró tomando a _______ del brazo y guiándola hacia la casa—. Hasta pronto.
—Adiós —contestó él tras la puerta cerrada.
Lisa podía quedarse con William. No podía imaginarse a dos personas más diferentes, pero al menos así se aseguraría de que aquel hombre se mantenía apartado de _______.
De su _______.
_______ siguió los pasos de su amiga, que subía decidida las escaleras hacia el dormitorio.
—¿Te has dado cuenta? —exclamó Lisa triunfante—. Joe tenía celos de William. Cuando he llegado, parecía que hubiera escrito la palabra «Mía» en tu frente.
—La verdad es que se ha mostrado muy posesivo —reconoció _______ sin saber muy bien cómo tomarse aquello.
—¿Le has comentado ya lo del gato?
—No —contestó ella sentándose en la silla del escritorio—. He estado pensando... ¿Y si Joe siente lo mismo por mí? Eso sería lo peor... Tiene que enamorarse de una persona de verdad.
—¿No te acuerdas que nos habías prometido a Joe y a mí no volver referirte a ti misma como si no fueras una persona de verdad?
_______ miró hacia otro lado. Muchas veces le fallaba la confianza en sí misma. La última vez que había expresado en voz alta sus sentimientos, Joe y Lisa le habían insistido en que ser diferente formaba parte de su individualidad, y que era tan de verdad como cualquier otra persona.
Y _______ sabía que tenían razón, pero muchas veces sus sentimientos la traicionaban. Y cuando pensaba en la posibilidad de tener una relación de verdad con Joe, lo primero que Je venía a la mente era lo difícil que resultaría para él. Ella ya le había causado suficientes problemas durante toda la vida. Pero Lisa había estado muy acertada: si Joe había comenzado a sentir algo más que amistad por ella, pasaría más tiempo con él para ayudar a que se rompiera aquel encanto.
—Necesito que me hagas un favor.
Joe la miró con desconfianza, sintiéndose un tanto incómodo. Tendría que haberlo imaginado. Primero las posturas, luego los besos... la imaginación de Joe estaba haciendo un gran trabajo recreando un sinfín de nuevos escenarios en su mente. Al menos había tenido el sentido común de no dejarla pasar a su casa. Aunque bien mirado, el umbral de la puerta también tenía muchas posibilidades...
—¿Qué tipo de favor? —preguntó con cautela, dirigiéndole una oración mental al dios de los amores platónicos.
—Necesito que te encargues de mi gato durante un par de semanas. Viene mi tía Eleanor, y es alérgica —aseguró _______ sin mirarlo directamente a los ojos.
—Sin problema —respondió Joe, suspirando aliviado—. Aunque ya sabes que no me gustan mucho los gatos...
—No tienes que preocuparte de la comida — continuó _______, haciendo caso omiso de su comentario—. Yo me pasaré todos los días para dársela, si a ti te parece bien.
Joe se dio la vuelta para entrar en la casa, haciéndole un gesto con el dedo para que lo siguiera. Entró en la cocina y sacó algo de un armarito.
—Toma la llave —dijo abriendo la mano—. Puedes entrar y salir cuando quieras.
Una chispa de electricidad saltó entre ellos cuando _______ recogió la llave de su palma.
—Es una cosa extraña, la electricidad, ¿verdad —dijo ella con una sonrisa—. La física es fascinante.
—Supongo que sí —murmuró Joe.
No pensaba que aquella chispa tuviera nada que ver con la física, sino con la química. La química que estaba claro que existía entre ellos.
Aquella noche, _______ apenas pudo dormir. Estaba acostumbrada al calor de su gato en la cama, y se despertó varias veces creyendo sentir su ronroneo.
En cuanto notó que había movimiento en la cocina de Joe, se digirió a su casa a toda prisa y llamó con los nudillos antes de meter la llave.
—Estoy en la cocina —dijo la voz de Joe.
_______ corrió hasta allí y se encontró con su gato jugando con algún enemigo invisible al lado de la puerta.
— ¡Cuánto te he echado de menos! —susurró rascándole la cabeza—. ¿Te has portado bien?
Joe compuso una mueca, y sin decir una palabra, dejó su taza sobre la mesa, se sacó la camiseta de los pantalones y se la subió, dejando al descubierto un estómago plano y un pecho musculoso ligeramente bronceado.
_______ se sintió de pronto muy débil y tuvo que apoyarse en la pared para no caerse. Joe era guapísimo. Pensó con ironía que debía haberlo visto medio desnudo cientos de veces, pero, ¿por qué aquella visión no le había golpeado en el estómago hasta entonces?
—No me he desnudado para que me comas con los ojos —aseguró Joe al darse cuenta de cómo lo estaba mirando—. Esto es lo que quiero que veas.
_______ se obligó a sí misma a desviar la mirada de aquella piel morena y delicadamente definida de músculos. No le resultó fácil, pero por fin consiguió ver con claridad dónde le estaba señalando Joe. Dos feas cicatrices rojas ocupaban la parte inferior de su pecho, y su procedencia le resultaba familiar.
—¿Eso te lo ha hecho mi gato? —preguntó _______ algo avergonzada.
—Esa bestia entró en mi habitación en algún momento de la noche y saltó encima de mí —aseguró Joe bajándose la camiseta, para disgusto de _______.
—Lo siento —se disculpó ella—. Tienes que desinfectarte el arañazo, Joe. Nunca se sabe qué porquería puede haber caído dentro de la herida —aseguró con firmeza mientras lo guiaba hacia el cuarto de baño de arriba.
— Siéntate en ese taburete —ordenó mientras abría el botiquín que estaba encima del armario del baño.
Después de abrirlo, se giró de nuevo hacia Joe y le agarró la parte inferior de la camiseta para quitársela.
Mientras la colocaba sobre el toallero, _______ recordó a sí misma con firmeza que no se la estaba quitando para echarle un vistazo a sus hombros y obtener así una visión más amplia de su cuerpo. Sencillamente, no había ninguna necesidad de manchar de desinfectante aquella camiseta tan limpia.
Pero cuando se dio la vuelta hacia él, no pude contenerse. Simplemente, se lo quedó mirando fijamente. Había apoyado la cabeza muchas veces contra aquel pecho. ¿Cómo podía haberlo tocado sin sentir lo que estaba sintiendo en aquel momento? Incapaz de contenerse, le colocó una mano sobre el hombro y la dejó allí, sintiendo su calor antes de retirarla acompañada de un profundo suspiro.
Más valía que el plan de Lisa diera resultado. Y pronto.
—Esto te va a escocer un poco —susurró tomando el bote de desinfectante sin atreverse a mirarlo a los ojos.
_______ empapó el algodón en el líquido y luego lo presionó suavemente contra la herida mientras posaba la otra mano sobre la calidez de su hombro. Joe tenía la piel tan suave como parecía, y ella se moría de ganas de recorrerla con las manos, de acariciarla en lugar de apretarla clínicamente.
—¿Escocer un poco? —musitó Joe con los dientes apretados—. Siento como si me estuvieras clavando una cerilla encendida.
_______ tragó saliva y apartó el algodón.
—¿Quieres saber por qué quema? —preguntó ella, encantada de tener una excusa para hablar de algo.
Joe asintió con la cabeza y ella se lanzó a una científica explicación.
Joe la escuchaba a medias. Tenía la atención puesta en los delicados mechones de cabello que le enmarcaban el rostro. Estaba deseando acariciarlos con las manos, cubrirle el cuello de besos, y cuando _______ lo miró con aquella mirada irresistible llena de inocencia y curiosidad, podría incluso...
—Gracias por la cura —gruñó entonces dándole la espalda bruscamente—. Creo que sobreviviré.
Joe esperó a que su cuerpo se calmara antes de darse la vuelta y demostrarle a _______ que no estaba enfadado. Pero antes la miró por encima del hombro, y se dio cuenta de que ella lo estaba observando, pero no con una mirada de preocupación por si él estuviera enfadado. Más bien le estaba mirando la espalda desnuda con unos ojos que en cualquier otra persona habrían significado deseo en estado puro.
Pero Joe no quería ni imaginarse qué podría significar aquella mirada viniendo de _______, así que agarró la camiseta y se la puso a toda prisa, maldiciendo entre dientes cuando escuchó un sonido parecido a un gemido de decepción.
Estaba claro que el dios de los amores platónicos no estaba aquel día de muy buen humor.
sofiii1
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
Capítulo 6
A LA mañana siguiente muy temprano, _______ estaba en la puerta de la casa de Joe con un paquete de comida para gatos y un cajón de arena.
—Entra. Está abierto —dijo una voz desde el interior cuando llamó al timbre.
Joe se estaba mirando en el espejo de cuerpo entero que había en el salón, y no parecía muy satisfecho con su apariencia. Y lo cierto era que estaba muy raro. Guapo, pero raro. _______ lo miró de arriba abajo tratando de encontrar dónde estaba el problema.
—Hola, _______ —la saludó él después de soltar una maldición entre dientes—. ¿Has visto a lo que me ha obligado tu bestia?
_______ estaba tratando a duras penas de contener la risa. Ya había descubierto qué era lo que la chocaba. Joe tenía puesto el uniforme de piloto, pero llevaba pantalones negros y chaqueta azul. El contraste era muy peculiar, por no hablar de la disparidad en las texturas de las telas.
—Estoy perdido —se lamentó Joe—. Incluso tú, que careces de sentido de la moda, te has dado cuenta de que parezco un perfecto idiota—. Tu querido gatito ha tenido un pequeño escape sobre mi único par de pantalones limpios del uniforme. Lisa va a pasar a recogerme dentro de unos minutos, y no tengo tiempo de lavarlos y secarlos.
—No sabes... no sabes cómo lo siento —aseguró _______ entre hipidos, tratando de disimular una carcajada—. Los gatos suelen ser unos animales muy limpios. Fíjate, el gato de mi tía Eleanor aprendió a hacer sus necesidades en el cajón de arena desde que tenía seis semanas.
_______ se dio cuenta demasiado tarde de lo que acababa de decir. Le echó un vistazo rápido a la cara de Joe, y su esperanza de que él no hubiera entendido el significado de sus palabras se borró de un plumazo.
—¿El gato de tu tía Eleanor, _______? —preguntó Joe con los músculos tensos y una voz sospechosamente pausada—. ¿Te refieres a la misma tía Eleanor que está pasando una temporada en tu casa? ¿La pobre tía Eleanor, la que tiene una alergia a tan terrible que tu gato tenía que desaparecer de tu casa?
A cada palabra que pronunciaba, Joe se iba acercando un poco más y parecía más amenazante. _______ retrocedió lentamente hacia la puerta, por si acaso tenía que salir corriendo.
—¿Me estás diciendo que he tenido que dormir con tu gato en la cama, cuando tu tía ni siquiera tiene alergia?
_______ no tuvo más remedio que asentir con la cabeza.
—Muy bien —dijo Joe exhalando un profundo suspiro mientras se sentaba y la miraba con los brazos cruzados—. Y ahora, sin olvidarte de que soy un simple piloto y no un científico nuclear, contéstame a una pregunta: ¿por qué?
—Quería pasar más tiempo contigo —susurró _______, incapaz de decirle otra cosa que no fuera la verdad, aunque no fuera completa—. Y esta era una excusa perfecta.
La expresión de Joe pasó del enfado a la sorpresa en una décima de segundo.
—¿Pasar más tiempo conmigo? ¡Por Dios, _______, no necesitabas montar una operación encubierta para eso! Nunca has necesitado ninguna excusa para estar conmigo.
Joe la observó durante un momento antes de extender la mano. — Ven aquí.
_______ aceptó su mano y se colocó sobre su regazo.
Joe le apartó los rizos de la cara y le levantó la barbilla para obligarla a mirarlo a los ojos.
—Todo esto te confunde tanto como a mí, ¿verdad?
No había ninguna duda de a qué se refería. _______ tragó saliva y luego asintió con la cabeza. Sentía todo el cuerpo en tensión, y tenía que contenerse para no hundir su cuerpo en el de Joe. Entonces él acercó más el rostro, y _______ se olvidó hasta de respirar, pero sus manos se movían libremente, desde el pecho de Joe hasta su cuello, y solo se detuvieron cuando alcanzaron su rostro. Un fuerte y tembloroso suspiro se escapó de sus labios cuando tuvo la boca de Joe tan cerca que podía sentir su respiración.
—Joe, ¿estás listo?... vaya, lamento interrumpir —dijo Lisa saliendo del salón y cerrando la puerta tras ella.
Joe se puso de pie como movido por un resorte, y sin decir una palabra, agarró suavemente a Lisa del brazo y la volvió a meter en el salón.
—De verdad que no hay prisa, Joe. La puerta estaba abierta, así que entré, pero puedo esperar fuera.
Murmurando entre dientes algo que ninguna de las dos mujeres pudo entender, Joe se pasó ambas manos por el cabello y salió del salón en dirección a la puerta de la calle.
_______ se apoyó sobre la mesa. No tenía mucha afianza en que le sostuvieran las piernas. Toda-'va estaba aturdida por la fuerza potencial de aquel beso que no habían llegado a darse.
-Bueno, bueno... —comenzó a decir Lisa con una sonrisa que podría abarcar los cinco continentes—. Al parecer, la cosa funciona bien...
—Eh... yo... esto...
—¿Qué pasa? —preguntó su amiga con ojos chispeantes—. ¿Te ha comido la lengua Joe?
—Muy graciosa —replicó _______ recuperando la voz.
—Ya me contarás todo cuando vuelva —susurró ella guiñándole un ojo a _______ mientras se dirigía a la puerta—. Pero me temo que tendrás que acelerar el proceso de superación.
La bocina del coche de Joe se escuchó desde fuera, sonando con impaciencia.
—¿Cómo? —preguntó _______, todavía mareada.
—Van a trasladar a Joe. _______ estuvo a punto de desmayarse del susto cuando cayó en la cuenta de lo que Lisa acababa de decirle. Sabía que Joe había pedido el traslado un año atrás, cuando su padre había sufrido un ataque al corazón. Quería mudarse a Florida para estar más cerca de sus padres. _______ no había vuelto a pensar en ello, y él tampoco había vuelto a mencionarlo desde entonces.
—¿Y bien? —preguntó Lisa sacudiendo la cabeza mientras volvía a sonar la bocina—. ¿Vas a dejar que se vaya? Creo que es el momento de llevar a cabo una acción drástica.
—¿Cuándo... cuándo se marcha?
—No lo sé. Seguramente él no sabe aún que le han concedido el traslado. A mí me lo ha dicho un amigo del departamento de personal. ¿Y bien? ¿Vas a hacer algo?
— Sí —contestó _______ alzando la vista—. Voy a hacer algo.
—Estupendo —contestó Lisa con una sonrisa—. Te veré cuando regresemos.
Sola por fin, _______ se dejó caer lentamente en el sofá. Joe se marchaba al otro lado del país. Puede que nunca volviera a verlo. Y no era solo ella la que estaba enamorada, era obvio que él también sentía algo, aunque fuera solo una atracción física.
Sí, definitivamente tenía que hacer algo.
Iba a seducir a Joe. No había ninguna razón para no hacerlo antes de que se marchara.
Joe regresó a casa cuatro días más tarde. Había pensado mucho mientras estaba fuera. Lo que sentía por _______ no había desaparecido, y estaba claro que ella sentía la misma atracción. Ambos podrían dejar de luchar contra ello y ver qué pasaba. Cierto que su amistad estaba en peligro, pero también se vería amenazada si continuaban así. Tal vez podría pedirle una cita. Y mejor aquel mismo día, para que no tuviera tiempo de arrepentirse.
Joe miró por la ventana que daba al cuarto de _______. Estaría trabajando en aquel momento. Podría recogerla cuando terminara y llevarla a dar una vuelta en su avioneta antes de cenar. Nunca había llevado a _______ a volar con él.
Joe se dejó caer sobre el sofá, y tras unos minutos de deliberación interna, agarró el teléfono con determinación. Si la llamaba, no se distraería con su sonrisa ni con su cuerpo. Podría comportarse tranquila y racionalmente, en lugar de deshacerse en incoherencias, como llevaba haciendo los últimos días.
Marcó rápidamente el teléfono del despacho de _______, y luego apretó los dientes a la espera de que ella contestara la llamada. Era mejor hacerlo cuanto antes, mientras aún tuviera coraje.
_______ colgó el teléfono sintiéndose algo débil. Joe le había sonado extraño cuando le preguntó si quería cenar con él aquella noche, pero aquella no era su máxima preocupación. Sintió una punzada en el estómago y se inclinó sobre su escritorio, respirando rítmicamente.
Era lo que Joe había planeado para antes de la cena lo que la aterrorizaba.
Desde que Joe había expresado su deseo de convertirse en piloto, _______ le había ocultado su miedo a volar. Solo había viajado en avión una vez, cuando era una niña pequeña, y le había parecido una experiencia aterradora. Para empeorar las cosas, había estado sola, sin ningún adulto al que agarrarse durante aquellas espantosas dos horas.
Mientras Joe continuaba con sus estudios, convirtiéndose finalmente en comandante de vuelo, ella nunca le había hablado de su miedo. Sabía que se trataba de una fobia absurda e irracional, y le había dado vergüenza confesárselo a Joe, que surcaba cada día los cielos sin ninguna ansiedad.
Cuando él y dos de sus compañeros compraron la avioneta, Joe se había ofrecido a llevarla en alguna ocasión. _______ siempre encontró una excusa para no ir.
Además, la voz de Joe le había sonado insegura, temblorosa, y a ella le había empezado a latir con fuerza el corazón en cuanto había descolgado el teléfono. Y le había dicho que sí. Se había comprometido a volar con él, y no en un avión gigante con veinte personas de tripulación y cientos de pasajeros. No, iba a volar metida en una cabina pequeña con apenas espacio para un solo pasajero.
_______ se levantó con las piernas temblorosas y buscó en la parte superior de su estantería un libro en concreto. Luego volvió a sentarse en el escritorio, apartando los papeles y cuadernos que había encima para hacerle sitio a aquel amplio volumen. Exhaló un suspiro y abrió la primera página.
Autohipnosis para principiantes.
Al parecer, la auto hipnosis no funcionaba.
_______ se sentó en la avioneta de Joe sin apenas respirar. Notó que se le ponían tensos músculos que ni siquiera sabía que tenía debido a la insoportable tensión a la que los estaba sometiendo su aterrorizado cuerpo. Tragó saliva y trató de no fijar la vista en ningún punto para no mirar por la ventanilla. El suelo estaba todavía solo a unos pocos metros, la altura del avión, pero aquello era solo el principio.
— Muy bien —exclamó Joe alborozado— . Listos para partir.
Encendió el motor, y el corazón de _______ se aceleró de tal manera que le resultó imposible contar los latidos. Comenzó a repasar mentalmente las estadísticas sobre seguridad aeronáutica para tranquilizarse. Luego forzó los músculos de la cara en una sonrisa, recordándose una y otra vez que era absurdo tener miedo a volar.
Joe le dirigió una última sonrisa antes de concentrarse en los mandos y en la comunicación con la torre de control. El quería compartir aquella experiencia con ella, mostrarle la magia de volar de la que tantas veces le había hablado. Y ella vencería su miedo por él. Por supuesto que lo haría.
Y de pronto, comenzaron a elevarse sobre el suelo. _______ sintió que no podía respirar. El cielo azul, las nubes blancas, el verde del campo a cien metros del suelo, y subiendo cada vez más... Abrió la boca en un intento desesperado de respirar o de gritar, sin saber a ciencia cierta cuál de las dos acciones era más importante.
Pero dio igual, porque entonces el mundo se sumió en una profunda oscuridad.
Ya estaban arriba. Joe soltó una carcajada mientras miraba a ambos lados, pero se le cortó la risa ante lo que vio.
_______ estaba inclinada sobre su asiento, sujeta únicamente por el cinturón de seguridad.
— ¡_______! —gritó mientras un escalofrío le recorría la espina dorsal.
No hubo respuesta. La cabeza de su amiga estaba inclinada hacia él, con el rostro extremadamente pálido y los labios entreabiertos. Con el corazón en un puño, Joe puso el piloto automático y se acercó a ella para buscarle el pulso. Aguantó la respiración antes de suspirar aliviado. Sus constantes vitales estaban bien. Tenía el pulso regular y respiraba con normalidad. ¿Qué le habría sucedido? Mientras se estrujaba el cerebro en busca de una explicación, Joe tomó de nuevo los mandos del avión y cambió de rumbo, enfilando de vuelta al aeropuerto. _______ no se movió ni un ápice mientras él pedía permiso para aterrizar. Le pareció que transcurría una eternidad mientras esperaba para tomar tierra. Ningún aterrizaje de su vida, ni siquiera el primero que hizo, le había proporcionado tanto alivio.
Joe desabrochó a toda prisa el cinturón de _______ y la sacó del avión, agarrando de paso el botiquín de primeros auxilios.
— _______ —repitió tirándole de los mofletes. Se sentía como un inútil. ¿Ya nadie utilizaba sales para los desmayos? ¿Abría algún producto parecido en el botiquín? Joe rebuscó en el interior y encontró algo que al menos olía fatal, y lo colocó bajo la nariz de _______.
El nudo que Joe tenía en el estómago se aflojó algo cuando su amiga parpadeó varias veces antes de abrir completamente los ojos. Aquella primera mirada llena de confusión hizo que la verdad cayera sobre él como un mazazo.
La amaba. Completa y profundamente, con toda la intensidad con la que un hombre podía amar a una mujer. ¿Cómo podía haber confundido aquel amor con una amistad, con un cariño de hermanos?
La mirada desconcertada de _______ lo devolvió a la realidad. Una realidad distinta, con el futuro apuntando de pronto hacia una dirección muy concreta. Pero el hecho era que _______ no se encontraba bien, se había desmayado, y no sabía por qué.
—¿Qué ha pasado? —preguntó ella mirando alrededor—. ¿Y por qué me estás poniendo desinfectante debajo de la nariz?
—Buena pregunta —respondió Joe con una mueca mientras la llevaba en brazos hacia la salida de la pista—. Has perdido el conocimiento, eso es lo que ha pasado.
—¿Me he desmayado? —susurró ella antes de hundir la cabeza en el pecho de Joe— ¡Qué vergüenza! Lo siento, Joe. Pero déjame en el suelo. Puedo andar perfectamente.
—No puedes. Guarda tus energías. Vamos a ir a urgencias.
—¿Para qué? —exclamó _______—. No necesito un médico. Estoy bien. Me he desmayado, eso es todo.
—La gente no pierde el conocimiento así porque sí —aseguró él mientras la depositaba suavemente en el coche y se sentaba a su lado.
—No me pasa nada, Joe. Me he desmayado porque... porque tengo miedo a volar—confesó sin atreverse a mirarlo a la cara—. Más que miedo, terror.
—¿Por qué no me lo habías dicho antes? repreguntó Joe, estupefacto—. Llevo años y años pilotando aviones, y nunca me dijiste que tuvieras miedo a volar.
—No me pareció algo relevante —murmuró _______.
—¿Que no te pareció relevante? —espetó Joe—. Bueno, pues si no lo era, desde luego se convirtió en relevante en el momento en que decidiste subir a un avión conmigo.
—Pensé que podía superarlo —se defendió ella con voz temblorosa—. No quería que pensaras que soy una cobarde.
Joe la atrajo hacia sí y la abrazó. _______ hundió la nariz contra su pecho. Le gustaba cómo olía.
—Por el amor de Dios, _______ —murmuró él besándola en la frente—. Ya sé que no eres una cobarde. Me los has demostrado durante toda tu vida. Y encima llegas hoy, te colocas en aquel asiento a mi lado y dejas que te eleve por los aires.
Eso es heroico.
Era maravilloso escuchar aquello. _______ levantó la vista y vio la preocupación reflejada en los ojos de Joe. Le pareció lo más natural del mundo levantar las manos y acariciarle las mejillas después de apartarle el pelo de la frente. Y también colocar los dedos detrás de su cuello para bajarle la cabeza hasta ponerlo a su altura y besarlo. _______ sonrió cuando sus labios se unieron, y se olvidó de todas las técnicas y los métodos mientras el aroma de Joe, su contacto y su presencia lo llenaban todo. Quería seguir besándolo para siempre, pero se apartó de él con suavidad.
—Joe.
—¿Sí?
—Me encanta besarte.
—Lo mismo digo —respondió él con una sonrisa.
—Quiero dormir contigo —dijo _______ entonces acariciándole la mejilla.
Durante un instante, Joe se quedó sin respiración. Luego compuso una mueca de guasa, aunque ningún rincón de su cuerpo reaccionó con humor ante las palabras de _______.
—Supongo que no te refieres a ocupar esta no che mi sofá...
—No —contestó ella sacudiendo la cabeza—. Quiero dormir en tu cama.
—Vale. Y supongo que no quieres que sea yo el que duerma en el sofá, tampoco...
—¡Joe! —exclamó _______ golpeándolo suave mente con los puños en el hombro—. ¡No me importa dónde duermas tú o dónde duerma yo, siempre y cuando durmamos juntos! Y no tengo intención de dormir solamente...
Joe dudó unos instantes. Se sentía confuso e inseguro. Todo le parecía nuevo y frágil, incluida _______. ¿Estaría segura de lo que hacía?
_______ lo miró a los ojos, y de pronto todo le resultó muy sencillo. Ella lo amaba. Era obvio. ¿Por qué no se habría dado cuenta antes? Joe inclinó la cabeza y la besó suavemente en los labios hasta que ella le echó los brazos al cuello y correspondió a su beso con avidez.
Cuando levantó la cara, estaba sonrojada.
—¿Nos vamos? —preguntó sonriendo mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.
—Claro —contestó Joe arrancando el coche y enfilando hacia la salida—. ¿Dónde vamos?
—A la cama, por supuesto —respondió ella con una sonrisa.
A LA mañana siguiente muy temprano, _______ estaba en la puerta de la casa de Joe con un paquete de comida para gatos y un cajón de arena.
—Entra. Está abierto —dijo una voz desde el interior cuando llamó al timbre.
Joe se estaba mirando en el espejo de cuerpo entero que había en el salón, y no parecía muy satisfecho con su apariencia. Y lo cierto era que estaba muy raro. Guapo, pero raro. _______ lo miró de arriba abajo tratando de encontrar dónde estaba el problema.
—Hola, _______ —la saludó él después de soltar una maldición entre dientes—. ¿Has visto a lo que me ha obligado tu bestia?
_______ estaba tratando a duras penas de contener la risa. Ya había descubierto qué era lo que la chocaba. Joe tenía puesto el uniforme de piloto, pero llevaba pantalones negros y chaqueta azul. El contraste era muy peculiar, por no hablar de la disparidad en las texturas de las telas.
—Estoy perdido —se lamentó Joe—. Incluso tú, que careces de sentido de la moda, te has dado cuenta de que parezco un perfecto idiota—. Tu querido gatito ha tenido un pequeño escape sobre mi único par de pantalones limpios del uniforme. Lisa va a pasar a recogerme dentro de unos minutos, y no tengo tiempo de lavarlos y secarlos.
—No sabes... no sabes cómo lo siento —aseguró _______ entre hipidos, tratando de disimular una carcajada—. Los gatos suelen ser unos animales muy limpios. Fíjate, el gato de mi tía Eleanor aprendió a hacer sus necesidades en el cajón de arena desde que tenía seis semanas.
_______ se dio cuenta demasiado tarde de lo que acababa de decir. Le echó un vistazo rápido a la cara de Joe, y su esperanza de que él no hubiera entendido el significado de sus palabras se borró de un plumazo.
—¿El gato de tu tía Eleanor, _______? —preguntó Joe con los músculos tensos y una voz sospechosamente pausada—. ¿Te refieres a la misma tía Eleanor que está pasando una temporada en tu casa? ¿La pobre tía Eleanor, la que tiene una alergia a tan terrible que tu gato tenía que desaparecer de tu casa?
A cada palabra que pronunciaba, Joe se iba acercando un poco más y parecía más amenazante. _______ retrocedió lentamente hacia la puerta, por si acaso tenía que salir corriendo.
—¿Me estás diciendo que he tenido que dormir con tu gato en la cama, cuando tu tía ni siquiera tiene alergia?
_______ no tuvo más remedio que asentir con la cabeza.
—Muy bien —dijo Joe exhalando un profundo suspiro mientras se sentaba y la miraba con los brazos cruzados—. Y ahora, sin olvidarte de que soy un simple piloto y no un científico nuclear, contéstame a una pregunta: ¿por qué?
—Quería pasar más tiempo contigo —susurró _______, incapaz de decirle otra cosa que no fuera la verdad, aunque no fuera completa—. Y esta era una excusa perfecta.
La expresión de Joe pasó del enfado a la sorpresa en una décima de segundo.
—¿Pasar más tiempo conmigo? ¡Por Dios, _______, no necesitabas montar una operación encubierta para eso! Nunca has necesitado ninguna excusa para estar conmigo.
Joe la observó durante un momento antes de extender la mano. — Ven aquí.
_______ aceptó su mano y se colocó sobre su regazo.
Joe le apartó los rizos de la cara y le levantó la barbilla para obligarla a mirarlo a los ojos.
—Todo esto te confunde tanto como a mí, ¿verdad?
No había ninguna duda de a qué se refería. _______ tragó saliva y luego asintió con la cabeza. Sentía todo el cuerpo en tensión, y tenía que contenerse para no hundir su cuerpo en el de Joe. Entonces él acercó más el rostro, y _______ se olvidó hasta de respirar, pero sus manos se movían libremente, desde el pecho de Joe hasta su cuello, y solo se detuvieron cuando alcanzaron su rostro. Un fuerte y tembloroso suspiro se escapó de sus labios cuando tuvo la boca de Joe tan cerca que podía sentir su respiración.
—Joe, ¿estás listo?... vaya, lamento interrumpir —dijo Lisa saliendo del salón y cerrando la puerta tras ella.
Joe se puso de pie como movido por un resorte, y sin decir una palabra, agarró suavemente a Lisa del brazo y la volvió a meter en el salón.
—De verdad que no hay prisa, Joe. La puerta estaba abierta, así que entré, pero puedo esperar fuera.
Murmurando entre dientes algo que ninguna de las dos mujeres pudo entender, Joe se pasó ambas manos por el cabello y salió del salón en dirección a la puerta de la calle.
_______ se apoyó sobre la mesa. No tenía mucha afianza en que le sostuvieran las piernas. Toda-'va estaba aturdida por la fuerza potencial de aquel beso que no habían llegado a darse.
-Bueno, bueno... —comenzó a decir Lisa con una sonrisa que podría abarcar los cinco continentes—. Al parecer, la cosa funciona bien...
—Eh... yo... esto...
—¿Qué pasa? —preguntó su amiga con ojos chispeantes—. ¿Te ha comido la lengua Joe?
—Muy graciosa —replicó _______ recuperando la voz.
—Ya me contarás todo cuando vuelva —susurró ella guiñándole un ojo a _______ mientras se dirigía a la puerta—. Pero me temo que tendrás que acelerar el proceso de superación.
La bocina del coche de Joe se escuchó desde fuera, sonando con impaciencia.
—¿Cómo? —preguntó _______, todavía mareada.
—Van a trasladar a Joe. _______ estuvo a punto de desmayarse del susto cuando cayó en la cuenta de lo que Lisa acababa de decirle. Sabía que Joe había pedido el traslado un año atrás, cuando su padre había sufrido un ataque al corazón. Quería mudarse a Florida para estar más cerca de sus padres. _______ no había vuelto a pensar en ello, y él tampoco había vuelto a mencionarlo desde entonces.
—¿Y bien? —preguntó Lisa sacudiendo la cabeza mientras volvía a sonar la bocina—. ¿Vas a dejar que se vaya? Creo que es el momento de llevar a cabo una acción drástica.
—¿Cuándo... cuándo se marcha?
—No lo sé. Seguramente él no sabe aún que le han concedido el traslado. A mí me lo ha dicho un amigo del departamento de personal. ¿Y bien? ¿Vas a hacer algo?
— Sí —contestó _______ alzando la vista—. Voy a hacer algo.
—Estupendo —contestó Lisa con una sonrisa—. Te veré cuando regresemos.
Sola por fin, _______ se dejó caer lentamente en el sofá. Joe se marchaba al otro lado del país. Puede que nunca volviera a verlo. Y no era solo ella la que estaba enamorada, era obvio que él también sentía algo, aunque fuera solo una atracción física.
Sí, definitivamente tenía que hacer algo.
Iba a seducir a Joe. No había ninguna razón para no hacerlo antes de que se marchara.
Joe regresó a casa cuatro días más tarde. Había pensado mucho mientras estaba fuera. Lo que sentía por _______ no había desaparecido, y estaba claro que ella sentía la misma atracción. Ambos podrían dejar de luchar contra ello y ver qué pasaba. Cierto que su amistad estaba en peligro, pero también se vería amenazada si continuaban así. Tal vez podría pedirle una cita. Y mejor aquel mismo día, para que no tuviera tiempo de arrepentirse.
Joe miró por la ventana que daba al cuarto de _______. Estaría trabajando en aquel momento. Podría recogerla cuando terminara y llevarla a dar una vuelta en su avioneta antes de cenar. Nunca había llevado a _______ a volar con él.
Joe se dejó caer sobre el sofá, y tras unos minutos de deliberación interna, agarró el teléfono con determinación. Si la llamaba, no se distraería con su sonrisa ni con su cuerpo. Podría comportarse tranquila y racionalmente, en lugar de deshacerse en incoherencias, como llevaba haciendo los últimos días.
Marcó rápidamente el teléfono del despacho de _______, y luego apretó los dientes a la espera de que ella contestara la llamada. Era mejor hacerlo cuanto antes, mientras aún tuviera coraje.
_______ colgó el teléfono sintiéndose algo débil. Joe le había sonado extraño cuando le preguntó si quería cenar con él aquella noche, pero aquella no era su máxima preocupación. Sintió una punzada en el estómago y se inclinó sobre su escritorio, respirando rítmicamente.
Era lo que Joe había planeado para antes de la cena lo que la aterrorizaba.
Desde que Joe había expresado su deseo de convertirse en piloto, _______ le había ocultado su miedo a volar. Solo había viajado en avión una vez, cuando era una niña pequeña, y le había parecido una experiencia aterradora. Para empeorar las cosas, había estado sola, sin ningún adulto al que agarrarse durante aquellas espantosas dos horas.
Mientras Joe continuaba con sus estudios, convirtiéndose finalmente en comandante de vuelo, ella nunca le había hablado de su miedo. Sabía que se trataba de una fobia absurda e irracional, y le había dado vergüenza confesárselo a Joe, que surcaba cada día los cielos sin ninguna ansiedad.
Cuando él y dos de sus compañeros compraron la avioneta, Joe se había ofrecido a llevarla en alguna ocasión. _______ siempre encontró una excusa para no ir.
Además, la voz de Joe le había sonado insegura, temblorosa, y a ella le había empezado a latir con fuerza el corazón en cuanto había descolgado el teléfono. Y le había dicho que sí. Se había comprometido a volar con él, y no en un avión gigante con veinte personas de tripulación y cientos de pasajeros. No, iba a volar metida en una cabina pequeña con apenas espacio para un solo pasajero.
_______ se levantó con las piernas temblorosas y buscó en la parte superior de su estantería un libro en concreto. Luego volvió a sentarse en el escritorio, apartando los papeles y cuadernos que había encima para hacerle sitio a aquel amplio volumen. Exhaló un suspiro y abrió la primera página.
Autohipnosis para principiantes.
Al parecer, la auto hipnosis no funcionaba.
_______ se sentó en la avioneta de Joe sin apenas respirar. Notó que se le ponían tensos músculos que ni siquiera sabía que tenía debido a la insoportable tensión a la que los estaba sometiendo su aterrorizado cuerpo. Tragó saliva y trató de no fijar la vista en ningún punto para no mirar por la ventanilla. El suelo estaba todavía solo a unos pocos metros, la altura del avión, pero aquello era solo el principio.
— Muy bien —exclamó Joe alborozado— . Listos para partir.
Encendió el motor, y el corazón de _______ se aceleró de tal manera que le resultó imposible contar los latidos. Comenzó a repasar mentalmente las estadísticas sobre seguridad aeronáutica para tranquilizarse. Luego forzó los músculos de la cara en una sonrisa, recordándose una y otra vez que era absurdo tener miedo a volar.
Joe le dirigió una última sonrisa antes de concentrarse en los mandos y en la comunicación con la torre de control. El quería compartir aquella experiencia con ella, mostrarle la magia de volar de la que tantas veces le había hablado. Y ella vencería su miedo por él. Por supuesto que lo haría.
Y de pronto, comenzaron a elevarse sobre el suelo. _______ sintió que no podía respirar. El cielo azul, las nubes blancas, el verde del campo a cien metros del suelo, y subiendo cada vez más... Abrió la boca en un intento desesperado de respirar o de gritar, sin saber a ciencia cierta cuál de las dos acciones era más importante.
Pero dio igual, porque entonces el mundo se sumió en una profunda oscuridad.
Ya estaban arriba. Joe soltó una carcajada mientras miraba a ambos lados, pero se le cortó la risa ante lo que vio.
_______ estaba inclinada sobre su asiento, sujeta únicamente por el cinturón de seguridad.
— ¡_______! —gritó mientras un escalofrío le recorría la espina dorsal.
No hubo respuesta. La cabeza de su amiga estaba inclinada hacia él, con el rostro extremadamente pálido y los labios entreabiertos. Con el corazón en un puño, Joe puso el piloto automático y se acercó a ella para buscarle el pulso. Aguantó la respiración antes de suspirar aliviado. Sus constantes vitales estaban bien. Tenía el pulso regular y respiraba con normalidad. ¿Qué le habría sucedido? Mientras se estrujaba el cerebro en busca de una explicación, Joe tomó de nuevo los mandos del avión y cambió de rumbo, enfilando de vuelta al aeropuerto. _______ no se movió ni un ápice mientras él pedía permiso para aterrizar. Le pareció que transcurría una eternidad mientras esperaba para tomar tierra. Ningún aterrizaje de su vida, ni siquiera el primero que hizo, le había proporcionado tanto alivio.
Joe desabrochó a toda prisa el cinturón de _______ y la sacó del avión, agarrando de paso el botiquín de primeros auxilios.
— _______ —repitió tirándole de los mofletes. Se sentía como un inútil. ¿Ya nadie utilizaba sales para los desmayos? ¿Abría algún producto parecido en el botiquín? Joe rebuscó en el interior y encontró algo que al menos olía fatal, y lo colocó bajo la nariz de _______.
El nudo que Joe tenía en el estómago se aflojó algo cuando su amiga parpadeó varias veces antes de abrir completamente los ojos. Aquella primera mirada llena de confusión hizo que la verdad cayera sobre él como un mazazo.
La amaba. Completa y profundamente, con toda la intensidad con la que un hombre podía amar a una mujer. ¿Cómo podía haber confundido aquel amor con una amistad, con un cariño de hermanos?
La mirada desconcertada de _______ lo devolvió a la realidad. Una realidad distinta, con el futuro apuntando de pronto hacia una dirección muy concreta. Pero el hecho era que _______ no se encontraba bien, se había desmayado, y no sabía por qué.
—¿Qué ha pasado? —preguntó ella mirando alrededor—. ¿Y por qué me estás poniendo desinfectante debajo de la nariz?
—Buena pregunta —respondió Joe con una mueca mientras la llevaba en brazos hacia la salida de la pista—. Has perdido el conocimiento, eso es lo que ha pasado.
—¿Me he desmayado? —susurró ella antes de hundir la cabeza en el pecho de Joe— ¡Qué vergüenza! Lo siento, Joe. Pero déjame en el suelo. Puedo andar perfectamente.
—No puedes. Guarda tus energías. Vamos a ir a urgencias.
—¿Para qué? —exclamó _______—. No necesito un médico. Estoy bien. Me he desmayado, eso es todo.
—La gente no pierde el conocimiento así porque sí —aseguró él mientras la depositaba suavemente en el coche y se sentaba a su lado.
—No me pasa nada, Joe. Me he desmayado porque... porque tengo miedo a volar—confesó sin atreverse a mirarlo a la cara—. Más que miedo, terror.
—¿Por qué no me lo habías dicho antes? repreguntó Joe, estupefacto—. Llevo años y años pilotando aviones, y nunca me dijiste que tuvieras miedo a volar.
—No me pareció algo relevante —murmuró _______.
—¿Que no te pareció relevante? —espetó Joe—. Bueno, pues si no lo era, desde luego se convirtió en relevante en el momento en que decidiste subir a un avión conmigo.
—Pensé que podía superarlo —se defendió ella con voz temblorosa—. No quería que pensaras que soy una cobarde.
Joe la atrajo hacia sí y la abrazó. _______ hundió la nariz contra su pecho. Le gustaba cómo olía.
—Por el amor de Dios, _______ —murmuró él besándola en la frente—. Ya sé que no eres una cobarde. Me los has demostrado durante toda tu vida. Y encima llegas hoy, te colocas en aquel asiento a mi lado y dejas que te eleve por los aires.
Eso es heroico.
Era maravilloso escuchar aquello. _______ levantó la vista y vio la preocupación reflejada en los ojos de Joe. Le pareció lo más natural del mundo levantar las manos y acariciarle las mejillas después de apartarle el pelo de la frente. Y también colocar los dedos detrás de su cuello para bajarle la cabeza hasta ponerlo a su altura y besarlo. _______ sonrió cuando sus labios se unieron, y se olvidó de todas las técnicas y los métodos mientras el aroma de Joe, su contacto y su presencia lo llenaban todo. Quería seguir besándolo para siempre, pero se apartó de él con suavidad.
—Joe.
—¿Sí?
—Me encanta besarte.
—Lo mismo digo —respondió él con una sonrisa.
—Quiero dormir contigo —dijo _______ entonces acariciándole la mejilla.
Durante un instante, Joe se quedó sin respiración. Luego compuso una mueca de guasa, aunque ningún rincón de su cuerpo reaccionó con humor ante las palabras de _______.
—Supongo que no te refieres a ocupar esta no che mi sofá...
—No —contestó ella sacudiendo la cabeza—. Quiero dormir en tu cama.
—Vale. Y supongo que no quieres que sea yo el que duerma en el sofá, tampoco...
—¡Joe! —exclamó _______ golpeándolo suave mente con los puños en el hombro—. ¡No me importa dónde duermas tú o dónde duerma yo, siempre y cuando durmamos juntos! Y no tengo intención de dormir solamente...
Joe dudó unos instantes. Se sentía confuso e inseguro. Todo le parecía nuevo y frágil, incluida _______. ¿Estaría segura de lo que hacía?
_______ lo miró a los ojos, y de pronto todo le resultó muy sencillo. Ella lo amaba. Era obvio. ¿Por qué no se habría dado cuenta antes? Joe inclinó la cabeza y la besó suavemente en los labios hasta que ella le echó los brazos al cuello y correspondió a su beso con avidez.
Cuando levantó la cara, estaba sonrojada.
—¿Nos vamos? —preguntó sonriendo mientras se abrochaba el cinturón de seguridad.
—Claro —contestó Joe arrancando el coche y enfilando hacia la salida—. ¿Dónde vamos?
—A la cama, por supuesto —respondió ella con una sonrisa.
sofiii1
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
sofi no se vale... 3 de 2 cap estaban repetidos......
y la rayis no puedo creer lo q le dijo...siguela..
y la rayis no puedo creer lo q le dijo...siguela..
jonatic&diectioner
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
sii es evrdad
se repitieron dos capitulos
entonces noos debes
dos
se repitieron dos capitulos
entonces noos debes
dos
andreita
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
Perdon chicas , no me habia dado cuenta que ya lo habia subido jejej bueno aca le dejo 2 que les debia y uno mas por que no se si vo a poder subir en estos dias por que tengo que rendir materias....AVISO AHORA EL 23 ME VOY DE VACACIONES Y VUELVO EL 1 PERO ANTES LES DEJO MARATON CHAUU LAS QUIERO
Capítulo 7
DURANTE el trayecto de regreso a casa, Joe sintió alternativamente punzadas de deseo puro y duro y de pánico. _______ no ayudaba mucho con su retahíla de preguntas y comentarios sobre cualquier posible acto que pudieran realizar aquella noche, analizándolos con su mente científica. Cuando le preguntó si estaban en su casa sus manuales de sexo, Joe estalló.
—¡Basta, _______! —dijo ante la sorpresa de ella—. No estarás pensando en llevarte esta vez esos libros a la cama, ¿verdad?
—De acuerdo, no lo haré —prometió ella soltando una carcajada—. Pero tendrás que ser más generoso con la información que la última vez. Joe soltó un gruñido. Si conseguía controlar los nervios, sabía que podía ser muy divertido enseñar a _______. Si era como con todas las demás cosas que le había enseñado a lo largo de los años, él acabaría aprendiendo más cosas que ella. _______ era una alumna muy rápida.
Cuando llegaron a casa, la que estaba más nerviosa era ella. Como le ocurría siempre cuando algo le provocaba ansiedad, _______ se enfrentó a ello directamente y con decisión. Joe apenas había tenido tiempo de quitarse la chaqueta cuando ella ya lo estaba llevando al dormitorio.
—Pero cálmate... —dijo él con una sonrisa mientras le sujetaba las manos para evitar que siguiera quitándose la ropa—. Tranquila, _______. No estamos en una carrera.
—Quiero acabar cuanto antes con la primera vez —aseguró ella con el ceño fruncido—. Ya sabes, porque puede doler y todo eso. Cuanto antes acabemos, antes podremos empezar a pasarlo bien con la segunda ronda.
Sin soltarle las manos, Joe quitó la colcha, colocó a _______ sobre la cama y comenzó a besarla suavemente. Cuando le dejó las muñecas libres, ella le echó los brazos al cuello en lugar de quitarle la ropa a toda prisa para «acabar cuanto antes».
Las manos de Joe se deslizaron sobre su rostro y sobre su cabello. Sentía como si le hubieran abierto la puerta de la jaula y fuera por fin libre para acariciarla y demostrarle lo que sentía.
_______ estaba en otra dimensión, viviendo un delirio de placer. Le daba la impresión de no tener bastante con hundir las manos en su pelo, con besarle la cara. Entonces se colocó encima de él, y, sin dejar de besarlo, comenzó a desabrocharle los botones de la camisa. Joe hizo lo mismo con ella, y mientras le acariciaba los brazos desnudos, ella se las arregló para quitarse los pantalones. Estaba ya medio desnuda, y a juzgar por la velocidad con la que _______ lo estaba desnudando, él también lo estaría en cuestión de segundos.
Joe tenía la camisa desabrochada, y cuando ella se incorporó ligeramente para explorarle el torso con las manos, sus pechos cayeron con naturalidad sobre las manos de Joe, acoplándose en ellas a la perfección. Cuando aún no había tenido tiempo de asimilar aquel contacto, _______ le quitó los pantalones de un tirón y se colocó encima de él.
Joe sintió como si de pronto lo hubieran colocado en la vía del tren, con un expreso circulando a toda velocidad en su dirección. No era así como tenía planeado que sucedieran las cosas. Se suponía que tenían que tomárselo con calma, y no intentar batir el récord del año.
—Venga —dijo de pronto levantándose y ayudándola a incorporarse—. Vamos a bañarnos.
— ¿A bañarnos? ¿Juntos? —preguntó _______ desconcertada mientras Joe la guiaba fuera de la habitación.
Una vez en el baño, comenzó a llenar la bañera y añadió unas gotas de gel de vainilla al agua caliente. _______ se metió dentro muy despacio, y trató de esconderse bajo la espuma. Pero no lo consiguió. Las puntas rosadas de sus pezones eran lo suficientemente visibles como para que Joe no pudiera apartar la vista de ellos. Para evitarlo, fue a buscar un par de toallas limpias al armario y cuando regresó, se sacó la camisa desabrochada y comenzó a bajarse los pantalones, pero una mano se lo impidió.
—No vas... no irás a entrar, ¿verdad?
Joe se detuvo. _______ tenía los ojos abiertos de par en par y parecía asustada. Por primera vez, se estaba comportando como una virgen. Sin contestar a su pregunta, Joe la besó en la mano, terminó de quitarse los pantalones y entró en la bañera.
—Ven aquí —susurró él besándola en la punta de la nariz y atrayéndola hacia sí.
Pero ella chapoteó en el agua, formando una barrera de espuma para protegerse los pechos.
—Estabas yendo demasiado rápido antes —aseguró Joe con dulzura—. Si quieres que sea tu maestro, tal vez sería buena idea que empezaras a escucharme de una vez.
Y dicho aquello, Joe avanzó lentamente hacia ella hasta que pudo rodearle la cintura con sus brazos y atraerla hacia sí. _______ comenzó a responder enseguida a sus besos, y Joe se dio cuenta de que estaba empezando a tranquilizarse. Comenzó entonces a recorrerle el cuerpo mojado con sus caricias, encantado de comprobar que su estado de nervios iba dando paso a otro de placer. Concentrado en _______, Joe trató de controlar su propio deseo, que se acrecentaba al sentir cómo ella respondía con naturalidad a sus caricias.
Y cuando sintió el cuerpo de _______ temblar sobre el suyo, se dio cuenta de que la bañera se les había quedado pequeña.
—Vamos a mojar las sábanas — susurró ella cuando Joe la puso encima de la cama.
—Menudo problema —contestó él con ironía mientras se colocaba sobre ella y comenzaba a besarla en la frente primero y hacia abajo después.
Se entretuvo secándole los pechos con sus besos, y cuando ella le enredó las piernas alrededor de la cintura, Joe sintió un escalofrío de placer.
—Joe... —susurró _______ con sensualidad mientras él se las arreglaba para sacar un preservativo de la mesilla de noche.
—Déjame a mí —dijo entonces ella arrebatándole el paquete de las manos.
El rubor sexual que había cubierto su rostro hasta aquel momento, fue remplazado al instante por una mirada de determinación.
—Sé cómo hacerlo. He practicado con un pepino.
—¿Con un pepino? —musitó Joe entre dientes mientras ella comenzaba a poner en práctica sus conocimientos—. Creía que lo habitual era ensayar con un plátano.
—Eso hice en un principio. Pero Lisa me dijo que en tu caso un plátano normal no sería suficiente.
Joe se dijo a sí mismo que tenía que pedir que trasladaran a su compañera de tripulación. Era una lástima que todavía no hubiera destinos en Saturno, pero Groenlandia o la Antártida podrían ser una opción.
_______ se puso de rodillas mientras continuaba con su trabajo.
—Creo que es más grande que un pepino de tamaño medio —dijo muy seria.
Joe dejó escapar un gruñido y la colocó de una maniobra rápida debajo de él. Otro jarro más de agua fría, y _______ seguiría siendo virgen al menos una noche más, por no decir indefinidamente.
—Estoy pensando en algo muy, muy perverso, _______. ¿Te sientes aventurera?
—¿Perverso? De acuerdo. ¿De qué se trata? —preguntó ella con las pupilas dilatadas mientras dejaba volar su imaginación—. ¿Quieres atarme? ¿Azotarme? ¿Que te azote yo?
—Casi —aseguró Joe mientras le besaba los pechos una y otra vez hasta sentir su cuerpo derretido bajo el suyo—. Quiero que apartemos a Lisa y a su calenturienta imaginación de nuestra cama durante el resto de la noche. ¿Crees que seremos capaces de conseguirlo?
_______ le hundió las manos en el pelo, mientras todo su cuerpo temblaba al pensar en el placer que Joe podría proporcionarle.
—De acuerdo —dijo casi sin respiración.
El silencio posterior duró apenas tres segundos. Joe sintió que la boca de _______ se entreabría sobre su hombro, y se preparó para la retahíla.
—Guau —murmuró ella—. Lisa tenía razón.
Sintiéndose indulgente, cansado, y muy enamorado, Joe la estrechó contra sí y la besó en la frente. Al menos Lisa había permanecido apartada de la cama durante... bueno, había perdido la noción del tiempo, pero había pasado bastante rato.
—¿En qué tenía razón?
—Respecto a ti. Dijo que seguro que eras un amante increíble.
—¿Qué?
Para su rabia, Joe sintió que se ponía colorado. ¿Es que acaso sus compañeros de trabajo puntuaban sus aptitudes como amante? ¿Se estarían celebrando reuniones sobre su capacidad sexual, organizadas por su compañía aérea, y él no se había enterado?
—Bueno, sus palabras exactas fueron que seguro que serías pura dinamita en la cama —aseguró _______ con una sonrisa inconfundible de mujer satisfecha—. Y tenía razón —añadió en un gemido mimoso.
Joe se puso a mirar el techo. Mujeres. Eran una especie aparte.
—Por mucho que agradezca el cumplido, confío en que no intentes contarle a Lisa todos los detalles.
— Claro que no —respondió _______, bostezando—. Solo le diré que tenía razón.
—Estupendo —le comentó Joe al techo con un toque de sarcasmo.
Pero _______ no lo escuchó. Se había quedado dormida.
Joe estuvo a punto de llegar tarde a su vuelo a la mañana siguiente. No porque se hubiera quedado dormido, sino porque había perdido el sentido del tiempo mirando a _______ dormir. Se le dibujaba un ligero ceño entre los ojos, como si estuviera concentrada en sueños. Le había dicho muchas veces que era de sueño profundo, y Joe dudaba entre despertarla con un beso de despedida o dejarla seguir descansando. Finalmente optó por la segunda opción, pero no se privó de acariciarle el cabello y besarla en la frente, deseando que aquel gesto se infiltrara en sus sueños. Joe agarró una libreta que tenía en la mesilla de noche y le escribió una nota breve que dejó sobre la almohada. Besó su rostro dormido una vez más y luego se marchó a toda prisa antes de sucumbir a la tentación de quedarse con ella. ¿Cómo lo recibiría _______ a su regreso? ¿Con timidez, con pasión, con alegría, con arrepentimiento...?
Todavía no le había dicho que la quería, y Joe se detuvo un instante en la puerta para dirigirle una última mirada. No le parecía bien marcharse sin decírselo, sin dejarla al menos con esa tranquilidad en el caso de que le surgieran remordimientos. Pero se lo diría en cuanto regresara.
Joe no estaba muy seguro de por qué no había pronunciado aquellas palabras la noche anterior.
Había pensado que no eran necesarias si se demostraba el amor de otras maneras. Joe sonrió mientras bajaba de dos en dos las escaleras. Ella también lo quería. Estaba casi seguro de ello.
Dos horas más tarde, Joe seguía sonriendo mientras su avión estaba en ruta. Le pasó las riendas a Karen y se dirigió al final del aparato para tomar una taza de café con Lisa, saludando a varios pasajeros en su camino.
Lisa lo recibió con una misteriosa sonrisa mientras le tendía una taza de café bien cargado.
—Esta mañana pareces cansado, comandante. ¿No has dormido bien? —preguntó con un tono inocente que contrastaba con el brillo maligno de sus ojos—. ¿Lo pasasteis bien _______ y tú anoche?
—La verdad es que sí —aseguró Joe apoyándose sobre la pared y recordando el asunto de los plátanos y los pepinos—. Por cierto, hablamos de ti varias veces. _______ me contó tu interés en la industria frutera, y también en la de explosivos.
—¿Mi qué?
Joe levantó la taza de plástico y se la llevó a la boca. Poco a poco, el rostro de Lisa fue adquiriendo una tonalidad cercana a las cerezas cuando comprendió el significado de sus palabras. Por una vez, parecía que se había quedado sin habla.
Complacido, Joe le guiñó un ojo antes de volver sobre sus pasos y regresar a la cabina. Karen lo miró con extrañeza al observar la extraña mueca de felicidad que tenía en el rostro. Tratando de disimular, Joe se inclinó hacia delante y contempló el siempre inalcanzable horizonte, como si quisiera que el avión fuera más rápido. Solo tenía que atravesar aquel océano, llegar hasta Inglaterra y regresar, y estaría de nuevo en casa con _______.
_______. Joe saboreó su nombre, y se sintió ridículamente feliz.
Ella era lo mejor que le había pasado nunca.
Capítulo 8
ELLA era lo peor que le había pasado nunca a Joe. _______ recorrió arriba y abajo el dormitorio de su amigo, envuelta en la sábana que los había acogido la noche anterior. Tenía en la mano la nota que él había dejado sobre la almohada. Al leerla, se le había dibujado en el rostro una sonrisa beatífica, pero un segundo después, había sido remplazada por una expresión de pánico que no tenía intención de marcharse.
Con amor, Joe.
La firma era clara y firme. El mensaje de arriba, corto pero tierno: Te echaré de menos. Pensaré en ti. Hasta el jueves. Con amor, Joe.
¿A qué se refería? ¿Amor del tipo: «Te amo», o del tipo «qué bien me caes»? Era una fórmula de despedida frecuente, y ella misma la había utilizado a menudo. Pero aquellas palabras escritas de la mano de Joe le estaban derritiendo el cerebro, ya de por sí bastante ablandado por el amor.
Joe le había escrito muchas notas a lo largo de los años, normalmente como respuesta a los mensajes que ella le dejaba en el buzón cuando él se marchaba de viaje. _______ estaba casi segura de que nunca antes se había despedido en ellas de aquella manera. Solía poner: «Salud, te veré más tarde, hasta pronto, pórtate bien», pero nunca «Con amor». Nunca hasta ahora.
_______ dejó de caminar y se echó sobre el lado de la cama que ya consideraba «el lado de Joe». ¿Por qué las personas no podían ser como los ordenadores? El único sistemas lógico para aquellas máquinas era el binario. Encendido o apagado. Amor o no amor, y no aquellos rodeos.
_______ se puso boca abajo y golpeó la almohada con los nudillos. Tenía ganas de gritar de rabia, y eso fue lo que hizo. Sus propios gritos la dejaron desconcertada. No estaba acostumbrada a exteriorizar su frustración de aquel modo. Solía analizarla, trabajar en ella y acabar por deshacerla, disfrutando en el proceso. Pero hasta entonces, sus frustraciones no habían tenido nada que ver con aquellas emociones confusas, mareantes y cálidas que le estaban oprimiendo el corazón. Pero ella podría lidiar con aquello. A lo que no podía enfrentarse era a que Joe sintiera lo mismo.
_______ exhaló un profundo suspiro. A medida que transcurrían los segundos, su pánico no hacía más que aumentar. Tenía que vestirse y salir de allí. Pensaría mejor vestida y en su propia casa, lejos de la cama en la que ella y Joe habían hecho el amor y habían dormido refugiados el uno en los brazos del otro.
Tras echar un último vistazo a la nota, _______ la dobló y la guardó en la palma de la mano mientras se quitaba la sábana para comenzar a buscar su ropa. La encontró doblada sobre la silla, pero desde luego no era allí donde ella la había dejado la noche anterior. Joe había sacado tiempo aquella mañana para ordenársela. _______ se puso la ropa interior sin querer analizar las lágrimas que le resbalaban por las mejillas al pensar en aquel detalle. No soltó la nota en ningún momento mientras se vestía. Tenerla en la palma era como estrechar la mano de Joe.
Estrechar la mano de Joe. _______ comenzó a moverse con más lentitud al recordar las horas pasadas. Había hecho el amor con Joe. Sintió como todo su interior se estremecía con los recuerdos recientes. Joe la había sonreído con infinita ternura cuando sus cuerpos se habían unido por primera vez. Había sido tan cuidadoso, tan generoso... La había acariciado como si ella fuera algo infinitamente valioso, abrazándola como si quisiera protegerla de todos los males del mundo.
_______ había conseguido muchos logros en su corta vida, pero nunca se había sentido tan orgullosa como cuando Joe perdió el control entre sus brazos, con el corazón acelerado y el cuerpo tembloroso mientras ella lo acariciaba.
Había sido sin duda una noche llena de magia. _______ bajó las escaleras como si flotara, hasta que cayó en la cuenta de que aquello era un desastre. Puede que hubiera sido una noche mágica, pero aun así era un desastre. Sacudió la cabeza y atravesó el jardín hasta la valla de su propia casa. Su madre estaba arreglando un jarrón con flores frescas que acababa de cortar, y ni siquiera pestañeó cuando _______ entró por la puerta de atrás directamente desde casa de Joe. Después de todo, su hija había pasado allí muchas noches durante toda su vida.
—Buenos días, cariño. ¿Lo pasaste bien con Joe anoche?
—Sí —contestó _______ dejándose caer sobre una de las sillas de la cocina.
El mundo, parecía haber cambiado de órbita. Tenía la impresión de que todo era distinto. Incluso su madre parecía diferente allí de pie con las flores, tarareando una melodía que sonaba en la radio.
—¿Hicisteis algo divertido?
—Sí —contestó _______ sin dudarlo —. Nos acostamos juntos.
Su madre la miró entonces fijamente, y sus ojos se encontraron durante un instante. _______ leyó la sorpresa en ellos, y supo que no era debida a que ella y Joe se hubieran acostado, sino al hecho de que su hija le hubiera hecho una confidencia personal.
Su madre desvió la vista al instante y tosió para ganar tiempo.
—Ya veo... en ese caso, me alegro de que haya sido divertido —dijo concentrando su atención en las flores—. ¿Ha sido tu primera vez? —concluyó tras dudarlo unos segundos.
_______ asintió con la cabeza mientras se servía un cuenco de cereales.
—Creo que está enamorado de mí —murmuró mientras vertía la leche y comenzaba a llevarse a la boca cucharadas de cereal.
Su madre dejó por fin el jarrón de flores y se sentó a su lado en la mesa con las manos juntas.
—¿Y tú? ¿Estás enamorada de él?
_______ asintió con la cabeza.
—Eso es maravilloso, querida —replicó su madre con una sonrisa—. Siempre habéis estado muy bien juntos.
—No —protestó ella apartando el cuenco de cereales—. ¿Es que no lo ves? No funcionará. Se sentiría avergonzado de mí, y no le causaría más que problemas. Ya se los causo siendo nada más que una amiga, y es mejor que sigamos así.
—Si eso es lo que crees, cariño, seguro que tú lo sabrás mejor que nadie —contestó su madre tras guardar silencio unos minutos.
_______ sintió deseos de gritar de frustración por segunda vez aquel día, pero se contuvo y en su lugar aspiró con fuerza el aire. Ya que estaban teniendo la primera conversación de madre e hija de toda su vida, lo mejor sería que la aprovechara.
— Mamá... respecto a mi inteligencia... es como un coche, rápida y poderosa, pero eso no significa que vaya siempre en la dirección correcta. Puede que yo sea la conductora, pero sigo necesitando un plano.
La confusión se reflejaba en el rostro de su madre, que la miraba sorprendida.
—¿No lo entiendes, mamá? Puede que yo sea capaz de resolver problemas complicados y de pensar rápido, pero necesito consejo. Mi cerebro no sabe automáticamente qué está bien y qué está mal, qué es lo que funciona y lo que no —continuó _______ haciendo crujir los dedos de una mano—. Desde que era una niña, siempre que he dicho mi opinión, inmediatamente dabas por sentado que yo tendría razón... así que dejé de contar contigo, y empecé a apoyarme en Joe.
Para sorpresa de _______, su madre parecía comenzar a entender poco á poco lo que estaba tratando de explicarle. Se mantuvo en silencio durante unos instantes con la mirada perdida, hasta que finalmente extendió la mano para tomar la de su hija.
—Ni tu padre ni yo fuimos nunca buenos estudiantes, _______. Siempre nos hemos preguntado de dónde habría salido ese don tuyo. Supongo que nos intimidó desde el principio —dijo dando un suspiro antes de continuar—. Sé a lo que te refieres, hija. Nunca te tratamos como a una niña que nos necesitara. Parecías estar tan por encima de nosotros, tan fuera de nuestro alcance, con todos aquellos conocimientos sobre cosas de las que ni siquiera habíamos oído hablar...
—Exacto, mamá. Y lo dejasteis todo en manos de Joe —replicó _______ con los dientes apretados.
En aquellos momentos le dolía incluso pronunciar su nombre.
—Él era solo un niño también —continuó—. Y se convirtió en la única persona con la que yo podía contar, la única que me guiaba. Por Dios, mamá, ¿tú sabes quién me habló sobre la menstruación?
—No —contestó su madre sacudiendo la cabeza—. Siento no haberte hablado de ello jamás. Nunca me preguntaste nada, y di por hecho que ya lo sabías todo gracias a tus libros. Lo siento, cariño. Supongo que los manuales médicos no pueden sustituir el consejo de una madre. ¿Quién te habló de ello? ¿Alguna profesora? ¿Alguna compañera de colegio?
—No, mamá. Fue Joe —contestó _______ con lágrimas en los ojos.
—¿Joe?
—Sí. Joe —repitió ella tratando inútilmente de tragarse el nudo que se le había formado en la garganta—. Él tenía dieciséis años. ¿Cuántos chicos de esa edad conoces que dediquen su tiempo a enseñarle a una niña de doce libros sobre anatomía femenina? —continuó _______ sonriendo con tristeza—. Incluso fue él quien me proporcionó mis primeras compresas. A mí me daba vergüenza comprarlas, y tú solo tenías tampones en casa. Él se las robó a su madre para mí.
_______ suspiró profundamente mientras sentía cómo su corazón se llenaba de amor por Joe. Él siempre había estado allí, en cualquier momento y en cualquier situación. No podía permitir que siguiera sacrificándose por ella.
—¿Y ahora? —preguntó su madre con suavidad?—. ¿Qué pasa ahora contigo y con Joe?
—Yo solo sería un problema para él —contestó _______, regresando de golpe al presente.
—Tal vez a Joe le guste ese tipo de problema, cielo —replicó su madre colocándole un mechón de pelo detrás de la oreja en gesto maternal—. Ya es todo un hombre, _______. No le dejes fuera. No tomes una decisión tan importante por él.
_______ miró a su madre fijamente. De acuerdo, ella quería que dijera algo diferente a su ya clásico, «sí, cariño, tienes razón», pero se suponía que tenía que ponerse de su parte. Se s uponía que su madre tenía que entender que no podía seguir permitiendo que Joe se sacrificara por ella. Se suponía que su madre...
_______ dejó caer la cabeza sobre la mesa y permitió que su madre le acariciara el cabello.
Se suponía que su madre tenía que haberle dicho: «sí, cariño, tienes razón».
_______ no avanzó mucho en el trabajo aquel día. Estaba desplomada sobre el escritorio, observando fijamente el artículo que llevaba intentando leer toda la mañana, pero las palabras no llegaban a su cerebro. Solo distinguía unos caracteres negros sobre fondo blanco, que lo mismo podrían haber estado escritos en árabe.
—¿_______? —la llamó William golpeando con los nudillos la puerta abierta de su despacho con expresión entusiasmada—. Tienes que venir a ver esto.
Encantada con la interrupción, _______ se puso de pie y lo siguió hasta el laboratorio.
—La chimpancé hembra acaba de llegar esta mañana —explicó William—, y resulta que es una vieja amiga de Cosine. Estaba encantado de volver a verla. Es algo increíble.
Lo era. Los dos chimpancés no dejaban de abrazarse, ni de intercambiar historias en idioma chimpancé, completamente ajenos a los observadores humanos.
—Ella se llama Sine, y ambos han pasado la mayor parte de sus vidas juntos. Solo se separaron cuando Cosine vino aquí —comentó William con una sonrisa casi paternal—. Está claro que ninguno de los dos había olvidado al otro.
—Están enamorados —aseguró _______ con firmeza viendo como ambos animales se hacían carantoñas.
—Supongo que sabes de lo que hablas —contestó William mirándola con aire enigmático.
Tras permanecer un rato observando a los monos, _______ regresó a su despacho sintiéndose casi mareada, y se dejó caer sobre el sillón, adoptando la posición fetal. Aquello había sido un tremendo error. Soltó un gemido y comenzó a golpearse la cabeza contra las rodillas. Por supuesto que Joe la amaba. Así tenía que ser. Hacer el amor con él había sido muy egoísta de su parte. ¿Acaso pensaba que Joe haría una cosa así sin sentir algo muy profundo por ella?
Se había comportado como una auténtica estúpida. Joe iba a marcharse, y aquello sería el fin de cualquier relación romántica entre ellos. Así tendría que ser, por mucho que Lisa dijera lo contrario. Las cosas se habían complicado mucho. Joe no querría marcharse. Seguro que estaría fantaseando sobre su futuro juntos, planeando un sinfín de cosas que nunca ocurrirían.
_______ se mordió el puño, una costumbre nerviosa que mantenía desde la infancia y de la que no había logrado desprenderse completamente. Tenía tres días para decidir qué iba a hacer. Tres días antes de que Joe regresara y tuviera que enfrentarse cara a cara con él.
Tres días para encontrar la manera de salvarlo de sí mismo.
Capítulo 9
JOE entró directamente en casa de _______ en cuanto llegó, sin preocuparse siquiera de cambiarse antes de ropa. Quería verla. Necesitaba ver a _______. Necesitaba reafirmar lo que había pasado entre ellos, para convencerse de que no había sido solo un sueño.
Ellen le dio la bienvenida desde la puerta. A juzgar por su sonrisa, estaba claro que sabía que ocurría algo entre él y _______. Y que no le parecía mal.
— Hola, Joe. ¿Vienes directamente del aeropuerto?
—Hola, Ellen —contestó él con una amplia sonrisa, sin ningún interés en fingir ante su posible futura suegra—. No puedo esperar para ver a _______.
—De acuerdo —contestó ella mirando hacia las escaleras y deteniéndolo con una mano cuando él hizo amago se dirigirse a ellas—. Espera un momento, Joe.
Sorprendido, Joe esperó. La madre de _______ había sido en su vida una figura amigable pero distante. No recordaba haber mantenido nunca ninguna conversación con ella, aparte de los saludos típicos de cortesía. Pero estaba claro que Ellen tenía algo más en mente en aquel momento.
—¿Le ocurre algo a _______? —preguntó, inquieto.
—Digamos que sí —contestó Ellen frotándose nerviosamente las manos sin apartar la vista de las escaleras—. Siempre he tratado de no interferir en su vida, Joe, y ahora empiezo a darme cuenta de que ha sido un error. Tal vez no sea este el momento más adecuado para convertirme en una madre meticona, pero... _______ me ha contado lo que pasó entre vosotros.
Joe no pudo seguir mirándola a los ojos. Deseaba de todo corazón que _______ no hubiera entrado en detalles. Se sintió un tanto avergonzado. _______ tenía la facultad de hacerlo sentir como si aún fuera un chico de quince años.
—Creo que es maravilloso, Joe. Ella te quiere. Me lo ha dicho —aseguró Ellen poniéndole la mano sobre el brazo—. Pero tiene unas ideas muy extrañas. Va a intentar apartarte de su lado. Tú has sido un buen amigo para ella todo este tiempo. No dejes que te eche.
—Nunca —le aseguró Joe mientras la preocupación comenzaba a hacerse fuerte en su estómago.
¿En qué estaría pensando _______? ¿No podría utilizar su extraordinario cerebro en estudiar Física Nuclear o algo por el estilo, y dejar tranquilo aquel amor? Algunas cosas no necesitaban análisis.
El nudo que se le había formado en el estómago se aflojó un poco cuando analizó la primera parte de lo que Ellen le había dicho. _______ lo amaba. Puede que estuviera maquinando algún plan diabólico, pero lo amaba. Todo saldría bien.
Guiado por un impulso, Joe besó a Ellen en la mejilla y subió las escaleras en dirección del cuarto de _______. Quería abrazarla y besarla para que se olvidara de sus tonterías. Joe apenas había dormido en las últimas noches, metido en una habitación de hotel al otro lado del mundo. Aunque solo habían pasado una noche juntos, la cama le parecía fría y vacía sin tener a _______ entre sus brazos. La había echado terriblemente de menos.
Joe comenzó a andar más despacio a medida que se acercaba a su habitación. La puerta estaba abierta, y _______ estaba sentada en su escritorio, frente a una pequeña montaña de papeles y libros. Estaba de espaldas a Joe, y una cascada de rizos negros y rebeldes le caía por los hombros. Joe se detuvo un instante para observarla. Tenía la cabeza algo inclinada, así que pudo observar su perfil, con una ceja ligeramente curvada mientras se concentraba en su lectura con un bolígrafo entre los dientes. A pesar de todo el ruido que había hecho al subir las escaleras, ella no se había dado cuenta de su llegada.
Así era _______, pensó Joe con afecto. Podía apagar el resto del mundo y concentrarse únicamente en el universo que tenía dentro de su cabeza. Joe cerró la puerta con cuidado, como medida de precaución en caso de que pasara algo no apto para todos los públicos. Joe la abrazó por detrás y la besó en el cuello, hundiendo la cara en el dulce aroma de su cabello.
—¿Me has echado de menos? —susurró saboreando su contacto antes de darse cuenta de que no había respuesta por parte de _______ a sus caricias.
Joe abrió la boca para preguntar qué le ocurría, pero volvió a cerrarla al instante. Haría como si no hubiera notado nada, y tal vez ella lo dejara pasar. Si tan solo pudiera llegar a la boca de _______... Joe le acercó los labios, pero ella torció la cara. Lo intentó entonces por el otro lado, pero _______ volvió a girar el rostro.
Muy bien. No podía alcanzar su boca, pero había muchos otros rincones interesantes. Podía empezar, por ejemplo, por besarla en el cuello. Joe abrió la boca y le clavó suavemente los dientes en la piel. _______ sabía de maravilla. Sintió que a ella la sacudía un escalofrío y sonrió, dando por acabado su dulce mordisco. Se colocó entre _______ y el escritorio para mirarla de frente, y cayó en la cuenta de que seguramente estaría sonriendo embobado.
Pero _______ no sonreía. Personalmente, Joe pensaba que él era un sustituto perfecto a aquella pila de libros polvorientos que ocupaban su lugar un segundo antes, pero ella no parecía estar de acuerdo. Se limitaba a mirar fijamente el tercer botón de la camisa de Joe, con las manos decorosamente colocadas sobre el regazo.
Era una hermosura. Joe le tomó las manos y se las colocó sobre su pecho, deseando que ella notara cómo se le habían acelerado los latidos del corazón por el mero hecho de volver a verla.
—Te he echado de menos, _______.
Ella tragó saliva y por primera vez lo miró a la cara. Entonces echó su silla hacia atrás, indicando con un gesto el otro asiento que había en la habitación.
—Siéntate, Joe. Tenemos que hablar.
—No —contestó él con firmeza—. No tenemos que hablar. Tenemos que besarnos.
Con el ceño fruncido, _______ levantó la mano para detenerlo cuando él se inclinó sobre ella.
—Tenemos que hablar. Lo digo en serio, Joe.
Y estaba seria. Muy seria. Demasiado seria. Joe se apartó del escritorio y se dejó caer sobre la silla que ella le indicaba.
—Espero que tengas una buena excusa para privarme de mi beso —aseguró Joe haciendo pucheros—. Llevo días esperándolo, y lo necesito de verdad.
Como era habitual, _______ ni siquiera lo estaba escuchando. Se puso en pie y comenzó a pasear por la habitación.
—Siento de veras todo esto, Joe. De verdad que lo siento. Tenemos que parar antes de que al alcance tu sistema nervioso.
—¿Parar el qué? —preguntó Joe, confuso. —Esto. Tú y yo. Nuestra... aventura.—¿Nuestra aventura? —repitió Joe tras digerir aquella palabra—. ¿Tenemos una aventura? "eso suena a algo... prohibido. Qué excitante... —comenzó a decir con sorna. Pero ella estaba tan seria que se contuvo—. Ya estás en mi sistema nervioso, _______. Y allí vas a quedarte. Aprende a vivir con ello —concluyó con firmeza.
—Pero...
—No hay peros que valgan. Querías hablar y hemos hablado. Ahora me toca a mí. Dame un beso.
—¡No!
Joe la agarró de la cintura y la colocó sobre sus piernas.
—¡Sí! Enséñame, profesora... ¿Has estudiado los aspectos técnicos del beso, tal y como prometiste?
—Yo no puedo hacerte feliz, Joe —aseguró ella con voz temblorosa y los ojos anegados en lágrimas.
—Ya me haces feliz —contestó él con una sonrisa radiante de felicidad—. Me haces muy feliz, _______.
—Lo digo de verdad —insistió ella apartándose de Joe y sentándose en el escritorio—. Espero que podamos volver a ser amigos, pero si no lo conseguimos, será una pérdida a la que tendremos que enfrentarnos. Tú tenías razón. Un hombre y una mujer no pueden convertirse en amantes y esperar que nada cambie.
—Las cosas cambiarán para mejor. Confía en mí.
_______ lo miró durante un instante y dudó antes de volver a abrir la boca para soltar la frase más estúpida que Joe le había oído pronunciar en toda su vida.
—Creo que Lisa y tú deberías estar juntos.
—¿Lisa y...? —le espetó Joe tras permanecer callado unos instantes como consecuencia del impacto—. ¿Has perdido por completo esa cabecita tuya tan brillante?
—¿Por qué no? —preguntó _______ inclinándose hacia delante, como si quisiera convencerlo de que había tenido la idea más inteligente del mundo—. Es guapa, divertida y lista, y os caéis bien aunque estéis todo el rato discutiendo. Es perfecto.
Joe la miró fijamente durante un instante. Luego se puso de pie y retiró las cortinas para mirar a través de la ventana. Sus oídos estaban tratando de convencer a su cerebro de que era verdad lo que habían escuchado.
—¿Qué haces? —preguntó ella.
—Comprobar si seguimos en el planeta tierra, o si nos has trasladado a tu nave espacial —contestó Joe girándose para mirarla.
— ¡Oh, Joe! —gimió _______ antes de darle la espalda y hundir la cabeza en el escritorio.
—Por el amor de Dios, no llores —musitó él colocándose a su lado en una décima de segundo y tomándola suavemente de los hombros—. No llores, _______.
Solo había una cosa en el mundo que odiaba más que ver llorar a _______, y era saber que el causante de sus lágrimas era él. Pero en aquel momento no sentía deseos de consolarla, sino de sacudirla hasta hacerla entrar en razón.
—¿Es que no te das cuenta, Joe? Eso es exactamente lo que pasa. Soy de otro planeta. Y tú necesitas una compañera... de tu propia especie.
—¿Una compañera de mi propia especie? —repitió Joe tras soltar una palabrota—. ¿Cómo puede alguien tan inteligente como tú ser tan idiota? —le espetó antes de levantar la mano en gesto conciliador—. Por supuesto, lo digo en el buen sentido.
—No serías feliz conmigo, Joe. Soy demasiado... extraterrestre. Acabarías cansándote de estar siempre intercediendo entre el mundo y yo.
—Lo que quiero es estar en el mundo contigo —aseguró el mirando fijamente por la ventana con todo el cuerpo en tensión—. Yo te quiero, _______.
Sus palabras no tuvieron el efecto deseado. La mujer que amaba no tembló de emoción ni se lanzó a sus brazos presa de la felicidad. En lugar de eso, solo sonrió con tristeza.
—Yo también te quiero, Joe. Te quiero desde que revolviste el armario del cuarto de baño de tu madre para buscarme las compresas —confesó alargando la mano para acariciarle el lóbulo de la oreja—. Antes de aquello, simplemente te adoraba.
Joe vio las estrellas reflejadas en sus ojos, más brillantes que ninguna de las que había visto jamás cuando volaba por encima de las nubes. Ella lo amaba. Acababa de decirle que lo amaba. El mundo le parecía ahora un lugar perfecto. Nunca hubiera imaginado que resultara tan sencillo.
Joe frunció el ceño. De hecho, era demasiado sencillo. Todos los músculos de su cuerpo volvieron a tensarse ante la posibilidad de que la batalla no hubiera terminado todavía. Aun así, decidió ser optimista.
—Yo te quiero, tú me quieres. Entonces, seremos felices y comeremos perdices.
—No.
— _______, estoy harto de escuchar esa palabra —aseguró Joe suspirando—. Y ya sabes que yo nunca acepto un «no» por respuesta.
Necesitaba besarla. Si pudiera besarla, abrazarla, acariciarla...
—Eso es solo sexo, Joe. No cambiaré de opinión —aseguró ella apartándose.
—¿El qué es solo sexo? —preguntó él asombrado.
¿Acaso había hablado en voz alta?
—Está claro que intentas convencerme echándome en aquella cama a tu lado —dijo _______ con el ceño fruncido mientras agarraba un cuaderno de notas y un bolígrafo del escritorio—. Increíble. ¿Será que la telepatía funciona entre la gente que tiene química, o simplemente he captado tu lenguaje corporal?
Joe le quitó la libreta de las manos y la arrojó sobre el escritorio. Luego levantó a _______ de la silla y la llevó hasta la cama.
—¿Qué estás haciendo? —protestó ella.
— Voy a conseguir mi beso. Me lo debes.
Joe la tumbó sobre la colcha y se colocó a su lado, poniéndole una pierna encima de las suyas para evitar que se le escapara.
—Quédate quieta, ángel mío. Primero bésame y luego te quejas. Necesito un beso tuyo. Por favor —rogó él con voz suplicante.
_______ no pudo resistirse a la necesidad real que se reflejaba en sus ojos. Ella lo amaba. Lo amaba tanto que estaba dispuesta a hacer todo lo posible para que él dejara de amarla antes de que la desilusión reemplazara al amor, algo que sin duda ocurriría cuando, pasada la novedad, Joe se diera cuenta de lo extraña que era la criatura con la que se había comprometido.
Pero él tenía razón. No había nada malo en darle un beso. _______ sonrió de pronto y le echó los brazos alrededor del cuello mientras abría los labios para recibir su boca. Quería que Joe la besara profunda y furiosamente, como un recordatorio en vivo de la intimidad que habían compartido en aquella larga noche juntos. Joe soltó un gemido y comenzó a recorrerle los pechos con las manos, pellizcándolos suavemente mientras sus lenguas jugaban juntas.
—Te he echado mucho de menos —le susurró él a menos de medio centímetro de su boca.
Joe continuó acariciándole los pechos con deseo, y _______ se quitó la camiseta con impaciencia. No quería que hubiera nada entre ellos. Joe no se quedó a la zaga, y se sacó a su vez la chaqueta antes de abrirse la camisa para poder sentir su torso desnudo contra sus pechos. Luego bajó la boca hasta uno de sus pezones, y comenzó a succionarlo dulcemente a través del delicado tejido de su sujetador. Entonces escucharon un sonido característico al otro lado de la puerta cerrada.
—¿Has echado de menos también a mi gato? —preguntó _______ componiendo una mueca en su cara sonrojada por el deseo—. Porque parece que él a ti sí.
—Vayamos a mi casa —dijo Joe apoyando la frente contra la suya—. Allí no nos molestará nadie y podremos hacer todo el ruido que queramos.
—¿Yo hice ruido la otra vez? —preguntó _______ con timidez levantando la vista para mirarlo con aquellos increíbles ojos grises que tenía.
Joe la besó en los labios. La deseaba. Deseaba tenerla desnuda debajo de él, encima, en cualquier posición siempre y cuando no hubiera ni un solo centímetro de separación entre sus cuerpos y ningún gato en la habitación.
—Solo cuando yo hacía algo que te gustaba —contestó Joe con una mueca mientras se ponía de pie.
Aquello fue un error. En el momento en que _______ se levantó de la cama, volvió a dibujarse el ceño en su rostro, y se apartó de él mientras recogía su camiseta.
Joe soltó un suspiro y se preparó para lo que se avecinaba. Al ver que _______ dudaba mientras se vestía con manos temblorosas, decidió echarle un cable.
—Supongo que ahora querrás decirme que no nos va a ir bien juntos y que quieres que me líe con Lisa y que tenga hijos con ella, ¿verdad?
—Algo parecido —susurró _______ asintiendo tímidamente con la cabeza.
Joe se puso en jarras y trató de mirarla a los ojos, pero ella apartó la vista. Entonces él se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared. Si quería guerra, la iba a tener.
—Cierra los ojos, _______.
Ella negó firmemente con la cabeza.
—¿De qué tienes miedo? —preguntó Joe con impaciencia encogiéndose de hombros—. No voy a tocarte. Solo cierra los ojos un momento.
_______ se mordió el labio inferior, pero hizo lo que le pedía.
—Muy bien. Ahora, utiliza un poco de esa imaginación tuya. Para describir la escena: Lisa está en mi cama. Estamos besándonos, acariciándonos, haciendo el amor, igual que lo hicimos tú y yo.
El rostro de Sarán se torció en un gesto de dolor.
—No me hagas esto, Joe —suplicó dándose la vuelta y tapándose los oídos.
—Tú no quieres que esté con Lisa —aseguró él tomándola de los brazos para darle la vuelta—. No quieres que esté con ninguna otra mujer. Quieres que esté contigo.
—Pero no puedo tenerte, Joe —gimió _______—. Tú sabes cómo soy. Soy diferente. Siempre lo he sido. Me pasaré la vida diciendo cosas equivocadas en el momento inoportuno, y tú te avergonzarás de mí. Te mereces algo mejor —concluyó mirándolo implorante—. Ya sé que ahora te resulta difícil imaginarlo, pero más adelante te darás cuenta de que Lisa es perfecta para ti. Ella es todo lo que yo no soy.
—Lisa es guapa, divertida y encantadora, exactamente igual que tú —replicó Joe con los dientes apretados—. Y también es inteligente. Pero no eres tú. Y tú eres la mujer que yo amo. Tanto si te gusta como si no, estás atada a mí.
—No, Joe —aseguró _______ muy seria.
Un escalofrío le recorrió la espina dorsal al darse cuenta de lo terminante de aquellas palabras.
—¿Por qué demonios te acostaste conmigo, _______? —preguntó con un tono más cortante del que pretendía poner a sus palabras.
—Quería hacerlo... antes de que te marcharas —susurró ella.
—¿Marcharme? ¿A dónde me marcho?
—A Florida, Joe. ¿Te acuerdas? Te han concedido el traslado.
—No me han notificado nada —aseguró él sacudiendo la cabeza.
—¿Has mirado el correo? —preguntó _______ encogiéndose de hombros—. A mí me lo ha contado Lisa.
—Así que tu virginidad era mi regalo de despedida...
—Algo parecido. Lo siento, Joe —musitó ella sin atreverse a mirarlo a los ojos—. Sentía dentro de mí un instinto primitivo de... poseerte, solo una vez antes de que todo acabara.
—¿Acabar? —casi gritó Joe—. _______, tú has sido mi otra mitad desde que ibas en pañales. ¿De verdad crees que lo que hay entre nosotros puede llegar a acabarse alguna vez?
_______ se mordió el labio inferior, y luego continúo hablando resueltamente.
—¿Te acuerdas de cómo conocí a Lisa?
—Claro. Fue justo después de la cita que yo tuve con ella. ¿Qué tiene que ver eso con lo que estamos hablando?
—La conocí en tu casa, después de vuestra primera y única cita.
_______ enfatizó aquellas palabras como si fueran la clave del asunto. Joe levantó la vista hacia el techo. Tendría que echar mano de sus reservas extra de paciencia, las que siempre tenía que utilizar con _______.
—Repito: ¿qué tiene que ver eso con lo que estamos hablando?
— Podría haber pasado algo entre vosotros si yo no hubiera estado allí.
—No habría pasado nada —contestó Joe poniendo los ojos en blanco—. Caímos en la cuenta de que ponían un programa que los dos preferíamos ver en lugar de deambular por la ciudad, así que planeamos hacer unas palomitas y sentarnos delante de la televisión.
—Lo recuerdo perfectamente —aseguró _______ sacudiendo la cabeza—. Yo tenía algo importante que contarte, algo del trabajo, y no estabas en casa, así que me colé por tu ventana y te esperé — dijo antes de sumirse unos instantes en sus pensamientos—. Ahora me acuerdo, quería hablarte de mi teoría sobre la base química del enfado. Entonces me quedé dormida en el sofá y me desperté cuando Lisa trató de sentarse encima de mí.
—Lo recuerdo.
Y se acordaba. Él estaba en la cocina, metiendo una bolsa de palomitas en el microondas cuando escuchó en el salón un grito que le heló la sangre en las venas. Cuando entró, vio a _______ sentada en el sofá bajo una manta, con el pelo revuelto y la ropa arrugada, y a Lisa delante contemplándola como si hubiera visto una aparición.
—Lisa regresó contigo a casa y encontró otra mujer en tu cama. Por eso vuestra relación pasó a ser meramente platónica.
—No pasó a ser platónica, es que nunca fue nada más que eso. Y además, era mi sofá, no mi cama. Y ella sabía desde el principio que tú y yo éramos solo amigos.
—Ella dice que siempre supo que yo estaba enamorada de ti.
—¿De verdad? Debería habérmelo dicho. Hace años que podríamos estar jugando con preservativos.
—No seas tonto, Joe.
Joe volvió a girarse hacia la ventana y se agarró al marco, tratando de tranquilizarse. ¿De verdad le estaba diciendo en serio que el tonto era él?
—Lisa no está interesada en mí, _______, ni yo en ella. Si hubiera alguna atracción entre nosotros, ¿no crees que habría pasado algo hace ya mucho tiempo?
—Siempre estaba yo por el medio —aseguró _______ sin siquiera pestañear.
Dos horas más tarde, _______ se sentía agotada y él no estaba tampoco en su mejor momento. Joe había hablado, discutido, bromeado, e intentado cualquier vía de ataque. Y ella había resistido aquella mirada en sus ojos, había aguantado la necesidad de abrazarlo y tranquilizarlo mientras Joe había seguido luchando. Pero ahora estaba callado. Tenía los hombros caídos, y parecía haber entendido por fin lo firme que era la postura de _______ en aquel asunto. Se estaba rindiendo.
Aquel pensamiento no le proporcionó ningún alivio. _______ sintió una punzada en el corazón al Ver lo perdido que estaba.
—Me voy a casa a dormir un poco, _______ — dijo dirigiéndose a la puerta.
Pero antes de salir, se sacó algo del bolsillo trasero de los pantalones.
—Por cierto, te he traído una cosa —murmuró dejando un sobre encima del escritorio—. Espero que te sirva. Aseguran que tienen un porcentaje de éxito del noventa y cinco por ciento.
_______ asintió con la cabeza. Tenía las cuerdas vocales agarrotadas. Los pasos de Joe bajando las escaleras le retumbaban a ella en los huesos. Pasaron varios minutos hasta que se acercó a recoger aquel sobre blanco. Lo abrió muy despacio. El dolor que sentía superaba la curiosidad que pudiera tener por lo que Joe le hubiera regalado.
_______ se repitió a sí misma que estaba haciendo lo correcto. Estaba salvando a Joe del desamor. Tal vez algún día podrían volver a ser amigos. Tal vez la distancia curara las heridas. Tal vez más adelante se reirían juntos de todo aquello.
Tal vez. Pero seguramente no.
_______ exhaló un suspiro. Dentro del sobre había solo una hoja de papel doblada en dos. La abrió y leyó durante varios segundos toda aquella letra impresa.
Y entonces comenzó a llorar. Las lágrimas resbalaron sobre el papel mientras ella lo sostenía sobre su pecho.
El regalo era la hoja de inscripción de un curso para superar el miedo al volar.
Capítulo 7
DURANTE el trayecto de regreso a casa, Joe sintió alternativamente punzadas de deseo puro y duro y de pánico. _______ no ayudaba mucho con su retahíla de preguntas y comentarios sobre cualquier posible acto que pudieran realizar aquella noche, analizándolos con su mente científica. Cuando le preguntó si estaban en su casa sus manuales de sexo, Joe estalló.
—¡Basta, _______! —dijo ante la sorpresa de ella—. No estarás pensando en llevarte esta vez esos libros a la cama, ¿verdad?
—De acuerdo, no lo haré —prometió ella soltando una carcajada—. Pero tendrás que ser más generoso con la información que la última vez. Joe soltó un gruñido. Si conseguía controlar los nervios, sabía que podía ser muy divertido enseñar a _______. Si era como con todas las demás cosas que le había enseñado a lo largo de los años, él acabaría aprendiendo más cosas que ella. _______ era una alumna muy rápida.
Cuando llegaron a casa, la que estaba más nerviosa era ella. Como le ocurría siempre cuando algo le provocaba ansiedad, _______ se enfrentó a ello directamente y con decisión. Joe apenas había tenido tiempo de quitarse la chaqueta cuando ella ya lo estaba llevando al dormitorio.
—Pero cálmate... —dijo él con una sonrisa mientras le sujetaba las manos para evitar que siguiera quitándose la ropa—. Tranquila, _______. No estamos en una carrera.
—Quiero acabar cuanto antes con la primera vez —aseguró ella con el ceño fruncido—. Ya sabes, porque puede doler y todo eso. Cuanto antes acabemos, antes podremos empezar a pasarlo bien con la segunda ronda.
Sin soltarle las manos, Joe quitó la colcha, colocó a _______ sobre la cama y comenzó a besarla suavemente. Cuando le dejó las muñecas libres, ella le echó los brazos al cuello en lugar de quitarle la ropa a toda prisa para «acabar cuanto antes».
Las manos de Joe se deslizaron sobre su rostro y sobre su cabello. Sentía como si le hubieran abierto la puerta de la jaula y fuera por fin libre para acariciarla y demostrarle lo que sentía.
_______ estaba en otra dimensión, viviendo un delirio de placer. Le daba la impresión de no tener bastante con hundir las manos en su pelo, con besarle la cara. Entonces se colocó encima de él, y, sin dejar de besarlo, comenzó a desabrocharle los botones de la camisa. Joe hizo lo mismo con ella, y mientras le acariciaba los brazos desnudos, ella se las arregló para quitarse los pantalones. Estaba ya medio desnuda, y a juzgar por la velocidad con la que _______ lo estaba desnudando, él también lo estaría en cuestión de segundos.
Joe tenía la camisa desabrochada, y cuando ella se incorporó ligeramente para explorarle el torso con las manos, sus pechos cayeron con naturalidad sobre las manos de Joe, acoplándose en ellas a la perfección. Cuando aún no había tenido tiempo de asimilar aquel contacto, _______ le quitó los pantalones de un tirón y se colocó encima de él.
Joe sintió como si de pronto lo hubieran colocado en la vía del tren, con un expreso circulando a toda velocidad en su dirección. No era así como tenía planeado que sucedieran las cosas. Se suponía que tenían que tomárselo con calma, y no intentar batir el récord del año.
—Venga —dijo de pronto levantándose y ayudándola a incorporarse—. Vamos a bañarnos.
— ¿A bañarnos? ¿Juntos? —preguntó _______ desconcertada mientras Joe la guiaba fuera de la habitación.
Una vez en el baño, comenzó a llenar la bañera y añadió unas gotas de gel de vainilla al agua caliente. _______ se metió dentro muy despacio, y trató de esconderse bajo la espuma. Pero no lo consiguió. Las puntas rosadas de sus pezones eran lo suficientemente visibles como para que Joe no pudiera apartar la vista de ellos. Para evitarlo, fue a buscar un par de toallas limpias al armario y cuando regresó, se sacó la camisa desabrochada y comenzó a bajarse los pantalones, pero una mano se lo impidió.
—No vas... no irás a entrar, ¿verdad?
Joe se detuvo. _______ tenía los ojos abiertos de par en par y parecía asustada. Por primera vez, se estaba comportando como una virgen. Sin contestar a su pregunta, Joe la besó en la mano, terminó de quitarse los pantalones y entró en la bañera.
—Ven aquí —susurró él besándola en la punta de la nariz y atrayéndola hacia sí.
Pero ella chapoteó en el agua, formando una barrera de espuma para protegerse los pechos.
—Estabas yendo demasiado rápido antes —aseguró Joe con dulzura—. Si quieres que sea tu maestro, tal vez sería buena idea que empezaras a escucharme de una vez.
Y dicho aquello, Joe avanzó lentamente hacia ella hasta que pudo rodearle la cintura con sus brazos y atraerla hacia sí. _______ comenzó a responder enseguida a sus besos, y Joe se dio cuenta de que estaba empezando a tranquilizarse. Comenzó entonces a recorrerle el cuerpo mojado con sus caricias, encantado de comprobar que su estado de nervios iba dando paso a otro de placer. Concentrado en _______, Joe trató de controlar su propio deseo, que se acrecentaba al sentir cómo ella respondía con naturalidad a sus caricias.
Y cuando sintió el cuerpo de _______ temblar sobre el suyo, se dio cuenta de que la bañera se les había quedado pequeña.
—Vamos a mojar las sábanas — susurró ella cuando Joe la puso encima de la cama.
—Menudo problema —contestó él con ironía mientras se colocaba sobre ella y comenzaba a besarla en la frente primero y hacia abajo después.
Se entretuvo secándole los pechos con sus besos, y cuando ella le enredó las piernas alrededor de la cintura, Joe sintió un escalofrío de placer.
—Joe... —susurró _______ con sensualidad mientras él se las arreglaba para sacar un preservativo de la mesilla de noche.
—Déjame a mí —dijo entonces ella arrebatándole el paquete de las manos.
El rubor sexual que había cubierto su rostro hasta aquel momento, fue remplazado al instante por una mirada de determinación.
—Sé cómo hacerlo. He practicado con un pepino.
—¿Con un pepino? —musitó Joe entre dientes mientras ella comenzaba a poner en práctica sus conocimientos—. Creía que lo habitual era ensayar con un plátano.
—Eso hice en un principio. Pero Lisa me dijo que en tu caso un plátano normal no sería suficiente.
Joe se dijo a sí mismo que tenía que pedir que trasladaran a su compañera de tripulación. Era una lástima que todavía no hubiera destinos en Saturno, pero Groenlandia o la Antártida podrían ser una opción.
_______ se puso de rodillas mientras continuaba con su trabajo.
—Creo que es más grande que un pepino de tamaño medio —dijo muy seria.
Joe dejó escapar un gruñido y la colocó de una maniobra rápida debajo de él. Otro jarro más de agua fría, y _______ seguiría siendo virgen al menos una noche más, por no decir indefinidamente.
—Estoy pensando en algo muy, muy perverso, _______. ¿Te sientes aventurera?
—¿Perverso? De acuerdo. ¿De qué se trata? —preguntó ella con las pupilas dilatadas mientras dejaba volar su imaginación—. ¿Quieres atarme? ¿Azotarme? ¿Que te azote yo?
—Casi —aseguró Joe mientras le besaba los pechos una y otra vez hasta sentir su cuerpo derretido bajo el suyo—. Quiero que apartemos a Lisa y a su calenturienta imaginación de nuestra cama durante el resto de la noche. ¿Crees que seremos capaces de conseguirlo?
_______ le hundió las manos en el pelo, mientras todo su cuerpo temblaba al pensar en el placer que Joe podría proporcionarle.
—De acuerdo —dijo casi sin respiración.
El silencio posterior duró apenas tres segundos. Joe sintió que la boca de _______ se entreabría sobre su hombro, y se preparó para la retahíla.
—Guau —murmuró ella—. Lisa tenía razón.
Sintiéndose indulgente, cansado, y muy enamorado, Joe la estrechó contra sí y la besó en la frente. Al menos Lisa había permanecido apartada de la cama durante... bueno, había perdido la noción del tiempo, pero había pasado bastante rato.
—¿En qué tenía razón?
—Respecto a ti. Dijo que seguro que eras un amante increíble.
—¿Qué?
Para su rabia, Joe sintió que se ponía colorado. ¿Es que acaso sus compañeros de trabajo puntuaban sus aptitudes como amante? ¿Se estarían celebrando reuniones sobre su capacidad sexual, organizadas por su compañía aérea, y él no se había enterado?
—Bueno, sus palabras exactas fueron que seguro que serías pura dinamita en la cama —aseguró _______ con una sonrisa inconfundible de mujer satisfecha—. Y tenía razón —añadió en un gemido mimoso.
Joe se puso a mirar el techo. Mujeres. Eran una especie aparte.
—Por mucho que agradezca el cumplido, confío en que no intentes contarle a Lisa todos los detalles.
— Claro que no —respondió _______, bostezando—. Solo le diré que tenía razón.
—Estupendo —le comentó Joe al techo con un toque de sarcasmo.
Pero _______ no lo escuchó. Se había quedado dormida.
Joe estuvo a punto de llegar tarde a su vuelo a la mañana siguiente. No porque se hubiera quedado dormido, sino porque había perdido el sentido del tiempo mirando a _______ dormir. Se le dibujaba un ligero ceño entre los ojos, como si estuviera concentrada en sueños. Le había dicho muchas veces que era de sueño profundo, y Joe dudaba entre despertarla con un beso de despedida o dejarla seguir descansando. Finalmente optó por la segunda opción, pero no se privó de acariciarle el cabello y besarla en la frente, deseando que aquel gesto se infiltrara en sus sueños. Joe agarró una libreta que tenía en la mesilla de noche y le escribió una nota breve que dejó sobre la almohada. Besó su rostro dormido una vez más y luego se marchó a toda prisa antes de sucumbir a la tentación de quedarse con ella. ¿Cómo lo recibiría _______ a su regreso? ¿Con timidez, con pasión, con alegría, con arrepentimiento...?
Todavía no le había dicho que la quería, y Joe se detuvo un instante en la puerta para dirigirle una última mirada. No le parecía bien marcharse sin decírselo, sin dejarla al menos con esa tranquilidad en el caso de que le surgieran remordimientos. Pero se lo diría en cuanto regresara.
Joe no estaba muy seguro de por qué no había pronunciado aquellas palabras la noche anterior.
Había pensado que no eran necesarias si se demostraba el amor de otras maneras. Joe sonrió mientras bajaba de dos en dos las escaleras. Ella también lo quería. Estaba casi seguro de ello.
Dos horas más tarde, Joe seguía sonriendo mientras su avión estaba en ruta. Le pasó las riendas a Karen y se dirigió al final del aparato para tomar una taza de café con Lisa, saludando a varios pasajeros en su camino.
Lisa lo recibió con una misteriosa sonrisa mientras le tendía una taza de café bien cargado.
—Esta mañana pareces cansado, comandante. ¿No has dormido bien? —preguntó con un tono inocente que contrastaba con el brillo maligno de sus ojos—. ¿Lo pasasteis bien _______ y tú anoche?
—La verdad es que sí —aseguró Joe apoyándose sobre la pared y recordando el asunto de los plátanos y los pepinos—. Por cierto, hablamos de ti varias veces. _______ me contó tu interés en la industria frutera, y también en la de explosivos.
—¿Mi qué?
Joe levantó la taza de plástico y se la llevó a la boca. Poco a poco, el rostro de Lisa fue adquiriendo una tonalidad cercana a las cerezas cuando comprendió el significado de sus palabras. Por una vez, parecía que se había quedado sin habla.
Complacido, Joe le guiñó un ojo antes de volver sobre sus pasos y regresar a la cabina. Karen lo miró con extrañeza al observar la extraña mueca de felicidad que tenía en el rostro. Tratando de disimular, Joe se inclinó hacia delante y contempló el siempre inalcanzable horizonte, como si quisiera que el avión fuera más rápido. Solo tenía que atravesar aquel océano, llegar hasta Inglaterra y regresar, y estaría de nuevo en casa con _______.
_______. Joe saboreó su nombre, y se sintió ridículamente feliz.
Ella era lo mejor que le había pasado nunca.
Capítulo 8
ELLA era lo peor que le había pasado nunca a Joe. _______ recorrió arriba y abajo el dormitorio de su amigo, envuelta en la sábana que los había acogido la noche anterior. Tenía en la mano la nota que él había dejado sobre la almohada. Al leerla, se le había dibujado en el rostro una sonrisa beatífica, pero un segundo después, había sido remplazada por una expresión de pánico que no tenía intención de marcharse.
Con amor, Joe.
La firma era clara y firme. El mensaje de arriba, corto pero tierno: Te echaré de menos. Pensaré en ti. Hasta el jueves. Con amor, Joe.
¿A qué se refería? ¿Amor del tipo: «Te amo», o del tipo «qué bien me caes»? Era una fórmula de despedida frecuente, y ella misma la había utilizado a menudo. Pero aquellas palabras escritas de la mano de Joe le estaban derritiendo el cerebro, ya de por sí bastante ablandado por el amor.
Joe le había escrito muchas notas a lo largo de los años, normalmente como respuesta a los mensajes que ella le dejaba en el buzón cuando él se marchaba de viaje. _______ estaba casi segura de que nunca antes se había despedido en ellas de aquella manera. Solía poner: «Salud, te veré más tarde, hasta pronto, pórtate bien», pero nunca «Con amor». Nunca hasta ahora.
_______ dejó de caminar y se echó sobre el lado de la cama que ya consideraba «el lado de Joe». ¿Por qué las personas no podían ser como los ordenadores? El único sistemas lógico para aquellas máquinas era el binario. Encendido o apagado. Amor o no amor, y no aquellos rodeos.
_______ se puso boca abajo y golpeó la almohada con los nudillos. Tenía ganas de gritar de rabia, y eso fue lo que hizo. Sus propios gritos la dejaron desconcertada. No estaba acostumbrada a exteriorizar su frustración de aquel modo. Solía analizarla, trabajar en ella y acabar por deshacerla, disfrutando en el proceso. Pero hasta entonces, sus frustraciones no habían tenido nada que ver con aquellas emociones confusas, mareantes y cálidas que le estaban oprimiendo el corazón. Pero ella podría lidiar con aquello. A lo que no podía enfrentarse era a que Joe sintiera lo mismo.
_______ exhaló un profundo suspiro. A medida que transcurrían los segundos, su pánico no hacía más que aumentar. Tenía que vestirse y salir de allí. Pensaría mejor vestida y en su propia casa, lejos de la cama en la que ella y Joe habían hecho el amor y habían dormido refugiados el uno en los brazos del otro.
Tras echar un último vistazo a la nota, _______ la dobló y la guardó en la palma de la mano mientras se quitaba la sábana para comenzar a buscar su ropa. La encontró doblada sobre la silla, pero desde luego no era allí donde ella la había dejado la noche anterior. Joe había sacado tiempo aquella mañana para ordenársela. _______ se puso la ropa interior sin querer analizar las lágrimas que le resbalaban por las mejillas al pensar en aquel detalle. No soltó la nota en ningún momento mientras se vestía. Tenerla en la palma era como estrechar la mano de Joe.
Estrechar la mano de Joe. _______ comenzó a moverse con más lentitud al recordar las horas pasadas. Había hecho el amor con Joe. Sintió como todo su interior se estremecía con los recuerdos recientes. Joe la había sonreído con infinita ternura cuando sus cuerpos se habían unido por primera vez. Había sido tan cuidadoso, tan generoso... La había acariciado como si ella fuera algo infinitamente valioso, abrazándola como si quisiera protegerla de todos los males del mundo.
_______ había conseguido muchos logros en su corta vida, pero nunca se había sentido tan orgullosa como cuando Joe perdió el control entre sus brazos, con el corazón acelerado y el cuerpo tembloroso mientras ella lo acariciaba.
Había sido sin duda una noche llena de magia. _______ bajó las escaleras como si flotara, hasta que cayó en la cuenta de que aquello era un desastre. Puede que hubiera sido una noche mágica, pero aun así era un desastre. Sacudió la cabeza y atravesó el jardín hasta la valla de su propia casa. Su madre estaba arreglando un jarrón con flores frescas que acababa de cortar, y ni siquiera pestañeó cuando _______ entró por la puerta de atrás directamente desde casa de Joe. Después de todo, su hija había pasado allí muchas noches durante toda su vida.
—Buenos días, cariño. ¿Lo pasaste bien con Joe anoche?
—Sí —contestó _______ dejándose caer sobre una de las sillas de la cocina.
El mundo, parecía haber cambiado de órbita. Tenía la impresión de que todo era distinto. Incluso su madre parecía diferente allí de pie con las flores, tarareando una melodía que sonaba en la radio.
—¿Hicisteis algo divertido?
—Sí —contestó _______ sin dudarlo —. Nos acostamos juntos.
Su madre la miró entonces fijamente, y sus ojos se encontraron durante un instante. _______ leyó la sorpresa en ellos, y supo que no era debida a que ella y Joe se hubieran acostado, sino al hecho de que su hija le hubiera hecho una confidencia personal.
Su madre desvió la vista al instante y tosió para ganar tiempo.
—Ya veo... en ese caso, me alegro de que haya sido divertido —dijo concentrando su atención en las flores—. ¿Ha sido tu primera vez? —concluyó tras dudarlo unos segundos.
_______ asintió con la cabeza mientras se servía un cuenco de cereales.
—Creo que está enamorado de mí —murmuró mientras vertía la leche y comenzaba a llevarse a la boca cucharadas de cereal.
Su madre dejó por fin el jarrón de flores y se sentó a su lado en la mesa con las manos juntas.
—¿Y tú? ¿Estás enamorada de él?
_______ asintió con la cabeza.
—Eso es maravilloso, querida —replicó su madre con una sonrisa—. Siempre habéis estado muy bien juntos.
—No —protestó ella apartando el cuenco de cereales—. ¿Es que no lo ves? No funcionará. Se sentiría avergonzado de mí, y no le causaría más que problemas. Ya se los causo siendo nada más que una amiga, y es mejor que sigamos así.
—Si eso es lo que crees, cariño, seguro que tú lo sabrás mejor que nadie —contestó su madre tras guardar silencio unos minutos.
_______ sintió deseos de gritar de frustración por segunda vez aquel día, pero se contuvo y en su lugar aspiró con fuerza el aire. Ya que estaban teniendo la primera conversación de madre e hija de toda su vida, lo mejor sería que la aprovechara.
— Mamá... respecto a mi inteligencia... es como un coche, rápida y poderosa, pero eso no significa que vaya siempre en la dirección correcta. Puede que yo sea la conductora, pero sigo necesitando un plano.
La confusión se reflejaba en el rostro de su madre, que la miraba sorprendida.
—¿No lo entiendes, mamá? Puede que yo sea capaz de resolver problemas complicados y de pensar rápido, pero necesito consejo. Mi cerebro no sabe automáticamente qué está bien y qué está mal, qué es lo que funciona y lo que no —continuó _______ haciendo crujir los dedos de una mano—. Desde que era una niña, siempre que he dicho mi opinión, inmediatamente dabas por sentado que yo tendría razón... así que dejé de contar contigo, y empecé a apoyarme en Joe.
Para sorpresa de _______, su madre parecía comenzar a entender poco á poco lo que estaba tratando de explicarle. Se mantuvo en silencio durante unos instantes con la mirada perdida, hasta que finalmente extendió la mano para tomar la de su hija.
—Ni tu padre ni yo fuimos nunca buenos estudiantes, _______. Siempre nos hemos preguntado de dónde habría salido ese don tuyo. Supongo que nos intimidó desde el principio —dijo dando un suspiro antes de continuar—. Sé a lo que te refieres, hija. Nunca te tratamos como a una niña que nos necesitara. Parecías estar tan por encima de nosotros, tan fuera de nuestro alcance, con todos aquellos conocimientos sobre cosas de las que ni siquiera habíamos oído hablar...
—Exacto, mamá. Y lo dejasteis todo en manos de Joe —replicó _______ con los dientes apretados.
En aquellos momentos le dolía incluso pronunciar su nombre.
—Él era solo un niño también —continuó—. Y se convirtió en la única persona con la que yo podía contar, la única que me guiaba. Por Dios, mamá, ¿tú sabes quién me habló sobre la menstruación?
—No —contestó su madre sacudiendo la cabeza—. Siento no haberte hablado de ello jamás. Nunca me preguntaste nada, y di por hecho que ya lo sabías todo gracias a tus libros. Lo siento, cariño. Supongo que los manuales médicos no pueden sustituir el consejo de una madre. ¿Quién te habló de ello? ¿Alguna profesora? ¿Alguna compañera de colegio?
—No, mamá. Fue Joe —contestó _______ con lágrimas en los ojos.
—¿Joe?
—Sí. Joe —repitió ella tratando inútilmente de tragarse el nudo que se le había formado en la garganta—. Él tenía dieciséis años. ¿Cuántos chicos de esa edad conoces que dediquen su tiempo a enseñarle a una niña de doce libros sobre anatomía femenina? —continuó _______ sonriendo con tristeza—. Incluso fue él quien me proporcionó mis primeras compresas. A mí me daba vergüenza comprarlas, y tú solo tenías tampones en casa. Él se las robó a su madre para mí.
_______ suspiró profundamente mientras sentía cómo su corazón se llenaba de amor por Joe. Él siempre había estado allí, en cualquier momento y en cualquier situación. No podía permitir que siguiera sacrificándose por ella.
—¿Y ahora? —preguntó su madre con suavidad?—. ¿Qué pasa ahora contigo y con Joe?
—Yo solo sería un problema para él —contestó _______, regresando de golpe al presente.
—Tal vez a Joe le guste ese tipo de problema, cielo —replicó su madre colocándole un mechón de pelo detrás de la oreja en gesto maternal—. Ya es todo un hombre, _______. No le dejes fuera. No tomes una decisión tan importante por él.
_______ miró a su madre fijamente. De acuerdo, ella quería que dijera algo diferente a su ya clásico, «sí, cariño, tienes razón», pero se suponía que tenía que ponerse de su parte. Se s uponía que su madre tenía que entender que no podía seguir permitiendo que Joe se sacrificara por ella. Se suponía que su madre...
_______ dejó caer la cabeza sobre la mesa y permitió que su madre le acariciara el cabello.
Se suponía que su madre tenía que haberle dicho: «sí, cariño, tienes razón».
_______ no avanzó mucho en el trabajo aquel día. Estaba desplomada sobre el escritorio, observando fijamente el artículo que llevaba intentando leer toda la mañana, pero las palabras no llegaban a su cerebro. Solo distinguía unos caracteres negros sobre fondo blanco, que lo mismo podrían haber estado escritos en árabe.
—¿_______? —la llamó William golpeando con los nudillos la puerta abierta de su despacho con expresión entusiasmada—. Tienes que venir a ver esto.
Encantada con la interrupción, _______ se puso de pie y lo siguió hasta el laboratorio.
—La chimpancé hembra acaba de llegar esta mañana —explicó William—, y resulta que es una vieja amiga de Cosine. Estaba encantado de volver a verla. Es algo increíble.
Lo era. Los dos chimpancés no dejaban de abrazarse, ni de intercambiar historias en idioma chimpancé, completamente ajenos a los observadores humanos.
—Ella se llama Sine, y ambos han pasado la mayor parte de sus vidas juntos. Solo se separaron cuando Cosine vino aquí —comentó William con una sonrisa casi paternal—. Está claro que ninguno de los dos había olvidado al otro.
—Están enamorados —aseguró _______ con firmeza viendo como ambos animales se hacían carantoñas.
—Supongo que sabes de lo que hablas —contestó William mirándola con aire enigmático.
Tras permanecer un rato observando a los monos, _______ regresó a su despacho sintiéndose casi mareada, y se dejó caer sobre el sillón, adoptando la posición fetal. Aquello había sido un tremendo error. Soltó un gemido y comenzó a golpearse la cabeza contra las rodillas. Por supuesto que Joe la amaba. Así tenía que ser. Hacer el amor con él había sido muy egoísta de su parte. ¿Acaso pensaba que Joe haría una cosa así sin sentir algo muy profundo por ella?
Se había comportado como una auténtica estúpida. Joe iba a marcharse, y aquello sería el fin de cualquier relación romántica entre ellos. Así tendría que ser, por mucho que Lisa dijera lo contrario. Las cosas se habían complicado mucho. Joe no querría marcharse. Seguro que estaría fantaseando sobre su futuro juntos, planeando un sinfín de cosas que nunca ocurrirían.
_______ se mordió el puño, una costumbre nerviosa que mantenía desde la infancia y de la que no había logrado desprenderse completamente. Tenía tres días para decidir qué iba a hacer. Tres días antes de que Joe regresara y tuviera que enfrentarse cara a cara con él.
Tres días para encontrar la manera de salvarlo de sí mismo.
Capítulo 9
JOE entró directamente en casa de _______ en cuanto llegó, sin preocuparse siquiera de cambiarse antes de ropa. Quería verla. Necesitaba ver a _______. Necesitaba reafirmar lo que había pasado entre ellos, para convencerse de que no había sido solo un sueño.
Ellen le dio la bienvenida desde la puerta. A juzgar por su sonrisa, estaba claro que sabía que ocurría algo entre él y _______. Y que no le parecía mal.
— Hola, Joe. ¿Vienes directamente del aeropuerto?
—Hola, Ellen —contestó él con una amplia sonrisa, sin ningún interés en fingir ante su posible futura suegra—. No puedo esperar para ver a _______.
—De acuerdo —contestó ella mirando hacia las escaleras y deteniéndolo con una mano cuando él hizo amago se dirigirse a ellas—. Espera un momento, Joe.
Sorprendido, Joe esperó. La madre de _______ había sido en su vida una figura amigable pero distante. No recordaba haber mantenido nunca ninguna conversación con ella, aparte de los saludos típicos de cortesía. Pero estaba claro que Ellen tenía algo más en mente en aquel momento.
—¿Le ocurre algo a _______? —preguntó, inquieto.
—Digamos que sí —contestó Ellen frotándose nerviosamente las manos sin apartar la vista de las escaleras—. Siempre he tratado de no interferir en su vida, Joe, y ahora empiezo a darme cuenta de que ha sido un error. Tal vez no sea este el momento más adecuado para convertirme en una madre meticona, pero... _______ me ha contado lo que pasó entre vosotros.
Joe no pudo seguir mirándola a los ojos. Deseaba de todo corazón que _______ no hubiera entrado en detalles. Se sintió un tanto avergonzado. _______ tenía la facultad de hacerlo sentir como si aún fuera un chico de quince años.
—Creo que es maravilloso, Joe. Ella te quiere. Me lo ha dicho —aseguró Ellen poniéndole la mano sobre el brazo—. Pero tiene unas ideas muy extrañas. Va a intentar apartarte de su lado. Tú has sido un buen amigo para ella todo este tiempo. No dejes que te eche.
—Nunca —le aseguró Joe mientras la preocupación comenzaba a hacerse fuerte en su estómago.
¿En qué estaría pensando _______? ¿No podría utilizar su extraordinario cerebro en estudiar Física Nuclear o algo por el estilo, y dejar tranquilo aquel amor? Algunas cosas no necesitaban análisis.
El nudo que se le había formado en el estómago se aflojó un poco cuando analizó la primera parte de lo que Ellen le había dicho. _______ lo amaba. Puede que estuviera maquinando algún plan diabólico, pero lo amaba. Todo saldría bien.
Guiado por un impulso, Joe besó a Ellen en la mejilla y subió las escaleras en dirección del cuarto de _______. Quería abrazarla y besarla para que se olvidara de sus tonterías. Joe apenas había dormido en las últimas noches, metido en una habitación de hotel al otro lado del mundo. Aunque solo habían pasado una noche juntos, la cama le parecía fría y vacía sin tener a _______ entre sus brazos. La había echado terriblemente de menos.
Joe comenzó a andar más despacio a medida que se acercaba a su habitación. La puerta estaba abierta, y _______ estaba sentada en su escritorio, frente a una pequeña montaña de papeles y libros. Estaba de espaldas a Joe, y una cascada de rizos negros y rebeldes le caía por los hombros. Joe se detuvo un instante para observarla. Tenía la cabeza algo inclinada, así que pudo observar su perfil, con una ceja ligeramente curvada mientras se concentraba en su lectura con un bolígrafo entre los dientes. A pesar de todo el ruido que había hecho al subir las escaleras, ella no se había dado cuenta de su llegada.
Así era _______, pensó Joe con afecto. Podía apagar el resto del mundo y concentrarse únicamente en el universo que tenía dentro de su cabeza. Joe cerró la puerta con cuidado, como medida de precaución en caso de que pasara algo no apto para todos los públicos. Joe la abrazó por detrás y la besó en el cuello, hundiendo la cara en el dulce aroma de su cabello.
—¿Me has echado de menos? —susurró saboreando su contacto antes de darse cuenta de que no había respuesta por parte de _______ a sus caricias.
Joe abrió la boca para preguntar qué le ocurría, pero volvió a cerrarla al instante. Haría como si no hubiera notado nada, y tal vez ella lo dejara pasar. Si tan solo pudiera llegar a la boca de _______... Joe le acercó los labios, pero ella torció la cara. Lo intentó entonces por el otro lado, pero _______ volvió a girar el rostro.
Muy bien. No podía alcanzar su boca, pero había muchos otros rincones interesantes. Podía empezar, por ejemplo, por besarla en el cuello. Joe abrió la boca y le clavó suavemente los dientes en la piel. _______ sabía de maravilla. Sintió que a ella la sacudía un escalofrío y sonrió, dando por acabado su dulce mordisco. Se colocó entre _______ y el escritorio para mirarla de frente, y cayó en la cuenta de que seguramente estaría sonriendo embobado.
Pero _______ no sonreía. Personalmente, Joe pensaba que él era un sustituto perfecto a aquella pila de libros polvorientos que ocupaban su lugar un segundo antes, pero ella no parecía estar de acuerdo. Se limitaba a mirar fijamente el tercer botón de la camisa de Joe, con las manos decorosamente colocadas sobre el regazo.
Era una hermosura. Joe le tomó las manos y se las colocó sobre su pecho, deseando que ella notara cómo se le habían acelerado los latidos del corazón por el mero hecho de volver a verla.
—Te he echado de menos, _______.
Ella tragó saliva y por primera vez lo miró a la cara. Entonces echó su silla hacia atrás, indicando con un gesto el otro asiento que había en la habitación.
—Siéntate, Joe. Tenemos que hablar.
—No —contestó él con firmeza—. No tenemos que hablar. Tenemos que besarnos.
Con el ceño fruncido, _______ levantó la mano para detenerlo cuando él se inclinó sobre ella.
—Tenemos que hablar. Lo digo en serio, Joe.
Y estaba seria. Muy seria. Demasiado seria. Joe se apartó del escritorio y se dejó caer sobre la silla que ella le indicaba.
—Espero que tengas una buena excusa para privarme de mi beso —aseguró Joe haciendo pucheros—. Llevo días esperándolo, y lo necesito de verdad.
Como era habitual, _______ ni siquiera lo estaba escuchando. Se puso en pie y comenzó a pasear por la habitación.
—Siento de veras todo esto, Joe. De verdad que lo siento. Tenemos que parar antes de que al alcance tu sistema nervioso.
—¿Parar el qué? —preguntó Joe, confuso. —Esto. Tú y yo. Nuestra... aventura.—¿Nuestra aventura? —repitió Joe tras digerir aquella palabra—. ¿Tenemos una aventura? "eso suena a algo... prohibido. Qué excitante... —comenzó a decir con sorna. Pero ella estaba tan seria que se contuvo—. Ya estás en mi sistema nervioso, _______. Y allí vas a quedarte. Aprende a vivir con ello —concluyó con firmeza.
—Pero...
—No hay peros que valgan. Querías hablar y hemos hablado. Ahora me toca a mí. Dame un beso.
—¡No!
Joe la agarró de la cintura y la colocó sobre sus piernas.
—¡Sí! Enséñame, profesora... ¿Has estudiado los aspectos técnicos del beso, tal y como prometiste?
—Yo no puedo hacerte feliz, Joe —aseguró ella con voz temblorosa y los ojos anegados en lágrimas.
—Ya me haces feliz —contestó él con una sonrisa radiante de felicidad—. Me haces muy feliz, _______.
—Lo digo de verdad —insistió ella apartándose de Joe y sentándose en el escritorio—. Espero que podamos volver a ser amigos, pero si no lo conseguimos, será una pérdida a la que tendremos que enfrentarnos. Tú tenías razón. Un hombre y una mujer no pueden convertirse en amantes y esperar que nada cambie.
—Las cosas cambiarán para mejor. Confía en mí.
_______ lo miró durante un instante y dudó antes de volver a abrir la boca para soltar la frase más estúpida que Joe le había oído pronunciar en toda su vida.
—Creo que Lisa y tú deberías estar juntos.
—¿Lisa y...? —le espetó Joe tras permanecer callado unos instantes como consecuencia del impacto—. ¿Has perdido por completo esa cabecita tuya tan brillante?
—¿Por qué no? —preguntó _______ inclinándose hacia delante, como si quisiera convencerlo de que había tenido la idea más inteligente del mundo—. Es guapa, divertida y lista, y os caéis bien aunque estéis todo el rato discutiendo. Es perfecto.
Joe la miró fijamente durante un instante. Luego se puso de pie y retiró las cortinas para mirar a través de la ventana. Sus oídos estaban tratando de convencer a su cerebro de que era verdad lo que habían escuchado.
—¿Qué haces? —preguntó ella.
—Comprobar si seguimos en el planeta tierra, o si nos has trasladado a tu nave espacial —contestó Joe girándose para mirarla.
— ¡Oh, Joe! —gimió _______ antes de darle la espalda y hundir la cabeza en el escritorio.
—Por el amor de Dios, no llores —musitó él colocándose a su lado en una décima de segundo y tomándola suavemente de los hombros—. No llores, _______.
Solo había una cosa en el mundo que odiaba más que ver llorar a _______, y era saber que el causante de sus lágrimas era él. Pero en aquel momento no sentía deseos de consolarla, sino de sacudirla hasta hacerla entrar en razón.
—¿Es que no te das cuenta, Joe? Eso es exactamente lo que pasa. Soy de otro planeta. Y tú necesitas una compañera... de tu propia especie.
—¿Una compañera de mi propia especie? —repitió Joe tras soltar una palabrota—. ¿Cómo puede alguien tan inteligente como tú ser tan idiota? —le espetó antes de levantar la mano en gesto conciliador—. Por supuesto, lo digo en el buen sentido.
—No serías feliz conmigo, Joe. Soy demasiado... extraterrestre. Acabarías cansándote de estar siempre intercediendo entre el mundo y yo.
—Lo que quiero es estar en el mundo contigo —aseguró el mirando fijamente por la ventana con todo el cuerpo en tensión—. Yo te quiero, _______.
Sus palabras no tuvieron el efecto deseado. La mujer que amaba no tembló de emoción ni se lanzó a sus brazos presa de la felicidad. En lugar de eso, solo sonrió con tristeza.
—Yo también te quiero, Joe. Te quiero desde que revolviste el armario del cuarto de baño de tu madre para buscarme las compresas —confesó alargando la mano para acariciarle el lóbulo de la oreja—. Antes de aquello, simplemente te adoraba.
Joe vio las estrellas reflejadas en sus ojos, más brillantes que ninguna de las que había visto jamás cuando volaba por encima de las nubes. Ella lo amaba. Acababa de decirle que lo amaba. El mundo le parecía ahora un lugar perfecto. Nunca hubiera imaginado que resultara tan sencillo.
Joe frunció el ceño. De hecho, era demasiado sencillo. Todos los músculos de su cuerpo volvieron a tensarse ante la posibilidad de que la batalla no hubiera terminado todavía. Aun así, decidió ser optimista.
—Yo te quiero, tú me quieres. Entonces, seremos felices y comeremos perdices.
—No.
— _______, estoy harto de escuchar esa palabra —aseguró Joe suspirando—. Y ya sabes que yo nunca acepto un «no» por respuesta.
Necesitaba besarla. Si pudiera besarla, abrazarla, acariciarla...
—Eso es solo sexo, Joe. No cambiaré de opinión —aseguró ella apartándose.
—¿El qué es solo sexo? —preguntó él asombrado.
¿Acaso había hablado en voz alta?
—Está claro que intentas convencerme echándome en aquella cama a tu lado —dijo _______ con el ceño fruncido mientras agarraba un cuaderno de notas y un bolígrafo del escritorio—. Increíble. ¿Será que la telepatía funciona entre la gente que tiene química, o simplemente he captado tu lenguaje corporal?
Joe le quitó la libreta de las manos y la arrojó sobre el escritorio. Luego levantó a _______ de la silla y la llevó hasta la cama.
—¿Qué estás haciendo? —protestó ella.
— Voy a conseguir mi beso. Me lo debes.
Joe la tumbó sobre la colcha y se colocó a su lado, poniéndole una pierna encima de las suyas para evitar que se le escapara.
—Quédate quieta, ángel mío. Primero bésame y luego te quejas. Necesito un beso tuyo. Por favor —rogó él con voz suplicante.
_______ no pudo resistirse a la necesidad real que se reflejaba en sus ojos. Ella lo amaba. Lo amaba tanto que estaba dispuesta a hacer todo lo posible para que él dejara de amarla antes de que la desilusión reemplazara al amor, algo que sin duda ocurriría cuando, pasada la novedad, Joe se diera cuenta de lo extraña que era la criatura con la que se había comprometido.
Pero él tenía razón. No había nada malo en darle un beso. _______ sonrió de pronto y le echó los brazos alrededor del cuello mientras abría los labios para recibir su boca. Quería que Joe la besara profunda y furiosamente, como un recordatorio en vivo de la intimidad que habían compartido en aquella larga noche juntos. Joe soltó un gemido y comenzó a recorrerle los pechos con las manos, pellizcándolos suavemente mientras sus lenguas jugaban juntas.
—Te he echado mucho de menos —le susurró él a menos de medio centímetro de su boca.
Joe continuó acariciándole los pechos con deseo, y _______ se quitó la camiseta con impaciencia. No quería que hubiera nada entre ellos. Joe no se quedó a la zaga, y se sacó a su vez la chaqueta antes de abrirse la camisa para poder sentir su torso desnudo contra sus pechos. Luego bajó la boca hasta uno de sus pezones, y comenzó a succionarlo dulcemente a través del delicado tejido de su sujetador. Entonces escucharon un sonido característico al otro lado de la puerta cerrada.
—¿Has echado de menos también a mi gato? —preguntó _______ componiendo una mueca en su cara sonrojada por el deseo—. Porque parece que él a ti sí.
—Vayamos a mi casa —dijo Joe apoyando la frente contra la suya—. Allí no nos molestará nadie y podremos hacer todo el ruido que queramos.
—¿Yo hice ruido la otra vez? —preguntó _______ con timidez levantando la vista para mirarlo con aquellos increíbles ojos grises que tenía.
Joe la besó en los labios. La deseaba. Deseaba tenerla desnuda debajo de él, encima, en cualquier posición siempre y cuando no hubiera ni un solo centímetro de separación entre sus cuerpos y ningún gato en la habitación.
—Solo cuando yo hacía algo que te gustaba —contestó Joe con una mueca mientras se ponía de pie.
Aquello fue un error. En el momento en que _______ se levantó de la cama, volvió a dibujarse el ceño en su rostro, y se apartó de él mientras recogía su camiseta.
Joe soltó un suspiro y se preparó para lo que se avecinaba. Al ver que _______ dudaba mientras se vestía con manos temblorosas, decidió echarle un cable.
—Supongo que ahora querrás decirme que no nos va a ir bien juntos y que quieres que me líe con Lisa y que tenga hijos con ella, ¿verdad?
—Algo parecido —susurró _______ asintiendo tímidamente con la cabeza.
Joe se puso en jarras y trató de mirarla a los ojos, pero ella apartó la vista. Entonces él se cruzó de brazos y se apoyó contra la pared. Si quería guerra, la iba a tener.
—Cierra los ojos, _______.
Ella negó firmemente con la cabeza.
—¿De qué tienes miedo? —preguntó Joe con impaciencia encogiéndose de hombros—. No voy a tocarte. Solo cierra los ojos un momento.
_______ se mordió el labio inferior, pero hizo lo que le pedía.
—Muy bien. Ahora, utiliza un poco de esa imaginación tuya. Para describir la escena: Lisa está en mi cama. Estamos besándonos, acariciándonos, haciendo el amor, igual que lo hicimos tú y yo.
El rostro de Sarán se torció en un gesto de dolor.
—No me hagas esto, Joe —suplicó dándose la vuelta y tapándose los oídos.
—Tú no quieres que esté con Lisa —aseguró él tomándola de los brazos para darle la vuelta—. No quieres que esté con ninguna otra mujer. Quieres que esté contigo.
—Pero no puedo tenerte, Joe —gimió _______—. Tú sabes cómo soy. Soy diferente. Siempre lo he sido. Me pasaré la vida diciendo cosas equivocadas en el momento inoportuno, y tú te avergonzarás de mí. Te mereces algo mejor —concluyó mirándolo implorante—. Ya sé que ahora te resulta difícil imaginarlo, pero más adelante te darás cuenta de que Lisa es perfecta para ti. Ella es todo lo que yo no soy.
—Lisa es guapa, divertida y encantadora, exactamente igual que tú —replicó Joe con los dientes apretados—. Y también es inteligente. Pero no eres tú. Y tú eres la mujer que yo amo. Tanto si te gusta como si no, estás atada a mí.
—No, Joe —aseguró _______ muy seria.
Un escalofrío le recorrió la espina dorsal al darse cuenta de lo terminante de aquellas palabras.
—¿Por qué demonios te acostaste conmigo, _______? —preguntó con un tono más cortante del que pretendía poner a sus palabras.
—Quería hacerlo... antes de que te marcharas —susurró ella.
—¿Marcharme? ¿A dónde me marcho?
—A Florida, Joe. ¿Te acuerdas? Te han concedido el traslado.
—No me han notificado nada —aseguró él sacudiendo la cabeza.
—¿Has mirado el correo? —preguntó _______ encogiéndose de hombros—. A mí me lo ha contado Lisa.
—Así que tu virginidad era mi regalo de despedida...
—Algo parecido. Lo siento, Joe —musitó ella sin atreverse a mirarlo a los ojos—. Sentía dentro de mí un instinto primitivo de... poseerte, solo una vez antes de que todo acabara.
—¿Acabar? —casi gritó Joe—. _______, tú has sido mi otra mitad desde que ibas en pañales. ¿De verdad crees que lo que hay entre nosotros puede llegar a acabarse alguna vez?
_______ se mordió el labio inferior, y luego continúo hablando resueltamente.
—¿Te acuerdas de cómo conocí a Lisa?
—Claro. Fue justo después de la cita que yo tuve con ella. ¿Qué tiene que ver eso con lo que estamos hablando?
—La conocí en tu casa, después de vuestra primera y única cita.
_______ enfatizó aquellas palabras como si fueran la clave del asunto. Joe levantó la vista hacia el techo. Tendría que echar mano de sus reservas extra de paciencia, las que siempre tenía que utilizar con _______.
—Repito: ¿qué tiene que ver eso con lo que estamos hablando?
— Podría haber pasado algo entre vosotros si yo no hubiera estado allí.
—No habría pasado nada —contestó Joe poniendo los ojos en blanco—. Caímos en la cuenta de que ponían un programa que los dos preferíamos ver en lugar de deambular por la ciudad, así que planeamos hacer unas palomitas y sentarnos delante de la televisión.
—Lo recuerdo perfectamente —aseguró _______ sacudiendo la cabeza—. Yo tenía algo importante que contarte, algo del trabajo, y no estabas en casa, así que me colé por tu ventana y te esperé — dijo antes de sumirse unos instantes en sus pensamientos—. Ahora me acuerdo, quería hablarte de mi teoría sobre la base química del enfado. Entonces me quedé dormida en el sofá y me desperté cuando Lisa trató de sentarse encima de mí.
—Lo recuerdo.
Y se acordaba. Él estaba en la cocina, metiendo una bolsa de palomitas en el microondas cuando escuchó en el salón un grito que le heló la sangre en las venas. Cuando entró, vio a _______ sentada en el sofá bajo una manta, con el pelo revuelto y la ropa arrugada, y a Lisa delante contemplándola como si hubiera visto una aparición.
—Lisa regresó contigo a casa y encontró otra mujer en tu cama. Por eso vuestra relación pasó a ser meramente platónica.
—No pasó a ser platónica, es que nunca fue nada más que eso. Y además, era mi sofá, no mi cama. Y ella sabía desde el principio que tú y yo éramos solo amigos.
—Ella dice que siempre supo que yo estaba enamorada de ti.
—¿De verdad? Debería habérmelo dicho. Hace años que podríamos estar jugando con preservativos.
—No seas tonto, Joe.
Joe volvió a girarse hacia la ventana y se agarró al marco, tratando de tranquilizarse. ¿De verdad le estaba diciendo en serio que el tonto era él?
—Lisa no está interesada en mí, _______, ni yo en ella. Si hubiera alguna atracción entre nosotros, ¿no crees que habría pasado algo hace ya mucho tiempo?
—Siempre estaba yo por el medio —aseguró _______ sin siquiera pestañear.
Dos horas más tarde, _______ se sentía agotada y él no estaba tampoco en su mejor momento. Joe había hablado, discutido, bromeado, e intentado cualquier vía de ataque. Y ella había resistido aquella mirada en sus ojos, había aguantado la necesidad de abrazarlo y tranquilizarlo mientras Joe había seguido luchando. Pero ahora estaba callado. Tenía los hombros caídos, y parecía haber entendido por fin lo firme que era la postura de _______ en aquel asunto. Se estaba rindiendo.
Aquel pensamiento no le proporcionó ningún alivio. _______ sintió una punzada en el corazón al Ver lo perdido que estaba.
—Me voy a casa a dormir un poco, _______ — dijo dirigiéndose a la puerta.
Pero antes de salir, se sacó algo del bolsillo trasero de los pantalones.
—Por cierto, te he traído una cosa —murmuró dejando un sobre encima del escritorio—. Espero que te sirva. Aseguran que tienen un porcentaje de éxito del noventa y cinco por ciento.
_______ asintió con la cabeza. Tenía las cuerdas vocales agarrotadas. Los pasos de Joe bajando las escaleras le retumbaban a ella en los huesos. Pasaron varios minutos hasta que se acercó a recoger aquel sobre blanco. Lo abrió muy despacio. El dolor que sentía superaba la curiosidad que pudiera tener por lo que Joe le hubiera regalado.
_______ se repitió a sí misma que estaba haciendo lo correcto. Estaba salvando a Joe del desamor. Tal vez algún día podrían volver a ser amigos. Tal vez la distancia curara las heridas. Tal vez más adelante se reirían juntos de todo aquello.
Tal vez. Pero seguramente no.
_______ exhaló un suspiro. Dentro del sobre había solo una hoja de papel doblada en dos. La abrió y leyó durante varios segundos toda aquella letra impresa.
Y entonces comenzó a llorar. Las lágrimas resbalaron sobre el papel mientras ella lo sostenía sobre su pecho.
El regalo era la hoja de inscripción de un curso para superar el miedo al volar.
sofiii1
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
que rayos tan tonta
si joe la ama!!!!
uish que rabia
sii maraton :9
si joe la ama!!!!
uish que rabia
sii maraton :9
andreita
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