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Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
Nombre: Atrapar al vecino.
Autor: Bernard Hannah
Adaptación: Si.
Género: Romance.
Advertencias: Creo que ninguna.
Otras Páginas: No se.
BUENO CHICAS ACÁ SUBO OTRA NOVE OBVIO SOBRE JOE, BUENO ESPERO QUE LES GUSTE.
Argumento:
¡Nunca la ciencia había sido tan divertida!
Joe Jonas no tardó en darse cuenta de lo peligroso que era ser el mejor amigo de la excéntrica científica _______ Hamilton cuando esta lo convirtió en su conejillo de Indias. El problema era que el objeto de su estudio era la sexualidad humana... y lo que tenía tan confundido a Joe era que le estaba empezando a gustar el experimento. Ahora que ella lo había atrapado, él pensaba que no quería escapar...
Autor: Bernard Hannah
Adaptación: Si.
Género: Romance.
Advertencias: Creo que ninguna.
Otras Páginas: No se.
BUENO CHICAS ACÁ SUBO OTRA NOVE OBVIO SOBRE JOE, BUENO ESPERO QUE LES GUSTE.
Argumento:
¡Nunca la ciencia había sido tan divertida!
Joe Jonas no tardó en darse cuenta de lo peligroso que era ser el mejor amigo de la excéntrica científica _______ Hamilton cuando esta lo convirtió en su conejillo de Indias. El problema era que el objeto de su estudio era la sexualidad humana... y lo que tenía tan confundido a Joe era que le estaba empezando a gustar el experimento. Ahora que ella lo había atrapado, él pensaba que no quería escapar...
sofiii1
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
Capítulo 1
---Y BIEN? —preguntó _______ Hamilton. Apenas se le entendía, porque las palabras parecían surgirle de algún lugar cercano a los dedos de los pies.—¿Qué te parece, entonces? ¿Crees que funcionaría?
— Creo que habría algunos problemillas para que las partes... digamos «relevantes» del cuerpo se mantengan en contacto.
—¿Por qué?
—Bueno, verás... con la anatomía masculina en condiciones... apropiadas de operatividad, y la anatomía femenina en esta posición, se corre el riesgo de... de perder contacto, por decirlo de alguna manera.
Si su postura se lo hubiera permitido, Joe se habría palmeado a sí mismo en el hombro por la magnífica manera en que se había expresado.
Ella se separó de él y se puso de rodillas sobre la cama mientras apuntaba la opinión de Joe en una libreta.
—¿Lo que me has dicho es una suposición, o ya lo has experimentado?
Él no contestó, y _______ lo miró con impaciencia, golpeándole suavemente el estómago con el bolígrafo.
—¿Joe?
Joe Jonas se sentó y se pasó la mano por el cabello revuelto, preguntándose, y no por primera vez, cómo se había metido en aquella situación.
—Es solo una suposición. Todavía no he salido con ninguna acróbata de circo, pero no te preocupes que te informaré puntualmente de ello si lo hago.
—Bien —contestó _______ con la mente en otro sitio.
Pasó la página de su cuaderno de notas, se puso de pie y se dirigió al pequeño escritorio en el que había media docena de libros abiertos que mostraban dibujos y fotografías a todo color. Joe puso los ojos en blanco cuando ella comenzó a leer detenidamente uno de ellos. _______ no entendería una ironía ni aunque saltara encima de ella y le diera un mordisco en su anatomía femenina.
Al parecer, el descanso había terminado. Ella se colocó el bolígrafo detrás de la oreja y lo miró con una expresión que quería decir «volvamos al trabajo».
—Muy bien, probemos esta otra. Parece más fácil. Colócate allí.
Todavía maravillado por el modo en que había permitido que lo mangoneara desde que ella tenía dos años, Joe dejó que _______ lo ayudara a incorporarse. Lo puso contra la pared, pero se apartó al instante de él con el ceño fruncido.
—Vaya, nuestros tamaños no concuerdan. Esto d no funcionará.
Joe se cruzó de brazos y permaneció donde le habían dicho mientras ella regresaba al pupitre y se ponía las gafas para estudiar el libro con más detenimiento.
—Vale. Soy yo la que tengo que estar contra la pared, y tú me tienes que subir —dijo mirándolo fijamente a través de los cristales de las gafas con sus ojos grises—. ¿Podrías hacer eso, y a la vez actuar?
—Por supuesto, —replicó él, casi ofendido por la duda que encerraba su tono de voz.
—Bueno, pues vamos a intentarlo —dijo _______ ocupando su puesto en la pared y atrayéndolo hacia sí—. Ahora tienes que levantarme.
Sacudiendo la cabeza con incredulidad, Joe le ' echó los brazos alrededor, la levantó, y esperó.
—¿Y bien? ¿A qué esperas?
—Vuestra siguiente orden, Alteza.
—¿No has hecho esto antes?
Joe abrió la boca para responder, pero volvió a cerrarla al instante.
—No pienso responder a más preguntas concernientes a mi repertorio de posturas sexuales.
—No seas tan mojigato, Joe. Me ayudaría que pudieras decirme tú las cosas en Jugar de tener que estar todo el rato comprobándolas. ¿Qué se supone que tendría que hacer yo ahora?
— Vamos a ver —contestó él mirando al techo con paciencia—. Échame alrededor los brazos y las piernas.
— Vale —contestó _______, obedeciendo — . Y ahora, ¿qué?
—Para demostrarte lo que viene después tendríamos que quitarnos la ropa.
— Ya veo —comentó ella moviéndose para experimentar—. No me parece que esta postura sea muy cómoda para ninguna de las dos partes. Vale, ya puedes bajarme.
—El sexo no tiene por que resultar siempre cómodo.
—¿Ah, no? —preguntó ella mirándolo con súbito interés—. ¿Y cómo es eso?
—_______, ¿no sería más sencillo que te buscaras un novio para experimentar con él? —dijo Joe dejándose caer sobre una silla mientras soltaba una carcajada de incredulidad.
—Quédate ahí —contestó ella mientras pasaba a toda prisa las páginas del libro en busca de una fotografía antes de sentarse sobre su regazo—. Estira las piernas. ¿Qué me dices de esta postura?
—Promete —murmuró Joe observando las líneas de su silueta mientras luchaba por contener la respuesta de su propio cuerpo—. Valdría la pena intentarla. Suficiente investigación por hoy, ¿de acuerdo? —dijo apartándola suavemente de sí.
—¿Ya? —preguntó _______ con el ceño fruncido—. Hay al menos una docena más de posturas que me gustaría probar.
— Lo siento, pero el conejito de indias está agotado.
—¿Tan pronto? —contestó ella acomodándose sobre su regazo y colocando el bloc sobre su pecho—. Bueno, pues entonces te haré algunas preguntas. ¿Cuánto tiempo se tarda?
—Depende
—¿Depende de qué?
—De muchas cosas—contestó Joe observando casi divertido la expresión seria de su rostro—. Utiliza tu imaginación.
—Muy bien —murmuró ella sin dejar de escribir—. Dime cuál es tu postura favorita y por qué.
—Lo siento, pero eso es información confidencial —aseguró Joe sacudiendo la cabeza.
_______ se bajó de su regazo y metió la libreta en el bolsillo de la chaqueta.
—No puedo creerme que seas tan ñoño, Joe —aseguró algo molesta—. Déjame intentar una cosa más.
Joe se rindió. Cualquier cosa con tal de salir de allí y darse una ducha de agua fría. ¿De verdad era _______ tan poco consciente del efecto que su investigación tenía sobre él?
—De acuerdo, una más y ya. Se me está haciendo tarde. Te recuerdo que tengo un vuelo a Londres.
_______ lo echó sobre la cama y se tumbó a su lado. — Solo quiero saber cómo funciona la postura del misionero. No creo que te resulte muy difícil —aseguró ella tirando de él hasta colocarlo prácticamente encima—. Enséñame cómo te moverías.
—No —contestó Joe colocándole un dedo sobre los labios para evitar que protestara—. Llámame mojigato si quieres, _______, pero no me hago responsable de las consecuencias.
—De acuerdo. Yo haré todo el trabajo. Joe apretó los dientes mientras ella se movía encima de él sin experiencia. Luego observó con resignación cómo los ojos de _______ se abrían como platos en estado de shock.
—De acuerdo —murmuró él renuente—. Esto me está excitando. Lo siento.
Joe esperaba una cara sonrojada por la vergüenza, pero _______ lo sorprendió con una sonrisa de oreja a oreja.
—Esto es increíble. No tenía ni idea que fuera tan fácil excitar a un muchacho. —¿Un muchacho?
_______ no captó en aquel momento la indignación de su tono de voz. Lo apartó de sí sin ninguna ceremonia y se sentó sobre la cama. Sacó la libreta del bolsillo de la chaqueta, se quitó el bolígrafo de la oreja y comenzó a escribir.
—Has sido de gran ayuda, Joe. Te lo agradezco de verdad.
Joe sintió de pronto una oleada de protección, y agradeció al cielo que _______ le hubiera pedido a él que la ayudara en aquella tarea, y no a algún imbécil que se hubiera aprovechado de ella.
Aunque tampoco había tenido elección. _______ había llamado a su puerta con una cartera llena de libros colgada al hombro, preguntándole si podía ayudarla a averiguar algo. Lo único que supo después era que ella estaba encima de él con una libreta en la mano, preguntándole cuestiones muy personales sobre su vida sexual.
Así era _______. Cuando quería saber algo, se encaraba a ello con una determinación que solo podía compararse a la de una apisonadora. Tenía veintidós años, y, por lo que Joe sabía, nunca la habían besado. Pero eso no la había impedido exigirle que le hiciera una demostración de las diferentes posturas sexuales. Aunque por suerte, no le había pedido que se quitara la ropa... Todavía.
—¿Qué se siente?
Joe se había perdido algo.
-¿Cómo?
—Cuando te excitas. ¿Qué se siente?
Mientras Joe trataba inútilmente de buscar las palabras adecuadas, la mirada de _______ se detuvo sobre su cuerpo.
—Quiero decir que si lo sientes por todas partes o solamente allí —dijo señalando impúdicamente con el bolígrafo una parte en concreto.
—Yo... esto... —comenzó a decir él, dándose cuenta de que era inútil intentar hablar.
—Supongo que no me dejarías... —se atrevió a insinuar _______ sin dejar de señalar el mismo punto con el bolígrafo—. Que no me dejarías... mirar.
Antes de que se diera cuenta de lo que había pasado, _______ estaba siendo conducida sin demasiada amabilidad a la entrada de la casa de Joe. La puerta se cerró con firmeza en sus narices, y escuchó el sonido de la cadena de seguridad.
—Qué susceptibilidad —murmuró dudando si llamar a la puerta para que le devolviera sus libros.
Desde luego, lo de la cadena de seguridad era una exageración. ¿Acaso pensaba Joe que iba a echar la puerta abajo? Desde luego, sus atributos masculinos no eran tan, tan interesantes.
_______ levantó la mano para llamar, pero cambió de opinión. Podría esperar hasta que Joe regresara de Londres. No necesitaba de su participación para seguir avanzando en su investigación.
Echó a andar hacia el jardín trasero de la casa, dándole vueltas en la cabeza a lo que había aprendido. El sexo era muy extraño. Ya lo era entre los animales, pero entre humanos era un verdadero enigma. Y también resultaba muy complicado. Algunas de las cosas que había intentado con Joe le parecían muy difíciles incluso sin la intervención de la pasión que provocaban las reacciones químicas y hormonales. Pero aquello era precisamente lo que a _______ le interesaba, las alturas a las que la gente estaba dispuesta a llegar en su vida sexual, y las diferencias entre el comportamiento sexual de las personas respecto a los animales. El interés en desarrollar diferentes posturas era casi exclusivo de la especie humana. El resto de los animales parecía satisfecho con llevar a cabo solo una. ¿Por qué existía aquella diferencia? ¿Era una cuestión de inteligencia e imaginación, o tenía algo que ver también con las emociones humanas?
Joe había parecido sentirse ofendido cuando ella lo había llamado «muchacho». Un ligero escalofrío recorrió la espina dorsal de _______ cuando recordó la sensación del cuerpo de Joe sobre el suyo, pero lo rechazó con una firme sacudida de cabeza. No había esperado una reacción química de su propio cuerpo, pero si pensaba en ello, era algo normal. Lo único que indicaba era que su sistema hormonal funcionaba perfectamente.
Sin embargo, le resultaba curioso no haber caído hasta entonces en lo profundo que era el azul de sus ojos. Y los dedos de _______ habían deseado recorrer la oscuridad de su pelo solo para comprobar si era tan suave como parecía.
Las hormonas se comportaban de manera misteriosa.
Mientras saltaba la valla que separaba el jardín de Joe del de sus padres, _______ pensó que había sido muy amable al ayudarla. Joe siempre había estado allí para echarle una mano en todo. Era un muchacho encantador.
«Un hombre», pensó sintiendo otra sacudida hormonal mientras entraba en la oscuridad de su casa por la puerta de atrás.
Definitivamente, Joe ya no era ningún muchacho.
A través de la ventana de la cocina, Joe la observó atravesar casi saltando el jardín como la niña que aún era, a pesar de su edad y de sus grandes conocimientos. Sacudió la cabeza y deseó que la sangre se le enfriara cuanto antes. Ya eran demasiado mayores para jugar a los médicos. A pesar de lo precoz que era _______ en algunos aspectos, estaba muy retrasada en otros, y a Joe no le resultaría fácil dejarla si conseguía aquel traslado a Florida.
Sentía debilidad por ella desde que la había visto dar sus primeros pasos hacia la valla del jardín, arrojándole un pañal sucio que llevaba en la mano. Por supuesto que en un principio a Joe le había dado muchísimo asco, pero de alguna manera, _______ se abrió entonces un hueco hasta su corazón de niño de seis años. Desde entonces, y a través de los años, había contado con él para que la guiara en todo, desde aprender a montar en bicicleta hasta conducir un coche, y sus hombros habían servido para secarle las lágrimas con demasiada frecuencia.
Para Joe había sido una sorpresa entrar en el instituto y encontrarse con su vecinita, cuatro años más pequeña que él, sentada al fondo de la clase.
La preclara inteligencia que se escondía tras aquellos ojos gris claro le había pasado inadvertida hasta entonces. Pero _______ no duró mucho tiempo allí. La escuela pública no resultó adecuada para ella, ni social ni intelectualmente. Era demasiado pequeña, y a pesar de los esfuerzos de Joe para protegerla y ayudarla, los niños se pasaban el día burlándose de ella. Pasadas unas semanas, _______ fue trasladada a una escuela privada para niños superdotados, y antes de que Joe terminara el instituto, su amiguita de la casa de al lado ya estaba en la universidad. A la edad de trece años.
De aquello hacía casi diez años. _______ había hecho un master en Química, había terminado también la carrera de Biofísica, y trabajaba como investigadora en la universidad local. En su tiempo libre, estudiaba para sacarse otra carrera, esta vez en Ciencias Neurológicas, «solo para divertirse».
Joe seguía mirando fijamente la valla. Al parecer, pensó, ahora _______ pretendía adquirir conocimientos sobre sexo. Conocimientos que sacaba de los libros y, que Dios lo ayudara, de él.
De pronto, Joe cayó en la cuenta de que se le había olvidado preguntarle por qué pretendía aprender sobre posturas sexuales y técnicas diferentes. ¿Era por interés general, o había algún otro propósito? ¿Se trataba de una investigación para la tesis de su última carrera? Joe sabía que su proyecto estaba relacionado con la biología de las emociones. Pero, ¿Y si estuviera utilizándolo simplemente como un pelele para practicar con él antes de ir detrás de algún profesor que fuera también inexperto?
Aquel pensamiento bastó para hacerlo fruncir el ceño. Después de todo _______ era una adulta, y ya iba siendo hora que le prestara algo de atención al sexo opuesto. Se estaba portando como un hermano mayor sobreprotector y no tenía porque hacerlos.
Y sin embargo tenía que admitir que los sentimientos experimentados una hora antes, cuando ella se había colocado encima de él sobre la silla, o debajo tumbada en la cama, no había sido en absoluto los de un hermano. Joe torció el gesto. El hecho de imaginar a _______ haciendo aquellos inocentes movimientos con otro hombre le provocó una punzada en el corazón.
Cerro de golpe la cortina de la ventana. Se trataba de _______, su mejor amiga y vecina. La misma que acudía a llorar en su hombro cuando alguien la ridiculizaba por ser diferente. La misma que una vez apareció en la puerta de su casa con una bolsa llena de películas de video de ciencia-ficción y una maleta de fin de semana, dispuesta a pasar allí la noche cuando los padres de Joe se mudaron a vivir a Florida.
Joe sonrió ante aquel recuerdo, aliviado de volver a pisar un terreno familiar. En aquella ocasión _______ tenía dieciséis años y estaba preocupada de que él pudiera sentirse solo. Así que pensó que una buena dosis del Capitan Kira y Mr. Spock, los personajes de Star Treck, pondrían remedio a aquello. Y así había sido, aunque le había sobrado la charla de tres horas que _______ le soltó sobre los agujeros negros.
Joe tenía que admitir que aunque había vivido solo desde los veintiún años, nunca le había pesado la soledad teniendo a _______ en la puerta de al lado.
Joe le echó un vistazo a su reloj. Era el momento de irse a la cama, si no quería pasarse bostezando todo el trayecto por encima del océano Atlántico. Apagó las luces y se dirigió a las escaleras. Después de lavarse los dientes, se introdujo en la oscuridad de su habitación y se quitó la ropa. Luego se dejó caer de bruces sobre la cama y se dio cuenta entonces de que su recién conseguida calma se escapaba de él en cuestión de segundos, remplazada por una nueva y no deseada excitación.
El aroma de _______ estaba en la almohada.
Joe soltó un gruñido. Iba a ser una noche muy larga.
—Buenos días, comandante.
Lisa lo besó suavemente en la mejilla y parpadeó antes de dirigirse directamente al espejo que había en la sala de tripulaciones. Allí comenzó su rutina habitual anterior al vuelo, transformando su coleta rubia en un elegante moño.
— Yo tuve un encuentro muy fogoso anoche. ¿Cuál es tu excusa?
Joe no tuvo necesidad de preguntar a qué se refería. Lisa lo había pillado en medio de un bostezo.
—Dudo que quieras saberlo —murmuró mientras hundía los labios en una taza de café.
Lisa llevaba tres años como miembro de su tripulación. Cada céntimo que había conseguido ahorrar trabajando como azafata había ido a parar a sus lecciones de vuelo, y ya estaba casi a punto de hacer realidad su sueño de convertirse en piloto.
—¿De qué se trata? —preguntó ella—. ¿Una cita que acabó mal? —Peor.
—¿Una cita a ciegas? —insistió mirándolo de reojo con picardía.
—Peor aún. Pero no quiero hablar de ello — gruñó Joe—. Pregúntale a _______, si quieres enterarte.
—¿_______? —bromeó Lisa con un brillo de simpatía en los ojos.
Joe se había mostrado encantado cuando Lisa y _______ se habían hecho amigas, la primera amistad verdadera que _______ había tenido con una mujer en toda su vida. De hecho, se trataba de la primera amistad con alguien que no fuera él.
—¿Qué ha hecho esta vez? —se interesó su compañera levantando la ceja de un ojo perfectamente maquillado—. ¿Criar abejas genéticamente modificadas y soltarlas por descuido en tu casa?
—No seré yo quien te lo cuente. No quiero ni volver a pensar en ello. Estoy considerando la opción de someterme a un lavado de cerebro para olvidarlo.
—¿Vas a hacerme volar hasta Londres y volver sin contarme por lo que te ha hecho pasar tu protegida, la genio? —preguntó Lisa con el moño ya terminado y los brazos en jarras.
—Te aseguro que vale la pena esperar —aseguró Joe dando un último sorbo a su café—. Cuéntame lo tuyo. ¿Qué tal tu cita?
—Caliente —respondió,.Lisa con una mueca jocosa—. Él no está tan inhibido como tú.
Joe compuso a su vez una mueca. Lisa bromeaba con frecuencia sobre la única vez que ellos habían quedado para salir, y en lo sorprendida que se había quedado al no recibir ni siquiera un beso. Pero lo cierto era que enseguida habían conectado como amigos, y nada más.
—¿Va la cosa en serio?
—Es demasiado pronto para saberlo —murmuró ella apartando la taza de café de Joe con un dedo—. Pero es muy simpático. Y muy mono.
—«Mono» es una palabra que espero no escuchar nunca de labios de una mujer refiriéndose a mí —aseguró él.
—Pues eso es lo que te llaman todas por aquí, Joe. Para tu información, nunca las he oído llamarte «guapísimo» —dijo Lisa agarrándole con fuerza del antebrazo—. Hay un gran debate sobre la cantidad de músculo que ocultas bajo la camisa. De hecho, hemos hablado de llevar a cabo una misión de reconocimiento, infiltrando a alguna espía más allá de tus líneas de defensa...
—Es el uniforme —aseguró Joe encogiéndose de hombros—. Las atrae como moscas. Aunque tuviera tres ojos y una barba hasta las rodillas, seguirían fijándose solo en el uniforme.
—Pues yo creo que ya estamos acostumbradas, de tanto verlo. Y seguro que preferirían verte sin él —añadió Lisa—. Pero claro, ellas no saben lo irritante que puedes llegar a ser.
—Cuando hablas de «ellas», ¿a quién te refieres exactamente? —preguntó Joe, haciendo caso omiso de su último comentario. —¿Interesado?
—Desde luego, no en otra de tus citas a ciegas... —aseguró él encogiéndose de hombros.
—Lo sé, lo sé, te prometo que no lo haré más —se defendió Lisa soltando una carcajada—. Pero de todas formas, te diré que Roxy te ha echado el ojo.
—Ya lo sé. Pero no es mi tipo.
—Sabes, me resultaría más fácil colocarte si me dijeras cuál es tu tipo —contestó Lisa frunciendo el ceño.
—Es muy sencillo, Lisa. No tengo ningún tipo, y no quiero que me coloquen. ¿Y desde cuándo te interesa tanto mi vida amorosa?
— Ya sabes lo que dicen —dijo ella mientras cerraba su maletín y se dirigía a su lado hacia el avión—. Ni el infierno es tan cruel como una mujer despechada. Algún día te devolveré la pelota por haberme rechazado. No descansaré hasta encontrarte el amor de tu vida y ponerte de rodillas.
Joe no tuvo más remedio que soltar una carcajada.
—Con amigas como tú y _______, mi ego se desinfla todo lo que puedo aguantar —aseguró pasándole el brazo por los hombros—. No creo que pueda arreglármelas con otra mujer más en mi vida.
Con la mente concentrada en el trabajo, Joe llevó a cabo los preparativos para las maniobras de despegue con la facilidad que otorga la práctica. Pero cuando estuvieron en el aire, ya en camino, pudo relajarse, y sus pensamientos se dirigieron una vez más hacia _______. El día anterior lo había pillado con la guardia baja, pero no volvería a ocurrir. Tendría que estar preparado en caso de que ella tuviera intenciones de continuar experimentando con él. Y él tendría que tener a mano todos los argumentos de por qué aquello no era una buena idea. Y seguro que lo entendería.
Después de todo, él le había explicado a _______ las cuestiones más importantes de la vida. Joe sonrió al recordar a una _______ de cinco años y su pregunta.
—Joe, ¿De dónde vienen los niños?
Como no se sentía a la altura de semejante tarea, Joe la había tomado de la mano y la había llevado directamente a su madre. Sabía que si _______ le hubiera preguntado a su propia madre, lo más seguro sería que le hubiera dado un libro para que se informara.
La madre de Joe se había sentado con ellos y había dejado que su hijo se lo fuera explicando a la niña, corrigiéndolo suavemente cuando se equivocaba y añadiendo información allí donde su conocimiento era limitado.
A pesar de su diferencia de edad, siempre habían estado muy unidos. Joe no recordaba ningún momento en el que no hubiera estado pendiente de _______, aunque su cuidado no hubiera dado siempre los resultados apetecidos, pensó frunciendo el ceño.
Joe había pensado muchas veces que para una niña prodigio tenía que ser difícil tener unos padres como los de _______. Aceptaban sus magníficas cualidades como algo normal, y no la guiaban en ningún sentido. Parecía como si su hija estuviera en un plano diferente al suyo, y daban por sentado que, debido a su extraordinaria inteligencia, _______ sabía más que ellos de todo, incluso cuando era solo una niña. Podría decirse que se había criado ella sola. Joe sabía que _______ nunca había podido apoyarse en sus padres en busca de un consejo o de guía, o de simple disciplina.
Aquello explicaba por qué la habían permitido quedarse a dormir con él, no solo cuando era una niña, sino también de adolescente, cuando los padres de Joe se habían mudado. Una oleada de rabia lo invadió. ¿Acaso los padres de _______ no se habían preocupado? ¿Cómo podían estar seguros de que él no intentaría aprovecharse de su hija? Su responsabilidad consistía en proteger a _______, pero siempre se habían mostrado dispuestos a dejarle aquella tarea a él, el vecino de la casa de al lado.
A Joe no le gustaban los padres de _______. Le habían subrogado demasiadas responsabilidades que no eran suyas, y no estaba muy seguro de poder compaginar las tareas de padre adoptivo con las de mejor amigo.
Joe aspiró con fuerza el aire y lo retuvo unos instantes antes de exhalarlo lentamente. Con su comportamiento de la noche anterior con _______, había echado por tierra su papel de padre, y también el de mejor amigo. Se suponía que un buen amigo no podía tener los pensamientos que él había tenido, ni mucho menos ser consciente de los contornos de sus pechos bajo la camiseta cuando _______ se estiró sentada sobre sus piernas.
Distraído por sus pensamientos, Joe dio un respingo cuando Lisa le tocó en el hombro.
—Acabas de darle la bienvenida a los pasajeros del vuelo 3452 con destino a Portland—le informó arqueando una ceja—. Algunos pasajeros tienen la impresión de que no sabes a dónde vamos.
Joe soltó un gruñido y miró a Karen, su copiloto, que se encogió de hombros algo avergonzada. Ella tampoco se había dado cuenta del error.
— Señores pasajeros, les habla el comandante —dijo Joe acercándose de nuevo al micrófono—. Acaban de comunicarme que les he dicho que aterrizaremos de vuelta en Portland. Me temo que ha sido solo una confusión verbal, y les puedo asegurar que estamos volando en la dirección correcta, y que aterrizaremos en Heathrow, el aeropuerto de Londres, en menos de cinco horas.
Joe hizo una pausa, dudando de si aderezar su disculpa con una nota de humor.
—De todas maneras, si alguno de ustedes divisa la Gran Muralla China a través de la ventanilla, por favor no dude en notificárselo al personal de vuelo.
Lisa levantó el pulgar hacia arriba en gesto de felicitación desde el pasillo.
Joe se maldijo a sí mismo. No podía permitirse perder la concentración en el trabajo. La vida de cientos de personas dependía de él. Desterró con determinación a _______ a la parte de atrás de su cerebro, aunque no consiguió apartarla muy lejos de sus pensamientos.
Aquello iba a ser más duro de lo que había imaginado.
sofiii1
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
Capítulo 2
EL jueves por la tarde, _______ estaba sentada bajo una sombrilla en la parte delantera de su casa, en pantalones cortos y camiseta, exhibiendo al sol primaveral sus pálidas extremidades. Comenzaba a hacer mucho calor, y Joe siempre se quejaba de que ella nunca se ponía morena en verano.
_______ se sabía de memoria la programación de vuelo de Joe, y estaba segura de haber visto su avión volando bajo para aterrizar hacía aproximadamente una hora. Esperaba verlo pasar cuando él regresara a casa. Si seguía enfadado con ella, tal vez se pondría de mejor humor cuando viera que había escuchado su consejo de pasar más tiempo al aire libre.
Su portentoso cerebro parecía trabajar más despacio cuando se trataba de relaciones humanas. Las personas eran mucho más difíciles de interpretar que las ecuaciones químicas o los principios de la física. _______ solo tenía una ligera idea de por qué se había enfadado Joe con ella, pero tenía muy claro que no le había gustado que lo hiciera. En su amistad de toda la vida, eran pocas las veces en las que él se había molestado con ella. _______ se mordió el labio inferior, pero sacudió levemente la cabeza la instante. No tenía sentido preocuparse. Ya hablarían de ello cuando Joe regresara a casa. Con aire resuelto, _______ volvió a concentrarse en los papeles que tenía sobre el regazo, el material que necesitaba para un artículo que estaba escribiendo.
—Hola, _______.
_______ levantó la cabeza esperanzada, pero se le desvaneció la sonrisa al darse cuenta de que la voz y el rostro que tenía delante no eran los que esperaba. Se trataba de Lisa, no de Joe. Su amiga abrió la puerta de la valla, entró, y se sentó en una de las sillas de la entrada con las piernas sobre la mesa, sin importarle pisar los papeles que había debajo.
—¿Qué le hiciste el domingo a Joe? —preguntó Lisa sin preámbulos mirándola fijamente con curiosidad.
—Solo le pedí ayuda —murmuró _______.
Pero la mirada inquisidora de su amiga no dejaba lugar a dudas: quería saberlo todo.
—Suéltalo.
Resignada, _______ le contó a Lisa toda la historia, dándose cuenta de que Lisa iba abriendo cada vez más y más la boca en gesto de asombro, hasta dejar los dientes al descubierto.
Cuando _______ terminó de hablar, Lisa cerró la boca, frunció los labios, y un segundo más tarde estaba tirada sobre la hierba, sujetándose el estómago sin poder parar de reír. _______ la observó con el ceño fruncido.
—Pobre Joe —consiguió decir Lisa a duras penas sin lograr contener el ataque de risa—. Pobre, pobre Joe.
_______ esperó unos minutos a que la risa de Lisa se convirtiera en carcajadas más espaciadas acompañadas de pequeños espasmos de hipo. Teniendo en cuenta aquella reacción, estaba claro que lo que le había hecho a Joe era aún peor de lo que imaginaba.
—Ay, Dios mío, creo que nunca me había reído tanto —hipó Lisa incorporándose para sentarse—. ¿Y qué me dices de ti? ¿Sentiste algo?
—¿Algo como qué?
—No sé —contestó su amiga encogiéndose de hombros—. Por ejemplo, ganas de quitarle la ropa y lanzarte sobre él...
—Puede que haya habido algún tipo de respuesta física —aseguró _______ con dignidad—. Eso es algo que los científicos debemos separar de la investigación, ya sea a nivel físico o emocional.
—Ya —contestó Lisa acercándose a ella—. ¿Y le dijiste a Joe que tenía que comportarse como un científico y evitar cualquier potencial respuesta? ¿No es cierto que existen normas muy estrictas respecto al uso de seres humanos en experimentos científicos?
—Me temo que no pensé en su posible reacción —se disculpó _______ sintiéndose algo estúpida y avergonzada—. Pensé que Joe podría enseñarme... quiero decir, que como es imposible que él sienta ningún tipo de interés sexual por mí... Yo no sabía que los hombres eran capaces de excitarse con alguien que ni siquiera los atrae.
Lisa puso los ojos en blanco mientras se incorporaba, sacudiéndose la hierba de la ropa.
—A veces pareces tonta, _______ —aseguró moviendo su cola de caballo con incredulidad—. Por supuesto que Joe podría sentirse atraído por ti. De hecho, creo que ahora vas a tener un problema, porque has hecho que te vea como una mujer en lugar de como una hermana pequeña.
—¿Qué quieres decir? —preguntó _______, estupefacta.
—Lo que has oído. A partir de ahora, Joe te mirará con otros ojos —aseguró Lisa inclinándose sobre la mesa para tomarla de la mano—. Y te voy a hacer una pregunta por tu propio bien, Sararí. ¿Cuándo vas a admitir que estás enamorada de él?
—¿Cómo?
—Lo que has oído. Os conozco a los dos desde hace tres años. Se te nota a la legua en la manera en que lo miras, en cómo hablas de él. Y también ven la manera en que confiaste en él para que hiciera ese absurdo ejercicio contigo.
—Yo no me enamoro —respondió _______ secamente—. Soy un científico. El amor es un deseo físico encaminado a la reproducción, y yo no tengo ninguna intención de procrear en un futuro próximo.
—¿Así que solo lo quieres por su cuerpo?
_______ se sonrojó y abrió la boca para protestar, pero no le salieron las palabras.
—Por supuesto, yo no te culpo —aseguró Lisa guiñándole un ojo—. Joe está como un tren. Y además, es una persona maravillosa. Y me apuesto lo que sea a que en la cama es pura dinamita.
—¿Dinamita dónde? —preguntó _______ mirando a su amiga con los ojos abiertos como platos.
—De verdad, _______, a veces me pregunto si no serás de otro planeta —aseguró Lisa con cariño extendiendo la mano para cerrarle la boca, abierta por la sorpresa.
Si otra persona que no fuera Lisa o Joe hubiera hecho aquel comentario, _______ se habría sentido fatal. Pero en aquel momento apenas lo escuchó. Estaba demasiado confusa.
—Joe es mi amigo del alma. No se me ocurriría pensar en él de ese modo.
—Aquel día hiciste algo más que pensar, _______. Ojalá hubiera podido ser una mosca en la pared para verlo todo —aseguró Lisa comenzando de nuevo con las carcajadas —Avísame la próxima vez para que tome notas.
—No creo que haya próxima vez —aseguró _______—. Su respuesta no ha sido favorable.
—Oh, pues yo creo que sí... creo que tendrás que acostumbrarte a que Joe te mire de otra manera, porque él dará por hecho que tú harás lo mismo.
—¡Oh, no! —susurró _______, aterrada.
—No te asustes. Puede que todo esto termine bien. Tenemos que encontrar la manera de que termines este proyecto científico.
—¿Qué proyecto?
—El de seducir a Joe.
—¡No quiero seducir a Joe! —protestó enérgicamente _______.
—Lo siento —contestó Lisa, implacable—. Es demasiado tarde para echarse atrás. Tienes dos opciones: Intentar mantenerte en la frontera entre el amor y la amistad, o dar el paso definitivo y convertirte en su amante. Yo te recomiendo la segunda opción. Será más divertido, y además, ya va siendo hora de que te libres de tu virginidad... aunque solo sea por el bien de la ciencia.
_______ miró hacia la calle antes de ponerse en pie y comenzar a guardar sus libros y sus papeles en la cartera.
—Vamos dentro —murmuró dirigiéndose hacia la puerta de entrada sin esperar respuesta.
—¿No estás preparada para enfrentarte a Joe? —preguntó Lisa siguiéndola con una sonrisa maliciosa en los labios.
—Me estás confundiendo. Ya no sé qué pensar —aseguró _______ sacudiendo la cabeza—. Si estás en lo cierto y estoy enamorada de él, tendré que hacer algo al respecto.
Lisa la siguió por toda la casa y subió detrás de ella las escaleras hasta llegar al dormitorio.
—Mira: ¿verdad que Joe quedaría muy bien allí? —preguntó Lisa señalando la cama.
—Joe ha entrado y salido de mi cama miles de veces desde que tenía seis años —aseguró _______ sentándose en su escritorio—. Sería ridículo encontrarle ahora un sentido erótico. Pero para saber si estoy o no enamorada, me mantendré alejada de él durante un tiempo y leeré todo lo que pueda sobre la psicología del amor. Si averiguo lo que me está pasando, me resultará más fácil alejarlo de mi sistema nervioso.
—¿Mantenerte alejada de él? —preguntó Lisa poniendo los ojos en blanco—. Lo que deberías hacer es volver a meterlo en la cama, y esta vez desnudo. Y además, ya sabes que la ausencia puede hacer más fuerte el sentimiento.
—Eso es cierto —musitó _______—. Cuando la gente que nos importa se marcha, tendemos a recordar las cosas buenas en lugar de las malas.
—¿Ah, sí? —dijo Lisa sentándose sobre la cama y cruzándose de piernas—. Cuéntame las cosas buenas y las cosas malas de Joe.
Una sonrisa angelical cruzó el rostro de _______, y Lisa se lanzó en picado.
—¿A que no puedes pensar nada malo de él? ¡Estás totalmente enamorada!
—Si lo estuviera, daría igual —aseguró _______ encogiéndose de hombros con impaciencia—. Él no está enamorado de mí, y aunque así fuera, somos incompatibles.
—¿Sabes una cosa, _______? —preguntó Lisa tras unos segundos de silencio—. Todo esto hace que tu investigación sea mucho más importante. Imagina toda la información que podrías recopilar sobre la implicación emocional en el sexo.
—¿Estás sugiriendo que mantenga relaciones sexuales con Joe solo para investigar?—preguntó _______ mirándola de reojo con suspicacia.
—Creo que sería bueno para los dos. Sobre todo si, llegado ese momento, saltan chispas entre vosotros. ¿Existe alguna ley que prohíba mezclar la investigación con el placer?
—Bueno, se supone que hay que ser objetivo.
—¿Pero qué ocurre cuando lo que estás investigando es el placer? También tendrás que estudiar la subjetividad, ¿no?
—Eso es cierto —admitió _______ un instante antes de sacudir la cabeza con firmeza—. ¡Ya está bien, Lisa! Tengo que aclararme las ideas, y me estás confundiendo.
—Muy bien —dijo Lisa sonriendo con picardía—. Se pospone la discusión, pero desde luego no queda olvidada.
— ¡Emergencia!
Todavía con el uniforme puesto, pero con el pelo recogido en su habitual cola de caballo en lugar de en un moño, Lisa entró como una exhalación en el laboratorio y agarró a _______ por el brazo. Luego echó un vistazo alrededor y se dio cuenta de que la media docena de investigadores y estudiantes del laboratorio habían dejado de trabajar para mirarla fijamente.
—Hola a todos, pandilla. Yo soy Lisa —saludó cortésmente mientras arrastraba a _______ hacia el pasillo.
—¿Qué pasa? —preguntó _______ con un frasco de cristal todavía en la mano.
—Esto es algo serio —aseguró Lisa agarrándola del antebrazo, como preparándola para oír lo peor—. Joe tiene una cita esta noche. —Vaya.
Por supuesto que Joe salía con chicas, y ella se había acostumbrado a ignorar la pequeña punzada de celos que la asaltaba cuando eso ocurría. Los celos eran una emoción muy extraña. Había tratado de analizarlos, pero era algo absurdo en su situación. Joe no era nada más que su amigo, Pero, ¿por qué sentía el impulso primitivo de arrancarle los ojos a cualquier mujer que se acercara a él?
—Tenemos problemas, _______. Yo la conozco. Se llama Roxanne. Es pelirroja —aseguró pronunciando la palabra como si hubiera dicho «es un escorpión»—. Encandila a los hombres, les echa el lazo durante un par de semanas y luego los suelta. Y sé que le tiene echado el ojo a Joe.
—Estoy segura de que puede cuidar de sí mismo —aseguró _______.
—Entonces, ¿vas a dejar que se lo lleve? —preguntó Lisa poniéndose en jarras—. ¿No vale la pena luchar por él? Escúchame: por tu culpa, Joe ha sufrido una frustración sexual, y eso lo hace vulnerable ante Roxy. Si quieres evitar que a tu amigo le hagan daño, tienes que estropear su cita de esta noche para asegurarte de que no acaban en la cama... déjame pensar... sigues teniendo gato, ¿verdad?
—Sí —contestó _______ con cautela.
—Verás... Roxanne es alérgica a los gatos. Muy alérgica. Solo tienes que asegurarte de que Joe acaricie a tu gato justo antes de su cita.
—Yo no...
—Esto es importante, _______ —aseguró Lisa sacudiéndole la manga de su bata blanca de laboratorio—. Será culpa tuya si esa arpía consigue seducir a Joe esta noche. O vas por él ahora, o lo pierdes para siempre. Esta podría ser tu última oportunidad.
—Lisa, Joe no es mío, así que no lo puedo perder. Estás sobreactuando y sacando la situación de quicio.
—Yo te aviso: pasará a recogerla a las seis. Tú llama a su puerta con el gato en brazos a las cinco y media. Así no tendrá tiempo ni de cambiarse de ropa.
—No.
_______ sacudió la cabeza y le dio la espalda a su amiga mientras se dirigía de nuevo a la puerta del laboratorio. En su humilde opinión, aquella idea del gato era una locura.
Actuaría como si no la hubiera escuchado.
—Bien, ya son casi las cinco y media. Es la hora de mi programa favorito.
— ¡Mamá!
—¿Qué he dicho? —preguntó su madre mirándola sorprendida.
—No quiero saber qué hora es —gruñó _______.
—Lo siento, cariño, no lo sabía —dijo su madre sentándose en el sofá mientras encendía la televisión con el mando a distancia.
_______ llevaba un buen rato sentada en la mecedora del salón con la nariz pegada al libro, tratando de concentrarse para no pensar en Roxanne, en Joe, en el gato, y en ninguna de las posibles combinaciones entre los tres. Para librarse de cualquier tentación, se había dejado el reloj en el dormitorio y estaba sentada de espaldas al reloj de pared del abuelo.
Pero no había contado con su madre y sus programas de televisión, y en aquel momento era perfectamente consciente de cada segundo que pasaba.
_______ exhaló un suspiro. Le habían roto la concentración, y las palabras del libro ya no tenían senado. Hubo una pausa comercial en el programa. Joe saldría hacia su cita en cualquier momento.
_______ sintió en el estómago un nudo de lo más molesto. Sabía que se trataba simplemente de una acidez provocada por la respuesta de su sistema nervioso, pero aun así era una sensación muy desagradable.
Lisa tenía razón. Ella era culpable de haber provocado en Joe una frustración sexual, y no estaría bien que por su comportamiento él terminara en la cama con una mujer solo para satisfacer su lujuria. _______ frunció el ceño. Acababa de caer en la cuenta de algo terrible. Lisa le había dicho que aquella mujer era una devoradora de hombres. Tal vez podría contagiarle algo a Joe, algo que podría poner incluso su vida en peligro... Si Roxanne seducía a Joe aquella noche y le contagiaba una enfermedad mortal, sería culpa suya.
_______ se mordió los nudillos. Tal vez debería ir a verlo para recordarle que debía practicar sexo seguro... Algo suave rozó entonces su tobillo desnudo, y al instante unos ojos verdes la observaban desde su regazo, como si le preguntaran: «¿Y bien? ¿No tenemos que ir a algún sitio?»
Sin pensar en lo que estaba haciendo, _______ dejó el libro sobre la mesa y agarró al gato. Subió a su habitación, volvió a bajar y salió por la puerta de entrada sin detenerse siquiera a ponerse los zapatos.
Joe no se hacía ilusiones respecto a la razón por la que había aceptado la invitación de Roxanne. Ella lo había invitado a salir más veces, pero él siempre le había puesto excusas. Aquella pelirroja agresiva no era su tipo, y además, procuraba no salir con mujeres del trabajo. Pero tenía claro por qué había aceptado esta vez. Para apartar su mente de otra cosa. En concreto, de otra persona.
_______.
Joe se hizo el nudo y miró su reflejo en el espejo. Tenía la corbata torcida y solo se había pasado los dedos por el pelo para peinarse, pero no le importaba. ¿Sería _______ consciente de lo que le había hecho? Apenas había dormido desde que ella había llamado a su puerta. Y el poco sueño que había podido conseguir había sido casi peor, porque había estado plagado de imágenes eróticas de ellos dos juntos probando todo lo que aparecía en los libros y algunas posturas más. En sus sueños no llevaban ropa, ni gafas, y no aparecían duchas frías.
No había vuelto a verla desde que la había depositado en la puerta de su casa el domingo anterior. Bueno, la había visto pasando en bicicleta camino del trabajo y de regreso, pero ella no se había detenido en su casa como solía hacer normalmente. Y para ser sinceros, él también la había estado evitando. Pero aquello tenía que terminar.
Si _______ no venía a visitarlo pronto, tendría que ir él a hablar con ella. Joe no podía permitir 4ue una menudencia como el deseo carnal se interpusiera entre él y su mejor amiga.
Sonó el timbre de la puerta, y Joe miró automáticamente el reloj. Había quedado en pasar a recoger a Roxanne media hora más tarde, así que no podía ser ella.
Al abrir la puerta, Joe se encontró en el umbral con un diablillo con cara de culpabilidad, descalzo y que llevaba en brazos a su gato.
Joe pensó con cierto sarcasmo que tal vez Sararí quería estar presente en la cita. Tal vez estaba deseando aprender no solo participando, sino también observando. Pero se llevaría una decepción, porque Joe no tenía pensado hacer nada con Roxanne que beneficiara a la educación sexual de _______.
—Hola, _______.
—Hola, Joe.
Ella se apoyó sobre los talones, mirándolo fijamente. Joe pensaba que conocía todas las facetas de la personalidad de _______, pero en aquel momento ella tenía una expresión nueva, una mezcla de culpabilidad, inocencia, astucia... y conciencia sexual.
Cielo santo... ¿Habría despertado algo en ella también el espectáculo circense del domingo? ¿Sería por eso por lo que se había mantenido alejada de él? Joe se apoyó contra el quicio de la puerta, sintiéndose de pronto muy débil. Quería que las cosas volvieran a ser como antes.
_______ no había hablado todavía. Estaba jugueteando con las orejas del gato. Y de pronto, le tendió el animal a Joe.
—¿Me lo sujetas un momento?
Joe no tuvo oportunidad de replicar. Al instante tenía en brazos al gato, ronroneando de placer.
—¿Ocurre algo, _______?
—No, nada. Estoy preocupada por él. ¿No te da la impresión de que está enfermo?
Joe miró al animal. Le seguía pareciendo el mismo bicho feo de siempre. No había cambiado un ápice desde que _______ lo trajo a casa cuando era apenas un cachorro, cuatro años atrás.
Joe se apartó al animal del pecho y volvió a colocarlo en brazos de _______ con gesto torcido. Tenía la camisa llena de pelos. Sacó el pañuelo inmaculado que llevaba en el bolsillo de la chaqueta y se quitó con él la mayor parte.
—Yo lo veo bien —contestó guardándose de nuevo el pañuelo—. Pero si te preocupa, podemos llevarlo mañana al veterinario. Yo te acompaño. Pero ahora tengo prisa. Tengo una cita.
—Ya lo sé —contestó _______ con cierta tristeza.
Luego le dio un ligero abrazo, en medio de las protestas del gato, que se veía aplastado en medio de los dos.
—Te veo mañana —dijo Joe besándola en la frente como solía hacer.
Pero aquella vez, la piel de _______ pareció quedarse impresa en sus labios, y su aroma impregnado en su olfato. _______ se dio la vuelta para marcharse, y Joe soltó una palabrota en voz baja mientras se dirigía a su coche y lo abría. No podía permitirse tener aquellos sentimientos. _______ confiaba en él, y él no debía traicionar nunca aquella confianza.
—Joe...
Él se dio la vuelta y la encontró de pie en la valla, con el gato haciendo ochos alrededor de sus tobillos.
—Tú siempre practicas sexo seguro, ¿verdad?
_______ no pudo oír la palabrota que salió de la boca de Joe, pero el lenguaje corporal lo decía todo, a juzgar por los puñetazos que comenzó a dar en el capó del coche. La doctora _______ desapareció por detrás de la valla y se metió en su casa todo lo rápido que le permitieron sus pies desnudos.
EL jueves por la tarde, _______ estaba sentada bajo una sombrilla en la parte delantera de su casa, en pantalones cortos y camiseta, exhibiendo al sol primaveral sus pálidas extremidades. Comenzaba a hacer mucho calor, y Joe siempre se quejaba de que ella nunca se ponía morena en verano.
_______ se sabía de memoria la programación de vuelo de Joe, y estaba segura de haber visto su avión volando bajo para aterrizar hacía aproximadamente una hora. Esperaba verlo pasar cuando él regresara a casa. Si seguía enfadado con ella, tal vez se pondría de mejor humor cuando viera que había escuchado su consejo de pasar más tiempo al aire libre.
Su portentoso cerebro parecía trabajar más despacio cuando se trataba de relaciones humanas. Las personas eran mucho más difíciles de interpretar que las ecuaciones químicas o los principios de la física. _______ solo tenía una ligera idea de por qué se había enfadado Joe con ella, pero tenía muy claro que no le había gustado que lo hiciera. En su amistad de toda la vida, eran pocas las veces en las que él se había molestado con ella. _______ se mordió el labio inferior, pero sacudió levemente la cabeza la instante. No tenía sentido preocuparse. Ya hablarían de ello cuando Joe regresara a casa. Con aire resuelto, _______ volvió a concentrarse en los papeles que tenía sobre el regazo, el material que necesitaba para un artículo que estaba escribiendo.
—Hola, _______.
_______ levantó la cabeza esperanzada, pero se le desvaneció la sonrisa al darse cuenta de que la voz y el rostro que tenía delante no eran los que esperaba. Se trataba de Lisa, no de Joe. Su amiga abrió la puerta de la valla, entró, y se sentó en una de las sillas de la entrada con las piernas sobre la mesa, sin importarle pisar los papeles que había debajo.
—¿Qué le hiciste el domingo a Joe? —preguntó Lisa sin preámbulos mirándola fijamente con curiosidad.
—Solo le pedí ayuda —murmuró _______.
Pero la mirada inquisidora de su amiga no dejaba lugar a dudas: quería saberlo todo.
—Suéltalo.
Resignada, _______ le contó a Lisa toda la historia, dándose cuenta de que Lisa iba abriendo cada vez más y más la boca en gesto de asombro, hasta dejar los dientes al descubierto.
Cuando _______ terminó de hablar, Lisa cerró la boca, frunció los labios, y un segundo más tarde estaba tirada sobre la hierba, sujetándose el estómago sin poder parar de reír. _______ la observó con el ceño fruncido.
—Pobre Joe —consiguió decir Lisa a duras penas sin lograr contener el ataque de risa—. Pobre, pobre Joe.
_______ esperó unos minutos a que la risa de Lisa se convirtiera en carcajadas más espaciadas acompañadas de pequeños espasmos de hipo. Teniendo en cuenta aquella reacción, estaba claro que lo que le había hecho a Joe era aún peor de lo que imaginaba.
—Ay, Dios mío, creo que nunca me había reído tanto —hipó Lisa incorporándose para sentarse—. ¿Y qué me dices de ti? ¿Sentiste algo?
—¿Algo como qué?
—No sé —contestó su amiga encogiéndose de hombros—. Por ejemplo, ganas de quitarle la ropa y lanzarte sobre él...
—Puede que haya habido algún tipo de respuesta física —aseguró _______ con dignidad—. Eso es algo que los científicos debemos separar de la investigación, ya sea a nivel físico o emocional.
—Ya —contestó Lisa acercándose a ella—. ¿Y le dijiste a Joe que tenía que comportarse como un científico y evitar cualquier potencial respuesta? ¿No es cierto que existen normas muy estrictas respecto al uso de seres humanos en experimentos científicos?
—Me temo que no pensé en su posible reacción —se disculpó _______ sintiéndose algo estúpida y avergonzada—. Pensé que Joe podría enseñarme... quiero decir, que como es imposible que él sienta ningún tipo de interés sexual por mí... Yo no sabía que los hombres eran capaces de excitarse con alguien que ni siquiera los atrae.
Lisa puso los ojos en blanco mientras se incorporaba, sacudiéndose la hierba de la ropa.
—A veces pareces tonta, _______ —aseguró moviendo su cola de caballo con incredulidad—. Por supuesto que Joe podría sentirse atraído por ti. De hecho, creo que ahora vas a tener un problema, porque has hecho que te vea como una mujer en lugar de como una hermana pequeña.
—¿Qué quieres decir? —preguntó _______, estupefacta.
—Lo que has oído. A partir de ahora, Joe te mirará con otros ojos —aseguró Lisa inclinándose sobre la mesa para tomarla de la mano—. Y te voy a hacer una pregunta por tu propio bien, Sararí. ¿Cuándo vas a admitir que estás enamorada de él?
—¿Cómo?
—Lo que has oído. Os conozco a los dos desde hace tres años. Se te nota a la legua en la manera en que lo miras, en cómo hablas de él. Y también ven la manera en que confiaste en él para que hiciera ese absurdo ejercicio contigo.
—Yo no me enamoro —respondió _______ secamente—. Soy un científico. El amor es un deseo físico encaminado a la reproducción, y yo no tengo ninguna intención de procrear en un futuro próximo.
—¿Así que solo lo quieres por su cuerpo?
_______ se sonrojó y abrió la boca para protestar, pero no le salieron las palabras.
—Por supuesto, yo no te culpo —aseguró Lisa guiñándole un ojo—. Joe está como un tren. Y además, es una persona maravillosa. Y me apuesto lo que sea a que en la cama es pura dinamita.
—¿Dinamita dónde? —preguntó _______ mirando a su amiga con los ojos abiertos como platos.
—De verdad, _______, a veces me pregunto si no serás de otro planeta —aseguró Lisa con cariño extendiendo la mano para cerrarle la boca, abierta por la sorpresa.
Si otra persona que no fuera Lisa o Joe hubiera hecho aquel comentario, _______ se habría sentido fatal. Pero en aquel momento apenas lo escuchó. Estaba demasiado confusa.
—Joe es mi amigo del alma. No se me ocurriría pensar en él de ese modo.
—Aquel día hiciste algo más que pensar, _______. Ojalá hubiera podido ser una mosca en la pared para verlo todo —aseguró Lisa comenzando de nuevo con las carcajadas —Avísame la próxima vez para que tome notas.
—No creo que haya próxima vez —aseguró _______—. Su respuesta no ha sido favorable.
—Oh, pues yo creo que sí... creo que tendrás que acostumbrarte a que Joe te mire de otra manera, porque él dará por hecho que tú harás lo mismo.
—¡Oh, no! —susurró _______, aterrada.
—No te asustes. Puede que todo esto termine bien. Tenemos que encontrar la manera de que termines este proyecto científico.
—¿Qué proyecto?
—El de seducir a Joe.
—¡No quiero seducir a Joe! —protestó enérgicamente _______.
—Lo siento —contestó Lisa, implacable—. Es demasiado tarde para echarse atrás. Tienes dos opciones: Intentar mantenerte en la frontera entre el amor y la amistad, o dar el paso definitivo y convertirte en su amante. Yo te recomiendo la segunda opción. Será más divertido, y además, ya va siendo hora de que te libres de tu virginidad... aunque solo sea por el bien de la ciencia.
_______ miró hacia la calle antes de ponerse en pie y comenzar a guardar sus libros y sus papeles en la cartera.
—Vamos dentro —murmuró dirigiéndose hacia la puerta de entrada sin esperar respuesta.
—¿No estás preparada para enfrentarte a Joe? —preguntó Lisa siguiéndola con una sonrisa maliciosa en los labios.
—Me estás confundiendo. Ya no sé qué pensar —aseguró _______ sacudiendo la cabeza—. Si estás en lo cierto y estoy enamorada de él, tendré que hacer algo al respecto.
Lisa la siguió por toda la casa y subió detrás de ella las escaleras hasta llegar al dormitorio.
—Mira: ¿verdad que Joe quedaría muy bien allí? —preguntó Lisa señalando la cama.
—Joe ha entrado y salido de mi cama miles de veces desde que tenía seis años —aseguró _______ sentándose en su escritorio—. Sería ridículo encontrarle ahora un sentido erótico. Pero para saber si estoy o no enamorada, me mantendré alejada de él durante un tiempo y leeré todo lo que pueda sobre la psicología del amor. Si averiguo lo que me está pasando, me resultará más fácil alejarlo de mi sistema nervioso.
—¿Mantenerte alejada de él? —preguntó Lisa poniendo los ojos en blanco—. Lo que deberías hacer es volver a meterlo en la cama, y esta vez desnudo. Y además, ya sabes que la ausencia puede hacer más fuerte el sentimiento.
—Eso es cierto —musitó _______—. Cuando la gente que nos importa se marcha, tendemos a recordar las cosas buenas en lugar de las malas.
—¿Ah, sí? —dijo Lisa sentándose sobre la cama y cruzándose de piernas—. Cuéntame las cosas buenas y las cosas malas de Joe.
Una sonrisa angelical cruzó el rostro de _______, y Lisa se lanzó en picado.
—¿A que no puedes pensar nada malo de él? ¡Estás totalmente enamorada!
—Si lo estuviera, daría igual —aseguró _______ encogiéndose de hombros con impaciencia—. Él no está enamorado de mí, y aunque así fuera, somos incompatibles.
—¿Sabes una cosa, _______? —preguntó Lisa tras unos segundos de silencio—. Todo esto hace que tu investigación sea mucho más importante. Imagina toda la información que podrías recopilar sobre la implicación emocional en el sexo.
—¿Estás sugiriendo que mantenga relaciones sexuales con Joe solo para investigar?—preguntó _______ mirándola de reojo con suspicacia.
—Creo que sería bueno para los dos. Sobre todo si, llegado ese momento, saltan chispas entre vosotros. ¿Existe alguna ley que prohíba mezclar la investigación con el placer?
—Bueno, se supone que hay que ser objetivo.
—¿Pero qué ocurre cuando lo que estás investigando es el placer? También tendrás que estudiar la subjetividad, ¿no?
—Eso es cierto —admitió _______ un instante antes de sacudir la cabeza con firmeza—. ¡Ya está bien, Lisa! Tengo que aclararme las ideas, y me estás confundiendo.
—Muy bien —dijo Lisa sonriendo con picardía—. Se pospone la discusión, pero desde luego no queda olvidada.
— ¡Emergencia!
Todavía con el uniforme puesto, pero con el pelo recogido en su habitual cola de caballo en lugar de en un moño, Lisa entró como una exhalación en el laboratorio y agarró a _______ por el brazo. Luego echó un vistazo alrededor y se dio cuenta de que la media docena de investigadores y estudiantes del laboratorio habían dejado de trabajar para mirarla fijamente.
—Hola a todos, pandilla. Yo soy Lisa —saludó cortésmente mientras arrastraba a _______ hacia el pasillo.
—¿Qué pasa? —preguntó _______ con un frasco de cristal todavía en la mano.
—Esto es algo serio —aseguró Lisa agarrándola del antebrazo, como preparándola para oír lo peor—. Joe tiene una cita esta noche. —Vaya.
Por supuesto que Joe salía con chicas, y ella se había acostumbrado a ignorar la pequeña punzada de celos que la asaltaba cuando eso ocurría. Los celos eran una emoción muy extraña. Había tratado de analizarlos, pero era algo absurdo en su situación. Joe no era nada más que su amigo, Pero, ¿por qué sentía el impulso primitivo de arrancarle los ojos a cualquier mujer que se acercara a él?
—Tenemos problemas, _______. Yo la conozco. Se llama Roxanne. Es pelirroja —aseguró pronunciando la palabra como si hubiera dicho «es un escorpión»—. Encandila a los hombres, les echa el lazo durante un par de semanas y luego los suelta. Y sé que le tiene echado el ojo a Joe.
—Estoy segura de que puede cuidar de sí mismo —aseguró _______.
—Entonces, ¿vas a dejar que se lo lleve? —preguntó Lisa poniéndose en jarras—. ¿No vale la pena luchar por él? Escúchame: por tu culpa, Joe ha sufrido una frustración sexual, y eso lo hace vulnerable ante Roxy. Si quieres evitar que a tu amigo le hagan daño, tienes que estropear su cita de esta noche para asegurarte de que no acaban en la cama... déjame pensar... sigues teniendo gato, ¿verdad?
—Sí —contestó _______ con cautela.
—Verás... Roxanne es alérgica a los gatos. Muy alérgica. Solo tienes que asegurarte de que Joe acaricie a tu gato justo antes de su cita.
—Yo no...
—Esto es importante, _______ —aseguró Lisa sacudiéndole la manga de su bata blanca de laboratorio—. Será culpa tuya si esa arpía consigue seducir a Joe esta noche. O vas por él ahora, o lo pierdes para siempre. Esta podría ser tu última oportunidad.
—Lisa, Joe no es mío, así que no lo puedo perder. Estás sobreactuando y sacando la situación de quicio.
—Yo te aviso: pasará a recogerla a las seis. Tú llama a su puerta con el gato en brazos a las cinco y media. Así no tendrá tiempo ni de cambiarse de ropa.
—No.
_______ sacudió la cabeza y le dio la espalda a su amiga mientras se dirigía de nuevo a la puerta del laboratorio. En su humilde opinión, aquella idea del gato era una locura.
Actuaría como si no la hubiera escuchado.
—Bien, ya son casi las cinco y media. Es la hora de mi programa favorito.
— ¡Mamá!
—¿Qué he dicho? —preguntó su madre mirándola sorprendida.
—No quiero saber qué hora es —gruñó _______.
—Lo siento, cariño, no lo sabía —dijo su madre sentándose en el sofá mientras encendía la televisión con el mando a distancia.
_______ llevaba un buen rato sentada en la mecedora del salón con la nariz pegada al libro, tratando de concentrarse para no pensar en Roxanne, en Joe, en el gato, y en ninguna de las posibles combinaciones entre los tres. Para librarse de cualquier tentación, se había dejado el reloj en el dormitorio y estaba sentada de espaldas al reloj de pared del abuelo.
Pero no había contado con su madre y sus programas de televisión, y en aquel momento era perfectamente consciente de cada segundo que pasaba.
_______ exhaló un suspiro. Le habían roto la concentración, y las palabras del libro ya no tenían senado. Hubo una pausa comercial en el programa. Joe saldría hacia su cita en cualquier momento.
_______ sintió en el estómago un nudo de lo más molesto. Sabía que se trataba simplemente de una acidez provocada por la respuesta de su sistema nervioso, pero aun así era una sensación muy desagradable.
Lisa tenía razón. Ella era culpable de haber provocado en Joe una frustración sexual, y no estaría bien que por su comportamiento él terminara en la cama con una mujer solo para satisfacer su lujuria. _______ frunció el ceño. Acababa de caer en la cuenta de algo terrible. Lisa le había dicho que aquella mujer era una devoradora de hombres. Tal vez podría contagiarle algo a Joe, algo que podría poner incluso su vida en peligro... Si Roxanne seducía a Joe aquella noche y le contagiaba una enfermedad mortal, sería culpa suya.
_______ se mordió los nudillos. Tal vez debería ir a verlo para recordarle que debía practicar sexo seguro... Algo suave rozó entonces su tobillo desnudo, y al instante unos ojos verdes la observaban desde su regazo, como si le preguntaran: «¿Y bien? ¿No tenemos que ir a algún sitio?»
Sin pensar en lo que estaba haciendo, _______ dejó el libro sobre la mesa y agarró al gato. Subió a su habitación, volvió a bajar y salió por la puerta de entrada sin detenerse siquiera a ponerse los zapatos.
Joe no se hacía ilusiones respecto a la razón por la que había aceptado la invitación de Roxanne. Ella lo había invitado a salir más veces, pero él siempre le había puesto excusas. Aquella pelirroja agresiva no era su tipo, y además, procuraba no salir con mujeres del trabajo. Pero tenía claro por qué había aceptado esta vez. Para apartar su mente de otra cosa. En concreto, de otra persona.
_______.
Joe se hizo el nudo y miró su reflejo en el espejo. Tenía la corbata torcida y solo se había pasado los dedos por el pelo para peinarse, pero no le importaba. ¿Sería _______ consciente de lo que le había hecho? Apenas había dormido desde que ella había llamado a su puerta. Y el poco sueño que había podido conseguir había sido casi peor, porque había estado plagado de imágenes eróticas de ellos dos juntos probando todo lo que aparecía en los libros y algunas posturas más. En sus sueños no llevaban ropa, ni gafas, y no aparecían duchas frías.
No había vuelto a verla desde que la había depositado en la puerta de su casa el domingo anterior. Bueno, la había visto pasando en bicicleta camino del trabajo y de regreso, pero ella no se había detenido en su casa como solía hacer normalmente. Y para ser sinceros, él también la había estado evitando. Pero aquello tenía que terminar.
Si _______ no venía a visitarlo pronto, tendría que ir él a hablar con ella. Joe no podía permitir 4ue una menudencia como el deseo carnal se interpusiera entre él y su mejor amiga.
Sonó el timbre de la puerta, y Joe miró automáticamente el reloj. Había quedado en pasar a recoger a Roxanne media hora más tarde, así que no podía ser ella.
Al abrir la puerta, Joe se encontró en el umbral con un diablillo con cara de culpabilidad, descalzo y que llevaba en brazos a su gato.
Joe pensó con cierto sarcasmo que tal vez Sararí quería estar presente en la cita. Tal vez estaba deseando aprender no solo participando, sino también observando. Pero se llevaría una decepción, porque Joe no tenía pensado hacer nada con Roxanne que beneficiara a la educación sexual de _______.
—Hola, _______.
—Hola, Joe.
Ella se apoyó sobre los talones, mirándolo fijamente. Joe pensaba que conocía todas las facetas de la personalidad de _______, pero en aquel momento ella tenía una expresión nueva, una mezcla de culpabilidad, inocencia, astucia... y conciencia sexual.
Cielo santo... ¿Habría despertado algo en ella también el espectáculo circense del domingo? ¿Sería por eso por lo que se había mantenido alejada de él? Joe se apoyó contra el quicio de la puerta, sintiéndose de pronto muy débil. Quería que las cosas volvieran a ser como antes.
_______ no había hablado todavía. Estaba jugueteando con las orejas del gato. Y de pronto, le tendió el animal a Joe.
—¿Me lo sujetas un momento?
Joe no tuvo oportunidad de replicar. Al instante tenía en brazos al gato, ronroneando de placer.
—¿Ocurre algo, _______?
—No, nada. Estoy preocupada por él. ¿No te da la impresión de que está enfermo?
Joe miró al animal. Le seguía pareciendo el mismo bicho feo de siempre. No había cambiado un ápice desde que _______ lo trajo a casa cuando era apenas un cachorro, cuatro años atrás.
Joe se apartó al animal del pecho y volvió a colocarlo en brazos de _______ con gesto torcido. Tenía la camisa llena de pelos. Sacó el pañuelo inmaculado que llevaba en el bolsillo de la chaqueta y se quitó con él la mayor parte.
—Yo lo veo bien —contestó guardándose de nuevo el pañuelo—. Pero si te preocupa, podemos llevarlo mañana al veterinario. Yo te acompaño. Pero ahora tengo prisa. Tengo una cita.
—Ya lo sé —contestó _______ con cierta tristeza.
Luego le dio un ligero abrazo, en medio de las protestas del gato, que se veía aplastado en medio de los dos.
—Te veo mañana —dijo Joe besándola en la frente como solía hacer.
Pero aquella vez, la piel de _______ pareció quedarse impresa en sus labios, y su aroma impregnado en su olfato. _______ se dio la vuelta para marcharse, y Joe soltó una palabrota en voz baja mientras se dirigía a su coche y lo abría. No podía permitirse tener aquellos sentimientos. _______ confiaba en él, y él no debía traicionar nunca aquella confianza.
—Joe...
Él se dio la vuelta y la encontró de pie en la valla, con el gato haciendo ochos alrededor de sus tobillos.
—Tú siempre practicas sexo seguro, ¿verdad?
_______ no pudo oír la palabrota que salió de la boca de Joe, pero el lenguaje corporal lo decía todo, a juzgar por los puñetazos que comenzó a dar en el capó del coche. La doctora _______ desapareció por detrás de la valla y se metió en su casa todo lo rápido que le permitieron sus pies desnudos.
sofiii1
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
Capítulo 3
ROXANNE recibió a Joe en la puerta vestida con un traje color escarlata y un brillo de labios de un escarlata todavía más intenso. Joe tuvo que admitir que -estaba impresionante, aunque no fuera su tipo. Ella le dio la bienvenida con una beso entusiasta en la mejilla, un beso que habría ido a parar a otro sitio si él no hubiera girado la cabeza justo a tiempo de evitarlo, y con la delicadeza justa para que Roxanne no se sintiera ofendida. Cuando ella lo tomó del brazo, Joe tuvo la extraña sensación de ser una mosca incauta dirigiéndose sin remedio hacia una tela de araña.
—Ay, lo siento, te he manchado con mi barra de labios —dijo Roxy con sonrisa coqueta.
Joe compuso una mueca educada y rebuscó en el bolsillo para encontrar su pañuelo. Cuando lo sacó, cayó al suelo algo que estaba escondido en su interior. Joe hizo amago de agacharse a recogerlo, pero ella se le adelantó.
—Seguro que has sido boy scout —susurró mirándolo con ojos acaramelados.
Confundido, Joe levantó una ceja con aire interrogante.
—Siempre preparado para lo que pueda pasar, ¿no es cierto? —dijo Roxy extendiendo el brazo con la palma de la mano abierta.
Joe tragó saliva y miró alucinado lo que ella tenía en la mano. Nunca los había comprado de esa marca, pero no había duda sobre lo que contenían aquellas dos envolturas.
Roxy se acercó hasta él, le abrió la chaqueta, y depositó las pruebas incriminatorias en el bolsillo interior, deslizando de paso las manos sobre su pecho.
—Será mejor que los guardes, comandante —susurró ella—. Nunca se sabe cuándo los puedes necesitar.
Joe dio un paso atrás. Si lo estaba entendiendo bien, la reputación de Roxy como una jugadora rápida no era exagerada. Abrió la boca para proclamar su inocencia, pero volvió a cerrarla. Nada de lo que dijera podría convertir aquel episodio en algo menos vergonzoso o confuso de lo que ya era. Se conformó con encogerse de hombros y componer una sonrisa que pretendía ser enigmática.
_______. _______ y su consejo sobre el sexo seguro. Debió deslizarle los preservativos en el bolsillo de la chaqueta cuando lo abrazó para despedirse. Joe frunció el ceño, pero en lugar de pensar en un castigo adecuado para ella, comenzó a preguntarse por qué tendría _______ preservativos. ¿Habría llegado su investigación más lejos de lo que él pensaba? ¿Sería por eso por lo que no la había visto en toda la semana? ¿Estaría experimentando con alguien más? No podría ser cierto... ¿O sí?
Más le valía que no fuera así. Más le valía.
Joe pospuso aquellos pensamientos para más adelante. Tenía otros problemas con los que lidiar. Roxy era en aquel instante la viva imagen del ego, convencida de que él estaba deseando acabar la velada en la cama. Tendría que preparar una excusa caballerosa.
Caminaron hasta el coche y Joe forzó una sonrisa mientras le abría la puerta. Iban a asistir a la inauguración de una galería en un centro cultural. Joe apenas había prestado atención a los detalles cuando ella se los había contado.
Mientras enfilaban por la carretera, Roxy comenzó con su habitual charleta egocéntrica. Al llegar al primer semáforo, estornudó bruscamente una vez, y luego otras cuatro sucesivamente.
— Salud —murmuró Joe mirándola de reojo.
Roxy volvió a estornudar, y después comenzó a toser mientras buscaba con frenesí algo en su bolso. Joe le tendió su pañuelo manchado de barra de labios, y ella lo aceptó agradecida mientras se sonaba sin piedad.
Unos segundos más tarde, parecía que iba a ahogarse entre estornudos, toses y jadeos.
—¿Estás enferma? —preguntó Joe, que comenzaba a estar realmente preocupado —. Qué necesitas? ¿Agua, pastillas...?
— Un... médico —rogó ella agarrándose a su brazo con desesperación—. El... asma.
—Bien —contestó Joe rebajando la velocidad para intentar pensar.
Estaban cerca de la salida que él tomaba normalmente para ir a trabajar, y cerca del aeropuerto había un hospital. Giró el coche en el momento adecuado, y unos minutos más tarde estaban en urgencias. Debido a su estado, Roxanne fue admitida a toda prisa.
Joe se pasó la siguiente hora leyendo revistas antiguas. Las opciones se limitaban a la jardinería o las revistas femeninas, así que aprendió a combatir las plagas del césped de manera ecológica, y conoció también ciento y un maneras de complacer a un hombre en la cama.
Cuando por fin apareció Roxy, no quedaba ni rastro de su maquillaje. Estaba completamente pálida. Joe se puso en pie y avanzó hacia ella, pero Roxy lo detuvo con un gesto de la mano.
—No tendrás gato, ¿verdad? —preguntó ella con voz nasal.
—¿Gato? No, pero mi vecina tiene uno —contestó Joe con el corazón sobrecogido al recordar—. Y lo tuve en brazos antes de pasar a recogerte. Dios mío... —susurró pasándose la mano por el pelo sin dejar de mirarla—. ¿Esto ha sido una reacción alérgica al pelo de gato?
Con los labios apretados, Roxy asintió con la cabeza y se dirigió a la puerta de entrada. Manteniendo una distancia prudencial, Joe fue tras ella tratando de no pensar en el pañuelo lleno de pelos de gato que le había ofrecido cuando ella había comenzado a estornudar.
—Ya nos veremos, Joe —dijo Roxy mientras se subía a uno de los taxis de la parada.
Joe se quedó parado unos instantes con las manos en los bolsillos mientras veía salir el taxi. Todo había resultado un desastre. Pensó en mandarle un ramo de flores por la mañana a modo de disculpa, pero cambió de opinión al instante: No se las enviaría. Tal vez Roxy fuera también alérgica a las flores.
Joe se encogió de hombros y se dirigió a su coche. Una vez al volante, se sacudió los restos de Pelo que aún le quedaban en la camisa. El reloj del salpicadero indicaba que eran solo las ocho y media. Arrancó el motor. Ya que tanto él como su coche estaban contaminados, podría pasar por casa de _______ y llevar a aquella odiosa criatura al veterinario.
Y a su gato también.
_______ recorrió el suelo a grandes zancadas. Nada más regresar a su casa se había conectado a Internet para buscar información médica sobre la alergia a los gatos. Lo que descubrió la había dejado aterrorizada, y cada minuto que pasaba estaba más asustada. Se había comportado como una irresponsable. Aquella alergia podía llegar incluso a causar la muerte, en el peor de los casos. Era una posibilidad muy remota, pero aun así real.
_______ se pasó la mano por el cabello y trató de concentrarse. ¿Qué podía hacer? Joe no le había comentado dónde iban a ir, así que no podía seguirles la pista y averiguar qué hospital les quedaba más cerca. Tal vez debería llamar a todas las urgencias y preguntar si había ingresado alguien con un ataque de alergia felina.
El timbre sonó en la planta de abajo, pero _______ lo ignoró. Ya abriría su madre. Unos minutos más tarde llamaron con los nudillos a la puerta, y alguien entró.
Joe.
—¿Va todo bien? —preguntó avanzando hacia él con ansiedad, esperando la mala noticia.
—Bueno... —comenzó a decir Joe frotándose la barbilla—. Tu gato le ha provocado a mi cita una alergia severa, pero se pondrá bien.
—Lo siento mucho.
—No es culpa tuya, _______. No podías saber que sucedería una cosa así.
_______ dudó unos instantes. Estaba deseando confesar, pero si lo hacía causaría más problemas que otra cosa. Y además, metería a Lisa en un lío.
—¿Está enfadada contigo?
Joe se dejó caer sobre la cama, y nada más hacerlo recordó que la situación entre ellos había cambiado, pero aun así no se levantó. Durante muchos años se había tumbado en la cama de _______, y aquel estúpido incidente no iba a arruinar su amistad.
—Pues no lo sé, pero para serte sincero no me importa demasiado. No quiero volver a salir con ella. No es mi tipo.
—¿Y cuál es tu tipo, Joe? —preguntó _______ mordiéndose el labio inferior.
—Parece que esa es la pregunta de la semana... —comenzó a decir Joe antes de dirigirle una mirada que la hizo derretirse por dentro—. De todas formas, creo que me has arruinado el futuro con las mujeres. Siempre me siento desilusionado cuando no me dan una conferencia sobre el genoma humano en la primera cita.
_______ pensó con melancolía que Joe quedaba muy bien en su cama. Tenía la corbata torcida y el pelo revuelto. Los dedos de _______ se morían por hundirse en su cabello. Se suponía que debería estar tomando nota de aquella subida hormonal, pero solo tenía ganas de mirar a Joe. Sería mejor todavía tocarlo, pero si lo hacía, seguro que él saltaría por la ventana.
—He venido para saber si todavía quieres llevar el gato al veterinario —dijo Joe, interrumpiendo sus pensamientos.
—No, creo que ya está bien —aseguró ella negando con la cabeza y maldiciendo a Lisa por sus tocas ideas.
A _______ no se le daba bien mentir, y aunque pudiera llegar a hacerlo delante de todo el mundo, Joe era la única persona que la conocía a la perfección. Desesperada por cambiar de tema, rebuscó en su cabeza algo que decir, pero él se lo impidió con su siguiente comentario.
—Ya sé por qué viniste antes a mi casa.
El corazón de _______ estuvo a punto de pararse, pero luego comenzó a funcionar de nuevo tras el alivio de verse descubierta. Era mejor que él lo supiera.
—Así que lo sabes...
—Sí... espera un momento —dijo de pronto Joe hablando más despacio—. El gato era solo una excusa, ¿verdad? No le pasa absolutamente nada...
—No, nada de nada... lo siento, Joe, yo...
—¿Te has tomado tantas molestias solo para asegurarte de que practicara sexo seguro?
_______ compuso una mueca que Joe interpretó como una expresión de vergüenza, y no de culpabilidad.
—No sé si estarte agradecido o enfadarme contigo, _______. Sé cuidar de mí mismo —dijo sacando los preservativos del bolsillo y tendiéndoselos—. ¿Y por qué los tienes? ¿Tienes relaciones sexuales con alguien?
Joe se contuvo a tiempo de rematar la frase diciendo «con alguien más».
—No. Aún no.
—¿Y por qué los tienes, entonces? —insistió Joe, guardando en la memoria la palabra «aún» para analizarla más adelante.
—Bueno, nunca se sabe —contestó ella poniéndose a la defensiva—. Más vale prevenir.
—No será que... —comenzó a decir él entornando los ojos—. No los habrás comprado después del experimento del pasado fin de semana, ¿verdad?
Joe se incorporó sobre la cama. Estaba adorable con aquella expresión de furia.
—Por Dios, _______, no estarás pensando en ir tan lejos... conmigo, ¿verdad? —preguntó horrorizado.
—¡Por supuesto que no! —contestó ella con vehemencia—. Pero soy un científico, y quería estar preparada para cualquier contingencia imaginable.
Los preservativos habían sido un regalo de Lisa, que se los había entregado acompañados de un guiño malicioso. Pero _______ sospechaba que semejante información no serviría para calmar los nervios de Joe.
—Cualquier contingencia imaginable... —repitió él pasándose ambas manos por el pelo revuelto—. _______, estás completamente loca... Tú no quieres practicar sexo conmigo.
A pesar de lo extraño de aquella conversación, tuvo que morderse el labio para evitar una mueca de guasa ante el terror que se había dibujado en el rostro de Joe.
—¿Y por qué no?
—Porque... porque no quieres —aseguró él haciendo aspavientos.
—Tendré que iniciarme en algún momento. Y tú serías el hombre perfecto para ilustrarme.
—Tú... yo... sexo...
—Estás tartamudeando, Joe.
—¡Ya sé que estoy tartamudeando! —explotó él—. ¡Eso es lo que ocurre cuando mezclas el tú con el yo y con el sexo! ¡Es absurdo! ¡Completamente absurdo!
—¡Vaya! Teniendo en cuenta la manera en que respondiste la semana pasada no hubiera imaginado que la idea te resultara tan repugnante.
—No me resulta repugnante —aseguró Joe soltando una palabrota—. _______, ya sabes que odio que pongas en mi boca palabras que no he dicho.
—¿Así que podrías llegar a imaginarte acostándote conmigo?
¿Que si podría? Aquello era lo que había estado haciendo durante cuatro días al otro lado del Atlántico. Joe cerró los ojos y puso toda su voluntad en detener el alocado ritmo de su corazón. Se trataba de _______. Estaba acostumbrado a sus excentricidades, y a que lo sacara de quicio. Tenía que calmarse y explicarle que los buenos amigos no se metían juntos en la cama solo porque sí. Tenía que detener su calenturienta imaginación y explicarle que los buenos amigos no se veían el uno al otro como amantes.
¿O sí? Joe abrió los ojos de golpe.
— ¿Y qué me dices de ti, _______? —preguntó de sopetón, pillándola desprevenida—. ¿Lo has pensado en serio, o es solo otra de tus ideas?
Ella se sonrojó. Se le puso toda la cara colorada y miró hacia otro lado. Joe sintió como si le hubieran pegado a él un puñetazo en el estómago.
—He estado estudiando la biología y la psicología del sexo —comenzó a decir ella escogiendo cuidadosamente las palabras—. Y ya que lo preguntas, te diré que mentalmente te he situado a ti como hipotético compañero.
En otras palabras: había estado fantaseando sobre él.
Sintiéndose de pronto muy débil, Joe sacó sin embargo fuerzas de flaqueza para saltar de su cama. Aquel era un sitio en el que no le convenía estar en aquel momento.
—Se trata de una broma, ¿verdad? —preguntó Joe mirándola fijamente.
_______ abrió la boca para confesar que para nada se trataba de eso, pero en aquel momento se escuchó el sonido de unos nudillos golpeando la puerta.
—Me ha abierto tu madre, _______. ¿Qué tal ha ido el...? Vaya: hola, Joe.
—Hola, Lisa —saludó él.
Lisa los miró a los dos, y _______ supo que estaba dudando si dejar que las cosas siguieran su curso natural o darles un pequeño empujoncito en la dirección correcta.
—Pensé que esta noche salías con Roxy, Joe.
—Así es. Pero ha sido muy rápido. Las veré más tarde, señoras —dijo él saliendo de la habitación.
_______ salió corriendo detrás y lo siguió escaleras abajo hasta la puerta.
—Gracias por preocuparte de mi gato, Joe. Te lo agradezco de veras. Y siento lo de Roxy, la alergia, los preservativos y todo lo demás —dijo atropelladamente.
—Has sido muy amable preocupándote por mí, _______, pero puedo cuidar de mí mismo —aseguró él con dulzura mientras le colocaba un mechón de pelo tras la oreja—. Pero guarda tus preservativos para... bueno, solo guárdalos —concluyó confuso saliendo a toda prisa sin mirar atrás.
_______ lo observó pensativa mientras se marchaba y luego volvió a subir las escaleras.
—Me siento fatal —dijo abriendo la puerta de golpe con el ceño fruncido—. Creo que debería confesar.
— ¡Ni se te ocurra! —le ordenó Lisa mientras se retocaba el maquillaje mirándose en un espejito de bolsillo—. Las cosas están saliendo muy bien.
—¿Muy bien? ¡Podría haber matado a la cita de Joe!
—Tonterías —aseguró Lisa con firmeza mientras se aplicaba rime! en las pestañas—. Roxy estará perfectamente. Seguro que ha aprovechado la coyuntura para quedar con algún médico, o con dos. Y ahora, doctora _______, planeemos el paso número dos en la seducción de Joe.
—Creo que no quiero —suspiró _______—. Estaba muy enfadado después de mi experimento. No creo que esté dispuesto a someterse a nuevos intentos.
—Me parece que no te das cuenta de la influencia que tienes sobre Joe —aseguró Lisa blandiendo hacia ella una barra de labios—. Si juegas bien tus cartas, conseguirás que ese hombre haga todo lo que tú quieras —afirmó cerrando su espejito con un golpe seco—. Ahora solo tienes que averiguar qué es lo que quieres de él.
_______ sintió que tenía las manos sudorosas. Se las secó en los pantalones vaqueros y luego las colocó en los bolsillos de atrás.
—¡No te muevas! —gritó Lisa, dejando a _______ paralizada—. Seguramente no te habrás dado cuenta, pero esa postura es la que tiene loco a Joe. No sabe ni adonde mirar cuando te pones en esa posición.
—¿Cómo?
—Quiere mirar ahí —aseguró Lisa señalándole el pecho—. Pero no se atreve porque es un caballero. Y también, por supuesto, porque ambos queréis convenceros de que lo vuestro es una amistad Platónica entre hermano y hermana. Utiliza esa postura. Acabará con su capacidad para pensar con coherencia. Y lo que queremos es dejarlo atontado.
_______ miró los pequeños montículos que forjaban sus pechos bajo la camiseta de algodón, y parpadeó ante la idea de que tuvieran el poder de atontar a Joe.
—Repasemos —continuó Lisa—. Aquel día estabais en la cama porque tú buscabas información para un libro que piensas escribir, ¿verdad?
—Así es —dijo _______ asintiendo con la cabeza—. Trata de las diferencias entre el comportamiento sexual de los humanos y el de los animales. Necesitaba saber qué posturas utiliza la gente en el sexo, y quería comprobarlas, aunque superficialmente.
— Vale. ¿Crees que tu investigación para ese libro está completa?
—Por supuesto que no. Pero no volveré a hacerle eso a Joe.
—No, no se lo harás —contestó Lisa sacudiendo la cabeza—. Lo siguiente que vas a investigar son los besos. —¿Besos?
—Ya sabes, eso que hace la gente juntando las bocas —dijo Lisa poniendo los ojos en blanco—. Los humanos son los únicos animales que se besan, ¿verdad? Habrá un capítulo dedicado al beso en tu libro.
—Claro que lo habrá, pero de hecho hay algunos primates que...
—Aquel día no besaste a Joe, ¿verdad? —la interrumpió Lisa.
—¡Por supuesto que no!
—Muy bien. Pues esa es tu misión para mañana. Tienes que pedirle que te ayude a investigar sobre los besos.
—No puedo hacer eso.
—Vamos, _______, es algo completamente inocente —aseguró Lisa poniendo cara de paciencia—. No le estás pidiendo que se arranque algún órgano vital para donarlo a la ciencia.
_______ se echó hacia atrás un mechón de cabello. Utilizar a Joe le atraía tanto personal como profesionalmente, pero no estaba muy segura de cómo sentirse respecto a todo aquello.
—Es... poco ético, ¿no crees? —preguntó dubitativa.
—No si se lo pides y él sabe lo que está haciendo. ¿Cómo vas a escribir un capítulo sobre los besos sin haber besado nunca a un nombre?
—¿Crees que Joe me ayudaría en esto? —preguntó _______ casi sin respiración.
—Estoy totalmente segura de que sí.
ROXANNE recibió a Joe en la puerta vestida con un traje color escarlata y un brillo de labios de un escarlata todavía más intenso. Joe tuvo que admitir que -estaba impresionante, aunque no fuera su tipo. Ella le dio la bienvenida con una beso entusiasta en la mejilla, un beso que habría ido a parar a otro sitio si él no hubiera girado la cabeza justo a tiempo de evitarlo, y con la delicadeza justa para que Roxanne no se sintiera ofendida. Cuando ella lo tomó del brazo, Joe tuvo la extraña sensación de ser una mosca incauta dirigiéndose sin remedio hacia una tela de araña.
—Ay, lo siento, te he manchado con mi barra de labios —dijo Roxy con sonrisa coqueta.
Joe compuso una mueca educada y rebuscó en el bolsillo para encontrar su pañuelo. Cuando lo sacó, cayó al suelo algo que estaba escondido en su interior. Joe hizo amago de agacharse a recogerlo, pero ella se le adelantó.
—Seguro que has sido boy scout —susurró mirándolo con ojos acaramelados.
Confundido, Joe levantó una ceja con aire interrogante.
—Siempre preparado para lo que pueda pasar, ¿no es cierto? —dijo Roxy extendiendo el brazo con la palma de la mano abierta.
Joe tragó saliva y miró alucinado lo que ella tenía en la mano. Nunca los había comprado de esa marca, pero no había duda sobre lo que contenían aquellas dos envolturas.
Roxy se acercó hasta él, le abrió la chaqueta, y depositó las pruebas incriminatorias en el bolsillo interior, deslizando de paso las manos sobre su pecho.
—Será mejor que los guardes, comandante —susurró ella—. Nunca se sabe cuándo los puedes necesitar.
Joe dio un paso atrás. Si lo estaba entendiendo bien, la reputación de Roxy como una jugadora rápida no era exagerada. Abrió la boca para proclamar su inocencia, pero volvió a cerrarla. Nada de lo que dijera podría convertir aquel episodio en algo menos vergonzoso o confuso de lo que ya era. Se conformó con encogerse de hombros y componer una sonrisa que pretendía ser enigmática.
_______. _______ y su consejo sobre el sexo seguro. Debió deslizarle los preservativos en el bolsillo de la chaqueta cuando lo abrazó para despedirse. Joe frunció el ceño, pero en lugar de pensar en un castigo adecuado para ella, comenzó a preguntarse por qué tendría _______ preservativos. ¿Habría llegado su investigación más lejos de lo que él pensaba? ¿Sería por eso por lo que no la había visto en toda la semana? ¿Estaría experimentando con alguien más? No podría ser cierto... ¿O sí?
Más le valía que no fuera así. Más le valía.
Joe pospuso aquellos pensamientos para más adelante. Tenía otros problemas con los que lidiar. Roxy era en aquel instante la viva imagen del ego, convencida de que él estaba deseando acabar la velada en la cama. Tendría que preparar una excusa caballerosa.
Caminaron hasta el coche y Joe forzó una sonrisa mientras le abría la puerta. Iban a asistir a la inauguración de una galería en un centro cultural. Joe apenas había prestado atención a los detalles cuando ella se los había contado.
Mientras enfilaban por la carretera, Roxy comenzó con su habitual charleta egocéntrica. Al llegar al primer semáforo, estornudó bruscamente una vez, y luego otras cuatro sucesivamente.
— Salud —murmuró Joe mirándola de reojo.
Roxy volvió a estornudar, y después comenzó a toser mientras buscaba con frenesí algo en su bolso. Joe le tendió su pañuelo manchado de barra de labios, y ella lo aceptó agradecida mientras se sonaba sin piedad.
Unos segundos más tarde, parecía que iba a ahogarse entre estornudos, toses y jadeos.
—¿Estás enferma? —preguntó Joe, que comenzaba a estar realmente preocupado —. Qué necesitas? ¿Agua, pastillas...?
— Un... médico —rogó ella agarrándose a su brazo con desesperación—. El... asma.
—Bien —contestó Joe rebajando la velocidad para intentar pensar.
Estaban cerca de la salida que él tomaba normalmente para ir a trabajar, y cerca del aeropuerto había un hospital. Giró el coche en el momento adecuado, y unos minutos más tarde estaban en urgencias. Debido a su estado, Roxanne fue admitida a toda prisa.
Joe se pasó la siguiente hora leyendo revistas antiguas. Las opciones se limitaban a la jardinería o las revistas femeninas, así que aprendió a combatir las plagas del césped de manera ecológica, y conoció también ciento y un maneras de complacer a un hombre en la cama.
Cuando por fin apareció Roxy, no quedaba ni rastro de su maquillaje. Estaba completamente pálida. Joe se puso en pie y avanzó hacia ella, pero Roxy lo detuvo con un gesto de la mano.
—No tendrás gato, ¿verdad? —preguntó ella con voz nasal.
—¿Gato? No, pero mi vecina tiene uno —contestó Joe con el corazón sobrecogido al recordar—. Y lo tuve en brazos antes de pasar a recogerte. Dios mío... —susurró pasándose la mano por el pelo sin dejar de mirarla—. ¿Esto ha sido una reacción alérgica al pelo de gato?
Con los labios apretados, Roxy asintió con la cabeza y se dirigió a la puerta de entrada. Manteniendo una distancia prudencial, Joe fue tras ella tratando de no pensar en el pañuelo lleno de pelos de gato que le había ofrecido cuando ella había comenzado a estornudar.
—Ya nos veremos, Joe —dijo Roxy mientras se subía a uno de los taxis de la parada.
Joe se quedó parado unos instantes con las manos en los bolsillos mientras veía salir el taxi. Todo había resultado un desastre. Pensó en mandarle un ramo de flores por la mañana a modo de disculpa, pero cambió de opinión al instante: No se las enviaría. Tal vez Roxy fuera también alérgica a las flores.
Joe se encogió de hombros y se dirigió a su coche. Una vez al volante, se sacudió los restos de Pelo que aún le quedaban en la camisa. El reloj del salpicadero indicaba que eran solo las ocho y media. Arrancó el motor. Ya que tanto él como su coche estaban contaminados, podría pasar por casa de _______ y llevar a aquella odiosa criatura al veterinario.
Y a su gato también.
_______ recorrió el suelo a grandes zancadas. Nada más regresar a su casa se había conectado a Internet para buscar información médica sobre la alergia a los gatos. Lo que descubrió la había dejado aterrorizada, y cada minuto que pasaba estaba más asustada. Se había comportado como una irresponsable. Aquella alergia podía llegar incluso a causar la muerte, en el peor de los casos. Era una posibilidad muy remota, pero aun así real.
_______ se pasó la mano por el cabello y trató de concentrarse. ¿Qué podía hacer? Joe no le había comentado dónde iban a ir, así que no podía seguirles la pista y averiguar qué hospital les quedaba más cerca. Tal vez debería llamar a todas las urgencias y preguntar si había ingresado alguien con un ataque de alergia felina.
El timbre sonó en la planta de abajo, pero _______ lo ignoró. Ya abriría su madre. Unos minutos más tarde llamaron con los nudillos a la puerta, y alguien entró.
Joe.
—¿Va todo bien? —preguntó avanzando hacia él con ansiedad, esperando la mala noticia.
—Bueno... —comenzó a decir Joe frotándose la barbilla—. Tu gato le ha provocado a mi cita una alergia severa, pero se pondrá bien.
—Lo siento mucho.
—No es culpa tuya, _______. No podías saber que sucedería una cosa así.
_______ dudó unos instantes. Estaba deseando confesar, pero si lo hacía causaría más problemas que otra cosa. Y además, metería a Lisa en un lío.
—¿Está enfadada contigo?
Joe se dejó caer sobre la cama, y nada más hacerlo recordó que la situación entre ellos había cambiado, pero aun así no se levantó. Durante muchos años se había tumbado en la cama de _______, y aquel estúpido incidente no iba a arruinar su amistad.
—Pues no lo sé, pero para serte sincero no me importa demasiado. No quiero volver a salir con ella. No es mi tipo.
—¿Y cuál es tu tipo, Joe? —preguntó _______ mordiéndose el labio inferior.
—Parece que esa es la pregunta de la semana... —comenzó a decir Joe antes de dirigirle una mirada que la hizo derretirse por dentro—. De todas formas, creo que me has arruinado el futuro con las mujeres. Siempre me siento desilusionado cuando no me dan una conferencia sobre el genoma humano en la primera cita.
_______ pensó con melancolía que Joe quedaba muy bien en su cama. Tenía la corbata torcida y el pelo revuelto. Los dedos de _______ se morían por hundirse en su cabello. Se suponía que debería estar tomando nota de aquella subida hormonal, pero solo tenía ganas de mirar a Joe. Sería mejor todavía tocarlo, pero si lo hacía, seguro que él saltaría por la ventana.
—He venido para saber si todavía quieres llevar el gato al veterinario —dijo Joe, interrumpiendo sus pensamientos.
—No, creo que ya está bien —aseguró ella negando con la cabeza y maldiciendo a Lisa por sus tocas ideas.
A _______ no se le daba bien mentir, y aunque pudiera llegar a hacerlo delante de todo el mundo, Joe era la única persona que la conocía a la perfección. Desesperada por cambiar de tema, rebuscó en su cabeza algo que decir, pero él se lo impidió con su siguiente comentario.
—Ya sé por qué viniste antes a mi casa.
El corazón de _______ estuvo a punto de pararse, pero luego comenzó a funcionar de nuevo tras el alivio de verse descubierta. Era mejor que él lo supiera.
—Así que lo sabes...
—Sí... espera un momento —dijo de pronto Joe hablando más despacio—. El gato era solo una excusa, ¿verdad? No le pasa absolutamente nada...
—No, nada de nada... lo siento, Joe, yo...
—¿Te has tomado tantas molestias solo para asegurarte de que practicara sexo seguro?
_______ compuso una mueca que Joe interpretó como una expresión de vergüenza, y no de culpabilidad.
—No sé si estarte agradecido o enfadarme contigo, _______. Sé cuidar de mí mismo —dijo sacando los preservativos del bolsillo y tendiéndoselos—. ¿Y por qué los tienes? ¿Tienes relaciones sexuales con alguien?
Joe se contuvo a tiempo de rematar la frase diciendo «con alguien más».
—No. Aún no.
—¿Y por qué los tienes, entonces? —insistió Joe, guardando en la memoria la palabra «aún» para analizarla más adelante.
—Bueno, nunca se sabe —contestó ella poniéndose a la defensiva—. Más vale prevenir.
—No será que... —comenzó a decir él entornando los ojos—. No los habrás comprado después del experimento del pasado fin de semana, ¿verdad?
Joe se incorporó sobre la cama. Estaba adorable con aquella expresión de furia.
—Por Dios, _______, no estarás pensando en ir tan lejos... conmigo, ¿verdad? —preguntó horrorizado.
—¡Por supuesto que no! —contestó ella con vehemencia—. Pero soy un científico, y quería estar preparada para cualquier contingencia imaginable.
Los preservativos habían sido un regalo de Lisa, que se los había entregado acompañados de un guiño malicioso. Pero _______ sospechaba que semejante información no serviría para calmar los nervios de Joe.
—Cualquier contingencia imaginable... —repitió él pasándose ambas manos por el pelo revuelto—. _______, estás completamente loca... Tú no quieres practicar sexo conmigo.
A pesar de lo extraño de aquella conversación, tuvo que morderse el labio para evitar una mueca de guasa ante el terror que se había dibujado en el rostro de Joe.
—¿Y por qué no?
—Porque... porque no quieres —aseguró él haciendo aspavientos.
—Tendré que iniciarme en algún momento. Y tú serías el hombre perfecto para ilustrarme.
—Tú... yo... sexo...
—Estás tartamudeando, Joe.
—¡Ya sé que estoy tartamudeando! —explotó él—. ¡Eso es lo que ocurre cuando mezclas el tú con el yo y con el sexo! ¡Es absurdo! ¡Completamente absurdo!
—¡Vaya! Teniendo en cuenta la manera en que respondiste la semana pasada no hubiera imaginado que la idea te resultara tan repugnante.
—No me resulta repugnante —aseguró Joe soltando una palabrota—. _______, ya sabes que odio que pongas en mi boca palabras que no he dicho.
—¿Así que podrías llegar a imaginarte acostándote conmigo?
¿Que si podría? Aquello era lo que había estado haciendo durante cuatro días al otro lado del Atlántico. Joe cerró los ojos y puso toda su voluntad en detener el alocado ritmo de su corazón. Se trataba de _______. Estaba acostumbrado a sus excentricidades, y a que lo sacara de quicio. Tenía que calmarse y explicarle que los buenos amigos no se metían juntos en la cama solo porque sí. Tenía que detener su calenturienta imaginación y explicarle que los buenos amigos no se veían el uno al otro como amantes.
¿O sí? Joe abrió los ojos de golpe.
— ¿Y qué me dices de ti, _______? —preguntó de sopetón, pillándola desprevenida—. ¿Lo has pensado en serio, o es solo otra de tus ideas?
Ella se sonrojó. Se le puso toda la cara colorada y miró hacia otro lado. Joe sintió como si le hubieran pegado a él un puñetazo en el estómago.
—He estado estudiando la biología y la psicología del sexo —comenzó a decir ella escogiendo cuidadosamente las palabras—. Y ya que lo preguntas, te diré que mentalmente te he situado a ti como hipotético compañero.
En otras palabras: había estado fantaseando sobre él.
Sintiéndose de pronto muy débil, Joe sacó sin embargo fuerzas de flaqueza para saltar de su cama. Aquel era un sitio en el que no le convenía estar en aquel momento.
—Se trata de una broma, ¿verdad? —preguntó Joe mirándola fijamente.
_______ abrió la boca para confesar que para nada se trataba de eso, pero en aquel momento se escuchó el sonido de unos nudillos golpeando la puerta.
—Me ha abierto tu madre, _______. ¿Qué tal ha ido el...? Vaya: hola, Joe.
—Hola, Lisa —saludó él.
Lisa los miró a los dos, y _______ supo que estaba dudando si dejar que las cosas siguieran su curso natural o darles un pequeño empujoncito en la dirección correcta.
—Pensé que esta noche salías con Roxy, Joe.
—Así es. Pero ha sido muy rápido. Las veré más tarde, señoras —dijo él saliendo de la habitación.
_______ salió corriendo detrás y lo siguió escaleras abajo hasta la puerta.
—Gracias por preocuparte de mi gato, Joe. Te lo agradezco de veras. Y siento lo de Roxy, la alergia, los preservativos y todo lo demás —dijo atropelladamente.
—Has sido muy amable preocupándote por mí, _______, pero puedo cuidar de mí mismo —aseguró él con dulzura mientras le colocaba un mechón de pelo tras la oreja—. Pero guarda tus preservativos para... bueno, solo guárdalos —concluyó confuso saliendo a toda prisa sin mirar atrás.
_______ lo observó pensativa mientras se marchaba y luego volvió a subir las escaleras.
—Me siento fatal —dijo abriendo la puerta de golpe con el ceño fruncido—. Creo que debería confesar.
— ¡Ni se te ocurra! —le ordenó Lisa mientras se retocaba el maquillaje mirándose en un espejito de bolsillo—. Las cosas están saliendo muy bien.
—¿Muy bien? ¡Podría haber matado a la cita de Joe!
—Tonterías —aseguró Lisa con firmeza mientras se aplicaba rime! en las pestañas—. Roxy estará perfectamente. Seguro que ha aprovechado la coyuntura para quedar con algún médico, o con dos. Y ahora, doctora _______, planeemos el paso número dos en la seducción de Joe.
—Creo que no quiero —suspiró _______—. Estaba muy enfadado después de mi experimento. No creo que esté dispuesto a someterse a nuevos intentos.
—Me parece que no te das cuenta de la influencia que tienes sobre Joe —aseguró Lisa blandiendo hacia ella una barra de labios—. Si juegas bien tus cartas, conseguirás que ese hombre haga todo lo que tú quieras —afirmó cerrando su espejito con un golpe seco—. Ahora solo tienes que averiguar qué es lo que quieres de él.
_______ sintió que tenía las manos sudorosas. Se las secó en los pantalones vaqueros y luego las colocó en los bolsillos de atrás.
—¡No te muevas! —gritó Lisa, dejando a _______ paralizada—. Seguramente no te habrás dado cuenta, pero esa postura es la que tiene loco a Joe. No sabe ni adonde mirar cuando te pones en esa posición.
—¿Cómo?
—Quiere mirar ahí —aseguró Lisa señalándole el pecho—. Pero no se atreve porque es un caballero. Y también, por supuesto, porque ambos queréis convenceros de que lo vuestro es una amistad Platónica entre hermano y hermana. Utiliza esa postura. Acabará con su capacidad para pensar con coherencia. Y lo que queremos es dejarlo atontado.
_______ miró los pequeños montículos que forjaban sus pechos bajo la camiseta de algodón, y parpadeó ante la idea de que tuvieran el poder de atontar a Joe.
—Repasemos —continuó Lisa—. Aquel día estabais en la cama porque tú buscabas información para un libro que piensas escribir, ¿verdad?
—Así es —dijo _______ asintiendo con la cabeza—. Trata de las diferencias entre el comportamiento sexual de los humanos y el de los animales. Necesitaba saber qué posturas utiliza la gente en el sexo, y quería comprobarlas, aunque superficialmente.
— Vale. ¿Crees que tu investigación para ese libro está completa?
—Por supuesto que no. Pero no volveré a hacerle eso a Joe.
—No, no se lo harás —contestó Lisa sacudiendo la cabeza—. Lo siguiente que vas a investigar son los besos. —¿Besos?
—Ya sabes, eso que hace la gente juntando las bocas —dijo Lisa poniendo los ojos en blanco—. Los humanos son los únicos animales que se besan, ¿verdad? Habrá un capítulo dedicado al beso en tu libro.
—Claro que lo habrá, pero de hecho hay algunos primates que...
—Aquel día no besaste a Joe, ¿verdad? —la interrumpió Lisa.
—¡Por supuesto que no!
—Muy bien. Pues esa es tu misión para mañana. Tienes que pedirle que te ayude a investigar sobre los besos.
—No puedo hacer eso.
—Vamos, _______, es algo completamente inocente —aseguró Lisa poniendo cara de paciencia—. No le estás pidiendo que se arranque algún órgano vital para donarlo a la ciencia.
_______ se echó hacia atrás un mechón de cabello. Utilizar a Joe le atraía tanto personal como profesionalmente, pero no estaba muy segura de cómo sentirse respecto a todo aquello.
—Es... poco ético, ¿no crees? —preguntó dubitativa.
—No si se lo pides y él sabe lo que está haciendo. ¿Cómo vas a escribir un capítulo sobre los besos sin haber besado nunca a un nombre?
—¿Crees que Joe me ayudaría en esto? —preguntó _______ casi sin respiración.
—Estoy totalmente segura de que sí.
sofiii1
Re: Atrapar al Vecino {Joe Jonas}
sofi
me encanta la nove :)
jajajaja que le pida ayuda a joe
con los besos
me parece suepr
me encanta la nove :)
jajajaja que le pida ayuda a joe
con los besos
me parece suepr
andreita
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