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"Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Hola nueva lectora creo amo esta nove!!! Es tan distinta a las demás.
Tonto Nick pero creo que se esta enamorando de ___ pero tieneiedo admitirlo! Por que la gente tiene miedo a admitir lo que siente?
Tonto Nick pero creo que se esta enamorando de ___ pero tieneiedo admitirlo! Por que la gente tiene miedo a admitir lo que siente?
angisita...
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
:cheers: BIENVENIDA :cheers:angisita... escribió:Hola nueva lectora creo amo esta nove!!! Es tan distinta a las demás.
Tonto Nick pero creo que se esta enamorando de ___ pero tieneiedo admitirlo! Por que la gente tiene miedo a admitir lo que siente?
Me alegra que te guste mucho esta nove, a mi también me atrapo desde el principio. Bueno nos leemos cuidate (:
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Niñas lindas aqui les dejo sus capítulos (:
Capítulo 44. Nick
Llevarme a una galería no es la mejor idea que ha tenido. Cuando Sierra se lleva a ____ para enseñarle una pintura, me siento completamente fuera de lugar.
Deambulo por el local y estudio la mesa en la que se extiende la comida pero, por suerte, ya hemos comido. De hecho, no sé quién puede llamar comida a esto. Tengo la sensación de que alguien debería meter el sushi un rato en el microondas para que fuera comestible. También hay sándwiches del tamaño de una moneda.
- Nos hemos quedado sin wasabi.
Todavía estoy concentrando identificando el surtido de comida cuando alguien me da un golpecito en la espalda. Me doy la vuelta y veo a un blanquito bajito y rubio. Me recuerda a Cara Burro, y de inmediato, quiero apartarlo de un empujón.
- Nos hemos quedado sin wasabi -repite.
Le respondería si supiera qué cono es el wasabi. Pero no tengo ni idea, de modo que no me inmuto. Y eso me hace sentir como un idiota.
- ¿No hablas mi idioma?
Aprieto con fuerza las manos. «Si, hablo tu idioma, gilipollas. Pero la última vez que estuve en clase de lengua, no nos explicaron qué significa la palabra 'wasabi'». En lugar de responder, ignoro al tipo y me acerco a una de las pinturas para observarla de cerca. Una chica y un perro caminando por lo que parece una chapucera imitación de la Tierra.
- Aquí estás. -____ se acerca. Doug y Sierra van detrás de ella.
- ___, este es Perry Landis -anuncia Doug, señalando al tipo que se
parecía a Blaine-. El artista.
- ¡Ay, madre! ¡Tu obra es increíble! -exclama ____ con efusividad.
Ha dicho «ay, madre» como si fuera una cabeza de chorlito. ¿Está riéndose de mí o qué?
El tipo mira su pintura por encima del hombro de ____.
- ¿Qué te parece esta? -pregunta. ____ carraspea antes de contestar:
- Creo que proyecta un profundo conocimiento sobre la relación entre el hombre, el animal y la Tierra.
Venga ya. Qué gilipollez.
Perry la rodea con el brazo y siento la tentación de darle una paliza, aquí, en medio de la galería.
- Se ve que eres una chica muy profunda.
Profunda, sí, claro. Lo que quiere es llevársela a la cama... algo que no hará si puedo evitarlo.
- Nick, ¿qué crees tú? -pregunta ella, volviéndose hacia mí.
- Bueno... -Me froto la barbilla mientras observo fijamente la pintura-. Te doy un dólar por la colección entera, dos como mucho.
Sierra abre los ojos de par en par y se cubre la boca con la mano, conmocionada. Doug se ha atragantado con la bebida. ¿Y ___? Miro a mi nueva chica mientras espero su respuesta.
- Nick, le debes una disculpa a Perry -suelta ____.
Sí, después de que él se disculpe por preguntarme por el wasabi. Ni de coña.
- Me largo de aquí -contesto, antes de darles la espalda y salir por la puerta de la galería. Me las piro.
Ya fuera, le gorreo un cigarrillo a una camarera que está de descanso al otro lado de la calle. Lo único en lo que puedo pensar es en la expresión de ____ cuando me ha ordenado que me disculpe.
No se me da muy bien obedecer órdenes. Maldita sea, no me ha hecho ninguna gracia ver cómo el capullo del artista ha rodeado a mi chica con el brazo. Estoy seguro de que todos, de una manera u otra, quieren lo mismo: alardear de que han podido tocarla.
También lo deseo yo, pero la quiero para mí solo. No me apetece que me dé órdenes como si fuera un cachorrito, y que me coja de la mano cuando le apetezca y no esté haciendo ninguna escena.
Es obvio que esto no está saliendo como se suponía.
- Te he visto salir de la galería. Ahí solo entran zánganos -dice la camarera después de que le devuelva el mechero.
Wasabi. Zánganos... En serio, debo dejar de faltar a clase de lengua.
- ¿Zánganos?
- Sí, zánganos, privilegiados que viven a costa del resto del enjambre.
- Ah, bueno, pues definitivamente yo no soy uno de ellos. Respecto a lo del enjambre, pertenezco más bien a las obreras -respondo con ironía, dándole una calada al cigarrillo y agradeciendo la nicotina. De inmediato, me siento más tranquilo. Bueno, puede que tenga los pulmones marchitos, pero tengo la impresión de que moriré antes de que mis pulmones alcancen la saturación.
- Soy Mandy, otra obrera. -La camarera me tiende la mano y me lanza una sonrisa. Tiene el cabello castaño y unas mechas de color púrpura. Es bonita, pero no es ____.
- Nick.
Cuando le estrecho la mano, ella se queda mirando mis tatuajes.
- Yo tengo dos. ¿Quieres verlos?
En realidad no me apetece ver lo que le tatuaron en el pecho o en el trasero una noche de borrachera.
- ¡Nick! -grita ____ desde la puerta de la pinacoteca.
Le doy una calada más al cigarro y procuro no pensar en el hecho de que ____ ha organizado esta excursión para poder ocultar su sucio secretito. Y ya estoy harto de ser un jodido secreto.
Mi medio novia cruza la calle. Los tacones de sus zapatos de diseño resuenan en la acera y me recuerdan que ella pertenece a una clase superior a la mía. Nos observa, a Mandy y a mí, dos obreras fumando juntos.
- Mandy, aquí presente, estaba a punto de enseñarme sus tatuajes –suelto para cabrearla.
- No me digas. ¿Tú también ibas a enseñarle los tuyos? -me pregunta con una mirada inquisidora.
- No me va mucho el drama -anuncia Mandy, antes de lanzar el cigarrillo al suelo y aplastarlo con la punta de su zapatilla deportiva-. Qué tengáis suerte. Vais a necesitarla.
Doy otra calada al pitillo, deseando que ____ no me provocara tanto como lo hace.
- Vuelve a la galería, nena. Me vuelvo a casa en autobús.
- Pensaba que íbamos a pasar un día agradable juntos, Nick, en una ciudad donde nadie nos conoce. ¿No te apetece ser anónimo de vez en cuando?
- ¿A qué llamas agradable, a que ese pedazo de capullo que se autoproclama artista me tome por ayudante de camarero? Prefiero que me conozcan como pandillero que como camarero inmigrante.
- Ni siquiera le das una oportunidad a todo esto. Si te relajaras y cambiaras el chip, encajarías bien. Puedes ser uno más.
- Todo el mundo es falso. Incluso tú. Despierta, señorita «¡Ay, mi madre!» No quiero ser uno de ellos. ¿Lo pillas?
- Alto y claro. Para tu información, yo no soy falsa. Puedes llamarlo así si quieres, pero nosotros lo llamamos ser considerados y educados.
- En tu círculo social, no en el mío, dónde lo llamamos por su nombre. Y nunca jamás vuelvas a ordenarme que le disculpe como si fueras mi madre. Te lo juro, ____, la próxima vez que lo hagas habremos acabado.
Mierda. Se le han puesto los ojos vidriosos. Cuando me da la espalda, deseo darme una colleja por haberla herido. Tiro el cigarrillo al suelo.
- Lo siento. No pretendía ser un imbécil. Bueno, sí. Pero solo porque no me siento cómodo aquí.
Ella no me mira. Tiendo la mano para acariciarle la espalda y me alegro al comprobar que no se aparta de mí. Continúo hablando:
- ___, me encanta salir contigo. Joder, cuando voy al instituto, te busco por los pasillos. Tan pronto atisbo esos mechones dorados y angelicales –le explico, deslizando los dedos entre su melena-, sé que puedo seguir adelante sin contratiempos.
- No soy un ángel.
- Para mí lo eres. Si me disculpas, regresaré y me disculparé ante ese artista.
- ¿De verdad? -pregunta con los ojos muy abiertos.
- Sí. No quiero hacerlo pero lo haré... por ti.
Sus labios esbozan una tímida sonrisa.
- No es necesario. Aprecio que digas que lo harías por mí, pero tienes razón. Se ha portado como un gilipollas.
- Aquí estáis -dice Sierra-. Os hemos buscado por todas partes, tortolitos. Pongámonos en marcha y vayamos ya a la cabaña.
En cuanto llegamos, Doug se frota las manos.
- ¿Bañera de hidromasaje o película? -pregunta.
Sierra se acerca a la ventana que da al lago.
- Me voy a quedar dormida si ponemos una peli.
Sentado junto a ____ en el sofá del salón, me quedo alucinando ante el hecho de que esta gigantesca casa sea la segunda residencia de Doug. Es más grande que la mía. ¿Una bañera de hidromasaje? Vaya, esta gente tiene de todo.
- No he traído bañador -digo.
- No te preocupes -contesta ____-. Seguramente Doug pueda prestarte uno de los que guarda en la casita de la piscina.
En la casita en cuestión, Doug busca en uno de los armarios.
- Solo hay dos -dice entregándome un minúsculo bañador-. ¿Crees que te cabrá, grandullón?
- Tal vez para el testículo derecho. ¿Por qué no te pones tú este y yo cojo el otro? -sugiero y me acerco al armario para sacar un bañador tipo bóxer.
Reparo en que las chicas han desaparecido-. ¿Dónde se han metido?
- Han ido a cambiarse. Y a hablar de nosotros, estoy seguro.
Me cambio en un pequeño vestuario mientras pienso en la vida en mi barrio. Aquí, en el Lago Ginebra, es fácil olvidarse de eso durante un rato. No tengo que preocuparme de quién está cubriéndome las espaldas. Cuando salgo del vestuario, Doug dice;
- ¿Eres consciente de que Brittany va a tener que tragar mucho para salir contigo? La gente ya está empezando a hablar.
- Escucha, Douggie. Me gusta esa chica más de lo que me ha gustado nadie en toda mi vida. No estoy dispuesto a dejarla escapar. Empezaré a preocuparme de lo que piense la gente cuando esté a dos metros bajo tierra.
Doug sonríe y extiende los brazos.
- Eh, Jonas, creo que acabamos de compartir un momento de amistad.
¿Quieres celebrarlo con un abrazo?
- Ni de coña, blanquito.
Doug me da una palmada en la espalda y luego nos dirigimos a la bañera de hidromasaje. A pesar de todo, creo que tiene razón: no sé si hemos dado un paso hacia la amistad, pero por lo menos nos entendemos bien. Sea lo que sea, no estoy dispuesto a abrazarle.
- Muy sexy, cariño -dice Sierra mirando el minúsculo bañador.
Doug camina como un pingüino e intenta que el bañador no le moleste demasiado.
- Te juro que me quitaré esto en cuanto me meta en la bañera. Me estrangula los huevos.
- No entres en detalles -interviene ___, tapándose los oídos con las palmas de las manos.
Lleva un bikini amarillo que deja muy poco a la imaginación. ¿Acaso no es consciente de que parece una hermosa flor, capaz de alegrarle la vida a todo aquel que se fije en ella? Doug y Sierra se meten en la bañera.
Yo me cuelo de un salto y me siento junto a ___. Es la primera vez que me meto en una bañera de hidromasaje y no conozco mucho el protocolo.
¿Vamos a sentamos aquí a hablar o a separarnos en parejas para darnos el lote? Preferiría la segunda opción, pero ___ parece nerviosa.
Sobre todo cuando Doug lanza su bañador fuera del agua.
- Ya te vale, tío -digo, haciendo una mueca.
- ¿Qué? Me gustaría tener niños algún día, Jonas. Y esa cosa me estaba cortando la circulación. ___ sale de la bañera y se tapa con una toalla.
- Vayamos dentro, Nick.
- Podéis quedaros aquí, chicos -asegura Sierra-. Haré que se ponga la bolsa de canicas otra vez.
- Olvídalo. Disfrutad del baño. Nosotros estaremos dentro -replica ___.
Cuando salgo de la bañera, ___ me pasa una toalla. La rodeo con un brazo mientras caminamos hacia la cabaña.
- ¿Te encuentras bien?
- Claro. Pensaba que estabas enfadado.
- Estoy genial. Pero... -Una vez en la casa, cojo una figurita de cristal soplado y la miro con atención-. Ver esta casa, esta vida... quiero estar aquí contigo, pero miro a mi alrededor y me doy cuenta de que esto nunca será mi mundo.
- Piensas demasiado. -Se arrodilla en la alfombra y da una palmadita para invitarme a que me siente a su lado-. Ven aquí y túmbate boca abajo. Sé dar masajes suecos. Te relajará.
- Pero tú no eres sueca.
- Sí, ya, y tú tampoco. Así que si lo hago mal, no te darás cuenta.
Me tumbo a su lado.
- Pensaba que íbamos a tomárnoslo con calma.
- Un masaje en la espalda es inofensivo.
Recorro con la mirada el bikini que le marca un cuerpo de escándalo.
- Tengo que confesarte que he intimado con chicas que llevaban mucha más ropa de la que llevas ahora.
- Compórtate. -Me da un cachete en el culo.
Cuando sus manos tocan mi espalda, dejo escapar un gemido. Tío, esto es una tortura. Estoy intentando portarme como es debido, pero me encanta el contacto de sus manos, y mi cuerpo parece cobrar vida propia.
- Estás tenso -me dice al oído.
Por supuesto que estoy tenso. Tiene las manos sobre mí. Mi respuesta es otro gemido.
Después de unos minutos de masaje soporífero, empiezan a oírse fuertes gemidos, suspiros y gruñidos que vienen de la bañera de hidromasaje y que se cuelan en nuestra habitación. Es obvio que Sierra y Doug se han saltado el masaje de espalda.
- ¿Crees que lo están haciendo? -pregunta.
- O eso o Doug es un tipo muy religioso -respondo, haciendo alusión al
«¡Oh, Dios!» que Doug exclama cada dos segundos.
- ¿Te pone cachondo? -canturrea en voz baja junto a mi oído.
- No, pero si sigues masajeándome así, olvídate de toda esa mierda de tomárnoslo con calma. -Me siento y la miro a la cara-. Lo que no logro entender es si me provocas y me tientas a propósito o si realmente eres inocente.
- No intento provocarte.
Enarco una ceja y bajo la mirada hacia la parte superior de mi muslo, donde ella ha apoyado su mano. La aparta bruscamente.
- Vale, no pretendía poner la mano ahí. Bueno, quiero decir que lo he hecho sin darme cuenta. Solo que... lo que... lo que quiero decir es que...
- Me encanta cuando tartamudeas -admito mientras la acerco y le enseño mi versión del masaje sueco, hasta que Doug y Sierra nos interrumpen.
Dos semanas más tarde, me entero de que tengo una cita en el juzgado por los cargos de posesión de armas. Le oculto la noticia a ___, porque alucinaría. Probablemente me daría la vara con que un abogado de oficio no es tan bueno como uno privado. Lo cierto es que no puedo permitirme un abogado de un gran bufete.
Mientras espero en la puerta principal del instituto, preocupándome por lo que me depara el destino, alguien me golpea de repente y casi caigo al suelo.
- ¿Qué coño? -espeto.
- Lo siento -responde el chico con voz nerviosa.
Me doy cuenta de que el tipo que tengo delante no es otro que el Blanquito de la cárcel en persona.
- Ven aquí, imbécil -grita Sam.
Avanzo y me interpongo entre ellos. - Sam, ¿cuál es el problema?
- Este capullo me ha robado la plaza de aparcamiento -me explica señalando a Blanquito.
- ¿Y? ¿No has encontrado otro sitio?
Sam se endereza con rigidez, listo para darle una paliza a Blanquito. No vacilaría ni un segundo si se propone hacerlo.
- Si, he encontrado otro sitio.
- Pues entonces déjale en paz. Lo conozco. Es buena gente.
- ¿Conoces a este tío? -pregunta Sam, enarcando una ceja.
- Mira. -Echo un vistazo a Blanquito y agradezco que esta vez lleve una camisa azul y no la de color coral. Todavía tiene pinta de lerdo, pero por lo menos puedo mantenerme serio cuando digo-: Este tipo ha estado en la cárcel más veces que yo. Puede que parezca un capullo, pero bajo ese pelo engominado y esa fea camisa se esconde un auténtico tipo duro.
- ¿Estás riéndote de mí, Nick? -asegura Sam.
- No digas que no te lo advertí -añado, encogiéndome de hombros y apartándome de su camino.
Blanquito da un paso adelante, aparentando ser un tipo duro. Me muerdo el labio inferior para no soltar una carcajada y me cruzo de brazos como si estuviera esperando a que comenzara la pelea. Mis colegas de los Latino Blood también esperan, preparados para ver como un lerdo blanquito le patea el culo a Sam.
Sam me mira, después mira a Blanquito y otra vez a mí.
- Nick, como te estés riendo de mí...
- Comprueba su expediente policial. Su especialidad son los coches de lujo.
Sam espera su siguiente movimiento. Blanquito no. Camina hacia mí y me tiende el puño.
- Si necesitas algo, Nick, sabes que puedes contar conmigo.
Hago chocar mi puño contra el de Blanquito. Un segundo más tarde ha desaparecido. Doy gracias porque nadie haya reparado en el temblor de su muñeca.
Me topo con él junto a su taquilla, en el descanso entre la primera y segunda hora.
- ¿Hablabas en serio cuando has dicho que puedo contar contigo si lo necesito?
- Después de lo de esta mañana, te debo la vida -admite Blanquito-. No sé por qué has dado la cara por mí, pero estaba cagado de miedo.
- Esa es la regla número uno. No dejes que se note que estás cagado.
Blanquito resopla. Supongo que es su manera de reír, o eso o padece una sinusitis de la hostia.
- Intentaré recordarlo la próxima vez que un pandillero amenace con matarme. -Tiende una mano para estrechar la mía-. Me llamo Gary Frankel.
Le estrecho la mano.
- Mira, Gary -continuó-. Mi juicio es la semana que viene y preferirla no fiarme de un abogado de oficio. ¿Crees que tu madre podría ayudarme? Gary sonríe.
- Creo que sí. Es muy buena. Si es tu primer delito, probablemente te consiga una libertad condicional reducida.
- No me lo puedo permitir...
- No te preocupes por el dinero, Nick. Aquí tienes su tarjeta. Le diré que eres amigo mío y lo hará gratis.
Cuando Gary se aleja por el pasillo, pienso en lo cómico de la situación. A veces, la persona que menos esperas puede convertirse en tu aliado, aunque sea por una vez. Y a veces, una chica rubia puede hacer que el futuro sea algo que esperas con ilusión.
Capítulo 44. Nick
Llevarme a una galería no es la mejor idea que ha tenido. Cuando Sierra se lleva a ____ para enseñarle una pintura, me siento completamente fuera de lugar.
Deambulo por el local y estudio la mesa en la que se extiende la comida pero, por suerte, ya hemos comido. De hecho, no sé quién puede llamar comida a esto. Tengo la sensación de que alguien debería meter el sushi un rato en el microondas para que fuera comestible. También hay sándwiches del tamaño de una moneda.
- Nos hemos quedado sin wasabi.
Todavía estoy concentrando identificando el surtido de comida cuando alguien me da un golpecito en la espalda. Me doy la vuelta y veo a un blanquito bajito y rubio. Me recuerda a Cara Burro, y de inmediato, quiero apartarlo de un empujón.
- Nos hemos quedado sin wasabi -repite.
Le respondería si supiera qué cono es el wasabi. Pero no tengo ni idea, de modo que no me inmuto. Y eso me hace sentir como un idiota.
- ¿No hablas mi idioma?
Aprieto con fuerza las manos. «Si, hablo tu idioma, gilipollas. Pero la última vez que estuve en clase de lengua, no nos explicaron qué significa la palabra 'wasabi'». En lugar de responder, ignoro al tipo y me acerco a una de las pinturas para observarla de cerca. Una chica y un perro caminando por lo que parece una chapucera imitación de la Tierra.
- Aquí estás. -____ se acerca. Doug y Sierra van detrás de ella.
- ___, este es Perry Landis -anuncia Doug, señalando al tipo que se
parecía a Blaine-. El artista.
- ¡Ay, madre! ¡Tu obra es increíble! -exclama ____ con efusividad.
Ha dicho «ay, madre» como si fuera una cabeza de chorlito. ¿Está riéndose de mí o qué?
El tipo mira su pintura por encima del hombro de ____.
- ¿Qué te parece esta? -pregunta. ____ carraspea antes de contestar:
- Creo que proyecta un profundo conocimiento sobre la relación entre el hombre, el animal y la Tierra.
Venga ya. Qué gilipollez.
Perry la rodea con el brazo y siento la tentación de darle una paliza, aquí, en medio de la galería.
- Se ve que eres una chica muy profunda.
Profunda, sí, claro. Lo que quiere es llevársela a la cama... algo que no hará si puedo evitarlo.
- Nick, ¿qué crees tú? -pregunta ella, volviéndose hacia mí.
- Bueno... -Me froto la barbilla mientras observo fijamente la pintura-. Te doy un dólar por la colección entera, dos como mucho.
Sierra abre los ojos de par en par y se cubre la boca con la mano, conmocionada. Doug se ha atragantado con la bebida. ¿Y ___? Miro a mi nueva chica mientras espero su respuesta.
- Nick, le debes una disculpa a Perry -suelta ____.
Sí, después de que él se disculpe por preguntarme por el wasabi. Ni de coña.
- Me largo de aquí -contesto, antes de darles la espalda y salir por la puerta de la galería. Me las piro.
Ya fuera, le gorreo un cigarrillo a una camarera que está de descanso al otro lado de la calle. Lo único en lo que puedo pensar es en la expresión de ____ cuando me ha ordenado que me disculpe.
No se me da muy bien obedecer órdenes. Maldita sea, no me ha hecho ninguna gracia ver cómo el capullo del artista ha rodeado a mi chica con el brazo. Estoy seguro de que todos, de una manera u otra, quieren lo mismo: alardear de que han podido tocarla.
También lo deseo yo, pero la quiero para mí solo. No me apetece que me dé órdenes como si fuera un cachorrito, y que me coja de la mano cuando le apetezca y no esté haciendo ninguna escena.
Es obvio que esto no está saliendo como se suponía.
- Te he visto salir de la galería. Ahí solo entran zánganos -dice la camarera después de que le devuelva el mechero.
Wasabi. Zánganos... En serio, debo dejar de faltar a clase de lengua.
- ¿Zánganos?
- Sí, zánganos, privilegiados que viven a costa del resto del enjambre.
- Ah, bueno, pues definitivamente yo no soy uno de ellos. Respecto a lo del enjambre, pertenezco más bien a las obreras -respondo con ironía, dándole una calada al cigarrillo y agradeciendo la nicotina. De inmediato, me siento más tranquilo. Bueno, puede que tenga los pulmones marchitos, pero tengo la impresión de que moriré antes de que mis pulmones alcancen la saturación.
- Soy Mandy, otra obrera. -La camarera me tiende la mano y me lanza una sonrisa. Tiene el cabello castaño y unas mechas de color púrpura. Es bonita, pero no es ____.
- Nick.
Cuando le estrecho la mano, ella se queda mirando mis tatuajes.
- Yo tengo dos. ¿Quieres verlos?
En realidad no me apetece ver lo que le tatuaron en el pecho o en el trasero una noche de borrachera.
- ¡Nick! -grita ____ desde la puerta de la pinacoteca.
Le doy una calada más al cigarro y procuro no pensar en el hecho de que ____ ha organizado esta excursión para poder ocultar su sucio secretito. Y ya estoy harto de ser un jodido secreto.
Mi medio novia cruza la calle. Los tacones de sus zapatos de diseño resuenan en la acera y me recuerdan que ella pertenece a una clase superior a la mía. Nos observa, a Mandy y a mí, dos obreras fumando juntos.
- Mandy, aquí presente, estaba a punto de enseñarme sus tatuajes –suelto para cabrearla.
- No me digas. ¿Tú también ibas a enseñarle los tuyos? -me pregunta con una mirada inquisidora.
- No me va mucho el drama -anuncia Mandy, antes de lanzar el cigarrillo al suelo y aplastarlo con la punta de su zapatilla deportiva-. Qué tengáis suerte. Vais a necesitarla.
Doy otra calada al pitillo, deseando que ____ no me provocara tanto como lo hace.
- Vuelve a la galería, nena. Me vuelvo a casa en autobús.
- Pensaba que íbamos a pasar un día agradable juntos, Nick, en una ciudad donde nadie nos conoce. ¿No te apetece ser anónimo de vez en cuando?
- ¿A qué llamas agradable, a que ese pedazo de capullo que se autoproclama artista me tome por ayudante de camarero? Prefiero que me conozcan como pandillero que como camarero inmigrante.
- Ni siquiera le das una oportunidad a todo esto. Si te relajaras y cambiaras el chip, encajarías bien. Puedes ser uno más.
- Todo el mundo es falso. Incluso tú. Despierta, señorita «¡Ay, mi madre!» No quiero ser uno de ellos. ¿Lo pillas?
- Alto y claro. Para tu información, yo no soy falsa. Puedes llamarlo así si quieres, pero nosotros lo llamamos ser considerados y educados.
- En tu círculo social, no en el mío, dónde lo llamamos por su nombre. Y nunca jamás vuelvas a ordenarme que le disculpe como si fueras mi madre. Te lo juro, ____, la próxima vez que lo hagas habremos acabado.
Mierda. Se le han puesto los ojos vidriosos. Cuando me da la espalda, deseo darme una colleja por haberla herido. Tiro el cigarrillo al suelo.
- Lo siento. No pretendía ser un imbécil. Bueno, sí. Pero solo porque no me siento cómodo aquí.
Ella no me mira. Tiendo la mano para acariciarle la espalda y me alegro al comprobar que no se aparta de mí. Continúo hablando:
- ___, me encanta salir contigo. Joder, cuando voy al instituto, te busco por los pasillos. Tan pronto atisbo esos mechones dorados y angelicales –le explico, deslizando los dedos entre su melena-, sé que puedo seguir adelante sin contratiempos.
- No soy un ángel.
- Para mí lo eres. Si me disculpas, regresaré y me disculparé ante ese artista.
- ¿De verdad? -pregunta con los ojos muy abiertos.
- Sí. No quiero hacerlo pero lo haré... por ti.
Sus labios esbozan una tímida sonrisa.
- No es necesario. Aprecio que digas que lo harías por mí, pero tienes razón. Se ha portado como un gilipollas.
- Aquí estáis -dice Sierra-. Os hemos buscado por todas partes, tortolitos. Pongámonos en marcha y vayamos ya a la cabaña.
En cuanto llegamos, Doug se frota las manos.
- ¿Bañera de hidromasaje o película? -pregunta.
Sierra se acerca a la ventana que da al lago.
- Me voy a quedar dormida si ponemos una peli.
Sentado junto a ____ en el sofá del salón, me quedo alucinando ante el hecho de que esta gigantesca casa sea la segunda residencia de Doug. Es más grande que la mía. ¿Una bañera de hidromasaje? Vaya, esta gente tiene de todo.
- No he traído bañador -digo.
- No te preocupes -contesta ____-. Seguramente Doug pueda prestarte uno de los que guarda en la casita de la piscina.
En la casita en cuestión, Doug busca en uno de los armarios.
- Solo hay dos -dice entregándome un minúsculo bañador-. ¿Crees que te cabrá, grandullón?
- Tal vez para el testículo derecho. ¿Por qué no te pones tú este y yo cojo el otro? -sugiero y me acerco al armario para sacar un bañador tipo bóxer.
Reparo en que las chicas han desaparecido-. ¿Dónde se han metido?
- Han ido a cambiarse. Y a hablar de nosotros, estoy seguro.
Me cambio en un pequeño vestuario mientras pienso en la vida en mi barrio. Aquí, en el Lago Ginebra, es fácil olvidarse de eso durante un rato. No tengo que preocuparme de quién está cubriéndome las espaldas. Cuando salgo del vestuario, Doug dice;
- ¿Eres consciente de que Brittany va a tener que tragar mucho para salir contigo? La gente ya está empezando a hablar.
- Escucha, Douggie. Me gusta esa chica más de lo que me ha gustado nadie en toda mi vida. No estoy dispuesto a dejarla escapar. Empezaré a preocuparme de lo que piense la gente cuando esté a dos metros bajo tierra.
Doug sonríe y extiende los brazos.
- Eh, Jonas, creo que acabamos de compartir un momento de amistad.
¿Quieres celebrarlo con un abrazo?
- Ni de coña, blanquito.
Doug me da una palmada en la espalda y luego nos dirigimos a la bañera de hidromasaje. A pesar de todo, creo que tiene razón: no sé si hemos dado un paso hacia la amistad, pero por lo menos nos entendemos bien. Sea lo que sea, no estoy dispuesto a abrazarle.
- Muy sexy, cariño -dice Sierra mirando el minúsculo bañador.
Doug camina como un pingüino e intenta que el bañador no le moleste demasiado.
- Te juro que me quitaré esto en cuanto me meta en la bañera. Me estrangula los huevos.
- No entres en detalles -interviene ___, tapándose los oídos con las palmas de las manos.
Lleva un bikini amarillo que deja muy poco a la imaginación. ¿Acaso no es consciente de que parece una hermosa flor, capaz de alegrarle la vida a todo aquel que se fije en ella? Doug y Sierra se meten en la bañera.
Yo me cuelo de un salto y me siento junto a ___. Es la primera vez que me meto en una bañera de hidromasaje y no conozco mucho el protocolo.
¿Vamos a sentamos aquí a hablar o a separarnos en parejas para darnos el lote? Preferiría la segunda opción, pero ___ parece nerviosa.
Sobre todo cuando Doug lanza su bañador fuera del agua.
- Ya te vale, tío -digo, haciendo una mueca.
- ¿Qué? Me gustaría tener niños algún día, Jonas. Y esa cosa me estaba cortando la circulación. ___ sale de la bañera y se tapa con una toalla.
- Vayamos dentro, Nick.
- Podéis quedaros aquí, chicos -asegura Sierra-. Haré que se ponga la bolsa de canicas otra vez.
- Olvídalo. Disfrutad del baño. Nosotros estaremos dentro -replica ___.
Cuando salgo de la bañera, ___ me pasa una toalla. La rodeo con un brazo mientras caminamos hacia la cabaña.
- ¿Te encuentras bien?
- Claro. Pensaba que estabas enfadado.
- Estoy genial. Pero... -Una vez en la casa, cojo una figurita de cristal soplado y la miro con atención-. Ver esta casa, esta vida... quiero estar aquí contigo, pero miro a mi alrededor y me doy cuenta de que esto nunca será mi mundo.
- Piensas demasiado. -Se arrodilla en la alfombra y da una palmadita para invitarme a que me siente a su lado-. Ven aquí y túmbate boca abajo. Sé dar masajes suecos. Te relajará.
- Pero tú no eres sueca.
- Sí, ya, y tú tampoco. Así que si lo hago mal, no te darás cuenta.
Me tumbo a su lado.
- Pensaba que íbamos a tomárnoslo con calma.
- Un masaje en la espalda es inofensivo.
Recorro con la mirada el bikini que le marca un cuerpo de escándalo.
- Tengo que confesarte que he intimado con chicas que llevaban mucha más ropa de la que llevas ahora.
- Compórtate. -Me da un cachete en el culo.
Cuando sus manos tocan mi espalda, dejo escapar un gemido. Tío, esto es una tortura. Estoy intentando portarme como es debido, pero me encanta el contacto de sus manos, y mi cuerpo parece cobrar vida propia.
- Estás tenso -me dice al oído.
Por supuesto que estoy tenso. Tiene las manos sobre mí. Mi respuesta es otro gemido.
Después de unos minutos de masaje soporífero, empiezan a oírse fuertes gemidos, suspiros y gruñidos que vienen de la bañera de hidromasaje y que se cuelan en nuestra habitación. Es obvio que Sierra y Doug se han saltado el masaje de espalda.
- ¿Crees que lo están haciendo? -pregunta.
- O eso o Doug es un tipo muy religioso -respondo, haciendo alusión al
«¡Oh, Dios!» que Doug exclama cada dos segundos.
- ¿Te pone cachondo? -canturrea en voz baja junto a mi oído.
- No, pero si sigues masajeándome así, olvídate de toda esa mierda de tomárnoslo con calma. -Me siento y la miro a la cara-. Lo que no logro entender es si me provocas y me tientas a propósito o si realmente eres inocente.
- No intento provocarte.
Enarco una ceja y bajo la mirada hacia la parte superior de mi muslo, donde ella ha apoyado su mano. La aparta bruscamente.
- Vale, no pretendía poner la mano ahí. Bueno, quiero decir que lo he hecho sin darme cuenta. Solo que... lo que... lo que quiero decir es que...
- Me encanta cuando tartamudeas -admito mientras la acerco y le enseño mi versión del masaje sueco, hasta que Doug y Sierra nos interrumpen.
Dos semanas más tarde, me entero de que tengo una cita en el juzgado por los cargos de posesión de armas. Le oculto la noticia a ___, porque alucinaría. Probablemente me daría la vara con que un abogado de oficio no es tan bueno como uno privado. Lo cierto es que no puedo permitirme un abogado de un gran bufete.
Mientras espero en la puerta principal del instituto, preocupándome por lo que me depara el destino, alguien me golpea de repente y casi caigo al suelo.
- ¿Qué coño? -espeto.
- Lo siento -responde el chico con voz nerviosa.
Me doy cuenta de que el tipo que tengo delante no es otro que el Blanquito de la cárcel en persona.
- Ven aquí, imbécil -grita Sam.
Avanzo y me interpongo entre ellos. - Sam, ¿cuál es el problema?
- Este capullo me ha robado la plaza de aparcamiento -me explica señalando a Blanquito.
- ¿Y? ¿No has encontrado otro sitio?
Sam se endereza con rigidez, listo para darle una paliza a Blanquito. No vacilaría ni un segundo si se propone hacerlo.
- Si, he encontrado otro sitio.
- Pues entonces déjale en paz. Lo conozco. Es buena gente.
- ¿Conoces a este tío? -pregunta Sam, enarcando una ceja.
- Mira. -Echo un vistazo a Blanquito y agradezco que esta vez lleve una camisa azul y no la de color coral. Todavía tiene pinta de lerdo, pero por lo menos puedo mantenerme serio cuando digo-: Este tipo ha estado en la cárcel más veces que yo. Puede que parezca un capullo, pero bajo ese pelo engominado y esa fea camisa se esconde un auténtico tipo duro.
- ¿Estás riéndote de mí, Nick? -asegura Sam.
- No digas que no te lo advertí -añado, encogiéndome de hombros y apartándome de su camino.
Blanquito da un paso adelante, aparentando ser un tipo duro. Me muerdo el labio inferior para no soltar una carcajada y me cruzo de brazos como si estuviera esperando a que comenzara la pelea. Mis colegas de los Latino Blood también esperan, preparados para ver como un lerdo blanquito le patea el culo a Sam.
Sam me mira, después mira a Blanquito y otra vez a mí.
- Nick, como te estés riendo de mí...
- Comprueba su expediente policial. Su especialidad son los coches de lujo.
Sam espera su siguiente movimiento. Blanquito no. Camina hacia mí y me tiende el puño.
- Si necesitas algo, Nick, sabes que puedes contar conmigo.
Hago chocar mi puño contra el de Blanquito. Un segundo más tarde ha desaparecido. Doy gracias porque nadie haya reparado en el temblor de su muñeca.
Me topo con él junto a su taquilla, en el descanso entre la primera y segunda hora.
- ¿Hablabas en serio cuando has dicho que puedo contar contigo si lo necesito?
- Después de lo de esta mañana, te debo la vida -admite Blanquito-. No sé por qué has dado la cara por mí, pero estaba cagado de miedo.
- Esa es la regla número uno. No dejes que se note que estás cagado.
Blanquito resopla. Supongo que es su manera de reír, o eso o padece una sinusitis de la hostia.
- Intentaré recordarlo la próxima vez que un pandillero amenace con matarme. -Tiende una mano para estrechar la mía-. Me llamo Gary Frankel.
Le estrecho la mano.
- Mira, Gary -continuó-. Mi juicio es la semana que viene y preferirla no fiarme de un abogado de oficio. ¿Crees que tu madre podría ayudarme? Gary sonríe.
- Creo que sí. Es muy buena. Si es tu primer delito, probablemente te consiga una libertad condicional reducida.
- No me lo puedo permitir...
- No te preocupes por el dinero, Nick. Aquí tienes su tarjeta. Le diré que eres amigo mío y lo hará gratis.
Cuando Gary se aleja por el pasillo, pienso en lo cómico de la situación. A veces, la persona que menos esperas puede convertirse en tu aliado, aunque sea por una vez. Y a veces, una chica rubia puede hacer que el futuro sea algo que esperas con ilusión.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 45. ____
Después del partido del sábado por la tarde, un partido que ganamos gracias al touchdown de Doug a tan solo cuatro segundos del final, estoy charlando con Sierra y el Factor Triple M, en un lateral del campo. Estamos discutiendo sobre el lugar al que ir para celebrar la victoria.
- ¿Qué os parece Lou Malnati's? -dice Morgan.
Todas estamos de acuerdo, porque es la mejor pizzería de la ciudad.
Megan está a dieta, pero le encanta la ensalada especial de la casa, por lo que damos por zanjado el asunto.
Mientras organizamos los últimos detalles, veo a Isabel hablando con
Marta Ruíz. Me acerco a ellas.
- Hola, chicas -las saludo-. ¿Os apetece venir a Lou Maltani's con nosotras?
María frunce el ceño, confusa. Aunque Isabel no lo hace.
- Claro -responde Isabel.
María se queda mirando a Isabel, luego se vuelve hacia mí y se dirige de nuevo a su amiga. Le comenta algo en voz baja y añade que nos veremos en el restaurante.
- ¿Qué te ha dicho?
- Quería saber la razón por la que nos invitas a salir con tus amigas.
- ¿Y qué le has dicho?
- Le he dicho que somos amigas. Pero para que lo sepas, mis amigas me llaman Isa, no Isabel.
La acompaño hasta el resto del grupo. Entonces miro a Sierra, quien admitió no hace mucho sentir celos por mi amistad con Isabel. Sin embargo, en lugar de comportarse con frialdad, sonríe a Isabel y le pide que le enseñe cómo hace el salto mortal doble en las prácticas de animadoras. Eso solo confirma que es mi mejor amiga. Madison parece tan asombrada como María cuando anuncio que ella e Isabel se vienen con nosotras al Lou Malnati's. Pero no objeta nada.
Quizás, solo quizás, este sea un pequeño paso hacia lo que el director
Aguirre llama «enmendar la brecha». No soy tan ingenua como para pensar que puedo cambiar Fairfield de la noche a la mañana, pero mi percepción de algunas personas ha cambiado en las últimas semanas. Espero que la de ellos también lo haya hecho.
En el restaurante, me siento junto a Isabel. Un grupo de chicos del equipo de fútbol también ha venido, por lo que el restaurante está invadido por estudiantes del instituto Fairfield. Darlene entra con Blaine. Él la rodea con el brazo como si estuvieran saliendo juntos.
Sierra, que está sentada frente de mí, dice:
- Dime que no lleva la mano en el bolsillo trasero de Blaine. Es tan patético.
- No me importa -le aseguro, intentando que no se note que en realidad si me importa-. Si quieren salir juntos, allá ellos.
- Solo lo hace porque quiere tener todo lo que tú tienes. Para ella es como una competición. Primero ocupa tu puesto en las animadoras, ahora le pone las garras encima a Blaine. Lo siguiente que sabrás es que quiere cambiarse el nombre por el de ____.
- Qué graciosa.
- Eso dices ahora -añade, y luego se acerca para susurrar-: No te parecerá tan gracioso cuando se interese por Nick.
- Eso sí que no tiene gracia.
Doug entra en el restaurante y Sierra levanta la mano para llamar su atención. No hay asientos libres, así que Sierra le deja el suyo y se sienta en su regazo. Empiezan a enrollarse allí mismo, lo que me indica que es hora de darme la vuelta y hablar con Isabel.
- ¿Cómo progresan las cosas con ya sabes quién? -le pregunto, sabiendo que no puedo pronunciar el nombre de Paco porque Isa no quiere que María se entere de que está colada por él.
- No progresan -suspira.
- ¿Por qué no? ¿Hablaste con él como te dije?
- No. Está comportándose como un capullo e ignora completamente el hecho de que estuvimos juntos aquella noche. Creo que no lo menciona porque no quiere ir más allá.
Pienso en mi ruptura con Blaine y en mi aventura con Nick. Cada vez que me comporto al contrario de lo que los demás esperan de mí, haciendo por fin lo que quiero, me siento mucho más fuerte.
- Tienes que arriesgarte, Isa. Te garantizo que vale la pena.
- Acabas de llamarme Isa.
- Lo sé. ¿Te parece bien?
- Sí, ___, me parece bien -afirma, empujándome juguetonamente por el hombro.
Hablar con Isa de Paco me hace sentir intrépida, y esa sensación me lleva a pensar en Nick. En cuanto terminamos de comer, y todos empiezan a marcharse, llamo a Nick por el móvil, de camino al coche.
- ¿Sabes dónde está el Club Mystique?
- Sí.
- Nos vemos allí a las nueve, esta noche.
- ¿Por qué? ¿Qué pasa?
- Ya lo verás -le digo antes de colgar. Luego me doy cuenta de que
Darlene está justo detrás de mí. ¿Me habrá oído hablar con Nick?
- ¿Tienes una cita esta noche? -me pregunta.
Eso responde a mi pregunta.
- ¿Qué te he hecho para que me odies tanto? Unos días somos amigas, pero otros tengo la sensación de que tramas algo contra mí.
Darlene se encoge de hombros, apartándose el pelo de la cara. Me basta con ese gesto para saber que ya no puedo considerarla mi amiga.
- Supongo que estoy harta de vivir a tu sombra, ___. Ha llegado el momento de que abdiques de tu reino. Has sido la princesa del instituto Fairfield durante demasiado tiempo. Es hora de que le brindes a otra la oportunidad de convertirse en el centro de atención.
- Todo para ti. Que lo disfrutes -le suelto. No sabe que nunca he deseado ocupar la primera posición en todo. Si acaso, solía valerme de eso para darle más credibilidad al papel que representaba ante los demás.
Cuando llego al Club Mystique a las nueve, Nick me sorprende por detrás, en la puerta. Me doy la vuelta y le rodeo el cuello con los brazos.
- Vaya, nena -exclama, apartándose un poco-. Pensaba que íbamos a mantener lo nuestro en secreto. Odio decírtelo, pero hay un puñado de chicos del norte de Fairfield justo ahí. Y nos están mirando.
- No me importa. Ya no.
- ¿Por qué?
- Sólo se vive una vez.
A él parece gustarle mi respuesta, porque me coge de la mano y me lleva al final de la cola. Hace frío aquí fuera, y Nick abre su chaqueta y me arropa con ella mientras esperamos nuestro turno para entrar.
Le miro mientras nuestros cuerpos quedan el uno junto al otro.
- ¿Vas a bailar conmigo esta noche? -le pregunto.
- Por supuesto.
- Blaine nunca quería bailar conmigo.
- Yo no soy Blaine, nena, y nunca lo seré.
- Genial. Te tengo a ti, Nick. He comprendido que es lo único que necesito y que estoy preparada para compartirlo con el mundo.
Una vez dentro, Nick me arrastra a la pista de baile. Hago caso omiso de las miradas estúpidas de los estudiantes norteños de Fairfield mientras me acerco a Nick y nos movemos al ritmo de la música.
Nos contoneamos como si lleváramos toda la vida juntos; cada movimiento parece sincronizado. Por primera vez, no tengo miedo de lo que la gente piense al vernos juntos. El año que viene, cuando esté en la universidad, no tendrá ninguna importancia de qué lado de la ciudad es cada cual.
Troy, un chico con el que bailé la última vez que vine al Club Mystique, me da un golpecito en el hombro mientras la música hace vibrar el suelo de la pista.
- ¿Quién es tu nuevo semental? -pregunta.
- Troy, este es mi novio, Nick. Nick, este es Troy.
- Hola, tío -dice Nick tendiéndole la mano y estrechándola de Troy.
- Tengo la sensación de que este tío no cometerá el mismo error que cometió el otro -asegura Troy.
No respondo, porque siento las manos de Nick alrededor de mi cintura y espalda, y me siento muy bien al tenerlo aquí conmigo. Creo que le gusta que lo llame novio, y a mí me gusta poder decirlo en voz alta. Apoyo la espalda contra su pecho y cierro los ojos, dejando que el ritmo de la música fluya y el movimiento de nuestros cuerpos se funda en uno solo. Después de bailar un rato, necesito un descanso. Salimos de la pista, saco el móvil y le digo:
- Posa para mí.
En la primera foto intenta aparentar ser un chico malo. Me hace reír. Echo otra antes de que pueda adoptar otra pose.
- Hagámonos una juntos -sugiere, atrayéndome hacia él. Junto la mejilla con la suya mientras él coge el móvil, lo aleja todo lo que puede y congela el momento con un solo clic. Una vez hecha la foto, me rodea con sus brazos y me besa.
Me reclino en él y estudio la multitud. En la primera planta, en uno de los palcos, veo a Blaine, la última persona que pensaba encontrar aquí. Blaine odia este local, odia bailar.
Su mirada enojada se cruza con la mía; luego ofrece una exhibición por todo lo alto besando a la chica que le acompaña, Darlene. Y ella le devuelve el beso con todas sus ganas, mientras le agarra del culo y se frota contra él.
Ella sabía que yo estaría aquí con Nick esta noche; es evidente que lo había planeado todo.
- ¿Quieres irte? -pregunta Nick cuando repara en ellos.
Me vuelvo para mirarle y una vez más me quedo boquiabierta ante sus hermosos y marcados rasgos.
- No. Pero hace mucho calor aquí. Quítate la chaqueta.
Él vacila un instante antes de decir:
- No puedo.
- ¿Por qué no?
Hace una mueca.
- Dime la verdad, Nick.
Me aparta un mechón de la cara y lo esconde tras la oreja.
- Nena, este no es el territorio de los Latino Blood, sino el de los Fremont 5, una banda rival. Tu amigo Troy es uno de ellos.
¿Qué? Guando le sugerí que viniésemos aquí, no me detuve a pensar en territorios ni afiliaciones a bandas. Yo solo quería bailar.
- Ay, madre, Nick. Te he puesto en peligro. ¡Salgamos de aquí! –exclamo desesperada.
Nick se acerca mucho y me susurra al oído:
- Solo se vive una vez, ¿no es eso lo que has dicho antes? Vuelve a bailar conmigo
- Pero...
Me interrumpe con un beso tan apasionado que me olvido de todo lo demás. Y tan pronto como recupero el sentido, volvemos a estar en la pista de baile.
Corremos el riesgo y nos movemos demasiado cerca de los tiburones, pero salimos sin un arañazo. El peligro que nos acecha acaba por reforzar nuestra mutua complicidad.
En el baño de las chicas, Darlene se retoca en el espejo.
La veo y ella repara en mí.
- Hola -digo.
Darlene pasa por mi lado sin pronunciar palabra. Es un pequeño atisbo de lo que me espera al ser una chica de la zona norte marginada, pero no me importa.
Cuando acaba la noche, y Nick me acompaña al coche, le cojo de la mano y miro las estrellas.
- Si pudieras pedir un deseo ahora mismo, ¿qué pedirías? -le pregunto.
- Que el tiempo se detuviera.
- ¿Por qué?
Se encoje de hombros y contesta:
- Porque así podría vivir este momento eternamente. ¿Y tú?
- Ir a la universidad juntos. Aunque tú quieras evitar el futuro, yo estoy deseando que llegue. ¿No sería genial sí los dos estuviéramos en la misma universidad? Lo digo en serio, Nick.
Se aparta de mí.
- Para alguien que quiere tomarse las cosas con tranquilidad, estás planeando cosas con mucha antelación.
- Lo sé. Lo siento. No puedo evitarlo. He presentado mi solicitud para entrar en la Universidad de Colorado y así estar cerca de mi hermana. El lugar al que la van a mandar mis padres está a unos pocos kilómetros del campus. No sería tan grave que presentaras una solicitud, ¿no crees?
- Supongo que no.
- ¿En serio?
Me aprieta la mano con fuerza.
- Lo que sea por hacerte sonreír así.
Después del partido del sábado por la tarde, un partido que ganamos gracias al touchdown de Doug a tan solo cuatro segundos del final, estoy charlando con Sierra y el Factor Triple M, en un lateral del campo. Estamos discutiendo sobre el lugar al que ir para celebrar la victoria.
- ¿Qué os parece Lou Malnati's? -dice Morgan.
Todas estamos de acuerdo, porque es la mejor pizzería de la ciudad.
Megan está a dieta, pero le encanta la ensalada especial de la casa, por lo que damos por zanjado el asunto.
Mientras organizamos los últimos detalles, veo a Isabel hablando con
Marta Ruíz. Me acerco a ellas.
- Hola, chicas -las saludo-. ¿Os apetece venir a Lou Maltani's con nosotras?
María frunce el ceño, confusa. Aunque Isabel no lo hace.
- Claro -responde Isabel.
María se queda mirando a Isabel, luego se vuelve hacia mí y se dirige de nuevo a su amiga. Le comenta algo en voz baja y añade que nos veremos en el restaurante.
- ¿Qué te ha dicho?
- Quería saber la razón por la que nos invitas a salir con tus amigas.
- ¿Y qué le has dicho?
- Le he dicho que somos amigas. Pero para que lo sepas, mis amigas me llaman Isa, no Isabel.
La acompaño hasta el resto del grupo. Entonces miro a Sierra, quien admitió no hace mucho sentir celos por mi amistad con Isabel. Sin embargo, en lugar de comportarse con frialdad, sonríe a Isabel y le pide que le enseñe cómo hace el salto mortal doble en las prácticas de animadoras. Eso solo confirma que es mi mejor amiga. Madison parece tan asombrada como María cuando anuncio que ella e Isabel se vienen con nosotras al Lou Malnati's. Pero no objeta nada.
Quizás, solo quizás, este sea un pequeño paso hacia lo que el director
Aguirre llama «enmendar la brecha». No soy tan ingenua como para pensar que puedo cambiar Fairfield de la noche a la mañana, pero mi percepción de algunas personas ha cambiado en las últimas semanas. Espero que la de ellos también lo haya hecho.
En el restaurante, me siento junto a Isabel. Un grupo de chicos del equipo de fútbol también ha venido, por lo que el restaurante está invadido por estudiantes del instituto Fairfield. Darlene entra con Blaine. Él la rodea con el brazo como si estuvieran saliendo juntos.
Sierra, que está sentada frente de mí, dice:
- Dime que no lleva la mano en el bolsillo trasero de Blaine. Es tan patético.
- No me importa -le aseguro, intentando que no se note que en realidad si me importa-. Si quieren salir juntos, allá ellos.
- Solo lo hace porque quiere tener todo lo que tú tienes. Para ella es como una competición. Primero ocupa tu puesto en las animadoras, ahora le pone las garras encima a Blaine. Lo siguiente que sabrás es que quiere cambiarse el nombre por el de ____.
- Qué graciosa.
- Eso dices ahora -añade, y luego se acerca para susurrar-: No te parecerá tan gracioso cuando se interese por Nick.
- Eso sí que no tiene gracia.
Doug entra en el restaurante y Sierra levanta la mano para llamar su atención. No hay asientos libres, así que Sierra le deja el suyo y se sienta en su regazo. Empiezan a enrollarse allí mismo, lo que me indica que es hora de darme la vuelta y hablar con Isabel.
- ¿Cómo progresan las cosas con ya sabes quién? -le pregunto, sabiendo que no puedo pronunciar el nombre de Paco porque Isa no quiere que María se entere de que está colada por él.
- No progresan -suspira.
- ¿Por qué no? ¿Hablaste con él como te dije?
- No. Está comportándose como un capullo e ignora completamente el hecho de que estuvimos juntos aquella noche. Creo que no lo menciona porque no quiere ir más allá.
Pienso en mi ruptura con Blaine y en mi aventura con Nick. Cada vez que me comporto al contrario de lo que los demás esperan de mí, haciendo por fin lo que quiero, me siento mucho más fuerte.
- Tienes que arriesgarte, Isa. Te garantizo que vale la pena.
- Acabas de llamarme Isa.
- Lo sé. ¿Te parece bien?
- Sí, ___, me parece bien -afirma, empujándome juguetonamente por el hombro.
Hablar con Isa de Paco me hace sentir intrépida, y esa sensación me lleva a pensar en Nick. En cuanto terminamos de comer, y todos empiezan a marcharse, llamo a Nick por el móvil, de camino al coche.
- ¿Sabes dónde está el Club Mystique?
- Sí.
- Nos vemos allí a las nueve, esta noche.
- ¿Por qué? ¿Qué pasa?
- Ya lo verás -le digo antes de colgar. Luego me doy cuenta de que
Darlene está justo detrás de mí. ¿Me habrá oído hablar con Nick?
- ¿Tienes una cita esta noche? -me pregunta.
Eso responde a mi pregunta.
- ¿Qué te he hecho para que me odies tanto? Unos días somos amigas, pero otros tengo la sensación de que tramas algo contra mí.
Darlene se encoge de hombros, apartándose el pelo de la cara. Me basta con ese gesto para saber que ya no puedo considerarla mi amiga.
- Supongo que estoy harta de vivir a tu sombra, ___. Ha llegado el momento de que abdiques de tu reino. Has sido la princesa del instituto Fairfield durante demasiado tiempo. Es hora de que le brindes a otra la oportunidad de convertirse en el centro de atención.
- Todo para ti. Que lo disfrutes -le suelto. No sabe que nunca he deseado ocupar la primera posición en todo. Si acaso, solía valerme de eso para darle más credibilidad al papel que representaba ante los demás.
Cuando llego al Club Mystique a las nueve, Nick me sorprende por detrás, en la puerta. Me doy la vuelta y le rodeo el cuello con los brazos.
- Vaya, nena -exclama, apartándose un poco-. Pensaba que íbamos a mantener lo nuestro en secreto. Odio decírtelo, pero hay un puñado de chicos del norte de Fairfield justo ahí. Y nos están mirando.
- No me importa. Ya no.
- ¿Por qué?
- Sólo se vive una vez.
A él parece gustarle mi respuesta, porque me coge de la mano y me lleva al final de la cola. Hace frío aquí fuera, y Nick abre su chaqueta y me arropa con ella mientras esperamos nuestro turno para entrar.
Le miro mientras nuestros cuerpos quedan el uno junto al otro.
- ¿Vas a bailar conmigo esta noche? -le pregunto.
- Por supuesto.
- Blaine nunca quería bailar conmigo.
- Yo no soy Blaine, nena, y nunca lo seré.
- Genial. Te tengo a ti, Nick. He comprendido que es lo único que necesito y que estoy preparada para compartirlo con el mundo.
Una vez dentro, Nick me arrastra a la pista de baile. Hago caso omiso de las miradas estúpidas de los estudiantes norteños de Fairfield mientras me acerco a Nick y nos movemos al ritmo de la música.
Nos contoneamos como si lleváramos toda la vida juntos; cada movimiento parece sincronizado. Por primera vez, no tengo miedo de lo que la gente piense al vernos juntos. El año que viene, cuando esté en la universidad, no tendrá ninguna importancia de qué lado de la ciudad es cada cual.
Troy, un chico con el que bailé la última vez que vine al Club Mystique, me da un golpecito en el hombro mientras la música hace vibrar el suelo de la pista.
- ¿Quién es tu nuevo semental? -pregunta.
- Troy, este es mi novio, Nick. Nick, este es Troy.
- Hola, tío -dice Nick tendiéndole la mano y estrechándola de Troy.
- Tengo la sensación de que este tío no cometerá el mismo error que cometió el otro -asegura Troy.
No respondo, porque siento las manos de Nick alrededor de mi cintura y espalda, y me siento muy bien al tenerlo aquí conmigo. Creo que le gusta que lo llame novio, y a mí me gusta poder decirlo en voz alta. Apoyo la espalda contra su pecho y cierro los ojos, dejando que el ritmo de la música fluya y el movimiento de nuestros cuerpos se funda en uno solo. Después de bailar un rato, necesito un descanso. Salimos de la pista, saco el móvil y le digo:
- Posa para mí.
En la primera foto intenta aparentar ser un chico malo. Me hace reír. Echo otra antes de que pueda adoptar otra pose.
- Hagámonos una juntos -sugiere, atrayéndome hacia él. Junto la mejilla con la suya mientras él coge el móvil, lo aleja todo lo que puede y congela el momento con un solo clic. Una vez hecha la foto, me rodea con sus brazos y me besa.
Me reclino en él y estudio la multitud. En la primera planta, en uno de los palcos, veo a Blaine, la última persona que pensaba encontrar aquí. Blaine odia este local, odia bailar.
Su mirada enojada se cruza con la mía; luego ofrece una exhibición por todo lo alto besando a la chica que le acompaña, Darlene. Y ella le devuelve el beso con todas sus ganas, mientras le agarra del culo y se frota contra él.
Ella sabía que yo estaría aquí con Nick esta noche; es evidente que lo había planeado todo.
- ¿Quieres irte? -pregunta Nick cuando repara en ellos.
Me vuelvo para mirarle y una vez más me quedo boquiabierta ante sus hermosos y marcados rasgos.
- No. Pero hace mucho calor aquí. Quítate la chaqueta.
Él vacila un instante antes de decir:
- No puedo.
- ¿Por qué no?
Hace una mueca.
- Dime la verdad, Nick.
Me aparta un mechón de la cara y lo esconde tras la oreja.
- Nena, este no es el territorio de los Latino Blood, sino el de los Fremont 5, una banda rival. Tu amigo Troy es uno de ellos.
¿Qué? Guando le sugerí que viniésemos aquí, no me detuve a pensar en territorios ni afiliaciones a bandas. Yo solo quería bailar.
- Ay, madre, Nick. Te he puesto en peligro. ¡Salgamos de aquí! –exclamo desesperada.
Nick se acerca mucho y me susurra al oído:
- Solo se vive una vez, ¿no es eso lo que has dicho antes? Vuelve a bailar conmigo
- Pero...
Me interrumpe con un beso tan apasionado que me olvido de todo lo demás. Y tan pronto como recupero el sentido, volvemos a estar en la pista de baile.
Corremos el riesgo y nos movemos demasiado cerca de los tiburones, pero salimos sin un arañazo. El peligro que nos acecha acaba por reforzar nuestra mutua complicidad.
En el baño de las chicas, Darlene se retoca en el espejo.
La veo y ella repara en mí.
- Hola -digo.
Darlene pasa por mi lado sin pronunciar palabra. Es un pequeño atisbo de lo que me espera al ser una chica de la zona norte marginada, pero no me importa.
Cuando acaba la noche, y Nick me acompaña al coche, le cojo de la mano y miro las estrellas.
- Si pudieras pedir un deseo ahora mismo, ¿qué pedirías? -le pregunto.
- Que el tiempo se detuviera.
- ¿Por qué?
Se encoje de hombros y contesta:
- Porque así podría vivir este momento eternamente. ¿Y tú?
- Ir a la universidad juntos. Aunque tú quieras evitar el futuro, yo estoy deseando que llegue. ¿No sería genial sí los dos estuviéramos en la misma universidad? Lo digo en serio, Nick.
Se aparta de mí.
- Para alguien que quiere tomarse las cosas con tranquilidad, estás planeando cosas con mucha antelación.
- Lo sé. Lo siento. No puedo evitarlo. He presentado mi solicitud para entrar en la Universidad de Colorado y así estar cerca de mi hermana. El lugar al que la van a mandar mis padres está a unos pocos kilómetros del campus. No sería tan grave que presentaras una solicitud, ¿no crees?
- Supongo que no.
- ¿En serio?
Me aprieta la mano con fuerza.
- Lo que sea por hacerte sonreír así.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
awww Nick es tan tierno, dulce :arre:
Lo amo, me encanta :hug:
Que bueno que la rayiz ya hizo publico su noviazgo
Siguela!!!!!
Lo amo, me encanta :hug:
Que bueno que la rayiz ya hizo publico su noviazgo
Siguela!!!!!
aranzhitha
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
aww ame los capitulos, Nick tierno
y Darlene no me agrada para nada
siguela pronto
y Darlene no me agrada para nada
siguela pronto
romina.13
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Niñas aqui les dejo sus capis (:
Capítulo 46. Nick
- Necesito que me pongas al corriente de la situación de ___ -explica
Lucky mientras estamos pasando el rato fuera del almacén-. Los chicos están haciendo apuestas paralelas, y la mayoría de ellos apuestan por ti.
¿Saben algo que yo no sé?
Me encojo de hombros y miro a Julio, resplandeciente tras el último lavado. Si mi moto pudiera hablar, me rogaría que la salvase de Lucky. Pero no estoy dispuesto a soltar información alguna sobre ____. Por lo menos, aún no.
Héctor se acerca a nosotros y despacha a Lucky con la mano.
- Tenemos que hablar, Jonas -dice con voz seria-. Sobre ese favor del que estuvimos hablando. La noche de Halloween, cogerás un coche de alquiler, lo llevarás al barranco e intercambiarás la mercancía. ¿Crees que podrás hacerlo?
Mi hermano tiene razón. La sangre de mi padre me corre por las venas. El trapicheo me asegurará el futuro en los Latino Blood, aunque ya sea mi derecho de nacimiento. Otros chicos heredan dinero o negocios familiares. Mi única herencia son los Latino Blood.
- No hay nada de lo que no pueda ocuparme -le aseguro con un nudo en el estómago. He mentido a ____ deliberadamente. Se le iluminó la cara cuando habló de la posibilidad de que fuéramos juntos a la universidad. No pude decirle la verdad: no solo voy a quedarme en los Latino Blood, sino que estoy a punto de hacer un trapicheo con drogas. Héctor me da una palmada en la espalda.
- Este es mi hermano leal. Sabía que la sangre te tiraría más que el miedo. Somos hermanos, ¿no?
- ¡Claro! -respondo para que sepa que le soy leal, a él y a la banda. No es el tráfico de drogas lo que temo, sino el final de todos mis sueños. Si doy éste paso, habré cruzado la línea. Como hizo mi padre.
- Hola, Nick.
Paco está a mi lado. No me he dado cuenta de que Héctor se ha marchado.
- ¿Qué pasa?
- Necesito tu ayuda, colega -dice Paco.
- ¿Tú también?
Me mira con enfado, como suele hacer cuando quiere recordarme que estoy hablando con él.
- Vamos a dar una vuelta.
Tres minutos más tarde estoy en el asiento del copiloto de un Camaro rojo prestado.
- ¿Vas a decirme por qué necesitas mi ayuda o quieres mantener el suspenso? - En realidad, voy a mantener el suspenso.
Pasamos el letrero Bienvenido en el arcén de la carretera.
- ¿Winnetka? ¿Qué querrá hacer Paco en este selecto barrio residencial de la ciudad? - Confía en mí -ruega.
-¿Qué?
- Los mejores amigos deben confiar el uno en el otro.
Me recuesto en el asiento. Soy consciente de que me preocupo demasiado, como los tipos en las películas malas del oeste. He accedido a participar en un trapicheo con drogas y ahora me dirijo a un suburbio de clase alta sin razón aparente.
- Ah, aquí está -anuncia Paco.
Levanto la mirada para leer el letrero.
- ¿Me tomas el pelo?
- No.
- Si vas a robar, yo me quedo en el coche.
- No hemos venido hasta aquí para robarles a un puñado de golfistas –dice Paco con una mueca.
- Entonces, ¿qué hacemos aquí?
- Practicar el swing. Vamos, levanta el culo y ayúdame.
- Paco, estamos a mitad de octubre, a doce grados fuera.
- Todo es cuestión de prioridad y percepción.
Sentado en el coche, pienso en el modo de regresar a casa. Volver andando queda descartado, y no sé dónde está la parada de autobuses más cercana y... y... y voy a matar a Paco por traerme a un jodido campo de golf.
Me acerco a Paco, quien está colocando pelotas en una cesta. Joder, debe de haber más de cien.
- ¿De dónde has sacado ese palo? -le pregunto.
Paco lo balancea en el aire como si fuera una hélice.
- Del tipo que alquila las pelotas. ¿Quieres uno para practicar tu tiro?
- No.
Paco señala con el extremo del palo hacia un banco de madera verde situado detrás de él.
- Entonces, puedes sentarte ahí.
Cuando tomo asiento, echo un vistazo a los tipos que golpean sus pelotas en pequeñas secciones, y que nos observan con cautela por el rabillo del ojo.
Soy muy consciente de que Paco y yo tenemos un aspecto muy distinto del resto de los tipos que hay en el campo. Con vaqueros, camiseta, tatuajes y bandana en la cabeza destacamos entre la mayoría de los golfistas con camisas de golf de manga larga, Dockers y ninguna marca distintiva en la piel.
Normalmente no me importa, pero tras la charla con Héctor, lo que me apetece es irme a casa, no convertirme en el espectáculo de nadie. Apoyo los codos sobre las rodillas y observo como Paco se pone en ridículo. Paco saca una pequeña pelota de golf y la coloca sobre un círculo de goma clavado en el césped artificial. La única reacción que me provoca su swing es una mueca. El palo ni siquiera roza la pelota, pero sí conecta con el césped. Mi amigo suelta un taco. El tipo que hay a su lado le mira y se marcha a otra sección.
Paco lo intenta de nuevo. Esta vez logra darle a la pelota, pero esta solo avanza unos centímetros por el césped. Sigue intentándolo, pero cada vez que balancea el palo, se pone más en ridículo. ¿Cree que está golpeando un disco de hockey?
- ¿Has terminado? - pregunto una vez que ha vaciado la mitad de la cesta.
- Nick -me dice Paco, inclinando el palo como si fuera un bastón-. ¿No crees que haya nacido para jugar al golf?
- No -respondo, mirándole a los ojos.
- Sé que has hablado con Héctor. Yo tampoco creo que hayas nacido para traficar con drogas.
- ¿Por eso estamos aquí? ¿Intentas demostrarme algo?
- Escúchame bien -insiste Paco-. Tengo las llaves del coche en el bolsillo y no iré a ninguna parte hasta que termine de golpear todas estas pelotas, así que lo mejor es que oigas lo que tengo que decirte. No soy tan inteligente como tú. No tengo muchas opciones en la vida, pero tú eres lo suficientemente listo como para ir a la universidad y convertirte en médico o en informático o algo así. Igual que yo no he nacido para jugar al golf, tú no has nacido para traficar con drogas. Deja que haga el intercambio por ti.
- Ni de coña, tío. Aprecio que te pongas en ridículo para explicarme tu punto de vista, pero sé lo que tengo que hacer -respondo.
Paco coloca una nueva pelota, la golpea y una vez más sale rodando por el césped.
- ____ está muy buena. ¿Piensa ir a la universidad? -Sé lo que pretende Paco. Por desgracia, mi mejor amigo es transparente como el cristal.
- Sí. A la de Colorado. Para estar cerca de su hermana, por la que se preocupa más que por sí misma. Paco silba.
- Seguro que va a conocer a un montón de tíos en Colorado. Ya sabes, tíos de verdad, con sombreros de cowboy. -Me pongo tenso. No quiero pensar en eso. Ignoro a Paco hasta que regresamos al coche.
- ¿Cuándo vas a dejar de meter las narices en mis asuntos? —le pregunto.
- Nunca -dice entre risitas.
- Entonces, supongo que no te importará que yo me entrometa en los tuyos. ¿Qué ocurre entre Isa y tú?
- Nos divertimos una noche. Eso es todo.
- Eso dices tú, pero creo que ella no piensa lo mismo.
- Sí, bueno, pero ese es su problema. -Paco enciende la radio y pone la música a todo volumen. Nunca ha salido con nadie porque le da miedo involucrarse demasiado. Ni siquiera Isa conoce los abusos que ha sufrido en su casa. En serio, entiendo las razones por las que mantiene las distancias con las chicas que le importan. Porque la verdad es que, a veces, si te acercas demasiado al fuego, acabas quemándote.
Capítulo 46. Nick
- Necesito que me pongas al corriente de la situación de ___ -explica
Lucky mientras estamos pasando el rato fuera del almacén-. Los chicos están haciendo apuestas paralelas, y la mayoría de ellos apuestan por ti.
¿Saben algo que yo no sé?
Me encojo de hombros y miro a Julio, resplandeciente tras el último lavado. Si mi moto pudiera hablar, me rogaría que la salvase de Lucky. Pero no estoy dispuesto a soltar información alguna sobre ____. Por lo menos, aún no.
Héctor se acerca a nosotros y despacha a Lucky con la mano.
- Tenemos que hablar, Jonas -dice con voz seria-. Sobre ese favor del que estuvimos hablando. La noche de Halloween, cogerás un coche de alquiler, lo llevarás al barranco e intercambiarás la mercancía. ¿Crees que podrás hacerlo?
Mi hermano tiene razón. La sangre de mi padre me corre por las venas. El trapicheo me asegurará el futuro en los Latino Blood, aunque ya sea mi derecho de nacimiento. Otros chicos heredan dinero o negocios familiares. Mi única herencia son los Latino Blood.
- No hay nada de lo que no pueda ocuparme -le aseguro con un nudo en el estómago. He mentido a ____ deliberadamente. Se le iluminó la cara cuando habló de la posibilidad de que fuéramos juntos a la universidad. No pude decirle la verdad: no solo voy a quedarme en los Latino Blood, sino que estoy a punto de hacer un trapicheo con drogas. Héctor me da una palmada en la espalda.
- Este es mi hermano leal. Sabía que la sangre te tiraría más que el miedo. Somos hermanos, ¿no?
- ¡Claro! -respondo para que sepa que le soy leal, a él y a la banda. No es el tráfico de drogas lo que temo, sino el final de todos mis sueños. Si doy éste paso, habré cruzado la línea. Como hizo mi padre.
- Hola, Nick.
Paco está a mi lado. No me he dado cuenta de que Héctor se ha marchado.
- ¿Qué pasa?
- Necesito tu ayuda, colega -dice Paco.
- ¿Tú también?
Me mira con enfado, como suele hacer cuando quiere recordarme que estoy hablando con él.
- Vamos a dar una vuelta.
Tres minutos más tarde estoy en el asiento del copiloto de un Camaro rojo prestado.
- ¿Vas a decirme por qué necesitas mi ayuda o quieres mantener el suspenso? - En realidad, voy a mantener el suspenso.
Pasamos el letrero Bienvenido en el arcén de la carretera.
- ¿Winnetka? ¿Qué querrá hacer Paco en este selecto barrio residencial de la ciudad? - Confía en mí -ruega.
-¿Qué?
- Los mejores amigos deben confiar el uno en el otro.
Me recuesto en el asiento. Soy consciente de que me preocupo demasiado, como los tipos en las películas malas del oeste. He accedido a participar en un trapicheo con drogas y ahora me dirijo a un suburbio de clase alta sin razón aparente.
- Ah, aquí está -anuncia Paco.
Levanto la mirada para leer el letrero.
- ¿Me tomas el pelo?
- No.
- Si vas a robar, yo me quedo en el coche.
- No hemos venido hasta aquí para robarles a un puñado de golfistas –dice Paco con una mueca.
- Entonces, ¿qué hacemos aquí?
- Practicar el swing. Vamos, levanta el culo y ayúdame.
- Paco, estamos a mitad de octubre, a doce grados fuera.
- Todo es cuestión de prioridad y percepción.
Sentado en el coche, pienso en el modo de regresar a casa. Volver andando queda descartado, y no sé dónde está la parada de autobuses más cercana y... y... y voy a matar a Paco por traerme a un jodido campo de golf.
Me acerco a Paco, quien está colocando pelotas en una cesta. Joder, debe de haber más de cien.
- ¿De dónde has sacado ese palo? -le pregunto.
Paco lo balancea en el aire como si fuera una hélice.
- Del tipo que alquila las pelotas. ¿Quieres uno para practicar tu tiro?
- No.
Paco señala con el extremo del palo hacia un banco de madera verde situado detrás de él.
- Entonces, puedes sentarte ahí.
Cuando tomo asiento, echo un vistazo a los tipos que golpean sus pelotas en pequeñas secciones, y que nos observan con cautela por el rabillo del ojo.
Soy muy consciente de que Paco y yo tenemos un aspecto muy distinto del resto de los tipos que hay en el campo. Con vaqueros, camiseta, tatuajes y bandana en la cabeza destacamos entre la mayoría de los golfistas con camisas de golf de manga larga, Dockers y ninguna marca distintiva en la piel.
Normalmente no me importa, pero tras la charla con Héctor, lo que me apetece es irme a casa, no convertirme en el espectáculo de nadie. Apoyo los codos sobre las rodillas y observo como Paco se pone en ridículo. Paco saca una pequeña pelota de golf y la coloca sobre un círculo de goma clavado en el césped artificial. La única reacción que me provoca su swing es una mueca. El palo ni siquiera roza la pelota, pero sí conecta con el césped. Mi amigo suelta un taco. El tipo que hay a su lado le mira y se marcha a otra sección.
Paco lo intenta de nuevo. Esta vez logra darle a la pelota, pero esta solo avanza unos centímetros por el césped. Sigue intentándolo, pero cada vez que balancea el palo, se pone más en ridículo. ¿Cree que está golpeando un disco de hockey?
- ¿Has terminado? - pregunto una vez que ha vaciado la mitad de la cesta.
- Nick -me dice Paco, inclinando el palo como si fuera un bastón-. ¿No crees que haya nacido para jugar al golf?
- No -respondo, mirándole a los ojos.
- Sé que has hablado con Héctor. Yo tampoco creo que hayas nacido para traficar con drogas.
- ¿Por eso estamos aquí? ¿Intentas demostrarme algo?
- Escúchame bien -insiste Paco-. Tengo las llaves del coche en el bolsillo y no iré a ninguna parte hasta que termine de golpear todas estas pelotas, así que lo mejor es que oigas lo que tengo que decirte. No soy tan inteligente como tú. No tengo muchas opciones en la vida, pero tú eres lo suficientemente listo como para ir a la universidad y convertirte en médico o en informático o algo así. Igual que yo no he nacido para jugar al golf, tú no has nacido para traficar con drogas. Deja que haga el intercambio por ti.
- Ni de coña, tío. Aprecio que te pongas en ridículo para explicarme tu punto de vista, pero sé lo que tengo que hacer -respondo.
Paco coloca una nueva pelota, la golpea y una vez más sale rodando por el césped.
- ____ está muy buena. ¿Piensa ir a la universidad? -Sé lo que pretende Paco. Por desgracia, mi mejor amigo es transparente como el cristal.
- Sí. A la de Colorado. Para estar cerca de su hermana, por la que se preocupa más que por sí misma. Paco silba.
- Seguro que va a conocer a un montón de tíos en Colorado. Ya sabes, tíos de verdad, con sombreros de cowboy. -Me pongo tenso. No quiero pensar en eso. Ignoro a Paco hasta que regresamos al coche.
- ¿Cuándo vas a dejar de meter las narices en mis asuntos? —le pregunto.
- Nunca -dice entre risitas.
- Entonces, supongo que no te importará que yo me entrometa en los tuyos. ¿Qué ocurre entre Isa y tú?
- Nos divertimos una noche. Eso es todo.
- Eso dices tú, pero creo que ella no piensa lo mismo.
- Sí, bueno, pero ese es su problema. -Paco enciende la radio y pone la música a todo volumen. Nunca ha salido con nadie porque le da miedo involucrarse demasiado. Ni siquiera Isa conoce los abusos que ha sufrido en su casa. En serio, entiendo las razones por las que mantiene las distancias con las chicas que le importan. Porque la verdad es que, a veces, si te acercas demasiado al fuego, acabas quemándote.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 47.____
- Paco, ¿qué haces aquí?
La última persona a la que esperaría encontrar en la puerta de mi casa es al mejor amigo de Nick.
- Tengo que hablar contigo.
- ¿Quieres entrar?
- ¿Estás segura de que no pasa nada? -pregunta, nervioso.
- Desde luego.
Bueno, probablemente mis padres no opinen lo mismo, pero a mí me parece bien. De todos modos, no creo, que mis padres vayan a decidir de repente que ya no quieren ingresar a Shelley en una residencia. Estoy cansada de fingir, de temer la ira de mi madre. Este chico es el mejor amigo de Nick, y me acepta como soy. Estoy segura de que no le ha resultado fácil decidirse a venir hasta aquí. Abro la puerta de par en par y dejo entrar a Paco. Si me pregunta sobre Isabel, ¿qué le digo? Ella me hizo prometerle que guardaría su secreto.
- ¿Quién está en la puerta, ___?
- Paco -le digo a mi madre-. Un amigo del instituto.
- La cena está lista -insinúa mi madre con poca sutileza-. Dile a tu amigo que no es muy educado hacer una visita a la hora de la cena.
Me vuelvo hacia Paco.
- ¿Quieres quedarte a cenar?
Un acto de rebeldía. Me encanta. Es catártico. Oigo los pasos de mi madre que se marcha hecha una furia a la cocina.
- Esto... no, gracias -responde Paco, reprimiendo una carcajada-. Pensaba que podríamos hablar, ya sabes, de Nick.
Me alivia saber que Paco no está aquí para preguntarme por Isabel, aunque por la seriedad de su expresión no sé si deberla empezar a preocuparme.
Le acompaño a través de la casa. Pasamos al lado de Shelley que está en el salón leyendo una revista.
- Shelley, este es Paco. Es amigo de Nick. Paco, esta es mi hermana,
Shelley.
Al oír el nombre de Nick, Shelley suelta un grito de alegría.
- Hola, Shelley -dice Paco.
Mi hermana sonríe de oreja a oreja.
- Shelley, necesito que me hagas un favor. -Mi hermana sacude la cabeza en respuesta mientras susurro-: Necesito que mantengas ocupada a mamá mientras yo hablo con Paco.
Shelley sonríe; sé que mi hermana no me fallará.
Mi madre entra en la habitación, ignorándonos a Paco y a mí, mientras empuja la silla de ruedas de Shelley hasta la cocina.
Miro a Paco con cautela mientras nos dirigimos al exterior para disponer de algo de intimidad, a salvo de la curiosidad de mi madre.
- ¿Qué pasa?
- Nick necesita ayuda. A mí no me va a escuchar. Están tramando un importante trapicheo de drogas y han elegido a Nick para dirigir el cotarro.
- Nick nunca se metería en eso. Me lo prometió.
La mirada de Paco me dice que él no lo tiene tan claro.
- He intentado hacerle entrar en razón -continúa Paco-. El problema es que... se trata de traficantes importantes. Hay algo que me huele mal,
____. Héctor está obligando a Nick a hacerlo, y te juro que no sé por qué.
- ¿Y qué puedo hacer yo? -le pregunto.
- Dile a Nick que encuentre el modo de librarse. Solo él puede ayudarse a sí mismo.
¿Decírselo? Nick no soporta que nadie le diga lo que tiene que hacer.
Aunque tampoco me lo imagino accediendo a traficar con drogas.
- ¡____, la cena ya está fría! -grita mi madre desde la ventana de la cocina-. Y tu padre acaba de llegar. Cenemos como una familia por una vez.
El sonido de un plato estrellándose contra el suelo hace que mi madre vuelva a entrar en casa. Un movimiento muy inteligente por parte de Shelley, sin duda.
Pero no debo utilizar a Shelley para evitar contarles la verdad a mis padres.
- Espera aquí -le digo a Paco-. A no ser que quieras ser testigo de una discusión de los Ellis.
Paco se frota las manos.
- No pueden ser peores que las peleas de mi familia.
Entro en la cocina y le doy un beso a mi padre en la mejilla.
- ¿Quién es tu amigo? -me pregunta con cautela.
- Paco, te presento a mi padre. Papá, este es mi amigo Paco.
- Hola -dice Paco.
Mi padre asiente con la cabeza. Mi madre hace una mueca.
- Paco y yo tenemos que irnos.
- ¿A dónde? -pregunta mi padre, completamente confuso.
- A ver a Nick.
- Tú no te vas a ningún sitio -suelta mi madre. Mi padre levanta las manos.
No entiende nada-. ¿Quién es Nick?
- El otro chicano del que te hablé -espeta mi madre con brusquedad-. ¿No te acuerdas?
- Últimamente no me acuerdo de nada, Patricia. -Mi madre se levanta con el plato lleno de comida en la mano y lo lanza al fregadero. El plato acaba rompiéndose y la comida saltando por los aires.
- Te hemos dado todo lo que has querido, ____-asegura mi madre-. Un coche nuevo, ropa de diseño... Se me agota la paciencia.
- Todo eso es una frivolidad, mamá. Desde fuera, todos os ven como personas triunfadoras, pero como padres dais asco. Os doy un aprobado justo, y siendo generosa, porque si fuera la señora Peterson quien os evaluara habrías cateado. ¿Por qué os da miedo reconocer que tenéis problemas, como hace el resto del mundo? -Me siento estupendamente, y no puedo parar-. Mirad, Nick necesita mi ayuda. Una de las cosas que me hace ser como soy es la lealtad hacia la gente que me importa. Lo siento si os duele u os asusta.
Shelley empieza a armar un alboroto y todos nos damos la vuelta para mirarla.
- ____ -dice la voz del ordenador conectado a su silla de ruedas.
Shelley está presionando las teclas con los dedos-. Buena chica.
Rodeo la mano de mi hermana con los dedos antes de volver a dirigirme a mis padres.
- Si queréis echarme a patadas de aquí, o repudiarme por ser quien soy, entonces hacedlo y acabemos de una vez con esto.
No quiero volver a sentir miedo. Por Nick, por Shelley, por mí misma. Es hora de enfrentarme a mis miedos, de otro modo acabaré hundiéndome en el dolor y el remordimiento durante el resto de mi vida. No soy perfecta. Ha llegado el momento de que todo el mundo lo sepa.
- Mamá, voy a pedir una cita con el trabajador social del instituto.
Mi madre frunce el ceño y su rostro adopta una expresión de repugnancia.
- Eso es una estupidez. Quedará para siempre en tu expediente académico. No necesitas un trabajador social.
- Sí que lo necesito -admito, y armándome de valor, añado-: Y tú también lo necesitas. Todos lo necesitamos.
- Escúchame, ____. Si sales por esa puerta... será mejor que no vuelvas.
- Esto es intolerable -interviene mi padre.
- Lo sé, y me siento muy bien -confieso mientras cojo mi bolso. Es todo lo que tengo, aparte de la ropa que llevo puesta. Con una sonrisa, le tiendo la mano a Paco-. ¿Nos vamos?
Paco no duda ni un instante. Me coge de la mano y dice:
- Sí.
Y ya en su coche:
- Eres dura de pelar. No pensé que tuvieras tanto valor.
Paco me lleva a la parte más oscura de Fairfield, hasta un enorme almacén detrás de la carretera, en una zona aislada. Como si la madre naturaleza pretendiera advertirnos, unas amenazadoras nubes negras cubren el cielo y la temperatura empieza a descender.
Un tipo fornido nos corta el paso.
- ¿Quién es la blanquita? -pregunta.
- Está limpia -afirma Paco.
El chico me mira de arriba abajo de manera insinuante antes de abrir la puerta.
- Si husmea demasiado, deberás responder por ella, Paco -le advierte.
Lo único que quiero es llevarme a Nick de allí, lejos del peligro que nos rodea.
- Eh -suena una voz arenosa cuando entramos en el almacén-. Si quieres algo que te anime, ven a verme, ¿vale?
- Sígueme -me ordena Paco. Me coge por el brazo y me conduce por un largo pasillo. Escucho voces que vienen del lado opuesto del almacén... la voz de Nick.
- Deja que entre sola -le ruego.
- No es una idea muy inteligente. Espera a que Héctor termine de hablar con él -sugiere Paco, pero yo no le hago caso.
Camino en dirección a la voz de Nick. Está hablando con dos tipos más y, por el tono de la conversación, parece algo muy serio. Uno de ellos saca una hoja de papel y se la entrega a Nick. Es entonces cuando se percata de mi presencia.
Nick le dice algo en voz muy baja a uno de los hombres, antes de doblar el papel y guardarlo en el bolsillo de los vaqueros. Su voz es fría y dura, como la expresión de su rostro.
- ¿Qué coño estás haciendo aquí? -me pregunta.
- Yo solo...
No puedo acabar la frase porque Nick me coge del brazo.
- Lárgate de aquí ahora mismo. ¿Quién cojones te ha traído aquí?
Estoy intentando pensar en una respuesta cuando Paco aparece de entre las sombras.
- Nick, por favor. Puede que Paco me haya traído aquí, pero ha sido idea mía.
- Eres un cabrón -le increpa Nick, soltándome para enfrentarse a Paco,
- ¿No es este tu futuro, Nick? -le pregunta Paco-. ¿Por qué te avergüenza tanto mostrarle a tu novia tu segunda casa?
Nick le suelta un puñetazo en la mandíbula y Paco cae al suelo. Corro hacia él y fulmino a Nick con la mirada.
- ¡No puedo creer que lo hayas hecho! - le grito-. Es tu mejor amigo, Nick.
- ¡No quiero que veas este lugar! -exclama él, mientras un hilo de sangre empieza a manar del labio de Paco-. No deberías haberla traído aquí -añade, más calmado esta vez-. Este no es su sitio.
- Ni tampoco el tuyo, hermano -dice Paco en voz baja-. Llévatela de aquí. Ya ha visto suficiente.
- Ven conmigo -ordena Nick, ofreciéndome la mano.
En lugar de ir con él, cojo la cara de Paco entre las manos y le inspecciono la herida.
- Dios mío, estás sangrando. -Estoy empezando a perder los papeles. Un poco de sangre es suficiente para provocarme náuseas. Nunca he podido soportar ni la sangre ni la violencia. Paco aparta mis manos con dulzura.
- Estoy bien. Vete con él.
Una voz prorrumpe desde la oscuridad, dirigiéndose a Nick y a Paco.
Me estremezco ante la autoridad que proyecta aquella voz. Hasta ahora no estaba asustada, pero ahora sí lo estoy. Es el hombre con el que estaba hablando Nick. Lleva un traje negro con una camisa de color crudo debajo.
Le vi fugazmente en la boda. Lleva el pelo negro engominado hacia atrás y su tez es sombría. Me basta una sola mirada para saber que es alguien muy poderoso dentro de los Latino Blood. Le acompañan dos hombres corpulentos y de aspecto amenazador.
- ¿Qué está pasando aquí? -grita.
- Nada, Héctor -replican Paco y Nick al unísono.
- Llévatela de aquí, Jonas.
Nick me coge de la mano y me saca del almacén. No vuelvo a respirar hasta que estamos fuera.
- Paco, ¿qué haces aquí?
La última persona a la que esperaría encontrar en la puerta de mi casa es al mejor amigo de Nick.
- Tengo que hablar contigo.
- ¿Quieres entrar?
- ¿Estás segura de que no pasa nada? -pregunta, nervioso.
- Desde luego.
Bueno, probablemente mis padres no opinen lo mismo, pero a mí me parece bien. De todos modos, no creo, que mis padres vayan a decidir de repente que ya no quieren ingresar a Shelley en una residencia. Estoy cansada de fingir, de temer la ira de mi madre. Este chico es el mejor amigo de Nick, y me acepta como soy. Estoy segura de que no le ha resultado fácil decidirse a venir hasta aquí. Abro la puerta de par en par y dejo entrar a Paco. Si me pregunta sobre Isabel, ¿qué le digo? Ella me hizo prometerle que guardaría su secreto.
- ¿Quién está en la puerta, ___?
- Paco -le digo a mi madre-. Un amigo del instituto.
- La cena está lista -insinúa mi madre con poca sutileza-. Dile a tu amigo que no es muy educado hacer una visita a la hora de la cena.
Me vuelvo hacia Paco.
- ¿Quieres quedarte a cenar?
Un acto de rebeldía. Me encanta. Es catártico. Oigo los pasos de mi madre que se marcha hecha una furia a la cocina.
- Esto... no, gracias -responde Paco, reprimiendo una carcajada-. Pensaba que podríamos hablar, ya sabes, de Nick.
Me alivia saber que Paco no está aquí para preguntarme por Isabel, aunque por la seriedad de su expresión no sé si deberla empezar a preocuparme.
Le acompaño a través de la casa. Pasamos al lado de Shelley que está en el salón leyendo una revista.
- Shelley, este es Paco. Es amigo de Nick. Paco, esta es mi hermana,
Shelley.
Al oír el nombre de Nick, Shelley suelta un grito de alegría.
- Hola, Shelley -dice Paco.
Mi hermana sonríe de oreja a oreja.
- Shelley, necesito que me hagas un favor. -Mi hermana sacude la cabeza en respuesta mientras susurro-: Necesito que mantengas ocupada a mamá mientras yo hablo con Paco.
Shelley sonríe; sé que mi hermana no me fallará.
Mi madre entra en la habitación, ignorándonos a Paco y a mí, mientras empuja la silla de ruedas de Shelley hasta la cocina.
Miro a Paco con cautela mientras nos dirigimos al exterior para disponer de algo de intimidad, a salvo de la curiosidad de mi madre.
- ¿Qué pasa?
- Nick necesita ayuda. A mí no me va a escuchar. Están tramando un importante trapicheo de drogas y han elegido a Nick para dirigir el cotarro.
- Nick nunca se metería en eso. Me lo prometió.
La mirada de Paco me dice que él no lo tiene tan claro.
- He intentado hacerle entrar en razón -continúa Paco-. El problema es que... se trata de traficantes importantes. Hay algo que me huele mal,
____. Héctor está obligando a Nick a hacerlo, y te juro que no sé por qué.
- ¿Y qué puedo hacer yo? -le pregunto.
- Dile a Nick que encuentre el modo de librarse. Solo él puede ayudarse a sí mismo.
¿Decírselo? Nick no soporta que nadie le diga lo que tiene que hacer.
Aunque tampoco me lo imagino accediendo a traficar con drogas.
- ¡____, la cena ya está fría! -grita mi madre desde la ventana de la cocina-. Y tu padre acaba de llegar. Cenemos como una familia por una vez.
El sonido de un plato estrellándose contra el suelo hace que mi madre vuelva a entrar en casa. Un movimiento muy inteligente por parte de Shelley, sin duda.
Pero no debo utilizar a Shelley para evitar contarles la verdad a mis padres.
- Espera aquí -le digo a Paco-. A no ser que quieras ser testigo de una discusión de los Ellis.
Paco se frota las manos.
- No pueden ser peores que las peleas de mi familia.
Entro en la cocina y le doy un beso a mi padre en la mejilla.
- ¿Quién es tu amigo? -me pregunta con cautela.
- Paco, te presento a mi padre. Papá, este es mi amigo Paco.
- Hola -dice Paco.
Mi padre asiente con la cabeza. Mi madre hace una mueca.
- Paco y yo tenemos que irnos.
- ¿A dónde? -pregunta mi padre, completamente confuso.
- A ver a Nick.
- Tú no te vas a ningún sitio -suelta mi madre. Mi padre levanta las manos.
No entiende nada-. ¿Quién es Nick?
- El otro chicano del que te hablé -espeta mi madre con brusquedad-. ¿No te acuerdas?
- Últimamente no me acuerdo de nada, Patricia. -Mi madre se levanta con el plato lleno de comida en la mano y lo lanza al fregadero. El plato acaba rompiéndose y la comida saltando por los aires.
- Te hemos dado todo lo que has querido, ____-asegura mi madre-. Un coche nuevo, ropa de diseño... Se me agota la paciencia.
- Todo eso es una frivolidad, mamá. Desde fuera, todos os ven como personas triunfadoras, pero como padres dais asco. Os doy un aprobado justo, y siendo generosa, porque si fuera la señora Peterson quien os evaluara habrías cateado. ¿Por qué os da miedo reconocer que tenéis problemas, como hace el resto del mundo? -Me siento estupendamente, y no puedo parar-. Mirad, Nick necesita mi ayuda. Una de las cosas que me hace ser como soy es la lealtad hacia la gente que me importa. Lo siento si os duele u os asusta.
Shelley empieza a armar un alboroto y todos nos damos la vuelta para mirarla.
- ____ -dice la voz del ordenador conectado a su silla de ruedas.
Shelley está presionando las teclas con los dedos-. Buena chica.
Rodeo la mano de mi hermana con los dedos antes de volver a dirigirme a mis padres.
- Si queréis echarme a patadas de aquí, o repudiarme por ser quien soy, entonces hacedlo y acabemos de una vez con esto.
No quiero volver a sentir miedo. Por Nick, por Shelley, por mí misma. Es hora de enfrentarme a mis miedos, de otro modo acabaré hundiéndome en el dolor y el remordimiento durante el resto de mi vida. No soy perfecta. Ha llegado el momento de que todo el mundo lo sepa.
- Mamá, voy a pedir una cita con el trabajador social del instituto.
Mi madre frunce el ceño y su rostro adopta una expresión de repugnancia.
- Eso es una estupidez. Quedará para siempre en tu expediente académico. No necesitas un trabajador social.
- Sí que lo necesito -admito, y armándome de valor, añado-: Y tú también lo necesitas. Todos lo necesitamos.
- Escúchame, ____. Si sales por esa puerta... será mejor que no vuelvas.
- Esto es intolerable -interviene mi padre.
- Lo sé, y me siento muy bien -confieso mientras cojo mi bolso. Es todo lo que tengo, aparte de la ropa que llevo puesta. Con una sonrisa, le tiendo la mano a Paco-. ¿Nos vamos?
Paco no duda ni un instante. Me coge de la mano y dice:
- Sí.
Y ya en su coche:
- Eres dura de pelar. No pensé que tuvieras tanto valor.
Paco me lleva a la parte más oscura de Fairfield, hasta un enorme almacén detrás de la carretera, en una zona aislada. Como si la madre naturaleza pretendiera advertirnos, unas amenazadoras nubes negras cubren el cielo y la temperatura empieza a descender.
Un tipo fornido nos corta el paso.
- ¿Quién es la blanquita? -pregunta.
- Está limpia -afirma Paco.
El chico me mira de arriba abajo de manera insinuante antes de abrir la puerta.
- Si husmea demasiado, deberás responder por ella, Paco -le advierte.
Lo único que quiero es llevarme a Nick de allí, lejos del peligro que nos rodea.
- Eh -suena una voz arenosa cuando entramos en el almacén-. Si quieres algo que te anime, ven a verme, ¿vale?
- Sígueme -me ordena Paco. Me coge por el brazo y me conduce por un largo pasillo. Escucho voces que vienen del lado opuesto del almacén... la voz de Nick.
- Deja que entre sola -le ruego.
- No es una idea muy inteligente. Espera a que Héctor termine de hablar con él -sugiere Paco, pero yo no le hago caso.
Camino en dirección a la voz de Nick. Está hablando con dos tipos más y, por el tono de la conversación, parece algo muy serio. Uno de ellos saca una hoja de papel y se la entrega a Nick. Es entonces cuando se percata de mi presencia.
Nick le dice algo en voz muy baja a uno de los hombres, antes de doblar el papel y guardarlo en el bolsillo de los vaqueros. Su voz es fría y dura, como la expresión de su rostro.
- ¿Qué coño estás haciendo aquí? -me pregunta.
- Yo solo...
No puedo acabar la frase porque Nick me coge del brazo.
- Lárgate de aquí ahora mismo. ¿Quién cojones te ha traído aquí?
Estoy intentando pensar en una respuesta cuando Paco aparece de entre las sombras.
- Nick, por favor. Puede que Paco me haya traído aquí, pero ha sido idea mía.
- Eres un cabrón -le increpa Nick, soltándome para enfrentarse a Paco,
- ¿No es este tu futuro, Nick? -le pregunta Paco-. ¿Por qué te avergüenza tanto mostrarle a tu novia tu segunda casa?
Nick le suelta un puñetazo en la mandíbula y Paco cae al suelo. Corro hacia él y fulmino a Nick con la mirada.
- ¡No puedo creer que lo hayas hecho! - le grito-. Es tu mejor amigo, Nick.
- ¡No quiero que veas este lugar! -exclama él, mientras un hilo de sangre empieza a manar del labio de Paco-. No deberías haberla traído aquí -añade, más calmado esta vez-. Este no es su sitio.
- Ni tampoco el tuyo, hermano -dice Paco en voz baja-. Llévatela de aquí. Ya ha visto suficiente.
- Ven conmigo -ordena Nick, ofreciéndome la mano.
En lugar de ir con él, cojo la cara de Paco entre las manos y le inspecciono la herida.
- Dios mío, estás sangrando. -Estoy empezando a perder los papeles. Un poco de sangre es suficiente para provocarme náuseas. Nunca he podido soportar ni la sangre ni la violencia. Paco aparta mis manos con dulzura.
- Estoy bien. Vete con él.
Una voz prorrumpe desde la oscuridad, dirigiéndose a Nick y a Paco.
Me estremezco ante la autoridad que proyecta aquella voz. Hasta ahora no estaba asustada, pero ahora sí lo estoy. Es el hombre con el que estaba hablando Nick. Lleva un traje negro con una camisa de color crudo debajo.
Le vi fugazmente en la boda. Lleva el pelo negro engominado hacia atrás y su tez es sombría. Me basta una sola mirada para saber que es alguien muy poderoso dentro de los Latino Blood. Le acompañan dos hombres corpulentos y de aspecto amenazador.
- ¿Qué está pasando aquí? -grita.
- Nada, Héctor -replican Paco y Nick al unísono.
- Llévatela de aquí, Jonas.
Nick me coge de la mano y me saca del almacén. No vuelvo a respirar hasta que estamos fuera.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 48. Nick
- Vayámonos de aquí, mi amor, tú y yo. ¡Vamos!
Dejo escapar un suspiro de alivio cuando me monto en Julio y ____ se sube de un salto detrás. Me rodea la cintura con los brazos y se sujeta con fuerza cuando salimos a toda velocidad del aparcamiento. Volamos por las calles, que con la velocidad acaban convirtiéndose en un borrón. Ni siquiera me detengo cuando empieza a llover.
- ¿Podemos parar ya? -grita ____ bajo la ensordecedora tormenta.
Aparco bajo un viejo puente abandonado junto al lago. La lluvia golpea el cemento que nos rodea, pero al menos allí podemos resguardamos.
____ baja de la moto de un salto.
- Eres un idiota -me dice-. No puedes traficar con drogas. Es peligroso y estúpido, y además me lo prometiste. Podrías ir a la cárcel. A la cárcel, Nick. Puede que a ti no te importe, pero a mí sí. No permitiré que arruines tu vida.
- ¿Qué quieres oír?
- Nada. Todo. Di algo para que no me quede aquí sintiéndome como una imbécil.
- La verdad es que... ____, mírame.
- No puedo -dice mientras observa caer la lluvia-. Estoy tan cansada de pensar en todo lo que puede suceder. -Tiro de ella para acercarla a mí-. No pienses, nena. Todo se arreglará.
- Pero…
- Nada de peros. Confía en mí.
Mi boca se cierra sobre la suya. La fragancia de la lluvia y el olor a galletas me tranquiliza. La rodeo con los brazos. Ella me agarra por los hombros empapados y me reclama más. Deslizo las manos bajo su camiseta y recorro su ombligo con los dedos.
- Ven conmigo -le digo antes de levantarla del suelo y sentarla a horcajadas sobre mi moto.
No puedo dejar de besarla. Le susurro que no puedo vivir sin ella. Le recorro el cuello con mis labios y me detengo un instante allí hasta que ella se inclina hacia atrás y me deja quitarle la camiseta. Puedo hacerle olvidar todas sus inquietudes. Cuando estamos juntos, no puedo pensar en otra cosa que no sea ella.
- Estoy perdiendo el control -dice ____ mordiéndome el labio inferior.
Me encantan sus labios.
- Nena, ya lo hemos perdido -le digo, y me froto contra ella para demostrarle hasta qué punto lo hemos perdido. Ella contonea las caderas lenta, seductoramente, en una invitación que no merezco. Le rozo los labios con la yema de los dedos. Ella me los besa antes de hacerlos descender hasta su barbilla, su cuello, sus pechos. ____ me coge de la mano.
- No quiero parar, Nick. -Le cubro el cuerpo con el mío.
Podría hacerlo. Sé que me lo está pidiendo. Pero entonces aparece la conciencia. La estúpida apuesta que hice con Lucky. Y lo que me dijo mi madre sobre lo fácil que es dejar preñada a una chica.
Cuando hice la apuesta, no sentía nada en absoluto por esta blanquita tan complicada. Pero ahora... mierda, no quiero pensar en mis sentimientos. Los odio, solo sirven para complicarte la vida. Quiero hacer el amor con ____, pero no encima de una moto, como si fuera una cualquiera. Alejo mis manos de su cuerpo perfecto. Es lo único sensato que he hecho esta noche,
- No podemos hacerlo así. Aquí no -le digo con voz ronca por la sobrecarga de emoción. ____ iba a entregarme su cuerpo pese a saber quién soy y lo que estoy a punto de hacer. La realidad es difícil de digerir. Espero que ella se sienta avergonzada, puede que incluso enfadada.
Pero, en lugar de eso, se acurruca en mi pecho y me abraza. «No me hagas esto», quiero decir, pero acabo por rodearla con mis brazos, arropándola.
- Te quiero -le oigo susurrar tan levemente que por un momento creo que son mis propios sentimientos los que me hablan.
Me siento tentado a decir: «No lo hagas. ¡No! ¡No!» Siento una punzada en el estómago mientras la abrazo con más fuerza. Vaya, si las cosas fueran distintas, nunca la dejaría marchar. Escondo el rostro entre su cabello y fantaseo acerca de llevarla lejos de Fairfield.
Nos quedamos así durante mucho rato, mucho después de que deje de llover. Cuando por fin salgo del ensueño, la ayudo a bajar de la moto para que pueda ponerse la camiseta.
____ me mira con unos ojos llenos de esperanza.
- ¿Vas a hacer ese trapicheo?
Me bajo de Julio y camino hasta el final del túnel. Me mojo la mano con el agua que aún resbala por la pared y dejo que el frío se me cuele entre los dedos.
- Tengo que hacerlo -le contesto sin darme la vuelta. Ella se acerca.
- ¿Por qué? ¿Por qué tienes que hacer algo que puede llevarte a la cárcel?
Acaricio su mejilla suave y pálida con la palma de la mano y la miro con una sonrisa triste.
- ¿No sabías que los pandilleros trafican con drogas? Es parte del trabajo.
- Pues déjalo. Seguro que hay un modo de... - Todos lo que quieren dejarlo, deben enfrentarse a un reto. Torturas, una paliza. Si sobrevives, te dejan salir. Déjame decirte algo, preciosa, solo conozco a una persona que ha salido con vida de un reto. Aunque le zurraron a conciencia, y creo que el tipo preferiría estar muerto. Nunca lo entenderás. Mi familia lo necesita. - ¿Por dinero? Aparto la mano de su cara.
- No, no es por dinero -Echo la cabeza hacia atrás con una mueca de desesperación-. ¿Podemos cambiar de tema, por favor?
- No quiero que hagas nada ilegal. - Nena, lo que tú necesitas es un santo. O un funcionario. Y yo no soy ninguna de las dos cosas. - ¿Te importo, Nick?
- Sí.
- Entonces, demuéstramelo.
Me quito la bandana de la cabeza y me peino el cabello con los dedos.
- ¿Sabes lo difícil que ha sido todo para mí? Mi madre espera que proteja a la familia desde los Latino Blood, pero al mismo tiempo lo rechaza. Héctor quiere que demuestre mi lealtad a la banda y tú, la única persona con la que siento que puedo llevar una vida normal algún día, quieres que te demuestre mi amor haciendo algo que podría poner en peligro a mi familia. Tengo que hacerlo, ¿vale? Y nadie, ni siquiera tú, va a hacerme cambiar de idea. Olvídalo.
- ¿Y vas a sacrificar lo nuestro?
- Maldita sea, no me hagas esto. No tenemos que sacrificar nada.
- Si empiezas a traficar con drogas, se acabó. Yo he sacrificado todo lo que tenía por ti... por nosotros. Mis amigos. Mis padres. Todo. ¿No puedes hacer lo mismo?
Le doy mi chaqueta cuando los dientes le empiezan a castañetear.
- Toma. Ponte esto.
Se acabó. Esta es mi vida. Si no puede asumirlo, tendrá que volver con Blaine Adams. O con quien encaje en su molde de príncipe azul.
Me pide que la lleve a casa de Sierra.
- Creo que deberíamos trabajar por separado en el proyecto de química -sugiere antes de devolverme la chaqueta, frente a la enorme casa junto a la playa-. ¿Quieres hacer los calentadores o prefieres redactar el proyecto?
- Como quieras.
- Bueno, a mí se me da muy bien escribir...
- Vale. Yo haré lo otro.
- Nick, no tiene por qué ser así.
Tiene los ojos húmedos. Tengo que salir pitando de allí antes de que aparezcan las lágrimas. No podría soportarlo.
- Sí, tiene que ser así -le digo antes de alejarme de allí en la moto
- Vayámonos de aquí, mi amor, tú y yo. ¡Vamos!
Dejo escapar un suspiro de alivio cuando me monto en Julio y ____ se sube de un salto detrás. Me rodea la cintura con los brazos y se sujeta con fuerza cuando salimos a toda velocidad del aparcamiento. Volamos por las calles, que con la velocidad acaban convirtiéndose en un borrón. Ni siquiera me detengo cuando empieza a llover.
- ¿Podemos parar ya? -grita ____ bajo la ensordecedora tormenta.
Aparco bajo un viejo puente abandonado junto al lago. La lluvia golpea el cemento que nos rodea, pero al menos allí podemos resguardamos.
____ baja de la moto de un salto.
- Eres un idiota -me dice-. No puedes traficar con drogas. Es peligroso y estúpido, y además me lo prometiste. Podrías ir a la cárcel. A la cárcel, Nick. Puede que a ti no te importe, pero a mí sí. No permitiré que arruines tu vida.
- ¿Qué quieres oír?
- Nada. Todo. Di algo para que no me quede aquí sintiéndome como una imbécil.
- La verdad es que... ____, mírame.
- No puedo -dice mientras observa caer la lluvia-. Estoy tan cansada de pensar en todo lo que puede suceder. -Tiro de ella para acercarla a mí-. No pienses, nena. Todo se arreglará.
- Pero…
- Nada de peros. Confía en mí.
Mi boca se cierra sobre la suya. La fragancia de la lluvia y el olor a galletas me tranquiliza. La rodeo con los brazos. Ella me agarra por los hombros empapados y me reclama más. Deslizo las manos bajo su camiseta y recorro su ombligo con los dedos.
- Ven conmigo -le digo antes de levantarla del suelo y sentarla a horcajadas sobre mi moto.
No puedo dejar de besarla. Le susurro que no puedo vivir sin ella. Le recorro el cuello con mis labios y me detengo un instante allí hasta que ella se inclina hacia atrás y me deja quitarle la camiseta. Puedo hacerle olvidar todas sus inquietudes. Cuando estamos juntos, no puedo pensar en otra cosa que no sea ella.
- Estoy perdiendo el control -dice ____ mordiéndome el labio inferior.
Me encantan sus labios.
- Nena, ya lo hemos perdido -le digo, y me froto contra ella para demostrarle hasta qué punto lo hemos perdido. Ella contonea las caderas lenta, seductoramente, en una invitación que no merezco. Le rozo los labios con la yema de los dedos. Ella me los besa antes de hacerlos descender hasta su barbilla, su cuello, sus pechos. ____ me coge de la mano.
- No quiero parar, Nick. -Le cubro el cuerpo con el mío.
Podría hacerlo. Sé que me lo está pidiendo. Pero entonces aparece la conciencia. La estúpida apuesta que hice con Lucky. Y lo que me dijo mi madre sobre lo fácil que es dejar preñada a una chica.
Cuando hice la apuesta, no sentía nada en absoluto por esta blanquita tan complicada. Pero ahora... mierda, no quiero pensar en mis sentimientos. Los odio, solo sirven para complicarte la vida. Quiero hacer el amor con ____, pero no encima de una moto, como si fuera una cualquiera. Alejo mis manos de su cuerpo perfecto. Es lo único sensato que he hecho esta noche,
- No podemos hacerlo así. Aquí no -le digo con voz ronca por la sobrecarga de emoción. ____ iba a entregarme su cuerpo pese a saber quién soy y lo que estoy a punto de hacer. La realidad es difícil de digerir. Espero que ella se sienta avergonzada, puede que incluso enfadada.
Pero, en lugar de eso, se acurruca en mi pecho y me abraza. «No me hagas esto», quiero decir, pero acabo por rodearla con mis brazos, arropándola.
- Te quiero -le oigo susurrar tan levemente que por un momento creo que son mis propios sentimientos los que me hablan.
Me siento tentado a decir: «No lo hagas. ¡No! ¡No!» Siento una punzada en el estómago mientras la abrazo con más fuerza. Vaya, si las cosas fueran distintas, nunca la dejaría marchar. Escondo el rostro entre su cabello y fantaseo acerca de llevarla lejos de Fairfield.
Nos quedamos así durante mucho rato, mucho después de que deje de llover. Cuando por fin salgo del ensueño, la ayudo a bajar de la moto para que pueda ponerse la camiseta.
____ me mira con unos ojos llenos de esperanza.
- ¿Vas a hacer ese trapicheo?
Me bajo de Julio y camino hasta el final del túnel. Me mojo la mano con el agua que aún resbala por la pared y dejo que el frío se me cuele entre los dedos.
- Tengo que hacerlo -le contesto sin darme la vuelta. Ella se acerca.
- ¿Por qué? ¿Por qué tienes que hacer algo que puede llevarte a la cárcel?
Acaricio su mejilla suave y pálida con la palma de la mano y la miro con una sonrisa triste.
- ¿No sabías que los pandilleros trafican con drogas? Es parte del trabajo.
- Pues déjalo. Seguro que hay un modo de... - Todos lo que quieren dejarlo, deben enfrentarse a un reto. Torturas, una paliza. Si sobrevives, te dejan salir. Déjame decirte algo, preciosa, solo conozco a una persona que ha salido con vida de un reto. Aunque le zurraron a conciencia, y creo que el tipo preferiría estar muerto. Nunca lo entenderás. Mi familia lo necesita. - ¿Por dinero? Aparto la mano de su cara.
- No, no es por dinero -Echo la cabeza hacia atrás con una mueca de desesperación-. ¿Podemos cambiar de tema, por favor?
- No quiero que hagas nada ilegal. - Nena, lo que tú necesitas es un santo. O un funcionario. Y yo no soy ninguna de las dos cosas. - ¿Te importo, Nick?
- Sí.
- Entonces, demuéstramelo.
Me quito la bandana de la cabeza y me peino el cabello con los dedos.
- ¿Sabes lo difícil que ha sido todo para mí? Mi madre espera que proteja a la familia desde los Latino Blood, pero al mismo tiempo lo rechaza. Héctor quiere que demuestre mi lealtad a la banda y tú, la única persona con la que siento que puedo llevar una vida normal algún día, quieres que te demuestre mi amor haciendo algo que podría poner en peligro a mi familia. Tengo que hacerlo, ¿vale? Y nadie, ni siquiera tú, va a hacerme cambiar de idea. Olvídalo.
- ¿Y vas a sacrificar lo nuestro?
- Maldita sea, no me hagas esto. No tenemos que sacrificar nada.
- Si empiezas a traficar con drogas, se acabó. Yo he sacrificado todo lo que tenía por ti... por nosotros. Mis amigos. Mis padres. Todo. ¿No puedes hacer lo mismo?
Le doy mi chaqueta cuando los dientes le empiezan a castañetear.
- Toma. Ponte esto.
Se acabó. Esta es mi vida. Si no puede asumirlo, tendrá que volver con Blaine Adams. O con quien encaje en su molde de príncipe azul.
Me pide que la lleve a casa de Sierra.
- Creo que deberíamos trabajar por separado en el proyecto de química -sugiere antes de devolverme la chaqueta, frente a la enorme casa junto a la playa-. ¿Quieres hacer los calentadores o prefieres redactar el proyecto?
- Como quieras.
- Bueno, a mí se me da muy bien escribir...
- Vale. Yo haré lo otro.
- Nick, no tiene por qué ser así.
Tiene los ojos húmedos. Tengo que salir pitando de allí antes de que aparezcan las lágrimas. No podría soportarlo.
- Sí, tiene que ser así -le digo antes de alejarme de allí en la moto
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
aww terminaron :crybaby:
No quiero perder a Nick :sad:
No quiero que trafique con drogas
ese Hector me cae mal, creo que le quiere poner una trampa a Nick
Siguela!!
No quiero perder a Nick :sad:
No quiero que trafique con drogas
ese Hector me cae mal, creo que le quiere poner una trampa a Nick
Siguela!!
aranzhitha
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
wao no puede ser posible de que nick trafique con drogas
siguela pronto
siguela pronto
romina.13
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