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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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"Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Gracias por comentar la novela. Aqui les dejo los dos capítulos (:
Capítulo 38. Nick
Si sigo mirando sus largas piernas, voy a acabar provocando un accidente.
- ¿Cómo está tu hermana? -le pregunto para cambiar de tema.
- Está deseando ganarte otra vez a las damas.
- ¿En serio? Bueno, dile que me dejé ganar. Estaba intentando impresionarte.
- ¿Perdiendo a las damas?
- Funcionó, ¿verdad? -digo, encogiéndome de hombros.
Reparo en que no deja de colocarse el vestido, como si necesitara ponérselo bien para causarme buena impresión. Con la intención de disipar sus nervios, le recorro el brazo con los dedos antes de cogerla de la mano. - Dile a Shelley que volveré para la revancha -le digo.
Ella se vuelve hacia mí y me mira con sus resplandecientes ojos azules.
- ¿En serio?
- Por supuesto.
Durante el trayecto, intento mantener una conversación intranscendente. Pero no funciona, no soy el tipo de chico al que le gusten ese tipo de conversaciones. Me alegro de que ____ parezca contenta aunque estemos en silencio.
Poco después, aparco delante de una casa de ladrillo, pequeña, de dos plantas.
- ¿La boda no es en la iglesia?
- No. Elena quiere casarse en casa de sus padres.
Le rodeo la cadera con el brazo cuando nos acercamos a la casa. No me preguntes por qué razón siento la necesidad de presumir de ella. Tal vez en el fondo sea cierto que no soy más que un Neanderthal. Cuando entramos en la casa, nos llega la música de los Mariachi procedente del patio, y hay gente ocupando cada centímetro del espacio. Compruebo la reacción de ____, preguntándome si siente que ha sido transportada por arte de magia a México. Mi familia no tiene casas enormes con piscinas como a las que ella está acostumbrada. Enrique y algunos de mis primos nos dan la bienvenida a gritos. Todos hablan en su argot; no sé si ____ los entiende. Estoy acostumbrado a que mis tías me besuqueen sin parar y que mis tíos me den vigorosos manotazos en la espalda. Pero no creo que a ella le haga mucha gracia aquello. Acerco a ____ para que sepa que no me he olvidado de ella. Empiezo a presentarle a toda la familia pero me doy por vencido cuando comprendo que no hay manera de que recuerde todos los nombres.
- ¡Eh! -exclama una voz a nuestra espalda.
Me vuelvo y veo a Paco.
- ¿Qué pasa? -le saludo, dándole una palmada en la espalda-. ____, seguro que ya conoces a mi mejor amigo del instituto. No te preocupes, sabe que no tiene que decirle a nadie que te ha visto aquí.
- Mis labios están sellados -asegura, y luego se pone a hacer el tonto, fingiendo cerrarse los labios con una cremallera y lanzar la llave.
- Hola, Paco -le dice ella con una sonrisa.
Jorge se une a nosotros, con su esmoquin blanco y una rosa roja en la solapa. Recibo a mi futuro primo con otra palmada en la espalda.
- Vaya, tío, vas hecho un pincel,
- Tú tampoco estás nada mal. ¿Vas a presentarme a tu amiga o qué?
- ____, este es Jorge. Es el pobre que... quiero decir, el afortunado que va a casarse con mi prima Elena.
- Los amigos de Nick son nuestros amigos -le dice a ____, dándole un abrazo.
- ¿Dónde está la novia? -pregunta Paco.
- Arriba, llorando en la habitación de sus padres.
- ¿De felicidad? -intervengo yo.
- No, tío. Subí para darle un beso y ahora está barajando la posibilidad de cancelarlo todo, porque dice que ver a la novia antes de la boda trae mala suerte -añade Jorge, encogiéndose de hombros.
- Me alegro de no estar en tu piel -le suelto-. Elena es supersticiosa.
Probablemente hará alguna locura para ahuyentar la mala suerte.
Mientras Paco y Jorge especulan sobre los recursos que podría emplear Elena para librarse de ella, cojo a ____ de la mano y la llevo afuera. Un grupo toca música en directo. Aunque seamos chicanos y nos hayamos adaptado bien, seguimos manteniendo nuestra cultura y nuestras rediciones. La comida es picante, las familias son numerosas y todos estamos muy unidos. Y nos encanta moveros al ritmo de la música que llevamos en la sangre.
- ¿Paco es tu primo? -me pregunta ____.
- No, pero le gusta pensar que sí. Carlos, esta es ____ -informo a mi hermano cuando llego a su lado.
- Si, ya lo sé -dice Carlos-. Recuerdo haberos visto en pleno intercambio de saliva. ____ se queda muda por la sorpresa.
- Ten cuidado con lo que dices -le advierto, dándole una colleja.
____ me pone la mano en el pecho.
- No te preocupes, Nick. No tienes que protegerme de todos.
Carlos adopta una postura presumida.
- Es cierto, hermano. No tienes que protegerla. Bueno, tal vez de mamá sí. Se acabó. Llevo a mi hermano a un lado y me enzarzo con él en una discusión.
- Lárgate y no molestes.
¿Está intentando estropearme la cita? Carlos se dirige a la mesa, resoplando.
- ¿Y tu otro hermano? -pregunta _____.
Nos sentamos en una de las muchas mesitas alquiladas que hay en medio del patio. Coloco el brazo sobre el respaldo de su silla.
- Luís está ahí -digo, señalando un rincón del patio, donde mi hermano es ya el centro de atención gracias a su imitación de animales de corral. Todavía tengo que explicarle que ese talento no le valdrá para atraer a las chicas cuando entre en el instituto.
_____ tiene la mirada puesta en los cuatro niños de mi prima; todos tienen menos de siete años y corretean por todos lados. Marissa, de dos años, ha decidido que no estaba a gusto con su vestido y se lo ha quitado, arrojándolo a un lado del patio.
- Seguramente pensarás que no son más que un puñado de ruidosos mexicanos. Ella sonríe. - No. Parece un puñado de gente que se divierte en una boda al aire libre. ¿Quién es ese? -pregunta cuando un chico vestido con uniforme militar pasa a nuestro lado-. ¿Otro primo?
- Sí. Paul acaba de regresar de Oriente Medio. Aunque no lo creas, antes era miembro de Python, una pandilla de Chicago. Antes de ser soldado estaba muy metido en las drogas.
Ella gira la cabeza de inmediato para mirarme.
- Ya te lo dije, yo no consumo drogas. Por lo menos ya no -le aseguro con decisión, deseando que me crea-. Y tampoco trafico con ellas.
- ¿Me lo prometes?
- Sí -respondo, recordando la noche en la playa en la que estuve tonteando con Selena. Aquella fue la última vez-. No importa lo que haya oído, me mantengo alejado de la coca. Es algo muy serio. Lo creas o no, me gustaría conservar todas las neuronas con las que nací
- ¿Y Paco? -pregunta ____-. ¿Consume drogas?
- A veces.
Dirige la mirada a Paco, que ríe y bromea con mi familia.
Intenta desesperadamente formar parte de ella, ya que no dispone de una propia. Su madre se largó hace años, dejando a su padre y a él en una situación lamentable, no lo culpo por desear escapar.
Mi prima Elena aparece finalmente con un vestido blanco de encaje, y la ceremonia da comienzo. Mientras recitan los votos, me quedo detrás de ____ estrechándola entre mis brazos, arropándola suavemente. Me pregunto qué llevará ella el día de su boda. Probablemente diversos profesionales capturarán el momento para toda la eternidad.
- Y yo os declaro, marido y mujer -recitó el sacerdote. Los novios se besan y la gente prorrumpe en aplausos. ____ me aprieta con fuerza la mano.
Capítulo 38. Nick
Si sigo mirando sus largas piernas, voy a acabar provocando un accidente.
- ¿Cómo está tu hermana? -le pregunto para cambiar de tema.
- Está deseando ganarte otra vez a las damas.
- ¿En serio? Bueno, dile que me dejé ganar. Estaba intentando impresionarte.
- ¿Perdiendo a las damas?
- Funcionó, ¿verdad? -digo, encogiéndome de hombros.
Reparo en que no deja de colocarse el vestido, como si necesitara ponérselo bien para causarme buena impresión. Con la intención de disipar sus nervios, le recorro el brazo con los dedos antes de cogerla de la mano. - Dile a Shelley que volveré para la revancha -le digo.
Ella se vuelve hacia mí y me mira con sus resplandecientes ojos azules.
- ¿En serio?
- Por supuesto.
Durante el trayecto, intento mantener una conversación intranscendente. Pero no funciona, no soy el tipo de chico al que le gusten ese tipo de conversaciones. Me alegro de que ____ parezca contenta aunque estemos en silencio.
Poco después, aparco delante de una casa de ladrillo, pequeña, de dos plantas.
- ¿La boda no es en la iglesia?
- No. Elena quiere casarse en casa de sus padres.
Le rodeo la cadera con el brazo cuando nos acercamos a la casa. No me preguntes por qué razón siento la necesidad de presumir de ella. Tal vez en el fondo sea cierto que no soy más que un Neanderthal. Cuando entramos en la casa, nos llega la música de los Mariachi procedente del patio, y hay gente ocupando cada centímetro del espacio. Compruebo la reacción de ____, preguntándome si siente que ha sido transportada por arte de magia a México. Mi familia no tiene casas enormes con piscinas como a las que ella está acostumbrada. Enrique y algunos de mis primos nos dan la bienvenida a gritos. Todos hablan en su argot; no sé si ____ los entiende. Estoy acostumbrado a que mis tías me besuqueen sin parar y que mis tíos me den vigorosos manotazos en la espalda. Pero no creo que a ella le haga mucha gracia aquello. Acerco a ____ para que sepa que no me he olvidado de ella. Empiezo a presentarle a toda la familia pero me doy por vencido cuando comprendo que no hay manera de que recuerde todos los nombres.
- ¡Eh! -exclama una voz a nuestra espalda.
Me vuelvo y veo a Paco.
- ¿Qué pasa? -le saludo, dándole una palmada en la espalda-. ____, seguro que ya conoces a mi mejor amigo del instituto. No te preocupes, sabe que no tiene que decirle a nadie que te ha visto aquí.
- Mis labios están sellados -asegura, y luego se pone a hacer el tonto, fingiendo cerrarse los labios con una cremallera y lanzar la llave.
- Hola, Paco -le dice ella con una sonrisa.
Jorge se une a nosotros, con su esmoquin blanco y una rosa roja en la solapa. Recibo a mi futuro primo con otra palmada en la espalda.
- Vaya, tío, vas hecho un pincel,
- Tú tampoco estás nada mal. ¿Vas a presentarme a tu amiga o qué?
- ____, este es Jorge. Es el pobre que... quiero decir, el afortunado que va a casarse con mi prima Elena.
- Los amigos de Nick son nuestros amigos -le dice a ____, dándole un abrazo.
- ¿Dónde está la novia? -pregunta Paco.
- Arriba, llorando en la habitación de sus padres.
- ¿De felicidad? -intervengo yo.
- No, tío. Subí para darle un beso y ahora está barajando la posibilidad de cancelarlo todo, porque dice que ver a la novia antes de la boda trae mala suerte -añade Jorge, encogiéndose de hombros.
- Me alegro de no estar en tu piel -le suelto-. Elena es supersticiosa.
Probablemente hará alguna locura para ahuyentar la mala suerte.
Mientras Paco y Jorge especulan sobre los recursos que podría emplear Elena para librarse de ella, cojo a ____ de la mano y la llevo afuera. Un grupo toca música en directo. Aunque seamos chicanos y nos hayamos adaptado bien, seguimos manteniendo nuestra cultura y nuestras rediciones. La comida es picante, las familias son numerosas y todos estamos muy unidos. Y nos encanta moveros al ritmo de la música que llevamos en la sangre.
- ¿Paco es tu primo? -me pregunta ____.
- No, pero le gusta pensar que sí. Carlos, esta es ____ -informo a mi hermano cuando llego a su lado.
- Si, ya lo sé -dice Carlos-. Recuerdo haberos visto en pleno intercambio de saliva. ____ se queda muda por la sorpresa.
- Ten cuidado con lo que dices -le advierto, dándole una colleja.
____ me pone la mano en el pecho.
- No te preocupes, Nick. No tienes que protegerme de todos.
Carlos adopta una postura presumida.
- Es cierto, hermano. No tienes que protegerla. Bueno, tal vez de mamá sí. Se acabó. Llevo a mi hermano a un lado y me enzarzo con él en una discusión.
- Lárgate y no molestes.
¿Está intentando estropearme la cita? Carlos se dirige a la mesa, resoplando.
- ¿Y tu otro hermano? -pregunta _____.
Nos sentamos en una de las muchas mesitas alquiladas que hay en medio del patio. Coloco el brazo sobre el respaldo de su silla.
- Luís está ahí -digo, señalando un rincón del patio, donde mi hermano es ya el centro de atención gracias a su imitación de animales de corral. Todavía tengo que explicarle que ese talento no le valdrá para atraer a las chicas cuando entre en el instituto.
_____ tiene la mirada puesta en los cuatro niños de mi prima; todos tienen menos de siete años y corretean por todos lados. Marissa, de dos años, ha decidido que no estaba a gusto con su vestido y se lo ha quitado, arrojándolo a un lado del patio.
- Seguramente pensarás que no son más que un puñado de ruidosos mexicanos. Ella sonríe. - No. Parece un puñado de gente que se divierte en una boda al aire libre. ¿Quién es ese? -pregunta cuando un chico vestido con uniforme militar pasa a nuestro lado-. ¿Otro primo?
- Sí. Paul acaba de regresar de Oriente Medio. Aunque no lo creas, antes era miembro de Python, una pandilla de Chicago. Antes de ser soldado estaba muy metido en las drogas.
Ella gira la cabeza de inmediato para mirarme.
- Ya te lo dije, yo no consumo drogas. Por lo menos ya no -le aseguro con decisión, deseando que me crea-. Y tampoco trafico con ellas.
- ¿Me lo prometes?
- Sí -respondo, recordando la noche en la playa en la que estuve tonteando con Selena. Aquella fue la última vez-. No importa lo que haya oído, me mantengo alejado de la coca. Es algo muy serio. Lo creas o no, me gustaría conservar todas las neuronas con las que nací
- ¿Y Paco? -pregunta ____-. ¿Consume drogas?
- A veces.
Dirige la mirada a Paco, que ríe y bromea con mi familia.
Intenta desesperadamente formar parte de ella, ya que no dispone de una propia. Su madre se largó hace años, dejando a su padre y a él en una situación lamentable, no lo culpo por desear escapar.
Mi prima Elena aparece finalmente con un vestido blanco de encaje, y la ceremonia da comienzo. Mientras recitan los votos, me quedo detrás de ____ estrechándola entre mis brazos, arropándola suavemente. Me pregunto qué llevará ella el día de su boda. Probablemente diversos profesionales capturarán el momento para toda la eternidad.
- Y yo os declaro, marido y mujer -recitó el sacerdote. Los novios se besan y la gente prorrumpe en aplausos. ____ me aprieta con fuerza la mano.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 39. ____
Está claro que Jorge y Elena están locamente enamorados, y eso hace que me pregunte si alguna vez estaré tan enamorada de mi futuro marido. Pienso en Shelley. Ella nunca tendrá marido, ni hijos. Sé que mis hijos la querrán tanto como yo. Nunca le faltará amor. Pero, en el fondo, me pregunto si anhela aquello que nunca tendrá: un marido, una familia propia.
Volviendo a Nick. Sé que no puedo verme envuelta en asuntos de pandillas y quién sabe en qué cosas más. Yo no soy así. Pero este chico, situado justo en el centro de todo aquello que rechazo, está conectado a mí como nadie lo ha estado nunca. Sé que mi misión es ayudarle a cambiar de vida, para que algún día la gente pueda decir que somos la pareja perfecta.
Cuando empieza a sonar la música, rodeo a Nick con los brazos y apoyo la cabeza sobre su pecho. Él retira los mechones de mi cuello y me abraza mientras nos balanceamos al ritmo de la música.
Un chico se acerca a la novia con un billete de cinco dólares.
- Es una tradición -explica Nick-. Está pagando por bailar con la novia. Lo llaman el baile de la prosperidad.
Observo, fascinada, como el chico sujeta los cinco dólares a la cola del vestido de la novia con un imperdible. Mi madre estaría aterrorizada.
Alguien le grita algo al chico que baila con la novia y todos estallan en carcajadas.
- ¿Qué ha dicho tan divertido?
- Dicen que le ha puesto el billete demasiado cerca del culo.
Miro a las parejas que hay en la pista de baile e intento imitar sus movimientos mientras me dejo llevar por la música. Cuando la novia deja de bailar, le pregunto a Nick si él también va a bailar con ella.
Cuando me dice que sí, le animo a hacerlo ahora.
- Ve a bailar con Elena. Mientras, iré a hablar con tu madre.
- ¿Estás segura de que quieres hacer eso?
- Sí, la he visto al llegar y no quiero ignorarla. No te preocupes por mí.
Tengo que hacerlo.
Nick extrae un billete de diez dólares de su cartera. Intento no reparar en ello, pero veo que está vacía. Está a punto de darle a la novia todo el dinero que le queda. ¿Puede permitírselo? Sé que trabaja en el taller, pero el dinero que gana allí probablemente lo emplee para ayudar a su familia. Doy un paso atrás hasta que nuestras manos se separan.
- Enseguida vuelvo.
Me acerco a la madre de Nick, en la fila de mesas donde las mujeres están colocando platos de comida. Lleva un vestido cruzado rojo y parece más joven que mi madre. La gente piensa que mi madre es guapa, pero la señora Jonas posee la belleza eterna de una estrella de cine. Tiene los ojos grandes y marrones, unas pestañas que le rozan las cejas, y una piel impecable y ligeramente bronceada.
Le doy un golpecito en el hombro mientras dispone las servilletas sobre la mesa.
- Hola, señora Jonas
- ¿____, verdad? -pregunta.
Asiento con la cabeza. Vale, ya han terminado las presentaciones, ____. Deja de andarte con rodeos.
- Esto, quería decirle algo desde que llegamos. Y ahora parece el momento perfecto, pero creo que estoy andándome por las ramas y que no voy al grano. Me pasa cuando estoy nerviosa.
La mujer me observa como si estuviera chiflada.
- Continúa -insiste.
- Sí, bueno, sé que no hemos empezado con muy buen pie. Y siento mucho si, de algún modo, le falté el respeto la última vez que nos vimos. Solo quería que supiese que no fui a su casa con la intención de besar a Nick.
- Disculpa la curiosidad, ¿pero cuáles son tus intenciones?
- ¿Cómo dice?
- ¿Que cuáles son tus intenciones con Nick?
- Yo... no estoy segura de qué quiere que le diga. Si le soy sincera, lo sabremos conforme avancen las cosas.
La señora Jonas me pone la mano en el hombro.
- Dios sabe que no soy la mejor madre del mundo. Sin embargo, me preocupo por mis hijos, ____, más que nada en el mundo. Y haré lo que sea necesario por protegerles. Veo el modo en el que te mira, y me asusta. No soportaría verlo sufrir otra vez por alguien que le importa. Al escuchar a la madre de Nick hablando de él de aquel modo siento el deseo de tener una madre como ella, alguien que quiere y se preocupa de su hijo. Me cuesta mucho asimilar lo que acaba de decirme la señora Jonas. Sus palabras me han dejado un nudo en la garganta. La verdad es que últimamente no me siento parte de mi familia. Solo soy una chica cuyos padres esperan que diga y haga siempre lo correcto. Llevo mucho tiempo representado un papel para ayudar a mis padres a sobrellevar lo de Shelley, que es quien de verdad necesita toda su atención. A veces resulta muy duro tener que esforzarse tanto para fingir que eres una chica normal. Nadie me dijo que tenía que ser perfecta todo el tiempo. La verdad es que el sentimiento que más predomina en mi vida es el de la culpabilidad. Una culpabilidad inagotable y monstruosa. Culpabilidad por ser una chica normal. Culpabilidad por la obsesión de que Shelley se sienta tan querida como yo. Culpabilidad por temer que mis propios hijos sean como mi hermana. Culpabilidad por sentirme avergonzada cuando la gente mira a Shelley por la calle.
Nunca terminará. ¿Cómo va a terminar cuando he estado cargando con esa sensación desde el día que nací? Para la señora Jonas, la familia significa amor y protección. Para mí, culpabilidad y amor condicional. — Señora Jonas, no puedo prometerle que no le haré daño a Nick. Lo único que sé es que tampoco puedo estar separada de él, aunque sea precisamente lo que usted desea. Ya lo he intentado. Porque estar con Nick me permite apartarme de mi propio mundo de tinieblas. Noto cómo las lágrimas abandonan mis ojos y resbalan por mis mejillas. Me abro paso entre la multitud en busca del cuarto de baño. Cuando Paco sale de él, me apresuro a entrar.
- Tal vez deberías esperar antes de...
La voz de Paco se desvanece al otro lado de la puerta. La cierro con el pestillo. Me seco los ojos y me miro en el espejo. Estoy hecha un desastre. Se me ha corrido el rímel y... Qué tontería, qué más dará. Me desplomo sobre las frías baldosas del suelo. Ahora comprendo lo que Paco estaba a punto de decirme. El baño apesta, el olor es insoportable... casi hasta el punto de provocarme una arcada. Me tapo la nariz con la mano, intentando ignorar el olor mientras pienso en las palabras de la señora Jonas. Me quedo sentada en el suelo del cuarto de baño, secándome los ojos con una toallita y haciendo todo lo posible por taparme la nariz. Un fuerte golpe en la puerta interrumpe mi llanto.
- ____, ¿estás ahí? -pregunta Nick desde el otro lado de la puerta.
- No.
- Sal de ahí, por favor.
- No.
- Entonces, déjame entrar.
- No.
- Quiero decirte algo.
- ¿Qué? -pregunto con el pañuelo todavía en la mano.
- Te lo diré si me dejas entrar.
Giro el pomo hasta que este emite un chasquido.
Nick entra en el baño.
- No te preocupes por nada -me dice, y tras cerrar la puerta, se arrodilla a mi lado, estrechándome entre sus brazos y acercándome más a él. A continuación, olfatea el aire unas cuantas veces-. Joder. ¿Paco ha estado aquí?
Asiento con la cabeza.
- ¿Qué te ha dicho mi madre? -me pregunta mientras me acaricia el pelo. Oculto el rostro en su pecho.
- Solo ha sido honesta conmigo -murmuro contra su camisa.
Un fuerte ruido en la puerta nos interrumpe. - Abre la puerta, soy Elena.
- ¿Quién es? -pregunto yo
- La novia -responde Nick.
- ¡Déjame entrar!
Nick abre la puerta. Una chica con greñas blancas y docenas de billetes colgando de imperdibles de la cola del vestido, se mete en el baño y cierra la puerta tras ella.
- Vale, ¿qué pasa aquí? -pregunta antes de olfatear también el aire-, ¿Ha estado Paco?
Nick y yo asentimos al unísono.
- ¿Qué coño come ese crío que todo lo que descarga parece estar podrido? Maldita sea -dice, cogiendo un pañuelo y llevándoselo a la nariz.
- Ha sido una ceremonia preciosa -le digo a través de mi propio pañuelo.
Esta es la situación más incómoda y surrealista que he vivido jamás.
Elena me coge de la mano. - Ven afuera y disfruta de la fiesta. Puede que mi tía sea un poco conflictiva, pero no pretende hacer ningún daño. Es más, creo que en el fondo le gustas.
- Voy a acompañarla a casa -dice Nick, representando el papel de héroe.
Me pregunto cuándo se hartará del papel.
- No, no te la llevarás a casa. Y si insistes, tendré que encerraros a los dos en este apestoso lavabo para evitarlo.
Elena parece hablar muy en serio. Alguien más llama a la puerta.
- Largo -ordena Elena con efusividad.
- Soy Jorge.
Me encojo de hombros y miro a Nick en busca de una explicación. - Es el novio -me informa él.
Jorge se cuela dentro. No está tan afectado como el resto de nosotros porque todavía no ha notado el olor a muerto que desprende el cuarto. Pero apenas olfatea unas cuantas veces y los ojos le empiezan a llorar.
- Vamos, Elena -insiste Jorge, que intenta cubrirse la nariz sin llamar mucho la atención pero sin disimular muy bien-. Los invitados preguntan por ti.
- ¿No ves que estoy hablando con mi primo y su cita?
- Sí, pero...
Elena levanta la mano para callarlo mientras sujeta el pañuelo con la otra.
- Ya te lo he dicho, primero hablaré con mi primo y su cita -zanja con firmeza-. Y todavía no he terminado. Tú -continúa Elena, señalándome con el dedo-. Ven conmigo. Nick, quiero que tus hermanos y tú canten.
- Elena, no creo que... -niega Nick con la cabeza.
Elena vuelve a levantar la mano, silenciando también a su primo.
- No te he pedido que creas nada. Te he pedido que te unas a tus hermanos y que cantéis para mi marido y para mí.
Elena abre la puerta y me pasea por la casa. Solo se detiene cuando llegamos al jardín. Entonces me suelta la mano para arrebatarle el micrófono al cantante del grupo.
- ¡Paco! Sí, estoy hablando contigo -anuncia Elena en voz alta señalando a Paco, quien conversa con un grupo de chicas-. La próxima vez que quieras cagar, hazlo en casa de otro.
El séquito que rodea a Paco se dispersa rápidamente entre risas, abandonándolo a su suerte.
Jorge atraviesa la pista a grandes zancadas en dirección a su mujer. El pobre hombre está sudando la gota gorda mientras todos ríen y aplauden. Elena baja por fin del escenario y Nick habla con el cantante de la banda. Los invitados le animan, a él y a sus hermanos, para que canten. Paco se sienta a mi lado.
- Siento mucho lo del cuarto de baño. Intenté avisarte -me dice avergonzado.
- No te preocupes. Creo que Elena ya te ha dejado bastante en ridículo. -Entonces, me inclino hacia él y le pregunto-: Sinceramente, ¿qué opinas de que Nick y yo salgamos juntos?
- Sinceramente, creo que es lo mejor que le ha ocurrido nunca.
Está claro que Jorge y Elena están locamente enamorados, y eso hace que me pregunte si alguna vez estaré tan enamorada de mi futuro marido. Pienso en Shelley. Ella nunca tendrá marido, ni hijos. Sé que mis hijos la querrán tanto como yo. Nunca le faltará amor. Pero, en el fondo, me pregunto si anhela aquello que nunca tendrá: un marido, una familia propia.
Volviendo a Nick. Sé que no puedo verme envuelta en asuntos de pandillas y quién sabe en qué cosas más. Yo no soy así. Pero este chico, situado justo en el centro de todo aquello que rechazo, está conectado a mí como nadie lo ha estado nunca. Sé que mi misión es ayudarle a cambiar de vida, para que algún día la gente pueda decir que somos la pareja perfecta.
Cuando empieza a sonar la música, rodeo a Nick con los brazos y apoyo la cabeza sobre su pecho. Él retira los mechones de mi cuello y me abraza mientras nos balanceamos al ritmo de la música.
Un chico se acerca a la novia con un billete de cinco dólares.
- Es una tradición -explica Nick-. Está pagando por bailar con la novia. Lo llaman el baile de la prosperidad.
Observo, fascinada, como el chico sujeta los cinco dólares a la cola del vestido de la novia con un imperdible. Mi madre estaría aterrorizada.
Alguien le grita algo al chico que baila con la novia y todos estallan en carcajadas.
- ¿Qué ha dicho tan divertido?
- Dicen que le ha puesto el billete demasiado cerca del culo.
Miro a las parejas que hay en la pista de baile e intento imitar sus movimientos mientras me dejo llevar por la música. Cuando la novia deja de bailar, le pregunto a Nick si él también va a bailar con ella.
Cuando me dice que sí, le animo a hacerlo ahora.
- Ve a bailar con Elena. Mientras, iré a hablar con tu madre.
- ¿Estás segura de que quieres hacer eso?
- Sí, la he visto al llegar y no quiero ignorarla. No te preocupes por mí.
Tengo que hacerlo.
Nick extrae un billete de diez dólares de su cartera. Intento no reparar en ello, pero veo que está vacía. Está a punto de darle a la novia todo el dinero que le queda. ¿Puede permitírselo? Sé que trabaja en el taller, pero el dinero que gana allí probablemente lo emplee para ayudar a su familia. Doy un paso atrás hasta que nuestras manos se separan.
- Enseguida vuelvo.
Me acerco a la madre de Nick, en la fila de mesas donde las mujeres están colocando platos de comida. Lleva un vestido cruzado rojo y parece más joven que mi madre. La gente piensa que mi madre es guapa, pero la señora Jonas posee la belleza eterna de una estrella de cine. Tiene los ojos grandes y marrones, unas pestañas que le rozan las cejas, y una piel impecable y ligeramente bronceada.
Le doy un golpecito en el hombro mientras dispone las servilletas sobre la mesa.
- Hola, señora Jonas
- ¿____, verdad? -pregunta.
Asiento con la cabeza. Vale, ya han terminado las presentaciones, ____. Deja de andarte con rodeos.
- Esto, quería decirle algo desde que llegamos. Y ahora parece el momento perfecto, pero creo que estoy andándome por las ramas y que no voy al grano. Me pasa cuando estoy nerviosa.
La mujer me observa como si estuviera chiflada.
- Continúa -insiste.
- Sí, bueno, sé que no hemos empezado con muy buen pie. Y siento mucho si, de algún modo, le falté el respeto la última vez que nos vimos. Solo quería que supiese que no fui a su casa con la intención de besar a Nick.
- Disculpa la curiosidad, ¿pero cuáles son tus intenciones?
- ¿Cómo dice?
- ¿Que cuáles son tus intenciones con Nick?
- Yo... no estoy segura de qué quiere que le diga. Si le soy sincera, lo sabremos conforme avancen las cosas.
La señora Jonas me pone la mano en el hombro.
- Dios sabe que no soy la mejor madre del mundo. Sin embargo, me preocupo por mis hijos, ____, más que nada en el mundo. Y haré lo que sea necesario por protegerles. Veo el modo en el que te mira, y me asusta. No soportaría verlo sufrir otra vez por alguien que le importa. Al escuchar a la madre de Nick hablando de él de aquel modo siento el deseo de tener una madre como ella, alguien que quiere y se preocupa de su hijo. Me cuesta mucho asimilar lo que acaba de decirme la señora Jonas. Sus palabras me han dejado un nudo en la garganta. La verdad es que últimamente no me siento parte de mi familia. Solo soy una chica cuyos padres esperan que diga y haga siempre lo correcto. Llevo mucho tiempo representado un papel para ayudar a mis padres a sobrellevar lo de Shelley, que es quien de verdad necesita toda su atención. A veces resulta muy duro tener que esforzarse tanto para fingir que eres una chica normal. Nadie me dijo que tenía que ser perfecta todo el tiempo. La verdad es que el sentimiento que más predomina en mi vida es el de la culpabilidad. Una culpabilidad inagotable y monstruosa. Culpabilidad por ser una chica normal. Culpabilidad por la obsesión de que Shelley se sienta tan querida como yo. Culpabilidad por temer que mis propios hijos sean como mi hermana. Culpabilidad por sentirme avergonzada cuando la gente mira a Shelley por la calle.
Nunca terminará. ¿Cómo va a terminar cuando he estado cargando con esa sensación desde el día que nací? Para la señora Jonas, la familia significa amor y protección. Para mí, culpabilidad y amor condicional. — Señora Jonas, no puedo prometerle que no le haré daño a Nick. Lo único que sé es que tampoco puedo estar separada de él, aunque sea precisamente lo que usted desea. Ya lo he intentado. Porque estar con Nick me permite apartarme de mi propio mundo de tinieblas. Noto cómo las lágrimas abandonan mis ojos y resbalan por mis mejillas. Me abro paso entre la multitud en busca del cuarto de baño. Cuando Paco sale de él, me apresuro a entrar.
- Tal vez deberías esperar antes de...
La voz de Paco se desvanece al otro lado de la puerta. La cierro con el pestillo. Me seco los ojos y me miro en el espejo. Estoy hecha un desastre. Se me ha corrido el rímel y... Qué tontería, qué más dará. Me desplomo sobre las frías baldosas del suelo. Ahora comprendo lo que Paco estaba a punto de decirme. El baño apesta, el olor es insoportable... casi hasta el punto de provocarme una arcada. Me tapo la nariz con la mano, intentando ignorar el olor mientras pienso en las palabras de la señora Jonas. Me quedo sentada en el suelo del cuarto de baño, secándome los ojos con una toallita y haciendo todo lo posible por taparme la nariz. Un fuerte golpe en la puerta interrumpe mi llanto.
- ____, ¿estás ahí? -pregunta Nick desde el otro lado de la puerta.
- No.
- Sal de ahí, por favor.
- No.
- Entonces, déjame entrar.
- No.
- Quiero decirte algo.
- ¿Qué? -pregunto con el pañuelo todavía en la mano.
- Te lo diré si me dejas entrar.
Giro el pomo hasta que este emite un chasquido.
Nick entra en el baño.
- No te preocupes por nada -me dice, y tras cerrar la puerta, se arrodilla a mi lado, estrechándome entre sus brazos y acercándome más a él. A continuación, olfatea el aire unas cuantas veces-. Joder. ¿Paco ha estado aquí?
Asiento con la cabeza.
- ¿Qué te ha dicho mi madre? -me pregunta mientras me acaricia el pelo. Oculto el rostro en su pecho.
- Solo ha sido honesta conmigo -murmuro contra su camisa.
Un fuerte ruido en la puerta nos interrumpe. - Abre la puerta, soy Elena.
- ¿Quién es? -pregunto yo
- La novia -responde Nick.
- ¡Déjame entrar!
Nick abre la puerta. Una chica con greñas blancas y docenas de billetes colgando de imperdibles de la cola del vestido, se mete en el baño y cierra la puerta tras ella.
- Vale, ¿qué pasa aquí? -pregunta antes de olfatear también el aire-, ¿Ha estado Paco?
Nick y yo asentimos al unísono.
- ¿Qué coño come ese crío que todo lo que descarga parece estar podrido? Maldita sea -dice, cogiendo un pañuelo y llevándoselo a la nariz.
- Ha sido una ceremonia preciosa -le digo a través de mi propio pañuelo.
Esta es la situación más incómoda y surrealista que he vivido jamás.
Elena me coge de la mano. - Ven afuera y disfruta de la fiesta. Puede que mi tía sea un poco conflictiva, pero no pretende hacer ningún daño. Es más, creo que en el fondo le gustas.
- Voy a acompañarla a casa -dice Nick, representando el papel de héroe.
Me pregunto cuándo se hartará del papel.
- No, no te la llevarás a casa. Y si insistes, tendré que encerraros a los dos en este apestoso lavabo para evitarlo.
Elena parece hablar muy en serio. Alguien más llama a la puerta.
- Largo -ordena Elena con efusividad.
- Soy Jorge.
Me encojo de hombros y miro a Nick en busca de una explicación. - Es el novio -me informa él.
Jorge se cuela dentro. No está tan afectado como el resto de nosotros porque todavía no ha notado el olor a muerto que desprende el cuarto. Pero apenas olfatea unas cuantas veces y los ojos le empiezan a llorar.
- Vamos, Elena -insiste Jorge, que intenta cubrirse la nariz sin llamar mucho la atención pero sin disimular muy bien-. Los invitados preguntan por ti.
- ¿No ves que estoy hablando con mi primo y su cita?
- Sí, pero...
Elena levanta la mano para callarlo mientras sujeta el pañuelo con la otra.
- Ya te lo he dicho, primero hablaré con mi primo y su cita -zanja con firmeza-. Y todavía no he terminado. Tú -continúa Elena, señalándome con el dedo-. Ven conmigo. Nick, quiero que tus hermanos y tú canten.
- Elena, no creo que... -niega Nick con la cabeza.
Elena vuelve a levantar la mano, silenciando también a su primo.
- No te he pedido que creas nada. Te he pedido que te unas a tus hermanos y que cantéis para mi marido y para mí.
Elena abre la puerta y me pasea por la casa. Solo se detiene cuando llegamos al jardín. Entonces me suelta la mano para arrebatarle el micrófono al cantante del grupo.
- ¡Paco! Sí, estoy hablando contigo -anuncia Elena en voz alta señalando a Paco, quien conversa con un grupo de chicas-. La próxima vez que quieras cagar, hazlo en casa de otro.
El séquito que rodea a Paco se dispersa rápidamente entre risas, abandonándolo a su suerte.
Jorge atraviesa la pista a grandes zancadas en dirección a su mujer. El pobre hombre está sudando la gota gorda mientras todos ríen y aplauden. Elena baja por fin del escenario y Nick habla con el cantante de la banda. Los invitados le animan, a él y a sus hermanos, para que canten. Paco se sienta a mi lado.
- Siento mucho lo del cuarto de baño. Intenté avisarte -me dice avergonzado.
- No te preocupes. Creo que Elena ya te ha dejado bastante en ridículo. -Entonces, me inclino hacia él y le pregunto-: Sinceramente, ¿qué opinas de que Nick y yo salgamos juntos?
- Sinceramente, creo que es lo mejor que le ha ocurrido nunca.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
jajajaja :risa: pobre Paco, Elena se paso
Aww la mama de Nick se paso un poquito no,
Nick es tan lindo
Siguela!!
Aww la mama de Nick se paso un poquito no,
Nick es tan lindo
Siguela!!
aranzhitha
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Chicas lamento todo este tiempo que no he subido capítulos, pero la escuela me tiene full. Bueno ya les dejos sus capis (:
Capítulo 40. Nick
Tras la muerte de mi padre, mi madre nos animó, a mis hermanos y a mí, a que nos curáramos con ayuda de la música. Bailábamos por toda la casa, y nos turnábamos para hacerlo con ella. Creo que era su modo de olvidar el dolor, al menos durante un tiempo. Por la noche la oía sollozar en su habitación. Nunca abrí la puerta, pero deseaba ponerme a cantar y hacer que su dolor se desvaneciera.
Hablo con la banda antes de coger el micrófono.
- No me gustaría hacer el idiota, pero los hermanos Jonas no pueden rechazar una petición de la novia. Elena es muy persuasiva.
- ¡Ya te digo! -grita Jorge.
Elena le da un puñetazo en el brazo y la cara de su marido se retuerce con una mueca. Elena sabe dónde tiene que dar el golpe. Jorge le da un beso; se siente demasiado feliz como para darle más importancia de la que tiene. A mis hermanos y a mí nos toca cantar, pero nada de canciones tristes. Improvisamos algunos temas de Enrique Iglesias, Shakira e incluso de mi grupo favorito, Maná. Cuando me arrodillo para cantarles a mis primos pequeños, le guiño un ojo a ____.
Es entonces cuando reparo en el silencio de la multitud y en los susurros de conmoción. Héctor está aquí. El hecho de que ande por aquí no augura nada bueno. Se pasea por el jardín con su traje caro, entre las miradas de los invitados. Termino la canción y tomo asiento junto a ____. Siento la necesidad de protegerla.
- ¿Quieres un cigarrillo? -me pregunta Paco mientras saca su paquete de Marlboro del bolsillo trasero.
Miro un momento a ____ antes de responder:
- No.
Paco me mira con curiosidad, se encoge de hombros y enciende su pitillo.
- Cantas genial, Nick. Si me hubieras dado unos minutos más, tendría a tu novia comiéndome de la mano.
La ha llamado mí novia. ¿Es mi chica?
La llevo hasta una nevera llena de bebidas. Paco nos sigue. Me ando con pies de plomo para no llevarla a donde se encuentra Héctor.
Mario, un amigo de uno de mis primos, está junto a la nevera; viste los colores de la pandilla Python Trío y unos vaqueros gigantes y holgados que le cuelgan del culo. Los Python Trío son nuestros aliados, pero si ____ lo viera por la calle, lo más probable es que saliera corriendo en la dirección opuesta.
- Nick, Paco, ¿qué tal? -saluda Mario.
- Ya veo que te has vestido de gala para la boda, Mario -murmuro.
- Calla, los esmóquines son para los blancos -suelta Mario, sin reparar en ____-. Los pandilleros de los suburbios son demasiado blandengues. En la ciudad hay hermanos de verdad.
- Vale, tipo duro -le desafía Paco con absoluta confianza-. Corre y cuéntaselo a Héctor.
Miro a Mario.
- Tío, sí sigues soltando bobadas como esa - le digo-, te mostraré de primera mano lo duros que podemos llegar a ser. Nunca subestimes a los Latino Blood.
- Bueno, tengo una cita con una botella de Coronita. Nos vemos luego, chicos -concluye, y se aleja de nosotros.
- Parece que se ha cagado en los pantalones -sugiere Paco, que sigue con la mirada la retirada de Mario.
____ está más blanca de lo que ya es de por sí.
- ¿Te encuentras bien?
- Has amenazado a ese tío –susurra-. Es decir, hablabas en serio.
En lugar de responderle, la cojo de la mano y la llevo hacia un lado de la improvisada pista de baile, que no es más que un área de césped. Está sonando una balada. Cuando tiro de ella, ____ se aparta.
- ¿Qué estás haciendo?
- Baila conmigo -le ordeno-. No te enfades. Rodéame con tus brazos y bailemos.
No quiero oír cómo dice que soy un pandillero, que le da miedo y que si quiero salir con ella, tendré que dejar este mundo.
- Pero...
- Olvida lo que le he dicho a Mario -le ruego muy cerca de su oído-. Estaba poniéndome a prueba; es su modo de averiguar nuestra lealtad hacia Héctor. Si percibe algún tipo de discordia, su pandilla puede aprovecharlo para imponerse a la nuestra. Verás, todas las pandillas se dividen en Colegas y Gente. Cada banda está asociada con uno u otro grupo, y los que están afiliados con los Colegas son rivales de los que lo están con la Gente. Mario está afiliado...
- ¡Nick! -me interrumpe.
- Sí.
- Asegúrame que no ocurrirá nada malo.
No puedo.
- No te preocupes, limítate a bailar -murmuro mientras me llevo sus brazos al cuello y empezamos a movernos de nuevo.
Por encima de ____, veo que Héctor y mi madre mantienen una acalorada conversación. Me pregunto de qué estarán hablando. Ella empieza a distanciarse un poco, hasta que él la agarra por el brazo y le dice algo al oído. Justo cuando estoy a punto de dejar de bailar para averiguar qué demonios ocurre, mi madre sonríe a Héctor juguetona y estalla en carcajadas por algo que ha dicho. Es obvio que estoy paranoico. Las horas pasan y la oscuridad se cierne sobre la ciudad. La fiesta todavía continúa cuando caminamos hacia el coche. De vuelta a Fairfield, ambos guardamos silencio.
- Ven aquí -le pido suavemente al detener el coche en el aparcamiento del taller.
Ella se inclina sobre la palanca de cambios, acortando la distancia que nos separa.
- Me lo he pasado genial -susurra-. Bueno, excepto la parte en la que me he tenido que esconder en el baño... y cuando tú amenazaste a ese tipo.
- Olvídate de eso y bésame.
Deslizo las manos en su cabello. Ella me rodea el cuello con los brazos mientras yo trazo con la lengua la cuenca de sus labios. Ella los abre y yo la beso con más intensidad. Es como un tango, primero nos movemos a un ritmo lento y rítmico, después, empezamos a jadear cuando nuestras lenguas se encuentran y el beso adopta un ritmo ardiente y precipitado que no quiero que acabe nunca. Puede que los besos de Selena fueran picantes, pero los de ____ son más sensuales, sexys y extremadamente adictivos.
En el coche estamos muy apretados y los asientos no nos dejan espacio suficiente. Antes de que me dé cuenta, nos hemos colocado en los asientos de atrás. Sigue sin parecerme ideal, pero apenas reparo en ello. Estoy demasiado absorto con sus gemidos, sus besos y sus manos en mi pelo. Y con el olor a galletas de vainilla. Esta noche no quiero llegar muy lejos con ella. Sin embargo, mi mano recorre su muslo desnudo.
- Me hace sentir tan bien -admite casi sin aliento.
Nos recostamos en los asientos y me permito explorarla con las manos. Acaricio con los labios el hueco de su cuello y le suelto los tirantes del vestido y del sujetador. En respuesta, ella me desabrocha la camisa. Una vez abierta, sus dedos me recorren el pecho y los hombros, abrasándome la piel.
- Eres... perfecto -jadea.
Ahora mismo no son palabras precisamente lo que deseo intercambiar con ella. Muy despacio, trazo con la lengua un sendero sobre su piel sedosa, expuesta a la brisa de la noche. Ella me agarra por el pelo, incitándome a seguir adelante. Tiene un sabor tan agradable. Demasiado. ¡A caramelo! Me aparto unos cuantos centímetros para mirarla a los ojos, esos ojos color azul zafiro que resplandecen de deseo. Eso sí que es la perfección.
- Te deseo -le confieso con voz ronca. Presiona mi entrepierna y siento una mezcla de dolor y placer casi insoportable. Pero cuando empiezo abajarle las braguitas, ella me aparta la mano y se separa de mí.
- No... No estoy preparada para esto. Déjalo, Nick.
Me aparto de ella y me incorporo en el asiento, esperando a que se me baje el calentón. La miro mientras se anuda los tirantes y vuelve a ponerse la ropa. Mierda, he ido demasiado rápido. Me dije a mí mismo que no debía emocionarme, que debía controlarme cuando estaba con ella. Me paso una mano por el pelo y dejo escapar un suspiro.
- Lo siento.
- No, soy yo quien lo siente. No es culpa tuya. He sido yo quien te ha metido prisa, y tienes derecho a estar enfadado. Mira, acabo de salir de una relación y están pasando muchas cosas en casa -me explica, llevándose las manos a la cara-. Estoy tan confusa.
Coge el bolso y abre la puerta del coche. La sigo, con la camisa negra abierta y ondeando a merced del viento, como la capa de un vampiro. Como eso, o como la capa del ángel de la muerte.
- ____, espera.
- Por favor... abre la puerta del garaje. Necesito el coche.
- No te vayas.
Introduzco la contraseña en el teclado electrónico.
- Lo siento -se lamenta una vez más.
- Déjalo ya. Escucha, no importa lo que ha pasado. No estoy contigo solo por eso. Me he dejado llevar por el modo en que hemos conectado esta noche, por tu olor a vainilla que quisiera poder respirar toda la vida y...mierda, lo he echado todo a perder, ¿no es cierto?
____ sube a su coche.
- ¿Podemos ir más despacio, Nick? Esto va demasiado rápido para mí.
- Sí -digo, y asiento con la cabeza. Tengo las manos metidas en los bolsillos, en un intento por resistir el deseo de sacarla del coche.
Y de veras espero que se marche ya, porque si no lo hace, no podré controlarme.
Me he dejado llevar al recorrer su cuerpo con mis manos y lo he echado todo a perder.
La apuesta. Se supone que todo esto con ____ no es más que una apuesta. No he de enamorarme de una chica de la zona norte. Intentaré concentrarme en la apuesta y dejar a un lado lo que sospecho que son sentimientos muy reales.
Los sentimientos no pueden formar parte de este juego.
Capítulo 40. Nick
Tras la muerte de mi padre, mi madre nos animó, a mis hermanos y a mí, a que nos curáramos con ayuda de la música. Bailábamos por toda la casa, y nos turnábamos para hacerlo con ella. Creo que era su modo de olvidar el dolor, al menos durante un tiempo. Por la noche la oía sollozar en su habitación. Nunca abrí la puerta, pero deseaba ponerme a cantar y hacer que su dolor se desvaneciera.
Hablo con la banda antes de coger el micrófono.
- No me gustaría hacer el idiota, pero los hermanos Jonas no pueden rechazar una petición de la novia. Elena es muy persuasiva.
- ¡Ya te digo! -grita Jorge.
Elena le da un puñetazo en el brazo y la cara de su marido se retuerce con una mueca. Elena sabe dónde tiene que dar el golpe. Jorge le da un beso; se siente demasiado feliz como para darle más importancia de la que tiene. A mis hermanos y a mí nos toca cantar, pero nada de canciones tristes. Improvisamos algunos temas de Enrique Iglesias, Shakira e incluso de mi grupo favorito, Maná. Cuando me arrodillo para cantarles a mis primos pequeños, le guiño un ojo a ____.
Es entonces cuando reparo en el silencio de la multitud y en los susurros de conmoción. Héctor está aquí. El hecho de que ande por aquí no augura nada bueno. Se pasea por el jardín con su traje caro, entre las miradas de los invitados. Termino la canción y tomo asiento junto a ____. Siento la necesidad de protegerla.
- ¿Quieres un cigarrillo? -me pregunta Paco mientras saca su paquete de Marlboro del bolsillo trasero.
Miro un momento a ____ antes de responder:
- No.
Paco me mira con curiosidad, se encoge de hombros y enciende su pitillo.
- Cantas genial, Nick. Si me hubieras dado unos minutos más, tendría a tu novia comiéndome de la mano.
La ha llamado mí novia. ¿Es mi chica?
La llevo hasta una nevera llena de bebidas. Paco nos sigue. Me ando con pies de plomo para no llevarla a donde se encuentra Héctor.
Mario, un amigo de uno de mis primos, está junto a la nevera; viste los colores de la pandilla Python Trío y unos vaqueros gigantes y holgados que le cuelgan del culo. Los Python Trío son nuestros aliados, pero si ____ lo viera por la calle, lo más probable es que saliera corriendo en la dirección opuesta.
- Nick, Paco, ¿qué tal? -saluda Mario.
- Ya veo que te has vestido de gala para la boda, Mario -murmuro.
- Calla, los esmóquines son para los blancos -suelta Mario, sin reparar en ____-. Los pandilleros de los suburbios son demasiado blandengues. En la ciudad hay hermanos de verdad.
- Vale, tipo duro -le desafía Paco con absoluta confianza-. Corre y cuéntaselo a Héctor.
Miro a Mario.
- Tío, sí sigues soltando bobadas como esa - le digo-, te mostraré de primera mano lo duros que podemos llegar a ser. Nunca subestimes a los Latino Blood.
- Bueno, tengo una cita con una botella de Coronita. Nos vemos luego, chicos -concluye, y se aleja de nosotros.
- Parece que se ha cagado en los pantalones -sugiere Paco, que sigue con la mirada la retirada de Mario.
____ está más blanca de lo que ya es de por sí.
- ¿Te encuentras bien?
- Has amenazado a ese tío –susurra-. Es decir, hablabas en serio.
En lugar de responderle, la cojo de la mano y la llevo hacia un lado de la improvisada pista de baile, que no es más que un área de césped. Está sonando una balada. Cuando tiro de ella, ____ se aparta.
- ¿Qué estás haciendo?
- Baila conmigo -le ordeno-. No te enfades. Rodéame con tus brazos y bailemos.
No quiero oír cómo dice que soy un pandillero, que le da miedo y que si quiero salir con ella, tendré que dejar este mundo.
- Pero...
- Olvida lo que le he dicho a Mario -le ruego muy cerca de su oído-. Estaba poniéndome a prueba; es su modo de averiguar nuestra lealtad hacia Héctor. Si percibe algún tipo de discordia, su pandilla puede aprovecharlo para imponerse a la nuestra. Verás, todas las pandillas se dividen en Colegas y Gente. Cada banda está asociada con uno u otro grupo, y los que están afiliados con los Colegas son rivales de los que lo están con la Gente. Mario está afiliado...
- ¡Nick! -me interrumpe.
- Sí.
- Asegúrame que no ocurrirá nada malo.
No puedo.
- No te preocupes, limítate a bailar -murmuro mientras me llevo sus brazos al cuello y empezamos a movernos de nuevo.
Por encima de ____, veo que Héctor y mi madre mantienen una acalorada conversación. Me pregunto de qué estarán hablando. Ella empieza a distanciarse un poco, hasta que él la agarra por el brazo y le dice algo al oído. Justo cuando estoy a punto de dejar de bailar para averiguar qué demonios ocurre, mi madre sonríe a Héctor juguetona y estalla en carcajadas por algo que ha dicho. Es obvio que estoy paranoico. Las horas pasan y la oscuridad se cierne sobre la ciudad. La fiesta todavía continúa cuando caminamos hacia el coche. De vuelta a Fairfield, ambos guardamos silencio.
- Ven aquí -le pido suavemente al detener el coche en el aparcamiento del taller.
Ella se inclina sobre la palanca de cambios, acortando la distancia que nos separa.
- Me lo he pasado genial -susurra-. Bueno, excepto la parte en la que me he tenido que esconder en el baño... y cuando tú amenazaste a ese tipo.
- Olvídate de eso y bésame.
Deslizo las manos en su cabello. Ella me rodea el cuello con los brazos mientras yo trazo con la lengua la cuenca de sus labios. Ella los abre y yo la beso con más intensidad. Es como un tango, primero nos movemos a un ritmo lento y rítmico, después, empezamos a jadear cuando nuestras lenguas se encuentran y el beso adopta un ritmo ardiente y precipitado que no quiero que acabe nunca. Puede que los besos de Selena fueran picantes, pero los de ____ son más sensuales, sexys y extremadamente adictivos.
En el coche estamos muy apretados y los asientos no nos dejan espacio suficiente. Antes de que me dé cuenta, nos hemos colocado en los asientos de atrás. Sigue sin parecerme ideal, pero apenas reparo en ello. Estoy demasiado absorto con sus gemidos, sus besos y sus manos en mi pelo. Y con el olor a galletas de vainilla. Esta noche no quiero llegar muy lejos con ella. Sin embargo, mi mano recorre su muslo desnudo.
- Me hace sentir tan bien -admite casi sin aliento.
Nos recostamos en los asientos y me permito explorarla con las manos. Acaricio con los labios el hueco de su cuello y le suelto los tirantes del vestido y del sujetador. En respuesta, ella me desabrocha la camisa. Una vez abierta, sus dedos me recorren el pecho y los hombros, abrasándome la piel.
- Eres... perfecto -jadea.
Ahora mismo no son palabras precisamente lo que deseo intercambiar con ella. Muy despacio, trazo con la lengua un sendero sobre su piel sedosa, expuesta a la brisa de la noche. Ella me agarra por el pelo, incitándome a seguir adelante. Tiene un sabor tan agradable. Demasiado. ¡A caramelo! Me aparto unos cuantos centímetros para mirarla a los ojos, esos ojos color azul zafiro que resplandecen de deseo. Eso sí que es la perfección.
- Te deseo -le confieso con voz ronca. Presiona mi entrepierna y siento una mezcla de dolor y placer casi insoportable. Pero cuando empiezo abajarle las braguitas, ella me aparta la mano y se separa de mí.
- No... No estoy preparada para esto. Déjalo, Nick.
Me aparto de ella y me incorporo en el asiento, esperando a que se me baje el calentón. La miro mientras se anuda los tirantes y vuelve a ponerse la ropa. Mierda, he ido demasiado rápido. Me dije a mí mismo que no debía emocionarme, que debía controlarme cuando estaba con ella. Me paso una mano por el pelo y dejo escapar un suspiro.
- Lo siento.
- No, soy yo quien lo siente. No es culpa tuya. He sido yo quien te ha metido prisa, y tienes derecho a estar enfadado. Mira, acabo de salir de una relación y están pasando muchas cosas en casa -me explica, llevándose las manos a la cara-. Estoy tan confusa.
Coge el bolso y abre la puerta del coche. La sigo, con la camisa negra abierta y ondeando a merced del viento, como la capa de un vampiro. Como eso, o como la capa del ángel de la muerte.
- ____, espera.
- Por favor... abre la puerta del garaje. Necesito el coche.
- No te vayas.
Introduzco la contraseña en el teclado electrónico.
- Lo siento -se lamenta una vez más.
- Déjalo ya. Escucha, no importa lo que ha pasado. No estoy contigo solo por eso. Me he dejado llevar por el modo en que hemos conectado esta noche, por tu olor a vainilla que quisiera poder respirar toda la vida y...mierda, lo he echado todo a perder, ¿no es cierto?
____ sube a su coche.
- ¿Podemos ir más despacio, Nick? Esto va demasiado rápido para mí.
- Sí -digo, y asiento con la cabeza. Tengo las manos metidas en los bolsillos, en un intento por resistir el deseo de sacarla del coche.
Y de veras espero que se marche ya, porque si no lo hace, no podré controlarme.
Me he dejado llevar al recorrer su cuerpo con mis manos y lo he echado todo a perder.
La apuesta. Se supone que todo esto con ____ no es más que una apuesta. No he de enamorarme de una chica de la zona norte. Intentaré concentrarme en la apuesta y dejar a un lado lo que sospecho que son sentimientos muy reales.
Los sentimientos no pueden formar parte de este juego.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 41. ____
Aparco en un McDonald, donde puedo pasar desapercibida, me pongo unos vaqueros y un jersey rosa holgado antes de tomar el camino de vuelta a casa.
Estoy asustada porque con Nick todo es demasiado brusco. Cuando estoy con él, todo parece mucho más intenso. Mis sentimientos, mis emociones, mis deseos. Con Blaine nunca había sentido este tipo de adicción, ni tampoco había deseado estar con él las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Lo que siento por él es sobre todo un anhelo. Ay, Dios. Creo que me estoy enamorando de él. Sin embargo, soy muy consciente de que amarlo implica perder una parte de mí misma. Y esta noche, en el coche, cuando Nick me metió la mano bajo el vestido, tuve miedo de perder los papeles.
Toda mi vida ha estado regida por el autocontrol, así que esto no puede ser bueno. Tengo miedo.
Atravieso la puerta principal de mi casa, preparada para deslizarme a mi habitación y guardar el vestido en el armario. Por desgracia, mi madre está esperándome en el vestíbulo.
- ¿Dónde estabas? -pregunta ella con seriedad, mientras sujeta en las manos mi libro de química y mi carpeta-. Me dijiste que estabas haciendo el trabajo, estudiando con ese tal Hernández.
La he fastidiado. Ha llegado el momento de hablar o callar para siempre.
- Se llama Jonas, no Hernández. Y sí, estaba con él.
Silencio.
Los labios de mi madre adoptan una expresión tensa.
- Es obvio que no estabais estudiando. ¿Qué llevas en la bolsa? –me pregunta-. ¿Drogas? ¿Estás escondiendo drogas ahí?
- No consumo drogas, mamá -respondo con brusquedad.
Ella enarca una ceja y, señalando la mochila, me ordena:
- Ábrela.
Resoplo pero me arrodillo para abrir la cremallera. Me siento como si fuera una prisionera. Saco el vestido y se lo muestro.
- ¿Un vestido? -pregunta mi madre.
- He ido a una boda con Nick. Su prima se ha casado.
- Ese chico te ha obligado a mentirme. Está manipulándote, ____.
- No me ha obligado a nada, mamá -le digo, enfadada-. No soy tan estúpida. He tomado la decisión yo sólita.
Su ira está a punto de estallar. Lo sé por el modo en el que le brillan los ojos y le tiemblan las manos.
- Si vuelvo... si VUELVO a enterarme de que has salido otra vez con ese chico, haré todo lo posible para convencer a tu padre para que pases lo que queda de curso en un internado. ¿No crees que ya tenemos suficientes preocupaciones con Shelley? Prométeme que no volverás a verle fuera del instituto.
Se lo prometo. Me refugio en mi habitación y llamo a Sierra.
- ¿Qué pasa?
- Sierra, necesito a mi mejor amiga ahora mismo.
- ¿Y me has elegido a mí? Vaya, me siento halagada -responde con ironía.
- De acuerdo, te he mentido. Me gusta Nick. Me gusta muchísimo.
Silencio. Más silencio.
- Sierra, ¿estás ahí? ¿O simplemente me ignoras?
- No te ignoro, ___. Solo me pregunto por qué has decidido contármelo ahora.
- Porque necesito hablar de ello. Contigo. ¿Me odias?
- Eres mi mejor amiga -admite.
- Y tú la mía.
- Las mejores amigas siguen siéndolo aunque una de ellas se niegue a entrar en razón y se empeñe en salir con un pandillero, ¿no?
- Eso espero.
- ___, no vuelvas a mentirme.
- No lo haré. Y puedes compartir la información con Doug, siempre y cuando no diga nada.
- Gracias por confiar en mí, ___. Parece una chorrada, pero para mí es muy importante.
Cuelgo el teléfono. Tras habérselo contado, me alivia saber que las cosas han vuelto a la normalidad. Suena mi móvil. Es Isabel.
- Tengo que hablar contigo -suelta Isabel cuando respondo.
- ¿Qué pasa?
- ¿Has visto hoy a Paco?
Vaya... hablando de secretos.
- Sí.
- ¿Me ha mencionado?
- No. ¿Por qué? ¿Querías que lo hiciera?
- No. Sí. Bueno, no lo sé. Estoy muy confusa.
- Isabel, dile lo que sientes sin más. A mí me funcionó con Nick.
- Sí, pero tú eres ____ Ellis.
- ¿Quieres saber cómo es en realidad ____ Ellis? Te lo diré. Soy insegura, como todo el mundo. Me siento prisionera en un papel que me obligo a representar continuamente, una fachada que consiste en dar buena imagen y aparentar ser distinta a los demás. Y eso me hace ser aún más vulnerable, que me observen más y suscitar más cotilleos.
- Pues entonces supongo que no te alegrará conocer los rumores que circulan en mi grupo de amigos sobre Nick y tú. ¿Quieres saber lo que dicen?
- No.
- ¿Estás segura?
- Si. Sí me consideras tu amiga, no me lo cuentes.
Porque si estoy al tanto de los rumores, tendré la sensación de que he de enfrentarme a ellos. Y en este preciso momento, prefiero vivir en la felicidad de la ignorancia.
Aparco en un McDonald, donde puedo pasar desapercibida, me pongo unos vaqueros y un jersey rosa holgado antes de tomar el camino de vuelta a casa.
Estoy asustada porque con Nick todo es demasiado brusco. Cuando estoy con él, todo parece mucho más intenso. Mis sentimientos, mis emociones, mis deseos. Con Blaine nunca había sentido este tipo de adicción, ni tampoco había deseado estar con él las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana. Lo que siento por él es sobre todo un anhelo. Ay, Dios. Creo que me estoy enamorando de él. Sin embargo, soy muy consciente de que amarlo implica perder una parte de mí misma. Y esta noche, en el coche, cuando Nick me metió la mano bajo el vestido, tuve miedo de perder los papeles.
Toda mi vida ha estado regida por el autocontrol, así que esto no puede ser bueno. Tengo miedo.
Atravieso la puerta principal de mi casa, preparada para deslizarme a mi habitación y guardar el vestido en el armario. Por desgracia, mi madre está esperándome en el vestíbulo.
- ¿Dónde estabas? -pregunta ella con seriedad, mientras sujeta en las manos mi libro de química y mi carpeta-. Me dijiste que estabas haciendo el trabajo, estudiando con ese tal Hernández.
La he fastidiado. Ha llegado el momento de hablar o callar para siempre.
- Se llama Jonas, no Hernández. Y sí, estaba con él.
Silencio.
Los labios de mi madre adoptan una expresión tensa.
- Es obvio que no estabais estudiando. ¿Qué llevas en la bolsa? –me pregunta-. ¿Drogas? ¿Estás escondiendo drogas ahí?
- No consumo drogas, mamá -respondo con brusquedad.
Ella enarca una ceja y, señalando la mochila, me ordena:
- Ábrela.
Resoplo pero me arrodillo para abrir la cremallera. Me siento como si fuera una prisionera. Saco el vestido y se lo muestro.
- ¿Un vestido? -pregunta mi madre.
- He ido a una boda con Nick. Su prima se ha casado.
- Ese chico te ha obligado a mentirme. Está manipulándote, ____.
- No me ha obligado a nada, mamá -le digo, enfadada-. No soy tan estúpida. He tomado la decisión yo sólita.
Su ira está a punto de estallar. Lo sé por el modo en el que le brillan los ojos y le tiemblan las manos.
- Si vuelvo... si VUELVO a enterarme de que has salido otra vez con ese chico, haré todo lo posible para convencer a tu padre para que pases lo que queda de curso en un internado. ¿No crees que ya tenemos suficientes preocupaciones con Shelley? Prométeme que no volverás a verle fuera del instituto.
Se lo prometo. Me refugio en mi habitación y llamo a Sierra.
- ¿Qué pasa?
- Sierra, necesito a mi mejor amiga ahora mismo.
- ¿Y me has elegido a mí? Vaya, me siento halagada -responde con ironía.
- De acuerdo, te he mentido. Me gusta Nick. Me gusta muchísimo.
Silencio. Más silencio.
- Sierra, ¿estás ahí? ¿O simplemente me ignoras?
- No te ignoro, ___. Solo me pregunto por qué has decidido contármelo ahora.
- Porque necesito hablar de ello. Contigo. ¿Me odias?
- Eres mi mejor amiga -admite.
- Y tú la mía.
- Las mejores amigas siguen siéndolo aunque una de ellas se niegue a entrar en razón y se empeñe en salir con un pandillero, ¿no?
- Eso espero.
- ___, no vuelvas a mentirme.
- No lo haré. Y puedes compartir la información con Doug, siempre y cuando no diga nada.
- Gracias por confiar en mí, ___. Parece una chorrada, pero para mí es muy importante.
Cuelgo el teléfono. Tras habérselo contado, me alivia saber que las cosas han vuelto a la normalidad. Suena mi móvil. Es Isabel.
- Tengo que hablar contigo -suelta Isabel cuando respondo.
- ¿Qué pasa?
- ¿Has visto hoy a Paco?
Vaya... hablando de secretos.
- Sí.
- ¿Me ha mencionado?
- No. ¿Por qué? ¿Querías que lo hiciera?
- No. Sí. Bueno, no lo sé. Estoy muy confusa.
- Isabel, dile lo que sientes sin más. A mí me funcionó con Nick.
- Sí, pero tú eres ____ Ellis.
- ¿Quieres saber cómo es en realidad ____ Ellis? Te lo diré. Soy insegura, como todo el mundo. Me siento prisionera en un papel que me obligo a representar continuamente, una fachada que consiste en dar buena imagen y aparentar ser distinta a los demás. Y eso me hace ser aún más vulnerable, que me observen más y suscitar más cotilleos.
- Pues entonces supongo que no te alegrará conocer los rumores que circulan en mi grupo de amigos sobre Nick y tú. ¿Quieres saber lo que dicen?
- No.
- ¿Estás segura?
- Si. Sí me consideras tu amiga, no me lo cuentes.
Porque si estoy al tanto de los rumores, tendré la sensación de que he de enfrentarme a ellos. Y en este preciso momento, prefiero vivir en la felicidad de la ignorancia.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 42. Nick
Tras la apresurada huida de ____, no me apetece mucho hablar, y espero poder evitar a mi madre cuando llegue a casa. Sin embargo, me basta una sola mirada al sofá del salón para saber que mi deseo no va a cumplirse. La televisión está apagada, el salón está tenuemente iluminado, y probablemente mi madre habrá mandado a mis hermanos a nuestra habitación.
- Nicholas –empieza-. Yo no quería esta vida para nosotros.
- Lo sé.
- Espero que ____ no te esté llenando la cabeza de pájaros.
Me encojo de hombros.
- ¿Con qué? ¿Con que detesta que esté en una banda? Puede que no hayas elegido esta vida, pero está claro que no dijiste nada cuando entré en ella.
- No me hables así, Nicholas.
- ¿Por qué no? ¿La verdad es demasiado dolorosa? Soy un pandillero porque debo protegerte, a ti y a mis hermanos, mamá. Ya lo sabes, aunque nunca hablemos de ello -digo, alzando la voz a medida que me invade la frustración-. Es una elección que tomé hace mucho tiempo. Puedes fingir que no me animaste a hacerlo, pero -continúo, quitándome la camiseta y enseñándole los tatuajes-, mírame bien. Pertenezco a una banda, como papá. ¿También quieres que trafique con drogas?
- Si conociera otra manera... -responde ella, con lágrimas en los ojos.
- Estabas demasiado asustada para escapar de este agujero, y ahora estamos atrapados aquí. No me eches la culpa, ni a mí ni a ____.
- Eso no es justo -contesta ella, alzando la voz. -Lo que no es justo es que vivas como una viuda en luto perpetuo desde que murió papá. ¿Por qué no nos mudamos a México? Dile a tío Julio que desperdició los ahorros de su vida enviándonos a América. ¿O tienes miedo de regresar a México y confesarle a tu familia que has fracasado? - No vamos a hablar de eso.
- Despierta ya -le digo abriéndome de brazos-. ¿Qué te ata a este lugar? ¿Tus hijos? Eso es solo un pretexto. ¿Así te imaginabas el sueño americano? -le pregunto, y señalando el santuario de mi padre, añado-: Era un pandillero, no un santo.
- No tuvo otra elección –grita-. Nos protegió. - Y ahora soy yo quien os protege. ¿Harás otro santuario cuando me liquiden? ¿Y a Carlos? Porque él es el siguiente, lo sabes, ¿verdad? Y después Luís.
Mi madre me da un fuerte bofetón, tras lo cual, da un paso atrás. Maldita sea, odio hacerla enfadar. Tiendo la mano hacia ella, le rodeo el brazo con los dedos para abrazarla y disculparme, pero me hace una mueca.- ¿Mamá?-No sé por qué reacciona así. Aunque no he sido brusco con ella, se comporta como si lo hubiera sido. Se retuerce hasta librarse de mi agarrón y se aparta, pero no puedo dejarla ir. Doy un paso adelante y le levanto la manga del vestido.
Horrorizado, encuentro un feo moratón en la parte superior del brazo, de un tono entre el púrpura, el negro y el azul. Mi mente retrocede hasta el momento en que vi a mi madre y a Héctor manteniendo una conversación a solas en la boda.
- ¿Te lo ha hecho Héctor? -le pregunto en voz baja-. Tienes que dejar de hacer preguntas sobre papá -responde ella, apresurándose a bajarse la manga para ocultar el moratón.
Cuando asimilo que han hecho daño a mi madre para enviarme una advertencia, siento cómo la ira se acumula en mi estómago y se extiende por todo mi cuerpo-, ¿Por qué? ¿A quién quiere proteger Héctor?
¿Estará protegiendo a algún Latino Blood o a otro pandillero de una banda afiliada? Ojalá pudiera explicármelo él mismo. Es más, me gustaría vengarme y darle una paliza por haberle hecho daño a mi madre, pero Héctor es intocable. Todos sabemos que desafiar a Héctor significa desafiar a toda la pandilla.
Mi madre me fulmina con la mirada.- No me preguntes más. Hay muchas cosas que no sabes, Nicholas. Cosas que no deberías saber nunca. Déjalo estar. - ¿Crees que es bueno vivir en la ignorancia? Papá estaba en una banda y traficaba con drogas. A mí no me da miedo la verdad, maldita sea.
¿Por qué todos los que me rodean se empeñan en ocultarme la verdad? Mantengo las manos a los lados, con firmeza, y las siento pegajosas. Un sonido en el pasillo atrae mi atención. Me doy la vuelta y veo a mis dos hermanos con los ojos muy pleitos, confusos, joder.
Cuando mi madre repara en su presencia, se queda boquiabierta. Haría cualquier cosa por evitarle todo sufrimiento.
Me acerco a ella y le pongo una mano en el hombro, con suavidad.
- Perdóname, mamá.
Ella me aparta de un manotazo, contiene un sollozo y sale corriendo hacia su habitación, cerrando la puerta tras ella.
- ¿Es verdad? -pregunta Carlos, en un tono de voz rebosante de tensión.
- Sí -contesto, asintiendo.
Luís niega con la cabeza y frunce el ceño, confuso.
- ¿De qué estabais hablando? No lo entiendo. Pensaba que papá era un buen hombre. Mamá siempre dice que era un buen hombre.
Me acerco a mi hermano pequeño y apoyo su cabeza en mi pecho.
- ¡Sois todos unos mentirosos! -estalla Carlos-. Tú, él, todos sois unos mentirosos. ¡Embusteros!
- Carlos -Suelto a Luis y cojo a mi otro hermano por el brazo.
Me mira la mano con repugnancia; está fuera de sí.
- Todo este tiempo he pensado que entraste en los Latino Blood para protegernos. Pero solo seguías los pasos de papá. Menudo héroe. Te gusta formar parte de los Latino Blood, pero a mí me lo prohíbes. ¿No es un poco hipócrita, hermano?
- Puede.
- Eres una desgracia para esta familia. Lo sabes, ¿verdad?
En cuanto aflojo la mano, Carlos abre de un puñetazo la puerta trasera de la casa y se marcha hecho una furia.
La débil voz de Luis rompe el silencio.
- A veces los hombres buenos tienen que hacer cosas que no son tan buenas, ¿verdad?
Le revuelvo el pelo con la mano. Luis es mucho más inocente de lo que yo era a su edad.
- ¿Sabes? Creo que vas a ser el Jonas más inteligente de la familia, hermanito. Ahora, a la cama. Tengo que hablar con Carlos.
Encuentro a mi hermano sentado en las escaleras traseras, de cara al patio de nuestro vecino.
- ¿Es así como murió? -me pregunta cuando me siento a su lado-.
¿Traficando con drogas?
- Sí.
- ¿Te llevaba con él?
Asiento con la cabeza.
- Qué cabrón, solo tenías seis años. -Carlos exhala un suspiro lleno de cinismo-. ¿Sabes? Hoy he visto a Héctor en las canchas de baloncesto de la calle Main.
- No te acerques a él. Yo no tuve elección cuando murió papá, y ahora estoy atrapado. Si crees que estoy en los Latino Blood porque me gusta, estás muy equivocado. No quiero que tú te metas.
- Lo sé.
Le lanzo una mirada ceñuda como la que mi madre solía dedicarme cuando metía pelotas de tenis dentro de sus medias y las arrojaba para ver cómo volaban.
- Escúchame, Carlos, escúchame con atención. Concéntrate en el colegio para poder ir después a la universidad. Para poder ser algo en la vida. No como yo. Se produce un largo silencio.
- Destiny tampoco quiere que acabe en la pandilla. Quiere ir a la universidad y licenciarse en enfermería. -Se ríe-. Me ha dicho que sería genial que fuésemos a la misma universidad. -No digo nada. Lo que necesita es que deje de darle consejos y le permita resolver el resto por sí mismo-. Me gusta ____, ¿sabes? -confiesa.
- A mí también me gusta.
Pensaba lo mismo antes, cuando estábamos aún en el coche. Me he dejado llevar. Espero no haberlo echado todo a perder.
- Vi a ____ hablando con mamá en la boda. Se defendió muy bien.
- Si te soy sincero, le entró un bajón y se refugió en el cuarto de baño.
- Para ser un tipo tan inteligente, estás loco si crees que puedes controlarlo todo.
- Soy fuerte -le digo a Carlos-. Y siempre estoy preparado para afrontar el peligro.
Carlos me da una palmada en la espalda.
- De algún modo, hermano, creo que para salir con una chica del norte se necesitan más agallas que para entrar en una banda.
Mi hermano me está ofreciendo la oportunidad perfecta para contarle la verdad.
- Carlos, los Latino Blood hablan de fraternidad, de honor, de lealtad. Y suena muy bien. Pero no son tu familia, lo sabes, ¿verdad? La hermandad durará siempre y cuando estés dispuesto a hacer lo que ellos quieren que hagas.
Mi madre abre la puerta y nos mira. Parece muy triste. Ojalá pudiera cambiar su vida y evitarle todo el sufrimiento, pero no puedo.
- Carlos, déjame a solas con Nicholas.
Cuando Carlos entra en casa y ya no puede oímos, mi madre se sienta a mi lado. Tiene un cigarro en la mano, el primero que le veo fumar desde hace mucho tiempo.
Espero a que sea ella quien tome la iniciativa. Ya he hablado suficiente por esta noche.
- He cometido muchos errores en mi vida, Nicholas -dice, y el humo del cigarrillo se eleva hacia la luna-. Y no puedo enmendar algunos por mucho que rece. -Tiende la mano y me coloca el pelo detrás de las orejas-. Eres un adolescente que tiene las responsabilidades de un hombre. Sé que no es justo para ti. - No pasa nada.
- No, sí que pasa. Yo también crecí demasiado rápido. Ni siquiera acabé el instituto porque estaba embarazada de ti. -Me mira como si viera reflejada en mí a la adolescente que fue no hace tanto-. Deseaba muchísimo tener un bebé. Tu padre quería que esperásemos hasta acabar el instituto, pero yo lo quería antes. Ser madre era lo que más deseaba en el mundo.
- ¿Te arrepientes? -pregunto.
- ¿De ser madre? Por supuesto que no. De seducir a tu padre y de no asegurarme de que llevara condón, sí.
- No me apetece escuchar eso.
- Bueno, pues te lo diré de todos modos, quieras o no. Ten cuidado, Nick.
- Lo tengo.
Le da otra calada al cigarrillo mientras niega con la cabeza.
- No, no lo entiendes. Puede que tú tengas cuidado, pero las chicas no lo tienen. Son manipuladoras. Lo sé porque soy una de ellas.
- ____ es...
- El tipo de chica que puede lograr que hagas cosas que no quieres hacer.
- Créeme, mamá. Ella no quiere tener un bebé.
- No, pero querrá otras cosas. Cosas que nunca podrás darle.
Levanto la mirada hacia las estrellas, la luna, el insondable universo. - ¿Y qué pasa si yo quiero dárselas? -Deja escapar un profundo suspiro junto al humo del tabaco.
- Tengo treinta y cinco años, y soy lo suficientemente vieja como para haber visto morir a mucha gente que creía poder cambiar el mundo. No importa lo que pienses, tu padre murió intentando corregir su vida. Tienes una visión equivocada de lo que ocurrió, Nicholas. Eras tan solo un niño, demasiado pequeño como para comprenderlo.
- Ahora soy lo suficientemente mayor.
Una lágrima desciende por su mejilla. La seca con el dorso de la mano.
-Sí, ya, pero ahora es demasiado tarde.
Tras la apresurada huida de ____, no me apetece mucho hablar, y espero poder evitar a mi madre cuando llegue a casa. Sin embargo, me basta una sola mirada al sofá del salón para saber que mi deseo no va a cumplirse. La televisión está apagada, el salón está tenuemente iluminado, y probablemente mi madre habrá mandado a mis hermanos a nuestra habitación.
- Nicholas –empieza-. Yo no quería esta vida para nosotros.
- Lo sé.
- Espero que ____ no te esté llenando la cabeza de pájaros.
Me encojo de hombros.
- ¿Con qué? ¿Con que detesta que esté en una banda? Puede que no hayas elegido esta vida, pero está claro que no dijiste nada cuando entré en ella.
- No me hables así, Nicholas.
- ¿Por qué no? ¿La verdad es demasiado dolorosa? Soy un pandillero porque debo protegerte, a ti y a mis hermanos, mamá. Ya lo sabes, aunque nunca hablemos de ello -digo, alzando la voz a medida que me invade la frustración-. Es una elección que tomé hace mucho tiempo. Puedes fingir que no me animaste a hacerlo, pero -continúo, quitándome la camiseta y enseñándole los tatuajes-, mírame bien. Pertenezco a una banda, como papá. ¿También quieres que trafique con drogas?
- Si conociera otra manera... -responde ella, con lágrimas en los ojos.
- Estabas demasiado asustada para escapar de este agujero, y ahora estamos atrapados aquí. No me eches la culpa, ni a mí ni a ____.
- Eso no es justo -contesta ella, alzando la voz. -Lo que no es justo es que vivas como una viuda en luto perpetuo desde que murió papá. ¿Por qué no nos mudamos a México? Dile a tío Julio que desperdició los ahorros de su vida enviándonos a América. ¿O tienes miedo de regresar a México y confesarle a tu familia que has fracasado? - No vamos a hablar de eso.
- Despierta ya -le digo abriéndome de brazos-. ¿Qué te ata a este lugar? ¿Tus hijos? Eso es solo un pretexto. ¿Así te imaginabas el sueño americano? -le pregunto, y señalando el santuario de mi padre, añado-: Era un pandillero, no un santo.
- No tuvo otra elección –grita-. Nos protegió. - Y ahora soy yo quien os protege. ¿Harás otro santuario cuando me liquiden? ¿Y a Carlos? Porque él es el siguiente, lo sabes, ¿verdad? Y después Luís.
Mi madre me da un fuerte bofetón, tras lo cual, da un paso atrás. Maldita sea, odio hacerla enfadar. Tiendo la mano hacia ella, le rodeo el brazo con los dedos para abrazarla y disculparme, pero me hace una mueca.- ¿Mamá?-No sé por qué reacciona así. Aunque no he sido brusco con ella, se comporta como si lo hubiera sido. Se retuerce hasta librarse de mi agarrón y se aparta, pero no puedo dejarla ir. Doy un paso adelante y le levanto la manga del vestido.
Horrorizado, encuentro un feo moratón en la parte superior del brazo, de un tono entre el púrpura, el negro y el azul. Mi mente retrocede hasta el momento en que vi a mi madre y a Héctor manteniendo una conversación a solas en la boda.
- ¿Te lo ha hecho Héctor? -le pregunto en voz baja-. Tienes que dejar de hacer preguntas sobre papá -responde ella, apresurándose a bajarse la manga para ocultar el moratón.
Cuando asimilo que han hecho daño a mi madre para enviarme una advertencia, siento cómo la ira se acumula en mi estómago y se extiende por todo mi cuerpo-, ¿Por qué? ¿A quién quiere proteger Héctor?
¿Estará protegiendo a algún Latino Blood o a otro pandillero de una banda afiliada? Ojalá pudiera explicármelo él mismo. Es más, me gustaría vengarme y darle una paliza por haberle hecho daño a mi madre, pero Héctor es intocable. Todos sabemos que desafiar a Héctor significa desafiar a toda la pandilla.
Mi madre me fulmina con la mirada.- No me preguntes más. Hay muchas cosas que no sabes, Nicholas. Cosas que no deberías saber nunca. Déjalo estar. - ¿Crees que es bueno vivir en la ignorancia? Papá estaba en una banda y traficaba con drogas. A mí no me da miedo la verdad, maldita sea.
¿Por qué todos los que me rodean se empeñan en ocultarme la verdad? Mantengo las manos a los lados, con firmeza, y las siento pegajosas. Un sonido en el pasillo atrae mi atención. Me doy la vuelta y veo a mis dos hermanos con los ojos muy pleitos, confusos, joder.
Cuando mi madre repara en su presencia, se queda boquiabierta. Haría cualquier cosa por evitarle todo sufrimiento.
Me acerco a ella y le pongo una mano en el hombro, con suavidad.
- Perdóname, mamá.
Ella me aparta de un manotazo, contiene un sollozo y sale corriendo hacia su habitación, cerrando la puerta tras ella.
- ¿Es verdad? -pregunta Carlos, en un tono de voz rebosante de tensión.
- Sí -contesto, asintiendo.
Luís niega con la cabeza y frunce el ceño, confuso.
- ¿De qué estabais hablando? No lo entiendo. Pensaba que papá era un buen hombre. Mamá siempre dice que era un buen hombre.
Me acerco a mi hermano pequeño y apoyo su cabeza en mi pecho.
- ¡Sois todos unos mentirosos! -estalla Carlos-. Tú, él, todos sois unos mentirosos. ¡Embusteros!
- Carlos -Suelto a Luis y cojo a mi otro hermano por el brazo.
Me mira la mano con repugnancia; está fuera de sí.
- Todo este tiempo he pensado que entraste en los Latino Blood para protegernos. Pero solo seguías los pasos de papá. Menudo héroe. Te gusta formar parte de los Latino Blood, pero a mí me lo prohíbes. ¿No es un poco hipócrita, hermano?
- Puede.
- Eres una desgracia para esta familia. Lo sabes, ¿verdad?
En cuanto aflojo la mano, Carlos abre de un puñetazo la puerta trasera de la casa y se marcha hecho una furia.
La débil voz de Luis rompe el silencio.
- A veces los hombres buenos tienen que hacer cosas que no son tan buenas, ¿verdad?
Le revuelvo el pelo con la mano. Luis es mucho más inocente de lo que yo era a su edad.
- ¿Sabes? Creo que vas a ser el Jonas más inteligente de la familia, hermanito. Ahora, a la cama. Tengo que hablar con Carlos.
Encuentro a mi hermano sentado en las escaleras traseras, de cara al patio de nuestro vecino.
- ¿Es así como murió? -me pregunta cuando me siento a su lado-.
¿Traficando con drogas?
- Sí.
- ¿Te llevaba con él?
Asiento con la cabeza.
- Qué cabrón, solo tenías seis años. -Carlos exhala un suspiro lleno de cinismo-. ¿Sabes? Hoy he visto a Héctor en las canchas de baloncesto de la calle Main.
- No te acerques a él. Yo no tuve elección cuando murió papá, y ahora estoy atrapado. Si crees que estoy en los Latino Blood porque me gusta, estás muy equivocado. No quiero que tú te metas.
- Lo sé.
Le lanzo una mirada ceñuda como la que mi madre solía dedicarme cuando metía pelotas de tenis dentro de sus medias y las arrojaba para ver cómo volaban.
- Escúchame, Carlos, escúchame con atención. Concéntrate en el colegio para poder ir después a la universidad. Para poder ser algo en la vida. No como yo. Se produce un largo silencio.
- Destiny tampoco quiere que acabe en la pandilla. Quiere ir a la universidad y licenciarse en enfermería. -Se ríe-. Me ha dicho que sería genial que fuésemos a la misma universidad. -No digo nada. Lo que necesita es que deje de darle consejos y le permita resolver el resto por sí mismo-. Me gusta ____, ¿sabes? -confiesa.
- A mí también me gusta.
Pensaba lo mismo antes, cuando estábamos aún en el coche. Me he dejado llevar. Espero no haberlo echado todo a perder.
- Vi a ____ hablando con mamá en la boda. Se defendió muy bien.
- Si te soy sincero, le entró un bajón y se refugió en el cuarto de baño.
- Para ser un tipo tan inteligente, estás loco si crees que puedes controlarlo todo.
- Soy fuerte -le digo a Carlos-. Y siempre estoy preparado para afrontar el peligro.
Carlos me da una palmada en la espalda.
- De algún modo, hermano, creo que para salir con una chica del norte se necesitan más agallas que para entrar en una banda.
Mi hermano me está ofreciendo la oportunidad perfecta para contarle la verdad.
- Carlos, los Latino Blood hablan de fraternidad, de honor, de lealtad. Y suena muy bien. Pero no son tu familia, lo sabes, ¿verdad? La hermandad durará siempre y cuando estés dispuesto a hacer lo que ellos quieren que hagas.
Mi madre abre la puerta y nos mira. Parece muy triste. Ojalá pudiera cambiar su vida y evitarle todo el sufrimiento, pero no puedo.
- Carlos, déjame a solas con Nicholas.
Cuando Carlos entra en casa y ya no puede oímos, mi madre se sienta a mi lado. Tiene un cigarro en la mano, el primero que le veo fumar desde hace mucho tiempo.
Espero a que sea ella quien tome la iniciativa. Ya he hablado suficiente por esta noche.
- He cometido muchos errores en mi vida, Nicholas -dice, y el humo del cigarrillo se eleva hacia la luna-. Y no puedo enmendar algunos por mucho que rece. -Tiende la mano y me coloca el pelo detrás de las orejas-. Eres un adolescente que tiene las responsabilidades de un hombre. Sé que no es justo para ti. - No pasa nada.
- No, sí que pasa. Yo también crecí demasiado rápido. Ni siquiera acabé el instituto porque estaba embarazada de ti. -Me mira como si viera reflejada en mí a la adolescente que fue no hace tanto-. Deseaba muchísimo tener un bebé. Tu padre quería que esperásemos hasta acabar el instituto, pero yo lo quería antes. Ser madre era lo que más deseaba en el mundo.
- ¿Te arrepientes? -pregunto.
- ¿De ser madre? Por supuesto que no. De seducir a tu padre y de no asegurarme de que llevara condón, sí.
- No me apetece escuchar eso.
- Bueno, pues te lo diré de todos modos, quieras o no. Ten cuidado, Nick.
- Lo tengo.
Le da otra calada al cigarrillo mientras niega con la cabeza.
- No, no lo entiendes. Puede que tú tengas cuidado, pero las chicas no lo tienen. Son manipuladoras. Lo sé porque soy una de ellas.
- ____ es...
- El tipo de chica que puede lograr que hagas cosas que no quieres hacer.
- Créeme, mamá. Ella no quiere tener un bebé.
- No, pero querrá otras cosas. Cosas que nunca podrás darle.
Levanto la mirada hacia las estrellas, la luna, el insondable universo. - ¿Y qué pasa si yo quiero dárselas? -Deja escapar un profundo suspiro junto al humo del tabaco.
- Tengo treinta y cinco años, y soy lo suficientemente vieja como para haber visto morir a mucha gente que creía poder cambiar el mundo. No importa lo que pienses, tu padre murió intentando corregir su vida. Tienes una visión equivocada de lo que ocurrió, Nicholas. Eras tan solo un niño, demasiado pequeño como para comprenderlo.
- Ahora soy lo suficientemente mayor.
Una lágrima desciende por su mejilla. La seca con el dorso de la mano.
-Sí, ya, pero ahora es demasiado tarde.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Capítulo 43.____
- ___, por favor, explícame otra vez por qué hemos de recoger a Nick para que nos acompañe al Lago Ginebra -me pide Sierra.
- Mi madre me ha ordenado que no le vea fuera del instituto, así que el
Lago Ginebra es el lugar perfecto para salir con él. Allí nadie nos verá.
- Excepto nosotros.
- Pero vosotros no vais a chivaros, ¿verdad?
Pillo a Doug haciendo una mueca. Al principio me pareció buena idea.
Salir en pareja a pasar el día al Lago Ginebra podía ser algo divertido.
Bueno, al menos cuando Sierra y Doug se recuperen de la conmoción inicial que les provocará la visión de Nick y yo juntos.
- Por favor, no me deis más el coñazo con esto.
- Ese tío es un perdedor, ___ -declara Doug mientras llega al aparcamiento del instituto, donde Nick debe de estar esperándonos-. Es tu mejor amiga, Sierra. Hazla entrar en razón.
- Lo he intentado, pero ya la conoces. Es muy cabezona.
Dejo escapar un suspiro.
- ¿Podéis dejar de hablar de mí como si no estuviera presente? Me gusta Nick. Y yo le gusto a él. Quiero darle una oportunidad.
- ¿Y cómo pretendes hacerlo? ¿Vais a mantener en secreto vuestra relación? ¿Toda la vida? -pregunta Sierra.
Afortunadamente, ya hemos llegado, así que no tengo que responder. Nick está sentado en el bordillo, junto a su moto, con las piernas extendidas. Estoy nerviosa, y al abrir la puerta de atrás, me muerdo el labio inferior.
Cuando ve a Doug conduciendo y a Sierra a su lado, se le tensa la mandíbula.
- Entra, Nick.
Me echo a un lado para dejarle sitio.
- No creo que sea muy buena idea -dice, asomando la cabeza.
- No seas tonto. Doug ha prometido que se portará bien. ¿No es cierto,
Doug?
Aguanto la respiración hasta oír la respuesta.
Doug asiente con la cabeza en un gesto que demuestra poco interés.
- Claro -asegura impasible.
Estoy segura de que si Nick fuera otro tío, se largaría de aquí. Pero toma asiento a mi lado.
- ¿A dónde vamos? -pregunta.
- Al lago Ginebra -respondo-. ¿Has estado allí antes?
- No.
- Está a una hora de camino. Los padres de Doug tienen una cabaña.
El trayecto me recuerda más al ambiente propio de una biblioteca que a otra cosa. Nadie pronuncia ni una palabra. Cuando Doug se detiene a reposar, Nick sale del coche, se aleja y se enciende un cigarrillo.
Me hundo en el asiento. Hasta ahora, el día no se parece en nada a cómo lo había imaginado. Sierra y Doug suelen ser muy divertidos cuando están juntos, pero ahora mismo parece que se dirigen a un funeral.
- ¿Os importaría intentar al menos mantener una conversación? -ruego a mi mejor amiga-. Puedes tirarte horas enteras hablando del tipo de perro al que besarías, pero no puedes ni articular dos palabras seguidas delante del chico que me gusta.
Sierra se vuelve sobre su asiento.
- Lo siento. Es que... ____, te mereces algo mejor. MUCHO mejor.
- ¿Te refieres a Blaine?
- A cualquiera -resopla y se vuelve de nuevo.
Nick entra en el coche y le lanzo una tímida sonrisa. Pero él no me corresponde. Le cojo la mano y no me devuelve el apretón, aunque por lo menos tampoco la aparta. ¿Será una buena señal?
Cuando salimos de la gasolinera, Nick interviene:
- Tienes un neumático suelto. ¿Oyes ese ruido en la parte posterior izquierda?
Doug se encoge de hombros.
- Lleva así un mes. No es gran cosa.
- Para en el arcén y te lo arreglo -sugiere Nick-. Si se suelta en mitad de la autopista, estaremos bien jodidos.
Estoy segura de que Doug no quiere confiar en el análisis de Nick, pero después de un kilómetro y medio, acaba deteniéndose a un lado de la carretera, aunque a regañadientes.
- Doug. -Sierra señala el prostíbulo que tenemos enfrente-. ¿Qué tipo de personas crees que entran ahí?
- Ahora mismo, cariño, me importa un pepino. -Se vuelve hacia Nick y añade-: Vale, crack. Arréglame el coche.
Nick y Doug salen del coche.
- Siento haberme quejado tanto -dice Sierra.
- Yo también lo siento.
- ¿Crees que Doug y Nick van a ponerse a discutir?
- Puede. Será mejor que salgamos y les distraigamos un poco.
Cuando salgo, Nick está sacando las herramientas del maletero.
Después de levantar el coche con el gato, Nick sujeta la llanta entre las manos. Doug tiene los brazos en jarras y la mandíbula apretada en un gesto desafiante.
- Thompson, ¿qué coño te pasa?
- No me caes bien, Jonas.
- ¿Crees que tú me haces mucha gracia? -espeta Nick, mientras se arrodilla junto a la llanta y empieza a apretar los tornillos.
Me vuelvo hacia Sierra. ¿Deberíamos intervenir? Mi mejor amiga se encoge de hombros y yo hago lo mismo. No es que hayan llegado a las manos... bueno, de momento.
Un coche se detiene a nuestro lado con un chirrido de ruedas. Hay cuatro mexicanos dentro, dos delante y dos detrás. Nick les ignora mientras baja el coche con el gato y lleva las cosas al maletero.
- ¡Eh, nenas! ¿Qué os parece si dejáis plantados a esos perdedores y os venís con nosotros? Os enseñaremos qué es divertirse de verdad -grita uno de ellos a través de la ventanilla.
- ¡Vete a la mierda! -exclama Doug. Uno de los chicos sale del coche y avanza hacia Doug. Sierra grita algo pero en ese instante no oigo sus palabras. Estoy demasiado absorta mirando a Nick, que se ha quitado la camiseta y se ha interpuesto entre el tipo y Doug.
- Apártate de mi camino -ordena el tipo-. No caigas tan bajo por defender a este capullo blancucho.
Nick se planta frente al chico con la llanta de hierro firmemente sujeta en la mano.
- Si jodes al blanquito, estarás jodiéndome a mí. Así de simple. ¿Lo pillas, colega?
Otro chico sale del coche. Estamos metidos en un buen lío.
- Chicas, coged las llaves y meteos en el coche –ordena Nick con un tono de voz confiado.
- Pero...
Su mirada transmite una serenidad casi letal. Oh, Dios. Va totalmente en serio.
Doug le lanza a Sierra las llaves del coche. ¿Y ahora qué? ¿Se supone que tenemos que quedarnos sentaditas en el coche y ver cómo se pelean?
- No, no voy a ningún sitio -digo.
- Y yo tampoco -añade Sierra.
Uno de los chicos del otro coche asoma la cabeza por la ventanilla.
- Nick, ¿eres tú?
Nick se relaja.
- ¿Tiny? ¿Qué coño haces con estos capullos?
El chico que responde al nombre de Tiny les dice algo a sus compinches, quienes no tardan en volver al coche. Casi parecen aliviados por no tener que enfrentarse a Nick y a Doug.
- Dime tú primero qué haces con un puñado de niños pijos -dice Tiny.
- Lárgate de aquí -ríe Nick.
Una vez que todos estamos de nuevo en el coche, Doug dice: - Gracias por cubrirme las espaldas.
- No pasa nada -murmura Nick.
Nadie vuelve a romper el silencio hasta que llegamos a orillas del Lago
Ginebra. Doug aparca delante de un bar para comer algo. Dentro, Sierra y yo pedimos unas ensaladas, mientras Doug y Nick optan por las hamburguesas.
Nos sentamos en un banco mientras esperamos la comida, sin pronunciar palabra. Le doy una patada a Sierra por debajo de la mesa.
- Bueno, Nick -empieza-. ¿Has visto alguna peli buena últimamente?
- No.
- ¿Has solicitado el ingreso en alguna universidad?
Nick niega con la cabeza.
Sorprendentemente, Doug interviene: - ¿Quién te ha enseñado tanto de coches?
- Mi primo -contesta Nick... Los fines de semana me paso por su casa y me quedo observando cómo resucita los coches.
- Mi padre tiene un Karmann Ghia del 72 en el garaje muerto de risa. Cree que volverá a funcionar por arte de magia.
- ¿Qué le pasa? -pregunta Nick.
Doug se lo explica y Nick escucha con atención. Me siento y me relajo al escucharles discutir sobre las ventajas e inconvenientes de comprar piezas de recambio por eBay. La tensión parece desvanecerse a medida que avanza la conversación.
Tras acabar de comer, paseamos por la calle Main. Nick me coge de la mano y no puedo pensar en nada más que no sea estar allí con él.
- Mirad, hay una nueva galería -dice Sierra, señalando el otro lado de la calle-. Y además es la inauguración. ¡Entremos!
- Genial -exclamo.
- Yo me quedaré fuera -añade Nick cuando cruzo al otro lado con Sierra y Doug-. No me van mucho las galerías.
Sé que no es verdad. ¿Cuándo entenderá que no tiene por qué cumplir con la etiqueta que todos le han colocado? Si entrara, se daría cuenta de que se siente tan a gusto en la galería como en el taller de su primo.
- Vamos -insisto, tirando de él. Sonrío cuando entramos en la galería.
Todo un bufé espera en una mesa mientras unas cuarenta personas se arremolinan observando las obras.
Doy una vuelta con Nick, que camina con rigidez a mi lado.
- Relájate -le digo.
- Para ti es fácil decirlo -murmura.
- ___, por favor, explícame otra vez por qué hemos de recoger a Nick para que nos acompañe al Lago Ginebra -me pide Sierra.
- Mi madre me ha ordenado que no le vea fuera del instituto, así que el
Lago Ginebra es el lugar perfecto para salir con él. Allí nadie nos verá.
- Excepto nosotros.
- Pero vosotros no vais a chivaros, ¿verdad?
Pillo a Doug haciendo una mueca. Al principio me pareció buena idea.
Salir en pareja a pasar el día al Lago Ginebra podía ser algo divertido.
Bueno, al menos cuando Sierra y Doug se recuperen de la conmoción inicial que les provocará la visión de Nick y yo juntos.
- Por favor, no me deis más el coñazo con esto.
- Ese tío es un perdedor, ___ -declara Doug mientras llega al aparcamiento del instituto, donde Nick debe de estar esperándonos-. Es tu mejor amiga, Sierra. Hazla entrar en razón.
- Lo he intentado, pero ya la conoces. Es muy cabezona.
Dejo escapar un suspiro.
- ¿Podéis dejar de hablar de mí como si no estuviera presente? Me gusta Nick. Y yo le gusto a él. Quiero darle una oportunidad.
- ¿Y cómo pretendes hacerlo? ¿Vais a mantener en secreto vuestra relación? ¿Toda la vida? -pregunta Sierra.
Afortunadamente, ya hemos llegado, así que no tengo que responder. Nick está sentado en el bordillo, junto a su moto, con las piernas extendidas. Estoy nerviosa, y al abrir la puerta de atrás, me muerdo el labio inferior.
Cuando ve a Doug conduciendo y a Sierra a su lado, se le tensa la mandíbula.
- Entra, Nick.
Me echo a un lado para dejarle sitio.
- No creo que sea muy buena idea -dice, asomando la cabeza.
- No seas tonto. Doug ha prometido que se portará bien. ¿No es cierto,
Doug?
Aguanto la respiración hasta oír la respuesta.
Doug asiente con la cabeza en un gesto que demuestra poco interés.
- Claro -asegura impasible.
Estoy segura de que si Nick fuera otro tío, se largaría de aquí. Pero toma asiento a mi lado.
- ¿A dónde vamos? -pregunta.
- Al lago Ginebra -respondo-. ¿Has estado allí antes?
- No.
- Está a una hora de camino. Los padres de Doug tienen una cabaña.
El trayecto me recuerda más al ambiente propio de una biblioteca que a otra cosa. Nadie pronuncia ni una palabra. Cuando Doug se detiene a reposar, Nick sale del coche, se aleja y se enciende un cigarrillo.
Me hundo en el asiento. Hasta ahora, el día no se parece en nada a cómo lo había imaginado. Sierra y Doug suelen ser muy divertidos cuando están juntos, pero ahora mismo parece que se dirigen a un funeral.
- ¿Os importaría intentar al menos mantener una conversación? -ruego a mi mejor amiga-. Puedes tirarte horas enteras hablando del tipo de perro al que besarías, pero no puedes ni articular dos palabras seguidas delante del chico que me gusta.
Sierra se vuelve sobre su asiento.
- Lo siento. Es que... ____, te mereces algo mejor. MUCHO mejor.
- ¿Te refieres a Blaine?
- A cualquiera -resopla y se vuelve de nuevo.
Nick entra en el coche y le lanzo una tímida sonrisa. Pero él no me corresponde. Le cojo la mano y no me devuelve el apretón, aunque por lo menos tampoco la aparta. ¿Será una buena señal?
Cuando salimos de la gasolinera, Nick interviene:
- Tienes un neumático suelto. ¿Oyes ese ruido en la parte posterior izquierda?
Doug se encoge de hombros.
- Lleva así un mes. No es gran cosa.
- Para en el arcén y te lo arreglo -sugiere Nick-. Si se suelta en mitad de la autopista, estaremos bien jodidos.
Estoy segura de que Doug no quiere confiar en el análisis de Nick, pero después de un kilómetro y medio, acaba deteniéndose a un lado de la carretera, aunque a regañadientes.
- Doug. -Sierra señala el prostíbulo que tenemos enfrente-. ¿Qué tipo de personas crees que entran ahí?
- Ahora mismo, cariño, me importa un pepino. -Se vuelve hacia Nick y añade-: Vale, crack. Arréglame el coche.
Nick y Doug salen del coche.
- Siento haberme quejado tanto -dice Sierra.
- Yo también lo siento.
- ¿Crees que Doug y Nick van a ponerse a discutir?
- Puede. Será mejor que salgamos y les distraigamos un poco.
Cuando salgo, Nick está sacando las herramientas del maletero.
Después de levantar el coche con el gato, Nick sujeta la llanta entre las manos. Doug tiene los brazos en jarras y la mandíbula apretada en un gesto desafiante.
- Thompson, ¿qué coño te pasa?
- No me caes bien, Jonas.
- ¿Crees que tú me haces mucha gracia? -espeta Nick, mientras se arrodilla junto a la llanta y empieza a apretar los tornillos.
Me vuelvo hacia Sierra. ¿Deberíamos intervenir? Mi mejor amiga se encoge de hombros y yo hago lo mismo. No es que hayan llegado a las manos... bueno, de momento.
Un coche se detiene a nuestro lado con un chirrido de ruedas. Hay cuatro mexicanos dentro, dos delante y dos detrás. Nick les ignora mientras baja el coche con el gato y lleva las cosas al maletero.
- ¡Eh, nenas! ¿Qué os parece si dejáis plantados a esos perdedores y os venís con nosotros? Os enseñaremos qué es divertirse de verdad -grita uno de ellos a través de la ventanilla.
- ¡Vete a la mierda! -exclama Doug. Uno de los chicos sale del coche y avanza hacia Doug. Sierra grita algo pero en ese instante no oigo sus palabras. Estoy demasiado absorta mirando a Nick, que se ha quitado la camiseta y se ha interpuesto entre el tipo y Doug.
- Apártate de mi camino -ordena el tipo-. No caigas tan bajo por defender a este capullo blancucho.
Nick se planta frente al chico con la llanta de hierro firmemente sujeta en la mano.
- Si jodes al blanquito, estarás jodiéndome a mí. Así de simple. ¿Lo pillas, colega?
Otro chico sale del coche. Estamos metidos en un buen lío.
- Chicas, coged las llaves y meteos en el coche –ordena Nick con un tono de voz confiado.
- Pero...
Su mirada transmite una serenidad casi letal. Oh, Dios. Va totalmente en serio.
Doug le lanza a Sierra las llaves del coche. ¿Y ahora qué? ¿Se supone que tenemos que quedarnos sentaditas en el coche y ver cómo se pelean?
- No, no voy a ningún sitio -digo.
- Y yo tampoco -añade Sierra.
Uno de los chicos del otro coche asoma la cabeza por la ventanilla.
- Nick, ¿eres tú?
Nick se relaja.
- ¿Tiny? ¿Qué coño haces con estos capullos?
El chico que responde al nombre de Tiny les dice algo a sus compinches, quienes no tardan en volver al coche. Casi parecen aliviados por no tener que enfrentarse a Nick y a Doug.
- Dime tú primero qué haces con un puñado de niños pijos -dice Tiny.
- Lárgate de aquí -ríe Nick.
Una vez que todos estamos de nuevo en el coche, Doug dice: - Gracias por cubrirme las espaldas.
- No pasa nada -murmura Nick.
Nadie vuelve a romper el silencio hasta que llegamos a orillas del Lago
Ginebra. Doug aparca delante de un bar para comer algo. Dentro, Sierra y yo pedimos unas ensaladas, mientras Doug y Nick optan por las hamburguesas.
Nos sentamos en un banco mientras esperamos la comida, sin pronunciar palabra. Le doy una patada a Sierra por debajo de la mesa.
- Bueno, Nick -empieza-. ¿Has visto alguna peli buena últimamente?
- No.
- ¿Has solicitado el ingreso en alguna universidad?
Nick niega con la cabeza.
Sorprendentemente, Doug interviene: - ¿Quién te ha enseñado tanto de coches?
- Mi primo -contesta Nick... Los fines de semana me paso por su casa y me quedo observando cómo resucita los coches.
- Mi padre tiene un Karmann Ghia del 72 en el garaje muerto de risa. Cree que volverá a funcionar por arte de magia.
- ¿Qué le pasa? -pregunta Nick.
Doug se lo explica y Nick escucha con atención. Me siento y me relajo al escucharles discutir sobre las ventajas e inconvenientes de comprar piezas de recambio por eBay. La tensión parece desvanecerse a medida que avanza la conversación.
Tras acabar de comer, paseamos por la calle Main. Nick me coge de la mano y no puedo pensar en nada más que no sea estar allí con él.
- Mirad, hay una nueva galería -dice Sierra, señalando el otro lado de la calle-. Y además es la inauguración. ¡Entremos!
- Genial -exclamo.
- Yo me quedaré fuera -añade Nick cuando cruzo al otro lado con Sierra y Doug-. No me van mucho las galerías.
Sé que no es verdad. ¿Cuándo entenderá que no tiene por qué cumplir con la etiqueta que todos le han colocado? Si entrara, se daría cuenta de que se siente tan a gusto en la galería como en el taller de su primo.
- Vamos -insisto, tirando de él. Sonrío cuando entramos en la galería.
Todo un bufé espera en una mesa mientras unas cuarenta personas se arremolinan observando las obras.
Doy una vuelta con Nick, que camina con rigidez a mi lado.
- Relájate -le digo.
- Para ti es fácil decirlo -murmura.
Mire
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
awwww estan triste la historia de Nick :crybaby:
a sufrido mucho él y su familia :sad:
todavia sigue con la apuesta??
la rayita lo quiere y si se entera se muere de tristeza :x
que pasa con Hector y su mama???
siguela!!!!!!!!
a sufrido mucho él y su familia :sad:
todavia sigue con la apuesta??
la rayita lo quiere y si se entera se muere de tristeza :x
que pasa con Hector y su mama???
siguela!!!!!!!!
aranzhitha
Re: "Química Perfecta"- (Nick y Tu) - TERMINADA
Maldito seas Nicholas!!
todavia sigues con eso de la apuesta
pobre rayis, ella esta enamorada d nick
ya quiero q la sigas
todavia sigues con eso de la apuesta
pobre rayis, ella esta enamorada d nick
ya quiero q la sigas
As I am
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