Mystic Valley. PAUSADA

Capitulo 7

——Grace Blackfalls——

40 horas para la entrega.

—Llevamos horas aquí Grace. —Dijo Mishel rodando lo ojos.


—No quiero salir. —La mire —Espera tu eres un hada, puedes protegernos.

—Es lo que te he tratado de decir hace horas.

—¿Crees que Martijn está bien?

—No lo sé.

—Está bien, salimos y buscamos a Martijn para irnos.

Abrí la puerta del pequeño armario en el que nos encontrábamos, miré para ambos lados confirmando que no hubiera nada.

—Sabes que odio esto de lo sobrenatural. —Murmure caminando escaleras arriba. —Sin ofender.

El hada solo se encogió de hombros restándole importancia a mi comentario. Caminamos por el pasillo prestando atención a cada una de las habitaciones.

 —Pensé que al ser un hada guerrera podrías llamar a todo tu ejército y pelear o algo así. —Le dije a Mishel.

—Podría haberlo hecho, pero solo era alguien jugando con nosotras.

—¿Martijn? —Pregunte con temor en la última habitación.

Nos adentramos en está llevándonos la sorpresa de que nadie se encontraba en esta habitación.

—¿Dónde estuvieron todo este tiempo? —Pregunto una voz a nuestras espaldas.

Ambas nos sobresaltamos y nos preparamos para atacar.

—¡Soy yo! —Martijn respondió alterado. Mishel se aproximó a él abrazándolo fuertemente.

—Sera mejor que volvamos. —Le murmure a la pareja.
 
——38 horas para la entrega. ——


—¿Quién es ella? —Pregunto Justin a Morgana, Mike y Phoebe que acababan de llegar con una extraña.

—Es Wihelmina. —Aclaro Phoebe tomando asiento a mi lado. —Es lo único que nos dijo antes de entrar en ese estado.

—¿De que manicomio la sacaron? —Pregunto esta vez Amber.

El aspecto de la chica no era de lo mas normal, su vista se encontraba fija en un punto perdido, su pelo estaba húmedo y enredado y llevaba un vestido blanco hasta los tobillos que se encontraba sucio en la parte baja.

—Estaba en el bosque, es una Banshee. —Explico Mike guiando a la chica a una silla vacía.

—¿Por qué la trajeron aquí? — Les cuestioné esta vez yo.

—Grito, estaba cerca de mi y grito. —Explico Morgana, todos la miramos con cara de no entender el punto. —Las Banshee solo gritan cuando alguien va a morir.

—¿Vas a morir? —Le pregunto Kris.

—Eso es un poco insensible de tu parte. —Murmuro Phoebe mirándolo mal.

—¿Entonces que hacemos? —Martijn pregunto lo que todos pensábamos.

—Pensábamos que quizás Mishel podría saberlo. —Dijo Mike.

—Nunca había visto una Banshee antes lo siento.

—¿Si tan solo le preguntamos? —Dije mirando a la chica que seguía en un estado catatónico.

Me acerque a ella bajo la atenta mirada de los demás, me hinque a su lado y tome su mano.

—Wihelmina soy Grace. —Me presente, ella solo mantuvo su mirada perdida. —¿Puedes decirnos quien va a morir? —Fui directo al punto.

La chica por fin puso su mirada en mí.

—Tu. —Murmuro con la voz temblorosa.
 
——36 horas para la entrega. ——


Luego de que la chica nos revelara que yo era la persona que iba a morir nos encontrábamos en busca de mas respuestas, sacamos libros, Amber y Justin volvieron a su casa acompañados de Kris. Phoebe nos explico que nunca encontraron la casa de la bruja y que iban a volver a buscarla.

—Creo que ya no deberíamos separarnos. —Menciono Mishel.

—Yo iré y ustedes se quedan aquí. —Dijo Mike tomando su chaqueta. Pude ver como Morgana fruncia el ceño ante tal idea.

—No pudiste encontrar la casa con nosotras, ¿Qué te hace creer que podrás encontrarla solo? —Le cuestiono.

—No voy a discutir contigo por esto. —Murmuro.

—Iré contigo. —Se levanto y salió por la puerta principal.

Mike solo rodó los ojos y la siguió.

—¿Por qué terminaron? —Me pregunto Phoebe.

Mishel y Martijn también me miraron esperando la respuesta.

—Morgana tiene que cumplir su compromiso para poder tomar el puesto de su padre. —Explique. —Mike no es el candidato para eso.

Todos se limitaron a asentir y volvieron a lo suyo.

Abrí uno de los libros que encontramos en la casa de Mike y comencé a leer acerca de la historia de uno de los ángeles.

Sin previo aviso un fuerte viento corrió fuera la casa provocando que las puertas y ventanas se abrieran, por esta entro nuestra pesadilla en estos días, Aradia.

—¿Ya tienen mi Rubí? —Pregunto acercándose a nosotros.

—Nos diste cuarenta y ocho horas, quizás podrías aportar un poco y dejar de retrasarnos. —Me réferi al incidente en la casa de la abuela de Martijn.

—¿Qué es la vida sin un poco de diversión?, ¿No es así Dylan? — El recién nombrado entro, Dylan era el chico con el que había salido y estaba del lado de Aradia. —Realmente no te suena para nada su apellido, ¿Cierto?
Negue con la cabeza sin poder pronunciar ni una sola palabra.

—Camarion es uno de los servidores de Belcebú. —Comento la chica. —Demonios, si quieren están en lo sobrenatural deberás estudiar un poco.

—¿Por qué estaba en mi escuela?

—Yo lo envié, me debía un favor.

—Aradia, ¿Porque necesitas el rubí? —Le pregunto mi amiga.

—Es mío cariño, ¿Debería explicarte por qué quiero mi Rubí?

—¿A que Ángel mataste? —Pregunte.

—Retiro lo dicho, veo que si has estado estudiando. —Se sentó en una de las sillas que se encontraban vacías con bastante confianza. —Su nombre era Puriel, luego de que derramara su sangre dios lo supo y devolvió su vida mientras que a mi me desterraban al infierno.

—¿Por qué lo hiciste? —Le pregunto Martijn.

Luego de pensarlo unos segundos Aradia volvió a hablar.

—Él no me quería como yo a él. —Murmuro.

El rubí de sangre

—Puriel no te alejes tanto. —Le grite al ángel.

Nos encontrábamos en la tierra cumpliendo una misión, ahora mismo pasábamos por un campo de trigo que nos llevaría hasta nuestro destino.

—Camina más rápido Anahera. — Al ver que me negaba a avanzar más rápido volvió y tomo mi mano llevándome con él.

Corrimos entre el trigo hasta que el verde del césped inundo mi vista, un bello arroyo se encontraba ahí. Niños corrían a su alrededor gritando de alegría. Puriel recorrió con su vista el lugar hasta que sus ojos se toparon con una chica.

—Ella es. —Murmuro sin quitar su vista de la chica.

En ese instante fue cuando comprendí lo que estaba pasando.

—Me mentiste, esto no es una misión divina. —Le encare intentado mantener la calma.

—Es mi misión. —Murmuro.

—Me mentiste a mí, me hiciste mentirle al santísimo por una mujer que nunca podrá amarte.

—No digas eso Anahera. —Suspiro dolido. —Tengo esto para ti.

Extendió en su mano una cadena de oro con una gema incolora en ella.

—Esto no me hará cambiar de idea. —Respondí tomando la joya entre mis manos.

—Es una muestra de agradecimiento, por siempre acompañarme.

—No necesito algo así, lo estas haciendo para manipularme. —Le acuse. —Sabes que si voy y le cuento esto a santísimo no volverás al cielo y serás un caído.

—Nunca harías algo así Anahera, tu me amas. —Murmuro, su voz pacifica comenzaba a ponerme los nervios de punta.

—Si el se entera de que le mentí me desterrara del reino de los cielos, sabes lo que les pasa a los desterrados. —Estaba molesta.

—Necesito verle, no puedo seguir en el cielo sin ella.

Las lagrimas se acumularon en mis ojos, pero me negaba a dejarlas salir. Tome entre mis dedos la fina daga de plata que cargábamos y suspire.

—Sabes, siempre te he amado, pero al parecer nunca te diste cuenta. —Me acerque a él, su mirada reflejaba confusión. —Y ahora me doy cuenta de que nunca debí hacerlo. —Enterré la daga en su pecho sin darle tiempo de responder.

La sangre comenzó a brotar por la herida, mi mano se mantuvo con la daga a pesar del espeso liquido que la humedecía. La gema que sostenía con la misma mano de la daga comenzó a empaparse con la sangre de la misma manera. Me acerque a el abrazándolo.

—Todo lo que quería era que me ames. —Murmure cerca de su oído soltando todas las lágrimas que intentaba retener.

Sus ojos mostraban el dolor que sentía en estos momentos, sus piernas no resistieron mas y cayo de rodillas en el verde césped. Las risas de los niños aun ambientaban el lugar, nadie podía vernos ni escucharnos.

—El no te lo perdonara. —Murmuro sin poder decir más.

—¿Qué hiciste Anahera? —Pregunto el Arcángel Uriel molesto.

Mi boca se abrió y cerro buscando las palabras para explicar lo que había hecho. El miro el cuerpo de Puriel tendido en el suelo y su expresión se transformo en una de horror.

—Desde este momento nunca podrás volver a pisar el reino de los cielos Anahera, estas desterrada desde este momento. —Tomo entre sus brazos el cuerpo del hombre a que le había quitado la vida, me miro y murmuro unas palabras que no pude escuchar. —Vagaras por siempre en la tierra.

Fue lo ultimo que dijo antes de que una luz cegara mi vista por unos segundos, cuando por fin pude ver ya no me encontraba en el bello campo con el arroyo. Las rocas cubiertas de cenizas eran lo que mas resaltaba del paisaje, la arena estaba del mismo negro carbón. Mire a mi alrededor dándome cuenta de que no había nadie cerca.

—¿Qué hace aquí un ángel celestial? — Lucifer apareció frente a mí sin previo aviso.

—Fui desterrada del cielo. —Murmure avergonzada.

—Son unos ingratos. —Dijo. —Pero, yo te puedo ayudar.

—¿Cómo?

—Ven conmigo al infierno. —Extendió su mano hacia mí.

Limpie mis manos en la túnica que aun traía dándome cuenta de que aun tenia la gema en mis manos, la limpie, pero esta no perdió su color rojo.

—La sangre de Puriel transformo tu gema en un Rubí, si un mortal lo tiene podría darle protección de por vida. —Explico al ver mi ceño fruncido. Protección como la que yo te puedo dar en el infierno.

—¿Por qué haces esto?

—Porque no te dejare vagando sola aquí, yo no soy como ellos. —Se refirió a los ángeles.

—Está bien, acepto. —Dije, el sonrió encantado. —Pero ya no seré Anahera.

—¿Quién serás ahora?

—Aradia Astartea. —Respondí con una sonrisa vil.