La sangre volverá a correr {Novela de Los Juegos del Hambre}

Antes de ingresar al Gimnasio, Teesha nos arrastró a los tres, Nathan, Lucy y yo, lejos de los Agentes que nos escoltaban y de Ethan. Parecía estar preocupada por haber olvidado decirnos algo, que al parecer era importante. Ethan nos miró a los cuatro con confusión, pues si ella quisiera hablar con los tributos, también lo habría llamado a él.

-Si quieres consejos anda a hablar con los mentores de tus amigos Profesionales- fue lo único que ella le dije, con tono frío e inexpresivo. Él apretó su mandíbula y la miró con odio, pero siguió caminando e ingresó al Gimnasio. Teesha nos miró a los tres, volviendo a mostrar el tanto de calidez que poseía- Chicos, se que todos son buenos en algo, pero lo único que les pido es que no lo muestren. Mostrar sus fortalezas, de las cuales la mayoría implica armas, significa mostrarle a los tributos que son una amenaza y que es peligroso que pasen la Cornucopia.

-Estoy de acuerdo con ella- dijo Nathan antes de que pudiéramos decir algo, bueno, yo, pues Lucy se mantenía callada y sumisa como siempre. Miré a Nathan sorprendida, pues el no mostrar nuestras habilidades significa el no practicarlas, por lo que nos podríamos hacer más débiles en ellas.

-Si quieren puedo hacer algo para conseguirme el Gimnasio después de los entrenamientos, para que practiquen las cuchillas, el arco y flecha y unas cuantas pesas- dijo ella. Al notar como la mirábamos, sonrió- El Vigilante Jefe es solo dos años mayor que yo y no creen que este físico no sirve para nada.

Todos reímos. Nos mandó con los Agentes, para luego despedirse de nosotros desde afuera. En ese momento nos separaron en dos grupos, Nathan y Lucy se iban con los demás tributos de la Arena azul, mientras que yo iban con los de la roja, sola, pues Ethan ya estaba allá. Sentí los ojos asustados de Lucy sobre mí, rogándome por no dejarla sola; lo único que hice fue abrazarla por un momento, para que se calmara y sintiera que todo estaría bien. A sorpresa de Nathan fui donde él y también lo abracé.

-Por favor no dejes que le hagan daño- le susurré a su oído. Asintió levemente con la cabeza, aceptando a ese trato, pero no sólo hablaba de los entrenamientos. Hablaba de él aliándose con Lucy en la Arena, para mantenerla con vida; si lograba hacer eso hasta que yo llegara estaría agradecida con él por mucho tiempo.

Corté el abrazo y me di vuelta, caminando por un largo pasillo y doblando a la derecha, saliendo de la vista de mis compañeros. A pocos pasos más allá estaban las puertas rojas del Gimnasio, indicando que estaba en buen lugar; se abrieron de inmediato y me dieron vista a la gran mayoría de los tributos, además de los Vigilantes, quienes estaban sentados a un costado del gimnasio, con una barra separando sus puestos con los tributos, además de estar en una terraza un poco más elevada, para poder vernos desde arriba. Ningún tributo estaba entrenando por el momento, pues aún faltaban los dos del trece, y el hecho de que no estuvieran haciendo nada provocó que mi entrada llamara un tanto en la atención. Todos los ojos se posaron en mi, algunos con sorpresa y otros con odio. El odio provenía de los ojos castaños de la chica del dos, más su compañero de distrito, el rubio de ojos azules y de cuerpo musculoso; a su lado estaban los chicos del uno, una muchacha de unos diecisiete con ojos azulados y cabello dorado, más el joven musculoso, rubio y de ojos verdes; ambos eran extremadamente hermosos, siempre lo eran las personas del distrito uno. Y, al medio de todos ellos, estaba sentado Ethan, conversando con todos ellos y riendo, ignorando el hecho que su compañera de distrito había llegado. Vaya idiota que era, bueno, era un Profesional, ¿Por qué no sería un idiota?

Caminé hacia una de las colchonetas que estaban a una esquina, donde estaría sentada en espera. Para llegar hacia ellas debía de pasar por delante de los Profesionales, pensar aquello hizo latir mi corazón más rápido por el temor, pero lo ignoré y me dirigí al lugar. No podía permitirme temer de ellos, no cuando ellos estarían en la Arena y tratarían de matarme; tenía que ser valiente y mantenerme viva, para asi ayudar a Lucy y Nathan a sobrevivir también, y si en la Arena veia a un Profesional y salia corriendo como gallina no me ayudaría mucho. Caminé relajadamente, o traté de parecer así, por frente de ellos, escuchando como se murmuraban cosas y la chica del uno se reía, al parecer de algo que Ethan le había dicho.

Escuché murmurar algo a la chica del dos, pero no lo logré comprender; aún así se gano bastantes risas de sus compañeros. Me hice la sorda y seguí caminando, hasta tomar asiento sobre la gran colchoneta. No iba a negar lo sola que me sentía en ese lugar, pero de nada servía acercarme a alguien y conversar, pues, primero, todos ellos debían de morir si deseaba ganar los Juegos, con Nathan y Lucy, y segundo, nunca había sido buena haciendo amigos. Miraba al suelo, sin mucho interés en la demás gente, hasta que me sentí demasiado observada. Levanté mi vista al frente, para encontrarme con unos ojos claros que me observaban del otro extremo del gimnasio, de una muchacha de unos trece años, delgada, cabellera pelirroja caoba y piel blanca como la nieve. Cuando vio que la había descubierto observándome un pequeño rubor apareció en sus mejillas con pecas, para acercarse más a la chica de piel acaramelada y cabello negro, quien parecía tener mi edad. La morena conversaba con otras dos personas, una chica rubia y delgada y otro chico no tan musculoso, de cabello chocolate.

La niña pelirroja se sentó entre los que conversaban y, al decirle algo a la morena, esta me observó. No sabía que decían sus ojos. ¿Me estaba juzgando? ¿O me examinaba para saber si era peligrosa? Definitivamente no tenía nada de peligrosa. Sintiéndome incomoda ante sus miradas notorias volví a mirar al suelo, hasta que los tributos faltantes se dignaron a aparecer y los entrenamientos comenzaron.

Había albergado en mi la esperanza de que los Profesionales no fueran tan expertos como los de años anteriores, pues habían pasado treinta años, y no habían Academias; bueno, se abrieron hace diez meses atrás. La esperanza en mi interior se rompió por completo al verlos entrenar. La chica del dos era una experta con el hacha, una puntería increíble y su fuerza no se podía negar. El chico del dos era muy hábil con la espada, pero eso era algo que siempre se les daba bien a los del dos, no sabía porqué. El chico del uno tenía una puntería asombrosa con la lanza, pero la chica del uno parecía ser la menos hábil, pues tenía un tanto de puntería con el arco y la flecha, pero Lucy la pasaba sin siquiera esforzarse. Los tributos del tres parecían no estar aliados con ellos, pero los del cuatro si; una chica rubia y pálida, más otro rubio y pecoso, ambos tenían quince si no me equivocaba. Escuchando con atención, pude descubrir que el nombre de la chica del dos uno era Glare y del chico era Dush, pero los del dos no los logré escuchar.

El tiempo pasó y yo me mantenía lo más alejada que podía de las cuchillas, para no caer bajo la tentación de utilizarlas. Me pasaba por los puestos de nudos, escaladas, lucha corporal y plantas, pero no tomé ninguna de las armas. El primer día no hice casi nada, siendo denominada como una de las débiles por los profesionales, si no me equivocaba, junto con la niña del cinco, la chica pelirroja que me había observado casi todo el tiempo, la del ocho y los del once. Apenas finalizó el entrenamiento salí de ese lugar, prácticamente corriendo para llegar rápido al loft del doce y hablar con Lucy y Nathan. Aún no había llegado, por lo que me senté a esperar, preguntándome donde diablos estarían metidas Teesha y Dorotheea, hasta que llegaron; con Lucy apoyada sobre Nathan, mientras que cojeaba. Me puse de pie de golpe, dirigiéndome hacia ellos.

-¿Qué ha pasado?- pregunté preocupada, para agacharme y examinar el tobillo de Lucy, que estaba rodeado con gasa.

- Me caí mientras escalaba y me esguince el tobillo- dijo ella, tratando de ocultar el pesar en su voz. Ya sobrevivir los Juegos le parecía difícil a ella, ¿Cómo sobreviviría con una desventaja?

Lanzando un suspiro me puse de pie y le indiqué que fuera a recostarse, además de que debía evitar caminar. Me senté en el sofá que estaba en el salón del loft, comenzando a preocuparme más de cómo la sacaría con vida a ella si no podría estar en su misma Arena y no sería tan rápida corriendo como lo era antes del esguince. Pues eso era lo que debía de hacer la mayor parte del tiempo que estuviera en los Juegos; correr. Correr y esconderse. Nathan se sentó al lado mío, comprendiendo mi angustia por la vida de mi mejor amiga, apoyó una mano suya sobre mi hombro, palmeando suavemente. Una pregunta ocupó mi mente y me vi en necesidad de preguntarla de inmediato.

-Nathan, ¿Podrías prometerme algo?- le pedí, mirándolo a sus ojos azulados, pero, ahora que me fijaba mejor, eran más grisáceos, como los de su madre.

-Por supuesto- respondió de inmediato, sin dudarlo ni un segundo y sin siquiera preguntar de que se trataba. Eso me sorprendió un poco.

-¿Podrías mantener viva a Lucy hasta que me encuentre con ustedes?- se podía notar el ruego en mis ojos, la necesidad de que él me dijera que si, que la cuidaría y me la entregaría viva, para que luego hiciera lo imposible para llevarlos a ellos dos de vuelta a casa. Nunca había estado expuesta a este extremo ante nadie, nunca había llegado a rogar a una persona con una simple pregunta; el parecía notar eso.

-Prometo que Lucy estará a salvo conmigo- una media sonrisa apareció en su rostro, al igual que en el mío. No pude contener las ganas de abrazarlo para agradecerle el prometerme aquello, pues no cualquiera lo habría hecho; Ethan no me lo habría prometido y al igual que ningún tributo a quien recurriera.

Sentí la sorpresa en él ante mi abraza, pero luego se relajó y lo respondió. Pareció alargarse más y más ese abrazo, él no tenía intención de romperlo y me encontré a mi misma pensando que tampoco quería soltarlo, pero nos vimos obligados a separarnos de golpe cuando Teesha ingresó por la puerta. Sólo nos miro raro por unos segundos, pero luego dio la mirada de "No preguntaré nada" y se encaminó a su habitación. Las horas pasaron y pasaron, tuvimos una cena relativamente tranquila, con nuestros estilistas hablando entre ellos, preocupados de con qué nos podrían vestir para las entrevistas, pues sólo faltaban dos días. Lucy, Nathan, Ethan y yo cenamos en silencio, sin ganas de conversar, todos por diferentes razones. Lucy comenzó a sentir mejor su tobillo, pero se le mejoró completamente cuando un doctor del Capitolio la visitó esa noche y le dio unos medicamentos. A la hora después ya podía caminar de lo mejor, correr, saltar y hacer de todo; Nathan y yo nos miramos, en forma de dejar claro que, aún con Lucy sana, necesitaba la protección de él. Alrededor de las once de la noche ya estaban todas las luces apagadas en los pasillos y corredores del loft, con todo el mundo durmiendo; todos menos yo. Estaba sentada sobre mi cama, vestida con el camisón celeste, con el broche del Sinsajo en mis manos; la luz de la luna lo alumbraba, haciendo que luciera hermoso, con su brillo dorado. Lo acariciaba con mi pulgar, al parecer era lo único que hacía con él; no quería usarlo al frente de la gente, pues podían llegar a pensar que era signo de Rebelión, pero tenía la intención de filtrarlo a los Juegos, para sentir, de alguna manera, que ese broche me protegía tanto como lo hizo con Katniss.

Sentí movimiento fuera de mi habitación, por lo que dejé el Sinsajo sobre mi mesa de dormir y salí de ahí. Con pasos sigilosos atravesé el oscuro pasillo, hasta llegar al salón, donde estaba alguien sentado en el sofá, con la televisión encendida al volumen mínimo, donde el conductor hablaba casi en un susurro. La luz proveniente del televisor iluminó los cabellos rubios del joven, por lo que saqué como conclusión que era Nathan. Traté de hacer un leve ruido al caminar, para que sintiera mi presencia, hasta que volteó a verme y me sonrió de lado, como si se alegrara de verme. Me senté al lado suyo, sin decir nada.

-¿Tampoco puedes dormir?- me preguntó él, mirándome. Asentí con la cabeza- Yo ya estoy acostumbrado, me suele pasar todas las noches; despierto con la imagen de mis padres siendo asesinados -No pude evitar la sorpresa en mis ojos, a lo cual el sólo soltó una pequeña sonrisa- Sólo han pasado meses desde que fallecieron, o los asesinaron mejor dicho, cada noche es un martirio para mi; cada noche veo sus rostros en mis pesadillas, y eso, simplemente, me rompe el corazón.

Sus ojos se llenaron de lágrimas e hizo su mayor esfuerzo por no derramarlas, pero al final opté por dejarlo llorar. Lo abracé y permití que ocultara su cabeza en mi rostro, rompiéndose a llorar, soltando el dolor que había estado guardando por mucho tiempo. Llorar estaba bien, no era como si fuera a dañar a uno mismo, la verdad es que permitía liberar tristezas guardadas; estaba bien que todos lloraran, todos menos yo, pues nunca me lo permitía ni lo haría. Sobé su espalda para mostrarle que lo apoyaba. Cosas como esas nunca habían sido mi fuerte, nunca fui buena con los sentimientos, por lo que no sabía exactamente que hacer; pero además era porque nunca había consolado a nadie más que no fuera Lucy o mi hermana menor, Melissa. Siempre dejaba a la gente llorar, como si estuvieran mejor solos, pero no sabía que me apegaba a Nathan. Algo me decía que sería atroz dejarlo solo, y, la verdad, es que no quería dejarlo.

-Es terrible despertarte cada mañana y pensar que quienes te dieron la vida están bajo tierra, que quienes lucharon por un mundo mejor terminaron por hacerlo en vano- decía él, rodeándome la cintura con los brazos y con su cabeza aún en mi hombro. Lo abracé por el cuello y escuché como sus llantos se calmaban, hasta que cesaron en su totalidad. Levantó su rostro para dejarlo frente al mío, a sólo centímetros de distancia. Me quedé mirándolo por unos segundos a los ojos, para luego notar lo que hacía; lentamente fue acortando la distancia entre nosotros, acercando sus labios a los míos, mientras que sentía como mi respiración se detenía. Cerré los ojos, pero, cuando estaba a punto de tocar mis labios, los abrí de golpe y me alejé inmediatamente. Confusión había en sus ojos, pero mi mirada avergonzada pareció aclararle algo.

-Ya tengo bastantes líos, Nathan...-comencé por decirle, pero el sólo asintió con la cabeza, mostrándose comprensivo, pero sabía que me ocultaba algo. Estiró sus brazos, como preguntándome si lo abrazaba, a lo cuál reí levemente y me acerqué a él. Lo abracé por la cintura, apoyando mi cabeza sobre su pecho, sintiendo como jugaba con mis cabellos. Poco a poco el sueño fue apoderándose de mi, hasta que cerré mis ojos y no los habría más, hasta la mañana siguiente.

Lentamente abrí los ojos, sin ganas de despertar, pero obligada a hacerlo. Lo primero que supe era que no estaba acostada en mi cama, en la cama de nadie, sino que apoyaba mi cabeza sobre el pecho de Nathan, recostada sobre el sofá del salón. Un momento me costó acostumbrarme a la fuerte luz de una mañana en el Capitolio. Sentí unos ojos sobre mí, por lo que miré hacia arriba, en el comedor, encontrándome con los confundidos ojos azulados de Teesha y los sorprendidos ojos verdosos de Dorotheea y Lucy. Mis ojos se abrieron de golpe y el sueño se escabulló con rapidez, al igual que yo fuera de los brazos de Nathan, quien se movió por unos momentos, en busca del calor de mi cuerpo, hasta que abrió lentamente sus ojos. Pareció sentir las miradas de las tres mujeres sobre él, pues también las miró. Teesha lanzó un suspiro y negó levemente con la cabeza.

-Prometí no preguntar nada- dijo, mientras se iba a sentar a la mesa del comedor, para desayunar- Vengan a sentarse, que el desayuno ya esta listo.

Todos obedecimos a sus órdenes, en un profundo silencio. Al poco después se nos integró Ethan, quien no hablaba tampoco, por lo cual el desayuno se llevó a cabo en completo silencio. El tiempo después de aquello pasó muy rápido, todos nos levantamos, vistiéndonos con la ropa de entrenamiento, para luego almorzar. Lucy me había observado con inquietud durante todo el almuerzo, sabía la curiosidad que poseía al encontrarnos a mi y a Nathan durmiendo en el sofá. Aunque para mí no tenía significado alguno, tampoco es como si estuviéramos enamorados o al por el estilo, o eso era lo que me debía repetir para mi misma. Cuando nos dirigiamos al entrenamiento, los cuatro juntos, Lucy me separó del grupo y les dijo a los chicos que continuaran sin nosotras. Ethan no dudó en seguir, pero Nathan nos miró un poco preocupado. Bastó una mirada tranquilizadora mía para que comprendiera que no ocurría nada y se fue.

-¿Ocurre algo entre tú y Nathan?- me preguntó, simpre siendo igual de directa. No oculté la sorpresa en mi rostro ante su pregunta, pues la verdad es que yo creía que nada ocurría entre nosotros.

-La verdad es que no, Lucy, sólo somos aliados y compañeros de distrito, ¿Por qué preguntas? ¿A ti te llama la atención?- no sabía por qué la respuesta que diera a la última pregunta parecía importarme tanto. Como había dicho, sólo éramos aliados y compañeros. Lucy soltó una risita, para dar a conocer que mi pregunta era absurda.

-No, además no creo que a ninguna chica vaya a llamarle la atención Nathan si se da cuenta con los ojos con los que te mira- dijo ella y, volviendo a reír, divertida ante mi confusión, corrió hacia su gimnasio, para que no pudiera interrogarla ante lo que me había dicho.

¿Como me miraba? ¿De qué manera lo hacía? Aunque de la manera que Lucy lo había dicho pareciera como si el estuviera enamorado de mí. Pero aquella era imposible, lo era porque....bueno, porque...nunca antes alguien se había enamorado de mi, aunque esa no era una excusa. No tenía razones para saber que Nathan no sentía algo por mí, pero yo no me podía permitir sentir algo por él, no en estos momentos, cuando nuestras vidas dependían de lo atentos que estuviéramos. No podía permitirme estar enamorada por allí y por allá, casi atontada, pues eso no me mantendría viva. Como si fuera a quitarme los pensamientos que revoloteaban en mi mente, sacudí levemente mi cabeza e ingresé al gimnasio rojo.

Poco después comenzaron los entrenamientos y, nuevamente, me tuve que resistir a las ganas de tomar las cuchillas y lanzar a todos los corazones de los muñecos. Pude sentir los ojos claros de la niña pelirroja sobre mi de nuevo, parecía tener cierta curiosidad por mí, pero cada vez que volteaba a verla estaba desviaba la vista y se apegaba a la chica morena, quien era del distrito siete. Es como si aquella chica fuera el campo protector de la niña, lo cual me dio a entender que ambas eran aliadas. A diferencia de ayer, hoy la niña pelirroja me sonrió de lado, con gran timidez y un rubor en sus mejillas. Enternecida por aquella chica le sonreí de vuelta, siendo la primera vez que lo hacía en los entrenamientos. Me costaba pensar que ella debía de morir para que yo sobreviviera con mis aliados, pues ella el tipo de persona que hacía difícil el asesinarlos, además de contar con el hecho de que estaríamos en la misma Arena.

-¿Haciendo aliadas, chica en llamas?- me preguntó una voz arrogante y, al voltearme, pude darme cuenta que era la chica del dos. Sus ojos transmitían odio, pero también se mostraban divertidos ante mi.

-No me digas así, porque ya hay una mujer muy honorable que tiene ese titulo- respondí, con una mirada dura y mi mandíbula apretada. La chica enarcó una ceja.

-Tienes razón, pero al parecer fue lo suficientemente estúpida como para ser asesinada- se encogió de hombros. Ganas no me faltaron de pegarle un puñetazo y romperle la nariz, pero no deseaba problemas con los profesionales, menos con una que ya parecía odiarme sin razón aparente.

-Bueno, lo que tu digas- solo dije, para luego darme vuelta y largarme.

-Apuesto a que no pasas la Cornucopia- murmuró la chica, riendo por lo bajo y escuché sus pasos alejarse.

¿Que no sobreviviría a la Cornucopia? Con eso había ido lejos. Ignoré todo lo que Teesha nos había dicho y troté, prácticamente, hacia la cuchillas. Podía sentir los ojos de los Profesionales y los de la niña pelirroja sobre mí, pero la presión no influyó en mi puntería. Tomé tres cuchillas y las lancé a los cuerpos. Perforé los corazones ficticios de cada uno, con una media sonrisa triunfadora, y pedí que los volvieran giratorios. Se empezaron a mover y comencé a lanzar cuchillas, acertando a cada uno. Miré con superioridad a la chica del dos, quien evitaba mostrarse sorprendida ante mi puntería, en cambio me dirigió una mirada que mataría a cualquiera, menos a mí. No temía de ella ni de ninguno de sus aliados.

Luego de los entrenamientos llegamos todos exhaustos de los entrenamientos, cada uno se dirigió a su ducha y se aseó. Luego de aquello me vestí con ropa normal, pero Teesha nos dijo a Lucy, Nathan y yo que debíamos de cambiarnos nuevamente a nuestros uniformes de entrenamiento, aunque estos eran otros, pues los primeros estaba sucios. Nos cambiamos nuevamente y fuimos al gimnasio azul con ella, quien también vestía ropa para entrenar. El gimnasio azul era idéntico al rojo, con la misma posición de los asientos de los Vigilantes, salvo que estos no estaban presente.

-Les prometí entrenamientos y aquí los tienen, digamos que el Vigilante Jefe no es muy difícil de convencer- dijo ella, lo último con una sonrisa pícara en su rostro. La verdad es que no deseaba saber que había hecho para lograr convencerlo.

Lucy corrió a tomar el arco y la flecha para comenzar a practicar. Se notó como falló levemente en los primeros lanzamientos, pero en el tercero ya se había recuperado completamente y había vuelto a poseer su puntería de siempre. Nathan empezó a tomar grandes pesas que lanzaba de un lado a otro, donde Teesha le indicara, sorprendiéndome con la fuerza que nunca había pensado que tendría. Y yo me fui al puesto de las cuchillas, para lanzar todas las que me era posible, a veces con los muñecos quietos y otras con estos rotando. Pude sentir como volvía a recuperar mi habilidad, orgullosa de aquello. Luego hicimos escaladas más exigentes que en los entrenamientos, pues esta vez Teesha nos gritaba para que fuéramos más rápido, nos obligó a pasar por el puesto de frutos, donde solamente Lucy logró encontrar el fruto que no era venenoso, entre veinticinco. Al final del entrenamiento, poco antes de la cena, estábamos todos más cansados que antes, exigiendo otra ducha. Al llegar a nuestras habitaciones hicimos todo el proceso de nuevo, y suspiré feliz cuando me encontraba completamente limpia.

Lo malo era que esto no servía de nada para los Juegos. No tendríamos una ducha si la necesitábamos, menos con agua caliente; con suerte me podría duchar con la lluvia, si es que llegaba a llover, o si es que encontraba algún río o lago. Tampoco tendríamos toda la comida que aquí nos brindaban, no es como si fuéramos a encontrar papas cocidas o cosas por el estilo listas para servirse, había que ser realista. Había adquirido unos cuantos kilos al llegar al Capitolio, únicamente por la necesidad de tener un cuerpo más fuerte y con más volumen, además que ya no veía mis propias costillas.

Teesha fue llamada a una reunión urgente, por lo que no pudimos cenar al tiempo e siempre, y Dorotheea salió por un rato; dejándonos a los tributos solos en el salón. Ethan se fue de inmediato a su habitación, sabiendo cuando no era querido en un lugar, y no sabía lo que Lucy planeaba, pero me dirigió una sonrisa con un plan detrás de ella, y se fue a su habitación a descansar un poco, según ella. Sólo quedamos Nathan y yo, ambos sentados en el mismo sofá donde habíamos despertado juntos en la mañana. El silencio entre ambos se propagó cada vez más, por lo que me vi en la obligación de encender el televisor, que daba un programa de como teñirte el cabello de naranja por ti misma, pero prefería aquello a un momento incómodo con Nathan, aunque sabría que lo tendría de todas maneras. Nathan aclaró su garganta, para llamar mi atención.

-Broegan, sobre lo de anoche, lo que estaba a punto de ocurrir...- comenzó a decir él, indeciso de las palabras que utilizar o lo que debía decir. Se notaba lo nervioso que estaba.

-Nada- dije cortante, tratando lo menos posible de herir sus sentimientos. Me miró sorprendido- Nathan, por mucho que me cueste decir esto, pero nada ocurrió anoche. Sólo tu y yo vimos televisión y me quedé dormida en el sofá, al igual que tu, no hubo casi beso ni nada.

-¿No?- el tono que utilizó hizo mi corazón estremecerse. Podía ser lo más fría que quería con el mundo, pues solo ignoraba sus sentimientos, pero era Nathan el único chico, y persona en el mundo, con quien nunca podría ser fría. Hasta una vez lo había sido con Lucy o con Melissa, mi hermana. Su tono indicaba que acababa de romper su corazón, lo desesperanzado que estaba, al igual que dolido, pero trataba de ocultarlo.

-Nathan...-comencé a decir y tomé su cara entre mis manos, para que me mirara a los ojos, con su mirada entristecida- Necesito enfocarme en lo que es importante aquí, y eso es que debo llevarte a ti y a Lucy de vuelta con vida al doce.

-¿A mi también?- preguntó él, sorprendido.

-Si, a ti tambien- respondí, sonriendo de lado. El también lo hizo, pero luego pensó una pregunta y tragó sonoramente, lo cual me dijo que era una mala señal.

-Broegan, ¿Me quieres?- podía sentir la esperanza en su voz, las ganas de que dijera que lo quería, pero no podía permitirlo. No podía dejarme decir que si, pues eso significaría que él trataría de estar conmigo, y con los Juegos aproximándose, podría jugarnos en contra. No quería eso, no quería ponerlo en peligro, debía protegerlo incluso de sí mismo.

-Como aliado- no sabía como no sintió el dolor en mi voz al decir eso, pues me había costado. Creo haber escuchado como esas palabras hicieron que su corazón dejara de latir, o quizás se había roto. Era una mala persona, nunca lo había dudado, pero esto había sido algo peor. Una acción terrible, pero necesitaba ser hecha. Sus ojos miraron al suelo, como si tratara de ocultar su pena, y se puso bruscamente de pie, para alejarse.

-Nathan- lo llamé, preocupada por él.

-Descuida- dijo él, caminando a pasos agigantados a su habitación. Necesitaba estar sólo. Lancé un fuerte sus piro y apoyé mi cabeza sobre mis manos. ¿Cómo podía sentirme tan mal si estaba haciendo lo correcto?

Teesha llegó al poco después, con una cara que me asustó, de lo preocupada que estaba. Nos sentamos todos a la mesa, luego de que Dorotheea ingresará detrás de ella, y comenzamos a cenar. Todos pudieron notar la tensión entre Nathan y yo en el momento que ambos estiramos la mano para tomar una servilleta y nuestra manos rozaron, a lo cual ambos reaccionamos alejándolas de golpe. No hablamos nada y evitamos hacer contacto visual, cada vez que lo veía me sentía llena de culpa. Fue Teesha quien rompió el silencio.

-Chicos, tengo malas noticias- dijo ella, con voz desanimada. Eso llamó la atención de los cuatro, levantando la mirada inmediatamente- Me han informado que ha habido un cambio de reglas... Sólo dos personas pueden salir Vencedores.

El tenedor cayó de golpe sobre mi plato, resonando entre todo el lugar. ¿Dos? ¡¿Dos?! ¿A este instante avisaban que sólo dos personas podían sobrevivir? Problemas se acoplaron en mi cabeza. ¿Qué diablos iba a hacer? Pude ver la preocupación en los rostros de Lucy y Nathan, menos Ethan, quien se mostraba sereno, seguro de si mismo, como si fuera a ser uno de esas dos personas. Eso no ocurriría si yo estaba con vida. Mi respiración se volvió más pesada, la preocupación me empezó a ahogar, hasta que se fue. Simplemente se fue. Pues ya había tomado la gran decisión. Nathan, Lucy y yo quedaríamos como los últimos tres tributos, y yo realizaría suicidio, pues Nathan y Lucy serían quienes saldrían con vida. Sin importar que eso signifique mi propia muerte, pues valdría la pena.

La cena se mantuvo en completo silencio, nadie parecía querer hablar después de la terrible noticia que se nos había sido informada por Teesha. Ella misma parecía culpable por haberlo dicho, pero era necesario, por muy mala que la noticia fuera era importante conocerla de inmediato para poder pensar en lo que se hará a futuro. Mis planes ya estaban listos, mis prioridades eran sacar con vida a Nathan y Lucy, eso implicaría mi muerte, pero si podía mantener vivos a mi mejor amiga y el chico por el cual siempre he sentido un pequeño interés, entonces deberá de ser así. Una vez acabada la cena Lucy fue la primera en levantarse, prácticamente trotando hacia su habitación, para encerrarse ahí y soltar las lágrimas que había estado conteniendo en toda la cena.

Muchas personas pensaban que el hecho de que Lucy fuera muy sentimental significaba que era una chica débil, pero ella no era así, es más, era una de las muchachas más fuertes que había conocido en toda mi vida; pero aún así solía tener grandes problemas emocionales cuando se veía en situaciones irreversibles. Lo mismo le había ocurrido hace cinco años atrás, cuando su padre falleció, también cuando los Juegos del Hambre fueron anunciados, hace diez meses atrás. La conozco demasiado bien que hasta se cuales son sus síntomas y cuanto duran, todo depende de la situación, de cuan extrema es, y guiándose por esta, se que sufrirá grandes trastornos si sale de la Arena. No deseaba que eso pasara con ella, detestaba saber que cada noche lloraba hasta caer dormida, presa en los brazos del temor, que se burlaba en su rostro, la llenaba de miedos y le recordaba el más grande; perder su vida. "Los más valientes lloran, pues no temen a mostrar sus más grandes debilidades" me decía mi madre, pero nunca le había hecho caso, pues uno de mis peores disgustos eran las debilidades, en especial el llanto, lo soportaba del resto, pero me reprendía a mi misma si llegaba a salir alguna lágrima de mis ojos. Esa frase se la repetía a Lucy, pero sabía que yo no creía en eso, por lo que ella tampoco lo creía.

Mi mentora y Dorotheea se pusieron de pie y caminaron hacia el salón, al parecer queriendo dejarnos a solas. Ethan se puso de pie relajadamente, ya podía imaginarme lo que pensaba, que el sería uno de los dos Vencedores, que podrá ver como era asesinada en los Juegos, pero haría lo imposible para que aquello no se volviera realidad. Nathan y yo estábamos igual de tensos, con las mandíbulas apretadas y nuestros labios formando una línea recta, sin deseos de hablar. Me levanté y encaminé hacia la habitación de Lucy, desde afuera podía sentir sus sollozos desesperados. Cuando estaba por girar la manilla de la puerta, sentí una suave, cálida y fuerte tomar mi brazo, deteniéndome. La mano me soltó cuando ambos sentimos una pequeña corriente eléctrica pasar por la zona del tacto. Volteé para encontrarme con los grisáceos ojos de Nathan, estos estaban inexpresivos.

-Creo que sería mejor si yo hablara con ella, Broegan- dijo él. No pude evitar mostrarme sorprendida ante lo que había dicho. ¿Que él, un chico que con suerte se sabía su nombre y edad, hablara con Lucy era mejor que con su mejor amiga de la infancia?- Se por lo que está pasando. Además que necesita hablar con alguien que sepa lo que es tener sentimientos.

Eso me dolió. Lo sentí como un golpe en el estómago, o mejor dicho, en el corazón. Mirándolo a los ojos, sin poder sacar el asombro de mi rostro, noté un fugaz brillo de tristeza y dolor. Seguía adolorido por lo de anoche, y la verdad es que no se lo regañaba, tenía razones por estar dolido conmigo, tenía razones para estar enojado, incluso tenía razones para odiarme. No me sorprendería que me lo dijera en algún momento. Aún así el tenía razón, yo no tenía sentimientos, no tenía corazón; era como un robot que solo actuaba por lo que fuera mejor, no por lo que sus sentimientos dictaran ni mucho menos por los de los demás. Si hubiera tenido sentimientos habría dicho a Nathan que lo quería, habría llorado todas las veces que había querido, habría consolado a mi madre cuando esta derramaba lágrimas en vez de quedarme mirándola desde la puerta, habría hecho tantas cosas que una persona que merece amor habría hecho. Pero, en cambio, yo no merecía nada, no merecía a una chico tan maravilloso como Nathan, tampoco a una amiga tan increíble como Lucy, no merecía una familia tan dedicada como la que tenía, no merecía mi vida. Pero no tendría que preocuparme de eso por mucho más tiempo, pues tenía muy claro que de la Arena no saldría con vida.

-Tienes razón- dije, tratando de ser lo más inexpresiva posible en ese momento- Una persona sin sentimientos no debe consolar a otros que si poseen, no entendería nada de eso.

Luego salí de su vista y me encerré en mi habitación antes de hacer algo lo suficientemente estúpido, algo como llorar. Mi garganta estaba hecha un nudo, pequeñas gotas saladas rogaban por salir de mis lagrimales, pero no se los permití. Me apoyé en la puerta, cerré mis ojos y me tragué todo, así era como las cosas me funcionaban, me tomaba cinco segundos para tragarlo todo y luego todo ya estaba calmado. Las ganas de llorar habían desaparecido, no las necesitaba, no las quería en mi vida. Miré al reloj, dándome cuenta que eran las diez de la noche, por lo que me fui a cambiar a mis pijamas, sin antes tomar una ducha de agua caliente que relajó todos mis músculos. Preferí cambiar de pijamas, para ponerme el más sencillo, que eran unos pantalones grises que parecían ser deportivos, más una camiseta blanca de tirantes. Me acosté en la cama y saqué el broche del Sinsajo que guardaba bajo llave en la pequeña caja guardada en el cajón de mi mesita de noche. Me puse a jugar con el, tomándolo entre ambas manos y admirando su hermosura. Recuerdo haber visto unos cuantos sinsajos en el doce, cada vez que cantabas una melodía estos las repetían con sus silbidos, como si fueran grabadoras. Aún así eran con melodías, pues no podían reproducir lo que uno decía literalmente.

No podía dormir. Con el broche en la mano todavía me daba múltiples vueltas alrededor de la cama, sin poder conciliar el sueño. Decidí salir de mi habitación para ir a buscar algo de tomar a la cocina, pero cuando puse un pie fuera del cuarto, escuché leves exclamaciones de desesperación y temor, más movimientos inquietos. Pensé que venían del dormitorio de Lucy, pero me sorprendió el saber que era Nathan. Caminé rápidamente hacia su habitación, abriendo su puerta con delicadez y cerrándola detrás de mi. Nathan se retorcía en su cama, rodando de un lugar a otro, con una expresión facial que daba a conocer la pesadilla que estaba sufriendo. Aterrado negaba y rogaba, con sus ojos cerrados, y sudor frío recorriendo too su rostro. Fui donde él y me senté al lado suyo, tratando de despertarlo, no lo quería ver así, no quería verlo sufrir, me revolvía el estómago.

-Nathan, Nathan despierta- le decía, mientras sacudía su hombro levemente. Una de sus manos se posó sobre la mía y se entrelazó con mis dedos. Me quedé quieta mirando nuestras manos.

-Broegan...- murmuró él, mientras dormía, con cierta tranquilidad y calma. Al parecer se había calmado, yo lo había calmado. Acaricié sus dedos con mi dedo indice, mientras que con la otra mano, que aún tenía el sinsajo, acariciaba sus cabellos.

Lo malo fue que al poco rato después se volvió a inquietar, por lo que me vi obligada a despertarlo. Murmuré su nombre unas cuantas veces más, hasta que despertó de golpe, sentándose con la misma velocidad en la cama. Su respiración era entre cortada, sudor recorría todo su rostro y cuello, sudor frío si no me equivocaba. Con sorpresa me miró, mientras que yo me alejaba un poco de él, pero sentía como no soltaba mi mano. Sus ojos parecían aterrados, no sabía lo que había soñado, pero fuera lo que fuera sabía que había sido fatal. Lo abracé como mensaje que no había que temer, todo estaba bien y que fuera lo que hubiera soñado eso no llegaría a ocurrir.

-¿Qué soñaste, Nathan?- pregunté a su oído, murmurando, con mi mentón apoyado en su mojado hombro. No me importaba lo sudado que se encontraba, sólo deseaba que me contara lo que había pasado y que librara todo lo que sentía.

-No fue un sueño, sino una pesadilla. Lo peor es que es algo que va a terminar haciéndose realidad- dijo él, tratando de mantener su voz calmada, pero sentía como se rompía por dentro. Estaba realmente asustado, su cuerpo daba pequeños temblores bajo mi abrazo.

-¿Qué era?-

-Soñé que...- dudó en contestarlo, pero sobé su espalda como seña de apoyo. Lanzó un suspiro-...que te asesinaban justo al frente mío.

Mi cuerpo se tornó rígido. La respuesta me había tomado por sorpresa, definitivamente. Pensaba que él estaba dolido conmigo, que quizás no iría a hablarme más, debido a la frialdad con la que me había hablado después de la cena. El me quería. Por unos segundos me sentí querida, me sentí amada. Nunca nadie se había preocupado de mí, incluso mis propios padres se habían dado cuenta de cuanto odiaba que se preocuparan por mí. Era independiente, al igual que solitaria, por lo que siempre me había preocupado de mí, Lucy y mi familia. Hasta Lucy tenía claro que era innecesario preocuparse de mí, pues siempre lograba salir sola de mis problemas. Pero sentí cosquillas en el estómago al pensar que alguien se había preocupado de mi salud, de que podría morir; era la primera persona que me dijo que se preocupaba de mí, no sólo que lo demostraba, sino que lo decía con palabras. Y las palabras me eran importantes a mí.

-¿Cómo sabes que eso será verdad?- le pregunté, luego de un largo silencio y de borrar la pequeña sonrisa que se había dibujado en mi rostro.

-¿Porqué sonreíste?- preguntó él, con tono curioso.

-Nathan, te hice una pregunta-

-La respondo si respondes la mía- reí levemente, ante su ingenio, y me senté derecha al frente suyo. Debía responder con la verdad, lo cual significaba hablar de mis sentimientos, lo que era algo que nunca hacía. Lancé un pesado suspiro.

-El que mi muerte te haya sido una pesadilla significa que te preocupas por mí- Nathan asintió con la cabeza, sin dudarlo. Sonreí de lado, él hizo lo mismo- Nunca nadie había dicho en una frase que se preocupaba de mí, Lucy siempre lo decía con sus expresiones, mis padres entendieron que no me gustaba su preocupación, y mi hermana prefería quedarse callada. Se siente...agradable que alguien se preocupe por ti.

-Tu sabes que no es sólo preocupación lo que siento por ti, que es algo más fuerte- dijo él, mirándome con esos ojos grisáceos que, bajo la luz de la luna que llegaba por la ventana, brillaban y se veían hermosos como siempre.

-Lo sé- quizás un poco de demostración de afecto no dañaría a nadie, ¿verdad? Me acerqué a él y puse mis labios sobre su mejilla, besándola con suavidad. Cuando me alejé me di cuenta que sus mejillas se habían tornado rojas, lo cual trataba de disimular mirando al suelo- Ahora te toca a ti responder.

Cuando sus mejillas volvieron a ser pálidas él me miró a los ojos, preparando su respuesta.

-Tu idea es mantenernos a Lucy y a mi con vida- comenzó a decir, a lo cual yo asentí sin duda alguna- Eso ya lo aclara todo. En la cena vi tu cara de decisión, lograrás tu propósito, nos sacarás con vida de la Arena; pero eso significa tu muerte, Broegan.

-¿Y?- pregunté.

-Que es mejor que yo muera a que tú, pues, así no tendré que despertar cada mañana pensando que la chica que amo desde que tengo memoria fue asesinada sólo para salvarme- dijo. Lágrimas inundaron sus ojos y se derramaron por sus mejillas. Lo abracé.

Me amaba. No podía creer lo que había escuchado. No sabía que hacer al respecto, nunca había tenido un novio serio, claro, había dado mi primer beso, pero nada se comparaba con que alguien te diga "te amo". Acaricié sus cabellos mientras que este lloraba en mi hombro, "todo estará bien" le susurraba cada vez que podía, pero esas eran simples mentiras que me había acostumbrado a decir. Nada estaría bien en dos días más, cuando los Juegos empezaran. Parecían tan cerca que me asustó, mi plan ya lo tenía ideado, pero siempre estaba el temor que ninguno de los dos saliera de la Cornucopia.

Cuando Nathan se calmó, sequé sus lágrimas con mis manos, para luego recostarlo en la cama y arroparlo bien; como madre acuesta a su niño. Luego de decirle un último "No hay de qué preocuparse" besé su frente y me puse de pie. Me despedí de él y me encaminé a la puerta.

-Espera, Broegan- dijo él, volteé a mirarlo atenta. Sus mejillas se tornaron rosa- ¿Podrías acompañarme esta noche? Temo que vuelva la pesadilla y no estés tú para despertarme.

No pude negarme ante su petición, pues de cierta manera tenía razón. Fui donde él y se hizo a un lado para darme espacio en la cama. Me acosté al lado suyo, sintiendo lo cálido que era y lo congelada que yo estaba. Terminé por dormirme entre sus brazos, con un fuerte y protector abrazo de parte suya, como si temiera que fuera a escapar de sus brazos en cualquier momento. Pero no haría eso, no quería alejarme de él. El sueño se apoderó de mi y caí dormida.