La sangre volverá a correr {Novela de Los Juegos del Hambre}

La mañana comenzó con Dorotheea tocando a la puerta, con ritmo animado. "¡Arriba, arriba, que hoy sera un gran, gran día!" exclamó y luego se fue, quizás a despertar al resto. Con muy pocas ganas salí de la cama y me aseé completamente, sin aún poder acostumbrarme al agua caliente y las cremas y exfoliantes que habían; nunca en mi vida había visto cosas como esas, con suerte había agua fría y jabón en mi casa. Me vestí con unos pantalones negros y una sudadera rojiza, más unas zapatillas deportivas. Salí de la habitación y caminé al comedor, donde debían de estar todos los tributos, del distrito uno al trece; estaba bastante interesada sobre la idea de por fin conocer a los tributos, 52 jóvenes, 26 chicas y 26 chicos, obligados a representar a su distrito y mantenerse con vida.

Ingresé y me sorprendí al ver a tantos muchachos. Si, era cierto, eramos muchos más en cantidad de los tributos de años pasados; y parecía notarse completamente. Habían trece mesas en el comedor, cada una ocupada por cada distrito, y con un gran número colgando sobre la mesa que indicaba de que distrito eran. No los examiné detenidamente, prefería que pareciera como si no me importaran como fuera, aunque aún así noté algunas de sus características; el 2, 5, 8 y 10 tenía tributos de doce años, en el dos y el ocho eran chicas y en los otros dos eran varones. Los más fuertes se podían ver en el dos, el tres y el cuatro; los chicos, sobre todo, parecían ser puro músculo y con una simple mirada podían informarte que estarías en problemas si te metías con ellos.

Las chicas del uno me lanzaron miradas asesinas, al igual que las del cuatro; ¿La razón? Ni idea. Mi cuerpo no era el más fortachón si se podía decir, la verdad es que era escaso de curvas y me daba una imagen de chica débil; era de cabello castaño y ojos azulados, además de una piel pálida que no se la recomendaba a nadie, todo debido a que mi abuela paterna resultaba ser albina. Resumiendo la información, sabía que debía proteger mis espaldas de los tributos del dos, el tres el cuatro, y quizás el uno. Caminé, ignorando todo tipo de mirada, recogiendo un poco de comida y luego ir hasta mi mesa; la cual ya estaba ocupada por Teesha, Dorotheea, Lucy y Nathan. ¿Dónde estaba Ethan?

-Antes que preguntes, Ethan está con los tributos del dos- aclaró Nathan, mientras tomaba asiento al frente suyo, junto a Lucy.

-¿Qué diablos hace ahí metido?- exigí, sin siquiera preocuparme en ocultar mi molestia.

-Piensa que es buena idea hacer aliados de inmediato- contestó Teesha, haciendo rodar sus ojos.

-Yo pienso que será parte de los Profesionales y luego nos dejará botados- opinó Lucy, con la cara baja y dándole un mordisco a su pan con mermelada.

Los Profesionales. Según lo que Teesha nos había dicho, eran un grupo de jóvenes aliados que siempre se formaban en los Juegos; los más fuertes y temidos, se quedaban con gran cantidad de las armas y comida, para luego ir dándole caza a todos y quedar como últimos. Habían veces en las que ningún Profesional había resultado Vencedor, pero eran pocas. Mayormente son los tributos del uno, el dos, el tres y algunos fuertes de otros distritos. Peo no me veía a alguno del doce siendo un Profesional.

-Bueno, conste que si es un Profesional, no planeó protegerle el trasero- dije, claramente. Eso hizo que Dorotheea soltara una pequeña risa, pero Lucy y Nathan parecían estar de acuerdo conmigo.

El desayuno estivo normal, ignorando todo el sonido que se provocaba por demasiada gente conversando. Luego de eso nos fuimos a nuestras respectivas habitaciones, donde deberíamos esperar hasta el almuerzo, para luego comenzar a ser atendidos por los estilistas; quienes nos harían lucir perfectos, literalmente, para el desfile. Iba camino a mi habitación cuando sentí que alguien tocaba mi brazo. Volteé para ver quien era, encontrándome con los grisáceos ojos de Nathan.

-Emm, hola- dijo él, dándome una tímida sonrisa. ¿Tímida? Muy bien recordaba sus duras facciones los días anteriores, como lucía ser un chico duro y que podría sobrevivir solo. Nunca me había imaginado que fuera tímidos.

-Si, ya se que te sorprende mi actitud- dijo él, rodando los ojos. Al parecer no era buena disimulando mis emociones- Sólo quería que conocieras el verdadero yo.

-¿Verdadero tú?- pregunté, confundida.

-Soy tímido, inocente y pacífico- dice encogiéndose de hombros- Mamá decía que me parecía a papá.

Y ahí fue cuando lo ví. Quizás lo que hubiera dicho pudo haber sido pura hablarería; no era de lo más confiada que se diga, pero apenas mencionó a sus padres pude ver la verdadera debilidad y tristeza en sus ojos. No mentía. Bajó la vista, tratando de ocultar los sentimientos que en sus ojos se mezclaban. Me acerqué lentamente a él y puse una mano sobre mi hombro, en forma de apoyo.

-¿Los extrañas mucho?- le pregunté, tratando con mi mejor esfuerzo de ayudarlo. No era buena con las cosas sentimentales, jamás habían sido mi fuerte; sin importar lo mucho que mi madre me había dicho que si éramos chicas debíamos conectarnos más con los sentimientos. Ya ni recordaba la última vez que había llorado.

-No sabes cuanto, Broegan- dijo, levantando la vista, para darme a conocer lo húmedo que sus ojos se habían puesto. Una lágrima se deslizó por su mejilla, la cuál detuve con mi pulgar. Dejé mi mano sobre su mejilla, mirándolo a los ojos.

-No soy la mejor hablando de lo que uno siente, tampoco de tristeza, pero puedo prometerte que siempre estaré presente si es que deseas conversar sobre eso, u otras cosas- le dije, dibujando una media sonrisa en mi rostro. Una sonrisa triste apareció también en la suya.

Luego de aquello, nos quedamos bastante tiempo conversando sobre la familia de Nathan. Su padre, Peeta, había sido panadero en la panadería de su padre; su madre ayudaba también. Su madre, Katniss, era una cazadora secreta, pues la caza no está permitida en el doce; con eso alimentaba a su hermana pequeña, Prim, y la madre de Katniss sobrevivía con la ayuda de su hija. Era bastante extraño e incómodo tener que pensar que toda esa gente ya estaba muerta, los padres de Nathan fueron asesinados por el Capitolio, al igual que los padres de Peeta y la madre de Katniss, el padre de Katniss falleció en un accidente en la mina, la tía de Nathan, Prim, falleció durante el inició de los Dias Interminables. Tanta gete muerta, por cumpla del Capitolio, hace que mi odio hacia ellos aumenta cada vez más.

Toda esa conversación fue realizada en mi habitación, donde tuvimos que salir cuando Dorotheea tocó la puerta, exigiendonos que saliéramos para almorzar. Bastantes le sorprendió ver a Nathan salir de mi cuarto, pero no hizo opinión alguna. Almorzamos los cinco juntos, pues Ethan volvió con los del dos, y luego fuimos separados por causa de nuestros estilistas.

-Hemos visto los últimos Juegos del Hambre realizados- dijo Denile, apenas ingresó a mi habitación- Y vi una idea bastante interesante que los estilistas de Peeta Mellark y Katniss Everdeen pensaron.

No podía escuchar esos nombres sin dar un pequeño temblor, no después de todo lo que Nathan me había dicho de ellos.

-Hay que admitir que tu tienes cierto parecido con esa muchacha- continuó mi estilista- Y Nathan se parece a su padre, por lo que ustedes serán los que irán formados primeros, ambos tomados de la mano, y atrás suyo estarán Lucille y Ethan.

-¿Qué tiene que ver mi parecido con Katniss con el desfile?- pregunté.

Rovelia e Indectus, los ayudantes de Denile, miraron significativamente a su jefa; en ese momento me enteré que había algo que me estaban ocultando.

-Nada, Broegan- dijo ella. Rovelia salió un momento de la habitación y, al ingresar, traía un saco que poseía un vestido en su interior- Bueno, continuando con la idea, lo que los estilistas hicieron fue vestir a los tributos con ropa hecha para estar en llamas y le prendieron fuego.

-¡¿Piensas prenderme en llamas?!- exclamé, aterrorizada ante la idea. Denile me dio una sonrisa tranquilizadora.

-No te hará daño, Broegan, prometo que no quemará tu piel- dijo ella. No sabía porqué, pero sus palabras me tranquilizaron; aunque eso me decía que estaba mal, pues no debía confiar en la gente del Capitolio.

La tarde continuó y continuó; me pusieron el vestido, de un rojizo prendido, y luego comenzaron a maquillarme. El día anterior me habían quitado todas las imperfecciones que tenía, por lo que el trabajo no se les hizo tan difícil hoy. Al cabo de dos horas ya estaba lista; maquillada, peinada y vestida. Lista para el Desfile.

Salimos de la habitación y nos dirigimos al lugar en donde se haría el desfile, donde estaban ubicado todos los carros. Caminamos hasta el fondo, pues el doce era de los últimos, penúltimo mejor dicho. Atrás nuestro había una muchacha pelirroja y pálida, otra de tez acaramelada y cabello negro azabache, un chico rubio de ojos claros y un chico de tez y cabello oscuro. Las mujeres llevaban un vestido verde fluorescente, mientras que los chicos un traje del mismo color; en representación de la energía nuclear.

Los carros comenzaron a salir y cuando ya faltaban cuatro antes del nuestro, Nuestros estilistas se acercaron a nuestros vestidos y trajes, para prenderlos en llamas. Podíamos sentir los ojos de todas las personas sobre nosotros, pero, al menos yo, hice caso omiso. Tomé la mano de Nathan, dándole una sonrisa de apoyo, y el dio un apretón.

-No me sueltes- me rogó, un poco asustado.

-Nunca- dije, preparándome para recibir la atención de todo Panem.