El Anticristo.

Una vista objetiva podría observar con claridad el poder psicótico que subía por los pies hasta la cabeza de Edward. Él estaba parado en el medio de su habitación, con los ojos cerrados y la cabeza gacha, apretando los puños y tan firme como una estatua. Su mente trabajaba como una fábrica, la mejor fábrica del planeta; ¿qué fabricaba? Oscuridad, fuerza y oposición, al menos en ese momento. 
Edward se estaba marchitando. 
Edward era el retorcido por la sociedad. 
Cuando abrió sus ojos, sólo pudo envolver al mundo con su tristeza y melancolía mientras observaba un cuadro del español frente a él: Cristo de San Juan de la Cruz. La interpretación del muchacho era que el sombrío dictador, mejor conocido como Dios, todopoderoso, observaba a su hijo morir en una cruz. 
¡Sombrío dictador! No es más que la invención de la clase dominante para dominar. No es más que una figura paternal esquizofrénica. Y su no-hijo, mirando el cuadro, repetía: no te quiero, padre, no te quiero. Aléjate, no te quiero. 
Caminó hacia la puerta con los puños todavía cerrados, dentro de ellos llevaba la ira que le provocaba esta sumisa sociedad, esta sociedad creada por la moral que nos hace tan sumamente inútiles. ¿Qué está bien? ¿Qué está mal? ¿Acaso lo sabe el dictador? ¿Acaso el dictador ha tenido la osadía de enfrentar la atmósfera, el cielo y las nubes por el bien de su desquiciada y moralista sociedad? ¡Jamás! 
Pero él sí tiene la osadía de enfrentar la atmósfera, el cielo, las nubes y la tierra misma por el bien de su desquiciada y moralista sociedad. Más que por el bien, por el abrir de ojos. Por el idealismo propio y el simbolismo de las actitudes que el mundo estaba obteniendo por parte de la alta y dominante sociedad para obtener lo que quería: su propio bien, formado por mentiras. 
Salió de su casa y se dirigió a paso firme y seguro hacia la plaza central de la ciudad. Ni bien llegó, sabiendo que todos iban a estar allí festejando el día de la independencia del país, subió al escenario donde estaba una mujer de unos treinta años dando un largo y cansino discurso. Se robó las miradas de asombro, con la intención de hacerlas añicos y transformarlas en miradas propias, no robadas. 
       — ¡Mi voz, escuchen mi voz! Mediocres, son unos miserables mediocres. Reprimiendo sus deseos por una estúpida voz en sus subconscientes creada por los mismos superiores para que se conviertan en unos neuróticos. ¡Les están comiendo la cabeza! ¿Todo por un Dios, un ser celestial que los guía entre el infierno y el cielo? ¡Já, cada vez más notoria su mediocridad! Unos seres inseguros son los que estoy viendo, inseguros que no tienen fe en sí mismos, reprimiendo cada deseo por un edificio y un todopoderoso. ¡Que el mundo no progresa, que la tecnología moldea las cabezas de los pequeños como arcilla! Patético. ¿Dónde están sus mentes? ¿Ocupadas y preocupadas por ir al cielo? Pues no existe ningún cielo. Moralistas idiotas. Celebrando por algo logrado por nosotros y agradeciéndole a Dios. Estupideces, no más que estupideces. ¡Y me miran como si fuese un loco! ¡Ustedes son los locos, todos están locos! ¡Dementes, desquiciados, enfermos…! 
Callaron a Edward tomándolo por los brazos y arrastrándolo, pero él no cesaba. Los gritos desgarradores se podían escuchar sin necesidad del micrófono. Parecía que sus dientes iban a morder a todo el mundo, sus ojos estaban apuñalando, tenía un rostro inhumano. Pero él sólo veía inhumanos a los que lo observaban con lástima y miedo. Pobres de aquellos que no admitían la verdad simplemente por no ir a un infierno, por no tener una mala impresión de un padre que los abandona siempre, que les hace creer que sin él no son nada. 
Lo dejaron pudrirse rodeado de paredes blancas y opresoras, que cansaban la vista y no dejaban pensar. Pero eso no era un obstáculo, claro que no. Edward no paró de pensar, no paró de saber que él era más que una división de mundos. Él manejaba su mundo y la moral era él mismo. Sabía que allá afuera una mente había escuchado y había entendido el mensaje. 
El mensaje de destruir la figura paternal esquizofrénica, de destruir a un tirano, un estereotipo y un objeto egoísta. 
¡Como si le importase que le hayan declarado psicótico! ¡Como si aquellas píldoras funcionaran! 
No, esto era más que una psicosis. Esto era un anticristo.

Intentaré hacer un comentario serio porque este shot realmente me dejó pensando. Lo leí ayer cuando lo subiste, pero yo no comento los one shot que leo así que lo leí y lo dejé ahí. Pero, hace unos momentos lo volví a leer y reflexioné un poco. 
Me encantó el one shot, aunque la primera vez que lo leí lo encontré sumamente extraño porque yo creo en Dios y eso y me sentí seriamente identificada en las palabras de Edward cuando hablaba de las personas que creían en Dios. Pero, al leerlo por segunda vez, pude tener un pensamiento mucho más serio sobre esto. Estoy intentando explicar lo que estoy pensando actualmente pero no encuentro las palabras para expresarlo, posta.
Cuando sacaron a Edward del escenario, las dos veces me indigné, realmente. Porque Edward está dando su opinión y todos merecen ser escuchados, incluso cuando está prácticamente insultando a mucha gente, porque en parte tiene razón ((aunque suene medio careta porque creo en Dios y esas cosas, pero bueno)). 
"Unos seres inseguros son los que estoy viendo, inseguros que no tienen fe en sí mismos, reprimiendo cada deseo por un edificio y un todopoderoso." Eso me llegó, porque tiene razón viste.
Espero leer más cosas tuyas, porque me encanta tu manera de escribir y como explicás cada palabra en cada escrito tuyo; y no lo digo por ser tu amiga ni mucho menos. Diría lo mismo de cualquier manera. Espero que escribas más y subas más cosas sobre esta porque encantada leeré más. Te amop.

Tu comentario me alegró el día, y más sabiendo que sos creyente y que sos Mika (¿?) ahre. Me pone feliz que te haya gustado y que lo hayas interpretado así, cumplí mi objetivo. Respondería algo más largo pero bue, no tengo palabras, solamente grasiaaaaa. Te amo más.