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Troublemaker | NC | Audiciones Cerradas| Esperando Resultados...
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Re: Troublemaker | NC | Audiciones Cerradas| Esperando Resultados...
Me encanto la idea, yo quiero audicionar. En un rato dejo la ficha con el gif alcndskljncsdjk *-*
Crestwell
Re: Troublemaker | NC | Audiciones Cerradas| Esperando Resultados...
Ava Birdwhistle
No busques mascotas si puedes tener a una perra como yo.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
>> Representante: Teresa Palmer
>> Nombre Completo: Ava Evangeline Birdwhistle
>> Chico y Rol:Liam Payne | La perra
>>
- Capítulo:
- El chico observaba con cuidado el pedazo de papel de color lavanda que tenía en frente, lo leía una y otra vez tratando de hallar un error inexistente, unas cuentas veces más y estuvo seguro de su inicial perfección, apenas eran ocho treinta de la noche pero él como cada día estaba en casa, ya había terminado con todos sus deberes tanto hogareños como académicos, se hallaba en su espaciosa habitación en el centro de la casa, estaba pintada de un tenue color celeste, celeste como el cielo despejado al amanecer. Su hermana le había ayudado y había hecho en el techo un cielo surcado de nubes blancas y grisáceas indicadas para tormentas. Era una habitación hermosa y un color muy pacifico justo como su ocupante.
Miró el reloj de bolsillo que colgaba de la lámpara en la mesa de noche que estaba a un lado y sonrió, su carta estaba lista y ni siquiera eran las nueve, un récord para sí mismo.
Amaba con cada rincón de su ser escribir y lo amaba aún más si era ella la que inspiraba tan bellas dedicaciones.
Ojala pudiera publicar cada una de sus obras, con tanta ansiedad dejar su nombre al público lo mataría sin duda alguna, pero se sentía bien por ahora escribiendo de manera anónima ya fuese en papel como en su blog personal, en el que también solía escribir para ella aunque ni siquiera lo supiese. La ansiedad social que le fue diagnosticada apenas cuando cursaba los nueve años. Era un calvario que recorría solo puesto que nadie parecía entender realmente su lastimosa situación.
Sin embargo no dejaba que esa condición lo limitara a las cuatro paredes o un escondite tal como una caverna. Él añoraba el mundo, añoraba el exterior.
“…y por eso digo esto, eres tan hermosa, tan celestial que ni en esta vida ni mil más podría llenarme de goce total el mirarte todos los días”
“…sé que con estas bellas palabras no conquistare tu corazón pero quiero capturar al menos tu atención, si tan solo pudieras mirarme sin asquearte, o al menos rozar tus suaves y tiernos dedos contra mí por accidente, eso me daría vida eterna, tu toque me devolvería la gracia de respirar, de ver el cielo a cada despertar”
“… me das tanta esperanza sin siquiera saberlo, eres mi ángel, un frágil, delicado y precioso ángel”
Así era como iniciaban las múltiples entradas a su blog, cada una de un día distinto, las cartas podría escribirlas una vez por semana pero ella estaba todos los días en su mente y alma. Como un límpido manto que recubre al más preciado y costoso objeto él cuidaba de cada detalle para ella. Las cartas y ,aunque no lo supiera, otras atenciones, tales como el regalo de unas costosas botas que había anhelado desde que la vio en una vidriera y se había decepcionado al no poseer trescientas libras, o álbumes de David Bowie conservados como históricos para el ambiente musical. Fawn siempre había querido agradecer esas tiernas ocupaciones de él en investigar sus gustos, a diferencia de otros esto no la asustaba, le parecía romántico.
Quería que Fawn supiera cuanto la amaba, cuanto la anhelaba a pesar de ni siquiera saber cómo reaccionaba a cada carta, esperaba que de manera emocionada.
Fawn Dankworth tenía su lábil corazón entre sus manos sin saberlo, podía destrozarlo cuando ella quisiera y tal vez ni se enteraría, esa era la opción más posible sin duda alguna. Y él temía de ello, temía tener que recomponer su corazón y sus sentimientos si es que algún día se atrevía a hablar con Fawn, cosa que creía muy lejana o incluso nula.
La nulidad era algo que también le aterraba, dejar ir a Fawn implicaba perder parte de su ser de igual manera. Y si no le decía quien era la persona que escribía esas cartas ella se hartaría y al finalizar la universidad o antes estaría con alguien más y eso no quería ni tener que imaginarlo. Lo destrozaría por completo el ver a la persona que ama con otra.
Pero pensar en ello no ayudaba nada a su situación actual, solo lo desalentaba más.
Sacudió su cabellera y fijó su atención en la foto que guardaba de ella, era una foto de hacía seis meses del periódico universitario, sonreía con su premio de literatura. Solo Dios sabía cuánto le había costado elaborar un argumento positivo a la literatura siendo que la detestaba. Odiaba casi todo en la universidad, Fawn no tenía cura ya.
El año quedaba en penumbras para dar paso a otro y Dankworth aún no conseguía decidir su carrera o su vida en general.
Él, aunque le molestara, se sentía algo decepcionado de su chica, quería sin duda el mejor futuro para ella y como iba no lograría absolutamente nada. Quedaría atrapada en el limbo de la vida y eso era lo que realmente destrozaba al joven.
—¿Louis tienes hambre? —de improvisto cruzó por el umbral de la puerta con una cesta blanca repleta de ropa.
—Eh no, gracias —repuso algo tímido. Era extraordinario el nivel de ansiedad presente en él, tan extremo que le temía al único ser que lo amaba de manera incondicional, su madre. Su dulce madre, quien jamás lo dañaría. Johannah acarició su hombro desde atrás y el chico saltó en su lugar, lo había asustado. Algo preocupada ella se retiró de la habitación con ropa para lavar y se despidió de su hijo con un te quiero Boo.✦ ✧ ✦ ✧ ✦ ✧
—¡Vamos Fawn! —la apuró la rubia, Genevieve. Ambas iban todos los días a la universidad montadas en su Blue Nash Metropolitan, un regalo de su abuela Brigitte.
—¡Dame un minuto! —respondió la castaña desde el segundo piso del pomposa edificio color rosado.
Luego de media hora de batallar con el secador de cabello se decidió a ir con un gorro que cubría toda su melena enmarañada por el aire caliente del aparato.
Bajo a toda prisa por las escaleras del pequeño departamento que ocupaba en el centro de Portsmouth, en Landport, a unos cuantos minutos de la universidad.
—¿No te dije que hoy despertarás temprano? —farfulló Ieve e invitó a su amiga a pasar al asiento del copiloto.
—Oh, lo siento señorita amargura, es que tu perro ocultó mis cosas y la ducha solo tenía agua fría así que para no coger una gripe nivel dios me tuve que secar con esa estúpida cosa y ahora parezco un león drogado —habló Fawn con una terrible expresión de enfado recorriéndole cada centímetro.
—Esa no es excusa —respondió Genevieve, mirando despreocupadamente la avenida, avanzó cruzando Brittany Ferries hasta Buckland. Continuo casi diez minutos sin hablar cuando Fawn la tocó, estaba helada. Muy helada y su rostro se veía cansino y pálido.
—¿Ieve te sientes bien? —inquirió la joven con el gorro.
—Sí, claro que sí.
—Te ves muy enferma —soltó Fawn.
—Solo estoy enferma, no muy enferma. —contestó la rubia ceniza.
—Creo que será mejor que yo conduzca y te lleve a casa, es mejor Gene. Anda déjame cuidarte como a mi bebé —dijo ella emocionada.
—No Fawn, estoy bien. No es como si esto fuera a matarme. Es solo un resfrío.
—Entonces vamos a una farmacia, al menos para comprar un medicamento porque tu cara es de soy un vampiro, mátenme por favor —hablo la morena con un deje de burla en su suave voz.
—Amo a los vampiros — intervino Ieve con una sonrisa lánguida.✦ ✧ ✦ ✧ ✦ ✧
Querida Fawn.
Hoy te vi muy preocupada, se que Ieve está muy enferma, pero nunca pensé que podía llegar a ser influenza.
No he ido a visitarla al hospital, no creo que pueda ir. Ella podría saber quién soy y cuando se recupere, porque lo hará, decirte todo y eso aún no está en mis planes. Lo siento amor.
Estoy desanimado últimamente, verte tan mal y triste me parte el corazón. Ojala pudiera tomar el lugar de Genevieve, así tú estarías feliz y no sabrías siquiera quien soy. Te haría llegar mis cartas como fuese, no puedo pasar ni una semana sin escribirte menos podría pasar un mes sin hacerlo.
Me hace feliz escribir para ti, me da una alegría y emoción que no se compara nada, pensar en ti, pensar en las reacciones que tienes por las cartas, imaginar cuanto deseas conocerme personalmente. He desertado muchas veces, lo admito, tuve tantas oportunidades de decir ‘hey, yo soy el anónimo que te ama’ pero mi temor le gana a cualquier sentimiento de superación o confianza que se halle en mi al momento de verte. Me asusta la idea de desagradarte y tener que hacer frente a tu inminente rechazo Fawn. Pero el miedo no dice nada en el amor que siento por ti, no sabes cuánto me gustaría reconfortarte entre mis brazos como a una pequeña paloma herida. Porque aunque me lastime así estas, herida y necesitando el apoyo de quien sea. Amas mucho a Ieve y sé que te está quitando la vida verla así todos los días cuando la visitas.
Créeme cuando te digo que si yo tuviera que ver a mi hermana así también me quitaría las ganas de todo, pero mantendría la esperanza de su fortaleza física y mental, y sé que saldría adelante.
No pierdas la esperanza querido amor mío. Yo estaré para ti cuando me necesites, cuido de ti a pesar de que no me veas, siempre cuidaré de ti. Te protegeré del dolor con mi amor, mis palabras y mi vida. No dejaré que el viento invernal te sacuda como a una rosa solitaria, no permitiré que la brisa arruine tu juego de cartas, no dejaré que nadie toque el delicado cristal que es tu bello corazón. Te protegeré por siempre y para siempre.
En mi persona siempre hallarás la calidez de un hogar lleno de amor por ti, en mi encontraras la felicidad que la vida puede brindar cuando se lo permites, hallaras la emoción de una nueva aventura semanal, pero sobre todo Fawn, encontraras la esperanza del cambio positivo, sé que no soy el más indicado para decir esto pero no bajes los hombros, sube la cabeza y enfrenta las atrocidades del presente porque yo sostendré tu espalda y no te dejaré caer.
Prometo hacer todo lo posible para hacerte sentir un poco mejor. Lo intentaré todos los días de mi vida.
Lo prometo.
Siempre, L.
Fawn casi lloró al saber que al menos él no la había olvidado, que sabía que la pasaba mal a pesar de llevar una sonrisa casi todo el día.
Él la conocía y ella no podía ni decir su nombre por la simple razón de no saberlo. Lo extrañaba a pesar de nunca haberlo visto cara a cara, lo necesitaba, necesitaba la calidez que un abrazo suyo podría brindarle pero no lo tenía y eso la lastimaba aún más. El muchacho de cabellos castaños lo sabía y aún así no se atrevía a actuar.
La espiaba al recibir sus cartas. Sabía que necesitaba de alguien, de un hombro para llorar o de una broma para sonreír como con Genevieve y sus ocurrencias.
La veía tan triste que la ansiedad estaba quedándole chica y el deseo de hablar con ella se engrandecía.
La joven cerró su casillero y con sus libros a cuestas comenzó a buscar ayuda de alguien para cargarlos pero como era de costumbre nadie se ofreció, ni siquiera se le acercaban por el aspecto que llevaba, todos pensaban que Ieve la había contagiado pero solo era cansancio, puro cansancio.
—De…déjame ayudarte.
—Gracias —contestó a la vez que dividía la pesada carga en dos, tres libros para cada uno. Levantó la mirada para agradecer y lo primero que hallo fue una cabellera castaña.
El joven tenía la mirada baja clavada en su carta de sobre morado.
—Oh eso —río tiernamente por primera vez en semanas, su risa se comparaba al canto de los ángeles, un coro celestial.
El muchacho continúo con la mirada al suelo luego de que Fawn quitara la carta de su vista, esperaba a que levantara la vista pero no lo hacía por lo que carraspeo algo fuerte para llamar su atención.
—¿Hola? —se agachó un poco para, intentar al menos, ver parte de rostro— Me llamo Fawn Dankworth, segundo año— dijo con una sonrisa cordial— ¿Nos conocemos?
El muchacho negó levemente con su cabeza pero no soltó palabra alguna, lo que indigno a la morena sin embargo lo dejó pasar. A lo mejor él también creía que tenía la peste pero le había dado lastima su soledad.
—No hablas mucho ¿no? —indagó con esperanza de oír siquiera un no como respuesta— Uhm bueno, ¿vamos?
El asintió.
Caminó en silencio detrás de Fawn, pasillos y gente, mucha gente. Demasiada, estaba asustado e iniciando su crisis pero trató de calmarse para no asustar a la joven que caminaba sin preocupaciones frente a él.
Tenía tanto miedo de las personas que le susurraban raro y adefesio, quería llorar, hacerse una pequeña bolita y dejar que el mundo olvidara su existencia.
A veces creía que dejar de existir sería el fin de sus problemas, el fin de su habitación en la Tierra conllevaría paz a todas partes, incluso su propia madre sería feliz sin tener que cuidar de un fenómeno, pensaba cada vez que miraba su expresión de decepción pero si había algo que lo mantenía con su corazón latiente era Fawn, escribir para la chica le daba la esperanza de tener amor algún día, más específicamente su amor, su tierno corazón para sí mismo y nadie más.
Sin duda, ella lo hacía seguir con su inepta vida, lo hacía olvidar el mal trato de la gente, el dolor de su familia por su situación. Sin embargo no faltaba la ocasión en la que ni siquiera el amor lo salvara de las imágenes apocalípticas contra su persona, no se soportaba, se asqueaba de sí mismo y sentía empatía por aquellos que se sentían repugnados por él, comprendía el asco que les daba tener que respirar el mismo aire de alguien que actuaba como una rata.
Quería amar a Fawn lo más que se pudiera, aferrarse a la vida por ella, convertirla en el centro de su universo autodestructivo y dejar que el mar o el viento se llevarán el dolor que acarreaba en su espalda desde que toda esa pesadilla comenzó, desde que su padre se quitó la vida. Desde que vio como moría frente a sus ojos.
Quería que Fawn lo hiciera olvidar todo, hasta su nombre y quien era para renacer como un ser llenó de tranquilidad, un ser normal, quería dejar de ser el raro para ser como cualquier otra persona y no diferenciarse por escabullirse u ocultarse como una alimaña. Sabía que la chica que ocupaba su corazón podía conseguir que se amara a sí mismo. Fawn Dankworth era su ángel, su precioso y frágil ángel. Y no pensaba dejarla ir como si nada, lucharía por ella, con cartas, poemas o lo que fuera lucharía por su amor y su corazón, porque sentía que de alguna manera se la merecía. Merecía algo bueno y podía elegir lo que quisiera pero su necedad lo llevaba a elegir al amor.
—¿Te sientes bien? —la joven tocó levemente su mano y él se sintió desfallecer, el contacto que tanto había anhelado, el toque de el amor de su vida.
—Fawn yo…
—¡Hablaste! ¡Al fin! —exclamó la chica con una sonrisa dejando ver sus perlados dientes.
Él iba a decirle, decirle quien era. Era el momento. No podía esperar más, necesitaba vaciar esas palabras fuera de su mente, estaban causando demasiados estragos en su vida, esas simples palabras. No quería dejarla ir ahora, ella podía elegir de pareja a quien quisiera y eso no podía permitirlo.
Su garganta se cerró al verla tan expectante y con sus ojos abiertos a más no poder esperando a que continuará con la plática que llevaban, las palabras se atoraron en el aire de sus pulmones y su cerebro se desconectó de su cuerpo. No fue capaz de controlar sus acciones y cayó al suelo, se estaba ahogando, esa ansiedad social estaba acabando con su vida.
—¡Ayuda, por favor! —Fawn dejó volar los libros y se tiró a un lado del chico, puso su cabeza sobre sus piernas mientras un circulo de estudiantes curiosos se formaba a su alrededor.
—¡Saquen los teléfonos todos! El raro se nos muere —gritó un chico por el fondo del círculo.
Todo el mundo, como si de una orden presidencial se tratase, acató lo dicho y comenzaron a filmar la agonía del castaño, algunos solo miraban horrorizados, otros reían como si de una broma se tratase y restantes solo acompañaban con sonrisas de satisfacción.
Los profesores corrieron al sector en donde el montículo de gente crecía y al ver la imagen de un alumno prácticamente medio muerto en el patio llamaron a emergencias. Él no podía morir.
—Tranquilo estarás bien —intentó calmarlo la directora Kensington. Sabía que lo que decía podría no ser cierto pero la esperanza de la vida era lo único que quedaba.
—Aguanta ¿sí? —lloriqueo Fawn, temía tanto por la vida del desconocido, los ojos azules de él hicieron contacto con los verdes de ella y su llanto aminoro su fuerza, ahora lloraba en silencio, estaba aterrada por el muchacho.
Tan pronto llegaron los paramédicos los alumnos se dispersaron a excepción de Fawn que continuó arrodillada con sus manos entre las de él apretando de vez en vez para mantenerlo despierto, el sonreía para calmarla dándole a entender que todo estaría bien.
No le temía morir, ya había logrado acercarse a Fawn y si bien no tenía su amor tenía su atención, lo había mirado sin asquearse, lo había tocado sin huir luego por el temblor en sus manos. Había estado tan cerca que pudo oler su perfume, aspirar el aroma de su cabello y ver el brillo de sus ojos. Sus asustadizos ojos cafés.
No podía pedir más que esa realidad. Morir entre los brazos de su amada.
—¿Puedo ir directora? Por favor, no me diga que no porque huiré de todas maneras para verlo —rogó Fawn, quería acompañarlo y asegurarse de que lo tratarán con cuidado.
—Claro que si, tranquila ¿sí? El estará bien.
—Directora, ¿cómo se llama él? —preguntó antes de subir con el castaño en la ambulancia.
—Creo que es Louis Tomlinson —contestó la mujer con sus prolijas cejas enarcadas.
- Ábreme :
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No se si estará bien así pero bueno, ojalá que si
Crestwell
Re: Troublemaker | NC | Audiciones Cerradas| Esperando Resultados...
Chicas, lamento esto de verdad pero lo digo porque no quiero fallarles; me tengo que ir por un plazo algo prolongado del foro y no estaré para actualizar nada, por lo tanto, retiro mi audición. De verdad lo siento mucho
kuchta
Re: Troublemaker | NC | Audiciones Cerradas| Esperando Resultados...
Chicas :( cierren la novela, ah
Travis.
Re: Troublemaker | NC | Audiciones Cerradas| Esperando Resultados...
Yo quiero resultados x.x
Invitado
Invitado
Re: Troublemaker | NC | Audiciones Cerradas| Esperando Resultados...
resultados.......!!!
Invitado
Invitado
Re: Troublemaker | NC | Audiciones Cerradas| Esperando Resultados...
Crestwell escribió: Ava BirdwhistleNo busques mascotas si puedes tener a una perra como yo.[Tienes que estar registrado y conectado para ver este vínculo]
>> Representante: Teresa Palmer
>> Nombre Completo: Ava Evangeline Birdwhistle
>> Chico y Rol:Liam Payne | La perra
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- Capítulo:
El chico observaba con cuidado el pedazo de papel de color lavanda que tenía en frente, lo leía una y otra vez tratando de hallar un error inexistente, unas cuentas veces más y estuvo seguro de su inicial perfección, apenas eran ocho treinta de la noche pero él como cada día estaba en casa, ya había terminado con todos sus deberes tanto hogareños como académicos, se hallaba en su espaciosa habitación en el centro de la casa, estaba pintada de un tenue color celeste, celeste como el cielo despejado al amanecer. Su hermana le había ayudado y había hecho en el techo un cielo surcado de nubes blancas y grisáceas indicadas para tormentas. Era una habitación hermosa y un color muy pacifico justo como su ocupante.
Miró el reloj de bolsillo que colgaba de la lámpara en la mesa de noche que estaba a un lado y sonrió, su carta estaba lista y ni siquiera eran las nueve, un récord para sí mismo.
Amaba con cada rincón de su ser escribir y lo amaba aún más si era ella la que inspiraba tan bellas dedicaciones.
Ojala pudiera publicar cada una de sus obras, con tanta ansiedad dejar su nombre al público lo mataría sin duda alguna, pero se sentía bien por ahora escribiendo de manera anónima ya fuese en papel como en su blog personal, en el que también solía escribir para ella aunque ni siquiera lo supiese. La ansiedad social que le fue diagnosticada apenas cuando cursaba los nueve años. Era un calvario que recorría solo puesto que nadie parecía entender realmente su lastimosa situación.
Sin embargo no dejaba que esa condición lo limitara a las cuatro paredes o un escondite tal como una caverna. Él añoraba el mundo, añoraba el exterior.
“…y por eso digo esto, eres tan hermosa, tan celestial que ni en esta vida ni mil más podría llenarme de goce total el mirarte todos los días”
“…sé que con estas bellas palabras no conquistare tu corazón pero quiero capturar al menos tu atención, si tan solo pudieras mirarme sin asquearte, o al menos rozar tus suaves y tiernos dedos contra mí por accidente, eso me daría vida eterna, tu toque me devolvería la gracia de respirar, de ver el cielo a cada despertar”
“… me das tanta esperanza sin siquiera saberlo, eres mi ángel, un frágil, delicado y precioso ángel”
Así era como iniciaban las múltiples entradas a su blog, cada una de un día distinto, las cartas podría escribirlas una vez por semana pero ella estaba todos los días en su mente y alma. Como un límpido manto que recubre al más preciado y costoso objeto él cuidaba de cada detalle para ella. Las cartas y ,aunque no lo supiera, otras atenciones, tales como el regalo de unas costosas botas que había anhelado desde que la vio en una vidriera y se había decepcionado al no poseer trescientas libras, o álbumes de David Bowie conservados como históricos para el ambiente musical. Fawn siempre había querido agradecer esas tiernas ocupaciones de él en investigar sus gustos, a diferencia de otros esto no la asustaba, le parecía romántico.
Quería que Fawn supiera cuanto la amaba, cuanto la anhelaba a pesar de ni siquiera saber cómo reaccionaba a cada carta, esperaba que de manera emocionada.
Fawn Dankworth tenía su lábil corazón entre sus manos sin saberlo, podía destrozarlo cuando ella quisiera y tal vez ni se enteraría, esa era la opción más posible sin duda alguna. Y él temía de ello, temía tener que recomponer su corazón y sus sentimientos si es que algún día se atrevía a hablar con Fawn, cosa que creía muy lejana o incluso nula.
La nulidad era algo que también le aterraba, dejar ir a Fawn implicaba perder parte de su ser de igual manera. Y si no le decía quien era la persona que escribía esas cartas ella se hartaría y al finalizar la universidad o antes estaría con alguien más y eso no quería ni tener que imaginarlo. Lo destrozaría por completo el ver a la persona que ama con otra.
Pero pensar en ello no ayudaba nada a su situación actual, solo lo desalentaba más.
Sacudió su cabellera y fijó su atención en la foto que guardaba de ella, era una foto de hacía seis meses del periódico universitario, sonreía con su premio de literatura. Solo Dios sabía cuánto le había costado elaborar un argumento positivo a la literatura siendo que la detestaba. Odiaba casi todo en la universidad, Fawn no tenía cura ya.
El año quedaba en penumbras para dar paso a otro y Dankworth aún no conseguía decidir su carrera o su vida en general.
Él, aunque le molestara, se sentía algo decepcionado de su chica, quería sin duda el mejor futuro para ella y como iba no lograría absolutamente nada. Quedaría atrapada en el limbo de la vida y eso era lo que realmente destrozaba al joven.
—¿Louis tienes hambre? —de improvisto cruzó por el umbral de la puerta con una cesta blanca repleta de ropa.
—Eh no, gracias —repuso algo tímido. Era extraordinario el nivel de ansiedad presente en él, tan extremo que le temía al único ser que lo amaba de manera incondicional, su madre. Su dulce madre, quien jamás lo dañaría. Johannah acarició su hombro desde atrás y el chico saltó en su lugar, lo había asustado. Algo preocupada ella se retiró de la habitación con ropa para lavar y se despidió de su hijo con un te quiero Boo.✦ ✧ ✦ ✧ ✦ ✧
—¡Vamos Fawn! —la apuró la rubia, Genevieve. Ambas iban todos los días a la universidad montadas en su Blue Nash Metropolitan, un regalo de su abuela Brigitte.
—¡Dame un minuto! —respondió la castaña desde el segundo piso del pomposa edificio color rosado.
Luego de media hora de batallar con el secador de cabello se decidió a ir con un gorro que cubría toda su melena enmarañada por el aire caliente del aparato.
Bajo a toda prisa por las escaleras del pequeño departamento que ocupaba en el centro de Portsmouth, en Landport, a unos cuantos minutos de la universidad.
—¿No te dije que hoy despertarás temprano? —farfulló Ieve e invitó a su amiga a pasar al asiento del copiloto.
—Oh, lo siento señorita amargura, es que tu perro ocultó mis cosas y la ducha solo tenía agua fría así que para no coger una gripe nivel dios me tuve que secar con esa estúpida cosa y ahora parezco un león drogado —habló Fawn con una terrible expresión de enfado recorriéndole cada centímetro.
—Esa no es excusa —respondió Genevieve, mirando despreocupadamente la avenida, avanzó cruzando Brittany Ferries hasta Buckland. Continuo casi diez minutos sin hablar cuando Fawn la tocó, estaba helada. Muy helada y su rostro se veía cansino y pálido.
—¿Ieve te sientes bien? —inquirió la joven con el gorro.
—Sí, claro que sí.
—Te ves muy enferma —soltó Fawn.
—Solo estoy enferma, no muy enferma. —contestó la rubia ceniza.
—Creo que será mejor que yo conduzca y te lleve a casa, es mejor Gene. Anda déjame cuidarte como a mi bebé —dijo ella emocionada.
—No Fawn, estoy bien. No es como si esto fuera a matarme. Es solo un resfrío.
—Entonces vamos a una farmacia, al menos para comprar un medicamento porque tu cara es de soy un vampiro, mátenme por favor —hablo la morena con un deje de burla en su suave voz.
—Amo a los vampiros — intervino Ieve con una sonrisa lánguida.✦ ✧ ✦ ✧ ✦ ✧
Querida Fawn.
Hoy te vi muy preocupada, se que Ieve está muy enferma, pero nunca pensé que podía llegar a ser influenza.
No he ido a visitarla al hospital, no creo que pueda ir. Ella podría saber quién soy y cuando se recupere, porque lo hará, decirte todo y eso aún no está en mis planes. Lo siento amor.
Estoy desanimado últimamente, verte tan mal y triste me parte el corazón. Ojala pudiera tomar el lugar de Genevieve, así tú estarías feliz y no sabrías siquiera quien soy. Te haría llegar mis cartas como fuese, no puedo pasar ni una semana sin escribirte menos podría pasar un mes sin hacerlo.
Me hace feliz escribir para ti, me da una alegría y emoción que no se compara nada, pensar en ti, pensar en las reacciones que tienes por las cartas, imaginar cuanto deseas conocerme personalmente. He desertado muchas veces, lo admito, tuve tantas oportunidades de decir ‘hey, yo soy el anónimo que te ama’ pero mi temor le gana a cualquier sentimiento de superación o confianza que se halle en mi al momento de verte. Me asusta la idea de desagradarte y tener que hacer frente a tu inminente rechazo Fawn. Pero el miedo no dice nada en el amor que siento por ti, no sabes cuánto me gustaría reconfortarte entre mis brazos como a una pequeña paloma herida. Porque aunque me lastime así estas, herida y necesitando el apoyo de quien sea. Amas mucho a Ieve y sé que te está quitando la vida verla así todos los días cuando la visitas.
Créeme cuando te digo que si yo tuviera que ver a mi hermana así también me quitaría las ganas de todo, pero mantendría la esperanza de su fortaleza física y mental, y sé que saldría adelante.
No pierdas la esperanza querido amor mío. Yo estaré para ti cuando me necesites, cuido de ti a pesar de que no me veas, siempre cuidaré de ti. Te protegeré del dolor con mi amor, mis palabras y mi vida. No dejaré que el viento invernal te sacuda como a una rosa solitaria, no permitiré que la brisa arruine tu juego de cartas, no dejaré que nadie toque el delicado cristal que es tu bello corazón. Te protegeré por siempre y para siempre.
En mi persona siempre hallarás la calidez de un hogar lleno de amor por ti, en mi encontraras la felicidad que la vida puede brindar cuando se lo permites, hallaras la emoción de una nueva aventura semanal, pero sobre todo Fawn, encontraras la esperanza del cambio positivo, sé que no soy el más indicado para decir esto pero no bajes los hombros, sube la cabeza y enfrenta las atrocidades del presente porque yo sostendré tu espalda y no te dejaré caer.
Prometo hacer todo lo posible para hacerte sentir un poco mejor. Lo intentaré todos los días de mi vida.
Lo prometo.
Siempre, L.
Fawn casi lloró al saber que al menos él no la había olvidado, que sabía que la pasaba mal a pesar de llevar una sonrisa casi todo el día.
Él la conocía y ella no podía ni decir su nombre por la simple razón de no saberlo. Lo extrañaba a pesar de nunca haberlo visto cara a cara, lo necesitaba, necesitaba la calidez que un abrazo suyo podría brindarle pero no lo tenía y eso la lastimaba aún más. El muchacho de cabellos castaños lo sabía y aún así no se atrevía a actuar.
La espiaba al recibir sus cartas. Sabía que necesitaba de alguien, de un hombro para llorar o de una broma para sonreír como con Genevieve y sus ocurrencias.
La veía tan triste que la ansiedad estaba quedándole chica y el deseo de hablar con ella se engrandecía.
La joven cerró su casillero y con sus libros a cuestas comenzó a buscar ayuda de alguien para cargarlos pero como era de costumbre nadie se ofreció, ni siquiera se le acercaban por el aspecto que llevaba, todos pensaban que Ieve la había contagiado pero solo era cansancio, puro cansancio.
—De…déjame ayudarte.
—Gracias —contestó a la vez que dividía la pesada carga en dos, tres libros para cada uno. Levantó la mirada para agradecer y lo primero que hallo fue una cabellera castaña.
El joven tenía la mirada baja clavada en su carta de sobre morado.
—Oh eso —río tiernamente por primera vez en semanas, su risa se comparaba al canto de los ángeles, un coro celestial.
El muchacho continúo con la mirada al suelo luego de que Fawn quitara la carta de su vista, esperaba a que levantara la vista pero no lo hacía por lo que carraspeo algo fuerte para llamar su atención.
—¿Hola? —se agachó un poco para, intentar al menos, ver parte de rostro— Me llamo Fawn Dankworth, segundo año— dijo con una sonrisa cordial— ¿Nos conocemos?
El muchacho negó levemente con su cabeza pero no soltó palabra alguna, lo que indigno a la morena sin embargo lo dejó pasar. A lo mejor él también creía que tenía la peste pero le había dado lastima su soledad.
—No hablas mucho ¿no? —indagó con esperanza de oír siquiera un no como respuesta— Uhm bueno, ¿vamos?
El asintió.
Caminó en silencio detrás de Fawn, pasillos y gente, mucha gente. Demasiada, estaba asustado e iniciando su crisis pero trató de calmarse para no asustar a la joven que caminaba sin preocupaciones frente a él.
Tenía tanto miedo de las personas que le susurraban raro y adefesio, quería llorar, hacerse una pequeña bolita y dejar que el mundo olvidara su existencia.
A veces creía que dejar de existir sería el fin de sus problemas, el fin de su habitación en la Tierra conllevaría paz a todas partes, incluso su propia madre sería feliz sin tener que cuidar de un fenómeno, pensaba cada vez que miraba su expresión de decepción pero si había algo que lo mantenía con su corazón latiente era Fawn, escribir para la chica le daba la esperanza de tener amor algún día, más específicamente su amor, su tierno corazón para sí mismo y nadie más.
Sin duda, ella lo hacía seguir con su inepta vida, lo hacía olvidar el mal trato de la gente, el dolor de su familia por su situación. Sin embargo no faltaba la ocasión en la que ni siquiera el amor lo salvara de las imágenes apocalípticas contra su persona, no se soportaba, se asqueaba de sí mismo y sentía empatía por aquellos que se sentían repugnados por él, comprendía el asco que les daba tener que respirar el mismo aire de alguien que actuaba como una rata.
Quería amar a Fawn lo más que se pudiera, aferrarse a la vida por ella, convertirla en el centro de su universo autodestructivo y dejar que el mar o el viento se llevarán el dolor que acarreaba en su espalda desde que toda esa pesadilla comenzó, desde que su padre se quitó la vida. Desde que vio como moría frente a sus ojos.
Quería que Fawn lo hiciera olvidar todo, hasta su nombre y quien era para renacer como un ser llenó de tranquilidad, un ser normal, quería dejar de ser el raro para ser como cualquier otra persona y no diferenciarse por escabullirse u ocultarse como una alimaña. Sabía que la chica que ocupaba su corazón podía conseguir que se amara a sí mismo. Fawn Dankworth era su ángel, su precioso y frágil ángel. Y no pensaba dejarla ir como si nada, lucharía por ella, con cartas, poemas o lo que fuera lucharía por su amor y su corazón, porque sentía que de alguna manera se la merecía. Merecía algo bueno y podía elegir lo que quisiera pero su necedad lo llevaba a elegir al amor.
—¿Te sientes bien? —la joven tocó levemente su mano y él se sintió desfallecer, el contacto que tanto había anhelado, el toque de el amor de su vida.
—Fawn yo…
—¡Hablaste! ¡Al fin! —exclamó la chica con una sonrisa dejando ver sus perlados dientes.
Él iba a decirle, decirle quien era. Era el momento. No podía esperar más, necesitaba vaciar esas palabras fuera de su mente, estaban causando demasiados estragos en su vida, esas simples palabras. No quería dejarla ir ahora, ella podía elegir de pareja a quien quisiera y eso no podía permitirlo.
Su garganta se cerró al verla tan expectante y con sus ojos abiertos a más no poder esperando a que continuará con la plática que llevaban, las palabras se atoraron en el aire de sus pulmones y su cerebro se desconectó de su cuerpo. No fue capaz de controlar sus acciones y cayó al suelo, se estaba ahogando, esa ansiedad social estaba acabando con su vida.
—¡Ayuda, por favor! —Fawn dejó volar los libros y se tiró a un lado del chico, puso su cabeza sobre sus piernas mientras un circulo de estudiantes curiosos se formaba a su alrededor.
—¡Saquen los teléfonos todos! El raro se nos muere —gritó un chico por el fondo del círculo.
Todo el mundo, como si de una orden presidencial se tratase, acató lo dicho y comenzaron a filmar la agonía del castaño, algunos solo miraban horrorizados, otros reían como si de una broma se tratase y restantes solo acompañaban con sonrisas de satisfacción.
Los profesores corrieron al sector en donde el montículo de gente crecía y al ver la imagen de un alumno prácticamente medio muerto en el patio llamaron a emergencias. Él no podía morir.
—Tranquilo estarás bien —intentó calmarlo la directora Kensington. Sabía que lo que decía podría no ser cierto pero la esperanza de la vida era lo único que quedaba.
—Aguanta ¿sí? —lloriqueo Fawn, temía tanto por la vida del desconocido, los ojos azules de él hicieron contacto con los verdes de ella y su llanto aminoro su fuerza, ahora lloraba en silencio, estaba aterrada por el muchacho.
Tan pronto llegaron los paramédicos los alumnos se dispersaron a excepción de Fawn que continuó arrodillada con sus manos entre las de él apretando de vez en vez para mantenerlo despierto, el sonreía para calmarla dándole a entender que todo estaría bien.
No le temía morir, ya había logrado acercarse a Fawn y si bien no tenía su amor tenía su atención, lo había mirado sin asquearse, lo había tocado sin huir luego por el temblor en sus manos. Había estado tan cerca que pudo oler su perfume, aspirar el aroma de su cabello y ver el brillo de sus ojos. Sus asustadizos ojos cafés.
No podía pedir más que esa realidad. Morir entre los brazos de su amada.
—¿Puedo ir directora? Por favor, no me diga que no porque huiré de todas maneras para verlo —rogó Fawn, quería acompañarlo y asegurarse de que lo tratarán con cuidado.
—Claro que si, tranquila ¿sí? El estará bien.
—Directora, ¿cómo se llama él? —preguntó antes de subir con el castaño en la ambulancia.
—Creo que es Louis Tomlinson —contestó la mujer con sus prolijas cejas enarcadas.
- Ábreme
[Tienes que estar registrado y conectado para ver esa imagen]
No se si estará bien así pero bueno, ojalá que si
¡Ficha Aceptada, Suerte!
Me gustó mucho tu escrito e.e Estas participando :33
Robin.
Re: Troublemaker | NC | Audiciones Cerradas| Esperando Resultados...
YA CERRARÉ LAS AUDICIONES, SE QUE ME HE AUSENTADO MUCHO.
SOLO NECESITO QUE SE REPORTEN Y SUBIRÉ RESULTADOS.
-DENY.
Robin.
Re: Troublemaker | NC | Audiciones Cerradas| Esperando Resultados...
Yo estoy presente como siempre
Invitado
Invitado
Re: Troublemaker | NC | Audiciones Cerradas| Esperando Resultados...
Esperando ANsiosa
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