Primordials.

Todo en la vida era un misterio por descubrir, la vida misma era un misterio. Nos quitaron las esperanzas de luchar por nuestros ideales, de hacer escuchar nuestras voces. Nos robaron la libertad que tanto añorábamos, aquella por la que tanto resistíamos. Nos prohibieron ser lo que éramos, a pesar de todo, teníamos sentimientos, emociones y sueños que albergaban en cada uno de nuestros corazones. Pasamos a formar parte la historia nunca antes contada, de persona que nunca existieron, de mitos que fueron volando y desapareciendo con el tiempo. Nos convertimos en un susurro para terminar en la boca del viento que todo lo lleva.

Fuimos ocultados de toda la belleza humana y natural, nos aislaron por miedo al rechazo, al descontrol, a una revolución. Nos culparon de muchas cosas, nos hicimos cargo de muchas otras. Nuestro hogar se había convertido en una base a las afueras de la ciudad, lejana a la sociedad, donde nadie nos podía encontrar. Los que estaban allí desde un principio comprendían lo que era el dolor, el abandono, la tortura y la miseria humana. Los que recién llegaban lo irían descubriendo eventualmente, nadie les escapaba. 

- Calíope, levántate en este instante y deja de ser tan deprimente - La rubia forzó a mantener una pequeña sonrisa que, como siempre, terminó siendo una mueca de fastidio –. Me molestas. 

Exaltada y con un dolor punzante en la parte trasera de mi nuca, traté de recomponerme sobre la litera. Nuevamente el sueño y los recuerdos me habían derrotado sin poder siquiera protestar. No mirar hacia el pasado me era inevitable, lo llevaba en mi naturaleza, en una habilidad que tarde o temprano siempre terminaba odiando. 

- Maldita sea, Alaska deja de hacer eso como si fuese divertido.

Traté de despejar mi mente sin resultado. El silencio que se colaba por la habitación hacía de los esfuerzos aún más agonizantes.

- Sinceramente, lo es Cali - murmuró con ironía, mi mirada gélida se posó en ella haciéndole saber por millonésima vez que odiaba ese apodo – De todas formas, para que no creas que me divierte sacarte de tus “visitas” al pasado, lo único que venía a decirte era que el consejo te está esperando en la sala Alfa. 

- ¿Otra reunión? Anoche a duras penas pude dormir – Crucé los brazos sobre mi rostro mientras resoplaba. 

Me levanté lentamente mirando todo a mí alrededor ante la atenta mirada de Alaska. Sabía que a ella no le importaba mi estado, solo esperaba a que me desmaye o algo similar solo para entretenerla. Cabía decir, que la conocía mejor de lo que me conocía a mí misma.  

Las paredes grises y sin vida de la habitación me dieron la bienvenida una vez que salí por completo del pasado. Estaba agotada y no veía la hora de poner mi cuerpo nuevamente entre las colchas y descansar, pero sabía que por una u otra razón no lo lograría tan fácilmente. Todas las noches era igual, cuando me sumía en la profunda oscuridad de la base, los recuerdos me llenaban por cada rincón de mi mente y sin pensarlo o siquiera quererlo, me veía a mí unos cien años antes.  Me veía en mis memorias, en las memorias de los demás. Pero lo peor de todo esto siempre había sido canalizar los sentimientos. Cada memoria estaba ligada a sentimientos masivos que me llenaban cada vez que estas habilidades aparecían.

Lleve lentamente y con calma, mi cuerpo por cada uno de los pasillos de la base. En cada esquina me encontraba con lo mismo, soledad. Era de noche a suponer por la escasa luz de la luna que rara vez se colaba por una pequeña ventana sobre el techo a un lado de la sala Alfa. Los pisos blancos, las paredes grises, las puertas a cada lado. Si no estuviese tan acostumbrada podría asimilar el espacio a una tétrica película, esas que de vez en cuando le pedía a Rita a escondidas. 

Abrí ambas puertas mientras levantaba la barbilla imponiéndome ante ellos, era un gesto estúpido ya que yo estaba bajo sus reglas, pero nunca me olvide que ellos también estaban bajo las mías. Detrás de la gran mesa ovalada de madera caoba, estaba el consejo completo observándome y parado frente a ellos se encontraba George, con la típica sonrisa de autosuficiencia en su rostro. George era el hijo mayor del comandante Longaster, quien 100 años atrás me había aislado, encerrado y dejado sin opción frente a la muerte. Junto a él habíamos creado las bases para la protección de todos los Primordials, (como se le fue nombrada a nuestra raza) afortunadamente luego de tantos años él murió,  pero su hijo tomó el cargo. Aún más audaz, aún más feroz e inhumano. 

- Y te has dignado a aparecer – Enarcó una de sus cejas observándome despectivamente. Lo odiaba, si, lo odiaba más que a su padre. 

- Y tú te has dignado a ser cada vez más despreciable – Avancé frente a la mesa mirando de soslayo a los guardias. 

Por medidas de seguridad, luego de un pequeño problema ocurrido hace años atrás donde uno de los subcomandantes fue quemado a fuego vivo, la guardia se había incrementado. Nunca me había arrepentido de quemar a ese maldito. 

- No estamos aquí para perder el tiempo – Se irritó como usualmente lo hacía. 

- Seguramente tenga otros cien años más que perder. 

- ¡Suficiente! Estas aquí para cumplir órdenes como los demás – Se acercó poco a poco hasta mí – Recuerda que tú no eres nada, y que yo lo soy todo. 

A punto de contestar y con mi cuerpo temblando de la furia y la energía, uno de los guardias se presentó en la sala trayendo consigo a un muchacho un poco alterado. Se llevó las miradas de todos los presentes, incluyéndome. 

- Alette, él será tu carga ahora – Señala con la mano al joven moreno a mi derecha – Su padre declaró con las autoridades lo que era hace unos años, permaneció en una prisón de máxima seguriad todos estos años, hasta que nuestro investigador lo halló y ahora solo merece ser encerrado de por vida enla prisión a la que pertenece.

Asentí con precaución viendo como el nuevo quería saltarle encima y molerlo a golpes. No digo que no lo ayudaría si ese fuese el caso, pero no era momento de crear más problemas. 

- Ahora largo, lejos de mi vista – Se despidió con su manera de ser tan cordial como lo es una patada en el estómago. 

Di media vuelta ardiendo de la furia y arrastrando conmigo al nuevo fuera de la sala Alpha. Una vez nuevamente entre los pasillos grises suspiré sonoramente, descargando las energías que mi cuerpo había almacenado. 

- ¿Quién eres? ¿Qué es esto? – Sus ojos color ámbar me inspeccionaron de arriba hacia abajo, sabía lo que pasaba por su mente, era aterrador estar en su lugar. 

- Esto es la base Primordial, fundada en el año 1816 para personas como tú y yo, personas que fuera de estas instalaciones no pertenecen. 

Lo traté con mi tono más neutral, debía ver la realidad a la que éramos sometidos involuntariamente. Su cuerpo delgado y de mi misma estatura avanzaba por los corredores a un lado mío. 

- Ahora dime tu nombre y posteriormente te llevaré a una de las últimas recamaras, luego serás designado como compañero. 

Recogí uno de los mechones castaños que me dificultaban la visión mientras parábamos frente a una de las puertas del último pasillo.  

- Kayden, Kayden O’neill – Me observó profundamente. 

Podía ver todo de él a través de su mirada, era como un libro abierto y listo para descubrir. Su mirada estaba llena de recuerdos y sentimientos, perdida entre emociones y memorias. Mirarlo directamente a los ojos fue como entrar en un trance donde solo el color de estos se presentaba frente a mí  y mis recuerdos se disparaban de un lado a otro de mi mente, como si estuviese leyéndolos, inspeccionando mi alma. 

Poco a poco esa sensación se fue desvaneciendo, y no fue hasta entonces que no me había dado cuenta que había contenido el aire todo ese tiempo. Él se enfocó en la pared detrás de mí y luego nuevamente en mis ojos. 

- No podremos escapar nunca, ¿Cierto? – El temor en su voz me hacía creer que él ya lo sabía.

- Es aquí donde, de ahora en más, pertenecemos. 

Holis :