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Mensaje por next to you Lun 26 Dic 2011, 7:01 am

wow esta genialll me encantaaaaaaaaaaaaaaa
siguelaaaaaaaaaaa
next to you
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Mensaje por pau D jonas parthenopaeus Lun 26 Dic 2011, 10:23 am

Nueva Lectoraa!!
Siguelaaaaaaaa!
pau D jonas parthenopaeus
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Mensaje por CrazyxJonas Lun 26 Dic 2011, 5:35 pm

Sigo pensando que fue cruel dejarla ahi solita, aunque fuese trabajo ¬¬
HOMBRES. xdd Debes seguirla, de verdad *-*
Lo necesito.
CrazyxJonas
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Mensaje por jamileth Lun 26 Dic 2011, 7:33 pm

siguela!!!!
siguela!!!
:P
quiero mas caps!!!
jamileth
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"Compañeros De Trabajo" - Joe y tu  Terminada  - Página 3 Empty Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada

Mensaje por CrazyxJonas Mar 27 Dic 2011, 4:25 am

Yayaya siguelaaaaaa!! c:
CrazyxJonas
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"Compañeros De Trabajo" - Joe y tu  Terminada  - Página 3 Empty Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada

Mensaje por next to you Mar 27 Dic 2011, 9:13 am

siguela
next to you
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Mensaje por Nani Jonas Mar 27 Dic 2011, 2:22 pm

perdon por la tardansa pero aqi en mi ciudad a estado haciendo
mucho frio y en mi colonia casi nadie tiene luz ahora les escribo
por el celular de mi prima espero puedan entenderme y esperar
cuando regrese la luz les subire maranton las qiero cuidense mucho.
.
Nani Jonas
Nani Jonas


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"Compañeros De Trabajo" - Joe y tu  Terminada  - Página 3 Empty Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada

Mensaje por CrazyxJonas Jue 29 Dic 2011, 4:56 am

Bueno bueno, no te preocupes, enserio!! :DD
CrazyxJonas
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"Compañeros De Trabajo" - Joe y tu  Terminada  - Página 3 Empty Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada

Mensaje por Nani Jonas Jue 29 Dic 2011, 10:29 am

hola chicas buenos dias ahora les subo les subo el maraton
prometido las qiero y gracias por esperar

Capitulo 3
Algunos de sus negocios más lucrativos los había realizado con hombres que pensaban con la bragueta en vez de la cabeza. Le encantaba usar el sexo para manipular a los hombres.
Y de vez en cuando le encantaba invitar a personas nuevas a su guarida.
Como Joseph Jonas y unos pocos más en la fiesta.
Jonas era una novedad. Unas semanas atrás le había enviado un mensaje a través de un conocido en el que le comunicaba que le gustaría presentarse en la isla para discutir un negocio lucrativo. Y Oliver había aprobado que se lo incluyera en la lista de invitados.
Volvió a centrarse en las listas, y notó la seguridad especial que había en la Torre Oscura, donde retenía a su invitada especial: la hija de Stan Winston. Su posesión más preciada.
Oliver tenía buena memoria de los agravios que le habían hecho. Y había estado esperando la oportunidad de devolver las jugadas de algunos negocios que Stan Winston le había estropeado, con los que habría podido canalizar mucho dinero en empresas legítimas.
De modo que en cuanto se presentó la oportunidad de arrebatarle a su hija, la había aprovechado. Quizá se la devolviera un poco usada... si Winston pagaba el precio adecuado.
Aún pensaba en lo que quería.
Y no era dinero.
Tan solo algunas condiciones que lo humillaran, que lo dejaran en deuda con él. Pero esa solo era una posibilidad interesante.
Quizá fuera más satisfactorio devolverle a su hija en un ataúd y demostrar que tenía poder absoluto sobre la vida de Winston.
La carne estaba estupenda, en el punto que a ______ le gustaba. Las patatas asadas excelentes, esponjosas, deliciosas con la crema agria y los trozos de beicon de guarnición.
—En Industrias Winston saben cocinar — alabó Jack mientras cortaba otro trozo de carne tierna.
—Solo lo mejor para Stan Winston.
El comentario lo realizó él mismo. Se hallaba en el umbral, con el aspecto de una víctima de terremoto. El pelo despeinado, como si hubiera dormido el último mes con la ropa puesta. Y las arrugas de la cara habían adquirido la cualidad de canales.
—Señor Winston —murmuró ______ —.Únase a nosotros. Estoy segura de que desde la cocina le podrán enviar algo.
—Gracias, pero no tengo hambre.
Winston apartó una silla y se sentó a la mesa.
______ asintió. A pesar de la invitación, le era imposible estar en la misma habitación con él sin sentirse culpable.
—No dejen que los interrumpa —añadió Winston—. Me preguntaba cómo iban sus planes.
—Estábamos estableciendo los personajes que vamos a proyectar hacia Reynard —también él dejó el tenedor y el cuchillo—.Y he conseguido fotografías aéreas detalladas de la isla.
—Deje que las vea —pidió Winston.
Olvidada la cena, ______ se incorporó para ir a buscar las fotos, tímida con el vestido revelador. Pero Winston apenas la miró.
También Jack se puso de pie para indicarle los elementos que le había señalado a ______.
— ¿Dónde creen que el canalla retiene a Dawn?
—Cualquier cosa que le diga ahora solo será una conjetura —respondió Jack—. Podría tenerla en la casa principal. O en cualquier otra parte de la isla.
—Todo esto es por mi culpa —musitó el padre, angustiado.
— ¡No! ¿Cómo puede decir eso? —inquirió ______.
Winston la miró.
—Sé que aún se culpa a sí misma... incluso después de que le dijera que era una necedad. Me he dejado el cerebro tratando de imaginar qué había en la cabeza de mi hija.
—No puede conocer sus pensamientos —protestó ella.
—Puedo realizar una conjetura bastante fiable. Lo que sucedió es porque Dawn me culpa de la muerte de su madre el año pasado. Jill y yo tuvimos una pelea la noche en que murió. Y estaba enfadada al subirse a su deportivo. Por eso iba a toda velocidad y pasó por alto el giro en Thunder Road —suspiró—. Desde entonces, Dawn apenas me ha hablado. Y yo he temido tanto que le pudiera pasar algo parecido, que prácticamente la he mantenido en arresto domiciliario. Por eso planificó su huida. Para alejarse de mí. Ahora los dos estamos pagando el precio... me refiero a usted y a mi. Los dos nos achacamos la culpa. Con la salvedad de que yo soy el responsable. Usted no.
—La recuperaremos —musitó ______.
— Tienen que hacerlo. O no seré capaz de vivir conmigo mismo.
Después de explicarle los detalles de la operación, Jack mantuvo el monólogo esperanzador mientras acompañaban a Winston a la puerta.
El hombre se mostró profuso en su agradecimiento.
—Has hecho que se sintiera mejor —comentó ______ cuando la puerta se cerró.
—Rezo para que podamos cumplir esas promesas.
Iba a darse la vuelta. Pero estaba tan cansada que cuando uno de los tacones se enganchó en la alfombra, trastabilló.
Jack le soltó el brazo y la sostuvo. Ella contuvo el aliento y sintió que la mano grande se deslizaba por su espalda. Y en ese momento supo que la oleada de excitación sexual no era unilateral. Él estaba excitado.
Pero todo el incidente duró unos segundos. Antes de que pudiera parpadear, Jack había apartado y trasladado la mano de la espalda al respaldo de una silla.
—Ha sido un día largo —gruñó él.
______ asintió en silencio. Había creído que le era indiferente. Que la aventura en la cama había representado solo un estallido de placer momentáneo para él. Sin embargo, empezaba a creer que se había apresurado en su evaluación.
—Ve a casa y duerme un poco. Empezaremos de nuevo por la mañana. Y quítate esos zapatos antes de que te mates —añadió Jack.
No tenía energía para responderle. Ni el valor de preguntarle qué sentía. Avanzó por el pasillo con los hombros erguidos.
Él no estaba en la habitación cuando regresó. Jamás lo habría considerado un cobarde. Se preguntó si se habría ido adrede.
La especulación la animó mientras bajaba en el ascensor. Eran las diez pasadas, pero no tuvo problemas para llegar a casa. Industrias Winston mantenía una flotilla de coches privados con conductores de servicio.
Veinte minutos más tarde saludaba al portero de su edificio de apartamentos del East Side.
Situado justo al lado de la Avenida Lexington, era una residencia pequeña pero exclusiva para jóvenes ejecutivos. Un edificio de lujo según el estándar de Nueva York, donde los alquileres se habían disparado.
Pero ganaba un sueldo bastante bueno como para permitirse un apartamento con dos dormitorios, uno de los cuales dedicaba a despacho.
El maullido de protesta de Callie la recibió al entrar en el pequeño recibidor.
Se agachó para acariciar el pelaje sedoso del gato.
—Lo siento, cariño —se disculpó—. Sé que llevo fuera mucho tiempo. Y que voy a ausentarme aún más —lo primero que tenía que hacer por la mañana era llamar a su amiga Jan y pedirle el favor de que cuidara del gato.
Al sentarse en el sofá, el animal saltó sobre su regazo. ______ echó la cabeza para atrás, cerró los ojos y lo acarició.
Se quitó los zapatos y apoyó los pies en el viejo baúl náutico que había encontrado en un rastrillo y que había mandado a arreglar para poder utilizarlo como mesa de centro.
Pasados unos momentos, se quitó el gato del regazo y se dirigió a la cocina para llenarle el cuenco con comida.
Segundos después, contemplaba desde la ventana las luces de la ciudad.
Había vivido en Nueva York toda la vida. Le encantaba el bullicio de la ciudad y la sensación de hogar que le transmitía su apartamento. Por lo general allí se sentía satisfecha. Sin embargo, esa noche estaba inquieta.
No era solo por la situación de Dawn. En silencio reconoció que era Jack. Esa tarde había conseguido que comprendiera lo vacía que era su vida, y eso no le gustaba.
Cuando sonó el timbre del telefonillo, se sobresaltó. Cruzó la habitación con el corazón latiéndole con fuerza.
Se preguntó si él estaría abajo, si habría olvidado decirle algo. O si simplemente deseaba verla.
—Hola —contestó mientras apretaba el botón.
—______.
La decepción fue instantánea, era Ted Burnes, que trabajaba para ella en Industrias Winston.
—Ted. ¿Qué haces aquí? —preguntó.
—Me gustaría hablar contigo. ¿Puedo subir?
Miró la hora. Las diez y media, una hora poco habitual para una visita.
—Es importante —añadió él.
—De acuerdo. Te abriré.
Contenta de haberse opuesto la ropa de trabajo al llegar, volvió a calzarse y se alisó el pelo ante el espejo.
Segundos más tarde, sonaba el timbre y abría.
Ted atravesó el recibidor y giró en círculo, inspeccionando el salón.
—Es bonito.
—Gracias. Mmm... ¿Por qué has pasado por aquí?
En cuanto pronunció las palabras, supo que no había sido muy hospitalaria.
Ted metió las manos en los bolsillos. Era un hombre alto, casi tanto como Jack. Y musculoso. Tenía el pelo rubio. Había intentado salir con ella en una o dos ocasiones, pero ______ le había dejado claro que no salía con personal de la empresa.
—Supongo que estás cansada. Quizá no debería haber venido —se disculpó.
—No, no. Está bien. Solo he tenido un día agotador —respondió.
—Lo sé. Has llamado a Joseph Jonas para que te ayude a recuperar a Dawn Winston.
— ¿Cómo lo sabes? —inquirió.
—La gente lo ha visto en el edificio. Solo ha habido que sumar dos y dos.
Ella asintió.
—______, desearía que no fueras con él.
Otro hombre que intentaba convencerla para que no hiciera su trabajo.
— ¿Por qué no? —quiso saber.
—He oído cosas sobre él —bajó la cabeza, y luego la alzó.
— ¿Como qué?
—Como que no es el compañero más fiable para el trabajo —soltó.
—Creo que será mejor que expliques eso.
—De acuerdo. Estás al tanto de que es un ex agente de la CÍA. ¿Sabes por qué dejó la agencia?
—Podía ganar más dinero en el sector privado.
—Puede que eso sea verdad. Pero su marcha fue resultado directo de una misión en Albania. Con una compañera. La perdió.
— ¿Quieres decir que la mataron? —inquirió.
—Sí. Y fue culpa de él.
— ¿Cómo lo sabes?
—Informes confidenciales —Ted titubeó.
— ¿De dónde has sacado algo así?
—No puedo decírtelo.
— ¡Ted, trabajas para mí!
—Pero en este caso, no puedo revelar mi fuente. Vas a tener que confiar en mí.
—Muy bien.
— ¿Muy bien qué?
—Muy bien, reconozco que alguien quiere desacreditar a Joseph Jonas. Y si tú no puedes decirme de quién se trata, no puedo realizar una evaluación de la información.
—No puedo decírtelo —repitió.
—Entonces le daré el valor que se merece.
Ted cruzó los brazos.
— ¿Estás segura de que Joseph Jonas podrá protegerte la espalda?
—Sí —respondió con convicción... porque no podía cancelar la misión, lo que significaba que su única elección radicaba en confiarle la vida a Jack. Ted la observó como si creyera que cometía un error grave. Quiso cambiar de tema—.Jack y yo pensamos que Dawn pudo haber tenido ayuda para escapar de la propiedad.
—Tiene sentido —convino con voz tensa.
— ¿Sabes quién podría haber sido?
—De hecho, he reflexionado sobre ello —respondió con celeridad—. Una de las doncellas de la casa es nueva. Estoy repasando sus informes. Y hay un jardinero que se mostraba amigable con Dawn. También lo investigo.
—Gracias por ponerte en ello.
—Pensé que querrías la información.
—Sí —murmuró, pasando su peso de un pie a otro—. ¿Por qué no continuamos la discusión mañana en mi despacho?
Ted no aceptó la indirecta.
— ¿Quién va a estar al mando en tu ausencia? —preguntó de repente.
—No estoy segura —él era uno de los principales candidatos. Pero no pensaba hablarlo en ese momento.
Ted dio un paso atrás.
—Bueno, creo que será mejor que me vaya — la miró—. No le... mmm... contarás a Connors que te hablé de...Albania, ¿verdad?
—Claro que no —alargó la mano para abrir la puerta.
Ted asintió, y luego se marchó con la misma rapidez con la que había llegado, dejándola con pensamientos más inquietos que antes.

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"Compañeros De Trabajo" - Joe y tu  Terminada  - Página 3 Empty Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada

Mensaje por Nani Jonas Jue 29 Dic 2011, 10:31 am

Capitulo 4
Oliver Reynard dedicó parte de la mañana a inspeccionar en persona cada una de las villas y habitaciones en las alas de invitados. También recorrió la cocina para cerciorarse de que todo estaba preparado.
Luego, llegó el momento de hacer una última comprobación de los historiales de sus invitados.
Se detuvo ante su escritorio y pasó los dedos por la pila de carpetas que había sobre la ancha superficie de caoba.
Las más gruesas contenían expedientes de los hombres que llegarían a Isla Orquídea en unas pocas horas. Las más finas tenían información de las invitadas.
Las mujeres apenas entraban en su escala de amenazas potenciales... a menos que quisiera preocuparse de las que eran hijas de padrinos de la mafia. Eran los hombres su principal preocupación. Todos eran ricos. Todos poderosos e implacables. Y a todos les encantaba visitar el hogar del máximo jefe criminal. Y si les daba la oportunidad, todos lo matarían en su propia cama.
A algunos los conocía desde hacía años. Con otros intercambiaba a menudo correos electrónicos y videoconferencias. A los únicos a los que había visto cara a cara habían ido a Isla Orquídea. La isla era un estado independiente, sujeto a sus propias reglas, que se basaban en el Código Napoleónico. Culpable hasta que se demostrara la inocencia.
Y pocos hombres, o mujeres, que se ganaban su enemistad tenían la oportunidad de demostrar eso último.
Volvió a abrir la carpeta de Joseph Jonas. Jamás había trabajado con él, pero siempre tenía interés en nuevas operaciones para ganar dinero... en especial si no presentaban riesgos para su persona.
Como casi todos en su campo, Jonas se había tomado muchas molestias en ocultar al mundo los detalles de sus operaciones. Pero Oliver había descubierto el hecho interesante de que Jonas acababa de trasladarse a territorio vacío por los recientes arrestos de unos importantes jefes del crimen.
Parecía un hombre legal, aparte de que un par de respetados capos de la mafia estaban dispuestos a avalarlo.
Pero había algunos agujeros en su historial... algunos períodos de tiempo no justificados.
¿Condenas en la cárcel? ¿Momentos de incógnito para evitar trampas mortales contra su vida?. Ese era el rumor.
Podía ser o no verdad. Intrigado pero todavía en guardia, había mantenido a Jonas en la lista de invitados... en parte por el desafío de medirse con él. Y en parte por la compañía con la que se presentaría. ______ Griffin.
Abrió la carpeta y observó la foto... como había hecho una y otra vez en los últimos días.
Era un bombón. Rubia y con ojos azules. El tipo de mujer que le gustaba para variar de vez en cuando. Ella llevaba más de un año con Jonas. Lo que significaba que el hombre sentía cierto aprecio por ella. Pero, como la mayoría de los hombres, Jonas agradecería alguna diversión nueva.
Sonrió, satisfecho de que todo en su mundo estuviera tal como él lo quería. Listo para sus invitados, que aún seguían en Nueva York, pero que no tardarían en subir a su avión privado. Volvió a clavar la vista en ______ Griffin, y experimentó la placentera reacción de su cuerpo al mirarla. Se preguntó si sería tan hermosa en persona como lo era en la fotografía.

—Es la hora del espectáculo.
La voz de Joseph atravesó los pensamientos de ______ al tiempo que la limusina negra se detuvo en la pequeña terminal del Aeropuerto Internacional JFK.
Era una sección de acceso restringido, donde se realizaba la facturación de los vuelos internacionales de los hombres de negocio ricos.
El chófer uniformado apagó el motor y trotó con diligencia para abrir la puerta de ______, como si atender a sus pasajeros fuera el principal placer de su vida. Podía parecer un conductor profesional, pero en realidad era un agente de seguridad entrenado, Andrew Stanford. De hecho, se trataba del hombre al que dejaba a cargo de la seguridad en Industrias Winston mientras se hallaba en Isla Orquídea.
—Gracias —dijo mientras él depositaba sus maletas de marca en la acera.
Podría haberle asignado la tarea a Ted Burnes. Pero había elegido a Andy. Aún no sabía muy bien qué la había impulsado a tomar esa decisión. Ted siempre había sido competente en el trabajo. Pero la reunión mantenida con él dos días atrás a última hora la había puesto un poco nerviosa. No dejaba de repetirse que el único interés que lo movía era protegerla a ella. Sin embargo, no le gustaba la semilla de duda que había sembrado en su mente acerca de Joseph. Y no podía dejar de preguntarse si los motivos estaban viciados. Quizá a él no le gustaba la idea de que trabajara de forma tan íntima con otro hombre y había decidido socavar esa relación. Tendría que profundizar en las motivaciones en cuanto regresara.
Y le había asignado una misión especial. Debía investigar a todo el mundo sospechoso de haber ayudado a Dawn a escapar. Y sabía que sería mejor que encontrara algunas respuestas para cuando regresara.
Vio que Joseph la estudiaba con curiosidad. Alzó el mentón y le ofreció una sonrisa que centelleaba con falso entusiasmo.
—Oh, esto es tan excitante —dijo para los oídos del ayudante uniformado que colocaba su equipaje en un carrito. Probablemente también fuera un agente entrenado. Aunque en vigilancia y asesinatos.
Al llegar al mostrador, Joe sacó una billetera del bolsillo de los pantalones beige hechos a medida y eligió un billete de veinte, que le entregó al hombre.
—¡Gracias!
Desde la camisa azul y blanca de golf hasta los mocasines italianos, Joseph parecía exactamente lo que aparentaba ser: un hombre con dinero para satisfacer todos sus caprichos.
Ella llevaba un vestido de color amarillo limón con demasiado escote trasero y delantero como para permitirle un sujetador, pero al menos la chaqueta a juego le brindaba la sensación de estar un poco tapada.
Las manos estaban adornadas con cuatro anillos caros. Joseph había vetado las medias, de modo que tenía las piernas desnudas y los pies enfundados en unas sandalias de doscientos dólares.
En contraste, el rostro parecía un óleo, con maquillaje suficiente para haber sido aplicado con una espátula. Sabía que la mujer que interpretaba habría dedicado veinte minutos por mañana a plantarse ante el espejo para «arreglarse».
Joseph se había acercado al mostrador para presentar el documento que los autorizaba a tomar el vuelo que los trasladaría a Isla Orquídea.
—Me permiten los pasaportes, ¿por favor? — solicitó la atractiva azafata pelirroja.
Joseph sacó dos pequeñas libretas de tapas azules. La irritó que llevara su pasaporte. Pero lo importante era comprobar si los pasaportes falsos pasaban la prueba.
Mientras la mujer los inspeccionaba, ______ contuvo el aliento. Cuando se los devolvió con una sonrisa, se relajó un poco.
Después de que inspeccionaran sus bolsos de mano, los condujeron a una sala de espera, donde se unieron a seis parejas más.
______ había estado en muchas salas VIP de aeropuerto con Stan Winston, pero nunca había visto una tan lujosa. Había sofás de aspecto cómodo, alfombras, un bar y una mesa con mantel de algodón con un bufé.
Tampoco nunca había visto tanto oro, diamantes, piel italiana y relojes de marca. Y eso solo en los hombres.
Pero no fue únicamente el atuendo de los hombres lo que la impresionó. Podía percibir una atmósfera de entusiasmo en la sala, en parte exhibición de poder y en parte corriente sexual. Esos hombres estaban excitados.
Miró a Joseph. Luego, a su alrededor. Y se dio cuenta de que casi todas las mujeres parecían igual de nerviosas y aturdidas que ella.
De algún modo, Joseph había conseguido una lista parcial de los invitados, de modo que sabía quiénes eran algunos de sus compañeros de viaje.
En un rincón, el hombre de complexión poderosa y calva incipiente, con las cejas tupidas y los ojos entrecerrados, era Don Fowler, un conocido traficante de drogas.
Los observó a Joseph y a ella, y luego se inclinó para decirle algo a la escultural rubia que lo acompañaba.
Otro hombre que reconoció fue el capo de la mafia Jormo Kardofski. Alto y pálido, daba la impresión de que acababa de salir de una película de vampiros.
Joseph se adaptó de inmediato al nivel de excitación. Con gesto expansivo señaló la mesa del bufé. Recogió un plato y lo llenó con huevos Benedict, beicon y fruta. Ella se decantó por fruta y leche.
Algunas de las parejas ocupaban mesas pequeñas. Joseph y ella eligieron una.
La sorprendió lo relajado que parecía mientras devoraba el desayuno cuando ella tenía el estómago atenazado. Se concentró en una pequeña rubia. La mujer llevaba unas mallas ceñidas de color rosa, sandalias de tacón alto y una blusa rosa de tono más claro con lentejuelas. Se hallaba con un hombre grande y sólido cuya cara reflejaba las cicatrices de un acné juvenil. Apoyaba un brazo con gesto posesivo alrededor de los hombros de ella, la mano grande adornada con un enorme diamante. Los dedos colgaban delante de un pecho. ______ pensó que no parecía un gesto fortuito mientras lo observaba acariciar el nacimiento del seno.
La rubia vio que ______ los miraba y se ruborizó. En el acto apartó la vista, sin querer invadir un momento que debería ser privado. Pero había visto lo suficiente como para preguntarse si las muestras públicas de deseo eran consideradas normales entre esa gente.
La rubia y su acompañante no eran los únicos que se comportaban de forma inapropiada en esa sala de espera llena.
Otra pareja se encontraba en un rincón intercambiando besos y caricias. Y un segundo hombre se hallaba detrás de su acompañante, con las caderas pegadas al trasero de la chica. Sabía cómo se llamaba. Artie Proctor. Según la información aportada por Joseph, estaba metido en apuestas.
Volvió a bajar la vista a su plato, y sintió una descarga de sensaciones cuando el pie de Joseph subió por su tobillo. Él se había quitado el mocasín derecho y la acariciaba a través de los calcetines. Al parecer había leído la atmósfera imperante y decidido que era importante encajar.
El problema era que hacía días que no la tocaba. Desde que la sostuvo cuando tropezó aquella primera noche con los zapatos de tacón, se había esforzado en evitar todo contacto físico. De hecho, se había comportado como si la percepción que hervía entre los dos fuera inexistente. Y ella se había afanado en imitarlo. Pero el súbito contacto del pie le había provocado descargas eléctricas.
La voz de Joseph fue tan baja y sedosa como la caricia.
—La isla de Reynard es el tipo de lugar que me gusta. Vamos a pasarlo en grande. Un poco de placer. Un poco de negocios.
______ tragó saliva y llegó a la conclusión de que no era tan difícil imitar a las otras mujeres. La mayoría parecían tan desconcertadas como ella.
Todas eran hermosas. Algunas esbeltas como modelos, otras más parecidas a la chica del mes de Playboy.
Pero parecían disponer de poca elección en cuanto a su conducta. Estaba convencida de que sabían que o jugaban de acuerdo a las apetencias de esos hombres o serían reemplazadas con facilidad.
Sus propias elecciones eran limitadas. Al menos por el momento. Porque todo lo que sucediera en los próximos días estaba gobernado por la gran decisión que había tomado.
Iba a Isla Orquídea a rescatar a Dawn Winston. Sin importar lo que costara. Hasta ese momento, había dejado que su determinación la hiciera avanzar. Pero de repente, la actividad frenética de planificarlo todo se había detenido y ahí estaba, sentada en una sala de espera lujosa en el aeropuerto, desempeñando el papel para el que creía estar preparada.
—¿Contenta, nena? —preguntó él, subiendo el pie por la curva de la pantorrilla.
—Tan contenta como tú —se humedeció los labios secos.
Los ojos verdes de él le revelaron que sabía que mentía.
La voz de la mujer del mostrador sonó por los altavoces, rescatándola de las caricias.
—Vuelo 50310, con destino a Isla Orquídea, listo para el embarque. Todos los pasajeros tengan preparada la tarjeta de embarque para el auxiliar de vuelo.
Joseph volvió a calzarse. De pronto la zona se llenó de actividad cuando la gente se puso de pie, recogió el equipaje de mano y se dirigió hacia la puerta de salida.
Con una mezcla de alivio y expectación, ______ recogió el neceser, donde guardaba algo más que maquillaje. Oculto en los lados y fondo acolchados se hallaba el transmisor que necesitarían para avisar al transporte cuando hubieran localizado a Dawn.
Pensar en Dawn le provocó una repentina punzada de dolor. Ya había pasado una semana desde la última información recibida sobre la hija de Stan Winston, de modo que debían estar preparados para cualquier cosa.
Joseph debió de verla tiritar, porque le pasó un brazo por los hombros.
—Ya te lo he dicho, cariño, volar es más seguro que cruzar la calle.
—Sé que tienes razón —logró contestar—. Pero no puedo evitar ponerme un poco nerviosa cada vez que pienso en el despegue y el aterrizaje.
—No te agobies. Pediremos una copa de vino en cuanto estemos sentados.
Atravesaron la pasarela y entraron en el avión. ______ contuvo el aliento al ver la decoración. El interior se parecía más a un club nocturno que a un avión. Los asientos suntuosos estaban tapizados con una tela anaranjada, púrpura y distribuidos en filas que se miraban entre sí, con mesas pequeñas fijadas en medio.
No había asientos asignados. Las parejas eran libres de ocupar los asientos que desearan. Varias ya se habían puesto cómodas. Como en la sala de espera, cada una marcaba su propio territorio. Al parecer, nadie en ese grupo era extrovertido. O no confiaban en los demás para entablar una conversación superficial.
Joseph la condujo a la parte de atrás, sin duda porque eso le brindaba la oportunidad de observar a los demás. Al sentarse, ______ descubrió que incluso había un reposapiés que sobresalía de la estructura del asiento.
Cuando el avión avanzó por la pista, descubrió que luchaba contra un ataque de pánico.
—¿Todo bien? —murmuró Joseph, apretándole la mano.
Ella giró la cabeza y lo miró a los ojos. En ellos vio determinación mezclada con pesar.
¡Aún no la consideraba la mujer apropiada para el trabajo! Pero mostraría a Joseph Connor de qué estaba hecha. Adrede, se relajó, fingiendo que se preparaba para la experiencia más maravillosa de su vida.
En cuanto alcanzaron la altitud de crucero, un par de auxiliares de vuelo con faldas cortas, blusas con escote y medias de red salieron a preguntarles qué deseaban beber.
Ella pidió vino blanco. Jonas un ponche isleño; para empezar a divertirse, explicó en voz alta. Bebió el vino a pequeños sorbos y sintió el líquido frío deslizarse por su garganta. No era una experta, pero el vino tenía un sabor de máxima calidad.
Quince minutos más tarde, se sentía más relajada. Tanto, que no pudo evitar una pequeña travesura. Si Joseph podía provocarla en la sala de espera, ella podría hacerle lo mismo allí. Le sonrió con picardía, deslizó la mano por su muslo y comenzó a acariciarle la tela fina de los pantalones. Fue evidente que él no había esperado algo así, porque notó cómo se le tensaban los músculos. La reacción le produjo una gran satisfacción. Le demostraría lo bien que podía encajar.
La distrajo el hombre fornido con la cara marcada al inclinarse sobre la rubia con la ropa de color rosa para susurrarle algo.
La mujer se ruborizó y negó con la cabeza. Pero él volvió a hablar, en esa ocasión con expresión dura. La otra se puso pálida. Se desabrochó el cinturón de seguridad y avanzó por el pasillo con la vista clavada en el suelo ante las miradas curiosas de los demás.
Probablemente todos habían presenciado el pequeño intercambio y se preguntaban qué sucedía.
La vio entrar en los lavabos que había justo frente a ellos dos. Aunque cerró la puerta con firmeza, no encajó el cerrojo.
Momentos más tarde, el otro se puso de pie y la siguió, entrando para echar el cerrojo a su espalda.
______ clavó la vista en la puerta, y luego se ruborizó al oír una risa masculina procedente del interior del lavabo. Una risa muy satisfecha... que terminó con un gemido.
Un momento más tarde, ______ se ponía rígida al oír un gruñido del otro lado de la puerta. Siguieron otros sonidos, que, por desgracia, pudo interpretar con precisión. Sintió que el rostro se le encendía.
Se sentía abochornada por la mujer que estaba dentro del lavabo. Y por sí misma... al verse obligada a soportar los sonidos íntimos procedentes del otro lado de la puerta. Al sentir la mirada de Joseph, mantuvo los ojos apartados. Pero giró la palma de la mano hacia arriba y le apretó la suya con fuerza, como si pudiera rescatarla de la impotente desazón que no debería sentir.
Se preguntó con qué clase de gente se había mezclado en ese vuelo.
Y reconoció que era una pregunta estúpida. Estaba con un puñado de mañosos que no se regían por las reglas normales de la sociedad, y todos ansiosos por ir a Isla Orquídea, donde tampoco había reglas, salvo las de Oliver Reynard.
La puerta se abrió y mantuvo la vista baja mientras el tipo salía con una sonrisa complacida en la cara y regresaba a su asiento. Pasaron cinco minutos antes de que la mujer lo siguiera, con la cabeza gacha y las manos pegadas a los costados. ______ supo que por dentro se moría de vergüenza porque todo el avión supiera lo que había hecho.
—Vamos a bajar las luces de la cabina para que puedan disfrutar de nuestra excelente selección de películas en las pantallas de televisor individuales —anunció una de las azafatas—. Pero si prefieren leer, los controles para las luces de lectura están en los reposabrazos de sus asientos.
______ no creyó que pudiera concentrarse en la palabra escrita. Joseph debió de considerar lo mismo, porque se adelantó y alargó la mano hacia un brazo que extraía una pequeña pantalla de televisión delante de ellos... situada para que no pudiera verse desde el pasillo.
—Veamos que hay —sugirió.
Sin aguardar una respuesta, sacó el mando a distancia que había en el reposabrazos; luego, le pasó un juego de auriculares, que ella se puso. Cuando apareció el menú, ______ leyó los títulos, sin reconocer ninguno.

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Mensaje por Nani Jonas Jue 29 Dic 2011, 10:33 am

Capitulo 5
Joseph encontró un espectáculo y observó la imagen que cobró vida. Un hombre y una mujer estaban en un dormitorio moderno y severo, con tonalidades de gris y malva. Pero la cámara se centraba en la pareja que había de pie en el centro de la alfombra mullida. Ella llevaba un camisón transparente que no ocultaba tos círculos oscuros de los pezones ni el triángulo de vello en la unión de las piernas. Él estaba desnudo y se lo veía desde atrás, todo músculos poderosos, nalgas compactas y piel bronceada.
Mientras ______ miraba, el hombre de la pantalla se acercó a la mujer, la tomó en brazos y la cámara cambió de ángulo para que se pudiera ver que la besaba en la boca, en el cuello, en el hombro. Luego, con manos decididas, le bajó las tiras del camisón y le atrapó los brazos mientras revelaba los pechos. Todo estaba hecho con tacto y erotismo.
Los pechos de la actriz eran perfectos, ni demasiado grandes ni demasiado pequeños. El hombre los alzó en las manos, los masajeó y luego le frotó los pezones, sacándole un gemido de placer...y un sonido estrangulado de ______.
No se atrevió a mirar a Joseph ni a nadie que pudiera captar la expresión aturdida en su rostro. Mantuvo la vista clavada en la pantalla.
La mujer se excitó, ya que los pezones se le contrajeron. Movió la mano arriba y abajo por la espalda del hombre.
Esa mano exploradora provocó un temblor en ______. Cuando el hombre se inclinó para introducirse en la boca uno de los pezones distendidos, sintió la reacción en sus propios pechos. En su sexo.
A su lado, Joseph se había quedado muy quieto, con la vista clavada en la pantalla, los labios levemente separados.
Casi no hizo falta ningún esfuerzo para colocar a Joseph y a sí misma en el lugar del hombre y la mujer que hacían el amor en la pequeña pantalla... ya que era lo que había anhelado desde la primera y única vez.
Cerró los ojos un momento en busca de serenidad. Pero eso estaba más allá de sus posibilidades. Quizá se debiera a la atmósfera permisiva que la rodeaba, o tal vez era más fácil dejar que las escenas eróticas de la película la arrastraran en vez de pensar en los rufianes y en sus mujeres o en lo que los aguardaba en Isla Orquídea.
Volvió a abrir los ojos para ver que el actor le había quitado el camisón a la mujer. Cuando giró un poco el cuerpo, vio que estaba plenamente excitado, con la erección sobresaliendo de su cuerpo como una lanza dura y firme.
Las escenas de amor en las películas que había visto con anterioridad habían sido de sexo simulado. Pero eso se hallaba más allá de su experiencia... una película en la que el hombre no fingía su excitación. Su primera película pomo.
Los ojos casi se le desorbitan al ver a la mujer tomar la erección en su mano y acariciarla de tal manera que le provocó un jadeo.
______ contempló cómo unas gotas de líquido se formaron en la punta del miembro, que la actriz capturaba y empleaba para masajear la cabeza.
Después, la mujer se arrodillaba delante del actor y lo tomaba en su boca, mientras con las manos jugaba con sus propios pechos, frotándose los pezones mientras le daba placer.
Era insoportablemente crudo. Y estimulante.
¿Qué iba a suceder a continuación? ¿Lo llevaría hasta el clímax de esa manera? ¿O iban a realizar el acto sexual?
Jamás tuvo la oportunidad de averiguarlo, porque la pantalla se quedó en blanco y ella sin aire, con una sensación palpitante entre las piernas.
—Creo que ya hemos tenido suficiente televisión —gruñó Joseph, quitándose los auriculares.
______ asintió y lo imitó. «De hecho, más que suficiente», pensó.
Bajó la vista a la mano de Joseph. Tenía los dedos levemente curvados sobre el apoyabrazos del asiento. Imaginó que se la tomaba y se la guiaba hacia el muslo.
No pudo cancelar la sensación de los dedos pegados a su piel. En la unión de las piernas, en esa parte que le palpitaba e irradiaba calor.
Volvió a cerrar los ojos, enfadada consigo misma. Por comportarse como una... una mujer dominada por las pasiones y no por el cerebro. No era mejor que la pareja que se había metido en el lavabo.
Permaneció sentada allí, convenciéndose de que si se concentraba en otra cosa, la necesidad de sentir el contacto de Joseph se desvanecería. Pero era imposible cancelar las sensaciones. No con Joseph tan cerca.
«¡Para! ¡Para ya!».
—¿Qué? —preguntó él con voz ronca.
—No he dicho nada.
—¿No?
Giró la cabeza para mirarlo. Separó los labios, pero no pudo forzar ninguna palabra. Durante largo rato se miraron como si acabaran de sorprenderse haciendo algo que no debieran.
Entonces ella decidió que no tenía nada que perder si revelaba al menos una parte de lo que sentía.
—Tengo algunos problemas en asimilar esa película.
—Sí. Debí apagarla antes.
—¿Por qué no lo hiciste?
—Era... —rió— interesante.
—Sí —bufó para despejarse la cabeza—. Jamás había visto nada parecido.
—Llevas una vida protegida.
—Es posible —miró alrededor de la cabina para quebrar el momento de intensidad. Varias parejas observaban las pantallas, y por la expresión que tenían, estuvo segura de que miraban la misma película u otra similar.
—Intenta dormir un poco —murmuró Joseph—. Apoya la cabeza en mi hombro.
Se preguntó si podría hacerlo. Con cuidado, bajó la cabeza hacia la superficie ancha y firme, extrañamente confortada por el contacto. Cuando él le acarició el pelo, cerró los ojos.
Estaba demasiado agitada para dormir. Agitada por la película y por el conocimiento de que se acercaban a Isla Orquídea. Era un vuelo que duraría menos de dos horas.
Un rato más tarde, las azafatas encendieron las luces y sirvieron un almuerzo espléndido de pollo con pimienta al limón, arroz integral y judías verdes. Después de que se llevaran las bandejas, ______ sintió que el avión empezaba a descender.
La isla era un rectángulo irregular de color verde, como una joya no tallada sobre un terciopelo turquesa.
Se reclinó en el asiento y trató de hacer acopio de la calma que necesitaría en una misión.
En esa ocasión fue diferente. Tenía los nervios a flor de piel y no podía calmarlos.
Se tensó al sentir que el avión se detenía delante de un edificio bajo y blanco.
En la cabina reinó una sensación de excitación expectante. Algunos de los hombres hablaban con sus mujeres, las tocaban. Otros miraban por las ventanillas, concentrados en captar un anticipo de su destino.
La puerta se abrió y el interior antes sellado fue invadido por un calor instantáneo y unos olores ricos... flores tropicales y una capa subyacente de vegetación en descomposición.
El aire era casi demasiado espeso para respirar, o quizá, lo que le daba problemas era el pecho atenazado.
Minutos más tarde, salieron al sol abrasador y descendieron unos escalones.
Pero no fue el calor lo que hizo que ______ se pusiera a sudar. Fueron los puestos con ametralladoras manejadas por guardas uniformados que había en los extremos del edificio que tenían delante.

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Mensaje por Nani Jonas Jue 29 Dic 2011, 10:35 am

Capitulo 6
Al atravesar los cincuenta metros de pista ardiente, Joseph catalogaba detalles e impresiones. El calor. Los guardas. La gente que lo rodeaba.
Pero por encima de todo, era consciente de la mujer que tenía al lado. Sabía que estaba tensa. Por desgracia, él era culpable en parte. Debería haber apagado esa película pomo al descubrir lo que era. Pero algo le había frenado la mano. Había querido ver la reacción de ______. Descubrir si denotaba la misma sobrecarga sexual que él.
Lo había estimulado descubrir que estaba tan encendida y necesitada como él. Pero en todo momento había sabido que trabajar con ella iba a representar una distracción enorme. Era uno de los motivos por los que había querido que se quedara en casa.
Cerró la mano sobre la correa del bolso. Adrede centró su atención en los guardas emplazados en los puestos en las esquinas del tejado del edificio. Una interesante exhibición de fuerza de un hombre que le daba la bienvenida a un grupo de amigos a una fiesta celebrada por él.
Tal vez amigos no. Dudaba de que Oliver Reynard tuviera camaradas. Pero las ametralladoras hablaban de la seguridad de la isla.
Lo divirtió notar las reacciones variadas de las personas a su alrededor mientras reducían la distancia que los separaba de los guardas. Los hombres se irguieron más. Las mujeres, incluida ______, se acercaron a los hombres, como si los cuerpos masculinos pudieran protegerlas de las balas.
Uno de los miembros del ejército privado de Reynard se hallaba a la entrada del edificio hacia el que se dirigían. Joseph había estudiado su insignia y supo que se trataba de un teniente. Un rango demasiado elevado para hacer de portero, lo que significaba que se encontraba allí por motivos más que ceremoniales. Estudiaba a los recién llegados y más tarde se le solicitaría su opinión.
Al aproximarse el primero de los invitados, el teniente se cuadró y abrió una pesada puerta de metal en la que ponía Control de Pasaportes y Aduana; la sostuvo con deferencia a medida que pasaban todos.
Joseph estudió el interior de la aduana. Lo que vio fue un cuarto severo de techo bajo, con un suelo de cemento y paredes de metal corrugado, que podría haber estado construido en cualquier país del Tercer Mundo.
Todo un contraste con el lujo de la sala de espera de Nueva York. Se preguntó qué habría pensado Dawn Winston al pasar por ese espacio sombrío.
Aunque no creía que la joven hubiera estado en disposición de analizar su entorno. Según la información de que disponía, había estado drogada al entrar en la isla.
Por un momento, Joseph no pudo desterrar la imagen de que Reynard había invitado a esos mañosos para eliminar a la competencia.
Quizá esa intuición también había invadido la mente de ______, porque Joseph sintió que pegaba el hombro contra el suyo.
Se obligó a esbozar una sonrisa arrogante.
—Pronto llegaremos a la parte buena. Nuestro anfitrión solo quiere dejar una cosa clara.
-¿Qué?
—Que sabe hablar de negocios... cuando le apetece.
—Mmm —respondió ella, y alzó la vista para mirar una de las videocámaras que grababan toda la escena.
Él estudió la fina capa de transpiración en la cara de ______.
—Probablemente tengas calor —murmuró—. ¿Por qué no te quitas la chaqueta y te pones cómoda?
—Sí. Tienes razón.
Mientras lo hacía y se la acomodaba debajo de un brazo, una voz salió de los altavoces.
—Tengan preparados sus pasaportes. Pueden hacer una fila con sus acompañantes, de cara al mostrador que hay en el extremo de la estancia.
Los pasajeros fueron de dos en dos como animales conducidos al Arca. Joseph dejó que otros pasaran delante y se situó con ______ aproximadamente en el centro del grupo, desde donde podría observar el procedimiento antes de que les llegara el turno. Vio con interés cómo un funcionario uniformado le hacía una serie de preguntas a Don Fowler y a su querida.
Luego, les inspeccionaron los bolsos de mano. Al final fueron conducidos hacia una pareja de guardas, uno varón y la otra mujer, que pasaron detectores de metales por sus cuerpos. Cuando los aparatos sonaron, a Fowler le quitaron el teléfono móvil y el busca.
Mientras el traficante solicitaba que le devolvieran sus cosas, Joseph se preguntó si el imbécil pensaba que lo iban a dejar entrar con un equipo de comunicaciones.
—Lo siento, señor —respondió el encargado—. Si desea realizar una llamada al continente, disponemos de excelentes instalaciones que estarán a su entera disposición.
«Excelentes y supervisadas», reflexionó Joseph.
Los siguientes fueron el idiota de los lavabos en el avión y su amiga. Joseph notó que el tipo estaba nervioso. Resultó que con buen motivo. Pasaron la sesión de preguntas y respuestas, pero al llegar el turno del detector de metales, los guardas encontraron algo un poco más significativo que un teléfono y un busca. El idiota llevaba una funda al tobillo con una pistola de calibre pequeño que al parecer no había sido detectada en Nueva York. Quizá adrede. Tal vez Reynard quería hacer valer su autoridad en su propio terreno.
Y el inspector no solo se la requisó. Activó una alarma, y cuando un sonido de campanas llenó la estancia, más guardas armados se materializaron desde una puerta en el costado del recinto.
Una vez más el señor «Sexy» y su acompañante se convirtieron en el centro de atención, aunque en esa ocasión el tipo no se pavoneaba. Un guarda fornido lo tomó del brazo y se lo llevó con rapidez de allí. La chica fue detrás. Intentó resistirse, pero los guardas la obligaron a continuar y lo último que vio Joseph fue el temblor de sus hombros de color rosa.
Joseph sintió pena por ella y pensó que se había unido al macarra equivocado.
El pequeño drama se desarrolló en menos de un minuto y dejó al grupo sumido en un silencio aturdido.
—El siguiente —llamó el guarda uniformado.
Jormo Kardofski y su amiga se adelantaron. Los dos se comportaron como si nada en el mundo los preocupara. Jormo estaba completamente limpio.
Los siguientes fueron Joseph y ______. Él se esforzó en proyectar la misma sensación de indiferencia de Kardofski. Había sido lo bastante inteligente como para dejar cualquier arma en Nueva York. En realidad, lo que lo preocupaba era el neceser de ______ con el transmisor oculto.
Vio que los dedos de ella se cerraban sobre el asa, pero mantuvo la expresión cuidadosamente neutral al entregar el estuche a los guardas.
Joseph se recordó respirar cuando el hombre levantó la tapa, pero el contenido surtió el efecto deseado. Tras un rápido repaso de los tubos y botes, el hombre se lo devolvió.
«Un obstáculo superado», pensó él mientras se sometían a la inspección corporal.
—Pueden pasar —los informó el guarda al terminar—. Disfruten su estancia con nosotros.
—Gracias.
Tomó la mano de ______ y se dirigieron hacia una puerta situada en el extremo más alejado, por donde habían salido los otros.
Al abrirla y salir, tuvo la impresión de pasar del infierno al Cielo. O todo lo que un paraíso tropical podía duplicar el Cielo. La puerta conducía directamente de la zona de aduanas a un patio con suelo de losas bordeado de macetas ribeteadas con roca de lava. Una delicada alfombra verde se arrastraba por la tierra en dirección a las rocas.
En un rincón del patio, un grupo reducido de músicos, ataviados con trajes rojos y amarillos, tocaba música de la isla. Frente a ellos, se alzaba una mesa de bufé, con una selección de platos que empequeñecía la del aeropuerto JFK.
Joseph oyó el suspiro de ______, como si solo entonces hubiera podido comenzar a relajarse. Lo cual no era así.
Probablemente era lo que Reynard deseaba que creyeran todos al asimilar el contraste entre la zona de aduanas y ese sitio como sacado de Bali. Habían pasado la prueba... y eran recompensados.
Pero estaba seguro de que aún los filmaban. Y era mejor que se lo recordara a ______. Le sonrió y dijo:
—Aquí hay un potencial enorme para grabar películas caseras.
—Sí —murmuró ella.
— ¿Contenta? —inquirió, consciente de que la pregunta tenía varios significados.
—Indeciblemente contenta —respondió ______, captando la intención de Joseph.
—Me alegra oírlo —le acarició el brazo con un dedo y sintió que le ponía la piel de gallina.
Un camarero con pantalones negros, camisa blanca y una faja roja, les ofreció un ponche en copas altas. ______ bebió un trago prolongado. Joseph bebió un sorbo mientras esperaba que sucediera algo memorable.
No tuvo que esperar mucho. Los últimos pasajeros comían unos canapés de langostinos o bebían sus copas cuando La orquesta se detuvo en mitad de la canción que interpretaba.
Joseph siguió la mirada de los músicos hacia la derecha. Al ver que una pantera negra entraba en el patio, con gesto protector situó a ______ a su espalda.
Entonces se relajó un poco al ver que el felino llevaba una correa. Un hombre venía detrás del animal, sosteniéndola con firmeza en la mano derecha.
Por las fotos que había visto Joseph supo que era Reynard, el amo de Isla Orquídea. El hombre que allí podía hacer lo que quisiera. Con cualquiera.
Con Dawn. Consigo mismo o con ______.
Joseph alteró levemente su posición, manteniendo a ______ cerca, pero tratando de no comportarse como si sus vidas se hallaran en peligro.
¿Los guardas dispararían si la bestia comenzaba a masticar a los invitados? ¿O sería parte del entretenimiento?
Consciente de que había despertado el interés de todos, Reynard entró en el patio y con la vista recorrió la multitud. La mirada se posó en Joseph y en ______, siguió el recorrido y regresó a ellos.
Al parecer eran de especial interés.
Mientras Reynard los estudiaba, Joseph le devolvió el escrutinio, convencido de que ______ aprovechaba la misma oportunidad.
Las fotografías no habían conseguido capturar la esencia del hombre, la sutil atmósfera de maldad y depravación que notaba a su alrededor como un gas venenoso.
Desterró esa noción fantasiosa y trató de ser objetivo. Por ejemplo, las fotografías habían transmitido un aura de poder que lo habían hecho parecer más grande de lo que en realidad era. Apenas superaba la estatura media, era delgado y ágil, con el pelo negro que empezaba a encanecer en las sienes, lucía un bronceado de aspecto saludable y tenía unos profundos ojos grises que no pasaban nada por alto.
Reynard esbozó una leve sonrisa al observar las reacciones de sus invitados ante la mascota que había elegido llevar a la fiesta.
—Les aseguro que Sabina es un gatito muy bien entrenado. Solo devora a los invitados que tratan de introducir armas u otros elementos de contrabando en mi isla paradisíaca.
La declaración fue recibida con silencio.
Él emitió una risa breve que crispó a Joseph.
—Por favor, se supone que era una broma. El señor Sandstrom y su acompañante no han sido castigados por quebrantar mis reglas. El único castigo es la expulsión. Regresarán a Estados Unidos en cuanto mi jet haya repostado combustible; y como tendrán toda la cabina para sí mismos, podrán practicar el sexo en los asientos —rió, haciéndolos partícipe de que estaba al corriente del incidente en el avión. Luego, extendió un brazo—. Si aún no nos conocíamos, soy Oliver Reynard y les doy la bienvenida a mi casa.
Joseph se sintió aliviado cuando fijó la correa de la pantera a una anilla en un poste de metal. Sabina se tumbó sobre una esterilla de paja y comenzó a lamerse la pata delantera.
Todos se centraron en él cuando volvió a hablar:
—Quiero que disfruten de una estancia maravillosa mientras sean mis invitados. En sus habitaciones encontrarán un libro que describe algunas de las atracciones de la isla y sus horarios. La piscina griega al aire libre. Los baños interiores romanos. El salón de belleza para las señoras. El gimnasio. El circuito de golf. El campo de tiro. Pueden estudiarlo luego. Ahora mismo quiero que se relajen. He mirado su llegada en vídeo y entiendo por qué pueden ser reacios a presentarse. En cierto sentido son rivales de negocios —alzó las manos—. Pero aquí no hay rivales de negocios. Somos todos amigos. Así que romperé el hielo —señaló a la pareja de la derecha—. Arnold Ving y su encantadora dama, Cynthia — luego, pasó a nombrar a los demás—. Don Fowler y Rosalie. Jormo Kardofski y Buffy.
Al parecer, ninguna de las mujeres tenía apellido, porque en el mundo de Reynard, la igualdad de sexos no se había inventado.
______ y él fueron los últimos en ser nombrados, de modo que Reynard se hallaba al lado de ellos cuando concluyó las presentaciones y pidió que sus invitados confraternizaran.
—Tenía ganas de conocerlo y de hablar de negocios —le dijo a Joseph—. Pero no tenía ni idea de que su acompañante fuera tan hermosa. Permita que le extienda una bienvenida especial, querida —le tomó la mano y la sostuvo durante demasiados segundos; después le pasó un dedo pulgar inmaculado por los nudillos antes de soltarla—. ______. ¿Es diminutivo de Madeleine?
—No. Mis padres eran personas sencillas, con gustos sencillos —respondió.
— ¿Dónde se conocieron Joseph y usted?
—En Las Vegas —ofreció la respuesta ensayada.
— ¿Trabajaba en un club nocturno?
—No, desde luego. No tengo tanto talento. Era recepcionista de hotel.
—Estoy seguro de que le sobra talento —indicó Reynard, sin dejar de observarla con una expresión de depredador sexual.
Eso empezaba a alarmar a Joseph. Quizá no fuera la mujer más hermosa allí presente, pero poseía una cualidad femenina que al parecer atraía notablemente a Reynard.
La mirada del hombre volvió a posarse en Joseph.
—Será estupendo que nos reunamos para divertirnos... solos los tres —murmuró.
Con la esperanza de que el súbito nudo helado que le atenazaba el estómago no se reflejara en su rostro, Joseph se acercó a ______ y le pasó un brazo posesivo por los hombros.
—Mi dama y yo tenemos una relación muy especial. No la comparto con nadie más.
Reynard sonrió, pero sin que el gesto llegara a sus ojos.
—Siempre es un desafío encontrar a un hombre fiel a sus principios.
—Mmm —respondió Joseph, acariciando adrede el brazo de ______. Lo que les faltaba. Que ese tipo se hubiera tomado un interés especial en ella.
Reynard los miró unos momentos más, y luego abarcó a todos los presentes.
—Bueno, debería ir a saludar en persona a mis invitados. El cóctel de bienvenida es a las siete. No lleguen tarde.
—No lo haremos. Y le agradecemos profundamente que nos haya invitado a la isla —añadió Joseph—. Hemos tenido que levantarnos pronto para el vuelo. ¿Sería posible que descansáramos en nuestra habitación el resto de la tarde?
—Por supuesto. Ya se les ha enviado el equipaje a su villa —con un gesto llamó a uno de los asistentes uniformados distribuidos por la sala y el hombre corrió hacia ellos.
— ¿Señor?
—Henri, muéstrales al señor Jonas y a su acompañante su alojamiento.
—Sí, señor.
Mientras el anfitrión se dirigía hacia Fowler y su mujer, ______ suspiró y Joseph le tomó la mano.
—Tenía ganas de tenerte a solas —susurró mientras Henri recogía el equipaje de mano.
Ella asintió agradecida y siguieron al asistente al patio y a un jardín cuidado que les habría quitado el aliento de haberles sobrado. Al divisar a varios jardineros, Joseph se preguntó cuántos hombres hacían falta para mantener la isla.
El sendero, formado por losas planas de roca calcárea, serpenteaba a través de un césped con calidad de campo de golf bordeado por flores, para desembocar en la sombra fresca de un bosque tropical donde los loros los observaban desde sus diferentes alturas entre el follaje.
Había senderos laterales con letreros que apuntaban hacia los diferentes bungalows cuyas paredes de color pastel y tejados rojos resultaban vagamente visibles más allá de la floresta. Villa Hibisco. Villa Jazmín. Villa Plombagina.
Henri se desvió hacia la Villa Agapanthus.
«Lirios del Nilo», pensó Joseph mientras divisaba las flores de tonalidad lavanda con sus tallos altos, plantadas delante de una casa grande de una planta y de estilo colonial español.
—Esta es su casa, señor —indicó Henri, inclinándose para abrir la puerta y entregando la llave a Joseph.
______ permaneció en silencio mientras el hombre les mostraba el suntuoso interior y señalaba el bar bien provisto y el vídeo en el amplio salón, los controles de la luz en las mesillas de noche empotradas en la pared y el cuarto de baño con la bañera enorme de mármol.
Jospeh se preguntó si el vídeo estaría provisto de películas como las del avión. Tuvo que centrar su atención otra vez en Henri, que les mostraba las cuidadas fotografías del libro de Isla Orquídea.
Cerró el libro y con la mano señaló el interior.
— ¿Es todo de su agrado, señor?
—Perfecto.
— ¿Hay algo más que pueda traerles? Si necesitan cualquier cosa, no duden en llamar. Mi busca es el número cincuenta y tres.
—Lo haremos —respondió Joseph mientras el hombre se dirigía hacia la puerta.

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Mensaje por Nani Jonas Jue 29 Dic 2011, 10:37 am

Capitulo 7
La recepción seguía en pleno auge cuando Oliver se excusó, complacido por el modo en que sus invitados se relajaban. Dos mujeres deslumbrantes le habían sido ofrecidas abiertamente, y quizá las hubiera aceptado de no haber deseado a ______ Griffin.
Tomó la correa de Sabina y la condujo de vuelta al pequeño zoo que mantenía con animales interesantes de todas partes del mundo... todos ellos en réplicas de sus habitáis naturales.
Después de entregar el animal al zoólogo que dirigía el lugar, se dirigió a sus aposentos privados. Pensó en lo bien que había ido la recepción. Imaginó el entorno y a los invitados, y luego se centró en Joseph Jonas. Parecía un cliente duro. Y daba la impresión de haber desarrollado un vínculo fuerte con su bonita acompañante.
Pero debía de haber un modo para persuadirlo de que la compartiera, porque Oliver tenía clara una cosa: iba a poseer a ______ Griffin antes de que se marchara de la isla.
Debía investigar más las debilidades de Jonas. Pero ya habría tiempo para eso más adelante. Podría resultar más divertido ver cómo disfrutaban de sus primeros minutos de intimidad en la isla.
Recorrió un pasillo corto y entró en una habitación a oscuras que parecía la sala de realización de un estudio de televisión.
Algunas de las pantallas de la pared opuesta estaban en blanco. Otras mostraban vistas de los cuartos en las cabañas de invitados y en el ala de los visitantes en la casa principal. A Joseph Jonas y a ______ Griffin se les había asignado la Villa Agapanthus, una de las más lujosas. Se sentó ante la consola, activó varios interruptores y obtuvo una imagen del salón... donde encontró a sus ocupantes de pie, frente a frente.
Se reclinó en el sillón y contempló la escena con interés. Era una pena que ______ le diera la espalda a la cámara.
En cuanto oyó que la puerta se cerraba detrás del hombre que les había mostrado la villa, ______ se volvió hacia Joseph y abrió la boca para hablar. Él no estuvo seguro de lo que iba a decir, pero la expresión de angustia en sus ojos azules lo informó de que no podía arriesgarse a que un micrófono oculto captara sus comentarios.
De modo que antes de que pudiera emitir palabra alguna, la tomó en brazos y la besó.
Antes de esa mañana, no la había tocado en días, y en cuanto entraron en la atmósfera sexual-mente cargada de la sala de espera del aeropuerto, supo que había cometido un error. Y luego la película lo había cegado. Pero no tanto como la sensación y el sabor de ______. Ansioso de más, se deleitó en la sensación del contacto de su boca, de mordisquearle y succionarle el labio inferior.
Gratificaba descubrir que ella estaba tan inmersa en el beso como él. Captó un leve sonido procedente de lo más hondo de su garganta, un sonido que lo incitó a desbocarse.
El beso se tornó incendiario en simples segundos. Ladeó la cabeza con boca exigente y hambrienta, mientras bajaba las manos por su espalda para tomarle las nalgas y pegarla a la palpitante erección.
Dio la impresión de que eso no era suficiente para ninguno de los dos. Cuando la sintió anclar las caderas contra él, pasó de hombre civilizado a macho primitivo. Un varón decidido a reclamar a su pareja.
Por su mente centellearon unas imágenes vividas. Y no pertenecían a ninguna película. Se vio desgarrándole la ropa, tirándola sobre la cama y lanzándose a sus profundidades ardientes y ansiosas. Luego, pensó en esas mismas imágenes captadas en vídeo...y se quedó muy quieto.
— ¿Joseph?
—No podemos. No aquí. No ahora.
La respuesta de ella fue un gemido de frustración que a punto estuvo de atravesar sus objeciones.
Con un tremendo esfuerzo, separó la boca de los labios de ______, la tomó por los hombros y apartó el cuerpo encendido.
Ella lo miró, aturdida, confusa y excitada, con los pezones claramente visibles a través de la fina tela del vestido.
Joseph contempló esos tentadores puntos enhiestos. Anheló tocarla. Probarla. Se sentía casi tan aturdido como ella, pero sabía que no tenía que perder la cabeza. Después de respirar hondo varias veces, logró decir:
— ¿Recuerdas lo que te dije sobre Isla Orquídea, cariño? Este lugar está controlado, tanto en sonido como en imagen. Por motivos de seguridad, desde luego. Pero no pienso arriesgarme a hacerte el amor delante de una cámara escondida.
No apartó la vista de sus ojos hasta que tuvo la certeza de que lo había entendido. No se trataba de hacer el amor. Sino de discutir sobre la misión.
Quizá quisieran pensar que estaban solos, pero si lo hacían, ambos serían unos necios. Unos necios muertos.
— ¿Una cámara? —______ miró alrededor con expresión de pánico—. Sé lo que dijiste. Pero no puedo creer que aquí no tengamos intimidad...
—Sí, bueno, aguarda unos minutos hasta que pueda ofrecerte algo de acción, nena.
Comenzó a recorrer la habitación como un hombre enfadado que no estaba acostumbrado a que le interrumpieran el placer.
Escudriñó las estanterías, los libros, los adornos, hasta el espejo del techo encima de la cama. Tenía habilidad para descubrir equipo espía y en menos de diez minutos encontró lo que andaba buscando. Una canasta de mimbre en lo alto de uno de los anaqueles, con una trama lo bastante amplia como para ocultar la lente de una video-cámara.

______ juntó las manos delante de ella para evitar que le temblaran, mientras miraba a Joseph sacar la cámara y acercar el rostro a la lente.
—Señor Reynard —comenzó con voz precisa—, entiendo su necesidad de seguridad, y su deseo de mantener el contacto con sus invitados. Pero no pienso tolerar equipo de grabación en mi espacio personal.
Dicho eso, abrió los ventanales, llevó la cámara al exterior y la aplastó sobre el suelo del patio. Luego, repitió el procedimiento con la otra cámara que descubrió en el interior de una maceta, en el salón.
______ odió la sensación trémula que la embargó.
Estaba familiarizada con operaciones encubiertas. Se había entrenado para esa misión...
Pero en ese momento supo que se había estado engañando. Había sido Reynard quien había sembrado el terror en su corazón. Y Joseph había sido lo único que se había interpuesto entre la lujuria de ese hombre y ella.
Había estado a punto de manifestarlo... hasta que Joseph la tomó en brazos y le impidió hablar. También le había recordado lo que había en juego: sus vidas y la de Dawn,
Tembló al tiempo que él entraba en la villa y la evaluaba con la mirada. Eso la impulsó a erguir los hombros.
—Bueno, me he ocupado de dos de las cámaras —él se encogió de hombros—. Podría haber más. Y micrófonos que no he descubierto.
Ella asintió, indicándole que no había manera de que pudieran hablar de la misión en ese entorno.
—Al menos no habrá ningún equipo de vídeo apuntando hacia la cama cuando te haga el amor —manifestó, y luego añadió con el mismo tono indiferente—: aunque reconozco que la idea de que nos miren ha apagado mi ardor por el momento. Tengo mis defectos, pero entre ellos no figura el exhibicionismo.
—Mmm —fue lo único que pudo decir ______ mientras intentaba asimilar la realidad.
Joseph la había deseado tanto como ella a él. Pero probablemente no había sido más que un ejercicio para descargar tensión. Fue él quien había recuperado la cordura y quien se había puesto a buscar cámaras ocultas.
Y en ese instante le indicaba que quizá no había eliminado el problema. Aún estaban vigilados.
Joseph la dejó absorber esa información antes de preguntar:
— ¿Quieres salir a explorar un poco?
Fuera de la cabaña. Donde podrían hablar.
—Suena divertido —respondió ella con docilidad.
—Buena chica. Primero, ¿por qué no te pones algo más cómodo?
—De acuerdo —convino. Entonces comprendió que quitarse la ropa en esa habitación podía representar regalarle un espectáculo a alguien. A un guarda. O a Reynard.
______ se tragó una súbita sensación de asco y buscó en la maleta que habían dejado junto al vestidor. Sacó unos pantalones blancos y una camiseta de color turquesa decorada con peces tropicales antes de desaparecer en el cuarto de baño.
Miró en derredor y rezó para que allí no hubiera ninguna vigilancia. Se quitó el vestido y deseó haber podido ponerse un sujetador.
Con un movimiento fluido lo arrojó sobre la encimera y se puso la camiseta. Los pantalones siguieron en tiempo récord. Luego, salió y recogió un sujetador.
Joseph había entrado en la habitación y le lanzaba una mirada de advertencia.
— ¿Nerviosa?
—Bueno, la idea de dar un espectáculo gratuito no me sienta muy bien —concedió.
—Sí. Para mí es un poco diferente. Yo puedo considerarlo como el vestuario de un gimnasio —al hablar, se quitó la camisa.
Los ojos de ______ se vieron atraídos hacia el magnífico y amplio torso, y durante un momento recordó la sensación de esos músculos duros contra su piel suave.
Quizá él también recordaba lo mismo, porque se quedó muy quieto, con la vista clavada en la parte frontal de la camiseta, donde ______ sospechaba que los pezones ya resultaban claramente visibles. Pero no bajó la vista para averiguarlo.
Durante largo rato ninguno de los dos se movió. Después él dio la impresión de sacudirse mentalmente y se centró en la maleta.
—Vayamos a buscar la playa. Quizá haya una pequeña cala donde podamos disfrutar en privado.
La condujo por los ventanales, a través del patio y a otro sendero que atravesaba el follaje. En la distancia, se podían ver más villas, pero el sendero se mantenía alejado de ellas. Al parecer, Reynard creía en ofrecerle a sus invitados intimidad... salvo de sí mismo.
______ quiso hacerle preguntas, pero Joseph solo hablaba de frivolidades, por lo que siguió su pista y no tardó en descubrir por qué.
Con la cabeza él indicó la vegetación a un lado del camino, y ______ captó un destello de movimiento.
Con un poco de asombro, comprendió que no se encontraban solos. Dos hombres con trajes de camuflaje que prácticamente los hacían invisibles en el denso follaje, se mantenían muy cerca de ellos.

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Mensaje por Nani Jonas Jue 29 Dic 2011, 10:39 am

Capitulo 8
______ contuvo el aliento y luego suspiró.
¿Acaso no iba a existir un lugar con intimidad, ningún lugar en el que pudieran hablar de la misión que los había llevado a Isla Orquídea?
Joseph miró a los hombres, con expresión irritada.
Rodearon una curva y captaron cielo azul delante de ellos. Ella pudo oír el sonido de las olas, oler el aire salado, sentir el viento que venía del mar. El sendero terminaba en un cerro que descendía hacia una de las playas de arena blanca más hermosas que jamás había visto. Permanecieron un momento contemplándola.
— ¿Quieres bajar? —preguntó él.
—Supongo que no con unas sandalias de doscientos dólares —dijo, y pensó que habían desperdiciado la oportunidad de una charla privada.
—Bueno, vayamos a gastar algo del dinero de Reynard. ¿Por qué no vas a su salón de belleza y te preparas para la fiesta de esta noche?
—Oh, de acuerdo —aceptó el cambio de tema. Durante los preparativos, habían discutido algunas estrategias y decidido que el sitio donde ______ podría captar más información era el salón de belleza—. ¿Crees que me darán hora?
Joseph le sonrió.
—Claro. Están para servirte —giró la cara hacia el guarda más cercano—. ¿Pueden indicarnos el camino para el salón de belleza?
La sorpresa se reflejó en la cara ancha del hombre. Pero salió de las sombras y respondió con educación.
—Sí, señor.
—Entonces, adelante —indicó Jospeh—. Pero primero llévenos hasta nuestra villa, para que mi acompañante pueda encontrar el camino de regreso.
El hombre los llevó hasta la villa, atravesando la zona ajardinada principal, que cruzaron en línea diagonal. Luego, fue por un breve pasaje que conducía hasta un edificio parecido a un templo egipcio.
—Es aquí, señor.
Joseph inclinó la cabeza hacia ______.
—Te espero en un par de horas. Toda arreglada para mí.
—Sí —respondió, con lo que esperaba que sonara a deseo apenas contenido—.Te veré más tarde.
Joseph se volvió y la dejó sola. «Muy sola», pensó ella con un escalofrío interior. «Si Reynard supiera que estoy aquí...». Desterró ese pensamiento.
Con un suspiro, abrió una de las pesadas puertas de cristal del salón de belleza. Dentro, las duras superficies de mármol se suavizaban con cortinas, magníficos jarrones con flores frescas y sillones mullidos. Quizá Reynard no tratara a las mujeres como a iguales, pero sabía cómo cuidarlas cuando le apetecía.
Como una extensión del tema egipcio, una recepcionista vestida con una túnica corta fue al encuentro de ______. Al igual que el guarda que los había conducido hasta allí, era una isleña, con la piel del color del café y enormes ojos marrones.
— ¿Puedo ayudarla?
—Sí, me llamo ______ Griffin. Me gustaría que me hicieran la manicura. Y que me peinaran para esta noche.
Una mujer sentada en una silla cerca de la mesa de entrada se incorporó de un salto.
—Será un placer atenderla. Por aquí. ¿Le apetece algo? ¿Té con hielo? ¿Café?
—Me encantaría un café con hielo.
La bebida llegó casi de inmediato.
—Primero podemos hacerle las uñas.
La siguió a una mesa para descubrir que estaba sentada junto a otra de las mujeres del avión, a quien también le arreglaban la manicura.
La mujer alzó la vista y en sus facciones clásicas se registró la sorpresa. Luego, los labios esbozaron una sonrisa un poco forzada.
—Hola, soy Rosalie. Nos presentaron, pero se me dan muy mal los nombres.
—______ —respondió mientas su esteticista le tomaba una mano y comenzaba a quitarle la laca vieja.
—Es agradable alejarse un rato de los chicos —comentó Rosalie. ______ asintió—. Nunca me relajo más que cuando me cuidan —murmuró.
______ mostró su acuerdo con el mismo tono lánguido, aunque si había algo que odiara era que estuvieran encima de ella.
Rosalie bajó la voz a un tono de conspiración.
—Noté que en el avión estabas sentada cerca de los lavabos. ¿Qué te pareció la pareja que entró junta?
Antes de que pudiera responder, su nueva amiga lo hizo por ella.
—Fue desagradable, ¿no te parece?
—Mucho —en eso no había duda. La esteticista le introdujo la mano en un líquido viscoso.
— ¿Pudiste oír algo a través de la puerta?
—No —mintió ______.
La voz de la mujer bajó aún más.
—Excitó a Don. ¿Y a tu hombre?
—Sí —reconoció ______.
—Don esperó hasta que llegamos a la habitación —rió—. Fue rápido. Apenas me despeinó. Pero esa es la especialidad de Don. Entradas y salidas rápidas.
—Permita que le ponga una laca de secado rápido —interrumpió la esteticista con suavidad—. Luego, podrá ir a echarse la siesta que mencionó.
—Sí. Gracias —indicó Rosalie. Alzó las brillantes uñas rojas para admirarlas.
______ trató de no suspirar aliviada cuando Rosalie se marchó. Miró alrededor y vio que era la única invitada en esa parte del salón. Al reclinarse en el sillón, observó a la mujer delicada de pelo tupido y negro que había comenzado a ocuparse de sus cutículas. La placa de identidad la identificaba como «Juanita».
— ¿Lleva mucho tiempo, trabajando aquí? —inquirió.
—No demasiado. De pequeña viví fuera de la isla.
— ¿Dónde?
—Oh, aquí y allá.
Cambió de tema al comprobar que no quería hablar de su pasado.
—Mmm... ¿Le gusta su trabajo?
—Es lo que sé hacer. Me gusta dejar bonitas las manos de las mujeres —terminó tos cutículas e indicó una serie de frascos—. ¿Cuál le gusta más?
—Ese —señaló un rosa suave. Cuando la esteticista comenzó a pintarle la primera uña, preguntó—: ¿Vuelven las mismas mujeres de visita a la isla?
—A veces sí, a veces no —bajó la vista para continuar con su tarea.
—Apuesto a que todas son jóvenes.
—Por supuesto.
— ¿Alguna adolescente?
Juanita se encogió de hombros.
—No estoy segura.
—Tengo una amiga joven que vino hace poco. Donna —ofreció un nombre parecido al de Dawn—.Tiene el pelo castaño claro y ojos verdes grandes. Y lleva tres pendientes en cada oreja. ¿La conoció?
La esteticista alzó la vista, y luego volvió a bajarla.
—No la vi —respondió con cautela. Con demasiada cautela.
______ contempló la mano de Juanita. Le temblaba un poco, por lo que tuvo que parar unos momentos antes de aplicarle la laca.
La mujer alzó otra vez los ojos y la estudió con intensidad. Después reanudó el trabajo.
—Jamás hablamos de otros invitados —murmuró—. ¿Lo entiende?
—Sí.
Sus siguientes comentarios fueron sobre el paisaje hermoso y el lujo de los alojamientos.
______ se preguntó si veía demasiado en la reacción de la mujer o si realmente habría visto a Dawn. No estuvo segura. Pero tenía la impresión de que Juanita sabía algo. Y de pronto se dio cuenta de que la mujer había pedido específicamente trabajar con ella al oír su nombre.
Alzó la mano para admirar las uñas.
—Gracias —dijo.
—Vuelva durante su estancia aquí. Será un placer atenderla.
—Sí. Gracias —pensó que el tono de voz de la esteticista era casi una orden.
Juanita la puso en manos de otra compañera que le recogió el pelo con un toque romántico.
Al terminar, regresó a la villa.
Y recibió una oleada de placer al ver que los ojos de Joseph se iluminaban al verla.
—Estás deslumbrante —comentó.
El cumplido la animó, hasta que recordó que no hablaba en exclusiva para ella.
—Gracias —respondió. Él la estudió con atención, y se dio cuenta de que su rostro debía de revelar parte del desasosiego que había sentido antes allí.
— ¿Cómo es el salón de belleza de Reynard? —quiso saber Joseph.
—Bonito, y tiene algunos toques... inesperados —explicó, con deseos de hablarle de Juanita y la conversación mantenida con ella. Pero eso quedaba descartado hasta que supieran que podían hablar con intimidad. Se encogió de hombros—. Hemos tenido que levantamos tan pronto...Tal vez debería relajarme antes de la fiesta.
—Sí —suspiró él —, de acuerdo.
Las primeras horas en la isla habían sido tan inquietantes, que no creyó que pudiera relajarse. Pero después de apoyar con cuidado la cabeza en la almohada para no despeinarse, cerró los ojos y se alejó del mundo.
Mientras la miraba, Joseph pensó que debería despertarla. Tenían que empezar a prepararse. Pero se dedicó a ver cómo subía y bajaba el pecho con suavidad.
Metió las manos en los bolsillos para no tocarla y decidió que no le sentarían mal diez minutos más de descanso.
Era un ejercicio interesante de contención, porque sabía que tarde o temprano sucedería. Un poco de ______ Guthrie solo había servido para avivar su apetito por ella. Necesitaba más. Anhelaba más. Había sucumbido a la tentación y en ese momento pagaba el precio de la frustración.
Se obligó a pensar en otra cosa. Esa tarde ______ había descubierto algo en el salón de belleza. Algo que la había inquietado. Y quería saber qué diablos era. Pero no podía preguntárselo. Ni siquiera podía escribirle una nota porque no sabía si había cancelado todas las cámaras.
Después de que ella se marchara, se había puesto a buscar más artilugios de vigilancia. Pero no había encontrado nada. No obstante, tenía que asumir que había un par de micros activos en su villa.
Suspiró y ______ se agitó. Abrió los ojos y en ese momento desprevenido de transición de un estado de sueño a uno de vigilia, le ofreció una sonrisa que le derritió el corazón.
Pero luego ella recordó dónde estaban. Y lo que tenían que hacer.
— ¿Has descansado? —murmuró él, acercándose.
—Mmm.
______ parecía como si esperara que se metiera en la cama con ella. Algo que no estaba en el programa hasta después.
No sabía qué iba a hacer cuando la charada que mantenían dictara que tenían que acostarse juntos.
Fue al armario donde ______ tenía colgados los vestidos. Todos eran indecentes. O demasiado ceñidos o demasiado bajos. O demasiado transparentes.
Cuando los eligió, desconocía el peligro en el que iban a estar. Maldijo para sus adentros. Ese canalla de Reynard tenía un interés especial en ella. Y la ropa iba a exhibirla ante sus ojos.
Suspiró y eligió un vestido ajustado de color azul noche que sabía que ella iba a odiar. Pero pensar en verla con él puesto le encendió el cuerpo ya sobrecalentado. Racionalizó la elección diciéndose que no había nada más recatado.
______ se plantó ante el espejo y se esforzó en no tirar del bajo del vestido. El maldito atuendo mostraba sus muslos en todo su esplendor. Pero si intentaba bajarlo, solo conseguiría mostrar más escote.
Intentó relajar la expresión de la boca y le echó un último vistazo al pelo y al maquillaje. Y a las joyas. Un collar, pendientes y pulsera a juego. Diamantes de verdad aportados por Stan Winston. Esperaba devolvérselos.
Satisfecha, salió del cuarto de baño. La expresión de lujuria en el rostro de Joseph cuando entró en el dormitorio hizo que casi valiera la pena... casi. Lo esperó mientras él se ponía la chaqueta del esmoquin y luego comprobaba la pajarita en el espejo.
Estaba devastador con traje de etiqueta.
— ¿Lista para divertirte? —preguntó él.

6/6

listo chicas disfrutenlos :D
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Mensaje por aranzhitha Jue 29 Dic 2011, 9:17 pm

:twisted: ya quiero que pasen la noche juntos jiji "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu  Terminada  - Página 3 779977 y "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu  Terminada  - Página 3 880909 ese tipo Reinard hasta cree que la rayis le va a hacer caso "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu  Terminada  - Página 3 539403 si ella solo tiene ojos para joe y ademas el nunca la compartiria :evil: solo soy de el "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu  Terminada  - Página 3 450641 siguela pronto y gracias por el maraton "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu  Terminada  - Página 3 223874
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