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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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"Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 6 de 9. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
Oh no, gracias a ti por escribir esta maravillosa novela, jeje
SIGUE PRONTO!
Ya quiero saber que les harán los guardias :S
SIGUE PRONTO!
Ya quiero saber que les harán los guardias :S
LittleThings
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
Capitulo 17
______ sintió que se le erizaba el vello de los brazos. Ese lugar podía parecer el decorado de una película, pero los guardas eran reales.
Si decidían abatirlos a los dos, nadie lo descubriría jamás. Desaparecerían en tumbas sin marcar en la selva. Y ninguno de los invitados protestaría, por temor a poner en peligro su propia posición.
A su lado Joseph carraspeó.
— ¿Hay algún problema? —preguntó con voz suave.
—Lo siento, señor, esta es zona restringida — respondió uno de los hombres, con tono deferente, a pesar de las armas.
Joseph observó las ametralladoras.
—No era nuestra intención realizar una entrada ilegal. ¿Es la prisión de Reynard?
—Está fuera de los límites permitidos, señor —indicó el guarda, sin revelar nada.
—De acuerdo —cambió la manta de brazo—. Solo buscábamos un lugar romántico.
—Aquí no.
—Claro. Vamos, nena, volvamos a la villa —le pasó un brazo por los hombros.
______ comprendió que los guardas y las ametralladoras le habían reducido momentáneamente el ardor. Joseph la miró de reojo mientras iban a la villa y sospechó que los pensamientos de él seguían líneas similares a las suyas.
—Este lugar tiene sus frustraciones.
—Sí, lo que me recuerda que esta noche tenemos otra recepción en la casa principal.
Ella cerró los ojos por un momento; luego, se obligó a abrirlos y a asentir con gesto tenso.
—Voy a ir a enfriarme con un paseo solitario.
¿Por qué no descansas un poco? Después podremos prepararnos para la velada. Supo que no era una mala idea.
Ya se había puesto su vestido más recatado para el cóctel de la noche anterior, si es que podía emplearse ese término para la ropa que había llevado a la isla. No podía aparecer con lo mismo durante dos días seguidos; no cuando esos tipos lo único que hacían era competir por ver quién había gastado más en sus chicas. Para esa velada terminó por elegir un vestido negro ceñido, más, largo que el del día anterior. Pero habría sido imposible caminar de no llevar una abertura en los costados. Y con cada paso que daba mostraba las piernas, desde los tobillos hasta la mitad de los muslos. El corpiño resultaba incluso más perturbador, con un escote que caía en picado casi hasta el ombligo y apenas le cubría los costados de los pechos.
Joseph era afortunado, ya que el esmoquin no revelaba nada importante de su cuerpo.
Dejó de pensar en Joseph al ver a Reynard cerca de la puerta. Había estado escrutando la oscuridad como si se sintiera impaciente. En ese instante, al verlos avanzar, el rostro se le iluminó con una sonrisa.
—Querida —la saludó primero, alargando las manos para apoyarlas en sus hombros.
El gesto fue mucho más atrevido que cualquiera que hubiera realizado con anterioridad, y de inmediato ______ se puso en guardia.
No obstante, él se apartó con rapidez y la llenó de alivio. Cuando Reynard miró a su derecha, una mujer que había estado hablando con Arnold Ving y Cynthia se separó con educación y se dirigió hacia ellos.
Era alta y esbelta, pero con curvas en los lugares correctos. El vestido que llevaba no era tan escotado como el de ______, pero ofrecía una visión tentadora de unos pechos enhiestos y orgullosos sin el beneficio de un sujetador. Y la falda era lo bastante corta como para mostrar con generosidad unas piernas bronceadas.
El rostro de la mujer era abiertamente hermoso. ______ pensó que podría haber sido una estrella de cine. Pero al parecer vivía en Isla Orquídea, a las órdenes de Oliver Reynard. Se acercó a este, enlazó un brazo con el de él y le dio un beso en la mejilla.
—Calista, quiero presentarte a Joseph y a ______. Joseph, ______, les presento a Calista, una de mis acompañantes predilectas.
La mujer les sonrió al tiempo que los observaba de arriba abajo... con un interés por ______ tan sexual como el que le despertaba Joseph.
Primero extendió la mano hacia él. Joseph habría sido grosero si se la hubiera rechazado. Cuando sus manos se estrecharon, ______ vio que ella le pasaba el dedo pulgar por la palma de la mano de manera sensual.
Luego, se dirigió a ______ y tampoco hubo una excusa cortéz para rechazar el gesto. De nuevo el pulgar la rozó, ofreciéndole una invitación sexual inconfundible y perturbadora. Pero más inquietante era el modo en que Reynard observaba el intercambio, como si estuviera ansioso de ver más.
______ retiró la mano y contuvo el impulso de limpiársela contra el vestido. A pesar de la belleza de Calista, o quizá por ello, la mujer le ponía los pelos de punta.
Y las siguientes palabras de Reynard no ayudaron.
—Espero que todos podamos llegar a profundizar nuestra amistad —indicó con voz untuosa, pensada para transmitir la oferta de actividades íntimas.
«Por encima de mi cadáver», pensó ______, aunque luego se lo pensó mejor. ¿Y si su vida dependiera de llegar a conocer mejor a esa mujer? ¿Y si la vida de Dawn dependía de eso?
—Si es lo que Joseph quiere... —dijo, y sonrió.
—Muy bien, querida —la mirada de Reynard se posó en su escote mientras hablaba—. Me gusta una mujer que entiende dónde están sus prioridades.
Charlaron unos momentos más y ______ se sintió aliviada cuando Reynard se fue a ocuparse de otros invitados, llevándose consigo a Calista.
Pero estuvo nerviosa casi toda la velada, en especial cuando Reynard llamó a Joseph para mantener una conversación privada y Calista se le acercó para hacerle compañía.
— ¿Disfrutas de tu estancia en Isla Orquídea? —preguntó.
—Oh, mucho.
—Intentamos ofrecer a nuestros invitados una experiencia que sería imposible en el continente.
— ¿Intentamos?
—Sí. Oliver y yo.
—El lugar es tan lujosa y exuberante... —manifestó.
—Sí. Las instalaciones son hermosas. Y podemos ofrecerte todos los caprichos —hizo una pausa y sonrió—. No es necesario preocuparse de las viejas reglas aprendidas en casa.
— ¿Como cuáles?
—Quiero decir que aquí puedes satisfacer cualquier apetencia que tengas.
—Pensaba que eso era verdad para los hombres. No para las mujeres —indicó ______.
—Para algunas de las mujeres. Las osadas llegan a soltarse el pelo.
—No necesito soltarme el pelo con nadie más, si te refieres a eso. Tengo todo k> que necesito con Joseph.
— ¿Cómo lo sabes si no te brindas la oportunidad de averiguarlo?
—Me siento cómoda con lo que tenemos.
— ¿Haces todo lo que puedes para complacerlo?
—Por supuesto.
— ¿Y si él quisiera verte hacer el amor con otra mujer? ¿Lo complacerías de esa manera?
______ sintió un nudo en la garganta. Tuvo la suerte de que en ese momento Joseph se uniera a ellas.
No obstante, sintió que se ruborizaba, a pesar de no haber sido ella la que iniciara la conversación. Calista parecía relajada y cómoda.
—Creo que ya deberíamos irnos —Joseph le rodeó los hombros con un brazo.
—Sí —convino. Subió y bajó la mano por el brazo de él. Fuera, respiró hondo en el aire nocturno—. Calista me hacía unas sugerencias sorprendentes —susurró.
—No permitas que eso te preocupe.
Estaba a punto de preguntarle qué significaba exactamente eso cuando una voz áspera por encima de su cabeza la sobresaltó.
— ¡Adelante!
Alzó la vista y vio que se trataba de uno de los loros que abundaban en la isla.
Joseph logró emitir una risita.
—Nunca solos.
—Mmm.
Pasaron de la zona brillantemente iluminada a la que solo tenía unas luces alternadas en los bordes del sendero. Entonces él se detuvo y la tomó en brazos, para besarle la mejilla y acercarse con movimientos sensuales hasta la oreja. Con voz apenas audible, susurró:
—Cuando regresemos, iré a investigar la prisión.
— ¡Te acompañaré! —exclamó y enseguida comprendió el error cometido. Había hablado en voz alta cuando se suponía que mantenían una conversación privada. Se quedó muy quieta.
—Una sesión en la ducha es suficiente para mí —fue la respuesta rápida de Joseph.
—Sí —jadeó ella, agradecida al tiempo que se sentía furiosa consigo misma. Tuvo un escalofrío y supo que él también lo había notado.
Joseph le acarició la espalda y luego los brazos. Permanecieron así un rato.
—Lo estás haciendo muy bien —musitó él al oído de ______.
—No —fue la respuesta baja. Antes de poder detenerse, añadió—: No imaginaba lo claustrofóbico que podía ser este lugar.
Él la acarició otra vez.
—Esto es lo que vamos a hacer.
______ prestó atención a las instrucciones de Joseph, pensando una vez mas que era un estratega excelente cuando se trataba de una misión de incógnito.
El pensamiento te provocó una risita.
— ¿Mmm?
—Nervios —respondió.
______ sintió que se le erizaba el vello de los brazos. Ese lugar podía parecer el decorado de una película, pero los guardas eran reales.
Si decidían abatirlos a los dos, nadie lo descubriría jamás. Desaparecerían en tumbas sin marcar en la selva. Y ninguno de los invitados protestaría, por temor a poner en peligro su propia posición.
A su lado Joseph carraspeó.
— ¿Hay algún problema? —preguntó con voz suave.
—Lo siento, señor, esta es zona restringida — respondió uno de los hombres, con tono deferente, a pesar de las armas.
Joseph observó las ametralladoras.
—No era nuestra intención realizar una entrada ilegal. ¿Es la prisión de Reynard?
—Está fuera de los límites permitidos, señor —indicó el guarda, sin revelar nada.
—De acuerdo —cambió la manta de brazo—. Solo buscábamos un lugar romántico.
—Aquí no.
—Claro. Vamos, nena, volvamos a la villa —le pasó un brazo por los hombros.
______ comprendió que los guardas y las ametralladoras le habían reducido momentáneamente el ardor. Joseph la miró de reojo mientras iban a la villa y sospechó que los pensamientos de él seguían líneas similares a las suyas.
—Este lugar tiene sus frustraciones.
—Sí, lo que me recuerda que esta noche tenemos otra recepción en la casa principal.
Ella cerró los ojos por un momento; luego, se obligó a abrirlos y a asentir con gesto tenso.
—Voy a ir a enfriarme con un paseo solitario.
¿Por qué no descansas un poco? Después podremos prepararnos para la velada. Supo que no era una mala idea.
Ya se había puesto su vestido más recatado para el cóctel de la noche anterior, si es que podía emplearse ese término para la ropa que había llevado a la isla. No podía aparecer con lo mismo durante dos días seguidos; no cuando esos tipos lo único que hacían era competir por ver quién había gastado más en sus chicas. Para esa velada terminó por elegir un vestido negro ceñido, más, largo que el del día anterior. Pero habría sido imposible caminar de no llevar una abertura en los costados. Y con cada paso que daba mostraba las piernas, desde los tobillos hasta la mitad de los muslos. El corpiño resultaba incluso más perturbador, con un escote que caía en picado casi hasta el ombligo y apenas le cubría los costados de los pechos.
Joseph era afortunado, ya que el esmoquin no revelaba nada importante de su cuerpo.
Dejó de pensar en Joseph al ver a Reynard cerca de la puerta. Había estado escrutando la oscuridad como si se sintiera impaciente. En ese instante, al verlos avanzar, el rostro se le iluminó con una sonrisa.
—Querida —la saludó primero, alargando las manos para apoyarlas en sus hombros.
El gesto fue mucho más atrevido que cualquiera que hubiera realizado con anterioridad, y de inmediato ______ se puso en guardia.
No obstante, él se apartó con rapidez y la llenó de alivio. Cuando Reynard miró a su derecha, una mujer que había estado hablando con Arnold Ving y Cynthia se separó con educación y se dirigió hacia ellos.
Era alta y esbelta, pero con curvas en los lugares correctos. El vestido que llevaba no era tan escotado como el de ______, pero ofrecía una visión tentadora de unos pechos enhiestos y orgullosos sin el beneficio de un sujetador. Y la falda era lo bastante corta como para mostrar con generosidad unas piernas bronceadas.
El rostro de la mujer era abiertamente hermoso. ______ pensó que podría haber sido una estrella de cine. Pero al parecer vivía en Isla Orquídea, a las órdenes de Oliver Reynard. Se acercó a este, enlazó un brazo con el de él y le dio un beso en la mejilla.
—Calista, quiero presentarte a Joseph y a ______. Joseph, ______, les presento a Calista, una de mis acompañantes predilectas.
La mujer les sonrió al tiempo que los observaba de arriba abajo... con un interés por ______ tan sexual como el que le despertaba Joseph.
Primero extendió la mano hacia él. Joseph habría sido grosero si se la hubiera rechazado. Cuando sus manos se estrecharon, ______ vio que ella le pasaba el dedo pulgar por la palma de la mano de manera sensual.
Luego, se dirigió a ______ y tampoco hubo una excusa cortéz para rechazar el gesto. De nuevo el pulgar la rozó, ofreciéndole una invitación sexual inconfundible y perturbadora. Pero más inquietante era el modo en que Reynard observaba el intercambio, como si estuviera ansioso de ver más.
______ retiró la mano y contuvo el impulso de limpiársela contra el vestido. A pesar de la belleza de Calista, o quizá por ello, la mujer le ponía los pelos de punta.
Y las siguientes palabras de Reynard no ayudaron.
—Espero que todos podamos llegar a profundizar nuestra amistad —indicó con voz untuosa, pensada para transmitir la oferta de actividades íntimas.
«Por encima de mi cadáver», pensó ______, aunque luego se lo pensó mejor. ¿Y si su vida dependiera de llegar a conocer mejor a esa mujer? ¿Y si la vida de Dawn dependía de eso?
—Si es lo que Joseph quiere... —dijo, y sonrió.
—Muy bien, querida —la mirada de Reynard se posó en su escote mientras hablaba—. Me gusta una mujer que entiende dónde están sus prioridades.
Charlaron unos momentos más y ______ se sintió aliviada cuando Reynard se fue a ocuparse de otros invitados, llevándose consigo a Calista.
Pero estuvo nerviosa casi toda la velada, en especial cuando Reynard llamó a Joseph para mantener una conversación privada y Calista se le acercó para hacerle compañía.
— ¿Disfrutas de tu estancia en Isla Orquídea? —preguntó.
—Oh, mucho.
—Intentamos ofrecer a nuestros invitados una experiencia que sería imposible en el continente.
— ¿Intentamos?
—Sí. Oliver y yo.
—El lugar es tan lujosa y exuberante... —manifestó.
—Sí. Las instalaciones son hermosas. Y podemos ofrecerte todos los caprichos —hizo una pausa y sonrió—. No es necesario preocuparse de las viejas reglas aprendidas en casa.
— ¿Como cuáles?
—Quiero decir que aquí puedes satisfacer cualquier apetencia que tengas.
—Pensaba que eso era verdad para los hombres. No para las mujeres —indicó ______.
—Para algunas de las mujeres. Las osadas llegan a soltarse el pelo.
—No necesito soltarme el pelo con nadie más, si te refieres a eso. Tengo todo k> que necesito con Joseph.
— ¿Cómo lo sabes si no te brindas la oportunidad de averiguarlo?
—Me siento cómoda con lo que tenemos.
— ¿Haces todo lo que puedes para complacerlo?
—Por supuesto.
— ¿Y si él quisiera verte hacer el amor con otra mujer? ¿Lo complacerías de esa manera?
______ sintió un nudo en la garganta. Tuvo la suerte de que en ese momento Joseph se uniera a ellas.
No obstante, sintió que se ruborizaba, a pesar de no haber sido ella la que iniciara la conversación. Calista parecía relajada y cómoda.
—Creo que ya deberíamos irnos —Joseph le rodeó los hombros con un brazo.
—Sí —convino. Subió y bajó la mano por el brazo de él. Fuera, respiró hondo en el aire nocturno—. Calista me hacía unas sugerencias sorprendentes —susurró.
—No permitas que eso te preocupe.
Estaba a punto de preguntarle qué significaba exactamente eso cuando una voz áspera por encima de su cabeza la sobresaltó.
— ¡Adelante!
Alzó la vista y vio que se trataba de uno de los loros que abundaban en la isla.
Joseph logró emitir una risita.
—Nunca solos.
—Mmm.
Pasaron de la zona brillantemente iluminada a la que solo tenía unas luces alternadas en los bordes del sendero. Entonces él se detuvo y la tomó en brazos, para besarle la mejilla y acercarse con movimientos sensuales hasta la oreja. Con voz apenas audible, susurró:
—Cuando regresemos, iré a investigar la prisión.
— ¡Te acompañaré! —exclamó y enseguida comprendió el error cometido. Había hablado en voz alta cuando se suponía que mantenían una conversación privada. Se quedó muy quieta.
—Una sesión en la ducha es suficiente para mí —fue la respuesta rápida de Joseph.
—Sí —jadeó ella, agradecida al tiempo que se sentía furiosa consigo misma. Tuvo un escalofrío y supo que él también lo había notado.
Joseph le acarició la espalda y luego los brazos. Permanecieron así un rato.
—Lo estás haciendo muy bien —musitó él al oído de ______.
—No —fue la respuesta baja. Antes de poder detenerse, añadió—: No imaginaba lo claustrofóbico que podía ser este lugar.
Él la acarició otra vez.
—Esto es lo que vamos a hacer.
______ prestó atención a las instrucciones de Joseph, pensando una vez mas que era un estratega excelente cuando se trataba de una misión de incógnito.
El pensamiento te provocó una risita.
— ¿Mmm?
—Nervios —respondió.
Nani Jonas
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
iuuu esa mujer esta loca hasta cree con Joe tengo
aranzhitha
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
nooo reynald ya esta sospechando...tienen que hacer muy bien las cosas por que si no se veran en serios problemas...y pobre rayis con ese depravado
siguelaaaaaa
me encanta como todas tus noves jejejeje
siguelaaaaaa
me encanta como todas tus noves jejejeje
Julieta♥
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
Capitulo 18
Cuando entraron en la villa, Joseph se soltó la pajarita. Fue al bar y sirvió dos copas. Whisky para él y vino blanco para ______. Brindó con ella.
—Por una velada memorable, ahora que al fin estamos solos.
—Creía que aquí no podíamos hacer nada — comentó ______, con voz llena de inocencia—. No con tantas cámaras y micrófonos. Quiero decir, ¿cómo sabemos que no hay?
Joseph respondió después de beber un sorbo de whisky.
—He pensado un modo de esquivarlos. Podemos hacer el amor en la oscuridad... muy, muy callados.
Mientras hablaba, le pasó el dedo por la parte frontal del vestido, rozando los lados de los pechos mientras seguía la profunda «V» del escote que bajaba hasta el ombligo.
—Oh, Joseph, eres tan inteligente...
—Mmm —musitó, esperando que quienquiera que pudiera estar escuchando no esperara un diálogo brillante.
Le resultó fácil deslizar el dedo por debajo de la tela hasta incitar los bordes mismos de los pezones.
— ¡Oh! —ella le agarró el brazo.
Lo único que supo Joseph fue que no era capaz de parar. La situación empeoraba para él. Solo tenía que tocarla para sentir el cuerpo entero encendido. Inclinó la cabeza y le mordisqueó la mandíbula hasta encontrar la columna de la garganta.
—Joe, no —murmuró ______—. No me prepares hasta que no estemos listos para irnos a la cama.
Parpadeó y se recordó que se suponía que era una representación. Con rapidez alzó la cabeza y apartó la mano.
Durante varios segundos se quedó allí, respirando dificultosamente, tratando de recordar lo que había querido decir. Carraspeó.
—Pero a mí me gusta un poco de estímulo visual. Este es el trato: métete en el cuarto de baño y ponte uno de tus camisones sexys. Yo te esperaré en el dormitorio.
______ bebió un sorbo de vino y luego dejó la copa. Se marchó y él la siguió más despacio, como si saboreara la expectación. Ella acató sus órdenes y desapareció en el cuarto de baño después de recoger un camisón escueto y con encaje en la línea del escote.
Joseph se desvistió y acomodó dos almohadas contra el cabecero de la cama. Como un hombre que anticipa una noche de sexo apasionado, apagó todas las luces menos la de la mesilla de noche y luego se echó y juntó las manos detrás de la cabeza.
Cuando oyó el clic de la puerta del baño, todo el cuerpo se le tensó por la anticipación. Hacerle el amor en ese momento quizá estuviera descartado, pero no había bromeado acerca de anhelar el estímulo visual. Cuando ______ entró en el dormitorio, iluminada desde atrás, Joseph contuvo el aliento.
No lo ayudó que pareciera tan encendida y necesitada como él.
—Ven aquí, nena.
Ella se detuvo junto a la cama y Joseph se sentó y la situó entre las rodillas. La fragancia de ______ lo envolvió y solo tuvo su torso en el campo de visión. Podía verle los pechos a través de la tela transparente. La forma redondeada y los pezones quedaban resaltados en vez de escondidos.
Pensó que lo mejor era que se marchara. En ese mismo momento, antes de olvidarse de la misión nocturna. Pero todavía no podía hacerlo, no cuando estaba tan tentadora.
Sabiendo que jugaba con fuego, inclinó la cara para hundirla entre sus pechos y giró la cabeza para tomar primero un pezón y luego el otro en la boca.
Ella jadeó cuando Joseph se dedicó a succionarle los pechos a través de la tela. Alzó las manos para acunarle la cabeza.
Él no pudo dejar de acariciarle los costados. Debajo del camisón tenue estaba desnuda. Y había visto la hermosa sombra dorada entre sus piernas.
Deslizó las manos por debajo del dobladillo y los dedos jugaron sobre su trasero redondo.
La deseaba con una necesidad acuciante que apenas podía controlar. Y cuando los dedos de ella se clavaron en sus hombros, el único pensamiento que tenía en la cabeza era que si la abrazaba y se dejaba caer en la cama, ella caería justo encima de él.
Sabía que estaba a punto de perder el control. Tenía que dejarlo en ese momento u olvidarse de la misión que había preparado para esa noche.
—Será mejor que apaguemos la luz —dijo con voz ronca. Alargó el brazo y apagó el interruptor de la lámpara de la mesilla.
Se levantó y la tomó en brazos para pegarla contra él y absorber la sensación familiar de sus curvas. Luego, se volvió y la depositó con gentileza en la cama. ______ le rodeó el cuello con los brazos, como si pudiera retenerlo allí. Pero ambos tenían trabajo, de modo que se los apartó con suavidad y se incorporó.
—Mantén ese pensamiento —gruñó. Cruzó la habitación y apagó la luz del cuarto de baño. La estancia quedó a oscuras. Tan oscura como la necesitaba.
Fue hasta la cómoda y sacó unos pantalones y una camisa negros. Atento a la posibilidad de que hubiera micros en el cuarto, se vistió en silencio. Luego, se calzó unas zapatillas negras también.
Desde la cama, ______ emitió un sonido bajo y sexy como una mujer que estuviera siendo acariciada. Era lo que le había pedido que hiciera. Por desgracia, sonaba tan real que sintió un nudo en el pecho. Permaneció unos momentos con las manos cerradas, y después se obligó a dirigirse a la puerta corredera del ventanal.
Al apartar la cortina, ______ gimió, y estuvo a punto de lograr que volviera a su lado.
Durante un instante estuvo con el pene erecto y los dientes apretados. Luego, con sigilo, abrió la puerta y salió al patio, con la esperanza de que Reynard no hubiera soltado a su pantera para que vigilara el terreno.
Si lo sorprendían en ese momento, no tendría ningún modo de explicar lo que hacía. Respiró hondo varias veces. Esperaba que los sonidos que emitía ______ volvieran locos a los guardas y los tuviera centrados en escucharla.
Agradeció que hubiera suficiente luz de luna para iluminar el entorno de la villa. Permaneció unos minutos en el patio, adaptándose a los sonidos de la noche. El movimiento de la vegetación. La esporádica llamada de un animal.
Pronunció una plegaria silenciosa. Por ______ y Dawn, porque si algo salía mal, las dos se hallarían en problemas serios.
Con ello en mente, se adentró en el follaje. Al rato, la vegetación bien cuidada dio paso a una selva más densa al avanzar en la dirección que habían tomado aquella tarde.
Lamentó no disponer de modo alguno de conocer el turno de los guardas. Lo único que podía hacer era mantenerse alejado del sendero y esperar que sucediera lo mejor.
Al llegar a un sitio donde unas enredaderas le bloqueaban el paso, maldijo para sus adentros por no tener un cuchillo. Rodeó con cuidado el obstáculo y miró las estrellas para reorientarse.
Acababa de emerger de una maleza especialmente tupida y corregido el curso cuando la vio... una forma oscura perfilada contra el horizonte.
Avanzó hacia allí, pero se quedó paralizado al oír unas pisadas sobre una superficie sólida.
Dos hombres uniformados avanzaban por el sendero... apenas a unos metros de donde estaba escondido detrás de un árbol.
Se preguntó de cuánto tiempo dispondría antes de la siguiente patrulla... ¿diez minutos? ¿Veinte?
Contó lentamente hasta cien; luego, respiró hondo y salió de la pantalla de vegetación. Atravesó el sendero en tres segundos en dirección a la torre.
En la ventana superior que había visto aquel día brillaba una luz. El patio también se hallaba iluminado.
Cuando se acercó lo suficiente como para discernir detalles, vio que la entrada al patio estaba vigilada igual que aquella tarde, aunque esa noche solo había un hombre de guardia.
Contempló las paredes grandes que conformaban el muro. Estaban unidas de forma tosca, lo bastante para encontrar asideros.
Lo que significaba que podría llegar al patio interior sin pasar por la entrada principal.
Era peligroso, pero quizá la única manera de acceder a la torre.
Estaba a punto de rodear el muro en busca de un sitio por el que trepar, cuando un cambio en la situación lo frenó en seco. Una figura pequeña salió de la oscuridad.
El centinela se irguió y preparó el arma para disparar.
—Miguel, no dispares. Soy yo, Juanita —explicó una voz de mujer—. He venido para traerte comida.
El hombre bajó la ametralladora y se la colgó del hombro.
— ¿Para mí? ¿O para ella?
—Para los dos.
—Llegas tarde. Pensé que no vendría nadie.
—Tuve que hacer otro trabajo.
Miguel se adelantó y le quitó una cesta cubierta.
—No tendrías que traerme nada —indicó con voz hosca.
—Me gustas, Miguel
—Los dos podríamos meternos en problemas si el capitán se entera de que como de servicio.
— ¿Quién nos va a delatar? La patrulla no volverá en otros veinte minutos.
—Es cierto —rió.
«Veinte minutos. Otra información clave».
Miguel metió la mano en la cesta y sacó una pieza de pollo. Comenzó a comerla.
Cuando entraron en la villa, Joseph se soltó la pajarita. Fue al bar y sirvió dos copas. Whisky para él y vino blanco para ______. Brindó con ella.
—Por una velada memorable, ahora que al fin estamos solos.
—Creía que aquí no podíamos hacer nada — comentó ______, con voz llena de inocencia—. No con tantas cámaras y micrófonos. Quiero decir, ¿cómo sabemos que no hay?
Joseph respondió después de beber un sorbo de whisky.
—He pensado un modo de esquivarlos. Podemos hacer el amor en la oscuridad... muy, muy callados.
Mientras hablaba, le pasó el dedo por la parte frontal del vestido, rozando los lados de los pechos mientras seguía la profunda «V» del escote que bajaba hasta el ombligo.
—Oh, Joseph, eres tan inteligente...
—Mmm —musitó, esperando que quienquiera que pudiera estar escuchando no esperara un diálogo brillante.
Le resultó fácil deslizar el dedo por debajo de la tela hasta incitar los bordes mismos de los pezones.
— ¡Oh! —ella le agarró el brazo.
Lo único que supo Joseph fue que no era capaz de parar. La situación empeoraba para él. Solo tenía que tocarla para sentir el cuerpo entero encendido. Inclinó la cabeza y le mordisqueó la mandíbula hasta encontrar la columna de la garganta.
—Joe, no —murmuró ______—. No me prepares hasta que no estemos listos para irnos a la cama.
Parpadeó y se recordó que se suponía que era una representación. Con rapidez alzó la cabeza y apartó la mano.
Durante varios segundos se quedó allí, respirando dificultosamente, tratando de recordar lo que había querido decir. Carraspeó.
—Pero a mí me gusta un poco de estímulo visual. Este es el trato: métete en el cuarto de baño y ponte uno de tus camisones sexys. Yo te esperaré en el dormitorio.
______ bebió un sorbo de vino y luego dejó la copa. Se marchó y él la siguió más despacio, como si saboreara la expectación. Ella acató sus órdenes y desapareció en el cuarto de baño después de recoger un camisón escueto y con encaje en la línea del escote.
Joseph se desvistió y acomodó dos almohadas contra el cabecero de la cama. Como un hombre que anticipa una noche de sexo apasionado, apagó todas las luces menos la de la mesilla de noche y luego se echó y juntó las manos detrás de la cabeza.
Cuando oyó el clic de la puerta del baño, todo el cuerpo se le tensó por la anticipación. Hacerle el amor en ese momento quizá estuviera descartado, pero no había bromeado acerca de anhelar el estímulo visual. Cuando ______ entró en el dormitorio, iluminada desde atrás, Joseph contuvo el aliento.
No lo ayudó que pareciera tan encendida y necesitada como él.
—Ven aquí, nena.
Ella se detuvo junto a la cama y Joseph se sentó y la situó entre las rodillas. La fragancia de ______ lo envolvió y solo tuvo su torso en el campo de visión. Podía verle los pechos a través de la tela transparente. La forma redondeada y los pezones quedaban resaltados en vez de escondidos.
Pensó que lo mejor era que se marchara. En ese mismo momento, antes de olvidarse de la misión nocturna. Pero todavía no podía hacerlo, no cuando estaba tan tentadora.
Sabiendo que jugaba con fuego, inclinó la cara para hundirla entre sus pechos y giró la cabeza para tomar primero un pezón y luego el otro en la boca.
Ella jadeó cuando Joseph se dedicó a succionarle los pechos a través de la tela. Alzó las manos para acunarle la cabeza.
Él no pudo dejar de acariciarle los costados. Debajo del camisón tenue estaba desnuda. Y había visto la hermosa sombra dorada entre sus piernas.
Deslizó las manos por debajo del dobladillo y los dedos jugaron sobre su trasero redondo.
La deseaba con una necesidad acuciante que apenas podía controlar. Y cuando los dedos de ella se clavaron en sus hombros, el único pensamiento que tenía en la cabeza era que si la abrazaba y se dejaba caer en la cama, ella caería justo encima de él.
Sabía que estaba a punto de perder el control. Tenía que dejarlo en ese momento u olvidarse de la misión que había preparado para esa noche.
—Será mejor que apaguemos la luz —dijo con voz ronca. Alargó el brazo y apagó el interruptor de la lámpara de la mesilla.
Se levantó y la tomó en brazos para pegarla contra él y absorber la sensación familiar de sus curvas. Luego, se volvió y la depositó con gentileza en la cama. ______ le rodeó el cuello con los brazos, como si pudiera retenerlo allí. Pero ambos tenían trabajo, de modo que se los apartó con suavidad y se incorporó.
—Mantén ese pensamiento —gruñó. Cruzó la habitación y apagó la luz del cuarto de baño. La estancia quedó a oscuras. Tan oscura como la necesitaba.
Fue hasta la cómoda y sacó unos pantalones y una camisa negros. Atento a la posibilidad de que hubiera micros en el cuarto, se vistió en silencio. Luego, se calzó unas zapatillas negras también.
Desde la cama, ______ emitió un sonido bajo y sexy como una mujer que estuviera siendo acariciada. Era lo que le había pedido que hiciera. Por desgracia, sonaba tan real que sintió un nudo en el pecho. Permaneció unos momentos con las manos cerradas, y después se obligó a dirigirse a la puerta corredera del ventanal.
Al apartar la cortina, ______ gimió, y estuvo a punto de lograr que volviera a su lado.
Durante un instante estuvo con el pene erecto y los dientes apretados. Luego, con sigilo, abrió la puerta y salió al patio, con la esperanza de que Reynard no hubiera soltado a su pantera para que vigilara el terreno.
Si lo sorprendían en ese momento, no tendría ningún modo de explicar lo que hacía. Respiró hondo varias veces. Esperaba que los sonidos que emitía ______ volvieran locos a los guardas y los tuviera centrados en escucharla.
Agradeció que hubiera suficiente luz de luna para iluminar el entorno de la villa. Permaneció unos minutos en el patio, adaptándose a los sonidos de la noche. El movimiento de la vegetación. La esporádica llamada de un animal.
Pronunció una plegaria silenciosa. Por ______ y Dawn, porque si algo salía mal, las dos se hallarían en problemas serios.
Con ello en mente, se adentró en el follaje. Al rato, la vegetación bien cuidada dio paso a una selva más densa al avanzar en la dirección que habían tomado aquella tarde.
Lamentó no disponer de modo alguno de conocer el turno de los guardas. Lo único que podía hacer era mantenerse alejado del sendero y esperar que sucediera lo mejor.
Al llegar a un sitio donde unas enredaderas le bloqueaban el paso, maldijo para sus adentros por no tener un cuchillo. Rodeó con cuidado el obstáculo y miró las estrellas para reorientarse.
Acababa de emerger de una maleza especialmente tupida y corregido el curso cuando la vio... una forma oscura perfilada contra el horizonte.
Avanzó hacia allí, pero se quedó paralizado al oír unas pisadas sobre una superficie sólida.
Dos hombres uniformados avanzaban por el sendero... apenas a unos metros de donde estaba escondido detrás de un árbol.
Se preguntó de cuánto tiempo dispondría antes de la siguiente patrulla... ¿diez minutos? ¿Veinte?
Contó lentamente hasta cien; luego, respiró hondo y salió de la pantalla de vegetación. Atravesó el sendero en tres segundos en dirección a la torre.
En la ventana superior que había visto aquel día brillaba una luz. El patio también se hallaba iluminado.
Cuando se acercó lo suficiente como para discernir detalles, vio que la entrada al patio estaba vigilada igual que aquella tarde, aunque esa noche solo había un hombre de guardia.
Contempló las paredes grandes que conformaban el muro. Estaban unidas de forma tosca, lo bastante para encontrar asideros.
Lo que significaba que podría llegar al patio interior sin pasar por la entrada principal.
Era peligroso, pero quizá la única manera de acceder a la torre.
Estaba a punto de rodear el muro en busca de un sitio por el que trepar, cuando un cambio en la situación lo frenó en seco. Una figura pequeña salió de la oscuridad.
El centinela se irguió y preparó el arma para disparar.
—Miguel, no dispares. Soy yo, Juanita —explicó una voz de mujer—. He venido para traerte comida.
El hombre bajó la ametralladora y se la colgó del hombro.
— ¿Para mí? ¿O para ella?
—Para los dos.
—Llegas tarde. Pensé que no vendría nadie.
—Tuve que hacer otro trabajo.
Miguel se adelantó y le quitó una cesta cubierta.
—No tendrías que traerme nada —indicó con voz hosca.
—Me gustas, Miguel
—Los dos podríamos meternos en problemas si el capitán se entera de que como de servicio.
— ¿Quién nos va a delatar? La patrulla no volverá en otros veinte minutos.
—Es cierto —rió.
«Veinte minutos. Otra información clave».
Miguel metió la mano en la cesta y sacó una pieza de pollo. Comenzó a comerla.
Nani Jonas
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
wowwww
esta de lo mejor tienes que seguirlaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
esta de lo mejor tienes que seguirlaaaaaaaaaaaaaaaaaaa
next to you
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
:risa: jajaja pobre de la rayiz teniendo que hacer todos esos sonidos ella sola.... Joe ya ni la riega primero la estimula y despues ni termina :¬w¬: con lo que empeso :o :risa: siguela pronto
aranzhitha
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
siguela wuau sta super ... :P ...
la pobre toda exitada x joe y el muy jumm s va... kaskaskaskas :risa:
siguela xfis... m tiene amarañada a esta nve :D .... siguela xfis .. :z: ...
la pobre toda exitada x joe y el muy jumm s va... kaskaskaskas :risa:
siguela xfis... m tiene amarañada a esta nve :D .... siguela xfis .. :z: ...
Invitado
Invitado
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
Capitulo 19
— ¿Puedo subir? ¿Quieres escoltarme?
—Debería ir contigo —comentó con la boca llena. Tras varios segundos de titubeo, añadió—: Pero la llave está en el lugar de siempre. Adelante.
«El lugar de siempre. De modo que la llave para la celda o las celdas está al alcance de cualquiera. Estupendo».
Cuando vio a la mujer atravesar el patio iluminado y entrar por una puerta, realizó un circuito rápido del muro en busca de un sitio bueno por el que trepar.
En mitad del recorrido, un ruido metálico le llegó desde arriba.
Se repitió. ¿Sería de la celda en la cima de la torre?
No debería poder oírlo. Estaba al nivel del suelo. Y la celda muy arriba. Pero de pronto recordó una ocasión en que experimentó exactamente el mismo fenómeno. Había estado de visita en Tikal, una ciudad maya en ruinas en Guatemala, que había permanecido enterrada en la selva durante cientos de años. El equipo arqueológico que había excavado algunos de los edificios solo había dejado al aire libre la parte frontal de muchos templos, manteniendo cerros cubiertos de tierra y vegetación en la parte de atrás. Había subido a una de esas colinas con la ayuda de enredaderas y raíces, pero su acompañante había tenido miedo de hacerlo. Permaneció en el suelo... y después de que él se trasladara a la parte frontal del templo de sesenta metros de altura, habían podido hablar con facilidad, sin necesidad de gritar.
Algo similar debía de estar sucediendo.
— ¡Juanita! —exclamó una voz femenina—. Gracias a Dios que has vuelto.
—No puedo quedarme mucho.
—Por favor. Estoy tan asustada —sollozó.
—Lo sé. Pero la mujer de la que me hablaste está aquí.
— ¡______! Gracias a Dios.
—Le conté dónde estabas. Debes esperar.
—Yo... creo que me volveré loca si tengo que quedarme mucho más tiempo aquí. Fui tan estúpida al fugarme...
—No fue tu culpa.
—¡Sí lo fue!
Hubo palabras susurradas de consuelo.
—He de irme —terminó la mujer.
—Por favor. No me dejes.
—El guarda sospechará. Le entregué parte de tu cena, pero se inquietará.
—De acuerdo. Sí. Muchas gracias. Mi padre te mostrará su agradecimiento.
Joseph permaneció en un silencio helado. Tenía que ser Dawn... y la mujer que le había entregado a ______ la nota esa tarde. Juanita.
En silencio regresó al follaje de la selva. Acababa de averiguar una información importante, pero aún no sabía cómo interpretar todo lo descubierto.
Había demasiados factores en juego. Desde que podía ser una trampa hasta que el guarda también las hubiera escuchado.
Lo mejor era quedarse un rato más por allí para ver si conseguía enterarse de algo más. Volvió a rodear el edificio hasta regresar al punto de partida, en el puesto de los guardas. El hombre había terminado de comer el pollo. Después de limpiarse con cuidado los dedos con una servilleta de tela, envolvió los huesos.
A través del umbral, vio a Juanita salir de la base de la torre y cruzar otra vez el patio.
El hombre le entregó la cesta con los huesos de pollo.
—Llévatelos.
—Claro. No querría meterte en problemas.
—Estuviste mucho rato ahí arriba.
—Me da pena la pobre chica. Y... me cuenta cosas.
—¿Cómo qué?
—Su padre es rico. Quizá ofrecería una recompensa...
Juanita calló de repente y guardó los huesos de pollo en el bolsillo de su falda. Dos guardas armados subían por el sendero en dirección a la torre.
El centinela de la puerta se puso firme cuando los dos hombres llegaron hasta él.
—¿Qué sucede? —preguntó uno de ellos.
—Llegáis pronto —indicó Miguel.
—Doblamos los turnos.
Joseph maldijo en silencio.
—De modo que pensabas que no íbamos a estar ahora —añadió el hombre de patrulla—. ¿Qué tramabais?
—Juanita trajo comida para la prisionera, como hace todas las noches —respondió el hombre de la puerta.
—Yo no veo ninguna cesta de comida.
—Ya la he subido —replicó la mujer.
—Entonces, ¿qué haces aún por aquí?
—Miguel y yo pasábamos el rato.
—Eso va contra las reglas.
—No molesta a nadie.
—¿Y si alguien intentara ayudar a escapar a la prisionera?
—¿Quién sería tan estúpido para eso? —rió Juanita.
—No lo sé. Pero tenemos órdenes de estar atentos. Podríais meteros en serios problemas — añadió.
—Espero que no —la mujer se adelantó.
Joseph la vio adelantar una mano y tocar la pechera de la camisa de uno de los guardas.
El hombre la asió con celeridad y la acercó a su cuerpo.
Al bajar la cabeza a su boca, Juanita no se resistió. De hecho, le rodeó el cuello con los brazos y se pegó a él.
Las manos del guarda bajaron hasta agarrarle las nalgas y pegarla aún más íntimamente contra él.
—Eres muy persuasiva —comentaba el hombre con voz ronca por la excitación—. Pero no lo suficiente, porque me dejas con ganas de mucho más.
—Entonces tendremos que hacer algo al respecto —Juanita miró a los tres hombres—. Pero no aquí —añadió con rapidez—.Todos nos podríamos meter en serios aprietos.
—Termino el servicio en dos horas. Podrías venir a mi habitación.
—¿Dónde está?
—Ve a la entrada del complejo de servicio. Entra y gira a la derecha. Mi puerta es la quinta. La número veintidós. La veintidós —repitió.
—Sí. Te estaré esperando —respondió ella con voz ronca y seductora. Como si de verdad anhelara tener sexo con un hombre que la había amenazado. Sin aguardar más, dio media vuelta y se perdió en la oscuridad.
Disfrrutenlo
— ¿Puedo subir? ¿Quieres escoltarme?
—Debería ir contigo —comentó con la boca llena. Tras varios segundos de titubeo, añadió—: Pero la llave está en el lugar de siempre. Adelante.
«El lugar de siempre. De modo que la llave para la celda o las celdas está al alcance de cualquiera. Estupendo».
Cuando vio a la mujer atravesar el patio iluminado y entrar por una puerta, realizó un circuito rápido del muro en busca de un sitio bueno por el que trepar.
En mitad del recorrido, un ruido metálico le llegó desde arriba.
Se repitió. ¿Sería de la celda en la cima de la torre?
No debería poder oírlo. Estaba al nivel del suelo. Y la celda muy arriba. Pero de pronto recordó una ocasión en que experimentó exactamente el mismo fenómeno. Había estado de visita en Tikal, una ciudad maya en ruinas en Guatemala, que había permanecido enterrada en la selva durante cientos de años. El equipo arqueológico que había excavado algunos de los edificios solo había dejado al aire libre la parte frontal de muchos templos, manteniendo cerros cubiertos de tierra y vegetación en la parte de atrás. Había subido a una de esas colinas con la ayuda de enredaderas y raíces, pero su acompañante había tenido miedo de hacerlo. Permaneció en el suelo... y después de que él se trasladara a la parte frontal del templo de sesenta metros de altura, habían podido hablar con facilidad, sin necesidad de gritar.
Algo similar debía de estar sucediendo.
— ¡Juanita! —exclamó una voz femenina—. Gracias a Dios que has vuelto.
—No puedo quedarme mucho.
—Por favor. Estoy tan asustada —sollozó.
—Lo sé. Pero la mujer de la que me hablaste está aquí.
— ¡______! Gracias a Dios.
—Le conté dónde estabas. Debes esperar.
—Yo... creo que me volveré loca si tengo que quedarme mucho más tiempo aquí. Fui tan estúpida al fugarme...
—No fue tu culpa.
—¡Sí lo fue!
Hubo palabras susurradas de consuelo.
—He de irme —terminó la mujer.
—Por favor. No me dejes.
—El guarda sospechará. Le entregué parte de tu cena, pero se inquietará.
—De acuerdo. Sí. Muchas gracias. Mi padre te mostrará su agradecimiento.
Joseph permaneció en un silencio helado. Tenía que ser Dawn... y la mujer que le había entregado a ______ la nota esa tarde. Juanita.
En silencio regresó al follaje de la selva. Acababa de averiguar una información importante, pero aún no sabía cómo interpretar todo lo descubierto.
Había demasiados factores en juego. Desde que podía ser una trampa hasta que el guarda también las hubiera escuchado.
Lo mejor era quedarse un rato más por allí para ver si conseguía enterarse de algo más. Volvió a rodear el edificio hasta regresar al punto de partida, en el puesto de los guardas. El hombre había terminado de comer el pollo. Después de limpiarse con cuidado los dedos con una servilleta de tela, envolvió los huesos.
A través del umbral, vio a Juanita salir de la base de la torre y cruzar otra vez el patio.
El hombre le entregó la cesta con los huesos de pollo.
—Llévatelos.
—Claro. No querría meterte en problemas.
—Estuviste mucho rato ahí arriba.
—Me da pena la pobre chica. Y... me cuenta cosas.
—¿Cómo qué?
—Su padre es rico. Quizá ofrecería una recompensa...
Juanita calló de repente y guardó los huesos de pollo en el bolsillo de su falda. Dos guardas armados subían por el sendero en dirección a la torre.
El centinela de la puerta se puso firme cuando los dos hombres llegaron hasta él.
—¿Qué sucede? —preguntó uno de ellos.
—Llegáis pronto —indicó Miguel.
—Doblamos los turnos.
Joseph maldijo en silencio.
—De modo que pensabas que no íbamos a estar ahora —añadió el hombre de patrulla—. ¿Qué tramabais?
—Juanita trajo comida para la prisionera, como hace todas las noches —respondió el hombre de la puerta.
—Yo no veo ninguna cesta de comida.
—Ya la he subido —replicó la mujer.
—Entonces, ¿qué haces aún por aquí?
—Miguel y yo pasábamos el rato.
—Eso va contra las reglas.
—No molesta a nadie.
—¿Y si alguien intentara ayudar a escapar a la prisionera?
—¿Quién sería tan estúpido para eso? —rió Juanita.
—No lo sé. Pero tenemos órdenes de estar atentos. Podríais meteros en serios problemas — añadió.
—Espero que no —la mujer se adelantó.
Joseph la vio adelantar una mano y tocar la pechera de la camisa de uno de los guardas.
El hombre la asió con celeridad y la acercó a su cuerpo.
Al bajar la cabeza a su boca, Juanita no se resistió. De hecho, le rodeó el cuello con los brazos y se pegó a él.
Las manos del guarda bajaron hasta agarrarle las nalgas y pegarla aún más íntimamente contra él.
—Eres muy persuasiva —comentaba el hombre con voz ronca por la excitación—. Pero no lo suficiente, porque me dejas con ganas de mucho más.
—Entonces tendremos que hacer algo al respecto —Juanita miró a los tres hombres—. Pero no aquí —añadió con rapidez—.Todos nos podríamos meter en serios aprietos.
—Termino el servicio en dos horas. Podrías venir a mi habitación.
—¿Dónde está?
—Ve a la entrada del complejo de servicio. Entra y gira a la derecha. Mi puerta es la quinta. La número veintidós. La veintidós —repitió.
—Sí. Te estaré esperando —respondió ella con voz ronca y seductora. Como si de verdad anhelara tener sexo con un hombre que la había amenazado. Sin aguardar más, dio media vuelta y se perdió en la oscuridad.
Disfrrutenlo
Nani Jonas
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
um esa juanita parece ser que tambien serige por la leyes de la isla y hace lo que quiera, por lo menos es un aliado para joe y la rayiz... a todo esto la rayiz a de estar sola en el cuarto finjiendo placer jajaja pobre
aranzhitha
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
aaaishhhh
mira pues a la juanita hahaha pero menos mal esta del lado de los buenos
me encanta siguela
mira pues a la juanita hahaha pero menos mal esta del lado de los buenos
me encanta siguela
next to you
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
Jaja, Juanita me ha sorprendido xD
Pero al menos ayuda a Joe y a la rayis :D
Sigue pronto!
Pero al menos ayuda a Joe y a la rayis :D
Sigue pronto!
LittleThings
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
Capitulo 20
En la oscuridad, ______ contempló los números verdes iluminados en la cara del reloj. Joseph llevaba ausente casi dos horas y estaba preocupada.
¿Lo habrían descubierto los hombres de Reynard? ¿Y si en ese momento lo estaban interrogando?
Quiso vestirse y adentrarse en la noche, pero no era una opción. Su trabajo era quedarse allí y convencer a quienquiera que pudiera estar escuchando que Joseph también se encontraba en la habitación.
—Oh, Joseph —murmuró—. Es tan agradable. No pares —recalcó la petición con una serie de jadeos. Esperó que quien escuchara quedara convencido de que Joseph era un amante extraordinario.
De hecho, lo era. Al recordar la primera vez, se le encendió el cuerpo. Joseph era sensual y lo preocupaba mucho brindarle placer.
En esa ocasión, cuando soltó un pequeño sonido de placer, fue auténtico.
—Joseph — repitió en voz alta —. Joseph.
El solo hecho de pensarla él le inflamaba todo el cuerpo, y antes de poder parar, elevó las manos para tomarse ambos pechos.
Pudo sentir los pezones endurecidos a través de la tela sedosa del camisón. Se los frotó con movimientos inquietos y la sangre le hirvió.
Pensó en Joseph cuando la tocaba, cuando le acariciaba la piel húmeda del sexo. Bajó la mano pero se detuvo al llegar junto a la cadera.
Empeoraba las cosas. No podía permitirse disolverse en un charco de placer sensual. Debía mantener la mente alerta.
Necesitaba calmarse y sabía cómo lograrlo. Podía pensar en esa tarde, al averiguar que Joseph le ocultaba algo.
La escena recordada surtió el efecto deseado. ¿Y si Joseph le había mentido acerca de la dirección que tomaría esa noche? ¿Y si tenía un encuentro secreto con Reynard o con alguien que trabajaba para él?
«¡No!», gritó en silencio.
Supo que al día siguiente, de algún modo, iba a tener que hablarlo con él. Debía conocer qué posición ocupaba en esa operación.
Cerró los ojos y se obligó a poner la mente en blanco, concentrándose en una respiración que esperaba que la ayudara a relajar mente y cuerpo.
Joseph esperó hasta que la patrulla pasó, hasta que el centinela volvió al arco de la entrada. Luego, se guió otra vez por la Estrella Polar e inició el regreso a la villa. Llegó en cuarenta y cinco minutos. Desde la protección del follaje, estudió la puerta de atrás. Todo parecía en orden, pero no podría estar seguro hasta entrar. Bajo la protección de la vegetación, utilizó una rama para limpiarse la suela de las zapatillas y después avanzó y se las limpió en la hierba.
Cruzó la distancia que le quedaba hasta la zona de cemento. Cerca de la casa la oscuridad era más intensa, ya que la pared proyectaba una sombra, y maldijo al chocar con una de las sillas del patio.
Ansioso por entrar, deslizó la puerta corredera y cruzó el umbral. Al hacerlo, un brazo le rodeó el cuello y lo asió en una llave.
En la oscuridad, ______ contempló los números verdes iluminados en la cara del reloj. Joseph llevaba ausente casi dos horas y estaba preocupada.
¿Lo habrían descubierto los hombres de Reynard? ¿Y si en ese momento lo estaban interrogando?
Quiso vestirse y adentrarse en la noche, pero no era una opción. Su trabajo era quedarse allí y convencer a quienquiera que pudiera estar escuchando que Joseph también se encontraba en la habitación.
—Oh, Joseph —murmuró—. Es tan agradable. No pares —recalcó la petición con una serie de jadeos. Esperó que quien escuchara quedara convencido de que Joseph era un amante extraordinario.
De hecho, lo era. Al recordar la primera vez, se le encendió el cuerpo. Joseph era sensual y lo preocupaba mucho brindarle placer.
En esa ocasión, cuando soltó un pequeño sonido de placer, fue auténtico.
—Joseph — repitió en voz alta —. Joseph.
El solo hecho de pensarla él le inflamaba todo el cuerpo, y antes de poder parar, elevó las manos para tomarse ambos pechos.
Pudo sentir los pezones endurecidos a través de la tela sedosa del camisón. Se los frotó con movimientos inquietos y la sangre le hirvió.
Pensó en Joseph cuando la tocaba, cuando le acariciaba la piel húmeda del sexo. Bajó la mano pero se detuvo al llegar junto a la cadera.
Empeoraba las cosas. No podía permitirse disolverse en un charco de placer sensual. Debía mantener la mente alerta.
Necesitaba calmarse y sabía cómo lograrlo. Podía pensar en esa tarde, al averiguar que Joseph le ocultaba algo.
La escena recordada surtió el efecto deseado. ¿Y si Joseph le había mentido acerca de la dirección que tomaría esa noche? ¿Y si tenía un encuentro secreto con Reynard o con alguien que trabajaba para él?
«¡No!», gritó en silencio.
Supo que al día siguiente, de algún modo, iba a tener que hablarlo con él. Debía conocer qué posición ocupaba en esa operación.
Cerró los ojos y se obligó a poner la mente en blanco, concentrándose en una respiración que esperaba que la ayudara a relajar mente y cuerpo.
Joseph esperó hasta que la patrulla pasó, hasta que el centinela volvió al arco de la entrada. Luego, se guió otra vez por la Estrella Polar e inició el regreso a la villa. Llegó en cuarenta y cinco minutos. Desde la protección del follaje, estudió la puerta de atrás. Todo parecía en orden, pero no podría estar seguro hasta entrar. Bajo la protección de la vegetación, utilizó una rama para limpiarse la suela de las zapatillas y después avanzó y se las limpió en la hierba.
Cruzó la distancia que le quedaba hasta la zona de cemento. Cerca de la casa la oscuridad era más intensa, ya que la pared proyectaba una sombra, y maldijo al chocar con una de las sillas del patio.
Ansioso por entrar, deslizó la puerta corredera y cruzó el umbral. Al hacerlo, un brazo le rodeó el cuello y lo asió en una llave.
Nani Jonas
Re: "Compañeros De Trabajo" - Joe y tu Terminada
Capitulo 21
Trató de respirar. El brazo se tensó más y él trastabilló hacia delante, con el atacante a su espalda.
La persona que le buscaba la nuez de Adán no era pesada. Después, su cerebro asimiló una presión gemela en los hombros.
Pechos.
Era ______. Lo había oído en el exterior, tomado por uno de los sicarios de Reynard y decidido que lo mejor era pasar al ataque. La llave en torno a su garganta le impidió emitir sonido alguno.
______ mostraba una determinación férrea. Carecía de armas, pero se había lanzado sobre un hombre al que sin duda consideraba armado. Era una pena que él fuera la víctima.
No disponía de tiempo para maravillarse por su valor. No cuando lo estrangulaba. En la oscuridad no podía ver nada. Lo único que sabía con certeza era que tenía que quebrar esa llave con rapidez, antes de perder el sentido.
Y tenía que hacerlo sin herir a ______.
Reculó, sorprendiéndola. Sintió que ella aflojaba un poco el brazo. Luego, se inclinó y la pasó por encima de la cabeza para tirarla sobre la alfombra.
Dispuso de tiempo para respirar una vez antes de que lo agarrara por la pierna y lo derribara.
Se lanzó sobre él como una mujer que lucha por salvar la vida. Gruñó cuando le plantó el puño en el mentón. Fue un golpe sorprendentemente sólido, pero no le frenó su propia reacción. En esa ocasión estaba preparado. Alzó las manos, la sujetó por la muñeca e impidió que volviera a tratar de estrangularlo.
Volvió a tumbarla de espaldas, pero antes de que pudiera escurrirse, se situó encima de ella y le sujetó las muñecas contra el suelo.
—No —gruñó cuando la rodilla de ______ trató de causarle daños serios a su virilidad. Al oír su voz, ella se quedó muy quieta—. Sorpresa —siseó en la oscuridad, aflojando las manos que la sujetaban.
Al ver que no trataba de oponer resistencia, Joseph rodó de costado y la arrastró consigo. Los dos quedaron jadeando en la alfombra.
—Lo siento —murmuró ______—. No sabía...
En su mente, Joseph intentó invertir la situación. Si él hubiera estado en el lugar de ______, posiblemente habría hecho lo mismo. Antes de que pudiera tratar de explicarle lo que la había motivado a atacarlo, le tapó la boca con la mano durante unos segundos, hasta que ella asintió y la soltó.
Al hablar, acercó los labios a su oreja y susurró:
—Joseph, lo siento. Yo... intentaba obligarme a relajarme y me quedé dormida. Tuve un sueño...
— ¿Malo?
—Sí —musitó—. La isla hace que me sienta... nerviosa. Supongo que me quedé dormida un rato y soñé que Reynard y sus hombres te habían capturado... —calló de golpe y volvió a empezar—.Al despertar, oí un ruido y pensé... Pensé...
Él asintió con la frente pegada a su mejilla.
—Estoy aquí —fue lo único que pudo decir. Quiso contarle todo lo que había sucedido, y que sabía que se hallaba en peligro con Reynard... y que no iba a permitir que le sucediera nada.
Pensó en sacarla a la noche estrellada, donde quizá pudieran hablar. Pero esa noche ya había tentado demasiado a la suerte.
— ¿Joseph? —murmuró ella.
Probablemente había percibido la tensión que lo dominaba. No había nada que pudiera contarle sobre las actividades nocturnas... no en ese momento. Pero, al mismo tiempo, quería tranquilizarla.
Se incorporó.
—A tu servicio, nena —la habitación estaba demasiado oscura para establecer contacto visual, así que bajó la boca a la de ella. Quería darle un beso rápido, solo para conectar de la mejor manera posible en ese momento. Pero en cuanto los labios se tocaron, supo que se engañaba.
Sintió como si se ahogara, sin nadie que pudiera salvarlo salvo la mujer que tenía en brazos.
Quizá ella sentía lo mismo, porque emitió un sonido hambriento y le rodeó el cuello con los brazos. Profundizó el beso.
Quiso decirle que parara. Que no debería hacer eso. Que no tenía derecho a tomar nada más de ella que lo que ya le había quitado. Pero calló porque no tuvo fuerzas para pronunciar las palabras.
La había deseado todo el día. Al abrazarla, sintió que el corazón le martilleaba en el pecho. Lo perdió el sabor de ______, el contacto de sus labios. Olvidó el trayecto hasta la torre. Durante un momento ajeno al tiempo, olvidó para qué habían ido a Isla Orquídea y por qué se encontraban en la peor situación de sus vidas.
Solo existía la realidad de la mujer cálida y entregada que tenía en brazos. Una parte de él esperaba que se apartara, que reconociera que no era bueno para ella. Era un hombre que no podía permitirse el lujo de un compromiso. Sin embargo, no era capaz de dejarla. No cuando ella gemía y le suplicaba que ahondara el beso.
Cuando ______ deslizó las manos a sus caderas y se situó encima, meciéndose contra la erección bajo los vaqueros, pensó que enloquecería si no podía tenerla en ese momento. Allí. En la alfombra.
De algún modo, recordar dónde se hallaban le devolvió un poco de cordura.
—Aquí no —dijo—. No en el maldito suelo.
Se apartó y quedó boca arriba, jadeante.
— ¿Joseph?
Al girar hacía él, ______ le colocó las manos en los hombros.
—Intento recordar ser un hombre civilizado.
— ¿Y eso qué se supone que significa?
—Que volvemos a la cama —respondió, con la cabeza lo suficientemente despejada como para recordar que podía haber alguien escuchando.
Aqi dos caps como recompensa por mi ausencia gracias por sus comentarios
Trató de respirar. El brazo se tensó más y él trastabilló hacia delante, con el atacante a su espalda.
La persona que le buscaba la nuez de Adán no era pesada. Después, su cerebro asimiló una presión gemela en los hombros.
Pechos.
Era ______. Lo había oído en el exterior, tomado por uno de los sicarios de Reynard y decidido que lo mejor era pasar al ataque. La llave en torno a su garganta le impidió emitir sonido alguno.
______ mostraba una determinación férrea. Carecía de armas, pero se había lanzado sobre un hombre al que sin duda consideraba armado. Era una pena que él fuera la víctima.
No disponía de tiempo para maravillarse por su valor. No cuando lo estrangulaba. En la oscuridad no podía ver nada. Lo único que sabía con certeza era que tenía que quebrar esa llave con rapidez, antes de perder el sentido.
Y tenía que hacerlo sin herir a ______.
Reculó, sorprendiéndola. Sintió que ella aflojaba un poco el brazo. Luego, se inclinó y la pasó por encima de la cabeza para tirarla sobre la alfombra.
Dispuso de tiempo para respirar una vez antes de que lo agarrara por la pierna y lo derribara.
Se lanzó sobre él como una mujer que lucha por salvar la vida. Gruñó cuando le plantó el puño en el mentón. Fue un golpe sorprendentemente sólido, pero no le frenó su propia reacción. En esa ocasión estaba preparado. Alzó las manos, la sujetó por la muñeca e impidió que volviera a tratar de estrangularlo.
Volvió a tumbarla de espaldas, pero antes de que pudiera escurrirse, se situó encima de ella y le sujetó las muñecas contra el suelo.
—No —gruñó cuando la rodilla de ______ trató de causarle daños serios a su virilidad. Al oír su voz, ella se quedó muy quieta—. Sorpresa —siseó en la oscuridad, aflojando las manos que la sujetaban.
Al ver que no trataba de oponer resistencia, Joseph rodó de costado y la arrastró consigo. Los dos quedaron jadeando en la alfombra.
—Lo siento —murmuró ______—. No sabía...
En su mente, Joseph intentó invertir la situación. Si él hubiera estado en el lugar de ______, posiblemente habría hecho lo mismo. Antes de que pudiera tratar de explicarle lo que la había motivado a atacarlo, le tapó la boca con la mano durante unos segundos, hasta que ella asintió y la soltó.
Al hablar, acercó los labios a su oreja y susurró:
—Joseph, lo siento. Yo... intentaba obligarme a relajarme y me quedé dormida. Tuve un sueño...
— ¿Malo?
—Sí —musitó—. La isla hace que me sienta... nerviosa. Supongo que me quedé dormida un rato y soñé que Reynard y sus hombres te habían capturado... —calló de golpe y volvió a empezar—.Al despertar, oí un ruido y pensé... Pensé...
Él asintió con la frente pegada a su mejilla.
—Estoy aquí —fue lo único que pudo decir. Quiso contarle todo lo que había sucedido, y que sabía que se hallaba en peligro con Reynard... y que no iba a permitir que le sucediera nada.
Pensó en sacarla a la noche estrellada, donde quizá pudieran hablar. Pero esa noche ya había tentado demasiado a la suerte.
— ¿Joseph? —murmuró ella.
Probablemente había percibido la tensión que lo dominaba. No había nada que pudiera contarle sobre las actividades nocturnas... no en ese momento. Pero, al mismo tiempo, quería tranquilizarla.
Se incorporó.
—A tu servicio, nena —la habitación estaba demasiado oscura para establecer contacto visual, así que bajó la boca a la de ella. Quería darle un beso rápido, solo para conectar de la mejor manera posible en ese momento. Pero en cuanto los labios se tocaron, supo que se engañaba.
Sintió como si se ahogara, sin nadie que pudiera salvarlo salvo la mujer que tenía en brazos.
Quizá ella sentía lo mismo, porque emitió un sonido hambriento y le rodeó el cuello con los brazos. Profundizó el beso.
Quiso decirle que parara. Que no debería hacer eso. Que no tenía derecho a tomar nada más de ella que lo que ya le había quitado. Pero calló porque no tuvo fuerzas para pronunciar las palabras.
La había deseado todo el día. Al abrazarla, sintió que el corazón le martilleaba en el pecho. Lo perdió el sabor de ______, el contacto de sus labios. Olvidó el trayecto hasta la torre. Durante un momento ajeno al tiempo, olvidó para qué habían ido a Isla Orquídea y por qué se encontraban en la peor situación de sus vidas.
Solo existía la realidad de la mujer cálida y entregada que tenía en brazos. Una parte de él esperaba que se apartara, que reconociera que no era bueno para ella. Era un hombre que no podía permitirse el lujo de un compromiso. Sin embargo, no era capaz de dejarla. No cuando ella gemía y le suplicaba que ahondara el beso.
Cuando ______ deslizó las manos a sus caderas y se situó encima, meciéndose contra la erección bajo los vaqueros, pensó que enloquecería si no podía tenerla en ese momento. Allí. En la alfombra.
De algún modo, recordar dónde se hallaban le devolvió un poco de cordura.
—Aquí no —dijo—. No en el maldito suelo.
Se apartó y quedó boca arriba, jadeante.
— ¿Joseph?
Al girar hacía él, ______ le colocó las manos en los hombros.
—Intento recordar ser un hombre civilizado.
— ¿Y eso qué se supone que significa?
—Que volvemos a la cama —respondió, con la cabeza lo suficientemente despejada como para recordar que podía haber alguien escuchando.
Aqi dos caps como recompensa por mi ausencia gracias por sus comentarios
Nani Jonas
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