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La huida de una princesa Joey Tu

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Mensaje por Val's Matth. Lun 19 Dic 2011, 7:34 pm

Argumento:


____
_______ no estaba acostumbrada a comportarse como una muchacha normal, pues su
posición real la obligaba a actuar siempre según el protocolo. Sin embargo, un
encuentro fortuito con el famoso actor Joe Jonas le dio el impulso que
necesitaba ¡para tirar por la borda todas sus obligaciones!



El
corazón de Joe Jonas estaba libre y así quería él que siguiera. ¿Pero cómo era
posible que aquella bella desconocida le hubiera calado tan hondo? ¿Y por qué
se moría por volver a probar una vez más tan deliciosa fruta prohibida?
Val's Matth.
Val's Matth.


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Mensaje por adina Lun 19 Dic 2011, 7:57 pm

primer y fiel lectora, me han encantado todas tus noves sube pronto :)
adina
adina


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Mensaje por jamileth Lun 19 Dic 2011, 8:04 pm

Ola!!!
segunda y fiel lectora!!!!

siguela!!!!!
jamileth
jamileth


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Mensaje por Angel´S // JB Lun 19 Dic 2011, 9:13 pm

ola!! nueva lectoraa
!!siguela!!
Angel´S // JB
Angel´S // JB


https://www.facebook.com/maria.villazana.lokiz?ref=tn_tnmn     @m

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Mensaje por Nani Jonas Mar 20 Dic 2011, 12:42 am

ola ya llege jajaja se ve muy interesante
sube pronto el primer cap porfavor
Nani Jonas
Nani Jonas


http://misadatacionesnanijonas.blogspot.mx/

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Mensaje por Little'Skyscraper Mar 20 Dic 2011, 8:20 am

Siiiiiiiiiiiiiiiiiiguela
Little'Skyscraper
Little'Skyscraper


http://www.twitter.com/ProudOfJonatic

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Mensaje por Yhosdaly Mar 20 Dic 2011, 11:42 am

6ta lectoraaa :( llegue tarde pero buehh!!!!
siguelaaaa me intrigaaa como todas tus novess!!!!

att: tu meha fiel lectoraa!!!
Yhosdaly
Yhosdaly


http://www.twitter/YhosdalyL

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Mensaje por andreita Mar 20 Dic 2011, 11:44 am

nueva lectora
siguela
andreita
andreita


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Mensaje por jonatic&diectioner Mar 20 Dic 2011, 12:19 pm

nueva lectora !
me encanto siguela!!!!

jonatic&diectioner
jonatic&diectioner


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Mensaje por jamileth Mar 20 Dic 2011, 2:32 pm

siguela
jamileth
jamileth


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Mensaje por Let's Go Mar 20 Dic 2011, 3:48 pm

#ola
nueva lectora
esta buena tu nove
seguila!!!
Let's Go
Let's Go


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Mensaje por -Lizz- Mar 20 Dic 2011, 6:52 pm

Holii!
Beth por aquí reportándose :D
Se ve buena! :DD
Siguee ;)
-Lizz-
-Lizz-


https://www.facebook.com/?ref=home#!/

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Mensaje por Val's Matth. Mar 20 Dic 2011, 9:46 pm

las amo hahah bueno esta demas desirles que las amo no chicas ahhaha :) #ElizabethIsUnbroken hhahaha me dio nucha risa tu comentarios ahahah





Capítulo 1





ALGÚN día, su príncipe llegaría.


Pero, al parecer, no
sería pronto, pensó ____ y miró el reloj con disimulo una vez más.



Se removió en el
sillón donde llevaba esperando cuarenta minutos. Luego se enderezó y recorrió
con la mirada el vestíbulo del hotel Ritz-Carlton, buscando algún rastro de
Gerald.



Había cientos de
personas por allí. Parecía una casa de locos.



Siempre sucedía lo
mismo durante el festival de cine de Cannes. En la primera semana de mayo, el
pueblo costero francés estaba rebosante de genios de la industria, de
aspirantes y de ávidos cinéfilos.



En ese momento, tres
días después de la inauguración del festival, la zona del bar del hotel,
normalmente tranquila, estaba abarrotada de gente, con un ruido ensordecedor de
risotadas masculinas y de agudas y coquetas risitas femeninas.



A su alrededor, había
todo tipo de conversaciones: productores cerrando tratos, directores rechazando
películas y periodistas persiguiendo a actores famosos. Y por todas partes
había admiradores y mirones, intentando aparentar que ése también era su mundo.



Pero no había ni
rastro del alto y distinguido príncipe Gerald de Val Comesque.



____ se obligó a
fingir serenidad y a sonreír.



–En público, debes
mostrarte serena, calmada, feliz –le había inculcado desde la cuna Su Alteza el
Rey Leopoldo Olivier Narcisse Bertrand de Mont _______, al que ella llamaba
«papá»–. Mantén siempre la serenidad, querida. Es tu deber.



Y eso debía hacer.
Las princesas cumplían su deber. Se mostraban serenas y, casi siempre, eran
felices.



Ser princesa, sin
embargo, no era todo juego y diversión, como ____ había comprobado en sus
veintiséis años de experiencia. Aunque las princesas, desde su nacimiento,
tenían tantos privilegios que debían estar agradecidas por la vida que les
había tocado.



Por eso, Su Alteza
Real la princesa Adriana Anastasia Maria Christina Sophia de Mont _______,
alias ____, se esforzó en parecer serena, responsable y feliz. Y agradecida.



Aunque también se
sentía un poco estresada, impaciente, molesta y... aprensiva.



No era pánico, ni
miedo exactamente. Era, más bien, como una comezón en el estómago,
nerviosismo... y una creciente sensación de fatalismo.



Era una sensación que
había experimentado con frecuencia durante el último mes y ya le resultaba
familiar.



Eran sólo nervios, se
dijo a sí misma. Los nervios de antes de la boda. A pesar de que aún faltara
más de un año para que se celebrara y ni siquiera se había puesto fecha
todavía. Y a pesar de que el príncipe Gerald, sofisticado, atractivo, elegante
y experimentado fuera todo lo que una mujer podía pedir.



____ se levantó para
rastrear el vestíbulo con la mirada una vez más. Había tenido que apresurarse
para llegar al hotel a las cinco. Su padre la había llamado esa mañana y le
había dicho que Gerald la estaría esperando, que quería hablar con ella de
algo.



–Pero es jueves.
Estaré en la clínica a esa hora –había protestado ____.



La clínica Alfonse de
Jacques era un establecimiento privado dedicado a niños y adolescentes con
daños cerebrales y de la médula espinal. ____ colaboraba como voluntaria allí
todos los martes y jueves por la tarde. Había empezado a hacerlo cuando había
llegado a Cannes para trabajar en su tesis doctoral, hacía cinco meses.



Al principio, había
comenzado siendo nada más una forma de ser útil y de hacer algo además de
escribir sobre pintura prehistórica todos los días. Había sido una distracción,
una excusa para salir de casa. Y un servicio a la comunidad, algo que las
princesas debían hacer.



A ____ le encantaban
los niños y pasar unas cuantas horas con chavales discapacitados le había
parecido una buena manera de invertir el tiempo. Pero lo que había empezando
siendo un entretenimiento y una buena obra, se había convertido en la actividad
que más le gustaba de la semana.



En la clínica, no era
una princesa. Los niños no tenían ni idea de quién era. Y, cuando iba a verlos,
no lo sentía como un deber. Era un placer. Y podía ser sólo ____... su amiga.



Jugaba al escondite
con Paul y a los videojuegos con Madeleine y Charles. Veía el fútbol con
Philippe y Gabriel y cosía las ropitas de las muñecas junto a Marie Claire.
Hablaba de películas y de actores con la entusiasta Elisa y discutía de todo
con Frank «el rebelde», un niño de quince años que aprovechaba la menor
oportunidad para mostrar su inconformismo.



–Siempre estoy en la
clínica hasta las cinco, por lo menos –le había dicho ____ a su padre esa
mañana–. Puedo quedar con Gerald allí.



–Gerald no va a los
hospitales.



–Es una clínica.


–Aun así. No irá
–había asegurado su padre con firmeza y cierto tono compasivo–. Lo sabes. Desde
que Ofelia...



Ofelia había sido la
esposa de Gerald, hasta que había muerto hacía cuatro años. Y se suponía que ____
debía reemplazar a la hermosa, elegante y encantadora Ofelia.



–Claro –había
respondido ella en voz baja–. Lo había olvidado.



–Debemos ser compresivos
–había aconsejado su padre–. Es difícil para él, Adriana.



–Lo entiendo.


____ comprendía que
no tenía ninguna posibilidad de ocupar el lugar de Ofelia en el corazón de
Gerald. Pero sabía que se esperaba de ella que lo intentara. En parte, ésa era
la razón por la que sentía aprensión.



–Os encontraréis en
el vestíbulo a las cinco. Cenaréis pronto y hablaréis –había continuado su
padre–. Luego, él debe salir para París. Por la mañana, sale su vuelo a
Montreal. Tiene una reunión de negocios.



Gerald poseía varias
multinacionales, además de ser príncipe.



–¿De qué quiere
hablarme?



–Estoy seguro de que
te lo explicará esta noche –había dicho su padre–. No debes hacerle esperar,
cariño.



–No.


Y ____ no lo había
hecho esperar. Era él quien llegaba tarde.



Aunque se suponía que
las princesas no debían mostrarse impacientes, ____ volvió a mirar el reloj,
miró a su alrededor nerviosa y tamborileó el suelo con el pie.



Eran casi las seis
menos cuarto. ____ podía haberse quedado un poco más en la clínica y haber
terminado su discusión con Frank sobre los héroes de las películas de acción.
Pero, como había tenido que irse, Frank le había echado en cara que estaba
huyendo de él.



–¡No huyo! –le había
contestado ella–. He quedado con mi prometido esta tarde.



–¿Prometido? ¿Te vas
a casar? ¿Cuándo? –había preguntado Frank frunciendo el ceño.



–Dentro de un año. O,
tal vez, dos. No estoy segura –había respondido ____. Gerald necesitaba un
heredero y no estaba dispuesto a esperar para siempre.



El príncipe había
aceptado esperar a que ella terminara su tesis. Por desgracia, eso sucedería en
el año siguiente.



Demasiado poco tiempo
para ella.



____ intentó quitarse
ese pensamiento de la cabeza. Gerald no era un ogro con el que se viera forzada
a casarse. Bueno, sí estaba obligada, pero Gerald no tenía nada de malo. Era
amable, considerado. Era un príncipe en todos los sentidos de la palabra.



–¿Un año? ¿Dos años?
¿A qué diablos estás esperando? –le había preguntado Frank con brusquedad. –¿A
qué te refieres? –había replicado ella, sobresaltada por la pregunta.



Frank había señalado
a las cuatro paredes de su habitación y a sus piernas paralizadas. Luego, la
había mirado a los ojos.



El tiempo es
precioso. Nunca se sabe lo que puede pasar.



Frank se había
lastimado en la cabeza en un partido de fútbol. Al día siguiente, su cuerpo
había quedado paralizado de cintura para abajo. Llevaba casi tres años sin
andar.



–No deberías esperar
–había insistido Frank sin dejar de mirarla a los ojos.



El muchacho era
especialista en buscar temas de discusión.



–¿Qué propones? ¿Que
me fugue con él? –había replicado ____ con una sonrisa.



Pero los ojos de
Frank no habían brillado con la emoción de una nueva discusión, como solían
hacerlo. Sólo había meneado la cabeza.



–Lo que pasa es que
no entiendo a qué esperas.



–Un año no es mucho.
Ni dos. Tengo que terminar mi doctorado. Y, cuando se ponga la fecha, habrá que
hacer muchos preparativos.



–¿Eso es lo que tú
quieres?



–No se trata de eso.


–Claro que sí. No
deberías perder el tiempo. ¡Deberías hacer lo que quieres hacer!



–No siempre se puede
hacer lo que uno quiere, Frank.



–¡A mí me lo vas a
decir! ¡Yo no estaría aquí encerrado si pudiera!



–Lo sé.


Frank había apretado
la mandíbula. Había vuelto la cabeza para mirar por la ventana. ____ no había
sabido qué decir.



–Sólo se vive una vez
–había señalado él tras un momento, con expresión de amargura.



¿Cómo podía
discutirle eso?, se había preguntado ____. Era imposible.



Por eso, ella había
hecho lo único que se le había ocurrido. Le había apretado la mano a Frank con
todo su cariño.



–Tengo que irme
–había dicho ella–. Lo siento.



–Vete –había
replicado Frank fingiendo indiferencia.



–Volveré pronto
–había prometido ____.



Debía haberse quedado
con él, se dijo ella, sentada en el hotel. Eran las seis menos diez y Gerald
seguía sin aparecer.



De pronto, la sala se
quedó en silencio. ____ levantó la vista. Todo el mundo parecía mirar en la
misma dirección.



Al ver al hombre que
había parado al otro lado del vestíbulo, ____ se quedó petrificada.



No era Gerald.


No se le parecía en
nada. Tenía unos rasgos duros, el pelo revuelto, estaba sin afeitar, llevaba
unos vaqueros gastados y una camiseta. Podría haber sido un cualquiera. Un
carpintero, un marinero, un vagabundo.



Pero no era un
cualquiera. Su nombre era Demetrius Jonas. ____ lo sabía. Igual que todo el
mundo en la sala.



Durante diez años,
había sido el chico dorado de Hollywood. De procedencia griega, Joe había
comenzado su carrera como actor siendo poco más que un rostro atractivo y un
cuerpo impresionante.



Pero había trabajado
mucho para cultivar su talento, había protagonizado una exitosa serie de
televisión y media docena de películas, incluso había hecho sus pinitos como
director. Y se había casado con la hermosa y excelente actriz Lissa Conroy.



Joe y Lissa habían
sido la pareja perfecta de Hollywood, guapos y con talento. Todo había sido
perfecto para ellos.



Hasta que hacía dos
años Lissa había contraído una infección en un rodaje en el extranjero y había
muerto a los pocos días. Joe apenas había podido llegar a tiempo a su lecho de
muerte.



____ recordó las
fotos de la prensa que lo habían mostrado regresando solo con el cuerpo de su
esposa y en el cementerio de Dakota.



Desde aquel día, Joe Jonas
no había vuelto a hacer una aparición en público. Al parecer, se lo había
tragado la tierra.



El verano anterior,
la noticia de que Joe había escrito un guión y había encontrado productor y
actores para rodar una película de cine independiente en Brasil había
sorprendido a todos. Al parecer, la película estaba entre las favoritas a los
Oscar y también iba a presentarse en Cannes.



Por eso estaba él
allí.



____ nunca lo había
visto en persona, aunque había tenido un póster de él en la pared de su
dormitorio en el colegio mayor, recordó avergonzada.



Pero las fotos no
hacían honor a la realidad. Había desaparecido de sus ojos el dolor de la
última imagenque había salido de él en la prensa. Él no sonreía. No necesitaba
hacerlo. Exudaba tanto carisma que nadie podía apartar la mirada de él.



Joe tenía un poder y
una fuerza que ____ reconoció de inmediato. No era el poder suave y contenido
de Gerald y de su padre. Era más puro y primitivo. Parecía que tenía un campo
magnético a su alrededor.



Él siguió andando,
con paso firme y decidido y, aunque las princesas no debían mirar fijamente, ____
no fue capaz de apartar los ojos.



La mayoría de la
gente seguía observándolo también. Algunos lo saludaron y él les dedicó una
breve sonrisa, una leve inclinación de cabeza. Pero Joe no se detuvo, mientras
observaba la sala, como si estuviera buscando a alguien.



Entonces, posó la
atención en ella.



Sus miradas se
entrelazaron y ____ se perdió en sus mágicos ojos verdes.



Ella necesitó toda su
fuerza de voluntad para apartar la vista. Consultó su reloj para tener algo que
hacer. No quería parecer una adolescente embelesada, hipnotizada por su
atractivo rostro.



¿Dónde diablos
estaría Gerald?



Entonces, ____
levantó la cabeza y se encontró de frente con Joe Jonas. Estaba tan cerca que
podía ver la barba incipiente de sus mejillas y mandíbula y los brillos dorados
de sus ojos.



–Lo siento –dijo él
con una reticente sonrisa–. No pretendía hacerte esperar.



¿Es a mí?, quiso
preguntar ____, pero no fue capaz de articular palabra. Y, antes de que pudiera
recomponerse, él le rodeó la cintura con un brazo, la atrajo a su lado y la
besó en los labios.



A ____ le temblaron
las piernas. Y abrió la boca. Por un instante, la lengua de él rozó la suya.



Luego, abrió los ojos
para mirarlo, atónita.



–Gracias por esperar
–dijo él con voz llena de calidez. Sin quitarle el brazo de la cintura, la guió
hacia el otro lado del vestíbulo–. Salgamos de aquí.









Joe no sabía quién era ella.


Y no le importaba.
Era obvio que ella había estado esperando a alguien y tenía el aspecto de ser
la clase de mujer que no montaría una escena. Además, entre la multitud de
personas encopetadas, ella había brillado con luz propia.



Su aspecto era el de
una mujer serena y de fina compostura. Probablemente, sería una de las
conserjes del hotel. O una guía turística esperando a su grupo. O la madre de
algún boy scout. En otras palabras, podía ser cualquier cosa menos alguien del
mundo del cine.



Y esa mujer iba a ser
su salvación, lo supiera ella o no. Iba a ayudarlo a salir del Ritz antes de
que él perdiera los nervios e hiciera algo de lo que luego se arrepentiría.
Vestida con una falda azul oscuro y una chaqueta hecha a medida de color crema,
parecía la clase de mujer estable y profesional que necesitaba para lograrlo.



Así que caminó con
ella, mientras la multitud se apartaba para dejarlos pasar. Los miraban con
ojos como platos. Murmuraban. Y él los ignoraba.



–¿Sabes cómo salir de
aquí? –le susurró él al oído.



Ella se volvió hacia
él con una breve sonrisa.



–Por supuesto.


Entonces, él sonrió
también. Era la primera sonrisa sincera que esbozaba en todo el día.



–Dirígeme –le pidió
él, mientras los murmullos de la sala no hacían más que crecer–. Ignóralos.



Eso hizo ____, sin
dejar de sonreír. Su salvadora parecía saber bien adónde se dirigía. Lo condujo
por unas puertas y a lo largo de un largo pasillo. Luego, pasaron por algunos
despachos, atravesaron un almacén y una zona de recepción de materiales hasta
que ella abrió una puerta y salió a la calle por la parte trasera del hotel.



Joe respiró hondo y
escuchó como la puerta se cerraba con un clic detrás de ellos.



–Ahora no puedes
volver a entrar. Lo siento mucho. Pero gracias. Me has salvado la vida –dijo
él.



–Lo dudo –repuso
ella, sin dejar de sonreír.



–Me refiero a mi vida
profesional –puntualizó él y se pasó la mano por la cabeza–. He tenido un día
horrible. Y estaba a punto de empeorar.



____ le lanzó una
mirada especulativa, pero se guardó su curiosidad.



–Me alegro de haber
sido de ayuda.



–¿De verdad?
–preguntó él sorprendido, pues había esperado que ella estuviera más molesta
que contenta–. Estabas esperando a alguien.



–Por eso me elegiste
a mí –señaló ella, como si fuera lo más normal.



Sorprendido por su
agudeza, Joe sonrió.



–Se llama
improvisación. Me llamo Joe, por cierto.



–Lo sé.


Sí, claro. En las
últimas cuarenta y ocho horas, Joe había comprobado que, a pesar de haber
estado desaparecido durante dos años, nadie parecía haberlo olvidado.



Para su profesión,
eso era bueno. Los distribuidores de películas no le cerraban la puerta en las
narices. Pero los paparazis eran algo que él no necesitaba. Ni a las
admiradoras enloquecidas.



Joe había sabido que
ir a Cannes iba a ser una locura, pero se había creído capaz de manejar la
situación. Y no sería nada difícil si todas las mujeres que conocía fueran como
ésa.



–Joe Jonas en persona
–comentó ella con una sonrisa, observándolo con curiosidad y gesto amistoso.



–Al menos, no estás
loca de excitación por conocerme –señaló él con una sonrisa de amargura.



–Podría estarlo
–repuso ella y sonrió todavía más–. Quizá sepa disimular muy bien.



–Sigue disimulando,
por favor.



Ella rió y a él le
gustó su risa. Era cálida y amable y le hacía estar aún más guapa. Era una
mujer hermosa. Su aspecto era sincero y amistoso y su rostro no tenía ni una
sola imperfección.



–¿Eres modelo?
–preguntó él. Tal vez, había estado esperando a un agente, pensó.



–¿Modelo? No. Nada de
eso. ¿Parezco modelo? –dijo ella y rió.



–Podría ser.


–¿De veras? –replicó
ella–. Bueno, gracias. Creo –añadió y sonrió de nuevo.



–Sólo quería decir
que eres guapa. Era un cumplido. ¿Trabajas en el hotel?



–¿Guapa? –repitió
ella, como si también eso le hubiera sorprendido–. No, no trabajo aquí. ¿Tengo
aspecto de ser empleada del hotel?



–Pareces... amable.
Profesional –contestó él y la observó con atención, fijándose en su cabello
negro largo, su piel cremosa, sus exquisitas curvas y sus largas y esbeltas
piernas–. Atractiva. Accesible.



–¿Accesible?


–Conmigo, lo has
sido.



–Lo dices como si
fuera una prostituta –señaló ella, más sorprendida que ofendida.



Joe negó con la
cabeza.



–Nada de eso. No
llevas suficiente maquillaje. Ni la ropa adecuada.



–Bueno, es un alivio.



Se sonrieron de nuevo
y, de pronto, Joe se sintió como si estuviera despertando de una pesadilla.
Había estado hundido tanto tiempo que había creído que iba a ser así durante el
resto de su vida.



Pero, en ese
instante, se sentía vivo y, en esos cinco minutos, había tenido más ganas de
sonreír que en los últimos tres años.



–¿Cómo te llamas?
–preguntó él.



–____.


____. Sin apellidos.
Nada más. Joe estaba acostumbrado a que las mujeres se apresuraran a decirle su
nombre completo, a contarle la historia de su vida y, sobre todo, a darle su
número de teléfono.



–¿____ nada más?


–_______ –añadió ella
con reticencia.



–____ _______
–repitió él. Le gustaba su sonido. Sencillo y un poco exótico–. ¿Eres francesa?



–Mi madre era
francesa.



Y hablas español muy
bien.



–He estudiado en
España. En realidad, sigo estudiando. Estoy trabajando en mi tesis.



–¿Eres... una futura
doctora?



Ella no tenía ese
aire distraído, absorto y lejano que caracterizaba a los académicos, pensó Joe.
Su hermano George era doctor en Medicina.



–¿No serás médico?


–Me temo que no
–contestó ella, riendo–. Soy arqueóloga.



–¿Como Indiana Jones?
A mis hermanos y a mí nos encantaban sus películas.



La realidad no es
tan excitante –repuso ella, encogiéndose de hombros.



–¿No hay nazis ni
disparos?



–Ni serpientes
tampoco. Ni nadie parecido a Harrison Ford. Ahora mismo estoy trabajando en la
tesis, sobre pinturas rupestres. Tampoco tiene nada de excitante. Pero me
gusta. Ya he hecho la investigación. Sólo me queda ordenarlo todo y plasmarlo
en el papel.



–Poner las cosas
sobre el papel no siempre es fácil –comentó él. Tal vez, ésa había sido la
parte más difícil de los últimos dos años para él, porque había tenido que
estar a solas con sus pensamientos para hacerlo.



–¿Tú también estás escribiendo
algo?



–He escrito un guión.
Ahora he empezado otro. Es un trabajo difícil.



–Debe de ser
agotador. Yo no podría hacerlo –dijo ella con admiración.



Y yo no podría
escribir una tesis –repuso él. Era hora de despedirse, pensó. Pero le gustaba
ella. Era una chica normal, sana, sensible. No era coqueta. Y era agradable
estar con alguien ajeno al mundo del cine, alguien con los pies en La Tierra–.
¿Quieres cenar conmigo? –preguntó de pronto.



Ella abrió los ojos.
Y la boca. Luego, la cerró.



Casi todas las
mujeres de Cannes habrían tenido tiempo para aceptar su invitación diez veces.
Pero ____ _______ seguía callada. Parecía pensativa.



–Me gustaría, pero me
temo que estaba esperando a alguien en el hotel.



Claro, se dijo él.


Y yo te he sacado de
allí sin ningún miramiento –señaló Joe–. Lo siento. Sólo pensé que sería
agradable encontrar un sitio íntimo para esconderme de la multitud durante un
rato, comer algo rico y charlar. Había olvidado que te había secuestrado bajo
falsas pretensiones.



–No pasa nada –señaló
ella, riendo–. Él se estaba retrasando demasiado.



Él. Ella había
estado esperando a un hombre, por supuesto, observó Joe.



–Bueno. Gracias por
el rescate, ____ _______. Gracias a ti no he tenido que ofender a Mona
Tremayne.



–¿La actriz?
–preguntó ella, perpleja–. ¿Estabas escapando de ella?



–De ella, no. De su
hija Rhiannon. Es un poco... insistente –repuso él. Rhiannon lo había estado
persiguiendo desde el día anterior, prometiéndole que le haría olvidar sus
penas.



–Entiendo –dijo ____,
arqueando las cejas.



–Es una chica
agradable. Pero un poco pesada. Inmadura –señaló Joe–. No quiero decirle que se
vaya al diablo. Me gustaría volver a trabajar con su madre...



–Ha sido una maniobra
diplomática.



–Sí. Pero lo siento
si te he causado algún problema.



–No te preocupes por
eso –aseguró ella y le tendió la mano.



Joe la tomó en la
suya. Era suave y cálida. Se la acarició con el pulgar.



–Te he besado –le
recordó él.



–Ah, pero lo hiciste
sin conocerme.



–De todas maneras...
–comenzó a decir él, sorprendido por lo mucho que deseaba volver a besarla.



Pero, antes de que
pudiera hacerlo, ____ dio un paso atrás y se metió la mano en el bolsillo de la
chaqueta.



–Mi teléfono –dijo
ella y miró el identificador de llamadas–. Lo siento mucho, pero tengo que
responder. Es... –comenzó a decir y señaló al hotel–. Tengo que responder.



Era obvio que la
llamaba el hombre al que había estado esperando. Joe apretó los labios y se
encogió de hombros.



–Claro. No pasa nada.
Ha sido...



Joe no terminó la
frase. Había sido un placer conocerla, sí, un placer genuino. Por primera vez
entres años, se había sentido bien en su piel. Él le apretó la mano, se acercó
y la besó en los labios.



–Gracias, ____ _______.



Ella abrió los ojos
como platos.



Él sonrió. Entonces,
la besó de nuevo, disfrutando de ello, contento por no haber perdido sus dotes
de seducción.



El teléfono siguió
vibrando en la mano de ____ hasta que ella consiguió centrarse un poco y
responder.



Joe no se quedó a
esperar. Se sacó las gafas de sol del bolsillo, se las puso, se despidió de
ella con la mano y comenzó a alejarse. Había caminado menos de una manzana
cuando oyó un ruido de pasos corriendo hacia él.



Diablos. ¿No iba a
poder librarse nunca de Rhiannon Tremayne?, se dijo él y se giró para mandarla
al infierno del modo más cortés posible.



–Al parecer, tengo el
resto de la tarde libre –dijo ____, sonriendo y caminando a su lado–. ¿Sigue en
pie tu invitación a cenar?








Val's Matth.
Val's Matth.


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Mensaje por adina Mar 20 Dic 2011, 10:15 pm

me encanto el cap sube mas fiel lectora :)
adina
adina


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Mensaje por Yhosdaly Miér 21 Dic 2011, 8:14 am

Ahhhhhh MORIIIII, MUERO X SABER Q PASARAA EN LA CENAAA!!! :) Y EL NO SABE QUIEN ESS ELLA?? EN QUE MUNDO ESTA??

SIGUELAAA PORFISSS!!! AMOO TUS NOVESSS!!!!! NAWUAA ERES TREMENDA ESCRITORAA!!!
SIGUELAAAAA ATT: TU MEGAA FIEL LECTORAA!!
Yhosdaly
Yhosdaly


http://www.twitter/YhosdalyL

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