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Double Rainbow
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Double Rainbow
por pixie. Dom 12 Oct 2014, 3:07 pm
PASÉ DE PAG 
sorry
sorry
✦ ausente.✦
pixie.
---------
Re: Double Rainbow
por pixie. Dom 12 Oct 2014, 3:17 pm
podemos comentar mucho para que cuando subas sea la ocho 
✦ ausente.✦
pixie.
---------
Invitado
Invitado
Re: Double Rainbow
por Atenea. Dom 12 Oct 2014, 3:18 pm
- holo u_u:
- Primeramente, pido disculpas a ustedes chicas por la tardanza en subir, sobre todo a ti, steph ;____; Espero no vuelva a pasar, pero hey, son 18 páginas escritas, espero que eso recompense su espera
besos 
además, escribí mucho bc filz con esta nc ;_____;
pd. Sigue Milo
El frío de Illionis era algo de lo cual Emmet seguía sin acostumbrarse, aun después de seis años desde que se habían mudado. Menos cuando daba su ronda diaria a las seis de la mañana en el parque más cercano del departamento que compartía con su mejor amigo, Xavier, y con su hermana, Bree. No había día en que no saliera del apartamento con la vestimenta para hacer una caminata, y de ese modo entrar un poco en calor.
Aunque secretamente deseaba que ese calor lo pudiera sentir de forma sentimental una vez más.
Se detuvo en una banca de un color azul. Ese tono le recordó por breves instante los ojos de Holly. Su Holly…
Se levantó, para situarse en otra banca que no tuviera esa tonalidad azulada, pero lastimosamente no todo lo que deseaba se hacía realidad. Un ejemplo de su tan gran mala suerte es que había deseado casarse con la mujer que creyó el amor de su vida, pero eso jamás se volvió realidad.
Se rindió, colocándose sobre el pasto húmedo y frío que poseía el parque a estas horas. Sentía tanta paz y tranquilidad, que le fue inevitable no pensar en ella: en sus ojos, sus labios, su nariz, su cabello ondulado, sus pestañas largas y finamente rizadas, sus abrazos, sus besos… en su piel tan blanca como la nieve. Y es que cualquier cosa causaba que la recordara. Debía ser honesto: la única razón por la cual daba esa ronda diaria de “ejercicio físico” era para pensar en ella, en la historia que tuvieron, y en lo que pudieron haber sido.
Era el único momento que tenía para su propia soledad, dolor, resentimiento y añoranza.
Saco la carta y el anillo de compromiso que llevaba en su mochila. Ambos le pertenecían a Holly, aunque la carta nunca había llegado a sus manos. En parte, al castaño se le había cruzado la vaga idea que si la oji azul la hubiera leído, las cosas hubieran tenido otro final. Pero si las palabras diarias, donde él le recordaba su inmenso amor, cuán importante era ella en su vida y sus deseos de compartir toda una vida a su lado, no habían bastado, unas letras impregnadas en un papel mucho menos.
Nunca había juntado el valor suficiente como para botar esos dos artículos. Tanto Xavier como Bree le decían con constancia que él mismo se auto torturaba conservando esas cosas. Y era cierto, no podía negar su cruel verdad. Holly lo había salvado, para luego romperlo. Así de cruel pensaba él con respecto a todo lo sucedido.
La última vez en la que ambos habían entablado una conversación, había sido unas horas previas a la despedida de soltero. Desde entonces, solo llegaban a cruzar sus miradas a metros de distancia. Emmet ya no tenía algún vínculo amistoso con ninguno de los hermanos de ella, pero ella sí. Holly seguía en contacto con Bree, aunque el castaño sabía que no era la misma amistad que tenían antes de dejarlo todo vestido y alborotado frente al altar, seguían siendo amigas. Sin contar que se la topaba cada vez que ambos iban a ver a Xavier al hospital, debido a los tratamientos que tenía.
Se veían con constancia cuando se cruzaban en los pasillos blanquecinos de aquel hospital en el cual su mejor amigo se hallaba internado.
Se auto mentalizo dejar de pensar en el tema sobre la salud de Xavier…, eso solo lo pondría en un estado más deprimente del que ya se había sumergido meses atrás.
Desdobló la carta, y se dispuso a leer el contenido de esta… Otra vez:
Querida, Holly.
¿Puedes creer que mañana nos casaremos, cariño? Mañana te veré entrar por aquellas enormes puertas, caminar por el pasillo sobre la alfombra de pétalos rosas que habías pedido. Mañana veré caminar hacia mí a la mujer con la que compartiré el resto de mi vida. No te miento, tengo miedo. Tengo miedo de hacer las cosas mal después de la ceremonia, o durante la luna de miel, pero aún: me aterra el pensar que las cosas nos saldrán mal los siguientes días después de nuestro enlace y que la vida que tanto hemos planeado no se llegue a culminar. Tengo miedo de que te aburras de mí en algún momento, de que pienses que ya no te importo, que ya no me ames como yo lo hago, tengo miedo de que en algún momento de nuestra vida, conozcas a alguien más y me dejes. Tengo perfectamente claro que no soy la mejor persona del mundo, que puede que no llene todas las expectativas que deseas de un hombre, sé que tampoco seré el mejor marido o el mejor padre de todos, pero haré mi mayor esfuerzo. Lo haré por ti y por mí, por el futuro que hemos querido para nosotros y para la familia que deseamos formar.
Me he dado cuenta que en estos últimos días, las cosas no han sido las mismas entre nosotros, no sé qué pasa en realidad, y algo en mi interior me dice que no quiero saberlo. Pero ruego porque no sea nada grave, o algo en lo que estés dando tantas vueltas en tu cabeza. Deseo fervientemente verte mañana caminando entre los invitados hacia el altar, dar nuestros votos de amor, decir el anhelado “si acepto” y vivir felizmente el resto de nuestros días acá en la tierra. Mi único anhelo es despertar todas las mañanas a tu lado, acostarme por las noches a tu lado, decir “te amo” cada que pueda, ver crecer a nuestros hijos a tu lado… pasar lo que queda de mi vida a tu lado. Porque sin ti, la vida no tiene significado para mí. Eres mi sol de las mañanas que siempre se asoma por la ventana anunciándome el inicio de un nuevo día, eres mi luna y las estrellas que iluminan hasta los más oscuros rincones de mi alma, eres la alegría y la esperanza que he estado buscando toda mi vida para sentirme plena y completamente feliz. Eres mi todo, amor.
Te amo, Holly Williams y siempre lo haré.
Con todo mi amor y mi alma entera, Emmet.
Quería suponer que estaba solo en su imaginación el hecho de que había vuelto a llorar mientras articulaba aquellas palabras. ¿Qué había hecho mal? Era la pregunta que no lo dejaba descansar día y noche. Le había entregado su corazón y su vida, le había sido fiel, nunca le mintió, siempre trataba de que ella estuviera bien y con una sonrisa impregnada en el rostro, le había apoyado en cada aspecto de su vida… y simplemente de la noche a la mañana, parecía que todas esas acciones habían significado tan poco para ella.
— ¿Qué tal? —la voz dulce de su hermana logro sacarlo de su pasado tan felizmente memorable, para traerlo a un presente deprimente. No la culpaba, ella no tenía la culpa de que le hayan roto el corazón en millones de pedazos.
— Pensé que estarías yendo rumbo al hospital —no la miro a los ojos, simplemente se había limitado a tener la mirada sobre sus manos entrelazadas enfrente de él.
— La familia es la primera prioridad en la vida de cualquier persona, Emmet.
— Xavier también es de la familia —quería creer que solo en su mente había usado un tono duro con la castaña de su hermana, pero al voltear a verla supo que no había sido así, sin embargo, no se disculpó o dio señal de sentirse mal con respecto a ese detalle.
— Lo sé, pero sabes a lo que me refiero.
— ¿A qué viniste, Bree?
— Quería asegurarme si de verdad venías acá para hacer ejercicio o para tener un tiempo a solas.
— ¿Tu qué crees? —se desagradaba a sí mismo por comportarse de esa manera con su hermana, pero no podía evitarlo, y siempre que trataba de disculparse, él y su boca empeoraban aún más las cosas.
Emmerson era un verdadero hijo de puta hasta con las personas que no lo merecían.
— Creo que has estado ocultándome muchas cosas desde hace tiempo, Emmet.
— Bree, eres mi hermana y la persona que más amo en este mundo, pero por favor, no vengas con reclamos o a pedirme que te explique cosas de mi vida, porque sabes perfectamente que no lo haré.
— ¿Cuándo piensas botar, quemar o romper esas dos cosas?
— Posiblemente nunca.
— Emmet, basta. Creo que ya es tiempo de que le des vuelta a la página y termines este capítulo. Deja de lastimarte al repetir en tu cabeza todas esas páginas de libro en que se relataba tu historia con Holly. Ponle un punto y final e inicia de cero, hermano.
— Me pides que lo haga cuando la veo a diario —aunque la verdad era que se estaba excusando. Él no quería botar el anillo, ni tampoco la carta.
— Por eso mismo. Sé cómo te sientes, porque piensas que es tu culpa, cuando claramente eso es más que una mentira que te creaste tú mismo para defenderla, de alguna retorcida manera, ya que a pesar de eso, sientes que la odias por todo el daño que te hizo.
— Tú no sabes cómo me siento, Breenya. Tú no conoces ese sentimiento de tener el corazón roto. Que te hayan usado cual muñeco de trapo, que hayan aplastado todas tus ilusiones y esperanzas, y con eso todo el futuro que ya tenías planeado. Tú no sabes cómo me siento, Bree. No finjas que me comprendes la posición en la que me encuentro, porque no es así.
— Pero lo haré, ¿no es cierto eso? En un par de meses estaré en el mismo lugar en el que tú te encuentras.
El castaño simplemente bajo la mirada al captar el mensaje. Sentía nuevamente una opresión el pecho, como si alguien estuviera estrujando los pequeños trozos flotantes que aún quedaban de su corazón. Un líquido cristalino se empezaba a acumular en sus ojos, al igual que el tan habitual nudo en su garganta que lo imposibilitaba a pronunciar una sola palabra.
— Es hora de irnos. Se nos hará tarde para el horario de visitas —no siguió el hilo de conversación que había iniciado la oji marrón, y sabía que era lo mejor, al menos por el momento y hasta que él fuera capaz de asumir aquella situación.
Su vida se había tornado de un oscuro gris desde hace siete meses, y tenía la inquietante sensación de que jamás mejoraría o volvería a ser la de antes. Porque de igual manera, él jamás volvería a ser el mismo Emmet que sentía que tanta felicidad no podía caber en su pecho.
Aunque secretamente deseaba que ese calor lo pudiera sentir de forma sentimental una vez más.
Se detuvo en una banca de un color azul. Ese tono le recordó por breves instante los ojos de Holly. Su Holly…
Se levantó, para situarse en otra banca que no tuviera esa tonalidad azulada, pero lastimosamente no todo lo que deseaba se hacía realidad. Un ejemplo de su tan gran mala suerte es que había deseado casarse con la mujer que creyó el amor de su vida, pero eso jamás se volvió realidad.
Se rindió, colocándose sobre el pasto húmedo y frío que poseía el parque a estas horas. Sentía tanta paz y tranquilidad, que le fue inevitable no pensar en ella: en sus ojos, sus labios, su nariz, su cabello ondulado, sus pestañas largas y finamente rizadas, sus abrazos, sus besos… en su piel tan blanca como la nieve. Y es que cualquier cosa causaba que la recordara. Debía ser honesto: la única razón por la cual daba esa ronda diaria de “ejercicio físico” era para pensar en ella, en la historia que tuvieron, y en lo que pudieron haber sido.
Era el único momento que tenía para su propia soledad, dolor, resentimiento y añoranza.
Saco la carta y el anillo de compromiso que llevaba en su mochila. Ambos le pertenecían a Holly, aunque la carta nunca había llegado a sus manos. En parte, al castaño se le había cruzado la vaga idea que si la oji azul la hubiera leído, las cosas hubieran tenido otro final. Pero si las palabras diarias, donde él le recordaba su inmenso amor, cuán importante era ella en su vida y sus deseos de compartir toda una vida a su lado, no habían bastado, unas letras impregnadas en un papel mucho menos.
Nunca había juntado el valor suficiente como para botar esos dos artículos. Tanto Xavier como Bree le decían con constancia que él mismo se auto torturaba conservando esas cosas. Y era cierto, no podía negar su cruel verdad. Holly lo había salvado, para luego romperlo. Así de cruel pensaba él con respecto a todo lo sucedido.
La última vez en la que ambos habían entablado una conversación, había sido unas horas previas a la despedida de soltero. Desde entonces, solo llegaban a cruzar sus miradas a metros de distancia. Emmet ya no tenía algún vínculo amistoso con ninguno de los hermanos de ella, pero ella sí. Holly seguía en contacto con Bree, aunque el castaño sabía que no era la misma amistad que tenían antes de dejarlo todo vestido y alborotado frente al altar, seguían siendo amigas. Sin contar que se la topaba cada vez que ambos iban a ver a Xavier al hospital, debido a los tratamientos que tenía.
Se veían con constancia cuando se cruzaban en los pasillos blanquecinos de aquel hospital en el cual su mejor amigo se hallaba internado.
Se auto mentalizo dejar de pensar en el tema sobre la salud de Xavier…, eso solo lo pondría en un estado más deprimente del que ya se había sumergido meses atrás.
Desdobló la carta, y se dispuso a leer el contenido de esta… Otra vez:
Querida, Holly.
¿Puedes creer que mañana nos casaremos, cariño? Mañana te veré entrar por aquellas enormes puertas, caminar por el pasillo sobre la alfombra de pétalos rosas que habías pedido. Mañana veré caminar hacia mí a la mujer con la que compartiré el resto de mi vida. No te miento, tengo miedo. Tengo miedo de hacer las cosas mal después de la ceremonia, o durante la luna de miel, pero aún: me aterra el pensar que las cosas nos saldrán mal los siguientes días después de nuestro enlace y que la vida que tanto hemos planeado no se llegue a culminar. Tengo miedo de que te aburras de mí en algún momento, de que pienses que ya no te importo, que ya no me ames como yo lo hago, tengo miedo de que en algún momento de nuestra vida, conozcas a alguien más y me dejes. Tengo perfectamente claro que no soy la mejor persona del mundo, que puede que no llene todas las expectativas que deseas de un hombre, sé que tampoco seré el mejor marido o el mejor padre de todos, pero haré mi mayor esfuerzo. Lo haré por ti y por mí, por el futuro que hemos querido para nosotros y para la familia que deseamos formar.
Me he dado cuenta que en estos últimos días, las cosas no han sido las mismas entre nosotros, no sé qué pasa en realidad, y algo en mi interior me dice que no quiero saberlo. Pero ruego porque no sea nada grave, o algo en lo que estés dando tantas vueltas en tu cabeza. Deseo fervientemente verte mañana caminando entre los invitados hacia el altar, dar nuestros votos de amor, decir el anhelado “si acepto” y vivir felizmente el resto de nuestros días acá en la tierra. Mi único anhelo es despertar todas las mañanas a tu lado, acostarme por las noches a tu lado, decir “te amo” cada que pueda, ver crecer a nuestros hijos a tu lado… pasar lo que queda de mi vida a tu lado. Porque sin ti, la vida no tiene significado para mí. Eres mi sol de las mañanas que siempre se asoma por la ventana anunciándome el inicio de un nuevo día, eres mi luna y las estrellas que iluminan hasta los más oscuros rincones de mi alma, eres la alegría y la esperanza que he estado buscando toda mi vida para sentirme plena y completamente feliz. Eres mi todo, amor.
Te amo, Holly Williams y siempre lo haré.
Con todo mi amor y mi alma entera, Emmet.
Quería suponer que estaba solo en su imaginación el hecho de que había vuelto a llorar mientras articulaba aquellas palabras. ¿Qué había hecho mal? Era la pregunta que no lo dejaba descansar día y noche. Le había entregado su corazón y su vida, le había sido fiel, nunca le mintió, siempre trataba de que ella estuviera bien y con una sonrisa impregnada en el rostro, le había apoyado en cada aspecto de su vida… y simplemente de la noche a la mañana, parecía que todas esas acciones habían significado tan poco para ella.
— ¿Qué tal? —la voz dulce de su hermana logro sacarlo de su pasado tan felizmente memorable, para traerlo a un presente deprimente. No la culpaba, ella no tenía la culpa de que le hayan roto el corazón en millones de pedazos.
— Pensé que estarías yendo rumbo al hospital —no la miro a los ojos, simplemente se había limitado a tener la mirada sobre sus manos entrelazadas enfrente de él.
— La familia es la primera prioridad en la vida de cualquier persona, Emmet.
— Xavier también es de la familia —quería creer que solo en su mente había usado un tono duro con la castaña de su hermana, pero al voltear a verla supo que no había sido así, sin embargo, no se disculpó o dio señal de sentirse mal con respecto a ese detalle.
— Lo sé, pero sabes a lo que me refiero.
— ¿A qué viniste, Bree?
— Quería asegurarme si de verdad venías acá para hacer ejercicio o para tener un tiempo a solas.
— ¿Tu qué crees? —se desagradaba a sí mismo por comportarse de esa manera con su hermana, pero no podía evitarlo, y siempre que trataba de disculparse, él y su boca empeoraban aún más las cosas.
Emmerson era un verdadero hijo de puta hasta con las personas que no lo merecían.
— Creo que has estado ocultándome muchas cosas desde hace tiempo, Emmet.
— Bree, eres mi hermana y la persona que más amo en este mundo, pero por favor, no vengas con reclamos o a pedirme que te explique cosas de mi vida, porque sabes perfectamente que no lo haré.
— ¿Cuándo piensas botar, quemar o romper esas dos cosas?
— Posiblemente nunca.
— Emmet, basta. Creo que ya es tiempo de que le des vuelta a la página y termines este capítulo. Deja de lastimarte al repetir en tu cabeza todas esas páginas de libro en que se relataba tu historia con Holly. Ponle un punto y final e inicia de cero, hermano.
— Me pides que lo haga cuando la veo a diario —aunque la verdad era que se estaba excusando. Él no quería botar el anillo, ni tampoco la carta.
— Por eso mismo. Sé cómo te sientes, porque piensas que es tu culpa, cuando claramente eso es más que una mentira que te creaste tú mismo para defenderla, de alguna retorcida manera, ya que a pesar de eso, sientes que la odias por todo el daño que te hizo.
— Tú no sabes cómo me siento, Breenya. Tú no conoces ese sentimiento de tener el corazón roto. Que te hayan usado cual muñeco de trapo, que hayan aplastado todas tus ilusiones y esperanzas, y con eso todo el futuro que ya tenías planeado. Tú no sabes cómo me siento, Bree. No finjas que me comprendes la posición en la que me encuentro, porque no es así.
— Pero lo haré, ¿no es cierto eso? En un par de meses estaré en el mismo lugar en el que tú te encuentras.
El castaño simplemente bajo la mirada al captar el mensaje. Sentía nuevamente una opresión el pecho, como si alguien estuviera estrujando los pequeños trozos flotantes que aún quedaban de su corazón. Un líquido cristalino se empezaba a acumular en sus ojos, al igual que el tan habitual nudo en su garganta que lo imposibilitaba a pronunciar una sola palabra.
— Es hora de irnos. Se nos hará tarde para el horario de visitas —no siguió el hilo de conversación que había iniciado la oji marrón, y sabía que era lo mejor, al menos por el momento y hasta que él fuera capaz de asumir aquella situación.
Su vida se había tornado de un oscuro gris desde hace siete meses, y tenía la inquietante sensación de que jamás mejoraría o volvería a ser la de antes. Porque de igual manera, él jamás volvería a ser el mismo Emmet que sentía que tanta felicidad no podía caber en su pecho.
±±±
Ayrton se hallaba acostado boca arriba en su cama, viendo fijamente el techo azulado de su habitación mientras esperaba alguna llamada o algún mensaje por parte de su novia.
Amara no se había puesto en contacto con él desde la tarde del día anterior, y eso lo tenía preocupado. Podría estar con alguien más, pasando el tiempo con otra persona más entretenida que la aburrida personalidad que él tenía. Vamos, si el rubio podrá parecer la persona más hipócrita, cínica y desmedida que alguien pueda conocer, pero con una mínima, por no decir nula, confianza en sí mismo desde hacía años. Todo gracias a la insistencia de sus padres en que sus tres hijos estuvieran en competencia cada día de sus estresadas vidas.
Quería marcarle, pero supuso que podría estar ocupada, y que esa era la razón por la cual no se comunicaba con él. Suspiró. Seguir pensando en tantas posibilidades no era bueno para su salud mental; pensar en Amara día y noche no era bueno para él. Se dirigió a la puerta de su hogar, cogiendo una chamarra durante el trayecto, para ir donde la rubia de su mejor amiga. Necesitaba distraerse con alguien, porque juraba que se moriría del aburrimiento si no lo hacía, y ninguno de sus dos hermanos era una grata compañía.
Antes de irse, recordó la bolsa de chocolates que tenía en el refrigerador. Agradecía que ni Grayson ni Heather se hubieran comido los dulces, eran para Bunny. Pensó en usar la camioneta de su padre, pero prefirió caminar hasta la casa de ella, así aprovechaba el tiempo para poder despejar su mente. Nada más sería una hora de caminata.
Lo único que deseaba, era no volver a ser casi arrollado como sucedió la última vez.
Amara no se había puesto en contacto con él desde la tarde del día anterior, y eso lo tenía preocupado. Podría estar con alguien más, pasando el tiempo con otra persona más entretenida que la aburrida personalidad que él tenía. Vamos, si el rubio podrá parecer la persona más hipócrita, cínica y desmedida que alguien pueda conocer, pero con una mínima, por no decir nula, confianza en sí mismo desde hacía años. Todo gracias a la insistencia de sus padres en que sus tres hijos estuvieran en competencia cada día de sus estresadas vidas.
Quería marcarle, pero supuso que podría estar ocupada, y que esa era la razón por la cual no se comunicaba con él. Suspiró. Seguir pensando en tantas posibilidades no era bueno para su salud mental; pensar en Amara día y noche no era bueno para él. Se dirigió a la puerta de su hogar, cogiendo una chamarra durante el trayecto, para ir donde la rubia de su mejor amiga. Necesitaba distraerse con alguien, porque juraba que se moriría del aburrimiento si no lo hacía, y ninguno de sus dos hermanos era una grata compañía.
Antes de irse, recordó la bolsa de chocolates que tenía en el refrigerador. Agradecía que ni Grayson ni Heather se hubieran comido los dulces, eran para Bunny. Pensó en usar la camioneta de su padre, pero prefirió caminar hasta la casa de ella, así aprovechaba el tiempo para poder despejar su mente. Nada más sería una hora de caminata.
Lo único que deseaba, era no volver a ser casi arrollado como sucedió la última vez.
±±±
— Holly, ¿podrías traerme el biberón de Harlow? —era más de la quinta vez que recurrían a ella para algo del bebé. No, sinceramente, ya había perdido la cuenta de cuántas veces habían pronunciado su nombre para que le llevarán algo, o para que cuidará al bebe.
Amaba a ese niño, pero odiaba tener que estar cada cinco minutos haciendo algo para ayudar con su cuidado, ella también tenía otros asuntos pendientes por terminar, pero claramente está que a nadie le importaba. O al menos así lo veía desde su perspectiva.
— Alec, ¿no crees que eso lo tendría que hacer Killian?
— Si, tal vez. Pero somos familia, ¿no? La familia está para apoyarse los unos a los otros tanto en las buenas como en las malas.
— ¿Me vendrás a dar clases de moral?
— Depende, ¿tienes la suficiente paciencia como para escuchar a alguien por más de cinco minutos sin pensar que estás desperdiciando tu tan valioso tiempo?
— Muy chistoso, háblame cuando tengas que decirme algo coherente, hermano.
— Vamos, Holly. Deja de amargarte por cada cosa en esta vida. Deja que él bebe te contagie la dulzura, hermanita.
— ¿Sabes algo, Alec? A veces me resultas mucho más insoportable que Killian, y eso es ya decir demasiado viniendo de mí.
— Yo también te amo, Holly. Pero hablando en serio, sonríele más a la vida, mujer.
— Lo haría si la vida me diera buenas razones para hacerlo.
— Tenías una muy buena razón que dejaste ir —el castaño se dio cuenta demasiado tarde de lo que había dicho como para poder retractarse. Vio el rostro de su hermana viendo a un punto fijo en la pared del fondo, sin ningún sentimiento que transmitieran las facciones de su rostro.
« Oh, vaya, Alec. Sí que tienes una gran bocota.»
— ¿Sabes? Hacía mucho que nadie me recordaba la horrible persona que soy.
— ¡Holly, Holly, Holly! ¡Discúlpame, no fue mi intención recordarte eso! —el oji azul agradecía que Harlow se hubiese quedado dormido desde hace un par de minutos.
Corrió detrás de ella para lograr alcanzarla y disculparse las veces que fueran necesarias para que la herida que él había vuelto a abrir se cerrara de nuevo.
— ¡Holly…! —su disculpa a modo de grito se vio interrumpida ante el impacto contra la puerta que ella acaba de cerrar enfrente de él. El dolor se situaba en toda su nariz, pensó que estaba desangrándose en vida, pero posiblemente era solo su imaginación.
— Holly, ¿podrías dejarme entrar a tu baño y secarme la nariz?
— ¿Por qué?
— Porque, cabe la posibilidad de que me la hayas roto —escucho como se quitaba el seguro de la puerta y posteriormente, como su hermana la abría para cederle el paso—. Gracias, que amable.
Veinte minutos después de secarse toda la sangre que estaba derramando, tomar otra muda de ropa, ya que la suya se había manchado, y limpiar el lavamanos, se dirigió nuevamente con su hermana, la cual seguía sentada en su acolchonada cama.
— Lo siento.
— Lo sé, sé que lo sientes, Alec.
— No debí haber abierto la boca. Perdóname por nunca pensar las cosas que digo.
— No te disculpes, idiota. De todas maneras es cierto, ¿no? Yo fui la única culpable de amargarme la vida.
— Aun así, no tendría por qué habértelo recordado. Se supone que un hermano hace lo necesario para hacer sentir bien a su hermana, no todo lo contrario.
— Hey, mírame —el castaño volteo a verla, notando que el contorno de sus ojos estaba teñido de un color rosado. Lloro, y todo por su culpa al haberle recordado lo sucedido con Emmet—. Deja de decir estupideces, Alec. Posiblemente seas uno de los mejores hermanos en este mundo, nunca digas o pienses lo contrario. Si bueno, también Killian lo es a pesar de su irritante carácter de mierda que tiene a veces, pero sabes a lo que me refiero: tú has sido un grandioso hermano por los veintidós años de vida que llevo, y eso es una cifra muy difícil de superar. ¿De acuerdo?
— De acuerdo, y sabes que no eres una horrible persona, Holl. Simplemente tomaste malas decisiones, pero todo el mundo las comete, hermana. No eres la única que vive día a día lamentando las cosas que hizo en el pasado.
— Hablas como si hubieras cometido el peor error de tu vida, Alec —estaba confundida, ¿de cuándo acá su hermano cometía errores?— ¿Algo que tenga que saber?
— Hay errores que no se tienen que decir o hacer para que sean eso, Holl. Un error es un error cuando por lo menos una persona se retracte de haberlo cometido.
— ¿Quieres hablar de eso? Tengo todo el día.
— Solo digamos que hay cosas que cuando las callas, aunque sean por el bien de los demás, te destruyen internamente.
— Alec… vamos, si quieres hablar con alguien aquí estoy.
— Acabo de recordar que tengo que ir a trabajar, Holl. Hablamos luego, pequeña. Te amo, no quemes nada y cuida de Harlow hasta que llegue Killian, papa o mama—se despidió besándole la frente y retirándose de la habitación.
— Por supuesto, dejen a Holly como la niñera. Deberían pagarme por usar mi tiempo libre de cuidadora de bebes.
Amaba a ese niño, pero odiaba tener que estar cada cinco minutos haciendo algo para ayudar con su cuidado, ella también tenía otros asuntos pendientes por terminar, pero claramente está que a nadie le importaba. O al menos así lo veía desde su perspectiva.
— Alec, ¿no crees que eso lo tendría que hacer Killian?
— Si, tal vez. Pero somos familia, ¿no? La familia está para apoyarse los unos a los otros tanto en las buenas como en las malas.
— ¿Me vendrás a dar clases de moral?
— Depende, ¿tienes la suficiente paciencia como para escuchar a alguien por más de cinco minutos sin pensar que estás desperdiciando tu tan valioso tiempo?
— Muy chistoso, háblame cuando tengas que decirme algo coherente, hermano.
— Vamos, Holly. Deja de amargarte por cada cosa en esta vida. Deja que él bebe te contagie la dulzura, hermanita.
— ¿Sabes algo, Alec? A veces me resultas mucho más insoportable que Killian, y eso es ya decir demasiado viniendo de mí.
— Yo también te amo, Holly. Pero hablando en serio, sonríele más a la vida, mujer.
— Lo haría si la vida me diera buenas razones para hacerlo.
— Tenías una muy buena razón que dejaste ir —el castaño se dio cuenta demasiado tarde de lo que había dicho como para poder retractarse. Vio el rostro de su hermana viendo a un punto fijo en la pared del fondo, sin ningún sentimiento que transmitieran las facciones de su rostro.
« Oh, vaya, Alec. Sí que tienes una gran bocota.»
— ¿Sabes? Hacía mucho que nadie me recordaba la horrible persona que soy.
— ¡Holly, Holly, Holly! ¡Discúlpame, no fue mi intención recordarte eso! —el oji azul agradecía que Harlow se hubiese quedado dormido desde hace un par de minutos.
Corrió detrás de ella para lograr alcanzarla y disculparse las veces que fueran necesarias para que la herida que él había vuelto a abrir se cerrara de nuevo.
— ¡Holly…! —su disculpa a modo de grito se vio interrumpida ante el impacto contra la puerta que ella acaba de cerrar enfrente de él. El dolor se situaba en toda su nariz, pensó que estaba desangrándose en vida, pero posiblemente era solo su imaginación.
— Holly, ¿podrías dejarme entrar a tu baño y secarme la nariz?
— ¿Por qué?
— Porque, cabe la posibilidad de que me la hayas roto —escucho como se quitaba el seguro de la puerta y posteriormente, como su hermana la abría para cederle el paso—. Gracias, que amable.
Veinte minutos después de secarse toda la sangre que estaba derramando, tomar otra muda de ropa, ya que la suya se había manchado, y limpiar el lavamanos, se dirigió nuevamente con su hermana, la cual seguía sentada en su acolchonada cama.
— Lo siento.
— Lo sé, sé que lo sientes, Alec.
— No debí haber abierto la boca. Perdóname por nunca pensar las cosas que digo.
— No te disculpes, idiota. De todas maneras es cierto, ¿no? Yo fui la única culpable de amargarme la vida.
— Aun así, no tendría por qué habértelo recordado. Se supone que un hermano hace lo necesario para hacer sentir bien a su hermana, no todo lo contrario.
— Hey, mírame —el castaño volteo a verla, notando que el contorno de sus ojos estaba teñido de un color rosado. Lloro, y todo por su culpa al haberle recordado lo sucedido con Emmet—. Deja de decir estupideces, Alec. Posiblemente seas uno de los mejores hermanos en este mundo, nunca digas o pienses lo contrario. Si bueno, también Killian lo es a pesar de su irritante carácter de mierda que tiene a veces, pero sabes a lo que me refiero: tú has sido un grandioso hermano por los veintidós años de vida que llevo, y eso es una cifra muy difícil de superar. ¿De acuerdo?
— De acuerdo, y sabes que no eres una horrible persona, Holl. Simplemente tomaste malas decisiones, pero todo el mundo las comete, hermana. No eres la única que vive día a día lamentando las cosas que hizo en el pasado.
— Hablas como si hubieras cometido el peor error de tu vida, Alec —estaba confundida, ¿de cuándo acá su hermano cometía errores?— ¿Algo que tenga que saber?
— Hay errores que no se tienen que decir o hacer para que sean eso, Holl. Un error es un error cuando por lo menos una persona se retracte de haberlo cometido.
— ¿Quieres hablar de eso? Tengo todo el día.
— Solo digamos que hay cosas que cuando las callas, aunque sean por el bien de los demás, te destruyen internamente.
— Alec… vamos, si quieres hablar con alguien aquí estoy.
— Acabo de recordar que tengo que ir a trabajar, Holl. Hablamos luego, pequeña. Te amo, no quemes nada y cuida de Harlow hasta que llegue Killian, papa o mama—se despidió besándole la frente y retirándose de la habitación.
— Por supuesto, dejen a Holly como la niñera. Deberían pagarme por usar mi tiempo libre de cuidadora de bebes.
±±±
— Ya no aguanto más.
Josephine se abalanzó entre la pila de ropa que había encima de la cama. Mover cajas, muebles, artículos, ropa, objetos y cuadros durante todos los días de las últimas dos semanas no era la actividad favorita de ninguna persona. Pero todo sea por representar bien el papel de una buena amiga.
— Oh, vamos, JJ. ¿Tan rápido te das por vencida? Creí que eras más resistente.
— Algún día, Zarina. Algún día haré que me devuelvas este inmenso favor —comento la morena mientras señalaba con el dedo a su nueva compañera de departamento.
— Tú no eres de las personas que piden favores a cambio por hacer uno, Jordan. Ni tú te la crees —la oji marrón pensé en decenas de maneras para borrar la sonrisa burlona que tenía su amiga. Por lo menos así podía sentirse un poco mejor a pesar del notable cansancio que tenía en los últimos días.
— Agh, te odio.
— No, no me odias. Odias el hecho de que te haya obligado a ayudar con la mudanza, querida.
— Te odio al doble por eso.
— Mejor nos damos cinco minutos de descanso, así recuperas fuerzas y quitas esa cara de amargada.
— Que dulces eres, Zarina. Harás que me salgan caries por tanto amor de tu parte.
— Ja ja ja, deberías mejorar con tus chiste, JJ. Aún siguen sin dar gracia.
— Adiós —no menciono nada más y cerró la puerta de la habitación para estar un par de minutos a solas.
Los muebles ya se encontraban, cada uno, en su respectivo lugar. La ropa de cada uno, y del bebe Harlow, se hallaban en su lugar, doblada y ordenada como debía de estar. Lo último que faltaba era pintar cada una de las paredes del apartamento para darle el sutil toque hogareño por parte de ambas.
Un recuerdo indeseado hizo acto de presencia en su mente, llevándola al día en que ella y Gordon se habían mudado a una casa para poder estar juntos y lejos de cualquier persona que quería separarlos.
Empezó a sacar las cosas que se hallaban dentro de la caja que estaba sobre el colchón para poder despejar su mente de aquel recuerdo y de cualquier otro que quisiera volver, pero lamentablemente encontró algo que la puso peor: una foto de ella con Gordon. Se empezaba a cuestionar si la había metido en aquella caja para seguir guardándola o si lo hizo de manera inconsciente.
Lo extrañaba. Realmente extrañaba sus frases cariñosas que él le decía, los arrumacos, sus manos entrelazadas, las noches en vela mientras platicaban, las risas, las bromas, los silencios tan placenteros que solo tenía estando a su lado, su sonrisa, sus ojos, sus abrazos, su aroma… extrañaba cada pequeña cosa que lo hacía único para ella, y también añoraba cada momento lleno de alegría que compartían, hasta podría decir que también llorar a su lado cuando pasaba por un mal momento. Lo extrañaba tanto que el dolor en su pecho se acrecentaba ante cada recuerdo de ese gran amor que se tuvieron por siete años. Habían pasado por tantas cosas para poder estar juntos. Jordan sabía que él la amaba, pero tal vez ese gran amor no fue suficiente como para seguir luchando por aquel futuro que tendrían juntos.
Un futuro lleno de planes que se fueron a la borda la noche en la que Gordon se había ido.
— ¿Por qué no he podido odiarte? —hablo, estando sola en aquella habitación, abrazando la fotografía con la poca fuerza emocional que le quedaba, pensando que de esa manera los pedazos de su roto corazón se volverían a unir.
Porque Jordan, por mucho que odiará admitirlo, lo seguía amando. Por mucho que él la haya decepcionado, abandonado y destrozado sus ilusiones, esperanza, sueños y a su pequeño corazón, cada fibra de su cuerpo seguía anhelando su cercanía, cada día lo extrañaba aún más que el anterior. Y dudaba, ciertamente, que eso cambiará pronto.
Agradecía en parte haberse mudado a un apartamento con Zarina y el pequeño Harlow. Sería un nuevo comienzo para ambas después de la desastrosa vida amorosa que tenían.
Josephine se abalanzó entre la pila de ropa que había encima de la cama. Mover cajas, muebles, artículos, ropa, objetos y cuadros durante todos los días de las últimas dos semanas no era la actividad favorita de ninguna persona. Pero todo sea por representar bien el papel de una buena amiga.
— Oh, vamos, JJ. ¿Tan rápido te das por vencida? Creí que eras más resistente.
— Algún día, Zarina. Algún día haré que me devuelvas este inmenso favor —comento la morena mientras señalaba con el dedo a su nueva compañera de departamento.
— Tú no eres de las personas que piden favores a cambio por hacer uno, Jordan. Ni tú te la crees —la oji marrón pensé en decenas de maneras para borrar la sonrisa burlona que tenía su amiga. Por lo menos así podía sentirse un poco mejor a pesar del notable cansancio que tenía en los últimos días.
— Agh, te odio.
— No, no me odias. Odias el hecho de que te haya obligado a ayudar con la mudanza, querida.
— Te odio al doble por eso.
— Mejor nos damos cinco minutos de descanso, así recuperas fuerzas y quitas esa cara de amargada.
— Que dulces eres, Zarina. Harás que me salgan caries por tanto amor de tu parte.
— Ja ja ja, deberías mejorar con tus chiste, JJ. Aún siguen sin dar gracia.
— Adiós —no menciono nada más y cerró la puerta de la habitación para estar un par de minutos a solas.
Los muebles ya se encontraban, cada uno, en su respectivo lugar. La ropa de cada uno, y del bebe Harlow, se hallaban en su lugar, doblada y ordenada como debía de estar. Lo último que faltaba era pintar cada una de las paredes del apartamento para darle el sutil toque hogareño por parte de ambas.
Un recuerdo indeseado hizo acto de presencia en su mente, llevándola al día en que ella y Gordon se habían mudado a una casa para poder estar juntos y lejos de cualquier persona que quería separarlos.
Empezó a sacar las cosas que se hallaban dentro de la caja que estaba sobre el colchón para poder despejar su mente de aquel recuerdo y de cualquier otro que quisiera volver, pero lamentablemente encontró algo que la puso peor: una foto de ella con Gordon. Se empezaba a cuestionar si la había metido en aquella caja para seguir guardándola o si lo hizo de manera inconsciente.
Lo extrañaba. Realmente extrañaba sus frases cariñosas que él le decía, los arrumacos, sus manos entrelazadas, las noches en vela mientras platicaban, las risas, las bromas, los silencios tan placenteros que solo tenía estando a su lado, su sonrisa, sus ojos, sus abrazos, su aroma… extrañaba cada pequeña cosa que lo hacía único para ella, y también añoraba cada momento lleno de alegría que compartían, hasta podría decir que también llorar a su lado cuando pasaba por un mal momento. Lo extrañaba tanto que el dolor en su pecho se acrecentaba ante cada recuerdo de ese gran amor que se tuvieron por siete años. Habían pasado por tantas cosas para poder estar juntos. Jordan sabía que él la amaba, pero tal vez ese gran amor no fue suficiente como para seguir luchando por aquel futuro que tendrían juntos.
Un futuro lleno de planes que se fueron a la borda la noche en la que Gordon se había ido.
— ¿Por qué no he podido odiarte? —hablo, estando sola en aquella habitación, abrazando la fotografía con la poca fuerza emocional que le quedaba, pensando que de esa manera los pedazos de su roto corazón se volverían a unir.
Porque Jordan, por mucho que odiará admitirlo, lo seguía amando. Por mucho que él la haya decepcionado, abandonado y destrozado sus ilusiones, esperanza, sueños y a su pequeño corazón, cada fibra de su cuerpo seguía anhelando su cercanía, cada día lo extrañaba aún más que el anterior. Y dudaba, ciertamente, que eso cambiará pronto.
Agradecía en parte haberse mudado a un apartamento con Zarina y el pequeño Harlow. Sería un nuevo comienzo para ambas después de la desastrosa vida amorosa que tenían.
±±±
— Hola, muy buenas tardes. Bienvenido seas a El Cuñado. Mi nombre es Alec, ¿en qué puedo servirle?
— ¿«Siemprre» son así de «serrvicial» acá? —el acento había llamado por completo su atención y el dulce tono de voz que poseía esa chica rubia.
— La mayoría, o cuando estamos de humor, pero cuando no, yo que tu marco distancia —sonrió. Tal vez no la conocía, pero le transmitía un aura de confianza que no sentía con muchas personas—. ¿Gustas pedir algo…?
— ¿Algo…?
— Disculpa, es que no sé tu nombre.
— Ah, «cierto» —respondió con una risa nerviosa—. Me llamo «Heatherr» Dzvezda.
— Que apellido tan raro.
— Este… «grracias». No es un cumplido que «rreciba» a «diarrio», ni algo que me guste «prresumirr».
— Oh no, discúlpame tú a mí. Pensé en voz alta.
— Descuida, todo bien «entrre nosotrros». ¿«Perro» sabes algo, Alec? Puede que venga más seguido a esta «cafeterría».
— ¿Ah sí? ¿A qué se deberá aquello?
— Escuche por ahí que el «serrvicio» acá es muy atento, además, el chico del «mostrrador» es muy lindo —hacía tanto tiempo que Alec no sentía sus mejillas calientes gracias a un halago. Seguramente se hallaban de un color rojizo… y lo confirmo al escuchar la risa de Heather.
— Que linda eres, Heath. Pero ¡hey! Estaré más que encantado de atenderte todos los días si vienes —trato de seguir el pequeño juego guiñándole el ojo derecho. Ahora quién estaba con las mejillas sonrojadas era ella—. Podré revelarte el gran secreto del porqué el nombre de este local.
— «Muerro» de «curiosidad». Nos vemos mañana, Alec.
— ¡Que tengas una linda tarde, Heath!
— ¡Igual!
— ¡Hey! No pediste tu café.
— ¡Descuida, mañana «serrán» dos por el «prrecio» de uno! —el oji azul intuía que estaba pequeña conversación era la primera de muchas, muchas más.
— ¿«Siemprre» son así de «serrvicial» acá? —el acento había llamado por completo su atención y el dulce tono de voz que poseía esa chica rubia.
— La mayoría, o cuando estamos de humor, pero cuando no, yo que tu marco distancia —sonrió. Tal vez no la conocía, pero le transmitía un aura de confianza que no sentía con muchas personas—. ¿Gustas pedir algo…?
— ¿Algo…?
— Disculpa, es que no sé tu nombre.
— Ah, «cierto» —respondió con una risa nerviosa—. Me llamo «Heatherr» Dzvezda.
— Que apellido tan raro.
— Este… «grracias». No es un cumplido que «rreciba» a «diarrio», ni algo que me guste «prresumirr».
— Oh no, discúlpame tú a mí. Pensé en voz alta.
— Descuida, todo bien «entrre nosotrros». ¿«Perro» sabes algo, Alec? Puede que venga más seguido a esta «cafeterría».
— ¿Ah sí? ¿A qué se deberá aquello?
— Escuche por ahí que el «serrvicio» acá es muy atento, además, el chico del «mostrrador» es muy lindo —hacía tanto tiempo que Alec no sentía sus mejillas calientes gracias a un halago. Seguramente se hallaban de un color rojizo… y lo confirmo al escuchar la risa de Heather.
— Que linda eres, Heath. Pero ¡hey! Estaré más que encantado de atenderte todos los días si vienes —trato de seguir el pequeño juego guiñándole el ojo derecho. Ahora quién estaba con las mejillas sonrojadas era ella—. Podré revelarte el gran secreto del porqué el nombre de este local.
— «Muerro» de «curiosidad». Nos vemos mañana, Alec.
— ¡Que tengas una linda tarde, Heath!
— ¡Igual!
— ¡Hey! No pediste tu café.
— ¡Descuida, mañana «serrán» dos por el «prrecio» de uno! —el oji azul intuía que estaba pequeña conversación era la primera de muchas, muchas más.
±±±
— ¿Ayrton?
— Bunny… dame… un vaso… de agua… por favor.
— Pareciera que corriste un maratón, Tony —el rubio la miro con severidad ante el tono de burla que había empleado.
— Camine desde mi casa, Bunny, ¿podrías ser más amable con tu mejor amigo?
— Déjame lo pienso…—Ayrton no necesitaba esperar, ya conocía la respuesta— no. Pero ya voy por tu agua, siéntate en el sillón.
Podría decirse que el mayor de los hermanos Dzvezda iba a la casa de Bunny todos los días, exceptuando aquellos en lo que estaba con Amara. Su hermosa, preciada y amada novia. Aun así, ninguna compañía era tan buena como era la rubia de su amiga. Con Bunny podía quitarse la presión que tenía por sus padres, y la tensión que tenía con sus hermanos. Debía ser sincero: toda su familia era una completa extraña para él. No era algo de lo que le gustará presumir, pero tampoco ponía de su parte, y no podía decir que él era un hermano ejemplar o bueno para los demás.
El oji verde había aprendido a lo largo de los años a dejar de lado ese sentimiento que lo abatía todos los días. El saber de más que no contaba con el apoyo de Heather ni de Grayson para algo, ni ellos con el suyo. Y de igual manera, había soportado el hecho de que no existiera, en lo más mínimo, una relación afectuosa entre los tres.
Nadie tenía idea de cuánto aborrecía lo que habían originado sus padres.
— Oh… ¿son para mí los chocolates o te los volverás a comer como siempre lo haces? —hizo a un lado sus dilemas familiares para disfrutar lo que quedaba del día estando con Bunny.
— Descuida, querida, esta vez sí son para ti. Y despreocúpate, nadie los tocó desde que los compre.
— Eres un amor.
— Lo sé, ¿por qué crees que llevo dos años de una relación estable con Amara?
— No aumentes la altura de tu nube, señor Ególatra, la caída puede ser muy dura.
— Tu no me amargues la tarde, Bunny. Ese no es tu trabajo, mi familia ya se encarga de eso.
— ¿Entonces cuál es mi trabajo?
— Ser una buena mejor amiga que me ayude a quitar el aburrimiento que tengo.
— ¿Amara no te contesto el teléfono, cierto?
— Traje chocolates, no lo olvides —dibujo una enorme sonrisa abierta para apaciguar el enojo que podría tener la oji marrón.
— Para la próxima, la cuota será de dos bolsas, Tony.
— Quedaré pobre por tu culpa.
— Como si de eso no se encargará tu novia.
— Touché. Pero dime… ¿qué película veremos esta noche, mi querida Bunny?
— Te encantará la elección de esta noche, Ayrton —sabía de más que no sería así, y su teoría se confirmó al ver la sonrisa de satisfacción que dibujo su amiga.
— Estás de broma si crees que voy a ver una película que se llama “Angus, tanga y besos pegajosos”.
— No, no estoy de broma. Quien vive en la casa, elige la película, no lo olvides.
— ¡Bunny pero el título de por sí es horrible!
— Eso no quiere decir que la película también lo sea.
— ¿En serio? No sé por qué intuyo que lo haces solo para molestarme.
— Deja de quejarte, Ayrton, yo no lo hago cada vez que vienes a mi casa.
— Eso se debe a que amas que venga a tu casa, aunque odies admitirlo.
— Si no fueras mi mejor amigo ya te hubiera corrido hace tiempo. Ahora, ve a vaciar las palomitas en un traste y los chocolates en otro, pondré la película.
— Créeme que no estaba en mis planes caminar diez kilómetros para venir a ver una película que probablemente me dejará traumado.
— Calla y tráeme la comida.
— Agh, siempre me he preguntado por qué eres mi mejor amiga.
— La misma pregunta me hago yo todos los días —no dijo más después de ver la sonrisa burlona de Bunny.
Se dirigió a la cocina para preparar las botanas. No podía quejarse de la película, había visto peores nombres en su vida. Además, cualquier película valdría la pena ver estando en compañía de Bunny. Su buen ánimo regresaba cada que salían, o cada que visitaban la casa del otro.
La rubia, junto con Amara ocupaban gran parte de su corazón. Y aunque jamás lo admitiera, sus hermanos también lo hacían, por mucho que no tuvieran una buena relación entre los tres.
— Bunny… dame… un vaso… de agua… por favor.
— Pareciera que corriste un maratón, Tony —el rubio la miro con severidad ante el tono de burla que había empleado.
— Camine desde mi casa, Bunny, ¿podrías ser más amable con tu mejor amigo?
— Déjame lo pienso…—Ayrton no necesitaba esperar, ya conocía la respuesta— no. Pero ya voy por tu agua, siéntate en el sillón.
Podría decirse que el mayor de los hermanos Dzvezda iba a la casa de Bunny todos los días, exceptuando aquellos en lo que estaba con Amara. Su hermosa, preciada y amada novia. Aun así, ninguna compañía era tan buena como era la rubia de su amiga. Con Bunny podía quitarse la presión que tenía por sus padres, y la tensión que tenía con sus hermanos. Debía ser sincero: toda su familia era una completa extraña para él. No era algo de lo que le gustará presumir, pero tampoco ponía de su parte, y no podía decir que él era un hermano ejemplar o bueno para los demás.
El oji verde había aprendido a lo largo de los años a dejar de lado ese sentimiento que lo abatía todos los días. El saber de más que no contaba con el apoyo de Heather ni de Grayson para algo, ni ellos con el suyo. Y de igual manera, había soportado el hecho de que no existiera, en lo más mínimo, una relación afectuosa entre los tres.
Nadie tenía idea de cuánto aborrecía lo que habían originado sus padres.
— Oh… ¿son para mí los chocolates o te los volverás a comer como siempre lo haces? —hizo a un lado sus dilemas familiares para disfrutar lo que quedaba del día estando con Bunny.
— Descuida, querida, esta vez sí son para ti. Y despreocúpate, nadie los tocó desde que los compre.
— Eres un amor.
— Lo sé, ¿por qué crees que llevo dos años de una relación estable con Amara?
— No aumentes la altura de tu nube, señor Ególatra, la caída puede ser muy dura.
— Tu no me amargues la tarde, Bunny. Ese no es tu trabajo, mi familia ya se encarga de eso.
— ¿Entonces cuál es mi trabajo?
— Ser una buena mejor amiga que me ayude a quitar el aburrimiento que tengo.
— ¿Amara no te contesto el teléfono, cierto?
— Traje chocolates, no lo olvides —dibujo una enorme sonrisa abierta para apaciguar el enojo que podría tener la oji marrón.
— Para la próxima, la cuota será de dos bolsas, Tony.
— Quedaré pobre por tu culpa.
— Como si de eso no se encargará tu novia.
— Touché. Pero dime… ¿qué película veremos esta noche, mi querida Bunny?
— Te encantará la elección de esta noche, Ayrton —sabía de más que no sería así, y su teoría se confirmó al ver la sonrisa de satisfacción que dibujo su amiga.
— Estás de broma si crees que voy a ver una película que se llama “Angus, tanga y besos pegajosos”.
— No, no estoy de broma. Quien vive en la casa, elige la película, no lo olvides.
— ¡Bunny pero el título de por sí es horrible!
— Eso no quiere decir que la película también lo sea.
— ¿En serio? No sé por qué intuyo que lo haces solo para molestarme.
— Deja de quejarte, Ayrton, yo no lo hago cada vez que vienes a mi casa.
— Eso se debe a que amas que venga a tu casa, aunque odies admitirlo.
— Si no fueras mi mejor amigo ya te hubiera corrido hace tiempo. Ahora, ve a vaciar las palomitas en un traste y los chocolates en otro, pondré la película.
— Créeme que no estaba en mis planes caminar diez kilómetros para venir a ver una película que probablemente me dejará traumado.
— Calla y tráeme la comida.
— Agh, siempre me he preguntado por qué eres mi mejor amiga.
— La misma pregunta me hago yo todos los días —no dijo más después de ver la sonrisa burlona de Bunny.
Se dirigió a la cocina para preparar las botanas. No podía quejarse de la película, había visto peores nombres en su vida. Además, cualquier película valdría la pena ver estando en compañía de Bunny. Su buen ánimo regresaba cada que salían, o cada que visitaban la casa del otro.
La rubia, junto con Amara ocupaban gran parte de su corazón. Y aunque jamás lo admitiera, sus hermanos también lo hacían, por mucho que no tuvieran una buena relación entre los tres.
±±±
— Vamos, Gordon. ¿Podrías levantar tu asqueroso y pesado trasero de mi sofá?
— Que generoso eres, Red —comento el oji azul estando recostando boca abajo sobre el sofá— ¿Podrías dejarme descansar? La Universidad me tiene agotado. Además, te recuerdo que no es solo tú sofá, si no nuestro.
— ¿Podrías dejar de ser tan chillón y dejar de quejarte por todo? Tú escogiste la carrera de medicina, amigo. Ahora… aguántate.
— ¡Hey! —Gordon sintió como la suave tela de la almohada se deslizaba por un lado, interrumpiendo su leve descanso— Dame solo cinco minutos, ¿es mucho para ti cederme ese favor?
— Mmmm, veamos… sí. Además, te estoy haciendo un favor. Tienes una cena en tres horas, deberías empezar a arreglarte porque el salón no está muy cerca que digamos.
— Diablos.
— Se te olvido, ¿cierto?
— Por supuesto que no.
— Pues tu cara dice todo lo contrario, Gordon.
— Mejor cierra la boca, Red. Por cierto… ¿me plancharías el traje mientras me ducho?
— ¿Qué? ¿Me crees tu madre o tu mucama acaso?
— No. Te creo un buen amigo que sabe ayudar cuando alguien lo necesita. No querrás que mis expectativas sobre ti se reduzcan, ¿o sí?
— Idiota.
— Lo sé, me amas.
Media hora después, el rubio se hallaba terminando de arreglar su vestimenta y peinado para la cena de esta noche. El Director de la Universidad a la que asistía la había organizado para todos aquellos estudiantes prestigiosos de la facultad de Medicina, es decir, aquellos que enorgullecían el patrimonio estudiantil.
Gordon no cabía de la felicidad al hallarse entre esa masa de gente tan importante. Porque tal vez no tenía los recursos económicos que la mayoría de sus compañeros, pero si la pasión por la Medicina que a muchos les faltaba.
— Mierda.
— ¿Ahora que se te olvido?
— Se me fue que Alec iba a venir esta noche.
— ¿Qué? ¿Íbamos a tomar el té los tres juntos?
— ¿Sabes algo, Red? Deberías dejar tu sarcasmo a un lado por unos minutos. De verdad lastima.
— Ay ya, maricón. Deja de llorar por todo.
— No sé cómo es que no he sido capaz de darte un buen golpe.
— Porque… Somos mejores amigos. Y los mejores amigos no se lastiman el uno al otro.
— Dejaría de ser tu mejor amigo solo para darte una paliza.
— ¿Y dices que mi sarcasmo duele? —El repetido sonido de golpes leves en la puerta del apartamento interrumpió la plática entre ambos— ¡Ya van!
Termino de enrollarse la corbata y acomodarse el saco en lo que su amigo abría la puerta al invitado de esta noche.
— ¡Alec! Pero que gusto tenerte como compañía en esta solitaria noche para mí.
— ¿Ah?
— Oh claro, se me olvido que a Gordon se le había olvidado mencionarte que hoy tiene una cena, buffet, fiesta, o como quieras llamarle, por parte de la Universidad.
— Si… creo que se le había olvidado comentármelo esta mañana que hable con él por teléfono.
— Lo siento, amigo. Pero hey, Red no es tan —comento, enfatizando en la palabra “tan”— mala compañía como lo hago ver todos los días. Tiene sus buenos momentos a veces.
— Gracias por halagarme, mejor amigo.
— Sabes que eres mi todo, Red. Claro, después de mis madres, de mi hermano, de Alec, del perro de la vecina de la casa de mis madres, de mi pez dorado llamado Eddy que se quedó al cuidado de Dante, y de…
— Ya capté el mensaje. Y descuida con la disculpa, se te hará tarde para tu cena, Don insensible.
— ¿Y el que chilla por todo soy yo? —Gordon no soporto más y profirió una larga carcajada debido a la situación, contagiando su buen humor a Alec y logrando que Red se enojará aún más.
— Hasta luego, Gordon —el oji marrón no dejo pasar un segundo más y cerró la puerta del apartamento en la nariz de su compañero. Se acercó al refrigerador, sacando dos botellas de cerveza, tomando una en el trayecto hacia la sala y dándole la otra a su invitado.
— Dime, Alec, ¿existe ese alguien que te haga suspirar? —la pregunta había tomado completamente desprevenido al oji azul.
— Absolutamente nadie, Red —dibujo una sonrisa sin el menor signo de alegría. Porque mentía, si había alguien en su vida.
Pero por mucho que quisiera contarle sus cosas a alguien cercano, se las seguiría callando. Era lo mejor para todos que él mantuviera su secreto aun secreto.
Era mejor que nadie supiera de su amor no correspondido hacia Jordan.
— Que generoso eres, Red —comento el oji azul estando recostando boca abajo sobre el sofá— ¿Podrías dejarme descansar? La Universidad me tiene agotado. Además, te recuerdo que no es solo tú sofá, si no nuestro.
— ¿Podrías dejar de ser tan chillón y dejar de quejarte por todo? Tú escogiste la carrera de medicina, amigo. Ahora… aguántate.
— ¡Hey! —Gordon sintió como la suave tela de la almohada se deslizaba por un lado, interrumpiendo su leve descanso— Dame solo cinco minutos, ¿es mucho para ti cederme ese favor?
— Mmmm, veamos… sí. Además, te estoy haciendo un favor. Tienes una cena en tres horas, deberías empezar a arreglarte porque el salón no está muy cerca que digamos.
— Diablos.
— Se te olvido, ¿cierto?
— Por supuesto que no.
— Pues tu cara dice todo lo contrario, Gordon.
— Mejor cierra la boca, Red. Por cierto… ¿me plancharías el traje mientras me ducho?
— ¿Qué? ¿Me crees tu madre o tu mucama acaso?
— No. Te creo un buen amigo que sabe ayudar cuando alguien lo necesita. No querrás que mis expectativas sobre ti se reduzcan, ¿o sí?
— Idiota.
— Lo sé, me amas.
Media hora después, el rubio se hallaba terminando de arreglar su vestimenta y peinado para la cena de esta noche. El Director de la Universidad a la que asistía la había organizado para todos aquellos estudiantes prestigiosos de la facultad de Medicina, es decir, aquellos que enorgullecían el patrimonio estudiantil.
Gordon no cabía de la felicidad al hallarse entre esa masa de gente tan importante. Porque tal vez no tenía los recursos económicos que la mayoría de sus compañeros, pero si la pasión por la Medicina que a muchos les faltaba.
— Mierda.
— ¿Ahora que se te olvido?
— Se me fue que Alec iba a venir esta noche.
— ¿Qué? ¿Íbamos a tomar el té los tres juntos?
— ¿Sabes algo, Red? Deberías dejar tu sarcasmo a un lado por unos minutos. De verdad lastima.
— Ay ya, maricón. Deja de llorar por todo.
— No sé cómo es que no he sido capaz de darte un buen golpe.
— Porque… Somos mejores amigos. Y los mejores amigos no se lastiman el uno al otro.
— Dejaría de ser tu mejor amigo solo para darte una paliza.
— ¿Y dices que mi sarcasmo duele? —El repetido sonido de golpes leves en la puerta del apartamento interrumpió la plática entre ambos— ¡Ya van!
Termino de enrollarse la corbata y acomodarse el saco en lo que su amigo abría la puerta al invitado de esta noche.
— ¡Alec! Pero que gusto tenerte como compañía en esta solitaria noche para mí.
— ¿Ah?
— Oh claro, se me olvido que a Gordon se le había olvidado mencionarte que hoy tiene una cena, buffet, fiesta, o como quieras llamarle, por parte de la Universidad.
— Si… creo que se le había olvidado comentármelo esta mañana que hable con él por teléfono.
— Lo siento, amigo. Pero hey, Red no es tan —comento, enfatizando en la palabra “tan”— mala compañía como lo hago ver todos los días. Tiene sus buenos momentos a veces.
— Gracias por halagarme, mejor amigo.
— Sabes que eres mi todo, Red. Claro, después de mis madres, de mi hermano, de Alec, del perro de la vecina de la casa de mis madres, de mi pez dorado llamado Eddy que se quedó al cuidado de Dante, y de…
— Ya capté el mensaje. Y descuida con la disculpa, se te hará tarde para tu cena, Don insensible.
— ¿Y el que chilla por todo soy yo? —Gordon no soporto más y profirió una larga carcajada debido a la situación, contagiando su buen humor a Alec y logrando que Red se enojará aún más.
— Hasta luego, Gordon —el oji marrón no dejo pasar un segundo más y cerró la puerta del apartamento en la nariz de su compañero. Se acercó al refrigerador, sacando dos botellas de cerveza, tomando una en el trayecto hacia la sala y dándole la otra a su invitado.
— Dime, Alec, ¿existe ese alguien que te haga suspirar? —la pregunta había tomado completamente desprevenido al oji azul.
— Absolutamente nadie, Red —dibujo una sonrisa sin el menor signo de alegría. Porque mentía, si había alguien en su vida.
Pero por mucho que quisiera contarle sus cosas a alguien cercano, se las seguiría callando. Era lo mejor para todos que él mantuviera su secreto aun secreto.
Era mejor que nadie supiera de su amor no correspondido hacia Jordan.
±±±
Emmerson odiaba los hospitales. Siempre que entraba a uno, sentía como si le costará pronunciar una palabra o respirar. Los aborrecía en toda su extensión. Si por él fuera, nunca tocaría el suelo de uno.
Pero lamentablemente tenía que hacerlo todos los días. Su mejor amigo se hallaba dentro, y no podía dejarlo, o hacerle sentir como si no fuera importante para él.
Su hermana estaba dentro de la habitación de Xavier, en lo que él esperaba afuera, paciente mientras tomaba de su café. Pero ni siquiera las cinco cucharadas de azúcar que se había servido podían apaciguar la amargura que sentía por dentro. Cada cosa en su vida había empezado a salir mal desde que Holly lo abandono. Aunque sabía que no debería echarle toda la carga de la culpa a ella. Si lo dejo, fue por algo, y ansiaba saber ese algo. Solo hasta que lo supiera dejaría de pensar que ella nunca sintió lo mismo que él.
Emmet sentía que había dado demasiado, y recibido muy poco.
— Listo.
Los ojos de su hermana estaban rojizos. Supuso que se aguantaba las ganas de llorar. No la culpaba. Él también retenía esas ganas todos los días desde que supieron el estado de salud en el que se hallaba Xavier. Lo único que el castaño podía darle a su hermana estos momentos era la fortaleza necesaria para seguir de pie hasta que la espera terminará.
— ¿Sigue igual? —votó el cesto de basura su café. Le tendió su casaca a Bree al notar que estaba temblando, y constató que estaba fría al envolverla en un abrazo.
— No ha habido ningún cambio, pero supongo que eso ya lo sabíamos de sobra.
— Supongo —sintió como su hermana apretaba el agarre, al igual que él. Ambos necesitaban ese abrazo para reponer, por lo menos, un poco de fuerza—. Ve a comer algo a la cafetería. Creo que Holly sigue ahí, te hará compañía. Te marcó cuando haya terminado la hora de visita para que vayamos a casa.
— De acuerdo —la oji marrón apenas pudo elevar las orillas de sus labios para formar una pequeña sonrisa.
Le dolía en el alma ver a su hermana en ese estado. Sabía que él estaba como ella, pero no soportaba verla tan decaída cada día. Bree podía levantarle el ánimo cuando se lo proponía, o hacerlo reír para olvidar por leves momentos la situación en la que se encontraban.
— Bree… yo…
— ¿Tu…?
— Estamos juntos en esto, nunca lo olvides.
— No lo hago.
— Ahora ve a comer algo. Xavier se enojará conmigo si no te obligo a que comas tus tres comidas del día.
— Lo sé.
Suspiro hondo antes de entrar a la habitación. Cerró la puerta tras de sí, y se quedó ahí, estático, viéndolo tal vez por diez minutos viendo lo tranquilo que se veía su mejor amigo con los ojos cerrados.
— ¿Vas a quedarte ahí todo lo que queda de la hora de visitas? —no sabía si odiaba o le agradaba el hecho de que Xavier mantuviera su buen humor aun en su estado de convalecencia. Pero sabía que lo hacía para aliviar el ambiente deprimente que había a su alrededor.
— No, me cansaría mucho los pies. Además, no eres tan atractivo como para observarte por toda una hora.
— Ja ja ja, que gracioso eres, Emmet. Me alegra saber que aun mantienes un poco de tu sentido humorístico lleno de sarcasmo.
— Si supongo.
— Hey, perdón, no quería…
— Descuida. Además la veo todos los días estando acá, y de vez en cuando en la Universidad. Supongo que el dolor sanará… algún día.
— ¿Cuándo piensas hablar con ella?
— Nunca.
— Emmet…
— ¿Se te olvida lo que me hizo?
— No, pero tú no tienes que actuar como ella. Te lo digo porque los dos son mis mejores amigos, y detesto verlos así.
— Vaya linda coincidencia, pero dime, ¿por qué ella no habla conmigo? ¿Por qué debo ser yo el que de él primer paso otra vez cuando fue ella quien termino la relación?
— Porque puede que ella también este esperando lo mismo que tú, y si siguen así, nunca aclararan las cosas.
— Puede que yo no quiera aclarar las cosas.
— Vamos, Emmet. Tal vez puedas engañarte a ti mismo, pero no a mí. Soy tu mejor amigo, te conozco mejor que nadie, e incluso puedo asegurar que te conozco mucho mejor de lo que tú te conoces.
— Detesto cuando tienes la razón.
— Olvidas que siempre la tengo. Ahora dime… ¿qué sientes exactamente cada vez que la vez?
— La extraño, Xavier. La extraño tanto que no sé qué duele más, si la añoranza de no tenerla a mi lado, o el que me haya dejado.
— Aun la sigues amando, Emmet. Y ese sentimiento no se ira hasta que hablen y sepas qué realmente paso.
— Tú eres su mejor amigo, debes saber algo.
— Nunca me dijo el porqué, y yo no insistí con el tema. Además, sabes que jamás me diría algo sabiendo que tú eres mi mejor amigo. Pero créeme cuando te digo que ella jamás quiso que las cosas pasaran de esa manera.
— Por supuesto, es lo que dicen siempre —se quería reír. No recordaba cuántas veces ya había escuchado esa frase: “ella nunca quiso que las cosas salieran tan mal”. Y ciertamente, jamás creerá que eso haya sido verdad.
Si ella jamás quiso que todo terminara de esa manera, nunca se hubiera ido. Mucho menos en el día de su boda. Ese día mantenía el puesto número uno de la lista de los peores día de su vida, y ciertamente, dudaba que algo logrará reemplazarlo.
Pero lamentablemente tenía que hacerlo todos los días. Su mejor amigo se hallaba dentro, y no podía dejarlo, o hacerle sentir como si no fuera importante para él.
Su hermana estaba dentro de la habitación de Xavier, en lo que él esperaba afuera, paciente mientras tomaba de su café. Pero ni siquiera las cinco cucharadas de azúcar que se había servido podían apaciguar la amargura que sentía por dentro. Cada cosa en su vida había empezado a salir mal desde que Holly lo abandono. Aunque sabía que no debería echarle toda la carga de la culpa a ella. Si lo dejo, fue por algo, y ansiaba saber ese algo. Solo hasta que lo supiera dejaría de pensar que ella nunca sintió lo mismo que él.
Emmet sentía que había dado demasiado, y recibido muy poco.
— Listo.
Los ojos de su hermana estaban rojizos. Supuso que se aguantaba las ganas de llorar. No la culpaba. Él también retenía esas ganas todos los días desde que supieron el estado de salud en el que se hallaba Xavier. Lo único que el castaño podía darle a su hermana estos momentos era la fortaleza necesaria para seguir de pie hasta que la espera terminará.
— ¿Sigue igual? —votó el cesto de basura su café. Le tendió su casaca a Bree al notar que estaba temblando, y constató que estaba fría al envolverla en un abrazo.
— No ha habido ningún cambio, pero supongo que eso ya lo sabíamos de sobra.
— Supongo —sintió como su hermana apretaba el agarre, al igual que él. Ambos necesitaban ese abrazo para reponer, por lo menos, un poco de fuerza—. Ve a comer algo a la cafetería. Creo que Holly sigue ahí, te hará compañía. Te marcó cuando haya terminado la hora de visita para que vayamos a casa.
— De acuerdo —la oji marrón apenas pudo elevar las orillas de sus labios para formar una pequeña sonrisa.
Le dolía en el alma ver a su hermana en ese estado. Sabía que él estaba como ella, pero no soportaba verla tan decaída cada día. Bree podía levantarle el ánimo cuando se lo proponía, o hacerlo reír para olvidar por leves momentos la situación en la que se encontraban.
— Bree… yo…
— ¿Tu…?
— Estamos juntos en esto, nunca lo olvides.
— No lo hago.
— Ahora ve a comer algo. Xavier se enojará conmigo si no te obligo a que comas tus tres comidas del día.
— Lo sé.
Suspiro hondo antes de entrar a la habitación. Cerró la puerta tras de sí, y se quedó ahí, estático, viéndolo tal vez por diez minutos viendo lo tranquilo que se veía su mejor amigo con los ojos cerrados.
— ¿Vas a quedarte ahí todo lo que queda de la hora de visitas? —no sabía si odiaba o le agradaba el hecho de que Xavier mantuviera su buen humor aun en su estado de convalecencia. Pero sabía que lo hacía para aliviar el ambiente deprimente que había a su alrededor.
— No, me cansaría mucho los pies. Además, no eres tan atractivo como para observarte por toda una hora.
— Ja ja ja, que gracioso eres, Emmet. Me alegra saber que aun mantienes un poco de tu sentido humorístico lleno de sarcasmo.
— Si supongo.
— Hey, perdón, no quería…
— Descuida. Además la veo todos los días estando acá, y de vez en cuando en la Universidad. Supongo que el dolor sanará… algún día.
— ¿Cuándo piensas hablar con ella?
— Nunca.
— Emmet…
— ¿Se te olvida lo que me hizo?
— No, pero tú no tienes que actuar como ella. Te lo digo porque los dos son mis mejores amigos, y detesto verlos así.
— Vaya linda coincidencia, pero dime, ¿por qué ella no habla conmigo? ¿Por qué debo ser yo el que de él primer paso otra vez cuando fue ella quien termino la relación?
— Porque puede que ella también este esperando lo mismo que tú, y si siguen así, nunca aclararan las cosas.
— Puede que yo no quiera aclarar las cosas.
— Vamos, Emmet. Tal vez puedas engañarte a ti mismo, pero no a mí. Soy tu mejor amigo, te conozco mejor que nadie, e incluso puedo asegurar que te conozco mucho mejor de lo que tú te conoces.
— Detesto cuando tienes la razón.
— Olvidas que siempre la tengo. Ahora dime… ¿qué sientes exactamente cada vez que la vez?
— La extraño, Xavier. La extraño tanto que no sé qué duele más, si la añoranza de no tenerla a mi lado, o el que me haya dejado.
— Aun la sigues amando, Emmet. Y ese sentimiento no se ira hasta que hablen y sepas qué realmente paso.
— Tú eres su mejor amigo, debes saber algo.
— Nunca me dijo el porqué, y yo no insistí con el tema. Además, sabes que jamás me diría algo sabiendo que tú eres mi mejor amigo. Pero créeme cuando te digo que ella jamás quiso que las cosas pasaran de esa manera.
— Por supuesto, es lo que dicen siempre —se quería reír. No recordaba cuántas veces ya había escuchado esa frase: “ella nunca quiso que las cosas salieran tan mal”. Y ciertamente, jamás creerá que eso haya sido verdad.
Si ella jamás quiso que todo terminara de esa manera, nunca se hubiera ido. Mucho menos en el día de su boda. Ese día mantenía el puesto número uno de la lista de los peores día de su vida, y ciertamente, dudaba que algo logrará reemplazarlo.
Atenea.
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Re: Double Rainbow
por pixie. Dom 12 Oct 2014, 3:23 pm
íbamos a hacer que pasarlas la pag 8
lol hacen unos capítulos que me dejan desconcertada xD
lol hacen unos capítulos que me dejan desconcertada xD
✦ ausente.✦
pixie.
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Invitado
Invitado
Re: Double Rainbow
por Atenea. Dom 12 Oct 2014, 3:36 pm
Lo subo a la noche, bae
e igual el de steph ;_;, ahorita debo subir una tarea de anatomía 
Atenea.
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Atenea.
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