Double Rainbow

Rose se sentía como Holly en Breakfast at Tiffany's, la escena en la que ella iba a buscar al gato en el callejón sin importarle la lluvia que caía. Solo que en su caso era patéticamente incierto el hecho de que estuviera lloviendo o en un callejón.
Se había pasado una hora paseando por las calles en busca del animal y finalmente se había decidido a buscar en el los parques más cercanos. Todo cabe a entender en que una de las normas universitarias era que no se podían tener animales, sin embargo por una vez en su vida sentía que debía quebrar esas normas. ¿Como había llegado hasta ese páramo? Bastante sencillo, se lo encontró.
Después de costarse en decidir, Rose por fin salió de su habitación del campus para relacionarse con el mundo exterior. Había decidido hacer algunas compras y recoger incluso alguno de sus libros, los cuales necesitaba para la universidad. Puesto que no tenía coche tenía que coger el transporte público, concretamente iba a coger el bus de la parada del mercado. Estaba sentada mirando al frente, sin fijar su mirada en nada particular puesto que simplemente quería dejar la mente en blanco, cuando entonces escuchó un sonido. Era un gato maullando, y sonaba debajo del asiento. Era un siamés; delgado, blanco y negro, de ojos azules, nunca había visto un gato tan hermoso. Al verlo solitario en la parada del bus tuvo la necesidad de acogerlo, y así lo cogió dispuesta a darle algo de comer y tal vez buscarle un dueño. Al fin y al cabo eran dos almas solitarias vagando por el mundo. Pero un perro se apresuró ladrando y asustando al animal, por lo que actuó echando a correr, y la castaña detrás de él.

Se sentó en un banco de piedra de uno de los jardines y dejó escapar un suspiro. "Oh Gato, ¿donde te has metido? Es que tu también me dejas" se dijo a si misma. Se tumbó dejando que la piedra cálida por haber absorbido los rayos del sol quemando su piel y mirando con los ojos entrecerrados . Debía reconocerlo, le gustaba esa sensación. Ya casi ni podía recordar la última vez que vio el cielo tan directamente, bueno fue uno de los días en los que Peter la había llevado de picnic. Casi podía recordar el sabor de las uvas en su boca y los besos de él en su cabello.

Abrió los ojos y se puso en pie de inmediato. Recordándose a si misma que no podía pensar en ese hombre más, además ahora tenía un objetivo, pequeño pero por algo se empezaba. Después de dar una vuelta a la manzana se vio a si misma en el mismo sitio, con las manos vacías.

— Maldita sea, el gato.
— ¿Buscas un gato?—dijo una voz masculina por arriba de su hombro. Al voltearse se topó con unos ojos azules dejándola totalmente embobada.
— Eh? —balbuceó hasta fijarse en el animal que sostenía entre sus brazos— Si, un siamés blanco y negro. ¿Lo has visto por casualidad?—preguntó y él se rió.
—¿Ese? —le respondió señalando el arbol.
— Emm, si en realidad si.

Ella se preguntaba como había subido ahí, pero en lo que no había pensado era en como bajarlo, su estatura no ayudaba ya que apenas llegaba a la rama donde el gato estaba posado lamiéndose. Finalmente el chico se acercó para recogérselo y entregarselo.
— Gracias —le dijo ella con una sonrisa— ¿Eres bombero o algo?

"¿Enserio Rossie, bombero? Es lo mejor que se te ocurre decir para entablar una charla mínima se dijo a si misma.

— No, no. Soy Levi y solo pasaba por aquí —le respondió con una sonrisa amable.
— Rossalie aun que me suelen llamar Rossie, la perdedora de gatos y al parecer también de buses —dijo contemplando como su transporte también se iba.

Bueno el día no había sido del todo  malo, a pesar de la lluvia reciente y el haber perdido la mañana buscando un estúpido gato. Por lo menos no había pensado en Peter —demasiado— y consideraba eso un logro.

Llegó a la habitación que compartía con Salow, quien al entrar se encontró que acababa de llegar también. A Rossie le agradaba Salow, era nueva al igual que ella por lo que podían empezar ambas desde zero, aun que al parecer se le daba mejor a ella. La castaña al verla entrar se extrañó y le preguntó:

— ¿Por que estás empapada? —e hizo una pausa al ver que su abrigo se movía viendo lo que cubría y alzó una ceja— ¿Y por que traes una bola de pelo?
— Es mi habitación, puedo traer tantas bolas de pelo como me quepan.
— Pensaba que los animales estaban prohibidos en las habitaciones.
— Bueno yo tampoco sabía que me ibas a traer rápidamente a uno para tirártelo —dijo la pequeña dejándola sorprendida y con un tono que decía "si os oí", sin embargo no había pensado las palabras antes de decirlas— Perdón, no quería...
— ¿Decirlo? Pues lo has hecho.
— Bueno por lo menos hiciste amigos.


Lisa tenía dos cosas claras desde hace más de año y medio. La primera, los hombres solo sirven para dar placer, no para amar. Y la segunda, estaba dispuesta a hacer lo que le diera en gana con ellos puesto que ellos tratan a las mujeres como muñecas de trapos.

Había vuelto después de haber aprovechado el intercambio, había vuelto a chicago renovada. Tenía incluso el pelo más claro, algún tatuaje de más y otro pendiente.

La primera parada que había hecho era a su casa. Al entrar su madre lo primero que hizo fue abrazarla, pero al mirarla más tarde lo pareció considerar más propinándole abofeteandola. A lo que ella respondió un "yo también te quiero mama", cogió uno de sus bolsos y se fue al bar donde solía trabajar.

— Jack, Jake, Jacky, venga va por favor —le decía suplicando a su anterior jefe, e amigo que la volviera a contratar. Solo a Jack podía tratarlo de manera respetable.
— Lisa, te fuiste por un año sin decir nada.
— Fue precipitado, además se me olvidó.
— Si tengo alguna baja, te aviso —le respondió y ella ladeo con la cabeza y luego salió por la puerta molesta.

Hubiera amado quedarse en Europa por más tiempo, soles y playas había estado viendo. Había jugado con los italianos y había posado como una verdadera musa. Suponía que todo lo bueno se debía acabar pronto, pero volvía a tener la misma sensación y la odiaba.

De hecho, parecía la misma rutina por que ya estaba marchando hasta el supermercado de la gasolinera a comprar alcohol. El cielo ya estaba oscureciendo, indicando ya el atardecer y ella caminaba al contrario dejándolo atrás.

Pasó por delante de unos motoristas y estos empezaron a silvarle, y gritarle cosas, la mayoría obscenas como "quien fuera tu mecánico para meter las manos entre esas piernas" o otros como "rubia, que estás tan buena que te comía hasta con ropa".

— Imbéciles —fue la única palabra que les regaló levantando la mano y regalándoles el dedo del medio que decía claramente: que os den, capullos.

Tuvo que controlarse para no ir hasta allí y partirles la cara. Aun que disfrutaba pensando la pena que no fuera una película de tarantino, si no ambos dos ya habrían tenido más de un tiro en la sien. Pero era positiva, seguramente se matarían en la siguiente curva.

Estuvo un rato indecisa mirando a ver que clase de cerveza compraba, finalmente cogió un pack frío de ocho botellas y se dirigió a la caja. A penas tenía a tres personas delante, pese a que las botellas pesaban soportaba el frío y el peso puesto que le daba igual, quería sentarse y saborear una de estas. La chica de delante le pidió que pasara ya que no encontraba la cartera, así que lo hizo.
Al pasar por caja esta empezó a pitar y parpadear las luces para luego anunciar "felicidades eres la compra número 1000 de este mes" y le ofrecieron una nevera de plástico junto con un cheque de cien dolares. Lisa no sabía del todo como sentirse, puesto que le daba un poco lo mismo pero no podía evitar pensar que esto era debido a que a otra chica la había dejado pasar. Salió y esperó a que la castaña saliera.

— ¡Perdona! —le gritó y la chica que guardaba los pañales en el maletero se giró para luego ignorarla y acabar de meter la compra para luego cerrar.
— ¿Que quieres?
— Tan solo quería darte esto —le dijo enseñándole el cheque— Yo no lo quiero, ni siquiera me correspondía a mi.
— Tu has pagado, tu te lo quedas.
— Entonces déjame invitarte a una cerveza —le pidió enseñándole el pack— Si lo hago yo sola iré a mi casa como una cuba.

La chica aceptó, la abrió con la llave una de estas y se apoyaron sobre el coche.

— Soy Lisa, por cierto.
— Karina —dijo bebiendo un trago— ¿Como es que has comprado tanta cerveza para ti sola?
— ¿Quien dice que sea para mi sola? —preguntó con el ceño levemente fruncido.
— Estas sola, y me has invitado, por lo que no creo que me des la bebida de otra persona.
— Cierto —le aceptó. Lisa tenía una pregunta, pero no quería que sonara de manera demasiado maleducada, finalmente la hizo.— Esos pañales, son para tu...
— ¿Hijo? —interrumpió Karina. La rubia asintió y se terminó la cerveza. —Pues si, tengo un hijo. Y se que pensarás, "que joven".
— En realidad no, era más bien curiosidad. Yo también me quedé hace dos años preñada, y él bueno, se esfumó.
— Cerdo.
— Te propongo un brindis —dijo la rubia con un tono sarcástico— Por los mayores cerdos de la historia, los hombres.


El timbre insistente —ya que había llamado más de tres veces— hizo que Lili tuviera que ir un tanto molesta a abrir encontrándose con una rubia de amplia sonrisa, la cual iba con el pelo planchado, vestida con  un vestido atrevido y tacones.

— Hola Lili, ¿está nick?
— Si claro,  está en su cuarto Vera.

La joven entró sonriendo divertida, yendo recto a la derecha como bien sabía donde se encontraba la habitación de su amigo. Cuando abrió la puerta se encontró a un pelirrojo dormido, rió y se agachó hasta la altura de su oído para decirle "Boo", el chico reaccionó sobresaltándose y dándole en la nariz a la chica al levantarse.

— ¡Mierda Nick mi nariz, que no quería operarmela!
— ¿Vera que haces aquí? —preguntó él refregándose la cara tratando de despertarse.
— ¿Que parte de "hay una fiesta en la universidad" no has entendido? —le respondió remarcando la palabra fiesta.
— ¿Que parte de "no me apetece ir" no entendiste tú? —le contradijo.
— Mira Nick voy a ser sincera contigo. Te has vuelto un muermo —él estuvo a punto de corregirla pero prosiguió— se que es por lo ocurrido con la tal Lisa, pero eso fue hace mucho tiempo. Tienes que pasar página. Si se que lo intentaste y yo estuve ahí, y bueno pese que algunas chicas pueden ser crueles hay otras que pueden ser tremendamente buenas, al igual que los hombres también pueden ser caballerosos o unos capullos. El caso es que te obligo, no mejor dicho te ordeno a que vas a pasar página, la veas o no la veas más y vas a empezar levantándote de la cama. ¡Nicholas Roswell saca tu culo de esa cama y arréglate por que nos vamos!
— Te odio.
— No, en realidad me amas y los sabes —le respondió guiñándole el ojo antes de cerrar la puerta— ¡Y ponte algo decente!

A Nick nunca le acababan de hacer las fiestas sobretodo si había gente vomitando en cada esquina, cosa que solía pasar bastante a menudo en las fiestas. En el lugar predominaban luces verdes y violetas más algunas fosforescentes que hacían brillar su camisa blanca poco más de lo normal. Él se situó en la zona de las bebidas y tomó el primer vaso que vio, le importaba poco lo que fuera pero fue suficiente para que le ardiera un poco la garganta, desde luego frío ya no iba a pasar.
Se sorprendió viendo que habían más personas en una situación similar, paradas mirando al resto. Había un moreno que simplemente miraba su movil, otra de pelo oscuro y largo que jugaba con el pie en el suelo, y una castaña de pelo corto bastante cortada, creyó reconocerla solo que su nombre no era tan claro.

— Su nombre empieza por la B me parece —murmuró.
— ¿Que haces ahí parado? Baila—dijo Vera cogiéndole de la mano y llevándolo a la pista.

La música era movida así que no era un problema seguir el ritmo, además la rubia ayudaba al chico el cual bailaba un tanto torpe por su inexperiencia. Vera era como el sol del día, siempre le animaba y casi siempre le trataba de manera amable y con una sonrisa. Bailaron por lo menos más de tres canciones hasta que el ritmo se ralentizó y sonó la canción que hizo que Vera pro primera vez perdiera su sonrisa.

— Yo... No puedo, lo siento.

Dicho esto la chica salió corriendo por la puerta de detrás, sin coger su abrigo ni nada. Él la siguió hasta comprobar que efectivamente era grave ya que sus lágrimas la delataban. Se acercó tímidamente hasta llegar a ella y darle su chaqueta, ella respondió abrazándolo y diciéndole algo que no se esperaba;

— Nick, estoy embarazada.