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Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Double Rainbow
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Double Rainbow
Chicas,no he podido tocar la lap en todo el día por ayudar con lo de la cena, pero para mañana 1ro de enero del 2015 tienen su cap, sin falta, oh, y feliz año nuevo a todas,mis mejores deseos por igual, chicas
Atenea.
-------
Re: Double Rainbow
feliz año nuevo chicas las amo, muchas gracias por formar parte de esta linda novela
peralta.
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Re: Double Rainbow
Feliz año para vosotras también
pd. steph es un placer <33
pd. steph es un placer <33
✦ ausente.✦
pixie.
Re: Double Rainbow
La bae quería subir anoche pero esta tarde y seguro se quedó dormida
¡Feliz año nuevo, btw!
¡Feliz año nuevo, btw!
Invitado
Invitado
Re: Double Rainbow
;----;
Les digo que mi bae quería subir u.u pero se durmió, no la culpen u.u
Les digo que mi bae quería subir u.u pero se durmió, no la culpen u.u
Invitado
Invitado
Re: Double Rainbow
- holaaa :
- Bueno, primeramente me disculpo por la gran demora en darles el cap, no tenía mucho tiempo las dos semanas pasadas, y en esta, pues, estaba ocupada, y perdonen también por decirles que subía tal día y no lo hacía, mil perdonen, chicas, pero aca les traigo el cap, y espero que lo disfruten, me salió algo largo
las amo y sigue Mily
Ayrton miraba el caminar de todas las personas en el centro comercial. Se hallaba sentado en una banca sin ninguna peculiaridad en especial.
Excepto que en esa banca había conocido a Avalanna.
De cierta manera se cuestionaba así mismo el hecho de que no había dejado de pensar en ella desde ese casual encuentro. Mucho menos por la forma en la que ella se había retirado. Es decir, él tenía una novia con la que llevaba dos años (bueno, los cumplirían en un día) y la cual, era la persona que más amaba en el mundo entero; no debería de pensar en otra chica que no fuera esa rubia que le había robado su corazón desde la primera vez que la vio.
Estaba mal, y él mismo lo reconocía, pero no podía evitarlo. Ava lo había cautivado de cierta manera. Además, se sentía culpable de que ella se hubiera ido casi corriendo gracias a él, por haberle recordado a sus padres. Si no hubiera tocado ese tema, puede que hubieran platicado un rato más. Claro, antes de que Amara regresará de la boutique a la que había ido a comprar.
Meneo la cabeza, tratando de borrar todo pensamiento que tenía sobre aquella chica de ojos verdosos; los más cautivantes y hermosos que alguna vez había visto.
— ¿Pensando en algún regalo que darle de aniversario a tu novia? —a pesar de que solo haya escuchado esa voz en una ocasión, podía reconocerla a la perfección.
— En realidad pensaba en ti.
Vaya, que directo eres, Ayrton. Te doy diez puntos por tu boca suelta, y cien si Amara no te corta las pelotas por coquetear con otra.
— No creo que le haga gracia a tu novia escuchar eso, Ayrton —el tono de Ava era serio, pero el castaño vislumbró como se habían enrojecido sus mejillas y que traía una sonrisa tímida.
— No, pero… no tiene por qué enterarse, ¿o si, Ava?
— Eh, ¿no?
— Muy bien.
— ¿Y qué hacías solo en un centro comercial tan grande?
— Bueno, en parte si venía a buscar un regalo para Amara, quien por cierto es mi novia, cumplimos dos años mañana y ando buscando qué le daré. Oh, y también vine a buscar un disfraz para mí.
— ¿Disfraz?
— Ah, claro, recién nos conocemos. Supongo que no sabrás que mi cumpleaños fue hace tres días y a modo de celebrarlo, estoy preparando una fiesta de Halloween, bueno, más bien de disfraces, la cual se me acaba de ocurrir.
— Que ingenioso eres.
— Y… fiesta la cual, estás más que cordialmente invitada.
— ¿Qué te hace pensar qué aceptare?
— Tengo tres razones: la primera es que me ayudarás a elegir mi disfraz, el de mi mejor amiga y el de mi novia; la segunda es que me ayudarás a planear la fiesta; y la tercera, pero no menos importante, nunca nadie me ha dicho que no.
— ¿Y qué pasaría si soy la primera persona que te dice que no?
— Haré lo que sea para que me digas que si —Ayrton se sorprendió a sí mismo ante el comportamiento que había tomado. De cierta manera se daba cuenta que estaba coqueteándole a Ava, pero aun así, no se detenía.
Era como si su subconsciente le dijera que siguiera. Y lo hizo, más con la sonrisa tímida de Ava, pero que seguía siendo encantadora.
— Vamos por tu regalo y los disfraces entonces, ¿qué tienes en mente?
— Alicia en el país de las maravillas.
— Por supuesto, ¿sabes? Te queda el papel de sombrerero loco —capto la indirecta al escuchar la risa de la oji verde.
Que risa tan encantadora.
— Es que, lo que tú no sabes, Ava, es que todo me queda bien.
— Vaya, tú también tienes un lado ególatra.
— Cariño… todos los hombres lo tenemos.
Excepto que en esa banca había conocido a Avalanna.
De cierta manera se cuestionaba así mismo el hecho de que no había dejado de pensar en ella desde ese casual encuentro. Mucho menos por la forma en la que ella se había retirado. Es decir, él tenía una novia con la que llevaba dos años (bueno, los cumplirían en un día) y la cual, era la persona que más amaba en el mundo entero; no debería de pensar en otra chica que no fuera esa rubia que le había robado su corazón desde la primera vez que la vio.
Estaba mal, y él mismo lo reconocía, pero no podía evitarlo. Ava lo había cautivado de cierta manera. Además, se sentía culpable de que ella se hubiera ido casi corriendo gracias a él, por haberle recordado a sus padres. Si no hubiera tocado ese tema, puede que hubieran platicado un rato más. Claro, antes de que Amara regresará de la boutique a la que había ido a comprar.
Meneo la cabeza, tratando de borrar todo pensamiento que tenía sobre aquella chica de ojos verdosos; los más cautivantes y hermosos que alguna vez había visto.
— ¿Pensando en algún regalo que darle de aniversario a tu novia? —a pesar de que solo haya escuchado esa voz en una ocasión, podía reconocerla a la perfección.
— En realidad pensaba en ti.
Vaya, que directo eres, Ayrton. Te doy diez puntos por tu boca suelta, y cien si Amara no te corta las pelotas por coquetear con otra.
— No creo que le haga gracia a tu novia escuchar eso, Ayrton —el tono de Ava era serio, pero el castaño vislumbró como se habían enrojecido sus mejillas y que traía una sonrisa tímida.
— No, pero… no tiene por qué enterarse, ¿o si, Ava?
— Eh, ¿no?
— Muy bien.
— ¿Y qué hacías solo en un centro comercial tan grande?
— Bueno, en parte si venía a buscar un regalo para Amara, quien por cierto es mi novia, cumplimos dos años mañana y ando buscando qué le daré. Oh, y también vine a buscar un disfraz para mí.
— ¿Disfraz?
— Ah, claro, recién nos conocemos. Supongo que no sabrás que mi cumpleaños fue hace tres días y a modo de celebrarlo, estoy preparando una fiesta de Halloween, bueno, más bien de disfraces, la cual se me acaba de ocurrir.
— Que ingenioso eres.
— Y… fiesta la cual, estás más que cordialmente invitada.
— ¿Qué te hace pensar qué aceptare?
— Tengo tres razones: la primera es que me ayudarás a elegir mi disfraz, el de mi mejor amiga y el de mi novia; la segunda es que me ayudarás a planear la fiesta; y la tercera, pero no menos importante, nunca nadie me ha dicho que no.
— ¿Y qué pasaría si soy la primera persona que te dice que no?
— Haré lo que sea para que me digas que si —Ayrton se sorprendió a sí mismo ante el comportamiento que había tomado. De cierta manera se daba cuenta que estaba coqueteándole a Ava, pero aun así, no se detenía.
Era como si su subconsciente le dijera que siguiera. Y lo hizo, más con la sonrisa tímida de Ava, pero que seguía siendo encantadora.
— Vamos por tu regalo y los disfraces entonces, ¿qué tienes en mente?
— Alicia en el país de las maravillas.
— Por supuesto, ¿sabes? Te queda el papel de sombrerero loco —capto la indirecta al escuchar la risa de la oji verde.
Que risa tan encantadora.
— Es que, lo que tú no sabes, Ava, es que todo me queda bien.
— Vaya, tú también tienes un lado ególatra.
— Cariño… todos los hombres lo tenemos.
±±±
Alec no había recordado algún otro día en el que hubiese llegado tanta gente al local. Se sentía bien el ver tantos rostros durante el día, pero a la vez no, contando con todos los pedidos que tendría. Esta vez no se hallaba en el mostrador cambiando los tickets y ofreciendo solo bebidas llenas de cafeína; se encargaba de atender a las mesas que estaban en el lado noroeste del local. Se habían puesto de acuerdo entre todos los meseros en usar patines, para tomar los pedidos con más rapidez.
— Bienvenido sea a “El cuñado”, ¿gusta ordenar? —estaba inmerso en ver a sus demás compañeros sirviendo en las otras mesas que no prestó atención a la persona que se había sentado.
— Si, vengo por el café que me debes.
— ¿Heather? ¿Qué haces aquí?
— Vine por los dos cafés que me debes, Alec.
— Realmente pensé que ya no volverías—Debía ser honesto, aquella chica lo había encantado por completo, y con el pasar de los días y al ver que no volvía, le entristeció la basta idea de que no la volvería a ver.
— ¿Cómo no iba a volver? Nunca pude probar el café de acá, además, este lugar tiene un aire hogareño que no siento ni en mi casa.
— ¿Así que solo vienes por el café y por el toque hogareño?
— Sabes que también vengo a verte —el castaño no pudo evitar sonrojarse de nuevo y sonreírle por inercia—. Oh, y a invitarte a una fiesta.
— ¿De quién?
— Mi hermano cumple años y va hacer una fiesta de disfraces este viernes para celebrarlo.
— ¿Disfraces? —la última vez que Alec se había disfrazado fue de Superman, y eso ya tenía años.
— Exactamente.
— Si, está bien, iré. Pero… ¿te molestaría si llevo a alguien más?
— ¿Llevarás a tu novia?
— No —no pudo evitar pensar en Jordan—. Llevaría a mis hermanos, si acceden a ir.
— Está bien.
Alec se retiró, y regreso con una taza de café humeante.
— ¿Gusta algo de comer, además de tu café?
— Elige tú mi comida.
— Pero…
— Confío en ti.
— De acuerdo.
Quince minutos después, el castaño salió por la puerta de la cocina con una bandeja de plata y la comida de Heather encima. Se encamino con los patines hacia la mesa en donde estaba su amiga, pero al no fijarse bien, se dio contra un compañero y resbaló, cayendo al piso y terminando cubierto de lechuga y pollo.
— No, ahorita lo limpio yo —detuvo a una compañera suya al ver como traía una escoba y un recogedor.
— ¿Y si mejor me cobras en el mostrador, Alec? Y que mi café sea para llevar —dios, no había sentido tanta vergüenza como ahora. Estaba cubierto de comida, y sabía que Heather hacía un esfuerzo para no reírse.
— Bueno, sería solo un café, así que…
— Y una comida también.
— No, Heather. Se me cayó, ni la comiste, no voy a cobrarlo.
— Hazlo si no quieres verme molesta. Créeme, no querrás ver a una alemana enojada.
— No me hagas esto, por favor —le suplico haciendo un puchero.
— Alec —se rindió ante el tono serio que porto la rubia.
— Gracias, oh y nos vemos el viernes —se despidió alegremente, no sin antes dejar una servilleta con una dirección escrita en ella.
— ¿De qué me podría disfrazar? —pensó en voz alta y vio como un compañero suyo se detenía.
— ¿Por qué no te disfrazas del hombre lechuga, eh?
Genial, ahora seré recordado con ese apodo.
— Que chistoso, Edward.
— Tienes un desastre que limpiar, hombre lechuga.
— Bienvenido sea a “El cuñado”, ¿gusta ordenar? —estaba inmerso en ver a sus demás compañeros sirviendo en las otras mesas que no prestó atención a la persona que se había sentado.
— Si, vengo por el café que me debes.
— ¿Heather? ¿Qué haces aquí?
— Vine por los dos cafés que me debes, Alec.
— Realmente pensé que ya no volverías—Debía ser honesto, aquella chica lo había encantado por completo, y con el pasar de los días y al ver que no volvía, le entristeció la basta idea de que no la volvería a ver.
— ¿Cómo no iba a volver? Nunca pude probar el café de acá, además, este lugar tiene un aire hogareño que no siento ni en mi casa.
— ¿Así que solo vienes por el café y por el toque hogareño?
— Sabes que también vengo a verte —el castaño no pudo evitar sonrojarse de nuevo y sonreírle por inercia—. Oh, y a invitarte a una fiesta.
— ¿De quién?
— Mi hermano cumple años y va hacer una fiesta de disfraces este viernes para celebrarlo.
— ¿Disfraces? —la última vez que Alec se había disfrazado fue de Superman, y eso ya tenía años.
— Exactamente.
— Si, está bien, iré. Pero… ¿te molestaría si llevo a alguien más?
— ¿Llevarás a tu novia?
— No —no pudo evitar pensar en Jordan—. Llevaría a mis hermanos, si acceden a ir.
— Está bien.
Alec se retiró, y regreso con una taza de café humeante.
— ¿Gusta algo de comer, además de tu café?
— Elige tú mi comida.
— Pero…
— Confío en ti.
— De acuerdo.
Quince minutos después, el castaño salió por la puerta de la cocina con una bandeja de plata y la comida de Heather encima. Se encamino con los patines hacia la mesa en donde estaba su amiga, pero al no fijarse bien, se dio contra un compañero y resbaló, cayendo al piso y terminando cubierto de lechuga y pollo.
— No, ahorita lo limpio yo —detuvo a una compañera suya al ver como traía una escoba y un recogedor.
— ¿Y si mejor me cobras en el mostrador, Alec? Y que mi café sea para llevar —dios, no había sentido tanta vergüenza como ahora. Estaba cubierto de comida, y sabía que Heather hacía un esfuerzo para no reírse.
— Bueno, sería solo un café, así que…
— Y una comida también.
— No, Heather. Se me cayó, ni la comiste, no voy a cobrarlo.
— Hazlo si no quieres verme molesta. Créeme, no querrás ver a una alemana enojada.
— No me hagas esto, por favor —le suplico haciendo un puchero.
— Alec —se rindió ante el tono serio que porto la rubia.
— Gracias, oh y nos vemos el viernes —se despidió alegremente, no sin antes dejar una servilleta con una dirección escrita en ella.
— ¿De qué me podría disfrazar? —pensó en voz alta y vio como un compañero suyo se detenía.
— ¿Por qué no te disfrazas del hombre lechuga, eh?
Genial, ahora seré recordado con ese apodo.
— Que chistoso, Edward.
— Tienes un desastre que limpiar, hombre lechuga.
±±±
— ¡Oye, Red! ¿No has visto mi cartera?
— Amigo, hermano, ¿cuántas veces deberé repetirte que es “billetera”? Las carteras son para las mujeres, o dime… ¿ya asumiste el hecho de ser una?
— Idiota.
— Bueno, al menos pensamos lo mismo el uno del otro.
— Red, no cambies el tema, ¿has visto mi billetera?
— Te compraré un pastel de tu sabor favorito por haber dicho finalmente la palabra correcta, y no, no he visto tu preciada cartera.
— Ja, tú también lo dijiste.
— Mierda.
— Dime —Gordon se cruzó de brazos viendo con burla a su compañero de apartamento—, ¿ya asumes tu verdadero género?
— No, es solo que la estupidez es muy contagiosa —y ahora el que tenía la sonrisa burlona era Red.
— Si, alguien me la pego a mí —y antes de obtener una respuesta del castaño, el timbre lo salvo—. ¡Yo voy!
— Te salvaste por la campana, Gordon.
— ¡Es timbre!
— ¡Sabes a lo que me refiero!
— Hola… ¿Hattie?
— Vaya, pensé que no me recordarías, por lo menos mi nombre después de lo tomado que estabas en la cena.
— Ah sí… sobre eso, recuerdo absolutamente todo —las mejillas de Gordon se habían puesto de un color carmesí por la vergüenza de lo sucedido aquella noche.
— Me alegro, me debes un uniforme nuevo.
— Lo haría con todo gusto, pero perdí mi cartera y mis tarjetas estaban dentro.
— ¿Qué no es billetera?
— Maldito seas, Red —mascullo entre dientes al recordar la conversación con su compañero.
— ¡Te escuche!
— ¡Deja de ser tan chismoso!
— ¡En tus sueños!
— Dime, Hattie —comenzó, tras cerrar la puerta del departamento—, ¿qué se te ofrece? Digo… ¿para que soy bueno?
— Para regar bebidas en uniformes nada más.
— Te escuche.
— Ese era el plan, pero a lo que vine —rebusco entre todas las cosas de su bolsa hasta dar con lo que buscaba—: dejaste esto en una de las mesas de la cocina al salir corriendo.
— ¡Mi cartera!
— ¡Billetera!
— ¡Déjame en paz, Red!
— ¿Siempre son así?
— Todo el día, pero… ya me acostumbre, así que sería extraño si no nos peleáramos cada cinco minutos. Se volvió una rutina que a los dos nos gusta, aunque nunca lo lleguemos a admitir.
— Owww, yo también te amo —no sabía que sentimiento era mayor: la molestia ante el hecho que Red estuviera ahí o la vergüenza al tenerlo abrazado enfrente de Hattie.
— Contare cinco segundos, Red, y si no me sueltas, te daré donde más te duele, y sabes que lo hare.
— No te creo.
— Uno.
— Eres una gallina, no te atreves.
— Dos.
— No eres capaz de matar una mosca, mucho menos de golpear a tu mejor amigo.
— Tres —Hattie observo como Gordon elevaba su brazo y la reacción de Red.
— Eres la persona más pacifica que conozco.
— Cuatro, y las personas cambian.
— Vale, te dejo, Grinch. No vuelvo a ser romántico contigo —se queja Red soltando a Gordon, después, voltea hacia la pelirroja, viéndola con suspicacia—. Un gusto, Hattie, por lo visto, mi amigo está aprendiendo de mis habilidades con las chicas. Hizo una buena elección contigo —añadió guiñándole un ojo y retirándose hacia el departamento.
— ¿En qué estábamos, Hattie? —pregunto, proporcionándole una sonrisa llena de vergüenza.
— No sé cómo se mantienen con vida.
— Costumbre.
— Bueno, Gordon, yo solo vine a devolverte tu billetera.
— ¿O sea qué no querías volver a verme?
— ¿Qué? Por supuesto que no, que diga si, pero, agh. No juegues con mi mente —lo señalo con el dedo, pero sintiendo la sangre acumularse en sus mejillas, y la situación empeoro al ver la sonrisa de Gordon.
— Yo no hice nada, pero… aprovechando que estás aquí, te invito a una fiesta.
— ¿Una fiesta?
— Si, veras, nos invitaron a una fiesta de un tal Ayrton Dzvezda, y será de disfraces.
— ¿Cuándo?
— Este viernes.
— Tengo trabajo.
— No es cierto, es Halloween, nadie trabaja en Halloween, pequeña mentirosa.
— Solo en tu mente.
— Oye, no tomes la misma actitud que tiene Red conmigo —aquello de cierta manera le causo gracia a la pelirroja, y no se pudo contener—. Oye… tienes una linda muy risa.
— ¿Una qué? —no podía parar de reírse, llegando a contagiarle al rubio su buen humor.
— Sabes lo que quise decir.
— Vale, vale, perdón. Y dime… ¿de qué piensan ir vestidos?
— En un principio pensábamos ir de Batman y Robin, pero como ya te estoy invitando, y para que no vayas sin pareja, combinemos nuestros disfraces tú y yo.
— De acuerdo, Don yo sé todo en este mundo, ¿de qué iríamos vestidos?
— Fácil, camarada: de Jessy y Woody de toy story.
— ¿Estás bromeando, verdad?
— ¿O prefieres ir vestida de chucky y yo de su diabólica mujer? Digo, tu cabello es rojizo como el de él, y el mío como el de ella.
— Dime que no lo dices en serio.
— No, es más, hasta tu cabello combina.
— Elijó la primera opción.
— Que bueno, además, mi hombría se vería amenazada si iba vestido de mujer.
— No debí haber venido —pensó la oji marrón en voz alta.
— Si… concuerdo de cierta manera contigo. Paso por ti a las siete en donde trabajas.
— ¿Sabes dónde trabajo?
— No, pero lo averiguaré.
— Hasta luego, Gordon.
— ¡Hey! Viernes a las siete, soy puntual, eh. No nos iremos del café hasta verte con tu disfraz.
— ¿Cómo sabes que trabajo en un café?
— Cariño… yo lo sé todo, y más sobre aquellos que quiero como amigos.
— Adiós, raro.
— ¡Adiós, Jessy! —se dirigió nuevamente al departamento y tras varios intentos y darse por vencido, llego a la conclusión de que lo habían dejado fuera, y él no tenía sus llaves consigo— Mierda, Red, me las vas a pagar.
La buena noticia, era que había recuperado su billetera.
— Amigo, hermano, ¿cuántas veces deberé repetirte que es “billetera”? Las carteras son para las mujeres, o dime… ¿ya asumiste el hecho de ser una?
— Idiota.
— Bueno, al menos pensamos lo mismo el uno del otro.
— Red, no cambies el tema, ¿has visto mi billetera?
— Te compraré un pastel de tu sabor favorito por haber dicho finalmente la palabra correcta, y no, no he visto tu preciada cartera.
— Ja, tú también lo dijiste.
— Mierda.
— Dime —Gordon se cruzó de brazos viendo con burla a su compañero de apartamento—, ¿ya asumes tu verdadero género?
— No, es solo que la estupidez es muy contagiosa —y ahora el que tenía la sonrisa burlona era Red.
— Si, alguien me la pego a mí —y antes de obtener una respuesta del castaño, el timbre lo salvo—. ¡Yo voy!
— Te salvaste por la campana, Gordon.
— ¡Es timbre!
— ¡Sabes a lo que me refiero!
— Hola… ¿Hattie?
— Vaya, pensé que no me recordarías, por lo menos mi nombre después de lo tomado que estabas en la cena.
— Ah sí… sobre eso, recuerdo absolutamente todo —las mejillas de Gordon se habían puesto de un color carmesí por la vergüenza de lo sucedido aquella noche.
— Me alegro, me debes un uniforme nuevo.
— Lo haría con todo gusto, pero perdí mi cartera y mis tarjetas estaban dentro.
— ¿Qué no es billetera?
— Maldito seas, Red —mascullo entre dientes al recordar la conversación con su compañero.
— ¡Te escuche!
— ¡Deja de ser tan chismoso!
— ¡En tus sueños!
— Dime, Hattie —comenzó, tras cerrar la puerta del departamento—, ¿qué se te ofrece? Digo… ¿para que soy bueno?
— Para regar bebidas en uniformes nada más.
— Te escuche.
— Ese era el plan, pero a lo que vine —rebusco entre todas las cosas de su bolsa hasta dar con lo que buscaba—: dejaste esto en una de las mesas de la cocina al salir corriendo.
— ¡Mi cartera!
— ¡Billetera!
— ¡Déjame en paz, Red!
— ¿Siempre son así?
— Todo el día, pero… ya me acostumbre, así que sería extraño si no nos peleáramos cada cinco minutos. Se volvió una rutina que a los dos nos gusta, aunque nunca lo lleguemos a admitir.
— Owww, yo también te amo —no sabía que sentimiento era mayor: la molestia ante el hecho que Red estuviera ahí o la vergüenza al tenerlo abrazado enfrente de Hattie.
— Contare cinco segundos, Red, y si no me sueltas, te daré donde más te duele, y sabes que lo hare.
— No te creo.
— Uno.
— Eres una gallina, no te atreves.
— Dos.
— No eres capaz de matar una mosca, mucho menos de golpear a tu mejor amigo.
— Tres —Hattie observo como Gordon elevaba su brazo y la reacción de Red.
— Eres la persona más pacifica que conozco.
— Cuatro, y las personas cambian.
— Vale, te dejo, Grinch. No vuelvo a ser romántico contigo —se queja Red soltando a Gordon, después, voltea hacia la pelirroja, viéndola con suspicacia—. Un gusto, Hattie, por lo visto, mi amigo está aprendiendo de mis habilidades con las chicas. Hizo una buena elección contigo —añadió guiñándole un ojo y retirándose hacia el departamento.
— ¿En qué estábamos, Hattie? —pregunto, proporcionándole una sonrisa llena de vergüenza.
— No sé cómo se mantienen con vida.
— Costumbre.
— Bueno, Gordon, yo solo vine a devolverte tu billetera.
— ¿O sea qué no querías volver a verme?
— ¿Qué? Por supuesto que no, que diga si, pero, agh. No juegues con mi mente —lo señalo con el dedo, pero sintiendo la sangre acumularse en sus mejillas, y la situación empeoro al ver la sonrisa de Gordon.
— Yo no hice nada, pero… aprovechando que estás aquí, te invito a una fiesta.
— ¿Una fiesta?
— Si, veras, nos invitaron a una fiesta de un tal Ayrton Dzvezda, y será de disfraces.
— ¿Cuándo?
— Este viernes.
— Tengo trabajo.
— No es cierto, es Halloween, nadie trabaja en Halloween, pequeña mentirosa.
— Solo en tu mente.
— Oye, no tomes la misma actitud que tiene Red conmigo —aquello de cierta manera le causo gracia a la pelirroja, y no se pudo contener—. Oye… tienes una linda muy risa.
— ¿Una qué? —no podía parar de reírse, llegando a contagiarle al rubio su buen humor.
— Sabes lo que quise decir.
— Vale, vale, perdón. Y dime… ¿de qué piensan ir vestidos?
— En un principio pensábamos ir de Batman y Robin, pero como ya te estoy invitando, y para que no vayas sin pareja, combinemos nuestros disfraces tú y yo.
— De acuerdo, Don yo sé todo en este mundo, ¿de qué iríamos vestidos?
— Fácil, camarada: de Jessy y Woody de toy story.
— ¿Estás bromeando, verdad?
— ¿O prefieres ir vestida de chucky y yo de su diabólica mujer? Digo, tu cabello es rojizo como el de él, y el mío como el de ella.
— Dime que no lo dices en serio.
— No, es más, hasta tu cabello combina.
— Elijó la primera opción.
— Que bueno, además, mi hombría se vería amenazada si iba vestido de mujer.
— No debí haber venido —pensó la oji marrón en voz alta.
— Si… concuerdo de cierta manera contigo. Paso por ti a las siete en donde trabajas.
— ¿Sabes dónde trabajo?
— No, pero lo averiguaré.
— Hasta luego, Gordon.
— ¡Hey! Viernes a las siete, soy puntual, eh. No nos iremos del café hasta verte con tu disfraz.
— ¿Cómo sabes que trabajo en un café?
— Cariño… yo lo sé todo, y más sobre aquellos que quiero como amigos.
— Adiós, raro.
— ¡Adiós, Jessy! —se dirigió nuevamente al departamento y tras varios intentos y darse por vencido, llego a la conclusión de que lo habían dejado fuera, y él no tenía sus llaves consigo— Mierda, Red, me las vas a pagar.
La buena noticia, era que había recuperado su billetera.
±±±
Ya tenía un buen rato que no visitaba su antiguo hogar. Aunque debía ser honesto, esa casa donde aún vivían sus madres y su hermano seguiría siendo su primer y único hogar. Creía que se iba a encontrar con sus madres, pero tal parece que las dos habían ido de compras. Escucho un ruido en la segunda planta, así que supuso que su hermano se hallaba en casa. Apagó una por una cada luz del primer piso, para subir con delicadeza cada escalón, tratando de hacer el menor ruido posible para no delatarse. Estando en el segundo piso, hizo lo mismo, hasta dejar tono en plena oscuridad, teniendo como única iluminación la luz que emanaba la luna esa noche… ¿por qué no aprovechar que es de noche y su hermano no sabía de su llegada para poder darle un ligero susto? Abrió con lentitud la puerta que daba a la habitación de Dante, se asomó por la pequeña abertura y para su suerte, el castaño estaba distraído escuchando música de su celular con los audífonos puestos dándole la espalda a la entrada de su cuarto. Estiró su brazo, hasta dar con el interruptor de la luz y todo quedo en suma oscuridad.
Se recargó sobre la pared del pasillo, esperando a que su hermano saliera para espantarlo.
— ¿Hola? ¿Mama, ya volvieron del súper? —pudo distinguir un liguero tono de nerviosismo y las ganas de reírse empezaban a aumentar.
Oh, disfrutaré de esto.
— ¿Mama? ¿Se fue la luz? —espero a que el oji marrón salió por completo de la habitación para decir:
— Oye, Dante… ¿cómo está Eddy? —debía haber grabado ese momento en el que su hermano grito como una pequeña niña de 5 años mientras se tapaba la cara y diciendo atropelladamente que no lo comieran. No recordaba cuando fue la última vez que se había reído tanto como ahora.
— ¿Gordon?
— ¿Quién más, gallina?
— Eres un monstruo.
— Ya, bueno pues, discúlpame, hermanito, pero debes admitir que fue muy gracioso: “no me comas, no me comas” —chillo imitándolo. Dante no sabía si sentirse avergonzado por haber gritado o molesto por haber caído en la broma del rubio.
— No lo fue, y a todo esto… ¿Quién es Eddy?
— Estás de broma.
— ¿Debería?
— ¡Mi pez, Dante! Eddy es el pez que deje a tu cuidado, ¿o ya se te olvido…? —no termino la pregunta si adentro en la habitación de su hermano buscando su pecera.
— ¿Creías que dejaría morir a tu precioso pez dorado?
— Bueno, no dijiste eso con los dos anteriores.
— La tercera es la vencida —ambos se dirigieron al primer piso, prendiendo cada luz de la casa durante el trayecto a la cocina.
Gordon se encargó de hacer chocolate caliente mientras Dante buscaba alguna película buena en la televisión.
— ¿Sabes? Ya extrañaba este lugar —habló saliendo de la cocina con dos tazas de chocolate.
— Deberías visitarnos más seguido.
— Eso haré, no es lo mismo vivir solo con una persona.
— ¿Red sigue igual de molesto? —comento con burla el castaño dándole un trago al chocolate.
— Eso jamás cambiará.
Se recargó sobre la pared del pasillo, esperando a que su hermano saliera para espantarlo.
— ¿Hola? ¿Mama, ya volvieron del súper? —pudo distinguir un liguero tono de nerviosismo y las ganas de reírse empezaban a aumentar.
Oh, disfrutaré de esto.
— ¿Mama? ¿Se fue la luz? —espero a que el oji marrón salió por completo de la habitación para decir:
— Oye, Dante… ¿cómo está Eddy? —debía haber grabado ese momento en el que su hermano grito como una pequeña niña de 5 años mientras se tapaba la cara y diciendo atropelladamente que no lo comieran. No recordaba cuando fue la última vez que se había reído tanto como ahora.
— ¿Gordon?
— ¿Quién más, gallina?
— Eres un monstruo.
— Ya, bueno pues, discúlpame, hermanito, pero debes admitir que fue muy gracioso: “no me comas, no me comas” —chillo imitándolo. Dante no sabía si sentirse avergonzado por haber gritado o molesto por haber caído en la broma del rubio.
— No lo fue, y a todo esto… ¿Quién es Eddy?
— Estás de broma.
— ¿Debería?
— ¡Mi pez, Dante! Eddy es el pez que deje a tu cuidado, ¿o ya se te olvido…? —no termino la pregunta si adentro en la habitación de su hermano buscando su pecera.
— ¿Creías que dejaría morir a tu precioso pez dorado?
— Bueno, no dijiste eso con los dos anteriores.
— La tercera es la vencida —ambos se dirigieron al primer piso, prendiendo cada luz de la casa durante el trayecto a la cocina.
Gordon se encargó de hacer chocolate caliente mientras Dante buscaba alguna película buena en la televisión.
— ¿Sabes? Ya extrañaba este lugar —habló saliendo de la cocina con dos tazas de chocolate.
— Deberías visitarnos más seguido.
— Eso haré, no es lo mismo vivir solo con una persona.
— ¿Red sigue igual de molesto? —comento con burla el castaño dándole un trago al chocolate.
— Eso jamás cambiará.
±±±
Entre risa y broma con Red y Hattie la noche iba de maravilla. Hacía mucho que Gordon no disfrutaba tanto de una buena fiesta, siendo precisos desde lo ocurrido con Jordan. Y hablando de ella… ¿hacía cuanto no la veía? ¿Hacía cuanto no se encontraban en la misma habitación? Había perdido la cuenta desde la última vez que vio aquella sonrisa tan resplandeciente que le subía el ánimo en cualquier momento.
En estos momentos tenía una perfecta vista de esa melena larga y oscura recogida en una alta coleta. Quito su atención de lo que sea que estaba platicando Red para ponerla en la persona que se hallaba a pocos metros de él, riendo tan animadamente mientras platicaba con un castaño que no había visto nunca en su vida.
La siguió con la mirada hasta que ella se adentró a la cocina.
Es ahora o nunca, Gordon.
No lo pensó dos veces, se levantó del sillón de cuero y dio pasos largos hasta llegar a la cocina. Se detuvo en el marco de la puerta, observando a Jordan servirse un vaso de refresco, estando de espaldas.
— Joe —ni en un millón de años olvidaría al propietario de esa voz. El vaso de cristal se resbalo de su mano, quedando solo pedazos de él sobre el piso.
Pedazos que podrían representar el corazón de Jordan.
Se quedó como una estatua en donde estaba, sin querer darse vuelta y ver de nuevo aquel cabello dorado, a aquellos ojos azulados, aquella sonrisa reluciente… No quería volver a ver a la persona que le dio tantos momentos felices, pero a la vez, tantos momentos de tristeza. Comenzó a sollozar, tratando de controlar todos los sentimientos que intentaban salir.
— ¿Joe, estás bien?
— Gordon, déjame sola.
— Debemos hablar.
— No —se volteó, viéndolo por fin a los ojos—. No tenemos nada de qué hablar —saco fuerzas de donde no sabía para lograr retener las lágrimas. No se permitiría llorar enfrente de él—. Tú dijiste lo que tenías que decir hace 7 meses, sin dejarme hablar, ahora te pido que sigamos como estamos, haciendo de cuenta que nunca nos conocimos.
— Joe… yo… perdona.
— No es tan fácil, Gordon —no dijo más y se retiró corriendo de la cocina, lo más lejos de él para no verlo otra vez.
En estos momentos tenía una perfecta vista de esa melena larga y oscura recogida en una alta coleta. Quito su atención de lo que sea que estaba platicando Red para ponerla en la persona que se hallaba a pocos metros de él, riendo tan animadamente mientras platicaba con un castaño que no había visto nunca en su vida.
La siguió con la mirada hasta que ella se adentró a la cocina.
Es ahora o nunca, Gordon.
No lo pensó dos veces, se levantó del sillón de cuero y dio pasos largos hasta llegar a la cocina. Se detuvo en el marco de la puerta, observando a Jordan servirse un vaso de refresco, estando de espaldas.
— Joe —ni en un millón de años olvidaría al propietario de esa voz. El vaso de cristal se resbalo de su mano, quedando solo pedazos de él sobre el piso.
Pedazos que podrían representar el corazón de Jordan.
Se quedó como una estatua en donde estaba, sin querer darse vuelta y ver de nuevo aquel cabello dorado, a aquellos ojos azulados, aquella sonrisa reluciente… No quería volver a ver a la persona que le dio tantos momentos felices, pero a la vez, tantos momentos de tristeza. Comenzó a sollozar, tratando de controlar todos los sentimientos que intentaban salir.
— ¿Joe, estás bien?
— Gordon, déjame sola.
— Debemos hablar.
— No —se volteó, viéndolo por fin a los ojos—. No tenemos nada de qué hablar —saco fuerzas de donde no sabía para lograr retener las lágrimas. No se permitiría llorar enfrente de él—. Tú dijiste lo que tenías que decir hace 7 meses, sin dejarme hablar, ahora te pido que sigamos como estamos, haciendo de cuenta que nunca nos conocimos.
— Joe… yo… perdona.
— No es tan fácil, Gordon —no dijo más y se retiró corriendo de la cocina, lo más lejos de él para no verlo otra vez.
±±±
— Bunny, ¿has visto a Amara? —Ayrton la había estado buscando por toda la casa desde la última hora y no había rastro de su novia.
Se sentía preocupado al pensar que pudo haberle pasado algo, pero también molesto. Es decir, era su fiesta de cumpleaños y ella en vez de estar a su lado se iba a otra parte. Comenzaba a sentir que ya no quería pasar ni cinco minutos junto a él.
— No, Ayrton, no la he visto desde hace rato, pero tal vez este en el patio, saber que le gusta ver el cielo estrellado —la rubia no sabía que más decir. Ni ella sabía dónde estaba Amara, pero no quería que su mejor amigo sospechara de algo.
— Mierda.
— Hey, esas palabras no se pronuncian estando yo presente.
— Disculpa, es solo que… quiero darle algo.
— Dime, dime, dime, dime, dime, ¿qué le quieres dar?
— No es tanto como un regalo para mí, pero le podríamos decir así ya que es algo que le quiero dar por los dos años que llevamos juntos.
— Ayrton Dzvezda, me matas de angustia, y sabes que soy muy curiosa. ¿Qué le vas a dar a Amara?
— Ya, ya, de todas maneras, a ti no te puedo ocultar nada, y siempre le das el visto bueno a los regalos que le doy a Amara —saco de su bolsillo del pantalón marrón que llevaba puesto una pequeña caja de terciopelo rojo. La abrió para mostrarle el contenido a su mejor amiga, y ella sintió como si el alma se le cayera hasta los pies.
Era un anillo de compromiso lo que estaba dentro de la caja.
— Oh dios, Ayrton…
— ¿Qué dices? ¿Crees que le guste?
— Es hermoso sin duda alguna —Bunny elevo la mirada hacia los ojos color esmeralda de su amigo, y vio como brillaban de la emoción. Se sentía fatal al verlo tan feliz, pero no podía decir nada. Le dio su palabra a Amara, por mucho que se odiara por aquello—. ¿Pero estás seguro de esto, Ayrton?
— Bunny, amo a Amara más que a mi propia vida. La amo desde el primer momento en que la vi paseando por las calles de Alemania. Cuando mis padres pidieron una ciudad a la cual mudarnos, mis hermanos me apoyaron para venirnos a Illionis, y siempre estaré agradecido con ellos por eso. No veo un futuro a lado de alguien más que no sea ella.
— Te creo, pero vale, ¿por qué no le marcas a su teléfono y le dices que le quieres ver para darle algo?
— Ahora ya sé por qué eres mi mejor amiga —comento antes de salir corriendo a su habitación por su celular—. ¡Gracias!
Estando ya en su amplia recamara, rebusco entre sus pertenencias hasta dar con su teléfono. Busco en el cajón de la mesita de noche, y encontró la pulsera que Amara le regalo antier por su segundo aniversario. Era una pulsera de oro puro, con las iniciales de ambos impregnadas. La había guardado ahí dentro para no perderla durante el festejo de esta noche, pero hizo eso a un lado y se la coloco por dos sencillas razones: le gustaba, y porque Amara se molestaría si no se lo veía puesto. Encontró su celular a un lado y tecleo el número de su novia, en el tercer sonido contesto.
— ¿Ayrton, dónde estás? —escuchaba música, así que se tranquilizó un poco al asegurar que ella estaba en la fiesta.
— ¿En mi fiesta tal vez? —sí, estaba molesto, pero esperaba que ella no se diera cuenta de su tono de voz.
— No te veo entre toda esta multitud, y me cuesta escucharte un poco.
— Te veo en cinco minutos en la sala, amor, necesito darte algo.
— De acuerdo.
Guardo el teléfono y emprendió camino con paso rápido hacia la sala situada en la parte de atrás de la casa. Distinguió el disfraz de la reina roja entre la multitud y se acercó.
— Hola, mi reina de corazones —la abrazó por detrás, notando que ella estaba platicando animadamente con Dante y con Bunny.
— Hola, mi sombrerero loco —lo saludo, dándole un beso en la mejilla.
— ¡Tía, ahora! —de pronto la música dejo de escucharse, y empezaron los sonidos se protesta.
— ¿Ayrton, por qué apagaste la música?
— Necesito preguntarte algo —respiro hondo y se arrodillo enfrente de su amada, abriendo la pequeña caja y mostrándole a ella y a los demás el anillo—. Sé que tal vez no te esperabas esto ahora, ni mucho menos que lo hiciera en una fiesta de disfraces. Pero estoy arrodillado justo ahora para decirte, Amara Beckett, que me enamore como loco de ti desde el primer día en que te vi con aquellas bolsas de compras. Habíamos acordado que solo sería una relación durante las vacaciones en las que tú estuvieras en Alemania, pero te llegue a amar en esos tres meses que se me hizo difícil ponerle fin a lo nuestro. Han sido los mejores dos años de mi vida, gracias a ti. Así que, mi reina de corazones, ¿me harías el honor de ser mi esposa?
La rubia no cabía de felicidad ante esas palabras y ante la petición, pero de igual manera, el sentimiento de culpa tenía un gran peso en esos momentos. Aun así, no iba a decirle que no a Ayrton en frente de todo el mundo, eso solo le rompería el corazón y no se lo perdonaría. Así que se tragó el sentimiento de culpa, acepto la propuesta, dejo que su novio le colocara el anillo y se lanzó a sus brazos.
El salón rompió en aplausos y en felicitaciones para la pareja, y Ayrton no cabía de felicidad. Se iba a casar con Amara y aquello ya era suficiente razón para estar feliz por lo que resta de la noche.
Se sentía preocupado al pensar que pudo haberle pasado algo, pero también molesto. Es decir, era su fiesta de cumpleaños y ella en vez de estar a su lado se iba a otra parte. Comenzaba a sentir que ya no quería pasar ni cinco minutos junto a él.
— No, Ayrton, no la he visto desde hace rato, pero tal vez este en el patio, saber que le gusta ver el cielo estrellado —la rubia no sabía que más decir. Ni ella sabía dónde estaba Amara, pero no quería que su mejor amigo sospechara de algo.
— Mierda.
— Hey, esas palabras no se pronuncian estando yo presente.
— Disculpa, es solo que… quiero darle algo.
— Dime, dime, dime, dime, dime, ¿qué le quieres dar?
— No es tanto como un regalo para mí, pero le podríamos decir así ya que es algo que le quiero dar por los dos años que llevamos juntos.
— Ayrton Dzvezda, me matas de angustia, y sabes que soy muy curiosa. ¿Qué le vas a dar a Amara?
— Ya, ya, de todas maneras, a ti no te puedo ocultar nada, y siempre le das el visto bueno a los regalos que le doy a Amara —saco de su bolsillo del pantalón marrón que llevaba puesto una pequeña caja de terciopelo rojo. La abrió para mostrarle el contenido a su mejor amiga, y ella sintió como si el alma se le cayera hasta los pies.
Era un anillo de compromiso lo que estaba dentro de la caja.
— Oh dios, Ayrton…
— ¿Qué dices? ¿Crees que le guste?
— Es hermoso sin duda alguna —Bunny elevo la mirada hacia los ojos color esmeralda de su amigo, y vio como brillaban de la emoción. Se sentía fatal al verlo tan feliz, pero no podía decir nada. Le dio su palabra a Amara, por mucho que se odiara por aquello—. ¿Pero estás seguro de esto, Ayrton?
— Bunny, amo a Amara más que a mi propia vida. La amo desde el primer momento en que la vi paseando por las calles de Alemania. Cuando mis padres pidieron una ciudad a la cual mudarnos, mis hermanos me apoyaron para venirnos a Illionis, y siempre estaré agradecido con ellos por eso. No veo un futuro a lado de alguien más que no sea ella.
— Te creo, pero vale, ¿por qué no le marcas a su teléfono y le dices que le quieres ver para darle algo?
— Ahora ya sé por qué eres mi mejor amiga —comento antes de salir corriendo a su habitación por su celular—. ¡Gracias!
Estando ya en su amplia recamara, rebusco entre sus pertenencias hasta dar con su teléfono. Busco en el cajón de la mesita de noche, y encontró la pulsera que Amara le regalo antier por su segundo aniversario. Era una pulsera de oro puro, con las iniciales de ambos impregnadas. La había guardado ahí dentro para no perderla durante el festejo de esta noche, pero hizo eso a un lado y se la coloco por dos sencillas razones: le gustaba, y porque Amara se molestaría si no se lo veía puesto. Encontró su celular a un lado y tecleo el número de su novia, en el tercer sonido contesto.
— ¿Ayrton, dónde estás? —escuchaba música, así que se tranquilizó un poco al asegurar que ella estaba en la fiesta.
— ¿En mi fiesta tal vez? —sí, estaba molesto, pero esperaba que ella no se diera cuenta de su tono de voz.
— No te veo entre toda esta multitud, y me cuesta escucharte un poco.
— Te veo en cinco minutos en la sala, amor, necesito darte algo.
— De acuerdo.
Guardo el teléfono y emprendió camino con paso rápido hacia la sala situada en la parte de atrás de la casa. Distinguió el disfraz de la reina roja entre la multitud y se acercó.
— Hola, mi reina de corazones —la abrazó por detrás, notando que ella estaba platicando animadamente con Dante y con Bunny.
— Hola, mi sombrerero loco —lo saludo, dándole un beso en la mejilla.
— ¡Tía, ahora! —de pronto la música dejo de escucharse, y empezaron los sonidos se protesta.
— ¿Ayrton, por qué apagaste la música?
— Necesito preguntarte algo —respiro hondo y se arrodillo enfrente de su amada, abriendo la pequeña caja y mostrándole a ella y a los demás el anillo—. Sé que tal vez no te esperabas esto ahora, ni mucho menos que lo hiciera en una fiesta de disfraces. Pero estoy arrodillado justo ahora para decirte, Amara Beckett, que me enamore como loco de ti desde el primer día en que te vi con aquellas bolsas de compras. Habíamos acordado que solo sería una relación durante las vacaciones en las que tú estuvieras en Alemania, pero te llegue a amar en esos tres meses que se me hizo difícil ponerle fin a lo nuestro. Han sido los mejores dos años de mi vida, gracias a ti. Así que, mi reina de corazones, ¿me harías el honor de ser mi esposa?
La rubia no cabía de felicidad ante esas palabras y ante la petición, pero de igual manera, el sentimiento de culpa tenía un gran peso en esos momentos. Aun así, no iba a decirle que no a Ayrton en frente de todo el mundo, eso solo le rompería el corazón y no se lo perdonaría. Así que se tragó el sentimiento de culpa, acepto la propuesta, dejo que su novio le colocara el anillo y se lanzó a sus brazos.
El salón rompió en aplausos y en felicitaciones para la pareja, y Ayrton no cabía de felicidad. Se iba a casar con Amara y aquello ya era suficiente razón para estar feliz por lo que resta de la noche.
±±±
— Ugh, tanto amor me provoca nauseas —se detuvo Emmet en la puerta de la cocina al escuchar el sollozo de alguien—. Oh, disculpa.
— No por favor, no te disculpes. Tú no tienes la culpa de que no sepa controlar lo suficiente a mis emociones estando en público, así que… ¿te estás riendo? —Jordan se comenzó a sentir algo estúpida ante el hecho de que el castaño se estuviera burlando de su sufrimiento.
— No, no, para nada, discúlpame tú a mí. Es solo que… hace mucho no hablaba con una chica, claro, una que no fuera mi hermana.
— Te creo.
— Tienes que, no tendría por qué mentirte, a no ser de que me desagradaras.
— ¿Te desagrado?
— No, hasta el momento me estás agradando mucho, y eso es ya un milagro para mí dentro de la vida de mierda que ya llevo de por sí —la morena se sorprendió por la sinceridad que había en las palabras del chico, y hasta él mismo se sorprendió.
No hablaba de su vida con alguien que no fuera o Bree o Xavier desde hace…, bueno, ciertamente, le desagradaba el recordar desde hace cuánto.
— Jordan —tendió su mano a modo de saludo, y lo mismo hizo el castaño.
— Emmerson. Un gusto, chica con nombre de chico —ver la sonrisa de Jordan, y de cierta forma saber que él la causo, lo hizo sentir bien.
— Dime, Emmet… ¿te puedo decir así, cierto?
— No —la cara de Jordan se transformó por completo y él solo atino a reírse un poco—. Es broma, claro que puedes.
— Que chistoso eres.
— Hacia mucho que no me decían eso la verdad.
— Dime, ¿cómo diste a parar en esta fiesta?
— Uh, larga historia, Jordan.
— Tenemos toda la noche —Emmet no evito sonreír, tal vez por inercia o porque la chica le agradaba demasiado. Tenía mucho tiempo que no se sentaba a platicar con alguien que no fuera su hermana o su mejor amigo. Y debía ser sincero: estaba disfrutando de la compañía de Jordan.
— No por favor, no te disculpes. Tú no tienes la culpa de que no sepa controlar lo suficiente a mis emociones estando en público, así que… ¿te estás riendo? —Jordan se comenzó a sentir algo estúpida ante el hecho de que el castaño se estuviera burlando de su sufrimiento.
— No, no, para nada, discúlpame tú a mí. Es solo que… hace mucho no hablaba con una chica, claro, una que no fuera mi hermana.
— Te creo.
— Tienes que, no tendría por qué mentirte, a no ser de que me desagradaras.
— ¿Te desagrado?
— No, hasta el momento me estás agradando mucho, y eso es ya un milagro para mí dentro de la vida de mierda que ya llevo de por sí —la morena se sorprendió por la sinceridad que había en las palabras del chico, y hasta él mismo se sorprendió.
No hablaba de su vida con alguien que no fuera o Bree o Xavier desde hace…, bueno, ciertamente, le desagradaba el recordar desde hace cuánto.
— Jordan —tendió su mano a modo de saludo, y lo mismo hizo el castaño.
— Emmerson. Un gusto, chica con nombre de chico —ver la sonrisa de Jordan, y de cierta forma saber que él la causo, lo hizo sentir bien.
— Dime, Emmet… ¿te puedo decir así, cierto?
— No —la cara de Jordan se transformó por completo y él solo atino a reírse un poco—. Es broma, claro que puedes.
— Que chistoso eres.
— Hacia mucho que no me decían eso la verdad.
— Dime, ¿cómo diste a parar en esta fiesta?
— Uh, larga historia, Jordan.
— Tenemos toda la noche —Emmet no evito sonreír, tal vez por inercia o porque la chica le agradaba demasiado. Tenía mucho tiempo que no se sentaba a platicar con alguien que no fuera su hermana o su mejor amigo. Y debía ser sincero: estaba disfrutando de la compañía de Jordan.
±±±
— ¿Hey, te encuentras bien? —el castaño vio cómo su hermano estaba con la mirada pérdida, pero no serio, si no que portaba una sonrisa, de esas que te delatan como si recordaras un momento agradable.
— La vi, Dante, la vi —de alguna forma retorcida que ni él mismo entendía no dejaba de sonreír. A pesar de todo, le había alegrado por completo la noche el volver a verla.
— ¿De quién hablas, Gordon?
— De Jordan, la volví a ver.
— ¿Dónde?
— Aquí, hace un momento. La seguí hasta la cocina.
— ¿Y pudieron hablar?
— No —respondió con desaliento—. Apenas pronuncie su nombre y se fue de la habitación.
— Que raro —Fue lo único que dijo Dante para que Gordon no quisiera decir algo más.
Dante nunca supo con exactitud el por qué se habían separado. Solo supo que terminaron y en buenos términos. Gordon nunca quiso profundizar y contarle toda la historia; decirle que él le rompió el corazón a Jordan. Tal vez Dante terminaría odiándolo y no lo culparía.
Ciertamente, él se odiaba así mismo por lo sucedido.
— ¿Pero estás bien?
— Si, Dante, no te preocupes.
— De todas formas, hablamos en la casa, mama y mama me pidieron que hoy te quedarás con nosotros, y no voy a escuchar alguna objeción.
— Por supuesto —de pronto, la pequeña alegría que había sentido al ver de nuevo a la morena se iban desvaneciendo conforme pasaban los minutos.
Tomó otro envase de cerveza, y antes de darle un trago, Hattie se acercó para hacerle compañía.
— ¿El chavo que se acaba de ir era tu hermano?
— Sí.
— Realmente no se parecen mucho que digamos.
— Eso se debe a que somos adoptados. Mi familia no es lo que todo el mundo llamaría “normal”. Tengo dos madres maravillosas que tenían tanto amar para dar que adoptaron a dos pequeños. Primero a mí y luego a Dante.
— Woao.
— Tal vez no son familia de sangre, pero sí de corazón, y los amo más que a nada en este mundo.
— ¿Y qué hay de esa chica que viste hace un momento y te puso tan mal?
— Se llama Jordan.
— Lo dices en un tono triste.
— Digamos que las cosas no terminaron tan bien entre nosotros —ya había pasado un buen rato que no platicaba con alguien de ese tema. Puede que meses que no hablaba con alguien sobre lo ocurrido con Jordan.
— ¿Quieres hablar de eso? —no sabía si quería contarle eso a alguien, en específico a Hattie. La única persona que sabía cada detalle de lo ocurrido era Red, ni siquiera Dante, su hermano, porque sabía de más que le daría la paliza que tanto merecía.
Sus madres y su hermano se habían encariñado con Jordan durante los siete años de relación, lo suficiente como para defenderla de todo aquel que se atreviera a lastimarla. ¿Qué pensarían si se enterarán de cómo fue realmente que terminaron?
— No era lo suficientemente bueno para ella, Hattie.
— Dudo eso. Créeme cuando te digo que en el poco tiempo que nos hemos tratado, puedo ver que eres alguien que vale la pena conocer —quería llorar. No sabía exactamente por qué, pero quería hacerlo.
Gordon llevaba reteniendo mucho tiempo el sentimiento de tristeza, soledad, añoranza y melancolía, que sentía que si no lo sacaba de una vez, explotaría tarde o temprano. Pero trato de contenerlo por un rato más, hasta llegar a su departamento, estando recostado sobre su cama y esperando a que Red cayera dormido para sacar todo el dolor que llevaba reteniendo estos meses.
— Mejor no me sobreestimes, Hattie, puedes llevarte una gran decepción —puede que la honestidad de sus palabras en estos momentos se deba a los vasos de alcohol que ya llevaba en su organismo.
— De acuerdo, solo me queda decirte que acá tendrás una amiga que estará más que dispuesta a escucharte cuando lo necesites —vio como la trenza pelirroja se comenzaba a alejar, pero él no quería que se fuera.
— Yo fui quien lo hecho todo a perder. Yo mismo provoque el dolor que estoy sintiendo desde hace 7 meses, mismo dolor que le cause a la única persona que amaré por el resto de mi vida, y jamás me lo voy a perdonar —Hattie se sentó en el sofá a su lado sin decir nada, mientras escuchaba el relato de cómo Gordon había terminado con Jordan, de cómo se lamentaba por aquello cada día de su vida desde aquella noche, de cómo se odiaba así mismo por haber herido a Jordan, del gran amor que aún sentía por ella, de cómo la recordaba cada día y cada noche, y de cómo deseaba hablarle de nuevo, aclarar las cosas y estar junto a ella otra vez hasta el último día de su vida.
— La vi, Dante, la vi —de alguna forma retorcida que ni él mismo entendía no dejaba de sonreír. A pesar de todo, le había alegrado por completo la noche el volver a verla.
— ¿De quién hablas, Gordon?
— De Jordan, la volví a ver.
— ¿Dónde?
— Aquí, hace un momento. La seguí hasta la cocina.
— ¿Y pudieron hablar?
— No —respondió con desaliento—. Apenas pronuncie su nombre y se fue de la habitación.
— Que raro —Fue lo único que dijo Dante para que Gordon no quisiera decir algo más.
Dante nunca supo con exactitud el por qué se habían separado. Solo supo que terminaron y en buenos términos. Gordon nunca quiso profundizar y contarle toda la historia; decirle que él le rompió el corazón a Jordan. Tal vez Dante terminaría odiándolo y no lo culparía.
Ciertamente, él se odiaba así mismo por lo sucedido.
— ¿Pero estás bien?
— Si, Dante, no te preocupes.
— De todas formas, hablamos en la casa, mama y mama me pidieron que hoy te quedarás con nosotros, y no voy a escuchar alguna objeción.
— Por supuesto —de pronto, la pequeña alegría que había sentido al ver de nuevo a la morena se iban desvaneciendo conforme pasaban los minutos.
Tomó otro envase de cerveza, y antes de darle un trago, Hattie se acercó para hacerle compañía.
— ¿El chavo que se acaba de ir era tu hermano?
— Sí.
— Realmente no se parecen mucho que digamos.
— Eso se debe a que somos adoptados. Mi familia no es lo que todo el mundo llamaría “normal”. Tengo dos madres maravillosas que tenían tanto amar para dar que adoptaron a dos pequeños. Primero a mí y luego a Dante.
— Woao.
— Tal vez no son familia de sangre, pero sí de corazón, y los amo más que a nada en este mundo.
— ¿Y qué hay de esa chica que viste hace un momento y te puso tan mal?
— Se llama Jordan.
— Lo dices en un tono triste.
— Digamos que las cosas no terminaron tan bien entre nosotros —ya había pasado un buen rato que no platicaba con alguien de ese tema. Puede que meses que no hablaba con alguien sobre lo ocurrido con Jordan.
— ¿Quieres hablar de eso? —no sabía si quería contarle eso a alguien, en específico a Hattie. La única persona que sabía cada detalle de lo ocurrido era Red, ni siquiera Dante, su hermano, porque sabía de más que le daría la paliza que tanto merecía.
Sus madres y su hermano se habían encariñado con Jordan durante los siete años de relación, lo suficiente como para defenderla de todo aquel que se atreviera a lastimarla. ¿Qué pensarían si se enterarán de cómo fue realmente que terminaron?
— No era lo suficientemente bueno para ella, Hattie.
— Dudo eso. Créeme cuando te digo que en el poco tiempo que nos hemos tratado, puedo ver que eres alguien que vale la pena conocer —quería llorar. No sabía exactamente por qué, pero quería hacerlo.
Gordon llevaba reteniendo mucho tiempo el sentimiento de tristeza, soledad, añoranza y melancolía, que sentía que si no lo sacaba de una vez, explotaría tarde o temprano. Pero trato de contenerlo por un rato más, hasta llegar a su departamento, estando recostado sobre su cama y esperando a que Red cayera dormido para sacar todo el dolor que llevaba reteniendo estos meses.
— Mejor no me sobreestimes, Hattie, puedes llevarte una gran decepción —puede que la honestidad de sus palabras en estos momentos se deba a los vasos de alcohol que ya llevaba en su organismo.
— De acuerdo, solo me queda decirte que acá tendrás una amiga que estará más que dispuesta a escucharte cuando lo necesites —vio como la trenza pelirroja se comenzaba a alejar, pero él no quería que se fuera.
— Yo fui quien lo hecho todo a perder. Yo mismo provoque el dolor que estoy sintiendo desde hace 7 meses, mismo dolor que le cause a la única persona que amaré por el resto de mi vida, y jamás me lo voy a perdonar —Hattie se sentó en el sofá a su lado sin decir nada, mientras escuchaba el relato de cómo Gordon había terminado con Jordan, de cómo se lamentaba por aquello cada día de su vida desde aquella noche, de cómo se odiaba así mismo por haber herido a Jordan, del gran amor que aún sentía por ella, de cómo la recordaba cada día y cada noche, y de cómo deseaba hablarle de nuevo, aclarar las cosas y estar junto a ella otra vez hasta el último día de su vida.
±±±
— Y dime, Jordan, ¿cómo conoces a esta familia?
— Bueno… no los conozco en persona o he platicado con ellos.
— ¿Cómo diste a parar acá entonces?
— Bueno… una amiga de mi compañera de departamento, Zarina, aunque podría decir que también es mi amiga. Lo que digo, ella nos comentó que estaba planeando la fiesta junto con Ayrton, así que se dio el lujo de invitarnos.
— ¿Zarina? Ah, así que ustedes fueron quienes invitaron a mi hermana.
— ¿Tu hermana es la pequeña Bree?
— ¿La conoces?
— Zarina me habla a veces de ella, pero no pensé que tú eras su hermano.
— ¿Qué no se nota el parecido? —comento parándose de su lugar para dar vuelta en su propio eje.
— Algo.
— De acuerdo. Entonces, dime, Joe… ¿estás bien? —detuvo su risa al ver que ella lo hacía y como las facciones de su rostro pasaron a estar tristes.
— Si, es solo que… así solo me decía mi ex pareja.
— ¿Se llegaron a casar?
— No, pero estábamos comprometidos y…
— ¿Y…?
— Yo estaba embarazada solo que él nunca lo supo.
— ¿Por qué no lo buscas? Digo, a pesar de que ya no estén juntos, él debe saber que es padre.
— No lo he buscado porque perdí al bebe.
— Oh —se sentía realmente estúpido. Si no hubiera preguntado de más, Jordan no tendría por qué haberse puesto así de mal—. Lo siento, Jordan.
— No te preocupes, de eso ya paso mucho tiempo.
— Pero te sigue afectando. Ambas cosas, lo de ese chico todavía más.
— Si bueno, supongo que algún día lo superare.
— Sea quien sea, debe ser un gran estúpido como para haberte dejado ir, y pero aún, por haberte roto el corazón.
— Si, eso creo.
— Ninguna mujer merece sufrir por alguien que no vale la pena, Jordan.
— Tampoco ningún hombre merece sufrir por alguien así, Emmet.
— ¿Sabes…?
— Emmet ya es muy tarde —se vio interrumpido ante la presencia de su hermana. Se veía sorprendida, y no era para menos su reacción, tenía mucho tiempo que no veía a su hermano platicando con alguien.
— Hola, hermanita —le sonrió al castaño y al dirigir su mirada a la chica, vio como estaba secando un par de lágrimas. Ya decía que ver a su hermano con alguien más era demasiado bueno para ser verdad—. ¡Hey! ¿Por qué la agresividad?
— ¡Emmerson Sven Sunday! ¿Qué le hiciste a la pobre chica que la pusiste a llorar?
— ¡Nada malo, lo juro! —de pronto Jordan se puso a llorar, pero de la risa por lo cómic de la situación. De todas maneras, Bree le asestó otro golpe a su hermano— ¡No a la violencia, Bree!
— Oye —empezó a hablar la morena al terminar de reírse—, tu hermano no me ha dicho nada hiriente, sino todo lo contrario.
— Lo ves —le recrimino algo molesto Emmet y sobándose el hombro golpeado.
— Jordan.
— Breenya, pero como es algo raro, todo el mundo me dice Bree.
— Un gusto, Bree.
— El gusto es mío, pero oye, ¿no crees que tu nombre es más como para un…?
— ¿Chico? Si, alguien más me menciono aquello —comento acusando con la mirada al castaño, el cual recibió otro pequeño golpe en el hombro por parte de su hermana al reírse.
— Bueno, un gusto, Jordan. Y mejor nos retiramos antes de que le deje un enorme moretón a mi hermano.
— Si, opinamos igual —Emmet espero a que su hermana se despidiera para darle un beso en la mejilla a la morena—. Fue un verdadero placer haber platicado contigo, Jordan.
— Lo mismo digo, Emmet, y gracias.
— No, gracias a ti.
— ¿Por qué?
— Porque gracias a ti, volví a ser el mismo después de varios meses.
— Entonces… —comenzó sacando una pequeña pluma y agarrando una servilleta—, para que no dejes de ser esa persona otra vez, sigamos en contacto —escribió su número en la servilleta y se la tendió al castaño, metiendo el papel en sus pantalones de inmediato—. Buenas noches, Emmet —se despidió con un beso en la mejilla, retirándose de la cocina.
— Bueno… no los conozco en persona o he platicado con ellos.
— ¿Cómo diste a parar acá entonces?
— Bueno… una amiga de mi compañera de departamento, Zarina, aunque podría decir que también es mi amiga. Lo que digo, ella nos comentó que estaba planeando la fiesta junto con Ayrton, así que se dio el lujo de invitarnos.
— ¿Zarina? Ah, así que ustedes fueron quienes invitaron a mi hermana.
— ¿Tu hermana es la pequeña Bree?
— ¿La conoces?
— Zarina me habla a veces de ella, pero no pensé que tú eras su hermano.
— ¿Qué no se nota el parecido? —comento parándose de su lugar para dar vuelta en su propio eje.
— Algo.
— De acuerdo. Entonces, dime, Joe… ¿estás bien? —detuvo su risa al ver que ella lo hacía y como las facciones de su rostro pasaron a estar tristes.
— Si, es solo que… así solo me decía mi ex pareja.
— ¿Se llegaron a casar?
— No, pero estábamos comprometidos y…
— ¿Y…?
— Yo estaba embarazada solo que él nunca lo supo.
— ¿Por qué no lo buscas? Digo, a pesar de que ya no estén juntos, él debe saber que es padre.
— No lo he buscado porque perdí al bebe.
— Oh —se sentía realmente estúpido. Si no hubiera preguntado de más, Jordan no tendría por qué haberse puesto así de mal—. Lo siento, Jordan.
— No te preocupes, de eso ya paso mucho tiempo.
— Pero te sigue afectando. Ambas cosas, lo de ese chico todavía más.
— Si bueno, supongo que algún día lo superare.
— Sea quien sea, debe ser un gran estúpido como para haberte dejado ir, y pero aún, por haberte roto el corazón.
— Si, eso creo.
— Ninguna mujer merece sufrir por alguien que no vale la pena, Jordan.
— Tampoco ningún hombre merece sufrir por alguien así, Emmet.
— ¿Sabes…?
— Emmet ya es muy tarde —se vio interrumpido ante la presencia de su hermana. Se veía sorprendida, y no era para menos su reacción, tenía mucho tiempo que no veía a su hermano platicando con alguien.
— Hola, hermanita —le sonrió al castaño y al dirigir su mirada a la chica, vio como estaba secando un par de lágrimas. Ya decía que ver a su hermano con alguien más era demasiado bueno para ser verdad—. ¡Hey! ¿Por qué la agresividad?
— ¡Emmerson Sven Sunday! ¿Qué le hiciste a la pobre chica que la pusiste a llorar?
— ¡Nada malo, lo juro! —de pronto Jordan se puso a llorar, pero de la risa por lo cómic de la situación. De todas maneras, Bree le asestó otro golpe a su hermano— ¡No a la violencia, Bree!
— Oye —empezó a hablar la morena al terminar de reírse—, tu hermano no me ha dicho nada hiriente, sino todo lo contrario.
— Lo ves —le recrimino algo molesto Emmet y sobándose el hombro golpeado.
— Jordan.
— Breenya, pero como es algo raro, todo el mundo me dice Bree.
— Un gusto, Bree.
— El gusto es mío, pero oye, ¿no crees que tu nombre es más como para un…?
— ¿Chico? Si, alguien más me menciono aquello —comento acusando con la mirada al castaño, el cual recibió otro pequeño golpe en el hombro por parte de su hermana al reírse.
— Bueno, un gusto, Jordan. Y mejor nos retiramos antes de que le deje un enorme moretón a mi hermano.
— Si, opinamos igual —Emmet espero a que su hermana se despidiera para darle un beso en la mejilla a la morena—. Fue un verdadero placer haber platicado contigo, Jordan.
— Lo mismo digo, Emmet, y gracias.
— No, gracias a ti.
— ¿Por qué?
— Porque gracias a ti, volví a ser el mismo después de varios meses.
— Entonces… —comenzó sacando una pequeña pluma y agarrando una servilleta—, para que no dejes de ser esa persona otra vez, sigamos en contacto —escribió su número en la servilleta y se la tendió al castaño, metiendo el papel en sus pantalones de inmediato—. Buenas noches, Emmet —se despidió con un beso en la mejilla, retirándose de la cocina.
±±±
— ¿Gordon? —Red lo había estado buscando por toda la casa desde que Hattie le aviso que el rubio quería estar solo. Ella solo le menciono que Gordon había vuelto a ver a Jordan, y el castaño no necesito que le mencionara algo más como para saber que su amigo lo necesitaba.
Por fin lo encontró, sentado en una silla de plástico en la parte más alejada del patio trasero de la casa de los Dzvezda. Se acercó, dándose cuenta de la cerveza que llevaba el rubio en la mano, y que había varias botellas regadas en el pasto alrededor de donde se encontraba.
— ¿Estás bien? Hattie me comento lo ocurrido —se puso de cuclillas, poniendo todo su peso sobre las plantas de sus pies, ya que no había una silla cerca de él. No dijo nada más, porque sabía que Gordon estaba luchando con sus propios demonios, sino que espero a que terminara esa última cerveza que tenía en la mano.
— Lo último que pensé, es que la volvería a ver esta noche, y en esta misma fiesta —tiró la botella de vidrio hacia donde se hallaban las demás.
Cualquier persona solo se limitaría a ver la escena frente a sus ojos y juzgar que ese rubio no era más que un joven alcohólico sin una preocupación en su vida, pero Gordon era todo lo contrario. Nunca había tomado tanto en su vida, pero el volver a ver a Jordan, a su primer y único gran amor, trajo consigo todos los recuerdos de esos siete años de relación. Eran demasiados momentos vividos para soportar. Sabía que no era la solución tomar, pero fue la única que encontró para no sentir tanta tristeza acumulada durante todos estos meses sin tenerla a su lado.
— Ninguno esperaba que la volvieras a ver, Gordon. Bueno, al menos no esta noche.
— La perdí para siempre, Red.
— ¿Por qué estás tan seguro de eso?
— Porque ella misma me lo dijo esta noche —respondió instantáneamente, recordando las pocas palabras que le dijo, pero que bastaron para ponerlo en ese estado tan deprimente. Solo se había puesto así una vez en su vida, y fue la noche tras terminar con Jordan.
— No pienso mismo que tú, amigo. Está demás el decir que tú la sigues amando, puede que incluso más que antes, y doy por sentado que ella igual lo sigue haciendo, a pesar de que ya no estén juntos.
— Eso no cambia el hecho de que la haya lastimado, Red. Ni yo me he perdonado por eso. Dudo que ella lo haga.
— ¿Tan rápido te das por vencido, Gordon? Vaya, pensé que eras diferente y que luchabas hasta conseguir cada cosa que quisieras y estuviera al alcance de tus manos. Pero supongo que me equivoque, y no eres más que aquel tipo de persona que se acobarda a la primera que se les niega algo —se vieron a los ojos y Red pudo distinguir dentro de los de Gordon un tono de molestia por lo que le había dicho, pero también distinguió el contorno rojizo que tenían y lo hinchados que estaban.
— El problema aquí es que Jordan ya no está al alcance de mis manos —comento con la voz algo ronca, al tratar de retener las lágrimas, y atropelladamente debido a la bebida.
— ¿Y es culpa mía? —Nuevamente, el castaño recibió otra mirada de molestia— Vale, lo siento si a veces soy un poco directo.
— ¿Un poco?
— Mucho. Pero solo quiero que algo te quede claro, Gordon.
— A ver, ilumíname, porque parece que estoy perdido —habló con algo de ironía, la cual, trato de ignorar Red.
— Tú fuiste quien la alejo, Gordon, así que solo de ti depende que vuelvan a estar juntos.
— No es tan fácil como decirlo, Red.
— Si de verdad la amas, y quieres volver a estar con ella hasta el último día de tu vida, entonces no pierdes nada con intentarlo —Gordon nada más lo miro con una cara de “¿estás hablando en serio?”—. Bueno, lo que digo es que valdrá la pena el esfuerzo, y a decir verdad, ya no quiero ver cómo te lamentas por lo sucedido. Rectifica tu error, Gordon.
— Lo dice quien no da la cara por cada metida de pata.
— Pero no me lamento por eso todos los días de mi vida, o finjo que me encuentro de maravilla cuando por dentro me estoy muriendo. Habla con Jordan, has lo imposible por que te perdone y vuelvan a estar juntos. O ponle fin a esto y córtalo desde la raíz —se levantó, para levantarlo también a él—. Pero mierda, Gordon, quiero ver que realmente eres feliz. Sea cual sea la decisión que llegues a tomar, sabes que cuentas conmigo para todo, hermano.
Lo único que Red escucho del rubio fue una mezcla de risa, llanto y como si alguien se estuviera ahogando. Lo abrazó, tal vez a modo de consolación o para no ser un mal amigo. Y podía jurar que se veían como una pareja de homosexuales teniendo un momento amoroso, pero aquello no le importo. Lo único que le importaba por el momento era que Gordon se sintiera mejor.
Tal vez mañana se reirían de lo sucedido esa noche.
Por fin lo encontró, sentado en una silla de plástico en la parte más alejada del patio trasero de la casa de los Dzvezda. Se acercó, dándose cuenta de la cerveza que llevaba el rubio en la mano, y que había varias botellas regadas en el pasto alrededor de donde se encontraba.
— ¿Estás bien? Hattie me comento lo ocurrido —se puso de cuclillas, poniendo todo su peso sobre las plantas de sus pies, ya que no había una silla cerca de él. No dijo nada más, porque sabía que Gordon estaba luchando con sus propios demonios, sino que espero a que terminara esa última cerveza que tenía en la mano.
— Lo último que pensé, es que la volvería a ver esta noche, y en esta misma fiesta —tiró la botella de vidrio hacia donde se hallaban las demás.
Cualquier persona solo se limitaría a ver la escena frente a sus ojos y juzgar que ese rubio no era más que un joven alcohólico sin una preocupación en su vida, pero Gordon era todo lo contrario. Nunca había tomado tanto en su vida, pero el volver a ver a Jordan, a su primer y único gran amor, trajo consigo todos los recuerdos de esos siete años de relación. Eran demasiados momentos vividos para soportar. Sabía que no era la solución tomar, pero fue la única que encontró para no sentir tanta tristeza acumulada durante todos estos meses sin tenerla a su lado.
— Ninguno esperaba que la volvieras a ver, Gordon. Bueno, al menos no esta noche.
— La perdí para siempre, Red.
— ¿Por qué estás tan seguro de eso?
— Porque ella misma me lo dijo esta noche —respondió instantáneamente, recordando las pocas palabras que le dijo, pero que bastaron para ponerlo en ese estado tan deprimente. Solo se había puesto así una vez en su vida, y fue la noche tras terminar con Jordan.
— No pienso mismo que tú, amigo. Está demás el decir que tú la sigues amando, puede que incluso más que antes, y doy por sentado que ella igual lo sigue haciendo, a pesar de que ya no estén juntos.
— Eso no cambia el hecho de que la haya lastimado, Red. Ni yo me he perdonado por eso. Dudo que ella lo haga.
— ¿Tan rápido te das por vencido, Gordon? Vaya, pensé que eras diferente y que luchabas hasta conseguir cada cosa que quisieras y estuviera al alcance de tus manos. Pero supongo que me equivoque, y no eres más que aquel tipo de persona que se acobarda a la primera que se les niega algo —se vieron a los ojos y Red pudo distinguir dentro de los de Gordon un tono de molestia por lo que le había dicho, pero también distinguió el contorno rojizo que tenían y lo hinchados que estaban.
— El problema aquí es que Jordan ya no está al alcance de mis manos —comento con la voz algo ronca, al tratar de retener las lágrimas, y atropelladamente debido a la bebida.
— ¿Y es culpa mía? —Nuevamente, el castaño recibió otra mirada de molestia— Vale, lo siento si a veces soy un poco directo.
— ¿Un poco?
— Mucho. Pero solo quiero que algo te quede claro, Gordon.
— A ver, ilumíname, porque parece que estoy perdido —habló con algo de ironía, la cual, trato de ignorar Red.
— Tú fuiste quien la alejo, Gordon, así que solo de ti depende que vuelvan a estar juntos.
— No es tan fácil como decirlo, Red.
— Si de verdad la amas, y quieres volver a estar con ella hasta el último día de tu vida, entonces no pierdes nada con intentarlo —Gordon nada más lo miro con una cara de “¿estás hablando en serio?”—. Bueno, lo que digo es que valdrá la pena el esfuerzo, y a decir verdad, ya no quiero ver cómo te lamentas por lo sucedido. Rectifica tu error, Gordon.
— Lo dice quien no da la cara por cada metida de pata.
— Pero no me lamento por eso todos los días de mi vida, o finjo que me encuentro de maravilla cuando por dentro me estoy muriendo. Habla con Jordan, has lo imposible por que te perdone y vuelvan a estar juntos. O ponle fin a esto y córtalo desde la raíz —se levantó, para levantarlo también a él—. Pero mierda, Gordon, quiero ver que realmente eres feliz. Sea cual sea la decisión que llegues a tomar, sabes que cuentas conmigo para todo, hermano.
Lo único que Red escucho del rubio fue una mezcla de risa, llanto y como si alguien se estuviera ahogando. Lo abrazó, tal vez a modo de consolación o para no ser un mal amigo. Y podía jurar que se veían como una pareja de homosexuales teniendo un momento amoroso, pero aquello no le importo. Lo único que le importaba por el momento era que Gordon se sintiera mejor.
Tal vez mañana se reirían de lo sucedido esa noche.
±±±
— Jordan, ¿qué es lo qué está pasando?
— ¿De qué hablas, Jedd? —Claro, de seguro su hermano se había dado cuenta de que lloro, aunque solo la estuviera observando por video llamada. ¿Cómo decirle lo de Gordon?
— Tienes los ojos hinchados y rojizos, y no trates de negarlo.
— Es una larga historia.
— Bueno, tenemos toda la noche, y no pienso cortar la llamada hasta escuchar que hizo que mi hermana llorara por vete tú a saber cuántas horas.
Suspiró, viendo que no tenía opción que contarle toda la historia a Jedd.
Será una larga noche.
— ¿De qué hablas, Jedd? —Claro, de seguro su hermano se había dado cuenta de que lloro, aunque solo la estuviera observando por video llamada. ¿Cómo decirle lo de Gordon?
— Tienes los ojos hinchados y rojizos, y no trates de negarlo.
— Es una larga historia.
— Bueno, tenemos toda la noche, y no pienso cortar la llamada hasta escuchar que hizo que mi hermana llorara por vete tú a saber cuántas horas.
Suspiró, viendo que no tenía opción que contarle toda la historia a Jedd.
Será una larga noche.
Atenea.
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