Apocalypse.

CAPÍTULO 007

Adoraba el tacto de mis pies contra el frío suelo de madera. Era gélido, pero su textura extraña se infiltraba en cada una de las arrugas de mis pies creando una sensación que me agradaba. Caminé levemente hasta el armario donde me miré en el espejo, al menos tardé cinco minutos en atreverme a mirarme en el espejo.

Cuando lo conseguí una parte de mi se arrepentía por tal acto y otra parte tan solo se quería morir. Me desprendí de mi pijama quedando en ropa interior y recogiendo mi cabello —aún húmedo por la ducha de la noche anterior— para así poder examinar mi cuerpo con todo detalle. Mis muslos eran más gordos de lo que me gustaría admitir tendían a engrosarse por la parte media más allá de la rodilla, mis caderas sobresalían sin sentido y mi barriga era tan gorda e hinchada que parecía que estuviera embarazada, además todas las partes de mi cuerpo estaban flácidas. De nada me habían servido correr todas las mañanas media hora y las diferentes tablas de ejercicio que solía hacer antes de desayunar, después de comer y antes de acostarme. Una lágrima se fue haciendo camino entre mi rostro horrendo, humedeciéndolo y obligándome a cerrar los ojos por tal de que no salieran más. Mi piel era de un color pálido, pero para mi gusto no lo suficientemente blanco como parecer más puro. Me vestí con unos vaqueros que apretaban mis piernas como unas longanizas y una camiseta holgada para que no se notaran mis michelines y una chaqueta para que el frío no se colara tanto en mis huesos, pese a que me gustaba sentir como se colaba en mi congelándome, la cual me hacía más inmune y así sintiéndome algo muerta. Así no sentía tanto el dolor que ocupaba en mi pecho.

Bajé las escaleras hasta la cocina. Cogí la cafetera para empezar a hacer café mientras preparaba unas tostadas, las untaba de mermelada y mantequilla, sacaba unas magdalenas y un baso para el zumo, cuando lo preparo todo sobre la mesa cojo mi termo y lo lleno lo suficiente para dejar una taza de café la cual la situé sobre la mesa junto con el banquete. Mi padre apareció por el marco de la puerta quedándose sorprendido para luego avanzar hasta la mesa y sentarse, luego me senté en la silla de la esquina mientras jugaba con una manzana roja.

— ¿Y a que se debe este fabuloso desayuno? —me preguntó arqueando la ceja.
— Tiene que haber una razón para hacer algo especial por mi papi —le respondí con una pregunta algo irónica y él me miró, el hecho de haberle llamado "papi" no era propio de mi. Suspiré y le dije;— Verás, esta noche he quedado con un par de amigos para ver una película en casa de uno y bueno como es entre semana pero he estado sacando buenas notas y comportándome bien, pensé que no te importaría.
— Así que un par de amigos...
— Papa, son solo Julie, Roman y un amigo de este. Te juro que mañana estaré tan campante como siempre y a cambio puedo fregar los platos durante la semana que viene.
— No seas tonta, inventaba ser duro contigo —me dijo con una sonrisa— Esta bien, pero no vuelvas tarde eh.

Me levanté de la silla de un salto para luego besar a mi padre y salir por la puerta.

Genial, se lo había tragado. En cierto modo me daba pena mentir a mi padre, pero él nunca parecía darse cuenta de nada desde la muerte de mi madre. Esta noche sería épica, de eso estaba segura.

A lo lejos una cabecita de cabello corto y rizado, era Nat. Llevaba su mochila de color rosa palo y sus lentes de pasta negra, su falda por debajo de la rodilla y un jesey de punto de un color oscuro indeterminable gracias a las veces que había sido lavado. En su pecho podía verse la reluciente cruz que posaba sobre su cuello en forma de colgante, en la mano llevaba lo que parecía un rosario y lo movía nerviosa mientras pronunciaba unas palabras en voz baja. Estaba rezando.

— ¡Hola Nat! —la saludé yo con la voz agitada de haber corrido para llegar hasta ella.
— Ah, hola Anabelle.
— ¿Estas bien? Pareces un poco... Ausente —le pregunté, aun que realmente la palabra que tenía en la boca era "loca".
— No, no lo estoy y tu tampoco lo estarás. Estamos todos condenados y el fin se acerca, todos parecen no percatarse pero yo lo se.
— Si, me comentaste algo la semana pasada —le dije rodando los ojos.
— Pero ahora está más cerca que nunca Ana, tienes que salvarte, ven conmigo a la iglesia esta noche, puedes salvarte eres una buena chica como yo —me dijo agarrándome de los brazos y agitándome logrando que me mareara por la falta de nutrientes.
— Lo siento Nat, sabes que iría encantada pero tengo planes. Además por si no te has percatado no creo en dios.
—¡Como puedes decir eso!
— Si dios existiera no me habría hecho como un bollo relleno de nata —le grité para luego seguir por otro camino para llegar a clase.

Si no conocéis a Natalie, o como a mi me gusta llamarle Nat o la loca católica cuando tengo ocasión. Simplemente debéis saber un par de cosas. La primera, es que pertenece a una familia demasiado religiosa y consagrada por lo que siempre ha sido una buena chica virgen y sin novio, aun que claro no se quien querría acercarse. Y la segunda, es una loca peligrosa por que si no opinas bien sobre dios puede estar todo un día buscando  citas en la biblia para luego agobiarte y decirte que arderás en el infierno por semejante comentario y que se ponga histérica para rezar en medio de la clase, gritar. Por lo que si, tengo razón cuando digo que es una loca católica/religiosa.



Parecía ser el día más largo de instituto de toda mi vida, no paraba de hacer garabatos en mi cuaderno, mirar el libro sin conseguir leer nada y intentar atender a las clases del profesor Williams, pero por mucho que quisiera no podía. Sentía un extraño cosquilleo en el estómago que no me dejaba hacer nada, además no podía parar de o mover el pie o pegar el boli contra mi mesa en señal de nerviosismo, hasta que el profesor de química se acercó para quitarme el boli por que al parecer le molestaba el ruido que estaba haciendo.

Me daba igual, mi mente seguía divagando.

Nota: si pretendes invocar al diablo y estás nervioso/a, no te tomes litro y medio de café doble con leche. No es algo muy inteligente.

En algunas clases —las más aburridas— como literatura, historia o lengua. Aproveché para chatear con mi contacto. Hacía tan solo unas semanas que encontré ese foro satánico, al principio me inscribí por una cuestión de broma no me lo tomaba enserio, pero cuando Natalie empezó a inculcarme la venida del "apocalipsis" me hizo pensar en algo. Si dios existía, también debía existir el diablo ¿verdad?

Pues bueno, el plan era bastante simple; Invocar a lucifer.

Por supuesto, ni de coña iba a hacerlo sola. No era tan suicida al fin y al cabo, así que después de dejar varias indirectas en la chat box del foro encontré a un par de contactos que estaban dispuestos a hacerlo conmigo. Uno era IsaacT36 {isaac} y el otro Romfy69 {Roman}. Me estaba pasando esas clases bromeando con ellos por el móvil, lo que me resultaba difícil no hacer ruido con mis risas provocadas por el cachondeo y las gilipolleces que decían. Pero el colmo se lo llevó una frase en la cual ponía "cuando le saquemos del infierno le voy a exigir que me de a mi merecida diablesa sexy para tirármela", no pude evitar reír de forma sonora. Cosa que a la señora Caster no le resultó de su agrado y optó por echarme de la clase para que fuera a la sala de castigo.

En la sala estaban como no los "malotes" del instituto, simplemente gente que hecha a perder sus vidas pero yo no solía ser así. sin embargo hoy no me importaba nada. El profesor al verme se quedó sorprendido a lo que yo solo pude hacer un gesto para mostrar mi inocencia mientras entregaba el parte del castigo. Me senté y viendo que los demás estaban o dormidos en la mesa o embobados por la marihuana decidí leer un rato algún libro que llevara en la mochila.

Cuando sonó el timbre sentí como si el corazón se me parara un instante. Estaba exaltada, emocionada, excitada y me subía por las paredes. Salí corriendo de la sala abriéndome paso entre los alumnos para poder llegar a mi taquilla y dejar mi mochila de clase para coger la negra de cuero preparada específicamente para esta noche y salir corriendo a coger el bus para poder llegar al almacén donde había quedado con mis confidentes.

Sentía como la adrenalina brotaba sobre mi llegando al punto de contagiarsela a los demás.

Esta noche sería única, y nunca la íbamos a olvidar.

CAPÍTULO 008

Delante de mí podía distinguir siete candeleros de oro. ¿Candeleros? Estaban flotando en el aire, como si fuera totalmente normal que esto ocurriera. No podía distinguir nada bien, todo resplandecía y me hacía entrecerrar los ojos. Pero había un hombre. ¿Quién?

Cuando iba a esforzarme para verlo ya no estaba en aquel lugar.

Ahora estaba en un lugar oscuro, desolado, caliente y con aura demoniaca. Mis ojos tenían la habilidad de distinguir cosas en la oscuridad, pero en ese momento solo pude ver sombras negras. Parecían tener alas. Y colas.

Cuando creí haber captado la mirada completamente negra de un demonio, todo se volvió blanco.

Ahora estaba tumbada en el suelo. Suelo duro, no balanceado, de roca. Mis piernas se rasparon cuando intente levantarme. El choque de algo metálico me hizo levantar la cabeza en un instante y mis ojos se abrieron a más no poder, al contemplar lo que estaba delante de mí.

Espadas chocando contra espadas y contra escudos. Espadas atravesando piel a sangre fría, decapitando cuerpos y rasgando pechos.

Gritos ensordecedores: de hombres, de mujeres y de niños. Armas de fuego siendo utilizadas sin pensarlo dos veces. Gruñidos feroces provenientes de humanos con miradas animales, salvajes, despóticas.

El ambiente olía a metal, tierra, sudor, sangre e ira. Ira y maldad. Maldad y ruina. Ruina y desgracia.

Y cuando me di cuenta de que una espada estaba avanzando en mi dirección, hacia el centro de mi pecho…ya no estaba allí.



Desde que se despierta aquel día, sabe que no ha sido una pesadilla. Desde la temprana adolescencia, hace mucho tiempo, Tess supo que en ocasiones puede tener visiones. No sabe muy bien si aquella habilidad proviene de su naturaleza de nefilim o de su descendencia bruja. Le gusta inclinarse por la segunda, pues las visiones ocurrían en raras ocasiones (podría contar con los dedos de la mano las que ha tenido toda su vida). Y no es profeta, arcángel o alguna entidad divina —está muy lejos de serlo.

Dejando el hecho de que si, ha tenido una visión, se concentra en algo más importante. ¿Por qué ella? ¿Por qué esa visión? ¿Qué estaba tratando de decirle el mundo espiritual?

Se deja caer en el sillón de color verde apagado, con la taza de té en sus manos. Su mirada felina está perdida, enfocada en nada en especial, porque su cerebro está trabajando a mil por hora tratando de encontrar una respuesta a los acontecimientos.
No tarda demasiado. Cuando ya ha bebido la mitad de su te, es cuando recuerda aquel libro en que tantas personas creen. “La Biblia” y sus “Revelaciones”. En otras palabras: El Apocalipsis.

Los mensajes, los sellos, el caos.

Y en el momento en que la realización la golpea, suelta la taza y se dirige a su librero. Nadie, aunque estuviera yendo a su tienda-casa por meses, podría encontrar a biblioteca antigua de su tía. Solo ella y su madre saben dónde se encuentra, para después pasarle el conocimiento a ella. Camina a la parte trasera de la tienda y entra al closet. En la parte más lejana, la pared opuesta, detrás de todas las cajas, es donde se posiciona. Levanta sus manos y recita un verso en latín. El resultado es instantáneo, pues las cajas se fusionan y van tomando forma en una puerta antigua y de hierro. La biblioteca no es tan grande, tiene alrededor de dos pasillos y libreros en tres de las paredes. Va a la sección de conocimientos oscuros, eso que se supone que son un secreto para las brujas de la actualidad, pues con el paso del tiempo la gente ha sido muy cuidadosa con dejar los conocimientos a la mano de cualquiera.

Irónico, ella solo tuvo que ponerse a trabajar para conseguirlo. Ser un nefilim le da ventajas que las brujas no poseen por mas hechizos y pociones que inventen. Además de que la ayuda a ocultar su esencia de bruja ante los ángeles y arcángeles que hay rondando por la tierra. Por igual, de los demonios —no es que sean muy amigos de las brujas. O de cualquier persona, de hecho.

Toma el libro que pesaba más de lo que podría pesar un libro normal.  Sacude la tapa del polvo y va a sentarse en uno de los sillones victorianos que están en la parte que no tiene libros. Hay alrededor de tres sillones, dos individuales y uno grande; una mesa pequeña, y la pared está adornada por  tres cuadros. Sus abuelos, otro de su tía y su madre; y el último, uno de su madre, su tía y ella cuando apenas tenía meses de edad.

Se deja caer en el sillón y sube sus piernas en el mismo, sentándose con ellas cruzadas. Comienza a rebuscar en las páginas del libro algo que le diera una pista de lo que su cabeza está tratando de decirle. Está segura de que es una premonición, de que es algo que va a ocurrir muy pronto; sin embargo, las escenas parecen sacada de una historia demasiado antigua para poder ocurrir en el siglo actual. Las ropas, las armas —nada parecen del siglo XXI.



Se ha quedado dormida sin quererlo. Su cabello marrón chocolate se encuentra en un desordenado moño en su cabeza, el libro se encuentra abierto y medio cayéndose de sus piernas mientras su cuello está en un Angulo no recordable. Pero nada de eso importa, pues en su subconsciente se concentra en la voz que le susurra indicaciones.

“Debes pedir ayuda a uno de los suyos. Alguien que sepa lo que pasara.”

No pasa mucho tiempo antes de que vuelva a la conciencia, con la respiración atascada y su pulso aumentando considerablemente. Un escalofrío recorre su espina dorsal al preguntarse de donde rayos ha venido esa voz, pero después de recordar lo que le dijo, se olvida de aquello por un momento y se dirige al centro del salón. No tiene que pensar mucho para saber cómo se lleva a cabo una invocación. Su tía siempre ha tenido una especie de fijación por las cosas consideradas ‘tenebrosas’, además de que siempre ha dicho cosas como que ‘uno nunca va a saber para lo que necesita estar preparado’. Por eso es que se ocupó de ensenarle todo lo que pudo a su sobrina querida, Tessa.

Toma la tiza del cajón que había en la mesa y dibuja la estrella demoniaca lo más perfecta que pudo. Después de esto, pasa a trazar un circulo con sal por fuera de la estrella, como una medida de protección que no esta tan segura que funcione. Posteriormente, se levanta del suelo y se coloca a unos cinco pasos del círculo. Extiende sus brazos y coloca las palmas de sus manos viendo hacia el suelo. Se asegura antes de comenzar a recitar el conjuro que no está en la búsqueda de un demonio común y mucho menos en búsqueda de Lucifer. Algo así será como marcar el final de su vida y después de haber vivido por tantas décadas, no piensa echarlo a perder.

Lo que necesita es a un hombre del que ha oído hablar de su tía. Un hombre que fue exiliado de los cielos, deambulado en la tierra y luego acogido en los infiernos; puede averiguar más de lo que alguien común de cualquier bando sabe. Ese hombre posee información de los dos lados.

Y eso es justo lo que Tess necesita para sobrevivir lo que está por venir.



Tess recita las palabras que parecen salir de manera automática de su voz. Su tono se escucha más seco y tiene un acento medio cantarín que le parecería divertido de no ser por la situación en la que se encuentra. Cierra los ojos a través de todo el proceso, hasta que siente la presencia de otra persona en la habitación. Su corazón late furiosamente entre su caja torácica.

—Vaya —contempla el hombre, echando una casual ojeada a la habitación. — Es la primera vez que me invocan en muchos años, ¿Quién tiene el honor…? —se detiene de girar sobre su eje al dar con una chica, mirándolo fijamente.

Rayos, la verdad es que es más hermoso de lo que pensé. ¿Qué no eran los habitantes del inframundo horribles seres, incluso de mirar?

Sus oscuros ojos viajaron con descaro por todo el cuerpo de la morena, examinando todo a su paso y al final, termino en sus hermosos ojos. Su intensa mirada hace que algo se mueva dentro de Tess y con eso, su pupila se dilata, transformando sus ojos en su verdadera forma: verdes y felinos. El hombre parece desconcertado por unos segundos, para después llegar a la realización lentamente y su ceño fruncido dio paso a una pequeña sonrisa pícara.

—Vaya, vaya, vaya, no todos los días uno se topa con una bruja —cuando Tess frunce el ceño, su sonrisa se amplia. — ¿Para qué me has traído aquí, querida venefica?

Los ojos de Tess brillan con confusión ante el término. Busca entre los archivos de su cabeza el significado cuando se da cuenta de que es latín, más tarde recuerda que es el latín de ‘bruja’.

—El apocalipsis se acerca —comienza, yendo directo al grano. — Y sé que el hijo de puta de Lucifer hará algo, lo he visto. Lo que quiero que hagas es que me digas todo lo que sabes al respecto, ángel caído.

Ella se mantiene con la espalda recta y la barbilla en alto, segura de sí misma. El hombre parece sorprendido y su expresión se ensombrece al escuchar el término. Se da cuenta de que aquella joven sabe más de lo que aparenta.  

—Y si te ayudo, ¿Qué hay para mí?
—Quieres poder, ¿no? Quieres ir allá arriba y causar caos, hacerlos sufrir como te hicieron sufrir a ti por razones ilógicas. Pero no puedes, tu apariencia lo dejaría saber todo y en el cielo eres más débil. —Valerius entrecierra los ojos y la mira con curiosidad, preguntándose como sabe esta mujer todas esas cosas. — Puedo ayudarte. Puedo hacer que tu apariencia la de un ángel y tus habilidades no se debilitaran al entrar en el cielo. Pero solo si me ayudas y después de que yo este a salvo de toda la mierda que pasara. Tú decides.



Varias horas después del encuentro, Tess se permite admitir que tal vez debió haberse detenido a pensar acerca de los detalles de traer a alguien que, cuando viene a ver, no ha pisado la tierra en dos siglos. Su ropa que asemeja la utilizada en el siglo XVIII es lo que le confirma aquel dato.

Sin embargo, no se arrepiente; no es de esas que meditan sus planes. Le llega algo a la cabeza, decide si o no, y luego va y lo realiza. No es muy difícil ni le toma tanto tiempo.

—Vas a dormir aquí —le dice al hombre, presentándole la única habitación a parte de la suya, localizada en el segundo piso, donde vive.

Su departamento tiene lo esencial. Tiene su habitación con baño incluido, una sala comedor, cocina, baño para visitas (que casi nunca tiene) y la habitación de huéspedes, la cual también posee un baño incluido. Antiguamente, la tienda no poseía ningún piso arriba; no obstante, con la creación de la Biblioteca, su tía se vio con la necesidad de construir su vivienda en el piso de arriba, con tal de proveer la protección necesaria para su hogar —pues la caza de brujas se había vuelto muy popular y aunque tomaban víctimas inocentes, también llegaron a capturar verdaderas brujas.

—¿Qué clase de aposentos son estos? —cuestiona el hombre después de observar la habitación con mucho cuidado.

Tess rueda los ojos y se cruza de brazos.

—¿Cuánto tienes sin pisar la Tierra, ángel caído?
—Demasiado tiempo para llevar la cuenta —contesta con sinceridad. Pasa uno de sus largos dedos por la caoba de la mesa de noche, examinándola meticulosamente. Después se da la vuelta sobre sus talones y posa sus negros ojos en ella— Y mi nombre es Valerius, venefica.
—El mío es Tess, apréndetelo y deja de decirme así —replica con rapidez.
Valerius vuelve a sonreír con ese toque sádico pero seductor, lo que provoca extraña sensaciones en su cuerpo. Trata de ignorarlas.
—El baño está por esa puerta. Te traeré ropa que te sirva más tarde, pero mañana saldremos a comprarte medio closet. No puedo tenerte andando como de la edad media en el siglo XXI. La cena estará lista en unas horas —su tono de voz es mandón y Valerius no puede evitar mirarla con una ceja enarcada y las esquinas de sus labios levantadas.

La morena se da la vuelta y se va de la habitación con silenciosos pasos.

Podría irse de este lugar cuando se le plazca y lo sabe. Pero algo de aquella chica encendió su curiosidad desde el momento que se sintió transportado hacia otro lugar, uno muy lejos de su casa. Una bruja, después de que se confirmó allá debajo que están extintas, es un enorme descubrimiento para él. Y si le suma el hecho de que su esencia no se siente de bruja para nada; todo lo contrario. Su cerebro comienza a trabajar a mil por hora. Hay algo en ella que no es común.



La peli-marrón se encontraba detrás del mostrador de su tienda. Irónicamente el destino ha escogido un día con mucha actividad en el local para que le de uno de sus ataques de impulsividad. No se arrepiente, pero el hecho de que no puede cerrar porque se está haciendo una enorme ganancia, la está irritando. Los adolescentes van y vienen por los pasillos, ya que según lo que ha escuchado, habrá una fiesta de disfraces en honor a la época medieval. Al ser esta la única tienda disponible  con artefactos de la época, se pelean por ver quien elige más rápido un corsé de color crema o rojo.

Gracias a la magia que tiene a Courtney con ella. Su amiga más cercana desde que llego al pueblo. La chica tiene cabello negro azabache, hasta los hombros, unos ojos grandes y azules que intimidan a quien ella se lo proponga y un cuerpo relleno. Obviamente, la muchacha es ajena al verdadero ser (o mezcla de seres) que es Tess. Aun así, la chica no se cansa de indagar sobre que hace la morena para mantener cero signos de envejecimiento en su rostro. Si supiera…

—Si esto sigue así hasta después de la hora de cerrar, vas a tener que darme un aumento —espeta Courtney, dejando descansar su cuerpo contra el mostrador y soltando un suspiro de cansancio.
—Claro, dalo por hecho —rueda los ojos, tratando de aparentar que no se encuentra distraída.

¿Cómo no estarlo con lo ocurrido hace alrededor cinco horas?

Mientras observa a Courtney de reojo, se permite admitir que seguramente ella estaría volviéndose histérica si supiera todo lo que ha visto en la visión o premonición. El único deseo que permanece en ella es el de poder encontrar lo que busca con Valerius y salir sana y salva del caos que reinara en el mundo.

No obstante, algo en su mente le advierte que tal vez nada será tan fácil como está pensando.

Al estar tan pendiente de sus pensamientos no se da cuenta de que alguien está bajando las escaleras del departamento y dirigiéndose hacia la puerta que da paso a la tienda. Después de darse una ducha de quince minutos, Valerius se colocó la camiseta negra con unos pantalones jean. Se dejó sus botas de cuero debajo de los jean, son más cómodas que aquellos zapatos que la bruja dejo al pie de la cama.

Desde arriba pudo escuchar las voces y oler la presencia de humanos por todo el local. La curiosidad es la que lo hace bajar, además de que el olor a feromonas que desprenden algunas de las adolescentes es algo que difícilmente un medio demonio puede ignorar.

Al poner un pie dentro de la tienda, su presencia se hace sentir de inmediato. Las chicas que pasan cerca de ahí trastabillan y una casi se tropieza con los estantes de antifaces. La apariencia del ángel caído es muy fácil de notar: su piel naturalmente bronceada, sus músculos notables por debajo de sus ropas, su cabello negro como la noche, suelto  y hasta los hombros; sus ojos oscuros y misteriosos… toda su aura grita sensualidad hipnótica de la que incluso hasta los hombres se percatan.

Courtney no es la excepción. La pelinegra irgue su espalda y se separa del mostrador, enderezándose y cruzando las manos por detrás de su cuerpo de manera automática. ¿Quién rayos es ese tipo? Se pregunta. ¿De dónde ha salido?

Los nervios de la chica aumentan hasta el cielo cuando se da cuenta de que los pasos del hombre de dirigen hasta donde se encuentra ella. ¿Cómo no? Son las empleadas del local. Las únicas. Su pulso se acelera y comienza a transpirar, preguntándose cómo le respondería si le pregunta algo.

Sin embargo, antes de poder llegar a su objetivo, alguien se atraviesa en el camino del moreno.

—¿Eres nuevo? —una voz femenina, aguda y alegre le cuestiona. Es una chica bastante linda: cabello castaño claro, ojos verdes y cuerpo con curvas de las que de seguro está orgullosa— Lo digo porque este es un pequeño pueblo y nunca te había visto por aquí.

Valerius la examina con paciencia y luego se encuentra con sus ojos. La chica lo mira con un brillo emocionado en sus orbes verdes, lo que lo divierte en extremo.

—Sí, se puede decir que soy nuevo. Llegue hoy.
—Oh, ¿Qué te trajo aquí? —inquiere la muchacha, pasando su peso de una pierna a otro y irguiéndose mas si es posible.

Courtney resopla desde su lugar. Es obvio que Lencie ha de tomar la primera oportunidad que se le diera para acercase a todo el que se le pegue la gana de considerar como un posible ligue. La mira fulminante mientras bate sus pestanas y sonríe con esa sonrisa sacada de un consultorio de dentista deseando que algo que caiga encima.

Valerius lanza una mirada fugaz a Tess, la cual sigue sin percatarse de su presencia, pues se encuentra mirando a un punto en la pantalla encima del mostrador.

—Asuntos de ‘crisis’, al parecer. Fue inesperado.
—Oh, entiendo —asiente repetidamente y sus ceja se fruncen un poco, con preocupación ‘genuina’— Bueno, si alguna vez necesitas un tour, me ofrezco a ensenarte. Conozco los mejores lugares —guiña un ojo y toma un mechón de su larga cabellera en sus manos, retorciéndolo.
—Lo tendré en cuenta, aunque no creo poder salir por el momento. —aclara, con el pensamiento de que es en parte de verdad, no tiene en mente salir de ese lugar hasta haberse metido en las más remotas entrañas de aquella bruja.
—¿Oh? ¿Por qué? —el tono de la chica cambia radicalmente a uno colmado de decepción.
—¿Tu? ¿Qué diablos haces aquí? Te dije que te avisaría para la cena —lo interrumpe una voz femenina.

El sube la mirada y la chica se gira tan rápido como sus pies se lo permiten. Tess no repara en la mirada cargada de envidia y desprecio que le manda la muchacha; se encuentra mirando de una manera poco positiva al ángel caído. Como le irrita que no hagan lo que pide.

—Me aburrí, no puedo estar encerrado tanto tiempo. Conoces como soy —se atreve a decir, seguro de que ella entiende que él se refiere a su comportamiento y la causa por la que termino en el infierno.



Después de que la chica desapareciera dando pisotones malcriados, después de que Courtney se vuelve loca y obliga Tess a explicarle de dónde, cómo, cuándo y por qué conoce a ese hombre y después de que todos se fueran de la tienda, es cuando ella por fin se relaja, dejándose caer en el sillón con un enorme suspiro. El estrés de las personas comprando no se puede comparar con el estrés provocado por las preguntas de Courtney y por las preguntas que están en su cabeza desde que despertó.

Valerius se sienta en un sillón al frente de ella.

—Dime, ¿Qué se supone que quieres de mí?
—Quiero que me digas todo.
—No puedo hacer eso, mio caro (querida).

La morena tensa la quijada automáticamente al sentir un escalofrío recorrerle la espina dorsal, al escuchar las palabras salir de la boca del hombre con un acento marcado y sensualidad pura.

Maldigo a los malditos ángeles caídos y su habilidad para hechizar a la gente, joder.