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Skin hecho por Hardrock de Captain Knows Best. Personalización del skin por Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
Apocalypse.
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pixie.
Re: Apocalypse.
AVE MARÍA ¿Alguien me podria decir cuál es el nombre de la chica que se oculta bajo el apodo de "Bigtimerush"? ¡Cariño! Comentarios como los tuyos emocionan una critica tan detallada que deja en claro que pones toda dedicacion en leerlos, gracias por ello ;) PD: Mi capítulo es el 002 :3
A "Tobias", muchas gracias hermosa, y bienvenida seas :toosexy:
Tessie, querida Tessie, mañana leo atentamente tu cap y comento <3 lo prometo! Es que ahora ya son las una y algo y muero de sueño u_u
A "Tobias", muchas gracias hermosa, y bienvenida seas :toosexy:
Tessie, querida Tessie, mañana leo atentamente tu cap y comento <3 lo prometo! Es que ahora ya son las una y algo y muero de sueño u_u
Mess.
✿
CAPÍTULO 006
Alisé mi cabello con cuidado de no arrancarlo de las raíces y adelantar el proceso de calvicie por la edad. Me estaba tomando todo mi autocontrol concentrarme en no perder la razón y, acto seguido, sucumbir ante las imposibilidades supuestamente expuestas sobre la mesa; una mesa con proporciones más grandes que se veían reducidas en porcentajes entre la vida real y todo aquello que se encontraba más allá de ella. Yo, por mi parte, prefería —por más incierto e irracional que fuera— inclinarme más hacia la opción de un futuro y quizás presente evidentemente en llamas, si de equilibrar una balanza se tratara o de escoger un lado de la mesa.
¡En llamas!, susurré la dicha ironía con cierto toque de desdén frente al gran espejo. Ya era suficientemente malo que todos tengamos que lidiar con la porquería que conceptualizaba inútilmente al mundo en su contextura más que decepcionante. La ironía no era más que ya el mundo estaba en llamas y la esencia de la desmoralización friéndose era prácticamente invisible ante la vista de los ignorantes que me rodeaban.
Corté el hilo de pensamientos calculadoramente sistemáticos que profundizaba cada día, en cuánto mis ojos se clavaron en la gargantilla de oro; un oro tan delgado y notoriamente costosísimo que parecía un destello dorado maligno que se cernía sobre mi inocencia, y su esplendor magníficamente miel y cobrizo, fundidos en una sola solidez que denotaba una única cosa: Coraje.
En mi cabeza, la constatación de mis absurdas teorías —o al menos esa era la excusa que me daba por caer en el pozo de la absoluta locura— acerca de lo que se avecinaba o ya estaba pisándonos los talones se reproducía sin esfuerzo en siete días. Siete benditos días de tormento personal directo al camino para perder la cordura y cuestionamiento integro acerca del todo. Siete días que se vieron resumidos en ciento sesenta y ocho horas, diez mil ochenta minutos, y seiscientos cuatro mil ochocientos segundos; y ya la cuenta exacta que sobresalía por encima de cualquier otra cifra que en mi subconsciente se encontraba era bastante paranoica, y le añadía un mínimo atisbo de irracionalidad al infortunio.
Esos días habían pasado como una ráfaga tortuosa de calor en mis ojos y con amargura, el cielo se abría paso para darle reproducir al octavo día.
Por primera vez en siete días, una chica me daba la cara al otro lado del espejo. Siempre pensé que mi rostro era aburrido en su afinidad con el de mi madre, pero esa vez, mi iris brillaba con un rastro de luz azul en ellos y me dirigían una mirada de desprecio acompañada fugazmente, con una potente bala de confusión.
Con un grito ahogado, y sin embargo, con la respiración entornándose alrededor del “uno, dos, tres…”, el cepillo de madera sutil impactó con un sonido sordo en el linóleo blancuzco del tocador de damas de mi hogar. Contuve el imperante deseo de salir corriendo hacia el instituto tan instantáneamente que percibí mi deficiente definición de valentía.
Mis ojos se movieron con lentitud al objeto que me gritaba atención y por octava vez en menos de dos semanas, me estremecí de consternación y la palma de mis nerviosas manos se humedecieron.
Probablemente, si no fuera una cristiana hecha y derecha, habría mandado al mismísimo infierno al día en que descubrí el duce collar vibrando en mi casillero. Con un latido vibrando en mi cien, clavé la vista inquisitiva en busca de algún incentivo que indicara algo —cualquier cosa— fuera de lo común en el collar.
Nada.
Simplemente genial.
La cosa se encontraba dulcemente inmóvil encima de mis jeans ajustados, pero lista para convertirse en ese algo que tanto esperaba para poder tirar todo el asunto de una vez. Tomé con determinación el collar y admiré su belleza por octava vez. Era peculiarmente… extraño, lo adoraba, y de no ser por porque parecía estar poseído por un ente del demonio, sería adecuado conservarlo. El oro resplandecía levemente y casualmente, tenía un gran diamante ridículo en el medio de él que posiblemente provocaría que me arrancaran el cuello para robarlo y comprar unas diez mansiones en México para ocultar drogas.
Ignoré la corriente eléctrica que sacudió mi dedo con agresividad cuando rocé el diamante que llameaba un rayo azul eléctrico —literalmente— en dirección a todas partes desde su posición.
De un salto, recogí el cepillo del suelo, ajusté la gargantilla en mi cuello con fuerza y di un último vistazo a mi figura en el espejo.
Sí, esa será la última vez que me mirarás de esa forma.
Particularmente, me sentía como un electrón sin carga que retrocedía y se apartaba de la corriente. En medio de la cafetería rebosante de estudiantes de la preparatoria, me removí con incomodidad en mi asiento, observando sin detallar la gran mesa que tenía para mi sola a la hora del almuerzo. Era tan contradictoriamente irónico que pudiera, pero no quisiera ser normal. El asunto de sonreír, procesar una conversación e ingeniar una respuesta inteligente o con sentido del humor no era mi fuerte. En realidad, obligarme a tener una vida común no era mi fuerte.
Miré mi bandeja azul de comida, que, casualmente, sólo tenía una manzana verde, una lata de gaseosa de limón y un sándwich de pollo; a diferencia de intentar ser sociable, comer se me daba muy bien.
Cuando estuve a punto de desconectarme del murmullo incesante del mundo (la cafetería, con menos dramatismo) mediante la lectura de un capítulo rápido de Cumbres Borrascosas, un fuerte olor a perfume de rosas me noqueó y pestañeé confundida, alzando la vista sobre mis gafas.
—Hola —me saludó la criatura con la mirada enérgica carcomiéndome lentamente al posar su atención en mí—. Veo que tienes el collar puesto, eso es genial.
No sabía qué hacer, cómo reaccionar o qué excusa inmediata usar: “Lo siento, pero me tengo que ir, mi gato se quedó atrapado en un árbol”, tal vez… “Eh, ya es tarde, pronto tomaré clases de piano”, posiblemente… “Sigue tu camino, no hay nada interesante aquí, de veras”.
Pese a mis duros intentos de exprimirme el cerebro y forzarme a realizar la maniobra evasiva más suspicaz de mi vida, sólo asentí y mi mirada se cruzó con la salida de emergencias.
—Oh, lo siento, no quise perturbarte. Mi nombre es Dee.
Negué una sola vez, y mis pies se prepararon para echarme a correr.
Perturbar, ah, sí, eso solía pasar cuando una castaña escultural de más de un metro sesenta se acercaba a mí y sonaba clásicamente amable, haciendo que mi poca autoestima se deslizara por el subsuelo.
Nunca antes nadie me había dirigido la palabra, lo cual era reconfortante y me servía… hasta ahora.
—No… no-lo hiciste —la sonrisa típica de publicidad para crema dental se congeló en mis labios.
Dee ese inclinó un poco hacía mí y me sonrió, mostrándome sus curiosos hoyuelos remarcados por el rubor artificial.
—¿Segura? Parecía que habías visto al diablo en persona —suspiró, aliviada. No pasé por debajo de la mesa su mención del protagonista de mis visiones—. En todo caso, tú debes ser Dylan Schmidt.
Me recordé que no debía maldecir ni pensar sorpresivamente en una exclamación cargada de malas palabras, pero…
—¿Cómo sabes mi nombre? Y, ¿qué sabes de este collar? —estaba volviendo a parecer una chiflada a grandes escalas; respiré hondo y le indiqué el asiento libre que se encontraba frente a mí—. Siéntate.
—Lo sé porque mi hermano me lo dijo. Sólo debes saber que tienes que usarlo o si no… Bueno, ¿estas preparada para morir?
Abrí los ojos como platos.
Esquivé su pregunta retórica y no pude evitar horrorizarme por la escena. —Eso no me sirve, necesito encontrar respuestas acerca de esto y casualmente, estás aquí. Ahora, Dee, ¿quién es tu hermano y por qué sabe mi nombre? Es decir, esto es claramente invasión a la política de privacidad individual de cada estudiante y…
Por una milésima de segundo, mi lengua se trabó y mi atención se disolvió entre la multitud ensordecedora, especialmente, contemplé con la mirada vacía y una presión debajo de mi vientre como un chico de ojos mieles impresionantes le dirigía a una rubia una mirada prometedora para salir como menudo Dios del olimpo de la cafetería.
Por suerte y bendito sea, no hicimos contacto visual, sin embargo, los vellos detrás mi cuello se erizaron inesperadamente, por primera vez en siete días. Obviamente los ignoré y sacudí la cabeza, indispuesta a permitirme caer.
—Ese es mi hermano —resopló con fastidio y chasqueó la lengua—. ¿Podrías evitar, por favor, mojarte las bragas con él?
Dios sabía que jamás desde que lo había aceptado en mi corazón había pronunciado una mala palabra, sin embargo…
—¡Mierda, santo Jesús en el pesebre! ¿Quién demonios…? No juegues; se detectar malos presagios —escupí con irritación, pasando de fría a caliente en menos de un parpadeo.
Vaya, un día ultra fabuloso.
—¡Lo siento! Cumplo con la famosa pregunta del millón de dólares —Alzo las manos en el aire y las agitó frenéticamente, para luego sonreírle a mi bandeja repleta de comida—. ¿Piensas comer todo eso?
—No, es todo tuyo —empujé mi bandeja hacia ella—. Ahora, estoy a dos segundos de mover mi trasero lejos de aquí y someterme a un lavado cerebral, así que sería súper que comenzaras con explicarme qué diablos está sucediendo aquí.
Dee devoraba mi sándwich y mi estómago se removió.
—Cariño, yo no sé lo que está pasando aquí, ni de cerca —mojó sus labios en cuanto termino y miró por encima de mi cabeza rápidamente—. Creo que deberíamos irnos de aquí o no tendré las llaves de mi auto pronto.
La castaña realizó una mueca divertida y tomó en sus brazos bronceados el resto de mi bandeja. —No temas, tengo un metabolismo rápido. ¿Serías capaz, Dylan, de levantarte de ahí y seguirme?
En mi rostro se estampó una etiqueta de shock.
—¿A dónde iremos? —empujé las gafas por el puente sudoroso de mi nariz y negué con la cabeza, las palabras flaqueando en mi garganta. Caí en la cuenta—. Oh, no, esto es una muy mala idea…
Dee asintió en comprensión y me tendió una de sus perfectas manos con manicura magnificas, frunciendo los labios, seria. —No tengo ni la menor duda, pequeña, pero no puedes cambiar tu destino. O algo por estilo que James dijo. ¡Iremos a tú casa! —exclamó, olvidando su expresión de seriedad y cambiando a un nuevo nivel de simpatía y excitación—. James comentó que quizá podamos divertirnos después de que hable contigo, ¿no es eso genial?
Genial.
A propósito, ese tal James podía besarme el trasero ahora mismo.
Yo, sin dudas, intentaba ser una buena sierva de Dios. Me esforzaba, quizá, el doble del resto de las chicas adolescentes en busca del buen camino; con honestidad, mi personalidad antes del abrupto cambio se basaba en que tan perra podía llegar a ser con mi entorno.
Mientras Dee abría la puerta de mi morada como si la confianza se ganara en veinte minutos, pensé en cual sería mi castigo por Dios —alabado sea— a causa de pre juzgar al tan hablado James y soltar palabrotas sin convicción.
—Me parece que necesito ir al baño o me hare pis encima de estos fabulosos jeans de diseñador —Dee ese escabulló por el sofá beige extra grande de mi sala, a mi lado, para darme un codazo—. ¿Estás bien, Dylan?
Mis ojos se cerraron casi automáticamente y deseé evaporizarme completamente.
—No.
La chica se rió entre dientes y luego, sentí un peso vacío en donde se encontraba.
—¡Pues lo estarás! ¡Mi hermano hará que te sientas mejor!
Me reí con desesperación mentalmente ante la mención del chico cuyos hoyuelos deseaba lamer. James era el perfecto prototipo del chico malo de la preparatoria; el que las chicas querrían en sus camas, el mismo que los chicos repudiaran y envidiaran… el mismo tipo de chico que niñas como yo deberían evitar. Conocerlo sería un perfecto circulo vicioso: Me sonreiría en su tipicidad (pensaría en mi corazón roto), se relamería los labios (trataría de ignorarlo), finalmente haría que sangre brotara de mis oídos (lo odiaría por causarme tortícolis) y todo se reproduciría desde el principio, una y otra vez, una y otra vez.
¡Agh! Era tan frustrantemente predecible.
Me arrastré hacia los estantes de la cocina para distraerme masticando algo, repitiéndome incesablemente que todo estaría bien a partir de ahora. Los ojos se me encendieron con agradecimiento en cuánto visualicé una bolsa de galletitas con chispas de chocolate.
Comí una tras otra, a segundos de llorar por la incertidumbre de las proximidades que, en ese momento, parecían tan cercanas a mí.
—¡Dylan! Comparte una de tus deliciosas galletitas y deja de lloriquear antes de que Jam…
En cuanto mis ojos saltaron a causa de una corriente eléctrica, solté la bolsa de galletas hasta golpear contra el piso y frené en seco en medio de la sala, bajo la mirada de una Dee tan tomada por la sorpresa como yo. Mi pulso se disparó en cuanto el toc toc resonó en mi cien y Dee dio saltitos hacia la puerta con la mirada ausente, dispuesta a abrir la puerta. El collar vibró en mi pecho desnudo, bajo mi suéter rosa pálido y me envió una sensación de calor de pies a cabeza; un calor tan abrasador que tuve que sujetarme con fuerza —mis nudillos emblanqueciendo— a la mesa principal.
Y como si no fuera poco, a pesar de siete días en los que experimenté esquizofrenia, mi cuello me disparó un erizamiento que, en diferencia de la primera vez en la cafetería, se deslizo por mi espalda, saboreando mi pánico creciente.
Uno, dos, tres… Uno, dos,…
—¿Qué diablos sucede, Dee? —exclamó una voz tan gravemente preocupada que me disparó una punzada en el estómago; sus palabras grabándose en mi memoria—. ¿Ella está bien?
—No lo sé, hermano —murmuró Dee y el chico gruñó por lo bajo por su corta e inútil respuesta.
Mis piernas comenzaron su viaje a la perdición y pronto, deduje que el color azul de esa misma mañana —y los anteriores siete días— llenaba mi iris, quemándome a su paso. Fuerte. Duro. Rápido.
—¡Oh! Es el maldito collar y mi cercanía —los pasos se acercaron a mi posición, pero ya no podía ver nada más que la nada y oír los latidos agresivos en mi pecho—. Estarás bien, ¿sí? Todo estará bien; estoy contigo y no dejare que nada te pase… —entonaba esa exquisita voz masculina, tomando mi mano pegada a la madera frágil de la mesa.
Entonces, cuando supe que estaría segura donde sea que esa voz estuviese… me deje ir y no salí a la superficie.
¡En llamas!, susurré la dicha ironía con cierto toque de desdén frente al gran espejo. Ya era suficientemente malo que todos tengamos que lidiar con la porquería que conceptualizaba inútilmente al mundo en su contextura más que decepcionante. La ironía no era más que ya el mundo estaba en llamas y la esencia de la desmoralización friéndose era prácticamente invisible ante la vista de los ignorantes que me rodeaban.
Corté el hilo de pensamientos calculadoramente sistemáticos que profundizaba cada día, en cuánto mis ojos se clavaron en la gargantilla de oro; un oro tan delgado y notoriamente costosísimo que parecía un destello dorado maligno que se cernía sobre mi inocencia, y su esplendor magníficamente miel y cobrizo, fundidos en una sola solidez que denotaba una única cosa: Coraje.
En mi cabeza, la constatación de mis absurdas teorías —o al menos esa era la excusa que me daba por caer en el pozo de la absoluta locura— acerca de lo que se avecinaba o ya estaba pisándonos los talones se reproducía sin esfuerzo en siete días. Siete benditos días de tormento personal directo al camino para perder la cordura y cuestionamiento integro acerca del todo. Siete días que se vieron resumidos en ciento sesenta y ocho horas, diez mil ochenta minutos, y seiscientos cuatro mil ochocientos segundos; y ya la cuenta exacta que sobresalía por encima de cualquier otra cifra que en mi subconsciente se encontraba era bastante paranoica, y le añadía un mínimo atisbo de irracionalidad al infortunio.
Esos días habían pasado como una ráfaga tortuosa de calor en mis ojos y con amargura, el cielo se abría paso para darle reproducir al octavo día.
Por primera vez en siete días, una chica me daba la cara al otro lado del espejo. Siempre pensé que mi rostro era aburrido en su afinidad con el de mi madre, pero esa vez, mi iris brillaba con un rastro de luz azul en ellos y me dirigían una mirada de desprecio acompañada fugazmente, con una potente bala de confusión.
Con un grito ahogado, y sin embargo, con la respiración entornándose alrededor del “uno, dos, tres…”, el cepillo de madera sutil impactó con un sonido sordo en el linóleo blancuzco del tocador de damas de mi hogar. Contuve el imperante deseo de salir corriendo hacia el instituto tan instantáneamente que percibí mi deficiente definición de valentía.
Mis ojos se movieron con lentitud al objeto que me gritaba atención y por octava vez en menos de dos semanas, me estremecí de consternación y la palma de mis nerviosas manos se humedecieron.
Probablemente, si no fuera una cristiana hecha y derecha, habría mandado al mismísimo infierno al día en que descubrí el duce collar vibrando en mi casillero. Con un latido vibrando en mi cien, clavé la vista inquisitiva en busca de algún incentivo que indicara algo —cualquier cosa— fuera de lo común en el collar.
Nada.
Simplemente genial.
La cosa se encontraba dulcemente inmóvil encima de mis jeans ajustados, pero lista para convertirse en ese algo que tanto esperaba para poder tirar todo el asunto de una vez. Tomé con determinación el collar y admiré su belleza por octava vez. Era peculiarmente… extraño, lo adoraba, y de no ser por porque parecía estar poseído por un ente del demonio, sería adecuado conservarlo. El oro resplandecía levemente y casualmente, tenía un gran diamante ridículo en el medio de él que posiblemente provocaría que me arrancaran el cuello para robarlo y comprar unas diez mansiones en México para ocultar drogas.
Ignoré la corriente eléctrica que sacudió mi dedo con agresividad cuando rocé el diamante que llameaba un rayo azul eléctrico —literalmente— en dirección a todas partes desde su posición.
De un salto, recogí el cepillo del suelo, ajusté la gargantilla en mi cuello con fuerza y di un último vistazo a mi figura en el espejo.
Sí, esa será la última vez que me mirarás de esa forma.
Particularmente, me sentía como un electrón sin carga que retrocedía y se apartaba de la corriente. En medio de la cafetería rebosante de estudiantes de la preparatoria, me removí con incomodidad en mi asiento, observando sin detallar la gran mesa que tenía para mi sola a la hora del almuerzo. Era tan contradictoriamente irónico que pudiera, pero no quisiera ser normal. El asunto de sonreír, procesar una conversación e ingeniar una respuesta inteligente o con sentido del humor no era mi fuerte. En realidad, obligarme a tener una vida común no era mi fuerte.
Miré mi bandeja azul de comida, que, casualmente, sólo tenía una manzana verde, una lata de gaseosa de limón y un sándwich de pollo; a diferencia de intentar ser sociable, comer se me daba muy bien.
Cuando estuve a punto de desconectarme del murmullo incesante del mundo (la cafetería, con menos dramatismo) mediante la lectura de un capítulo rápido de Cumbres Borrascosas, un fuerte olor a perfume de rosas me noqueó y pestañeé confundida, alzando la vista sobre mis gafas.
—Hola —me saludó la criatura con la mirada enérgica carcomiéndome lentamente al posar su atención en mí—. Veo que tienes el collar puesto, eso es genial.
No sabía qué hacer, cómo reaccionar o qué excusa inmediata usar: “Lo siento, pero me tengo que ir, mi gato se quedó atrapado en un árbol”, tal vez… “Eh, ya es tarde, pronto tomaré clases de piano”, posiblemente… “Sigue tu camino, no hay nada interesante aquí, de veras”.
Pese a mis duros intentos de exprimirme el cerebro y forzarme a realizar la maniobra evasiva más suspicaz de mi vida, sólo asentí y mi mirada se cruzó con la salida de emergencias.
—Oh, lo siento, no quise perturbarte. Mi nombre es Dee.
Negué una sola vez, y mis pies se prepararon para echarme a correr.
Perturbar, ah, sí, eso solía pasar cuando una castaña escultural de más de un metro sesenta se acercaba a mí y sonaba clásicamente amable, haciendo que mi poca autoestima se deslizara por el subsuelo.
Nunca antes nadie me había dirigido la palabra, lo cual era reconfortante y me servía… hasta ahora.
—No… no-lo hiciste —la sonrisa típica de publicidad para crema dental se congeló en mis labios.
Dee ese inclinó un poco hacía mí y me sonrió, mostrándome sus curiosos hoyuelos remarcados por el rubor artificial.
—¿Segura? Parecía que habías visto al diablo en persona —suspiró, aliviada. No pasé por debajo de la mesa su mención del protagonista de mis visiones—. En todo caso, tú debes ser Dylan Schmidt.
Me recordé que no debía maldecir ni pensar sorpresivamente en una exclamación cargada de malas palabras, pero…
—¿Cómo sabes mi nombre? Y, ¿qué sabes de este collar? —estaba volviendo a parecer una chiflada a grandes escalas; respiré hondo y le indiqué el asiento libre que se encontraba frente a mí—. Siéntate.
—Lo sé porque mi hermano me lo dijo. Sólo debes saber que tienes que usarlo o si no… Bueno, ¿estas preparada para morir?
Abrí los ojos como platos.
Esquivé su pregunta retórica y no pude evitar horrorizarme por la escena. —Eso no me sirve, necesito encontrar respuestas acerca de esto y casualmente, estás aquí. Ahora, Dee, ¿quién es tu hermano y por qué sabe mi nombre? Es decir, esto es claramente invasión a la política de privacidad individual de cada estudiante y…
Por una milésima de segundo, mi lengua se trabó y mi atención se disolvió entre la multitud ensordecedora, especialmente, contemplé con la mirada vacía y una presión debajo de mi vientre como un chico de ojos mieles impresionantes le dirigía a una rubia una mirada prometedora para salir como menudo Dios del olimpo de la cafetería.
Por suerte y bendito sea, no hicimos contacto visual, sin embargo, los vellos detrás mi cuello se erizaron inesperadamente, por primera vez en siete días. Obviamente los ignoré y sacudí la cabeza, indispuesta a permitirme caer.
—Ese es mi hermano —resopló con fastidio y chasqueó la lengua—. ¿Podrías evitar, por favor, mojarte las bragas con él?
Dios sabía que jamás desde que lo había aceptado en mi corazón había pronunciado una mala palabra, sin embargo…
—¡Mierda, santo Jesús en el pesebre! ¿Quién demonios…? No juegues; se detectar malos presagios —escupí con irritación, pasando de fría a caliente en menos de un parpadeo.
Vaya, un día ultra fabuloso.
—¡Lo siento! Cumplo con la famosa pregunta del millón de dólares —Alzo las manos en el aire y las agitó frenéticamente, para luego sonreírle a mi bandeja repleta de comida—. ¿Piensas comer todo eso?
—No, es todo tuyo —empujé mi bandeja hacia ella—. Ahora, estoy a dos segundos de mover mi trasero lejos de aquí y someterme a un lavado cerebral, así que sería súper que comenzaras con explicarme qué diablos está sucediendo aquí.
Dee devoraba mi sándwich y mi estómago se removió.
—Cariño, yo no sé lo que está pasando aquí, ni de cerca —mojó sus labios en cuanto termino y miró por encima de mi cabeza rápidamente—. Creo que deberíamos irnos de aquí o no tendré las llaves de mi auto pronto.
La castaña realizó una mueca divertida y tomó en sus brazos bronceados el resto de mi bandeja. —No temas, tengo un metabolismo rápido. ¿Serías capaz, Dylan, de levantarte de ahí y seguirme?
En mi rostro se estampó una etiqueta de shock.
—¿A dónde iremos? —empujé las gafas por el puente sudoroso de mi nariz y negué con la cabeza, las palabras flaqueando en mi garganta. Caí en la cuenta—. Oh, no, esto es una muy mala idea…
Dee asintió en comprensión y me tendió una de sus perfectas manos con manicura magnificas, frunciendo los labios, seria. —No tengo ni la menor duda, pequeña, pero no puedes cambiar tu destino. O algo por estilo que James dijo. ¡Iremos a tú casa! —exclamó, olvidando su expresión de seriedad y cambiando a un nuevo nivel de simpatía y excitación—. James comentó que quizá podamos divertirnos después de que hable contigo, ¿no es eso genial?
Genial.
A propósito, ese tal James podía besarme el trasero ahora mismo.
Yo, sin dudas, intentaba ser una buena sierva de Dios. Me esforzaba, quizá, el doble del resto de las chicas adolescentes en busca del buen camino; con honestidad, mi personalidad antes del abrupto cambio se basaba en que tan perra podía llegar a ser con mi entorno.
Mientras Dee abría la puerta de mi morada como si la confianza se ganara en veinte minutos, pensé en cual sería mi castigo por Dios —alabado sea— a causa de pre juzgar al tan hablado James y soltar palabrotas sin convicción.
—Me parece que necesito ir al baño o me hare pis encima de estos fabulosos jeans de diseñador —Dee ese escabulló por el sofá beige extra grande de mi sala, a mi lado, para darme un codazo—. ¿Estás bien, Dylan?
Mis ojos se cerraron casi automáticamente y deseé evaporizarme completamente.
—No.
La chica se rió entre dientes y luego, sentí un peso vacío en donde se encontraba.
—¡Pues lo estarás! ¡Mi hermano hará que te sientas mejor!
Me reí con desesperación mentalmente ante la mención del chico cuyos hoyuelos deseaba lamer. James era el perfecto prototipo del chico malo de la preparatoria; el que las chicas querrían en sus camas, el mismo que los chicos repudiaran y envidiaran… el mismo tipo de chico que niñas como yo deberían evitar. Conocerlo sería un perfecto circulo vicioso: Me sonreiría en su tipicidad (pensaría en mi corazón roto), se relamería los labios (trataría de ignorarlo), finalmente haría que sangre brotara de mis oídos (lo odiaría por causarme tortícolis) y todo se reproduciría desde el principio, una y otra vez, una y otra vez.
¡Agh! Era tan frustrantemente predecible.
Me arrastré hacia los estantes de la cocina para distraerme masticando algo, repitiéndome incesablemente que todo estaría bien a partir de ahora. Los ojos se me encendieron con agradecimiento en cuánto visualicé una bolsa de galletitas con chispas de chocolate.
Comí una tras otra, a segundos de llorar por la incertidumbre de las proximidades que, en ese momento, parecían tan cercanas a mí.
—¡Dylan! Comparte una de tus deliciosas galletitas y deja de lloriquear antes de que Jam…
En cuanto mis ojos saltaron a causa de una corriente eléctrica, solté la bolsa de galletas hasta golpear contra el piso y frené en seco en medio de la sala, bajo la mirada de una Dee tan tomada por la sorpresa como yo. Mi pulso se disparó en cuanto el toc toc resonó en mi cien y Dee dio saltitos hacia la puerta con la mirada ausente, dispuesta a abrir la puerta. El collar vibró en mi pecho desnudo, bajo mi suéter rosa pálido y me envió una sensación de calor de pies a cabeza; un calor tan abrasador que tuve que sujetarme con fuerza —mis nudillos emblanqueciendo— a la mesa principal.
Y como si no fuera poco, a pesar de siete días en los que experimenté esquizofrenia, mi cuello me disparó un erizamiento que, en diferencia de la primera vez en la cafetería, se deslizo por mi espalda, saboreando mi pánico creciente.
Uno, dos, tres… Uno, dos,…
—¿Qué diablos sucede, Dee? —exclamó una voz tan gravemente preocupada que me disparó una punzada en el estómago; sus palabras grabándose en mi memoria—. ¿Ella está bien?
—No lo sé, hermano —murmuró Dee y el chico gruñó por lo bajo por su corta e inútil respuesta.
Mis piernas comenzaron su viaje a la perdición y pronto, deduje que el color azul de esa misma mañana —y los anteriores siete días— llenaba mi iris, quemándome a su paso. Fuerte. Duro. Rápido.
—¡Oh! Es el maldito collar y mi cercanía —los pasos se acercaron a mi posición, pero ya no podía ver nada más que la nada y oír los latidos agresivos en mi pecho—. Estarás bien, ¿sí? Todo estará bien; estoy contigo y no dejare que nada te pase… —entonaba esa exquisita voz masculina, tomando mi mano pegada a la madera frágil de la mesa.
Entonces, cuando supe que estaría segura donde sea que esa voz estuviese… me deje ir y no salí a la superficie.
Última edición por bigtimerush. el Jue 24 Jul 2014, 11:12 pm, editado 1 vez
bigtimerush.
Re: Apocalypse.
ay bby, claro que lo recibi pero estuve ocupad :( te lo respondo mañana pq ya mi hermana se adueño de la pc y bue, te amo mucho :) xo
PD; oh chicas, espero que les guste el capitulo, e esforce bastante aunque al final quedo aburrido idk xd. me parece que en la siguiente ronda james le explicara todo a dy y seran felices para siempre(?).
las adoro bbys.
PD; oh chicas, espero que les guste el capitulo, e esforce bastante aunque al final quedo aburrido idk xd. me parece que en la siguiente ronda james le explicara todo a dy y seran felices para siempre(?).
las adoro bbys.
bigtimerush.
Re: Apocalypse.
santo jesus, que errores ah, disculpen sweeties es que estoy desde el celuuu<3
bigtimerush.
Re: Apocalypse.
¡Por Cristo, Mey!
Primero que nada, lamento no haber comentado antes. Pero, ¡mujer! ¡Ese capítulo!
Estoy a casi nada de enamorarme de tu escritura, linda. Es que, ¡ame TODO! TODO. Amo como narras, Jesús, me enamore de como narras y como describes las cosas. ¿Errores? Bueh, son pocos y nadie es perfecto, así que tranquila. Loco, al principio del cap iba a buscar tus fichas para saber las historias de tus pjs pero no están
Y de todos modos, no creo que fueron tan necesarias. Amo la personalidad de Dylan, amo todos sus pensamientos, su forma de ver las cosas. ¡El collar! En serio, amo todo sobre tu capitulo. La forma en que fue Dee la que se acercó a Dylan por orden de James, y como James tiene demasiado que ver en todo pero lo narras de forma sutil. No es como bam, mira, soy un arcángel y todo eso(?)
No está para nada aburrido, está demasiado increíble ;-;
Además de que ame cuando narro la predicción de su futura relación con James, jo. Lo ame <3
Eh, sigo yo…no pensé que subirías tan rápido Prometo subir lo más pronto posible, nenas
Primero que nada, lamento no haber comentado antes. Pero, ¡mujer! ¡Ese capítulo!
Estoy a casi nada de enamorarme de tu escritura, linda. Es que, ¡ame TODO! TODO. Amo como narras, Jesús, me enamore de como narras y como describes las cosas. ¿Errores? Bueh, son pocos y nadie es perfecto, así que tranquila. Loco, al principio del cap iba a buscar tus fichas para saber las historias de tus pjs pero no están
Y de todos modos, no creo que fueron tan necesarias. Amo la personalidad de Dylan, amo todos sus pensamientos, su forma de ver las cosas. ¡El collar! En serio, amo todo sobre tu capitulo. La forma en que fue Dee la que se acercó a Dylan por orden de James, y como James tiene demasiado que ver en todo pero lo narras de forma sutil. No es como bam, mira, soy un arcángel y todo eso(?)
No está para nada aburrido, está demasiado increíble ;-;
Ame eso es mi frase favorita de todo el capítulo(?bigtimerush. escribió: —¡Mierda, santo Jesús en el pesebre! ¿Quién demonios…? No juegues; se detectar malos presagios —escupí con irritación, pasando de fría a caliente en menos de un parpadeo.
Además de que ame cuando narro la predicción de su futura relación con James, jo. Lo ame <3
Eh, sigo yo…no pensé que subirías tan rápido Prometo subir lo más pronto posible, nenas
hange.
Re: Apocalypse.
¡Oh dios mio! ¡Que calidad literaria!
¡Me ha encantado! Me he enamorado de la forma en que escribes, exclusivamente por el exceso de descripcion que —no me canso de repetirlo— es lo que me cautiva a la hora de leer. Y es que ¡cielo! Ha sido un placer leer algo que provenga de tí. Salvo algunos errores de tipeo —que a todas nos pasa— esta todo absolutentr perfecto.
Por otro lado, la personalidad de la chica me ha resultado muy intrigante y hay cosas que no me han quedado del todo claro así es que espero seguir leyendo capítulos tuyos para así aclararlo.
¡Me ha encantado! Me he enamorado de la forma en que escribes, exclusivamente por el exceso de descripcion que —no me canso de repetirlo— es lo que me cautiva a la hora de leer. Y es que ¡cielo! Ha sido un placer leer algo que provenga de tí. Salvo algunos errores de tipeo —que a todas nos pasa— esta todo absolutentr perfecto.
Por otro lado, la personalidad de la chica me ha resultado muy intrigante y hay cosas que no me han quedado del todo claro así es que espero seguir leyendo capítulos tuyos para así aclararlo.
Mess.
Re: Apocalypse.
MEEEEEEEEEEEY. MEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEY. MEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEY. ELLA ES UNA DE MIS BFF'S Y ESTOY ORGULLOSA DE ELLA, SABEN. Y ESCRIBE COMO LOS DIOSES, Y ME HACE EMOCIONAR CON LO QUE ESCRIBE Y JDGDHHFJD.
es que te pasaste, estúpida.
ya se me había olvidado qué tan hermoso escribes, pero ahora acordate que nunca me voy a olvidar de tu capítulo. porque fue gloria, sabes.
me cuesta un poco elaborar un comentario decente de tu capítulo teniendo en cuenta que estoy en clases y la profesora de historia me está mirando mal y sospechosamente.
los cuatro primeros párrafos, los cuatro primeros párrafos. mierda, Mey, vos sabés cómo atraer a un lector. aunque a mí ya me tenías atraída desde antes, ahora me atrajo tu escritura.
y bueno, no puedo decir nada más, creo que porque no pudo agarrar una parte concreta de tu capítulo y decir que fue mi favorita (LOS CUATRO PRIMEROS PÁRRAFOS) entonces me quedo sin cosas que decir. así qué te amo con mi alma y me emocionaste, y ahora te amo más si es que es posible.
:papada:
es que te pasaste, estúpida.
ya se me había olvidado qué tan hermoso escribes, pero ahora acordate que nunca me voy a olvidar de tu capítulo. porque fue gloria, sabes.
me cuesta un poco elaborar un comentario decente de tu capítulo teniendo en cuenta que estoy en clases y la profesora de historia me está mirando mal y sospechosamente.
los cuatro primeros párrafos, los cuatro primeros párrafos. mierda, Mey, vos sabés cómo atraer a un lector. aunque a mí ya me tenías atraída desde antes, ahora me atrajo tu escritura.
y bueno, no puedo decir nada más, creo que porque no pudo agarrar una parte concreta de tu capítulo y decir que fue mi favorita (LOS CUATRO PRIMEROS PÁRRAFOS) entonces me quedo sin cosas que decir. así qué te amo con mi alma y me emocionaste, y ahora te amo más si es que es posible.
:papada:
demons.
Re: Apocalypse.
Bigtimerush, juro que te amo. Dices que yo escribo bien, pero tu me superas de calle. Adoro tu manera de narrar, y en cómo te fijas de no repetir palabras ni hacer faltas de ortografía. Tu vocabulario es estupendo, y ya no digo la personalidad de Dylan, aquí cito un párrafo con el que me siento completamente identificada:
Simplemente, bravo por tu capítulo.Miré mi bandeja azul de comida, que, casualmente, sólo tenía una manzana verde, una lata de gaseosa de limón y un sándwich de pollo; a diferencia de intentar ser sociable, comer se me daba muy bien.
Ginger
Re: Apocalypse.
yo ya estoy escribiendo mi capítulo, porque me dio un ataque de inspiración, lo quería contar solamente. (?)
demons.
Re: Apocalypse.
¿como lo consigues may? yo ando mal por ello ;-;
intento escuchar música pero acabo cantando, mátadme
intento escuchar música pero acabo cantando, mátadme
✦ ausente.✦
pixie.
Re: Apocalypse.
no sé, estaba mirando el techo y me salió una frase, después con esa frase hice una página y fjdhsjgsh. (?)
demons.
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