transcendence | novela colectiva.

Capítulo 001

She's name is Universe

Ya no le dejaban salir de la casa. Era demasiado peligroso. El ordenador y los móviles fueron tirados a la basura, para evitar todo lo referente con los trancendentes. En las primeras semanas sus padres salieron a comprar todos los suministros necesarios para sobrevivir al menos dos meses. No querían que sus hijos corrieran el más mínimo riesgo de ser hipnotizados o capturados. El mundo estaba lleno de transcendentes y los humanos eran cada vez menos. Jacob era un chico bastante activo y el hecho de no poder salir de casa lo volvía completamente loco. A veces tenía ciertas ganas de salir, sin importarle todo lo que sus padres dirían. Y la rebeldía de Jacob pasaba de castaño oscuro. El chico había decidido salir de casa, sin importarle lo que pasará.

Aquella noche oscura, Jacob estaba cargado por un mochila con algunas provisiones y un libro. Realmente extrañaba sentarse bajo la copa de un árbol a leer su libro favorito. Sus padres dormían, y su hermana Lizeth hacía lo mismo. No tardo en llegar a donde la ciudad tenía tantas tiendas y centros. Todo estaba desierto, al menos eso le parecía a el chico. El sol brillaba como nunca con un intenso azul cielo brillante y hermoso, podía verse todavía la luna con un gran tamaño, algo fastinante de ver.

Realmente Jacob estaba desesperado, así que solamente pensó el porque no salio antes. Necesitaba respirar el aire de un entorno que conocía perfectamente. Las horas pasaban y Jacob seguía sumido en sus pensamientos. Tampoco tardó en quedarse profundamente dormido. A la mañana siguiente despertó con un horrible dolor en su cuello. No era bueno dormir en un banco de piedra. No sabía cuantas horas había dormido, pero debido a su postura, el brazo izquierdo le dolía muchísimo.

Pero después de un momento el brazo fue lo menos importante. Delante de él, apareció una joven de aproximadamente unos 17 años, según pensaba Jacob. La chica vestía con un traje de un color gris eléctrico. Pero sin saber el porque, esa chica le parecía buena. Tenía pinta de una de esas chicas que solo piensan en sexo, pero no quería asegurar que lo era. Detrás de esos ojos, Jacob podía notar que había sentimientos, aunque realmente no podía verselos ya que la chica llevaba unas gafas de sol. Detrás de ese cabello había un cerebro que pensaba y lo hacía por si solo. Detrás de su pecho, había un corazón que latía a el ritmo que las gotas de lluvia caían un oscuro día... Y nadie parecía notar nada de eso.

— Hola.— dijo Jacob después de unos minutos en los que ninguno de los dos soltó alguna palabra. La chica parecía no tener fuerza alguna, ya que caminó difícilmente hacía él.

—ayuda.—soltó antes de caer al suelo. Jacob no tardó más de cinco segundos en incarse de rodillas para sostenerla. La cogió en brazos y la tumbó en el banco donde había dormido tan incómodo.

La tentación pudo y Jacob le quito las gafas. Nunca podría haberse imaginado a aquella chica de ese modo en el que se ve en estos momentos: maquillaje corrido, marcas de rímel y las marcas de unas lágrimas que seguramente antes de llegar había soltado. No sabía que podía haber pasado para que ella se encontrará así, pero quería apoyarla. Por suerte, pronto la chica despertó.

—¿Q-Qué sucedió? —preguntó el chico, con cara seria agachándose y abrazándola. Ella no aceptó el abrazo, aunque el chico le trasmitía una gran confianza. La chica no recordaba nada, solamente su nombre y apellido, junto sus familiares.

— No lo se.— habló. Pero su voz sonaba como cuando pulsas en el traductor de google para escuchar como suena lo que pediste traducir. Una voz de ordenador.

Jacob no pudo evitar fruncir el ceño y la chica no evitó reir cuando su nariz respingona lució graciosa. La chica lo miraba aún riendo y el se cruzó de brazos. La verdad, la belleza de la chica lo cautivó. Aunque sus ojos azules como el mar le hacían intentar recordar algo que su madre le dijo semanas atrás.

—¿Y cómo te llamas? —preguntó Jacob.

—Universe Heaslip.

amé el cap, es raro llamarse universe, ah es porque es trascendente(?). yo una vez me quedé dormida en el suelo recargada en la pared, al siguiente día mi espalda me mataba ;-; los trascendentes son cul pero no es cul que piensen como si fueran alguien más :c yo creo que subo entre hoy y mañana bc no me gusta tardarme mucho.

Capitulo 002

Estoy cansado de tener tanto miedo.

El mundo ha cambiado, ahora no sabes distinguir entre una persona y una máquina, todo era terrible; no poder salir a la calle por el peligro de convertirte en un trascendente, aquél mundo apestaba. No había maneras de comunicarse, tenías que deshacerte de todos tus aparatos electrónicos a menos de que desearas ser trascendente.

Dylan se hallaba sentado junto a su hermana menor Sally, no se parecían en nada, Sally era pelirroja y tenía el rostro cubierto de pecas; Dylan tenía el cabello oscuro al igual que los ojos. Sabían que eran hermanos porque Sally era igual a su madre y Dylan igual a su padre.

La casa estaba oscura, se habían decidido a no usar la electricidad por miedo, tenían velas eso sí. Sólo aquella habitación tenía cientos de velas para poder distinguir qué había ahí.

El silencio reinaba en la habitación, ninguno de los dos se atrevía a decir una palabra, les parecía inapropiado con lo que estaba sucediendo; no sabían qué decir y qué no decir.

—Creo que podrían deshacerse de los trascendentes —habló Sally rompiendo el silencio—, todos están conectados a una máquina, ¿no? Si destruyen esa máquina podrían deshacerse de todo esto.

Daniel lo pensó, era una buena idea, acabar con aquella máquina que habían creado destruiría a todos los demás, era lógico. Sin embargo aquella máquina yacía en el pueblo más abandonado y remoto de todos rodeada de vigilancia, ir hasta allá les costaría la vida y quizá no lograran desconectarla.

—Hay un pequeño detalle con tu plan maestro, quizá no lleguemos con vida a la máquina, además si destruyes esa máquina puede que se refugien en un teléfono o algo.

Sally asintió, su hermano tenía razón, destruir esa máquina no les garantizaba que los trascendentes dejarían de existir; era demasiada tecnología, el mundo no estaba tan adelantado para lidiar con algo así. Y, considerando que más de la mitad de la población del mundo pertenecía a la nueva raza, era imposible deshacerse de algo así.

La noche transcurrió tranquila, Dylan y Sally yacían dormidos en la cama de sus padres. Ellos intentaron salvar a su familia, pero no dejaron que Dylan y Sally los acompañaran; la trascendencia se apoderó de ellos en las primeras tres horas.

Los hermanos estaban solos, no tenían a nadie y pronto los suministros se agotarían y salir al mundo exterior era peligroso. Estaban destinados a morir de hambre o convertirse en trascendentes, ambos preferían la primera opción, morir de hambre era mucho mejor a ser una máquina andante.

Dylan escuchó un ruido y abrió los ojos, Sally yacía dormida junto a él sin hacer el menor ruido; no había sido ella. Alguien estaba afuera de la casa.

Bajo las escaleras con una vela en la mano y se asomó por la ventana. Había una chica de estatura normal y cabello castaño completamente mojada de los pies a la cabeza que tocaba la puerta.

—¡Ya vienen, por favor, ayuda! —decía la castaña tocando la puerta con desesperación.

Dylan la observó, los trascendentes tenían los ojos azules y ella los tenía cafés; era humana todavía. Le parecía muy familiar, las facciones, el cabello, él conocía a esa chica. Abrió la puerta de golpe y la dejó entrar.

Estaba vestida con unos vaqueros, una remera oscura y unos botines del mismo color que ésta. Su cabello parecía lacio debido a lo mojado que estaba; tenía la cabeza gacha impidiéndole a Dylan verla completamente.

—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Dylan cerrando la puerta con diversas formas de seguridad como candados.
—Danaé Rottmayer —dijo en un susurro lo bastante alto para que Dylan consiguiera escucharla.

Sabía quién era Danna, era la mejor amiga de su hermana cuando estaban en primaria y secundaria; después ambas se separaron debido a que Danna quería dedicarse a la medicina y Sally a la arquitectura. Sin embargo seguían en contacto hasta que Dylan se acostó con Danna haciendo enojar a Sally. Danna se echó toda la culpa para que Sally no se enojara con Dylan, prefería perder a una amiga a que dos hermanos se enojaran.

También Dylan y Danna habían perdido contacto, todo debido a los celos de Sally. Pero ahí estaba de nuevo, no se le veía del todo cómoda con la presencia de Dylan, pero parecía que estaba más preocupada por los trascendentes que por él.

—¿Estás bien? —preguntó Dylan mirándola, parecía alterada.
—Sí… es decir no, no estoy bien.

Dylan la abrazó contra su cuerpo, Danna temblaba de pies a cabeza pero Dylan le inspiraba una seguridad desconocida. Era mucho más alto que ella, sus cuerpos encajaban perfectamente al abrazarse, como si estuvieran hechos el uno para el otro.

—¿Qué hace ella aquí? —preguntó Sally desde arriba mirando a Danna furiosa, sin duda eso no terminaría bien.

Capitulo 003

Run.

Si conocía a Piper.
Solía ser su compañera de asiento en biología, a él lo había regañado por conversar mucho con su mejor amigo y lo sentaron junto a ella. Y aunque Connor intentara siempre iniciar algún tema de conversación, la rubia nunca le contestó.
Nunca había escuchado su voz.
Y no es cómo si a Connor le importara mucho, pues en algún momento había llamado su atención, pero luego de la gran crisis que comenzó a sufrir el planeta Piper no volvió a aparecer en su cabeza. O por lo menos, hasta ese día.
Sabía que si seguía sin salir de su casa moriría. Pero también sabía que si salía las posibilidades eran aún mayores, y peor, se convertiría en un trascendente.
Pero la desesperación comenzaba a apoderarse de su cuerpo. No tenía comida, y solo poseía una escasa cantidad de agua. Lo que más lo desesperaba, era que a solo unas cuadras de su vivienda hubiera un supermercado y una farmacia, pero por más que quisiera ir, su hermano junto con Tyler —su mejor amigo— lo obligaban a quedarse por lo peligroso que era.
Sin embargo, después de que se dieran cuenta de que la medicina del pequeño Jules comenzaba a agotarse, supieron que quedarse en casa ya no era una opción.
—No, Connor. —rogaba el pequeño entre lágrimas. —No te vayas.
El rubio se agachó para quedar a la altura de su hermano, solo tenía 8 años. Le secó las lágrimas y le sonrió sinceramente.
—Te prometo que volveré. Tyler va a cuidarte, ¿sí?
Y se fue, cargando miedo sobre su espalda y con una promesa que lo atormentaba ya que no sabía si podría cumplirla.
Era de noche, el cielo era oscuro y casi no se podían distinguir las calles que transitaba. No habían estrellas ni luna, no había nada.
Connor vio a lo lejos el supermercado, y justo al lado la farmacia. Suspiró fuertemente, sabía que estaba arriesgando su vida y sabía que probablemente la perdería después de lo que iba a hacer. Iban a atraparlo si no era lo suficientemente discreto y rápido. Por lo que intentó dejar de pensar en ello, mantener su mente fría.
Y corrió en dirección a la farmacia, escondiéndose entre las sombras para no ser descubierto.
Las luces estaban apagadas, él ni siquiera estaba consciente de la hora que era, por lo que supuso que ya habían cerrado. Debía ser medianoche, o madrugada tal vez. Ya no tenía certeza del tiempo debido a los trascendentes.
Encendió su linterna luego de lograr abrir la puerta, y comenzó a buscar entre todas las columnas el medicamento de su hermano. Todos los que hubiera, por supuesto. Así no tendría que arriesgarse de nuevo.
Llegó a una puerta en la que se indicaba que sólo podía ingresar el personal autorizado y entró, encontrándose con miles de medicinas de distintos tipos. Por suerte, estaban ordenadas, y no le costó llegar a la que estaba buscando. Sólo fueron unos minutos los que se demoró. Pero luego fue al supermercado.
Y olvidó por completo que estos tenían cámaras de seguridad, y guardias de noche.
Cuando se comenzaba a acercar, vio a dos tipos gigantescos y con ojos intensamente azules. Su corazón comenzó a latir sin parar por el miedo, pero recordó que él también tenía ojos azules. No había manera de entrar si no era por la entrada principal, así que lo intentaría, aunque fuera la manera más estúpida que se le pudo haber ocurrido.
Forzó su mejor sonrisa, y se acercó a los hombres.
—Hola. —habló, con una simulada voz de ordenador. —He tenido un percance y necesito comprar unas cosas. —los hombres lo miraron desconfiados, pero fríos. Aunque la desconfianza desapareció luego de notar los ojos azules de Connor. —Por favor.
Y sin más, lo dejaron pasar.
Él jamás pensó que sería tan fácil, ¿No era algo imposible? Al parecer esas máquinas no eran tan peligrosas como pensaba. O al menos no cuando te confundían con uno de ellos.
Sin apuro, tomó bastantes botellas de agua, alimentos, y todo lo que fuera necesario para seguir sobreviviendo y se dirigió de nuevo a la entrada para devolverse a su hogar.
Hasta que la vio, a Piper, la que solía ser su compañera de asiento. Corría con los guardias persiguiéndola y no dejaba de mirar sus espaldas. Por eso chocó con él, y cayó al piso.
Lo miró, y él la miró también. Connor pensó que sus ojos azules ahora tenían un color más intenso que antes, pero no le preocupó.
—Tú no eres de los suyos. —murmuró Piper, y llegaron los guardias, quienes se dieron cuenta de que la chica tenía razón.
Entonces él no pensó, solo actuó por instinto, levantó a la rubia, le tomó la mano y corrieron juntos del peligro. Hasta que en un punto los perdieron, y comenzaron a respirar, jadeantes y con una sonrisa escapándose de los labios de ambos.
—¿Estás bien? —entonces Connor se dio cuenta de que era la segunda vez que le dirigía la palabra en menos de diez minutos. Le sonrió, pensando que su voz era agradable y asintió en su dirección.
—¿Tú lo estás? —y aunque ella le dedicó una sonrisa, sus ojos solo se perdieron en un vacío infinito. —¿Tienes donde quedarte, verdad? —pero ella no contestó. —Ven conmigo.
Connor sabía que lo que estaba haciendo estaba bien, siempre ayudar a un humano como él era algo bueno.
Aunque quizás ella no seguía siendo humana, precisamente. Pero eso Connor no lo sabía.
Cuando llegó a su casa, Jules lo recibió con un gran sonrisa y luego miró a Piper.
—¿Quién es ella? —preguntó, curioso.
—Una amiga. Un gusto, me llamo Piper. —Y Jules se acercó a abrazarla.