Wherever you are {N.C

El amor es uno de los mejores sentimientos que puede llegar a tener el ser humano, es ese impulso de hacer tonterías, esa sensación de no tocar el suelo, es simplemente indescriptible.
Todas nosotras tenemos el sueño de conocer a nuestros ídolos y cansarnos con ellos, soñamos con ser dueñas de su amor, queremos ser esas personas que les robaron el corazón, pero nunca nos hemos puesto a pensar en que se sentirá.
¿Qué se siente que millones de chicas amen a tu novio? ¿Qué se siente cuando ellos se van y no están por meses? ¿Todas las críticas y odio que se recibe? ¿Qué se siente el pensar todo el día que puede conocer a alguien, mejor, más bonita, famosa y rica?
Muchas veces el amor no es suficiente, muchas veces la distancia gana.

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Cabecera hecha por mi, para onlywn, si la veo en otro lugar sin crédito te corto una teta.

Maquillaje.

Extraño mi vida, extraño mi ciudad, extraño Nueva Orleans.

Lily caminó por el set de grabación hacia los camerinos, donde se suponía que tenía que maquillar a la mitad de los actores. Eso le molestaba, la presionaban demasiado, en una hora tenía que maquillar dos personas; suena poco pero es mucho realmente.

Subió las escaleras camino al camerino y cuando llegó tocó la puerta. Estar rodeada de tantos famosos le parecía increíble, aunque incómodo. Es cierto que los famosos son personas comunes pero reconocidas, aunque pensara eso le daba cierto miedo conversar con ellos. Prefería mantenerse alejada.


La puerta se abrió y vio a dos chicos ahí: Thomas Brodie, quien era rubio, alto, muy delgado, ojos color avellana, facciones perfectas; en fin, un chico guapo. Después estaba Dylan O’Brien, uno de sus actores favoritos debido al papel de Stiles en ‘Teen Wolf’; era alto, delgado aunque no tanto como Thomas, ojos oscuros al igual que el cabello; también muy guapo.

Ambos la recibieron con una sonrisa y se sintió incómoda. Entró a la habitación y abrió su enorme estuche de maquillaje, tenía alrededor de cincuenta tubos de labios con diferentes tonos, había alrededor de cien colores para la sombra de ojos, todo era excesivo.

Se miró en el espejo que tenía enfrente, no tenía el mejor aspecto del mundo, de hecho se le notaba cansada. Los ojos rodeados de ojeras púrpuras que había maquillado aunque seguían ahí, su cabello estaba atado a una coleta despeinada y su vestuario no era del todo hermoso, jeans ajustados de mezclilla, una remera blanca con un signo hippie dibujado y sus converse negras.

—¿Quién primero? —preguntó mirando a ambos chicos quienes se encogieron de hombros.
—Ve, Dylan, ya que es tu platónica puedes estar muy cerca de ella.

Lily fingió no haber escuchado y sacó todo lo que necesitaba de su bolso. Maquillar a los chicos era muy sencillo, pero esta vez tenían que tener mal aspecto, como si los hubieran golpeado y además sucios. Eso sí era más complejo.

Thomas se sentó frente a ella y Lily evitó el contacto visual, no quería mirarlo a los ojos, le incomodaba.

Comenzó con la base, debía admitir que el cutis de Dylan era increíblemente suave, ella deseaba tenerlo así; sentía que su cutis era una especie de piedra llena de hoyos y cosas rasposas.

Lo hacia con delicadeza, trataba de no hacerlo muy lento pero tampoco muy rápido, el tiempo era una gran presión y que Thomas se le quedara viendo lo era aún más.

Un ojo de Thomas estaba morado como si le hubieran dado un buen puñetazo y tenía una cortada en el labio, su cara estaba sucia y todo parecía bastante real. Era como si el maquillaje le diera vida al personaje.

—¿Sabes? —dijo Dylan—, siempre he pensado que sería más fácil golpearnos entre nosotros, el maquillaje se vería real y la actuación también.

Lily sonrió y Thomas soltó una carcajada.

—Sin duda yo te golpearía, amigo —dijo Thomas señalando a Dylan.

Cuando Lily terminó Dylan salió de la habitación diciendo que iría a divertirse con los demás dejando a Thomas y Lily solos. No quería mirarlo a los ojos, a ningún famoso de hecho, sentía como si la penetraran y comenzaran a conocer todo de ella.

Thomas se sentó donde antes estaba Dylan y Lily aprovechó para lavarse las manos y relajarse un poco. Estaba nerviosa, tenía miedo de lo que el director podría decirle del maquillaje. Pero sintió que le había quedado bastante bien, de hecho parecía muy real.

—¿Estás bien? —preguntó el rubio desde el otro lado de la sala.
—Sí, es decir, no. —No tenía nada que ocultarle, si sabía que despreciaba al director no importaría— El director me pone demasiada presión, no le gusta lo que hago y tampoco es magia. Agh, ayer no dormí por su culpa y lo desprecio.

Lily no era clase de chicas que soltaba palabrotas y groserías en todo momento, mucho menos con un chico guapo como Thomas. Él asintió con la cabeza, parecía que tampoco le agradaba el director por la cara de disgusto que había hecho.

—Me parece buen director, pero es un imbécil. No dejes que te presione, me impresionan tus maquillajes, yo no sé ni hacer una línea recta.

Lily soltó una carcajada y se dedicó a ponerle la base a Thomas quien movía la cara, al parecer no le gustaba que lo estuvieran tocando.

—Quédate quieto.
—No me gusta que toquen mi cara, es sagrada.

Lily vuelve a reír y continúa con su trabajo. Thomas trata de no moverse, pero las brochas y esponjas le dan cosquillas haciendo que quiera reír o moverse.

—Tomemos un descanso, ¿quieres? Parece que te pone demasiado nervioso.
—Así es. ¿De dónde eres, Em?

Hacía mucho que nadie la llamaba Em, había adoptado su segundo nombre para olvidarse del primero. Su novio la llamaba así y eso la ponía incómoda, revivía recuerdos en ella, recuerdos que quería olvidar y sacar de su vida para siempre.

—Nueva Orleans, ¿qué hay de ti?
—Southwark en Londres. Siempre he querido ir a Nueva Orleans, dicen que es muy bonito y lleno de arte y cosas así.
—Es cierto, diariamente había festivales de baile y gente cantando, extraño estar ahí.
—¿También eras maquillista o de las que va por ahí bailando?
—Ambas, tenía que conseguir una forma de ganar dinero y si hacía ambas cosas me pagaban más. No quiero hablar de eso.

Thomas asintió y Lily comenzó a maquillarlo de nuevo, le faltaba poco, sólo algo de suciedad y una cortada en la ceja derecha. Le gustaba su trabajo, la hacia sentir bien ver a los chicos en escena maquillados por ella. Quizá no era un papel muy destacado en una película, pero sí uno de los más importantes, sin maquillaje todo sería falso.

Lily tardó unos diez minutos más en terminar, había aprendido a hacerlo todo al doble o triple de velocidad. Igual tardó media hora más de lo establecido, no por haber conversado con Thomas, si no porque no podía hacerlo tan rápido, era demasiado difícil.

—¿Me pasas tu número? —preguntó Thomas antes de salir de la habitación.
—Am… claro —que un chico le pidiera su número la ponía incómoda, pero que fuera famoso la ponía mucho más. No debería estar permitido que los chicos pidieran números— 444175092.

Thomas lo escribió en el teléfono y le guiñó un ojo para después salir de la habitación. Él la ponía incómoda, era como si él fuera un león y ella un ciervo caminando solo por una pradera; siempre iba a terminar cazándola. No podía negar que le daba gusto pasarle su número a un chico guapo, era asombroso que alguien así te lo pidiera, te hacia sentir bien contigo mismo.