Unconditionally. |Liam Payne|

―Despierta Camille, hemos llegado. ―musita mi madre, con una voz suave y angelical. Me cuesta trabajo despertarme, pero por fin lo consigo.
― ¿Qué hora es? ―le pregunto adormilada.
―Exactamente, las tres de la mañana. ―bostezo, y con todas las fuerzas del mundo, me paro del asiento, diviso el lugar, pero dentro del avión, no hay ni un alma, más que Loretta y yo; ni si quiera me di cuenta el momento en el que me dormí.
Ambas bajamos del lugar, pasamos por nuestros equipajes, voy detrás de ella, porque no tengo idea a dónde vamos. Quiero saber en qué nos iremos y cuánto tiempo nos tardaremos en llegar, pero no me atrevo a hablarle, decidí hacerle la ley del hielo durante los 365 días, sé que puedo tolerarlo, cuando mi padre, no estaba en casa, podía valerme por mí misma hasta un mes. El trayecto fue largo y silencioso-muy silencioso, una de las cosas que odiaba era el silencio, me gustaba entablar un tema de conversación con quien fuera, pero con ella jamás me atrevería a platicar. Nos dirigimos hacia la entrada y afuera,  se encontraba un sitio de taxis, no puedo creer que a tan altas horas de la madrugada siguieran trabajando, finalmente ella tomó uno, para poder irnos a su hogar.
―Te va a encantar Londres, el lugar es muy bonito, la casa en donde vivo es espaciosa, y en la escuela en donde estarás son muy agradables. ―trata de hacerme la plática animadamente, enfoco mi mirada a la ventana, haciéndole entender que no quiero charlar con ella.
― ¿No me vas a dirigir la palabra, nunca en tu vida?
―Tú no me la dirigiste por diecisiete años, no creo que sea tan difícil. ―murmuro para mí misma.
― ¿Qué?
―Nada.
― ¿Jamás lo vas a olvidar, cierto?
―No sé porque me quieres contigo, es inútil todo el esfuerzo que estás haciendo y el que piensas hacer, estábamos bien cuando aún no aparecías en nuestras vidas.
―Tú no sabes cómo pasaron las cosas. ―su expresión es seria, y dura, resultándome intimidante, pareciera que la mala de todo soy yo. ―Es fácil juzgar Camille, es fácil pensar que yo soy una mala madre, que jamás quise saber de ti, pero las cosas no fueron así, yo te amo y siempre te he amado, aún sin conocerte, me duele que no quieras ver las cosas como son y te la vivas pensando que tú siempre tendrás la razón en todo.
― ¡Hey! Eso no es verdad yo no me la vivo pensando en que yo siempre tengo la razón, sé que soy humana y que cometo errores, los cuales los suelo aceptar, nunca pongas palabras de mi boca. ―respondo molesta, sé que esta pelea no tiene sentido, pero no quiero quedarme callada, observo que el señor del taxi nos examina atento por el retrovisor, lo miro enfadada e inmediatamente desvía la mirada.
― ¿Y por qué no me das una oportunidad? Déjame demostrarte, que yo de verdad me arrepiento por aquellos actos que llegué a cometer hace años, y quiero estar contigo.―toma mi mano y hace que la mire directo a los ojos, no sé si está diciendo la verdad, una parte de mí, ansia abrazarla y decirle lo mucho que me ha hecho falta, pero otra, no quiere saber nada de ella.
― ¿Y por qué te fuiste? ―se queda callada unos segundos, pensando qué decirme.
― ¿Podemos platicar esto en un lugar privado? ―se acerca más a mí, y me susurra al oído. ―Además, creo que al señor le encanta meterse en conversaciones ajenas, seguramente al llegar a su casa, le contará a toda su familia los cotilleos que escucha durante todo el día. ―fijo mi mirada hacia él, nos sigue observado atentamente, suelto una carcajada y asiento.
El trayecto fue algo corto, alrededor de diez minutos llegamos, la ciudad se veía tan tranquila, pocos autos pasaban, y exagerando, llegué a ver a cuatro personas caminando por las calles. Después de aquella plática que tuve con Loretta, no llegamos a conversar, lo cual me resultaba tranquilo, necesitaba pensar en varias cosas.
La cuadra me resultaba bastante bonita, aún estaba obscuro pero se podía llegar a ver toda la calle gracias a la iluminación, las casas eran realmente grandes, como esas casas de en sueño, que siempre pedía en navidad, para que mis muñecas tuvieran un hogar digno. Las ansias me comían, tenía miedo de que nos estuvieran esperando, aún no estaba lista para conocer a mis medios hermanos, y mucho menos a mí “padrastro” en estos momentos extraño tanto a mi papá, a pesar de que antes de irme con Loretta nos hayamos peleado, deseaba platicar con él lo más pronto posible.
―No te quedes a fuera, que te vas a congelar. ―me dice, sacándome de mi trance, en el que estaba completamente arrepentida por haberme portado tan mal con mi padre. Mis piernas temblaban, y no sabía si era por el frío o por los nervios.
― ¿Nos están esperando? ―indago preocupada.
―No, Bill y Leah querían esperarse para darte la bienvenida, pero les llamé antes, para avisarles que llegaríamos algo tarde y que debían dormir para levantarse temprano para ir a la escuela. Aunque no tengo la menor idea de donde se encuentran los demás, pero no creo que nos estén esperando, tranquila, te ayudaré con tu equipaje. ―me regala una sonrisa, y me invita a pasar a su morada, ahora me siento más tranquila.
Me quedo boquiabierta, el lugar es enorme, la puerta de entrada es de madera sólida, las paredes son blancas y los ventanales son completamente de cristal, y presiento, que viven acá más de cuatro personas, estoy tan cansada que lo único que deseo es dormir.  
― ¿Te gusta? ―cuestiona Loretta, esperanzando un sí de mi parte, la miro e inmediatamente asiento, esta casa era el doble de grande, a comparación de la otra.
―Es muy bonita. ―confieso, y una pequeña sonrisa aparece en su rostro.
―Vamos, te enseñaré tu habitación.
Ambas nos dirigimos hacia el primer piso, y a mano derecha se encontraba mi cuarto, ella abrió la puerta, y me dispuse a entrar, una pequeña sonrisa se posicionó sobre mis labios, creo que es la pieza que siempre soñé, que todas las chicas de mi edad han soñado.
― ¿Que te parece?
―Es… es hermoso. ¿De verdad no lo compartiré con nadie? ―ella niega con la cabeza y le regalo una sonrisa. ―Gracias.
―No tienes de qué agradecer, y bien, ¿quieres hablar ahora o te dejo descansar?
Me quedo pensando unos segundos y por fin, asiento, sé que es ahora o nunca que podré saber la verdad sin ningún tipo de interrupción o algo parecido.
―Sí, quiero saberlo todo. ―da un largo suspiro y comienza a hablar.
―Bien,  yo tenía diecisiete años, y Walter diecinueve, él era muy guapo, uno de los chicos más codiciados de toda la escuela para ser verdad, todas se morían por él, incluyéndome a mí, recuerdo que comenzamos a hablarnos porque habían organizado una fiesta; traté de ponerme lo más bonita posible, quería que él me viera, quería que él supiera de mi existencia. Inmediatamente me di cuenta que era un patán, pero yo pensaba que lo podría cambiar, y supuestamente lo hice, al principio todo era tan hermoso, sentía como si estuviera en un sueño hecho realidad, pero poco a poco las cosas comenzaron a cambiar, él quería que yo me acostara con él, al principio yo no accedía pero finalmente, lo hicimos, y bueno, te tuve a ti. ―poco a poco, pequeñas lágrimas iban descendiendo. ―Yo no sabía qué hacer, mi madre se enteró y le tuvo que decir a mi papá, obviamente buscaron a Walter, para que él se hiciera responsable de mí.
― ¿Y qué dijo él?
―Lo que todo hombre joven dice cuando premia a una chica… “No soy el padre”. Las cosas cada vez se salían de control y algunas veces llegué a pensar con deshacerme de mi vida, finalmente, él me buscó y me dijo que se haría cargo de nosotras, y fue así, pero solamente por un tiempo; cuando tu naciste, volví a recobrar mi vida, al verte todo fue tan maravilloso, no quería perderte nunca. Pero, todo fue empeorando, él me había dicho que iba a cambiar, pero no fue así, todos los días se iba a tomar y llegaba embriagado a la casa, muchas veces llegué a encontrarlo con diferentes mujeres, y llegó el día en el que yo me harté, y me fui. Te dejé Camille, y fui la persona más estúpida del mundo, era tan joven, que yo quería rehacer mi vida, quería irme para seguir estudiando y regresar por ti, para darte un mejor futuro.
Después de cinco años, regresé, y ustedes se habían cambiado de casa, estaba tan desesperada por encontrarte, quería estar nuevamente contigo, hasta ahora he sentido ese remordimiento por haberte dejado sola, sé que al irme tu padre pensó las cosas y se hizo responsable de ti, pero yo quería estar contigo, quiero arreglar los errores que llegué a cometer, quiero que te des cuenta de lo importante que eres para mí, solamente dame una oportunidad, y verás que yo soy esa madre que siempre quisiste tener. ―ambas estábamos echas un mar de lágrimas, y ahora, no sabía que responderle, ella es humano, y sé que todos cometemos errores, pero, no estaba segura si podría perdonarla.
― ¿Me puedes dejar sola, por favor? ―le digo con mi voz entrecortada. Ella asiente, aún con lágrimas en sus ojos y se retira de la habitación.