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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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Apocalypse.
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Apocalypse.
• Titulo: Apocalypse.
• Autor: Colectiva.
• Adaptación: La Biblia (?).
• Género: General.
• Contenido: Depende de la narración de cada escritora.
• Advertencias: Contenido demoníaco (?) por ahora ninguna que yo sepa.
• Otras páginas: Nop.
• Autor: Colectiva.
• Adaptación: La Biblia (?).
• Género: General.
• Contenido: Depende de la narración de cada escritora.
• Advertencias: Contenido demoníaco (?) por ahora ninguna que yo sepa.
• Otras páginas: Nop.
La biblia, el libro sagrado de los cristianos y el más vendido de toda la historia de la humanidad, narra una serie de acontecimiento en el capítulo final nombrado como El Apocalipsis. Cada uno de los dígitos, palabras, animales o personas escritas tiene un significado diferente. Y como cuenta la biblia, el final de nuestros tiempos llegará. Los fallecidos seremos resucitados el día del fin y comenzaremos a admirar como la preciada creación de nuestro señor se está quemando entre pecados y desgracias. Lucifer será liberado, y bajará a la Tierra, y sembrará el caos sin escrúpulos o piedad. Los humanos deberán sobrevivir hasta el día siete, pero si caen en pecado, volverán al sexto día, donde las bestias fueron creadas. Los ángeles se ofrecerán a ayudar a los humanos, pero, ¿la revelación de los caídos ha afectado a los que juraron obediencia?
Reglamento.
1. Respeto entre las escritoras.2. Para subir el capítulo dejaré seis días. Si no podéis subir, avisadme por el muro o por un mp.
3. Se escribe con "—".
4. No pido una escritura profesional, sin errores ortográficos, pero un poco de esfuerzo para que no se vea que Apocalipsis tiene escrituras analfabetas, gracias.
5. Respetemos el orden.
6. Las dudas por el muro interactivo, por favor.
7. No hay límite de hojas para los capítulos, ya que yo carezco de Word, tengo Wordpad (como otras chicas de own) y en el mío no hay hojas, así que con sean un poco largos me vale.
8. Gozad como perras, no seáis tímidas.
- Orden:
- 1. sykes.
2. Wolf.
3. Mess.
4. Wallflower.
5. bigtimerush.
6. Depper.
7. bowie.
8. Tessa
9. Ginger
10. demons.
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Cabecera.
Separador.
Última edición por sykes. el Mar 15 Jul 2014, 10:47 am, editado 2 veces
Ledger.
Re: Apocalypse.
PRÓLOGO.
Es conocido como el libro sagrado de la religión Católica, miles de fieles seguidores leen las parábolas de Jesús y conocen los milagros cometidos por el mesías. Pero, al igual, dentro de aquellas palabras se narra el final de la perfecta creación de Dios, y su apreciada raza humana, que desaparecerá en unos simples días.
Todo comenzará con unos sellos, que finalizan con el último pero el más importante: la liberación de Lucifer. El conocido rey de los ángeles caídos, el demonio, Satanás como le apodan los jóvenes actuales, saldrá de las oxidadas puertas del inframundo y sembrará el caos en el planeta Tierra; finalmente se librará de los humanos inservibles.
Pero todo parece haber cambiado.
Los ángeles que juraron fidelidad a Dios se han visto influenciados por los ángeles caídos en el comienzo del universo. Han comenzado a posar sus ojos en los humanos, y en los conocidos nefilims —hijos de la unión sexual de un caído y una humana—. Comenzaron a sentir lo prohibido: amor. La revelación les aterroriza, pero la sensación de vacío en los cielos se asemeja a la de estar enamorados.
¿Sigue Dios en el cielo? ¿Su trono ha quedado vacío?
Lucifer, al igual que el padre del mesías, ha sido desobedecido gravemente. Ahora, los demonios no pueden volver a caer, pero sí demostrar su rebeldía en los ojos de su rey. ¿Se están arriesgando a ser castigados con severidad? La respuesta es afirmativa.
Ángeles y demonios, con diferentes labores pero con una similar misión final, se ven atrapado en un destino cambiado por el planeta Tierra.
Amor, sangre, sacrificios, exorcismos, oraciones, invocaciones y muertes inesperadas. La presencia del demonio en el planeta, entre lo humanos, se hace notoria para los jinetes del Apocalipsis, los ángeles, los arcángeles y los demonios de puestos menores.
El Apocalipsis ha sentenciado todo. Ha llegado la hora del juicio final.
Todo comenzará con unos sellos, que finalizan con el último pero el más importante: la liberación de Lucifer. El conocido rey de los ángeles caídos, el demonio, Satanás como le apodan los jóvenes actuales, saldrá de las oxidadas puertas del inframundo y sembrará el caos en el planeta Tierra; finalmente se librará de los humanos inservibles.
Pero todo parece haber cambiado.
Los ángeles que juraron fidelidad a Dios se han visto influenciados por los ángeles caídos en el comienzo del universo. Han comenzado a posar sus ojos en los humanos, y en los conocidos nefilims —hijos de la unión sexual de un caído y una humana—. Comenzaron a sentir lo prohibido: amor. La revelación les aterroriza, pero la sensación de vacío en los cielos se asemeja a la de estar enamorados.
¿Sigue Dios en el cielo? ¿Su trono ha quedado vacío?
Lucifer, al igual que el padre del mesías, ha sido desobedecido gravemente. Ahora, los demonios no pueden volver a caer, pero sí demostrar su rebeldía en los ojos de su rey. ¿Se están arriesgando a ser castigados con severidad? La respuesta es afirmativa.
Ángeles y demonios, con diferentes labores pero con una similar misión final, se ven atrapado en un destino cambiado por el planeta Tierra.
Amor, sangre, sacrificios, exorcismos, oraciones, invocaciones y muertes inesperadas. La presencia del demonio en el planeta, entre lo humanos, se hace notoria para los jinetes del Apocalipsis, los ángeles, los arcángeles y los demonios de puestos menores.
El Apocalipsis ha sentenciado todo. Ha llegado la hora del juicio final.
Última edición por sykes. el Mar 15 Jul 2014, 10:17 am, editado 3 veces
Ledger.
Re: Apocalypse.
CAPÍTULO 001.
Mi respiración se agitó. Tosí fuertemente. Abrí los ojos consiguiendo cerrarlos nuevamente por todo el peso que tenía encima. Mis pulmones se estrujaban cuanto más intentaba llevar aire a ellos. Me era casi imposible poder moverme. Y apenas podía respirar. No sabía dónde estaba y lo peor; estaba muriendo asfixiado.
Con mucha fuerza de voluntad, levanté el brazo derecho entre toda la tierra sobre mí y con esfuerzo y agilidad saqué la palma a la superficie. Me quedaba lo peor; sacar todo mi cuerpo. Y rápido.
Estirándome como podía alargué el brazo y me agarré a la raíz más próxima a mí e hice fuerza. Doble el brazo, sacando bíceps e hice con el brazo restante un pequeño agujero para sacar la cabeza fuera. Y tras mucho esfuerzo lo conseguí.
Una vez mis pulmones tocaron aire se abrieron como si de unas alas se trataran. El oxígeno acarició todo mi interior, llenándome de vida. Con la ayuda del brazo izquierdo, me agarré a la raíz sujeta al suelo y con un breve empujón, todo mi cuerpo yacía fuera de mi tumba.
— Al fin, cojones —susurré irritado. Inhalé y exhalé varias veces. Consecutivamente me levanté admirando mi alrededor.
Estaba rodeado de árboles de todos tipos, clases y tamaños. A lo lejos había una carretera desierta. Pero lo más asombroso era el encontrar troncos de árboles totalmente apilados tumbados en el suelo, uno al lado del otro, formando un círculo de donde había salido minutos atrás.
Sin darle mucha importancia anduve por la carretera alejándome de aquel lugar. Era mediodía, mi cabeza estaba hecha un lío, hacía un calor insoportable y no sabía dónde estaba. Así que lo último que me importaba en esos momentos eran unos troncos en el suelo.
Al rato de estar andando encontré una gasolinera junto a una cabina telefónica e intenté llamar a Bobby o Sam para que pasaran por mí. Sí, intenté. Porque para que funcionara se necesitaba dinero y yo no lo tenía:
— ¡Joder! —Exclamé estrellando el teléfono en la cabina.
Retomando mi camino hacia la casa de Bobby, me perdí en mis propios pensamientos de qué hacía aquí de nuevo. Del por qué. Pero lo más importante; quién lo había hecho.
Ya era casi de noche. Podía ver enfrente mía cómo el Sol se ocultaba para dejar paso a la oscuridad que reinaba, prácticamente, casi todo el cielo y tierra. Alguna que otra vez pasaban coches por la carretera, pero ninguno se dignaba a parar.
Oí el sonido de un motor. Giré mi cabeza hacia atrás para ver unas luces de un coche. Me paré, estiré el brazo derecho y levanté el pulgar rezando porque se parara y pudiera acercarme a casa de Bobby.
No tuve suerte.
El coche me pasó rápidamente haciendo volar mi camisa hacia atrás. Repentinamente le di un puñetazo al aire viendo al coche alejarse de mí.
— ¡Maldito hijo de puta! —Grité a todo pulmón viendo únicamente las luces rojas de la parte trasera del coche—. ¡Ojala te estrelles, cabronazo!
Pateé el suelo con indignación y enfado y seguí mi curso. Aún me quedaba un tramo, no era mucho pero aún así me quedaba algo.
Mis recuerdos se fueron a otro lugar mientras mis pies andaban sin dificultad hacia su destino ya conocido desde hacía unos años. En mi mente abarcaba en el lugar del que provenía. Del fatídico destino que me había dado la vida. Me llenaban los malos recuerdos procedentes del pasado. El dolor, los recuerdos, la soledad.. Todo me llenó en un mismo instante produciendo que mi cabeza se llenara de mala información y recayera en un pozo del dolor. Aún así, mis pies seguían andando como si nada pasara en mi mente.
A lo lejos pude ver la las luces de la pequeña casa de Bobby. Cruzando el camino de tierra que nos separaba, llegué a su puerta. Y toqué. Pasaron unos segundos y la puerta se abrió para dar paso a un desarreglado y borracho Bobby.
Pasaban los segundos y ninguno decía ni hacía nada. Él me miraba de arriba abajo impresionado, incrédulo. Y yo lo miraba directamente a sus ojos asustados con una sonrisa cansada.
— Esto no puede ser… —Susurró casi inaudible.
— Bobby, soy yo. Estoy aquí —sin haber terminado la frase me encontré bañado en agua bendita—. No soy un demonio, maldita sea Bobby.
— Pero esto.. Es prácticamente imposible —volvió a examinarme con sus ojos audaces—. Deberías estar muerto.
— Lo sé —contesté para luego pasar dentro de la casa. Él cerró la puerta tras de mí.
— ¿Quieres una cerveza? —Añadió yendo a la cocina.
— Sí, estoy muerto de sed.
Me adentré en el salón. Había latas de cervezas por todos los lados, inclusive por el suelo. Miré al escritorio, todo lleno de papeles desordenados y esparramados por todo el lugar. Bobby nunca fue un obsesionado por la limpieza, pero tampoco tan guarro.
— ¿Qué te ha pasado, Bobby? —Susurré más para mí que para cualquier otra persona.
— ¿A mí? —Oí su voz tras de mí. Me volteé.
— Sí, Bobby. ¿Qué es todo este estropicio? —Me acerqué a una cerveza y la cogí—. ¿Qué es toda esta mierda?
— Es una cerveza, Dean.
Sacudí la cabeza mientras oía sus pasos dirigirse hacia mí y me abrazó como si nunca antes nos hubiéramos abrazado. Él era imposible. Sabía que no iba a hablar, que no me diría nada pero ya me enteraría. Lo miré; llevaba dos cervezas en la mano. Me estiró una y la agarré. Le pegué un trago y volví a mirar hacia todos los lados buscando a alguien, no algo:
— ¿Y Sammy? —Pregunté inocente. Dirigí mi vista hacia Bobby el cual apartó la vista, le pegó un trago a la cerveza, un buen trago, mientras se encogía de hombros.
— Llevo sin saber de él desde hace mucho tiempo. Le dejé varias llamadas pero nunca me las devolvió y supuse que había rehecho su vida.
— ¿Qué? ¡Y por qué no insististe, joder! —Exclamé, incrédulo.
— Pero, ¿qué quieres? Yo también tengo una vida, Dean —miré a mi alrededor, con asco y repulsión.
— ¿A esto lo llamas vida? —Su cara cambió radicalmente.
— Han cambiado muchas cosas, Dean. Demasiadas.
— Eso no me importa. Lo que me importa ahora es encontrar a Sam, ¿me ayudarás o lo haré yo solo?
Se terminó la cerveza y la dejó sobre la mesa del escritorio. Rebuscó en ella y encontró su móvil. Marcó unos números y se fue a la cocina para hablar en privado mientras yo me sentaba entre latas de cerveza vacías y una gran preocupación por mi hermano menor.
— ¿Estás seguro que tu contacto te dijo que Sam estaba aquí? —Estrellé mis ojos de nuevo en la casa blanca enfrente de mí.
— Totalmente seguro. Él nunca me falla.
Según un contacto y viejo amigo de Bobby. Sammy estaba en esa casa. Hacía unos meses atrás, Bobby había estado vigilando de vez en cuando a Sam. Más que nada para mantenerlo a la vista y que no le sucediera nada o por si se metía en problemas, tuviera refuerzos. Puede que Bobby no lo hubiera insistido en sus llamadas, pero tuvo una gran idea al mantenerlo vigilado de esta manera.
Anduvimos hasta el porche de la casa blanca oyendo gritos que procedían del interior de la casa. Nos miramos, preocupados. Corrimos hacia la puerta, sacamos nuestras armas y con una gran patada a la puerta, entramos a la casa.
Lo primero que vi fue a un chico a cuatro patas. Estaba lleno de tatuajes y miraba al suelo, gimiendo. Lo segundo fue encontrar a Sam detrás de él, tomándolo por el único agujero libre que un hombre tenía en su cuerpo. Segundos más tarde de reconocer a Sammy, él se despegó del Chico a Cuatro Patas inmediatamente.
Los dos nos miraron asustados. Hasta que Sam me reconoció y se puso de pie con dificultad.
— ¿Dean? —Preguntó abrumado. El Chico a Cuatro Patas lo miró desconcertado.
— ¿Quiénes son estos tíos y por qué han entrado así a tu casa?
— ¡Oh, joder! ¿Queréis poneros algo de ropa? No me apetece ver vuestra manguera colgando —miré hacia Bobby sin ninguna expresión en la cara. Sam sonrió.
— Nunca cambiarás, ¿eh Bobby?
— Pero, ¿quiénes sois? —Antes de que ninguno pudiera contestar, volvió a hablar—. Olvidadlo, me largo.
Rápidamente se puso los calzoncillos y los pantalones y el resto lo agarró con las manos y salió de la casa velozmente. Antes de que pasara la puerta Sam le dijo:
— ¡Te llamaré!
— Sí, claro.. —Terminó de decir, antes de irse totalmente del lugar.
Volví a mirar a Sam, el cual aún seguía desnudo.
— ¿Te quieres poner algo, Sammy? Para vértela a ti me la veo a mí mismo.
— ¿Cómo es que estás vivo, Dean? —Añadió mientras se vestía tranquilamente.
— Ninguno lo sabemos.
Antes de que Bobby terminara ya estaba andando hacia Sam. Él comenzó a andar hacia mí y nos fundimos en un abrazo de hermanos mientras nos dábamos unas palmadas en las espaldas mutuamente.
— Me alegro de tenerte de vuelta otra vez, Dean —admitió con total sinceridad. Nos separamos mientras su cara cambiaba a un ceño fruncido—. ¿Cómo me habéis encontrado?
Giré mi cabeza para mirar a Bobby el cual estaba examinando todo el salón con sus pequeños pero astutos ojos.
— Casualidades del destino que estuviéramos por aquí y oyéramos los gritos.
— ¿Casualidades, Dean? —Levantó una ceja. Encogí mis hombros, restándole importancia.
— ¿Nos vamos?
— ¿A dónde?
— A descubrir quién sacó del infierno a Dean.
Aparqué mi preciado Impala a un lado del almacén abandonado y nos bajamos de él. Yendo al maletero sacamos todo lo que necesitábamos para poder invocar al ser que me había sacado del infierno y me hacía dejado una marca de una mano en mi brazo derecho.
— ¿Estáis seguros de lo que vais a hacer? —Habló la voz sabia de nosotros tres.
— No, pero ¿cuándo estamos nosotros seguros de algo?
Bobby siguió pintando todos los símbolos que se le ocurrían en las paredes del almacén. Sam recolectaba todos los exorcismos y esas clases de cosas por si necesitáramos ayuda de ellos y yo, bueno, yo me preparaba mentalmente para lo que fuéramos a invocar.
Una vez todo terminado y que todos estuviéramos listos para lo que se avecinara me asintieron con la cabeza y se alejaron de mí.
Respirando hondo, agarré un cuchillo y lo llevé a la palma izquierda, creé un puño y eché el cuchillo hacia atrás, produciendo así un corte superficial en ella seguida de sangre roja y viscosa. Dejé que cayera por mi palma hasta el cuenco de arcilla. Una vez la sangre estaba en el cuenco Sam dijo unas palabras en latín y explotó mi sangre.
Segundos después todo el recinto se llenó de una gran luz cegadora. Cerré mis ojos instantáneamente y me puse una mano sobre ellos por la cantidad de luz que había. Mientras la luz disminuía mis ojos se abrían sin problema hasta encontrar enfrente de mí a un chico de ojos azules y ceño fruncido.
— ¿Quién eres? —Pregunté casi al instante.
— Soy Castiel, un ángel del Señor —respondió con una voz totalmente neutral.
— ¿Un ángel? —Bobby me miró inmediatamente.
— Los ángeles no existen —habló tras de mí Sam.
Pocos segundos después una gran ráfaga de viento, proveniente del ángel, nos golpeó. Se oían rayos desde afuera y la luz del almacén parpadeaba continuamente.
Miramos al supuesto ángel y en la sombra de la pared pudimos ver sus grandes y negras alas expandiéndose hacia los lados admitiendo que él era un ángel.
— ¿Fuiste tú quién me sacaste del infierno?
— Sí, y traigo un mensaje para ti; para vosotros. El apocalipsis está cerca, demasiado cerca, y necesitamos toda la ayuda posible para no dejar que Lucifer sea liberado y llegue a la tierra con la intención de destruirla.
Con mucha fuerza de voluntad, levanté el brazo derecho entre toda la tierra sobre mí y con esfuerzo y agilidad saqué la palma a la superficie. Me quedaba lo peor; sacar todo mi cuerpo. Y rápido.
Estirándome como podía alargué el brazo y me agarré a la raíz más próxima a mí e hice fuerza. Doble el brazo, sacando bíceps e hice con el brazo restante un pequeño agujero para sacar la cabeza fuera. Y tras mucho esfuerzo lo conseguí.
Una vez mis pulmones tocaron aire se abrieron como si de unas alas se trataran. El oxígeno acarició todo mi interior, llenándome de vida. Con la ayuda del brazo izquierdo, me agarré a la raíz sujeta al suelo y con un breve empujón, todo mi cuerpo yacía fuera de mi tumba.
— Al fin, cojones —susurré irritado. Inhalé y exhalé varias veces. Consecutivamente me levanté admirando mi alrededor.
Estaba rodeado de árboles de todos tipos, clases y tamaños. A lo lejos había una carretera desierta. Pero lo más asombroso era el encontrar troncos de árboles totalmente apilados tumbados en el suelo, uno al lado del otro, formando un círculo de donde había salido minutos atrás.
Sin darle mucha importancia anduve por la carretera alejándome de aquel lugar. Era mediodía, mi cabeza estaba hecha un lío, hacía un calor insoportable y no sabía dónde estaba. Así que lo último que me importaba en esos momentos eran unos troncos en el suelo.
Al rato de estar andando encontré una gasolinera junto a una cabina telefónica e intenté llamar a Bobby o Sam para que pasaran por mí. Sí, intenté. Porque para que funcionara se necesitaba dinero y yo no lo tenía:
— ¡Joder! —Exclamé estrellando el teléfono en la cabina.
Retomando mi camino hacia la casa de Bobby, me perdí en mis propios pensamientos de qué hacía aquí de nuevo. Del por qué. Pero lo más importante; quién lo había hecho.
Ya era casi de noche. Podía ver enfrente mía cómo el Sol se ocultaba para dejar paso a la oscuridad que reinaba, prácticamente, casi todo el cielo y tierra. Alguna que otra vez pasaban coches por la carretera, pero ninguno se dignaba a parar.
Oí el sonido de un motor. Giré mi cabeza hacia atrás para ver unas luces de un coche. Me paré, estiré el brazo derecho y levanté el pulgar rezando porque se parara y pudiera acercarme a casa de Bobby.
No tuve suerte.
El coche me pasó rápidamente haciendo volar mi camisa hacia atrás. Repentinamente le di un puñetazo al aire viendo al coche alejarse de mí.
— ¡Maldito hijo de puta! —Grité a todo pulmón viendo únicamente las luces rojas de la parte trasera del coche—. ¡Ojala te estrelles, cabronazo!
Pateé el suelo con indignación y enfado y seguí mi curso. Aún me quedaba un tramo, no era mucho pero aún así me quedaba algo.
Mis recuerdos se fueron a otro lugar mientras mis pies andaban sin dificultad hacia su destino ya conocido desde hacía unos años. En mi mente abarcaba en el lugar del que provenía. Del fatídico destino que me había dado la vida. Me llenaban los malos recuerdos procedentes del pasado. El dolor, los recuerdos, la soledad.. Todo me llenó en un mismo instante produciendo que mi cabeza se llenara de mala información y recayera en un pozo del dolor. Aún así, mis pies seguían andando como si nada pasara en mi mente.
A lo lejos pude ver la las luces de la pequeña casa de Bobby. Cruzando el camino de tierra que nos separaba, llegué a su puerta. Y toqué. Pasaron unos segundos y la puerta se abrió para dar paso a un desarreglado y borracho Bobby.
Pasaban los segundos y ninguno decía ni hacía nada. Él me miraba de arriba abajo impresionado, incrédulo. Y yo lo miraba directamente a sus ojos asustados con una sonrisa cansada.
— Esto no puede ser… —Susurró casi inaudible.
— Bobby, soy yo. Estoy aquí —sin haber terminado la frase me encontré bañado en agua bendita—. No soy un demonio, maldita sea Bobby.
— Pero esto.. Es prácticamente imposible —volvió a examinarme con sus ojos audaces—. Deberías estar muerto.
— Lo sé —contesté para luego pasar dentro de la casa. Él cerró la puerta tras de mí.
— ¿Quieres una cerveza? —Añadió yendo a la cocina.
— Sí, estoy muerto de sed.
Me adentré en el salón. Había latas de cervezas por todos los lados, inclusive por el suelo. Miré al escritorio, todo lleno de papeles desordenados y esparramados por todo el lugar. Bobby nunca fue un obsesionado por la limpieza, pero tampoco tan guarro.
— ¿Qué te ha pasado, Bobby? —Susurré más para mí que para cualquier otra persona.
— ¿A mí? —Oí su voz tras de mí. Me volteé.
— Sí, Bobby. ¿Qué es todo este estropicio? —Me acerqué a una cerveza y la cogí—. ¿Qué es toda esta mierda?
— Es una cerveza, Dean.
Sacudí la cabeza mientras oía sus pasos dirigirse hacia mí y me abrazó como si nunca antes nos hubiéramos abrazado. Él era imposible. Sabía que no iba a hablar, que no me diría nada pero ya me enteraría. Lo miré; llevaba dos cervezas en la mano. Me estiró una y la agarré. Le pegué un trago y volví a mirar hacia todos los lados buscando a alguien, no algo:
— ¿Y Sammy? —Pregunté inocente. Dirigí mi vista hacia Bobby el cual apartó la vista, le pegó un trago a la cerveza, un buen trago, mientras se encogía de hombros.
— Llevo sin saber de él desde hace mucho tiempo. Le dejé varias llamadas pero nunca me las devolvió y supuse que había rehecho su vida.
— ¿Qué? ¡Y por qué no insististe, joder! —Exclamé, incrédulo.
— Pero, ¿qué quieres? Yo también tengo una vida, Dean —miré a mi alrededor, con asco y repulsión.
— ¿A esto lo llamas vida? —Su cara cambió radicalmente.
— Han cambiado muchas cosas, Dean. Demasiadas.
— Eso no me importa. Lo que me importa ahora es encontrar a Sam, ¿me ayudarás o lo haré yo solo?
Se terminó la cerveza y la dejó sobre la mesa del escritorio. Rebuscó en ella y encontró su móvil. Marcó unos números y se fue a la cocina para hablar en privado mientras yo me sentaba entre latas de cerveza vacías y una gran preocupación por mi hermano menor.
— ¿Estás seguro que tu contacto te dijo que Sam estaba aquí? —Estrellé mis ojos de nuevo en la casa blanca enfrente de mí.
— Totalmente seguro. Él nunca me falla.
Según un contacto y viejo amigo de Bobby. Sammy estaba en esa casa. Hacía unos meses atrás, Bobby había estado vigilando de vez en cuando a Sam. Más que nada para mantenerlo a la vista y que no le sucediera nada o por si se metía en problemas, tuviera refuerzos. Puede que Bobby no lo hubiera insistido en sus llamadas, pero tuvo una gran idea al mantenerlo vigilado de esta manera.
Anduvimos hasta el porche de la casa blanca oyendo gritos que procedían del interior de la casa. Nos miramos, preocupados. Corrimos hacia la puerta, sacamos nuestras armas y con una gran patada a la puerta, entramos a la casa.
Lo primero que vi fue a un chico a cuatro patas. Estaba lleno de tatuajes y miraba al suelo, gimiendo. Lo segundo fue encontrar a Sam detrás de él, tomándolo por el único agujero libre que un hombre tenía en su cuerpo. Segundos más tarde de reconocer a Sammy, él se despegó del Chico a Cuatro Patas inmediatamente.
Los dos nos miraron asustados. Hasta que Sam me reconoció y se puso de pie con dificultad.
— ¿Dean? —Preguntó abrumado. El Chico a Cuatro Patas lo miró desconcertado.
— ¿Quiénes son estos tíos y por qué han entrado así a tu casa?
— ¡Oh, joder! ¿Queréis poneros algo de ropa? No me apetece ver vuestra manguera colgando —miré hacia Bobby sin ninguna expresión en la cara. Sam sonrió.
— Nunca cambiarás, ¿eh Bobby?
— Pero, ¿quiénes sois? —Antes de que ninguno pudiera contestar, volvió a hablar—. Olvidadlo, me largo.
Rápidamente se puso los calzoncillos y los pantalones y el resto lo agarró con las manos y salió de la casa velozmente. Antes de que pasara la puerta Sam le dijo:
— ¡Te llamaré!
— Sí, claro.. —Terminó de decir, antes de irse totalmente del lugar.
Volví a mirar a Sam, el cual aún seguía desnudo.
— ¿Te quieres poner algo, Sammy? Para vértela a ti me la veo a mí mismo.
— ¿Cómo es que estás vivo, Dean? —Añadió mientras se vestía tranquilamente.
— Ninguno lo sabemos.
Antes de que Bobby terminara ya estaba andando hacia Sam. Él comenzó a andar hacia mí y nos fundimos en un abrazo de hermanos mientras nos dábamos unas palmadas en las espaldas mutuamente.
— Me alegro de tenerte de vuelta otra vez, Dean —admitió con total sinceridad. Nos separamos mientras su cara cambiaba a un ceño fruncido—. ¿Cómo me habéis encontrado?
Giré mi cabeza para mirar a Bobby el cual estaba examinando todo el salón con sus pequeños pero astutos ojos.
— Casualidades del destino que estuviéramos por aquí y oyéramos los gritos.
— ¿Casualidades, Dean? —Levantó una ceja. Encogí mis hombros, restándole importancia.
— ¿Nos vamos?
— ¿A dónde?
— A descubrir quién sacó del infierno a Dean.
Aparqué mi preciado Impala a un lado del almacén abandonado y nos bajamos de él. Yendo al maletero sacamos todo lo que necesitábamos para poder invocar al ser que me había sacado del infierno y me hacía dejado una marca de una mano en mi brazo derecho.
— ¿Estáis seguros de lo que vais a hacer? —Habló la voz sabia de nosotros tres.
— No, pero ¿cuándo estamos nosotros seguros de algo?
Bobby siguió pintando todos los símbolos que se le ocurrían en las paredes del almacén. Sam recolectaba todos los exorcismos y esas clases de cosas por si necesitáramos ayuda de ellos y yo, bueno, yo me preparaba mentalmente para lo que fuéramos a invocar.
Una vez todo terminado y que todos estuviéramos listos para lo que se avecinara me asintieron con la cabeza y se alejaron de mí.
Respirando hondo, agarré un cuchillo y lo llevé a la palma izquierda, creé un puño y eché el cuchillo hacia atrás, produciendo así un corte superficial en ella seguida de sangre roja y viscosa. Dejé que cayera por mi palma hasta el cuenco de arcilla. Una vez la sangre estaba en el cuenco Sam dijo unas palabras en latín y explotó mi sangre.
Segundos después todo el recinto se llenó de una gran luz cegadora. Cerré mis ojos instantáneamente y me puse una mano sobre ellos por la cantidad de luz que había. Mientras la luz disminuía mis ojos se abrían sin problema hasta encontrar enfrente de mí a un chico de ojos azules y ceño fruncido.
— ¿Quién eres? —Pregunté casi al instante.
— Soy Castiel, un ángel del Señor —respondió con una voz totalmente neutral.
— ¿Un ángel? —Bobby me miró inmediatamente.
— Los ángeles no existen —habló tras de mí Sam.
Pocos segundos después una gran ráfaga de viento, proveniente del ángel, nos golpeó. Se oían rayos desde afuera y la luz del almacén parpadeaba continuamente.
Miramos al supuesto ángel y en la sombra de la pared pudimos ver sus grandes y negras alas expandiéndose hacia los lados admitiendo que él era un ángel.
— ¿Fuiste tú quién me sacaste del infierno?
— Sí, y traigo un mensaje para ti; para vosotros. El apocalipsis está cerca, demasiado cerca, y necesitamos toda la ayuda posible para no dejar que Lucifer sea liberado y llegue a la tierra con la intención de destruirla.
Última edición por sykes. el Mar 15 Jul 2014, 10:16 am, editado 2 veces
Ledger.
Re: Apocalypse.
Capítulo 002
— “Eres increíble!, cada vez que abres la boca sale un verso impredecible; lástima que se los lleve el viento, sin dejarnos un recuerdo, ni un suspiro, ni un lamento. Los versos que nadie escribe, los versos que se lleva el viento, los recogen sabios ángeles por allá en el firmamento; Van tejiendo los edenes los ángeles; con esos versos que llenan mil universos de emociones pero también de desilusiones; Y si un verso has olvidado, antes de haberlo escrito, siente que has sido bendecido… un ángel lo ha llevado consigo; Mira allá arriba, donde aguarda tu cielo, cielo para tu vida, cielo que te espera el día de tu partida; ¡Oh! ¿Que es aquello que escucho?,no lo niego ni lo discuto. La trompeta celestial del jinete anunciado, ha comenzado su canto, presagiando mal augurio, con olor a sufrimiento y llanto. En fuego los pecadores pagan, por una vida profana y desenfrenada; Nadie podrá evitarlo, el Apocalipsis que el día de hoy está comenzando. ” — Aparto la mirada del papel con los versos que he escrito y recitado a la clase a petición de la maestra Weinferd. Mis compañeros de aula me lanzan miradas incrédulas. No vuela ni una sola mosca en el aula de clases, todo está en silencio, incluso la maestra. Giré el rostro desviando la mirada desde la clase hasta la maestra que no hace más que mirarme por un instante. Luego de unos cuantos segundos, la mujer sale de su ensimismamiento.
— Vaya, Esther , ese poema ha sido… uhm… algo alentador — Dice la mujer sonriéndome de medio lado. Una sonrisa cínica que no logra ocultar lo que realmente sentía: Piensa que soy una tipeja rara que no sale de su papel de chica religiosa.
— ¡¿Alentador?! — exclama una voz femenina desde en medio de la sala que conozco perfectamente: Celie. — por favor, maestra, nos está diciendo que vamos a arder en las llamas del infiernos — finaliza provocando que el resto de la clase estalle en carcajadas.
— Vaya, virgen María, no me digas que te las estás dando de profeta ¿eh? — exclama otra voz burlona, ese es Lucah. Las carcajadas se alzan aún más, provocando que los intentos de Weinfred por callarlos, se vean enmudecidos por las estridentes risas de la multitud. A pesar de las burlas, jamás les demostraba que sus palabras pudieran afectarme y esta vez no sería la excepción. Mamá siempre me dice “Si ellos te abofetean una mejilla, muéstrales la otra” - En sentido figurado, claro - y al menos eso era lo que yo intento hacer como buena sierva de Dios.
— ¿Puedo tomar asiento, maestra? — pregunto con aires de indiferencia, como si en vez de que me estuvieran abucheando, me estuvieran halagando. La mujer me mira con lástima y asiente, sintiéndose incapaz de frenarlos. Vuelvo a mi puesto mirando siempre con la frente en alto.
Mi religión es algo que me apasiona y de la cuál me siento orgullosa, no pensaba desistir de ella por la mera estupidez e ignorancia de mis compañeros de aula. Las risas comenzaban a cesar y la maestra llama a otro de mis compañeros para que le recitara su poesía.
A la hora del recreo, por lo general me encontraba sola. Prefería estar sola que mal acompañada. La cafetería siempre se llenaba y no me agradaba sentarme con los demás chicos de la promoción 2014, quienes a la vez eran mis compañeros de aula. Los muy irrespetuosos esos, se encargaban de hablar pestes de mi religión y de los sacerdotes. Opté por comer mi porción de frutas en uno de los jardines del instituto. Hace unas semanas atrás, había descubierto que el jardín de los tulipanes -los jardines del instituto poseían el nombre de las flores que estaban sembradas en ellos- estaba completamente vacío durante el receso que coincidía con la hora del almuerzo en que la cafetería se repletaba.
Caminé por los pasillos con toda calma ya que no tenía prisa. Al llegar, me senté en el césped junto al sin fin de tulipanes rojos que tanto amaba ademas de las rosas azules. Sentir el cantar de los pajarillos me transmitía paz, una creación divina digna de admirar.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó una voz proveniente desde el lado contrario del árbol en el que estaba apoyada. Miré por detrás y me di cuenta de que no era la única que ocupaba el jardín de los tulipanes rojos. Allí estaba el chico misterioso que ocupaba el último puesto de la tercera fila en mi clase de Literatura. El chico estaba sentado en el césped apoyando su espalda en el árbol con aires relajados y sus ojos cerrados. Vestía como casi siempre lo hacía: sus jeans, su camiseta y sus “converse” negras, y por encima, una camisa a cuadros con distintas tonalidades de azul arremangada en los brazos hasta un poco más abajo de los codos. Su cabello ya no era oscuro, sino rubio.
Aún recuerdo cuando el chico llegó a segundo año de secundaria con el cabello largo y la cara maquillada. En aquellos tiempos en que se había ganado el respeto que hoy el mundo le tenía. Paso de ser un chico del que todos se burlaban, a ser el chico al que todos temían. Un día de segundo año de secundaria, sin explicación, llegó a clases con el cabello corto y su cara completamente desmaquillada, fue en ese entonces en que algo en su rostro se me hizo completamente conocido.
— La cafetería esta repleta y concurrir lugares atestados de gente no es algo que me agrade mucho que digamos, ¿y tú? — respondí devolviéndole la interrogante.
— ¿Y a tí que te importa? — respondió aún con los ojos cerrados. Vaya mal educado. Decidí no responderle puesto que no debía seguir su juego y caer en lo que él siempre buscaba en los demás: la ira.
Había veces en que me costaba trabajo tragarme el orgullo, pero finalmente siempre terminaba haciéndolo. El orgullo no era bueno y llevaba a actitudes que no eran dignas de un siervo de Dios. Opté por volver a mi puesto anterior donde quedaba de espaldas a él separados por el tronco del árbol.
— No me gusta el ruido y el ajetreo de la cafetería, prefiero la paz que me brinda este lugar — dijo el chico de pronto. Detuve la fresa a medio camino hacia mi boca al escuchar su voz. Bajé mi brazo con la fruta y la devolví al contenedor.
— ¿Siempre frecuentas este lugar? — le pregunté luego de un rato de silencio.
— Ya, no te subas por las nubes con las preguntas — me dijo en tono calmado. Me sorprendía la serenidad de su tono al hablar, ya que por lo general, su semblante siempre denotaba o melancolía o enfado. Decidí quedarme callada, quizá estaba siendo un tanto descortés al interrogarlo. — Sí, siempre frecuento este lugar, todos los días desde que han inaugurado este jardín — Respondió. ¡¿Qué?!
— ¿S…siempre? — tartamudeé — yo lo frecuento hace algunos meses atrás y jamás me había percatado de tu presencia — sentí como el calor subía por mis mejillas.
— Lo sé — habló — Y sí, te escucho todo los días hablarle a los pájaros — vale, eso era lo que me temía. Siempre que me encontraba a solas -o al menos eso era lo que pensaba- le hablaba a los pajaritos que revoloteaban a mi alrededor y pedía que le dieran las gracias a Dios por cada día de vida y salud que me daba. Siempre he pensado que ellos pueden hablar con Dios, algo tonto, pero es una creencia que siempre he tenido, desde pequeña. — Te haz puesto colorada — me interrumpió su voz justo a mi lado sacándome de mis pensamientos y haciéndome dar un bote. Le miré y estaba sonriendo de medio lado sentado junto a mí. ¿En qué momento había llegado allí? Emití todo tipo de comentario y comencé a comer las fresas una tras otra sin darme descanso. Intenté mirar a cualquier lado que no fuera él, sino el color de mis mejillas no disminuiría. —¿Te gustan los tulipanes? — preguntó de pronto volviendo a su actitud serena.
— ¿A qué va tu pregunta? — pregunté tragando al última fresa que quedaba en el contenedor.
— Me refiero a que tienes tres jardines más que están completamente vacíos y decides venir al que está más lejano de todo, ¿o es que buscas un espacio para conectarte con tu Dios? — aclaró.
— Pues sí, me encantan los tulipanes, son mis flores favoritas — respondí observándolo y sonriéndolede medio lado, el chico tenía su mirada fija en sus manos, aquella expresión que siempre tenemos cuando recordamos algo. El silencio se instauró a nuestro alrededor, sin embargo, no resultaba ser un silencio incomodo, sino que más bien era reconfortante. Me dediqué a mirar una pareja de tórtolas que revoloteaba por encima de los tulipanes. Por lo que papá me había enseñado, se trataba de un macho y una hembra. Papá siempre decía que las tórtolas era unas de las pocas creaciones divinas que tenían una pareja única de por vida, y es por ello que eran mis pájaros favoritos. Como chica, siempre había soñado con encontrar a esa persona que me amara y me respetara por sobre todas las cosas. Aquella persona con la que pasaría el resto de mis días. Febe, mi hermana mayor, se había encargado de destruirme el sueño diciendo que hoy en día los hombres solo buscaban a una mujer para obtener sexo y ponía de ejemplo a la única pareja que había tenido: Un chico de nuestra propia parroquia. Sin embargo, por más que intentara convencerme de aquello, aún conservaba la esperanza de que yo correría una suerte distinta a la de mi hermana… amaba mi religión y para mí era una dicha servirle a nuestro señor pero no quería terminar como Febe: decidida a entregar mi vida a Dios como monja de claustro.
— Amor eterno. — dijo el chico rompiendo la corriente de mis pensamientos, haciendo que centrara toda mi atención en él. El chico tenía su mirada perdida en los tulipanes que yo había estado observando hace un rato.
— ¿Cómo dices? — pregunté confundida.
— Los tulipanes rojos significan amor eterno — respondió sin quitar su vista de las flores. Lo miré un instante incrédula. ¿Era mi idea o aquel chico rudo no era tan rudo después de todo?
— Que bello significado — susurré. El chico desvió su mirada de las flores y me miró. Su expresión serena había desaparecido para dar paso a aquella expresión melancólica que daba la impresión que su alma estaba rota, que había pasado por algún episodio traumático que había marcado su vida y que cada vez que lo recordaba, abría aquellas heridas que él pensaba haber curado con el tiempo.
— Podrá sonar estúpido pero ¿Nos hemos visto antes de que llegaras al instituto? —Las palabras salieron de mi boca sin darme tiempo de detenerlas. Odiaba cuando me sucedía eso: Que las palabras que estaba pensando, salieran por mi boca inconscientemente. — Me refiero a que me suenas conocido con tu apariencia actual, digo: el cabello corto y rubio, tu rostro sin maquillar... ¿Habías tenido esta apariencia antes de usar el cabello largo y negro con el rostro maquillado? — aclaré. Si había metido la pata, prefería meterla a fondo.
— S…sí — respondió confundido sin quitarme la mirada de encima — pero no recuerdo haberte visto antes. — agregó de manera brusca levantándose del piso y comenzando a caminar rápidamente. Pareciera como si quisiera alejarse de mí lo antes posible. Sin embargo, había algo que me decía que me estaba mintiendo y de manera inconsciente, le imité, me levanté del piso rápidamente y corrí a su lado cogiéndolo del brazo para que no siguiera avanzando. Aquel contacto con la piel desnuda de su antebrazo provocó que una especie de corriente me sacudiera, aún así no le solté. Era la primera vez que lo tocaba y que cruzaba unas palabras con él. No dejaría pasar esta oportunidad para preguntarle aquello que siempre había querido.
Mamá y Papá siempre me habían dicho que muchos jóvenes crecen sin el amor de sus padres o han vivido episodios traumáticos que los alejan del camino del señor, tornando sus vidas desgraciadas, y que yo, como buena samaritana, debía buscar la manera de ayudar a aquellos que no tenían la suerte que había corrido yo de tener una vida llena de bendiciones. Casualmente, Nathaniel despertaba en mí, aquella necesidad de ayudar a mi prójimo.
— Sé que puede sonar grosero y entrometido de mi parte pero… — me tomé una pausa para tomar la mayor cantidad de aire posible y armarme de valor para hablar de manera clara y precisa, sin atropellarme con mis propias palabras — Tú haz vivido algún episodio que marcó tu vida… ¿no es así? — pregunté. Mi cuerpo temblaba de pies a cabeza y no estaba segura si acaso era por miedo o por la sensación de corrientes eléctricas que sentía en aquel momento luego de haber entrado en contacto con su piel — Yo lo sé, lo veo en tus ojos, en tu expresión — continué al ver que no obtenía reacción alguna de su parte — si es que es así, me gustaría ayudarte… Solo si me dejas, claro — finalicé.
El chico se dio la media vuelta para quedar frente a mí, su expresión era de sorpresa. Al parecer había dado en el clavo. Me tomó por lo hombros y comenzó a caminar hacia donde habíamos estado antes arrastrándome con él hasta que mi espalda chocó con el tronco del árbol.
— Te lo diré una sola vez, Divine — dijo con tono brusco. De pronto se había vuelto violento. —No me interesa tu disposición de buena samaritana, no necesito ni tu ayuda ni la de nadie — agregó — mejor preocúpate por tu mierda de Iglesia y sigue creyendo en que tu Dios te ama a ti y a toda esa tropa de ingenuos que se pasan la vida haciendo buenas obras persiguiendo aquella utopía a la que llaman paraíso y descanso eterno — Finalizó. Me soltó de los hombros, se dio media vuelta y se alejó. Sorpresivamente una sensación de angustia se instauró en mi pecho y el nudo en la garganta comenzó a molestar. Por lo general no me sentía mal cuando alguien rechazaba mi ayuda y se burlaba de mis creencias, pero esta vez las cosas habían sido distintas y yo no tenía explicación para ello. Pestañeé varias veces y tomé aire intentando regular mi respiración. Tomé mis cosas del piso y me dispuse a caminar hacia el interior del Instituto.
Era inevitable no pensar en lo que había vivido recientemente y el por qué de la reacción de Nathaniel. Definitivamente aquel nombre propio de un Ángel del señor, guardaba cero relación con la personalidad del chico. Aunque obviamente yo era nadie para juzgar nada ni a nadie.
De pronto un grupo de tres chicos que conocía perfectamente, desviaron mi atención del camino hacia la entrada. Lucah, Damian y Marcus se entretenían jugando con un pajarillo. Lucah sostenía a la criatura de una pata mientras este intentaba alzar el vuelo.
—¡Lucah! — le llamé acercándome al grupo. El chico interrumpió sus carcajadas y desvió su atención del animal para centrarla en mí. El chico alzó una ceja sonriendo.
— ¡Divine! — Gritó el chico — ¿Te quieres unir a la fiesta? — agregó con una risa molesta acompañada por las carcajadas de sus amigos celebrando cada una de sus estupideces.
— ¿Tendrías la amabilidad de soltar a la criatura? — Le pedí intentando mantener la calma.
— La amabilidad no es algo que forme parte de mi personalidad, cariño — dijo el chico.
— Vamos, Lucah, el animal no te está haciendo daño alguno — intenté utilizar el razonamiento lógico para intentar que el chico entrara en razón y soltara al pobre animal.
— Traigan a la chica aquí — ordenó el chico a sus dos acompañantes. Damian y Marcus avanzaron esbozando una gran sonrisa en sus rostros hasta llegar frente a mí. Me tomaron cada uno de uno de mis brazos y me arrastraron hasta donde estaba Lucah. — Observa cuán amable soy, Divine — se burló con una sonrisa macabra en su rostro, disfrutando de la escena. El chico volvió su atención al pájaro y comenzó a quitarle las plumas poco a poco haciendo que el animal chillara de dolor.
— ¡No! — Grité con todas mis fuerzas. Me dolía ver sufrir a ese pobre animal. Por más que buscaba alguna explicación de como un ser humano puede sentir satisfacción de ver a los más débiles sucumbir ante su maldad, no la encontraba. El calor se acumulaba en el centro de mi abdomen, haciendo que me dieran incontrolables ganas de gritarle unas cuantas groserías y salirme del marco religioso. Sin embargo, no me lo permitiría. No cometería un acto del que más tarde me arrepintiera. Sin embargo era inevitable soltar unas cuantas lágrimas. Lamentablemente era una chica demasiado sensible y eso muchas veces me jugaba una mala pasada, este era un claro ejemplo. Si tan solo pudiera tragarme la pena y las lágrimas para mostrarme más dura y decidida frente a estos matones para poder defender al débil pajarillo que comenzaba a perder las ganas de luchar. — ¡Suéltalo! — le grité en intentos inútiles. En estos momentos era cuando me daba cuenta que el demonio estaba entre nosotros. Ahora estaba justo frente a mí.
— ¡¿Lo disfrutas, Divine?! — gritó el chico sonriendo. Decidí dejar de mirar. Era una chica débil y no podría con Damian y Marcus, quienes ejercían presión en mis brazos. De seguro me quedarían cardenales.
— Detente, por favor — susurré. Los sonidos emitidos por el ave comenzaron a hacerse cada vez más bajos. Iba a matarlo frente a mis ojos y lo peor es que se estaba deleitando de ello.
— Me sorprende lo mierda de persona que puedes llegar a ser, Starduss, ¿tan hijo de puta eres que te deleitas haciendo sufrir los más débiles? — dijo una voz que conocía muy bien. Levanté la mirada y miré en la dirección en que provenía la voz para disipar mis sospechas: Era Nathaniel.
— No te metas en esto, Grigori, no es asunto tuyo — dijo Lucah haciendo caso omiso a las palabras del chico.
— Suéltenla — ordenó el chico a Marcus y a Damian. Estos no titubearon ni un solo instante en ignorarlo. Nathaniel comenzó a avanzar hacia nosotros.
— ¡NO! — le grité al chico. Se detuvo a medio camino confundido ante mi reacción. — El pájaro, libera al pájaro, por favor, lo va a matar— le pedí.
— ¿Quieres que lo libere? — dijo Lucah con aires maliciosos y yo asentí. Grave error. Tomó al ave de las patas y de la cabeza tirando de ambas en sentido contrario, matándolo al igual como se mata a una gallina en el campo. Un sollozo se escapó de mi garganta. La escena había sido horrible. Lo único bueno, era que ya no sufría. — Vámonos chicos — Los amigos de este obedecieron a su orden y me soltaron haciendo que la sangre volviera a fluir por mis antebrazos y manos. Me sequé las lágrimas, tomé mi bolso del suelo y comencé a caminar hacia la entrada del instituto. Necesitaba lavarme la cara antes de la última clase de la jornada. Cuando pasé por el lado de Nathaniel, el chico me tomó de la muñeca de manera delicada.
— Lo lamento, no me dio tiempo de hacer nada — se disculpó. Miré la unión de su mano con mi muñeca, donde nacía nuevamente aquella sensación de corrientes viajando desde el punto en que su piel tocaba la mía e invadía todo mi cuerpo.
— No te preocupes, no fue tu culpa.
— ¡Esther! — gritó una chica desde la entrada. Era mi hermana Edén. Nathaniel me soltó para que pudiera ir a reunirme con mi hermana que me llamaba de manera urgente. Sin decirle una sola palabra, me alejé de él y caminé hasta Edén.
— ¿Qué pasa? — le pregunté. Cuando llegué a su lado me dí cuenta de la desesperación que denotaba su rostro. Su cuerpo temblaba de pies a cabeza y las lágrimas inundaban su rostro. — ¡Dios mío, Edén! ¿Que te ha pasado? — le pregunté tomando su rostro entre mis manos.
— Es Keyla — sollozó.
— ¿Qué? — comencé a desesperarme — ¡¿Que le ha pasado a Keyla, Edén?! — agregué alzando la voz. — ¡Responde! — grité al ver que la chica no hacía más que ahogarse en sollozos.
— Algo horrible le ha pasado, tenemos que irnos a casa — respondió la chica.
Durante el camino a casa me era imposible calmar a mi hermana y menos aún sacarle información sobre que es lo que le había pasado a Keyla. Al llegar a casa, Febe nos abordó en la puerta antes de que el cerrojo cediera ante la llave, que debido a los nervios, me llevó mucho tiempo encajar.
— ¿Que le ha pasado a Keyla? — le pregunté a mi hermana mayor. Su expresión no era mejor que el de Edén y por más que intentaba, no podía emitir sonido alguno. Entré a la casa esquivándola y corrí hasta la habitación de mi hermana de catorce años que era lo más próxima a la cocina.
— ¡Esther no! — gritó Febe desde la puerta donde aún seguía plantada sin poder moverse. Esto me estaba asustando. ¿Que era tan grave como para que todos quedaran en estado de Shock ahogándose en lágrimas sin poder emitir sonido alguno? La respuesta no pudo quedar más clara en el momento en que abrí la puerta de la habitación de mi hermana: La chica estaba amarrada en la cama de manos y pies retorciéndose en una lucha por desatarse mientras emitía sonidos extraños y monstruosos. A ratos gritaba cosas que no podía comprender, no era inglés ni nada que se le pareciera. Expulsaba espuma por su boca y la manera en que su cuerpo se retorcía no era para nada normal. Pareciera que sus huesos, músculos y articulaciones se hubieran fundido y se hubieran vuelto una masa que se podría moldear de todas las formas posibles… Keyla estaba poseída.
— Abandónala — decía un chico que estaba frente a la cama de mi hermana. — Sarah, dame la cruz — dijo el chico con voz firme. Una chica se movió por la habitación y sacó una cruz de plata de una mochila que estaba sobre la silla del peinador de Keyla. El chico la tomó en sus manos y caminó hasta ponerse al lado de la pequeña Key para acercarle la cruz al pecho.
— Dean, ten cuidado con lo que haces, recuerda que no solo quemas al demonio, ella también lo sentirá — le dijo la chica interrumpiendo al chico a medio camino.
— Cierra la boca, Sarah, la chica es demasiado débil y no va a soportar mucho tiempo con el demonio dentro — dijo la voz de otro chico de manera brusca. El chico a quién identifiqué como “Dean”, puso la cruz en el pecho de Keyla -quien se sacudió y comenzó a gritar con una voz que no era propia de ella- y comenzó a recitar algunas cosas en un idioma diferente, el cuál identifiqué inmediatamente debido a lo que me había tocado leer y escuchar en la iglesia: El latín.
— Sal de aquí, Esther — dijo mamá empujándome fuera de la habitación y cerrando la puerta.
Hasta ahora, aquella escena era lo más traumático que había tenido que ver jamás. Lo extraño es que todos decían que esto pasaba mayoritariamente a la gente que se alejaba de Dios. Nosotros no entrábamos dentro de aquella categoría y aún así, el demonio había llegado a nuestra casa. Esto no era normal… Algo malo estaba pasando.
— Vaya, Esther , ese poema ha sido… uhm… algo alentador — Dice la mujer sonriéndome de medio lado. Una sonrisa cínica que no logra ocultar lo que realmente sentía: Piensa que soy una tipeja rara que no sale de su papel de chica religiosa.
— ¡¿Alentador?! — exclama una voz femenina desde en medio de la sala que conozco perfectamente: Celie. — por favor, maestra, nos está diciendo que vamos a arder en las llamas del infiernos — finaliza provocando que el resto de la clase estalle en carcajadas.
— Vaya, virgen María, no me digas que te las estás dando de profeta ¿eh? — exclama otra voz burlona, ese es Lucah. Las carcajadas se alzan aún más, provocando que los intentos de Weinfred por callarlos, se vean enmudecidos por las estridentes risas de la multitud. A pesar de las burlas, jamás les demostraba que sus palabras pudieran afectarme y esta vez no sería la excepción. Mamá siempre me dice “Si ellos te abofetean una mejilla, muéstrales la otra” - En sentido figurado, claro - y al menos eso era lo que yo intento hacer como buena sierva de Dios.
— ¿Puedo tomar asiento, maestra? — pregunto con aires de indiferencia, como si en vez de que me estuvieran abucheando, me estuvieran halagando. La mujer me mira con lástima y asiente, sintiéndose incapaz de frenarlos. Vuelvo a mi puesto mirando siempre con la frente en alto.
Mi religión es algo que me apasiona y de la cuál me siento orgullosa, no pensaba desistir de ella por la mera estupidez e ignorancia de mis compañeros de aula. Las risas comenzaban a cesar y la maestra llama a otro de mis compañeros para que le recitara su poesía.
A la hora del recreo, por lo general me encontraba sola. Prefería estar sola que mal acompañada. La cafetería siempre se llenaba y no me agradaba sentarme con los demás chicos de la promoción 2014, quienes a la vez eran mis compañeros de aula. Los muy irrespetuosos esos, se encargaban de hablar pestes de mi religión y de los sacerdotes. Opté por comer mi porción de frutas en uno de los jardines del instituto. Hace unas semanas atrás, había descubierto que el jardín de los tulipanes -los jardines del instituto poseían el nombre de las flores que estaban sembradas en ellos- estaba completamente vacío durante el receso que coincidía con la hora del almuerzo en que la cafetería se repletaba.
Caminé por los pasillos con toda calma ya que no tenía prisa. Al llegar, me senté en el césped junto al sin fin de tulipanes rojos que tanto amaba ademas de las rosas azules. Sentir el cantar de los pajarillos me transmitía paz, una creación divina digna de admirar.
— ¿Qué haces aquí? — preguntó una voz proveniente desde el lado contrario del árbol en el que estaba apoyada. Miré por detrás y me di cuenta de que no era la única que ocupaba el jardín de los tulipanes rojos. Allí estaba el chico misterioso que ocupaba el último puesto de la tercera fila en mi clase de Literatura. El chico estaba sentado en el césped apoyando su espalda en el árbol con aires relajados y sus ojos cerrados. Vestía como casi siempre lo hacía: sus jeans, su camiseta y sus “converse” negras, y por encima, una camisa a cuadros con distintas tonalidades de azul arremangada en los brazos hasta un poco más abajo de los codos. Su cabello ya no era oscuro, sino rubio.
Aún recuerdo cuando el chico llegó a segundo año de secundaria con el cabello largo y la cara maquillada. En aquellos tiempos en que se había ganado el respeto que hoy el mundo le tenía. Paso de ser un chico del que todos se burlaban, a ser el chico al que todos temían. Un día de segundo año de secundaria, sin explicación, llegó a clases con el cabello corto y su cara completamente desmaquillada, fue en ese entonces en que algo en su rostro se me hizo completamente conocido.
— La cafetería esta repleta y concurrir lugares atestados de gente no es algo que me agrade mucho que digamos, ¿y tú? — respondí devolviéndole la interrogante.
— ¿Y a tí que te importa? — respondió aún con los ojos cerrados. Vaya mal educado. Decidí no responderle puesto que no debía seguir su juego y caer en lo que él siempre buscaba en los demás: la ira.
Había veces en que me costaba trabajo tragarme el orgullo, pero finalmente siempre terminaba haciéndolo. El orgullo no era bueno y llevaba a actitudes que no eran dignas de un siervo de Dios. Opté por volver a mi puesto anterior donde quedaba de espaldas a él separados por el tronco del árbol.
— No me gusta el ruido y el ajetreo de la cafetería, prefiero la paz que me brinda este lugar — dijo el chico de pronto. Detuve la fresa a medio camino hacia mi boca al escuchar su voz. Bajé mi brazo con la fruta y la devolví al contenedor.
— ¿Siempre frecuentas este lugar? — le pregunté luego de un rato de silencio.
— Ya, no te subas por las nubes con las preguntas — me dijo en tono calmado. Me sorprendía la serenidad de su tono al hablar, ya que por lo general, su semblante siempre denotaba o melancolía o enfado. Decidí quedarme callada, quizá estaba siendo un tanto descortés al interrogarlo. — Sí, siempre frecuento este lugar, todos los días desde que han inaugurado este jardín — Respondió. ¡¿Qué?!
— ¿S…siempre? — tartamudeé — yo lo frecuento hace algunos meses atrás y jamás me había percatado de tu presencia — sentí como el calor subía por mis mejillas.
— Lo sé — habló — Y sí, te escucho todo los días hablarle a los pájaros — vale, eso era lo que me temía. Siempre que me encontraba a solas -o al menos eso era lo que pensaba- le hablaba a los pajaritos que revoloteaban a mi alrededor y pedía que le dieran las gracias a Dios por cada día de vida y salud que me daba. Siempre he pensado que ellos pueden hablar con Dios, algo tonto, pero es una creencia que siempre he tenido, desde pequeña. — Te haz puesto colorada — me interrumpió su voz justo a mi lado sacándome de mis pensamientos y haciéndome dar un bote. Le miré y estaba sonriendo de medio lado sentado junto a mí. ¿En qué momento había llegado allí? Emití todo tipo de comentario y comencé a comer las fresas una tras otra sin darme descanso. Intenté mirar a cualquier lado que no fuera él, sino el color de mis mejillas no disminuiría. —¿Te gustan los tulipanes? — preguntó de pronto volviendo a su actitud serena.
— ¿A qué va tu pregunta? — pregunté tragando al última fresa que quedaba en el contenedor.
— Me refiero a que tienes tres jardines más que están completamente vacíos y decides venir al que está más lejano de todo, ¿o es que buscas un espacio para conectarte con tu Dios? — aclaró.
— Pues sí, me encantan los tulipanes, son mis flores favoritas — respondí observándolo y sonriéndolede medio lado, el chico tenía su mirada fija en sus manos, aquella expresión que siempre tenemos cuando recordamos algo. El silencio se instauró a nuestro alrededor, sin embargo, no resultaba ser un silencio incomodo, sino que más bien era reconfortante. Me dediqué a mirar una pareja de tórtolas que revoloteaba por encima de los tulipanes. Por lo que papá me había enseñado, se trataba de un macho y una hembra. Papá siempre decía que las tórtolas era unas de las pocas creaciones divinas que tenían una pareja única de por vida, y es por ello que eran mis pájaros favoritos. Como chica, siempre había soñado con encontrar a esa persona que me amara y me respetara por sobre todas las cosas. Aquella persona con la que pasaría el resto de mis días. Febe, mi hermana mayor, se había encargado de destruirme el sueño diciendo que hoy en día los hombres solo buscaban a una mujer para obtener sexo y ponía de ejemplo a la única pareja que había tenido: Un chico de nuestra propia parroquia. Sin embargo, por más que intentara convencerme de aquello, aún conservaba la esperanza de que yo correría una suerte distinta a la de mi hermana… amaba mi religión y para mí era una dicha servirle a nuestro señor pero no quería terminar como Febe: decidida a entregar mi vida a Dios como monja de claustro.
— Amor eterno. — dijo el chico rompiendo la corriente de mis pensamientos, haciendo que centrara toda mi atención en él. El chico tenía su mirada perdida en los tulipanes que yo había estado observando hace un rato.
— ¿Cómo dices? — pregunté confundida.
— Los tulipanes rojos significan amor eterno — respondió sin quitar su vista de las flores. Lo miré un instante incrédula. ¿Era mi idea o aquel chico rudo no era tan rudo después de todo?
— Que bello significado — susurré. El chico desvió su mirada de las flores y me miró. Su expresión serena había desaparecido para dar paso a aquella expresión melancólica que daba la impresión que su alma estaba rota, que había pasado por algún episodio traumático que había marcado su vida y que cada vez que lo recordaba, abría aquellas heridas que él pensaba haber curado con el tiempo.
— Podrá sonar estúpido pero ¿Nos hemos visto antes de que llegaras al instituto? —Las palabras salieron de mi boca sin darme tiempo de detenerlas. Odiaba cuando me sucedía eso: Que las palabras que estaba pensando, salieran por mi boca inconscientemente. — Me refiero a que me suenas conocido con tu apariencia actual, digo: el cabello corto y rubio, tu rostro sin maquillar... ¿Habías tenido esta apariencia antes de usar el cabello largo y negro con el rostro maquillado? — aclaré. Si había metido la pata, prefería meterla a fondo.
— S…sí — respondió confundido sin quitarme la mirada de encima — pero no recuerdo haberte visto antes. — agregó de manera brusca levantándose del piso y comenzando a caminar rápidamente. Pareciera como si quisiera alejarse de mí lo antes posible. Sin embargo, había algo que me decía que me estaba mintiendo y de manera inconsciente, le imité, me levanté del piso rápidamente y corrí a su lado cogiéndolo del brazo para que no siguiera avanzando. Aquel contacto con la piel desnuda de su antebrazo provocó que una especie de corriente me sacudiera, aún así no le solté. Era la primera vez que lo tocaba y que cruzaba unas palabras con él. No dejaría pasar esta oportunidad para preguntarle aquello que siempre había querido.
Mamá y Papá siempre me habían dicho que muchos jóvenes crecen sin el amor de sus padres o han vivido episodios traumáticos que los alejan del camino del señor, tornando sus vidas desgraciadas, y que yo, como buena samaritana, debía buscar la manera de ayudar a aquellos que no tenían la suerte que había corrido yo de tener una vida llena de bendiciones. Casualmente, Nathaniel despertaba en mí, aquella necesidad de ayudar a mi prójimo.
— Sé que puede sonar grosero y entrometido de mi parte pero… — me tomé una pausa para tomar la mayor cantidad de aire posible y armarme de valor para hablar de manera clara y precisa, sin atropellarme con mis propias palabras — Tú haz vivido algún episodio que marcó tu vida… ¿no es así? — pregunté. Mi cuerpo temblaba de pies a cabeza y no estaba segura si acaso era por miedo o por la sensación de corrientes eléctricas que sentía en aquel momento luego de haber entrado en contacto con su piel — Yo lo sé, lo veo en tus ojos, en tu expresión — continué al ver que no obtenía reacción alguna de su parte — si es que es así, me gustaría ayudarte… Solo si me dejas, claro — finalicé.
El chico se dio la media vuelta para quedar frente a mí, su expresión era de sorpresa. Al parecer había dado en el clavo. Me tomó por lo hombros y comenzó a caminar hacia donde habíamos estado antes arrastrándome con él hasta que mi espalda chocó con el tronco del árbol.
— Te lo diré una sola vez, Divine — dijo con tono brusco. De pronto se había vuelto violento. —No me interesa tu disposición de buena samaritana, no necesito ni tu ayuda ni la de nadie — agregó — mejor preocúpate por tu mierda de Iglesia y sigue creyendo en que tu Dios te ama a ti y a toda esa tropa de ingenuos que se pasan la vida haciendo buenas obras persiguiendo aquella utopía a la que llaman paraíso y descanso eterno — Finalizó. Me soltó de los hombros, se dio media vuelta y se alejó. Sorpresivamente una sensación de angustia se instauró en mi pecho y el nudo en la garganta comenzó a molestar. Por lo general no me sentía mal cuando alguien rechazaba mi ayuda y se burlaba de mis creencias, pero esta vez las cosas habían sido distintas y yo no tenía explicación para ello. Pestañeé varias veces y tomé aire intentando regular mi respiración. Tomé mis cosas del piso y me dispuse a caminar hacia el interior del Instituto.
Era inevitable no pensar en lo que había vivido recientemente y el por qué de la reacción de Nathaniel. Definitivamente aquel nombre propio de un Ángel del señor, guardaba cero relación con la personalidad del chico. Aunque obviamente yo era nadie para juzgar nada ni a nadie.
De pronto un grupo de tres chicos que conocía perfectamente, desviaron mi atención del camino hacia la entrada. Lucah, Damian y Marcus se entretenían jugando con un pajarillo. Lucah sostenía a la criatura de una pata mientras este intentaba alzar el vuelo.
—¡Lucah! — le llamé acercándome al grupo. El chico interrumpió sus carcajadas y desvió su atención del animal para centrarla en mí. El chico alzó una ceja sonriendo.
— ¡Divine! — Gritó el chico — ¿Te quieres unir a la fiesta? — agregó con una risa molesta acompañada por las carcajadas de sus amigos celebrando cada una de sus estupideces.
— ¿Tendrías la amabilidad de soltar a la criatura? — Le pedí intentando mantener la calma.
— La amabilidad no es algo que forme parte de mi personalidad, cariño — dijo el chico.
— Vamos, Lucah, el animal no te está haciendo daño alguno — intenté utilizar el razonamiento lógico para intentar que el chico entrara en razón y soltara al pobre animal.
— Traigan a la chica aquí — ordenó el chico a sus dos acompañantes. Damian y Marcus avanzaron esbozando una gran sonrisa en sus rostros hasta llegar frente a mí. Me tomaron cada uno de uno de mis brazos y me arrastraron hasta donde estaba Lucah. — Observa cuán amable soy, Divine — se burló con una sonrisa macabra en su rostro, disfrutando de la escena. El chico volvió su atención al pájaro y comenzó a quitarle las plumas poco a poco haciendo que el animal chillara de dolor.
— ¡No! — Grité con todas mis fuerzas. Me dolía ver sufrir a ese pobre animal. Por más que buscaba alguna explicación de como un ser humano puede sentir satisfacción de ver a los más débiles sucumbir ante su maldad, no la encontraba. El calor se acumulaba en el centro de mi abdomen, haciendo que me dieran incontrolables ganas de gritarle unas cuantas groserías y salirme del marco religioso. Sin embargo, no me lo permitiría. No cometería un acto del que más tarde me arrepintiera. Sin embargo era inevitable soltar unas cuantas lágrimas. Lamentablemente era una chica demasiado sensible y eso muchas veces me jugaba una mala pasada, este era un claro ejemplo. Si tan solo pudiera tragarme la pena y las lágrimas para mostrarme más dura y decidida frente a estos matones para poder defender al débil pajarillo que comenzaba a perder las ganas de luchar. — ¡Suéltalo! — le grité en intentos inútiles. En estos momentos era cuando me daba cuenta que el demonio estaba entre nosotros. Ahora estaba justo frente a mí.
— ¡¿Lo disfrutas, Divine?! — gritó el chico sonriendo. Decidí dejar de mirar. Era una chica débil y no podría con Damian y Marcus, quienes ejercían presión en mis brazos. De seguro me quedarían cardenales.
— Detente, por favor — susurré. Los sonidos emitidos por el ave comenzaron a hacerse cada vez más bajos. Iba a matarlo frente a mis ojos y lo peor es que se estaba deleitando de ello.
— Me sorprende lo mierda de persona que puedes llegar a ser, Starduss, ¿tan hijo de puta eres que te deleitas haciendo sufrir los más débiles? — dijo una voz que conocía muy bien. Levanté la mirada y miré en la dirección en que provenía la voz para disipar mis sospechas: Era Nathaniel.
— No te metas en esto, Grigori, no es asunto tuyo — dijo Lucah haciendo caso omiso a las palabras del chico.
— Suéltenla — ordenó el chico a Marcus y a Damian. Estos no titubearon ni un solo instante en ignorarlo. Nathaniel comenzó a avanzar hacia nosotros.
— ¡NO! — le grité al chico. Se detuvo a medio camino confundido ante mi reacción. — El pájaro, libera al pájaro, por favor, lo va a matar— le pedí.
— ¿Quieres que lo libere? — dijo Lucah con aires maliciosos y yo asentí. Grave error. Tomó al ave de las patas y de la cabeza tirando de ambas en sentido contrario, matándolo al igual como se mata a una gallina en el campo. Un sollozo se escapó de mi garganta. La escena había sido horrible. Lo único bueno, era que ya no sufría. — Vámonos chicos — Los amigos de este obedecieron a su orden y me soltaron haciendo que la sangre volviera a fluir por mis antebrazos y manos. Me sequé las lágrimas, tomé mi bolso del suelo y comencé a caminar hacia la entrada del instituto. Necesitaba lavarme la cara antes de la última clase de la jornada. Cuando pasé por el lado de Nathaniel, el chico me tomó de la muñeca de manera delicada.
— Lo lamento, no me dio tiempo de hacer nada — se disculpó. Miré la unión de su mano con mi muñeca, donde nacía nuevamente aquella sensación de corrientes viajando desde el punto en que su piel tocaba la mía e invadía todo mi cuerpo.
— No te preocupes, no fue tu culpa.
— ¡Esther! — gritó una chica desde la entrada. Era mi hermana Edén. Nathaniel me soltó para que pudiera ir a reunirme con mi hermana que me llamaba de manera urgente. Sin decirle una sola palabra, me alejé de él y caminé hasta Edén.
— ¿Qué pasa? — le pregunté. Cuando llegué a su lado me dí cuenta de la desesperación que denotaba su rostro. Su cuerpo temblaba de pies a cabeza y las lágrimas inundaban su rostro. — ¡Dios mío, Edén! ¿Que te ha pasado? — le pregunté tomando su rostro entre mis manos.
— Es Keyla — sollozó.
— ¿Qué? — comencé a desesperarme — ¡¿Que le ha pasado a Keyla, Edén?! — agregué alzando la voz. — ¡Responde! — grité al ver que la chica no hacía más que ahogarse en sollozos.
— Algo horrible le ha pasado, tenemos que irnos a casa — respondió la chica.
Durante el camino a casa me era imposible calmar a mi hermana y menos aún sacarle información sobre que es lo que le había pasado a Keyla. Al llegar a casa, Febe nos abordó en la puerta antes de que el cerrojo cediera ante la llave, que debido a los nervios, me llevó mucho tiempo encajar.
— ¿Que le ha pasado a Keyla? — le pregunté a mi hermana mayor. Su expresión no era mejor que el de Edén y por más que intentaba, no podía emitir sonido alguno. Entré a la casa esquivándola y corrí hasta la habitación de mi hermana de catorce años que era lo más próxima a la cocina.
— ¡Esther no! — gritó Febe desde la puerta donde aún seguía plantada sin poder moverse. Esto me estaba asustando. ¿Que era tan grave como para que todos quedaran en estado de Shock ahogándose en lágrimas sin poder emitir sonido alguno? La respuesta no pudo quedar más clara en el momento en que abrí la puerta de la habitación de mi hermana: La chica estaba amarrada en la cama de manos y pies retorciéndose en una lucha por desatarse mientras emitía sonidos extraños y monstruosos. A ratos gritaba cosas que no podía comprender, no era inglés ni nada que se le pareciera. Expulsaba espuma por su boca y la manera en que su cuerpo se retorcía no era para nada normal. Pareciera que sus huesos, músculos y articulaciones se hubieran fundido y se hubieran vuelto una masa que se podría moldear de todas las formas posibles… Keyla estaba poseída.
— Abandónala — decía un chico que estaba frente a la cama de mi hermana. — Sarah, dame la cruz — dijo el chico con voz firme. Una chica se movió por la habitación y sacó una cruz de plata de una mochila que estaba sobre la silla del peinador de Keyla. El chico la tomó en sus manos y caminó hasta ponerse al lado de la pequeña Key para acercarle la cruz al pecho.
— Dean, ten cuidado con lo que haces, recuerda que no solo quemas al demonio, ella también lo sentirá — le dijo la chica interrumpiendo al chico a medio camino.
— Cierra la boca, Sarah, la chica es demasiado débil y no va a soportar mucho tiempo con el demonio dentro — dijo la voz de otro chico de manera brusca. El chico a quién identifiqué como “Dean”, puso la cruz en el pecho de Keyla -quien se sacudió y comenzó a gritar con una voz que no era propia de ella- y comenzó a recitar algunas cosas en un idioma diferente, el cuál identifiqué inmediatamente debido a lo que me había tocado leer y escuchar en la iglesia: El latín.
— Sal de aquí, Esther — dijo mamá empujándome fuera de la habitación y cerrando la puerta.
Hasta ahora, aquella escena era lo más traumático que había tenido que ver jamás. Lo extraño es que todos decían que esto pasaba mayoritariamente a la gente que se alejaba de Dios. Nosotros no entrábamos dentro de aquella categoría y aún así, el demonio había llegado a nuestra casa. Esto no era normal… Algo malo estaba pasando.
Última edición por sykes. el Mar 15 Jul 2014, 10:40 am, editado 2 veces
Ledger.
Re: Apocalypse.
CAPÍTULO 003.
Los gritos de mi padre me despertaron ese día, tal y como pasaba todos los días, siempre me despertaban con insultos, eso si bien me iba, porque había mañanas en las que mis padres se despertaban más molestos de lo normal y decidían darme golpes, el día de hoy no había sido así, por lo menos eso quise pensar.
Me desperté trabajosamente, puesto que la noche pasada había sido víctima de una serie de violaciones, por parte de mi padre, mi madre y una serie de sus amigos, después de eso me habían golpeado y por fin pude dormir.
El cuerpo me dolió cuando apoye todo mi peso en los pies, tenía cardenales, en mis brazos y piernas, tal vez en la espalda tenía más, pero no quise revisar en el espejo, por lo que pese a los gritos de mis padres me encerré en el baño, abrí el agua caliente y no espere, me metí, el agua comenzó a desentumir mi cuerpo, no me moleste en abrir el agua fría, sentía como me quemaba y el dolor se dispersaba, dejando espacio solo para el ardor del agua.
Salí del baño, con mi espalda enrojecida, los tatuajes de mis brazos ocultaban bastante bien algunos golpes, pero de todas maneras decidí usar una playera negra y de manga larga, puse mis vaqueros azul oscuro, unos converse negros y una chamarra, salí del armario al que llamaba cuarto, al salir encontré el puño de mi padre estampándose contra mi ojo.
— ¿Quieres decirme porque demonios no me respondías?
— Yo, yo, lo, lo, lamento — el tartamudeo se había apoderado de mí y las palabras no me salían.
— Habla bien niño estúpido, largarte antes de que se me antoje otra cosa — dijo para después apretarme el pene y sacarme de la casa a patadas.
No había desayunado, nuca lo hacía y el día de hoy no tenía ganas de robar de un árbol, el estómago lo sentía revuelto, los ojos me ardían y podía sentir las lágrimas salir, decidí liberar un poco de tensión por lo que saque una pequeña navaja de mi bolsillo y comencé a hacer varios cortes en todo lo largo de mi brazo, el dolor sentimental se hizo a un lado dejando espacio solo al dolor físico, el cual era algo que podría soportar.
Seguí mi camino al instituto sabiendo que ahí no me esperaba nada mejor, pero tenía que asistir, desde que me intente suicidar el psicólogo de la escuela ha estado sobre mí, lo que significa que esta sobre mis padres y si falto al colegio él lo sabrá y mis padres lo sabrán y yo terminare siendo golpeado hasta la muerte, lo cual no está en mis planes, primero planeo matar a mis padres y después suicidarme.
Entre al instituto y todos se hicieron a un lado para dejarme pasar, tal vez para algunos fuera signo de rudeza o popularidad, pero para mí no, simplemente mis compañeros me tenían asco y eso lo sabía puesto que me lo gritaban o me lo decían cuando pasaba en frente de ellos, los ignore como si no supiera de quien hablaban y llegue a mi casillero, el cual tenía las palabras ”Maldito desperdicio, mejor ya muérete” escritas con grafiti, no lo podía aguantar más, las lágrimas amenazaban con salir, pero no me gustaba llorar, al menos no enfrente de todos.
— ¿Qué la niña va a llorar? — dijo la conocida voz de Hunter a mi espalda, lo ignore y saque mis cosas como si no fuera un gran asunto, el grito algo a mi espalda, pero no me quede a averiguarlo lo ignore dejando las risas a mis espaldas.
Mi primera clase del día era ciencias sociales, como siempre tome el lugar del fondo y me dedique a mirar por la ventana, las clases me valían una reverenda mierda, yo no quería vivir y sabía que no iba a vivir lo suficiente como para aplicar toda la basura que se empeñan en enseñar, me recosté sobre mis brazos y no saque ningún cuaderno de mi mochila, siempre fui la clase de chico a la que no le gustaba hablar y que definitivamente no llamaba la atención, por lo que algunas veces los profesores tendían a olvidar mi presencia, lo cual estaba bien por mí.
Como mis compañeros de clase me tenían tanto odio y asco, yo era el único que no tenía un compañero de banco, por lo que no me molestaba ocupar la silla de a lado para poner mi mochila o algunas veces mis piernas.
— ¿Disculpa está ocupado? — una fina y callada voz pregunto sacándome de mi ensimismamiento. Pude notar como los ojos de toda la clase estaban fijos en mí y la chica nueva.
— No, siéntate — quite mis cosas y le recorrí la silla para que se pudiera sentar, mis compañeros de clase – especialmente el sexo masculino – me miraban con odio, yo mismo no lo podía creer, una de las chicas más hermosas – si no es que la más hermosa – se había sentado a mi lado y no me veía con cara de asco, la sorpresa se les paso cuando el profesor llamo su atención.
— ¿Cuál es tu nombre? — pregunto casualmente
— Jonathan — respondí corto y frio, la chica era muy bonita, eso solo podía significar dos cosas, una; o se quería burlar de mi o dos; no tenía ni idea de quién era, si era la segunda opción no iba a dejar que toda la escuela se burlara de ella por el simple hecho de hablar conmigo y si era la primera, ya había tenido bastantes burlas como para que me duraran dos vidas.
— Jonathan ¿tienes un bolígrafo? Olvide traer el mío
— Toma — prácticamente le avente el bolígrafo, pero ella seguía con una hermosa sonrisa en su rostro, como si no le importara, creo que en mi actitud había dejado claro que no quería nada que ver con ella, definitivamente la chica era estúpida porque no captaba la indirecta.
— Soy Bethany por cierto, pero puedes llamarme Beth, soy nueva en la escuela —no le respondí y seguí mirando por la ventana.
Todos salieron del salón menos Bethany y yo puesto que ella luchaba para meter su cuaderno a su mochila y yo solo quería perder clases.
— Jonathan, si no te molesta ¿podrías darme un recorrido por la escuela? Quiero decir, no sé en donde se encuentra todo.
— Mira, sé que has tratado de ser amable conmigo, pero no vas a lograr nada, estoy cien por ciento seguro que muchos chicos están dispuestos a darte un recorrido, pero yo no, si es porque te quieres burlar de mi adelante ya no me importa y si no es por eso entonces por tu bien aléjate de mí — la tome por los hombros y la saudí fuertemente por los hombros.
— Realmente te encuentro interesante Jonathan
— ¿Por qué te esfuerzas en hablar conmigo?
— Porque no creo que seas un caso perdido — ella me guiño un ojo y después salió por la puerta, dejando atrás un ligero aroma a lluvia.
— ¿Y porque no lo crees?
— ¿Qué te paso en el ojo? —dijo evitando el tema completamente y cambiándolo
— Una pelea ¿Por qué te importa?
— Nada en especial — ella me toco ligeramente el ojo y yo por alguna razón no hice ningún esfuerzo en retirar su mano — te veré después Jonathan.
Pase el resto del día hasta el almuerzo siendo torturado y molestado por Hunter, una persona normal habría acudido a alguna autoridad para denunciar lo que pasa y muchos se preguntaran ¿Por qué no lo haces? Una simple y sencillas respuesta, Hunter es el hijo de los dueños y fundadores del instituto, por lo que no había nada que yo pudiera hacer al respecto, solo quedarme callado.
Llegue a la cafetería, pero no fui a la comida, no tenía dinero para pagarla y no había traído nada de comer debido a que en mi casa todo estaba caduco, todo lo que yo podía comer claro, porque las cervezas estaban en perfecto estado. Decidí que salir era lo mejor, por lo que me dirigí al estadio de la escuela y me senté debajo de las bancas.
— Por alguna razón sabía que te encontraría aquí abajo —Bethany llego cargando una lonchera como las que usaban las niñas de primaria, de color azul y con algunos corazones.
— Mi actitud no te ha dado a comprender no-quie-ro-ser-tu-ami-go — lo deletrea para que pudiera entender.
— Tu actitud solo me dice que eres un chico solitario y que ha sido profundamente dañado, toma te comparto de mi comida — de su pequeña lonchera saco un par de sándwiches y me los tendió, estaban cortados a la perfección y simplemente deliciosos.
— Gracias, pero permíteme preguntar ¿Por qué eres tan amable conmigo?
— Porque creo que eres especial.
Las clases continuaron normales y yo seguía sin prestar atención, no solo porque pensara en las múltiples maneras de terminar con mi sufrimiento, pero por Beth, esa extraña chica que me había tratado diferente y se había sentido bien.
La volví a ver a la salida de la escuela, se montó a su bicicleta blanca y se esfumo, como si su bicicleta pudiera volar, su figura desapareció en el horizonte. Ella iba al lado de la gente rica, cosa que no me sorprendía en absoluto, ella se veía demasiado bonita como para vivir en un basurero como mi casa.
Llegue a mi casa después de la hora en la que se suponía debía estar, lo que me recompenso con una buena dosis de golpes y porque no una violación.
Los golpes los podía aguantar, esa no era la peor parte, sino el hecho de sentirme humillado y usado, el hecho de que la persona que se hacía llamar mi padre insertara su miembro en mi repetidas veces y que la mujer que me obligaba a llamarla mamá me obligaba a tener relaciones sexuales con ella. Ambos de mis padres terminaron conmigo y me sacaron de la casa para que reflexionara mis acciones, lo bueno ya no los tendría que ver, lo malo es que estaba lloviendo. Lo cual puede ser tomado de dos maneras, por un lado me iba a mojar y por el otro mis lágrimas se confundían con las gotas de agua.
— No estás solo, resiste el fin está cerca — pude escuchar un susurro en mi cabeza y una cálida mano limpiar mis lágrimas, nunca fui, ni seré un creyente en dios o la iglesia, no me considero una persona religiosa después de lo mierda de mi vida nadie podría ser religioso, pero esa voz me hizo sentir escalofríos y por alguna loca razón yo la reconocí, sabía que conocía esa voz y que todo saldría bien.
Me desperté trabajosamente, puesto que la noche pasada había sido víctima de una serie de violaciones, por parte de mi padre, mi madre y una serie de sus amigos, después de eso me habían golpeado y por fin pude dormir.
El cuerpo me dolió cuando apoye todo mi peso en los pies, tenía cardenales, en mis brazos y piernas, tal vez en la espalda tenía más, pero no quise revisar en el espejo, por lo que pese a los gritos de mis padres me encerré en el baño, abrí el agua caliente y no espere, me metí, el agua comenzó a desentumir mi cuerpo, no me moleste en abrir el agua fría, sentía como me quemaba y el dolor se dispersaba, dejando espacio solo para el ardor del agua.
Salí del baño, con mi espalda enrojecida, los tatuajes de mis brazos ocultaban bastante bien algunos golpes, pero de todas maneras decidí usar una playera negra y de manga larga, puse mis vaqueros azul oscuro, unos converse negros y una chamarra, salí del armario al que llamaba cuarto, al salir encontré el puño de mi padre estampándose contra mi ojo.
— ¿Quieres decirme porque demonios no me respondías?
— Yo, yo, lo, lo, lamento — el tartamudeo se había apoderado de mí y las palabras no me salían.
— Habla bien niño estúpido, largarte antes de que se me antoje otra cosa — dijo para después apretarme el pene y sacarme de la casa a patadas.
No había desayunado, nuca lo hacía y el día de hoy no tenía ganas de robar de un árbol, el estómago lo sentía revuelto, los ojos me ardían y podía sentir las lágrimas salir, decidí liberar un poco de tensión por lo que saque una pequeña navaja de mi bolsillo y comencé a hacer varios cortes en todo lo largo de mi brazo, el dolor sentimental se hizo a un lado dejando espacio solo al dolor físico, el cual era algo que podría soportar.
Seguí mi camino al instituto sabiendo que ahí no me esperaba nada mejor, pero tenía que asistir, desde que me intente suicidar el psicólogo de la escuela ha estado sobre mí, lo que significa que esta sobre mis padres y si falto al colegio él lo sabrá y mis padres lo sabrán y yo terminare siendo golpeado hasta la muerte, lo cual no está en mis planes, primero planeo matar a mis padres y después suicidarme.
Entre al instituto y todos se hicieron a un lado para dejarme pasar, tal vez para algunos fuera signo de rudeza o popularidad, pero para mí no, simplemente mis compañeros me tenían asco y eso lo sabía puesto que me lo gritaban o me lo decían cuando pasaba en frente de ellos, los ignore como si no supiera de quien hablaban y llegue a mi casillero, el cual tenía las palabras ”Maldito desperdicio, mejor ya muérete” escritas con grafiti, no lo podía aguantar más, las lágrimas amenazaban con salir, pero no me gustaba llorar, al menos no enfrente de todos.
— ¿Qué la niña va a llorar? — dijo la conocida voz de Hunter a mi espalda, lo ignore y saque mis cosas como si no fuera un gran asunto, el grito algo a mi espalda, pero no me quede a averiguarlo lo ignore dejando las risas a mis espaldas.
Mi primera clase del día era ciencias sociales, como siempre tome el lugar del fondo y me dedique a mirar por la ventana, las clases me valían una reverenda mierda, yo no quería vivir y sabía que no iba a vivir lo suficiente como para aplicar toda la basura que se empeñan en enseñar, me recosté sobre mis brazos y no saque ningún cuaderno de mi mochila, siempre fui la clase de chico a la que no le gustaba hablar y que definitivamente no llamaba la atención, por lo que algunas veces los profesores tendían a olvidar mi presencia, lo cual estaba bien por mí.
Como mis compañeros de clase me tenían tanto odio y asco, yo era el único que no tenía un compañero de banco, por lo que no me molestaba ocupar la silla de a lado para poner mi mochila o algunas veces mis piernas.
— ¿Disculpa está ocupado? — una fina y callada voz pregunto sacándome de mi ensimismamiento. Pude notar como los ojos de toda la clase estaban fijos en mí y la chica nueva.
— No, siéntate — quite mis cosas y le recorrí la silla para que se pudiera sentar, mis compañeros de clase – especialmente el sexo masculino – me miraban con odio, yo mismo no lo podía creer, una de las chicas más hermosas – si no es que la más hermosa – se había sentado a mi lado y no me veía con cara de asco, la sorpresa se les paso cuando el profesor llamo su atención.
— ¿Cuál es tu nombre? — pregunto casualmente
— Jonathan — respondí corto y frio, la chica era muy bonita, eso solo podía significar dos cosas, una; o se quería burlar de mi o dos; no tenía ni idea de quién era, si era la segunda opción no iba a dejar que toda la escuela se burlara de ella por el simple hecho de hablar conmigo y si era la primera, ya había tenido bastantes burlas como para que me duraran dos vidas.
— Jonathan ¿tienes un bolígrafo? Olvide traer el mío
— Toma — prácticamente le avente el bolígrafo, pero ella seguía con una hermosa sonrisa en su rostro, como si no le importara, creo que en mi actitud había dejado claro que no quería nada que ver con ella, definitivamente la chica era estúpida porque no captaba la indirecta.
— Soy Bethany por cierto, pero puedes llamarme Beth, soy nueva en la escuela —no le respondí y seguí mirando por la ventana.
Todos salieron del salón menos Bethany y yo puesto que ella luchaba para meter su cuaderno a su mochila y yo solo quería perder clases.
— Jonathan, si no te molesta ¿podrías darme un recorrido por la escuela? Quiero decir, no sé en donde se encuentra todo.
— Mira, sé que has tratado de ser amable conmigo, pero no vas a lograr nada, estoy cien por ciento seguro que muchos chicos están dispuestos a darte un recorrido, pero yo no, si es porque te quieres burlar de mi adelante ya no me importa y si no es por eso entonces por tu bien aléjate de mí — la tome por los hombros y la saudí fuertemente por los hombros.
— Realmente te encuentro interesante Jonathan
— ¿Por qué te esfuerzas en hablar conmigo?
— Porque no creo que seas un caso perdido — ella me guiño un ojo y después salió por la puerta, dejando atrás un ligero aroma a lluvia.
— ¿Y porque no lo crees?
— ¿Qué te paso en el ojo? —dijo evitando el tema completamente y cambiándolo
— Una pelea ¿Por qué te importa?
— Nada en especial — ella me toco ligeramente el ojo y yo por alguna razón no hice ningún esfuerzo en retirar su mano — te veré después Jonathan.
Pase el resto del día hasta el almuerzo siendo torturado y molestado por Hunter, una persona normal habría acudido a alguna autoridad para denunciar lo que pasa y muchos se preguntaran ¿Por qué no lo haces? Una simple y sencillas respuesta, Hunter es el hijo de los dueños y fundadores del instituto, por lo que no había nada que yo pudiera hacer al respecto, solo quedarme callado.
Llegue a la cafetería, pero no fui a la comida, no tenía dinero para pagarla y no había traído nada de comer debido a que en mi casa todo estaba caduco, todo lo que yo podía comer claro, porque las cervezas estaban en perfecto estado. Decidí que salir era lo mejor, por lo que me dirigí al estadio de la escuela y me senté debajo de las bancas.
— Por alguna razón sabía que te encontraría aquí abajo —Bethany llego cargando una lonchera como las que usaban las niñas de primaria, de color azul y con algunos corazones.
— Mi actitud no te ha dado a comprender no-quie-ro-ser-tu-ami-go — lo deletrea para que pudiera entender.
— Tu actitud solo me dice que eres un chico solitario y que ha sido profundamente dañado, toma te comparto de mi comida — de su pequeña lonchera saco un par de sándwiches y me los tendió, estaban cortados a la perfección y simplemente deliciosos.
— Gracias, pero permíteme preguntar ¿Por qué eres tan amable conmigo?
— Porque creo que eres especial.
Las clases continuaron normales y yo seguía sin prestar atención, no solo porque pensara en las múltiples maneras de terminar con mi sufrimiento, pero por Beth, esa extraña chica que me había tratado diferente y se había sentido bien.
La volví a ver a la salida de la escuela, se montó a su bicicleta blanca y se esfumo, como si su bicicleta pudiera volar, su figura desapareció en el horizonte. Ella iba al lado de la gente rica, cosa que no me sorprendía en absoluto, ella se veía demasiado bonita como para vivir en un basurero como mi casa.
Llegue a mi casa después de la hora en la que se suponía debía estar, lo que me recompenso con una buena dosis de golpes y porque no una violación.
Los golpes los podía aguantar, esa no era la peor parte, sino el hecho de sentirme humillado y usado, el hecho de que la persona que se hacía llamar mi padre insertara su miembro en mi repetidas veces y que la mujer que me obligaba a llamarla mamá me obligaba a tener relaciones sexuales con ella. Ambos de mis padres terminaron conmigo y me sacaron de la casa para que reflexionara mis acciones, lo bueno ya no los tendría que ver, lo malo es que estaba lloviendo. Lo cual puede ser tomado de dos maneras, por un lado me iba a mojar y por el otro mis lágrimas se confundían con las gotas de agua.
— No estás solo, resiste el fin está cerca — pude escuchar un susurro en mi cabeza y una cálida mano limpiar mis lágrimas, nunca fui, ni seré un creyente en dios o la iglesia, no me considero una persona religiosa después de lo mierda de mi vida nadie podría ser religioso, pero esa voz me hizo sentir escalofríos y por alguna loca razón yo la reconocí, sabía que conocía esa voz y que todo saldría bien.
Última edición por sykes. el Mar 15 Jul 2014, 10:40 am, editado 4 veces
Ledger.
Re: Apocalypse.
CAPÍTULO 004
El sonido de la lluvia golpeando los cristales rompía la calma del silencio de la sala. Grace Roosevelt yacía apoyada en el frío mármol de la pared, con un cigarro en mano y contando los minutos restantes de libertad que le quedaban. Maldiciendo por lo bajo, dio una larga calada antes de tirar la colilla en el suelo de la sala de ensayos. Estaba demasiado distraída para darse cuenta de que estaba fumando en un espacio interior, incluso cuando el aire era tan espeso que era prácticamente imposible de respirar.
La chica miró por la ventana que tenía a su lado. Desde que era pequeña sentía una especial conexión con su alma cuando había tormenta. La humedad y el cielo gris le transmitía una sensación de melancolía que, curiosamente, parecía hacerla trascender para liberarse de todos sus problemas. Ni ella lo sabía, pero cada vez que había mal tiempo se encontraba mucho mejor.
—¿Preparada, señorita?
Grace volvió la cabeza hacia la tierna anciana que la contemplaba en el marco de la puerta. Era Agatha, la ama de llaves. Se tenían un trato cordial, aunque nunca habían tenido la oportunidad de hablar más allá de dos frases seguidas.
—Sí, no se preocupe —dijo la muchacha, y tan pronto como las palabras salieron de su boca, la anciana se marchó, dejando un rastro de colonia de limón junto a ella. Grace no la culpaba, si ella hubiese estado en su lugar y no fumase, también le habrían provocado náuseas estar más de veinte segundos seguidos dentro de una habitación cerrada con olor a tabaco.
El móvil empezó a tararear su melodía favorita, indicando que su padre la vendría a buscar dentro de menos de cinco minutos, y tenía que estar preparada. La chica quería romper su móvil y también todos los relojes del mundo para que su padre no pudiera darse cuenta de lo poco que faltaba para que acabase su niñez, y empezase su nueva vida como bailarina profesional. ¡Bailarina profesional! Quién lo diría, después de todo... El sueño de una cría al fin trasladado a la realidad. Pero el problema era que ese ya no era su sueño, y que aborrecía tanto bailar como los días soleados. Pero después de tantos colegios de música y danza, estudios avanzados y festivales, sus padres habían decidido que no podía desperdiciar su talento.
¿Talento?, se preguntó Grace, con la mirada sombría. ¿De qué sirve tener potencial en una cosa si ni si quiera te gusta?
—¡Un, dos, tres, grand plié! —la profesora se mantenía unos metros alejada del escenario, gritando pasos y controlando saltos con las palmas. Llevaba su pelo negro recogido en un moño alto y tibante, y sus ojos negros —fríos como canicas— recorrían cada postura de las bailarinas buscando el mínimo error —Charlotte, tu fouetté parece hecho por un cojo; repítelo.
Pero a pesar de no estar del todo descontenta con su grupo de bailarinas, le faltaba una, y sólo con ella podían ganar las finales de ballet en Nueva York. La profesora se alejó un segundo del escenario para preguntar a la recepcionista.
—¿Ha llegado Grace Roosevelt?
La recepcionista se subió sus gafas de media luna por encima del puente de la nariz, y negó con la cabeza.
—Debería de estar aquí desde las seis, pero no la he visto —respondió.
—Hablamos con ella de esto hace unas semanas con su padre... Parecía entenderlo, pero ahora hace esto y... —resopló con un deje de decepción—. Ya sabes lo que debes hacer.
La recepcionista pareció alterada.
—¿Qué? ¡Margarett, no podemos hacerle eso a Grace! Ha entrenado aquí desde que tenía cuatro años...
—Cállate —la interrumpió con fiereza—. Le explicamos tranquila y pausadamente lo que sucedería si deja de venir en los ensayos. No podemos tolerar mantener a una alumna irresponsable que no pone de su parte. Está hecho; Grace Roosevelt está fuera.
—¿¡Pero qué coño te pasa por la cabeza, Grace!? —gritó Paul Fletcher—. ¿Acaso has pensado alguna vez si tus estúpidos actos tenían consecuencia alguna?
La chica estaba en el asiento trasero del Jeep negro, con el pelo mojado y los ojos entrecerrados. Había sido difícil escapar de las garras de su padre, pero lo más complicado fue saber dónde ir después. Había pensado en ir a un bosque, pero lo tenía demasiado cerca de su casa, y la encontraría con facilidad. Así que se sentó en un banco y esperó a que se le acudiese algo. Pero lo único que acudió fue su padre con el coche, gritando palabrotas inteligibles que Grace prefería no saber.
—¿Y ahora dónde me quieres llevar?—preguntó. Su padre la miró ceñudo por el retrovisor. Grace sabía perfectamente que se estaba controlando una barbaridad para no tirarla de algún acantilado cercano. Lo sabía porque estaba rojo y tenía hinchada la vena de su frente.
—A la academia. Reza para que aún te dejen entrar, niña.
Y ahí acabó la conversación. Al menos hasta que salieron de la academia, y les dijeran que habían borrado la matrícula de Grace por su conducta inapropiada. Entonces su padre ya no se estaba controlando, y la estaba insultando a pleno pulmón, mientras la muchacha sollozaba débilmente.
—¡Eres una egoísta, y una niña malcriada! ¿Sabes cuantos esfuerzos hemos tenido que hacer tu madre y yo para que pudieras continuar en esa academia?
—Esfuerzos que los hacíais por vosotros, no por mi. Esperabais que me convirtiera en una gran bailarina de proporciones épicas, que se forrara actuando en brodway, y os pagara vuestras malditas deudas —Grace notó la mirada furibunda de su padre, advirtiéndole que se estaba metiendo en asuntos que no le convenían nada, pero no le importó. Era la hora de verdad, y no tenía porqué parar—. ¿O no es eso lo que tienes en tu despacho? Cartas, y más cartas de facturas, deudas y préstamos. ¿Te crees que soy tonta? ¡Me obligasteis a la fuerza a tomar un camino que odiaba! ¡Sólo porque sabíais que os podría sacar en la ruina de la que estás metidos!
Su padre no la dejó continuar. Antes de que pudiese averiguar porqué había dejado de hablar, notó un dolor agudo en su mejilla. Su padre la había pegado.
—Ya que eres tan lista y tienes tantas ganas de encontrar problemas donde no los hay, vete. Tienes mi permiso para irte. Pero si lo haces, no vuelvas. Hemos cruzado una línea en la que no hay segundas oportunidades.
Grace lo miró a los ojos. Veía ira, tristeza y sorpresa. Era un gilipollas apático, y lo que acababa de hacer solo acabó de confirmar su decisión. Si se tomaba eso con tanta seriedad, ella también lo haría. Ellos no eran una familia normal, no había ninguna relación de padre e hija sin haber dinero de por medio. Todos los premios que había ganado habían acabado en manos de su padre, y ahora que no habría más, se daba cuenta de que todo aprecio se había esfumado.
—Nunca me has leído cuentos por la noche cuando tenía miedo. Simplemente me cerrabas la puerta y me dejabas a oscuras para que no te molestase. Yo lloraba y lloraba pero nadie contestaba. Cuando era más mayor, no viniste a mi comunión, y estaba tan disgustada que hice cancelarlo todo. Fue el principio de muchas decepciones; no te veía nunca, y cuando lo hacía, ni si quiera fingías alegrarte en verme. Sólo te acercabas a mi y me preguntabas: ¿Qué has ganado hoy? Si te decía que nada, no me hablabas durante toda tu estancia, pero si decía lo contrario, te ponías eufórico y me acompañabas al parque. Aprendí que tenerte a ti solo se podía conseguir ganando.
Paul se quedó con el ceño fruncido. Claro que se acordaba de esos días, incluso el día de la comunión. En su familia eran todos muy creyentes, y cancelar la comunión se consideró prácticamente una blasfemia.
—Al día de hoy he aprendido a ser más fuerte, pero eso no quiere decir que haya sido gracias a ti. Fue gracias a mi. Todo lo que tengo es gracias a mi. Sé cómo marcharme para que nunca me encuentres —entornó la mirada—. Házmelo más fácil y no intentes buscarme.
Y dicho eso, se giró y caminó en dirección contraria al coche, esperando que su padre le dijese que volviera inmediatamente, o que la arrastrase hasta el coche. Silencio. Y al cabo de unos minutos, el sonido de un motor alejándose por la carretera.
Grace ni si quiera sabía dónde estaba. Tenía veinte dólares en el bolsillo y su móvil se lo había dejado dentro del coche.
—Bien, aparte de sola y pobre, incomunicada —dio un último trago de su Jack Daniels, y le pidió al camarero un paquete de cigarrillos. Al alzar la vista, vio que el camarero ya le había dejado su recado, pero también se fijó en otra cosa; los ojos del camarero eran completamente negros. Sin parte blanca ni iris que se distinguiera de la pupila. Apareció sólo un momento. Un destello de alguna visión. Grace quería dejarlo pasar y pensar que eran imaginaciones suyas, porque cuando lo volvió a mirar, tenía los ojos de un color azul completamente normal. Con pupila y todo.
Se acabó el cigarrillo aún negándose a pensar que tenía síntomas de estrés o ansiedad, se levantó de la mesa, y dejó los veinte dólares sin esperar el cambio. Quería ver más de cerca al camarero y comprobar si estaba loca, o eran los efectos del alcohol corriendo por sus venas.
Haciendo caso omiso de la multitud del bar que la miraba con curiosidad, avanzó entre tambaleos hacia el patio trasero. Efectivamente, estaba allí, junto a un par de hombres más. Parecían el tipo grupo de moteros que no convenía molestar, así que se escondió detrás de un contenedor de basura, y miró por encima del hombro.
Y lo que escuchó fue sorprendente. Estaban bastante lejos de ella, pero los seguía escuchando hablar, como si tuviera un audífono ultrasónico o algo parecido.
—El comienzo de las tinieblas está aquí. Dentro de unas semanas el polvo volverá al polvo, y las cenizas a las cenizas. Y entonces será cuando el señor oscuro se alce ante nosotros —hablaba uno de los hombres con lentes oscuras y cazadora negra. Era como si estuviera recitando alguna cosa que hubiese memorizado. "Seguramente sea una convención de Harry Potter" pensó Grace, conteniendo la risa.
—Y, cerca de ellos, otros hombres y mujeres se queman, revuelven, y asan. Y éstos serán los que han abandonado el camino de D...Di...—formulaba el hombre de su lado, más bajito y robusto, que parecía tener problemas para pronunciar la última palabra.
—Dios —finalizó el camarero—. Es cuestión de práctica.
Grace, mientras tanto, no entendía absolutamente nada. Su mente seguía espesa por la bebida, pero lo que decían lo oía con claridad, como si estuvieran dentro de su cabeza. Tenía dudas sobre cómo eso era posible, pero lo primordial en ese momento era alejarse de esa banda de fanáticos de Satán. Le producían escalofríos.
Justo cuando se ponía de pie, el camarero volvió a hablar, interrumpiéndolos a todos.
—Esperad —repuso, con un deje de malicia—. Tenemos compañía.
Y en menos tiempo de lo que tardaba Grace en abrir los ojos como platos, el grupo ya la contemplaba delante de ellos, con expresión divertida.
—Pero mirad quién tenemos aquí... Una niñita —dijo el robusto—. Será entretenido verte morir.
—Ya sabes que yo prefiero la carne de niño... Se desgarra con más facilidad —observó el camarero. Volvía a tener los ojos negros, al igual que todos sus acompañantes.
—Joder... —soltó la muchacha, aterrorizada— No hace gracia, enserio. Llamaré a la policía.
—No puedes llamar a la policía sin lengua.
Y dicho eso, se abalanzaron sobre Grace.
No supo cuánto tiempo estuvo inconsciente. Solo recordaba a aquellos tipos abriendo las fauces y enseñando unos dientes puntiagudos, derramando líquido negro por las comisuras. Y después oscuridad, hasta que un dolor parecido a un mordisco en la pierna hizo que apareciese una luz cegadora. Blanca, como la luz fría de un fluorescente, a la vez que invadía todo su cuerpo y tomaba control de él. Grace se sentía grande, poderosa, indestructible; como si la amenaza de aquellos hombres hubiera despertado un lado de ella que ni si quiera conocía.
Siguió notando esa luz que recorría sus venas, impregnaba su sangre y bañaba sus órganos con poder, desde la cabeza hasta las puntas de los pies. Y entonces, abrió los ojos.
Lo primero que hizo fue clavarle la punta de su bota contra la barbilla de el primer ser —ya no estaba tan segura de que fuera humano—, y aprovechó la distracción para serpentear hacia la puerta del bar. Unas manos grandes le agarraron el tobillo y la arrastraron hacia atrás, pero no tuvo tiempo de hacer nada más, ya que posó el otro tobillo por encima de su nuca y lo hizo caer. Se giró y le dio una patada con toda la planta del zapato en la cara del hombre con gafas. Se oyó un "crack" y estuvo segura de que le había roto la nariz. Escaló encima de su cuerpo y puso las manos por debajo de su cuello y cabeza. Con un firme giro de manos, le torció la cabeza. Quedó en un completo peso muerto.
No se entretuvo con él, y lo dejó tirado a un lado, mientras esperaba a que otro le atacase. Pero no. El camarero había desaparecido, y junto a él, el otro sujeto.
Sonrió para si misma, mientras sentía que aquel poder iba saliendo de su cuerpo, al igual que la adrenalina. No sabía desde cuándo sabía pelear tan bien, pero dejó que la sensación de victoria la embriagase. ¡Había matado a una persona! Estaba tan feliz de seguir viva, y de defenderse tan bien, y de...
—¡Joder, he matado a una persona! —ahora el sentimiento de alegría era de pánico. ¿Matar a alguien? Por muchas veces que lo dijera cuando estaba cabreada, nunca se había visto capaz de matar a alguien enserio. Debía de deshacerse del cadáver antes de que viniera alguien, pero cuando se giró para buscarlo... Ya no estaba. Solo había un gran charco de sangre negra en el medio, pero nada más. Estaba segura de que lo había matado, además de que si se hubiese arrastrado habría dejado huellas. Pero allí no había nada más que un círculo que podría pasar perfectamente por gasolina.
—No te preocupes, ellos vuelven al infierno cuando los matas —señaló una voz a su espalda. Grace se volvió hacia ésta, asustada.
Un chico de más o menos su edad, la miraba con curiosidad. Llevaba una camiseta de manga corta que se ceñía en sus brazos y abdomen trabajados, y unos pantalones oscuros que le iban sueltos. Parecía bastante normal, no tenía los ojos completamente negros, ni los dientes puntiagudos. En realidad, sus ojos eran de un color marrón cálido, y sus dientes eran blancos y encantadores.
—¿Quién eres? —fue lo único que pudo decir Grace. El chico ensanchó su sonrisa, que parecía permanente en su rostro, y le tendió una mano.
—Me llamo Alex O'Malley. Y tú eres mi compañera.
Última edición por sykes. el Mar 15 Jul 2014, 10:40 am, editado 2 veces
Ledger.
Re: Apocalypse.
me dio miedo la foto pero la amé¿se `puede comentar?
✦ ausente.✦
pixie.
Re: Apocalypse.
soy su primera lectora las acosaré tanto que querrán matarse c: pero yolo bc sé que tienen sentimientos hacia mí que les impedirán matarse(?). me encanta la nc, idk porqué no audicioné(?), bueno síganla plz. estoy terminando de leer los caps, ya leí el 1ro y eres la mjr escritora del mundo, joker, el ángel me dio miedo, lol.
tobias.
Re: Apocalypse.
¿alguien se dio cuenta que se ha vuelto muy larga la página? malditos capítulos ;-;
Ledger.
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