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Mensaje por Atenea. Vie 09 Mayo 2014, 12:35 pm

The American Dream | NC | 2. - Página 4 1700239099
Atenea.
Atenea.


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The American Dream | NC | 2. - Página 4 Empty Re: The American Dream | NC | 2.

Mensaje por nayeon. Sáb 10 Mayo 2014, 7:52 am

Wuirtp caporuko):;
nayeon.
nayeon.


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The American Dream | NC | 2. - Página 4 Empty Re: The American Dream | NC | 2.

Mensaje por Atenea. Sáb 10 Mayo 2014, 8:17 am

quiero que cuando llegue del ibglés, vea cap si o si, okno The American Dream | NC | 2. - Página 4 1700239099
Atenea.
Atenea.


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The American Dream | NC | 2. - Página 4 Empty Re: The American Dream | NC | 2.

Mensaje por irwin. Sáb 10 Mayo 2014, 10:00 am

:lloro:
irwin.
irwin.


https://takemyhand-and-walkwithme.tumblr.com

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The American Dream | NC | 2. - Página 4 Empty Re: The American Dream | NC | 2.

Mensaje por bxmbshell. Sáb 10 Mayo 2014, 11:52 am

lo edité todo, todo. PERO ESTA WEA DIJO QUE ERA MUY LARGO Y A LA MIERDA TODO. LO DEBO DIVIDIR. The American Dream | NC | 2. - Página 4 3613945505 
bxmbshell.
bxmbshell.


http://insxneofrp.tumblr.com/

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The American Dream | NC | 2. - Página 4 Empty Re: The American Dream | NC | 2.

Mensaje por Clifford. Sáb 10 Mayo 2014, 12:05 pm

vENGAAAAAAAAAAAA ;___________;
Clifford.
Clifford.


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The American Dream | NC | 2. - Página 4 Empty Re: The American Dream | NC | 2.

Mensaje por bxmbshell. Sáb 10 Mayo 2014, 12:09 pm

U know u want to:

Capítulo 18.
P R I M E R A P A R T E.
✖️Codes by Kitty Sykes.
→by Sykesual.
Kailya Pandora | Travis Wright | Cheyenne Dallas | Franklin Ferguson | Stefan Cooper | Bonnie Pandora | Charles Monroe | Margaret Crawford.

Respetar las reglas no era algo que se acomodara con su actitud, a decir verdad, llevaba bastante tiempo ignorándolas. Me refiero a que varias -por no decir todas- las cosas que había hecho hasta ahora contrariaban muchas normas, en especial las morales; pero vamos, todos necesitan sobrevivir, de alguna u otra forma. En un mundo lleno de hipócritas nadie tenía derecho a juzgarla, ni mucho menos a decirle que debía y que no tenía que hacer. En lo personal creía que ser humano tan correcto no era posible. Como si el Sr. Jackson y Clarisse no hubieran hecho algo malo, háganme el favor.

Debido a un par de experiencias por las que su colorida amiga, Sussie, tuvo que pasar, aprendió que no se debe confiar ni en el hombre más santo. Este tipo, Marcus, parecía todo un hombre hecho y derecho, aunque Kailya siempre desconfió de él. ¿Qué dice el hecho de que un hombre vaya de viernes a domingo a un cabaret, y que gaste buena parte de su dinero en alcohol, acerca de sus verdaderas intenciones? Como sea, le prometió bajar estrellas e incluso el sol mismo (que obviamente también es una estrella; un completo asno, solo digo).

Sí, sí, sí. Todo parecía muy tierno y educado de su parte, pero cuando Sussie se negó a irse con él…bueno, digamos que no se lo tomó muy bien, se puso fúrico y comenzó a jalonearla muy bruscamente, estaba a punto de golpearla de no ser porque los de seguridad lo sacaron. De ahí en adelante intentaba disculparse con la mujer ya sea de buena o mala forma. Una de esas veces Lya se encontraba con ella, la morena lo amenazó con que pondrían una orden de restricción, pero Marcus la calló con un simple «Son un par de putas. Por favor, la justicia solo protege a gente decente y con dinero, como yo. ¿A quién piensan que le van a creer? ¿eh?» Tenía razón, la justicia solo es para los poderosos.

En fin, una farsante más no haría daño alguno, de todos modos podría seguir haciendo de las suyas, siempre y cuando los directores no supieran de aquello. Durante la reunión, por un instante se planteó la idea de obedecer todo al pie de la letra, pero ¿qué había de divertido en ello? Claro que no quería arruinar semejante oportunidad, pero no iba a dejar de ser ella a causa de unas prohibiciones. ¿Dónde quedaba la libertad de expresión?

Vale, ese asunto ya no debería preocuparle. Lo que ahora rondaba por aquella cabeza suya llena de inquietudes era el hecho de conseguir pareja para el bendito baile. ¿Estaban en la secundaria acaso? Solo a ese par de directores se les ocurriría semejante tontería. Como sea. Si Lya no había asistido a su baile de graduación ¿qué les hacía creer que iría a este? Bueno, en esa época no tuvo el dinero necesario para dicha noche, su padre tuvo una recaída y usó el dinero en gastos del hospital. Un muchacho llamado Ryan la había invitado, pero con toda la vergüenza del mundo se negó argumentando que saldría de la ciudad. Ryan era lindo, muy lindo… le hubiera gustado ir… y bueno, qué más daba.

Expulsó aire cansada de recordar. Quizá sí debía ir a este baile, por más estúpida que fuera la idea era una oportunidad única y posiblemente se enrollaría con alguien, podía pasar de todo. Salió de su habitación para recorrer toda la institución, si fuera necesario, en busca de alguien que estuviese a su nivel. Tampoco es como si fuera a ir con el primero que se cruzase en su camino o sino ¿dónde quedaba la selectividad? Tenía que conseguir a alguien para el viernes y… ¡maldita sea! hoy era viernes.

Demonios. La morena no había entablado una charla más que con dos chicos, este loquito que no dejaba de hablar de Dios… Travis o algo así, y que de paso la había ofendido; y quedaba este otro chico, Stefan, que era una completa dulzura… algo muy dentro de ella le decía que todo él era auténtico. Ni aunque le pagasen iría con semejante idiota como lo era el religioso. Stefan, por otro lado merecía una oportunidad, se había comportado como todo un caballero y además era demasiado atractivo.

Se propuso buscar al castaño de oji-azul, cuando creyó que sus ojos le jugaban una mala pasada al divisar a unos diez metros de ella aquella oscura cabellera, el perfil era inconfundible ¿sería…? NO. No era posible, ¿qué estaría haciendo de todos modos esa perra en un lugar como este? Seguro alucinaba. Bueno pues esa alucinación se estaba moviendo, debía seguirla… y así lo hizo, hasta que de la nada salió un espécimen masculino que se cruzó lo bastante lento como para que perdiera de vista a su objetivo, Bonnie, su miserable hermana.

Lya trató de apartarlo ¡pero hombre! obviamente él era más fuerte que la morena. Y vale, no era normal que una chica un poco menos que loca se pusiera a empujarlo de la nada. Suspiró cansada tratando de convencerse que realmente se trataba de una mala pasada por parte de sus ojos. Enderezó la postura para poder observar mejor a su obstáculo que la tenía sostenida por las muñecas ¿cuándo había pasado eso?

—¡Suéltame pedazo de… ! —La oji-miel no pudo terminar el insulto pues el sujeto era atractivo, no exactamente a la par de un Dios griego, pero por todos los demonios ¡estaba muy cerca de serlo!
—Anda, termina tu insulto. —Señaló él. —Me gustaría saber qué puede ocurrírsele a alguien que empieza a golpear a los demás, de la nada.
—¿Yo? ¿Quién dijo que iba a insultarte? —Lya fingió demencia, por lo general solía funcionarle. —Vale, lo he hecho porque apareciste de la nada y estaba siguiendo a alguien que ya no está. ¿Algo más que quieras saber?

El muchacho frente a ella le soltó las muñecas, se alejó un poco para examinarla con la mirada de cabeza a pies, levantó una ceja y una sonrisa apareció en su cínico rostro. Sí, Kailya se había dado cuenta, se cruzó de brazos repitiendo la acción de este.

—Tal vez hay algo, aunque no creo que sea buena idea que te lo pregunte. —Dijo él.
—Bien, pues yo sí tengo algo que preguntarte. —La morena se le acercó lo bastante para intentar intimidarlo con la mirada, tenía que parecer fuerte. —¿Tienes pareja para la tontería de esta noche?
—Vaya, que directa. Me agrada. —Soltó una risilla socarrona que la molestó un poco.
—No te burles, te advierto que no querrás tenerme como enemiga, puedo ser una molestia en el culo. De hecho ya le hago la vida hermosa a una de mis compañeras y a su novio tatuado.
—¡Y qué boca! —Siguió aquel chico del cual aún no sabía el nombre. —Me gustaría, pero antes de aceptar oficialmente ¿no crees que deberíamos saber quién es el otro por lo menos?
Lya arrugó la nariz molesta por lo coqueto y latoso que era ese tipo. —Ya. Soy Kailya, tu atractiva pareja solo por esta noche, a menos que quieras más… pero te va a costar. No soy fácil.
—Vale, Kai. —Soltó otra risita. —Me llamo Evan y seré tu bien parecido acompañante… y créeme, quien querrá más vas a ser tú y aunque lo parezca, tampoco soy fácil. —Terminó encogiéndose de hombros.
—¿Quieres apostar?
—Creo que eso va en contra de las reglas.
—¿Pero no las quieres romper?
—Ya. Mejor dime a qué hora pasaré por ti o si tú vendrás por mí o si nos veremos allá, lo digo porque no pareces ser el tipo de chicas que van con lo que se ordena.
—Felicidades, Evan. Unos minutos y ya me conoces lo suficiente. —Se burló la peli-negra. —Como sea, ya que estamos haciendo todo al revés, pasaré por tu habitación a eso de las siete. Si no estás listo entraré por la fuerza y te sacaré como sea que vengas vestido ¿has entendido?
—¿Y qué pasa si estoy desnudo?
—Pues será un bonus para mí. —Expresó Lya guiñándole descaradamente.
—No. No, Kai, se supone que yo debo ligar contigo y no al revés.
—Muy tarde, si ya hemos empezado así pues solo nos queda terminarlo de la misma forma.
—Como digas. Por cierto, ponte algo ajustado, me gusta ver. —Ahora fue Evan quien le guiñó.
—Lo haré no porque me lo hayas pedido, sino porque ese es mi estilo.
—Sí, claro. —Él se dio media vuelta para seguir con su camino.
—¡Hablo en serio Evan, no me gusta esperar! —Gritó Lya a sus espaldas.
—¡Te escucho, pero no te hago caso, cariño!

Genial, al parecer se había liado con un gilipollas, de todos modos ya tenía pareja. Descartó a Stefan, igual, seguro ya tenía con quien ir y ¿el asunto no era conocer nuevas personas? Obviamente no olvidaría al oji-azul, pero Evan parecía interesante y se supone que debía expandir sus horizontes.

Decidió ir a la cafetería por algo que le calmara ese escozor en la garganta y de paso a pensar cómo le haría para comunicarse con Sussie y el resto de su familia. “Sin aparatos electrónicos” ¿querían volverlos una comunidad Amish? ¿en qué cabeza cabe semejante tontería? Eran adolescentes, con toda la razón del mundo necesitaban aparatos electrónicos.

Sacó una lata de coca-cola de la máquina expendedora y se acomodó en una de las muchas sillas vacías del lugar, tenía tres teorías para explicarse lo vacío del lugar: a) Estaban buscando parejas de último momento b) Estarían arreglándose para la noche o c) Preferían no acercarse a alguien tan fuera de lugar como ella. Como fuera el caso, le parecía perfecto, recordemos que Kailya no estaba aquí para hacer amigos, tal vez para conocer gente que le cayera medianamente bien, pero para preocuparse por alguien más que no sea ella, bueno, eso estaba complicado.

Entonces la vio, de nuevo. Movió la mirada a la fecha de vencimiento de lo que estaba bebiendo y no, no era causa de aquello. Vale, ahora sí se acercaría a ella.

Por poco y corrió hacia la morena que reía del todo cómoda junto a otra chica. Una vez detrás de ella la hizo voltearse torpemente y… efectivamente era esa perra. Así que eso estaba haciendo, para eso había huido. La peli-negra (la segunda) la miraba asustada, cualquier atisbo de felicidad se esfumó por completo de su rostro. Ambas guardaban un parecido impresionante y de no ser porque la morena número dos era unos cuantos centímetros más alta que Lya y que de paso era mayor por dos años, podrían ser mellizas casi idénticas.

—Hermanita. —Susurró la morena número dos lo bastante bajo para que solo ella y Kailya pudieran escuchar.
—No te atrevas a llamarme así, tú perra sin corazón. —Kailya escupió cada palabra con tremendo odio.

Lya tensó los labios exigiéndose no llorar, no comprendía por qué estaba sintiéndose tan emocional. Quería abrazarla, pero también quería apuñalarla con el tenedor que estaba agarrando la chica que acompañaba a su ex hermana.

—Lya, yo…
—No estoy para escuchar la mierda que vayas a inventar.
—Deja que te explique cómo pasó todo, por favor. —La mayor de los Pandora se puso de pie.
—¿Qué vas a decir que ya no sepa? NOS DEJASTE. Es así de simple, te fuiste como una cobarde a penas la puta de nuestra madre nos abandonó. Te necesitábamos, Bonnie. —La oji-miel dejó escapar una risilla lastimera que podía ser confundida con un sollozo.
—Hermana, entiende. —Bonnie quiso acercársele, pero ella retrocedía con cada paso que la morena mayor daba.
—Tenía quince años, estúpida. ¿Qué pensabas que iba a hacer sola con un padre enfermo y dos niños?
—Iba a volver, de verdad.
—Por supuesto, solo que mientras te esperábamos no íbamos a vivir de la gracia divina del señor. —Comentó la oji-miel con tremendo sarcasmo.
—¡Hey! —Ambas voltearon la vista en dirección a donde provenía aquella molesta voz que Lya rogaba por evitar. ¿Había estado ahí todo el tiempo? No era posible, seguro llegaba recién. —Calmémonos un poco y dejemos de atentar contra el nombre de Dios. —Decía el oji-verde acercándose a ambas. —Vamos, recemos un poco para calmar toda esta ira.
—Que te den… a ambos, que les den. —Dijo Kailya apuntándolos furiosa. Se alejó de ambos, sentía estar asfixiándose. Necesitaba aire.
—Hermana. —La llamó Bonnie.
—Ya te he dicho que no te refieras a mí de esa forma. No soy tu hermana.

De regreso a su habitación, todas sus compañeras estaban alistándose para el baile. Tenía tiempo, se la pasaría observándolas así podría divertirse un poco y bueno, obviamente molestaría a Lorreine, se lo había prometido y debía cumplirle. Deseaba de todo corazón olvidar esa escena con Bonnie, dos extraños las habían escuchado.

Sus compañeras, eran bastante interesantes. Tenemos a esta chica, Amelia, una rubia bastante encantadora, lucía como una buena competencia, pero por el momento no le preocupaba; luego estaba la otra rubia ¿cómo se llamaba? ¿Demi? lo que sea, era muy hermosa, pero menor por lo que Lya no estaba interesada en ella y se notaba que ella tampoco era del tipo de Demi, vale, ni siquiera sabía si la rubia era bisexual, lesbiana o siquiera curiosa; la dulce Nina… que ahora no estaba en la habitación; y finalmente tenemos a Lorreine, Lya se prometió que ambas serían mejores amigas porque a alguien como ella le convenía tenerla de cercana.

—Hey ¿podrías ser útil en algo siquiera? —La molesta voz de su siempre adorada compañera la sacó del trance. Levantó la vista algo sorprendida de verla tan bien vestida.
—Siempre es un gusto, querida. Pero como ves, estoy ocupada.
—No estás haciendo nada.
—Intento ignorarte, eso es algo.
—No seas altanera y ¿no dijiste que íbamos a ser amigos? ¿Nathan, tú y yo? ¿te suena? —Lorreine la miró impasible esperando por su reacción.
Lya se mordió el labio y cerró los ojos por el hecho de que lo recordara: —Ya. ¿qué puedo hacer por ti, querida amiga?
—Ayúdame con esto —dijo señalando su cabello— te advierto que no estoy para alguna broma.

Lorreine se acomodó frente a uno de los dos tocadores de la habitación y Lya se puso detrás de ella sosteniendo su larga cabellera.

—¿Cómo le gusta que lleves el pelo a tu galán tatuado? —Bromeó la morena.
—¿Celosa? Seguro no tienes pareja porque bueno, no te estás alistando. ¿Y cómo sabes que iré con Nathan?
—Tenía que ser, luego dicen que son solo amigos. —Lya le dio un jalón a un mechó de cabello. Lorreine soltó un chillido y la miró furiosa por el espejo. —Ops ¿te lastime? ¡qué torpe de mi parte! Y por cierto, sí tengo pareja, solo que no estoy tan obsesionada por lucir bien para él porque ¡vamos! ya luzco bien.

Kailya hizo un muy buen trabajo con el cabello y maquillaje de Lorreine, estaba orgullosa. Recordó que en el cabaret solía ayudar a las bailarinas con sus atuendos y esas cosas.

Más tarde tuvo que hacer lo mismo por Nina, ¿qué puedo decir? La chica Pandora es toda un alma caritativa, cuando le conviene. Pero ahora era su turno, buscó entre sus cosas un vestido que fuera elegante, pero también sexy, uno de sus bebés se lo había confiado a Nina así que le quedaba un vestido negro ajustado de encaje, muy corto (como quince centímetros por sobre las rodillas) que tenía una tela más oscura por dentro para que no le vieran el sujetador o las bragas, era de manga larga y el encaje se transparentaba desde unos tres centímetros por sobre sus senos y así hasta sus brazos. Optó por dejarse el pelo suelto, pero con leves bucles para que resaltaran su maquillaje. { + }
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Quería ir desesperadamente al baile con Kailya. ¿Así o más literal? El problema de Stefan era que no recordaba el número de su habitación y tampoco volvió a toparse con ella desde la reunión. Se lamentaba por haber dudado tanto para acercársele esa mañana. Con un demonio, estaba nervioso y se sentía como niño que ha de tener su primera exposición. Tímido, con miedo a las miradas del resto, rogando por no decir alguna estupidez que lo estropee todo.

¿Qué ocurría con él? Franklin se había burlado argumentando que la horrenda tarántula roja lo había picado, que de seguro la chica esa (Kailya) le soltó tremendo arácnido cuando él no la miraba. No era posible, Stefan no había despegado la vista de la morena durante todo el corto tiempo que estuvieron juntos. Recordaba cada palabra que ella dijo, cada gesto, cada sonrisa y cada arrugada de nariz y fruncida de cejo. Vaya, al parecer sí había algo malo con él.

Deseaba mucho tener a alguno de sus padres para pedirle siquiera una explicación del por qué se sentía así, ellos le habían aconsejado durante toda su vida y al parecer hicieron muy buen trabajo con el castaño. Jamás había fumado, bebido o se había drogado, estaba consciente de los peligros existentes tanto en casa como en la calle, entendía lo que conllevaba juntarse con cierto tipo de personas e incluso sabía cómo dar malas noticias o reclamar algo.

«Existen dos formas, Stefan. —Expresó su padre colocando la bolsa de hielo envuelta en un paño sobre el pómulo derecho de su hijo. —La primera sería básicamente comportarte como todo un neandertal, haciendo caso a tus impulsos bajos y dejando que la ira se apodere de ti. —El oji-azul soltó un gemido cuando sintió como el hielo le comenzaba a quemar la piel hinchada. —Vas a decir o hacer un montón de cosas que, quizá, realmente no sientas, pero no lo sabrás hasta que el daño ya esté hecho. —El castaño, el menor, gimoteó despacio mientras bajaba la mirada arrepentido de sus actos. —Pero oye, somos humanos y podemos equivocarnos y así aprender de nuestros errores. —Despacio hizo que el pequeño levantara la mirada, estaba llorando. —Y la segunda sería meditar muy bien lo que vayas a hacer. Si quieres reclamar algo debes hablarle a los demás con respeto, sé generoso y muéstrales de buena forma su error. Ellos comprenderán e incluso se sentirán avergonzados de haber sido tan… humanos. No grites ni golpees sino quieres que te vayan a responder de la misma forma.»

Una sonrisa melancólica se dibujó en su rostro. Recordaba con cierta alegría y dolor aquel momento. Stefan tenía 8 años cuando un niño mucho más grande y regordete le había pegado una buena paliza. Sus intenciones fueron buenas, él quería pedirle que dejara de jalarle la coleta a la niña que se sentaba junto a él y también que ya no se burlara de sus lentes ni que se los ocultara. Pero bueno, sí estaba muy molesto cuando le pidió aquello, le grito y el otro respondió de la misma forma… luego comenzaron los golpes, Stefan fue el primero porque lo empujó y así hasta que obviamente él otro niño se cansó. Fue rápido. Le faltaba aire. Si hubieran estado en ese momento les prometo que pudo ser como David y Goliat en versión de niños de ocho años. Ahora era gracioso, pero en ese momento no fue así. No para Stefan.

Bien. Pues el chico Cooper se sentía como aquella vez, pequeño e indefenso. Estaba aterrado, esa era la palabra. ¿Y todo esto por una simple chica? No. Para Stefan no era una ‘simple chica’. Kailya tenía ese je ne sais quoi que lo dejaba desgarrado con solo recordar aquella expresión de tristeza a causa de este chico, Travis.

Era muy pronto para ser amor, demasiado temprano para una obsesión, pero muy tarde para ser solo atracción, así que… vale, no sabía qué demonios le ocurría.

Suspiró pesadamente para incorporarse de la cama. Era ahora o nunca y bueno, ya era muy tarde. Literalmente. Faltaban como dos horas y media para el baile. ¿Y si ella ya tenía pareja? Rogaba porque no fuera así. ¿Y si no quería ir con él? Eso lo destruiría. ¿Y si mejor se comportaba como un hombre e iba de una buena vez a preguntarle? Ya. Su subconsciente estaba siendo algo cruel con él este día.

De un saltó se levantó de la cama. Comenzó a susurrar algo inaudible mientras movía la cabeza de un lado a otro, al parecer estaba aflojando su cuello. En lo personal se veía gracioso, como luchador que está ya en el ring esperando que su contrincante aseste el primer golpe.

—¿Qué coño está haciendo? —Inquirió Terrence lo bastante disimulado para que solo sus compañeros más cercanos oyesen.
—No lo sé y diría que me da cosa preguntarle. —Respondió uno de los rubios, Daniel, con una mueca que mostraba confusión.
—¿No ven? Nuestro cupcake de vainilla con cubierta de chocolate y chispas azules está preparándose para la pelea. —Expresó el otro rubio, Franklin, sin despegar la vista de su libro.
—Ah, está por ir con la chica de las maletas. —Explicó Daniel.
—¿Cómo…? —Terrence esperaba más explicaciones.
—Cosa de rubios. —Continuó Daniel.
—Supongo que tenemos algo así como una línea directa que nos permite comprender cada ocurrencia del otro. —Siguió Franklin. Aún no apartaba la vista del libro. —Tíntate el pelo y lo comprenderás.

Terrence puso los ojos en blanco y siguió observando a Stefan.

—Deséenme suerte. —Pidió el castaño de ojos azules abriendo la puerta.
—¡Sí! ¡Ve por ella, tigre! —Soltó Frank levantando la mano derecha como en señal de victoria, pero seguía sin apartar la vista de aquel libro.

Stefan se las arregló para que la encargada de informaciones le dejara echar una ojeada a la lista de habitaciones de las damas, sabía que haberle mentido diciendo que una prima suya padecía de anemia y necesitaba sus cápsulas de hierro no era correcto, pero estaba desesperado porque obviamente el señor tiempo no jugaba a su favor.

Prácticamente corrió hasta la habitación 1A, por suerte estaba entre las primeras. A pocos metros de la puerta, esta se abrió y una Kailya que emanaba belleza por donde la mirases lo dejó boquiabierto. Sí, técnicamente ella le había pegado unos ¿cinco, seis tiros? «Vamos, no seas tan obvio.» Reclamó su subconsciente. Se acercó aún afectado por su imagen y como lo esperaba, no pudo decir algo coherente. Era injusto, él estaba preparado, pero al parecer no para esto.

Una sonrisa apareció en el rostro de la morena al darse cuenta de la presencia del castaño. Genial, esto no le estaba ayudando. Anda Lya, sigue destruyendo al pobre chico.

—Stefan, dichosos los ojos que te ven. —Dijo la peli-negra.
—Estás hermosa. —Pronunció él. —Perdona, sigo pensando en voz alta. —Bajó la mirada apenado.
—Descuida, lo sé. Eso fue pretencioso, igual, creo que puedo presumir más de lo habitual. Gracias, por cierto. —Stefan soltó una risita frente a esto. —¿Vienes a buscar a alguien? Puedo llamarla, si quieres. —Ofreció Lya medio dándose la vuelta con dirección a la puerta.
—¡No! —Exclamó. —Digo, sí. Sí vine a buscar a alguien, pero esa eres tú. Aunque creo que he llegado tarde. —Continuó reparando en que ya estaba lista, de no ser por esas zapatillas planas.
—Tú… ¿ibas a invitarme al baile? Di que sí para que no parezca tonta.
—A decir verdad, sí. Y sé que me he demorado mucho y lo lamento demasiado. Dime que aún no tienes pareja. Por favor.
—Yo… iba a buscarte… —Una sonrisa esperanzadora apareció en el rostro del chico. —Es cierto, pero eso fue hace unas horas atrás, quería que vayamos juntos porque eres guapo y te verías muy bien conmigo… pero he quedado con alguien más.
—¿Qué? ¿Cómo?
—Se llama Evan, es tremendo idiota, pero agradable… en cierto punto. —Explicó Lya.
—Pero…
—Está tontería es para conocer a los demás estudiantes y contigo ya he hablado.
—Entiendo. —Stefan bajó la mirada, de nuevo.
—Aun así podemos estar juntos en la fiesta, sé que a Evan no le molestará.
—¿Cómo estás tan segura?
—Me aseguraré que sea así. Por cierto, debes guardarme por lo menos un baile. —Expresó la morena enganchando su brazo al del castaño. —Debo ir por unas cosas ¿me acompañas?

Stefan asintió hipnotizado por el dulce tono de voz que Kailya había utilizado, lo quería volver loco, es seguro.
Y sí, uno de sus principales temores se había vuelto realidad, ella ya tenía pareja.

Luego de dejar a la chica de nuevo en su habitación, se dedicó a caminar arrastrando los pies por los pasillos. ¿Qué se supone que iba a hacer ahora? No tenía a nadie y se sentía patético. Su madre le había enseñado que siempre se debe tener un plan de reserva, por si el primero no resulta. ¿De dónde iba a conseguir pareja a estas alturas? No iba a ir solo, se sentiría más miserable y por lo menos quería tener con quién hablar mientras observara a la morena y a su pareja.

Se sentó en una de las banquetas del campus esperando que llegase la noche, el amanecer y la mañana del día siguiente. Era una buena forma de perder su tiempo.

Pegó tremendo respingo cuando sintió que alguien se sentaba a su lado. No giró la vista ni lo miró de reojo, quería evitar molestar a quien sea que estuviese junto a él con sus cosas de adolescente. Se quedaría mirando el caer de las hojas de aquel árbol a unos nueve metros frente a él. Tal vez la persona se aburriría y lo dejaría.

—¿Sabes lo que me molesta? —Por aquella agudeza y suavidad de vos dedujo que se trataba de una chica. Stefan soltó un sonido en negación. —Esto.
—Lo siento. —El castaño pensó que se refería al hecho de que trataba de ignorarla.
—Eres raro. —Dijo ella. Stef la miró por el rabillo del ojo y se encogió de hombros. —Oh, ya. No me refería a ti, lo que quiero decir es que me molesta que haga tanto calor por las tardes. Te juro. Estoy asándome.
—Vas a acostumbrarte, el clima acá es muy impredecible. Un día puedes esperar que sea soleado, pero comenzará a llover.
—¿Eres de California? —Preguntó la rubia. Él asintió. —Supongo que tendré que hacerlo. Por cierto, soy Lynn. ¿Tú…?
—Me llamo Stefan. Un gusto. —Respondió el oji-azul extendiendo la mano.
—Eres raro, de verdad. —Siguió Lynn aceptando el saludo.
—¿Por qué raro?
—Eres educado.
—Es algo que vale mucho en mi familia.
—Familia, ¿quieres hablar de familia? Porque la mía me odia.
—Vale, no hablaremos de familia. —Comentó el castaño. —¿Te importa si te pregunto con quién irás al baile? Intento ser agradable, solo eso.
—Con nadie especial, quizá me quede escuchando música toda la noche.
—¿Lo dices en serio? Me refiero a que eres muy linda y pude jurar que tuviste que rechazar a buena parte de tus citas.
—No has dicho eso. —Expresó Lynn riendo por lo bajo y sonrojándose levemente. —¿Y quién es la afortunada con la que irás?
—No tengo, la chica con la que quería ir ya tiene pareja. —Stefan sentía una punzada de ¿celos? cada vez que lo recordaba. —Pensaba quedarme aquí contando cuántas hojas caen de aquel árbol. —Apuntó al roble frente a ellos. —Si perdía la cuenta comenzaría de nuevo.
—Debe ser duro. Parece que te interesa mucho. —Dijo la rubia sacando una cajita de chicles de sus vaqueros.
—Diría que me tiene fascinado, solo que no podría explicar muy bien las razones.
—¿Quieres? —Indicó ella ofreciéndole un chicle. Él aceptó. —¿Te seguiría interesando si tuviera mal genio?
—Sí.
—¿Y si te pide… no sé… raparte?
—Aun así.
—¿A pesar de ir con alguien más?
—A pesar de todo.

Se quedaron en silencio unos minutos. El castaño pensaba en algún tema para alegrarlos un poco, esto comenzaba a sentirse como cementerio.

—Oye, Lynn. —Llamó el muchacho. —Ya que ambos estamos sin pareja ¿te parece si vamos juntos? Como amigos, claro. Puedes negarte, si quieres.
—Sí, vamos. No dejaré que te conviertas en un árbol, te va a doler.
—Eres divertida. ¿Quieres que vaya por ti?
—Oh, no. Mejor veámonos en la puerta, de todos modos no sabes dónde queda mi habitación y no es como si fuera a decirle eso a alguien que acabo de conocer.
—Muy lista.
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Después de cerrar la puerta en la cara de aquel atrevido, que bien se lo merecía, la semi-rubia tomó la lista de cosas que hacer el día de hoy. Seguía molesta por semejante atrevimiento ¿quién se creía que era para decirle esa vulgaridad? ¿con quién creía que hablaba? Obviamente Margarte no era como el resto de las chicas, que incluso se hubieran reído por lo que dijo este chico, pero no era lo suficientemente osada como para pegarle una buena bofetada.

Intentaba meditar para retomar un poco de control, necesitaba priorizar sus actividades, pero no pudo concentrarse por el incesante parloteo de sus compañeras de habitación. Seguía indignada porque la hayan prácticamente obligado a compartir el cuarto, esto era de lo más molesto. Jenna “mala actitud” Foxx se encargaba de molestar a todas porque nunca cerraba el pico respecto a sus quejas.

Si sus padres la vieran. Jesús. De seguro ya le hubieran hecho sentir de lo mejor con sus siempre adorables críticas. Movió la cabeza aún con los ojos cerrados, intentaba pensar en otra cosa como ¿blanco o negro? Me refiero al vestido que usaría esta noche. Se planteó caracterizar a algún personaje para el baile, estaba entre Elizabeth Debicki, de el Gran Gatsby, con aquel vestido negro entubado y el cinto de brillantes bajo las caderas o como Farrah Fawcett en su etapa hippie con ese dulce vestido crema con decoraciones de hilo beige. { + } Ambos eran muy hermosos, pero NO PODÍA DECIDIR con tanto ruido.

Soltó un bufido de exasperación para posteriormente recoger su tapete de yoga, colocarlo en su estuche y así salir hecha una furia callando por un instante a las chicas presentes. No iba vestida tan pulcramente como suele estar acostumbrada, pero por raro que sonase se sentía libre al estar con una remera blanca holgada, unos pants grises y zapatillas deportivas; por lo menos, sabía que sus padres no estaban allí para reclamarle algo. Para ser honestos le agradaba la idea de que los aparatos electrónicos estuvieran prohibidos, era una vía menos por la que sus padres no le recordarían el desastre de persona que siempre había sido. Un descanso de ellos, solo eso.

Mientras acomodaba su tapete en un área, aparentemente, tranquila del patio, se puso a repasar las actividades de esta noche. Por fin se decidió por el vestido blanco, vale, algo menos de que preocuparse. Tenía las reacciones dependiendo del tipo de música que sonase, no dejaría que su pareja se propasase, inspeccionaría las bebidas por si a algún gracioso se le ocurría ponerle algo raro, también tenía el horario para volver a su habitación. Al parecer todo estaba en orden a excepción de que… ¡maldición! No tenía pareja, lo había planeado todo y olvidó lo esencial.

«Margaret, ¿cómo es posible? Siempre debes ser una completa inepta.» Escuchó como si su padre le hablase. Tragó duro. Comenzó a respirar agitadamente hasta que el olor a tabaco impregnó sus pulmones. Arrugó la nariz para girar en dirección de donde creía provenía el hedor. Un chico con el cabello café ceniza estaba imitando su posición de yoga sentado en el pasto, igualmente tenía los ojos cerrados solo que con un cigarrillo entre los dientes.

—Te estás burlando de mí ¿no es así? —Comentó la oji-azul enarcando una ceja irónicamente.
—Shh. Intento concentrarme. —Espetó el muchacho aun con los ojos cerrados.
—Apestas a tabaco. —Se quejó ella.
—Tú pareces loca y no me ves diciéndote lo obvio ¿verdad?
—Que descortés.
—Que delicada. —Siguió él. —Vamos, era un chiste. Se supone que debes reír. —La miró entre abriendo los ojos.
—Pues no me ha causado gracia alguna. —Margaret se cruzó de brazos.
—Joder. No hay caso contigo. —Expresó él aplastando el cigarro contra el césped. —Intento entablar una charla y lo estás complicando todo.
—Lamento que no tengamos el mismo sentido del humor. Pero hay personas que tenemos otras cosas en qué pensar. —Dijo la chica del cabello color miel mientras estiraba sus piernas. —Si es que tú piensas, claro.
—Sí que pienso y en este momento me estás deprimiendo. —Pasó desesperadamente las manos por su cabello. —¿Sabes? Parecías interesante y me dije: “¿Por qué no hablarle?” Pero me estoy arrepintiendo.
—Vale, pero no ha sido un buen día.
—¿Acaso tu novio terminó contigo?
—No tengo novio.
—Exacto. —Y Margaret no se reprimió, le asestó un débil golpe en el brazo izquierdo. —¿Se supone que eso ha sido un porrazo? —Preguntó él. La chica asintió. —Ha sido patético. —Dicho esto se largó a reír tan contagiosamente que Maggie lo siguió.
—No ha sido mi mejor intento, lo acepto. —Dijo ella encogiéndose de hombros.
—Te enseñaré a pelear algún día. —Acordó el muchacho de ojos verde-grisáceos. —Quien vaya contigo al baile se va a sorprender mucho.
—Si es que consigo pareja, no sé cómo, pero lo he olvidado.
—Ah, ya veo… ¿Y si vamos juntos?
—Pero ni siquiera sabes quién soy. —Margaret se sonrojó no muy visiblemente por aquella inesperada invitación.
—¿Cuál es tu nombre? —Preguntó.
—Margaret Crawford.
—Soy Duncan —Dicho esto él se inclinó ligeramente a ella como si fuera a confesarle un secreto. —y sabré más acerca de quién eres, está noche.
—Si piensas que he aceptado estás equivocado, primero debes comprometerte a seguir un horario que te daré —indicó la oji-azul buscando entre su bolsa de yoga unos papeles — ahora. Ahí está lo que debes ponerte para que vaya equilibrado con lo que llevaré, también están otras aclaraciones. Si accedes a seguir con esta lista y los horarios establecidos, acepto ser tu pareja.
—Y cuando pienso que no puedes ser más extraña, me sales con esto. —Comentó Duncan echándole una ojeada a lo que Maggie le había dado. —¿Nada de toques sin el permiso adecuado? —Hizo una mueca de confusión. —¿Qué pasará si quiero bailar una canción lenta? ¿Me vas a electrocutar si te tomo de la cintura?
—Ya veremos. Entonces ¿aceptas?
—No estoy con libertad de elegir así que ¿dónde firmo?
—Creo que por ser de última hora no se requiere de una firma, pero yo te aviso si debemos hacerlo legal.
—Son ideas mías o eres muy controladora. —Duncan se rascó la nuca algo desconcertado por la actitud de esta chica.
—Un poco, sí. —Decía Maggie recogiendo su tapete. —Pero es porque siempre existe la idea de que puede hacerse mejor y así, esa voracidad que poseen los humanos nunca se sacia.
—Bien, me he quedado corto. Como sea, nos vemos está noche. Por lo que dice acá, debo recogerte a las siete en punto. ¿Qué pasa si no llego a tiempo?
—Hazlo y verás, aunque te recomiendo que ni se te ocurra.

Una vez dicho esto la chica guardó sus cosas, estrechó la mano de Duncan y se fue como si nada. Suerte que aquel muchacho la había invitado, sinceramente de no ser por él habría tenido un ataque de pánico. Debía agradecerle de alguna u otra forma. A lo mejor si se relajaba un poco en el baile la pasarían bien, eso estaba algo complicado ya que hace años que Margaret no se relajaba ¿y cómo hacerlo con padres como los señores Crawford?
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Asomó la mirada por sobre el arbusto. Debía admitir que se sentía cual niño jugando a los espías, pero él sí estaba espiando, solo que ya no era un niño, aquellos alegres días que solía pasar cuidando a su Tigrilla y tocando cuan instrumento apareciese ya habían terminado. Y era triste. Lo sabía, pero no encontraba forma de recuperarlos.

Ocasionalmente la conciencia quería comérselo vivo, comprendía muy bien que ser tan desinteresado con su familia no era de lo más correcto, probablemente debía esforzarse por ser una mejor persona y todo lo que su madre merecía. También debería demostrarle a su pequeña rubia que aún le interesaba, de las pocas personas que en secreto le importaban, la agresiva Demi compartía el primer puesto, junto con su madre.

De niño, le gustaba decir que la rubiecita era su hermana menor porque realmente la consideraba de esa forma, ya que no tuvo mucho tiempo de convivencia con la madre de la niña pues Demi era lo más cercano a la relación hermano-hermana que siempre había querido, le alegraba protegerla y contarle todo lo que pasaba, incluso si ella no comprendía o seguía jugando. Charles solo quería que alguien le prestase atención. Nada más. Solo que con el pasar del tiempo las cosas se pusieron difíciles, atravesó por algo que lo dejó completamente desinteresado de las relaciones humanas para posteriormente concentrarse de lleno en la música y así evitar los encuentros con su madre con quien fuera su Tigrilla.

Hablando de su sobrina, hoy solo la había visto un par de veces y necesitaba con desesperación saber que estaba bien o por lo menos que seguía viva. ¿Qué le diría a su hermana si algo le llegase pasar a su única hija? Probablemente ella lo mataría, él también lo haría si permitía que algo malo le ocurriese a Demi. Y todo esto, el disimulado interés que el joven rizado sentía por algunas personas, se quedaría en secreto, nadie necesitaba saberlo y tenía por seguro que dichas personas se darían cuenta con los pequeños, pero significativos detalles que él tuviese para con ellos.

Como fuese el asunto. Necesitaba moverse o las piernas se le gangrenarían ¿cuánto llevaba escondido entre los arbustos? Seguro que como una hora y quince minutos, pero ¿qué demonios estaba haciendo? Charles había fijado la mirada en tres chicas que probablemente entraban dentro de su “estilo”. Como la investigación se le daba bien, averiguó que esas tres chicas aun no tenían pareja y bueno, las estaba probando para saber quién sería la que ganaría el honor de ir con él a esta niñería de baile.

De la tres mencionadas solo quedaban dos, una se auto eliminó al comportarse lo más asquerosamente posible como una típica niña al ver una revista. Chicas. Solo quedaba esta rubia de piernas largas y la otra chica tan blanca como un fantasma y con el cabello castaño cobrizo. Una se vestía como esperas que lo haga una chica y la otra era más de vaqueros y camisetas simples. Un buen músico además de talento entre otras cosas tenía a alguien que le daba esta imagen deseable y exactamente eso quería Charles.

La rubia de piernas largas se levantó de la banqueta y siguió con su camino a quien sabe dónde así que solo quedaba esta chica fantasma, como él le decía. Ya. Iría, se lo propondría y como ella aceptaría solo quedaba fijar unos cuantos estándares.

Caminó hasta ella con la pierna dormida por haber permanecido tanto tiempo en la misma posición. Se mentalizaba para no tropezar porque aquello sería tremenda estupidez y por ahora el oji-verde no quería parecer de ese tipo, en este momento quería verse lo más cool posible.

Se dejó caer junto a ella al pie de aquel árbol. Al parecer no hablaría, bien, entonces él tendría que hacerlo.

—¿The 1975 o Rihanna? —Preguntó el rizado jugando con una de las rasgaduras de sus vaqueros.
—¿Perdona? —Charles juraba que lo había susurrado, hablaba muy bajo.
—¿The 1975 o Rihanna? —Repitió.
—Yo-yo, no conozco a la primera opción. —Musitó la castaña.
—Qué pena, te estás perdiendo de una maravillosa banda.
—Lo tomaré en cuenta. —Siseó ella.
—¿Siempre hablas así de bajito? —Charles le siguió el juego susurrando aquello. Vio como la pálida muchacha se ponía roja como un tomate. —Por otro lado Rihanna es jodidamente sexy, así que no podría estar muy convencido si solo escogiera alguno.
—Entiendo. —La semi rizada colocó uno de sus mechones detrás de la oreja derecha y sin mirarlo siguió conversando. —¿Por qué me hablas?
—Porque necesito a alguien para el baile de esta noche y sé que no tienes pareja así que, ya sabes, eso. —Explicó el oji-verde pensando poco lo que decía.
—¿Y por qué estás tan seguro que no tengo pareja? —Ella alzó la voz lo bastante como en una charla normal.
—Solo lo sé, Brooklyn. Así que vendrás conmigo ¿verdad?
—No recuerdo haberte dicho mi nombre y tampoco recuerdo haber aceptado.
—Quizá tengas memoria a corto plazo y por eso no lo recuerdas. —Ahora Charles comenzó a sentir la tela de su camisa a cuadros, estaba algo áspera, la próxima vez le pondría suavizante a la lavadora. Le pediría a Demi que le prestase un poco porque obviamente él no tenía.
—Cuida lo que me dices, parecerá que no soy violenta, pero te advierto que no te confíes.
—Sí, sí. Lo que digas.
—Espera ¿me has estado acechando?
—Tampoco te creas tan especial. —El rizado la miró con expresión de “Are you serious?” —Acecho a muchas personas.
—Freak.
—Oh vaya, eso me ha ofendido tanto que no podré resistir por mucho. —Charles fingió muy mal que le daba un ataque al corazón. —¡Si me dejas morir sin antes haber aceptado esto te quedará en la conciencia!
—Vale, sí voy.
—Sabía que aceptarías. —Dijo acomodándose la ropa y enderezando la espalda. —Por cierto, debes ir con un vestido. Son las reglas, pero te juro que si vas con algo rosa fingiré que no te conozco.
—¿Y de dónde piensas conseguir otra cita? ¿eh? —Objetó Brook cruzándose de brazos.
—Solo lo sé.
—Uhm… no creo tener algún vestido. —La semi-rizada se encogió de hombros mientras arrancaba pedacitos del césped.
—Si lo busco y lo encuentro ¿Qué te hago?
—Vale, vale. Sí tengo uno, no es para que te comportes como una madre.
—Pues seré tú madre si sigues llevándome la contraria. —Dicho esto despeinó el cabello de Brooklyn.

Charles podía ser una constante molestia en el trasero, pero bien o mal tenía ese encanto que por más que uno quisiese no podía evitar caer frente a él. Ya sea haciendo amigos o conquistando a alguien, siempre funcionaba. Si tan solo se preocupase por mantener sus escasas relaciones con seres humanos.


Última edición por Sykesual. el Sáb 10 Mayo 2014, 12:12 pm, editado 1 vez
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The American Dream | NC | 2. - Página 4 Empty Re: The American Dream | NC | 2.

Mensaje por bxmbshell. Sáb 10 Mayo 2014, 12:09 pm


Capítulo 18.
S E G U N D A P A R T E.
✖Codes by Kitty Sykes.
→by Sykesual.
Kailya Pandora | Travis Wright | Cheyenne Dallas | Franklin Ferguson | Stefan Cooper | Bonnie Pandora | Charles Monroe | Margaret Crawford.

El rubio estaba muy concentrado en su lectura, ni las incesantes risas de sus compañeros lo iban a distraer. Durante el tiempo que pasó como recluido en su propia habitación aprendió muy bien a mantener la concentración, sabía que tarde o temprano le sería útil. Por lo poco que lograba entender, Daniel y Terrence se estaban cambiando para el baile que si bien calculaba comenzaría en cómo una hora; incluso Stefan tenía pareja, la había conseguido hasta hace tan poco y si bien no era la dichosa morena de las maletas igualmente el castaño estaba animado, o eso parecía.

Obviamente él no iría, no tenía ni el humor ni las ganas de estar en un espacio lleno de adolescente sudorosos, hormonales y alegres por cada tontería. Denle un poco de crédito, por algo así como medio año no salió a divertirse ni se desternilló por alguna tontería, esto de volver a convivir con personas de su edad o similares era un gran avance. Por lo que a él constaba se quedaría a terminar esa saga y saldría a conseguirse un buen té negro para hacer algo de actividad física siquiera.

Alguien tocó a la puerta, no prestó atención. Escuchó a Daniel atender a la persona y luego simplemente una melena rubia apareció frente a él arrebatándole su libro. Quedó indignado. Se supone que no debería entrar así y mucho menos hacer eso.

—¿Qué coño te pasa? —Exigió aún sin levantarse de la cama.
—Es que no puede ser. Deberías estar como los demás, alistándote para el baile. —Aquí vamos, otro famoso sermón del Solecito que ahora tenía varias nubes negras a su alrededor. —Me sacas canas verdes, Franklin. —Continuó la rubia frotándose las sienes.
—Eso. —El rubio mayor se acomodó mejor apoyándose en la cabecera de la cama. —Eso es poco probable, no te he visto ni un pelo verde.
—Es una forma de decir.
—Nosotros… iremos por ahí. Tómense su tiempo. —Anunció Terrence cerrando la puerta. Genial, estaba solo con su adorada hermana.
—¿Y bien? —Demandó ella.
—Y bien, ¿cómo te ha ido? —Frank la miró forzando una sonrisa esperando cambiar el tema.
—No tengo mucho tiempo. Vine para asegurarme de que no dejes plantada a tu cita. Solo eso.
—Ah, eso. No te preocupes Solecito mío, no va a pasar. Ni que tuviera pareja. —Habló él tomando de nuevo su libro.
—¡¿Cómo está eso?! —Sunshine volvió a arrebatarle el libro.
—Si sigues con eso no podré terminarlo a tiempo. Anda, devuélvemelo.

Su rubia hermana lo tomó de la mano y lo obligó a acompañarla por los pasillos del lugar. Frank no puso mucha resistencia, se trataba de su hermana y ni que fuera a ser brusco con ella.

—¿Se puede saber a dónde me llevas? —Inquirió Franklin.
—Vamos a conseguirte una pareja.
—¿Vas en serio? —Él se detuvo de golpe haciendo que su hermana lo imitara. —Solecito, no me interesa ir a semejante evento que pretende ser de recatada frivolidad.
—Franklin Ferguson, vas a conseguir una cita para el bendito baile de esta noche, quieras o no. —El tono de Sun era decidido, le convenía obedecerle, no estaba para dramas.
—Puedo ir contigo, sé que es patético, pero funcionará.
—No, eso no. Ya tengo pareja y sería penoso ir con mi hermano.
Ahora Franklin la tomó de la mano para seguir por el pasillo. —Anda, me dirás cuál es la habitación de mi próxima víctima.
—Estás sobre reaccionando. —Acotó la rubia.
—Tú estás bajo reaccionando.
—Es un chico agradable, de verdad.
—Ja. Veremos qué tan agradable es ir con un cadáver. —Llegaron a una intersección mientras Frank miraba a ambos lados analizando por dónde debía ir.
—No te comportes así, te prometo que no pasará nada malo.
El mayor de los Ferguson se detuvo, soltó aire intentando aliviarse y la miró expectante. —¿Puedes prometer que lo sabrás controlar?
—Sí, no tendré problemas. —Soltó la rubia menor sonriendo ampliamente. —¡Ahí, en esa esquina! —Exclamó apuntando exageradamente con la mirada. —¡Es una chica. Invítala!
—¿Debo decir algo en específico?
—¿Cómo qué?
—¡Y yo qué coño sé, por eso te pregunto!
—Intenta ser agradable… esfuérzate.

Franklin caminó tranquilamente hasta la chica de cabello castaño californiano que acomodaba unas cosas dentro su bolso. Viró los ojos comprendiendo el tipo de chica que era. ¿De verdad iba a invitarla? Sí, necesitaba una excusa para poder vigilar a su hermana, algo le decía que este chico con el que iría era un problema.

Carraspeó un poco para llamar la atención de la chica. Ella lo miró desafiante repasando cada punto visible del rubio.

—¿Qué puedo hacer por ti? —Comentó ella con angelical voz.
—Seré directo. Eres una chica.
—Qué observador. —Interrumpió.
—Como sea. Vendrás conmigo al baile ¿sí o no?
—¿Sabes? Esa no es la forma correcta de invitar a alguien. Para empezar me llamo Caitlin y no, no es un gusto. —Frunció el ceño dando golpecitos a la cerámica con sus tacones. —Y ya tengo pareja.
—Apuesto a que vas a aburrirte. —Comentó él apoyándose contra la pared.
—No lo creo.
—Bien, Caitlin. ¿Y quién es tu pareja?
—No es asunto tuyo. —Contestó enarcando una ceja.
—Vamos, dímelo. Así podré deducir lo mucho que vas a aburrirte. Lo digo porque he observado a algo así como el 60% de chicos que están en TAD. —Indicó el rubio mirando sus manos, quizá debería hacerlo más seguido, tenía marcas en las que no había reparado antes. —A menos que vayas con una chica, en todo caso estaría algo flojo ya que no me he concentrado en ese grupo.
—Lo repito, NO ES ASUNTO TUYO.
—Bingo. Eso me indica que no tienes pareja. —Franklin hizo una seña como de “Boo ya!
—Y si no tuviera pareja ¿qué te hace creer que iría contigo? —Dijo Caitlin lo más audaz posible.
—Porque te lo he pedido… y porque te apuesto que vas a divertirte.
—Si no me divierto ¿qué me darás a cambio?
—Uhm… seré generoso —expresó el rubio dando leves golpes a su mentón con el dedo índice. —Dejaré que decidas tu compensación.
—Si lo pones de esa forma, bien. Iré.
—Eso era todo. ¿Ves que no es tan difícil ser accesible?

Franklin sonrió de medio lado al ver que Caitlin sonreía ya sea porque lo que dijo o le pareció estúpido o la divirtió. Como fuera el caso había sonreído, eso compensaba en parte el hecho de haber hecho llorar a la chica del otro día.
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Travis se veía muy bien, demasiado bien. Solo no podía admitirlo porque la vanidad se consideraba pecado y no quería tenerla tensa con Dios. No le había prestado atención a lo que fuese que Carrie hubiera dicho todo el camino hasta el salón donde se efectuaba el baile. Se sentía pésimo por eso, pero la recompensaría, de eso no había duda. A todo esto, si ignorabas a Carrie por un rato podía ser una buena compañía, la oía reírse y aunque no comprendiera de qué, le alegraba la felicidad de otros.

Este tipo de bailes no eran muy del estilo del castaño, recordó que tuvo que pedirle muchas veces a su madre que lo dejara ir a fiestas que sus conocidos organizaban. Pero no había caso con la mujer, fue hasta tal punto que finalmente convenció a su hijo de que aquello era solo una reunión de almas perdidas y que si él iba su entrada al paraíso estaría comprometida. Su espíritu sería severamente castigado y no gozaría de dicha eterna por haber obedecido a sus bajos impulsos.

No importa cuánto ores o cuanto ayunes, o cuán fiel seas en hacer la obra de Dios. Si no lidias con tu pecado seriamente, te estás engañando a ti mismo. Por esto fue que aceptó invitar a Carrie, admitía que a primera instancia no se comportó de lo más agradable con ella, pero tenía su excusa, y aunque para el resto sonase patético, para él no fue así. Juzgó antes de conocer y esa era una ofensa, merecía un castigo y debía una disculpa.

—¿Y tú crees en las hadas? —Comentó Carrie.
—Solo creo en la creación divina del Señor. —Enfatizó el oji-verde.
—Vaya, entonces las pobres van a morir. Un creyente menos, qué pena.

Entraron en aquel salón, la música lo dejaría sordo y comenzaba a sentirse ansioso, de nuevo. Si no moría esta noche, mañana pediría por todas las almas perdidas, como su madre les dice, de sus compañeros. Algo por lo que Travis no se iría de ahí eran sus hermanas, debía cuidarlas y no le interesaba si ellas se molestaban, él sabía que estaba haciendo lo correcto. En ocasiones creía que se dedicaba mucho a Dios, pero prontamente comprendía que no lo hacía lo necesario.

—Si no te molesta, iré a saludar a mis hermanas. —Se excusó el castaño.
—Yo iré por algo de beber. No te pierdas.

Estaba a segundos de un ataque. ¿Veía bien? Sus hermanas, sus hermanas pequeñas estaban con vestidos de lo que su madre catalogaría como mujeres perdidas. Inhalo y exhaló varias veces rogando por no desmayarse. Juraría que el aire estaba completamente pesado, le caía como un bloque de hierro sobre los hombros.
Se acercó a ambas que reían sobre quién sabe qué.

—Travis, ¡qué bien te ves! —Alagó Camille.
—Si el verse bien es un pecado, pues hermano, lo estás haciendo. —Comentó Alaska.
—No bromees sobre cosas así. Espero que ni Dios o Jesús te hayan escuchado.
—Descuida, seguro tienen cosas más importantes que hacer en lugar de estar espiando la conversación entre unos adolescentes. —Siguió Alaska encogiéndose de hombros.
—¿Qué dices? ¿Nos vemos bien? —Preguntó Camille dando vueltecitas.
—A nuestra madre le daría un infarto. —Travis sonó severo.
—Pero ella no está aquí.
—¿Quieren despertar la lujuria de estos chicos? No respondan. De todos modos Dios da más importancia a lo que somos, que a lo que hacemos, de igual forma procuren seguir correctas.
—Sí, pastor Travis. —Ambas chicas Wright pusieron sus manos a la altura de la frente como soldados que saludan a su general. Al poco tiempo estallaron en risas.
—Relájate un poco, estaremos bien. —Dijo Camille.
—Confío en ambas. Ahora ¿quiénes son sus acompañantes? —El oji-verde comenzó a buscar con la mirada a cualquier chico que pareciese sospechoso.
—Camille, ¿quieres bailar? —La voz profunda de un muchacho capturó la atención de Travis. Miró desconfiadamente al moreno junto a ellos.
—¿Es él? —Travis se refería con la mirada a Aidan.
—No, él es Aidan. —Aclaró la Wirght del medio. —Y sí, me gustaría.
—Los estaré vigilando. —Comentó él. —Se puso al lado de Aidan quien lo miró extrañado. Susurró algo audible solo para ambos. —Vi como la miras, cuidado. Que sepas, la lujuria es un pecado y supongo que no quieres pasar la eternidad ardiendo en las perpetuas llamas del infierno.
—¡TRAVIS! —Exclamó Camille con las mejillas coloradas.
—Solo decía.
—Anda hermano, vamos por ahí a atemorizar al resto con tus ocurrencias. —Alaska se enganchó del brazo de este y lo obligó a seguirle el paso.
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Al otro lado de la fiesta Bonnie estaba de lo más cómoda platicando con Ariadne, de las pocas personas con las que había cruzado palabra, Aria, era la más agradable. Hace mucho tiempo que no trataba con personas así de dulces. La castaña era un sol en días lluviosos, era muy servicial y buen con ella. Como la morena no tenía algo lindo para la fiesta con mucha vergüenza tuvo que pedirle ayuda a la chica, quien aceptó muy contenta. Iba con una blusa azul que le ajustaba muy bien, por la parte baja tenía un péplum que resaltaba su figura { + } esto quedaba muy bien con las leggins negras que tanto le gustaban, las mismas tenían una especie de cierre metálico a ambos lados de sus pantorrillas { + } todo esto lucía hermoso con aquellos high heels azules de cierre dorado que Aria le había prestado, según ella, no eran su estilo así que podía quedárselos si quisiese.

A pesar de seguir afectada por lo de esa tarde, la discusión con Kailya, sabía que su hermana tenía toda la razón del mundo. Fue una cobarde y se sentiría culpable lo que le restase de vida.

—Anda, no te pongas así. Mejor sigamos platicando de otra cosa y bebiendo este ponche. Está muy rico ¿no?
—Gracias Aria, lo digo en serio. —Bonnie abrazó a la delgada castaña que estaba a su lado. —No te parece que huele raro. —Siguió oliendo despacio el vaso que hace instantes estaba bebiendo.
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Increíble, Duncan la dejaba un par de minutos sola y este chico, el que le dijo eso sobre sus senos, se acerca a molestarla. De qué va. Margaret alisó su hermoso y dulce vestido blanco, pasó los dedos por cada costura beige como si fuera algo completamente nuevo. Esperaba por su bien y el de Duncan, en especial, que no tardara más. Esto no figuraba en su lista y en lo personal, tenía ganas de bailar.
Se acomodó la corona de margaritas blancas que llevaba en la cabeza, se sentía linda e independiente al no haber acatado ninguna regla de vestuario de su madre para esta fiesta. Le gustaba este estilo aunque sabía que no podría conservarlo por mucho tiempo.

—¿Amargándote sola? —Indagó alguien que se acababa de sentar a su lado.
—Ah, el falso. —Respondió Margaret dándole poca importancia a su presencia, de todos modos sabía que algún día lo volvería a ver.
—Pude haber dicho: Ah, la chiflada. Pero no lo hice, que conste que esta vez, como la anterior, tú estás comenzando con las agresiones. —Siguió el rizado acomodando su fedora.
—¿Qué agresiones?
—Y ahora lo niegas, además de maniáticas eres olvidadiza. —Se burló. —Por cierto, no te ves nada sucia.
—¿Disculpa? —Expresó la peli-miel con tremendo tono ofendido.
—Te disculpo, pero de verdad, esperaba verte algo más atrevida. A lo mejor fueron ideas mías, pero me parece que hay otra tú debajo de todo eso. —Continuó él señalándola.
—Lo siento, pero no lo logro comprenderte.
—Ya sabes, otra… ¿Cómo te llamas?
—No te lo diré.
—Anda, no estoy de ánimos para adivinar.
—Hola, Maggie. Te ves linda. —Habló una chica x al pasar junto a ellos. Margaret se maldijo y maldijo a la chica esa.
—Ah, Margaret. ¿Es eso no? —Frente al silencio de la oji-azul, él siguió. —Como te decía, de seguro hay otra Maggie debajo de esa loca Maggie, y apuesto a que esa Maggie es sucia y rebelde.
—Dejaré dos cosas en claro. —La chica le lanzó una de sus famosas miradas hiela almas. —1) No vuelvas a decirme Maggie, me llamo Margaret, solo Margaret. ¿Entendido? y 2) No soy nada de lo que has dicho y no lo seré jamás.
—Vamos a bailar. —Sugirió de la nada. —Se nota que te estás aburriendo.
—¿Me has escuchado?
—Sí, sí. Lo que sea.
—¿No deberías estar con tu pareja? —Margaret exigió cruzándose de brazos.
—Se ha cansado de mí —frente a la azul mirada acusadora de Maggie, se corrigió —vale, creo que la he perdido. De todos modos ¿ves que todos se están divirtiendo?
—Parecen estar ebrios.
—Exacto.

Entonces Margaret recordó haber escuchado a un par de chicas hablar sobre que las bebidas tenían alcohol. Abrió los ojos enormemente inspeccionando al rizado.

—¡Has sido tú! ¡Le has puesto alcohol! —Le acusó la chica.
—Estás levantándome falsos y hay un par de raros por aquí que te dirán que eso es pecado. Y de hecho nunca dije eso, solo admití que tu suposición era cierta.
—No te soporto, así de simple.

Y aunque Margaret no quisiera admitirlo, su rostro se iluminó cuando el chico de hace rato ¿Lucas? Se acercó.

—¿Me permites-
—Manos, piernas, lo que quieras. —Y ella ni lo dejó terminar tomó la mano de este y lo llevó a la pista de baile. Mala elección pues una canción lenta comenzó a sonar. Lucas puso su mano en la cintura de Margaret que se sorprendió por un instante al sentir su contacto. —Por cierto, lo de hace rato no era verdad, no quise decir ‘lo que quieras’.

Lya había quedado exhausta de bailar con Evan, el desgraciado sí que sabía divertirse. Se sentó en una mesa en la que no notó la presencia de sus ‘amigos’ hasta que ambos carraspearon torpemente. Los miró sorprendida.

—Solo Nathan, Lorreine, que bien están. —A veces un cumplido por parte de la morena sonaba más bien a sarcasmo.
—Supongo que tú igual. —Siguió Lorreine al recibir un leve codazo por parte del chico de los tatuajes.
—¿Con quién has venido? —Preguntó Nathan intentando bajar la tensión que sentía.
—Con Evan, está por allá. —Lya señaló al chico que estaba bebiendo junto a otros.
—Y te ha dejado, seguro lo aburriste. —Dijo la peli-negra número dos.
—Sí, de seguro ha sido eso y no el hecho de que hayamos bailado desde que llegamos. —Respondió la morena.

Nathan y Lorreine callaron por un instante lo que indicaba que alguien más se había acercado. El muchacho tatuado le señaló con la vista a Travis, que se encontraba parado detrás de Lya. Lorreine se llevó al chico dejándola sola con el fanático religioso. Genial.

—¿Podemos hablar?
—¿Vas a decirme alguna gilipollada otra vez? —Lya lo miró desafiante.
—No. Venía a disculparme… ¿Puedo? —El oji-verde señaló una silla vacía junto a ella. La chica se encogió de hombros indicando que le daba igual si se sentaba o si se iba.
—Estás muy linda, por cierto. —Travis acercó la silla para que solo ella pudiera escuchar. —Y sí, quería disculparme por si te dije algo que no fue correcto el primer día, a veces no pienso muy bien antes de hablar, Dios es mi testigo.
—Me parecías alguien agradable, pero ya no.
—Soy agradable, en ocasiones. —Parecía que Travis trataba de convencerse más a si mismo sobre esto.
—Vale, supongo que acepto ese patético intento de disculpas.
—Quería invitarte al baile como una forma de arrepentimiento, —admitió el castaño. —pero tenía otra cuenta pendiente.
—Ah, ya veo. ¿Karma?
—No lo expresaría como karma, yo diría que es justicia divina.

En lo que seguía hablando, Stefan se disculpó con Lynn y le explicó que quería estar con la chica de la que le había hablado en la tarde. Lynn no se opuso, más bien lo animó.

—¿Te gustaría-
—Hola Lya, ¿te gustaría bailar? —Stefan, sin querer, interrumpió a Travis cuando él estaba por pedirle lo mismo.
Como era de esperarse, el rostro de Lya se iluminó apenas vio al oji-azul. Asintió frenética, se levantó de su cómodo asiento. —Todo perdonado. —Espetó antes de perderse con Stefan entre ese mar de gente.
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Franklin había llevado a Caitlin toda la fiesta para seguir a su hermana. Zeppelin. Sunshine había asistido con ese tipo, de todos los chicos existentes JUSTO CON ÉL. El rubio y Caitlin los vigilaban desde una distancia prudente para evitar que el chico ese no se propasase con su hermana, se sugestionaba pero daba igual.

—¿Vamos a bailar alguna vez? —Se quejó Caitlin.
—Sí, espera un poco.
—¿Sabes? Entre mis planes para esta noche no figuraba seguir a tu rubia hermana.
—Tú tenías planes. —Dijo Franklin. —Y eran terribles. Esto es más interesante.
—Como digas, si me necesitas estaré en la pista de baile. Ah, y ya estoy pensando en la compensación esa.
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Chanel estaba divertidísima con Daniel, él era muy dulce y atento con ella. Y lo más importante: él no la creía tonta. Por la tarde fue a buscarlo para preguntarle qué debía usar porque cada vez que iba a un baile el chico que la invitaba le decía exactamente con qué color de atuendo, accesorios y ese tipo de cosas debía ir. Estaba acostumbrada que los demás decidieran por ella así que no le molestaría si Daniel era igual. PERO NO. Cuando se lo preguntó el respondió con un «Usa lo que te guste Channel, no puedo imponerte nada.» Con esto lo quiso más, nunca nadie le había dejado escoger confiando en su lucidez. Dan sí era un verdadero amigo, como el hermano que siempre quiso y nunca tuvo. Algo que también le gustaba de él es que le decía Channel, con doble ‘n’ porque según él así era el doble de especial.

Pero algo agobiaba a la pequeña castaño-rojiza ¿Qué pasaría con Gus y Hazel cuando conociesen a Peter VanHouten? Había dejado el libro en esa parte. Esperaba de todo corazón que les dijera el final de ‘Una aflicción imperial’, ella también quería saberlo. Desde que Daniel le había dicho que Harry Potter no se llamaba, bueno, Harry, Chanel comenzaba a dudar si Cuatro y Tris de verdad se llamaban así. Esto la incomodaba ¿dónde estaba la confianza?

La dulce, distraída e inocente Cheyenne Dallas, una chica tan hermosa, delicada y adorable que al conocerla las personas sentían la necesidad de cuidar de ella. ¿Y cómo no hacerlo? Las almas tan hermosas como la suya suelen ser difíciles de encontrar.

La oji-azul se encontraba bailando de lo más entretenida con Daniel, Lynn y el chico que acompañaba a la rubia ¿Stefan? Sí bueno, no escuchó muy bien su nombre, de igual forma todos eran muy agradables. Sabía que encontraría personas amables, no debió pensar que los demás serían como su Dios rubio, que la entristecía demasiado con una sola mirada. Entonces lo pensó mejor, Dios deja que varias almas inocentes sufran, pero de igual manera sus fieles lo seguen queriendo, nada quebrara ese amor y exactamente así se sentía Chanel, no importaba que él la haya hecho llorar y le dijera todo eso, ella aun lo quería. Pero así era Chanel, podría estar herida, incluso hundida, pero aun así te mirará y sonreirá.

Las cosas estaban de lo más calmas cuando un rubio, de los muchos que hay, comenzó a vomitar ocasionando que las personas alrededor retrocedieran por el asco. Pobre, seguro dio muchas vueltas y no lo resistió. Por suerte ella no bebió de lo que había en la fiesta… ella tenía jugo de frutas… a ella le encanta el jugo de frutas y lo traía en una linda botellita de la cual no apartaba la mirada. Ya. Era una educada y correcta dama sureña, pero sabía un par de cosas que el resto no y lo que siempre recordaba era: Si ocasiona esta sensación de picor cuando lo hueles, no lo bebas.

Como fuera el caso, la nariz de Chanel era completamente sensible y no soportaba el olor a comida chatarra, alcohol y quien sabe qué cosas más, siendo regurgitados, en especial porque se encontraba lo bastante cerca de él. Le pidió a Daniel acompañarla a tomar aire.

—¿Estás bien? —Daniel comenzó a formar círculos con la palma de la mano en la espalda de Chanel a modo de tranquilizarla.
—Sí, solo necesito un minuto.
—Vaya fiesta ¿eh?
—Me hubiera gustado que sirvieran cupcakes. —Indicó. —Mi favorito es el red velvet. Incluso vine con mi vestido para cupcakes rojos.

Daniel observó cómo iba vestida la oji-azul. Era lindo, un vestido rojo vino de seda de unas 3 capas, a medida que eran más externas eran más transparentes, a excepción de la primera capa que obviamente servía para cubrir el delgado cuerpo de la chica. Del busto hacia los hombros la tela se transparentaba en color negro, por el cuello tenía esa forma vintage que tanto está de moda. { + } Llevaba el cabello recogido en una moña que dejaba unos que unos mechones cayeran sobre su rostro haciéndola lucir más inocente.

—Dan, te juro que vi algo moverse en esos arbustos. —Chanel se aferró del brazo derecho del rubio escondiéndose un poco detrás de esta.
—¿Segura? No vi nada.
—Sí, de verdad. —Cuando dijo esto los arbustos volvieron a moverse. La rojiza ahora sí se escondió tras Dan.
—No pasa nada. Veamos qué hay.

Se acercaron despacio y procurando no representar una amenaza para lo que estuviera ahí. Entonces Daniel recogió una vara del césped y lentamente se abrió paso dentro de los arbustos. Chanel pegó un chillido de espanto al ver como el gato ese jugaba con el cuerpo de la pobre ave, era un hermoso azulejo que tuvo la mala suerte de cruzarse con aquel gato. El felino se fue dejando el cuerpo del ave al escuchar el chillido de la chica.

—Haz algo Daniel. —Pidió ella con un hilo de voz.
—¿Gato malo?
—Creo que debemos enterrarlo, ya sabes. Todos merecen un funeral. —Continuó sin querer mirar la escena.
—¿Vas en serio?
—Sí. Por favor.

Daniel suspiró dándose la vuelta para verla mejor, estaba espantada, las lágrimas se le acumulaban y quiso hacer lo que fuera para evitar eso.

—Vale, buscaré una pala. Espera aquí, vigila el cuerpo.

A los diez minutos el rubio regresó con una pala jardinera y una caja de zapatos. Él tuvo que colocar al ave muerta dentro de la caja porque Chanel seguía sensible así que la mandó a buscar flores para la tumba del ave.

Daniel dejó la pala apoyada contra el tronco de un árbol en lo que se quitaba las gotas de sudor de la frente. Ya estaba, decidieron enterrar al animal en el mismo lugar donde lo encontraron porque Chanel creyó que era lo más apropiado.

—Quizá deberíamos decir algo.
—¿Adiós azulejo? —Sugirió el rubio.
—Sí. Adiós azulejo, no tuviste una vida larga, pero de seguro hubieron cosas buenas. Uhm… gracias por venir y mucha suerte. —Habló la oji-azul apoyando la cabeza en el hombro de su amigo. —¿Sabes? Me he dado cuenta de algo. —Daniel bajó la mirada para darle a entender que tenía su atención. —Yo soy yo, tú eres tú, los de allá en la fiesta son ellos. Y todos somos muy diferentes e igualmente insignificantes.
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El rizado y la rubia se quedaron en silencio observando desde la azotea el tranquilo océano frente a ellos, un punto a favor de estar en Lo Ángeles.

Diez y media, el agua es de un negro azulado. También el cielo, solo que este no se mueve tan deprisa. Ninguna estrella es visible. Era de esperarse. El agua mareaba al rizado, sumado con el leve efecto del alcohol, tenía que ver con ese movimiento incesante que nadie puede detener aunque quisiera. Llevaban varios minutos callados, Demi ya estaba más tranquila y eso quería él porque no le pudo haber dicho algo reconfortante ya que no manejaba muy bien esto de hablar con las mujeres en ese estado, por eso cada vez que escuchaba llorar a su mare simplemente se encerraba con los auriculares puestos pidiendo que terminara pronto.

—¿Crees que haya una posibilidad de que lluevan discos de vinilo? —Y sí, Charles simplemente era un desastre manejando los sentimientos ajenos. —O mejor que sean uvas, tengo hambre.

La rubia junto a él rio por lo bajo ocultando su rostro entre la chaqueta de su tío. Sus ojos estaban con las venitas rojas dilatadas, sus párpados hinchados y soltaba leves sollozos cada cinco minutos. No recordaba haberla visto así desde, bueno, eso de lo que no puede hablar.

—Te has reído, eso es algo.
—No lo he hecho. —Musitó ella.
—Seguro me estás tomando el pelo.

Otro incómodo silencio.

—¿Y quieres hablar o… —El oji-verde la miró expectante. No, ella no quería eso. — o mejor quieres que me vaya. —Intentó levantarse, pero a rubia lo detuvo. Vale, no quería hablar, sino tampoco quería estar sola.
—La chica con la que viniste es linda. —Comentó Demi apoyándose en el hombro de Charles.
—Lo sé, por eso la traje. Aunque es algo callada —Rizos elevó la vista al cielo. —Un estudio minucioso reveló que se vería bien con mi estilo.
—La acechaste ¿eh? ¿A cuántas más?
—Solo un par.
—Típico Charles. —Demi se acurrucó más, tenía frio. —Ya no apestas a tabaco, hubo una temporada en la que siempre olías a cigarro. —Continuó jugando con sus rizos.
—Me ayudó saber que me mataría antes de que las cosas empeoraran y si las cosas se van a poner peor… necesito verlo.
—Quizá es cosa mía y lo diré, pero me pareció que se sentía incómoda con ese vestido.
—Era una regla ¿qué querías que hiciera? —Charles se encogió de hombros logrando que la rubia se moviera igual.
—Así que la obligas a la desafortunada chica a ponerse un vestido mientras que tú —Demi se incorporó —vienes con esa molesta fedora, una camiseta con el logo de Green Day y esos pantalones negros que parece que son los únicos que tienes. No comprendo cómo es que ha aceptado.
—Qué te digo, tengo este encanto al que nadie se puede negar.

La rubia lo empujó lo bastante fuerte para que se tambaleara. Hace mucho, mucho, realmente mucho que no hablaban tan a gusto.

—¿Me dirás lo que pasó hace rato? —Rizos colocó su peso sobre el brazo derecho de la rubia animándola a contarle.
—Me he puesto al descubierto.
—¿Sobre lo que ya sabemos y no comentamos?
—Exacto. —El tono de voz de la rubia le pareció distante.
—Que sepas, cuando estés lista me tendrás ahí. Y no sé, si debemos deshacernos del cuerpo del delito no diré nada.

Más segundos de silencio.

—Me parece que hemos hablado más que en estos últimos cuatro meses. Es lindo.
—Lo que sea por mi Tigrilla de bolsillo.

Esperaba que con aquello su rubia sobrina notase lo mucho que le importaba, que no importase lo poco que hablaran, estaría para ella cuando lo necesitase.
bxmbshell.
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Mensaje por peralta. Sáb 10 Mayo 2014, 1:03 pm

leer aquí o en the roadtrip
the struggle
peralta.
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Mensaje por Clifford. Sáb 10 Mayo 2014, 1:15 pm

voy a expresar mis sentimientos en palabras bonitas: POIJPSOJDFHGFDODHNJPOAJSP`JDFA`PASKJIFJAS`P CHARLDTRHYEUS YT DYTFYF TRIAVYUIS UIFDG I8TYSDAYASDYDASYADSYDAS FSDGIJDFGPOKSDFPOKSDFPODKF`PSD FYAY KIA OC OMO SEA NO C YREIUCOER POERO OGDFJPOFGDJPODKOPSEUESWPOJSÀPDLSDF554SDF654SG56SDF56DF46D4SD564SDF5SD5SDF AAAAAAAH DFGOIJDPOFKSDOOPS
Clifford.
Clifford.


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Mensaje por hood. Sáb 10 Mayo 2014, 4:25 pm

mierda es largo
hood.
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Mensaje por bxmbshell. Sáb 10 Mayo 2014, 7:05 pm

queríancapítulopuesahítienensupuñeterocapítulo
bxmbshell.
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Mensaje por peralta. Sáb 10 Mayo 2014, 8:40 pm

Porlasbarbasdemitiapetuniamilyestaenojada
peralta.
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Mensaje por Atenea. Sáb 10 Mayo 2014, 8:47 pm

yvosqueesperasparasubirentrmijamíaqueyoyaquieroleerahísbs
Atenea.
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Mensaje por bxmbshell. Sáb 10 Mayo 2014, 8:56 pm

haescribirtodojuntosehadichobcyolo
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