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Mensaje por Invitado Mar 22 Nov 2011, 1:42 pm

Amores, siento no haber subido antes, se me había olvidado la contraseña y no he podido entrar en todo el tiempo :/
Bueno, para que me perdonéis ajaja, os pongo una maratón de diez capítulos, e ver si os gustan :3.
¡Un besito!
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
—¿Usted sabe lo que es esto?
—No.
—Es una factura, una que no he podido pagar a tiempo. ¿Y sabe por qué?
—Señorita Johnson…
—Responda a mi pregunta. ¿Sabe usted por qué no he podido pagarla a tiempo?
Él parecía más divertido que asustado y eso la enfadó aún más.
—No. ¿Por qué?
—Porque ahora mismo tengo que ayudar a mis dos primas, que están en la universidad y sólo han conseguido la mitad de una beca. Su madre es peluquera y tiene muchos problemas… ¿usted ha visto cómo comen las chicas de dieciocho años? No sé dónde meten todo lo que comen con lo flacas que están, pero le aseguro que comen muchísimo —___ hizo un gesto con la mano—. Venga aquí un momento.
Entró en la cocina y, sorprendentemente, Justin Bieber la siguió sin protestar.
—¿Ve eso? —le preguntó, señalando la pizarra—. Es el horario de la gente que vive en esta casa, mis dos primas, Kami y yo. Kami es nuestra estudiante de intercambio. Es de Guam y no tiene dinero para pagar un apartamento, así que también vive aquí. Y aunque todas ayudan en lo que pueden, no es suficiente —___ hizo una pausa para respirar—. Estoy dando de comer a tres estudiantes universitarias, pagando la mitad de las matrículas, los libros y la comida. Tengo un coche viejo, una casa que necesita reparaciones constantes y mi propio préstamo universitario que pagar. Y hago todo eso con el sueldo de una profesora de primaria. Así que no, hipotecar mi casa, lo único que tengo en el mundo, es algo que no puedo hacer.
Después de soltar su discurso se quedó mirando al extraño, rezando para que se compadeciese de ella.
Pero no fue así.
—Aunque todo eso es muy interesante —empezó a decir él—, me siguen faltando doscientos cincuenta mil dólares. Si sabe dónde está su hermano, sugiero que lo convenza para que se entregue, señorita Johnson. Si la policía tiene que detenerlo será aún peor para él.
El peso del mundo parecía haber caído sobre los hombros de ___.
—No puede hacer eso. Yo le pagaré cien dólares al mes… doscientos dólares. Puedo hacerlo, se lo juro —le suplicó, pensando que podría buscar un trabajo por las tardes—. Sólo faltan cuatro semanas para Navidad. No puede meter a mi hermano en la cárcel… Christian necesita ayuda y mandarlo a la cárcel no cambiará nada. Además, usted no necesita dinero.
—¿Y por eso está bien que alguien me robe? —le espetó él, sus ojos más fríos que nunca.
—No, claro que no. Pero, por favor, escúcheme. Estamos hablando de mi familia.
—Entonces hipoteque su casa, señorita Johnson.
Lo había dicho con total frialdad. Estaba claro que pensaba meter a Chris en la cárcel.
¿Y qué podía hacer ella? La casa o la libertad de Christian. El problema era que no confiaba en que su hermano cambiase. ¿Pero cómo iba a dejar que lo metieran en la cárcel?
—Es imposible —le dijo.
—No, en realidad es muy fácil.
—Para usted, claro. ¿Quién es usted, el hombre más malvado del planeta?
Él se irguió entonces. Si no hubiera estado mirándolo fijamente no se habría dado cuenta de la repentina tensión en sus hombros.
—¿Qué ha dicho?
—Tal vez podamos encontrar otra solución, un compromiso. A mí se me da bien negociar —lo que quería decir era que se le daba bien negociar con niños difíciles, pero dudaba que Justin apreciase la comparación.
—¿Está usted casada, señorita Johnson?
—¿Qué? —Annie miró alrededor, asustada—. No, pero todos mis vecinos me conocen y si me pusiera a gritar vendrían inmediatamente.
—No estoy amenazándola.
—Ah, qué suerte tengo. Pero está aquí para amenazar a mi hermano, que es lo mismo.
—Dice que es profesora de primaria… ¿desde cuándo?
—Es mi quinto año. ¿Por qué?
—¿Le gustan los niños?
—Soy profesora de primaria, ¿usted qué cree?
—¿Toma drogas? ¿Ha tenido problemas con el alcohol o alguna otra adicción?
Al chocolate, pensó ella, pero en realidad la adicción al chocolate era una cosa de chicas.
—No, pero yo…
—¿Alguno de sus ex novios está en prisión?
___ lo miró, furiosa.
—Oiga, que está hablando de mí y estoy aquí mismo.
—No ha respondido a mi pregunta.
___ se dijo a sí misma que no tenía por qué hacerlo, que su vida no era asunto de aquel extraño. Pero se encontró diciendo:
—No, por supuesto que no.
Él se apoyó en la encimera, cruzando los brazos sobre el pecho.
—¿Y si hubiera una tercera opción? ¿Otra manera de salvar a su hermano?
—¿Y cuál sería?
—Faltan cuatro semanas para Navidad y me gustaría contratarla para las fiestas. A cambió, olvidaré la mitad de la deuda de Christian, lo enviaré a una clínica de rehabilitación y haré un programa de pagos por el resto del dinero, que Christian pagará cuando salga de la clínica.
Todo eso sonaba demasiado bueno para ser verdad.
—¿Qué tengo yo que valga ciento veinticinco mil dólares?
Por primera vez desde que entró en la casa, Justin Bieber sonrió y eso transformó su rostro por completo, dándole un aspecto juvenil y muy atractivo.
Y también poniéndola a ella muy nerviosa.
—No estará hablando de sexo, ¿verdad?
—No, señorita Johnson. No quiero acostarme con usted.
___ se puso colorada hasta la raíz del pelo.
—Sé que no soy una chica muy sexy… —empezó a decir. Justin enarcó una ceja—. Soy más bien la mejor amiga —siguió ella, deseando que se la tragase la tierra—. La chica a la que los hombres le cuentan cosas, no con la que se acuestan. La que presentan a sus madres.
—Exactamente —dijo él.
—¿Quiere presentarme a su madre?
—No, quiero presentarle a todos los demás. Quiero que sea mi pareja en todos los eventos sociales a los que debo acudir durante las fiestas. Usted le demostrará al mundo que no soy un canalla sin corazón.
—No lo entiendo —murmuró ___, perpleja—. Podría usted salir con quien quisiera.
—Sí, pero las mujeres con las que quiero salir no resuelven el problema. Usted sí.
—¿Cómo?
—Es usted profesora de primaria, cuida de su familia… es una buena chica y eso es lo que yo necesito. A cambio, su hermano no irá a la cárcel —dijo él.
—Pero yo…
—___, si me dices que sí, tu hermano tendrá la ayuda que necesita —la interrumpió Justin entonces, tuteándola por primera vez—. Si me dices que no, irá a la cárcel.
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~Seducida por un millonario.[Justin Bieber y ___.] {Adaptada.} - Página 2 Empty ~Seducida por un millonario.{4} <Maratón: 2/10>

Mensaje por Invitado Mar 22 Nov 2011, 1:43 pm

Mientras Justin esperaba la respuesta, ___ tomó una silla y la colocó frente a la nevera. Luego se subió a ella para sacar un paquete de cereales con fibra del armario y de él sacó una bolsa llena de bolitas de color naranja.
—¿Qué estás haciendo? —le preguntó él, pensando que el estrés le había hecho perder la cabeza.
—Sacando mi chocolate de emergencia. Vivo con tres mujeres y si cree que algo de chocolate duraría más de cinco minutos en esta casa, está muy equivocado —___ se echó un puñado de bolitas en la mano y volvió a cerrar la bolsa.
—¿Por qué son de color naranja?
Ella lo miró como si tuviera dos cabezas.
—Son M&M de Halloween. Los compré a primeros de noviembre, cuando estaban a mitad de precio —contestó metiéndose una bolita en la boca.
Muy bien, aquello era muy extraño, pensó Justin.
—Antes estabas tomando una copa de vino. ¿Ya no la quieres?
—¿En lugar del chocolate? No.
Llevaba un jersey ancho de color marrón, a juego con sus ojos, y una falda que le llegaba por la rodilla. Iba descalza y… tenía unas margaritas diminutas pintadas en cada uña. Aparte de eso, ___ Johnson no llevaba ni gota de maquillaje, ni joyas, sólo un reloj barato en la muñeca. Tenía el pelo ondulado, de un bonito tono castaño, que caía sobre sus hombros. No parecía una mujer muy preocupada por su aspecto.
Y le parecía muy bien. El exterior se podía arreglar, lo que a él le preocupaba era el carácter. Por lo que había visto, era una persona compasiva y generosa. En otras palabras, una ingenua. Mejor para él. En aquel momento necesitaba una persona así para que los del consejo de administración lo dejasen en paz hasta que pudiese retomar el control.
—No has respondido a mi pregunta.
___ suspiró.
—Lo sé, pero no he respondido porque sigo sin saber qué quiere de mí.
Él señaló las sillas que rodeaban la mesa de la cocina.
—¿Por qué no nos sentamos?
Era su casa, debería ser ella quien lo invitase a sentarse. Aun así, ___ se encontró apartando la silla. Debería ofrecerle también un caramelo de chocolate, pero tenía la impresión de que iba a necesitarlos todos.
Justin Bieber se sentó frente a ella y apoyó los codos en la mesa.
—Soy el propietario de una empresa… Industrias Bieber.
—Dígame que es un negocio familiar —suspiró ___—. Lo ha heredado, ¿verdad? No será tan egocéntrico como para haberle puesto su nombre, ¿no?
Él tuvo que disimular una sonrisa.
—Veo que el chocolate te da valor.
—Un poco, sí.
—Heredé la empresa cuando estaba en la universidad. Era una empresa pequeña y la convertí en una corporación multimillonaria en quince años.
Pues qué suerte, pensó ella. Pertenecer al dos por ciento de la población que había sacado un sobresaliente alto en la reválida no era precisamente impresionante comparado con sus millones.
—Para llegar tan lejos y tan rápido he tenido que ser despiadado —siguió él—. He comprado empresas y las he fusionado con la mía para modernizarlas y conseguir beneficios.
___ contó los caramelos que le quedaban. Ocho bolitas de cielo.
—¿Esa es una manera amable de decir que se dedica a despedir gente?
Él asintió con la cabeza.
—Al mundo empresarial le encantan las historias de éxito, pero sólo hasta un punto. Ahora todos me consideran un monstruo y estoy teniendo mala prensa últimamente, así que necesito contraatacar.
—¿Y por qué le importa lo que la gente diga de usted?
—A mí no me importa, pero al consejo de administración sí. Tengo que convencer a todo el mundo de que soy… una buena persona.
___ tuvo que sonreír.
—Y no lo es, ¿eh?
—No.
Tenía unos ojos inusuales, pensó ella. El miel daba un poquito de miedo, pero resultaba atractivo. Si no fuesen tan fríos…
—Tú eres exactamente lo que pareces, una profesora joven y guapa con más compasión que sentido común. A la gente le gusta eso y a la prensa también.
—¿A la prensa, qué prensa?
—Me refiero a la prensa económica, no a los programas de cotilleo. Desde hoy hasta el día de Navidad tengo que acudir a una docena de eventos y quiero que vayas conmigo.
—¿Para qué?
—Quiero que todo el mundo crea que estamos saliendo juntos. Por supuesto, todos pensarán que eres encantadora y, por asociación, cambiarán de opinión sobre mí.
Sonaba relativamente fácil, pensó ella.
—¿Y no sería más fácil ser una buena persona? Esto me recuerda al instituto, cuando la gente se esforzaba al máximo para hacer trampas. Podrían haber pasado todo ese tiempo estudiando y habrían conseguido sacar mejores notas, pero preferían copiar.
Duncan frunció el ceño.
—Mis razones no están a debate.
—Bueno, lo decía por decir —sonrió ___, tomando otra bolita de chocolate.
—Si estás de acuerdo, tu hermano ingresará en una clínica inmediatamente, en las condiciones que hemos hablado antes, y tendrá la segunda oportunidad que tú pareces creer que merece. Pero si le cuentas a alguien que nuestra relación es falsa, si dices algo malo de mí, Christian irá a la cárcel.
Un trato con el diablo, pensó ___, preguntándose cómo era posible que una buena chica como ella se hubiera metido en un apuro como aquél. Claro que ser «una buena chica» era lo único importante, por lo visto.
La sensación de estar atrapada era real. Como lo era que, aunque todo el mundo parecía creer que su obligación era cuidar de los demás, nadie, ni su hermano Chris ni, aparentemente, Justin Bieber, se molestaban en pensar en ella.
—No pienso mentirle a mi familia —le dijo—. Mis primas y Kami tienen que saber la verdad.
Justin pareció considerarlo un momento.
—Sólo ellas. Pero si se lo cuentas a alguien más…
—Ya, lo sé, lo sé, que me corten la cabeza. ¿Ha hecho algún seminario sobre comunicación o Relaciones Públicas? Yo creo que si se esforzase un poco podría…
Los ojos se volvieron de hielo, de modo que ___ decidió cerrar la boca.
—¿Estás de acuerdo?
¿Qué otra cosa podía hacer?, se preguntó ella. Chris necesitaba ayuda. Había intentado convencerlo muchas veces de que lo suyo era una enfermedad, pero su hermano no le hacía caso. Tal vez si le obligaban a ingresar en un hospital y hablar con un psicólogo podría cambiar.
Y como la alternativa era que acabase en la cárcel, ella no podía hacer nada.
—Muy bien, de acuerdo —dijo por fin—. Me haré pasar por su novia hasta Navidad. Le diré a todo el mundo que es amable, dulce y tiene el corazón blandito como una nube de algodón —___ frunció el ceño—. Pero no sé nada sobre usted. ¿Cómo voy a hacerme pasar por su novia?
—Yo te daré el material que necesites.
—No creo que sea una lectura muy emocionante.
Justin decidió pasar por alto el comentario.
—A cambio, Christian conseguirá la ayuda que necesita, cincuenta por ciento de la deuda será perdonada y haremos un plan de pagos razonable para el resto. ¿Tienes un vestuario apropiado?
—¿Qué quiere decir con lo de «apropiado»?
Justin la miró fijamente y luego miró la cocina y el gastado suelo de linóleo.
—Será mejor preparar una cita con un estilista. Y cuando termine el mes podrás quedarte con la ropa —dijo luego, levantándose de la silla.
___ se levantó tras él.
—¿Qué clase de ropa?
—Vestidos de cóctel y de noche —Justin se detuvo frente a la puerta.
—Tengo el vestido que llevé el día de mi graduación…
—No creo que te sintieras cómoda llevándolo a todas las fiestas.
—¿Esto está pasando de verdad? —exclamó ella entonces—. ¿Estamos teniendo esta conversación?
—La primera fiesta tendrá lugar el sábado por la noche —siguió Justin, como si no la hubiera oído—. Mi ayudante te llamará con toda la información. Por favor, intenta estar lista a tiempo.
Justin Bieber hacía que su casa pareciese diminuta, tan masculino en contraste con el sofá y las cortinas de flores. Nunca habría imaginado a un hombre como él en su vida, aunque sólo fuera temporalmente.
—Siento mucho que mi hermano le haya robado dinero.
—No es tu responsabilidad.
—Pues claro que lo es, es mi familia.
Por un segundo, Justin pareció a punto de decir algo, pero al final se limitó a salir de la casa.
___ cerró la puerta y se preguntó cómo iba a contarle a sus primas y a Kami lo que estaba a punto de hacer.
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Mensaje por Invitado Mar 22 Nov 2011, 1:45 pm

El sábado por la mañana, Vanessa y Ashley miraban a ___ con idénticas expresiones de asombro. Kami, en cambio, sólo parecía medianamente sorprendida.
—¿Que? —exclamó Ashley—. ¿Qué has hecho qué?
___ había decidido esperar todo lo posible antes de contárselo. Había escondido la carpeta que llegó el jueves metiéndola bajo la cama y haciendo todo lo posible para olvidarse de ella. Pero aquella noche tendría su primera «cita» con Justin, de modo que iba a tener que echarle un vistazo tarde o temprano.
—He aceptado salir con el jefe de Chris durante un mes —empezó a decir—. En realidad, no estamos saliendo —añadió luego a toda prisa—. Sólo estamos fingiendo hasta Navidad. Se supone que eso ayudará a limpiar su imagen.
Aunque seguía sin entender cómo iba a ocurrir eso. ¿Justin esperaba que diese entrevistas? A ella no se le daría bien hablar en público. Podía hacerlo delante de niños de cinco años, pero delante de adultos se pondría nerviosa.
—No lo entiendo —dijo Kami—. ¿Por qué?
Vanessa y Ashley intercambiaron una mirada.
—Esto es por culpa de Chris, ¿a que sí? Ha vuelto a hacer alguna de las suyas —dijo Vanessa.
—Sí, bueno… se ha quedado con un dinero que no es suyo, pero Justin Bieber va a llevarlo a una clínica especializada y, con un poco de suerte, allí lo ayudarán.
—A él, no a ti —Ashley se apartó el pelo de la cara—. A ver si lo adivino: Chris te ha involucrado a ti. ¿Qué le ha contado a su jefe?
—No le ha dicho nada sobre mí… —___ se aclaró la garganta. Aunque no quería contarles toda la verdad, se le daba mal mentir. Bueno, salvo cuando se trataba de esconder chocolate.
Les explicó rápidamente lo de los doscientos cincuenta mil dólares y que Justin Bieber perdonaría la mitad de esa cantidad si Chris accedía a ingresar en una clínica especializada y pagar el resto cuando volviese a trabajar.
Ashley se levantó de un salto.
—Te lo juro, ___, eres imposible.
—¿Yo? ¿Qué he hecho yo?
—Rendirte. Dejar que Chris vuelva a hacerte una faena. Siempre estás solucionando sus problemas, desde pequeño. Cuando tenía siete años y robó en el supermercado de la esquina, fuiste tú quien tuvo que pagar ese dinero. Cuando estaba en el instituto y hacía novillos, tú convenciste al director para que no lo expulsara. Chris tiene que enfrentarse con las consecuencias de sus actos de una vez.
—Pero no quiero que vaya a la cárcel. ¿De qué serviría eso?
—A lo mejor así aprende la lección.
—Necesita ayuda —insistió ___—. Y es mi hermano.
—Más razón para que quieras que crezca y se haga adulto de una vez.
—Pero hice una promesa —suspiró ella.
Cuando su madre estaba enferma la había hecho prometer que cuidaría de Chris, pasara lo que pasara.
Las mellizas volvieron a intercambiar una mirada.
—Ya sabéis cómo es ___ —intervino Kami—. Siempre ve la parte buena de todo el mundo.
—No es tan horrible. Voy a salir con un millonario durante un mes, iré a fiestas elegantes… no es nada más que eso.
Las tres chicas la miraron y ___ notó que se ponía colorada.
—No, nada de sexo. No os lo hubiera contado, pero imagino que tendré que salir muchas noches y, al final, os habríais dado cuenta. Además, necesito vuestra ayuda. Un estilista va a llevarme de compras… tengo que comprar vestidos de cóctel y de noche. No me harán falta después de Navidad, pero puedo quedármelos y he pensado que, a lo mejor, querríais venir y darme vuestra opinión. Como vais a poder ponéroslos después…
Como esperaba, la noticia animó considerablemente a las chicas.
—¿En serio? —exclamó Vanessa.
—Sí, claro. El estilista llegará en cualquier momento. ¿Queréis venir con nosotros?
Apenas tuvieron tiempo para decir que sí antes de que sonara el timbre. Vanessa y Ashley corrieron a abrir.
—¡Dios mío! —exclamó el hombre que esperaba en el porche—. Decidme que Justin no está saliendo con dos mellizas. Aunque sois guapísimas. ¿Nunca habéis pensado trabajar como modelos?
Las mellizas rieron, encantadas.
Cuando ___ llegó al salón, un hombre alto y rubio estaba mirando a sus primas de arriba abajo.
—Me encanta el pelo —estaba diciendo, mientras tocaba las puntas de Ashley—. Pero tendrías que cortártelo a capas para darle más volumen. Y prueba con una sombra de ojos oscura, te dará un aspecto más sexy.
—Hola —dijo ___.
Él levantó las dos cejas.
—Ah, tú pareces la típica profesora de primaria, así que debes ser ___. ¿Cómo se te ha ocurrido decirle que sí a Justin? Ese hombre es un canalla. Muy sexy, lo admito —sonrió—. Soy Cameron, por cierto. Y sí, ya sé que es un nombre de chica. Siempre le digo a mi madre que ésa es la razón por la que soy gay —Cameron miró a Kami, que acababa de entrar en el salón—. No sé quién eres, cariño, pero eres una auténtica preciosidad. Qué exótica.
Kami rió, encantada.
—Venga ya.
—Lo digo en serio.
___ presentó a las chicas mientras Cameron se sentaba en el sofá y sacaba unas carpetas del maletín.
—Siéntate aquí, guapa —le dijo, tocando el asiento—. Tenemos que revisar los horarios. ___ tiene que acudir a quince eventos de aquí a Navidad y tú tendrás que acompañarlo en todos. Tienes la información necesaria, ¿verdad?
Ella asintió, aunque sólo había leído la biografía básica.
—Impresionante. Se pagó la carrera con una beca de boxeo.
Cameron sonrió.
—¿Y eso te sorprende?
—La verdad es que sí. No es muy normal pagarse la carrera con una beca de boxeo.
—Su tío es Lawrence Bieber, el boxeador.
—Yo he oído hablar de él —dijo Ashley—. Ahora es mayor, pero fue muy famoso.
___ también había oído hablar de él.
—Una familia muy interesante.
—Justin fue educado por su tío. Es una historia fascinante, pero ya te la contará él mismo. Vais a pasar mucho tiempo juntos.
No era algo que ___ quisiera recordar precisamente, pensó mientras tomaba una carpeta con un cuestionario. Justin quería que lo rellenase para fingir que lo sabía todo sobre ella…
¿Cómo se le había ocurrido decir que sí? Aquello era una locura.
Pero antes de que pudiera pensar en echarse atrás, Cameron las había llevado a las cuatro hasta la limusina. Y cinco horas después, ___ estaba agotada. Se había probado docenas de vestidos, blusas, pantalones, faldas, chaquetas y zapatos. Había fruncido el ceño ante bolsitos diminutos de todas las formas posibles y soportado que una señora muy seria le tomase las medidas para el sujetador.
Ahora estaba en la peluquería, con el pelo envuelto en papel de plata, esperando que se le secasen las uñas.
Cuando por fin terminaron con las compras había sido un alivio llegar al salón de belleza porque al menos allí podía sentarse.
Cameron apareció con un vaso de agua mineral y un plato de fruta y queso.
—¿Cansada? —le preguntó.
—Más que cansada. No había comprado tantas cosas en toda mi vida.
—La gente subestima la energía que hace falta para ir de compras —sonrió él, sentándose a su lado—. Hacerlo bien requiere mucho esfuerzo.
—Aparentemente.
Aunque a ella le había parecido que todos los vestidos le quedaban bien, Cameron había insistido en que las costureras los metieran de aquí y allá para que quedasen «perfectos».
Y también le dio un papel con la lista de los vestidos y trajes, seguida de la de los zapatos y bolsos que combinaban con cada uno. ___ soltó una carcajada.
—Debes pensar que soy tonta. Aunque la verdad es que no sé si podría recordar todo esto.
—Estar estupenda no es fácil. Por eso los estilistas ganamos tanto dinero.
—¿Eres famoso?
Cameron sonrió modestamente.
—En mi mundo, sí. Tengo algunos clientes muy conocidos y varios empresarios como Justin, que quieren que mantenga sus vestidores a la moda sin ser demasiado llamativos. Aunque a Justin le da igual la ropa, es un hombre muy normal.
—¿Cómo os conocisteis?
—Éramos compañeros de facultad. Dormíamos en la misma habitación.
Si ___ hubiera estado bebiendo agua en ese momento se habría atragantado.
—¿En serio?
—Sí, lo sé, resulta un poco raro. Pero por lo menos nunca queríamos ligar con la misma persona —rió Cameron—. Entonces yo estudiaba Historia del Arte, pero un año después me di cuenta de que lo mío era la moda, así que me marché a Nueva York e intenté ganarme la vida como diseñador —añadió, con un suspiro—. Pero no tengo paciencia para crear y hay que coser tanto… no, definitivamente no es lo mío. Empecé a trabajar como comprador personal en unos grandes almacenes y poco después me dedicaba sólo a los clientes más exclusivos. El resto, como suele decirse, es historia.
___ intentó imaginar a Justin y Cameron compartiendo habitación en la universidad, pero le resultaba imposible.
—Ya veo.
—¿Y tú? ¿Cómo has acabado saliendo con el lobo feroz?
—¿Es así como lo llamas?
—No a la cara, me daría una paliza —respondió Cameron.
Pero lo decía sonriendo y en sus ojos veía un brillo de afecto, de modo que le contó el problema de su hermano.
—No podía dejar que Christian fuese a la cárcel cuando tenía una posibilidad de salvarlo.
—Cariño, eres demasiado buena. Ten cuidado con Justin, de verdad es un ogro.
—No te preocupes por mí, no estoy interesada en él.
—Eso lo dices ahora, pero Justin es muy carismático —insistió Cameron—. Deja que te dé un consejo: no te dejes engañar por ese amable exterior. Justin es un luchador, tú no. Si hay una batalla, ganará él.
—Aunque me enamorase daría igual. En serio, no es mi tipo.
—Tú no eres Jasmine.
—¿Quién?
—Jasmine, su ex mujer. Era guapísima, pero mala como una serpiente. Y fría como un témpano. ¿Te acuerdas de esa frase de Pretty Woman? Lo de ser capaz de hacer cubitos de hielo en el trasero de alguien. Pues ésa era Jasmine.
Le sorprendió saber que Justin había estado casado, aunque seguramente no debería sorprenderla porque era un hombre muy atractivo, en la treintena y multimillonario… era normal que hubiese encontrado a alguien con quien compartir su vida.
—¿Desde cuándo está divorciado?
—Desde hace un par de años. Y a mí Jasmine me daba pánico —Cameron fingió un escalofrío—. Bueno, pero olvidémonos de Justin. ¿Y tú qué? ¿Por qué una chica tan estupenda como tú no está casada?
___ tomó una fresa del plato. Buena pregunta, pensó.
—He tenido dos relaciones serias. Las dos veces me dejaron y los dos dijeron que me veían más como una amiga que como el amor de su vida.
Lo había dicho con una sonrisa, como si no importara, como si no le hubiera dolido. Aunque no los echaba de menos, ya no. Pero empezaba a preguntarse si había algo raro en ella, si le faltaría algo.
Las dos relaciones habían durado un total de cuatro años y medio y ella había estado enamorada… o eso quiso creer. Desde luego, había sido capaz de imaginar un futuro, una familia. Sólo se había acostado con esos dos hombres y para ella el sexo estaba bien. Tal vez no era tan mágico como lo que contaban sus amigas o lo que leía en las novelas, pero estaba bien.
Sin embargo, no había sido suficiente porque los dos la habían dejado. Y que los dos hubieran dicho prácticamente lo mismo había hecho que empezase a dudar de sí misma.
—Yo no quiero ser «la mejor amiga» —murmuró. Cameron le dio una palmadita en la mano.
—Dímelo a mí, cariño.
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Mensaje por Invitado Mar 22 Nov 2011, 1:48 pm

___ estaba muy agradecida de que Héctor, el genio de la peluquería, la hubiese peinado para esa noche. Le había secado el pelo, normalmente rizado, con un secador de mano, convirtiéndolo en una cascada de ondas que llegaban por debajo de los hombros. Y el ayudante de Héctor la había maquillado, de modo que lo único que tenía que hacer era ponerse el vestido y elegir los zapatos adecuados.
Cameron había sugerido un vestido de cóctel, pero ___ lo miraba preguntándose si tendría valor para ponérselo.
El vestido era muy sencillo, sin mangas y con cuello redondo. Ajustado, aunque no estrecho, pero muy por encima de la rodilla. Era esto último lo que la tenía nerviosa mientras se miraba al espejo. Enseñaba demasiada pierna.
Y decirse a sí misma que la mayoría de las chicas de su edad llevaban vestidos mucho más cortos no ayudaba nada. Ella estaba acostumbrada a las faldas por debajo de la rodilla…
Desgraciadamente, las chicas no estaban en casa, de modo que no podía pedirles opinión. Se habían ido al cine, dejándola sola. Claro que podría ponerse otro vestido, pero no sabía qué iría bien para la ocasión.
Antes de que pudiera decidirse sonó el timbre y ___ miró el reloj de la mesilla. Justin llegaba con diez minutos de adelanto, de modo que ya no había tiempo de cambiarse.
A toda prisa, se puso los zapatos de tacón e, intentando mantener el equilibrio, fue a abrir la puerta.
Pero el hombre que estaba en el porche no era Justin y no parecía contento.
—¿Se puede saber qué has hecho? —le espetó Chris, entrando en la casa—. Maldita sea, ___, no tienes ningún derecho a obligarme a ingresar en una clínica de rehabilitación.
—Ah, veo que por fin te has decidido a hablar conmigo. Llevo tres días dejándote mensajes en el contestador.
Desde que Justin y ella habían llegado a «un acuerdo».
Chris la miró, sus ojos marrones brillaban de furia.
—No tenías ningún derecho…
—¿No tengo derecho a ayudarte? Tú te has metido en este aprieto, Chris. Le has robado dinero a tu jefe. ¿Cómo has podido hacer algo así?
Él bajó la mirada.
—Tú no lo entenderías.
—No, desde luego que no lo entendería. Lo que entiendo es que tienes un serio problema. Es esto o la cárcel, Chris.
—Gracias a ti.
___ se puso en jarras, furiosa.
—Yo no soy quien va a Las Vegas a jugarse un dinero que no es suyo. Y no soy yo quien le dijo a Justin Bieber que esta casa era tuya. Has robado y has mentido, Christian. Lo has arriesgado todo como un irresponsable…
—Tú eres mi hermana. Se supone que debes ayudarme, no meterme en una institución. ¿Qué diría mamá?
Un golpe bajo, pensó ella, más resignada que furiosa.
—Mamá estaría muy decepcionada contigo. Te diría que es hora de crecer y aceptar tus responsabilidades de una vez.
Chris no parecía afectado en absoluto.
—No tiene por qué ser así. Podrías hipotecar la casa… de todas formas, la mitad es mía.
—La mitad era tuya —le recordó ___—. Yo compré tu parte, ¿o es que no te acuerdas? Mira, estoy cansada de discutir contigo. Siempre he cuidado de ti y tú nunca me lo has agradecido ni has intentando cambiar.
—Tienes que hipotecar la casa —insistió él, dando un paso adelante—. Tienes que hacerlo quieras o no. ¿Me oyes?
___ lo miró, sorprendida. Pero antes de que pudiese decir nada, Justin entró en el salón.
—¡Johnson!
Christian se volvió para mirar a su jefe.
—¿Qué hace aquí? —exclamó, perplejo.
—Tengo una cita con tu hermana.
—¿Vas a salir con él, ___?
Ella asintió con la cabeza y Chris sonrió, con expresión amarga.
—Ah, claro, ahora lo entiendo todo. A mí me encierras en una clínica mientras tú lo pasas bien. Qué bonito. Y luego dices que lo haces por mí…
Esa acusación le dolió como una bofetada.
—No sabes lo que estas diciendo. Estoy intentando salvar a mi familia, algo que a ti te importa un bledo.
Justin tomó a Chris del brazo.
—Tu hermana tiene razón. Debes ingresar en la clínica mañana a las nueve o la policía irá a buscarte.
Él miró de uno a otro, colérico.
—Os habéis puesto de acuerdo. ¿Me has vendido a este canalla? Maldita sea, ___…
—Ya está bien, Johnson. Es hora de que te marches. Y recuerda, te esperan mañana a las nueve en la clínica.
—¿Para qué esperar? —replicó Chris, soltándose de un tirón—. Ingresaré ahora mismo.
—Seguramente será lo mejor.
—¿Es que no te importo nada, ___?
Ella se negó a contestar. Su hermano intentaba manipularla como había hecho tantas veces y, hasta aquel día, había sido incapaz de ponerse firme. Pero tal vez había llegado el momento de hacerlo.
—Buena suerte, Chris. Espero que puedan ayudarte en la clínica.
Su hermano la fulminó con la mirada.
—Da igual. En cualquier caso, no te perdonaré nunca.
___ iba sentada a su lado, en silencio, pero a Justin le llegaba su perfume. Y de vez en cuando la oía suspirar.
—¿Estás enfadada conmigo o con Christian?
—¿Qué? —murmuró ella, distraída—. Con ninguno de los dos. Le agradezco mucho su ayuda, señor Bieber. Y Chris también se lo agradecerá algún día, estoy segura.
Él no estaba de acuerdo, pero se había equivocado antes. Tal vez la clínica de rehabilitación era lo que Christian Johnson necesitaba. Y si no, tarde o temprano acabaría en la cárcel.
—Le he estado llamando toda la semana —admitió ___—. Intentando explicárselo, pero no lo había visto hasta hoy. Y está tan enfadado…
—Tú sabes que te ataca porque es lo más seguro, ¿no? No es capaz de admitir que tiene un problema, así que culpa a todo el mundo menos a sí mismo.
—Lo sé, pero no es fácil escuchar ciertas cosas.
Chris era muy afortunado por tener una hermana como ella, pensó Justin. Aunque tampoco lo reconocería.
—Intenta animarte.
—Sí, claro no se preocupe, haré mi trabajo como habíamos quedado —___ se mordió los labios—. De todas formas, a mí estas cosas no se me dan bien.
Mal momento para reconocer eso, pensó Justin, divertido por su sinceridad.
—¿Ir a fiestas? No hay mucho que hacer, estar guapa y mirarme con gesto embelesado. Tú has estado en la universidad, no creo que esto te resulte difícil.
—Es algo más. ¿O es que no se espera que hable con nadie?
—Tampoco creo que tengas ningún problema para hablar con nadie.
—Sí, bueno, usted da menos miedo que un salón lleno de gente, señor Bieber.
—Por cierto, deberías empezar a llamarme Justin y no señor Bieber.
___ suspiró de nuevo y el sonido le gustó. Era sexy. La clase de suspiro que una mujer podría dejar escapar mientras…
Justin interrumpió tales pensamientos. ___ Johnson era muchas cosas, ¿pero sexy?
Entonces miró sus muslos bajo la falda corta. En fin, el adjetivo se le podía aplicar perfectamente, pero eso no era lo importante. La había contratado para hacer un papel, nada más. Además, no era su tipo.
—Justin —repitió ella.
Él giró la cabeza y sus ojos se encontraron. Los de ella marrones, grandes, rodeados de largas pestañas. Llevaba el pelo diferente, pensó, recordando sus rizos. Aquella noche caía en suaves ondas por debajo de los hombros. Muy elegante. Aunque él prefería los rizos. El vestido era apropiado y destacaba sus curvas… por no hablar de los muslos.
—Estás muy guapa.
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Mensaje por Invitado Mar 22 Nov 2011, 1:50 pm

___ tiró del bajo del vestido.
—Fue idea de Cameron. Es estupendo, por cierto. Muy divertido y lo sabe todo sobre moda. Hizo una lista para que supiera con qué zapatos iba cada vestido.
—Cameron sabe mucho de estas cosas.
—Me dijo que habíais sido compañeros en la universidad.
Justin rió.
—Eso fue hace mucho tiempo. Admito que fue el primer homosexual que había conocido y que al principio no me hizo mucha gracia tenerlo como compañero de habitación.
—¿Demasiado macho para entenderlo? —preguntó ___.
—En parte, supongo. Pensaba que me atacaría cuando estuviera dormido, lo cual fue una estupidez por mi parte. Tardamos algún tiempo, pero nos hicimos amigos. Luego, cuando regresó a Los Ángeles para abrir su negocio, volvió a ponerse en contacto conmigo y me convirtió en su cliente.
—Es un chico muy amable. Mis primas y Kami también lo pasaron estupendamente yendo de compras.
—¿Fueron contigo?
—Sí, claro. Dijiste que podría quedarme con la ropa, pero no creo que yo vaya a ponerme estos vestidos nunca más. No es algo que pueda usar para ir al colegio —sonrió ___—. Así que fueron conmigo para dar su opinión. Como todas tenemos más o menos la misma talla…
—¿Vas a regalarles la ropa?
—Si no te importa, sí. Dijiste que no tenía que devolverla.
—No, yo no la quiero. Es tuya.
—Gracias.
Justin se quedó pensativo. No imaginaba a ninguna otra mujer regalando un vestuario tan caro. Era lógico que no quisiera ponerse esos vestidos para ir a trabajar… ¿pero no salía con nadie? ¿No quería quedarse con la ropa por si acaso la necesitaba en alguna ocasión? Eso no tenía sentido para él y quería entenderla porque para ganar había que entender al contrario y explotar sus debilidades. Había comprado el tiempo de ___, pero no confiaba en ella. Claro que era normal porque él no confiaba en nadie. Nunca.
* * *
___ pasó las manos por la lujosa piel del asiento. El coche, un deportivo alemán, olía a nuevo. El motor era silencioso, el salpicadero lleno de botones y mandos. Daba la impresión de que para poner la radio habría que tener un título en ingeniería.
—Es un coche precioso.
—Gracias.
—La radio de mi coche hace un ruido rarísimo. El mecánico dice que no le pasa nada, pero suena fatal.
—¿No la puedes arreglar?
___ lo miró por el rabillo del ojo.
—Podría y lo haré en algún momento, cuando me toque la lotería. Pero antes necesito cambiar las ruedas. Con los coches viejos siempre pasa algo, ¿verdad? Pero no importa, tenemos un trato: él arranca todas las mañanas y yo no me compro otro.
Justin sonrió.
—¿Hablas con tu coche?
—Sí, claro. Aunque seguramente tú no lo harías.
—Tu coche y yo no nos conocemos.
—Puedo presentaros, si quieres —rió ___.
—No, gracias —dijo él, girando a la izquierda después de un semáforo.
—He estado pensando… voy a conocer a mucha gente y me preguntarán cuándo nos conocimos.
—Hace tres meses.
—Ah, muy bien. ¿Qué tal si decimos que fue un fin de semana? Tú ibas a la playa, me viste parada a un lado de la carretera porque había pinchado y te detuviste para ayudarme.
—Nadie se creería eso.
—¿No pararías para ayudar a alguien?
—No lo creo.
—Pues deberías hacerlo. Es buen karma.
—A lo mejor no creo en el karma.
—No tienes que creer, seguirá pasando de todas formas. Yo creo que el universo lleva la cuenta de las cosas que hacemos.
—Si eso fuera cierto yo no sería millonario.
—¿Por qué no?
—¿No has leído nada sobre mí? Soy un canalla sin corazón. Te he contratado para demostrar lo contrario.
—Si fueras un canalla sin corazón habrías hecho que detuvieran a Tim en cuanto descubriste el desfalco. Pero no lo has hecho.
—Sólo porque el resultado hubiera sido más prensa negativa —Justin giró la cabeza para mirarla—. Ten cuidado, ___. No cometas el error de creer que soy mejor de lo que soy.
Tal vez tenía razón. ¿Pero esa advertencia no demostraba que ella estaba en lo cierto?

El salón del hotel era enorme, lujoso y muy bien iluminado, con una orquesta tocando al fondo. ___ sujetaba su refresco intentando por todos los medios no parecer asustada. Los invitados, todos elegantemente vestidos, charlaban y se movían de un lado a otro con confianza…
El mundo de Justin era un sitio interesante, tan diferente al suyo como era posible. Pero estaba allí para hacer su trabajo, de modo que permaneció a su lado, sonriendo y estrechando la mano de personas cuyos nombres sería incapaz de recordar más tarde.
—¿Cuánto tiempo llevas saliendo con Justin? —le preguntó una mujer.
—Tres meses —contestó ella.
—Eso es una eternidad para Justin. Debes ser muy especial.
—Él es especial —dijo ___.
—Y no eres su tipo, además.
Justin debió oír eso porque le pasó un brazo por los hombros.
—Mi tipo es otro ahora.
—Eso veo.
Cuando la mujer se apartó, Justin la llevó hacia otro grupo de invitados, entre los cuales había un hombre que trabajaba para una revista económica.
—¿Te importa que te haga un par de preguntas?
—No, claro que no —contestó ella—. Mientras no te importe a ti que me ponga nerviosa.
—¿No te gusta la prensa?
—La verdad es que no estoy muy acostumbrada.
—No puedes salir con alguien como Justin Bieber y pasar desapercibida.
—Eso me han dicho.
El hombre, bajito y pálido, le preguntó:
—¿Cómo os conocisteis?
___ le contó la historia de la carretera, pero él no parecía muy convencido.
—Me han dicho que eres profesora.
—Sí, de primaria. Me encanta trabajar con niños pequeños porque les emociona la idea de ir al colegio y mi trabajo consiste en animarlos, en prepararlos para que aprendan a estudiar. Si podemos enseñar a los más pequeños que aprender es divertido, podremos asegurarnos de que terminan sus estudios.
El periodista parpadeó, sorprendido.
—Muy bien. ¿Y por qué Justin Bieber?
___ sonrió.
—Porque es una persona estupenda. Aunque lo primero que llamó mi atención fue su risa. Tiene una risa preciosa.
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Mensaje por Invitado Mar 22 Nov 2011, 1:51 pm

El periodista parpadeó de nuevo.
—Yo nunca lo he oído reír.
—Será porque no le ha contado nada gracioso.
Justin se acercó a ellos entonces.
—Charles —lo saludó, estrechando su mano—. Me alegro de verte.
—Lo mismo digo.
—Vamos a bailar, ___ —sonrió Justin entonces, tomando su vaso para dejarlo sobre una mesa—. Hasta luego, Charles.
Ella miró hacia atrás mientras se alejaban del periodista.
—Yo no estoy acostumbrada a bailar.
—No es difícil, yo te llevaré.
—¿Crees que podríamos convencer a todo el mundo para jugar al corro de la patata? Porque eso se me da de maravilla.
Justin soltó una carcajada y ___ se alegró de no haberle mentido al periodista: tenía una risa estupenda.
—Lo harás bien, no te preocupes.
—Muy bien, pero te pido disculpas de antemano por pisarte.
A pesar de que era más alto que ella, Justin se movía con seguridad y resultaba fácil seguirlo mientras la guiaba, con una mano en la cintura. Después de unos pasos, ___ consiguió relajarse un poco.
Olía bien, pensó. Un olor limpio y masculino. La tela del traje era muy suave y, cuando puso la mano sobre su hombro, su calor la envolvió. Su calor y algo más, el susurro de un cosquilleo en el bajo vientre.
___ seguía moviéndose por fuera, pero por dentro se había quedado inmóvil. ¿Un cosquilleo? No debería haber ningún cosquilleo. Aquello era un trabajo y no debería sentir nada por Justin Bieber. No debería gustarle o sentirse atraída por él.
Tal vez era porque llevaba mucho tiempo sin salir con nadie, se dijo a sí misma. Era como si tuviese mucha hambre, cualquier tipo de comida bastaría porque le sonaban las tripas.
Justin era un hombre muy guapo y era lógico que le gustase, pero era lo bastante lista como para tener cuidado.
Aquello era una especie de cuento de hadas. Ella era Cenicienta y el baile terminaría a las doce. O, en su caso, en Navidad. Pero ella no dejaría atrás un zapato de cristal y el príncipe azul no iría a buscarla para probárselo.

___ aguantó mejor de lo que había esperado, pensaba Justin dos horas después. Había contado la historia de que él se detuvo en la carretera para ayudarla unas doce veces y lo hacía de manera tan entusiasta y sincera que incluso él empezaba a creerlo. Y todo el mundo parecía igualmente encantado con ella. Aunque un poco desconcertados. Había visto a varias personas intercambiando miradas de extrañeza, como si se preguntaran qué hacia él con una chica tan encantadora.
Incluso a Charles Patterson, un conocido periodista experto en economía, le había caído bien ___. Estupendo; lo único que necesitaba era un par de artículos favorables para equilibrar la prensa negativa.
Tomando las copas de la barra, volvió con ___ y le dio su refresco de lima. Por el momento no había tomado ni gota de alcohol.
—Le estaba diciendo a Charles que su información está equivocada. No vas a cerrar esa compañía, ¿verdad? Es prácticamente Navidad, tú no dejarías a toda esa gente sin trabajo cuando están a punto de empezar las fiestas. Pero, además, es la estación donde más se necesitan trabajadores.
Tenía razón a medias, pensó él. Era una época del año en la que había mucho trabajo, pero tenía intención de cerrar la empresa porque las rutas que servía no estaban dando beneficios.
___ lo miraba, esperando una respuesta. Justin tenía la impresión de que no estaba interpretando, que de verdad creía que no querría dejar a la gente sin trabajo en Navidad. Charles, en cambio, parecía satisfecho… sin duda pensando lo peor, algo que siempre le había funcionado en el pasado.
Y Justin maldijo en silencio, recordándose a sí mismo que su reputación era más importante que todo lo demás.
—___ tiene razón, las instalaciones seguirán abiertas hasta primeros de año.
Charles enarcó una ceja, sorprendido.
—¿Puedo publicarlo entonces?
Él asintió con la cabeza.
—Ah, qué interesante —dijo el periodista antes de alejarse.
—¿Por qué pensaría eso de ti? —le preguntó ___ cuando se quedaron solos—. Nadie sería tan malvado. Estamos casi en Navidad —añadió, tomando un sorbo de refresco—. Es mi época favorita del año, por cierto. En mi familia creemos que en las navidades, más es menos. Siempre compramos un árbol enorme que luego no podemos llevar a casa… el año pasado tuvimos que cortar las ramas de arriba porque no cabía por la puerta. Es que no parecen tan grandes en el almacén.
—Ya, claro —sonrió Justin.
—Y luego lo adornamos, hacemos galletas especiales… a mí me encantan los villancicos. Ashley y Vanessa empiezan a quejarse después de un par de días, pero yo sigo poniéndolos. Y, por supuesto, también vemos películas navideñas… ¿en tu familia seguís las tradiciones?
—No, no tenemos ninguna.
___ lo miró, sorprendida.
—¿Por qué no?
—Porque es un día como otro cualquiera.
—Pero es Navidad, no es un día cualquiera. En esa época del año las familias se reúnen, piden deseos, se hacen regalos.
—Eres demasiado ingenua. Deberías ver la realidad.
—Y tú deberías pasar algún tiempo escuchando villancicos. ¿No decoras tu casa?
Justin pensó en su lujoso dúplex y en la cara que pondría su ama de llaves si apareciese con un árbol de Navidad.
—Normalmente viajo en esa época del año. Me voy a esquiar o a alguna playa.
—¿Y tu familia?
—Sólo tengo a mi tío y él lo pasa estupendamente sin mí.
___ parecía desconcertada, como si estuviera hablando en un idioma extranjero.
—¿Vas a decirme que no os hacéis regalos?
—No, no nos hacemos regalos.
—Pero las tradiciones son importantes. Y estar junto a tus seres queridos…
—¿Has sido una romántica empedernida toda tu vida?
—Aparentemente, sí. ¿Y tú siempre has sido tan cínico?
—Desde hace décadas.
___ lo sorprendió riendo.
—Al menos lo admites. Dicen que ése es el primer paso para curar.
—A mí no me pasa nada.
—¿Quieres que hagamos una encuesta? Vamos a preguntar cuánta gente celebra las navidades de la manera tradicional y cuántos no y veremos quién de los dos tiene razón.
—Yo no necesito la opinión de nadie para saber que tengo razón.
—Tú no tienes que ir al gimnasio, ¿verdad? —sonrió ___ entonces—. Cargar con un ego tan pesado debe ser un ejercicio estupendo.
—Me mantiene en forma.
Ella rió de nuevo y el sonido lo hizo sonreír. Era más guapa de lo que había pensado al principio. Aunque también muy apasionada cuando olvidaba ser tímida y leal hasta el punto de ser tonta, como en el caso de su hermano. Pero en fin, todo el mundo tenía defectos. En el e-mail que le había enviado por la mañana le daba los datos sobre su vida, pero eso no le decía quién era ___ Johnson en realidad. En el sentido práctico, era la persona que necesitaba: una buena chica. Pero también era atractiva en muchos sentidos.
Sin pensar, Justin se inclinó un poco hacia delante y rozó sus labios. Ella se puso tensa durante un segundo, pero después se relajó. Su boca era suave, dócil…
Percatándose de que había gente alrededor se echó hacia atrás, pero al hacerlo vio un brillo de sorpresa en sus ojos.
—No habíamos quedado en besarnos —dijo ___ con voz ronca—. Creo que hará falta una cláusula especial para eso.
—¿La cláusula de los besos?
Ella asintió con la cabeza.
—Habrá que poner límites.
Justin rió.
—Oye, que no soy uno de tus alumnos.
—Pero eso no significa que no pueda mandarte al pasillo.
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Mensaje por Invitado Mar 22 Nov 2011, 1:52 pm

Justin llegó a tiempo al almuerzo semanal con su tío. Una tradición, pensó, mientras entraba en el restaurante. ___ se sentiría orgullosa de él.
Lawrence ya estaba allí, en la mesa de siempre, con un whisky en la mano.
—No te he pedido uno —le dijo, mientras estrechaba su mano—. No sé qué bebes en horas de trabajo.
Justin no se molestó en mirar la carta porque tomaba lo mismo cada semana y los camareros lo sabían.
—Buen trabajo —dijo Lawrence, señalando la carpeta que había sobre la mesa—. El artículo es muy positivo. Pero has dicho que no cerrarías las instalaciones de Indiana hasta después de las navidades y ahora no puedes cambiar de opinión.
—No lo haré.
—Esa chica parece interesante. ¿Cómo se llama?
—___ Johnson.
—¿De verdad es profesora de primaria?
—Sí —suspiró Justin—. Es exactamente lo que tú me pediste que buscase: buena chica, guapa, preocupada por su familia, inteligente.
—El periodista parece haberse quedado enamorado —Lawrence volvió a tomar su vaso de whisky—. ¿Cuánto tiempo vas a salir con ella?
—Hasta Navidad.
—¿Y es sólo una relación… profesional?
Justin pensó en el beso e hizo todo lo posible para convencerse a sí mismo de que sólo lo había hecho para que lo vieran los demás.
—No estamos saliendo, si eso es lo que quieres saber. La he contratado para hacer un trabajo, nada más.
—Me gustaría conocerla.
—Eres demasiado viejo para ella.
Su tío sonrió.
—Bueno, dejemos que eso lo decida ___ Johnson.
Pidieron el almuerzo y charlaron de trabajo mientras comían, como era su costumbre. De camino a su coche, el móvil de Justin empezó a sonar, pero cuando miró la pantalla no reconoció el número.
—¿Sí?
—Hola, soy ___.
—¿Algún problema? —le preguntó él. Tenían que acudir a una cena al día siguiente…
—No, pero es que vamos a comprar un árbol de Navidad esta tarde y he pensado que a lo mejor querrías venir con nosotras.
Justin miró el teléfono durante un segundo antes de volver a ponerlo en su oreja.
—¿Por qué?
—Porque es divertido y porque necesitas un poco de Navidad en tu vida. Pero si no quieres, no importa.
No quería. Y sin embargo, se encontró preguntando:
—¿A qué hora?
—A las cuatro, en mi casa. Supongo que no tendrás una camioneta que me puedas prestar. El árbol nunca cabe en mi coche.
—Tengo una flota de camiones, ___. Me dedico a eso.
—Ah, es verdad. ¿Podrías prestarme uno? No tiene que ser muy grande.
Justin se cambió el teléfono de oreja.
—Ah, entonces eso es lo que querías, que te prestase una camioneta. Yo no te intereso nada.
—No, bueno, debo reconocer que la camioneta es parte del interés, pero me gustaría que vinieras aunque no me la prestases.
—No sé si creerte.
—Yo no miento nunca.
—Bueno, está bien, nos vemos a las cuatro.
Justin guardó el móvil en el bolsillo de la chaqueta, sacudiendo la cabeza.
Las mujeres le habían mentido muchas veces. Mentían para conseguir lo que querían. Incluso juraría que a veces mentían por costumbre. Jasmine había sido la más mentirosa de todas. Le había dicho que lo quería y después lo había abandonado.

___ entró en su dormitorio para cambiarse de ropa. Normalmente se ponía unos vaqueros cuando volvía del colegio, pero aquel día no iba a quedarse en casa, iba a ver a Justin. Y, aunque se decía a sí misma que no tenía tanta importancia, aún no estaba del todo convencida.
En realidad, Justin Bieber la desconcertaba. La había contratado como acompañante para mejorar su reputación y eso no era algo que ocurriera todos los días.
Después de entrar en Internet para leer cosas sobre él había comprobado que de verdad estaba considerado uno de los empresarios más odiados del país. Pero también le había dado a Chris una segunda oportunidad… y la había besado.
El beso había sido absolutamente inesperado, pero no quería pensar en ello. Seguramente lo había hecho para que la gente lo viese, no significaba nada. Bueno, nada para él. Para ella había significado… otro cosquilleo.
No como cuando bailaban juntos. Ese cosquilleo había sido como de alegría, de sentirse a salvo. Pero cuando la besó fue como si la recorriese de arriba abajo, haciéndola sentir un calor inesperado en la entrepierna. Y ese cosquilleo había hecho que se preguntara cómo sería Justin en la cama.
«Déjate de tonterías», pensó mientras se ponía los vaqueros.
Claro que todos los artículos que había leído decían que era un hombre que cuidaba los detalles. Y ésa era una excelente cualidad en la cama.
___ suspiró, resignada.
Normalmente, ella no soñaba con hacer el amor con un hombre después de una sola cita. Especialmente una cita que, en realidad, no lo había sido. Pero algo había ocurrido cuando rozó sus labios. Algo maravilloso.
___ sacó del armario un jersey rojo con un dibujo de patos, pero antes de ponérselo se preguntó si debería elegir algo menos ancho y que le quedase mejor. Algo que hiciera que Justin la viese como…
¿Qué, como una mujer? Ya la veía como una mujer. ¿Como una novia? No, imposible. Sólo estaban fingiendo y no debía olvidarlo. Además, dos hombres le habían roto el corazón. ¿Quería hacer marca personal aumentando a tres el número?
Decidida, se puso el jersey. No, eso no iba a pasar. La cuestión era recordarlo.

—No vamos a adornar el árbol todavía —dijo ___, sentándose al lado de Justin en la camioneta—. Las chicas tienen cosas que hacer. Además, se supone que hay que dejar el árbol en el garaje un par de días antes de meterlo en la casa.
—¿Por qué? No es un cachorro. No tiene que acostumbrase a ir al baño.
___ soltó una carcajada.
—Creo que es por las ramas, tienen que recolocarse o algo así. He dejado un balde de agua en el garaje, lo pondremos allí en cuanto volvamos.
Justin había llegado a las cuatro en punto y llevaba un traje de chaqueta, de modo que había ido directamente desde la oficina.
—¿Estabas haciendo algo importante?
—Nada que no pueda esperar —sonrió él—. Mi ayudante se quedó sorprendida cuando dije que me iba.
—Imagina lo que pensaría si supiera dónde ibas.
Justin rió y ___ estudió su perfil mientras lo hacía. Le gustaba que tuviera unos rasgos muy masculinos; la algo ovalada, pero algo cuadrada,dándole un cierto toque elegante, la forma de su boca... ¿Volvería a besarla?, se preguntó. Si la besara a solas sabría que a él le había gustado tanto como le gustó a ella.
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Mensaje por Invitado Mar 22 Nov 2011, 1:55 pm

Pero era una locura. No podía pensar en Justin como un hombre con el que mantener una relación, era absurdo.
Lo malo era que ella quería un marido y una familia, pero lo único que tenía era un corazón roto y el miedo a que ningún hombre quisiera ser algo más que su amigo.
Justin detuvo la camioneta en el almacén, donde Ashley, Vanessa y Kami ya estaban esperando.
—Prepárate —le advirtió ___—. Estás a punto de encontrarte con la horma de tu zapato.
—No te preocupes, sé que puedo con ellas.
—Eso es lo que creen todos los hombres… antes de conocerlas. Pero ya estás advertido.
___ vio a Justin bajar de la camioneta y presentarse con una sonrisa.
—Ese artículo sobre ti en la revista Time en marzo era interesante —le estaba diciendo Vanessa, tan directa como siempre, cuando llegó a su lado—. La prensa te odia, ¿verdad?
—Son gajes de oficio —contestó él.
—Pero hay muchos empresarios en el mundo y no todos son tan odiados —señaló Ashley—. Aunque es verdad que la cobertura de la compra del camping de caravanas no fue justa. Le ofreciste a los residentes un trato digno.
—La cuestión es —intervino Vanessa— que si alguien piensa que no eres tan malo, seguramente son ellos. Pero la prensa sigue diciendo que eres un ogro.
—Soy un incomprendido —sonrió Justin.
—Ya, claro.
—¿Esto qué es, la Inquisición? —bromeó ___, intentando aliviar la tirantez del encuentro.
—Creo que tus primas tienen futuro como fiscales.
—Yo no estudio Derecho, sólo intento cuidar de ___. Todas lo hacemos, te lo advierto —dijo Ashley.
Justin tuvo que hacer un esfuerzo para ponerse serio. ¿De verdad aquellas dos universitarias estaban amenazándolo? No tenían ni dinero ni recursos. Y si se trataba de una guerra de voluntades, las dejaría mordiendo el polvo.
Pero no dijo nada de eso, claro.
—No necesito que me defendáis —suspiró ___, incómoda—. Justin, lo siento. No sabía que las mellizas se iban a abalanzar sobre ti.
—No se han abalanzado, no te preocupes —Justin se volvió hacia las chicas—. ___ y yo hemos llegado a un acuerdo, no tenéis nada que temer.
—Tienes que prometerlo —dijo una de ellas.
—Os doy mi palabra.
Aunque ___ y él tuvieran un acuerdo no había ningún riesgo porque él nunca se quedaba el tiempo suficiente con una mujer como para hacerle daño. La vida era más fácil de esa manera.
Cuando entraron en el almacén, las chicas se desperdigaron para buscar árboles, pero ella se quedó a su lado.
—Lo siento si te han ofendido.
—No, no. Las respeto por creer que pueden conmigo.
___ inclinó a un lado la cabeza, dejando que su cabellera ondulada cayera sobre sus hombros.
—No, no es verdad. Crees que son unas ingenuas.
—Eso también.
—Es una cosa de familia. Somos un equipo, como tu tío y tú.
Lawrence y él eran muchas cosas, pero no eran un equipo. Sin embargo, Justin asintió porque era más fácil que explicárselo.
El aire del almacén olía a resina de pino y había varios clientes, algunos hablando en voz alta para hacerse oír por encima de los villancicos que sonaban por los altavoces.
Mientras ___ miraba los árboles, él vio a las chicas comprobando el precio de uno en particular. Pero Kami negó con la cabeza y las mellizas suspiraron, disgustadas.
—Los techos de tu casa miden sólo tres metros. Aprende de errores pasados —le dijo a ___, al ver que miraba un árbol de cuatro o cinco metros.
—Pero es precioso —dijo ella, comprobando la etiqueta del precio—. Y carísimo.
—¿Cuánto querías gastarte?
—Menos de cuarenta dólares. Cuanto menos, mejor, la verdad. Hay almacenes más baratos, pero aquí traen los árboles ellos mismos. Además, para nosotros es una tradición venir aquí.
—Te gustan mucho las tradiciones, ¿verdad?
—Sí, me gustan. Es algo que hacemos todos los años.
Justin se sentía como Scrooge, el mezquino personaje de Cuento de Navidad. Lo único que él hacía año tras año era contar su dinero.
___ se detuvo delante de otro árbol, más pequeño.
—¿No es demasiado alto?
—No, yo creo que tiene la altura perfecta —murmuró ella. Pero valía sesenta y cinco dólares.
A Justin le hubiera gustado preguntar si veinticinco dólares eran tan importantes, pero debían serlo o ___, portavoz de las bondades de la Navidad, soltaría el dinero.
De modo que se excusó un momento para hablar con el propietario del almacén y, después de una conversación en voz baja y un intercambio de billetes, volvió con ___.
—Vamos a preguntarle al dueño si tiene algún árbol más barato.
—Los árboles de Navidad no están rebajados en esta época del año.
—¿Cómo lo sabes? A lo mejor les han devuelto alguno.
—Nadie devuelve un árbol en diciembre —dijo ella, mirándolo como si estuviera loco.
—¿Y si te equivocases? —sonrió Justin.
___ suspiró.
—Muy bien, vamos a preguntarle. Pero ya te lo digo: no hay devoluciones ni gangas en el negocio de árboles de Navidad.
___ se acercó al propietario del almacén y el hombre, que llevaba una camiseta con la cara de Santa Claus, señaló tres árboles, uno de los cuales era el que las chicas habían elegido.
—¿En serio? ¿Los han devuelto? —estaba diciendo cuando Justin se acercó.
—Sí, es algo que ocurre todos los años. ¿Cuánto mide el techo de su casa?
—Pues… tres metros —___ se volvió hacia sus primas, que acababan de llegar a su lado—. ¿Habéis oído? Estos árboles sólo valen treinta dólares. Están rebajados.
Por fin, eligieron uno de ellos y, con la ayuda del propietario del almacén, lo colocaron en la camioneta.
—Gracias, Justin —le dijo después, sentada a su lado—. No sé cuánto le habrás pagado, pero sé que lo has hecho.
—No, yo…
—En otra situación no hubiese aceptado el regalo, pero es Navidad y a las chicas les encantaba ese árbol, así que gracias. Justin iba a decir que él no tenía nada que ver, pero decidió encogerse de hombros.
—Tengo que volver a la oficina y estabas tardando mucho en elegir.
—¿Sabes una cosa? No eres tan mala persona —rió ___ entonces—. ¿Por que todo el mundo cree que lo eres?
—No tiene nada que ver con ser buena o mala persona sino con ser firme, enérgico. Y eso significa tomar decisiones difíciles.
También significaba depender sólo de uno mismo.
—No hace falta ser malo para ser fuerte.
—A veces sí —dijo él, mientras arrancaba la camioneta.
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~Seducida por un millonario.[Justin Bieber y ___.] {Adaptada.} - Página 2 Empty ~Seducida por un millonario.{11} <Maratón: 9/10>

Mensaje por Invitado Mar 22 Nov 2011, 1:56 pm

___ nunca había prestado atención a los libros sobre relajación o meditación. Su vida era muy ajetreada y no tenía tiempo para «fusionarse con el planeta». En los mejores días, sólo iba ligeramente retrasada en todo. En los días peores, la lista de cosas que hacer era interminable.
Pero ahora, sentada en el restaurante del puerto con los socios de Justin, mirando los nueve cubiertos que había alrededor de su plato, con la mayoría de los cuales no sabría qué hacer, deseó al menos haber leído algo sobre cómo respirar para evitar un ataque de pánico.
Sabía que había que empezar de fuera adentro y también existía la posibilidad de que los tres cubiertos que había sobre el plato fuesen para el postre. O tal vez para el queso y el café. El tenedor raro podría ser para el marisco… ¿pero para qué servían los otros tres?
La carta daba aún más miedo. Aunque estaba en su idioma y no en francés, todo lo que ofrecía eran productos de lujo: langosta, caviar y buey de Kobe, ___ sabía que era el más caro del mundo. Pero no pensaba pedir nada de eso, de modo que miró la lista de pastas.
—¿Estás bien? —le preguntó Justin—. Pareces nerviosa.
—No, no. Pero podríamos haber cenado una hamburguesa, este sitio debe ser carísimo —bromeó ella.
—No te preocupes por eso —rió Justin.
Su risa le gustaba cada día más, debía reconocerlo. Y estaba muy guapo con el traje de chaqueta oscuro. Justin podía ser el empresario más odiado del país, pero sabía llevar un traje de chaqueta.
—Es una cena de negocios y este restaurante es muy tranquilo, por eso hemos venido.
—También McDonald's está muy tranquilo a esta hora —dijo ella.
Uno de los tres camareros que los atendían se acercó a ___ entonces.
—¿Le apetece tomar un cóctel, señorita?
Ella vaciló, sin saber qué decir. ¿No sería más apropiado esperar el vino?
—Pues…
—¿Has probado el Cosmopolitan? —le preguntó Justin.
—¿Como las chicas de Sexo en Nueva York? No, pero me encantaría probarlo. ¿De verdad son de color rosa?
—Desgraciadamente —sonrió Justin, antes de pedir un Cosmopolitan para ella y un whisky para él.
Un hombre mayor se sentó entonces al otro lado de ___ y ella sonrió durante las presentaciones. Will Preston era el presidente de la mayor empresa de instalación de tuberías de la Costa Oeste, por lo visto.
—Encantado de conocerla —dijo el hombre—. ¿En qué trabaja, señorita Johnson?
—Soy profesora de primaria.
—Ah, entonces tal vez pueda contestarme a una pregunta: a mi mujer le encanta que los nietos se queden a dormir en casa y yo suelo leerles cuentos. Y no me importa hacerlo, pero es que siempre quieren que les lea el mismo cuento. Se lo leo y quieren que vuelva a hacerlo. ¿Puede usted explicarme por qué?
—El cerebro de un niño no está tan desarrollado como el de un adulto y no tiene una vida entera de experiencias, así que todo es nuevo para él —respondió ___—. Un cuento le ofrece la seguridad de algo que le es familiar y eso le gusta. Se siente conectado con algo que conoce y, además, seguramente escucha algo nuevo cada vez. Es una forma de aprendizaje y, además, con toda seguridad le gusta escuchar su voz porque pronuncia las palabras de forma diferente a como lo hace él. Todo eso lo asocia con usted, de modo que está creando recuerdos.
El hombre frunció el ceño.
—No tenía ni idea. Gracias, ___. A partir de ahora me gustará más leerles el mismo cuento.
—Espero que lo haga, es muy bueno para ellos. Dentro de treinta años, cuando estén leyéndoles cuentos a sus hijos, se acordarán de usted. Siempre será algo que han compartido con su abuelo.
—¿Ya sabes lo que vas a pedir? —le preguntó Justin, reclamando su atención.
—Estaba pensando tomar estos ravioli caseros… a las mellizas les encantaría que se los llevase en una bolsita. Les entusiasma la pasta.
Iba a seguir hablando cuando vio que Justin la miraba de forma extraña. ¿Por qué? Sólo era una broma, no iba a pedir que le diesen una bolsa con las sobras.
—___ me ha dado unos consejos estupendos —estaba diciéndole Will al hombre que se sentaba al otro lado y que lo miraba con cara de aburrido.
Y, aunque llevaba uno de los vestidos que había elegido Cameron, ___ se sentía fuera de lugar. Todo el mundo era mayor que ella y parecían conocerse unos a otros. Las mujeres reían y charlaban entre ellas…
En realidad, le gustaría estar en cualquier otro sitio. ¿Y si Justin decidía que no estaba haciendo bien su trabajo? ¿Cambiaría de opinión sobre el trato? ¿Sacaría a Christian de la clínica?
Pero no debía pensar esas cosas, se dijo. ¿Qué le importaba que todos fueran ricos y supieran cómo usar cada cubierto? Ella era inteligente. Tenía una carrera y un trabajo que le encantaba. Además, Justin Bieber la necesitaba para quedar bien. Si alguien debería estar preocupado por cambiar era él. En realidad, había tenido suerte de que aceptase acompañarlo.
—¿Por qué sonríes? —le preguntó Justin entonces—. ¿Estás borracha?
—¿Yo? Pero si apenas he probado el cóctel.
—No parece gustarte demasiado el alcohol.
—No, pero hasta yo puedo tomar un cóctel sin emborracharme.
—¿Me estás poniendo en mi sitio?
—¿Necesitas que lo haga? Te advierto que soy más fuerte de lo que crees.
Justin rió.
—Seguro que sí.

Aunque no había sido una cena demasiado agradable, ___ consiguió terminar sin tirar su copa, sin decir nada que lamentase después y sin quedarse callada. Había participado en una conversación sobre colegios concertados y había dado su opinión sobre el último estreno de cine, pero cuando todo el mundo se levantó para marcharse el camarero apareció a su lado con una bolsa.
—Para esas hambrientas universitarias que tienes en casa —dijo Justin cuando los demás invitados habían salido del restaurante—. Tres primeros platos y los postres. Así no intentarán encontrar tus bolitas de chocolate.
___ se quedó sorprendida y conmovida a la vez. Era un gesto muy considerado por su parte.
—Eres un fraude —le dijo, poniéndose de puntillas para darle un beso en la mejilla—. No eres malo en absoluto.
Justin le pasó un brazo por la cintura, pero cuando la besó no fue en la cara. No, buscó sus labios con una fuerza que la dejó sin aliento. Y no había la menor duda de lo que quería.
Estaba apretada contra él, no había forma de escapar, pero no sentía ningún miedo. No quería apartarse, al contrario. Sabía por instinto que Justin esperaría que intentase hacerlo y pensó que rendirse era la mejor manera de ganar.
En cuanto se relajó, él aflojó la presión de su brazo y, aunque siguió besándola, el beso era más burlón que otra cosa.
Pero cuando sintió la presión de su lengua abrió los labios y Justin la besó con una pasión que la dejó temblando. Echándole los brazos al cuello, se apretó contra su torso, disfrutando de su calor, de su fuerza. Le gustaba que fuese tan fuerte. Si Justin algún día se comprometía con una mujer, esa mujer estaría protegida para siempre.
Siguieron besándose, explorándose el uno al otro, excitándose. Y ella contestaba a cada caricia, a cada roce. Cuando Justin deslizó las manos por su espalda para sujetar sus caderas ___ sintió como si un incendio la recorriese de arriba abajo. El deseo era inesperadamente poderoso. Había besado a otros hombres, claro, pero ninguna de esas experiencias la había preparado para aquello.
Lentamente, casi con desgana, Justin se apartó.
—___…
No sabía si iba a recordarle que su acuerdo no incluía el sexo o a decirle que estaba jugando con fuego. En cualquier caso, sacudiendo la cabeza, tomó la bolsa y se dirigió a la puerta del restaurante.
No quería escuchar que no estaba interesado en ella. Esa noche no. En cuanto al peligro de jugar con fuego… sencillamente, era algo a lo que tendría que arriesgarse.
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~Seducida por un millonario.[Justin Bieber y ___.] {Adaptada.} - Página 2 Empty ~Seducida por un millonario.{12} <Maratón: 10/10>

Mensaje por Invitado Mar 22 Nov 2011, 1:58 pm

—Lo siento mucho, pero esta noche no puedo —suspiró ___, frustrada y preocupada. En realidad, disfrutaba de la compañía de Justin, pero empezaba a preocuparle el acuerdo—. Espero que lo entiendas, es una emergencia.
—Una contingencia que, al parecer, hemos olvidado en nuestro acuerdo.
___ no sabía si estaba enfadado o no y no quería preguntar.
—Es que la semana pasada han faltado muchos padres que deberían ayudar con los decorados de la obra de teatro…
—¿La obra de Navidad?
—Es el festival de invierno, Justin. Nosotros no promovemos una celebración en particular. En el colegio hay niños de todas las religiones.
—¿Y llamarlo «festival de invierno» engaña a alguien?
—Es lo más sensato —dijo ___—. Pero hay que construir muchos decorados, pintar… tengo que quedarme para ayudar. Además, estoy enseñando a los niños a cantar un villancico en el lenguaje de signos.
—Ah, muy impresionante. Muy bien, señorita Johnson. Llámame cuando hayas terminado. Si tienes tiempo, te llevaré al cóctel.
—Siento mucho tener que perdérmelo —insistió ella.
—Pero aún no sabemos si te lo vas a perder, ¿no?
—No somos muy habilidosos cuando se trata de construir decorados, Justin. Me temo que tendremos que estar aquí toda la noche.
—Llámame de todas formas.
Después de colgar, ___ se dirigió al salón de actos, donde los demás profesores y un par de voluntarios estaban dividiéndose el trabajo. Como lo más parecido a construir decorados que había hecho en su vida eran las clases de costura a las que había asistido el verano anterior, le asignaron la tarea de pintar.
Media hora después, todo el mundo estaba pintando, lijando y levantando decorados de madera. Pero quince minutos más tarde, cuatro tipos enormes con botas de trabajo entraron en el salón de actos. Todos con impresionantes cajas de herramientas.
La directora apagó la sierra mecánica y se quitó los guantes.
—¿Querían algo?
—Hemos venido apara ayudar con el montaje —contestó uno de ellos—. Nos envía Justin Bieber.
Los profesores se miraron unos a otros, desconcertados y ___ se aclaró la garganta.
—Justin es un amigo mío. Le dije que andábamos cortos de personal y… —intentaba parecer absolutamente tranquila, pero seguramente no estaba funcionando porque no podía dejar de sonreír.
La directora suspiró, agradecida.
—Estamos desesperados. ¿Han hecho alguna vez decorados para una obra escolar?
Los hombres se miraron.
—Dos de nosotros tenemos una empresa de construcción y los otros dos son pintores, señora. Si nos dicen lo que hay que hacer, nosotros nos encargaremos de todo.
___ sacó el móvil del bolsillo para llamar a Justin.
—Gracias —le dijo—. Qué sorpresa.
—Te necesito esta noche. Iré a buscarte a las cinco, pero hoy no terminaremos muy tarde.
___ quería decir algo más, quería que Justin admitiese que deseaba ayudarla. Pero algo le decía que no iba a reconocerlo. La cuestión era por qué. ¿Qué había en el pasado de Justin que lo hacía creer que ser amable y considerado con los demás era algo malo?
Tal vez era hora de descubrirlo.

—No lo entiendo —dijo ___ mientras metía la llave en la cerradura—. Es un banquero, tiene muchísimo dinero. ¿Por qué le importa tanto el tuyo?
—Los bancos ganan dinero con el de los demás —contestó Justin—. Prestándolo, invirtiéndolo. Cuanto mayor es la cuenta, más dinero ganan.
—Sí, bueno, eso ya lo sé.
Habían pasado las últimas dos horas soportando un aburrido cóctel. En teoría, era una reunión de trabajo para hacer contactos, pero pronto quedó claro que Justin había sido invitado para presentarle a un conocido banquero. Normalmente a él no le importaban esas cosas porque, en general, se aprovechaba de ellas, pero aquella noche no estaba de humor.
En lugar de estar atento a la conversación, había estado mirando el reloj y la pantalla del móvil.
___ tiró sobre el sofá el echarpe negro que llevaba y se inclinó para quitarse los zapatos, haciendo una mueca de dolor.
—No lo dicen de broma —murmuró—. Para estar guapa hay que sufrir.
En circunstancias normales Justin habría respondido al comentario, pero estaba demasiado ocupado mirando el escote del vestido, que dejaba al descubierto el nacimiento de sus pechos. Las curvas parecían lo bastante grandes como para que le cupieran en las manos…
Se preguntaba si serían suaves y cómo sabrían. Imaginaba su lengua haciendo círculos en sus pezones, chupándolos suavemente mientras ella gemía…
La imagen fue lo bastante vivida como para provocar una reacción en su entrepierna y tuvo que moverse, incómodo.
___ se irguió, dio un paso adelante y volvió a hacer una mueca de dolor.
—Creo que la lesión es permanente. ¿Cómo es posible que las mujeres lleven estos zapatos todos los días? Yo no podría soportarlo —suspirando, señaló una esquina del salón—. ¿A que es precioso?
Justin miró el árbol de Navidad al lado de la ventana. Prácticamente ocupaba la mitad de la habitación, con cientos de adornos cubriendo cada centímetro. ___ encendió las luces, que centelleaban a toda velocidad. No era algo que le hubiera gustado nunca y, sin embargo, había algo especial en ese árbol.
—Muy bonito.
—¿Has puesto uno en tu casa?
No, claro que no, pero no quería herir sus sentimientos. En lugar de contestar, Justin señaló la mesita de café, donde había un libro forrado con plástico.
—¿Qué es eso? —le preguntó.
___ tomó el libro, que parecía un manual de instrucciones.
—No lo sé… es de un congelador. Pero nosotras no tenemos ningún… —no terminó la frase, atónita—. No me lo puedo creer.
___ corrió al cuarto de la plancha, donde guardaba la lavadora y la secadora, y Justin la siguió. Cuando llegó a su lado, estaba abriendo la puerta de un resplandeciente congelador con los estantes llenos de alimentos.
Había paquetes de carne, pollo y pescado, un montón de pizzas congeladas, bolsas de verduras, contenedores de zumo y helado…
Lo miró todo durante un minuto, con la boca abierta. Luego cerró la puerta y se volvió hacia él con lágrimas en los ojos.
Justin había conocido a muchas mujeres bellas en su vida. Se había acostado con varias, había salido con algunas, había sido seducido por las mejores, incluso se había casado una vez. Pero ninguna de ellas lo había mirado como ___ Johnson, con una expresión de total felicidad.
—No tenías que hacerlo —le dijo.
—Lo sé, pero quería hacerlo. Se pueden comprar al por mayor, es más barato. Y sé lo que te gusta a ti una ganga.
—Es el mejor regalo que me han hecho nunca. Gracias —___ apretó su mano—. En serio, es maravilloso.
Justin apartó la mano porque no quería emocionarse. Él no se emocionaba, sencillamente.
—Sólo es un congelador.
—Para ti, para mí es otra cosa. Es algo de lo que ya no tengo que preocuparme, es una oportunidad de respirar tranquila.
Él había hecho muchos regalos en su vida: joyas, coches, vacaciones. Pero ahora se daba cuenta de que ninguno de esos regalos tenía la menor importancia. Nadie se había emocionado de verdad por algo que él le hubiese regalado. Tal vez porque ___ era una de las pocas mujeres que le había gustado de verdad.
Desear y gustar eran dos cosas completamente diferentes. Había decidido llegar a un acuerdo con ___ para mejorar su reputación de cara a los medios y conseguir que el consejo de administración lo dejase en paz. Pero ___ había empezado a gustarle de verdad. Y no sabía si eso era bueno o malo.
~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~
¡Aquí acaba la maratón! ¡espero que os haya gustado! ¡un beso!
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Mensaje por arizZ Miér 23 Nov 2011, 8:33 am

wa!! justin se esta enamorando de miii >.<
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Mensaje por arizZ Miér 23 Nov 2011, 8:34 am

wa!! me encanto
tu maraton

estuve genialllll
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Mensaje por arizZ Miér 23 Nov 2011, 8:35 am

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Mensaje por arizZ Miér 23 Nov 2011, 8:37 am

vamosss no la dejes asiiiiiiii
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Mensaje por arizZ Miér 23 Nov 2011, 8:38 am

siguela siguelaa
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