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El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Página 6 de 8. • 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8
Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
Yo amo como escriben estas señoras!julyALC escribió:HAHAHA ¿porque la dejas así? u-uFue uno de mis capítulos favoritos, yo simplemente estabaen shock porque aunque hubo partes en las que dije "nono" "eso no o si?" siempre fue un sexo muy dulce entre ambos. Y SI admito que no se besaron y ni si quiera se dijeron cosas bonitas pero es que aquí -o en ellos- los hechos hacen más que las palabras.Te juro que no tienes una idea cuanto me gustaría a mi escribir así, como lo hizo la autora, como manejo la escena fue estupenda porque en un solo capitulo y según yo calcule más de 900 palabras lo narró tan directo...Gracias por subir tere :3me encanta mucho :*
Son bien perras para escribir we!!
Esta parte del fic es buena oh, espera por lo que viene al rato:)
Invitado
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
HAHAHAHAHAH, EL GLADIADOR "MACHO" ES GAY WE, AHA, NO LO HABÍA PENSADO ASÍ!Rebeca. escribió:Fue perfecto y ya.
No puedo creer que al fin lo hicieron :D
El macho pecho peludo del gladiador en realidad era gay)? o HarrySexual)? xD
Me gusto mucho, fue de mas perfecto.
Sube cuando puedas.
Rebe se despide.
La sigo:)
Invitado
Invitado
Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
Hey, fue romántico a su forma, oh eso creo.Smile♡. escribió:SANTA MIERDA. ah. ¡Ya lo hicieron! Omfg. No fue tan romántico(? But Harry consiguió lo que quería e.e xd. Ay, pero tampoco hubo ni un besito :(( sfgjh. Me encantó.
Seguila pronto <3
Ah, gracias por leerlo:)
Invitado
Invitado
Capitulo 5
«Oh dioses».
¿Los caballos de carreras temblarían así cuando sometían el control de su poder a otro? ¿Confiarían en que su jinete los llevará a dónde querían ir, porque debían hacerlo?
Harry no le ordenó a Louis que parase. Temía que no le obedeciera. A continuación, el soberano, tendría que matarlo.
Y justo en este momento, prefería morir antes que decirle al gladiador que parara. Era sencillamente lo que Harry deseaba.
La palma de Louis se deslizó lenta y cálidamente por el brazo del mandatario. El toque hizo que se estremeciera de miedo y necesidad. El bárbaro trazó los duros músculos y elegantes huesos de Harry. Era el más ligero de los gestos, sin embargo, tan personal, tan poderoso.
La punta de los dedos acarició el dorso de los del soberano y rozó con ellos su brazo y su hombro.
La mano de Louis se deslizó por el cuello de Harry bajo su mandíbula para sostener la cabeza como podía sostener una copa.
El mandatario murmuró: —¿Cómo osas?
El gladiador habló, muy cerca a su espalda. Harry sintió su aliento mover su cabello —Irradias deseo.
«¿Lo hago?».
Movió la mano nuevamente, provocando un dulce calor sobre el hombro del soberano, y a lo largo de su brazo, erizando cada pelo de su cuerpo. Harry tenía miedo de él. Miedo de sí mismo.
Louis dio un paso más cerca. Sus ropas se rozaron. El soberano sintió el calor del otro cuerpo a lo largo de su espalda.
El gladiador movió el pelo de Harry de su nuca con un ligero roce de su mano que lo dejó sin aliento.
La primera suave pulsación de los labios en su nuca fue eléctrica. Louis rozó sus labios contra su cuello, enviándolo volando a una sofocante conmoción.
Entonces los duros y salpicados de cicatrices brazos del salvaje rodearon su cintura por detrás y lo atrajo al ras contra su duro cuerpo. El sexo del gladiador apretando contra su culo.
Louis soltó el pasador transversal que apretaba el cinturón de
Harry. Sus extremos cayeron libres. Ahora solo se mantenía por la presión entre sus cuerpos.
—Puedes morir por esto —susurró el soberano.
—Puedo —acordó.
Louis dio un paso atrás separándose de él. Harry sintió su ausencia como una herida. Su cinturón cayó a sus pies.
Entonces su túnica fue arrastrada hacia arriba. Levantó los brazos para que el gladiador, tirara de la sedosa prenda azul por encima de su cabeza. Cuando el tejido fue apartado, Harry se quitó su corona de oro y la arrojó a un lado. No iba a ser follado otra vez con su corona.
Antes de que pudiera darse la vuelta para hacer frente al bárbaro, ambas palmas de Louis se deslizaron por los costados de Harry, parando en la base de sus caderas y manteniéndolo en su lugar. El gladiador dio un paso adelante, cerrando el espacio entre ellos. Su vestida erección apretaba su desnudo culo. La respiración de Louis movió el pelo sobre su oreja. Harry miró hacia abajo, vio las manos de asesino sujetando sus caderas, los dedos enmarcaban su erección. La polla del mandatario se puso firme, completamente tiesa, esperando, rogando por el toque del salvaje.
Las puntas de los dedos jugaban en los bordes del pelo púbico de Harry.
Sus párpados se sentían pesados, cargados de deseo. Frunció el ceño con júbilo, mezclado con el más profundo temor.
Esto era irresponsable e irracional.
«No me importa».
La misma luz del fuego se congeló en anticipación.
Harry no cedía el control fácilmente. Como si algo lo rompiera, se rindió.
El señor del reino inferior gobernaba aquí. Pero no sólo su polla era demandante. En su fuero interno, también necesitaba esto.
Esta tierra bárbara tenía en su haber, un poder hipnótico.
Esto era imprudente. Era peligroso. Nada de eso cambiaba la realidad de este momento. Esto iba a suceder.
Harry se dio la vuelta para mirar con solemne ceño fruncido a
Louis. En su giro su sexo rozó la palma del hombre. Parpadeó ante el temblor que recorrió su cuerpo.
Sus ojos estaban entrecerrados. No podía soportar cerrarlos por completo, pero no podía soportar encontrarse con la mirada plena del gladiador. Pensaba que podría quemarle el cuerpo, y el alma.
El soberano levantó la mano hacia la boca de Louis, y le tocó los labios con sus dedos. Eran muy suaves. El gladiador llevó el dedo índice de Harry a su boca, rodeándolo con un húmedo calor sexual.
Los dientes de Louis se cerraron sobre uno de sus anillos, tirando del mismo hasta que se aflojo, y lo deslizó fuera del dedo con un arrastre lento de sus labios. El gladiador dejó caer el anillo en su mano. Regresó al dedo, tirando del otro anillo sacándolo y dejándolo caer. Pasó al siguiente dedo.
Harry llevaba un montón de anillos.
Louis volvió a colocarlo sobre la cama con cuidado esta vez.
Luego dio un paso atrás y se despojó de sus ropas. El soberano lo miró fijamente. Ardiendo.
Una sensación de peligro quemaba como brasa en la cintura de Harry.
Louis se arrastró sobre él y le acarició el cuerpo con su lengua.
Su pecho subía y bajaba inhalando profundamente. Miró hacia el parche en el techo. El gladiador lamió la parte interior de su muslo. La lengua llevó fuego líquido al pliegue de su ingle. Chupó sus huevos.
La última vez que habían estado juntos, Harry llevaba un anillo de pene. Louis remarcó su ausencia pasándole la lengua por el borde del glande en forma de bulbo, donde el anillo solía estar.
Dibujó círculos de fundente fuego alrededor de su polla. El deseo se declaró en la punta. El hombre lo lamió.
Grandes trazos de la aterciopelada lengua lo llevaron hasta el límite de la resistencia.
Y entonces llegó, Louis se levantó, dejando a su sexo rogando por su tacto.
Una serie de decorativos frascos de aceites perfumados habían sido colocados sobre una de las mesas de noche para el placer del soberano. El gladiador eligió uno que olía a sándalo. Louis llevó el frasco de vidrio hacia la mano del mandatario, como si éste fuera el que debía extender el aceite sobre su sexo.
Harry debería estar llamando a los guardias. Volvió la cara a un lado y cerró los ojos. Una protesta ridículamente débil, pero ahí estaba.
Louis derramó un poco de aceite en sus manos. Las aceitadas manos del salvaje sobre su polla, provocaron un gruñido ante el estremecimiento, tan ardiente como caminar a través de fuego. El cuerpo de Harry se estremeció con la lujuria. El latido de su corazón estaba desbocado. Exhalaba con fuerza, como si estuviera corriendo por su vida.
Las manos del mandatario recorrían el enorme pecho de Louis.
No estaba seguro de cómo llegaron allí. Sus manos simplemente se movían, sintiendo al hombre. Sus dedos se entrelazaron con el pelo del pecho, sintiendo la dureza de los músculos bajo la piel.
El gladiador levantó las caderas de Harry del colchón. El satinado deslizamiento de la polla en la hendidura entre sus nalgas le hizo recuperar el aliento. El sexo de Louis lo penetró con suave dureza, lenta y profundamente. Empujó su sexo dentro de él hasta la empuñadura. Sus huevos se presionaron contra las nalgas de
Harry.
Louis estaba fuera de los límites. El soberano debería resistirse.
Pero fue mucho más allá de eso. No había vuelta atrás. El bárbaro ya estaba allí. Harry sintió que su alma caía. Se dejó caer, con la boca abierta en silenciosos gritos.
---------------------------------
Los asesinos llegaron en la noche.
Louis había dejado a Harry agotado, y había caído dormido sin sueños. Se despertó con el choque de las espadas y los gritos de combate. No se sentía como si hubiera estado dormido mucho tiempo. El fuego de la chimenea se había convertido en una tenue luz rojiza bajo una capa de ceniza.
La puerta de su cámara se abrió de golpe. Los hombres que corrieron no eran sus guardias. Vestían el traje verde de los de élite de Kani. Había siete de ellos. El primer guardaespaldas del soberano, Louis, no estaba entre ellos.
Un guardia dejó caer una rodilla en apremiante reverencia, su puño sobre su acorazado pecho, su cabeza se inclinó brevemente, luego se levantó rápidamente para el asunto. —Ma dahn, tenemos que salir de aquí.
—¿Dónde están mis hombres? —indagó Harry, mientras se preguntaba qué demonios había bebido que no había oído nada antes. No se sentía del todo aturdido, no como si le hubieran drogado. ¿Así que, cómo podía haber estado durmiendo durante un ataque a la ciudadela? Saltó de la cama, desnudo. Agarró su fina túnica azul del suelo y un par de botas fuertes que había dejado junto a la puerta. Recogió todos sus anillos esparcidos sobre la alfombra y busco su cinturón alrededor. El fuego bajo proyectaba sombras en la oscuridad.
—Vuestros soldados están combatiendo a los salvajes, ma
dahn. Vamos rápido —dijo un hombre, sin darle tiempo a vestirse.
Otro guardia cruzó la habitación a grandes zancadas, dirigiéndose directamente a la puerta secreta. Levantó su camuflado travesaño, la abrió, sostuvo una antorcha en la oscuridad de la secreta escalera.
Harry se quedó inmóvil, abrazado a sus botas, su túnica y su cinturón. —¿Cómo pudieron entrar los salvajes?
—Los dejaron entrar.
«Un traidor dentro».
La audacia de los atacantes era increíble. Había una fuerza combinada, equivalente a dos guarniciones raenthe tras el muro de estacas, ¿y los hombres salvajes decidían entrar por la fuerza ahora?
Era aterrador.
«Estas salvajes no tienen miedo a morir».
No era de extrañar que Kani tuviera tan fuertes defensas. No habían servido. Estas gentes tenían que estar locas.
Harry gritó al muro que lo separaba de la cámara del gladiador. —¡Louis !
No obtuvo respuesta, excepto la del guardia sosteniendo la puta puerta para él. —No está ahí, ma dahn. No hemos podido encontrarle.
¿Encontrarlo? ¿Cuánto tiempo lo habían estado buscando?
¿Cuánto tiempo llevaba este disturbio sucediendo? ¿Dónde habían buscado a Louis?
¿Y dónde estaba el gladiador?
—¡Dese prisa, ma dahn!
Los hombres de Kani lo hicieron pasar por la puerta secreta, y bajar la sinuosa, y estrecha escalera de piedra descendiendo a la húmeda tierra. Olía a ser enterrado vivo.
La antorcha en la mano del líder emitía una tambaleante luz.
Harry tanteaba su camino a lo largo de las enmohecidas paredes de la escalera de caracol.
El espacio se amplió en el piso inferior. Una pesada puerta se abrió a la noche del desierto y a los caballos esperándolos. Desde el umbral se producía una caída de unos de palmos de altura hasta el suelo. Los guardias saltaron hacia delante a toda prisa, instando al soberano a seguirlos rápidamente.
Harry se hizo a un lado y se apoyó contra la pared de roca para ponerse las botas mientras el resto de guardias se desbordaban por la puerta y montaban con gran precipitación para alejarse. Le susurraron “dese prisa, dese prisa, dese prisa”. El mandatario se levantó y se aproximó a la puerta.
Un hombre lo esperaba, sosteniendo la brida de un caballo que estaba ensillado y listo para él. Grave y urgentemente, declaró:
—¡Ma dahn, no hay tiempo!
El soberano se detuvo en seco, inmóvil como una mula.
Contó los animales. Había tres caballos cargados de provisiones, siete jinetes montando cautelosos y mirando a su alrededor para que nadie se acercara, ocho caballos más estaban ensillados, con siete guardias en tierra ansiosos por montar y alejarse solamente si su soberano movía el culo.
La puerta secreta daba a un lugar apartado, detrás de la fortaleza donde la estribación de la montaña se unía a esta. El macizo se levantaba como una enorme e imponente mole negra, protegiendo la parte posterior de la ciudadela. Únicamente estrechos senderos conducían hasta ahí.
La luna estaba casi llena. Gorda y brillante.
El corcel ensillado que sujetaban para Harry estaba cada vez más inquieto. El caballo intentó tirar de su cabeza. La mano tatuada tenía un firme agarre bajo su hocico. El mandatario estaba retrasando su huida hacia la seguridad. Los hombres estaban desesperadamente impacientes por estar lejos. Intuía que si pudieran poner sus manos sobre el soberano, lo habrían hecho.
Debería salir y montar. Pero algo dentro de él se resistía.
Todas sus ideas giraban demasiado rápidamente para poder llevar a cabo una sola de ellas. Algo andaba mal. Algo andaba mal.
No podía explicar lo que estaba sintiendo. Algo andaba mal.
Se dio la vuelta.
—¡Ma Dahn! —Voces gritaron tras él.
Harry por encima del hombro dijo: —¡Esperadme! —Y se lanzó por las oscuras escaleras.
No iba a volver. Solamente quería que los hombres se quedaran donde estaban.
Subió como si tuviera alas, tanteando con la mano a cada paso. Sus fosas nasales se estrecharon con el aire frío y húmedo. Su corazón galopaba.
Irrumpió en su habitación, cerró la puerta y rápidamente echó el cerrojo secreto. Se echó la túnica por la cabeza, tomó su cinturón, y se aseguró de que hubiera una daga en la funda. Se puso los anillos y buscó su corona.
Un movimiento en la puerta le hizo jadear y sacar su daga.
Entonces estaba en los brazos de Louis. Fue un abrazo breve y desesperado. Luego el bárbaro, agarró una pesada capa y guio a
Harry a través de la puerta principal de la cámara que daba al pasillo que llevaba al gran vestíbulo.
Las antorchas estaban apagadas. La gran sala yacía sombría, en total oscuridad, el gran espacio se sentía despejado.
Los puestos de guardia en cada extremo del pasillo estaban desiertos. Los guardias que habían ido a la habitación de Harry no habían dejado atrás a nadie como retaguardia.
No había nadie en absoluto. Ningún enemigo. Ningún amigo.
El soberano siguió a Louis de cerca, como una sombra, por los anchos escalones de piedra. El gladiador se detuvo en la parte inferior, donde cabezas de dragones en silenciosos rugidos petrificados, remataban la barandilla de bronce.
Ahí había gente. No acechándolos.
Estaban tendidos. Muertos.
Harry pudo ver los cuerpos por el resplandor del fuego que se consumía en la gran chimenea.
Todos ellos eran bárbaros.
Louis abrió el camino hacia el otro lado de la gran sala, moviéndose cuidadosamente alrededor de los cuerpos de los salvajes y su bárbaro armamento. Harry miró para no pisar charcos de sangre, pero no había ninguno. ¿Los salvajes no sangraban?
El soberano reconoció a un hombre, el esclavo que había servido el vino en la cena. Y a otro esclavo que había llevado leña a su cámara.
Las armas de los bárbaros estaban esparcidas a su alrededor.
Había una lanza decorada con colas de armiño, y detrás de ella un hacha de combate con una cabeza de afiladas púas. Un carcaj con cuentas de diseño salvaje, yacía junto a otro cuerpo. Harry casi tropezó, pisando la correa del carcaj de cuentas.
Ningún raenthe yacía entre ellos ni hirieron a ninguno. Estos bárbaros eran esclavos y estaban todos bien muertos.
Harry cogió una espada.
Gritos y estruendo, con choques metálicos delataban una feroz batalla en otras partes de la fortaleza. El ruido venía desde el extremo oriental del recinto.
Otros sonidos provenían de la empalizada exterior, el rugir de los soldados. Los atacantes debían haber flanqueado a los guardias delanteros, y escabulléndose por las puertas de salida a las montañas de la parte trasera de la fortaleza.
Voces raenthe gritaban desde abajo que los dejaran entrar, mientras los sonidos de una furiosa batalla llegaban desde el ala este. El primer impulso de Harry fue abrir la empalizada para que los soldados que clamaban pudieran entrar.
Pero no sabía quién estaba detrás de esas puertas.
No podía organizar una campaña cuando no tenía ni idea de lo que estaba sucediendo. Podría terminar tratando de apagar un fuego con aceite.
Esta era la fortaleza de Kani. El gobernador debía saber cómo defenderla. Hasta que supiera lo que estaba pasando, debía permanecer fuera del camino del hombre.
Louis tomó la muñeca de Harry y lo llevó a la carrera al ala oeste, donde todo estaba tranquilo. Pasaron a través de la cocina, que estaba ordenada, tranquila y vacía. Un suave fuego ardía en el hogar. El atizador del fuego colgaba de su gancho. Ollas pulidas se situaban en fila. Cuchillos de pie en sus bastidores.
Louis agarró un saco de tejido y lo cargó con algunos alimentos, manzanas, carne curada y pan.
Luego abrió la marcha por la pequeña puerta que los esclavos utilizaban para deshacerse de las cenizas.
No había intrusos en ese lado de la ciudadela. Tampoco había guardias. Todo el mundo debía haber corrido hacia los sonidos de combate.
Louis y Harry siguieron el estrecho camino de cabras que descendía recorriendo el sendero de rocas hasta los pies de la montaña. Rodearon un redil. Un perro guardián salió gruñendo. Se quedó en su lado del cercado para ovejas, babeando, mostrando sus colmillos y el pelo del cogote erizado, sin atreverse a dar un paso fuera del corral.
Los pastores no estaban ahí.
El camino zigzagueaba en una tortuosa ruta sobre el cuerpo de la fortaleza de roca hasta un uniforme nivel con varios asentamientos hacia el oeste.
Louis lo llevó al trote.
Harry lo siguió. Era como estar en un terremoto. Harry necesitaba salir del recinto y esperar que el mundo dejase de temblar antes de que pudiera volver a entrar y ver como habían acabado las cosas. Era lo correcto. Pero salir corriendo no era fácil para él.
Era una tortura resistir su instinto guerrero de cargar hacia el fragor de la batalla. Odiaba ser de un rango en el que su cabeza era de más valor que el brazo de la espada. Los viejos gobernantes eran sabios en este tipo de cosas y lo aceptaban. Harry era lo suficientemente joven como para querer luchar. Su deber le exigía que huyera. Un buen general sería el que entrara en la batalla sin saber nada del campo de batalla, los números, el enemigo, nada.
Cuando había sido un soldado, siempre había palabras de código para separar al amigo del enemigo. No conocer las palabras podía significar morir a manos de un amigo. Podía hacer que mataras a un amigo.
Conocer al enemigo era vital. Harry no conocía a su enemigo.
Siguió a Louis.
Se detuvieron en un huerto de olivos centenarios, en una elevación del terreno, a algo de distancia de la ciudadela. Los troncos de los retorcidos árboles eran más anchos que diez hombres. Hojas estrechas colgaba de sus torcidas ramas. Era un buen lugar para pasar desapercibidos.
El bárbaro guardó algunas aceitunas en una bolsa que llevaba a la cintura, como si esperase estar aquí por un tiempo.
Harry podía ver la oscura mole de la ciudadela desde ahí.
Parecía impenetrable.
La noche del desierto era fría.
El soberano temblaba, no del frío, y no precisamente de miedo. Era un temor más profundo. La ira.
Se acostó a esperar el amanecer. Tenía la capacidad de un veterano de la batalla para obligarse a dormir en el infierno.
Louis se acostó con él y lo empujó contra su calor. Colocó su gruesa capa sobre ellos.
Harry durmió unas pocas horas bajo las estrellas.
Los sueños se le acercaron. Cosas por debajo de su conciencia burbujearon a la superficie.
Estaba en un campo de batalla. Sus compañeros estaban muertos, agarraban sus espadas y ballestas. Oyó gemidos de los heridos.
Se sentó sudoroso con los ojos abiertos.
—Caballos —dijo.
Escuchó a Louis agitarse. No estaba seguro de si el gladiador en algún momento se habría dormido. Su voz sonó bajo la capa. —
¿Está soñando, ma dahn?
—Sí —dijo Harry.
El mandatario se puso de pie y caminó hasta el borde del huerto. Vio la ciudadela. La luz del fuego le hizo un guiño en las ventanas de la torre. El aire de la noche movió su pelo. Habló sin darse al vuelta.
—Louis, ¿dónde estabas cuando vinieron a mi cámara?
—Me atrajeron fuera. —Sonaba enojado—. Únicamente para perseguir señuelos. Al igual que todos los demás.
El gladiador, el primer escolta del soberano, lo había dejado solo.
Harry miró la luna de poniente. Tal vez faltara una hora para que amaneciera.
—Vamos a volver —dijo Harry.
—No —dijo Louis.
La daga de Harry no estaba en la vaina de su cinturón. No era una sorpresa. Se había figurado ya, que estaba siendo secuestrado.
Harry siempre había sido rápido corriendo. No permitió que la niebla de incredulidad ni la indecisión lo detuvieran. Así que consiguió una buena ventaja corriendo a través del olivar a toda velocidad.
No duró mucho. Veloces pasos de largas zancadas lo alcanzaron, y de repente fue empujado hacia delante sobre el suelo con un “wow” expulsado al aire.
El soberano se giró antes de que Louis pudiera asegurar la presa. Harry pateó y golpeó, retorciéndose bajo el peso del gladiador que lo aplastaba. Le propinó un puñetazo bajo la barbilla que hizo que se mordiera la lengua, pero nada peor que eso.
Louis agarró sus manos cuando intentaban arremeter contra sus ojos, y le inmovilizó las muñecas por encima de su cabeza, manteniéndolo sobre su espalda bajo de su mayor masa corporal.
Harry tenía una erección, pero realmente mantenía una dura lucha en esos momentos contra sí mismo.
El gladiador encajo una rodilla entre sus piernas para evitar que siguiera pateando y retorciéndose bajo su agarre. El pecho de Harry subía y bajaba, presionando contra el pecho de Louis.
El soberano estaba sorprendido, enojado, decepcionado de estar en esta posición, pero no asombrado. La parte racional de su mente, que había estado manteniendo bajo la superficie, emergió jadeante para decirle que se lo había dicho.
Harry podía hacer un solo movimiento a la izquierda, uno ineficaz. Hincó con su talón en el hueco poplíteo del bárbaro.
—Eso duele —dijo Louis.
—¿Sí? —dijo Harry.
—Ma dahn, ¿te gustaría ser golpeado hasta la inconciencia? —
Le preguntó.
El soberano reposó jadeando. El rostro de Louis se cernía por encima del suyo en la oscuridad. Harry vio un brillo en sus ojos, saboreó su aliento, sintió a su corazón golpeando contra su pecho.
—¿Supongo que piensas que la lealtad a tu tribu hace que esto no sea traición?
—Eso es lo que pienso —contesto—. Y es la verdad.
—A otro perro con ese hueso —dijo Harry tan altivamente como pudo estando sobre su espalda—. Me hiciste un juramento.
—Mi lealtad a mi propia tribu me permite mentir a nuestros enemigos.
—No sólo mentiste, hiciste un juramento —argumentó en voz baja despreciativamente—. Eres un traidor. Eres un reptil.
Louis ignoró las palabras del mandatario. Como si Harry fuera un perro. O un idiota.
—¿Qué vas a hacer conmigo? —exigió el soberano.
—Lo mismo que me hiciste a mí —respondió Louis —. Te llevo a casa para que “mi pueblo” te juzgue.
Harry no cooperaría. No caminaría. Si Louis optaba por dejarlo inconsciente, bueno, podría intentarlo. Tan pronto como pudo moverse un palmo, se deslizó por debajo del cuerpo del gladiador rodando, se puso en pie y huyó. Y fue rápidamente apresado.
Louis le ató sus muñecas y tobillos con tiras de cuero sin curtir.
Obtuvo unas pocas mordidas con marcas que lo demostraban.
Cuando trató de levantarlo sobre sus hombros para llevárselo,
Harry pateó, se retorció y se dobló de un lado a otro con su musculoso peso. El bárbaro lo dejó caer.
Trató de arrastrar a su prisionero por sus pies, pero pataleó.
Este iba a ser un largo viaje.
Louis hubiera preferido no hacerlo, pero se apoderó de una piedra y amenazó al soberano con ella.
Los golpes en la cabeza eran peligrosos. Podría matar a su prisionero antes de que pudiera llevarlo a juicio. Y necesitaba ser juzgado.
Harry no prestaba atención a ninguna de las amenazas. El hombre era intrépido, tenía que reconocerle eso. No iba a ir tranquilamente. El soberano no era grande, pero era alto, firmemente musculado y sólidamente constituido, y pataleaba como un felino en una bolsa.
Louis lo volvió a dejar caer y se puso a confeccionar una cuerda con la que pudiera arrastrarle.
El amanecer había llegado desapaciblemente gris.
Harry se orgullosamente acomodó. Escupió hojas de olivo de sus labios y sacudió hacia atrás su exuberante cabello rizado. Habló altivo, como si estuviera coronado y sentado en su trono. —Dijiste que conocías a la tribu que me atacó en Witch’s Cleft.
—Sí —dijo Louis, trenzando fibras silvestres en una soga. Las infernales cosas se partían cuando las retorcía—. Los Kiriciki.
—Llévame con ellos.
Louis detuvo lo que hacía. —¿Qué clase de truco es este?
—Nos no engañamos —dijo el soberano, usando ahora el plural mayestático.
Aun cubierto de polvo, Harry nunca le pareció tan formidablemente regio. Había acero en el hombre.
—¿Qué esperas obtener de los Kiriciki? —preguntó Louis.
—Quiero preguntarles cómo sabían de mi venida a las tierras salvajes y por qué me atacaron en el paso.
—Si te llevo con los Kiriciki, podrían simplemente terminar lo que empezaron —le advirtió Louis.
—Como lo estimen conveniente —dijo Harry—. Llévame a ellos y caminaré contigo.
Louis, parpadeó sorprendido. Estaba a punto de preguntarle si era sincero. Pero podía ver que el soberano iba extremamente en serio. Más de lo que se daba cuenta. El gladiador quería conducirlo a hasta su propia tribu para enjuiciarle, pero empezaba a dudar de su capacidad de llevarlo hasta allí con vida. Decidió que una sentencia ante los Kiriciki sería igual de buena.
—Júramelo —le pidió el bárbaro.
—Lo juro —contestó Harry. Realmente, enfadado era una increíble belleza varonil, con sus negros esmeraldas destellando. Ojos que no sabían mentir—. Y mi palabra tiene un valor.
Eso le hirió. Por mucho que trató de quitarle hierro a sus palabras, sintió el mordisco de éstas. Se dijo a sí mismo que su lealtad era incuestionable, no obstante, había jurado en falso.
Estaba seguro de que Harry, ahora no mentía.
El gladiador, no ató al soberano raenthe.
Fiel a su palabra, Harry no lo había ejecutado. Tampoco hizo ningún movimiento para recuperar sus armas.
El mandatario ordenó: —Adelante.
Louis recogió las provisiones que había tomado en la cocina de la fortaleza y se puso en marcha. Harry lo siguió.
Después de un corto trecho, el soberano, exclamó: —Este no es el camino de regreso hacia el paso.
—No vamos a volver allí.
—Me dijiste que me llevarías a la tribu que me atacó en el desfiladero —dijo Harry.
—Las tierras kiriciki son amplias. Yo te entregaré a la Pastora de los Kiriciki. No te llevaré por ningún trayecto cerca del camino de los raenthe o de Witch’s Cleft.
—Entonces, ¿a dónde me llevas?
—Allá arriba.
El gladiador señaló con la cabeza hacia delante. En el horizonte, una meseta alta se encontraba bajo un manto de sombrías nubes.
Louis nunca le había dado mucho crédito a los cuentos sobre el servicio del soberano durante la guerra. No podía imaginarse al elegante hombre como un soldado. Había esperado que esta flor de palacio se marchitase en las hostiles tierras salvajes.
Harry florecía en este severo país. Vivía cada momento, admirando las pequeñas maravillas, como las estrellas y meteoritos, los amaneceres, los cantos de los pájaros, el color de las piedras preciosas, los colores del desierto, las formaciones de nubes. Y era un experto cazador. No es que Louis le hubiese dado armas. El mandatario fue letal arrojando un palo. Trajo un conejo de grandes orejas para la cena, e hizo el fuego para cocinarlo.
El tercer día, un lastimero sol arrojaba una fría luz sobre un lúgubre pantano. Puntas dentadas de carbonizados troncos sobresaliendo del agua estancada, era todo lo que quedaba del bosque que alguna una vez creció allí.
El soberano vio como se tensionaba la piel de los anchos hombros de Louis como si fuera un caballo en estado de alerta. Al bárbaro no le gustaba este lugar.
—Quítate los anillos —dijo el bárbaro.
Harry le dijo: —No te voy a dar mis anillos, traidor.
—No me importa si te los metes por el culo. Solo escóndelos.
Y de pronto el cinturón de cuero de Louis estaba cerrándose alrededor del cuello de Harry. El gladiador lo ajustó y cerró el puño sobre el cabello de su coronilla. Antes de que el soberano pudiera exigir saber lo que estaba haciendo, los hombres salieron del pantano.
La palma abierta de Louis le cruzó la cara cuando este abrió la boca para protestar.
Louis le gruñó al oído: —Si quieres vivir, no digas ni una palabra.
La mejilla le escocía. Pero su mandíbula estaba ilesa. El golpe había sido un impacto superficial únicamente para que se escuchara y aparentase. Harry captó el significado. No importaba de qué lado estuviera el bárbaro, sus palabras eran ciertas, si quería vivir, no debía decir una palabra.
Las criaturas del pantano gruñeron. El soberano leyó el hambre en sus toscos rostros. Todos ellos babeaban por su fina túnica y sus fuertes botas, y por Harry en sí mismo. Era joven, limpio, y místicamente bien parecido.
Mostraron sutiles sonrisas al ver a un refinado pavo real raenthe inclinado en el extremo de la correa de un hombre del desierto.
Louis tiró del cinto. Gruñó en voz alta en una lengua bárbara.
Harry reconoció las palabras. —Sigue así, perro.
—Bastardo —siseó Harry entre dientes.
Los bandidos estudiaban a su presa. El soberano los examinaba de vuelta. Contó doce, pese a que podía haber más en vanguardia sin ser vistos entre los tenebrosos árboles. Le gritaron algo a Louis en la misma lengua bárbara. Él les respondió.
El mandatario capturaba una palabra de tantas. Los bandidos mostraban miradas marrulleras y sonreían con podridos dientes, diciéndole todo lo que necesitaba saber.
Querían a Harry. Sus ropas, sus botas. A él.
Desde atrás, una mano le agarró groseramente la nalga y la apretó. Su talón se disparó elevándose. La mano se retiró demasiado pronto para que hubiera contacto. El bandido sonrió como un perverso muchacho, uno de dientes muy podridos, aliento rancio, y putrefacta barba estropajosa.
El peligro estaba latente. Esos hombres no serían amables ya fuera con un raenthe o con el pueblo de Louis. Aquí se encontraban en el filo de la navaja, tanto Harry como el gladiador.
Louis rugió en la cara de Harry. Su voz sonaba como un rotundo regaño. Ese tono de voz era para que la gente del pantano lo escuchara. Ellos no entendían las palabras que le dijo en el idioma raenthe. El tono de las palabras ocultaba el verdadero mensaje. —¡La daga está en mi cinturón! ¡Si esto se va al infierno, úsalo para eliminar a los dos hombres que están detrás de ti! ¡No te des la vuelta! ¡Te avisaré cuando debas hacerlo!
El gladiador se volvió hacia los bandidos, actuando como si acabara de poner a su perro en su lugar.
Harry se quedó muy cerca del hombre, casi se tocaban.
Vigilaba su espalda, listo para pelear a su lado, como hermanos de armas. Eran superados en número, pero Louis era un campeón gladiador, y él mismo era letal como un gato montés.
El soberano comprendido las siguientes palabras. Un bandido pregunto a Louis —¿Cómo conseguiste eso?
Harry era “eso”.
—Lo conseguí en una apuesta —respondió Louis —. Esta cosa apostó más oro del que tenía. Ahora es mío. No creo que tengáis suficiente para comprarlo.
El mandatario podía asegurar que los bandidos no estaban pensando en una compra.
Por fin, las criaturas del pantano dejaron pasar a Louis con su posesión.
—¿De qué tribu eran? —preguntó Harry cuando ya no podía ver a la gente del pantano.
—De ninguna —dijo el bárbaro—. Son parias. Forajidos. Alimañas.
—Nos seguirán —afirmó Harry—. Están esperando a que nos durmamos.
—Lo sé —dijo Louis —. No lo vamos a hacer.
El gladiador reprendió la marcha a un ritmo lento pero con grandes zancadas hasta que la tierra se hizo más firme, no tan empapada. Áreas de pastos y unos pocos verdaderos árboles crecían allí. Louis y Harry estaban saliendo del pantano. El soberano le dijo:
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
(...)
—Ya puedes quitarme esta correa.
—No —respondió el hombre.
Y Harry lo apuñaló con la mirada, Louis le explicó: —Las alimañas están todavía en las sombras.
—¿Dónde?
—Un rastreador sabe cuando le están siguiendo.
—No los veo —dijo Harry.
—No lo harás. Estas no son tus tierras.
—Por ley, lo “son” —argumentó el soberano.
—Mantén tus ilusiones, tirano. Solo no bajes el ritmo. —Louis tiró de la correa.
—Estás disfrutando de esto, salvaje.
Louis lo miró a los ojos. —Sí.
—Yo no —dijo Harry.
—Puedo verlo, ma dahn.
Ambos siguieron su camino mucho después de la puesta del sol para poner tanta distancia como pudieran entre ellos, y el pantano. Las nubes se habían levantado. La luna brillaba.
Llegaron a un territorio más asentado, un oasis en la dura tierra. Fresca hierba crecía espesa bajo sus pies. Casas de piedra se asentaban aquí y allá, espirales de humo escapaban de sus chimeneas.
Louis le quitó la correa.
Harry escucho a una jauría de perros de caza ladrando, persiguiendo algo al otro lado del pantano.
El otro extremo del oasis los llevó de nuevo a tierras baldías.
El viento del desierto, dejó caer el pelo de Harry sobre su frente. La puesta del sol resplandecía como el oro y el bronce fundido. El horizonte opuesto yacía envuelto en majestuosa oscuridad.
Delante de ellos, el altiplano, ahora estaba ominosamente cercano. Era el lugar donde Harry conocería su perdición.
Harry y Louis se detuvieron en un campamento nómada instalado en la llanura. Los nómadas eran hospitalarios pese a lo poco que tenían. Les dieron comida y bebida a dos extraños. Su tienda de pieles de antílope tenía una apertura en la picuda parte superior. Varias familias se sentaron alrededor del fuego en su interior, bebiendo y hablando.
El soberano se quedó en silencio, observando serio. Louis no podría llamarlo mal humor. Harry no fue grosero con sus anfitriones.
Eran un grupo agradable.
Una pequeña niña se encorvaba sobre un nido de pájaros. Los ojos de Harry oscilaban entre las arrugadas caras de los nómadas.
Le parecía entender que la conversación actual era sobre la niña, pero no tenía ni idea de lo que los adultos decían.
Louis se inclinó hacia un lado para decirle en la lengua raenthe,
—La niña, piensa que el huevo está a punto de eclosionar.
—¿Es verdad? —preguntó Harry.
—Esta cocinado.
Ninguno de los adultos parecía dispuesto a iluminar a la esperanzada niña.
La pequeña se inclinó con su oído muy cerca del huevo, escuchando concentradamente, conteniendo la respiración, y esperando que en cualquier momento se escuchara un polluelo moviéndose.
Harry sigilosamente se acercó por detrás de su cabeza, se volvió y golpeó muy ligeramente la cáscara del huevo con la uña para hacer una pequeña marca.
Rápidamente le agarró su mano cuando la niña se enderezó con un grito de asombro.
Los nómadas se rieron. Harry se encogió sobre sí mismo, con los hombros encorvados, culpable.
Los adultos hablaban sobre él. La niña se le acercó en un simulacro de furia, golpeándolo con los lados equivocados de sus mal formados puños. Ella terminó acurrucada sobre el regazo de Harry, riendo hacia él. Los adultos sonrieron, sus ojos se abrieron con admiración formando arrugas en sus comisuras.
—La niña dice que eres hermoso —le dijo Louis —. Y la mujer te pregunta si estás prometido.
Un hombre nómada se acercó para apretar su bíceps, probando su dureza. El hombre dio un guiño a los otros con el ceño fruncido en aprobación, diciéndoles que el hermoso hombre era bastante fuerte.
Harry parecía nervioso, sus ojos se desplazaban alrededor del anillo de sonrientes nómadas. —Louis, sácame de aquí.
Al bárbaro le costó trabajo no sonreír. —Sí, ma dahn.
Louis consiguió un conjunto de ropas nómadas para Harry intercambiándola por su túnica azul ribeteada en hilo de oro.
Mientras el mandatario se vestía con la áspera camisa y los polvorientos pantalones, le informó que su túnica estaba destinada a convertirse en el vestido de boda de la niña.
Harry lo miró alarmado. —No estoy comprometido, ¿verdad?
—No —dijo Louis —. Les dije que estabas prometido. —Y entonces volvió a la cruda realidad, le recordó al soberano. —Y lo estás.
Harry estaba comprometido con la muerte.
Cuando se separaron de los nómadas, le ordenó a Louis : —Diles que deben irse lejos de aquí. Los hombres de Kani saldrán a por sangre. Si el gobernador piensa que estoy muerto, no le importará de quien sea la sangre que se vierta.
—Ya se lo he dicho —dijo Louis con una punzada de pesar.
Incluso caminando hacia una muerte segura, Harry actuaba como si fuera el soberano, como si tuviera el poder. Y con su imaginario poder, velaba por la seguridad de la gente del desierto.
Harry había sido justo. El gladiador sentía como si se hubiera tragado un trozo de incandescente carbón.
El camino era empinado y rocoso hasta la meseta. Subieron con la luz de la luna. En la cumbre, se acurrucaron en el pajar de alguien, para las últimas horas de oscuridad. Hacía más frío aquí arriba. No habían hablado desde que se separaron de los nómadas.
—¿Estás prometido? —preguntó Louis.
—No —dijo Harry.
—¿Por qué no tienes consorte?
—Diría que es obvio —contestó el soberano. No puedo prometer lealtad, cuando no la puedo dar.
—¿No habrá herederos? —preguntó Louis.
—No soy un príncipe —dijo Harry—. A nadie le importa si tengo o no descendencia. Mi reino no es hereditario.
—¿Ganaste el puesto por méritos propios? —preguntó Louis.
—Sí. De hecho, lo hice.
-------------------------
Harry, el hombre, podía hacerle una mamada, pero el soberano se quedaba al margen, distanciado. En el sexo, Louis sentía que el mandatario se reservaba algo. Le daría su cuerpo e incluso su alma, pero no su responsabilidad ante su pueblo.
Era más que una figura pintoresca. Era mucho más fuerte de lo que el gladiador había imaginado.
—No eres lo que pensaba que eras. —Louis no había querido hablar en voz alta.
—Ni tú tampoco lo eres —contestó Harry. Parecía decepcionado.
Permanecieron juntos en silencio por un rato, el cuerpo de Louis en cuchara detrás de Harry. Le acarició el pelo. Sus dedos rozaron la longitud de la erección del soberano, burlándose de él.
Finalmente Harry levantó las caderas. Empujó con el hombro, dio un codazo y se giró sobre sí mismo, encarando a Louis. Sus manos descansaban sobre el corazón del bárbaro. Se sentían bien allí.
Intercambiaban respiraciones, sus labios se rozaban con un ligero toque, casi un beso.
Louis todavía tenía aceitunas del huerto de olivos. Aplastó algunas en su mano.
El mandatario se quitó la ropa.
El gladiador ahuecó las bolas de Harry, acariciándolas suavemente. Cuando el hombre se retorció mucho más que preparado, Louis lentamente comenzó a extender el aceite de las olivas entre sus nalgas.
Harry, sentía a su cuerpo resonar expectante bajo el toque del gladiador. Cuando Louis apretó un dedo profundamente, él respondió lanzando un gemido de placer.
Louis lo rodó de nuevo y tiró de él, apretándolo con los brazos alrededor de su exquisito cuerpo, un brazo alrededor de sus hombros, su otra mano enjaulando a su ingle.
La polla del bárbaro anidaba firmemente entre sus nalgas. Se meció, deslizando su sexo de arriba y abajo de esa dulce hendidura, deseando entrar.
Murmuró una advertencia en la parte posterior de la oreja de
Harry —Espero que no imagines que te dejaré libre si me complaces.
—Nunca pasó por mi mente. —El soberano pasó la lengua por el brazo que lo sostenía—. Esto no tiene nada que ver con complacerte. Eso sí, no hables. Quiero fingir que eres alguien que no eres.
—¿Quién pretendes que soy?
Harry movió su culo contra la erección de Louis. —Mi gladiador. Valiente y auténtico.
—¿Crees que no soy valiente o fiel a mi pueblo?
—No lo eres. Un hombre valiente, no me hubiera hecho un juramento en falso.
—Me habrías ejecutado si no lo hubiera hecho.
—Los valientes están dispuestos a asumir la muerte —le dijo el soberano— Solamente uno de nosotros es un cobarde.
Harry tenía razón en una cosa. No debería haber hablado.
Ahora Louis estaba enojado.
No eran amantes. Pero el amor no era necesario para follar.
Las palabras del soberano no significaban nada para él. Louis sólo debía follarlo.
Sacó de un tirón su brazo de debajo de Harry y lo empujó. Su pecho, su abdomen, su sexo, todo su ser, sintió frío y vacío donde la caliente piel del hombre había conectado.
Se levantó y tiró de sus pantalones cerrándolos, indignado, demasiado enfadado incluso para el sexo. Enojado con Harry y consigo mismo. Caminó hacia la noche. —Complácete a ti mismo.
....................................
Holaa!!!
Siento mucho haber tardado como mil años, pero han pasado bastantes cosas y así, y la que menos me dejo fue que mi Internet es una porquería..
Estaba tratando de contestar sus comentarios pero estas gentes me estan apurando para irme (mi familia)
Bueno acá les dejo este capitulo que es el #5, espero que les guste y así:)
Muchas gracias por leer el fic, y para los que leen alguna otra adaptación, cuando llegue actualizare todas:)
Sale, feliz domingo:))
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
HolaEddyStylinson escribió:Me ha encantado el capitulo -bc, Smut 7u7- Aunque esperaba un beso salvaje, pero eso ya sera despues -eso espero-
Creo que Louis tomara "represarias" por asi decirlo, con Harry, diciendole cuan intocable parece en el trono pero lo sumiso que fue en la cama. Me encanto cuando vio sus reflejos y miro a Louis viendo donde estaban entrelazados *o* Creo que esa parte fue muy romantica :')
Espero que la sigas pronto :D
Oh y una preguntita, Seguiras Primavera? Te lo iba a preguntar alla pero me parecio mas probable que lo vieras aqui :B
¡Y yo tambien soy de Culiacan! *------* Es fabuloso, al fin otra LS aqui :'D
Muchas gracias por leerlo!:)
ahahahah, hey que genial que seas de culiacan!! AH, solo sabia de otra plebe, ohh esto es genial:)))
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
Afortunado el muy cabron. ahahaha, lo de la cadenita es la onda:)Debby escribió:No lo supero ni en 30 años, pero sobre todo no supero la cadenita en la cintura, me lo imagine, demasiado gráficamente.
Asi que Harry obtuvo exactamente lo que queria. Que tipo afortunado, we
Seguila pronto por favor! bye ♥
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
Empieza a complicarse las cosas para louis, pobre idiota.Debby escribió:No va a poder entregarlo cuando el momento llegue, no se va a atrever.
O quizas si, pero se va a arrepentir a tiempo.
porque "le cae bien" ah que JAJAJAJ
Seguila pronto por favor, bye ♥
Ah, la sigo:)
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
WEEEEE, ah pasado un chingo de tiempo y no había podido por que, mi pinche Internet es una porquería, y no sirve muy bien, el wey agarra cuando quiere, y los del jodido megacable aun no se han dignado a venir a arreglarlo, aparte tuve unos shows acá en mi casa y bueno, bye ya!julyALC escribió:Lo he leído... al fin & cada vez esta historia me sorprende, porfavor sube pronto :3 me gusta demasiado :') circulo oratorio para que tu hermana te preste la compu & no llegues cansada de trabajar para que se pueda :3 siempre lectora, tere!!! graciasssss
La seguí, después de mil años, espero que te guste:)))
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
Ah, Louis agarro monte cuando le dieron la oportunidad de ir con Harry. Y ahora se le complica todo por que le cae bien. Ah esto es muy lindo:)BlahBlahBlah escribió:AJA! Sabía que tenía que haber algo malo, todo parecía muy bueno para ser cierto, todo muy fácil y sin problemas pero la verdad es que Louis planea traicionarlo. Aunque seguramente no va a poder, si ya le cae bien y le atrae no va a poder. No puede así como así reprimir un sentimiento, o sea. Ingenuo, ah
En fin, seguila pronto :) Bye!
Muchas gracias por leerla!
La sigo
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
Hola.memiabril escribió:Ok, probablemente no debería decir esto y puede que poraí exagere y no venga al cas, pero estuve leyendo un par de tus comentarios (cofcofChusmaCofcof) y estoy indignada: ¿cómo es que nadie, en todas estas cinco páginas, te reconoció lo GENIAL, BRILLANTE, EXCELENTE, PERFECTO, que logras ENCAJAR esas metáforas y descripciones? NUNCA, y repito que nunca, leí semejante escenario de descripción de manera tan prolija, perfecta y no repetitiva, casi única me atrevo a decir. Estoy simplemente asombrada y no puedo entender cómo es que nadie te reconoce semejenta impecable trabajo que, obviamente, lo explotás con mucho éxito.
Espero no te suene raro, simplemente he quedado encantada y, si bien la historia es una trama muy poco usual y difícil de desarrollar, siento que has dado en el blanco. Todas tus expresiones sobre el asunto encajan como todas las partes del mundo en un solo fic.
No sé qué más decir, estoy muy fascinada y ni siquiera estoy escribiendo la cuarta parte de todo el reconocimiento que mereces, pero prometo que si seguís explotando esto igual de bien, me esmeraré más en el próx. cap-
En fin, besotes con amor, :D. Gracias por tan agradable lectura.
Ah, todo eso que dices son palabras para la autora, este es el único libro que eh leído de ella, pero es bien genial, y muy bueno:) Muchas gracias por leer la adaptación:)))
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
Ah es la noticia del año, le cae bien. Ah vamos ya un paso adelante con estos:)Rebeca. escribió:''Le cae bien''
''Le cae bien''
''Le cae bien''
¿Enserio? Osea que no se lo jodio por amor si no que por venganza y el muy maldito lo va a dar(?
Igual ni creo que lo haga, lo protegió ahora sin saber nada y bueno, esta genial. Siguela pronto.
Adiós.
Muchas gracias por leerla, espero que te guste este próximo capitulo:)
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
hahahahahaah, we los finales felices son bonitos cuando sufren la mayor parte del fic!julyALC escribió:Si... que se atreva pero a llevarlo a la cama no ha matarlo. De todos modos no creo que vaya entregarlo, capaz a la mera hora termine defendiéndolo o diciéndole la verdad & le ayude a escapar en un caballo. Miiiiierda... espero que termine así, porque amo los finales felices. Ayyyy que este es uno de los capitulos donde tuve más misterio que otras veces. Ese kani no me da buena espina lo juro, es un cabrón. No quiere volver a casa. PFF MIERDA!! Tere se que te dije en twitter "ahorita vuelvo" xD me vine a leer jajaja es que no aguante ya me conoces :3 Gracias por subir :roll: Hasta la vista beibi ;)
Pero aveces el final trágico y cruel es lo mas hermoso del mundo!
uuuuh tu crees que se lo valla a coger?
Bueno, muchas gracias por leerlo, la sigoo!
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
hahahahaha las putas estaban dando show, y el como tomando nota para cuando este con Lou.Debby escribió:todo suena muy corrupto ahi, no me gusta para nada ese gobernador y su gente :S
Harry no puede ser mas obvio, todos con las putas esas y el ignorandolas olimpicamente.
Dios, no me quedo claro el final, necesito el proximo capitulo :|
Seguila pronto por favor, bye!
hahahah, la sigo:)
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Re: El gladiador del soberano. (Larry Stylinson) Terminada.
Pero Harry sonaba como si estuviera agarrando los talentos de las putas para ponerlos en practica con Louis.EddyStylinson escribió:Omaiga! El capitulo estuvo bueno! Aunque no me gusto mucho cuando estaban en el comedor teniendo sexo, fue como Iugh, sexo heterosexual .-.
Y el gobernador no me es de confianza!
No estendi el final, tendran sexo o va a matarlo?! D:
¡Siguela pronto! Saludos c:
El bato da una mala impresión. Ah es la pregunta, lo va a matar, o se lo va a coger.
Gracias por leerla!:)
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