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Una mujer insignificante
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: Una mujer insignificante
CAPÍTULO 22
Cuando “TN” se despertó, aún no había amanecido. Parpadeó varias veces hasta acostumbrarse a la escasa iluminación del cuarto. La vela que había sobre su mesita de noche se había consumido casi por completo. Giró la cabeza y se encontró con JOE. En su cama. ¡Sí, lo que había ocurrido tan solo unas horas antes no había sido un sueño! Él estaba despierto, recostado de medio lado y apoyado sobre un codo. La miraba y ella se sonrojó intensamente.
–¿Cuánto tiempo llevas despierto? –le preguntó.
–El suficiente –JOE le sonrió.
–¿El suficiente para qué? –quiso saber. Él estaba despeinado y desnudo bajo las sábanas y su aspecto era magnífico. Sus ojos somnolientos, sus labios curvados en una sonrisa sensual, todo él la maravillaba.
–El suficiente para memorizar tu cara cuando estás dormida – le dijo. Ella se sonrojó aún más. No dijo nada y él frunció el ceño–. ¿Te arrepientes de lo de anoche?
–No –su respuesta fue rápida y contundente–. ¿Te arrepientes tú?
–Te aseguro que nunca me he alegrado tanto de hacer algo –sonrió abiertamente y sus ojos se llenaron de picardía–. Además, me alegro de que disfrutaras tanto.
“TN” abrió muchos los ojos, sorprendida. Supo que estaba burlándose de ella y no cayó en su juego. Sonrió también con picardía.
–Tampoco te creas que disfruté tanto…
–Ya lo creo que sí. Debe de haberte oído gemir hasta mi cochero –le dijo él. La joven fue entonces consciente de que el cochero aún seguía esperando a la puerta de su casa. Se tapó con el embozo de las sábanas, muerta de la vergüenza.
–¡Dios mío! –murmuró.
–Vamos, no pasa nada… El problema será evitar que el anciano señor Walpole nos moleste con sus peroratas. Tratará de que nos casemos cuando se entere de esto y será muy difícil convencerlo de nuevo de que no queremos casarnos –comentó el Coronel con malicia, queriendo ver la reacción de ella ante sus palabras. El rostro de “TN” se volvió duro de pronto.
–¿Crees que voy a ser tu amante? ¿Eso es lo que crees? –resopló–. Yo no soy de ese tipo de mujeres.
–¿De qué tipo de mujeres? ¿De las que hacen el amor con un hombre sin estar casadas? Me temo que sí lo eres, “TD”. Por si no te has dado cuenta, anoche hicimos el amor y no estamos casados.
Ella lo miró enfadada. ¿Estaba él de broma o hablaba en serio? No lograba saberlo y eso la enfadó aún más. “Sé valiente, pon las cartas sobre la mesa”, se dijo a sí misma.
–Yo creí que tu propuesta de matrimonio seguía en pie –la voz de ella era firme. Él elevó una ceja.
–No, no sigue en pie. Te lo dije en el Hogar de Miss Rollington, por si no lo recuerdas…
–Oh, vamos, déjate de tonterías –le espetó de pronto. ¿Acaso creía él que ella era tonta? El modo en el que le había hecho el amor y cómo la estaba mirando cuando se despertó… Al Coronel le gustaba y, pensó ilusionada, no era descabellado soñar con que podría llegar a enamorarse de ella. Además, estaba convencida de que jamás le habría hecho el amor si no pensara en el matrimonio–. Sé perfectamente que tu propuesta sigue en pie. Estás deseando casarte conmigo, en realidad.
La carcajada de él retumbó en la habitación. Adelantó una mano y le quitó a “TN” un mechón que le caía en la cara.
–Confías mucho en ti misma, muchachita…
–No –le dijo ella–, confío en ti.
Él se puso serio de pronto y permaneció unos segundos en silencio, como si estuviera pensando las palabras que iba a decirle a continuación.
–¿Qué ha cambiado, “TN”? ¿Por qué ahora quieres casarte conmigo? –él la miraba tan fijamente que casi no parpadeaba. Ella tardó en responder.
–La muerte de la prima Del me ha cambiado. La vida es demasiado breve para dejar escapar las cosas que merecen la pena. En cuanto a por qué quiero casarme contigo, es simple: me gustas mucho y creo que podemos llevarnos bien. Me gustas tanto que puedo pasar por alto el hecho de que no me ames.
JOE frunció el ceño. Pasaba por alto el hecho de que no la amara… Ella no era del tipo de mujer que se acostaba con un hombre sin sentir nada, ni era el tipo de mujer que se casaba con un hombre sin sentir nada… Y ahora le decía aquello: pasaría por alto el hecho de que él no la amara. No había dicho que pasaría por alto el hecho de que no se amaran el uno al otro. Una señal de alarma estalló en su pecho. ¡Dios, cómo había podido ser tan estúpido! ¡Eso era lo que se le escapaba! ¡Ese era el motivo del rechazo de la joven, estaba enamorada de él y creía que no era correspondida!
–“TN”, tú me amas, ¿no es cierto? –después de hacer la pregunta contuvo la respiración. Ella se quedó tan anonadada por sus palabras que no pudo pronunciar ni un simple monosílabo, simplemente asintió. Bien, ya estaba completamente desenmascarada ante él, completamente desnuda y no solo físicamente.
En cuanto ella asintió, él salió de la cama dando un salto. Se pasó la mano por el pelo, nervioso, y maldijo varias veces. Estaba furioso y ella no entendía el motivo de su enfado.
–¡Maldita sea! ¿Te haces una mínima idea de lo que he pasado? Me volvía loco pensando qué había tan malo en mí para que me rechazaras una y otra vez… ¡Mierda, “TN”, estabas dispuesta a tirarlo todo por la borda por orgullo, por no decirme lo que sentías! –miró a su alrededor–. ¿Dónde está mi puñetera ropa?
JOE se movía desorientado por la habitación. Estaba desnudo y sus magníficos músculos se realzaban con la luz tenue de la vela. “TN” se incorporó en la cama.
–¡No me digas que vas a irte! –casi le gritó.
–¡Por supuesto que voy a irme! Me has tratado peor que a un insecto y eso que me amas. Dios, me pregunto qué habrías hecho si no sintieses nada por mí. ¿Sabes lo que me has hecho pasar? –él agarró su ropa en un puñado y se dispuso a salir del cuarto.
–¡JOSEPH JONAS, te prohíbo que salgas por esa puerta! –le gritó ella. JOE dio dos zancadas hasta la cama con los brazos en jarras.
–¿Quién demonios te crees que eres para prohibirme nada? –rugió.
–Tu actual amante y tu futura esposa. Además te quiero, así que algún derecho tendré a prohibirte que hagas idioteces, digo yo –ella lo miró de arriba abajo. El rostro masculino pasó del enfado a la diversión, pero seguía con los brazos en jarras.
–Puede que esa postura sea intimidadora cuando estás vestido, pero ¿sabes lo ridícula que resulta ahora que estás desnudo? Deja de hacerte el ofendido y dime lo que me dijiste en casa de Miss Rollington, vamos –ella parecía impaciente.
–Eres una bruja –le dijo él, sin cambiar de postura y con una enorme sonrisa en el rostro.
–Vamos, repíteme lo que me dijiste en casa de Miss Rollington –ahora las palabras de ella sonaban casi como una súplica.
–Te dije muchas cosas aquel día. ¿Qué quieres que te repita exactamente? –ella se puso de rodillas en la cama, con su espléndida desnudez frente a él, y lo atrajo hasta que ambos quedaron muy cerca.
–Dime que vas a cuidar de mí –dijo ella.
–Está bien –él parecía divertirse con aquello–, cuidaré de ti.
–Dime que me serás fiel.
–Te seré completamente fiel –él sonreía abiertamente.
–Dime que dedicarás tu vida a hacer que no me arrepienta de haber aceptado casarme contigo.
–Dedicaré mi vida a hacer que no te arrepientas de haberte casado conmigo, ¿algo más? –ella negó con la cabeza–. ¿Satisfecha, entonces?
–Por ahora sí –la joven le sonrió y su sonrisa iluminó el corazón del Coronel.
–¿Y tú que me prometes a mí? –le preguntó él. Ella lo pensó durante unos segundos.
–Prometo amarte siempre como te amo ahora, incluso cuando te enojes conmigo y no te lo merezcas. Prometo serte fiel. Prometo cuidar de ti. Prometo decirte las verdades a la cara. Pero sobre todo, prometo hacer que cada mañana te levantes con una sonrisa.
Él se había emocionado. Tenía un enorme nudo en la garganta y le costó hablar después de haber escuchado esa declaración.
–Bueno, si me lo pintas así, no tengo más remedio que casarme contigo –sonrió, pero un instante, después se puso serio–. ¿Podré confiar en ti, entonces, “TN”? ¿Confiar ciegamente?
–Claro que sí –le aseguró ella–. ¿Por qué te cuesta tanto confiar?
A esto no iba a responderle. ¿Confiaba en ella? Sí. ¿Ciegamente? Era difícil. Su propia madre le había mentido. ¡Su propia madre! Y jamás había querido reconocer que lo que le había dicho York era cierto. Ella siempre había asegurado que aquello era mentira, que él era hijo de JONAS.
–Hay algo –dijo él–, algo que algún día te contaré, más adelante, cuando estemos ya casados y me sienta completamente seguro de… –ella no lo dejó terminar.
–¿Cuándo estemos casados? Es decir, no confías en mí ahora –el rostro de “TN” era serio.
–Sí confío en ti, pero hay cosas que…
–No, no confías en mí. Si confiaras en mí, me lo dirías ahora mismo, me abrirías de par en par tu corazón –sentenció la joven.
–Vamos, “TD”, no seas chiquilla. No es tan fácil.
–¡Ya sé que no es fácil confiar! ¿Crees que ha sido fácil para mí suplicarte ayer que subieras a mi cuarto? ¿Entregarme a ti sin estar casados ha sido fácil? Pero confié ciegamente en ti, sabía que si me rechazabas era porque no te gustaba. Sé que tú nunca me harías daño a propósito. Pero si al final acababas en mi cama, eso significaba que yo te importaba, aunque sólo fuera un poquito.
JOE la miraba atónito. ¿Qué ella le importaba un poquito? Ella era el centro de todo su universo. ¡El centro de su vida!
–Pero tú no quieres dar ese paso. No quieres arriesgarte –ella parecía desilusionada y él temió que diera marcha atrás, que se arrepintiera de la boda. “TN” era así, actuaba impulsada por su corazón, no por el qué dirán ni por la conveniencia. El miedo a perderla pudo más que el miedo a que se supiera su secreto.
–No soy un JONAS –soltó de pronto. Ella lo miró sin comprender–. Mi madre fue amante del último administrador, el Teniente York. Él es mi verdadero padre, me lo dijo justo antes de morir.
“TN” permaneció en silencio. Aquello no podía ser. Ella había visto algunos retratos del padre de JOE en la galería que daba al jardín y el parecido entre ambos era evidente.
–¿Estás seguro? ¿Tu madre qué te ha dicho? –los ojos femeninos mostraban incredulidad.
–Admite que fueron amantes, pero niega todo lo demás –la amargura de su voz caló en el corazón de la joven–. Asegura que mi padre es JONAS.
–¿Y por qué no la crees?
–Vamos, “TD”, ¿la creerías tú?
–No lo sé, pero al menos la hubiera dejado explicarse. Seguro que tú no le has dado ni siquiera esa oportunidad.
–Es que no hay nada más que desee saber sobre ese asunto –frunció el ceño. Ella extendió la mano y le acarició el rostro.
–Pero quizás deberías… –él la interrumpió.
–No, por favor, “TD”, no te metas en esto. Te lo he contado para que sepas hasta qué punto confío en ti, pero no quiero que interfieras.
–De acuerdo, está bien… Pero quita esa cara de tristeza –lo besó con dulzura en la mejilla. Él sonrió.
–No sé cómo consigues ponerme siempre de buen humor –él tomó la cara de la joven entre sus manos y la besó en los párpados y después en la boca, tan delicadamente como si ella se pudiera romper.
–Bueno, a veces también te he puesto de muy mal humor, JOE.
–Cierto –respondió él, fingiendo que se ponía serio. Después resopló–. Dios, odio esto, pero debo irme. Está a punto de amanecer y si alguien ve mi carruaje aquí a estas horas…
–¡Oh, no! ¡No quiero que te vayas! –“TN” se abrazó a él y recordó una vieja canción que siempre tarareaba una de las criadas de Aldrich Park:
No llegues, madrugada,
no cantéis, gallos,
que eso indica la hora
a la que se irá mi amado.
Ella observó con tristeza cómo se vestía JOE y se despidió de él a los pies de la escalera. “Yo tampoco quiero irme”, le había dicho él, y parecía sincero. ¿Puede que sintiera más cosas por ella de las que “TN” creía? Era difícil saberlo, pues a pesar de la declaración de la joven, él no había dicho cuáles eran sus sentimientos.
PEZA
Re: Una mujer insignificante
CAPÍTULO FINAL
Las semanas pasaron volando y, antes de que se dieran cuenta, había transcurrido un mes. Los Walpole habían estado pasando una temporada en Londres y el Coronel y “TN” esperaron a su regreso para comunicarles a todos que se casarían a principios del verano. El Coronel organizó una velada en su casa con ese motivo.
–La señorita Murray y yo nos casaremos el próximo mes –dijo con una sonrisa de oreja a oreja, tan ilusionado y feliz como nunca antes lo habían visto. “TD”, a su lado, tomada de su brazo, también sonreía. Recibieron la enhorabuena de todos los presentes y las mujeres se llevaron a “TN” hacia la sala contigua para preguntarle por los preparativos de la boda. El Coronel se fijó en Timothy Walpole, que miraba insistentemente a alguien. Siguió su mirada y descubrió que el joven miraba a Carrie Potts y que esta también le dirigía algunas miradas de soslayo. Se acercó a él, sacándolo de su ensimismamiento.
–Enhorabuena, Coronel –le dijo Timothy–. La señorita Murray es una joven estupenda.
–Lo mismo puede decirse de la señorita Potts –comentó maliciosamente JOE.
–¿Cómo dice? Creo que no le comprendo…
–Sí que me comprende, Walpole –el Coronel sonrió.
–No, no lo comprendo. Sabe tan bien como yo que voy a heredar todos los bienes de mi tío y que es mi obligación casarme con una de mis primas. No voy a desampararlas. ¿No es acaso lo que usted ha hecho con la señorita Murray?
–En absoluto, Walpole –respondió el Coronel–. No me caso con “TN” porque haya heredado la propiedad de su padre, sino porque simple y llanamente la amo. Usted no está obligado a heredar, ¿o sí? Llegado el momento puede renunciar a esa herencia en favor de sus primas. Me consta que no necesita herencia alguna para vivir bien…
Timothy Walpole iba a responderle algo, pero la madre del Coronel asomó la cabeza por la puerta del salón y le dijo:
–JOE, querido, ven a socorrer a la pobre “TN”. La están volviendo loca con tantas ideas para la boda.
El Coronel se despidió de Timothy con una leve inclinación de cabeza y siguió a su madre.
*
–¿Qué quieres como regalo de bodas? –le preguntó JOE. Acababan de hacer el amor y estaban abrazados en la cama. Desde la primera vez que se habían acostados juntos, él iba cada noche a casa de la joven y se escabullía antes del amanecer.
–No quiero nada –dijo ella.
–Vamos, seguro que hay algo que deseas. Sea lo que sea es tuyo, te doy mi palabra –insistió el Coronel. Ella pensó durante unos instantes.
–¿Puedo pedirte cualquier cosa, por difícil de conseguir que sea? –él asintió–. Bien, entonces quiero que hables con tu madre y que le des la oportunidad de explicarse.
–Eres una tramposa, “TD” –él mostraba su malhumor. Se revolvió en la cama, incómodo.
–Sí, de acuerdo, soy una tramposa, pero ¿vas a hacerlo o no? –la joven se apoyó sobre un codo para mirarlo de frente.
–Te he prometido que te daría lo que quisieras, ¿cuándo he faltado yo a una promesa? –ni siquiera el hecho de que “TN” lo hubiera besado con verdadero agradecimiento mejoró su humor. Lo último que deseaba era hablar con su madre de ese tema.
*
Madre e hijo estaban en el despacho de este último. La anciana jugueteaba nerviosa con un pañuelito que tenía sus iniciales bordadas con hilos de plata.
–¿Y bien? –dijo el Coronel.
–Albert York y yo estábamos enamorados, pero mi padre lo hubiera matado antes de dejar que me cortejase porque carecía de fortuna y de un gran apellido –se detuvo unos instantes–. Por eso decidió ir a Birmania con el ejército, para tratar de hacer fortuna. Mientras estaba fuera, tal vez porque yo era débil, mis padres me convencieron de que él jamás regresaría del extranjero y de que lo mejor para mí era aceptar la proposición de uno de los grandes terratenientes de Inglaterra, Casimir JONAS. Nos casamos, pero no nos queríamos. Tampoco puedo decir que fuese malo conmigo porque no es cierto. Era indiferente, un extraño con el que apenas hablaba.
Cuando puso un anuncio en el periódico buscando administrador, Albert se presentó y yo tuve miedo a evitar que fuera contratado. Me paralicé, no supe qué hacer. Quiero que sepas que durante mucho tiempo, mi relación con Albert fue totalmente correcta, hasta que tu padre comenzó a pasar largas temporadas en Londres y a pasear a sus amantes sin ningún pudor y a plena luz del día. Caí en la tentación, lo reconozco, pero la historia no duró demasiado. Unos cuatro meses. Me arrepentí, no por respeto a tu padre, sino porque lo estaba haciendo por despecho. Yo ya no amaba a Albert. Aquel amor de juventud se había apagado con el paso del tiempo. Puse fin a esa relación con gran esfuerzo porque Albert se negaba y me sentía tan incómoda teniéndolo cerca que convencí a tu padre de que contratara como administrador a un primo suyo que estaba arruinado. Como nunca había congeniado con Albert, me hizo caso y éste no supo que yo había sido la causante de su despido. Pero tú tenías unos recuerdos maravillosos de Albert, de cuando eras niño, y cuando el primo de tu padre trató de robarnos, volviste a llamarlo. Para mí fue un infierno. Para él, la gloria, pues te tenía cerca. Estaba loco, JOE, el rechazo lo volvió loco y reconozco que yo me sentía culpable. Se obsesionó con la idea de que eras su hijo, a pesar de que tú naciste un año después de la última vez que él y yo nos vimos. ¿Desde cuándo una mujer tiene un embarazo de doce meses? Además, Albert era rubio de ojos claros, al igual que yo, ¿cómo es que tú has salido tan moreno y te pareces tanto a Casimir? ¡Pues porque él es tu padre! ¡Eres un JONAS, hijo! Eso es lo que he tratado de hacerte comprender todos estos años. Ódiame por haberle sido infiel a tu padre, pero no inventes culpas que no tengo para odiarme más.
–No lo comprendo. No lo comprendo, de verdad…
–Por favor, hijo… –él la interrumpió.
–Déjame solo, tengo que pensar. Todo esto me parece una locura. ¿Casimir era mi padre? –la anciana asintió, se levantó del sillón y se dirigió a la puerta.
–¿Mamá? –ella se detuvo en seco y miró a su hijo–. Yo nunca te he odiado. No podía perdonarte el engaño, pero si no me engañaste, si Casimir es mi padre, no tengo nada que perdonarte. Lo que mi padre y tú hayáis hecho con vuestra vida, los amantes que hayáis tenido, es cosa exclusivamente vuestra.
La anciana contuvo las lágrimas de felicidad y se preguntó por qué su hijo, precisamente en ese instante, había querido escuchar toda la historia. ¿Sería influencia de la señorita Murray? Aquella muchacha era una bendición.
*
Después de miles de preparativos, llegó la víspera de la boda. Los JONAS, “TN” y la señorita Potts habían ido a comer a casa de los Walpole. La conversación estaba muy animada y Violet interrumpió lo que estaban diciendo con su habitual entusiasmo.
–¡Dios mío, no se van a creer de lo que me he enterado en Londres! ¿Recuerdan a la señorita Laura Barry? Su familia está completamente arruinada. Los acreedores los han expulsado de su casa y no se han podido llevar nada. Dicen que se han marchado al norte, a Gales, a casa de unos parientes.
La exclamación fue generalizada.
–Pobre señorita Barry –dijo el anciano señor Walpole, siempre tan bondadoso–, pero a una muchacha bonita como ella no le costará encontrar un buen partido con quien casarse. Dudo que haya un solo hombre sobre la tierra que la rechace.
–No había vuelto a acordarme de la señorita Barry. Es cierto que cuando regresé de Abershire ella ya no estaba aquí –dijo “TN”.
–Sí, una cosa de lo más curiosa –comentó Violet Walpole–, se marchó la misma noche que usted, casi sin avisar, como alma que lleva el diablo y sin querer dar explicaciones.
“TN” se quedó pensativa. Esa noche ella había huido porque JOE quería obligarla a casarse con él, igual que el señor Walpole. Pero antes de eso había ocurrido el incidente del faro, que había desencadenado todo lo demás. La verdad es que JOE nunca le dijo quién había sido la joven que trató de comprometerlo para que se casase con ella… ¡Cielo Santo, había sido la señorita Barry! Miró a su prometido y él la miró a ella y entonces supo que estaba en lo cierto. Tenía una extraña sensación en el estómago, como si fuese a vomitar, y comenzó a sentirse mareada y enferma. Aguantó el resto de la comida como pudo, sin mirar siquiera a JOE. No podía hacerlo. Le costaba no llorar. Cuando por fin llegó la hora de irse, se subió al carruaje del Coronel y no habló en todo el camino.
JOE estaba preocupado. Se había dado cuenta de que ella sabía lo de Laura Barry y no entendía por qué reaccionaba así, pero una discusión (y todo pronosticaba que iba a haberla) la tarde antes de la boda no era una buena idea, así que no dijo ni una palabra para no dar motivo a que el mal humor de la joven le explotara en las narices.
Entraron en la sala de la casa que 2TN” había compartido con la prima Del. Ella se quitó los guantes y el sombrero y los dejó sobre una silla.
–Y bien, ¿no tienes nada que decirme? –la voz de ella era cortante como un cuchillo.
–¿Sobre qué? –le preguntó él.
–Lo sabes perfectamente, no me tomes por estúpida –se sentó en el sofá con la espalda muy tiesa. El Coronel permanecía de pie–. Me refiero a Laura Barry. ¿Fue ella la mujer del faro, verdad?
La joven tenía aun la esperanza de estar equivocada, pero cuando él asintió, el rubor le cubrió las mejillas y se levantó de un salto.
–Vamos, “TD”, ¿qué ocurre? ¿Qué importa quién era la mujer del faro? –él estaba confundido, no entendía lo que le pasaba a “TN”.
–Pero ella no es una mujer cualquiera, ¡es Laura Barry! La mujer más hermosa que he visto nunca. Como dijo el señor Walpole, ningún hombre la rechazaría… ¿Y quieres hacerme creer que tú la rechazaste?
–¡Por supuesto que la rechacé! ¿A qué viene esto ahora? –él comenzaba a enfadarse.
–¡No te creo! ¿No sería ella la que te rechazó a ti y por despecho pretendes casarte conmigo? –“TN” estaba al borde de las lágrimas.
–¡Basta ya de tonterías! Sólo accedí a aquella maldita cita en el faro porque recibí una nota firmada con tu nombre. ¡Fui al faro a verte a ti!
–Oh, claro, fuiste a verme a mí, que soy una muchacha insignificante, y rechazaste a la beldad de la temporada. ¡Por mí! Es todo muy creíble.
–¡Tú no eres insignificante, deja ya de compadecerte, maldita sea! Ni mil mujeres como Laura Berry podrían hacerte sombra –se acercó para abrazarla, pero ella lo rechazó.
–¿Me tomas por estúpida? Sé que te gusto, pero no me quieres. ¡No me quieres! Tal vez a ella sí… –el Coronel la agarró por los brazos y la obligó a mirarlo de frente.
–¿De dónde demonios sacas que no te quiero, muchachita loca?
–De ti, ¿de dónde lo voy a sacar? Yo te abrí mi corazón, te dije que te amaba, y tú no dijiste ni una palabra… Y estamos a punto de casarnos. Tengo derecho a saber si hay posibilidades de que llegues a enamorarte de mí, porque si no las hay, no quiero casarme, ¡no quiero! –llegados a este punto, ella ya estaba sollozando y forcejeaba con JOE para que la soltara. ¡Mierda!, pensó él, había creído que se lo había dicho. De todos modos, se lo había demostrado de sobra. ¿Pero qué le pasaba a “TN” que no acababa de creer en su amor por ella?
–¡Escúchame! –ella trataba desesperadamente de que él la soltara, pero no cedió ni un ápice–. “TD”, escúchame… Te amo, cariño. Siento no habértelo dicho, creí que lo sabías. Es tan evidente… ¡Dios, todos se han dado cuenta menos tú!
Ella dejó de forcejear y lo miró fijamente. Parecía sincero.
–Te amo, cariño –le repitió–. Creo que empecé a enamorarme de ti tras nuestra primera discusión en casa de los Walpole, a los pocos minutos de conocerte.
Ella seguía mirándolo, pero no decía ni una palabra.
–¿”TD”? –el Coronel parecía preocupado.
–Podías tener a Laura Barry. No lo comprendo… –estaba tan impactada por lo que él acababa de decirle, que no lograba razonar con coherencia.
–Vamos, “TD”, no puedes estar hablando en serio. Cualquiera que hable con vosotras dos durante una hora escasa, se enamoraría de ti y huiría de la señorita Barry. Si incluso estuve celoso de Timothy Walpole porque él, al igual que yo, quedó prendado de ti.
–¿Te gusto yo más que Laura Barry? –insistía ella incrédula.
–Me gustas más que ninguna otra mujer en el mundo, pero no es solo eso, “TD”… Te amo con todo mi corazón, por eso insistía en el matrimonio, por eso me volví loco cuando te fuiste y gasté una pequeña fortuna en detectives para que te buscaran hasta debajo de las piedras… ¿Cómo no te has dado cuenta de lo que siento? Hace un mes que hicimos el amor por primera vez y desde entonces cada noche he estado aquí contigo. ¿No te das cuenta de cómo te trato, “TD”, como beso el suelo por donde pisas?… ¿Qué es eso si no es amor? No sé qué más puedo decir para convencerte. Yo… –ella elevó la mano hacia su boca para tapársela con delicadeza.
–Demuéstramelo –dijo la joven–. Demuestra que me amas.
–No sé qué más hacer para demostrártelo. Llevo un mes demostrándotelo –dijo él.
–Pues demuéstramelo otra vez. Demuéstramelo mejor –exigió ella. El Coronel no se lo pensó dos veces, hincó una rodilla en el suelo y la tomó de las manos.
–Aquí me tienes, dejando de lado mi orgullo. Prometí no volver a pedirte matrimonio y yo siempre cumplo mis promesas, pero al demonio con esta promesa… “TN” Anne Murray, ¿Quieres casarte conmigo? ¿Quieres entregarme tu vida y aceptar la mía, compartir mis riquezas y mis flaquezas? Te daré siempre lo mejor de mí y juro que domesticaré lo peor para que seas feliz. Dime, “TD”, ¿quieres casarte conmigo dentro de veinte horas?
–Con una condición –le dijo ella con una enorme sonrisa, mientras las lágrimas bañaban su rostro y el corazón le temblaba de felicidad.
–Lo que quieras –prometió él.
–Que algún día hagamos en el faro lo que pretendías que hiciéramos cuando creíste que había sido yo la que te había enviado la nota –le dijo. El Coronel se rió con ganas.
–Prometido –susurró, al tiempo que la tomaba en sus brazos y la lleva hasta la cama. Afuera, el mundo seguía girando sin contar con ellos y otras parejas, no demasiado lejos, comenzaban a comprender que también estaban hechos el uno para el otro, pero esa ya es otra historia. La historia de Carrie Potts y Timothy Walpole.
FIN
PEZA
Re: Una mujer insignificante
ESPERO Y LES HAYA GUSTADO...
ESPEREN MI PROXIMA NOVE QUE ESTA GENIAL...
ESPEREN MI PROXIMA NOVE QUE ESTA GENIAL...
PEZA
Re: Una mujer insignificante
Bueno creo que esta nove nos enseña que el amor llega cuando menos lo pensamos y no importa como sea la persona por fuera sino lo que cuenta es lo que tenemos dentro ósea nuestros sentimientos!!!!!.....
y siiiii esperaré la próxima nove!!!!
y siiiii esperaré la próxima nove!!!!
chelis
Re: Una mujer insignificante
Te informo que tu novela está cancelada o terminada. Publica la petición para que muevan tu tema a la sección de novelas canceladas o terminadas en "Mover y borrar temas" en un plazo de 48 horas, o nos veremos en la obligación de eliminar el tema. Cualquier duda, queja, o sugerencia, contáctame por mp.
holiscrayolis
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