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Una mujer insignificante - Página 3 Empty Re: Una mujer insignificante

Mensaje por PEZA Vie 28 Mar 2014, 2:24 pm

CAPÍTULO 13
 
Lo que le ocurría con el coronel era absurdo. ¡Absurdo! Había salido huyendo de su despacho como una niñita aterrorizada y ahora se moría de vergüenza al recordarlo. Estaba obligada a encontrarse con el coronel cada cierto tiempo y debía hacerlo con la mayor dignidad posible. No podía darle a él la alegría de saber que la trastornaba de aquella manera, pero no sabía cómo evitar el escalofrío que le recorría la espalda cada vez que lo tenía frente a ella o aquel temblor tan desagradable en las manos. Durante cuántas horas de insomnio reflexionó sobre el significado de aquellos temblores, del sudor frío que le recorría la espalda cuando lo tenía cerca. Desde que el coronel la había besado, algo cambió en su interior y no acertaba a adivinar qué era ni qué nombre darle, pero tras horas y horas pensando en lo mismo, una idea aterradora cruzó su mente: ¿acaso se estaba enamorando del coronel? Era tan inexperta en esas cuestiones que no lograba saber lo que sentía su corazón, pero su cuerpo reaccionaba de una manera como nunca antes había hecho y el coronel poblaba todos sus sueños y estos no eran pesadillas precisamente. Soñaba una y otra vez con aquel beso, aquel maravilloso beso que le había hecho sentir que la tierra temblaba bajo sus pies. ¿Pero eso era amor? El coronel ni siquiera le caía bien. Era testarudo, manipulador y cruel. No había ni un ápice de bondad en su corazón. Es más, la joven dudaba de que tuviera corazón. ¿Con quién podía hablar sobre aquel tema? ¿A quién podía preguntarle sobre sus dudas? Estaba volviéndose loca, incluso había perdido el apetito y el sueño. Si se estaba enamorando del coronel, ¿cómo lograría detener ese proceso? Y lo peor: ¿con qué esperanza podía amar a un hombre que no se planteaba el matrimonio? Ella nunca sería su amante y tampoco se consideraba capaz de amarlo en secreto durante toda su vida… ¿Qué hacer entonces?
 
Aquellos días, hasta la llegada del martes, los pasó en un estado de absoluto sonambulismo. La prima Del la encontraba extraña y le preguntaba qué le ocurría y su nueva amiga, la señorita Carrie Potts también se dio cuenta de que algo estaba pasando. Con Carrie, “TN” se atrevió a sincerarse, aunque jamás pronunció el nombre del coronel ni su amiga, una joven muy discreta, le preguntó de qué hombre estaban hablando.
 
–Dijiste que habías estado enamorada, ¿verdad? –le preguntó “TN” a Carrie y esta asintió–. Bien, pues quiero preguntarte si lo que me está pasando es… amor.
 
–De acuerdo. Dime qué sientes –Carrie le había respondido sin mostrar ningún escándalo, ni interés morboso. Parecía querer ayudarla a aclarar sus sentimientos. Ambas estaban tomando el té en el saloncito que había en la parte trasera de la estafeta de correos.
 
–Verás… –comenzó a decir “TN”, sonrojándose vivamente–. No hago más que pensar en él, noche y día. Sueño con él. Deseo verlo y que me… bese…, pero al mismo tiempo lo abofetearía. ¡Es un hombre insufrible! Ni siquiera me cae bien, así que no puede ser amor, ¿verdad? Yo no podría estar enamorada de un hombre cruel y malvado, egoísta, terrible… ¿Verdad? –el tono de su voz era ansioso y esperaba la respuesta de su amiga como el que espera encontrar agua en medio del desierto.
 
–Bueno, querida “TN”, que pienses en él a todas horas no es indicativo de que estés enamorada. También se puede pensar a todas horas en alguien a quien detestamos y que nos hace sentir mal –respondió Carrie.
 
–¡Eso mismo pienso yo! ¡Es imposible que esté enamorada de alguien a quien detesto! –la joven parecía aliviada.
 
–Pero… –comenzó Carrie. “TN” abrió los ojos, preocupada.
 
–Pero, ¿qué? –quiso saber.
 
–Pero tampoco debes creer que no estás enamorada porque lo detestas. El amor es de lo más extraño… La clave para saber lo que sientes está en algo que dijiste…
 
–¿En qué cosa? –quiso saber “TN”, cada vez más nerviosa.
 
–Dices que a veces lo abofetearías y otras, desearías que te besara. No deseas que te bese alguien a quien simplemente detestas. Hay más sentimientos ahí de los que quieres reconocer ante ti misma, amiga mía. Si piensas en él a todas horas y deseas que te bese… No sé, yo diría que estás enamorada o te está enamorando. O por lo menos te gusta –Carrie observaba a la otra joven con cierta lástima. No era estúpida y había sabido atar cabos. ¿Qué otro hombre de carácter terrible había en Morningdale y con el que “TN” tuviese relación? Solamente el coronel JONAS. Si a eso añadía que la joven había decidido dejar de trabajar para él de manera abrupta, su teoría tomaba más consistencia. Sí, Carrie llegó a la conclusión de que su amiga se estaba enamorando del coronel.
 
–Dios mío, eso es terrible… –balbuceó “TN”.
 
–¡Claro que no! Lo primero que debes hacer es averiguar si tu hombre misterioso es tan malvado y cruel como crees. De ser así, huye de él como de la peste. Pero si resulta mejor persona…
 
–Aunque fuese un santo, Carrie, debería huir de él. Me dijo claramente que no era de los que se casaban –“TN” mostró una tristeza ante este hecho que la conmovió. ¿Acaso se imaginaba casada con el coronel? ¡Por todos los demonios, claro que no! Eso es lo último con lo que debía soñar.
 
–¡Bah! –exclamó Carrie–, muchos hombres son contrarios al matrimonio porque no han encontrado a la mujer adecuada. No te preocupes por eso. Preocúpate sólo por lo que te he dicho… Averigua si es tan malvado como piensas. Lo demás lo solucionarás a su debido tiempo.
 
Ambas jóvenes tomaron el té en silencio durante unos segundos, al cabo de los cuales, Carrie le comentó a su amiga.
 
–Cambiando de tema… He recibido una invitación de lo más extraña. El coronel JONAS se presentó aquí ayer por la tarde y me dijo que sería un honor para él que asistiera a su velada del martes –observó cómo “TN” se sonrojaba al escuchar el nombre del coronel. No había duda, él era su enamorado misterioso–. Dijo que sabía que yo era tu amiga y que le encantaría contar con mi presencia en su casa. Jamás había hablado conmigo. Me resultó tan extraño…
 
–Querrá ampliar su círculo de amistades –“TN” trató de sonreír. ¿Por qué hacía aquello el coronel? ¿Acaso lo hacía por ella, para que se sintiera más cómoda en la velada, arropada por una amiga? ¡No, era imposible! El coronel era incapaz de galanterías y delicadezas como aquella.
 
–No creo que sea por eso. Más bien me parece que trata de que tú estés rodeada de amigos en su velada –Carrie había dicho en voz alta las palabras que la propia “TN” estaba pensando–. Es un buen hombre, siempre lo ha sido. Es una lástima que la guerra lo haya vuelto tan amargado, pero lo comprendo. Si alguien regresa de la guerra sin que esta le haya afectado es que no tiene sentimientos y el coronel posee un corazón demasiado generoso como para que los horrores bélicos no lo hayan destrozado.
 
–¿Generoso? –preguntó “TN” extrañada–. No creo que esa sea una palabra justa para definirlo. Es cruel incluso con su madre y no se preocupa lo más mínimo por la suerte que corren los campesinos que trabajan sus tierras… Un hombre así no es generoso en absoluto.
 
–“TN”, por Dios, ¿tan poco conoces la naturaleza humana como para no comprender que alguien con el corazón roto rompe también los vínculos con su alrededor tratando de no volver a sentir nada?, como si manteniendo a todo el mundo a distancia pudiera asegurarse de que el sufrimiento también estaría lejos de él. Créeme, el coronel es un hombre bueno y justo escondido tras una gruesa coraza.
 
A “TN” le costaba creer que eso fuera cierto, pero deseaba que lo fuera. ¡Oh, sí, lo deseaba con toda su alma y por primera vez lo reconoció ante sí misma!
 
***
 
JOSEPH JONAS estaba decidido a hacerse perdonar por “TN”. Al principio, se volvía loco tratando de averiguar por qué era tan importante que la joven no tuviera esa pésima opinión sobre él. Poco le importaba qué opinaban los demás, pero a “TN” quería mostrarle las bondades de su corazón. Una vez, años atrás, el coronel había sido justo, bueno y generoso. Las circunstancias, los desengaños y las mentiras lo habían transformado en un ser amargado y resentido, pero una vez había sido un gran hombre y quería, necesitaba, que “TN” conociera esa otra parte de sí mismo. Invitar a la señorita Carrie Potts a la velada del martes era sólo una de las sorpresas que le tenía preparadas. Si “TN” la consideraba su amiga, él quería que formara parte del grupo que se reuniría en su casa. Algo, no sabía cómo llamarlo, le decía que “TN” era una mujer excepcional y que merecía un mejor trato por su parte. Tanto lo había enloquecido averiguar por qué le importaba la muchacha que finalmente decidió no darle más vueltas al asunto: la valoraba por su inteligencia, por su sensatez y su sinceridad, la valoraba como una amiga, nada más. Sí, claro que era cierto que le gustaba, que la deseaba. Maldita sea, aquel beso no era fácil de olvidar. Ella se había entregado con pasión, prometiéndole placeres con los que soñaba cada noche. Por supuesto que la deseaba en su cama, pero no era un sinvergüenza sin corazón: la muchacha era decente y él no la mancillaría. No, no le haría ningún daño. Domesticaría aquel deseo, pero no por ello iba a renunciar a tenerla cerca. Hacía años que no disfrutaba de la compañía de nadie y ahora no renunciaría a la cercanía de “TN” Murray. Haría lo que fuese necesario para demostrarle que era digno de confianza, que era un buen hombre.
PEZA
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Mensaje por PEZA Vie 28 Mar 2014, 3:01 pm

CAPÍTULO 14
 
La velada del martes llegó por fin y “TN” no sabía qué esperar de ella. Le temblaban las piernas ante el hecho inminente de ver al coronel. ¿Cómo podía haber ocurrido aquello? ¿Cómo podía haberse enamorado de un hombre como él? A su lado, la prima Del y Carrie Potts tenían el semblante plácido y expectante, mientras ella era un manojo de nervios. A pesar de haber trabajado varios días para el coronel, “TN” no conocía el interior de la mansión de los JONAS. El salón le pareció tan espléndido que enmudeció de repente ante la contemplación de la inmensa araña del techo y los muebles de caoba maciza, ante las alfombras persas y los antiguos retratos de familia.
 
JOSEPH JONAS se acercó a ellas en cuanto fueron anunciadas por el lacayo. Se sentía emocionado y nervioso como un colegial y le costó mantener el paso seguro mientras se encaminaba hacia las damas. Nunca le había ocurrido nada semejante con una mujer.
 
–Señora Lixbom, señorita Potts –dijo él, al tiempo que hacía una leve inclinación de cabeza y tomaba las manos de ambas mujeres para besarlas. Primero las de la anciana y más tarde la de Carrie Potts. A continuación, miró a “TN”–. Señorita Murray –dijo con un tono de voz pausado y dulce, y tomó con delicadeza la mano femenina entre las suyas para besarla sin apartar su mirada de la joven–. Estoy encantado de que haya decidido cumplir su palabra y acompañarme en esta velada. Está especialmente hermosa esta noche –comentó con galantería y sinceridad tratando de no cometer el error imperdonable de comérsela con los ojos, pues eso era precisamente lo que le apetecía hacer, devorar su imagen. Lleva un vestido verde que resaltaba la luminosidad de su piel y el cabello estaba hermosamente recogido dejando que unas adorables ondas de su cabello castaño enmarcaran su rostro. Estaba realmente bonita aquella noche.
 
–Gracias, coronel –respondió ella en un susurro apenas perceptible. La intimidad que se había creado entre ambos era tan manifiesta que todos los presentes en el salón no dejaron de observar la escena mientras ellos permanecían ajenos al interés que habían despertado en el resto de los invitados. “TN” y JOSEPH estaban solos en ese instante, aislados en medio de la gente. Fue la madre del coronel, la señora JONAS, quien rompió finalmente el hechizo.
 
–Querida señorita Murray, ha florecido usted ante nuestros ojos de la noche a la mañana –las palabras de la anciana madre del coronel eran sinceras y eso se notaba en la expresión de sus ojos, sin embargo, “TN” no la creyó del todo. ¿Bonita ella? Tenía que ser objetiva: había mejorado enormemente desde su llegada a Morningdale, pero no era bonita. Bonitas (mejor dicho: hermosas) eran el resto de las jóvenes que se encontraban allí aquella noche: las señoritas Walpole, la señorita Barry y su amiga, la señorita Potts. ¡Ellas sí eran hermosas! “TN” se consideraba apenas aceptable.
Todos los asistentes a la velada fueron colocándose en torno a la enorme chimenea de piedra sobre la cual pendía el escudo de los JONAS, un escudo tan antiguo que se decía que un antepasado de la familia había cruzado el Gran Canal junto al rey Guillermo “El Conquistador”. A pesar de ser consciente de sus ardientes sentimientos, “TN” estaba confusa. Por nada del mundo iba a dejar dichos sentimientos a su libre albedrío y prefería morir antes de que el coronel los descubriera. Lucharía con todas sus fuerzas para sofocar aquellos sentimientos, para arrancarlos de su corazón. ¡Pero era tan difícil!, especialmente en esos momentos en los que el coronel se mostraba amable con ella, incluso podría decirse que se mostraba gentil. ¡Gentil! ¡Amable! ¿Quién iba a decírselo a “TN” apenas varios días atrás, cuando él se comportaba como el más miserable de los hombres? ¿Podía cambiar tanto una persona en tan poco tiempo? La joven no creía que alguien pudiera cambiar tanto. Claro que, de ser cierto lo que la prima Del y la propia Carrie Potts le habían dicho, el coronel había sido un hombre agradable y encantador, pero la guerra lo había transformado. Tal vez JOSEPH JOSNAS no había cambiado, sino que había vuelto a ser tal y como era antes. Pero… ¿Cuál era el motivo de dicho cambio? Ella no podía negar que el corazón le brincaba en el pecho al pensar que ese motivo podía ser ella, pero después se daba cuenta de que estaba siendo una ilusa y se sentía estúpida. Estúpidamente enamorada de alguien a quien había jurado odiar hasta el día de su muerte.
 
Por su parte, el coronel no podía apartar la mirada de “TN”. Sabía, porque no era ningún estúpido, el nombre exacto de aquello que estaba devorándolo por dentro, pero no se atrevía a pronunciarlo en voz alta por puro miedo y prefería mentirse a sí mismo.
Laura Barry estaba sentada muy cerca del coronel y trataba de crear un ambiente confidencial. La situación era apremiante. Aquella misma mañana había recibido una carta de su padre insistiéndole sobre la gravedad de la situación económica de la familia. Si en algún momento era imprescindible que ella usara su belleza y su astucia era aquel. Debía conseguir un marido a como diera lugar. Cualquiera de los dos caballeros solteros de la sala le servían: el coronel o el joven señor Walpole, claro que se inclinaba más por el primero. Era una cuestión de puro orgullo. Laura Barry estaba preparada para luchar contra los encantos de las hermosas señoritas Walpole, incluso con los de Carrie Potts, pero lo que no iba a permitir es que una feucha insulsa como “TN” Murray le robara la atención de ningún hombre. Y lo cierto era que el coronel no tenía ojos para nadie más. “TN” estaba mucho más bonita que cuando había llegado a Morningdale, eso era cierto, pero aun así no podía compararse con ella. ¡Caray! Pero si en su primera temporada en Londres hubo tantos jóvenes cortejándola que el resto de las damas se sentían empequeñecidas a su lado. En aquellos tiempos todo le parecía poco, se creía digna de un emperador, pero no llegó ningún emperador y ahora necesitaba con urgencia un marido. Cualquier cosa con tal de salvar a su familia de la ruina. Podía soportarlo todo, excepto la pobreza.
 
–Algún día deberíamos salir a caballo por sus propiedades, Coronel –le dijo, coqueta–. Llevo casi dos meses en casa de los Walpole y aún no conozco sus tierras. Dicen que son las más hermosas del condado.
 
–Sí, señorita Barry, es una buena idea. Algún día podemos organizar una excursión e iremos todos a caballo a recorrer mis tierras. En el extremo oriental hay un pequeño lago en el que se pueden pescar carpas –el tono del Coronel era amable, pero cortante. Si a Laura Barry le cabía aún alguna duda de que él no estaba interesado en ella ni nunca lo estaría, en ese momento esa duda se disipó. Tan claro como el agua había quedado que al Coronel no le apetecía pasar un rato a solas con ella, sin embargo miraba con deleite a la muy estúpida y sosa de “TN” Murray. ¡Como la odiaba Laura Barry! La odiaba más de lo que recordaba haber odiado a nadie y por Dios que no le quitaría al Coronel, aunque para ello tuviera que jugar sucio y tenderle a él una trampa. Sí, una trampa. ¿Acaso al día siguiente no iría todo el mundo al festival de las flores que se celebraba cada año en Monk? ¿Acaso no pasaba el anciano señor Walpole cada día a las doce por el faro en su habitual paseo matutino? Sería tan fácil como citar al Coronel en el faro un poco antes de esa hora. ¿Cómo explicaría él aquel encuentro con una dama decente? No le quedaría más remedio que reparar el daño. ¡Tendría que casarse con ella! El rostro de Laura Barry se iluminó como una antorcha por la alegría, pero entonces cayó en la cuenta de que el Coronel quizás no fuese a un encuentro con ella. Frunció el ceño unos instantes. Pero… ¿Y si la nota no iba firmada por ella, sino por “TN” Murray? Los ojos de Laura brillaron de malicia. “Disfruta de la atención que te presta hoy, boba. A partir de mañana será todo mío”, pensó Laura al tiempo que miraba a “TN” con desprecio.
 
El Coronel se había levantado del sofá que compartía con la señorita Barry musitando alguna disculpa tonta y se dirigió hacia la chimenea, pues en unos sillones cercanos estaba sentada “TN” con la señorita Carrie Potts.
 
–Espero que no se estén aburriendo, señoritas. No me lo perdonaría –les dijo el Coronel con una amplia sonrisa que iluminaba su rostro. Estaba tan atractivo que “TN” sintió una especie de tirón justo debajo del ombligo y contuvo por unos instantes la respiración.
 
–En absoluto, Coronel –respondió Carrie–. Estábamos comentando lo hermoso que es este salón, ¿verdad, “TN”? –la joven trató de involucrar a su amiga en la conversación, pero esta fue incapaz de mirar al Coronel a los ojos. Simplemente asintió Creía que si lo miraba, él podría adivinar sus sentimientos y se sentía morir de vergüenza.
 
–La mayor parte de los muebles de esta sala los trajo mi… padre del extranjero, excepto el secreter de la esquina, que lo encargó a un artesano de York –al pronunciar la palabra “padre” había titubeado y esto llamó la atención de “TN”, que elevó los ojos hacia los de él, encontrándose por primera vez sus miradas en toda la noche, pues ella las había eludido incluso cuando el Coronel había salido a recibirlas a la entrada de su casa. Sintió un puño de acero atenazándole el estómago y como si una lengua de fuego le recorriera la espina dorsal. Ahogó un gemido y, de forma inconsciente, apretó los puños sobre el regazo. Aquella mirada era abrasadora. Aquella mirada la hacía sentir indefensa y a su merced, como cuando la había besado bajo la lluvia. Por primera vez en su vida se preguntaba cómo sería que un hombre la acariciara íntimamente. Cómo sería sentir las manos del Coronel recorriendo su piel. Se sonrojó vivamente y estuvo mirándolo en silencio durante varios segundos sin que tampoco él apartara la mirada. Por su sonrisa de medio lado, la joven supo que él había adivinado parte de sus pensamientos, si no todos.
 
Carrie ya no estaba sentada a su lado. ¿Cuándo se había levantado del sillón? ¿Qué disculpa habría puesto para dejarlos solos? Ahora era el Coronel quien tomaba asiento a su lado y “TN” se sentía mareada. Él olía a humo de tabaco y whisky. Su pelo, a pesar de estar corto, seguía confiriéndole un aspecto un tanto salvaje. Quería salir huyendo de allí. ¿Cómo podía afectarla tanto aquel hombre? ¿Cómo podía despertar su piel, que llevaba toda la vida dormida, y sus deseos más ocultos?
 
–Necesito hablar contigo a solas –le susurró con suavidad, como si temiera que ella se asustase. Ya no podía seguir negándose a sí mismo lo que estaba ocurriendo. No sólo la deseaba. Le interesaba todo de ella. La… ¡Dios Santo, había que asumirlo! La amaba. Y el amor había llegado así, de pronto. ¿Cómo podía haber ocurrido? No confiaba en ella. No confiaba en nadie. Entonces, ¿cómo se habían derribado todas las murallas que lo rodeaban y se había podido instalar aquel sentimiento en su pecho abrasándolo, volviéndolo ciego ante cualquier idea razonable?
 
–Tenemos que hablar a solas –le repitió, ante el silencio de “TN”.
 
–No –dijo ella rotundamente. Había apartado la mirada del rostro del Coronel y la tenía clavada en sus manos, que estaban apoyadas en su regazo. Algo había ocurrido. Algo grave. “TN” no sabía por qué lo sabía, pero lo sabía… Sabía que el Coronel se había dado cuenta de sus sentimientos. ¿Querría ahora aprovecharse de ellos, burlase de ella? Pensaría que podría volver a besarla y quién sabe qué más. Aquel demonio trataría de tentarla, pero ella no se dejaría tentar.
 
–¡No! –exclamó esta vez con más rotundidad aún y se levantó del sofá. El resto de la velada se preocupó de no quedarse nunca a solas para que él no pudiera acercársele a hablar y tampoco lo miró.
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Mensaje por PEZA Vie 28 Mar 2014, 3:41 pm

AMM COMO PUEDO SUBIR UNA IMAGEN?
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Mensaje por @ntonella Vie 28 Mar 2014, 4:15 pm

Ohhh... pero que tonta eres rayis..!!! Ash
Continuaaaaaa
Please  :wut:
@ntonella
@ntonella


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Mensaje por PEZA Vie 28 Mar 2014, 4:25 pm

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PEZA
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Una mujer insignificante - Página 3 Empty Re: Una mujer insignificante

Mensaje por PEZA Vie 28 Mar 2014, 4:28 pm

CAPÍTULO 15
 
¡Amaba a “TN” Murray! ¡Y la amaba con la desesperación de un muchacho que no ha conocido aún ningún amor y cree que la vida y la felicidad dependen solo de una mirada amable del ser amado! El Coronel nunca antes se había enamorado. Había tenido relaciones más o menos duraderas con jóvenes un tanto casquivanas, pero nunca había visto comprometido su corazón en ninguno de estos lances.
 
Estaba tumbado en la cama con un simple pantalón de seda. Miraba el techo de su cuarto, de madera labrada, tratando de recordar hasta el más mínimo gesto de ella. Debía reflexionar. La amaba, sí, pero qué pretendía… ¿Casarse con “TN”? El matrimonio es confianza y él jamás volvería a confiar en nadie. ¿Podría casarse con ella sin confiar? ¿Cuánto tiempo sobrevive un amor en esas circunstancias? Y si no iba a casarse, ¿qué demonios hacía persiguiendo a la muchacha, comprometiéndola? Sus pensamientos se vieron interrumpidos por su ayudante de cámara, que llamó varias veces a la puerta y entró en cuando el Coronel le indicó que pasara.
 
–Ha aparecido una carta de lo más extraña en la puerta, señor –dijo, con gesto contrariado–. Estaba apoyada contra el quicio. La encontró una de las doncellas.
El Coronel estiró la mano, indicándole así que se la entregara y el ayudante de cámara le acercó la bandeja de plata con el sobre apoyado en ella. JOSEPH JONAS leyó: “A la atención del Coronel JONAS. Urgente”. Rasgó el papel y leyó la nota, escrita con prisas, tal y como indicaba la letra. La firmaba “TN” y le pedía que se encontraran a la mañana siguiente, a las once y media, en el faro. Cerró los ojos y respiró profundamente sintiendo que algo vivo y vigoroso brincaba dentro de su pecho. Podía ser su corazón y una fiera salvaje, quién sabía. En ese instante, pasaron a un segundo plano sus pensamientos de hacía unos segundos. Ya no importaba el matrimonio, ni la confianza ni nada que no fuera “TN” y sus enormes ojos inquietos. “TN” entre sus brazos.
 
*
 
El día había amanecido lluvioso y el Coronel pensó que también había llovido la mañana que besó a “TN”. Eso era un buen presagio. La lluvia parecía traerle buena suerte con ella.
 
Se movía como una fiera enjaulada por las distintas estancias de su casa, con la vista clavada en las manecillas del reloj, que parecían detenidas, como si el tiempo no transcurriera a la velocidad habitual. Cuando por fin llegó el momento de salir hacia el faro, respiró hondo y se dirigió hacia el lugar con paso firme. Estaba expectante y se sentía un tanto nervioso. A pesar de la fina lluvia, decidió ir a caballo, pues estaba relativamente cerca.
 
El pelo le caía en húmedos mechones sobre la frente cuando llegó al faro. Desmontó de su caballo y decidió esperarla dentro. Por el hueco de la escalera podía ver el cristal de la linterna del faro y la lluvia golpeando monótonamente contra él. Se asomó a la puerta entreabierta. “TN” se acercaba a paso firme. Iba cubierta con una capa con capucha que impedía ver su rostro. “Chica lista”, pensó el Coronel, “hay que evitar caer en murmuraciones malintencionadas”. Aunque la verdad es que nadie podría verlos. Todo el mundo había ido al festival de las flores de Monk. Claro que siempre había algún campesino o algún criado que podría descubrirlos y luego no habría manera de parar las habladurías.
 
Vista desde lejos, “TN” le pareció más alta. ¿Era posible que el amor lo volviera tan idiota como para aumentar varios centímetros, ante sus ojos, la estatura de ella? Tardó lo que parecía ser una eternidad en llegar al faro y cuando al fin entró y se quitó la capucha, el Coronel palideció.
 
–Señorita Barry, ¿qué hace usted aquí? –le preguntó, absolutamente desconcertado. Ella sonrió con coquetería.
 
–Parece que haya visto usted un fantasma, Coronel… O parece que no haya visto a quien deseaba ver. ¿Acaso estaba esperando a alguien? –le preguntó alzando la ceja.
 
–Por supuesto que no. Salí a pasear y la lluvia me encontró en medio de ninguna parte. Me resguardé entonces aquí –le respondió malhumorado y un tanto inquieto. Temía que “TN” apareciera en cualquier momento y que Laura Barry atara cabos.
 
La joven se acercó varios pasos al Coronel, que frunció el ceño.
 
–Vamos, no ponga esa cara de pocos amigos… Voy a pensar que le disgusta mi compañía… ¿Tan desagradable soy, Coronel? –volvió a sonreír con picardía y habría que estar ciego para no darse cuenta de la belleza de la joven. JOSEPH siempre había sido inmune a los encantos de la muchacha, aunque no dejaba de reconocer que, objetivamente, era muy hermosa. Sin embargo, de lo que sí se dio cuenta con cierto asombro era de que la estaba comparando con “TN” y Laura Barry saliendo perdiendo en todo. En ingenio, por supuesto, pero también en lo menos obvio: el cabello de “TN”, su rostro, sus ojos, su boca, siendo menos llamativas que las de la joven que estaba ante él, le gustaban y lo conmovían más. ¡Cielos Santo, si sólo con pensar en la boca de “TN” se excitaba como un colegial!
 
–No es que su compañía no sea agradable, señorita Barry, es que es del todo inapropiado que estemos aquí juntos y solos nosotros dos. Si alguien nos viera, podría pensar cosas que no son –le explicó el Coronel poniendo distancia entre ambos y con gesto frío.
 
–Lo sé, es totalmente inapropiado, pero… ¿no es eso lo que lo hace más excitante? –sonrió de nuevo y se marcaron sus hoyuelos. Dio un paso hacia el Coronel y este la detuvo apoyando sus manos en los hombros de la muchacha.
 
–No se ponga en evidencia conmigo, señorita Barry. De todos los hombres de Inglaterra, quizás yo sea el único que no cae presa de sus encantos. Dedique esos encantos, pues, al resto de caballeros, no a mí –el rostro masculino seguía frío e impertérrito. Hubo un leve decaimiento del ánimo de la joven, pero no se dejó hundir. Aquel hombre tenía que ser suyo, especialmente él, que era inmune a su hermosura. Hacer que se enamorara de ella sería un reto. Primero debía comprometerlo para que se casara con ella y después ya vendría todo lo demás.
 
–Eso lo hace más interesante que el resto de caballeros, Coronel… –la coquetería de ella no tenía fin. Él iba a decir algo, pero una voz masculina que conocía muy bien los sorprendió.
 
–Salga ahora mismo de ahí, Coronel. Hay muchas cosas que puedo tolerar y otras muchas que jamás toleraré –bramó la voz del anciano señor Walpole desde el exterior del faro.
Laura Barry dio un paso con la intención de salir, pero el Coronel la detuvo. Sus ojos echaban chispas.
 
–¿Está loca? ¿Quiere ponerse aún más en evidencia? –le preguntó, consternado. Pero ella no parecía avergonzada, al contrario: se la veía triunfante, feliz, casi con ganas de mostrarse ante el anciano. Entonces JOSEPH JONAS lo comprendió todo. ¡Era ella quien había enviado la nota! ¿Por qué no se dio cuenta antes de que era impropio de “TN” algo así? Pero no comprendía por qué Laura Barry había firmado con el nombre de “TN” y no con el suyo propio… Quizás él era más transparente de lo que pensaba y aquella joven había adivinado que nunca acudiría a la cita si sabía que era ella quien estaría en el faro. De modo que se había dado cuenta de su interés por “TN”. Y si sabía que le interesaba otra mujer… ¿Por qué concertó aquella cita secreta y tan comprometida para su reputación? En segundos pasó por su cabeza un cotilleo que había escuchado pocos meses atrás en el club de caballeros de Londres que solía frecuentar cuando estaba en la ciudad. “Los Barry están arruinados”, había dicho alguien, pero no se le hizo mucho caso porque la familia seguía manteniendo su lujoso ritmo de vida habitual. ¿Sería por eso? ¿Aquella maldita bruja habría tratado de comprometerlo para pescar un marido que salvara la situación de su familia?
 
–Yo arreglaré esto –le dijo con una voz cargada de odio–. No se le ocurra salir por ningún motivo –la amenazó. Salió hacia el exterior para encontrarse con el viejo señor Walpole con un único pensamiento en la cabeza: todas las mujeres eran iguales, ladinas, mentirosas, indignas…
 
*
 
El señor Walpone, ataviado con un enorme paraguas y apoyándose en su bastón, daba su habitual paseo matutino que jamás se interrumpía, ni siquiera por las inclemencias del tiempo. Había visto a una joven entrando en el faro y de sobra conocía al caballo del Coronel, que estaba atado afuera. La joven era una dama, pues desde lejos podía darse cuenta del diseño y la calidad de la tela de la capa que la cubría. Pocas damas solteras había en Morningside: sus dos hijas, la señorita Barry y la señorita Murray eran las que a él le interesaban verdaderamente, pero tampoco podía pasar por alto la honra de las demás. El Coronel había hecho muchas fechorías, había sido maleducado e insoportable, y él había permanecido callado, pero no permitiría que el buen nombre de una muchacha y su familia se viera envuelto en el escándalo sólo porque él era incapaz de controlar su lujuria.
 
Esperó pacientemente a que saliera el Coronel y cuando al fin lo tuvo enfrente, le espetó:
 
–Le exijo que me diga el nombre de la muchacha, porque si no la compensa usted por esta situación, me veré obligado a hablar con la familia de ella para que sean ellos quienes le reclamen –los ojos del anciano no podían disimular su decepción. Su alto concepto del honor le hacía incomprensible que alguien pudiera poner tan alegremente en juego el buen nombre de una muchacha.
 
–¿Serviría de algo si le digo que esto no estaba planeado, que los dos nos resguardamos aquí de la lluvia sin saber que el otro estaba dentro? –preguntó el Coronel con cara de inocencia.
 
–Usted dígame el nombre de la muchacha y que sea su familia quien decida las intenciones buenas o malas de este desdichado encuentro –insistió el anciano, que no estaba dispuesto a dar el brazo a torcer. Alguien podría haberlos visto, un criado, un campesino, y aunque aquel encuentro fuera tan inocente como aseguraba el propio Coronel, podría haberse malinterpretado y el nombre de la joven rodaría de boca en boca por Monk, incluso por Abershire.
 
–No ha ocurrido absolutamente nada. Nada de nada –el Coronel se sentía entre la espada y la pared. No diría el nombre de Laura Barry así le arrancasen la piel a tiras. No se casaría con ella ni por todo el oro del mundo, ni aunque tuviera que batirse en duelo con todos los Barry del país. Aquella pequeña miserable no iba a salirse con la suya.
 
–Exijo un nombre, Coronel, o entraré yo mismo a comprobar quién es la joven –el anciano no iba a ceder ni un ápice.
 
–De acuerdo, le diré su nombre –aseguró JOSEPH JONAS, sabiendo que con ello su vida daría un giro radical y que el matrimonio, que nunca había estado entre sus planes, sería a partir de ese instante una realidad muy cercana.
PEZA
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Mensaje por aranzhitha Vie 28 Mar 2014, 4:42 pm

Ah maldita tipa quiere ponerle una trampa a mi Joseph!!
Ojalá que no le salga!
Se sube las imágenes con los iconos de arriba que se ven como azulitos donde subes un enlace alado 
Síguela!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por aranzhitha Vie 28 Mar 2014, 4:58 pm

Síguela,,
aranzhitha
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Mensaje por PEZA Vie 28 Mar 2014, 5:22 pm

CAPÍTULO 16
 
–¿Y bien? Estoy esperando el nombre… –dijo Walpole.
 
El Coronel respiró hondo y pronunció las sílabas con sumo cuidado. Si tenía que casarse, por Dios que no sería con Laura Barry. Si tenía que casarse, sería con aquella a quien había ido a ver al faro.
 
–La señorita Murray –dijo, conteniendo después el aliento. Había mentido sí, y que fuera lo que tuviera que ser… Había mentido y mantendría su mentira ante la propia “TN” cuando ella negara haber estado en el faro. Al fin y al cabo, el matrimonio era para ella una buena solución, la salvaba de una existencia poco acomodada.
 
–¡¿La señorita Murray?! –el anciano parecía impactado por la noticia, pero se repuso muy pronto–. La joven no tiene familia cercana, pero si cree que por eso va a poder evitar cumplir con su deber, se equivoca. Me tiene a mí para velar por sus intereses y usted, caballero, se casará con ella…
 
–No se preocupe, por supuesto que me casaré con ella, pero quiero aclarar que no nos habíamos citado aquí. No quiero que usted piense mal de la señorita Murray. Ha sido la lluvia la que nos ha traído a ambos hasta el faro para resguardarnos. Cuestión de mala suerte…
 
–Aunque haya sido mala suerte, si alguien os ha visto, el nombre de la muchacha rodará de boca en boca por este pueblo y no voy a permitirlo –el Coronel asintió ante las palabras del anciano.
 
–No se hable más, pues. El matrimonio es un hecho –aseguró el joven.
 
–¿Puedo hablar con la señorita Murray? –preguntó el señor Walpole, preocupado.
 
–Le ruego que no. Estará terriblemente abochornada y querría darle yo mismo la noticia de nuestro matrimonio. Ya poco importa que alguien pueda vernos juntos y temo que si ella lo ve a usted ahora, se moriría de la vergüenza. Dele un poco de tiempo.
 
–Claro, por supuesto –el anciano se mostró comprensivo. Había dejado de llover sin que ninguno de los hombres se percatara de ello. El anciano cerró el paraguas y lo colgó de su brazo. Continuó el paseo apoyado en su bastón.
 
El Coronel esperó a ver que el anciano estaba lo suficientemente lejos para volver a entrar en el faro. Cuando lo hizo se encontró con la mirada expectante de Laura Barry.
 
–¿Y bien? –preguntó ella, al tiempo que alzaba una ceja.
 
–Ya está todo arreglado –aseguró el Coronel.
 
–¿Es eso cierto? –ella estaba a punto de reír de felicidad.
 
–Sí, es cierto… Todo está ya solucionado –repitió él.
 
–¿Y cuándo será la boda? –cada vez se la veía más y más resplandeciente.
 
–No lo sé. Tendré que hablar antes con la novia –el rostro del Coronel era un témpano de hielo.
 
–A mí me gustaría que fuese cuando antes. El próximo mes estaría bien –dijo ella con la voz alegre como un cascabel y una magnífica sonrisa iluminándole el rostro.
 
–He dicho que tendría que hablar con la novia para fijar la fecha, no con usted –le dijo, cada vez más gélido.
 
–¿Cómo? –ella parecía contrariada–. No sé a qué se refiere…
 
–Me refiero a que debo hablar con mi futura esposa… La señorita Murray. ¿No fue ella quién me escribió la nota para vernos hoy aquí? –ambos enmudecieron durante unos segundos, mirándose sin tregua.
 
–No me gustan este tipo de bromas… –el gesto de ella era extraño, a medio camino entre la incredulidad y la furia.
 
–No es ninguna broma. El señor Walpole me exigió reparar el honor supuestamente dañado de la joven que había visto entrar aquí y yo le di un nombre.
 
–¡El nombre de esa “Poca Cosa” Murray! Le voy a decir algo, Coronel… Más vale que deshaga todo este lío y diga que la mujer que estaba aquí era yo o si no… –ella fue interrumpida por JOSEPH.
 
–¿O si no qué? –la retó él–. ¿Qué piensa hacer, señorita? ¿Piensa plantarse delante del señor Walpole y decirle: “No era “TN” Murray, sino yo, quien tiene la reputación comprometida”? Puede decir lo que quiera. Yo lo negaré, porque prefiero cualquier cosa antes que casarme con usted, ¿comprende eso? –el rostro del hombre era puro cinismo–. Ya puede ir avisando a todos sus parientes para que me reten a duelo si les place, pero le aviso: soy un buen tirador. La dejaré huérfana y sin hermano en menos de lo que canta un gallo –la joven estaba roja de indignación. Jamás nadie la había ninguneado de semejante manera.
 
–O quizás uno de ellos lo mate a usted…
 
–Oh, querida… Recibiré la muerte con agrado. La muerte es preferible a casarme con usted –ella estaba perpleja y tan humillada que casi le saltan las lágrimas–. Ahora vamos a salir por esa puerta y a fingir que nada de esto ocurrió. ¡Ah!, y espero que no intente este truquito con ningún otro hombre, porque si me entero de que algún incauto caballero se ve obligado a casarse con usted porque haya sido descubierto en actitud comprometida, haré una visita a ese caballero y le contaré esta pequeña travesura suya, a ver si después él decide seguir adelante con el matrimonio o no –tras decir esto, el Coronel hizo una leve inclinación de cabeza a modo de despedida y se marchó, dejando a Laura Barry tan conmocionada como si una manada de elefantes acabara de pasarle por encima.
 
*
 
–¡¿Qué?! –el chillido de “TN” Murray espantó a un par de cuervos que estaban posados tranquilamente sobre la valla que había debajo de la ventana de la sala. Las aves, asustadas, habían elevado el vuelo batiendo sus alas como si las persiguiera un águila. El Coronel no quiso pensar en malos presagios al ver a los cuervos a través de los cristales. Había ido a casa de la señorita Lixbom tan pronto como había abandonado el faro para esperar allí el regreso de la joven. Pensó que “TN” estaría, junto a todos los demás, en el festival de las flores de Monk, pero ella no había ido para no verlo a él.
 
El Coronel se la encontró en la sala leyendo los sonetos de Shakespeare. En un día lluvioso como aquel, era una lectura perfecta. Se lo explicó todo atolondradamente, casi sin tomar aire para no darle opción a ella a comentar nada hasta el final.
 
–Tenemos que casarnos –le repitió él, a modo de resumen.
 
–¡Usted está loco o qué! ¿Por qué le dijo al señor Walpole que esa mujer era yo? –durante unos segundos se quedó pensativa, con la mirada perdida–. ¿Quién era en realidad la mujer?
 
–¡Por Dios, eso es lo menos! No era más que una manipuladora que trataba de hacerme caer en su trampa. Lo importante, lo verdaderamente importante, es que yo acudí a esa cita porque la nota la firmaba usted…
 
–¡Yo no he firmado nada y jamás le habría pedido una cita como esa! –exclamó la joven exaltada.
 
–Oh, vamos, no finjas que no te viene de perlas el matrimonio… A los dos nos viene de perlas: yo me libro de la loca manipuladora y tú de una existencia llena de necesidades y estrecheces. ¡Es una solución perfecta, piénsalo! –sólo cuando vio la expresión atónita de ella se dio cuenta de que había sido un bocazas y de que había enfocado mal el asunto. No iba a decirle que casarse con ella era mitad suplicio y mitad placer. Suplicio por la desconfianza y placer porque ella le gustaba. Más que eso: la amaba. No le confesaría eso ni muerto, pero podía haberle hablado de una manera menos fría. Lo malo era que se había sentido ofendido ante el espanto que ella mostró cuando le dijo que tenían que casarse y las palabras brotaron de su boca sin pensarlas. No lo comprendía, sinceramente. ¿Acaso no era él un hombre rico y bien parecido? ¿Acaso no se daba cuenta ella de que era uno de los mejores partidos de Inglaterra, que cualquier mujer desearía convertirse en su esposa? Entonces, ¿por qué demonios ella parecía tan ofendida?
 
–Mira, “TN”, te haré una petición como Dios manda ante la señorita Lixbom. Sé que ahora te parece algo frío y que te ha pillado por sorpresa, pero créeme, es la mejor solución para ambos –le dijo él con tono conciliador. El mal humor de ella no cedió ni un ápice.
 
–Escúcheme bien, Coronel, porque se lo diré solo una vez: ¡no voy a casarme con usted! Hablaré con el señor Walpole y le diré que no era yo la mujer del faro. Y ahora, por favor, váyase.
 
El Coronel se levantó despacio del sillón, tratando de controlar la furia que sentía.
 
–¿Qué te apuestas a que antes de que termine el mes te has convertido en la señora JONAS? –le dijo él con tono retador.
 
–A mí nadie me obliga a hacer lo que no deseo. Soy libre. ¡Libre! No tengo padres, ni hermanos, ni ningún familiar tan cercano como para obligarme a hacer lo que no deseo. ¡No me casaré con usted y eso es un hecho! Búsquese a otra que le solucione el problemilla que ha tenido en el faro.
 
El Coronel salió de la casa echando chispas por los ojos. Espoleó a su caballo y desapareció del campo de visión de la joven como alma que lleva el diablo.
 
*
 
Llevaba más de una hora hablando con el anciano señor Walpole en el despacho de este, pero “TN” no lograba convencerlo de que no era ella la mujer que había visto en el faro.
 
–Mi querida señorita Murray, sólo la vergüenza puede hacer que niegue las evidencias. ¡Yo la vi! –le dijo el anciano con tono paternal–. Despreocúpese, el Coronel me lo ha contado todo. Sé que usted no se citó allí con él. Jamás pensaría eso. Ambos fueron a resguardarse de la lluvia y…
 
–No, señor Walpole, no era yo. Usted vio a una joven entrando al faro, pero no me vio a mí –“TN” trataba desesperadamente de hacerle comprender.
 
–Bien, ¿entonces dónde estaba usted? Todo el mundo se encontraba en el festival de las flores de Monk, pero nadie la vio por allí –él le hablaba como si ella fuese una niña.
 
–Decidí quedarme en casa –dijo ella.
 
–Sin embargo, no hay nadie que pueda corroborar sus palabras, porque tanto la señorita Lixbom como los criados se encontraban en Monk –afirmó el anciano. La joven se sentía cada vez más acorralada.
 
–¡No me casaré con el Coronel! ¡No quiero hacerlo y no lo haré! ¡Nadie puede obligarme! –exclamó de pronto, compungida. No, no se casaría con un hombre al que amaba para ser testigo cada día de su indiferencia y falta de amor hacia ella. No se rebajaría a esa clase de vida.
 
–Querida niña, me temo que lo que usted quiere y lo que usted debe hacer son dos cosas bien distintas y usted debe casarse por el bien de su reputación… No le tenga miedo al mal temperamento del Coronel. Yo velaré por usted, para que él la trate con la delicadeza que se merece –las palabras del señor Walpole pusieron punto y final a la conversación. “TN” se dio cuenta de que era absolutamente imposible convencerlo de lo contrario. Tanto el Coronel como el anciano tratarían de obligarla a casarse y ella no iba a permitirlo.
 
Salió de casa de los Walpole más decidida que nunca a no dejar que nadie decidiera por ella y sólo se le ocurría una solución… Debía huir de Morningdale.
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Mensaje por PEZA Vie 28 Mar 2014, 5:31 pm

CAPÍTULO 17
 
Hacía casi cuatro meses que había huido de Morningdale y parecía que hacía años. Cada acontecimiento vivido con el Coronel parecía haber ocurrido en otra vida. “TN” había abandonado la casa de la prima Del tras hablar con ella. “Debes creerme”, le suplicó, “yo no era la mujer del faro”. La prima Del la creía, no tenía por qué no hacerlo. Pero lo mejor de todo es que creyó comprenderla y por eso la ayudó en su huida. La anciana tenía la peor de las opiniones acerca del Coronel y nunca hubiera visto con buenos ojos que se casara con “TN”, de manera que ambas urdieron la mentira de que había huido en carruaje hasta Londres, en vez de a Abershire, que es adonde se había dirigido realmente.
 
También se despidió de Carrie Potts, pues aunque se conocían desde hacía poco tiempo, le tenía mucho cariño y confiaba en ella. Le contó toda la historia, no sin antes rogarle que no se la repitiera a nadie.
 
–Quitémonos las caretas –dijo Carrie, ante el asombro de su amiga–. Tú amas al Coronel.
 
“TN” se vio obligada a explicarle que, por mucho que lo amara, jamás accedería a un matrimonio así, con un hombre que la tomaba como esposa sólo para huir de una mujer a quien detestaba y que había tratado de embaucarlo. Ella deseaba amor y romanticismo por parte de su futuro marido, no una huida desesperada de un matrimonio peor. Claro que una cosa era alejarse del Coronel y otra bien distinta dejar de pensar en él. JOSEPH JONAS no había abandonado sus pensamientos ni un solo instante en todo ese tiempo. Incluso se le aparecía en sueños, amable y solicito, y revivía de nuevo aquel beso glorioso que se habían dado bajo la lluvia. Todo para despertarse después llena de angustia y vergüenza por ser incapaz de olvidar a un hombre que solo la veía como una solución fácil a sus problemas. Cuatro meses habían pasado ya y “TN” estaba segura de que él habría encontrado esposa. No sabía qué explicación le habría dado al señor Walpole sobre la mujer del faro. Tal vez siguió dejándolo creer que había sido ella, pero su huida había roto la obligación de él de "restaurar" el honor de “TN”. ¿Cómo habría reaccionado el Coronel al saber que ella había huido? Eso era algo en lo que pensaba muy a menudo.
 
Abershire resultó ser una ciudad fascinante. Era perfecta: ni tan grande como Londres ni tan pequeña como Monk. Tenía el tamaño justo para no asustar a una jovencita como ella que acababa de instalarse. Como su renta era tan baja, su única posibilidad de sustento consistía en vivir en un hogar para señoritas. La prima Del le había dado la dirección del Hogar de Miss Rollington, pues conocía a la dueña. “Dile que vas de mi parte”, le había indicado la señorita Lixbom.
 
El Hogar de Miss Rollington era una casa de cuatro plantas ubicada en el barrio de Applegate Hide, al norte de la ciudad. Las jóvenes que vivían allí habían escapado de sus respectivos pueblos en busca de un futuro mejor. Eran, en su mayoría, muchachas cultas y ambiciosas que trataban de abrirse camino como maestras o escritoras y que supusieron una bocanada de aire fresco para “TN”, pues con ellas podía hablar de todo aquello que le interesaba. Fueron ellas quienes la animaron a enviar sus escritos a editores y a los periódicos cuando supieron que había terminado una novela. Había dos con las que entabló una relación más estrecha: la señoritas Miranda Mappletop y Rachel Marcusse, ambas trabajaban como maestras en escuelas para señoritas. Habían acompañado a “TN” a cada editor y a cada redacción de periódico con la enorme carpeta que contenía el manuscrito de su novela bajo el brazo. Habían celebrado también con ella las diez libras que le había pagado el redactor jefe del Abershire Morning por dicha novela, que estaba siendo publicada por capítulos en la hoja final del periódico cada martes. Eso sí, la firmaba con seudónimo por miedo a que el Coronel pudiera enterarse y venir a buscarla. Muchas veces había visto el Abershire Morning en su despacho. Si leía su nombre allí, sabría dónde ir a buscarla, de modo que firmaba con el nombre de soltera de su madre: Marie Osbourne.
 
La vida de “TN” comenzó a estar repleta de actividades: escribía desde muy temprano y durante la mayor parte de la mañana. Dedicaba las tardes a ir al teatro, a asistir a veladas musicales o literarias y también a pasear con alguna de las muchachas de la residencia en la que vivía. El pequeño cuarto se había convertido rápidamente en su hogar y el hecho de desayunar, comer y cenar todas juntas en el comedor mientras charlaban de cómo les había ido el día había contribuido a que considerara a las muchachas y a la propia Miss Rollington como si fueran su familia.
 
*
 
El Coronel no podía creer que “TN” se hubiera esfumado sin dejar rastro. La había buscado hasta en el último rincón de Londres. Había contratado a varias personas para que no dejaran hueco sin comprobar, pero ella simplemente había desaparecido. La señorita Lixbom le había dicho que la joven había hecho rápidamente su equipaje y se había ido a Londres, pero que no podía precisar en qué lugar exacto se encontraba. “¿Y cómo la dejó irse de esa manera, por todos los demonios?”, había bramado él a la anciana, a lo cual ella respondió, muy enfadada, que toda la culpa de esa huida era de él.
 
El Coronel sabía que era cierto, que la culpa era suya por haberla presionado, pero ¡diablos!, quién iba a pensar que una propuesta de matrimonio que iba a arreglarle la vida podía resultarle tan ofensiva a la muchacha. Ya casi había perdido toda esperanza de encontrarla cuando, una mañana, su madre le indicó la última página del Abershire Morning. “Está muy interesante esta novela que publican por capítulos. Además me llama la atención el nombre de la autora: Marie Osbourne. Creo recordar que así se llamaba la madre de la señorita Murray. Mi primo, el señor Murray, lo mencionó alguna vez”.
 
–¿La madre de “TN”? –había querido cerciorarse él. Su madre asintió. El Coronel se sintió tan eufórico que le plantó un enorme beso a la anciana en la mejilla, dejándola tan sorprendida como emocionada.
 
¿Podía ser aquello cierto? ¿Podía encontrarse “TN” en Abershire en vez de en Londres? Esa misma tarde partió hacia la ciudad y se plantó ante el editor jefe del periódico para exigirle, con ese tono amenazador que tienen todos los terratenientes, que le diese información sobre la tal Marie Osbourne. Más por interés que por miedo, el editor acabó accediendo porque vio en los ojos del Coronel el brillo del amor y la desesperación, ¿y quién era él para cortarle las alas al amor?
 
*
 
Miss Rollington salió al encuentro de “TN” con una sonrisa de oreja a oreja y la joven supo que traía buenas noticias.
 
–Querida, le tengo una sorpresa –le dijo, hablando en tono conspiratorio y mirando de soslayo hacia la sala en la que solían recibir a las visitas–. Tiene una visita.
 
–¿Una visita? –preguntó “TN” extrañada, pues toda la gente que conocía en la ciudad vivía en esa casa. ¡Oh, quizás fuese la prima Del!
 
–Sí, querida, una visita –Miss Rollington rió tontamente, como una niñita–. Es un hombre apuesto y alto, muy alto. Un caballero de ojos negros… ¡Qué ojos! Vino preguntando por usted hará como dos horas y aún la está esperando sin rechistar.
 
“TN” sintió que le faltaba la respiración. Se quitó con rapidez el sombrero y se abanicó ligeramente con él. Se estaba mareando ¿Podría ser posible que el Coronel la hubiera encontrado? ¡Ese hombre era un demonio, no había manera de huir de él!
 
–Necesito que me haga un gran favor, Miss Rollington –dijo la joven, preocupada.
 
–Por supuesto, querida. Dígame qué necesita –la anciana se mostraba tan amable como siempre.
 
–Necesito que le mienta a ese caballero –se calló unos instantes y vio la mirada interrogativa de Miss Rollington–. Dígale que ya es muy tarde. Que si aún no he vuelto a estas horas es porque me quedo en casa de una amiga cuya dirección usted desconoce. Que es algo que hago muy a menudo. Yo ahora voy a irme y…
 
–¿Adónde vas a irte? –la voz de trueno del Coronel sonó detrás de ambas y una fuerza mayor que ella la obligó a darse la vuelta. Hacía meses que no lo veía y hasta la última fibra de su cuerpo ansiaba verlo otra vez. Giró hasta quedar frente a él y de pronto y sin aviso, todos los sentimientos y todas las emociones que le despertaba aquel hombre, todo aquello que había tratado de ahogar durante el tiempo que había estado lejos de él, estalló en medio de su pecho. Sintió un nudo en la garganta y tuvo que contenerse para no llorar. ¡Dios mío, cuánto lo había echado de menos!
 
–¿Adónde vas? ¿No te dijo Miss Rollington que tenías una visita? –él alzó la ceja esperando una respuesta. A la anciana no le pasó por alto la excesiva confianza que aquel caballero mostraba con “TN” y también se dio cuenta del tuteo. El Coronel volvió a hablar–. ¿Es esa la manera de recibir a tu prometido tras meses sin verlo?
 
Los ojos de Miss Rollington se abrieron como platos y no fue capaz de hablar sin tartamudear.
 
–¿Pro... pro... prometido? –casi graznó.
 
–¡¿Prometido?! –dijeron también, al unísono, Miranda Mappletop y Rachel Marcusse, que acababan de entrar por la puerta y los habían visto de pie en el medio del hall. “TN” tardó en reaccionar. ¡Aquello no podía estar pasando!
 
–¡Coronel, por favor! –exclamó al fin. No sabía si estaba avergonzada o enfurecida.
 
–¿Estás prometida? –le preguntó Miranda Mappletop sin poder creerse que su amiga no les hubiera dicho nada.
 
–Después hablamos y lo explicaré todo –se dirigió entonces al Coronel–. Pasemos a la sala, por favor.
 
Los ojos de la joven eran dos llamas incandescentes. ¿Quién demonios se había creído para llegar allí y avasallarla en su nueva vida? Aquella absurda idea de casarse con ella no se le había ido aún de la cabeza. ¿En serio pensaba él que se conformaría con un matrimonio así, con un marido que no la amaba? Ella no era la mujer más hermosa del mundo, ¿pero por ese motivo no tenía derecho a soñar con ser amada? El Coronel parecía creer que no, que ella debería estar agradecida porque él le propusiera aquella locura de matrimonio, ¡y todo por una cita indiscreta con otra mujer en un faro!
 
Pasaron a la sala, decorada de forma sencilla pero con cierta elegancia. “TN” trató de controlar su mal carácter, porque sabía que la única manera de desalentarlo era mostrándose indiferente. Si se ponía de mal humor y elevaba el tono de voz, él podía creer que algo ardía en su corazón y ella no podía permitirlo.
 
–Le prohíbo que vuelva a decir que estamos prometidos. Usted y yo, señor mío, no tenemos ningún tipo de relación ni la tendremos nunca –su tono era pausado y eso encendió la ira del Coronel.
 
–Tú y yo, “TN”, compartimos un beso que traspasa todas las normas convencionales de la decencia, por si no lo recuerdas –le espetó, ante la sorpresa de ella– y déjame que te diga que lo disfrutaste de lo lindo. No estás hablando con un mozalbete que no distingue el deseo. Puede que tú no fueras la mujer del faro, pero a ti sí que te he comprometido con ese beso mientras que a ella no le he puesto ni un dedo encima –cuando él acabó de hablar, respiraba como si hubiera corrido varios kilómetros.
 
–Deje de decir estupideces, Coronel. Seguro que ha besado a muchas mujeres sin sentirse comprometido con ninguna, así que no me trate como a una muñequita de porcelana. Por cierto, en adelante le agradeceré que no me tutee, especialmente delante de otras personas.
 
–Si tengo que publicar en la primera página de Abershire Morning que me he acostado contigo para que la vergüenza haga que aceptes el matrimonio, lo haré –él estaba fuera de sí. ¿Estaba loca aquella joven? Le proponía matrimonio, ponía a sus pies su fortuna y su persona y ella lo rechazaba como si fuera el más despreciable de todos los hombres. Tal vez se lo tuviera merecido por las muchas veces que había sido cruel y desagradable con los demás.
 
–Da igual lo que haga. No me casaré con usted. Y por favor, deje ya perseguirme obligándome a un matrimonio que no deseo. Parece usted un bobo enamorado –“TN” se lo había dicho para herirlo. Sabía que él no la amaba, es más: sabía que para el Coronel el amor era un signo de debilidad. Creyó que diciéndole esto tal vez conseguiría que él la dejase en paz. JOSEPH JONAS se sonrojó.
 
–No te amo más de lo que tú me amas a mí –dijo, tratando de defenderse, temeroso de que ella pudiera leer en su corazón como en un libro abierto. Eso sería desastroso–. Lo que ocurre es que yo veo lo que tú no eres capaz de ver, niña boba: este matrimonio es la solución ideal para ambos. Seguro que tu padre soñó con esta unión toda su vida. ¿Has olvidado que volverías a ser la dueña de Aldrich Park?
 
Pensar en su adorada casa hizo que a “TN” se le encogiese el corazón, pero nada la doblegaría porque sabía que casarse enamorada de un hombre que no la correspondía iba a matarla poco a poco.
 
–Ya no me interesa Aldrich Park –mintió–. Lo di por perdido en el instante mismo en que murió mi padre.
 
El Coronel resopló. Parecía impaciente, aunque en el fondo se sentía perdido. ¿Qué podía ofrecer él para tentarla?
 
–Bien, dime lo que quieres, lo que sea… Es tuyo –le aseguró. Ella parpadeó un par de veces, sorprendida. Aquello ya era demasiado.
 
–Coronel, ¿por qué insiste de esta manera? –el tono de ella era de verdadero interés. Él cuadró los hombros, como si le hiciera falta reunir todo el valor para lo que iba a decirle.
 
–Porque eres la mujer ideal para mí… Lista, sensata, valiente, me dices las verdades a la cara y no te amedrentas por mi mal humor. Te quiero como compañera, como amiga. Seríamos felices –la voz de él era suave y delicada y acariciaba rincones de su alma que ella mantenía bajo llave desde hacía años. Si tan solo le bastara con eso, si eso fuera suficiente. Pero ella deseaba amor, pasión, entrega…
 
–¿Y el amor? –le preguntó ella con tristeza. Por primera vez se daba cuenta de que el Coronel no deseaba casarse con ella por el incidente del faro. Eso solo era una excusa. El Coronel quería formar una familia y buscaba para ello a una amiga, pero no había cabida para el amor en sus planes. Se dio cuenta también de que no era culpa del Coronel. No podía culparlo por esos deseos de tranquilidad conyugal, pero ella tenía el ejemplo de sus padres, que nunca habían tenido mucho dinero, pero en amor eran la pareja más rica de toda Inglaterra.
 
–El amor no es imprescindible –mintió. Claro, ella no lo amaba y creía que él tampoco la amaba. Amor, eso era lo que ella necesitaba para dar el paso. Su amor lo tenía, pero él no podía confesarle ese amor cuando ella no sentía nada por él–, pero nos gustamos, eso es evidente, aunque quieras negarlo –ella lo miraba sin pestañear–. Te trataría bien, te sería fiel y me esforzaría cada día de mi vida para que no te arrepintieras de la decisión tomada.
 
La voz del Coronel había ido tornándose cada vez más íntima y “TN” sentía que le temblaban las piernas. Cuando por fin se acercó a ella, la joven apoyó las manos en su pecho para evitar caerse. Aspiró aquel olor que tanto había añorado y cuando alzó los ojos, lo que vio la dejó hipnotizada. El Coronel la miraba como si verdaderamente la amara. ¿Por qué le hacía su mente aquellas malas pasadas? Él comenzó a inclinarse para besarla y con los labios casi sobre los suyos le susurró:
 
–Vamos, “TD”, dime que sí…
 
Y ella supo que en ese instante tenía dos opciones: rendirse a aquel beso o hacer acopio de fuerzas y alejarse de él para evitar sufrir.
PEZA
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Mensaje por PEZA Vie 28 Mar 2014, 7:38 pm

CAPÍTULO 18
 
Los labios del Coronel eran cálidos y cuando se posaron sobre los suyos el corazón se le detuvo por un instante para después comenzar a latir enloquecido. Se dejó arrastrar por aquella maravillosa sensación de ser besada de nuevo por él sin pararse a pensar que en la habitación contigua varias mujeres esperaban expectantes para conocer todos los detalles de su relación con aquel hombre magnífico. Tampoco pensó que cualquiera de ellas podía asomarse y verlos en actitud comprometida. No pudo pensar en nada, sólo sentir…
 
¿Cómo oponerse a ese beso si es lo que más deseaba en el mundo? El Coronel fue tierno y precavido al principio, pues temía que ella lo rechazara, pero en cuanto comprobó que “TN” se entregaba a aquel beso con la misma pasión que él, dejó a un lado todo miramiento y dio rienda suelta al deseo de estrecharla entre sus brazos y convencerla, no solo con palabras, de que su matrimonio podría funcionar.
 
La boca de la joven lo recibía con anhelo, sus respiraciones se confundían la una con la otra y un sonido ronco y profundo salió la garganta del Coronel cuando la escuchó gemir contra sus labios. El abrazo se volvió más íntimo y las manos masculinas resbalaron por su espalda hasta apoyarse en el trasero de “TN”. Como si esto hubiera sido el detonante de una bomba, ella se apartó.
 
–No, no, no, Coronel –dijo. Él la miró con impaciencia y se pasó una mano por el cabello.
 
–Si vuelves a llamarme Coronel, yo… –se detuvo porque no sabía con qué podía amenazarla–. No me llames Coronel, ¿de acuerdo? Llámame JOE.
 
–No sería correcto. No hay ninguna relación entre nosotros –insistió ella, tozuda.
 
–¿Correcto? ¿Y que gimieras como hace un instante, mientras te besaba, eso sí es correcto? –el Coronel estaba comenzando a enfadarse. Ella se sonrojó intensamente ante sus palabras.
 
–No debió venir a verme, ni debió decirme todas esas cosas que me dijo –ella hablaba con la mirada fija en el suelo. Él entornó los ojos, confundido.
 
–¿Qué significa exactamente eso que acabas de decir?
 
–No vuelva a proponerme matrimonio. Sólo me casaré si estoy profundamente enamorada y si mi futuro marido me quiere en la misma medida, de modo que su proposición me parece… Me parece insultante –titubeó antes de decir las últimas palabras. No era cierto. No se sentía insultada, sólo triste ante su proposición.
 
–De modo que te sientes insultada por mi proposición… –algo cambió en el tono de voz de él, algo que “TN” no supo identificar–. Pues no se preocupe, señorita Murray, no se preocupe. Nunca volveré a reiterarle tal proposición. Es una lástima que no me hubiera dado cuenta antes de su juego, así habría evitado hacer el ridículo.
 
–¿A qué juego se refiere? Yo no he estado jugando –ella no comprendía lo que él quería decir.
 
–Sí, señorita Murray, ha estado usted jugando y es una buena jugadora, además. ¿O como llama a lo que ha estado haciendo? Jugar con un hombre, marearle la cabeza para hacerle creer que va a aceptar su proposición de matrimonio, dejarse besar, responder a ese beso y, en el momento más dulce, apartar a ese hombre de un puntapié y decirle que se siente insultada por él –la voz del Coronel había ido bajando de volumen y esto le indicó a “TN” (además del hecho de que volvía a llamarla señorita Murray y a no tutearla) que estaba furioso con ella.
 
–No, no es eso le que he hecho. Yo…
 
–Oh, sí, ya lo creo que lo ha hecho, pero no se preocupe, la culpa es mía por estúpido, por creer que era usted distinta a las demás mujeres y en realidad es peor, porque es más lista que la mayoría, de ahí que no se la vea venir cuando manipula y engaña. Pero en lo que a mí respecta, este juego se terminó. No dejaré que me manipule de nuevo. ¿Con qué fin, además? Ya le he propuesto matrimonio, no sé a qué vienen tantos juegos. ¿Acaso quiere volverme loco? –es este instante el Coronel se cayó la boca para no revelar nada más. A punto había estado de decirle “loco de amor” y lo último que necesitaba era que ella supiera hasta qué punto había calado en su alma y en su corazón. Hizo una leve reverencia y se marchó sin despedirse.
 
“TN” se quedó boquiabierta. No sabía muy bien qué había ocurrido… ¿Ella manipuladora? Pero si su problema era ser demasiado transparente, ni siquiera se explicaba cómo no se había dado cuenta él de que lo amaba.
 
No, no estaba jugando, su rechazo se debía a un único motivo: ¡quería que él la amara con la misma desesperación con la que ella lo amaba a él y no aceptaría un sentimiento menor que ese!
 
*
 
En ese mismo instante, JOSEPH JONAS inició su viaje de regreso a Morningdale. Era difícil de explicar, incluso para sí mismo, cuán destrozado estaba su corazón. Se había jurado no volver a confiar en ninguna mujer después de que su madre le mintiera en algo tan grave como quién era su verdadero padre y, sin embargo, había creído en “TN”. Pensó que ella era diferente a las demás mujeres que había conocido, más integra, más honesta… En definitiva: digna de su confianza.
 
“TN” se había burlado de él y el Coronel aún no comprendía el motivo. Comprendía, por ejemplo, los motivos de Laura Barry para sus manipulaciones: necesitaba un marido rico que la salvara a ella y a su familia de la ruina. Pero “TN”, ¿qué perseguía en realidad? Era todo tan absurdo que el Coronel no sabía qué pensar. Sabía que no había fingido cuando lo besaba. Había temblado entre sus brazos y respondió al beso sinceramente. Era obvio que él le gustaba a la muchacha o, al menos, que no le era indiferente. Pero entontes… Entonces ¿a qué respondía su negativa? Era incomprensible que una mujer rechazase un matrimonio mucho más que ventajoso con un hombre que no le resulta indiferente, es más, que incluso le gusta.
 
Bueno, estaba el amor… Ella había dicho que no se casaría si no amaba profundamente a alguien y si esa persona no la amaba del mismo modo a ella. ¿Se vería “TN” incapaz de amarlo a él? ¿Pensaría que era imposible que él se enamorase de ella? ¡Dios mío, iba a volverse loco si no dejaba de darle vueltas a la cabeza! Sin embargo, eso fue lo único que hizo durante todo el viaje, pensar en los motivos de la joven para rechazarlo una y otra vez.
 
Cuando pasó por la plaza de Monk de camino hacia su casa, vio al joven Timothy Wapole dirigiéndose a grandes zancadas hasta la estafeta de correos. Se detuvo para saludarlo y en cuanto bajó de su carruaje se dio cuenta del gesto de preocupación de él.
–No tiene buena cara, amigo mío –dijo el Coronel.
 
–El estado de la señorita Lixbom ha empeorado, me temo –le comunicó Timothy Walpole.
 
–¿Empeorado? Pero si era un simple catarro… –el Coronel ni siquiera le había comentado nada a “TN” porque no le había dado ninguna importancia a que la anciana tosiese un poco y tuviera un catarro. Era cierto que hacía casi dos semanas que no la veía, pero pensó que de tener algo grave, se habría enterado por el anciano señor Walpole.
 
–Parece que la señorita Lixbom se negaba a que la visitase un médico porque creía tener algo de poca importancia, pero el catarro le ha durado buena parte del invierno y ayer amaneció tan mal, que su criada fue a ver urgentemente a mi tío, el señor Walpole, ante la negativa de la anciana a avisar al doctor.
 
–¿Finalmente la vio el doctor Martin? ¿Qué dijo? –quiso saber el Coronel. El joven señor Walpole meneó la cabeza con gesto contrariado.
 
–Que no había nada que hacer. Sus bronquios sufren, eso hace que su respiración sea más dificultosa y que su corazón se resienta. Si a eso añadimos su avanzada edad, el doctor asegura que no le queda mucho tiempo… Me dirigía a la estafeta para enviarle una carta urgente a la señorita Murray.
 
El Coronel estuvo a punto de ofrecerse a ir él mismo para darle la noticia en persona, pero después recordó cómo se habían despedido y que había prometido permanecer alejado de ella.
 
–Iré a ver a la señorita Lixbom esta misma tarde para ver si necesita algo –dijo el Coronel. Se despidieron con una inclinación de cabeza y cada uno tomó su propio camino: uno hacia su casa y el otro hacia la estafeta de correos.
 
*
 
Las cuatro mujeres se encontraban sentadas en los sofás de la sala donde antes habían estado “TN” y el Coronel.
 
–¿Por qué no nos contaste nada hasta ahora? –le preguntó Miranda Mappletop, tras escuchar la historia completa de cómo el Coronel le había pedido que se casara con él tras el incidente en el faro.
 
–Me daba vergüenza… No es agradable reconocer que la única propuesta de matrimonio que una va a recibir es la de un hombre desesperado que no la ama –había verdadera tristeza en su voz.
 
–¡”TN”! Me niego a creer que puedas ser tan boba… ¿Crees que un hombre desesperado pide matrimonio tan insistentemente? No, querida –le dijo Rachel Marcusse–. Un hombre desesperado que simplemente quiere casarse, se busca a otra en cuanto recibe la primera negativa. El Coronel ha estado esperándote dos horas aquí sentado e insiste, insiste, insiste,… Eso no es desesperación, “TN”. Es amor.
 
–¿Amor? No me hagas reír –la joven meneó la cabeza, incrédula.
 
–Permíteme que te tutee igual que tus amigas, querida… Oímos lo que te dijo –confesó Miss Rollington con cierto sonrojo– y créenos cuando te decimos que te ama… Pero tú no le pones fácil una declaración. Si tan sólo…
 
–¡Estáis locas! Él no me ama, no puede amarme, ¿no lo comprendéis? Me lo hubiera dicho –se quejó “TN”.
 
–¿Y tú lo amas? Algo me dice que sí. Dime, ¿se lo has dicho? –la pregunta de Rachel Marcusse quedó en el aire y “TN” enmudeció.
 
*
 
Timothy Walpole entró en la estafeta de correos, pero no había nadie en el mostrador. En la silla donde debía haber estado sentada la señorita Potts reposaba un cazamariposas y un sombrero de ala ancha. Oyó ruido en el interior.
 
–¡Señorita Potts! –la llamó Timothy.
 
–Ahora mismo salgo –él escuchó la voz de la joven. Tenía el dulce acento de la región, pero en ella era especialmente encantador. Timothy se había dado cuenta cuando habló con ella en la fiesta dada por el Coronel. La había conocido años antes y solía verla por el pueblo, paseando del brazo de su padre, cada vez que él venía al pueblo. Era una linda joven, pero nunca le había llamado la atención hasta que habían conversado en la fiesta. Le pareció, entonces, una muchacha muy particular, además de bonita, pero él no podía permitirse el lujo de fijarse en ella. Él debía elegir como esposa a una de sus primas, sólo así no se sentiría tan culpable cuando heredara la mansión de su tío.
Carrie Potts salió de la trastienda con un mandil manchado de harina. Cuando vio a Timothy Walpole se le paralizó el corazón. ¡Aquello era demasiado! Una cosa era verlo en una fiesta sabiendo que él iba a estar allí y pudiendo prepararse para disimular sus sentimientos y otra bien distinta era encontrárselo frente a frente ¡y a solas! Sin contar con ello.
 
–Señorita Potts, necesito enviar urgentemente esta carta al Hogar de Miss Rollington. Es para la señorita Murray –dijo él, sin poder apartar su mirada de aquella encantadora joven. Tenía harina en el mandil y en la cara y estaba tan bonita como si llevase un vestido de fiesta y estuviera en medio de un salón principesco. Carrie frunció el ceño. ¿Cómo sabría él dónde encontrar a “TN”? Hasta donde ella sabía, su paradero era un secreto. No se atrevió a preguntarle porque a duras penas podía mantenerse de pie sin desmayarse. ¡Dios mío, durante cuántos años lo había amado en secreto!
 
–Ahora mismo… –la joven tomó la carta que le tendía Tmothy Walpole.
 
–Usted sabía que la señorita Murray se encontraba en el Hogar de Miss Rollington y no en Londres, ¿verdad? –Timothy no esperó respuesta. Se fijó en el leve temblor de las manos de la joven cuanto tomó la carta, pero creyó que se debía al tema que estaban tratando, al secreto del paradero de “TN”–. Gracias a que nos lo han dicho los criados de la señorita Lixbom, podemos avisarla. El señor Roberts la llevó en carruaje hasta allí cuando huyó. Nosotros la creíamos en algún lugar indeterminado de Londres.
 
–¿Avisarla de qué? –la joven se preguntó qué podría ser tan urgente como para que los criados de la señorita Lixbom rompiera su promesa de no revelar el secreto.
 
–Me temo que la señorita Lixbom se muere…
 
Carrie Potts se llevó ambas manos al pecho. ¡Dios mío, pobre “TN”! La señorita Lixbom era su único pariente vivo… Bueno, en realidad no: el Coronel y su madre eran también sus parientes lejanos, pero 2TN” no querría contar con ellos para nada… Al menos no ahora, que amaba desesperadamente el Coronel y creía que él no la amaba. Pero, ¿sería eso cierto? A Carrie le parecía que el Coronel estaba verdaderamente interesado en su amiga.
 
–Veo que le ha afectado la noticia –dijo Timothy.
 
–Sí, la señorita Lixbom me parece una mujer maravillosa y la señorita Murray se quedará tan sola tras su muerte…
 
–Aún le quedan el Coronel y su madre y, a pesar de que él parece duro y frío, estoy seguro de que no la desamparará –aseguró él.
 
–Tengo ganas de verla… –dijo Carrie.
 
–Sí, yo también. Estoy deseando saber las causas de esa huida precipitada.
 
–¿El anciano señor Walpole no le ha dicho nada? –Carrie parecía contrariada. Creía que a esas alturas ya todos sabrían la historia del faro.
 
–¿Mi tío? –preguntó él– ¿Y qué sabe mi tío de esa historia?
 
–Oh, nada, nada… Yo creí que tal vez él supiera… Que tal vez él –no sabía cómo enmendar su indiscreción–. No me haga casa, yo pensé…
 
–No sé preocupe, no seré entrometido. Acabo de darme cuenta de que usted y mi tío saben algo del asunto, pero no seguiré insistiendo –ella agradeció, con una sonrisa tímida, su caballerosidad. Los nervios en el estómago se intensificaban cuando sus miradas se fundían–. Debo irme, mis primas me esperan.
 
Con una ligera inclinación de cabeza salió de la estafeta de correos, dejando a Carrie con el corazón y las piernas temblorosos.
 
Él tampoco se podía quitar de la cabeza a aquella joven que horneaba pasteles y salía de paseo con el cazamariposas.
PEZA
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Mensaje por @ntonella Vie 28 Mar 2014, 7:42 pm

Ohhh....!!Shit!!
Muero  :wut: 
Tienes que seguirlaaaaaaa...
@ntonella
@ntonella


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Mensaje por PEZA Vie 28 Mar 2014, 8:12 pm

CAPÍTULO 19
 
La mala noticia cayó como una bomba sobre el ánimo de “TN”, que ya se sentía suficientemente angustiada tras la visita del Coronel. Había tenido apenas una noche para pensar en lo que había ocurrido en la sala del Hogar de Miss Rollington. Creyó que no había nada peor que amar sin ser amada y entonces descubrió una nueva clase de dolor y desesperanza: saber que el Coronel nunca más reiteraría su petición de matrimonio, que se había dado por vencido con ella. Había pesado que eso era lo que deseaba, que era lo mejor para dejar de sufrir, en cambio comenzó a darse cuenta, tras su visita, de que quizás hubiera sido mejor aceptar la proposición, pues la certeza de no estar con él jamás la destrozaba.
 
Recibir, en esos momentos de su vida, la terrible noticia del estado de salud de la prima Del la llenaba de dolor. La anciana se había portado maravillosamente bien con ella. “TN” se sentía culpable. No debería haberse ido de Morningdale dejándola sola. Tal vez si ella hubiera estado allí, la anciana habría aceptado ver al médico antes y podía haberse evitado aquella triste situación.
 
Había salido en dirección a Morningdale apenas una hora después de haber recibido la carta con las malas noticias. Cuando finalmente llegó, se encontró la casa llena de gente: el anciano señor Walpole con su sobrino y sus dos hijas, el Coronel y algún que otro vecino que quería a la señorita Lixbom.
 
–¿Cómo se encuentra? –“TN” lanzó la pregunta al aire y trato de no mirar al Coronel.
 
–Muy mal. Ahora mismo está el doctor con ella, pero sube, querida. La señorita Lixbom no hace más que preguntar por usted –le dijo el anciano señor Walpole. “TN” dejó a un lado los formalismos sociales y corrió escaleras arriba.
 
El cuarto de la prima Del estaba iluminado por la escasa luz de una vela. El doctor la había estado auscultando y miró hacia la joven que acababa de entrar en el cuarto moviendo negativamente la cabeza. No sólo no había nada que hacer, sino que su muerte era cuestión de horas, quizás de minutos.
 
–Las dejo solas –dijo el doctor Martin. A “TN” se le puso un nudo en la garganta al ver el rostro huesudo y los ojos hundidos de la prima Del. Aquella era la firma de la muerte, la joven lo sabía bien porque no hacía demasiado tiempo que su padre había muerto.
 
La anciana movió con dificultad la cabeza hacia donde se encontraba la joven y extendió una mano temblorosa hacia ella. “TN” tomó esa mano y se sentó a su lado en la cama.
 
–¡Qué alegría verte, mi querida muchacha! –le dijo, con voz débil–. Creí que no me daría tiempo a despedirme…
 
–No digas eso, por favor –le rogó la joven.
 
–Calla y escúchame, no me queda mucho tiempo –parecía agotada y le costaba respirar–. Aquí vivirás bien, en esta casa. El señor Walpole te tratará tan bien como siempre me ha tratado a mí. No vuelvas a la ciudad, querida mía. Allí todo será mucho más difícil –volvió a tomar aire y su gesto de dolor impresionó a “TN”–. No dejes que tu miedo al Coronel te aparte de Morningdale. Enfréntalo, oblígale a que te respete…
 
–No te preocupes, prima Del. Haré todo lo que tú me dices, pero por favor, descansa –“TN” tomó las dos manos de la anciana y se inclinó para besarlas. Estaban heladas. No supo cuánto tiempo había permanecido con la mejilla apoyada contra aquellas manos, pero de pronto las sintió blandas y sin movimiento. Alzó la mirada y vio a la anciana con los ojos cerrados, como si durmiera, pero ella sabía que no dormía. Las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro y salió al pasillo a buscar al doctor. No se quedó a esperar la certificación oficial de la muerte. Bajó despacio las escaleras y salió de la casa ante la mirada atónita de todos.
 
–Tengo que salir de aquí, perdonadme –balbuceó, y antes de cruzar el umbral de la puerta pudo ver la mirada seria y distante del Coronel.
 
*
 
Los días siguientes fueron una pesadilla. Al dolor por la pérdida de la prima Del se unía la angustia de estar viendo constantemente al Coronel y ser escrutada por la mirada cargada de ira de él. ¡Cuánto hubiera dado por un abrazo suyo! Eso era lo único que la haría sentir bien.
 
Tras el funeral, “TN” se despidió de todo el mundo y decidió volver sola a casa. Carrie Potts había insistido en acompañarla, pero ella le dijo que prefería no tener compañía. No era del todo cierto, pero la compañía que ella deseaba era la del Coronel y esa no podía tenerla. Caminó desde el cementerio de Monk hasta casa recordando los momentos vividos al lado de la prima Del y un nudo se le instaló en su garganta. Junto a estos recuerdos se entremezclaban otros del Coronel, su mirada fría y distante, el modo en el que se había despedido de ella la tarde que fue a verla al Hogar de Miss Rollington… El llanto comenzó sin darse apenas cuenta. De pronto la humedad bañó su rostro y justo cuando comprendió que eran lágrimas, la tristeza se desató y esas lágrimas se convirtieron en un llanto inconsolable. Y como si las lágrimas tentaran a las nubes, comenzó a llover… Aún le quedaba media hora de camino y aquello no pintaba bien. Trató de taparse la cabeza con el chal que llevaba sobre los hombros, pero eso no evitaba que se mojara. A lo lejos oyó el galopar de unos caballos y vio un carruaje acercándose. Se detuvo a la espera de que la recogiera, tratando de controlar el llanto. Sólo cuando estaba a su lado se dio cuenta de que era el carruaje del Coronel.
Él se asomó por el ventanuco, con el ceño fruncido y rostro de pocos amigos. La miró de arriba abajo antes de decirle nada. “TN” estaba empapada.
 
–Suba, señorita Murray, va a pillar una pulmonía –su voz sonaba enfadada, como si la estuviera regañando. El Coronel, que seguía sin tutearla, se preparó para la negativa de ella a subirse al carruaje, pero se sorprendió cuando la joven, sin mediar palabra, se sentó frente a él.
 
–Gracias –musitó, con un hilo de voz apenas perceptible y sin levantar la mirada de su regazo. Él se fijó en los ojos enrojecidos de la muchacha.
 
–¿Ha estado usted llorando? –le preguntó. No podía evitar sentir lástima por ella. La soledad de “TN” Murray era absoluta y sabía que la prima Del y ella se habían profesado un gran cariño.
 
–Es lo normal en los funerales –respondió, aunque no era del todo cierto. Cuando había muerto su padre, al que adoraba, ella no había derramado ni una sola lágrima, no había podido a pesar del dolor. No sabía qué le había ocurrido desde que había llegado a Morningdale y había conocido al Coronel, pero sus sentimientos estaban a flor de piel y deseaba llorar casi a cada instante.
 
–Siento enormemente su pérdida –le dijo él, con un tono de voz neutro que le hizo pensar a “TN” que hablaba por compromiso, que realmente poco le importaba su suerte ni sus penas. Alzó las cejas en señal de incredulidad y él se dio cuenta de lo que pensaba–. ¿Acaso no me cree?
 
“TN” levantó la mirada de su regazo y la clavó en él. Sentía esas cosquillas en el estómago que siempre se presentaban cuando lo tenía cerca. No le respondió nada. Sólo se encogió de hombros y dirigió su mirada al ventanuco. El día era gris y tan oscuro que parecía que estaba anocheciendo, aunque sólo eran las cuatro y media de la tarde.
 
–Dígame, señorita Murray, ¿no cree que siento sinceramente su pérdida? –insistió él. Ella le respondió sin dejar de mirar a través del ventanuco.
 
–Creo que ha sentido sinceramente la muerte de la prima Del, pero no creo que sienta en lo más mínimo cómo pueda afectarme eso a mí. Al fin y al cabo, soy una mujer deshonesta que ha jugado con sus sentimientos, ¿no fue eso lo que me dijo?
 
–Independientemente de la clase de mujer que sea usted, siento que se vea en una situación semejante –la voz masculina era un témpano de hielo.
 
–Oh, sí, una situación económica muy delicada –le dijo ella, ahora sí, mirándolo a los ojos con altivez, dejándole bien claro que sabía que él sólo pensaba en el maldito dinero. ¿No le había propuesto matrimonio por eso, para mejorar su situación económica?
 
–No es eso a lo que me refería –respondió, con una voz de pronto cálida y cercana. El mismo tono que utilizaba para hablarle antes de su encuentro en el Hogar de Miss Rollington. Ella lo miró sintiendo que una sensación agradable la envolvía en medio de ese día frío y lluvioso–, aunque no vamos a negar las estrecheces a la que se verá obligada. Me refería a la soledad. Usted cree que ya no le queda nadie en el mundo.
 
–No es que lo crea, es que es una realidad. Ya se han muerto todos aquellos que alguna vez me quisieron sinceramente –declaró ella con tristeza,
 
–El anciano señor Walpole la quiere y se preocupa por usted, lo mismo que Carrie Potts y apuesto a que sus nuevas amigas de la ciudad siente cariño sincero y preocupación también –el Coronel se mordió la lengua para no decirle que él hubiera hecho cualquier cosa por verla feliz si ella no lo hubiera rechazado de aquella manera tan terrible. Es más, se dio cuenta de que aún haría cualquier cosa por su felicidad siempre y cuando ella nunca supiera que era él quien lo hacía. Aquella muchachita ya se había reído de él más que suficiente.
 
Las palabras se agolpaban en la garganta de “TN” deseando salir. Quería preguntarle si él sentía algo parecido, un poco de cariño, una pizca de preocupación por ella, pero ya era demasiado tarde para aquello y si ella decía algo semejante, entonces él pensaría con razón que la joven estaba jugando, dándole una de cal y otra de arena. Cerró los ojos concentrándose para no llorar y de pronto sintió la calidez de las manos del Coronel sobre las suyas. Era superior a sus fuerzas verla tan hundida y seguir permaneciendo frío ante ella. ”TN” abrió los ojos, sorprendida, y se encontró con la mirada preocupada y tierna del Coronel.
 
–Independientemente de lo que haya ocurrido en el Hogar de Miss Rollington, siempre podrás contar conmigo. No estás sola y no lo estarás mientras yo vida –le dijo con total sinceridad, tuteándola de nuevo. El corazón de la joven se infló como un globo. Aquel hombre era excepcional. Puede que no la amara y eso la llenaba de dolor y resentimiento, pero después de que lo hubiera rechazado, seguía dispuesto a ayudarla y apoyarla. Deseó más que nunca haber aceptado su propuesta de matrimonio.
 
–Gracias, yo… –comenzó a decir ella, pero rompió en sollozos. El Coronel se sentó a su lado en el carruaje y la abrazó contra su pecho. “TN” disfrutó de la calidez del abrazo y de aquel olor masculino que no había podido olvidar desde que la besara por primera vez–. Lo siento, lo siento de verdad… Cuando te dije que me sentía insultada por tu propuesta de matrimonio, no era cierto, yo…
 
–No te preocupes –le dijo él–, eso no tiene la menor importancia. Ahora debes estar tranquila.
 
En la cabeza de él bullían mil ideas a un mismo tiempo: pensaba que tal vez ella se disculpara porque él estaba siendo amable, pero por otro lado, quizás había algo que se le escapaba y eso algo fuera lo que obligaba a la joven a rechazarlo una y otra vez porque, a decir verdad, era lo suficientemente experimentado como para saber cuándo le gustaba a una mujer, y ¡por todos los demonios!, “TN” se sentía atraída por él.
El carruaje se detuvo delante de la casa en la que “TN” había vivido con la prima Del.
 
–Te acompaño –le dijo el Coronel. Ella no opuso resistencia. Se dejó llevar de su brazo hasta la puerta y cuando vio que ella misma abría, le preguntó– ¿Y los criados?
–Les he dado la noche libre. Quería estar sola. No me gusta que nadie me vea cuando estoy así –respondió “TN”.
 
–Me voy, entonces –le dijo el Coronel–. No quiero molestarte. Sé lo duro que ha sido el día de hoy.
 
“TN” no sabía si su rostro reflejaba el estado de su corazón al escuchar las palabras del Coronel. ¡No! ¡No quería que él se fuera! Pero… ¿cómo hacer para retenerlo a su lado?
PEZA
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Mensaje por aranzhitha Vie 28 Mar 2014, 9:38 pm

Oww se murió la prima Del!!!
Síguela!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por @ntonella Sáb 29 Mar 2014, 6:00 am

Una mujer insignificante - Página 3 3619577255 Oh.. pobre de la rayis..
Continuaaa pleaseee  :wut:
@ntonella
@ntonella


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