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Gráficos por y codes hechos por Kaffei e Insxne.
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·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
O W N :: Archivos :: Novelas Terminadas
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Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
ola hay alguien hay? :?:
no nos abandones somos buenas lectoras :(
regresa por favor
no nos abandones somos buenas lectoras :(
regresa por favor
aranzhitha
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
Mis niñas, les pido mil millones de perdones porque no he subido cap durante todos estos dias pero la verdad es que a penas he estado en el ordenador y no he podido subirles, asi que hoy tendrán lo que quieren!!! :D
ForJoeJonas
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
biiiiiiiiiiiiien!! Tu no te preocupes, sube capi cuando puedas, nosotras esperaremos! :)
StayMemiFaither
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
Cuando Joe entró en la habitación, a __________ se le pasó por la cabeza, aunque brevemente, fingir que estaba dormida. Pero no iba a seguirle el juego, no iba a encerrarse en sí misma y a volverse distante. Además, sospechaba que no podría hacerlo aunque quisiera. Iba en contra de su naturaleza. Lo máximo que podía hacer era no hablarle del amor que sentía por él. Podía tragarse las palabras, aunque a veces se le atragantaran, pero no podía reprimir las demás señales de su amor. Salían sin querer, sin pensarlo y ajenas a cualquier control.
Cuando él la abrazó y la acarició suavemente, ella colocó la mano encima de su corazón y notó cómo el latido se aceleraba. Latía con la emoción del deseo, pero ella quería que latiera con amor. Se dijo que ojalá pudiera alcanzar debajo de la tersa piel y derribar el muro que había levantado. Cuando la fuerza de su propio deseo interrumpió sus pensamientos, rezó para que algún día le entregara su amor con la misma libertad que le entregaba su pasión.
· Capítulo 12
Casi sin aliento, __________ intentaba seguir el ritmo de las enormes zancadas de un preocupado Joe. Recorrer juntos la propiedad que su dote había aportado a la de Joe sería una buena oportunidad para estar solos y les ofrecería la posibilidad de pasar un rato juntos, algo que necesitaban. Sin embargo, en lugar de eso, se había visto obligada a caminar, más bien trotar, por la torre y por las tierras, detrás de un hombre que sólo le había dirigido la palabra muy de vez en cuando y había sido para decirle lo que tenía que repararse. A pesar de que su futuro hogar le interesaba tanto como aparentemente a él, empezaba a desear haberse quedado en casa. Sus pies seguro que lo habrían agradecido.
Joe frunció el ceño y se detuvo a observar una cabaña de campo. También podría aprovecharla para algo. Su padre siempre les había dicho que era importante que los campesinos tuvieran una buena casa y estuvieran contentos. Al menos, la gente tenía algo por lo que pelear y así te ganabas su lealtad. Cuando un terrateniente cuidaba a todos sus trabajadores, éstos se esforzaban para que siguiera siendo su señor.
Se volvió hacia _________ para compartir con ella aquella sabiduría popular pero, al hacerlo, frunció todavía más el ceño. Estaba apoyada en un árbol, con una mano encima del pecho y la respiración acelerada. Aunque estaba preciosa, despeinada y sofocada, no pudo evitar un segundo de preocupación.
—Si te encontrabas mal, deberías haberte quedado en casa —le dijo, mientras se acercaba a ella.
__________ se preguntó si tendría fuerza suficiente para partirle la nariz.
—No me encuentro mal.
—¿Seguro? Estás ardiendo —murmuró él mientras le colocaba una mano en la frente.
—Cuando uno corre, suele sudar.
—Pero si no te he hecho correr.
—Joe —respondió ella, exasperada, mientras se sentaba y se quitaba la bota—, por cada paso que das, yo tengo que dar como mínimo dos. —Se miró el pie, sorprendida de no ver llagas desde la punta hasta el talón.
Joe reprimió una sonrisa, se arrodilló frente a ella y miró fijamente, y con deseo, la pierna que asomaba por debajo de la falda.
—Intentaré recordar que debo ir más despacio, cariño. No quiero agotar estas preciosas piernas y que se queden en los huesos.
—Joe —protestó ella cuando él empezó a subirle la mano por la pierna—. Estamos en medio del campo —dijo, sorprendida, mientras se levantaba y pegaba la espalda al árbol.
Cuando él sonrió y dio un paso hacia delante, ella dio un salto hacia un lado. El juego se vio interrumpido de forma repentina por el suave y mortal silbido de una flecha que fue directa hacia ellos. Oyeron cómo la tela de la manga de __________ se partía cuando la flecha la atravesó, le arañó la piel del brazo y se clavó en el árbol.
—Joe —dijo ella, sin aliento, en cuanto se dio cuenta de que, de haber llegado un segundo antes, le habría atravesado el pecho.
Él maldijo en voz baja, la agarró por los talones y la tiró al suelo justo a tiempo, porque en ese momento llegó otra flecha. Atravesó sin problemas el espacio que ella había ocupado hacía unos instantes. Entonces no dijo nada mientras Joe la arrastraba con brusquedad, se pegó al suelo y a él hasta que estuvieron a salvo detrás de dos grandes árboles cuyos troncos nacían muy juntos.
—No puedes evadir a la justicia eternamente, MacLagan.
—Asesinar a esta chica inocente no es justicia, MacLennon.
—Sí que lo es. Te quitaré lo que tú me quitaste.
—Sal de tu escondite, MacLennon; enfrentémonos de hombre a hombre y terminemos con esto.
—No, un asesino de mujeres no merece el honor de una batalla limpia.
_________ se pegó a Joe e intentó, en vano, suavizar el dolor que le provocaban las palabras de Duncan MacLennon. Sabía que nada de lo que ella hiciera lo protegería de las acusaciones de MacLennon, porque Joe se las creía. Seguramente ni se daría cuenta de que ella no pensaba que fuera culpable del crimen por el que MacLennon quería ejecutarlo.
Se estremeció cuando otra flecha se clavó en la corteza de los árboles tras los que se escondían. Ese hombre los tenía a su merced y, a juzgar por su maquiavélica risa, lo sabía. Justo cuando __________ empezaba a preguntarse por qué nadie acudía en su ayuda, por qué nadie había tomado la precaución de seguir a Joe, oyó el ruido de los cascos de unos caballos. Casi dibujó una sonrisa al oír el grito feroz de Phelan, pero su alegría se esfumó cuando oyó otros cascos que se alejaban de inmediato. MacLennon se había vuelto a escapar. Quería gritar de frustración y se imaginaba cómo se sentiría Joe.
Éste se levantó, y tras lanzarle una breve pero intensa mirada, la dejó allí. Joe salió de detrás de los árboles justo cuando Phelan, Tavis y el escudero de Joe, Murdo, llegaron. Tiró a su hermano del caballo y lo montó él.
—Vigila a mi mujer —le dijo mientras se alejaba al galope.
___________ observó con cautela cómo Tavis se levantaba y se sacudía el polvo. En cuanto se le acercó, ella vio furia en sus ojos, pero tenía la impresión de que no nacía de la falta de delicadeza de su hermano. Tavis le vio el brazo y se arrodilló a su lado. Justo entonces, ella fue consciente del intenso dolor, se volvió y vio que estaba sangrando.
—Es superficial —murmuró, mientras Tavis desataba la bota de agua que llevaba colgada del cinturón y empapaba un pañuelo.
Antes de lavar la herida, miró a ___________ y le preguntó:
—¿Seguro?
Ella apretó los dientes mientras él le limpiaba el corte. Se miró y comprobó el lastimoso estado de su vestido y estuvo a punto de dibujar una sonrisa.
—Todos estos rasguños me los he hecho cuando Joe me ha tirado al suelo para protegerme. Estaba más preocupado por mi seguridad que por mostrarse como un caballero. No me extrañaría encontrar más moretones por la mañana, pero no tengo más heridas.
—Ha ido de poco, de muy poco —murmuró Tavis, y luego dibujó una sonrisa antes de arrancarle un trozo de enagua para vendarle el brazo—. No me había dado cuenta de que ahora también te persigue a ti.
—Ha provocado a Joe diciéndole que me matará, pero todavía no me ha atacado cuando estoy sola. —Frunció el ceño—. Es cierto que, aunque Joe también estaba a tiro, me ha apuntado a mí primero, pero creo que sólo ha sido para provocarlo. Ha dicho que quiere que Joe vea cómo me mata. —Decidió que no había ninguna necesidad de mencionar la amenaza de violación—. Empezaba a temer que no hubiera nadie vigilándolo y que, cuando alguien viniera a ayudarnos, ya sería tarde.
—Joe está vigilado desde el primer ataque, aunque no siempre se da cuenta.
Cuando _________ se paró a pensar en aquellas palabras, abrió los ojos. Sólo tuvo que recordar dos o tres escenas para reconocer la verdad de las palabras de Tavis. Cerca de Joe, siempre había hombres armados, aunque su presencia nunca fuera intrusiva. Y, cuando no estaba con gente, Murdo y uno de sus escuderos siempre lo seguían. Ella pensaba que era por orden de Joe, pero ahora sospechaba que no era así. MacLennon había podido llegar hasta la cama de Joe en la corte, pero únicamente porque había entrado por una ventana tan alta y alejada que todos habían creído que sería inaccesible. Para un hombre en sus cabales, quizá lo hubiera sido.
—Asómate a la ventana o a la puerta de tu habitación en cualquier momento en mitad de la noche, y verás hombres armados.
—Pues nunca los he oído.
—No queremos oír las quejas de Joe. Después de lo de hoy, tú también tendrás protección.
—Sería mejor atrapar a ese chiflado, así no habría ninguna necesidad. —Su voz transmitió una ligera esperanza, aunque no vio ninguna en la solemne expresión de Tavis.
Joe observó las huellas en el límite del desfiladero por quinta vez, pero no podía negar el mensaje que transmitían.
—Ha saltado al otro lado —dijo, con la voz teñida de asombro.
Phelan meneó la cabeza.
—Ese hombre está loco. ¿Crees que lo ha conseguido?
—La única manera de saberlo es ir al otro lado y buscar las huellas.
—Sí, y cuando lleguemos, ya no servirá de nada, porque nos llevará una hora de ventaja.
—Siempre podrías intentar saltar tú.
—Amigo, puede que a veces peque de insensato, pero nunca de estúpido.
—Tiene el valor de un hombre muerto —gruñó Murdo.
—Sí. —Joe meneó la cabeza—. La vida le da igual, de modo que se ríe de la muerte en su cara como un hombre cuerdo nunca lo haría.
—Quizá no ha llegado al otro lado, ha caído y ha muerto ahogado ahí abajo.
—Phelan, si eso es lo que ha sucedido…
—Iré hasta el otro lado para descubrir la respuesta. Siempre será mejor saber a qué atenernos. Tú vuelve con tu mujer, Joe lo celebraremos. —Phelan dibujó una sonrisa—. Creo que preferirá que le cures tú las heridas.
Después de ver cómo Phelan se alejaba, Joe se volvió una vez más hacia el desfiladero y se estremeció. ¿Cómo se suponía que tenía que enfrentarse a un hombre tan loco que se atrevía a dar ese salto? Si había conseguido llegar al otro lado, había sido a lomos de las alas de la suerte. Era inútil intentar razonar con un hombre que estaba claro que no atendía a razones ni tenía miedo a nada. Aquello sólo acabaría cuando uno de los dos muriese.
Cuando llegó junto a Tavis e __________, suspiró. Vio la esperanza reflejada en sus caras, pero también vio que a __________ no le gustaba desear la muerte de un hombre y maldijo a MacLennon por provocarle aquel tormento.
—Ha saltado el desfiladero —les informó, sin más—. Phelan ha ido al otro lado a ver si lo ha conseguido o ha caído al agua.
Tavis no dijo nada, pero meneó la cabeza. Cuando Joe quiso desmontar, Tavis volvió a menear la cabeza y le indicó que se quedara donde estaba. Ayudó a __________ a montar delante de Joe y él se colocó detrás de Murdo.
Y una vez que estuvieron en su futuro hogar, tanto Joe como _________ se subieron a sus caballos. De camino a Caraidland, apenas se dijeron nada. A ella le dolió un poco que Joe la ignorara de aquella forma; ni siquiera le había preguntado por la herida, aunque no fuera gran cosa. Entendía que aquella situación lo había puesto de mal humor, pero, aún así, no podía evitar que le doliera.
Y también la asustaba. Casi pudo oír cómo se cerraban, con más fuerza que antes, las puertas del corazón de su marido. Aquel ataque añadiría leña al fuego de sus temores.
Cuando llegaron a Caraidland, Meg se la llevó a su habitación. En parte, quería quedarse con los demás en el salón para oír lo que decían y planeaban sobre MacLennon, pero se moría de ganas de tenderse en su cama y que Meg, que se asustó mucho al verla, la cuidara.
—Sólo es un rasguño —le dijo, mientras la metía en la cama—. No creo que te deje cicatriz.
—Bueno, aunque me quede una señal, las pecas la taparán.
—No sé por qué quiere matarte ese hombre. Tú no le has hecho nada. Ni siquiera conocías a la chica.
—Me he casado con Joe. A ojos de ese hombre, es un crimen grave. En realidad, sólo soy otro instrumento para hacer daño a Joe. Que Dios me perdone, pero espero que haya muerto en ese desfiladero. —Se acurrucó debajo de las sábanas—. Eso o que los que ahora están hablando de él encuentren la forma de acabar con estos ataques.
Joe se terminó el vino y volvió a llenarse la jarra. Sabía que emborracharse no era la solución, pero quería olvidar el trago amargo de la frustración. En cuanto Phelan entró en el salón, se tensó, y, al verle menear la cabeza, maldijo en voz baja. No se había dado cuenta de las ganas que tenía de oír que MacLennon había muerto al caer por el desfiladero. Eso le habría robado el placer de matarlo él mismo, pero también habría puesto punto y final a toda aquella historia.
—He observado las huellas durante más de media hora, y está claro —dijo Phelan, cansado, mientras se sentaba y aceptaba una jarra de vino de manos de Storm—. Ha conseguido saltar y cruzar al otro lado.
—Deberías habernos dicho que también quiere matar a la chica.
—Sí, debería habéroslo dicho, padre, pero es que no me lo creí. Pensé que era una provocación para desconcentrarme la noche que nos atacó. Sí, le hizo un corte, pero sólo cuando __________ intentó darme la espada.
—Pero esta vez no se ha quedado en una amenaza.
—No. Si no se hubiera movido en el último momento, la flecha la habría clavado al árbol. La segunda flecha también iba dirigida a ella, pero la tiré al suelo. En las dos ocasiones, yo era mejor objetivo. __________ es mi mujer y eso ya basta para despertar el odio de MacLennon. Quiere que la vea morir. Dice que será un precio justo por la muerte de Catalina.
—Y después, tú.
—Sí, y después yo. —Tras unos instantes de reflexión, Joe decidió ser totalmente sincero—. También dijo que quería hacerla suya delante de mí, preferiblemente mientras me veía morir. Eso también sería para hacer justicia a Catalina, por haberme acostado con ella.
—No podemos tener piedad de él —dijo Tavis, con frialdad.
—No. A mí no me da pena. Eliminó cualquier opción de compadecerme de él cuando, aquella noche, acuchilló a __________, a pesar de que entonces ni siquiera sabía que también quería matarla. No tiene ningún motivo para emprenderla con ella.
—Ni contigo —intervino Storm—. Asumes una culpa que nunca ha sido tuya.
Joe sonrió cansado.
—Nunca nos pondremos de acuerdo sobre eso. Aquí lo que importa es que MacLennon me culpa, quiere matarme para vengar la muerte de Catalina y, lo más importante, ahora ha incluido a __________ en esa venganza.
—La vigilaremos —dijo Tavis, con decisión.
—¿Como a mí?
—No sabía que te habías dado cuenta.
—Nunca digo nada, pero es difícil no ver una sombra constante que te sigue —respondió Joe, y luego suspiró mientras se echaba el pelo hacia atrás—. Será mejor que envíe un mensaje a su familia. Lo descuartizarían ya mismo sólo por el hecho de haber derramado su sangre, pero es importante que sepan que la ha amenazado de muerte. Así habrá más ojos buscando a ese hombre. No nos vendrá mal, aunque no les hará ninguna gracia que la haya colocado en una situación tan peligrosa.
—¿No les dijiste nada esa noche en la corte?
—Sí, Storm, pero había un motivo por el que había acudido a nuestra habitación, como te he dicho.
—Yo iré a casa de su familia, Joe —se ofreció Phelan—. Saldré mañana por la mañana, antes del amanecer.
—Ten cuidado, Phelan. Los ingleses han atacado aquella zona y puede que todavía estén causando problemas. Seguro que no quieres verte sorprendido en medio de una situación así.
—No, aunque… —sonrió—, hay uno o dos ingleses a los que no me importaría encontrarme frente a frente. Pero, descuida, iré con cuidado. Sin embargo, será mejor que me des algo que pueda identificarme sin lugar a dudas. No soy escocés, ni tengo acento escocés y, si las aguas siguen revueltas, podría salir mal parado.
—Irás con otro hombre —dijo Tavis—. Llévate a quien quieras, siempre que pueda seguirte el ritmo, claro. Y será mejor que lo dejes hablar a él primero. Como has dicho, no eres escocés.
—¿Seguro que la herida de ___________ no es grave? —preguntó Storm—. Quizá debería ir a verla.
—No, la vieja Meg está con ella. Y la herida no es grave.
—Y si lo hubiera sido, tampoco te habrías dado cuenta, hermano —murmuró Tavis.
—Me he dado cuenta.
—Se quedó serio y callado, ¿verdad?
—Exacto, Storm. Se subió al caballo con el ceño fruncido y enfurruñado y apenas le dirigió la palabra. Me dejó con ella y se fue tras MacLennon, a pesar de que ella estaba allí toda ensangrentada.
—No estaba ensangrentada. Sólo era una herida superficial.
En ese momento, llegó Alexander.
—¿Cómo está ____________?
—Bien —espetó Joe, todavía más irritado por el interés de Alexander.
—Alex, ¿dónde has estado todo el día?
—Visitando a unas amigas, Storm.
—Tienes muchas, ¿no? —dijo Joe entre dientes.
Alexander sonrió y se acercó a la mesa para servirse un poco de vino.
—Quizá debería hacerle una visita.
—Meg ya debe de haberla acostado.
—Mejor todavía.
—Alex, compórtate —le ordenó Storm, conteniendo una sonrisa.
—Por ti, Storm, cualquier cosa. —Y entonces se puso serio—. ¿Seguro que está bien?
—Sí, y me parece que estás demasiado preocupado por la mujer de otro —gruñó Joe—. La mía.
—Vaya, qué mal humor. Me temo que traigo noticias que no lo mejorarán.
—¿Qué noticias? —preguntó Joe con impaciencia cuando Alexander no dijo nada, sólo se sentó—. ¿Dónde has estado?
—Eso da igual.
—Con una mujer —dijo Storm con firmeza.
Alexander la ignoró y continuó:
—Lord Fraser no murió a raíz de la paliza que le diste, amigo.
—Tienes razón. No son buenas noticias.
—Sin embargo, se ve que tiene cicatrices y ha quedado lisiado.
—¿Lisiado? —Joe intentó recordar qué le había hecho, pero sólo se acordaba de la ira que sintió.
—Sí. Cuando lo lanzaste contra la pared, le rompiste la pierna.
—Pero si se levantó.
—Seguramente, el miedo le dio fuerzas. Quería huir, con la pierna rota y todo. La fractura no fue limpia.
—Entonces, quedará cojo.
—Sí, Storm, nadie lo duda. A su familia le parece un precio justo.
—Entonces, no habrá problemas con la justicia, ¿verdad? —La voz de Colin encerraba una nota de alivio.
—No, no habrá ninguna contienda, pero lord Fraser clama venganza y nadie puede callarlo.
Joe soltó una retahíla de variados improperios, aunque terminó con una disculpa hacia una sorprendida Storm.
—Otro cuchillo apuntando a mi espalda. Lord Fraser no vendrá de frente. Siempre ha sido un cobarde.
—Sí, ya lo tienes calado. Será mejor que lo olvides.
—¿Qué quieres decir?
—Que no sólo clama venganza contra ti —dijo Alexander, sin apartar la mirada de la cara de Joe—. Dice que __________ también es culpable. Dice que lo atrajo, lo provocó y lo tentó y que, cuando la descubriste, gritó que la estaba violando. —Alexander apenas pudo levantar la jarra de vino cuando, con un amplio movimiento de brazo, Joe dibujó un círculo y tiró al suelo todos los vasos—. Dice que es una puta y explica que intentaste matarlo para que no dijera la verdad sobre ella. —Alexander no se detuvo y observó la ira de Joe con interés—. Si sus palabras han llegado hasta aquí, es que no se ha quedado callado.
—Nadie se lo creerá —respondió Joe.
—No, nadie que la conozca —dijo Alexander.
—Pero no la conoce tanta gente —gruñó Joe.
—No. Lo siento, amigo mío. No debería haber intervenido para que no lo mataras. Eso habría evitado las habladurías.
—Ha cavado su propia tumba.
—No puedes hacer nada hasta que esté recuperado. No. Tendrás que esperar a que te ataque.
—¿Por qué?
—Porque no puedes matar a un hombre que está convaleciente. Provocarías una contienda, y la muerte de mucha gente. Y tampoco puedes atacar a un cojo. Me temo que estás atado de pies y manos y no puedes soltarte hasta que te ataque.
—O a ___________.
—Exacto, o a __________. Lo mejor que te llamarían sería cobarde y lo peor, asesino. Sólo saldrás airoso si lo matas en medio de una pelea por tu vida o por la de __________.
—¿Les explico esto también a los MacRoth? —preguntó Phelan sin inquietarse.
—Sí, díselo. Ahora me voy a la cama —dijo Joe, mientras se levantaba de golpe—. Poco más puedo hacer.
Enfadado, se preguntó qué había hecho ____________ para tener que cargar con un marido que parecía predestinado a llevarla a la destrucción. Con su familia estaba segura y tranquila. Y ahora había dos hombres deseosos de hacerla pagar por unos crímenes que no había cometido. No, peor. Tenía un marido incapaz de protegerla, que sólo podía esperar a que el enemigo los atacara y rezar para que no la mataran antes de poder eliminar la amenaza sobre sus vidas.
La encontró dormida, se desvistió en silencio y se metió en la cama con cuidado. A pesar de sus intenciones iniciales, no pudo evitar abrazarse a ella. Ella murmuró su nombre y se acurrucó contra su pecho. Joe intentó olvidarse de sus preocupaciones y rezó para que todo el vino que había bebido le ayudara a dormir. Una amarga risa resonó en su cabeza cuando se dio cuenta de lo mucho que lo ayudaba a dormirse tener a _________ tan cerca.
Ella se despertó de repente y luego se maldijo por ser una niña asustadiza. La había despertado una pesadilla inspirada, obviamente, en los acontecimientos del día. Contrariada, pensó que permitir que el miedo le robara unas horas de sueño que tanto necesitaba era lo peor que podía hacer. No estaría tan alerta como debería en caso de tener que defenderse. No iba a permitir que ese loco la venciera así, y menos cuando sólo pretendía usarla para aumentar el dolor de Joe.
Se deslizó por debajo del brazo de su marido, que la rodeaba por la cintura, y se acercó a la ventana. Se asomó y, abajo, vio al guarda, alerta aunque en la distancia. No se molestó en asomarse a la puerta de la habitación. Tavis le había dicho que allí habría otro hombre, y no lo dudaba.
«Nos ha hecho prisioneros en nuestra propia casa, dentro de nuestras tierras —pensó con una pizca de amargura—. Ni siquiera podemos sentirnos seguros en nuestra habitación. Empiezo a creer que eres un poco brujo, Duncan MacLennon. Si dirigieras toda esa pericia y odio hacia los ingleses, Escocia no tendría que volver a preocuparse por ese país nunca más».
—___________.
Ella se volvió enseguida, porque reconoció una nota de miedo en aquella voz ronca.
—Aquí, Joe. Junto a la ventana.
—Vuelve a la cama antes de que te constipes.
Ella contuvo una sonrisa y volvió a la cama. A pesar de la confusión y las dudas acerca de qué sentía por ella, estaba segura de que su preocupación era sincera. Había reconocido el miedo en su voz y conocía a los hombres lo suficientemente bien como para saber que la respuesta malhumorada se debía al temor de que ella hubiera identificado ese miedo. No corría ningún peligro y ahora se sentía estúpido por haberse preocupado.
—Por el amor de Dios, tienes los pies helados —gruñó cuando la abrazó—. ¿Acaso necesitabas aire fresco? —murmuró.
—Bueno, Joe, hace tiempo que quería hablarte de tus pies —dijo ella, riendo pegada a su pecho, y luego gritó cuando él le tiró del pelo con suavidad.
—Brujita descarada. —Se puso serio—. ¿Cómo tienes la herida?
—No es nada, Joe. Sí, me duele, pero es tan superficial que se me curará enseguida.
—Debería habértelo preguntado antes.
—Tenías otras cosas en la cabeza.
—Sí… la muerte. Cuando vi tu sangre, deseé la muerte de MacLennon con todas mis fuerzas. Me marché pensando sólo en las ganas que tenía de matarlo.
—Viste que la herida no era grave. En realidad, había pocos motivos para que te quedaras.
—Estabas muy asustada. Es motivo suficiente. Debería haberme quedado para tranquilizarte y para curarte la herida.
—Tavis hizo ambas cosas muy bien. Joe, era más importante que intentaras atrapar a ese hombre. Sí, tenía miedo y quería tenerte cerca, pero eso son detalles sin importancia que se solucionan. Es mucho más importante detener a ese loco. Y entiendo perfectamente tu necesidad de ser tú quien lo haga. Yo también lo deseo, aunque me altera desear la muerte de un hombre.
Antes de apoyar la cabeza en sus senos, Joe los besó, luego se acurrucó contra ella y bostezó.
—No le des más vueltas, cariño —murmuró, somnoliento—. No nos ha dejado otra opción.
Cuando él la abrazó y la acarició suavemente, ella colocó la mano encima de su corazón y notó cómo el latido se aceleraba. Latía con la emoción del deseo, pero ella quería que latiera con amor. Se dijo que ojalá pudiera alcanzar debajo de la tersa piel y derribar el muro que había levantado. Cuando la fuerza de su propio deseo interrumpió sus pensamientos, rezó para que algún día le entregara su amor con la misma libertad que le entregaba su pasión.
· Capítulo 12
Casi sin aliento, __________ intentaba seguir el ritmo de las enormes zancadas de un preocupado Joe. Recorrer juntos la propiedad que su dote había aportado a la de Joe sería una buena oportunidad para estar solos y les ofrecería la posibilidad de pasar un rato juntos, algo que necesitaban. Sin embargo, en lugar de eso, se había visto obligada a caminar, más bien trotar, por la torre y por las tierras, detrás de un hombre que sólo le había dirigido la palabra muy de vez en cuando y había sido para decirle lo que tenía que repararse. A pesar de que su futuro hogar le interesaba tanto como aparentemente a él, empezaba a desear haberse quedado en casa. Sus pies seguro que lo habrían agradecido.
Joe frunció el ceño y se detuvo a observar una cabaña de campo. También podría aprovecharla para algo. Su padre siempre les había dicho que era importante que los campesinos tuvieran una buena casa y estuvieran contentos. Al menos, la gente tenía algo por lo que pelear y así te ganabas su lealtad. Cuando un terrateniente cuidaba a todos sus trabajadores, éstos se esforzaban para que siguiera siendo su señor.
Se volvió hacia _________ para compartir con ella aquella sabiduría popular pero, al hacerlo, frunció todavía más el ceño. Estaba apoyada en un árbol, con una mano encima del pecho y la respiración acelerada. Aunque estaba preciosa, despeinada y sofocada, no pudo evitar un segundo de preocupación.
—Si te encontrabas mal, deberías haberte quedado en casa —le dijo, mientras se acercaba a ella.
__________ se preguntó si tendría fuerza suficiente para partirle la nariz.
—No me encuentro mal.
—¿Seguro? Estás ardiendo —murmuró él mientras le colocaba una mano en la frente.
—Cuando uno corre, suele sudar.
—Pero si no te he hecho correr.
—Joe —respondió ella, exasperada, mientras se sentaba y se quitaba la bota—, por cada paso que das, yo tengo que dar como mínimo dos. —Se miró el pie, sorprendida de no ver llagas desde la punta hasta el talón.
Joe reprimió una sonrisa, se arrodilló frente a ella y miró fijamente, y con deseo, la pierna que asomaba por debajo de la falda.
—Intentaré recordar que debo ir más despacio, cariño. No quiero agotar estas preciosas piernas y que se queden en los huesos.
—Joe —protestó ella cuando él empezó a subirle la mano por la pierna—. Estamos en medio del campo —dijo, sorprendida, mientras se levantaba y pegaba la espalda al árbol.
Cuando él sonrió y dio un paso hacia delante, ella dio un salto hacia un lado. El juego se vio interrumpido de forma repentina por el suave y mortal silbido de una flecha que fue directa hacia ellos. Oyeron cómo la tela de la manga de __________ se partía cuando la flecha la atravesó, le arañó la piel del brazo y se clavó en el árbol.
—Joe —dijo ella, sin aliento, en cuanto se dio cuenta de que, de haber llegado un segundo antes, le habría atravesado el pecho.
Él maldijo en voz baja, la agarró por los talones y la tiró al suelo justo a tiempo, porque en ese momento llegó otra flecha. Atravesó sin problemas el espacio que ella había ocupado hacía unos instantes. Entonces no dijo nada mientras Joe la arrastraba con brusquedad, se pegó al suelo y a él hasta que estuvieron a salvo detrás de dos grandes árboles cuyos troncos nacían muy juntos.
—No puedes evadir a la justicia eternamente, MacLagan.
—Asesinar a esta chica inocente no es justicia, MacLennon.
—Sí que lo es. Te quitaré lo que tú me quitaste.
—Sal de tu escondite, MacLennon; enfrentémonos de hombre a hombre y terminemos con esto.
—No, un asesino de mujeres no merece el honor de una batalla limpia.
_________ se pegó a Joe e intentó, en vano, suavizar el dolor que le provocaban las palabras de Duncan MacLennon. Sabía que nada de lo que ella hiciera lo protegería de las acusaciones de MacLennon, porque Joe se las creía. Seguramente ni se daría cuenta de que ella no pensaba que fuera culpable del crimen por el que MacLennon quería ejecutarlo.
Se estremeció cuando otra flecha se clavó en la corteza de los árboles tras los que se escondían. Ese hombre los tenía a su merced y, a juzgar por su maquiavélica risa, lo sabía. Justo cuando __________ empezaba a preguntarse por qué nadie acudía en su ayuda, por qué nadie había tomado la precaución de seguir a Joe, oyó el ruido de los cascos de unos caballos. Casi dibujó una sonrisa al oír el grito feroz de Phelan, pero su alegría se esfumó cuando oyó otros cascos que se alejaban de inmediato. MacLennon se había vuelto a escapar. Quería gritar de frustración y se imaginaba cómo se sentiría Joe.
Éste se levantó, y tras lanzarle una breve pero intensa mirada, la dejó allí. Joe salió de detrás de los árboles justo cuando Phelan, Tavis y el escudero de Joe, Murdo, llegaron. Tiró a su hermano del caballo y lo montó él.
—Vigila a mi mujer —le dijo mientras se alejaba al galope.
___________ observó con cautela cómo Tavis se levantaba y se sacudía el polvo. En cuanto se le acercó, ella vio furia en sus ojos, pero tenía la impresión de que no nacía de la falta de delicadeza de su hermano. Tavis le vio el brazo y se arrodilló a su lado. Justo entonces, ella fue consciente del intenso dolor, se volvió y vio que estaba sangrando.
—Es superficial —murmuró, mientras Tavis desataba la bota de agua que llevaba colgada del cinturón y empapaba un pañuelo.
Antes de lavar la herida, miró a ___________ y le preguntó:
—¿Seguro?
Ella apretó los dientes mientras él le limpiaba el corte. Se miró y comprobó el lastimoso estado de su vestido y estuvo a punto de dibujar una sonrisa.
—Todos estos rasguños me los he hecho cuando Joe me ha tirado al suelo para protegerme. Estaba más preocupado por mi seguridad que por mostrarse como un caballero. No me extrañaría encontrar más moretones por la mañana, pero no tengo más heridas.
—Ha ido de poco, de muy poco —murmuró Tavis, y luego dibujó una sonrisa antes de arrancarle un trozo de enagua para vendarle el brazo—. No me había dado cuenta de que ahora también te persigue a ti.
—Ha provocado a Joe diciéndole que me matará, pero todavía no me ha atacado cuando estoy sola. —Frunció el ceño—. Es cierto que, aunque Joe también estaba a tiro, me ha apuntado a mí primero, pero creo que sólo ha sido para provocarlo. Ha dicho que quiere que Joe vea cómo me mata. —Decidió que no había ninguna necesidad de mencionar la amenaza de violación—. Empezaba a temer que no hubiera nadie vigilándolo y que, cuando alguien viniera a ayudarnos, ya sería tarde.
—Joe está vigilado desde el primer ataque, aunque no siempre se da cuenta.
Cuando _________ se paró a pensar en aquellas palabras, abrió los ojos. Sólo tuvo que recordar dos o tres escenas para reconocer la verdad de las palabras de Tavis. Cerca de Joe, siempre había hombres armados, aunque su presencia nunca fuera intrusiva. Y, cuando no estaba con gente, Murdo y uno de sus escuderos siempre lo seguían. Ella pensaba que era por orden de Joe, pero ahora sospechaba que no era así. MacLennon había podido llegar hasta la cama de Joe en la corte, pero únicamente porque había entrado por una ventana tan alta y alejada que todos habían creído que sería inaccesible. Para un hombre en sus cabales, quizá lo hubiera sido.
—Asómate a la ventana o a la puerta de tu habitación en cualquier momento en mitad de la noche, y verás hombres armados.
—Pues nunca los he oído.
—No queremos oír las quejas de Joe. Después de lo de hoy, tú también tendrás protección.
—Sería mejor atrapar a ese chiflado, así no habría ninguna necesidad. —Su voz transmitió una ligera esperanza, aunque no vio ninguna en la solemne expresión de Tavis.
Joe observó las huellas en el límite del desfiladero por quinta vez, pero no podía negar el mensaje que transmitían.
—Ha saltado al otro lado —dijo, con la voz teñida de asombro.
Phelan meneó la cabeza.
—Ese hombre está loco. ¿Crees que lo ha conseguido?
—La única manera de saberlo es ir al otro lado y buscar las huellas.
—Sí, y cuando lleguemos, ya no servirá de nada, porque nos llevará una hora de ventaja.
—Siempre podrías intentar saltar tú.
—Amigo, puede que a veces peque de insensato, pero nunca de estúpido.
—Tiene el valor de un hombre muerto —gruñó Murdo.
—Sí. —Joe meneó la cabeza—. La vida le da igual, de modo que se ríe de la muerte en su cara como un hombre cuerdo nunca lo haría.
—Quizá no ha llegado al otro lado, ha caído y ha muerto ahogado ahí abajo.
—Phelan, si eso es lo que ha sucedido…
—Iré hasta el otro lado para descubrir la respuesta. Siempre será mejor saber a qué atenernos. Tú vuelve con tu mujer, Joe lo celebraremos. —Phelan dibujó una sonrisa—. Creo que preferirá que le cures tú las heridas.
Después de ver cómo Phelan se alejaba, Joe se volvió una vez más hacia el desfiladero y se estremeció. ¿Cómo se suponía que tenía que enfrentarse a un hombre tan loco que se atrevía a dar ese salto? Si había conseguido llegar al otro lado, había sido a lomos de las alas de la suerte. Era inútil intentar razonar con un hombre que estaba claro que no atendía a razones ni tenía miedo a nada. Aquello sólo acabaría cuando uno de los dos muriese.
Cuando llegó junto a Tavis e __________, suspiró. Vio la esperanza reflejada en sus caras, pero también vio que a __________ no le gustaba desear la muerte de un hombre y maldijo a MacLennon por provocarle aquel tormento.
—Ha saltado el desfiladero —les informó, sin más—. Phelan ha ido al otro lado a ver si lo ha conseguido o ha caído al agua.
Tavis no dijo nada, pero meneó la cabeza. Cuando Joe quiso desmontar, Tavis volvió a menear la cabeza y le indicó que se quedara donde estaba. Ayudó a __________ a montar delante de Joe y él se colocó detrás de Murdo.
Y una vez que estuvieron en su futuro hogar, tanto Joe como _________ se subieron a sus caballos. De camino a Caraidland, apenas se dijeron nada. A ella le dolió un poco que Joe la ignorara de aquella forma; ni siquiera le había preguntado por la herida, aunque no fuera gran cosa. Entendía que aquella situación lo había puesto de mal humor, pero, aún así, no podía evitar que le doliera.
Y también la asustaba. Casi pudo oír cómo se cerraban, con más fuerza que antes, las puertas del corazón de su marido. Aquel ataque añadiría leña al fuego de sus temores.
Cuando llegaron a Caraidland, Meg se la llevó a su habitación. En parte, quería quedarse con los demás en el salón para oír lo que decían y planeaban sobre MacLennon, pero se moría de ganas de tenderse en su cama y que Meg, que se asustó mucho al verla, la cuidara.
—Sólo es un rasguño —le dijo, mientras la metía en la cama—. No creo que te deje cicatriz.
—Bueno, aunque me quede una señal, las pecas la taparán.
—No sé por qué quiere matarte ese hombre. Tú no le has hecho nada. Ni siquiera conocías a la chica.
—Me he casado con Joe. A ojos de ese hombre, es un crimen grave. En realidad, sólo soy otro instrumento para hacer daño a Joe. Que Dios me perdone, pero espero que haya muerto en ese desfiladero. —Se acurrucó debajo de las sábanas—. Eso o que los que ahora están hablando de él encuentren la forma de acabar con estos ataques.
Joe se terminó el vino y volvió a llenarse la jarra. Sabía que emborracharse no era la solución, pero quería olvidar el trago amargo de la frustración. En cuanto Phelan entró en el salón, se tensó, y, al verle menear la cabeza, maldijo en voz baja. No se había dado cuenta de las ganas que tenía de oír que MacLennon había muerto al caer por el desfiladero. Eso le habría robado el placer de matarlo él mismo, pero también habría puesto punto y final a toda aquella historia.
—He observado las huellas durante más de media hora, y está claro —dijo Phelan, cansado, mientras se sentaba y aceptaba una jarra de vino de manos de Storm—. Ha conseguido saltar y cruzar al otro lado.
—Deberías habernos dicho que también quiere matar a la chica.
—Sí, debería habéroslo dicho, padre, pero es que no me lo creí. Pensé que era una provocación para desconcentrarme la noche que nos atacó. Sí, le hizo un corte, pero sólo cuando __________ intentó darme la espada.
—Pero esta vez no se ha quedado en una amenaza.
—No. Si no se hubiera movido en el último momento, la flecha la habría clavado al árbol. La segunda flecha también iba dirigida a ella, pero la tiré al suelo. En las dos ocasiones, yo era mejor objetivo. __________ es mi mujer y eso ya basta para despertar el odio de MacLennon. Quiere que la vea morir. Dice que será un precio justo por la muerte de Catalina.
—Y después, tú.
—Sí, y después yo. —Tras unos instantes de reflexión, Joe decidió ser totalmente sincero—. También dijo que quería hacerla suya delante de mí, preferiblemente mientras me veía morir. Eso también sería para hacer justicia a Catalina, por haberme acostado con ella.
—No podemos tener piedad de él —dijo Tavis, con frialdad.
—No. A mí no me da pena. Eliminó cualquier opción de compadecerme de él cuando, aquella noche, acuchilló a __________, a pesar de que entonces ni siquiera sabía que también quería matarla. No tiene ningún motivo para emprenderla con ella.
—Ni contigo —intervino Storm—. Asumes una culpa que nunca ha sido tuya.
Joe sonrió cansado.
—Nunca nos pondremos de acuerdo sobre eso. Aquí lo que importa es que MacLennon me culpa, quiere matarme para vengar la muerte de Catalina y, lo más importante, ahora ha incluido a __________ en esa venganza.
—La vigilaremos —dijo Tavis, con decisión.
—¿Como a mí?
—No sabía que te habías dado cuenta.
—Nunca digo nada, pero es difícil no ver una sombra constante que te sigue —respondió Joe, y luego suspiró mientras se echaba el pelo hacia atrás—. Será mejor que envíe un mensaje a su familia. Lo descuartizarían ya mismo sólo por el hecho de haber derramado su sangre, pero es importante que sepan que la ha amenazado de muerte. Así habrá más ojos buscando a ese hombre. No nos vendrá mal, aunque no les hará ninguna gracia que la haya colocado en una situación tan peligrosa.
—¿No les dijiste nada esa noche en la corte?
—Sí, Storm, pero había un motivo por el que había acudido a nuestra habitación, como te he dicho.
—Yo iré a casa de su familia, Joe —se ofreció Phelan—. Saldré mañana por la mañana, antes del amanecer.
—Ten cuidado, Phelan. Los ingleses han atacado aquella zona y puede que todavía estén causando problemas. Seguro que no quieres verte sorprendido en medio de una situación así.
—No, aunque… —sonrió—, hay uno o dos ingleses a los que no me importaría encontrarme frente a frente. Pero, descuida, iré con cuidado. Sin embargo, será mejor que me des algo que pueda identificarme sin lugar a dudas. No soy escocés, ni tengo acento escocés y, si las aguas siguen revueltas, podría salir mal parado.
—Irás con otro hombre —dijo Tavis—. Llévate a quien quieras, siempre que pueda seguirte el ritmo, claro. Y será mejor que lo dejes hablar a él primero. Como has dicho, no eres escocés.
—¿Seguro que la herida de ___________ no es grave? —preguntó Storm—. Quizá debería ir a verla.
—No, la vieja Meg está con ella. Y la herida no es grave.
—Y si lo hubiera sido, tampoco te habrías dado cuenta, hermano —murmuró Tavis.
—Me he dado cuenta.
—Se quedó serio y callado, ¿verdad?
—Exacto, Storm. Se subió al caballo con el ceño fruncido y enfurruñado y apenas le dirigió la palabra. Me dejó con ella y se fue tras MacLennon, a pesar de que ella estaba allí toda ensangrentada.
—No estaba ensangrentada. Sólo era una herida superficial.
En ese momento, llegó Alexander.
—¿Cómo está ____________?
—Bien —espetó Joe, todavía más irritado por el interés de Alexander.
—Alex, ¿dónde has estado todo el día?
—Visitando a unas amigas, Storm.
—Tienes muchas, ¿no? —dijo Joe entre dientes.
Alexander sonrió y se acercó a la mesa para servirse un poco de vino.
—Quizá debería hacerle una visita.
—Meg ya debe de haberla acostado.
—Mejor todavía.
—Alex, compórtate —le ordenó Storm, conteniendo una sonrisa.
—Por ti, Storm, cualquier cosa. —Y entonces se puso serio—. ¿Seguro que está bien?
—Sí, y me parece que estás demasiado preocupado por la mujer de otro —gruñó Joe—. La mía.
—Vaya, qué mal humor. Me temo que traigo noticias que no lo mejorarán.
—¿Qué noticias? —preguntó Joe con impaciencia cuando Alexander no dijo nada, sólo se sentó—. ¿Dónde has estado?
—Eso da igual.
—Con una mujer —dijo Storm con firmeza.
Alexander la ignoró y continuó:
—Lord Fraser no murió a raíz de la paliza que le diste, amigo.
—Tienes razón. No son buenas noticias.
—Sin embargo, se ve que tiene cicatrices y ha quedado lisiado.
—¿Lisiado? —Joe intentó recordar qué le había hecho, pero sólo se acordaba de la ira que sintió.
—Sí. Cuando lo lanzaste contra la pared, le rompiste la pierna.
—Pero si se levantó.
—Seguramente, el miedo le dio fuerzas. Quería huir, con la pierna rota y todo. La fractura no fue limpia.
—Entonces, quedará cojo.
—Sí, Storm, nadie lo duda. A su familia le parece un precio justo.
—Entonces, no habrá problemas con la justicia, ¿verdad? —La voz de Colin encerraba una nota de alivio.
—No, no habrá ninguna contienda, pero lord Fraser clama venganza y nadie puede callarlo.
Joe soltó una retahíla de variados improperios, aunque terminó con una disculpa hacia una sorprendida Storm.
—Otro cuchillo apuntando a mi espalda. Lord Fraser no vendrá de frente. Siempre ha sido un cobarde.
—Sí, ya lo tienes calado. Será mejor que lo olvides.
—¿Qué quieres decir?
—Que no sólo clama venganza contra ti —dijo Alexander, sin apartar la mirada de la cara de Joe—. Dice que __________ también es culpable. Dice que lo atrajo, lo provocó y lo tentó y que, cuando la descubriste, gritó que la estaba violando. —Alexander apenas pudo levantar la jarra de vino cuando, con un amplio movimiento de brazo, Joe dibujó un círculo y tiró al suelo todos los vasos—. Dice que es una puta y explica que intentaste matarlo para que no dijera la verdad sobre ella. —Alexander no se detuvo y observó la ira de Joe con interés—. Si sus palabras han llegado hasta aquí, es que no se ha quedado callado.
—Nadie se lo creerá —respondió Joe.
—No, nadie que la conozca —dijo Alexander.
—Pero no la conoce tanta gente —gruñó Joe.
—No. Lo siento, amigo mío. No debería haber intervenido para que no lo mataras. Eso habría evitado las habladurías.
—Ha cavado su propia tumba.
—No puedes hacer nada hasta que esté recuperado. No. Tendrás que esperar a que te ataque.
—¿Por qué?
—Porque no puedes matar a un hombre que está convaleciente. Provocarías una contienda, y la muerte de mucha gente. Y tampoco puedes atacar a un cojo. Me temo que estás atado de pies y manos y no puedes soltarte hasta que te ataque.
—O a ___________.
—Exacto, o a __________. Lo mejor que te llamarían sería cobarde y lo peor, asesino. Sólo saldrás airoso si lo matas en medio de una pelea por tu vida o por la de __________.
—¿Les explico esto también a los MacRoth? —preguntó Phelan sin inquietarse.
—Sí, díselo. Ahora me voy a la cama —dijo Joe, mientras se levantaba de golpe—. Poco más puedo hacer.
Enfadado, se preguntó qué había hecho ____________ para tener que cargar con un marido que parecía predestinado a llevarla a la destrucción. Con su familia estaba segura y tranquila. Y ahora había dos hombres deseosos de hacerla pagar por unos crímenes que no había cometido. No, peor. Tenía un marido incapaz de protegerla, que sólo podía esperar a que el enemigo los atacara y rezar para que no la mataran antes de poder eliminar la amenaza sobre sus vidas.
La encontró dormida, se desvistió en silencio y se metió en la cama con cuidado. A pesar de sus intenciones iniciales, no pudo evitar abrazarse a ella. Ella murmuró su nombre y se acurrucó contra su pecho. Joe intentó olvidarse de sus preocupaciones y rezó para que todo el vino que había bebido le ayudara a dormir. Una amarga risa resonó en su cabeza cuando se dio cuenta de lo mucho que lo ayudaba a dormirse tener a _________ tan cerca.
Ella se despertó de repente y luego se maldijo por ser una niña asustadiza. La había despertado una pesadilla inspirada, obviamente, en los acontecimientos del día. Contrariada, pensó que permitir que el miedo le robara unas horas de sueño que tanto necesitaba era lo peor que podía hacer. No estaría tan alerta como debería en caso de tener que defenderse. No iba a permitir que ese loco la venciera así, y menos cuando sólo pretendía usarla para aumentar el dolor de Joe.
Se deslizó por debajo del brazo de su marido, que la rodeaba por la cintura, y se acercó a la ventana. Se asomó y, abajo, vio al guarda, alerta aunque en la distancia. No se molestó en asomarse a la puerta de la habitación. Tavis le había dicho que allí habría otro hombre, y no lo dudaba.
«Nos ha hecho prisioneros en nuestra propia casa, dentro de nuestras tierras —pensó con una pizca de amargura—. Ni siquiera podemos sentirnos seguros en nuestra habitación. Empiezo a creer que eres un poco brujo, Duncan MacLennon. Si dirigieras toda esa pericia y odio hacia los ingleses, Escocia no tendría que volver a preocuparse por ese país nunca más».
—___________.
Ella se volvió enseguida, porque reconoció una nota de miedo en aquella voz ronca.
—Aquí, Joe. Junto a la ventana.
—Vuelve a la cama antes de que te constipes.
Ella contuvo una sonrisa y volvió a la cama. A pesar de la confusión y las dudas acerca de qué sentía por ella, estaba segura de que su preocupación era sincera. Había reconocido el miedo en su voz y conocía a los hombres lo suficientemente bien como para saber que la respuesta malhumorada se debía al temor de que ella hubiera identificado ese miedo. No corría ningún peligro y ahora se sentía estúpido por haberse preocupado.
—Por el amor de Dios, tienes los pies helados —gruñó cuando la abrazó—. ¿Acaso necesitabas aire fresco? —murmuró.
—Bueno, Joe, hace tiempo que quería hablarte de tus pies —dijo ella, riendo pegada a su pecho, y luego gritó cuando él le tiró del pelo con suavidad.
—Brujita descarada. —Se puso serio—. ¿Cómo tienes la herida?
—No es nada, Joe. Sí, me duele, pero es tan superficial que se me curará enseguida.
—Debería habértelo preguntado antes.
—Tenías otras cosas en la cabeza.
—Sí… la muerte. Cuando vi tu sangre, deseé la muerte de MacLennon con todas mis fuerzas. Me marché pensando sólo en las ganas que tenía de matarlo.
—Viste que la herida no era grave. En realidad, había pocos motivos para que te quedaras.
—Estabas muy asustada. Es motivo suficiente. Debería haberme quedado para tranquilizarte y para curarte la herida.
—Tavis hizo ambas cosas muy bien. Joe, era más importante que intentaras atrapar a ese hombre. Sí, tenía miedo y quería tenerte cerca, pero eso son detalles sin importancia que se solucionan. Es mucho más importante detener a ese loco. Y entiendo perfectamente tu necesidad de ser tú quien lo haga. Yo también lo deseo, aunque me altera desear la muerte de un hombre.
Antes de apoyar la cabeza en sus senos, Joe los besó, luego se acurrucó contra ella y bostezó.
—No le des más vueltas, cariño —murmuró, somnoliento—. No nos ha dejado otra opción.
ForJoeJonas
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
dos enemigos!!
dos eprsonas que quieren matarlos!!
jajajajaa tienen algo d emala suerte :/
creoq eu joe la esta empezando a querer
cierto??
sigueaaaaaaaa
dos eprsonas que quieren matarlos!!
jajajajaa tienen algo d emala suerte :/
creoq eu joe la esta empezando a querer
cierto??
sigueaaaaaaaa
andreita
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
que bien que ya subiste capi nos tenias abandonadas pero ya no importa gracias por el capi :)
aranzhitha
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
malditoo loooocooooooo :caliente2: ojala lo encuentren prontooooo
jejeje siguela porfaaaa
jejeje siguela porfaaaa
chelis
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
Mis niñas lindas, muchísimas gracias por sus comentarios y su apoyo con esta nove. Ahora mismo me encuentro en mi cama, aquí en España ya es de madrugada con lo cual ya es día 30 y significa que mañana se acaba el mes y llega Diciembre. El mes en el que este foro se viste de gala para darle la bienvenida a la Navidad.
Este año volveré a ponerle la nota navideña al foro con el ciclo de novelas navideñas que tengo preparadas para todas ustedes.
El día 1 de Diciembre, la Navidad llega de manera anticipada con las novelas de Ade (ForJoeJonas).
Espero todo el apoyo de ustedes. Un beso enorme.
Este año volveré a ponerle la nota navideña al foro con el ciclo de novelas navideñas que tengo preparadas para todas ustedes.
El día 1 de Diciembre, la Navidad llega de manera anticipada con las novelas de Ade (ForJoeJonas).
Espero todo el apoyo de ustedes. Un beso enorme.
ForJoeJonas
Re: ·Matrimonio a la Fuerza· (Joe y tu)
ForJoeJonas escribió:Mis niñas lindas, muchísimas gracias por sus comentarios y su apoyo con esta nove. Ahora mismo me encuentro en mi cama, aquí en España ya es de madrugada con lo cual ya es día 30 y significa que mañana se acaba el mes y llega Diciembre. El mes en el que este foro se viste de gala para darle la bienvenida a la Navidad.
Este año volveré a ponerle la nota navideña al foro con el ciclo de novelas navideñas que tengo preparadas para todas ustedes.
El día 1 de Diciembre, la Navidad llega de manera anticipada con las novelas de Ade (ForJoeJonas).
Espero todo el apoyo de ustedes. Un beso enorme.
cuenta conmigoooooooo!!!!!!!!!!!1
chelis
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