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Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
O W N :: Archivos :: Novelas Abandonadas
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Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Siguela!!!
eS TAN KWJFUHEYRGFHRBG!!!
nVA lectora!!
eS TAN KWJFUHEYRGFHRBG!!!
nVA lectora!!
EmmaSin SanAlv
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Hola!EmmaSin SanAlv escribió:Siguela!!!
eS TAN KWJFUHEYRGFHRBG!!!
nVA lectora!!
enseguida la sigo :)
Anna.
Capítulo 5
Capítulo 5
Decir que mi fin de semana fue un asco sería poco decir. Apenas comí, apenas dormí y lo poco que dormí estuvo interrumpido por fantasías de mi jefe desnudo encima, debajo y detrás de mí. Incluso deseé volver al trabajo para tener algo con lo que distraerme.
La mañana del sábado me desperté frustrada y de mal humor, pero no sé cómo conseguí recomponerme y ocuparme de las tareas de la casa y de la compra semanal. Pero el domingo por la mañana no tuve tanta suerte. Me desperté sobresaltada, jadeando y temblando, con el cuerpo cubierto de sudor y envuelta en un revoltijo de sábanas de algodón. El sueño que había tenido era tan intenso que me había llevado hasta el orgasmo. El señor Styles y yo nos encontrábamos otra vez encima de la mesa de la sala de reuniones, pero esta vez los dos estábamos totalmente desnudos. Él estaba tumbado boca arriba y yo a horcajadas sobre él, mi cuerpo moviéndose sobre el suyo, subiendo y bajando sobre su miembro. Él me tocaba por todas partes: la cara, el cuello, encima de los pechos y bajando hasta las caderas, donde me agarraba para guiar mis movimientos. Yo sentí que estaba a punto de correrme cuando nuestras miradas se encontraron.
—¡Mierda! —gruñí y salí de la cama. Eso iba de mal en peor y muy rápido. ¿Quién iba a pensar que trabajar con un cabrón irritable iba a acabar en que te follen contra una ventana y además te guste?
Abrí el grifo de la ducha y mientras esperaba que se calentara el agua, mis pensamientos empezaron a divagar. Quería ver su mirada cuando la levantara desde mi entrepierna, su expresión al ponerse encima de mí, sentir cuánto me deseaba. Necesitaba oír el sonido de su voz diciendo mi nombre al correrse.
La mañana del sábado me desperté frustrada y de mal humor, pero no sé cómo conseguí recomponerme y ocuparme de las tareas de la casa y de la compra semanal. Pero el domingo por la mañana no tuve tanta suerte. Me desperté sobresaltada, jadeando y temblando, con el cuerpo cubierto de sudor y envuelta en un revoltijo de sábanas de algodón. El sueño que había tenido era tan intenso que me había llevado hasta el orgasmo. El señor Styles y yo nos encontrábamos otra vez encima de la mesa de la sala de reuniones, pero esta vez los dos estábamos totalmente desnudos. Él estaba tumbado boca arriba y yo a horcajadas sobre él, mi cuerpo moviéndose sobre el suyo, subiendo y bajando sobre su miembro. Él me tocaba por todas partes: la cara, el cuello, encima de los pechos y bajando hasta las caderas, donde me agarraba para guiar mis movimientos. Yo sentí que estaba a punto de correrme cuando nuestras miradas se encontraron.
—¡Mierda! —gruñí y salí de la cama. Eso iba de mal en peor y muy rápido. ¿Quién iba a pensar que trabajar con un cabrón irritable iba a acabar en que te follen contra una ventana y además te guste?
Abrí el grifo de la ducha y mientras esperaba que se calentara el agua, mis pensamientos empezaron a divagar. Quería ver su mirada cuando la levantara desde mi entrepierna, su expresión al ponerse encima de mí, sentir cuánto me deseaba. Necesitaba oír el sonido de su voz diciendo mi nombre al correrse.
Se me cayó el alma a los pies. Fantasear con él era un billete directo hacia los problemas. Un billete solo de ida. Estaba a punto de conseguir mi máster. Él era un ejecutivo. Él no tenía nada que perder y yo podía perderlo todo.
Me duché y me vestí rápido para salir a almorzar con Sara y con Julia. Sara y yo nos veíamos todos los días en el trabajo, pero era más difícil quedar con Julia, mi mejor amiga desde el instituto.
Trabajaba en el departamento de ventas de la firma Gucci y siempre estaba llenando mi armario demuestras y restos de stock. Gracias a ella y a su descuento, yo tenía una ropa genial. Seguía siendo cara, pero merecía la pena. Me pagaban bien en Styles Media y mi beca cubría todos los gastos de la universidad, pero ni siquiera así podía gastarme mil novecientos dólares en un vestido sin que me dieran ganas de suicidarme.
A veces me preguntaba si Elliott me pagaba tan bien porque sabía que era la única que podía manejar a su hijo. Oh, si él supiera...
Decidí que era una mala idea contarles a las chicas lo que estaba ocurriendo. Sara trabajaba para Liam Styles y veía a Harry por el edificio muy a menudo. No podía pedirle que guardara un secreto como ese. Julia, por otro lado, me echaría la bronca. Durante casi un año me había oído quejarme sobre lo estúpido que era mi jefe y no le iba a hacer gracia saber que me lo estaba tirando.
Dos horas más tarde estaba sentada con mis dos mejores amigas bebiendo mimosas en el patio de nuestro restaurante favorito, hablando de hombres, ropa y trabajo. Julia me sorprendió trayéndome un vestido que estaba hecho de la tela más suntuosa que había visto en toda mi vida. Estaba metido en una bolsa para trajes que colgaba de una silla que había a mi lado.
—¿Qué tal el trabajo? —preguntó Julia entre dos trozos de melón—. ¿El cerdo de tu jefe sigue haciéndotelo pasar mal, ______?
—Oh, el cabrón atractivo... —suspiró Sara y yo me puse a estudiar atentamente las gotas de condensación de mi copa. Ella se metió una uva en la boca y habló mientras la masticaba—. Dios, tendrías que verlo, Julia. Es la mejor descripción de él que he oído en mi vida. Es un dios. Y lo digo en serio. No tiene nada de malo, al menos físicamente. Una cara perfecta, el cuerpo, la ropa, el pelo... Oh, Dios, el pelo. Lo lleva así, como en un despeinado artístico increíble —dijo haciendo gestos por encima de su cabeza—. Parece que acabara de follarse a alguien hasta dejarla sin aliento.
Puse los ojos en blanco. No necesitaba que nadie me recordara lo del pelo.
—Y, no sé lo que te habrá dicho ______, pero es odioso —siguió Sara poniéndose seria—. Quiero decir, a los quince minutos de conocerlo ya quería reventarle las cuatro ruedas con una navaja. Es el mayor cabrón que he conocido.
Estuve a punto de atragantarme con un trozo de piña. Si Sara supiera... Y además estaba muy bien dotado en cuanto a atributos masculinos. Era injusto.
—¿Y por qué es tan capullo?
—¿Quién sabe? —contestó Sara, y después parpadeó como si estuviera realmente pensando que podía tener una buena excusa—. ¿Tal vez tuvo una infancia difícil?
—Pero ¿conoces a su familia? —le pregunté escéptica—. Su infancia ha tenido que ser idílica.
—Cierto —concedió—. Tal vez es algún tipo de mecanismo de defensa. Quizá está amargado y cree que tiene que trabajar más y reivindicarse ante todo el mundo continuamente porque ser tan guapo...
Reí entre dientes.
—No hay ninguna razón profunda. Él cree que a todo el mundo debe importarle tanto su trabajo como a él, pero la mayoría de la gente no comparte su visión. Y eso le molesta.
Me duché y me vestí rápido para salir a almorzar con Sara y con Julia. Sara y yo nos veíamos todos los días en el trabajo, pero era más difícil quedar con Julia, mi mejor amiga desde el instituto.
Trabajaba en el departamento de ventas de la firma Gucci y siempre estaba llenando mi armario demuestras y restos de stock. Gracias a ella y a su descuento, yo tenía una ropa genial. Seguía siendo cara, pero merecía la pena. Me pagaban bien en Styles Media y mi beca cubría todos los gastos de la universidad, pero ni siquiera así podía gastarme mil novecientos dólares en un vestido sin que me dieran ganas de suicidarme.
A veces me preguntaba si Elliott me pagaba tan bien porque sabía que era la única que podía manejar a su hijo. Oh, si él supiera...
Decidí que era una mala idea contarles a las chicas lo que estaba ocurriendo. Sara trabajaba para Liam Styles y veía a Harry por el edificio muy a menudo. No podía pedirle que guardara un secreto como ese. Julia, por otro lado, me echaría la bronca. Durante casi un año me había oído quejarme sobre lo estúpido que era mi jefe y no le iba a hacer gracia saber que me lo estaba tirando.
Dos horas más tarde estaba sentada con mis dos mejores amigas bebiendo mimosas en el patio de nuestro restaurante favorito, hablando de hombres, ropa y trabajo. Julia me sorprendió trayéndome un vestido que estaba hecho de la tela más suntuosa que había visto en toda mi vida. Estaba metido en una bolsa para trajes que colgaba de una silla que había a mi lado.
—¿Qué tal el trabajo? —preguntó Julia entre dos trozos de melón—. ¿El cerdo de tu jefe sigue haciéndotelo pasar mal, ______?
—Oh, el cabrón atractivo... —suspiró Sara y yo me puse a estudiar atentamente las gotas de condensación de mi copa. Ella se metió una uva en la boca y habló mientras la masticaba—. Dios, tendrías que verlo, Julia. Es la mejor descripción de él que he oído en mi vida. Es un dios. Y lo digo en serio. No tiene nada de malo, al menos físicamente. Una cara perfecta, el cuerpo, la ropa, el pelo... Oh, Dios, el pelo. Lo lleva así, como en un despeinado artístico increíble —dijo haciendo gestos por encima de su cabeza—. Parece que acabara de follarse a alguien hasta dejarla sin aliento.
Puse los ojos en blanco. No necesitaba que nadie me recordara lo del pelo.
—Y, no sé lo que te habrá dicho ______, pero es odioso —siguió Sara poniéndose seria—. Quiero decir, a los quince minutos de conocerlo ya quería reventarle las cuatro ruedas con una navaja. Es el mayor cabrón que he conocido.
Estuve a punto de atragantarme con un trozo de piña. Si Sara supiera... Y además estaba muy bien dotado en cuanto a atributos masculinos. Era injusto.
—¿Y por qué es tan capullo?
—¿Quién sabe? —contestó Sara, y después parpadeó como si estuviera realmente pensando que podía tener una buena excusa—. ¿Tal vez tuvo una infancia difícil?
—Pero ¿conoces a su familia? —le pregunté escéptica—. Su infancia ha tenido que ser idílica.
—Cierto —concedió—. Tal vez es algún tipo de mecanismo de defensa. Quizá está amargado y cree que tiene que trabajar más y reivindicarse ante todo el mundo continuamente porque ser tan guapo...
Reí entre dientes.
—No hay ninguna razón profunda. Él cree que a todo el mundo debe importarle tanto su trabajo como a él, pero la mayoría de la gente no comparte su visión. Y eso le molesta.
—¿Le estás defendiendo, ______? —le preguntó Sara con una sonrisa sorprendida.
—De ninguna manera.
Noté que los ojos azules de Julia estaban fijos en mí y que los había entornado en una acusación silenciosa. Me había quejado mucho de mi jefe en los últimos meses, pero tal vez no había mencionado que era guapísimo.
—______, ¿me has estado ocultando algo? ¿Está macizo tu jefe? —me preguntó.
—Sí que es guapísimo, pero su personalidad hace que sea muy difícil apreciarlo. —Intenté parecer todo lo despreocupada que pude. Julia podía leer casi cualquier cosa que yo pensara.
—Bueno —dijo encogiéndose de hombros y dándole un largo sorbo a su bebida—, tal vez la tiene pequeña y eso es lo que realmente le saca de quicio.
Yo vacié mi copa de un trago mientras mis dos amigas se partían de risa.
El lunes por la mañana entré en el edificio hecha un manojo de nervios. Había tomado una decisión: no iba a sacrificar mi trabajo por nuestra falta de buen juicio. Quería acabar en ese puesto con una presentación estelar para la junta de la beca y después salir de allí para empezar mi verdadera carrera.
Nada de sexo ni de fantasías. Podía trabajar con el señor Styles (solo negocios) durante unos meses más.
Como sentía la necesidad de reforzar mi confianza en mí misma, me puse el vestido nuevo que me había traído Julia. Resaltaba mis curvas, pero no era demasiado provocativo. Pero mi arma secreta para aumentar mi confianza era mi ropa interior. Siempre me ha gustado la lencería cara, así que no tardé mucho en descubrir dónde estaban los sitios para cazar las mejores rebajas. Llevar algo sexy debajo de la ropa me hacía sentir poderosa, y las bragas que llevaba me funcionaban a la perfección.
Eran de seda negra con bordados por delante, y la parte de atrás tenía una serie de cintas de tul que se cruzaban para encontrarse en el centro, cerca del coxis, formando un exquisito lazo negro. Con cada paso la tela del vestido me acariciaba la piel. Hoy podría soportar cualquier cosa por parte del señor Styles y devolverle todas las pelotas.
Había llegado pronto, con tiempo para prepararme para la presentación. Ese no era estrictamente mi trabajo, pero el señor Styles se negaba a tener un ayudante para estas cosas y cuando se le dejaba solo era un desastre a la hora de hacer que las presentaciones fueran agradables: ni café, ni servicio de desayuno, solo una sala llena de gente, diapositivas y documentación prístinos y, como siempre, muchísimo trabajo.
El vestíbulo estaba desierto; el amplio espacio se abría a lo largo de tres plantas y brillaba debido al granito pulido de los suelos y las paredes de travertino. Cuando salí del ascensor y se cerraron las puertas, me di una arenga a mí misma, repasé mentalmente las discusiones que había tenido con el capullo de mi jefe y todos los comentarios insolentes que había hecho sobre mí.
—De ninguna manera.
Noté que los ojos azules de Julia estaban fijos en mí y que los había entornado en una acusación silenciosa. Me había quejado mucho de mi jefe en los últimos meses, pero tal vez no había mencionado que era guapísimo.
—______, ¿me has estado ocultando algo? ¿Está macizo tu jefe? —me preguntó.
—Sí que es guapísimo, pero su personalidad hace que sea muy difícil apreciarlo. —Intenté parecer todo lo despreocupada que pude. Julia podía leer casi cualquier cosa que yo pensara.
—Bueno —dijo encogiéndose de hombros y dándole un largo sorbo a su bebida—, tal vez la tiene pequeña y eso es lo que realmente le saca de quicio.
Yo vacié mi copa de un trago mientras mis dos amigas se partían de risa.
El lunes por la mañana entré en el edificio hecha un manojo de nervios. Había tomado una decisión: no iba a sacrificar mi trabajo por nuestra falta de buen juicio. Quería acabar en ese puesto con una presentación estelar para la junta de la beca y después salir de allí para empezar mi verdadera carrera.
Nada de sexo ni de fantasías. Podía trabajar con el señor Styles (solo negocios) durante unos meses más.
Como sentía la necesidad de reforzar mi confianza en mí misma, me puse el vestido nuevo que me había traído Julia. Resaltaba mis curvas, pero no era demasiado provocativo. Pero mi arma secreta para aumentar mi confianza era mi ropa interior. Siempre me ha gustado la lencería cara, así que no tardé mucho en descubrir dónde estaban los sitios para cazar las mejores rebajas. Llevar algo sexy debajo de la ropa me hacía sentir poderosa, y las bragas que llevaba me funcionaban a la perfección.
Eran de seda negra con bordados por delante, y la parte de atrás tenía una serie de cintas de tul que se cruzaban para encontrarse en el centro, cerca del coxis, formando un exquisito lazo negro. Con cada paso la tela del vestido me acariciaba la piel. Hoy podría soportar cualquier cosa por parte del señor Styles y devolverle todas las pelotas.
Había llegado pronto, con tiempo para prepararme para la presentación. Ese no era estrictamente mi trabajo, pero el señor Styles se negaba a tener un ayudante para estas cosas y cuando se le dejaba solo era un desastre a la hora de hacer que las presentaciones fueran agradables: ni café, ni servicio de desayuno, solo una sala llena de gente, diapositivas y documentación prístinos y, como siempre, muchísimo trabajo.
El vestíbulo estaba desierto; el amplio espacio se abría a lo largo de tres plantas y brillaba debido al granito pulido de los suelos y las paredes de travertino. Cuando salí del ascensor y se cerraron las puertas, me di una arenga a mí misma, repasé mentalmente las discusiones que había tenido con el capullo de mi jefe y todos los comentarios insolentes que había hecho sobre mí.
«Teclee, no escriba nada a mano. Su letra parece la de una niña pequeña, señorita Mills.»
«Si quisiera disfrutar de toda su conversación con su tutor del máster, dejaría la puerta de mi despacho abierta de par en par y pediría palomitas. Por favor, baje la voz cuando hable por teléfono.»
Podía hacerlo. Ese gilipollas había elegido a la mujer equivocada para complicarle la vida y no tenía ni la más mínima intención de dejar que me intimidara. Bajé la mano hasta mi trasero y sonreí perversa... «Braguitas poderosas.»
Tal y como esperaba, la oficina todavía estaba vacía cuando llegué. Cogí lo que podía necesitar para la presentación y me dirigí a la sala de reuniones para prepararlo todo. Intenté ignorar la respuesta de perro de Paulov que tuve al ver las ventanas y la brillante mesa de la sala.
«Para, cuerpo. Empieza a funcionar, cerebro.»
Mirando la sala iluminada por el sol, dejé los archivos y el ordenador portátil sobre la enorme mesa y ayudé a los empleados del catering a colocar las cosas para el desayuno junto a la pared del fondo.
Veinte minutos después las propuestas estaban colocadas, el proyector preparado y el desayuno listo. Como me sobraba tiempo, me acerqué a la ventana. Estiré la mano y toqué el cristal, abrumada por las sensaciones que me hacía recordar: el calor de su cuerpo contra mi espalda, el contacto del cristal frío contra los pechos y el grave y animal sonido de su voz en mi oído.
«Pídeme que haga que te corras.»
Cerré los ojos y me acerqué, apretando las palmas y la frente contra la ventana y dejando que la fuerza de los recuerdos se apoderara de mí.
Abandoné sobresaltada mi fantasía al oír un carraspeo detrás de mí.
—¿Soñando despierta en horario de oficina?
—Señor Styles —exclamé casi sin aliento y me volví. Nuestras miradas se encontraron y una vez más me sentí abrumada por lo guapo que era. Él rompió el contacto visual para examinar la sala.
—Señorita Mills —dijo y cada palabra sonó breve y cortante—, voy a hacer la presentación en la cuarta planta.
—¿Perdón? —le pregunté mientras la irritación me inundaba—. ¿Por qué? Siempre utilizamos esta sala. ¿Y por qué ha esperado hasta el último minuto para decírmelo?
—Porque —gruñó apoyando los puños en la mesa— soy el jefe. Yo pongo las reglas y decido cuándo y dónde pasan las cosas. Tal vez si no se hubiera entretenido tanto esta mañana mirando por las ventanas, podría haber encontrado el tiempo necesario para confirmar los detalles conmigo.
Mi mente estaba asediada por imágenes imposibles de mi puño golpeándole la garganta. Necesité todo mi autocontrol para no saltar por encima de la mesa y estrangularle. Una sonrisa de suficiencia apareció en su cara.
—Por mí no hay problema —dije tragándome la rabia—. De todas formas en esta habitación no se ha tomado ninguna buena decisión.
«Si quisiera disfrutar de toda su conversación con su tutor del máster, dejaría la puerta de mi despacho abierta de par en par y pediría palomitas. Por favor, baje la voz cuando hable por teléfono.»
Podía hacerlo. Ese gilipollas había elegido a la mujer equivocada para complicarle la vida y no tenía ni la más mínima intención de dejar que me intimidara. Bajé la mano hasta mi trasero y sonreí perversa... «Braguitas poderosas.»
Tal y como esperaba, la oficina todavía estaba vacía cuando llegué. Cogí lo que podía necesitar para la presentación y me dirigí a la sala de reuniones para prepararlo todo. Intenté ignorar la respuesta de perro de Paulov que tuve al ver las ventanas y la brillante mesa de la sala.
«Para, cuerpo. Empieza a funcionar, cerebro.»
Mirando la sala iluminada por el sol, dejé los archivos y el ordenador portátil sobre la enorme mesa y ayudé a los empleados del catering a colocar las cosas para el desayuno junto a la pared del fondo.
Veinte minutos después las propuestas estaban colocadas, el proyector preparado y el desayuno listo. Como me sobraba tiempo, me acerqué a la ventana. Estiré la mano y toqué el cristal, abrumada por las sensaciones que me hacía recordar: el calor de su cuerpo contra mi espalda, el contacto del cristal frío contra los pechos y el grave y animal sonido de su voz en mi oído.
«Pídeme que haga que te corras.»
Cerré los ojos y me acerqué, apretando las palmas y la frente contra la ventana y dejando que la fuerza de los recuerdos se apoderara de mí.
Abandoné sobresaltada mi fantasía al oír un carraspeo detrás de mí.
—¿Soñando despierta en horario de oficina?
—Señor Styles —exclamé casi sin aliento y me volví. Nuestras miradas se encontraron y una vez más me sentí abrumada por lo guapo que era. Él rompió el contacto visual para examinar la sala.
—Señorita Mills —dijo y cada palabra sonó breve y cortante—, voy a hacer la presentación en la cuarta planta.
—¿Perdón? —le pregunté mientras la irritación me inundaba—. ¿Por qué? Siempre utilizamos esta sala. ¿Y por qué ha esperado hasta el último minuto para decírmelo?
—Porque —gruñó apoyando los puños en la mesa— soy el jefe. Yo pongo las reglas y decido cuándo y dónde pasan las cosas. Tal vez si no se hubiera entretenido tanto esta mañana mirando por las ventanas, podría haber encontrado el tiempo necesario para confirmar los detalles conmigo.
Mi mente estaba asediada por imágenes imposibles de mi puño golpeándole la garganta. Necesité todo mi autocontrol para no saltar por encima de la mesa y estrangularle. Una sonrisa de suficiencia apareció en su cara.
—Por mí no hay problema —dije tragándome la rabia—. De todas formas en esta habitación no se ha tomado ninguna buena decisión.
Última edición por Anna. el Lun 12 Mayo 2014, 11:20 am, editado 2 veces
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
jAJAJAJAJAJAJ
ESO ES MILLS PATEALE EL CULO A STYLES
SIGUELA BABY!!!
ESO ES MILLS PATEALE EL CULO A STYLES
SIGUELA BABY!!!
EmmaSin SanAlv
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Hola! Nueva lectora :)
AMO, osea, AMO tu nove.
Te obligo a que la sigas pronto, que quiero saber lo que pasa!
Besos, Bea
AMO, osea, AMO tu nove.
Te obligo a que la sigas pronto, que quiero saber lo que pasa!
Besos, Bea
BackForNiall
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Oh yes come on baby oh yes!!
Las cosas aquí van a ponerse tensas.... me parece que los dos van a sacar las garras... grrrr
A mi me gustan las decisiones que se toman en esa planta....jeeje
Tienes que seguirla cuanto antes!
Besos xxx
Bye!!!
Las cosas aquí van a ponerse tensas.... me parece que los dos van a sacar las garras... grrrr
A mi me gustan las decisiones que se toman en esa planta....jeeje
Tienes que seguirla cuanto antes!
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
jajaja que empiece la guerra entre Mills y StylesEmmaSin SanAlv escribió:jAJAJAJAJAJAJ
ESO ES MILLS PATEALE EL CULO A STYLES
SIGUELA BABY!!!
hoy la sigo!
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
la sigo en un ratito!nane de Styles :3 escribió:siguela!! cc:
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
Hola, bienvenida!BackForNiall escribió:Hola! Nueva lectora :)
AMO, osea, AMO tu nove.
Te obligo a que la sigas pronto, que quiero saber lo que pasa!
Besos, Bea
hoy la sigo!!
besos :)
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
jejeje si empieza a tensarse el asuntoRachel116 escribió:Oh yes come on baby oh yes!!
Las cosas aquí van a ponerse tensas.... me parece que los dos van a sacar las garras... grrrr
A mi me gustan las decisiones que se toman en esa planta....jeeje
Tienes que seguirla cuanto antes!
Besos xxx
Bye!!!
a mi también me gustan las decisiones que se toman en esa planta, y te aseguro que no somos las únicas, ya verás...
la sigo hoy!
besos :)
Anna.
Capítulo 6
Capítulo 6
Cuando volví la esquina para entrar en la nueva sala escogida para la reunión, mis ojos se encontraron inmediatamente con los del señor Styles. Sentado en su silla con las manos extendidas y las puntas de los dedos unidas, era el vivo retrato de la paciencia apenas contenida. «Qué típico.»
Entonces reparé en la persona que estaba a mi lado: Elliott Styles.
—Deja que te ayude con eso, _______ —me dijo y cogió un montón de archivadores de mis brazos para que pudiera meter con más facilidad el carrito lleno de la comida en la sala.
—Gracias, señor Styles. —Le dediqué una mirada airada a mi jefe.
—______ —me dijo el patriarca de los Styles riendo—, ¿cuántas veces te he dicho que me llames Elliott? —Cogió un par de carpetas y pasó el resto del montón al otro lado de la mesa para que lo cogieran los ayudantes.
Era tan guapo como sus dos hijos: alto y musculoso; los tres Styles compartían las mismas facciones cinceladas. El pelo entrecano de Elliott se había ido volviendo blanco con los años, pero seguía siendo uno de los hombres más atractivos que había visto en mi vida.
Le sonreí con gratitud mientras me sentaba.
—¿Qué tal está Anne?
—Está bien. No deja de insistirme en que vengas a visitarnos algún día —añadió con un guiño.
No escapó a mi atención la risita irritada del más joven de los Styles, que seguía sentado en su sitio cerca de mí.
—Por favor, salúdela de mi parte.
Sonaron unos pasos detrás de mí y una mano apareció para darme un tironcito de una oreja.
—Hola, chica —dijo Liam Styles dedicándome una amplia sonrisa—. Disculpad que llegue tarde. Pensaba que íbamos a reunirnos en vuestra planta.
Miré con el rabillo del ojo a mi jefe con aire de suficiencia y me lo encontré mirándome. La pila de carpetas volvió a mis manos y le pasé una copia.
—Aquí tiene, señor Styles.
Sin más que una breve mirada, agarró rápidamente una y empezó a hojearla.
«Gilipollas.»
Cuando volvía a mi asiento, Liam me dijo con su escandalosa voz:
—Oh, _______, cuando estaba arriba en la sala esperando, me he encontrado esto en el suelo. —Me acerqué adonde estaba él y vi dos botones plateados envejecidos que tenía en la palma de la mano—. ¿Puedes preguntar por ahí a ver si alguien los ha perdido? Parecen caros.
Sentí que se me ponía la cara como un tomate. Me había olvidado por completo de mi blusa destrozada.
—Oh... claro.
Entonces reparé en la persona que estaba a mi lado: Elliott Styles.
—Deja que te ayude con eso, _______ —me dijo y cogió un montón de archivadores de mis brazos para que pudiera meter con más facilidad el carrito lleno de la comida en la sala.
—Gracias, señor Styles. —Le dediqué una mirada airada a mi jefe.
—______ —me dijo el patriarca de los Styles riendo—, ¿cuántas veces te he dicho que me llames Elliott? —Cogió un par de carpetas y pasó el resto del montón al otro lado de la mesa para que lo cogieran los ayudantes.
Era tan guapo como sus dos hijos: alto y musculoso; los tres Styles compartían las mismas facciones cinceladas. El pelo entrecano de Elliott se había ido volviendo blanco con los años, pero seguía siendo uno de los hombres más atractivos que había visto en mi vida.
Le sonreí con gratitud mientras me sentaba.
—¿Qué tal está Anne?
—Está bien. No deja de insistirme en que vengas a visitarnos algún día —añadió con un guiño.
No escapó a mi atención la risita irritada del más joven de los Styles, que seguía sentado en su sitio cerca de mí.
—Por favor, salúdela de mi parte.
Sonaron unos pasos detrás de mí y una mano apareció para darme un tironcito de una oreja.
—Hola, chica —dijo Liam Styles dedicándome una amplia sonrisa—. Disculpad que llegue tarde. Pensaba que íbamos a reunirnos en vuestra planta.
Miré con el rabillo del ojo a mi jefe con aire de suficiencia y me lo encontré mirándome. La pila de carpetas volvió a mis manos y le pasé una copia.
—Aquí tiene, señor Styles.
Sin más que una breve mirada, agarró rápidamente una y empezó a hojearla.
«Gilipollas.»
Cuando volvía a mi asiento, Liam me dijo con su escandalosa voz:
—Oh, _______, cuando estaba arriba en la sala esperando, me he encontrado esto en el suelo. —Me acerqué adonde estaba él y vi dos botones plateados envejecidos que tenía en la palma de la mano—. ¿Puedes preguntar por ahí a ver si alguien los ha perdido? Parecen caros.
Sentí que se me ponía la cara como un tomate. Me había olvidado por completo de mi blusa destrozada.
—Oh... claro.
—Liam, ¿puedo verlos? —dijo el capullo de mi jefe y los cogió de la mano de su hermano. Se volvió hacia mí con una mueca burlona en la cara—. ¿Usted no tiene una blusa con unos botones como estos?
Yo lancé una mirada rápida por la habitación; Liam y Elliott estaban absortos en otra conversación, ajenos a lo que estaba pasando entre nosotros.
—No —le dije intentando disimular—. No son mías.
—¿Está segura? —Me cogió la mano y pasó un dedo por la parte interior de mi brazo hasta mi palma antes de dejar caer los botones en ella y cerrarme la mano. Me quedé sin aliento y el corazón empezó a martillearme en el pecho.
Aparté la mano bruscamente como si acabara de quemarme.
—Estoy segura.
—Juraría que la blusa que llevaba el otro día tenía botoncitos plateados. La blusa rosa. Lo recuerdo porque me fijé que tenía uno un poco suelto cuando vino a buscarme al piso de arriba.
La cara empezó a arderme todavía más si es que eso era posible. Pero ¿a qué estaba jugando? ¿Estaba intentando insinuar que yo había orquestado las cosas para encontrarme con él a solas en la sala de reuniones?
Se acercó un poco más, con su aliento caliente junto a mi oído, y me susurró:
—Debería tener más cuidado.
Intenté mantener la calma mientras alejaba mi mano de la suya.
—Eres un cabrón —le respondí con los dientes apretados.
Él se apartó y me miró sorprendido.
¿Cómo se atrevía a parecer sorprendido, como si hubiera sido yo la que hubiera roto las reglas? Una cosa era ser un capullo conmigo, pero poner en peligro mi reputación delante de los demás ejecutivos... Iba a poner las cosas en su sitio luego.
Durante la reunión intercambiamos miradas, la mía llena de furia y la suya con una incertidumbre creciente. Estuve estudiando las diapositivas que tenía delante de mí todo lo que pude para evitar mirarlo.
En cuanto acabó la reunión, recogí mis cosas y salí disparada de la sala. Pero, como suponía, él salió detrás de mí y me siguió hasta el ascensor. Entramos y nos quedamos los dos bullendo de furia en el fondo, mientras subíamos hacia el despacho.
¿Por qué demonios no iría más rápido esa maldita cosa y por qué alguien de cada piso decidía utilizarlo justo ahora? La gente que nos rodeaba hablaba por los móviles, ordenaba archivos, comentaba planes para la hora de la comida... El ruido creció hasta convertirse en un fuerte zumbido que casi ahogada la bronca que le estaba echando mentalmente al señor Styles. Para cuando llegamos al piso once, el ascensor casi había alcanzado su capacidad total. Cuando la puerta se abrió y se metieron tres personas más, me vi empujada contra él, con la espalda contra su pecho y mi trasero contra su... ¡oh!
Yo lancé una mirada rápida por la habitación; Liam y Elliott estaban absortos en otra conversación, ajenos a lo que estaba pasando entre nosotros.
—No —le dije intentando disimular—. No son mías.
—¿Está segura? —Me cogió la mano y pasó un dedo por la parte interior de mi brazo hasta mi palma antes de dejar caer los botones en ella y cerrarme la mano. Me quedé sin aliento y el corazón empezó a martillearme en el pecho.
Aparté la mano bruscamente como si acabara de quemarme.
—Estoy segura.
—Juraría que la blusa que llevaba el otro día tenía botoncitos plateados. La blusa rosa. Lo recuerdo porque me fijé que tenía uno un poco suelto cuando vino a buscarme al piso de arriba.
La cara empezó a arderme todavía más si es que eso era posible. Pero ¿a qué estaba jugando? ¿Estaba intentando insinuar que yo había orquestado las cosas para encontrarme con él a solas en la sala de reuniones?
Se acercó un poco más, con su aliento caliente junto a mi oído, y me susurró:
—Debería tener más cuidado.
Intenté mantener la calma mientras alejaba mi mano de la suya.
—Eres un cabrón —le respondí con los dientes apretados.
Él se apartó y me miró sorprendido.
¿Cómo se atrevía a parecer sorprendido, como si hubiera sido yo la que hubiera roto las reglas? Una cosa era ser un capullo conmigo, pero poner en peligro mi reputación delante de los demás ejecutivos... Iba a poner las cosas en su sitio luego.
Durante la reunión intercambiamos miradas, la mía llena de furia y la suya con una incertidumbre creciente. Estuve estudiando las diapositivas que tenía delante de mí todo lo que pude para evitar mirarlo.
En cuanto acabó la reunión, recogí mis cosas y salí disparada de la sala. Pero, como suponía, él salió detrás de mí y me siguió hasta el ascensor. Entramos y nos quedamos los dos bullendo de furia en el fondo, mientras subíamos hacia el despacho.
¿Por qué demonios no iría más rápido esa maldita cosa y por qué alguien de cada piso decidía utilizarlo justo ahora? La gente que nos rodeaba hablaba por los móviles, ordenaba archivos, comentaba planes para la hora de la comida... El ruido creció hasta convertirse en un fuerte zumbido que casi ahogada la bronca que le estaba echando mentalmente al señor Styles. Para cuando llegamos al piso once, el ascensor casi había alcanzado su capacidad total. Cuando la puerta se abrió y se metieron tres personas más, me vi empujada contra él, con la espalda contra su pecho y mi trasero contra su... ¡oh!
Sentí que el resto de su cuerpo se tensaba un poco y oí que inspiraba con fuerza. En vez de apretarme contra él, me mantuve todo lo lejos que pude. Él estiró la mano y me agarró la cadera para acercarme de nuevo.
—Me gusta notarte contra mí —dijo con un murmullo grave y cálido junto a mi oído—. ¿Dónde...?
—Estoy a dos segundos de castrarte con uno de mis tacones.
Él se acercó todavía más.
—¿Por qué estás tan molesta?
Volví la cabeza y le dije casi en un susurro:
—Es muy propio de ti hacerme parecer una arpía trepa delante de tu padre.
Dejó caer la mano y me miró con la boca abierta.
—No. —Parpadeo. Parpadeo—. ¿Qué? —El señor Styles confuso era increíblemente atractivo. «Cabrón»—. Solo era un juego sin importancia.
—¿Y si te hubieran oído?
—No me oyeron.
—Pero podrían haberte oído.
Parecía que de verdad eso no se le había pasado por la cabeza, quizá fuera cierto. Resultaba fácil para él «juguetear» desde su posición de poder. Era un ejecutivo adicto al trabajo. Yo era la chica que estaba solo a mitad de su carrera.
La persona que había a nuestra izquierda nos miró y los dos nos quedamos de pie muy erguidos, mirando hacia delante. Yo le di un buen codazo en el costado y él me dio un pellizco en el trasero con la suficiente fuerza para hacerme soltar una exclamación.
—No me voy a disculpar —me dijo en un susurro.
«Claro que no. Capullo.»
Volvió a apretarse contra mí y sentí cómo crecía y se ponía aún más duro. Noté una calidez traidora creciendo también entre mis piernas.
Llegamos al piso quince y unas cuantas personas más entraron. Dirigí la mano hacia atrás, la metí entre los dos y se la cogí. Él exhaló su aliento cálido contra mi cuello y susurró:
—Sí, joder.
Y entonces le apreté.
—Joder. ¡Perdón! —susurró entre dientes junto a mi oído. Le solté, aparté la mano y sonreí para mí—. Dios, solo estaba jugando un poco contigo.
Piso dieciséis. El resto de la gente salió en una marea; aparentemente iban todos a la misma reunión.
En cuanto se cerraron las puertas y el ascensor empezó a moverse, oí un gruñido detrás de mí y vi un movimiento rápido y repentino a la vez que el señor Styles estrellaba la mano contra el botón deparada del panel de control. Cuando sus ojos me miraron, estaban más oscuros que nunca. Con un movimiento ágil, me bloqueó contra la pared del ascensor con su cuerpo. Se apartó lo justo para
dedicarme una mirada furiosa y murmurar:
—No te muevas.
Y aunque quería decirle que me dejara en paz, mi cuerpo me suplicaba que hiciera lo que él me decía.
Estiró el brazo hasta los archivadores que yo había dejado caer, quitó un pósit de la parte superior y lo colocó sobre la lente de la cámara que había en el techo.
Su cara estaba a pocos centímetros de la mía y notaba su respiración casi jadeante contra mi mejilla.
—Yo nunca quise decir que estabas intentando trepar a base de polvos. —Exhaló y se inclinó hacia mi cuello.
Me aparté todo lo que pude y lo miré boquiabierta.
—Y tú no estás pensando «suficiente». Estamos hablando de mi carrera. Tú tienes todo el poder aquí. No tienes nada que perder.
—¿Que yo tengo el poder? Tú eres la que se ha apretado contra mí en el ascensor. Tú eres la que me está haciendo esto.
Sentí que mi expresión bajaba de intensidad. No estaba acostumbrada a verlo vulnerable, ni siquiera un poco.
—Entonces nada de golpes bajos.
Después de una larga pausa, él asintió.
El sonido del edificio llenaba el ascensor mientras seguíamos mirándonos. La necesidad de contacto empezó a crecer, primero a la altura de mi ombligo y después empezó a bajar hasta llegar a mi entrepierna.
Él se agachó y me lamió la mandíbula antes de cubrir mis labios con los suyos. Un gemido involuntario salió de mi garganta cuando noté su erección contra mi abdomen. Mi cuerpo empezó a actuar por instinto y lo rodeé con una pierna, apretándome contra su excitación, y mis manos subieron hasta su pelo. Él se apartó lo justo para que sus dedos me abrieran el broche que tenía en la cintura. Mi vestido se abrió delante de él.
—Menuda gatita furiosa —me susurró. Me puso las manos en los hombros y me miró a los ojos mientras deslizaba la tela para que cayera al suelo.
Se me puso la piel de gallina cuando me cogió las manos, me giró y me apoyó las palmas contra la pared.
Levantó las suyas para quitarme el pasador plateado del pelo, dejando que cayera sobre mi espalda desnuda. Me agarró el pelo con las manos y con brusquedad me giró la cabeza a un lado para tener acceso a mi cuello. Fue bajando por mis hombros y mi espalda dándome besos calientes y húmedos.
—Me gusta notarte contra mí —dijo con un murmullo grave y cálido junto a mi oído—. ¿Dónde...?
—Estoy a dos segundos de castrarte con uno de mis tacones.
Él se acercó todavía más.
—¿Por qué estás tan molesta?
Volví la cabeza y le dije casi en un susurro:
—Es muy propio de ti hacerme parecer una arpía trepa delante de tu padre.
Dejó caer la mano y me miró con la boca abierta.
—No. —Parpadeo. Parpadeo—. ¿Qué? —El señor Styles confuso era increíblemente atractivo. «Cabrón»—. Solo era un juego sin importancia.
—¿Y si te hubieran oído?
—No me oyeron.
—Pero podrían haberte oído.
Parecía que de verdad eso no se le había pasado por la cabeza, quizá fuera cierto. Resultaba fácil para él «juguetear» desde su posición de poder. Era un ejecutivo adicto al trabajo. Yo era la chica que estaba solo a mitad de su carrera.
La persona que había a nuestra izquierda nos miró y los dos nos quedamos de pie muy erguidos, mirando hacia delante. Yo le di un buen codazo en el costado y él me dio un pellizco en el trasero con la suficiente fuerza para hacerme soltar una exclamación.
—No me voy a disculpar —me dijo en un susurro.
«Claro que no. Capullo.»
Volvió a apretarse contra mí y sentí cómo crecía y se ponía aún más duro. Noté una calidez traidora creciendo también entre mis piernas.
Llegamos al piso quince y unas cuantas personas más entraron. Dirigí la mano hacia atrás, la metí entre los dos y se la cogí. Él exhaló su aliento cálido contra mi cuello y susurró:
—Sí, joder.
Y entonces le apreté.
—Joder. ¡Perdón! —susurró entre dientes junto a mi oído. Le solté, aparté la mano y sonreí para mí—. Dios, solo estaba jugando un poco contigo.
Piso dieciséis. El resto de la gente salió en una marea; aparentemente iban todos a la misma reunión.
En cuanto se cerraron las puertas y el ascensor empezó a moverse, oí un gruñido detrás de mí y vi un movimiento rápido y repentino a la vez que el señor Styles estrellaba la mano contra el botón deparada del panel de control. Cuando sus ojos me miraron, estaban más oscuros que nunca. Con un movimiento ágil, me bloqueó contra la pared del ascensor con su cuerpo. Se apartó lo justo para
dedicarme una mirada furiosa y murmurar:
—No te muevas.
Y aunque quería decirle que me dejara en paz, mi cuerpo me suplicaba que hiciera lo que él me decía.
Estiró el brazo hasta los archivadores que yo había dejado caer, quitó un pósit de la parte superior y lo colocó sobre la lente de la cámara que había en el techo.
Su cara estaba a pocos centímetros de la mía y notaba su respiración casi jadeante contra mi mejilla.
—Yo nunca quise decir que estabas intentando trepar a base de polvos. —Exhaló y se inclinó hacia mi cuello.
Me aparté todo lo que pude y lo miré boquiabierta.
—Y tú no estás pensando «suficiente». Estamos hablando de mi carrera. Tú tienes todo el poder aquí. No tienes nada que perder.
—¿Que yo tengo el poder? Tú eres la que se ha apretado contra mí en el ascensor. Tú eres la que me está haciendo esto.
Sentí que mi expresión bajaba de intensidad. No estaba acostumbrada a verlo vulnerable, ni siquiera un poco.
—Entonces nada de golpes bajos.
Después de una larga pausa, él asintió.
El sonido del edificio llenaba el ascensor mientras seguíamos mirándonos. La necesidad de contacto empezó a crecer, primero a la altura de mi ombligo y después empezó a bajar hasta llegar a mi entrepierna.
Él se agachó y me lamió la mandíbula antes de cubrir mis labios con los suyos. Un gemido involuntario salió de mi garganta cuando noté su erección contra mi abdomen. Mi cuerpo empezó a actuar por instinto y lo rodeé con una pierna, apretándome contra su excitación, y mis manos subieron hasta su pelo. Él se apartó lo justo para que sus dedos me abrieran el broche que tenía en la cintura. Mi vestido se abrió delante de él.
—Menuda gatita furiosa —me susurró. Me puso las manos en los hombros y me miró a los ojos mientras deslizaba la tela para que cayera al suelo.
Se me puso la piel de gallina cuando me cogió las manos, me giró y me apoyó las palmas contra la pared.
Levantó las suyas para quitarme el pasador plateado del pelo, dejando que cayera sobre mi espalda desnuda. Me agarró el pelo con las manos y con brusquedad me giró la cabeza a un lado para tener acceso a mi cuello. Fue bajando por mis hombros y mi espalda dándome besos calientes y húmedos.
Su contacto me hacía sentir como una chispa de electricidad en cada centímetro de piel que me tocaba.
De rodillas detrás de mí, me agarró el trasero y clavó los dientes en mi carne, lo que me hizo soltar un gemido, antes de que volviera a levantarse.
«Dios mío, ¿cómo sabía hacerme esas cosas?»
—¿Te ha gustado que te haya mordido el culo? —Me estaba apretando los pechos y tiraba de ellos.
—Tal vez.
—Eres una chica muy viciosa.
Solté un grito de sorpresa cuando me dio un azote justo en el sitio donde habían estado sus dientes y respondí con un gemido de placer. Solté otra exclamación cuando sus manos agarraron las delicadas cintas de mi ropa interior y me la rasgaron.
—Te voy a pasar otra factura, cabrón.
Él se rió por lo bajo malévolamente y se apretó contra mí de nuevo. La fresca pared contra mis pechos hizo que todo mi cuerpo se estremeciera y volvieran los recuerdos de la primera vez en la ventana. Se me había olvidado lo mucho que me gustaba el contraste (frío contra calor, duro contra «él»).
—Merece la pena el gasto. —Deslizó la mano para rodearme la cintura y después la bajó por el vientre, cada vez más abajo, hasta que uno de sus dedos descansó sobre mi clítoris.
—Creo que te pones estas cosas solo para provocarme.
¿Tendría razón y yo estaba delirando al pensar que me las ponía para mí?
La presión de su contacto hizo que empezara a sentir la necesidad. Sus dedos presionaban y paraban, dejándome a medias. Bajó todavía más y se paró justo junto a mi entrada.
—Estás muy húmeda. Dios, tienes que haber estado pensando en esto toda la mañana.
—Que te den —gruñí a la vez que soltaba una exclamación cuando su dedo entró por fin mientras me apretaba más contra él.
—Dilo. Dilo y te daré lo que quieres. —Un segundo dedo se unió al primero y la sensación me hizo gritar.
Negué con la cabeza, pero mi cuerpo me traicionó otra vez. Él sonaba tan necesitado... Sus palabras eran provocadoras y controladoras, pero parecía que él también estaba de alguna forma suplicando.
Cerré los ojos intentando aclarar mis pensamientos, pero todo aquello era demasiado. La sensación de su cuerpo totalmente vestido contra mi piel desnuda, el sonido de su voz ronca y sus largos dedos entrando y saliendo de mí me estaban acercando al precipicio. Subió la otra mano y me pellizcó con fuerza un pezón a través de la fina tela del sujetador y yo gemí con fuerza. Estaba muy cerca.
—Dilo —volvió a gruñir mientras su pulgar subía y bajaba sobre mi clítoris—. No quiero que estés todo el día enfadada conmigo.
Al final me rendí y se supliqué:
—Te quiero dentro de mí.
De rodillas detrás de mí, me agarró el trasero y clavó los dientes en mi carne, lo que me hizo soltar un gemido, antes de que volviera a levantarse.
«Dios mío, ¿cómo sabía hacerme esas cosas?»
—¿Te ha gustado que te haya mordido el culo? —Me estaba apretando los pechos y tiraba de ellos.
—Tal vez.
—Eres una chica muy viciosa.
Solté un grito de sorpresa cuando me dio un azote justo en el sitio donde habían estado sus dientes y respondí con un gemido de placer. Solté otra exclamación cuando sus manos agarraron las delicadas cintas de mi ropa interior y me la rasgaron.
—Te voy a pasar otra factura, cabrón.
Él se rió por lo bajo malévolamente y se apretó contra mí de nuevo. La fresca pared contra mis pechos hizo que todo mi cuerpo se estremeciera y volvieran los recuerdos de la primera vez en la ventana. Se me había olvidado lo mucho que me gustaba el contraste (frío contra calor, duro contra «él»).
—Merece la pena el gasto. —Deslizó la mano para rodearme la cintura y después la bajó por el vientre, cada vez más abajo, hasta que uno de sus dedos descansó sobre mi clítoris.
—Creo que te pones estas cosas solo para provocarme.
¿Tendría razón y yo estaba delirando al pensar que me las ponía para mí?
La presión de su contacto hizo que empezara a sentir la necesidad. Sus dedos presionaban y paraban, dejándome a medias. Bajó todavía más y se paró justo junto a mi entrada.
—Estás muy húmeda. Dios, tienes que haber estado pensando en esto toda la mañana.
—Que te den —gruñí a la vez que soltaba una exclamación cuando su dedo entró por fin mientras me apretaba más contra él.
—Dilo. Dilo y te daré lo que quieres. —Un segundo dedo se unió al primero y la sensación me hizo gritar.
Negué con la cabeza, pero mi cuerpo me traicionó otra vez. Él sonaba tan necesitado... Sus palabras eran provocadoras y controladoras, pero parecía que él también estaba de alguna forma suplicando.
Cerré los ojos intentando aclarar mis pensamientos, pero todo aquello era demasiado. La sensación de su cuerpo totalmente vestido contra mi piel desnuda, el sonido de su voz ronca y sus largos dedos entrando y saliendo de mí me estaban acercando al precipicio. Subió la otra mano y me pellizcó con fuerza un pezón a través de la fina tela del sujetador y yo gemí con fuerza. Estaba muy cerca.
—Dilo —volvió a gruñir mientras su pulgar subía y bajaba sobre mi clítoris—. No quiero que estés todo el día enfadada conmigo.
Al final me rendí y se supliqué:
—Te quiero dentro de mí.
Él dejó escapar un gemido grave y estrangulado y apoyó la frente en mi hombro a la vez que
empezaba a moverse más rápido, empujando y moviéndose en círculos. Tenía las caderas pegadas a mi trasero y su erección frotándose contra mí.
—Oh, Dios —gemí cuando sentí que los músculos se tensaban en lo más profundo de mí, con todos mis sentidos centrados en el placer que estaba a punto de liberarse.
Y entonces los sonidos rítmicos de nuestros jadeos y gruñidos se vieron interrumpidos de repente por el estridente timbre de un teléfono.
Nos quedamos paralizados al darnos cuenta de dónde estábamos, tirados el uno sobre el otro. El señor Styles maldijo y se apartó de mí para coger el teléfono de emergencia del ascensor.
Me di la vuelta, cogí el vestido, me lo puse sobre los hombros y empecé a abrochármelo con manos temblorosas.
—Sí. —Pero qué tranquilo sonaba, ni siquiera se le notaba un poco jadeante. Nuestras miradas se encontraron, cada una desde un extremo del ascensor—. Sí, ya veo... No, estamos bien... —Se agachó lentamente y recogió mis bragas rotas y olvidadas del suelo del ascensor—. No, simplemente se ha parado. —Escuchó a la persona que había al otro lado mientras frotaba la tela sedosa entre los dedos
—. Está bien. —Terminó la conversación y colgó el teléfono.
El ascensor dio una sacudida cuando empezó a ascender de nuevo. Él miró el trozo de encaje que tenía en la mano y después me miró a mí y sonrió burlón, alejándose de la pared y acercándose a donde yo estaba. Colocó una mano a un lado de mi cabeza, se inclinó, pasó la nariz por mi cuello y me susurró:
—Me gusta tanto olerte como tocarte.
Se me escapó una exclamación ahogada.
—Y estas —dijo enseñándome las bragas que tenía en la mano— son mías.
El timbre del ascensor sonó cuando nos detuvimos en nuestra planta. Se abrieron las puertas y sin una sola mirada hacia donde yo estaba, se metió la delicada tela rasgada en el bolsillo de la chaqueta del traje y salió del ascensor.
empezaba a moverse más rápido, empujando y moviéndose en círculos. Tenía las caderas pegadas a mi trasero y su erección frotándose contra mí.
—Oh, Dios —gemí cuando sentí que los músculos se tensaban en lo más profundo de mí, con todos mis sentidos centrados en el placer que estaba a punto de liberarse.
Y entonces los sonidos rítmicos de nuestros jadeos y gruñidos se vieron interrumpidos de repente por el estridente timbre de un teléfono.
Nos quedamos paralizados al darnos cuenta de dónde estábamos, tirados el uno sobre el otro. El señor Styles maldijo y se apartó de mí para coger el teléfono de emergencia del ascensor.
Me di la vuelta, cogí el vestido, me lo puse sobre los hombros y empecé a abrochármelo con manos temblorosas.
—Sí. —Pero qué tranquilo sonaba, ni siquiera se le notaba un poco jadeante. Nuestras miradas se encontraron, cada una desde un extremo del ascensor—. Sí, ya veo... No, estamos bien... —Se agachó lentamente y recogió mis bragas rotas y olvidadas del suelo del ascensor—. No, simplemente se ha parado. —Escuchó a la persona que había al otro lado mientras frotaba la tela sedosa entre los dedos
—. Está bien. —Terminó la conversación y colgó el teléfono.
El ascensor dio una sacudida cuando empezó a ascender de nuevo. Él miró el trozo de encaje que tenía en la mano y después me miró a mí y sonrió burlón, alejándose de la pared y acercándose a donde yo estaba. Colocó una mano a un lado de mi cabeza, se inclinó, pasó la nariz por mi cuello y me susurró:
—Me gusta tanto olerte como tocarte.
Se me escapó una exclamación ahogada.
—Y estas —dijo enseñándome las bragas que tenía en la mano— son mías.
El timbre del ascensor sonó cuando nos detuvimos en nuestra planta. Se abrieron las puertas y sin una sola mirada hacia donde yo estaba, se metió la delicada tela rasgada en el bolsillo de la chaqueta del traje y salió del ascensor.
Última edición por Anna. el Lun 12 Mayo 2014, 11:21 am, editado 1 vez
Anna.
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
SIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII
¡Rompamos más bragas! Vamos Styles yo estoy dispuesta a que me rasgues las bragas, no te detendré.
Dios esta novela cada vez me gusta más!!!
¿Cuándo van a tener sexo en un lugar convencional? En serio, son unos vicios adictos al riesgo.
¡Tienes que seguir la novela, YA!
Besos xxx
Bye!!!
¡Rompamos más bragas! Vamos Styles yo estoy dispuesta a que me rasgues las bragas, no te detendré.
Dios esta novela cada vez me gusta más!!!
¿Cuándo van a tener sexo en un lugar convencional? En serio, son unos vicios adictos al riesgo.
¡Tienes que seguir la novela, YA!
Besos xxx
Bye!!!
Rachel116
Re: Beautiful Bastard (Harry Styles) Adaptada
HAY,ME MUERO,ME ENCANTA! SOY TU NUEVA LECTORA,AHORA QUE YA NO ERES TU LA MÍA HA DECIDIDO SER YO LA TUYA. ¿TE PARECE BIEN? ME ENCANTA ESTA JODIDA NOVE Y TE VOY A PRESIONAR A TOPE PARA QUE LA SIGAS.. DIOS.. EN FIN,TIENE QUE SER MUY MUY DIFICIL TRABAJAR CON ALGUIEN TAN BUENORRO QUE NO TE DA TREGUA.. UFFF.. SÍGUELA!
LOTS OF LOVE XX.
LOTS OF LOVE XX.
DEEZ
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