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Mensaje por aranzhitha Miér 14 Mayo 2014, 5:45 am

Ohhh me encanto!!
Esa rayiz ya es peor que Joe!!!
Oye subiste el mismo capítulo en los dos que pusiste!!!
Síguela!
aranzhitha
aranzhitha


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Pídeme lo que quieras (Joe y tú) ADAPTACIÓN - Página 17 Empty Re: Pídeme lo que quieras (Joe y tú) ADAPTACIÓN

Mensaje por Monse_Jonas Miér 14 Mayo 2014, 10:32 pm

Capitulo Sesenta y cinco
A la mañana siguiente, cuando me despierto, estoy sola y desnuda en la enorme cama.
Miro el traje que llevaba Joe la noche anterior tirado de mala manera en una silla y mi vestido no muy lejos. Sonrío y suspiro. Durante un rato hago un repaso mental de mis últimos meses con él y siento que estoy en una montaña rusa que me gusta y que no quiero que ese viaje acabe nunca.
Mi móvil suena. Un mensaje. Es mi padre para decirme que se va para Jerez. Lo llamo para despedirme de él y sonrío al recordar su felicidad la noche anterior. Joe y él hacen muy buenas migas y eso para mí es muy importante.
Quedamos en vernos en Navidad. Entonces me despediré de él y luego volaré junto a mi amor a Alemania.
Tras hablar con él, dejo el móvil sobre la mesilla. Cuando mis ojos ven el bote de lubricante encima de ésta, se cierran. Todavía no me puedo creer que yo haga las cosas que hago. En la vida me hubiera imaginado practicando con ningún otro hombre el sexo lujurioso que practico con Joe. Cada vez entiendo más lo que un día Joe me explicó sobre el morbo. El morbo te hace llegar a límites insospechados. ¡Vaya que sí! Que me lo digan a mí.
En los últimos meses he practicado sexo en toda la extensión de la palabra y Joe me ha compartido con hombres y mujeres. Pensarlo me hace sonreír y desear más. Si alguien me hubiera dicho un año antes que yo haría todo eso, hubiera pensado que se le había ido la cabeza. Pero no. Allí estoy, desnuda en la cama de Joe dispuesta a cumplir mis fantasías y las suyas.
Me levanto y, al sentarme en la cama, arrugo el entrecejo al notar que me duele el culo. Con cuidado, me levanto y me siento extraña al caminar. Voy directa a la ducha y, cuando salgo de ella, Joe está sentado sobre la cama. Ha puesto música y, al verme, sonríe.
—¿Qué te pasa?
—Me duele el culo.
Su gesto se contrae y murmura:
—Cariño… te dije que no fueras tan bruta.
—Dios, Joe… creo que me voy a tener que sentar sobre un flotador.
Joe se ríe, pero en seguida ve que yo lo miro con el gesto serio.
—Perdón… perdón.
Con cuidado, me siento sobre la cama y, antes de que él diga nada, levanto un dedo y aclaro:
—No quiero ni una sola coña al respecto, ¿entendido?
—Entendido —asiente.
De pronto, suena una canción que hace que los dos nos riamos. Joe me tumba en la cama y divertido comenta:
—Como dice la canción, me muero por besarte.
Me besa. Acepto su beso. Lo disfruto y cuando su mano baja por mi cintura, suena el teléfono. Joe me suelta y lo coge. Tras hablar cuelga y dice:
—Era mi madre. Nos espera a las doce y media en el restaurante del hotel.
—¿Para comer?
—Sí.
—Este horario guiri vuestro me mata —resoplo—. Yo más bien desayunaría.
Joe sonríe y replica:
—Lo sé cariño, pero regresa a Múnich esta tarde y quiere comer con nosotros.
—Vale —asiento—. Tienes un ibuprofeno o algo así.
—Sí… en el neceser.
Joe va a buscarlo, pero se para y dice mientras contiene la risa:
—Tranquila, cariño, las sillas del restaurante son blanditas.
Aquella coña me hace resoplar. Me vuelvo con ganas de decirle cuatro cositas pero, al ver sus ojos risueños, me detengo y sonrío. Su felicidad es mi felicidad, mientras la canción que me hace morirme por besarlo continúa sonando.
Dolorida, me levanto, abro el armario. Allí tengo un vaquero y una camisa rosa, pero al no encontrar lo que busco me quejo desesperada:
—Joder, ¡no tengo ni unas puñeteras bragas!
—No digas tacos, cariño —me reprende Joe abrazándome.
—Lo siento pero los tengo que decir. Me rompes todas las bragas, todos los tangas, mis provisiones están bajo mínimos y ahora no tengo un puñetero tanga que ponerme. Y claro… no pensarás que voy a ir a comer con tu madre sin bragas, ¿verdad?
Divertido sonríe, me entrega el ibuprofeno y contesta:
—Ella no lo sabrá. ¿Dónde está el problema?
Cojo un bóxer limpio de Calvin Klein y me lo pongo. Sorprendido Joe me mira.
—¡Vaya! Hasta con calzoncillos me pones, cuchufleta. Ven aquí.
—Ni lo pienses.
—Ven aquí.
—Que no… que tu madre nos espera para comer.
—Vamos, nena, ¡nos da tiempo!
En ese instante suena el portátil de Joe. Ha recibido un mensaje. Se lo advierto, pero él ya tiene muy claro lo que quiere. Y lo que quiere soy yo.
Corro por la habitación, me subo a la cama y él me engancha. Me tira en ella y yo me río escandalosamente. Me besa con deleite mientras ríe y me quita los boxers. Se desabrocha el pantalón y, sin quitarse los calzoncillos, me penetra y yo me acoplo a él. Nos miramos a los ojos y, mientras bombea una y otra vez en mi interior, me susurra cientos de palabras cariñosas en mi oído que me vuelven loca.
Tras nuestro rápido encuentro, nos vestimos. Vuelvo a ponerme el boxer, los vaqueros y la camisa rosa entre risas y besuqueos. Cuando cojo mi móvil, oigo de nuevo el timbre de los mensajes de su portátil. Tras darme un sabroso beso en los labios, se dirige hacia él y la sonrisa que segundos antes me llenaba el alma poco a poco desaparece hasta que aflora la máscara de Iceman en su versión más siniestra. Sus ojos se vuelven oscuros. Maldice. Veo que mueve el ratón del ordenador. Me mira y, con la tensión en la mandíbula, gruñe.
—Nunca esperé esto de ti.
Cierra con fuerza la pantalla del ordenador y sale del dormitorio furioso. Sin dilación me acerco al ordenador, abro la pantalla y leo un mensaje:
De: Rebeca Hernández
Fecha: 8 de diciembre de 2012 08.24
Para: Joe Zimmerman
Asunto: Tu novia
Me encanta saber que seguimos compartiendo los mismos gustos.
Te adjunto unas fotografías. Sé que te gusta mirar. Disfrútalas.
Horrorizada, abro las fotos adjuntas y me quedo sin habla al ver lo que allí se muestra. Son fotos mías con Rebeca tomándonos una copa y riendo. No salen Marisa ni Lorena. ¿Dónde están? Abro otro archivo y grito. En ella se ve cómo Rebeca me toca los pechos y estoy desnuda. En otra foto yo estoy de pie y ella agachada frente a mi monte de Venus con sus manos entre mis piernas. El aire me falta… no entiendo. ¿Cómo nos han hecho esas fotos? Y, sobre todo, ¿cómo han podido llegar esas fotos hasta Joe?
Tiemblo. No sé por qué Rebeca ha tenido que enviar esas fotos y salgo en busca de Joe. Lo encuentro en el salón de la suite congestionado y dando vueltas como un loco. Con las manos temblorosas me acerco hasta él. Suelto mi móvil sobre la mesa y no sé qué decir. No sé cómo justificar esas fotos.
—¿Me puedes decir qué significa eso? —grita descompuesto.
—No… no lo sé. Yo…
Enloquecido, me mira y grita:
—Por el amor de Dios, ____. ¿Qué narices haces con Betta?
—¡¿Betta?!
—No te hagas la inocente —gruñe descompuesto—. Sabes perfectamente que Betta es Rebeca.
Escuchar aquel nombre me termina de paralizar. ¿Betta es Rebeca? ¿La mujer que engañó a Joe con su padre, es la misma con la que yo salgo en las fotos? Las piernas me tiemblan y me tengo que sentar. Busco una explicación para todo aquello. Estoy totalmente convencida de que me han engañado con el claro objetivo de hacer daño a nuestra relación.
—Joe… escucha.
Furioso se acerca a mí y sin tocarme berrea en mi cara:
—¿Desde cuándo la conoces?
—Joe no digas tonterías. Yo no sé quién es esa mujer. Ella y…
—No te creo —grita—. ¿Cómo has podido? ¿Cómo?
Nerviosa, me levanto del sillón e intento acercarme a él, pero Joe está fuera de sí y no para de moverse y gritar por la habitación. Es tan grande que intentar pararlo es como chocarse contra un tren a gran velocidad
—Por favor, Joe, escúchame. Ya sé que parece otra cosa, pero te juro que yo no sabía que esa mujer era Betta, y mucho menos hice nada de lo que parece que hago en las fotos. Por Dios, tienes que creerme…
Mi móvil suena. Está sobre la mesa.
Joe lo mira y yo también. De pronto mi respiración se interrumpe cuando veo que en la pantalla pone “Rebeca”. Joe, furioso, lo coge y tras comprobar que es ella y cruzar unas palabras más que desagradables con su ex, lo estrella contra el suelo. Cierra los ojos. Su gesto se contrae durante unos segundos. Su gesto es asolador. Temerario. Cuando abre los ojos, me mira durante unos instantes y después dice alto y claro:
—El juego se ha acabado, señorita Flores. Recoja sus cosas y márchese.
El estómago se me contrae. Casi no puedo respirar.
—Joe… cariño, tienes que escucharme. Esto es un error yo…
—Un error imperdonable y tú lo sabes tan bien como yo. ¡Vete!
—Joe, ¡no!…
Con un desprecio total en su rostro me mira y dice:
—Primero Marisa, ahora Betta. ¿Qué más me ocultas?
—Nada… si me dejas yo…
—Ibas a vivir conmigo a Alemania, ¿pensabas continuar con la mentira?
—Dios, Joe, ¡¿me quieres escuchar y…?!
—¿Sabes? —me interrumpe—. Mujeres como tú, tengo todas las que quiero.
Regresó el Joe prepotente.
—¿No me digas? ¿Mujeres como yo? —grito malhumorada.
—Sí. Mentirosas. Mentirosas sin escrúpulos dispuestas a hacer daño a quien sea con tal de salirse con un fin poco claro —responde—. Mi fallo fue creer que tú eras especial.
—No digas tonterías, Joe, y escúchame, que me estoy agobiando.
Con gesto cínico, el hombre que amo me mira y sonríe.
—Si te agobias porque crees que Zayn o cualquiera de los hombres o mujeres a los que te he ofrecido no te van a llamar, tranquila. Les proporcionaré tu teléfono. Estoy seguro de que ellos me lo agradecerán.
—¿Cómo puedes decir eso? ¿Cómo puedes ser tan cruel? —Me mira con un gesto duro, y yo grito descompuesta—: ¡Ni se te ocurra darle mi teléfono a nadie!
Me mira desafiante, con los ojos entornados.
—Tienes razón, ¿para qué? Tú solita te las apañas muy bien.
Sin cambiar su duro gesto se da la vuelta y abre la puerta de la suite.
—Cuando regrese de comer con mi madre, no quiero que estés aquí.
No quiero que se marche. No quiero que lo nuestro acabe. Intento retenerlo por todos los medios pero, al final, grito.
—Si te marchas sin hablar conmigo, sin darme la oportunidad de explicarme, asume las consecuencias.
Mi grito lo detiene, se da la vuelta y me mira.
—¿Consecuencias? ¿Te parece poca consecuencia saber que mi supuesta novia y mi ex son algo más que amiguitas?
—¡Eso es mentira!
—Mentira o no, las fotos hablan por sí solas.
Sin darme tiempo a decir o hacer nada más, se va y cierra la puerta. Dolorida y sin respiración, observo cómo el hombre al que amo y adoro me echa de su lado sin querer escucharme. Quiero correr hacia él pero sé que no voy conseguir nada. Si algo sé de Joe es que cuando se enfada así, no razona. Es peor que yo.
Me siento en el sofá. Estoy tan bloqueada que no sé ni qué hacer.
Lloro y me desespero ¿Por qué no me quiere creer? ¿Por qué no me escucha? Mil preguntas sin respuesta dan vueltas por mi cabeza, mientras intento buscar una salida, una solución. Cuando consigo parar de llorar, me levanto y voy hasta el dormitorio. Ver la cama revuelta me angustia y me tiro sobre ella. El olor a Joe, a sexo y a los buenos momentos vividos horas antes me hacen maldecir furiosa.
Miro la pantalla del ordenador y observo, fría, la foto de la ahora conocida Betta junto a mí. ¿Cómo he podido ser tan tonta?

Me levanto, cojo un bolígrafo de la mesa y, con toda la sangre fría que puedo, me apunto su dirección de correo electrónico. Esa mujer me las va a pagar. Meto el papel en el vaquero. Miro a mi alrededor y guardo el vestido de la noche anterior en mi bolso y, sin más, salgo de la habitación, pero al pasar por el salón veo mi móvil hecho trizas en el suelo. Me acerco a él, recojo los pedazos y, con los ojos cargados de lágrimas, salgo de la suite, cierro la puerta y, con la poca dignidad que me queda, me marcho del hotel.
Monse_Jonas
Monse_Jonas


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Mensaje por Monse_Jonas Miér 14 Mayo 2014, 10:34 pm

Lo siento, tienes razón aranzhitha, bueno, mañana, seguro que si les subo capi ñ_ñ
Monse_Jonas
Monse_Jonas


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Mensaje por aranzhitha Jue 15 Mayo 2014, 8:38 am

Ahhh maldita Rebeca!!
Le tendió una trampa!!
Y Joe de estúpido que no deja que le explique la rayiz!!
No es justo!!
Síguela pronto!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por chelis Jue 15 Mayo 2014, 6:39 pm

Joe es un maldito cabezotas!!!.... Aarrrggg la bruja esa se salió con la suya???
chelis
chelis


http://www.twitter.com/chelis960

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Mensaje por JB&1D2 Jue 15 Mayo 2014, 7:03 pm

Je si es brutono la escucha
ag!!
siguelaaa
JB&1D2
JB&1D2


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Mensaje por Monse_Jonas Jue 15 Mayo 2014, 9:12 pm

Capitulo Sesenta y seis
El lunes, cuando llego al trabajo, me entero de que Joe, mi supuesto novio, se ha marchado a Alemania. Se ha ido y no me ha dicho nada. Claudia, su secretaria, está emocionada porque ha pedido que ella se reúna con él en las oficinas de Múnich el miércoles. Eso me hunde. Saber que se ha marchado porque no quiere verme ni hablar conmigo me destroza. Y cada vez que veo las cajas embaladas, el llanto me coge a traición.
Como puedo, paso la semana. No lo llamo. No le escribo. Directamente, no vivo. Le dije que, si se marchaba, asumiera las consecuencias y soy una mujer de palabra. Aunque tengo que hablar con él. Lo necesito.
Escribo un correo electrónico a la tal Betta o Rebeca, pero no me contesta. Compro un móvil e instalo la tarjeta SIM del teléfono donde tengo el número de esa sinvergüenza, pero no me lo coge. Llamo a Marisa y más de lo mismo. Me encuentro atada de pies y manos y no sé qué hacer. Ni cómo demostrarle a Joe que lo que piensa de mí es falso.
Mi jefa en esos días es amable conmigo. Sigo siendo la novia del jefazo y me doy cuenta de que ya no me carga de trabajo como meses atrás. Ahora, incluso me aburro.
A la semana siguiente, cuando llego el lunes a la oficina me sorprendo al ver que Joe está en su despacho. El corazón me da un vuelco. Las manos me sudan y creo que me va a dar un ataque. Me muevo por el departamento con la intención de que me vea. Sé que me ha visto. Lo sé. Pero, al ver que no me llama ni hace nada por hablar conmigo, soy yo la que da el paso.
Cuando abro la puerta de su despacho, me mira con dureza.
—¿Qué desea, señorita Flores?
Cierro la puerta. Debo de tener la tensión a ochocientos. Me acerco hasta su mesa y murmuro:
—Me alegra saber que has regresado.
Me mira… me mira… me mira y finalmente repite con gesto neutro:
—¿Qué desea, señorita Flores?
—Joe, tenemos que hablar. Por favor, tienes que escucharme.
Con una mirada implacable, se recuesta sobre su sillón.
—Le dejé muy claro que usted y yo ya no tenemos nada que hablar. Y ahora, si es tan amable, regrese a su puesto de trabajo antes de que me saque de mis casillas y la ponga de patitas en la calle, como se merece.
Mi cuerpo se revela. Ah, no… por eso sí que no paso.
Quiero gritar. Quiero patearle el culo y no quiero que me trate con esa frialdad. Pero, como necesito que me escuche, me trago mi orgullo.
—Señor Zimmerman, aun así, me gustaría que pudiera usted escuchar lo que tengo que decir.
—Abandone mi despacho —dice sin cambiar su gesto— y cíñase a su cometido que es trabajar para mí y para mi empresa.
Se abre la puerta del despacho y entra Claudia con un café. Nos observa y, cuando va a dejarnos solos, Joe dice:
—Claudia, quédate para que podamos terminar lo que estábamos haciendo, la señorita Flores ya se marcha.
Me sublevo e insisto.
—Por el amor de Dios, Joe, ¿quieres hacer el favor de darme unos minutos?
Se levanta. Está imponente con aquel traje negro. Se apoya en la mesa y gruñe delante de mi cara:
—Salga de mi despacho inmediatamente.
—No.
—¿Pretende que la despida?
La cara de circunstancias de Claudia es todo un poema. La miro y digo furiosa:
—Por favor sal del despacho, ¡ya!
Sin rechistar, lo hace. Joe blasfema y, cuando nos quedamos solos, sin achicarme, saco el carácter que mi padre dice que es idéntico al de mi madre y señalo:
—Puedes echarme, puedes despedirme, pero no me puedes callar.
—No quiero escucharte. He dicho que…
Doy un puñetazo en la mesa con la mano que casi me la rompe y lo interrumpo, furiosa.
—Me vas a escuchar, maldita sea, aunque sea lo último que haga en mi vida.
Joe se calla. Sigue enfadado, pero al menos me mira con curiosidad.
—Esa tal Betta, junto con Marisa y una tal Lorena aparecieron en el gimnasio donde voy. Marisa me las presentó y en ningún momento me indicó que ella era tu ex. Simplemente me dijo que se llamaba Rebeca. ¿Cómo voy yo a saber que Betta es Rebeca? Cuando acabamos en el gimnasio, decidimos tomarnos unas Coca-Colas en un bar. Intercambiamos teléfonos para llamarnos otro día y salir a cenar con nuestras parejas. Luego, Lorena propuso ir al piso de una conocida a recoger unas prendas y resultó ser una tienda de lencería. Me probé cosas pensando en ti. ¡Por eso estaba desnuda! Y allí fue donde la tal Rebeca intentó algo conmigo que no consiguió. ¡Me negué! Ahora sé que todo estaba preparado por ella y lo único que esa imbécil quería era provocar tu reacción.
Joe me mira. Sus ojos me fulminan y pregunto:
—¿Por qué la crees a ella y no a mí? ¿Acaso es ella más de fiar que yo?
Agitada respiro. El alivio que siento tras explicar la verdad es tremendo.
—¿Y por qué habría de creerte a ti?
Me revuelvo. Su expresión no revela nada bueno y respondo:
—Porque nos conoces a las dos y sabes perfectamente que yo no soy una mentirosa. Puedo tener mil fallos, pero mentirosa contigo nunca he sido. Y antes de que vuelvas a echarme de tu despacho, quiero que sepas que estoy dolida, furiosa, enfadada y muerta de rabia por no haberme dado cuenta del sucio juego de esas brujas. Pero la furia que siento por ellas no es comparable con la que siento hacia ti. Yo iba a dejar mi vida, mi familia, mi trabajo y mi ciudad para ir detrás de ti y resulta que tú, el hombre que se supone que me iba a cuidar y mimar, desconfía de mí a la primera de cambio. Eso me duele y me ha destrozado el corazón y quiero que sepas que esta vez tú sí que eres el culpable. Tú y sólo tú.
Joe me mira. Yo lo miro y ninguno dice nada.
Necesito que hable, que me entienda, que diga algo. Pero las palabras o el gesto que yo necesito no llega. Joe sigue impasible tras la mesa, me taladra con la mirada pero no reacciona. La mano me duele del puñetazo que he dado en la mesa y, al tocármela, noto en el dedo el anillo que Joe me regaló. Cierro los ojos. No quiero hacer lo que tengo que hacer, pero no me queda más remedio. Finalmente me quito el anillo, lo dejo sobre la mesa y murmuro ante su duro gesto:
—De acuerdo, señor Zimmerman, lo que había entre usted y yo ha acabado. Alégrese por Rebeca, ella ha ganado.
Me doy la vuelta y salgo. No quiero mirarlo. No quiero nada de él.
Estoy tan enfadada que soy capaz de cualquier cosa. A medida que salgo, Claudia entra en el despacho de Joe. No sé lo que hablan ni lo que dicen, pero realmente no me importa. Me tiemblan las manos. Cuando llego a mi mesa y me siento, mi jefa sale del despacho y dice:
—_____, por favor, localízame al delegado de Sevilla. Tengo que hablar con él.
Como un robot, busco lo que mi jefa me pide. No quiero pensar. No puedo. En ese instante, Claudia sale del despacho de Joe, me mira y entra en el despacho de mi jefa. Cuando consigo el teléfono del delegado de Sevilla entro en el despacho de mi jefa y Claudia sale, pero, cuando me voy a ir, oigo a la imbécil de mi jefa que dice:
—Me acabo de enterar que le has devuelto el anillo a Joe Zimmerman.
No contesto. Me niego a explicarle episodios de mi vida a esa atontada.
—¿Ya se os acabó el amor?
Ese comentario me aviva la sangre. Me hace sentir viva y respondo:
—Si no le importa, eso es algo privado de lo que prefiero no hablar.
Pero la prepotente que hay en ella no se puede callar.
—Entonces, ¿ya no te vas a Alemania? —Al ver que no respondo, vuelve a la carga—: ¿De verdad pensaste que un hombre como él podía querer algo serio contigo?
No respondo o me la como. La arrastro de los pelos. Pero ella insiste. Parece disfrutar del momento.
—Prepárate para lo que se te viene encima, _____. Serás motivo de mofa durante el tiempo que te quede en la empresa. Has pasado de ser la intocable novia del jefazo a la repudiada y hazmerreír del de la empresa. Y, sinceramente, no me da pena. Te estabas creyendo alguien últimamente y mereces que te pongan en tu lugar.
Mi sangre bulle… bulle… bulle y sé que ya no hay marcha atrás.
Si algo he sido en esa puñetera empresa es discreta y trabajadora. Y si alguien no quería revelar mi relación con Joe era yo, precisamente para evitar los cuchicheos. Por ello y consciente de que lo que voy a hacer es motivo de despido, doy un manotazo al portátil de mi jefa, le cierro con brusquedad la pantalla y replico con fuerza:
—Prefiero ser la repudiada del jefazo a la madurita cachonda y salida de tuercas que se tira a todos los jovencitos de la empresa que se le ponen por delante. —Ella abre la boca y yo prosigo—: Sí… sí. ¿Acaso te crees que no sé o que nadie sabe lo que haces en ocasiones en este despacho?
—No te consiento que…
—No me consientes, ¿qué? —la interrumpo, y alzo la voz—. Mira, pedorra, he sido una buena secretaria. Te he cubierto, defendido, he omitido hablar con todo el mundo de lo que he visto y, aun así, te comportas conmigo como una mala arpía por lo que me ha ocurrido con el señor Zimmerman. Pues bien, ¡se acabó dejar de ser una buena chica! Y a partir de este instante, como imagino que ya no pertenezco a esta empresa y estamos en igualdad de condiciones, quiero que sepas que si me insultas, yo te insulto. Si me faltas, yo te falto. Y si me buscas, me vas a encontrar. Porque mira, reinona de pacotilla, seamos sinceros, aquí todos llevamos colgando nuestro sambenito… yo seré la ex del jefe, pero tú eres y serás la guarrilla de la empresa a la que le encanta que le quiten las bragas sobre la mesa y se la tiren en cualquier lugar.
—Por todos los santos, ¡quieres no gritar!
Me río. Pero mi risa es nerviosa. Me conozco y, tras la risa nerviosa y la mala leche, llegará el bajón y finalmente el llanto. Por eso, antes de que llegue la tercera fase de mi rabieta, descuelgo el teléfono y se lo tiro encima de la mesa.
—Y ahora, pedazo de imbécil, llama a personal y diles que me vayan preparando el despido. Yo solita subo a firmarlo. Me he quedado tan contenta con lo que te acabo de decir, que me importa una mierda todo lo que venga después.
Dicho esto, me doy la vuelta y, como Juana de Arco, salgo del despacho.
¡Dios, qué bien me he quedado!
Al salir, me encuentro con Claudia y con Joe. Han debido de escuchar los gritos. La chica entra en el despacho de su hermana y oigo cómo habla con ella mientras ésta pide a gritos mi despido inminente a personal.
Joe me observa. No se mueve. Está bloqueado. No esperaba que yo reaccionara así. Sin mirarlo, me dirijo a mi mesa y comienzo a recoger mis cuatro pertenencias.
—Entra en mi despacho, _____.
—No. Ni lo sueñe. Y recuerde, señor, ahora para usted soy la señorita Flores, ¿entendido?
—Entra en mi despacho —repite con furia.
—He dicho que no —contesto.
Noto que Joe se mueve nervioso a mi lado. Es el jefe de la empresa y debe mantener la compostura. Si me agarra del brazo y me obliga a entrar, sabe que yo reaccionaré y todos nos mirarán. Por ello, se agacha hasta mi cara y murmura:
—___, cariño, soy un imbécil, un gilipollas, por favor, pasa al despacho. Tienes razón. Tenemos que hablar.
Al escuchar eso, sonrío. Pero mi risa es fría e impersonal. Lo miro y, tras pensar durante unos segundos mi respuesta como suele hacer él, tuerzo el gesto y respondo:
—¿Sabe, señor Zimmerman? Ahora la que no quiere saber nada de usted, soy yo, señor. Se acabó Müller y se acabaron muchas otras cosas. No aguanto más. Búsquese a otra a la que volver loca con sus continuos enfados y sus desconfianzas, porque yo me he cansado.
Reviso cajón por cajón. No veo lo que hay en su interior, pero de todos modos lo hago mecánicamente. Los cierro con fuerza y, cuando acabo, cojo mi bolso y me dirijo hacia la puerta.
—¿Adónde vas, ____?
Con toda la chulería, madrileña, jerezana y catalana que tengo, lo miro de arriba abajo y sonrío con frialdad.
—A personal. Desde este instante causo baja en “su” empresa, señor Zimmerman.
Mientras camino hacia el ascensor, siento las miradas de todos mis compañeros posadas en mí y, en especial, la de mi ex. Mis compañeros no saben lo que pasa, pero, conociéndolos, pronto sacarán sus propias conclusiones. Seré la comidilla los próximos días, pero eso es algo que ya no me importa. No estaré allí para aguantar sus malditos cotilleos.
Cuando entro en el departamento de personal todos me miran. ¡Cómo corren las noticias! Pero es Miguel el que se acerca a mí y, cogiéndome del brazo, me lleva hasta su mesa y murmura:
—¿Qué has hecho? Tu jefa…
—Ex jefa —aclaro.
—Vale. Tu ex jefa ha llamado hecha una furia para que te despidamos.
Asiento. Sonrío y encojo los hombros.
—Acabo de provocar mi despido. Le he dicho a esa mala bruja todo lo que pienso de ella y, ¡Diossss, Miguel!, ¡me he quedado como nueva! Ha sido uno de los mejores momentos de mi vida.
En ese instante, Gerardo, el jefe de personal sale y me mira.
—Miguel, que la señorita Flores espere un segundo. De momento, que no firme la carta de despido que te había dado.
Sorprendido, Miguel me mira y, cuando éste desaparece, cuchichea:
—Tras llamar tu jefa, ha llamado Iceman. Menudo cabreo tiene.
Resoplo. En ese momento me importa todo un pepino. Me siento y Miguel pregunta:
—Pero ¿qué ha pasado?
—Iceman y yo hemos roto y la gilipichi de mi ex jefa ha tenido el valor de mofarse de mí y de mis sentimientos.
—¿Habéis roto Iceman y tú?
—Sí.
—Lo siento, preciosa. Y sabes que lo digo de corazón.
—Lo sé. —Sonrío con tristeza—. Pero tenías razón. Con los jefes nunca hay que tener una relación. Porque, tarde o temprano, lo pagas de una manera u otra.
Mi aparente frialdad comienza a resquebrajarse. Hablar de Joe y de mi nueva realidad duele. Tres minutos después, Gerardo, el jefe de personal sale y me mira.
—Entra en mi despacho.
Le hago caso y obligo a Miguel a entrar conmigo. Gerardo nos mira y finalmente dice:
—____, el señor Zimmerman quiere que vayas a su despacho ahora mismo.
Su insistencia me sorprende y contesto:
—No. No voy a ir. Quiero firmar mi despido.
Miguel y Gerardo se miran sorprendidos y éste insiste.
—_____, no sé lo que ha pasado, pero el señor Zimmerman dice que…
—Lo que diga el señor Zimmerman, actualmente, me entra por un oído y me sale por el otro. Por lo tanto, Gerardo, si quieres, puedes llamarlo y decirle de mi parte que se vaya a la mierda o lo hago yo directamente. Pero no pienso ir a su despacho ni a ningún otro. Sólo quiero firmar mi carta de despido.
El hombre no sabe qué hacer. La situación se le escapa de las manos. Finalmente, me pide un segundo, coge el teléfono que está descolgado y habla. Intuyo que Joe me ha escuchado pero no me importa. Mejor. Así se dará cuenta de que cuando yo digo algo lo cumplo. Que asuma las consecuencias.
Miguel, que está nervioso por todo lo que ocurre, me aleja de la mesa de Gerardo.
—¡Qué huevos los tuyos, nena! Me tienes alucinado. Pero sé realista y piensa lo que me dijiste a mí cuando no me iban a renovar. Hay mucho paro, mucha crisis y necesitas el trabajo. No seas tonta, _____.
Y, cuando voy a contestar, Gerardo levanta su vista hacia nosotros.
—El señor Zimmerman me pide que no firmes ninguna carta de despido. Que te vayas de vacaciones y…
—¿Vacaciones?
—Sí, eso ha dicho.
Maldigo en voz alta. Observo que el teléfono sigue descolgado. Como una furia, salgo del despacho, cojo el papel que Miguel tenía preparado para mí cuando entré, vuelvo a entrar en el despacho y lo firmo sin leerlo. En cuanto lo hago, se lo entrego a Gerardo y añado a sabiendas de que Joe escuchará lo que digo:
—Toma, entréguele mi despido firmado al señor Zimmerman, con todo mi amor.
Gerardo, patidifuso, coge el papel y yo salgo del despacho seguida por Miguel. Una vez fuera, miro a mi descolocado e incrédulo amigo y compañero, le doy un beso en la mejilla, le revuelvo el pelo y murmuro:
—Llámame y nos tomamos algo algún día.
Dicho esto, me doy la vuelta y me marcho. Abandono la empresa a toda leche. Cuando me monto en mi coche y salgo del garaje no sé adónde ir ni qué hacer. Acabo de cometer la mayor locura de mi vida y de pronto me doy cuenta de que todo me da igual.
 
 

Continuará…
Monse_Jonas
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Mensaje por Monse_Jonas Jue 15 Mayo 2014, 9:13 pm

Y así da fin el libro!!!!!!!!!
Monse_Jonas
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Mensaje por aranzhitha Jue 15 Mayo 2014, 9:34 pm

Ahhh Ahhh ahora si quieres arreglar las cosas Joe!!
Después de que la haces sufrí!!
Te mereces sufrir un poco!!
Y que bueno que le dijo sus verdades a la jefa!!
Sube pronto el próximo libro y me avisas cuando abras el tema para pasarme!!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por JB&1D2 Vie 16 Mayo 2014, 12:40 pm

Me encanto todo lo que le dijo a la jefa. La admiro
Y Joe eso te pasa por terco y orgulloso
Sube pronto el siguiente libro.
JB&1D2
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Mensaje por chelis Vie 16 Mayo 2014, 12:49 pm

Aaaaaaahhh.... Joe ... Ahora si que tienes que hacer lo que sea para que ella te perdoneeeee
chelis
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Mensaje por Monse_Jonas Lun 19 Mayo 2014, 12:22 am

Chicas, ¿Quieren que les suba toda la saga en este mismo tema?
Monse_Jonas
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Mensaje por JB&1D2 Lun 19 Mayo 2014, 12:49 am

Siiii su ela please
JB&1D2
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Mensaje por aranzhitha Lun 19 Mayo 2014, 4:04 am

Si sube el libro pero en otro tema!
Bueno yo digo para que sea más estético y se vea mejor!!
Pero como tu quieras!
Síguela pronto!
aranzhitha
aranzhitha


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Mensaje por chelis Lun 19 Mayo 2014, 10:57 am

Siiiiiiii
chelis
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http://www.twitter.com/chelis960

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