Her name was Rose.

— ¿Qué hacemos aquí? —preguntó con simpleza. No se veía asustado, tampoco es que iba a saber que es lo que iba a hacerle, en realidad era muy inocente.

— Me quedé sin gasolina —espeté. Cuándo quise abrir la puerta, dos espeluznantes niños estaban pegados al auto. Sentí cómo el corazón de Jackson aceleraba. No había forma de que un humano no se asustara con esos ojos negros y sonrisas macabras.

Una pequeña risa estuvo a punto de escaparse de mis labios, pero me mordí el labio aparentando temor. Eran dos niños, completamente iguales. Gemelos, sin duda. Lo único que los diferenciaba era el lunar que tenía en el labio el chico de la derecha. Su ropa estaba sucia, quemada y hecha jirones. Cualquiera creería que habían estado perdidos por mucho tiempo.

Sabía lo que querían, no eran dos simples niños perdidos cómo los que ves a menudo en las calles. Como dije, sus ojos eran negros. Pero no cómo cualquier color negro, sino que estos eran completamente negros. Sólo existía la pupila.

— ¿Qué quieren? —inquirió en susurro él chico a mi lado. Su inocencia hizo que quisiera besarlo en este preciso momento, pero, otra vez, tuve que aguantarme. Ni siquiera me digné a contestar, sólo ignoré su pregunta.

— Lárguense —espeté con ferocidad para que me escucharan desde el otro lado. El del lunar apaciguó su mirada, aparentando inocencia.

— Lo siento, señora. Pero, ¿sería tan amable de…? —no pudo terminar la frase ya que volví a interrumpirlo.

— Dije que se larguen —volví a gruñir. Los ojos del más pequeño iban de Jackson a mí. No me enfadaba que me mirara a mí, pero sin duda me ponía los pelos de punta que lo observara a él. Querían hacerle daño.

Esta escena me recordaba que muchas veces quisieron arrebatarme a Jackson. Lo habían dejado morir, cuándo él me salvó. Juré vengarme de su padre, pero en vez de eso, ahora lo tengo conmigo. Su familia siempre le había dicho que era una mala influencia para él, que era peligrosa, que se acercara. Pero sabía que él me amaba y que no iba a rendirse tan fácilmente. El muy idiota había dejado hasta su hogar por mí.

Bien hecho, Jack. Destruiste todo sin mi ayuda, gracias por hacerme las cosas más fáciles.

La mano del niño de lunar hizo que volviera a la realidad. Este quería abrir la puerta, pero antes de eso, había activado el seguro.

— Por favor —dijo, esta vez, hablaba el más pequeño. Su voz no sonó cómo si pidiera algo, más cómo si me obligara a hacerlo. No conmigo, cariño.

Cerré los ojos por un momento, no me importaba que ellos me mirasen o estuvieran esperando a que les abra la puerta, sin duda no lo haría.

Los abrí de un momento a otro mostrándoles lo que era capaz de hacer. Les arrojé llamas en mis pensamientos, imaginándome cómo les daría fin a sus pobres y miserables vidas de pequeños monstruos.

Sonreí al ver cómo gritaron del dolor y se retorcían en el suelo. Le eché una mirada a mi compañero y este cerraba los ojos con fuerza, con la cabeza hacia el otro lado. Será mejor que no veas esto, mi amor.

Los dos niños quisieron levantarse y salir corriendo de allí, pero una fuerza sobrenatural los tomó de los pies y los arrastró con ella. Gracias, mamá.

Sabía que era ella, además, ¿quién más sería capaz de hacer una cosa así? Sólo ella tendría las agallas y la valentía de poder ayudarme mientras esté muerta. Antes de cruzar la pared, me sonríe y sigue rompiendo con su propia red.

— ¿Se fueron? —preguntó el rubio a mi lado.

— Se fueron —afirmé con una sonrisa, pero la borré al momento en que Jackson abrió los ojos.

— Rose, ¿esto es seguro? —cuestionó con un miedo casi comestible. Inhalé ese aroma a temor y actué mi mejor sonrisa, dándole por sentado que todo estaría bien.

Al instante en que él bajo del auto, comenzaron los susurros. Él no podía entenderlos, pero yo sabía exactamente lo que decían. Tráelo, dánoslo, entrégalo.

Nunca lo haría, contesté.

Tomé su mano, para entrar al local. Desde allí pude escuchar las risas y los estúpidos comentarios que hacían de él. Pero, no iba a hacérselas fácil.

La puerta estaba entreabierta, por lo tanto yo entré primera, sin soltar su mano. La luz de afuera alumbraba el lugar, pero no podía ver tanto cómo yo quisiera.

— Tengo miedo.

No, por favor…

Su voz hizo que todas las criaturas que se escondían en la oscuridad despertaran. Sus ojos abrieron y sus sonrisas se agrandaron.

Las mariposas de la noche se pegaron al vidrio del ventanal, haciendo que quedara todo completamente negro y que la oscuridad nos abrazara.

Escuché cómo Jackson caía al suelo, chocándose con varias cosas y soltando mi mano.

Las sombras se acercaron a él y comenzaron a danzar a su alrededor. El gruñido la bestia se escuchó a un costado la habitación y su peluda y sucia cola rozó con mi piel por instante. Las pesadillas rieron con fuerza. Los duendes se acercaron sin preocuparse si hacían ruidos o no. Las gárgolas dejaron de ser piedra y despertaron en gritos ahogados. Los demonios corrían en círculos. Las brujas decían conjuros, queriendo hechizarlo. Y por último, los ángeles llorones comenzaron a ser veloces en el silencio.

Era todo un show.

Podrías ver cómo cada criatura maligna lo deseaba. Tapé mi rostro, no quería verlos. Eran completamente ridículos queriendo tenerlo en sus manos. Pero estaban equivocados. Él era mío.

Saqué las manos de mi rostro, esta vez, mi madre no iba ayudarme. Los demás monstruos no podían verme si yo no lo quisiera. Era una olvidada y, cómo podrán ver, todo el mundo olvidaba de que los olvidados existíamos.

Cerré los ojos con suma calma y respiré hondo. La pequeña chispa dentro de mí, empezó a crecer y crecer, convirtiéndola en una verdadera llama.

Grité con todas fuerzas y abrí mis brazos, alejándolos a todos de Jackson.

— Se acabó —les afirmé. Pude sentir las miradas en mí, cuando acaricié al rubio. Cuándo escuché sus pasos acercándose a nosotros les mostré mis dientes y gruñí con ferocidad. No iban a arrebatármelo una vez más.

Todas las criaturas volvieron a esconderse y las mariposas salieron del ventanal.

— ¿Rose? —indagó mi amigo.

— Eres mío, Jackson.

En menos de un segundo, la sangre comenzó a correr, mezclándose con el olor a rosas.