La Estación 《 Larry Stylinson 》

Yo no podía dormir, no dejaba de pensar en Elizabeth y en qué estaría haciendo y en dónde. Ella había dicho que yo no la quería realmente, eso no era verdad, yo la quería muchísimo como a una madre, sólo que sí nunca la querría de la forma en que ella me quería a mí, pues aunque ella nunca me lo dijo, estaba enamorada de mí, si no cómo podía explicarme que me hubiera aguantado tanto tiempo a su lado. Ella nunca me pidió devolverle los sentimientos, sólo quería que me mantuviera a su lado, los dos creímos que con eso bastaría, pero Eli necesitaba algo más que una simple compañía, necesitaba de un hombre que realmente la quisiera, no como yo. Maldita sea no servía para nada, sólo para ser una escoria más de este mundo. Ojala y hubiera querido de igual forma a Eli, así nunca se hubiera involucrado con aquel tipo, ni se hubiera vuelto viciosa al alcohol.

 

Comencé a llorar, silencioso, ahogando mis sollozos como había hecho hace dos días. Sólo quería que todo fuera un sueño, que despertara y fuera una persona completamente diferente, que no fuera un estorbo para el mundo, que no fuera a desahogarme con el primero que me ofreciera unas libras en el metro, que no sintiera eso que empezaba a angustiarme, pero también a alegrarme; no podía ni debía, pero era algo que estaba fuera de mi alcance.
Seguí llorando en aquel sillón que empezaba a desintegrarse, estaba sentado en un extremo con los codos recargados en mis muslos y mis manos cubriendo mi rostro, había dicho que no iba a llorar, pero ya no podía más.

 

—¿Qué ocurre? —dijo Louis desde la puerta que daba al dormitorio, yo rápidamente sequé mis lágrimas pero volvieron a salir más, era imposible que dejara de llorar.

     
—Nada—dije con voz entrecortada y lancé un suspiro por falta de aire.

     
—Cómo nada —Entonces él se acercó y se sentó a mi lado.


Yo ya no pude contener más mis sollozos, y sólo dejé que él me rodeara con un brazo y me atrajera hacia su hombro. Yo lo rodeé por el cuello como si no quisiera que se escapara y seguí llorando mientras Louis trataba de tranquilizarme diciéndome frases alentadoras. No sé por cuanto tiempo lloré, pero cuando dejé de hacerlo creo que fue porque Louis tomó mi rostro entre sus manos y me dijo con mirada suplicante y preocupada que dejara de llorar.

    
—Es mi culpa—logré decir tratando de contener mis lágrimas.

     
—No es tu culpa, ni de nadie más, la única culpable es ella misma —dijo mirándome a los ojos, los cuales seguramente yo tenía completamente rojos. Seguía sosteniendo mi rostro con sus manos. Me dio un pañuelo desechable con el cual me limpié la nariz y enjugué mis lágrimas.

    
—Tranquilo Harry, tarde o temprano ella volverá, está molesta pero te quiere mucho y volverá, no te dejaría con esta angustia —dijo con su voz relajante y neutra que tanto me gustaba.

 

Bajé la mirada y cuando la volví a subir él seguía mirándome fijamente. Sus malditos ojos me miraban con ternura, o lástima tal vez, no lo sé, sólo sé que en ese momento impulsivamente me aproximé a su rostro y lo besé, tratando de buscar desesperadamente en aquellos labios un refugio. Aceptó el beso, pero cuando me aparté de él me miraba con desaprobación.

   
—No vuelvas a hacer eso. —dijo entornando sus ojos en mí.

     
—Perdón—susurré. Comencé a ponerme nervioso.

     
—Mejor vete a la cama, yo me quedo aquí —asentí sin objetar nada.

 

Me levanté sin voltearlo a ver, aunque podía sentir su mirada puesta en mí. No, tampoco quería esto, no quería enamorarme de aquel hombre, no quería, pero impedirlo era algo que estaba fuera de mi alcance.






Al día siguiente me desperté más temprano de lo habitual, de hecho sólo había dormido escasas horas. Ese sillón era muy molesto, y con aquello que había pasado con Harry, terminó por escabullírseme el sueño. Estaba seguro de que me había besado porque se sentía muy desesperado en esos momentos, así que creí conveniente no comentar nada de lo acontecido. Me asomé un poco en la habitación donde dormía tranquila y profundamente Harry, no quise despertarlo, se veía que estaba disfrutando de su letargo.
Fui a lavarme el rostro en el pequeñísimo baño que se encontraba dentro de la habitación de Harry, la puerta estaba oxidándose y hacía un poco de ruido al girar. Me cercioré de que no hubiera despertado a Harry y entré. Me arremangué las mangas de mi camisa que se encontraba completamente arrugada y me observé en el trozo de espejo que estaba colgado arriba del lavabo. Me veía con ligeras ojeras y empezaba a notarse un poco de barba. Hice mis necesidades, me lavé las manos y salí. Seguía durmiendo plácidamente. 


Así dormido, su rostro era muy similar al de Diana, no pude evitar sonreír. Tocaron a la puerta, fui corriendo a abrir, pensé que sería Elizabeth. Abrí pero mi sorpresa fue ver que era la señora carolina, que igualmente se desconcertó al verme ahí.

 
—Buenos días —dije Yo.

    
—Buenos días Louis. —Me veía como la primera vez que nos encontramos.

    
—Vine porque me dijo Harry que me avisaría cuando se fuera con usted, y como no me habló ni nada, mejor vine a ver qué pasaba.

    
—Oh... Lo que pasa es que surgió algo.

    
—¿Elizabeth? —dijo en tono molesto, al parecer ella ya estaba acostumbrada a que desapareciera. Yo no sabía si decirle la verdad.

    
—Sí.

    
—¡Ah! Lo que nos faltaba. Esa mujer siempre hace eso, ya se me hacía raro que hasta estuviera trabajando y toda la cosa. Tenía que hacer sus pendejadas. ¿Por qué Harry no me había dicho nada?

    
—No lo sé—dije alzando los hombros—Por eso es que estoy aquí, me quede toda la noche para ver si llegaba o algo. Harry estaba algo alterado. —Se quedó pensativa unos momentos mientras miraba alrededor suyo.

    
—Deberían de irse ya, esa mujer nunca entenderá, sólo lo hace para tener a Harry cerca.

    
—Entonces ellos —dije interesado.

    
—La verdad no sé si sea su amante, pero es lo más seguro. —Asentí lentamente, mis sospechas no estaban en lo incorrecto. Pero no podía dejar a un lado que Harry era gay, entonces estaba engañando a dos pobres mujeres. Preguntó por él y le dije que estaba dormido, así que volvería en un rato, pero entonces recordé que tenía algo que preguntarle.

    
—¿Sí? —dijo cruzando sus regordetos brazos.

    
—Según me dice Harry que Diana murió de un paro cardiaco... pero ella nunca tuvo problemas del corazón. Mis padres eran de hacernos análisis todos los años, y nunca salió alguna anomalía en su corazón —Al oír esto, ella se quedó sin saber qué decir—. ¿No murió de eso verdad? —Lo supe por expresión que tenía en su rostro.

     
—Ay señor, ¿ya ve que le dije que después le iba a decir por qué si no serían muchas noticias en un día? —Asentí recordando aquel día que recibí la noticia de que Diana estaba muerta—Pues mire, la verdad pues sí, no se murió de eso, pero no quería que Harry se enterara. —Como por inercia, puse los dos pies fuera de la casa y emparejé la puerta, como si con eso Harry no fuera a oír lo que iba a decirme en esos momentos la señora Carolina. Suspiró hondo y me dijo:


—Mire, la verdad es que ella se suicidó.


—¿Q... qué? —Estaba completamente atónito.


—Sí, estaba harta de vivir así. Siempre se ponía melancólica de que extrañaba a su familia y que le dolía que la hubieran abandonado. Que sin ellos no era nada, además de que me dijo había traicionado a alguien de su familia muy cercano y se sentía muy mal por eso, porque nunca la iba a perdonar. Yo siempre trataba de consolarla y todo, pero pues un día la encontré en su cuarto tirada en el suelo. Se murió por... ¿cómo se dice? Ah sí, sobredosis. Había tomado muchos medicamentos. —Sentí que me aprisionaban el pecho, me recargué en la puerta, tomé aire, respiré hondo. Cerré por un momento los ojos, tratando de asimilar lo que acababan de decirme.

 

Esa persona era Yo, a la que había traicionado y que nunca iba a perdonarla. Era Yo. Quería gritar y golpearme la cabeza maldiciéndome una y otra vez lo estúpido que había sido. Maldita sea, se había matado por mi culpa. Una sensación de que todo lo que me rodeaba se mimetizaba hasta ennegrecerse  pasó por mis ojos.

 
—¡Ay dios mío, está todo pálido! ¿Está bien? —Se acercó a mí como para ayudarme a mantenerme de pie.


No, no estaba bien, quería soltar un grito de rabia, de tristeza, de impotencia, de culpa.

      
—Me siento extraño —dije llevándome la mano zurda a la cabeza.

      
—Ah, mire ahí viene Harry.


Yo mantenía presionando mi mano en la cabeza, como para ahuyentar aquellos sentimientos que me carcomían. Harry se acercó y Doña Carolina le soltó un corto sermón interpelándole el porqué no le había dicho nada sobre Elizabeth, él de igual forma protestó, pero enseguida cambiaron el tema.

      
—Mira, mejor ayúdame, que no se siente bien tu tío.

      
—¿Qué pasa? —volteó a verme Harry como si no se hubiera percatado de mi presencia antes. Yo volví en sí. Ambos me miraban angustiados.

      
—N-no. Estoy bien, iré a caminar —Me alejé de la puerta de la casa. Ellos me empezaron de decir no sé qué tanto, pero al final me dejaron ir.

 

Si no hubiera tenido a mis hijos, creo también habría considerado la posibilidad de matarme. Además, ahora estaba Harry, tenía que hacerme cargo de él. Más ahora que sabía que todo era mi culpa.
Ese era mi castigo por haber sido tan egoísta con Diana. Ahora iba a tener que llevar a todos lados una cadena amarrada a un bulto rebosando culpa. No me digan tonterías de que era joven y que me faltaba madurar, si quería tanto a mi hermana, hubiera tratado de escucharla y apoyarla, no cerrarle las puertas como lo habían hecho mis papás, tal vez yo hubiera podido convencerlos de que se quedara, pero me sentía tan traicionado, que en esos momentos lo único que quería era que desapareciera de mi vida. Y que se fuera lejos, muy lejos. Nunca me puse a pensar en todo lo que había tenido que sufrir, realmente sufrir en todo ese tiempo que estuvo completamente sola, únicamente por el apoyo de desconocidos que tal vez lo hacían en primera instancia por lástima y sólo eso.

 

No dejaba de pensar en que si yo hubiera reaccionado diferente, todo habría sido diferente. Lástima, el hubiera a veces ya no es posible de cambiar y sólo se queda como un horrible recordatorio que nos dice a cada instante lo tontos, ciegos o débiles que fuimos en aquella ocasión. Cuando regresé a la casa de Harry ya no estaba la señora Carolina. Él  estaba escuchando la televisión, haciendo intentos nulos porque se viera un poco la pantalla sin dejar de hacer ese molesto zumbido todo el tiempo, se rindió al verme entrar.

   
—¿Te sientes mejor? —dijo apagando la televisión al mismo tiempo que la maldecía.

     
—Seguro,  voy por mi saco y mi corbata. —Caminé con la vista puesta únicamente en el cuarto contiguo, no quería que Harry me viera así.

     
—Hey tú, ¿qué carajos pasó, qué Caro no me dijo nada? ¿Por qué estás tan raro?

     
—Nada.

     
—¿Nada? —Cuando volteé hacia su dirección el ya estaba a unos pasos de mí,  con su mano me tomó de la mejilla derecha y terminó por girar mi rostro. Yo rápidamente le aparté la mano con un poco de brusquedad y entré en la pequeña habitación, el me seguía.

     
—Tienes los ojos rojos ¿Lloraste? ¿Estás bien? En serio, te ves muy extraño.

     
—¡Cállate y deja de joder! —Traté de fingir estar enojado, pero por dentro quería desmoronarme.

 

Sentía un hormigueo en la nuca y unas ganas inmensas de golpear lo primero que viera. Me llevé las manos a la cabeza y respiré hondo. No iba a llorar enfrente de él.

     
—Oye, oye. Ayer tú me consolaste, deja que yo te consuele hoy, ¿sí? —Harry se aproximó a mi lado y palmó mi espalda con una de sus manos.


No respondí nada. Tomé mi saco y mi corbata que estaban aventados en el pequeñísimo ropero de la habitación. Salí sin mirar a Harry a los ojos. Me detuve en seco y por lo visto Harry también pues iba casi pisándome los talones. ¿Le decía o no le decía la verdad sobre la muerte de su madre? Mientras me debatía en si le decía o no, Él recargó su cabeza en mi espalda mientras sus manos un poco temblorosas se apoyaban en mis hombros.

     
—No me preocupes más, con lo de Elizabeth tengo suficiente. Dime.

     
—¿Aunque sea algo muy malo? —Hubo un momento de silencio.

     
—No importa. —Giré sobre mis talones por lo que Harry tambaleó un poco, sentía que la voz se me quebraba en el interior de mi garganta.

     
—Mejor no—Me miró con desesperación e incertidumbre. Si no quería que lo preocupara, diciéndole, lo pondría peor.

     
—No, ¡por favor dime! —me decía suplicante.

 
Le miré un fragmento de segundo para después voltear hacia la fotografía de Diana. Caminé hasta donde estaba ésta y tomé aquella foto entre mis manos.

      
—Tú mamá se suicidó, no se murió de ningún ataque al corazón —Al ver que Harry no daba respuesta decidí proseguir— Por lo que me contó Doña Carolina, puedo deducir que estaba en una depresión, murió de sobredosis por medicamentos. —Tragué saliva, y lentamente volteé a ver a Harry el cual me miraba sorprendido, pero no como yo lo hice, sólo veía a la nada frunciendo las cejas para después encontrar nuestras miradas. Fue algo increíble, era como si sus ojos me tranquilizaran y me dijeran que mantuviera la calma.

 
—¡Oh! —exclamó triste— Pobre de mi mamá, yo sólo recuerdo que ella siempre me hablaba con una sonrisa en sus labios. Supongo que ser una madre tan joven y sin tener el apoyo de su familia sería horrible pero no puedo enojarme con ninguna de las dos, con mi madre y con Caro. Entiendo perfectamente porque yo—Se quedó en silencio mientras veía a la nada— Pero ¿por qué te afecta tanto a ti? —dijo como para cambiar el hilo de la conversación. Dejé la foto en su lugar y alcé los hombros.

     
—Iré a mi casa a bañarme y cambiarme de ropa. ¿Cuánto más piensas esperar a que regrese Elizabeth? —dije ahora cambiando yo el tema.

     
—No sé.

     
—De todas formas regrese o no, te irás a vivir conmigo. No pienso dejar así como así al hijo de mi hermana. —Mi voz se quebró un poco pero mantuve el temple. Estaba abriendo la puerta cuando Harry me dijo:

      
—¿Será que te sientes culpable por lo de mi mamá? —Salí sin responderle nada completamente turbado, pues había dado en el clavo.

 

Sí, no sólo me sentía, era mi culpa. Mi culpa y la única manera de aliviar un poco el dolor era hacerme cargo de ese chico, porque era una parte de Diana, y era él por lo que yo le había dado la espalda hace dieciocho años. En mi casa todos empezaron a hacer preguntas de que dónde estaba su primo, qué había sucedido, por qué me veía tan mal, entre otras cosas. Sólo les dije que esperaran un poco y les contaría todo, a la única que le dije lo de Elizabeth fue a mi esposa que intentó hacerse la interesada y la solidaria, pero no le salía. Era falsa como la relación que aparentábamos a los demás.

 

No fui sino hasta el día siguiente a la casa de Harry. Era Domingo así que no había de qué preocuparme por el trabajo. Desde que había entrado a la calle sentí la atmósfera muy pesada, como si medio mundo hubiera entornado sus ojos en mí, y yo fuera un ser pequeñísimo. La respuesta, había un par de mujeres cuchicheando no sé qué tanto en cuanto me vieron entrar y tocar a la puerta de Harry


Mientras éste abría la puerta pude oír un poco de la conversación de ese par. Hablaban sobre la desaparición de Elizabeth, y especulaban sobre quién era yo. "Viejas Metiches"

 
—Hola. —dijo hoscamente Harry, con expresión adormilada.

    
—¿Puedo pasar? Porque esas señoras están hablando puras idioteces. —Harry entornó su mirada hacia donde yo desvié mis ojos y puso una expresión de indiferencia.

    
—Ah, sí, siempre lo hacen, son las chismosas de la cuadra—se metió a la casa mientras con un ademán me decía que pasara—  y creo que los rumores ya llegaron hasta acá, así que en menos de una semana todo mundo sabrá que bateo para el otro lado. Tonta gente sin vida.

     
—¿Rumores? —pregunté intrigado, Él nunca me había hablado de esos rumores.

     
—Oh, cierto. Lo que pasa es que cuando me golpearon, fue por eso. Un idota les dijo y pues ya sabes el resto, no entiendo cómo hay gente tan intolerante e ignorante.

 
Creo que Harry poco a poco empezaba a tenerme confianza de decirme sus problemas, era algo que agradecía. Se acercó a la estufa estirándose y bostezando, colocó una pequilla olla con agua y volteó a verme. Yo estaba de pie cerca de la puerta.

 
—¿Y tú cómo estás?

     
—¿Yo? Bien —contesté como si la pregunta hubiera quedado fuera de lugar.

     
—Qué bien, es que ayer te veías mal —Se alejó de la estufa para aproximarse a mí, se recargó en la puerta por lo que yo tuve que girarme un poco para verle—Gracias por ayudarme en estos días.

     
—No es nada

     
—Creo que te preocupas demasiado porque te sientes culpable por lo de mi madre, pero yo no creo que sea tu culpa. ¿No me dijiste la otra vez que era solamente culpa de Elizabeth? Pues es lo mismo, fue sólo culpa de ella y ya, olvídalo. —No sé qué cara habré puesto en ese momento, pero sí estoy seguro de que no fue una cara buena. Me sorprendía que pudiera leer tan fácil mis pensamientos.Entonces él se acercó demasiado a mí y se alzó un poco de puntas, yo me alejé.

    
—Te dije que no lo volvieras a hacer...

    
—¿Qué?

      
—No te hagas, mira, tenemos que irnos ya. Elizabeth tal vez no regrese, o a lo mejor no quiere regresar porque sabe que tú sigues aquí.

      
—Oh, no lo había pensado. Pero aun así, no quiero irme aun, ¡Necesito saber que está bien!

      
—Está bien, si mañana no sabes nada de ella, te irás conmigo.

      
—No, dame una semana. Si el próximo domingo no he sabido nada de ella, me iré contigo, por favor. —Me miraba suplicante y con aquellos ojos que me devolvían la tranquilidad. Tuve que aceptar.

 

Al salir de su casa, aquellas señoras seguían platicando. Era increíble ver cómo podían pasarse tanto tiempo inventando cosas sobre la demás gente, era de pena ajena. Me miraron curiosas mientras yo sentía sus miradas acorralándome. Ese día ya no me sentía tan mal, pero aun seguía sintiendo esa carga pesada en mi pecho. Desde ese día, la muerte de Diana iba a ser mi tormento, mi recordatorio del mal hermano y pareja que había sido para ella. Y además de todo eso, me sentía mal de ver a Harry así, tan despreocupado por su vida, como si no le importara nada.

 

Casi como en un parpadeo el siguiente Domingo había llegado, y como Harry me había prometido, por fin se iría a vivir con nosotros. Susan me acompañaba esta vez pues había estado insistiendo toda la semana.


—Papi, ¿ya vamos a llegar?

    
—Sí, hija, ya casi.

 
 —Aquí es. —Me detuve casi enfrente de la casa de Harry. Mi hija veía casi casi con asombro el lugar, supongo que le era interesante ver algo completamente opuesto a nuestra posición económica.

 
Nos bajamos del auto y tomé a Susan de la mano. Yo llevaba lentes oscuros pues el sol no me dejaba ver bien. Harry salió vestido con un pantalón de mezclilla oscura y una playera negra holgada. Ya tenía todo listo. Sólo dos pequeñas maletas que le había prestado Caro.

   
—Ella es mi hija Susan

    
—¡Hola! Yo soy Harry, tu primo.

    
—¡Hola primo! Qué bueno que vivirás con nosotros, los primos que tengo por parte de mi mami son muy viejos y no me gusta hablar con ellos. —Harry soltó una risita. Yo le pregunté si había habido alguna novedad.

 
—No, Caro me dijo que estaría fijándose diario a ver si la encuentra o algo, la policía no hace nada, pone puros pretextos, así que con ellos no podemos contar —dijo algo melancólico, pero trató de fingir estar contento. Susan no sabía de qué hablábamos, pero no hizo ningún tipo de preguntas.

 
Harry echó un último vistazo a su casa junto con Susan y después de unos minutos salieron. Aunque Harry se mostrara alegre, yo sabía que seguía preocupado por Elizabeth. Al salir de la casa una de las señoras de la otra vez nos vio salir, por lo que se apresuró a saludar a Harry y tratar de sacarle información.

  
—Me voy a vivir con mi tío señora, nos vemos —dijo cortante y nos apresuramos a subir a carro.

 
Visitamos rápidamente a Doña Caro quien no dejó de decir lo linda que era mi hija.

     
—Le encargo mucho a Harry, necesita ir a la escuela, porque siempre iba cuando quería y era un desastre. No sabe cómo le agradezco lo que está haciendo.

     
—No se preocupe, vendremos a visitarla. —Me quité los lentes y nos despedimos de mano. Harry y Susan ya me esperaban en el carro, ambos en la parte trasera del auto.


Susan tenía un no sé qué, que con cualquiera empezaba a hablar y hablar, cosa que no había sacado de mí por supuesto. Yo siempre había sido muy reservado y callado con la gente.

     
—Bien, vámonos —dije a la vez que entraba en el auto y miraba a ambos por el espejo retrovisor. Harry también volteó hacia el espejo y nuestros ojos se encontraron. Sobresaltado ante eso, yo desvíe pronto la mirada.