La Estación 《 Larry Stylinson 》

Ella corrió a asomarse por la ventana a ver quién era y entonces por su sonrisa supe que era el hijo de Diana, iba a conocer a mi sobrino, y aun no salía del shock de saber que mi hermana estaba muerta.



—Es él, ¿quiere que lo pase o que antes hable con él?



—Ah... no lo sé, estoy poniéndome nervioso — contesté impaciente — Hágalo pasar y ahorita vemos — La señora corrió hacia la puerta para abrirla.



—¡Caro, olvidé las llaves! — Oí que alguien decía desde afuera, pero esa voz ya la había escuchado antes. Mi corazón volvió a latir con fuerza y ese hormigueo volvió, mientras mi cuerpo volvía a congelarse.



—Sí, ya me di cuenta, pero qué bueno que vienes hijo, hay alguien que vino a visitarte.



—¿En serio? —volvió a oírse aquella voz y todo mi cuerpo quedó inmovilizado. No, no podía ser él, no, no y no.


 

Mil pensamientos pasaron por mi mente, y en un momento  impulsivo me levanté del sillón y me dirigí como poseído hacia la puerta. Nos miramos cara a cara y él pareció estar más sorprendido que yo, o bueno, eso es lo que yo pienso.


 

— Harry, es el hermano de tu madre... Louis —dijo La señora al ver que sólo nos mirábamos con asombro.



—Yo... iré a caminar un momento—dije y huí de aquella mirada confundida que me examinaba detenidamente.


 
Caminé tan rápido que pronto empecé a sudar por todos lados, salí de aquella casa y me senté en la orilla de la baqueta para sacar un cigarro y tratar de calmar mis nervios. Mis dedos temblaban y no podía dejar de sentir esa horrible sensación en el estómago. Maldita sea, todo encajaba como en un rompecabezas, ahora comprendía el por qué de su rostro tan inquietante, su nombre, su mirada, todo encajaba, todo. Sabía que tenía que volver y enfrentarlo, no podía huir así como así, pero antes decidí ir a otro lado. Busqué el papel que me había dado la señora, estaba bastante cerca de ahí aquel cementerio, así que decidí ir mientras que mi mente me traía de vuelta algunos recuerdos.


 

—¿Cómo le vamos a poner a nuestros hijos, Lou? — Me preguntó Diana entre mis brazos.



—Nosotros no vamos a tener hijos. — Le conteste con desilución.



—Claro que sí, sólo que los adoptaremos. Yo ya sé cómo les pondremos.



—A ver, dime.



—Si es mujer, como nuestra mamá, y si es niño, le voy a poner Harry.





Una de mis manos pasaba por mis rizos revolviendo los más de lo que ya estaban. Comencé a reírme como loco cuando Caro me dijo que era mi tio, estaba tan nervioso.



—¿Mi tío? —dije con la voz temblorosa y un poco extraña.


—Sí, hijo.



Caro me dio unas palmaditas en la espalda. Estábamos sentados en el pequeño sillón, esperando a que mi... tío regresara y pudiera hablar con él. "No hay duda de que el mundo es muy pequeño". Mientras esperábamos su regreso, yo trataba de asimilar que él era el hermano de mi mamá, a él que me lo había topado tantas veces en el metro y que yo...



Casi una hora después, volvió al parecer más dueño de sí mismo, Caro lo hizo pasar y me hizo caras para animarme e ir a saludarlo, pero su mirada me aterraba un poco. Era como si la seguridad con la que había entrado a la casa la hubiera perdido en segundos. Por mi parte, no puedo decir que estaba como si nada, quería creer que todo era una farsa, o un sueño, un sueño de muy mal gusto. Por fin Louis se acercó con paso lento hacia mí y me extendió la mano, su palma estaba sudando. Su mano y mi mano temblaban terriblemente.



—Soy Louis Tomlinson, es un gusto conocerte.- Se presentó.



—I…igual, yo soy Harry. —Caro le hizo tomar asiento. Yo me quedé de pie.



—Bueno, yo creo que mejor los dejo hablar—intervino Caro que me sonreía y me daba unas palmaditas en el hombro— Tengo que ir a comprar algunas cosas y aprovecho para pasar con una amiga. Siéntase en su casa. —Dirigió esas palabras para Louis quien asintió sin saber a ciencia cierta por qué. Caro volvió a sonreírme y salió del cuarto.

 

El silencio parecía invadir aquella estancia. Él entretenía su vista con cualquier tontería que veía frente a sus ojos, yo tuve que tomar la iniciativa, tomé una silla y la coloqué frente a él, me senté a horcajadas sobre ésta y lo miré fijamente hasta que respondió a mi mirada.


—Así que mi tío ¿qué pequeño es el mundo, no? —comenté mientras inclinaba mi cuerpo un poco más hacia delante.


—Por eso tu rostro se me hacía tan familiar —contestó él viéndome detenidamente el rostro. Yo solté una risita.


—No puede ser, se la chupé a mi tío.


—¿Tienes que recordar eso? —replicó molesto.


—Ok, no lo vuelvo a decir —Alcé las manos en señal de rendición. Recargué mi barbilla en el lomo de la silla y suspiré levemente— Y yo ahora comprendo por qué tus ojos se me hacían tan inquietantes, se parecen demasiado a los de mi mamá, pero no se parecen nada físicamente.


—Sí,  muchas personas pensaban que no éramos hijos del mismo padre, pero cuando veían el parecido de nuestros ojos, se callaban.Él también se inclinó hacia delante y me miró fijamente unos segundos pero yo rápidamente le evadí volteando a ver mis manos.

 
—Pero—solté un bostezo y continué— si eres su hermano, ¿por qué nunca antes te vi? ¿Por qué nunca viniste a verla?


—Pues —esperé a que siguiera, peo no lo hizo, supongo que le incomodó un poco esa pregunta.


—Yo tengo entendido que mi mamá se fue muy joven de su casa, y se fue porque me estaba esperando a mí —Permaneció en silencio con la mirada perdida y los ojos vidriosos. Decidí no volver a preguntar, al menos por ese día, me levanté de la silla y me dirigí cauteloso al sillón para sentarme a su lado. Su perfil le sentaba muy bien.

  

—Bueno—dijo por fin sin voltearme a ver—¿entonces la señora Carolina te adoptó?


—Sí, es mi segunda mamá—giró hacia mi lado y me vio intrigado.


—Entonces no entiendo, se ve que es una buena persona, ¿qué tienes que estar ahí en el metro haciendo eso?


—Pues... es un poco larga esa historia— suspiré — supongo que te dijo que ya no vivía aquí con ella.


—Sí, ¿dónde vives entonces?


—¡Ah! No es algo que te importe—vociferé y él me miraba inexpresivo.


—Sólo lo hago por ser cortés, idiota, además, eres el hijo de mi hermana.


—Una hermana que nunca visitaste —repliqué haciéndole pucheros. Él tomó aire y se levantó del sillón. Nunca lo había visto sin saco y corbata, se veía más joven y atractivo.


—Tendré mis razones, como tú tendrás las tuyas para hacer ese trabajo tan... —se quedó callado dejando la frase en el aire.

 
Louis sacó de su bolsillo su celular, apretó algunos botones y volvió a guardarlo.


—Bueno, tenemos que hablar de muchas cosas, pero hoy ya no tengo ganas, y tú por lo visto tampoco.


—¡Espera, yo nunca dije que no tenía ganas de hablar! —dije con voz un poco alterada. Sólo no tenía ganas de contarle mi vida, porque era mediocre e insulsa, en cambio la de él parecía que era muy interesante. Louis ahora tomó la silla y la giró para sentarse correctamente, yo permanecí en el sillón y eché el cuerpo hacia atrás.

   

—Pero ahora que lo recuerdo, ¿tú no querías volver a verme o sí? —Él me miró como si no recordara aquellas palabras.


—Sí, lo sé, lo dije, pero ahora tendremos que vernos más seguido.

    
—¿Ah sí?

     
—Sí, si eres el hijo de mi hermana... yo quiero ayudarte, siento que tengo la responsabilidad de hacerlo, y por favor olvida todo lo concerniente a mí anterior a este día. —Sacó un encendedor y un cigarro, ni si quiera me preguntó si yo quería. Guardó su encendedor, y sacó su cartera de uno de los compartimentos sacó una pequeña foto que me mostró. Era mi madre.

    

—En esa foto tenía unos quince años—Tomé la foto y la miré detenidamente. Sacó otra fotografía doblada y en ésa aparecía él y mi mamá.

     
—¡Qué lindos!—dije—¿Cuántos años tenías aquí?

     
—Trece.

     
—Oh, entonces tú eres menor que ella ¿tienes entonces ahora unos treinta y tantos, ¿no?

     
—Treinta y dos.

     
—Yo tengo dieciocho.

     
—Mi hermana te tuvo muy joven.

     
—Sí—Miré por unos segundos más las fotografías para después devolvérselas. Era extraño hablar con Louis de esa forma, pero era más extraño que fuera un familiar mío. No se parecía en nada a mi mamá, solamente en los ojos. Esos ojos azul que por momentos se veían más claros, y en otras ocasiones parecían ser más intensos.

 

Él siguió dándole caladas a su cigarro, depositando las cenizas en un cenicero que tomó de la pequeña mesa que se encontraba junto a él. Sus dedos eran largos y delgados, pensé que si tocara el piano, lo haría muy bien. Después le pregunté en dónde trabajaba, y me dijo que era contador en un despacho de abogados. En su tiempo libre le gustaba leer y salir a caminar. Que era casado y tenía dos hijos, bueno el mayor no era su hijo biológico pero como si lo fuera. Su hija se llamaba Susan, y su hijo Mark y estudiaba Geografía en Oxford. Por lo que pude notar cuando hablaba de su esposa era como preguntarle sobre cosas que le molestaban, ahora entendía por qué andaba tan urgido, pero no sólo de placer, también pude notar que estaba urgido de amor, lo sentía un poco solo.

 

Louis trató de sacarme información sobre mi vida pero no le dije gran cosa, yo quería seguir oyéndolo a él, su voz era relajante para mis oídos.

    
—Oye... Sé que es una pregunta tonta, pero ¿entonces tú eres homosexual, no? —preguntó en un momento que yo estaba desprevenido y me sonrojé completamente. Él quería reírse pero no lo hizo, sólo dijo "Comprendo" y no volvió a tocar el tema.

   

—¿Y tú papá, sabes algo de él?

    
—No, nunca supe quien fue y tampoco me preocupé por saber de él.

    
—Mejor, era un imbécil. —espetó Louis  con una mirada llena de rencor, no quise preguntarle por él, pues con sólo verle el rostro lo decía todo, sea quien fuese mi papá, él le tenía un gran odio. Unos minutos después, se levantó para ahora sí, para irse.

    
—Pero dime dónde vives, para visitarte alguna vez.

    
—Mmm, está bien, si quieres vamos ahorita, vivo a dos calles de aquí.

    
—De acuerdo.

 

Caminamos a paso algo lento, tratando de ir del lado de la sombra, pues el sol estaba en su apogeo. Dos calles después estábamos en mi hogar, lo hice pasar y nos quedamos de pie en el umbral de la puerta.

 

—¿Vives con alguien? —preguntó, mientras examinaba con la vista el cuarto milímetro a milímetro.

    
—Sí, con una mujer que se llama Elizabeth, y ella es como mi tercera mamá.

    
—Humm —esperé a que se adentrara más en la casa, pero no lo hizo— Bueno, yo me voy entonces, tengo cosas que hacer, toma—me extendió una pequeña tarjeta— ése es mi número del celular, de la oficina y de la casa, si necesitas algo, háblame. No creo que sea bueno para ti vivir en una zona como ésta. Y casi no me dijiste nada sobre ti— Iba a responderle pero se marchó rápidamente y sólo pude divisar su mano, agitándola en señal de despido.

 

Bueno, ya tenía su teléfono, maldita sea, pero si él había resultado ser mi tío, ya no sería lo mismo. Pero, bueno, algo dentro de mí estaba contento, ahora él vendría a visitarme de vez en cuando, no entendía el por qué de esa emoción tan estúpida, pero así era.Quería que llegara Eli para contarle todo lo sucedido, se pondría feliz, bueno eso esperaba. Últimamente había estado llegando tarde, a veces de madrugada; unas veces llegaba con cosas nuevas, cualquier baratija o ropa. Ahora se arreglaba más y yo sabía el por qué.


Estaba saliendo con el dueño del restaurante, aunque ella no me decía nada, yo lo sabía, porque había leído unos mensajes de texto en su celular; su humor había cambiado, ahora estaba  más contenta, le brillaban diferente los ojos pero me daba miedo que en cualquier momento ese tipo se aburriera de ella y la dejara, eso sería muy doloroso para ella, lo peor de todo es que eran dueño y dueña, o sea, el señor estaba casado, y no dejaba de atormentarme en que un día de esos Eli volviera a tomar descontroladamente por culpa de esa relación extramarital.

 

Aun faltaba mucho para que ella llegara así que decidí salir a caminar y tratar de despejar la mente. Había sido una mañana ajetreada, saber que tu tío es el hombre al que hace unas semanas le diste una mamada en el metro a cambio de dinero, no es cualquier cosa, y menos si no dejabas de pensar en él y querer volver a verlo una y otra vez, me sentía muy conflictuado.

 

Después de caminar un buen rato, regresé a la casa y saqué las fotos de mi mamá. No, no se parecían en nada, salvo en los ojos, y si acaso en el color de piel pero sus facciones eran muy diferentes, la nariz, los labios, la barbilla, las cejas, además de que mi mamá tenía el cabello castaño chocolate como el mío y él lo tiene castaño claro. Observé quién sabe por cuanto tiempo la foto, y me quedé dormido cuando desperté Elizabeth estaba sentada a mi lado con la foto en sus manos, observándola interesada.

 

—Hola bello durmiente —dijo ella volteándome a ver y sonriéndome. Estaba sentada en el extremo de la cama con las manos pegadas a sus rodillas y sosteniendo la fotografía. Yo me incorporé y le dije un hola adormilado, volteé a ver la foto y entonces recordé lo que tenía que decirle.

 

—¡Eli, hoy conocí al hermano de mi mamá! —dije animado, y ella me miró sorprendida, al parecer no lo creía. Le conté todo lo sucedido y por fin pareció creerme.

 
—Oh... qué bueno Harry, me alegro por ti —se acercó a mí se me rodeó con uno de sus brazos.

    
—Sí, supongo —contesté ya no con el mismo ánimo de hace rato.

    
—Bueno, si quieres mañana me sigues contando, pero estoy muy cansada ahora y quiero dormir—se levantó de la cama y me regresó la fotografía de mi mamá.

    
—¿Ese vestido es nuevo? —pregunté, nunca se lo había visto puesto.

    
—Ah. sí, sí, la otra vez lo compré, ¿no te gusta? —preguntó en tono nervioso.

    
—Es bonito, pero Elizabeth —me quedé en silencio y no le dije nada, no sabía como enfrentarla, era un maldito cobarde, nunca podía enfrentar las cosas, siempre las evadía. Ella al ver que no dije nada, salió de la habitación.

 

Al día siguiente, me tocaba ir a trabajar, ahora sólo iba de martes a jueves. Llegué temprano como solía hacerlo siempre, y me dispuse ponerme el uniforme para poder hacer las labores. A mis compañeros no les hablaba muy bien, además de que últimamente un grupo de hombres que siempre solían juntarse se habían alejado considerablemente de mí. No entendía el por qué, si yo nunca les había hecho nada, sólo que era solitario, me gustaba disfrutar estar a solas a la hora del almuerzo, pensé que ellos habían malinterpretado eso, pero estaba muy, muy equivocado.Hubiera preferido mil veces a que hubiera sido eso. 



                              


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¡Hola! Bueno nuevo cap espero les guste y comenten besos y abrazos.